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las nociones nucleares de estas ciencias: “i) Salud (normalidad), ii) Enferme-dad (patología), iii) Curación (terapeútica) y iv) Preservación (prev...

las nociones nucleares de estas ciencias: “i) Salud (normalidad), ii) Enferme-dad (patología), iii) Curación (terapeútica) y iv) Preservación (prevención)” (2004, p. 31). Estas mismas categorías son útiles para hablar de lo que podemos entender como comunicación sobre salud: lo que versa o repre-senta la salud, la enfermedad, la terapéutica y la prevención. Samaja señala que los conceptos o nociones nucleares antes referidos han adquirido diversas connotaciones a lo largo de la historia social, sin embargo, considera que poseen significados básicos suficientes como para hablar de “un mismo campo de prácticas humanas” y por tanto “de una misma historia” (2004, p. 31), aunque tengan distintas formas de reali-zarse dependiendo de la configuración cultural o período específico. A decir del autor, a pesar de las distancias representacionales entre dife-rentes prácticas, especialidades o perspectivas médicas o sobre la salud, se comparte un núcleo básico de significantes y significados: la salud es un bien (deseable); la enfermedad, la negación de un estado deseable, que requiere la búsqueda activa de la curación; y la pérdida de la salud debe ser prevenida. Sin embargo, a pesar de este núcleo común compartido, señala Samaja, las teorías y prácticas sobre estas categorías son diversas y antagónicas. La amplitud de concepciones acerca del objeto y métodos de las ciencias de la salud, lo lleva a proponer que, en sentido estricto, no se puede hablar de “ciencia” en tanto no hay unidad de objeto y métodos (2004, p. 33); Samaja pone sobre la mesa así el problema de la “cientifi-cidad” de la salud, en tanto no es meramente tema biológico, sino social: los saberes en salud están construidos también en el terreno simbólico, son objetivados lingüísticamente, están históricamente situadas. La salud entonces es irreductible a términos meramente objetivos. Como ejemplo de los contrastes en las definiciones de salud, basta comparar las corrientes dominantes de la biomedicina -lo que Menén-dez (2004) designa como modelo biomédico hegemónico: biologicismo, a-historicidad, individualismo, eficacia pragmática, orientación curativa, relaciones asimétricas médico-paciente, exclusión del saber del paciente, tendencia a la medicalización de los problemas, identificación ideológica con la racionalidad científica hegemónica - y las posiciones críticas, que se enfocan en procesos de determinación social y/o determinantes sociales de la salud, especialmente para explicar las desigualdades en salud (Be-nach y Muntaner, 2008), la distancia entre la salud colectiva latinoameri-cana (Almeida y Paim, 1999) y la nueva salud pública (Frenk, 1994). Otro ejemplo sobre la diversidad de la noción “salud”, tiene que ver con su concepción como asunto social. Durante el siglo XX el concep-to de salud ha pasado de entenderse simplemente como la ausencia de enfermedad en los individuos hasta construirse como un concepto com-plejo y más amplio, que pasa por el ejercicio pleno de los derechos eco-nómicos, sociales y culturales de las personas y las colectividades y por tanto se vincula con la responsabilidad de los Estados para garantizar la salud de los ciudadanos. Desde esta perspectiva, la salud es un bien público. Navarro (1998) señala que las definiciones “universales” sobre salud y enfermedad (como la actual definición de la OMS, por ejem-plo) suponen un problema epistemológico: que hay consenso en lo que se entiende por conceptos como “salud”, “enfermedad”, “población” o “bienestar”. Por ello considera estas definiciones apolíticas e ahistóricas, sobre todo porque se presupone que salud es un concepto derivado de un saber científico que podría aplicarse a todo grupo social y cualquier período histórico, pero de esa manera se evita el problema epistemológi-co del poder. Para el autor, salud y enfermedad son también categorías políticas y de poder, influenciadas por el contexto social y político (Na-varro, 1998, p. 147). Navarro hace hincapié en cómo los tránsitos en la concepción de la salud, especialmente la salud pública, por parte de Estados y organismos internacionales en el siglo XX se relacionan fuertemente con movimien-tos organizados que reivindicaron derechos en torno a la salud, a pesar de las resistencias desde el saber médico o desde el Estado. Para el autor, el actual biologicismo, dominante en la construcción del saber y práctica sobre salud, es funcional a un cierto poder, porque no cuestiona la necesi-dad de modificar estructuralmente la sociedad para asegurar una mejor salud a los colectivos humanos. Estos escenarios muestran apenas algo de la diversidad en las concep-ciones, debates y disputas tanto sobre la salud como sobre la comunicación y sus efectos. Pero constituyen nudos problemáticos (Zemelman, 1987): tensiones y contradicciones no resueltas que requieren reflexión y análisis. La propuesta de este trabajo es dirigir la mirada hacia lo que ha sucedido con la salud en la comunicación mediática en México para comprender qué es lo que está contenido en el campo semántico “salud”, en flujos me-diáticos determinados. Para construir conocimiento sobre el potencial de la comunicación social en salud es necesario entender qué es lo que hoy se comunica mediática y masivamente sobre salud. ¿De qué salud y de qué comunicación ha hablado la televisión mexicana? Flujos mediáticos: una propuesta de análisis de contenidos mediáticos sobre salud Este trabajo se inscribe en la medicina social y salud colectiva latinoa-mericanas, que consideran que la salud está social e históricamente cons-truida y determinada, y por tanto es un proceso social (Laurell, 1982). Por ello, sus definiciones están necesariamente relacionadas con las es-tructuras políticas, económicas y culturales de la sociedad en momentos determinados, incluidos los medios de comunicación. Estos participan en la producción y reproducción de los discursos vigentes sobre la salud, dado que la salud se construye también desde una dimensión simbólica. Samaja (2004, p. 40) hace referencia a esta dimensión cuando habla de las “nociones fundantes de la cultura” refiriéndose a lo “comunicable”, es decir a las representaciones subjetivas que son “objetivables lingüísti-camente”. La capacidad de representación y comunicación verbal de las normas son condiciones fundantes de la cultura y son condición también de la construcción social de la salud. Considerando la amplitud de lo comunicable, analizar la comunica-ción sobre salud se planteó más allá de la revisión de mensajes en pro de la salud pública o colectiva, por ello se dirigió la mirada al uso temático de la salud en contenidos de televisión. Lo que sobre la salud se dice y represen-ta en la televisión mexicana puede depender menos del interés público que de las particularidades del momento histórico y los intereses y prioridades de quienes tienen voz en los espacios públicos mediáticos: por ejemplo, los anunciantes del mercado de la salud (Menéndez, 1982), las propias compañías de comunicación, las instituciones de salud y los gobiernos que utilizan la salud como argumento político (Gumucio Dagrón, 2010). El referente empírico que sustenta los datos que aquí se presentan, es un análisis de contenido de emisiones televisivas de dos semanas comple-tas del año 2011, en los dos canales de mayor audiencia nacional. Se trata de una investigación descriptiva orientada por las siguientes preguntas: ¿cómo y qué son hoy las comunicaciones mediáticas sobre salud? El me-dio seleccionado fue la televisión por ser el de mayor consumo en México, presente en más del 95% de los hogares (INEGI, 2009). El objetivo del estudio fue reconstruir un panorama general de los men-sajes sobre salud que se emiten por televisión durante un período de tiempo determinado, a través del análisis de lo que hemos denominado flujos mediá-tico: la totalidad de mensajes que se emiten continuamente por televisión, como una totalidad compleja, es decir interrelacionada y con estratos. Para ello se analizaron 28 días de transmisiones continuas de los dos canales de televisión de mayor audiencia en el país (14 días por canal), en dos períodos de una semana del año 2011. En total, fueron sistematizados los contenidos de 672 horas de televisión: 399 episodios de programas de televisión; 4,719 noticias de 62 noticieros; y 21,258 mensajes publicitarios, privados y públi-cos, así como un importante número de infomerciales, 147. Estos conteni-dos se clasificaron como unidades de registro, muestreo y contexto, según la propuesta de Krippendorff para análisis de contenido (Krippendorff, 1990) y la aproximación buscó superar las limitaciones de la fragmentación, con-cibiendo el conjunto de contenidos como totalidad interrelacionada y estra-tificada, para lo cual se acuñó el término flujos mediáticos. A partir de esta visión de conjunto,

Esta pregunta también está en el material:

Libro_salud_colectiva_2018 (1)
238 pag.

Saúde Coletiva Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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