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¿Qué es la Vida? Erwin Schrödinger De este modo, la burda expresión entroṕıa negativa puede reemplazarse por otra mejor: la entroṕıa, expresad...

¿Qué es la Vida? Erwin Schrödinger De este modo, la burda expresión entroṕıa negativa puede reemplazarse por otra mejor: la entroṕıa, expresada con signo negativo, es una medida del orden. Por consiguiente, el mecanismo por el cual un organismo se mantiene aśı mismo a un nivel bastante elevado de orden (= un nivel bastante bajo de entroṕıa) consiste realmente en absorber conti- nuamente orden de su medio ambiente. Esta conclusión es menos paradójica de lo que parece a primera vista. Más bien podŕıa ser tildada de trivial. En realidad, en el caso de los animales superiores, conocemos suficientemente bien el tipo de orden del que se alimentan, o sea, el extraordinariamente bien ordenado estado de la materia en compues- tos orgánicos más o menos complejos que les sirven de material alimenticio. Después de utilizarlos, los devuelven en una forma mucho más degradada (aunque no enteramente, de manera que puedan servir todav́ıa a las plantas; el suministro más importante de entroṕıa negativa de éstas es, evidentemente, la luz solar). Nota a todo este caṕıtulo: La expresión entroṕıa negativa ha encontrado oposición y sembrado la duda entre algunos colegas f́ısicos. Permı́taseme decir, en primer lugar, que, si hubiera estado hablando sólo para ellos, habŕıa discu- tido sobre enerǵıa libre. Es la noción más familiar de este contexto. Pero este término, técnico en exceso, se asemeja lingǘısticamente demasiado al de enerǵıa para lograr despertar en el lector medio el sentido del contraste entre las dos cosas. Ese lector tomará libre más o menos como un epitheton ornans sin significado propio, siendo aśı que, en realidad, el concepto es bastante intrincado; y la relación de ese concepto con el principio del orden-desorden de Boltzmann es menos clara que la de de la entroṕıa y entroṕıa expresada con signo negativo, las cuales, dicho sea de paso, no son de mi invención, sino precisa- mente las cuestiones que reveló la argumentación original de Boltzmann. Pero F. Simon me ha indicado oportunamente que mis simples consideraciones termodinámicas no pueden explicar que tengamos que alimentarnos de materia en un estado muy ordenado de compuestos orgánicos más o menos complejos, en vez de poder hacerlo de carbón vegetal o de pulpa de diamantes. Tiene razón. Pero para el lector no iniciado debo explicar que un trozo de carbón o de diamante, junto con la cantidad de ox́ıgeno necesario para su combustión, están también en un estado muy ordenado, tal como lo ve el f́ısico. Prueba de lo dicho es que, si dejamos que se produzca la reacción, la combustión del carbón, se origina gran cantidad de calor. Al comunicarlo al medio, el sistema elimina el gran aumento entrópico ocasionado por la reacción y alcanza un estado en el que tiene, en la práctica, aproximadamente la misma entroṕıa que antes. Pero seguimos sin poder alimentarnos con el dióxido de carbono producido en la reacción. Y por consiguiente, Simon tiene razón al indicarme que, en realidad, el contenido energético de nuestro alimento śı que importa; de modo que mi burla de las cartas de restaurante que lo indicaban no teńıa razón de ser. La enerǵıa de los alimentos se necesita para reemplazar, no sólo la enerǵıa mecánica de nuestra actividad corporal, sino también el calor que continuamente comunicamos al ambiente. Y esta donación de calor no es accidental, sino esencial, ya que es precisamente el modo por el que eliminamos el exceso de entroṕıa que producimos en los procesos fisicos vitales. Esto parece sugerir que la mayor temperatura de los animales homeotermos (de sangre caliente) implica la ventaja de capacitarlos para librarse de su entroṕıa a mayor velocidad de modo que puedan asumir unos procesos vitales más intensos. No estoy seguro de la veracidad de ese argumento (del cual soy yo el responsable, no Simon). Puede aducirse en contra que, por otra parte, muchos homeotermos están protegidos de la rápida pérdida de calor por capas de pelo o pluma. De modo que el paralelismo entre temperatura corporal e intensidad de vida, el cual creo que existe, puede ser explicado más directamente por la ley de Van’t Hoff, mencionada anteriormente: La mayor temperatura acelera por si misma las reac- ciones qúımicas de la vida. (El hecho de que, en la realidad, es aśı ha sido confirmado experimentalmente en especies que tienen la temperatura del medio externo.) Textos de Biof́ısica - Facultad de Farmacia - Universidad de Salamanca Salamanca, Marzo de 2005

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