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un objetivo fundamental del desarrollo tecnológico con sentido social. Es aquí donde tratamos de aprovechar nuestro conocimiento de los ciclos y pr...

un objetivo fundamental del desarrollo tecnológico con sentido social. Es aquí donde tratamos de aprovechar nuestro conocimiento de los ciclos y procesos buscando reemplazar las prácticas lineales que conducen al agotamiento. Tal innovación debe conducirnos a nuevas prácticas de diseño, desarrollo e implementación tecnológicas, basados en actitudes críticas sobre la saga tecnológica de nuestras sociedades: sus aciertos, desvíos, frustraciones y peligros. De modo general, en mi opinión, las nuevas prácticas son las que se nutren de una mayor conciencia de los riesgos; prácticas que saben que si las evaluaciones no son integrales, luego los efectos colaterales resultan inesperados y fortuitos. Estas prácticas han perdido la ingenuidad del determinismo y el triunfalismo del progreso a cualquier costo. Por el contrario, se preguntan si siempre “más rápido”, “más barato” o “más cantidad” es mejor, y se impone como mínimo el horizonte de mediano plazo en la evaluación para evitar lo que, en el decir popular, se expresa como “pan para hoy y hambre para mañana”. A casi dos tercios de la población mundial ya le llegó ese mañana y sobrevive al hambre y la pobreza. Las nuevas prácticas buscan revertir las consecuencias de sistemas tecnológicos diseñados con un sentido de acceso para pocos, y ampliar los beneficios de nuestras capacidades tecnológicas a través de diseños con sentido de inclusión social. Por lo dicho en las secciones anteriores, pienso que esto debe referirse no sólo a nuestro alimento y conservación corporal, sino también a los bienes de conocimiento y simbólicos que nutren la identidad que muchos aún intentan preservar. Es en este sentido que se busca pensar y construir la relación tecnología-democracia, con todas las potencialidades que permite su diversidad. Acorde con lo ya dicho, en las dos secciones siguientes voy a ampliar esta conclusión, tanto en lo referido a su aspecto material, lo que nos conduce a prácticas prudenciales, como a su aspecto simbólico, lo que nos conduce a reflexionar sobre la posibilidad de integrar valores de culturas diferentes. El principio de precaución: el aspecto material Por lo dicho, hay dos componentes que nos conducen a tender a prácticas prudentes. Por un lado está el fondo de ignorancia e incertidumbre, el cual subsiste a pesar de la información que hemos conseguido acumular y de aquella que hemos conseguido comprender. La incapacidad colectiva de prever desastres medioambientales como un tsunami, o económicos-sociales como el reciente crack internacional, son muestras claras sobre las limitaciones de nuestro poder anticipatorio. Por el otro, se encuentra que la mayor consciencia de los riesgos colectivos también llama a la prudencia. Por ejemplo, la rápida disminución de los bosques naturales, el avance de la desertificación, la contaminación del aire y el agua, son ejemplos conocidos a nivel natural; y el avance progresivo de la pobreza es un dato incuestionable a nivel social global. Ambas fundamentan la defensa de la utilización del principio de precaución como un elemento guía de la política tecnocientífica. A pesar de las diversas formulaciones de tal principio, parto del esquema general contenido en el reporte número 22 de la Agencia Medioambiental Europea: Albert Schweitzer (1875-1965) puede haber sido pesimista al decir que “El hombre ha perdido la capacidad de prever y de anticiparse... terminará por destruir la tierra”. Sin embargo, ser inteligente antes de que sea demasiado tarde no es fácil. Especialmente cuando los impactos ambientales y en la salud se continúan lejos en el futuro y el costo, real o percibido de prevenirlos son grandes e inmediatos. Prevenir desastres requiere usualmente actuar antes de que haya pruebas fuertes del daño, particularmente si el daño puede ser continuo e irreversible, un abordaje a la evidencia científica y la política científica que es parte de lo que ahora llamamos principio de precaución (EEA, Copenhagen, 2001). El primer ejemplo jurídico de aplicación de esta principio “fue la orden local de quitar la manija de la bomba de agua de la calle Broad (Saint James) en Londres, a recomendación del médico John Snow, quien había relacionado (sin probar relación causal) el alto número de contagiados por el cólera (500 muertos en 10 días) con la calidad del agua potable de esa bomba. Snow hizo presente que el costo potencial de estar equivocado al removerla era menor que el de su no eliminación. Esta idea de costo potencial progresivamente fue instalándose en diversos documentos apoyada en el principio de precaución. Así la Declaración de Estocolmo sobre Medio Humano (1972) en su punto 4, ya obligaba a tenerlo en cuenta en toda planificación económica responsable: “responsabilidad especial (del hombre) de preservar y administrar juiciosamente” la flora, fauna y su hábitat, destacando que, “en consecuencia, al planificar el desarrollo económico debe atribuirse especial importancia a la conservación de la naturaleza”. Y la Carta Mundial de la Naturaleza (1982) estipula que Las actividades susceptibles de entrañar graves peligros para la naturaleza deben ser precedidas por un examen a fondo, y quienes promovieran esas actividades deben demostrar que los beneficios previstos son mayores que los daños que puedan causar a la naturaleza (AG NU Res. 37/7, 28 de octubre, 1982). Tal idea, introducida con sentido económico y político, altera las relaciones económicas y productivas asociadas a la estructura tradicional de costo de producción y precio, caracterizada principalmente por la maximización del lucro. Es por ello que, G. Rosenberg, en su contribución sobre el Principio de Precaución Ambiental en la Argentina, observa que ... el surgimiento del principio ha implicado una verdadera revolución en las relaciones entre economía y medioambiente, como también, en los aspectos administrativos de la gestión pública y privada y sus responsabilidades, por lo que se lo ha calificado de “bomba jurídica”, “revolución filosófica”, “nuevo estándar antijurídico”. (p. 13). Efectivamente, su postulación permite apoyar ideas muy diferentes sobre nuestra organización actual a nivel productivo y social. A modo de ejemplo, puede mencionarse la relaciones entre “patrón oro” y “patrón natural” de la economía viva de R. Steiner (2005, pp. 173 y ss.), o las ideas de C. Castoriadis sobre cómo determinar a través de una política colectiva los costos de producción, distribución y parámetros de crecimiento (Castoriadis, 2005, pp. 174 y ss.). En cualquier caso, como el mismo Castoriadis insiste, el problema político es un problema de doxa [opinión] y no de epistéme [conocimiento justificado]; hace referencia a un ... tipo de saber en política que no es ciencia sino una cuestión de juicio, de prudencia y de verosimilitud (Castoriadis, 2005, p. 155). Como ya he defendido, tal juicio debe basarse en una evaluación integral, que contemple los aspectos humanos y culturales, y no sólo los que se traducen en costos y beneficios. Esto último es importante a la hora de encontrar alternativas a la visión economicista de la sociedad y a su visión antropológica asociada (teoría del homo economicus). En términos de P. Bourdieu, se ha vuelto necesario ... romper con el economicismo para describir el universo de las economías posibles, significa escapar a la alternativa del interés puramente material, estrictamente económico, y el desinterés, y proporcionarse el medio para satisfacer el principio de razón suficiente que quiere que no haya acción sin razón de ser, es decir, sin interés, o, si se prefiere, sin inversión-inmersión [investissment] en un juego y en un conjunto de asuntos en juego [enjeu], illusio, commitment (Bourdieu / Wacquant, 2005, p. 57). Como vimos al inicio, lo que está en juego no es sólo el aspecto material a conservar, sino el aspecto simbólico y cultural que hace a nuestra identidad. Es importante recordar que no es imposible asociar el diseño de políticas a procurar prácticas prudenciales, una vez que abandonamos la idea de que el mundo social está determinado por leyes inmanentes reguladas por el mercado o el consumo. Por el contrario Las leyes sociales son regularidades temporal y espacialmente delimitadas, que se mantienen por tanto tiempo como perduren las condiciones institucionales que las hacen posibles (Ídem). Integrando valores de diferentes culturas: valores para el milenio Ahora bien, si dejamos de lado los criterios económicos cuantitativos ¿Cómo llevar adelante la reiterada evaluación integral? ¿Cómo hacerlo cuando reconocemos la pluralidad de actores sociales y sus diversas consideraciones sobre lo óptimo? ¿Cómo alcanzar acuerdos a futuro basados en fines colectivos? ¿Cómo evaluar no sólo los riesgos materiales, sino también los sociales, cuando el saber involucrado se refiere a prudencia y verosimilitud? En esta penúltima sección quiero reivindicar la solide

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culturas-cientificas-y-alternativas-tecnologicas
314 pag.

Democracia Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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