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Tugnoli et al. 2001)detectaron un aumento de los LM a 1,30 ppm en tumores astrocíticos necróticos. La primera referencia a la señal lipídica de 2,8...

Tugnoli et al. 2001)detectaron un aumento de los LM a 1,30 ppm en tumores astrocíticos necróticos. La primera referencia a la señal lipídica de 2,80 ppm aparece en Hakumaki y colaboradores (Hakumaki et al. 1999)en un estudio con un modelo de glioma transfectado con Timidina Kinasa (TK) del virus del herpes simple (HSV-TK)en rata tratada y no tratada mediante inyecciones intraperitoneales con ganciclovir que induce apoptosis. En este modelo de apoptosis detectaron un aumento de los LM, especialmente de los correspondientes a los PUFA (2,80 ppm y 5,40 ppm)y LM insaturados (5,40 ppm) (Figura 41). Dichos autores asociaron la aparición de los PUFA móviles a apoptosis ya que en los tumores iniciales, antes del tratamiento aún no presentaban signos de necrosis. Por microscopía electrónica detectaron las gotículas lipídicas clásicas que demostraron en éste y otros trabajos posteriores (Liimatainen et al. 2006; Liimatainen et al. 2008; Liimatainen et al. 2009), que se correspondían con gotículas de lípidos neutros, ricos en PUFAs esterificados en TAG. Posteriorente, Griffin y colaboradores (Griffin et al. 2003) utilizaron HRMAS para caracterizar tanto in vivo como ex vivo esta señal a 2,80 ppm también en el modelo de glioma de células transformadas sensibles a ganciclovir sometido a apoptosis. Así, dichos autores determinaron que la señal de los PUFAs (2,80 ppm y 5,40 ppm) correspondía a fracciones de lípidos insaturados 18:1 y 18:2 presentes en gotículas lípidicas citosólicas. En su caso encontraron que estas señales son las que mejor correlacionan con apoptosis medida con TUNEL. En este trabajo también determinaron que la señal de lípidos móviles es visible aunque las células originales ya no estén presentes, es decir, donde queda la cicatriz debido a la apoptosis. Zoula y colaboradores (Zoula et al. 2003) estudiaron un modelo de glioma por células C6 inyectadas en rata en una fase avanzada de la progresión tumoral, cuando ya hay presencia de necrosis. En este caso también detectaron presencia de gotículas lipídicas en la zona necrótica. En cuanto al análisis mediante ERM in vivo no llevaron a cabo tinción para apoptosis y solo detectaron cambios en las señales lipídicas de 1,28 ppm. Schmitz y colaboradores (Schmitz et al. 2005) también detectaron un aumento de los LMap a 2,80 ppm, después de 16–24 horas de tratamiento con etopósido en células de linfoma in vivo e in vitro. En este modelo se produce de forma concomitante apoptosis y necrosis medida por citometría de flujo. Así mismo, en el trabajo de Opstad (Opstad et al. 2010) realizado con biopsias de glioblastomas y astrocitomas sugiere que el marcador de 2,80 ppm solo es válido para su correlación con apoptosis en el caso de que en las muestras no haya necrosis en los tumores ya que en presencia de ésta, la señal de 2,80 ppm correlaciona mejor con el porcentaje de necrosis. Sin embargo un trabajo anterior de Kuesel y colaboradores (Kuesel et al. 1994) con astrocitomas de alto grado, claramente necróticos, asociaban las señales debidas a la necrosis a los lípidos de 1,30 ppm y 0,90 ppm. También se detectaron señales de LM a 2,80 ppm en músculo con quemaduras experimentales de ratones en un estudio realizado por Astrakas y colaboradores (Astrakas et al. 2005), en el cual la muerte celular se daba principalmente por apoptosis. Dicho estudio combinaba resonancia in vivo, ex vivo, histopatología y análisis genómico y detectó una regulación de los genes apoptóticos y desregulación de la oxidación lipídica y asociaron el aumento de las señales de 2,80 y 5,40 a estos procesos. En resumen, los LMap a 2,80 ppm, se asocian a procesos de muerte neuronal, aunque su asignación a procesos exclusivamente apoptóticos o también necróticos no queda definida claramente ya que en los casos en que se ha atribuido a apoptosis eran en tumores que no presentaban signos de necrosis y esta diferenciación en el infarto no es fácil de llevar a cabo ya que ambos procesos tienen lugar. En nuestro caso ya que la señal de 2,80 ppm aparece en fases tardías del infarto, de 6 a 8 días post-isquemia y no en la fase aguda se consideró que la correlación inmunohistoquímica más adecuada era para determinar apoptosis, ya que se considera que la necrosis es el tipo de muerte abundante durante la fase isquémica aguda que es cuando hay déficit energético extremo. En cambio el tipo de muerte secundaria más abundante una vez restituido el flujo sanguíneo en el modelo animal es la apoptosis, que es dependiente de energía (Ferrer 2006). Los resultados de inmunohistoquímica obtenidos en nuestras muestras indican que la apoptosis a 1 día post-isquemia ya era elevada (a los mismos niveles a los que se encontraría luego a los 7 días post-isquemia) con la diferencia que a nivel del espectro la señal de 2,80 ppm no está presente en la zona de infarto a 1 día pero sí a los 7 días. Por lo tanto, nuestros resultados, siguiendo la línea argumental planteada por Griffin y colaboradores (Griffin et al. 2003) parecería indicar que a 7 días post-isquemia se detecta una señal intensa a 2,80 ppm ya que hay una apoptosis acumulada de toda la fase anterior. Esas gotículas se mantendrían en el tejido incluso una vez que el detritus celular hubiera sido extraído de la zona, ya sea asociado a la matriz extracelular o dentro de los macrófagos atraídos a la zona de infarto. A pesar de que esta señal a 2,80 ppm es la que muestra los mayores cambios en la evolución del infarto tanto en ERM in vivo como por HRMAS ex vivo, en el caso de la correlación inmunohistoquímica con las células TUNEL+ no fue posible esta correlación directa con la señal de apoptosis, ya que a 1 día el marcaje con TUNEL era elevado. Tampoco el uso de patrones de reconocimiento seleccionó la característica de la señal a 2,80 ppm como diferencial entre los 3 grupos comparados (tejido sano, infarto 1 día post-isquemia y 6-8 días post isquemia) probablemente por el mismo motivo que no era válido para diferenciar los grupos tejido sano y tejido a 1 día post-isquemia, donde aún no era detectable la señal a 2,80 ppm. Aunque el sistema sí utilizó para determinar la clasificación otras señales lípidicas como la de Lac+LM2 (1,30 ppm) y LM1 junto con la TCr (3,03 ppm) En el análisis por reconocimiento de patrones no supervisado del caso analizado por mutivóxel, en cambio, se puede observar como la señal a 2,80 ppm es reconocida por el sistema e incluida en la “fuente” que determina el patrón característico de la zona del infarto a 7 días post-isquemia (Figura 78b). A pesar de ello, falta aún una caracterización más precisa en el campo del infarto cerebral del origen de esta señal debida a los PUFAs a 2,80 ppm. Dicha señal se puede detectar tanto en los análisis in vivo como ex vivo a TE cortos y podría considerarse un biomarcador no invasivo adecuado para la determinación de la “muerte acumulada” especialmente la apoptótica, en la zona de infarto en etapas tardías. Así, podría ser útil para llevar a cabo estudios sobre pronóstico o validación de terapias antiapoptóticas.

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Proliferação Celular e Ressonância Magnética
306 pag.

Proliferação Celular Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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