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cree‖ (Mc 9, 23), con una fe ―que no duda‖ (Mt 21, 22). Tanto como Jesús se entristece por la ―falta de fe‖ de los de Nazaret (Mc 6, 6) y la ―poca ...

cree‖ (Mc 9, 23), con una fe ―que no duda‖ (Mt 21, 22). Tanto como Jesús se entristece por la ―falta de fe‖ de los de Nazaret (Mc 6, 6) y la ―poca fe‖ de sus discípulos (Mt 8, 26), así se admira ante la ―gran fe‖ del centurión romano (cf. Mt 8, 10) y de la cananea (cf. Mt 15, 28). 2611. La oración de fe no consiste solamente en decir ―Señor, Señor‖, sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7, 21). Jesús invita a sus discípulos a llevar a la oración esta voluntad de cooperar con el plan divino (cf. Mt 9, 38; Lc 10, 2; Jn 4, 34). 2612. En Jesús ―el Reino de Dios está próximo‖ (Mc 1, 15), llama a la conversión y a la fe pero también a la vigilancia. En la oración, el discípulo espera atento a Aquel que es y que viene, en el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en la esperanza de su segundo advenimiento en la gloria (cf. Mc 13; Lc 21, 34-36). En comunión con su Maestro, la oración de los discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la tentación (cf. Lc 22, 40. 46). 2613. San Lucas nos ha trasmitido tres parábolas principales sobre la oración: La primera, ―el amigo importuno‖ (cf. Lc 11, 5-13), invita a una oración insistente: ―Llamad y se os abrirá‖. Al que ora así, el Padre del cielo ―le dará todo lo que necesite‖, y sobre todo el Espíritu Santo que contiene todos los dones. La segunda, ―la viuda importuna‖ (cf. Lc 18, 1-8), está centrada en una de las cualidades de la oración: es necesario orar siempre, sin cansarse, con la paciencia de la fe. ―Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?‖. La tercera parábola, ―el fariseo y el publicano‖ (cf. Lc 18, 9-14), se refiere a la humildad del corazón que ora. ―Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador‖. La Iglesia no cesa de hacer suya esta oración: ¡Kyrie eleison! 2614. Cuando Jesús confía abiertamente a sus discípulos el misterio de la oración al Padre, les desvela lo que deberá ser su oración, y la nuestra, cuando haya vuelto, con su humanidad glorificada, al lado del Padre. Lo que es nuevo ahora es ―pedir en su Nombre‖ (Jn 14, 13). La fe en Él introduce a los discípulos en el conocimiento del Padre porque Jesús es ―el Camino, la Verdad y la Vida‖ (Jn 14, 6). La fe da su fruto en el amor: guardar su Palabra, sus mandamientos, permanecer con Él en el Padre que nos ama en Él hasta permanecer en nosotros. En esta nueva Alianza, la certeza de ser escuchados en nuestras peticiones se funda en la oración de Jesús (cf. Jn 14, 13-14). 2615. Más todavía, lo que el Padre nos da cuando nuestra oración está unida a la de Jesús, es ―otro Paráclito, [...] para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad‖ (Jn 14, 16-17). Esta novedad de la oración y de sus condiciones aparece en todo el discurso de despedida (cf. Jn 14, 23-26; 15, 7. 16; 16, 13-15; 16, 23-27). En el Espíritu Santo, la oración cristiana es comunión de amor con el Padre, no solamente por medio de Cristo, sino también en Él: ―Hasta ahora nada le habéis pedido en mi Nombre. Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea perfecto‖ (Jn 16, 24). JESÚS ESCUCHA LA ORACIÓN 2616. La oración a Jesús ya ha sido escuchada por Él durante su ministerio, a través de signos que anticipan el poder de su muerte y de su resurrección: Jesús escucha la oración de fe expresada en palabras (del leproso [cf. Mc 1, 40-41], de Jairo [cf. Mc 5, 36], de la cananea [cf.Mc 7, 29], del buen ladrón [cf. Lc 23, 39-43]), o en silencio (de los portadores del paralítico [cf. Mc 2, 5], de la hemorroisa [cf. Mc 5, 28] que toca el borde de su manto, de las lágrimas y el perfume de la pecadora [cf. Lc 7, 37-38]). La petición apremiante de los ciegos: ―¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!‖ (Mt 9, 27) o ―¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!‖ (Mc 10, 48) ha sido recogida en la tradición de la Oración a Jesús: ―Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador‖. Sanando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria del que le suplica con fe: ―Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!‖. San Agustín resume admirablemente las tres dimensiones de la oración de Jesús: Orat pro nobis ut sacerdos noster, orat in nobis ut caput nostrum, oratur a nobis ut Dios noster. Agnoscamus ergo et in illo voces nostras et voces eius in nobis (―Ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a Él se dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en Él nuestras voces; y la voz de Él, en nosotros‖) (Enarratio in Psalmum85, 1; cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, 7). LA ORACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA 2617. La oración de María se nos revela en la aurora de la plenitud de los tiempos. Antes de la Encarnación del Hijo de Dios y antes de la efusión del Espíritu Santo, su oración coopera de manera única con el designio amoroso del Padre: en la anunciación, para la concepción de Cristo (cf. Lc 1, 38); en Pentecostés para la formación de la Iglesia, Cuerpo de Cristo (cf. Hch1, 14). En la fe de su humilde esclava, el don de Dios encuentra la acogida que esperaba desde el comienzo de los tiempos. La que el Omnipotente ha hecho ―llena de gracia‖ responde con la ofrenda de todo su ser: ―He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra‖. Fiat, ésta es la oración cristiana: ser todo de Él, ya que Él es todo nuestro. 2618. El Evangelio nos revela cómo María ora e intercede en la fe: en Caná (cf. Jn 2, 1-12) la madre de Jesús ruega a su Hijo por las necesidades de un banquete de bodas, signo de otro banquete, el de las bodas del Cordero que da su Cuerpo y su Sangre a petición de la Iglesia, su Esposa. Y en la hora de la nueva Alianza, al pie de la Cruz (cf. Jn 19, 25-27), María es escuchada como la Mujer, la nueva Eva, la verdadera ―madre de los que viven‖. 2619. Por eso, el cántico de María, el Magnificat latino, el Megalinárion bizantino (cf. Lc 1, 46-55) es a la vez el cántico de la Madre de Dios y el de la Iglesia, cántico de la Hija de

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Catecismo-Iglesia-Catolica
861 pag.

Catequese Vicente Villegas ChavezVicente Villegas Chavez

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