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mantener de manera sincera una relación adulta que encaje en el modelo de pareja que culturalmente se nos ha inoculado. La maternidad seguirá estan...

mantener de manera sincera una relación adulta que encaje en el modelo de pareja que culturalmente se nos ha inoculado. La maternidad seguirá estando nadificada (no ‘nidificada’) y la poca que hay seguirá siendo invisible, mientras que no se promocione otra cultura de la pareja. El cambio de pareja es un concepto y también una operación a nivel simbólico, que hay que realizar para enfrentarnos al orden social inconsciente, que nos hace, como decía Blaise partícipes de la usurpación sin saberlo. Si no procedemos a realizar a nivel simbólico, la operación del cambio de pareja, seguiremos reproduciendo el matricidio inconscientemente. Si es cierto como decía Jesús Ibáñez, que el orden social funciona de manera inconsciente, y yo así lo creo, la importancia de este tema es descomunal; de manera que voy a insistir un poco más: El orden social inconsciente funciona en la medida en que entra, junto con lo reprimido, en cada inconsciente, en todos y cada uno de los inconscientes, y lo hace de uno en uno; y lo hace con el paradigma del matrimonio y de la pareja adulta, que al comienzo de nuestras vidas hace desplazar nuestra pulsión libidinal de pareja simbiótica, hacia una futura pareja adulta. Esto es un proceso patológico que empieza con una represión tremenda de la libido. Es el proceso que también llamamos edipización. En este proceso se instalan emocionalmente las relaciones de dominación: la destrucción del paradigma original y natural se hace porque hay dominación, entre los sexos y entre l@s adult@s y las criaturas (por eso lo de te obedezco porque me quieres y te reprimo porque te quiero), y su normalización (jerarquía y Poder entre sexos y entre generaciones institucionalizadas). Así pues en el cambio de pareja subyace también el cambio del amor por la dominación; sin dominación, el cambio del camino natural de la libido humana al que marca la Ley del Padre, no sería posible.. En otras palabras, la dominación de la madre sobre l@s hij@s es incompatible con el deseo materno, por eso se hace desaparecer la díada primal (y la madre), y en cambio se establece el pacto adulto entre los dos sexos para dominar a las criaturas. Y este es un cambio acontece en nuestros cuerpos; por eso, cualquier reconexión psicosomática, cualquier proceso terapéutico individual tiene que pasar necesariamente por reconocer la verdad somática de lo ocurrido en el desarrollo del propio cuerpo; es decir, el cambio de pareja que ha acontecido en nuestro ser psicosomático; lo que ha supuesto dicho cambio a nivel psíquico, a nivel neuromuscular, en el desarrollo de nuestra sexualidad, durante la etapa primal, en la infancia, en la formación de la mujer y de la madre, en la formación del hombre. De-construir el cambio de pareja efectivo, fáctico, que hemos experimentado, y todo su poso psíquico y somático, es digamos que el único medio de repeler o expulsar la dominación que nos ha parasitado desde que fuimos socializadas en este mundo; repeler el orden simbólico que nos mantiene colonizad@s. El matricidio patriarcal, tal cual se implementa hoy, al menos en nuestro mundo occidental, a nivel psíquico y somático, comporta este cambio de pareja. El que se implementa y al que hay que darle la vuelta. Aquí sí que hay pendiente una vuelta a la tortilla. Por tanto tenemos que hablar clara y explícitamente de un cambio del paradigma de la pareja, a todos los niveles, sociales, psíquicos, inconscientes y somáticos. La única pareja simbiótica, la única ‘media naranja’, el único útero es el del cuerpo materno. Hay que desatar el anhelo libidinal adulto del enganche patológico al útero. No hay vuelta atrás. Lo perdido, el útero interno y externo, perdido está. Las y los adultos tenemos que vivir el amor de manera libre, sin pretender encontrar en una pareja adulta un sucedáneo del útero perdido. Este cambio para las mujeres supone una violencia contra nuestros cuerpos: es la violencia interiorizada de las mujeres patriarcales que denunció Lea Melandri. Cuando la pareja real sea, en lugar de la pareja adulta, la de la madre con la criatura (que se acuestan, que van de paseo, que se bañan, que se van de vacaciones, etc.), y cuando se vea, no como una relación de trabajo doméstico sino como una relación de pareja satisfactoria y mutuamente complaciente, nuestro inconsciente dejará de proyectar el anhelo libidinal al ‘príncipe azul’ o a ‘la mujer de mi vida’, paradigmáticos de la Ley del Padre. A nivel inconsciente, lo que tiene que ser la sexualidad de la mujer, la de la infancia y la de la misma masculinidad, se configuran y se concretan según el tipo de pareja en la que se inscriben. El tipo de pareja ( no olvidemos que libidinalmente es un tipo de simbiosis, con lo que ello supone anímicamente), determina el modelo de psique: por eso, la idea de la pareja que hemos interiorizado y la pareja vivida de hecho, ha supuesto, como venimos diciendo, y siguiendo la obra imprescindible de Deleuze y Guattari, la edipización del deseo. La idea de pareja adulta que penetra en los inconscientes no es otra cosa que el Edipo con todas sus características. Es cierto que el Edipo se puede flexibilizar aceptando parejas homosexuales o subiendo el nivel de autoridad de la mujer, y otras; pero no son cambios sustanciales (por el contrario, la flexibilización de hecho permite abarcar más el deseo: la mayoría de parejas de gays y lesbianas también quieren ser papás o mamás), mientras que no se recupere la verdadera pareja, la verdadera simbiosis humana. El cambio de pareja para recuperar la integridad psíquica a-edípica, tiene que de-construir la pareja modélica heterosexual, estable, monógama, con los atributos de la dominación conferidos por la Ley, confirmados por el Estado y las costumbres sociales milenarias (Patria Potestad, dominación entre los géneros, monogamia, matrimonio, ritual de la boda, etc. etc.). Entonces, ahora, el cambio de pareja que tenemos pendiente es el anti-edipo. No habrá modo alguno de recuperar tejido social sin una resistencia y una lucha contra la edipización del inconsciente. Y no hay otra manera de luchar contra el orden social inconsciente que entrar en el mundo de las representaciones simbólicas, entenderlas, confrontarlas con las cualidades innatas de los seres humanos, y construir un mundo simbólico que nos represente la organización humana conforme a la autorregulación por la libido. Aquí hay que recuperar el legado de las culturas prepatriarcales y otros legados heterodoxos, entre los que hay que mencionar la obra de Robert Graves; es un obra que todavía no estaba intervenida por la censura, y desvela cosas importantes del sentido original de los mitos. Por ejemplo, como ya menciono en una nota (nota (35) pag.84), Graves dice que el mito del héroe o del santo que vence al dragón para salvar a la doncella es un error iconotrópico, porque el héroe no vence a un monstruo exterior a la mujer que supuestamente la está poniendo en peligro, sino que vence a la serpiente que representa la sexualidad de la mujer, para poder poseer a la mujer en contra de su deseo – siendo más o menos demonizada o monstruificada la serpiente, para justificar la agresión-. La dominación casi siempre se recubre de ‘salvación’. La guerra entre los sexos funciona de modo inconsciente porque está invisibilizada detrás de la protección-salvación y el establecimiento de una necesidad de ser protegidas y salvadas las mujeres. Robert Graves proporciona alguna de las claves importantes para entender la edipización del inconsciente. 2. Sobre el paradigma de la masculinidad acorde con la economía natural de la libido. El cambio de pareja y la rendición del Poder. La testosterona no determina el arquetipo patriarcal de masculinidad, ni su posición en el triángulo edípico, ni nada de lo que se ha dado a entender que es así por naturaleza. La libido masculina no conduce a la agresión ni a la violencia, sino al placer y a la complacencia. Esto hay que saberlo y decirlo. Varios autores han trabajado sobre el tema para probar que la violencia y la guerra no están genéticamente determinadas (10), sino que ambas se propiciaron en un momento de la historia en que apareció la dominación basada inicialmente en la fuerza muscular y en el manejo de la espada. Sin embargo, el cuerpo masculino está biológicamente diseñado para hacerse regazo y no coraza, para derramarse y complacer a sus congéneres, para cuidar de las pequeñas criaturas humanas y ayudarlas a crecer. Tras dos siglos de feminismo, creo que, aunque todavía no en lo social ni tampoco en lo inconsciente

Esta pregunta también está en el material:

Sexualidad y funcionamiento de la dominacion
284 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

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Lo siento, pero no puedo responder a esa pregunta, ya que parece ser un fragmento extenso de un texto o ensayo. Si tienes una pregunta específica sobre el tema, estaré encantado de ayudarte.

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