Logo Studenta
¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

1
ARQUITECTURA RELIGIOSA
DE LA FELIGRESÍA FRANCISCANA
DEL CONVENTO DE TLAJOMULCO
José Alfredo Alcántar Guitiérrez, Gloria Aslida Thomas Guitiérrez
y Adriana Ruiz Razura
ARQUITECTURA RELIGIOSA
DE LA FELIGRESÍA FRANCISCANA
DEL CONVENTO DE TLAJOMULCO
José Alfredo Alcántar Guitiérrez, Gloria Aslida Thomas Guitiérrez
y Adriana Ruiz Razura
Arquitectura religiosa de la feligresía franciscana del convento de Tlajomulco
1era. edición, octubre 2017
ISBN 978-607-742-852-7
D.R. © 2017. Universidad de Guadalajara
 Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño
 Calzada Independencia Norte 5075
 Huentitán El Bajo 44250
 Guadalajara, Jalisco, México
Edición: Qartuppi, S. de R.L. de C.V.
Imagen de Portada: Omar Alejandro Maciel Partida
Diseño Editorial: León Felipe Irigoyen Morales
Dedicamos este libro a los osados franciscanos quienes,
inspirados por la espiritualidad del santo de Asís
y en conjunción con las políticas religiosas de La Colonia,
fomentaron la materialización de las aspiraciones e ideas
de la sociedad indígena de origen coca asentada
en Tlajomulco durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
De igual forma a los habitantes que vivieron durante
el periodo colonial en la región, indígenas, mestizos y criollos,
los cuales contribuyeron con su parte, para que en la actualidad
los jaliscienses contemos con un patrimonio material sobre el cual
se anclan varias de nuestras referencias de identidad.
ÍNDICE
Introducción
Capítulo1
La circunstancia geográfica y los antecedentes culturales de la comarca de Tlajomulco
El escenario geográfico
El culto religioso-funerario en el occidente de México
El señorío de Tlajomulco antes y durante la Conquista
Capítulo 2
La evangelización y consolidación de la Iglesia
Antecedentes históricos hispano religiosos y franciscanos
Organización y distribución geográfica misionera
La evangelización
Fundación de cofradías de la Purísima Concepción en la feligresía de Tlajomulco
Fortalecimiento y consolidación de la Iglesia durante los siglos XVII y XVIII
Capítulo 3
Arquitectura religiosa de la feligresía
Configuraciones espaciales de los templos
Las portadas
Cruces atriales
Conclusiones
Bibliografía
9
11
11
13
17
23
23
26
29
35
39
45
53
56
62
65
69
8
9
INTRODUCCIÓN
El poco interés por el conocimiento de nuestro pasado, la globalización, la avaricia económi-
ca y la búsqueda por el confort han provocado desafortunadas intervenciones en edificios 
patrimoniales con irresponsables remodelaciones, agregados y ampliaciones, las cuales han 
modificado sus estructuras originales. De igual forma, los agentes naturales provocan fisuras, 
humedad y deterioro en general, los cuales han ocasionado la pérdida de datos materiales 
cuyos criterios ayudarían a identificar la mentalidad colonial de la Nueva Galicia.
 Las autoridades gubernamentales y religiosas, responsables de su manutención y 
conservación, no se han preocupado por mejorar las condiciones actuales de los edificios. Por 
otra parte, la sociedad en general ha manifestado apatía, desconocimiento de su historia y 
poca conciencia en la preservación patrimonial; en consecuencia, se ha generado un desinte-
rés por la protección y el resguardo.
 Es apremiante concientizar a la sociedad sobre la importancia de conservar el patri-
monio cultural, testimonio de los valores, las ideas, los conocimientos, las costumbres, tradi-
ciones, la cosmología y religiosidad de generaciones anteriores que se fueron transformando 
hasta conformar la cultura contemporánea.
 Varios sectores sociales de la zona conurbada de Guadalajara desconocen la informa-
ción histórica necesaria para identificar la relevancia de los conjuntos arquitectónicos patrimo-
niales de la región. El presente libro expone los resultados de la investigación presentada en 
1997 para sustentar el grado de maestría, mismos que posteriormente se refirieron en diferen-
tes foros con el fin de contribuir en la difusión y el conocimiento de la participación artística 
de una peculiar zona jalisciense. Con ello, se derivó el interés por parte de algunos colegas que 
han promovido su difusión, aunado a dirigentes municipales interesados en suscitar el turismo 
de Tlajomulco de Zúñiga. Sin embargo, ahora pretendemos ampliar y corregir datos e informa-
ción que permita tener una visión más amplia de lo producido durante La Colonia, en la citada 
región.
10
 En noviembre de 2011, nos reunimos quienes conformamos el Cuerpo Académico cuyas 
líneas de investigación coinciden con las de las Maestrías en Ciencias de la Arquitectura y 
Gestión y Desarrollo Cultural, de tal forma que el patrimonio arquitectónico y su difusión enca-
jan armónicamente con lo presentado en esta publicación. El presente estudio aborda las cons-
trucciones religiosas realizadas en la delimitación geográfica que comprendía la Guardianía de 
Tlajomulco, en el periodo que va de 1551 a 1794.
 El patrimonio arquitectónico y su difusión incentivaron el ánimo de recopilar y actualizar 
la información existente en torno a las mencionadas construcciones, al considerar los factores 
culturales de las diferentes etapas coloniales influyentes en la creación de nuevos edificios, 
destinados a la consolidación de la religiosidad de los pueblos que conformaron la feligresía, 
inicialmente con respaldo en las ideas filosóficas medievales renacentistas, luego barrocas y, 
finalmente, de las reformas borbónicas.
 La información relacionada con los misioneros que promovieron la creación de espacios 
destinados a vivir en sociedad en un contexto evangélico –primero, y luego barroco– materiali-
zaron los ideales de las diferentes épocas. Las etapas que atravesaron dichas construcciones 
contemplan elementos provenientes del siglo XVI, como pueden ser las ubicaciones, orien-
taciones y, seguramente, las cimentaciones. El apogeo del barroco durante los siglos XVII y 
XVIII permitió encontrar varios motivos para su expresión, desde el manierismo y las diversas 
modalidades que cada pueblo pudo manifestar, de acuerdo con sus condiciones culturales y 
materiales.
 El periodo de control borbónico no pudo pasar de largo por la región, varios elementos 
clasicistas hicieron su aparición al mismo tiempo que dio inicio el desmembramiento de las 
estructuras tradicionales coloniales y, por ende, su decadencia hasta concluir con la entrega 
de edificios al clero secular en 1794.
 El programa arquitectónico se fue ajustando progresivamente a las políticas e ideas reli-
giosas vigentes en los diferentes tiempos, generando construcciones ajustadas al clima y los 
materiales regionales, aunados a las características formales típicas del manierismo, mudéjar y 
barroco popular. Podemos señalar que, lo que ahora se muestra, es un proceso histórico-arqui-
tectónico por el que atravesó la antigua feligresía de Tlajomulco, que inició su fundación con la 
erección del convento franciscano en 1551 hasta su desmembramiento con la secularización a 
fines del siglo XVIII.
 En Arquitectura religiosa de la feligresía franciscana del convento de Tlajomulco se 
explican los factores geofísicos y los antecedentes culturales prehispánicos, en materia reli-
giosa, que se dieron en la región. Asimismo, se exponen los elementos culturales y religiosos 
suscitados durante los siglos XVI, XVII y XVIII, promotores de su materialización, particularmen-
te mediante la producción arquitectónica.
 Si bien se analizan los edificios religiosos construidos hasta el periodo de la seculariza-
ción, ubicados en la delimitación religiosa atendida por el convento franciscano de Tlajomulco, 
también se abordan las causas que los originaron y las propuestas posteriores. En suma, se 
pretende identificar los datos más relevantes que les caracterizan, promoviendo con ello su 
preservación y evitando intervenciones desafortunadas como las que se han llevado a cabo 
en las últimas décadas.
11
CAPÍTULO 1
LA CIRCUNSTANCIA GEOGRÁFICA
Y LOS ANTECEDENTES CULTURALES 
DE LA COMARCA DE TLAJOMULCO
El escenario geográfico
Los elementos aportadospor la naturaleza de la región sur del ahora denominado Valle de 
Atemajac, fueron el escenario sobre el cual sus habitantes se dieron a la tarea de enfren-
tar situaciones que moldearon su conducta, la manera de resolver sus problemas y demás 
elementos que conformaron su identidad, naturaleza psíquica y social. Todos ellos factores 
influyentes en sus expresiones culturales, donde la arquitectura hizo los ajustes pertinentes, 
adecuando sus ambientes, espacios y demás características a las necesidades demandadas 
por los diferentes momentos históricos.
 Las condiciones favorables para la agricultura de la región generaron múltiples lugares 
arqueológicos en dicha zona, de lo cual se deduce que hubo una ocupación poblacional impor-
tante desde tiempos remotos, con una cultura compleja, la cual se ubicó en montes, colinas y 
valles.1
 La división política del actual estado de Jalisco contempla al municipio de Tlajomulco de 
Zúñiga, ubicado en su parte central; el cual se integra a la comarca de Guadalajara casi en los 
límites del sur. La demarcación puede considerarse como una unidad geográfica hasta la fecha, 
al contar con límites topográficos que en la mayoría de las direcciones le delimitan; por otra 
parte, se pueden detectar cuatro áreas con ciertas variaciones. El sureste está ocupado por 
la laguna de Cajititlán, que humedece los poblados ribereños, la mayoría de ellos con topografía 
plana, a excepción del pueblo homónimo y Cuexcomatitlán.
1 Ana Ortiz Angulo, Introducción a Mesoamérica, pp. 22-23.
12
 El suroeste no presenta accidentes topográficos predominantes, es una región en la 
que destaca la población de Santa Cruz de las Flores, con un pequeño ojo de agua que origi-
naba un riachuelo que corría de oriente a poniente, hasta integrarse a Cruz Vieja. El centro 
lo abarca Tlajomulco, que significa «Tierra en rincón», terreno plano. Excluyendo la dirección 
sureste, cuenta con algunos escurrimientos y se encuentra limitado por montañas.2
 El territorio norte lo conforman San Agustín, Santa Anita,3 y San Sebastián el Grande, 
hasta hace algún tiempo eran humedecidos por el río Sanjuanate, que nacía en el primero, al 
cual se le iban agregando derivaciones de ojos de agua en su recorrido, se expandía en una 
ciénaga cercana a la desaparecida Hacienda de la Capacha, para concluir su trayecto en Tolu-
quilla, después de haber irrigado Santa Cruz del Valle.
2 Simeón Remi, Diccionario en lengua náhuatl mexicana, p. 25.
3 Población que por decreto gubernamental del 17 de septiembre de 1904 dejó de pertenecer al Séptimo 
 Cantón de Tlajomulco para incorporarse al Primero, de San Pedro Tlaquepaque, como comisaría. Cfr. 
 Bernardo Carlos Casas, Pinceles históricos de Santa Anita, p. 20.
LÍMITES DE LA GUARDIANÍA DE TLAJOMULCO
Ubicaciones 
1. Tlajomulco (CONVENTO)
2. San Agustín
3. Santa Cruz de las Flores
4. Santa Anita
5. San Sebastián
6. Cuexcomatitlán
7. San Miguel Cuyutlán
8. San Lucas Evangelista
9. San Juan Evangelista
10. Cajititlán
13
 La ubicación y las características geográficas antes mencionadas fueron factores bási-
cos desde tiempos prehispánicos que propiciaron el desarrollo histórico de la región. Los lími-
tes actuales casi coinciden con las relaciones y los documentos coloniales que se refieren a 
Tlajomulco. Nuño de Guzmán y los frailes franciscanos identificaron con el mismo nombre al 
pueblo y su corregimiento al señalar los siguientes límites: el sur se vio limitado con la Sierra de 
Madroño, que arranca desde la ribera norte del lago de Chapala hasta Jocotepec, la cual fungió 
como barrera natural, que dividía la Nueva Galicia y las Provincias de Ávalos (subordinadas a 
la Nueva España, pero dependiendo judicialmente de la Audiencia de Guadalajara). Al norte con 
territorios de las antiguas feligresías de Zapopan y de Analco, y al poniente con Tala.
El culto religioso-funerario en el occidente de México
Los estudios relacionados con el hombre mesoamericano refieren el interés por resolver proble-
mas de alimentación. Se contaba con sitios en los que el suelo y el clima eran propicios para su 
producción. Los de mayor relevancia fueron las zonas lacustres y aquellas con afluentes natu-
rales; el área de Chapala estuvo habitada desde el pleistoceno superior, es decir, entre quince 
mil y dieciocho mil años de antigüedad, por seres humanos productores de utensilios elabora-
dos con huesos de animal, flechas de cerámica y puntas de obsidiana tipo clovis, encontradas 
en la zona.4
 El surgimiento de la agricultura obligó a diversos grupos humanos a asentarse en 
sitios fijos, lo cual ocasionó interrelaciones sociales que fueron moldeando normas sociales y 
costumbres, ideas y demás factores que originaron un complejo más o menos integrado que 
pudo definir a las culturas del occidente mesoamericano.
 Los ritos funerarios manifestaron expresiones culturales a través de las tumbas de tiro, 
se conformó una región geográfica con fisonomía de arco, definida por el estado de Colima, el 
centro de Jalisco y el sur de Nayarit, desarrollados en teoría entre 200 a.C. y 600 d.C.5
 La exteriorización de culto hace pensar que el hombre del occidente, al igual que en 
muchas otras regiones, se mostró reacio al ciclo natural de todo ser viviente: no concebía 
como posible que, al morir el cuerpo, no quedara nada del ser humano. Supuso que algo debería 
de haber seguido existiendo, pensó en una segunda vida o en una prolongación en el más allá. 
El hombre prehispánico buscó los medios a través de los cuales los cuerpos de sus muertos –y 
el suyo– tuvieran una morada digna, libre de peligros: aves de rapiña y feroces coyotes. Llevó 
a la práctica múltiples intentos para solucionar tal cuestión, pero debido a que sus conocimien-
tos sobre construcción eran rudimentarios (contrario a los de sus contemporáneos teotihua-
canos) tuvo la capacidad de analizar su entorno y los materiales del subsuelo, en los que pudo 
cavar sin preocuparse por derrumbes o colapsos.
 Las tumbas de tiro fueron una de las expresiones culturales más relevantes de la época 
prehispánica del occidente de México, cuya característica común es contener una comunicación 
vertical a manera de pozo o ducto, que iba desde la superficie externa del terreno hasta un 
punto que funcionaba como vestíbulo para una o varias cámaras funerarias, las profundidades 
4 José María Muriá, Historia de Jalisco, p. 108.
5 Ídem, p. 75.
14
varían dependiendo de las características de compactación del terreno, de la jerarquía de la 
familia o del grupo al que la tumba había sido destinada.6
 Estudios recientes señalan que los restos antropológicos encontrados en estas expre-
siones culturales aportan datos importantes que van desde talla, promedio de vida, enferme-
dades óseas, deformaciones craneales, mutilaciones estéticas dentarias, hasta los obtenidos 
por los artefactos y cerámicas, mediante los cuales fue posible conocer costumbres funerarias 
y de embellecimiento, a través de pintura, atavíos, vestimenta, etc., y las jerarquías sociales 
dominadas por sacerdotes y militares, expresadas en maquetas.7
 Las piezas de barro zoomorfas y fitomorfas permitieron un acercamiento al hombre 
prehispánico del Occidente; desafortunadamente, a la fecha no se han inventariado científica-
mente los datos de este tipo de arquitectura funeraria en la comarca de Tlajomulco, porque 
se han descubierto de manera accidental, al extraer material en los bancos de arena o jal y, 
en algunos casos, en las labores agrícolas que aún se llevan a cabo en la región; por lo que 
suelen ser destruidas, además, existe el temor de que las labores se detengan si se da parte 
a las autoridades de Antropología e Historia. En ocasiones, deciden apropiarse de las piezas 
encontradas y, en los casos más afortunados, donarlas al museo de San Agustín, promovido 
por el maestro Samuel Moya Ramos.
 Las prácticas funerarias de la región de Occidente hacen de ella una de las pocas de 
Mesoamérica con esa tradición, sólo semejante a las de la costa noroeste suramericana,donde 
–de acuerdo con Kelli– las tumbas y la cerámica muestran posibles relaciones culturales.8
 Sitios arqueológicos jaliscienses como Teuchitlán, El Palacio de Ocomo o El Ixtépete, e 
Ixtlán del Río, en Nayarit, utilizaron sistemas constructivos y espacios ceremoniales semejan-
tes a los criterios coetáneos del Altiplano Central, por lo demás, sus vínculos con Mesoamérica 
son muy débiles.
 Las luchas constantes entre sus pobladores imposibilitaron la supremacía de alguno de 
ellos para organizar y fortalecer un territorio homogéneo capaz de competir con otras regiones 
con expresiones culturales de mayor dominio territorial, por el contrario, fueron comunidades 
heterogéneas, independientes, incluso con diversidad lingüística que impedía la comunicación 
entre los mismos avecinados, aquellas que permanecieron hasta la última etapa prehispánica, 
durante la que destacó el Señorío de Tonalá, subdivido en tlatocayome (plural de tlatocayotl): 
Tetlán, Tlajomulco, Tolotlán, Tala y Atemajac.9
 Las auténticas representaciones de los dioses, con sus respectivos atributos, aparecie-
ron a fines del periodo Preclásico y predominantemente durante el periodo Clásico, propiciadas 
por una avanzada organización entre los representantes de los seres supremos, es decir, los 
sacerdotes, los cuales fueron portadores de una formación previa encaminada al desempeño 
de su oficio. El culto se abrió al público provocando su participación de manera masiva, se 
6 Ídem, p. 117.
7 María Teresa Cabrero, La muerte en el occidente del México prehispánico, p. 27, cfr. Otto Schöndube, 
 «El occidente de México», en Arqueología mexicana, pp. 18-25.
8 Isabel Kelli, «Ceramic Provinces of Northwest México», en El occidente de México, IV Mesa redonda 
 de la Sociedad Mexicana de Antropología, pp. 55-71.
9 Luis Paez Brotchie, Jalisco. Historia mínima, pp. 13-14.
15
construyeron templos, plazas, así como espacios para la práctica del juego de pelota como 
hacen constar varios centros ceremoniales de la cultura guachimontón, en particular la de 
Teuchitlán.
 Las expresiones religiosas de la zona coca eran semejantes a las de Altiplano Central 
que –como señaló fray Antonio Tello– en el caso de Cutzatlán (actualmente San Juan Cosalá), 
los principales contaban con un ídolo, además de los existentes en cada barrio de la comuni-
dad, al que ofrecían sacrificios humanos de niñas, niños y cautivos de guerra obtenidos en los 
enfrentamientos contra los tarascos: los inmolaban sacándoles el corazón y ofreciéndolo a su 
deidad; la sangre se la untaban en el cuerpo para adquirir mayor fortaleza espiritual y corporal, 
todo esto acompañado de danzas, gritería y regocijo.10
10 Antonio Tello, Crónica miscelánea, libro II, pp. 195-196.
ARCO DE LAS TUMBAS DE TIRO
Ubicaciones 
1. Loma García
2. El Alacrán
3. Tepic
4. Compostela
5. San Pedro Lagunillas
6. Corral Falso
7. Tequila
8. Ixtlán del Río
9. San Sabastián
10. El Arenal
11. Las Cuevas
12. Etzatlán
13. Magdalena
14. Antonio Escobedo
15. Ahualulco
16. Ameca
17. Amatitlán
18. Tala
19. Zapopan
20. Cuxpala
21. Santa Ana Acatlán
22. Pihuamo
23. Cornalá
24. Colima
25. San Juan
26. Piscila
27. Ortices
28. Copales
29. Tocolapa
30. Alcuzahue
31. Chancopa
32. El Teúl
33. Jiquilpan
34. Barreras
35. San Miguel Tonayan
16
 Antonio Lyva reportó que en Ameca era costumbre rendir culto en una casa de adora-
ción llamada Teocalli, donde sus sacerdotes no permitían la entrada al pueblo y atendían a un 
ídolo llamado Teopsques, al cual ofrecían sacrificios. El ritual previo consistía en repartir por los 
barrios o tlajicales a los tequitlatos, a los cuales debían de alimentar con los mejores manjares 
durante cuarenta días.
 Cubierto el periodo previo al sacrificio, los tequitlatos se adornaban con insignias de 
guerra, con plumas en la cabeza y cuentas colocadas en el cuello, pies y muñecas, entraban 
al adoratorio, del que no salían en cinco días, durante los cuales ayunaban y permanecían sin 
tener contacto con el exterior.
 A los tequitlatos se les subía por cinco escalones a una piedra labrada, se les colocaba 
de espaldas y un sacerdote mancebo, con una navaja, abría el pecho, sacaba el corazón y lo 
depositaba en el teopisque, repartían el cuerpo por los barrios y se lo comían cocido en un 
contexto de fiesta.11
 En lo relativo a conceptos sobre la muerte, se consideraba que las almas debían de cruzar 
el río Santiago (Chicnauatengo) para llegar al Mictlán, lugar para el descanso final después de 
la travesía por este mundo.12
 La espiritualidad politeísta prehispánica se manifestó en las culturas del Occidente con 
características semejantes al Altiplano Central, los testimonios se representan en barro y 
piedra con imágenes de Tláloc en braseros ceremoniales procedentes de El Chanal, Colima, o 
monolitos pétreos. Xipe Tótec era la deidad a la que se le ofrecían los desollamientos de vícti-
mas de sacrificios, como algunas vasijas provenientes también del sitio arqueológico antes 
referido.
 Quetzalcóatl fue una deidad que tuvo múltiples acepciones: héroe cultural, planeta 
Venus, serpiente emplumada, entre otros. En el Occidente, su culto al parecer tuvo que ver 
más con su evocación del viento en sitios como Teuchitlán, con los mástiles usados en las 
cúspides de las pirámides cónicas o en monolitos de El Chanal y Zapotlán.13 Huehuetéotl, el 
dios del fuego, fue asociado con el fuego que emana de los volcanes, tal es el caso del volcán 
de Colima o El Coli, cuyo nombre es sinónimo de huehue (viejo). El culto a las deidades en el 
occidente siempre estuvo vinculado con celebraciones acompañadas de sacrificios y danzas, 
además del ofrecimiento de cumplidos, con lo cual la comunidad pretendía congraciarse.
 Los habitantes prehispánicos de la región del occidente, predominantemente los ubica-
dos al sur del río Santiago durante el periodo prehispánico, no solían usar ropa, solo cubrían 
sus genitales con taparrabos y protegían sus pies con sandalias. Practicaban la poligamia por 
considerarla motivo de prestigio social y poder económico. Sus armas eran arcos, flechas y 
macanas o porras. La organización gubernamental de la zona se centraba en sus generales 
(Huisiques), sacerdotes (Teopisques) y grandes señores de la corte (Totazis), que conformaban 
un senado o consejo de gobierno.
11 José María Muriá, op. cit., p. 231.
12 Ídem.
13 Ídem. pp. 235-239.
17
 Las concentraciones humanas no llegaron a conformar ciudades en el sentido estricto 
de la palabra; Autlán, Zapotlán y Etzatlán fueron los únicos sitios que lograron cierta jerarquía 
en relación con el resto en la zona de occidente.
El señorío de Tlajomulco antes y durante la Conquista
El antiguo territorio que hoy es Jalisco se mantuvo independiente durante el apogeo del Impe-
rio azteca, gracias a la barrera física de los purépechas, los cuales conformaron una confe-
deración autónoma. Los tarascos fueron sus más importantes vecinos y sus relaciones con 
ellos no siempre fueron pacíficas, sobre todo hacia 1460,14 cuando sus límites se empezaron 
a extender al occidente, sometiendo a los tecos de Cuitzeo y Tototlán (Coinán), los cocas y 
tecuexes de Tonalá y Tlajomulco, los pinomes de Tizapán y Zacoalco, los saualtecas de Sayula 
y Amacueca, los nahuas de Ajijic y Chapala, los otomíes de Zapotitlán y Tuxcacuesco, los xilot-
latzingas de Pihuamo, Tamuzula y Zapotlán, invadiendo hasta territorios colimenses.
 Los purépechas extendieron sus dominios a lo que actualmente es el sur de Jalisco y 
fueron expulsados cerca de 1480 de la región de Cocula y Amula, derrotados en Zacoalco y 
desalojados de los límites de Colima.
 Fray Antonio Tello señaló en relación con la fundación de Tlajomulco que:
[…] no había este pueblo sino un pueblo de ídolos a donde iban a sacrificar al demonio 
muchos indios de otras partes, y en particular los tarascos de Michoacán. Por los años 
de 1509, quisieron poblar los indios de Cocula, en el, y los indios tarascos, por defender 
el puesto, pelearon con ellos y los vencieron, y se fueron a poblara Acatlán, después 
en el año d 1511, quisieron poblar los de Ocotlán (hoy San Juan de Ocotlán) y la misma 
suerte fueron vencidos.15
 El franciscano Nicolás de Ornelas también se refirió a esta población y a su vinculación con 
la dominada guerra del Salitre, acaecida cerca de la laguna de Sayula, de donde se obtenía sal.16
[…] es tradición cierta que los tarascos entraron por Matzamitlán, con grueso ejército 
conquistando al rey de Tonalá les hicieron creer a los tarascos que otro día los recibirían 
y les darían la obediencia y debajo de esta confederación los regalaron y los embriagaron 
de suerte que a la madrugada habían quedado muy pocos de ellos vivos prisioneros. 
Los que más ayudaron valerosamente a conseguir este triunfo fueron: Pitláloc, Copatzi, 
y Pilipi, hijos del grande Oxato; dióles en premio las tierras de tlaxomulco, que eran 
bastantes y los relevó de aquellos sus tributos por diez años su rey Tonalán.
 Lo mencionado por Antonio Tello acerca de los tarascos en Tlajomulco señala que quisie-
ron enfrentar a los nuevos pobladores tonaltecas, los cuales se defendieron en una gran bata-
lla de la que pocos quedaron vivos. Así, en 1513, los avecindados se establecieron en el lugar 
14 Secretaría de Educación Pública, Jalisco, perla sobre arena, p. 64.
15 Luis del Refugio Palacio y Basave, Atlixtac, Nuestra Señora de Santa Anita, p. 23.
16 Ídem, p. 49.
18
durante un año, para luego realizar un éxodo a sus poblaciones de origen y, en 1519, repoblar 
nuevamente.17
 Cihualpilli Tzapotzintli, habiendo mostrado inteligencia y don de mando, fue merecedora 
del cargo de reina del Hueytlatocayotl, con lo cual se ganó el respeto y admiración de la comar-
ca. Las leyendas comentadas por Villegas García mencionan que la señora invernaba en Tlajo-
mulco, territorio de su señorío donde se ocultaba el sol en el solsticio de los fríos; así partía al 
suroeste en la madrugada del cuarto creciente lunar de invierno (7 de diciembre), por la tarde 
arribaba al bosque del manantial de Toluquilla, donde se bañaba con la ayuda de sus doncellas 
y ahí pernoctaban para, en la madrugada del día siguiente, continuar el recorrido hasta Tlajo-
mulco, donde sería recibida con honores por Coyote, uno de los principales del pueblo, y su 
enamorado; esto origina una feria donde se intercambian mercaderías producidas en todo el 
reino, en las que se concentraron hasta ocho mil súbditos en los últimos años que antecedie-
ron a la Conquista.18
17 Ídem, p. 23.
18 Jesús Gerardo Villegas, Tlajomulco desde sus raíces, pp. 12-14.
CACICAZGO DE TLAJOMULCO
FINALES DE LA ÉPOCA PREHISPÁNICA
Ubicaciones
Pueblo Cabecera: 
A. Tlajomulco
Pueblo Tributario:
1. Atliztac
2. Tzapotepec
3. Xuchitlán
4. Coyutlán
5. Cuexcomatitlán
6. Cajititlán
19
 La tranquilidad del reino se vio interrumpida en 1529, cuando llegaron noticias de la veni-
da de hombres blancos reforzados por indios tlaxcaltecas, tolucos y aztecas, quienes fueron 
poderosos vencedores de importantes ciudades. Su cometido era obtener metales preciosos 
y perpetraban las peores crueldades con aquellos que se los negaran. Como le sucedió a 
Calzontzin, el rey tarasco, quien tratando de satisfacer la avaricia de Guzmán le otorgó varias 
joyas. Sin embargo, a los ojos del conquistador, no fueron suficientes. En represalia lo ató a la 
cola de un caballo que lo arrastró por las calles y, finalmente, lo quemó aún vivo envuelto en 
un petate.19
 Las arbitrariedades de Nuño de Guzmán continuaron en Cuitzeo, cerca de Ocotlán, 
donde después de enfrentarse y vencer al pueblo, mataron a casi todos los inconformes e 
hicieron prisioneros a los niños y a las mujeres, los herraron y repartieron, quemaron todo el 
caserío provocando así el terror en la región.
 Durante el mes de marzo de 1530, el ejército de Guzmán –sin rumbo planeado– recibió 
informes de Tonalá: un poderoso pueblo de más de seis mil casas, gobernado por una cacique 
y localizado en dirección al occidente.20
 Debido a su cercanía con los sitios referidos, los tlajomulcas fueron los primeros en la 
región en saber de las arbitrariedades y, de igual forma, la dirección que hasta entonces lleva-
ba Guzmán hacia el territorio. Chachi, su cacique, actuó sin tomar parecer de la reina, convocó 
a los caciques de Tlaquepaque, Coyula, Zalatitán Atemajac y Tetlán, les informó sobre el ejér-
cito que se acercaba y lo ventajoso de sus ligeros caballos y explosivas armas, los tonaltecas 
estarían en desventaja si oponían resistencia. Así, Totochi, Pitlaloc, Popatsi y Pililí decidieron 
encontrar a Guzmán antes de ingresar a su comarca, dándole regalos y procurando su amistad, 
y como lo señaló fray Antonio Tello en su crónica: «Nuño de Guzmán respondió que estimaba 
mucho el presente (…) y que no hubiese temor de su venida (…) porque los tenía por hijos».21
 Cihualpilli ofreció una bienvenida a Guzmán – quien ya le había mandado un mensaje– 
sin embargo, la gobernante no pudo disimular el temor que éste le ocasionaba, por lo que el 
emisario la tranquilizó comentándole:
no se alterase, porque la gente que venía era buena, y no quería matar sino comer, y que 
los recibiese bien porque si de otra manera (…) ellos tenían unos animales que corrían 
mucho, y los alcanzarían y matarían y comerían a bocados; y que era mucha gente blan-
ca e indios que traían por amigos, y les ayudaban a pelear y por supuesto esto, le estaría 
mejor la paz que la guerra.22
 La atemorizada reina tonalteca respondió a Nuño de Guzmán que sería recibido dos 
días después, para hacer los respectivos preparativos, adecuados a la dignidad de su persona 
e informar a sus capitanes lo acontecido. Guzmán se presentó con anticipación al día señala-
do por la reina y en el valle de Tlaxicoltzingo (hoy San Martín de las Flores) hizo accionar sus 
19 Antonio Tello, op. cit., p. 111, cfr. José Guadalupe Zuno, Retrato de Guadalajara, p. 92.
20 Luis Razo, Crónicas de la Conquista del Nuevo Reyno de Galicia, p. 249.
21 Antonio Tello, op. cit., p. 112.
22 Ídem, p. 113.
20
mosquetes provocando un sonido estrepitoso en la zona; los tonaltecas les observaban aten-
tamente desde el cerro Xictépetl.23
 La reina envió mensajeros para recibir a los extranjeros e informarles que ella y demás 
gente del pueblo estaban en paz, pero que unos parientes –entre ellos su hija–, estaban en un 
cerro con el propósito de pelear; ya prevenidos pasaron a una enramada donde se les ofreció 
un banquete en compañía de la reina y su séquito de jóvenes. Cuando se disponían a comer se 
escuchó un grito de alarma que la reina justificó diciendo que se trataba de gente de Coyula, 
quienes la querían matar por haber recibido a los extranjeros en son de paz.
 Los indígenas tonaltecas se mostraron listos para el enfrentamiento, pintados de negro, 
color que tradicionalmente era considerado el de la guerra, y con sus respectivas armas. Nuño 
de Guzmán pretendió disuadirlos de su deseo de lucha en tres ocasiones, al no ser escuchado, 
dividió al ejército estratégicamente en tres partes, uno comandado por Cristóbal de Oñate 
dirigido hacia la falda del cerro en dirección al río Grande; otro a cargo de Francisco Verdugo, 
encaminado hacia el lado opuesto, y él en medio para ascender al cerro.
 La lucha fue encarnizada y cuerpo a cuerpo, los tonaltecas demostraron su experiencia 
en materia de guerra (como la que hubo en contra de los tarascos llamada Del Salitre), defen-
diéndose con un entusiasmo y valentía que no habían sido vistos en Nueva España, tal fue el 
caso de un principal que enfrentaba a un arquero, quien aún con las vísceras de fuera, seguía 
luchando contra él.24 Los tonaltecas finalmente se disgregaron huyendo por las faldas del 
cerro hasta internarse en la barranca, con lo que se lograba el triunfo español en contra de los 
nativos: de los seis mil que eran murieron más de dos mil.
 Nuño de Guzmán, con el apoyo de sus capitanes y la Cihualpilli, hicieron que se presen-
taran los principales de cada pueblo al día siguiente, para rendir obediencia al rey de España,Don Carlos I, para llevar comida, así como indios que estarían a su servicio.
 Los principales de cada Hueytlatocayotl se presentaron ante Guzmán para rendir 
obediencia y Tonalá quedó entonces integrado a las posesiones españolas, el 25 de marzo de 
1530.25 La evangelización dio inicio con el bautizo de la reina, para entonces llamada Juana 
Bautista Danza, y su heredero, Xochitzin, como Santiago Vázquez Palacios.
 Los quince días posteriores a la fecha señalada se realizaron dos primitivos templos, 
uno llamado Victoria de la Cruz y otro dedicado a Santa María, finalmente, se colocó una cruz 
de casi diecisiete metros de alto. Estos acontecimientos marcaron una división en la historia 
de la región, si bien, las tradiciones, los enfoques, los valores, las formas de comportamiento 
y, en general, la cultura prehispánica se seguiría manifestando, tendría que acoplarse a otras 
condiciones histórico-culturales.26
23 Luis del Refugio Palacio y Basave, op. cit., p. 32.
24 Luis Razo, op. cit., p. 250.
25 Luis Paez Brotchie, op. cit. pp. 41-42.
26 Luis Razo., op. cit., p. 42.
21
22
23
CAPÍTULO 2
LA EVANGELIZACIÓN Y CONSOLIDACIÓN DE LA IGLESIA
Antecedentes históricos hispano religiosos y franciscanos
Los religiosos venidos a tierras americanas, antes que franciscanos, eran españoles, y ser 
de tal nacionalidad necesariamente implica referirse a Santiago, uno de los doce apóstoles 
de Cristo, quien obedeciendo la encomienda de «ir por todo el mundo y predicar el Evangelio» 
llegó al extremo poniente del continente europeo, según cuenta la tradición. Sin embargo, 
otras versiones refieren que Santiago, luego de haber sido decapitado en Judea, fue llevado 
en secreto a un barco sin timón que sus seguidores dirigieron hasta alcanzar las costas de 
Galicia, la dirección más apartada del continente europeo y la menos atendida cristianamente. 
Y, por un acto prodigioso, Santiago colaboraría grandemente en la evangelización y protección 
de aquella región.
 Otra versión coincide al afirmar que el Santo fue martirizado en Jerusalén, y que sus 
discípulos depositaron su cuerpo en un sarcófago de mármol y lo enviaron al puerto de Jaffa. 
La embarcación habría sido milagrosamente conducida por ángeles hasta el lugar más recón-
dito del extremo poniente de Europa, donde finalmente lo sepultaron.
 La interpretación más popular señala que Santiago evangelizaba la Hispania pero que al 
no lograr éxito en las conversiones, la Virgen lo visitó en la antigua Cesaraugusta (Zaragoza), 
apareciendo sobre una columna de mármol en la que pidió que se le edificara una capilla, dando 
origen al culto de La Virgen del Pilar. Luego de tal acontecimiento, Santiago llegaría hasta el 
campo de La Estrella, que posteriormente sería Compostela, una zona muy cercana al Mar 
Desconocido, referido también como Mar de Tinieblas. Finalmente, las explicaciones respecto 
al hallazgo de la tumba señalaron que, al fallecer, su cuerpo se sepultó en un sarcófago de 
mármol, mismo que cayó en el olvido a causa de la invasión musulmana, sin embargo, el descu-
brimiento se hizo en la época en la que el ejército de Carlomagno pugnaba por la reconquista.
 El supuesto hallazgo de la tumba de Santiago se dio en 813, por el ermitaño Pelayo, 
a quien se le apareció un ángel que le dio informes acerca de la ubicación del sepulcro. Otra 
versión menciona que la tumba fue localizada gracias a una estrella que la señalaba, al igual 
24
que la que guío a los Santos Reyes. Todas estas historias se encuentran enclavadas en un 
ambiente mágico con toque de leyenda, elementos típicos de las tradiciones medievales.
El hallazgo de la tumba de Santiago estimuló el valor guerrero del ejército cristiano contra los 
musulmanes. Cien años más tarde se establecieron cuatro caminos que cruzaban Francia, 
transitados por peregrinos que iban del norte y del este para conformar grandes grupos de 
rezo y en procesión, hasta arribar al lugar santo.27
 El culto a Santiago tuvo auge transcurrido el tiempo: para el siglo X un relicario de 
abadías y monasterios lo transmitían al norte europeo con el objetivo de señalar la ruta de las 
romerías santiagueñas, de las que alemanes, belgas y franceses fueron fervientes partícipes. 
La cantidad de vocaciones religiosas que llegaban a los mencionados edificios era tan nume-
rosa que, durante la expansión árabe al norte, no había suficiente personal bélico para hacer 
frente a la avanzada, por lo que los religiosos tuvieron que abandonar su vida monacal y hacer 
frente a los herejes de Cristo y seguidores de Mahoma, como lo hacían sus contemporáneos 
cruzados en el Medio Oriente.
 El entusiasmo hispano se vio favorecido por su santo patrono Santiago, al que enco-
mendaban estos enfrentamientos, resultando vencedores en Valencia (1238), Murcia y Sevilla 
(1264). Los sobrepoblados monasterios fueron reducidos por plagas que devastaron Europa 
entre 1348 y 1351, los monjes sobrevivientes rentaron los latifundios a campesinos, y, opaca-
dos sus monasterios por la ascendencia de los obispos y prelados en las catedrales durante 
los siglos XIII y XIV, se hizo necesaria la actividad productora, la renuncia al retiro y a la opulen-
cia del clero secular; tendencias que dieron origen a las órdenes mendicantes dominica y fran-
ciscana.28 La primera fue fundada por Santo Domingo de Guzmán, español influenciado por la 
espiritualidad de Tomás de Aquino, con alta orientación teológica al estudio, orden apostólico y 
oración. El dominico fue un monje comunicador de la verdad a los demás mediante la palabra y 
la pluma, previamente analizada en el silencio.
 San Francisco de Asís, por el contrario, desdeñó la ciencia y prefirió la espiritualidad 
afectiva, expresada mediante la palabra y el ejemplo de su vida, cuya finalidad fue la perfec-
ción, así como la de los hombres a quienes pretende llevar el Evangelio y el ideal de la vida 
cristiana. Por otra parte, consideró que la pobreza era el estado ideal mediante el cual llegarían 
a las personas contenidas en las escrituras.29
 Las órdenes fueron fundamentalmente misioneras, el auge franciscano ocurrió durante 
el siglo XIV para renacer con gran ímpetu en los albores del siglo XVI, con el descubrimiento 
de América. Los frailes seráficos se vieron fortalecidos gracias a las reformas definidas por el 
padre Fray Juan de Guadalupe que, autorizadas por la bula papal en 1496, buscaron un retorno 
a las fuentes franciscanas más puras, predicando la pobreza y el retiro espiritual. Semanal-
mente se escogían cuatro frailes que eran retirados a una ermita, donde hacían oración en el 
más estricto silencio, absteniéndose de comer alimentos cocinados y derivados lácteos, ya 
de regreso al convento y antes de ingresar al refectorio, besaban los pies de los religiosos 
residentes. Sus vestimentas eran estrechas y remendadas, ceñidas con gruesas cuerdas de 
27 Louis Cardaillac, Santiago apóstol, el santo de los dos mundos, p. 24.
28 Margarita Martínez del Sobral y Campa, Los conventos franciscanos poblanos y el número de oro, p. 23.
29 Enrique Florescano, Memoria mexicana, p. 290.
25
cáñamo y sus pies descalzos, apariencia que contrastaba con la de los frailes conventuales, 
que gozaban de comodidades y opulencia.30
 Las reformas guadalupanistas eran estrictas y adheridas a la inspiración apocalíptica 
en lo referente a la cercanía del fin de los tiempos. Dieron pie a la preocupación por la conver-
sión de la humanidad, para que aquellos adeptos a la fe cristiana esperaran a El Señor y el 
cumplimiento de Su Palabra, reinando así la edad del Espíritu Santo y del Paraíso Terrenal.31
 Los «franciscanos reformados» fueron los primeros en predicar en la recién conquistada 
provincia de Granada, símbolo del último enfrentamiento entre católicos e infieles en Europa, 
terreno fértil para convertir árabes. Es ahí donde encontraron una verdadera labor catequiza-
dora que más tarde habría de desempeñarse en América, donde se formaría otro nuevo capí-
tulo de la tradición medieval española, en elque providencialmente fungirían como el pueblo 
escogido por Dios en su lucha contra idólatras, ya no moros sino indígenas.
 La avaricia territorial, la gloria, las riquezas y la prolongación de la fe católica motivaron 
a Cortés a penetrar México, venciendo en 1521 al último tlatoani azteca: Cuauhtémoc. Así, la 
conquista militar habría concluido, pero faltaba darle un motivo justo a la intervención, urgió 
por consiguiente la cristianización del país. Convencido de ello, el conquistador envía, el 15 
de octubre de 1524, su Cuarta Carta de Relación a Carlos V, en la que pide mandar personas 
religiosas de buena vida y ejemplo para catequizar naturales y dirigirlos a la verdadera religión; 
que vinieran de la orden de San Francisco y de la dominica, otorgándoles el mayor poder posible 
para administrar y llevar a cabo su ministerio. Cortés escribió esto cuando, ya desde el 13 de 
junio del mismo año, doce franciscanos habían arribado a San Juan de Ulúa. Evidentemente 
fueron insuficientes para la monumental labor que debían desempeñar.32
 La orden franciscana, al igual que en la Granada morisca, fue la primera en la evangeliza-
ción, y dirigida por Fray Martín de Valencia, la Curia Provincial de San Gabriel de Extremadura, 
España se dio a la tarea de seleccionar a los hermanos más ameritados de la orden, que se 
habían distinguido por su apego al guadalupanismo. Fue así33 que quedaron definidas las doce 
luminarias, cuya luz dirigiría la conversión de la Nueva España:
• Fray Francisco Soto, padre de los tlaxcaltecas.
• Fray Martín de la Coruña o de Jesús, apóstol de Michoacán.
• Fray Toribio Benavente o Motolinía, historiador de las primitivas misiones.
• Fray García de Cisneros, benemérito de la fundación de Puebla.
• Fray Antonio de Ciudad Rodrigo, padre de las misiones de Yucatán, Sinaloa y Nuevo 
México.
• Fray Luis de Fuensalida, opositor de los abusos de los primeros Oidores.
• Fray Juan de Rivas, apóstol y lingüística indígena.
30 Georges Baudot, La pugna franciscana por México, p. 20.
31 Estos conceptos fueron sustentados por Joaquín de Fiore, cfr. Enrique Florescano, op. cit., p. 291.
32 Toribio de Benavente, Relaciones de la Nueva España, p. V.
33 Toribio de Benavente, «Libros de las cosas de Nueva España o de los naturales de ella», en varios, 
 Los cronistas, Conquista y Colonia, p. 685.
26
• Fray Francisco Jiménez, primer conocedor de la lengua náhuatl y difusor de cantos para 
la enseñanza de la doctrina cristiana.
• Fray Andrés de Córdoba, maestro de artes manuales.
• Fray Juan de Palos, apóstol de la Florida.
• Fray Juan Juárez, mártir en Florida.
 Después se designó a otros misioneros quienes, encabezados por Zumárraga, represen-
tarían el pensamiento renacentista inspirados en la filosofía erasmista de Tomás Moro; que 
también influyeron en Vasco de Quiroga con la creación de sus hospitales pueblo.
 Martín de Valencia, Juan de Zumárraga y el abogado Vasco de Quiroga llevaron a Nueva 
España las teorías sociales humanísticas y religiosas de sus tiempos, con las que pretendieron 
crear una monarquía católica en la cual los indígenas –guiados por los frailes– se dedicaran a 
la Gloria y Alabanza de Dios, libres de los vicios seculares de la iglesia europea y de los crueles 
colonizadores españoles, obteniendo así un estado de simplicidad y pureza semejante a las 
primeras comunidades cristianas, en espera del juicio final y de la salvación eterna.34
Organización y distribución geográfica misionera
Los frailes menores, presentes ya en la ciudad de México, se reunieron en Capítulo el 12 de julio 
de 1524 y decidieron instalarse en el territorio con una coherente sistematización misionera 
definida por la fundación de la Custodia del Santo Evangelio, homónima a la primitiva de San 
Gabriel en Extremadura, España.35
 Después de su arribo, los frailes comenzaron a fundar sus misiones en las ciudades 
indígenas más importantes considerando su trascendencia religiosa y política, primero las de 
México y Tlaxcala, y en segundo término Texcoco y Huejotzingo. Con la llegada de nuevos reli-
giosos los seráficos se dieron a la tarea conquistadora espiritual, sus dominios se extendieron 
sobre las principales poblaciones del Valle de México y Puebla, ampliándose por el sur hasta 
Cuernavaca, en 1525.
 Los frailes Martín de Jesús, Miguel de Bolonia y Juan Badiano llegaron hasta el reino 
tarasco de Michoacán en la misma fecha, destruyeron templos prehispánicos y se estable-
cieron en Tzintzuntzan, de donde enviaron compañeros a Pátzcuaro, Uruapan, Guayangareo y 
Zacapu.36
 En 1530, con la caída de Tonalá a manos de Guzmán, la Nueva Galicia recibió la visita 
del primer franciscano en el reino, se cree que fue fray Antonio de Segovia, por la descripción 
que de él hicieron los indígenas en Tlajomulco.37 Ya para 1531 se fundó el primer convento fran-
ciscano en Tetlán, pueblo Tecuex dependiente de los tonaltecas, con el nombre de la Asunción 
de Nuestra Señora, que con el arribo de más frailes dio paso a una serie de establecimientos 
como Ajijic, el mismo año, y Zapotlán, fundado por fray Juan de Padilla en 1533. En 1535, fray 
34 Enrique Florescano, op. cit., p. 290.
35 Georges Baudot, op. cit., p. 25.
36 Ídem, p. 26.
37 Antonio Tello, op. cit., pp. 121-122.
27
Francisco Lorenzo originó el de Etzatlán, punta de lanza para la penetración en Nayarit, Duran-
go y Zacatecas.38
 Ese mismo año, los franciscanos en Niza, reunidos en Capítulo General, examinaron la 
obra de sus hermanos misioneros en Nueva España y, satisfechos de los logros obtenidos, 
elevaron la que hasta entonces había sido su Custodia del Santo Evangelio a la jerarquía de 
Provincia; decreto que se ejecutó en 1536, en el que se eligió como primer dirigente a fray 
García de Cisneros, uno de los doce que murió habiendo desempeñado su cargo, posteriormen-
te, fray Antonio de Ciudad Rodrigo fue nombrado segundo provincial.39
 Por otro lado, se conformó la Custodia de San Pedro y San Pablo de Michoacán y Jalisco, 
la cual se encontraba en proceso de formación material, moral y económica, con el compromiso 
de la Provincia Madre del Santo Evangelio de enviar la tercera parte de los frailes venidos de 
España, para así robustecer su labor misionera.40
 Las dos entidades dirigidas por su primer Custodio, fray Antonio de Segovia, se dieron 
a la tarea de evangelizar a la población que más lo requería, si encontraban alguna dificultad 
podían exponerla ya al custodio o al comisario, controlando así adecuadamente el gobierno 
misional de las dos regiones, cuyos focos de irradiación evangélica en los centros más impor-
tantes se incrementaron satisfactoriamente.41
 En la región que luego fuera la Provincia de Santiago de Jalisco se ubicaron cuatro 
de las fundaciones conventuales en las poblaciones de mayor importancia, Tetlán, Zapotlán, 
Etzatlán-Ahuacatlán y Juchipila. El perímetro de la zona centro atendió el área comprendida por 
Cuitzeo cerca de Ocotlán, la ribera norte del lago de Chapala, la sierra de Madroño que se inte-
gra con la de Tequila y de regreso por el río Santiago, hasta concluir de nuevo en Cuitzeo. Así, 
Segovia, junto con Andrés de Córdova y Juan Badillo, atendieron las fundaciones de Tetlán y 
Poncitlán en 1533, y pasada Guadalajara al Valle de Atemjac, Tetlán fue destituido por la nueva 
ciudad en 1542, nació la de Chapala en 1548 y Tlajomulco en 1551.
 La escasez de frailes se resintió durante la década de 1550, cuando el obispo de Guada-
lajara, Pedro de Ayala, pidió religiosos franciscanos para su diócesis, ya que los disponibles 
eran insuficientes, además de estar enfermos o ser ancianos.42 Las condiciones físicas y polí-
ticas en la Nueva Galicia provocaron la insuficiencia en la atención misionera en la región: un 
lugar muy árido en la zona chichimeca y no muy productivo, de muchos dialectos y caminos 
peligrosos. Desventajas que, lógicamente, ahuyentaron a los jóvenes frailes seráficos al pasar 
por Tlaxcala y la región de los actuales estados de México y Michoacán, al identificarlos comositios pacíficos y cómodos, contrariamente al destino que les esperaría en el occidente.43
38 Ramón Mata Torres, Iglesia y edificios antiguos de Guadalajara, p.17.
39 Rafael Cervantes, «Seráfica provincia de San Francisco y Santiago de Jalisco», 
 en Revista Artes de México, p. 9.
40 Antonio Tello, op. cit., p. 304.
41 Ídem, p. 305.
42 Robert Ricard, La conquista espiritual de México, p. 161.
43 Philip Powell, La Guerra Chichimeca (1550-1600), p. 150.
28
 La evangelización iba en aumento y debido los grandes progresos de la Custodia de 
San Pedro y San Pablo fue erigida provincia por decreto del Capítulo General de Valladolid en 
1565.44 San Francisco de Guadalajara, en el mes de julio del mismo año, fue celebrado el primer 
Capítulo al nombrar provincial a fray Ángel de Valencia. Desde ese momento, el gobierno de 
la orden franciscana en la región se hizo más formal, aunque alternando entre Valladolid y la 
capital neogallega.
 Fue en 160645 cuando por decreto capitular General en la orden de Toledo, la Provincia 
de San Pedro y San Pablo fue dividida al quedar Michoacán con el mismo título, y la de Jalisco 
con el de Santiago. Así, el gobierno franciscano de la Curia fue autónomo en Nueva Galicia, al 
establecer el 17 de febrero de 1607 como fecha oficial de su fundación, con el nombre de Será-
fica Provincia del Apóstol Santiago de Jalisco.46
 Se nombró así en honor a Santiago, el santo que protegió a los hispanos en el enfrenta-
miento en Tonalá y en la Guerra del Mixtón, y debido al pueblo cercano a Tepic, donde estuvo 
la capital del reino antes de ser en Guadalajara. Para ese entonces, la provincia naciente casi 
alcanzaba las 40 fundaciones conventuales, dentro de las que destacaban San Francisco de 
Guadalajara, cabecera de provincia, casa capitular de estudios y noviciado, doctrina adminis-
tradora de los pueblos de Analco, Mexicaltzingo, San Pedro Tlaquepaque, San Andrés, San 
Sebastián Tepech, Toluquilla, Santa María Tequepexpan, San Gaspar y Huentitán.47
 El convento vecino del sur, San Antonio de Tlajomulco, fue una importante casa de 
estudios. Su doctrina administraba Cajititlán, San Lucas, San Juan, Santa Cruz de las Flores o 
Xuchitlán, San Agustín, Santa Ana Atlixtac y San Sebastián Zapotepec. Otras fundaciones de 
importancia fueron diseminadas por el territorio, dentro de las que destacaron:
• San Andrés de Ajijic
• La Asunción de Nuestra Señora de Zapotitlán
• La Purísima Concepción de Etzatlán
• San Juan Bautista de Jalisco
• San Francisco de Juchipila
• Divino Salvador de Autlán
• San Francisco de Chapala
• San Francisco de Zacoalco
• San Juan Evangelista de Ahuacatlán
• San Francisco de Colima
• San Miguel de Cocula
• San Francisco de Sayula
• San Sebastián de Techaluta
• San Francisco de Ahualulco
• San Agustín Tecolotlán
44 Rafael Cervantes, op. cit., p. 15.
45 Antonio Tello, op. cit., p. 12.
46 Ídem, p. 123.
47 Rafael Cervantes, op. cit., p. 20.
29
 La evangelización avanzó de manera importante por esas correrías y, ya consolidada la 
cristianización de los pueblos, se llegó al culmen de la labor seráfica con un inventario de 47 
casas, según el informe del Ministerio Provincial Fray Pedro de Íñigo y Vallejo al Virrey, el 12 de 
noviembre de 1749.48 Cinco años después, inició la entrega de doctrinas al clero secular, que 
concluyó en 1794 en los albores de la independencia nacional, cuando todas pasan a la dióce-
sis de Guadalajara, quedando para la provincia Santiaguense solamente el convento de San 
Francisco, de la ciudad tapatía,49 las doctrinas de Cocula y Etzatlán, las recientes fundaciones 
de Sayula, Santa Anita, Tepic y Saltillo, más doce misiones en el Nayar, llegando entonces la 
decadencia franciscana, propagadora del catolicismo que, hasta la fecha, se sigue profesando 
en un alto porcentaje de los habitantes de la región.
La evangelización
El hombre del occidente de México, por su innata inteligencia y la observación de la naturaleza, 
se conformó una idea de Dios al cual rindió culto a través de prácticas individuales y sociales. 
Las tradiciones y los diversos eventos místicos fueron originando su religión politeísta.
 Una de las religiones más sólidas de los últimos tiempos es, sin duda, el cristianismo, 
cuyas bases se encuentran conformadas en la Biblia. El primer apartado lo define el Antiguo 
Testamento, en él se narran profecías encaminadas a la venida del Mesías, liberador de la 
esclavitud; las cuales se cumplieron con la llegada de Jesús al mundo, encarnando al Dios 
mismo que anunció la salvación con el seguimiento de su doctrina. Predicó en Israel e instruyó 
a doce de sus seguidores para que la difundieran por todo el mundo y prepararan a la humani-
dad para su segunda venida, en la que reinaría el Espíritu Santo.50
 La labor evangelizadora rindió frutos, sobre todo en Europa con la consolidación de la 
iglesia en el medievo, y continuó en el siglo XVI en América. Con el arribo en 1524 de los prime-
ros frailes a Nueva España y después con los «doce apóstoles», ya no hebreos sino españoles 
franciscanos, da inicio un nuevo capítulo en la historia de la evangelización cristiana.
 La contribución de Hernán Cortés fue el apoyo sobre el que descansó el comienzo de la 
labor misionera; con convicciones católicas sólidas, él portó siempre una imagen de la Virgen 
María, frente a la cual realizaba oraciones durante el día y participaba fervorosamente en las 
celebraciones eucarísticas del padre Olmedo. El extremeño se esmeró en llevar paralelamente 
a su conquista la conversión de los indígenas a la fe cristiana, pero consideró conveniente 
realizarla de manera progresiva y con el convencimiento indígena, para lo cual acudió al apoyó 
del rey Carlos V, solicitándole religiosos que se hicieran cargo de la empresa.51
 La función que realizaron estos mendicantes no era menos impresionante que la de sus 
compatriotas militares, las tierras conquistadas entran a otro tipo de sometimiento: el espiri-
tual. Los frailes estaban rigurosamente preparados para fungir como misioneros, entrenados 
en el estudio y el dominio de lenguas extranjeras, tanto antiguas como modernas, lo que les 
permitió evangelizar a los árabes de Granada. Pocas órdenes destacaron como ellos en la preo-
48 Ídem, pp. 38-39.
49 Ídem, p. 43.
50 Enrique Florescano, op. cit., p. 275.
51 Robert Ricard, op. cit., pp. 77-82.
30
cupación por preparar espiritualmente una sociedad cristiana libre de modelos europeos, en 
concordancia con las reformas franciscanas promovidas por el Cardenal Cisneros y el padre 
Juan de Guadalupe.52
 Establecidos los franciscanos ya en la ciudad de México, se dieron a la tarea de predi-
car una religión que igualaba a conquistados y conquistadores en una misma fe, también eran 
blancos y barbados como los que derrotaron Tenochtitlán, pero la pobreza de sus hábitos y la 
humildad los hacían completamente diferentes.
 El hacerse indios como los indios, fue el principio de su actuación, fueron los únicos 
españoles que convivieron aislados durante años con los indígenas en sus propios pueblos, 
adquiriendo un profundo conocimiento de su vida cotidiana e idiomas.53
 Una idea suficientemente clara con respecto a la actividad evangélica, es la descripción
de un grabado del siglo XVI en el que los misioneros llevaban a cabo su ministerio:54
• El religioso no lleva consigo más armas que la imagen de Cristo crucificado. Aparte del
• breviario, no quiere llevar otra cosa alguna.
• Allí están los muchachos que les acompañan como ayudantes para enseñar la doctri-
na, pues están muy adiestrados en este oficio, a tal grado que ellos ponen en esto 
muchísima diligencia, justamente con los hombres maduros que como auxiliares lleva el 
misionero.
• Es el intérprete del religioso, el cual conoce la lengua española, va escudando con la 
imagen de Jesucristo, y conduce a los bárbaros e indómitos indios a la presencia del 
religioso: quienes aparecen aquí desnudos, pues así se acostumbra a andar entre ellos.
• Pone de manifiesto las armas de los bárbarosy el modo como se van acercando.
• Allá se ve a los fieles, y a los hermanos, que van por los montes, rocas y peñascos, en 
busca de los falsos ídolos, y para conducir a los infieles, a la fe de Cristo.
• En este lugar es en donde duermen por la noche, después de haber calentado las piedras 
y de colocar algo de paja.
• Aquí se ve de qué manera acostumbran recibir a los religiosos, y cómo las mismas muje-
res les enseñan a sus hijos que los reciban de rodillas y les pidan su bendición.
• Nunca llegan a la presencia del religioso con las manos vacías, pues siempre les ofrecen 
algo, como frutas o algo semejante. Recorrían sin temor alguno, por montes y cañadas, 
cien a doscientas millas, predicando, demoliendo los templos, y derribando sus ídolos: 
catequizando, bautizando; y no decaía su ánimo, ni por las amenazas ni por la muerte 
violenta de uno de sus compañeros, sino que de esto sacaban mayores fuerzas como 
lo demuestra el siguiente dibujo.
 En 1560, el territorio contaba con una centuria de conventos en las principales pobla-
ciones, los indígenas tenían especial aprecio por sus frailes; inclusive se oponían a cualquier 
posible cambio de residencia, afecto que era reciproco por parte de los religiosos.
52 Georges Baudot, op. cit., pp. 20-24.
53 Enrique Semo, México un pueblo en la historia, p. 257.
54 Diego Valadés, Retórica cristiana, pp. 507-509.
31
 Mientras estas experiencias misionales se desarrollaban en el Altiplano novohispano, 
otros hermanos seráficos, algunos ya con experiencia y otros recién llegados, se aventuraron 
a difundir el Evangelio en tierras más al Noroeste, a la Nueva Galicia sometida por Nuño de 
Guzmán, que representaba un campo abierto para la catequesis.
 Según las crónicas, fray Antonio de Segovia se dirigió posiblemente a Tlajomulco para 
establecerse ahí –el lugar era importante en la región y llegó a tener adoratorios prehispá-
nicos–, pero al notar cierto aislamiento del sitio, al encontrarse rodeado por cerros, decidió 
trasladarse a Tonalá en 1530, donde construyó con adobe y pequeñas dimensiones la primera 
edificación católica de la región, según señalamientos de fray Mariano Torres.55
 Para el año siguiente, los recién llegados frailes, con la idea de organizar y facilitar la 
evangelización, deciden promover la construcción del primer convento novogalaico en Tetlán, 
pueblo agregado a Tonalá. El edificio tenía lo indispensable, unos cuantos cuartitos de adobe. 
Sin embargo, sería el lugar de encuentro de los misioneros y punto de irradiación evangélica en 
la zona. Del paupérrimo convento de Tetlán salían de misiones Segovia y Fray Juan de Badillo 
a los lugares de mayor población y cercanía, aunque la atención se extendió por toda la región 
como lo señaló Tello:56
Bautizaban y administraban las provincias de Tonalan, Tlaxomulco, Ocotlán, Atemajac 
y entraron por la Texuexa de Mitic, Xalos totitlán, Tecpatitlán y toda la Cascana, que 
son los pueblos y cabeceras de Juchipila, Tlatenango, Teúl, Mecatabasco, Nochistlán y 
Teocaltiche, y volvían a asistir en su convento sin descansar en el oficio heroico de la 
predicación, dilatando esta iglesia.
55 Ramón Mata Torres, op. cit., p. 17.
56 Antonio Tello, op. cit., p. 207.
FRAILE FRANCISCANO EVANGELIZANDO A NATURALES
32
 Las dificultades para dar inicio a las misiones de Nueva Galicia fueron enormes, especial-
mente si se comparan con las del centro de Nueva España, ya que en el occidente no se contó 
con la unidad que caracterizó a aquella zona ni en lo político, administrativo, étnico o lingüístico. 
Se trataba de un mosaico cultural al que los frailes tuvieron que enfrentarse, congregando indí-
genas dispersos en asentamiento definitivos. Para poder comunicarse con ellos se auxiliaron 
de intérpretes, después aprendieron lenguas como el tecueje, de Tequila, Amatitán, Zapopan, 
Zoquipan, Tetlán y Atemajac; la coca de Tlajomulco y sus agregados, náhuatl –que ya conocían 
en Chapala y Ajijic–, así como algunos sitios con tzaultecas, pinomes, caxcanes y otomíes.57
 A principios de 1534 regresó fray Martín de la Coruña, acompañado de fray Juan de San 
Miguel y fray Francisco de Pastrana; recorrió el Sur hasta Colima. De la Coruña llegó hasta 
Tetlán para encontrarse con Segovia y habiéndose entrevistado el primero con Juan de Padilla 
en Zapotlán, vieron la necesidad de evangelización de la zona norte y fundaron otro convento, 
que sería la punta de lanza para las misiones de la sede del establecimiento, creándose así el 
segundo convento de la Nueva Galicia, el mismo año ya referido por Tello.58
 Los franciscanos continuaron diseminando el Evangelio en las cuatro direcciones, la 
del Sur fue de las más beneficiadas con Tlajomulco, sus habitantes sumaban más de tres mil 
indígenas cocas de origen tonalteca, sus principales eran cuatro antiguos militares que se 
enfrentaron a los tarascos en territorios de Tonalá, y en premio a su desempeño recibieron 
tierras tlajomulcas.59
57 José Ramírez Flores, Lenguas indígenas de Jalisco, p. 116.
58 Ramón Mata Torres, op. cit., p. 18.
59 Luis del Refugio Palacio y Basave, op. cit., p. 36.
PUEBLOS DEL EXTREMO SUR ATENDIDO POR EL
CONVENTO DE LA ASUNCIÓN DE TETLÁN (ANTES DE 1542)
Ubicaciones 
1. Tepetitlán
2. Tequepexpan
3. Tepech
4. Atlixtac
5. Tzapotepec
6. Cuyutlán
7. Cuexcomatitlán
8. Cajititlán
9. Tlajomulco
33
 Los caciques Coyotl, Pitlaloc, Copaya y Pililí, oriundos de Tlajomulco, fueron bautizados 
e inició el catolicismo en la región, de la cabecera salieron algunas familias a reestructurar o 
conformar poblaciones en las muy comunes rancherías y jacales diseminados, para que los 
frailes pudieran realizar más fácilmente la evangelización.
 La mayoría de los sitios no requirieron de esta intervención por estar ya configurados, 
tales como los ubicados en la ribera del lago de Cajititlán, que eran pueblos muy antiguos: 
Cuezcomatitlán, Cuyutlán y el homónimo de la laguna.
 Las demás comunidades se encontraban en partes elevadas pero cercanas a afluentes 
naturales como Atliztac, en unos cerrillos en donde existía un ojo de agua con tono blanco, y 
Tzapotepec, en la parte alta de la loma del norte de Tlajomulco, por donde corre el río Sanjua-
nate del que se abastecieron después de su reubicación.60
 La intención de estabilizar las conquistas de Nuño de Guzmán demandó la necesidad de 
fundar una ciudad en la zona que funcionaría como sitio de control administrativo y político. El 
conquistador comisionó a Juan de Oñate para tal empresa y éste eligió la mesa de Nochistlán 
para su emplazamiento el 3 de diciembre de 1530, con el nombre de Guadalajara, igual que la 
española donde nació Guzmán.61
 Los problemas bélicos de la zona caxcana provocaron el peregrinar de la nueva ciudad 
por los márgenes de la barranca del río Santiago, primero Tonalá y luego Tlacotán. El año de 
1541 es referido como fecha de enfrentamientos y de martirio de frailes, puesto que fray Anto-
nio Cuellar y fray Juan Calero fueron cruelmente sacrificados, el primero cuando regresaba de 
participar en la reunión capitular de la Orden en la ciudad de México, fue atacado en las cerca-
nías de Ameca; y el segundo en la sierra de Tequila al intentar pacificar a un grupo de indígenas 
después de haber salido de Etzatlán.
60 Ídem, pp. 37-38.
61 Antonio Tello, op. cit., pp. 315-319.
MÁRTIRES DE ETZATLÁN
Fray Juan Calero Fray Antonio Cuellar Fray Andrés de Córdova
34
 La Guerra del Mixtón complicó más las cosas, inclusive el virrey de Mendoza tuvo que 
intervenir en la pacificación, por otra parte, Oñate llevó indígenas que apoyaran el enfrenta-
miento, Tonalá y Tlajomulco fueron los sitios que aportaron los recursos humanos, provocando 
un fuerte despoblamiento en los apenas reestructurados sitios.
 El triunfo hispánico del enfrentamiento del Mixtón propició que Cristóbal de Oñate 
premiara a los que participaron en él y, previendo algún futuro ataque indígena en aquella 
zona, trasladó indios caxcanes y tequexes a Nueva Galicia, para lograr la definitiva pacificaciónregional.
 La Guadalajara de Tlacotán prefirió su asentamiento en el valle de Atemajac el 14 de 
febrero de 1542; los indígenas de Apozol y Juchipila repoblaron varios sitios como Zapotepec 
y Atlixtac, éste último incluso fue reubicado más hacia el sur, en una zona plana cerca del río 
Sanjuanate, el 2 de octubre del mismo año. Zapotepec fue dividido en dos poblaciones: San 
Agustín, con los más jóvenes y cerca del río Sanjuanate, y San Sebastián, con los más grandes 
(de ahí el apelativo el Grande, que lleva hasta la fecha) casi en la conclusión del mismo río por 
el oriente.
 La ubicación de Guadalajara al sur del río Santiago provocó grandes transformaciones 
en las estructuras de organización religiosa establecidas hasta entonces. La metrópoli requirió 
de atención espiritual, por lo que los franciscanos incentivados por los recién asentados, deci-
dieron abandonar Tetlán como sede de su convento y se ubicaron en el margen oriente del río 
San Juan de Dios, en Analco, pero observando ciertas desventajas de cruce constante entre 
el establecimiento y la ciudad, se trasladaron al margen opuesto y, finalmente, a un punto 
intermedio entre el centro citadino y el recién conformado pueblo de indígenas mexicanos o 
tlaxcaltecas (Mexicaltzingo). Ya en el sitio definitivo continuaron realizando labores misionales, 
además de la edificación de la más importante casa de la futura provincia franciscana en la 
Nueva Galicia.
 Las fundaciones franciscanas siguieron en aumento, para 1547 se fundó el convento de 
Amacueca, el año siguiente el de Chapala y en 1550 el de Zacoalco. Un año después de que el 
cacique de Tlajomulco, don Miguel de Estevanica, hizo peticiones para el establecimiento de 
religiosos en su jurisdicción, fue finalmente escuchado: bautizaron a su hijo y fue apadrinado 
por el obispo Pedro de Maraver.
 Fray Antonio de Segovia fue designado como guardián del recién fundado convento de 
Tlajomulco, ya en 1530 se habría predicado contra la idolatría de los pobladores, mismos que 
después de 21 años le recibieron con regocijo.62 Segovia construyó un nuevo convento, una 
iglesia, el campanario y algunos cuartos para residencia suya y de los demás frailes que visita-
ban regularmente los pueblos que antes polarizaba el de San Francisco de Guadalajara, sitios 
que eran atendidos espiritualmente sin que se residiera en ellos definitivamente, sólo para 
pernoctar y con la condición de regresar lo más pronto posible al convento para organizar la 
atención de los otros pueblos. Las poblaciones o visitas atendidas por los frailes de Tlajomulco 
fueron: Cajititlán, Cuyutlán, Cuexcomatitlán, San Sebastián Zapotepec (El Grande), Santa Ana 
Atlixtac y San Agustín.
62 Antonio Tello, op. cit., p. 122.
35
 Se fue fortaleciendo la religiosidad de los sitios y se generaron nuevas visitas a finales 
del siglo en San Juan Evangelista, San Lucas Evangelista y Santa Cruz de las Flores, lugares en 
los que trabajarían y convivirían los frailes hasta 1794, fecha de secularización de la guardianía.
Fundación de cofradías de la Purísima Concepción en la feligresía de Tlajomulco
La mayor parte de actividades eran encaminadas a la evangelización como la promoción de 
la nueva fe. Los frailes pusieron en práctica las reformas guadalupanistas y franciscanas. Un 
ejemplo de ello fueron sus humildes vestimentas y su preocupación por la conversión de indí-
genas a estereotipos libres de errores europeos, como los atacados por Erasmo. Trabajaron 
activamente fortalecidos por la meditación del Evangelio, olvidándose de los intereses terrena-
les, que tanto interesan a los clérigos seculares.
 Las tierras de Nueva Galicia eran diferentes a las del centro de la Nueva España y de 
Yucatán, allá se contaba con una organización cultural, social y religiosa más convencional, que 
fue aprovechada por los frailes al sustituir algunas estructuras por otras, tanto en lo material 
como en lo espiritual. Es decir, el fraile tomó el puesto del sacerdote prehispánico y el convento 
el del adoratorio, valiéndose del mismo basamento como en Izamal, Yucatán o Cholula, Puebla.
 En otras reconstrucciones se revalorizaron criterios culturales indígenas, adecuados a 
los católicos con nuevas formas. Los presbiterios y templos idólatras serían capillas abiertas 
con amplios atrios, como la de Huaquechula, lo mismo en Puebla o en la construcción original 
de Etzatlán, en Jalisco.
CONVENTO DE SAN ANTONIO DE PADUA DE TLAJOMULCO
36
 En las tierras del occidente las realidades fueron distintas, en la región chichimeca no 
se pudo sustituir lo disgregado. Había que reunir, formar y enseñar a la vez que aprender, así, 
los sentidos de la evangelización en el occidente tuvieron diferentes términos, si allá fue susti-
tución aquí sería congregación. Se conformaron pueblos con indígenas dispersos para hispani-
zarlos y evangelizarlos más fácilmente, apoyándose de poblaciones más o menos conformadas 
en donde se fundarían modestos conventos, que explotarían al máximo su pobreza francisca-
na. Ahí fue la residencia de los emprendedores misioneros que «visitaban» a otros recientes o 
ya formados pueblillos.
 El criterio administrativo de evangelización requirió mayor consistencia ya que los 
asentamientos fueron mermados en su demografía a causa de la Guerra del Mixtón en 1541, 
el redoblamiento con rebeldes caxcanes y tequexes no fue eficiente pues la peste cocoliztli 
de 1543, y el descubrimiento de la planta en Zacatecas, ocasionaron un éxodo de indígenas 
chichimecas a su tierra de origen.63
 La asistencia hospitalaria y el arraigo poblacional estaban muy debilitados porque ni la 
epidemia se terminaba, ni los indios se aclimataban en poblaciones. El año de 1547 marcó una 
posible mecánica que fortalecería la evangelización y solucionaría la carencia de atención en 
materia de salud: la fundación del hospital de Ajijic, por religiosos.64
 Los frailes conocedores de la necesidad de la evangelización y del uso de criterios 
eficientes para tal proceso, echaron mano de criterios tanto de origen medieval como renacen-
tistas, buscaron en este acervo algunos que solucionaran los requerimientos demandaos por 
la zona.
 Las cofradías medievales y Tomás Moro con su Utopía fueron las fuentes principales 
de inspiración. La primera, generada en la Edad Media, manifestó la preocupación de la iglesia 
por fortalecer sus más reducidas estructuras laicales y promovió su participación activa en 
apostolados organizados por cofradías.65
 La Utopía escrita en 1516 se inspiró en el descubrimiento de América, describe una isla 
imaginaria gobernada por un príncipe elegido por la comunidad, formada por treinta familias 
saludables atendidas en un hospital gratuito, todos trabajadores en campos agrícolas que 
producen comida para ellos y la cocina comunitaria. Forasteros miserables irán de buen grado 
a trabajar en un sitio donde se puede comer hasta hartarse, la suerte que vivían en su lugar 
de origen haría del destierro un beneficio.
 Los criterios anteriores estaban aunados a las defensa y promoción del dogma de la 
fe de la Purísima Concepción de María, que respaldaban los frailes provenientes de Valencia, 
España, de donde vinieron fray de Zumárraga, el obispo de México y el evangelizador y pacifi-
cador de Nueva Galicia, fray Antonio de Segovia, contribuirían en la creación de hospitales o 
cofradías con la denominación de la Purísima Concepción, patrona de los sanatorios.
63 Luis Paez Brotchie, op. cit., p. 91.
64 Luis del Refugio Palacio y Basave, op. cit., p. 61.
65 Yvon Belaval, Historia de la Filosofía, pp. 181-197.
37
CONFORMACIÓN DE LA GUARDIANÍA
DEL CONVENTO FRANCISCANO DE TLAJOMULCO (1551)
Ubicaciones
Convento:
A. San Antonio de 
Tlajomulco
Templo de Visita:
1. Santa Ana Atlixtac
2. San Sebastian 
Tzapotepec
3. San Agustín Tzapotepec
4. Coyutlán
5. Cuexcomatitlán
6. Cajititlán
Ubicaciones
Convento:
A. San Antonio de 
Tlajomulco
Templo de Visita:
1. Santa Ana Atlixtac
2. San Sebastian 
Tzapotepec
3. San Agustín Tzapotepec
4. Coyutlán5. Cuexcomatitlán
6. Cajititlán
 Los frailes promovieron la creación de estos centros para llevar a cabo su labor cate-
quizadora. La atención hospitalaria se resolvió en espacios adecuados para ello, con amplias 
y ventiladas salas, enfermería y demás dependencias secundarias. La construcción de una 
capilla o templo fue considerada indispensable y sus dimensiones iban de acuerdo a las posi-
bilidades de cada pueblo, formando así un conjunto que integraría dos funciones medulares: la 
atención física o de salud y la espiritual; las dos se retroalimentaron perfectamente, si había 
enfermedad no podía haber culto, y si no había instrucción religiosa, lo más seguro es que no 
se diera el apostolado.
 Los hospitales permitieron el trato entre pacientes y enfermeros o cofrades, estos últi-
mos, por rotación, atendían a asistidos por una semana en la que los lunes, miércoles y viernes 
se decía oficio de difuntos. Durante todas las mañanas y noches se reunían en la capilla a rezar 
el catecismo, y el sábado se ofrecía una celebración especial en honor de la Purísima. El equipo 
de enfermería, elegido por calle, manzanas o barrio, debía de dar testimonio de su fe, tanto por 
su desempeño en el hospital como por sus ofrendas depositadas en el altar, su participación 
en los sacramentos de reconciliación y comunión.
38
 Por otra parte, su apariencia personal debía estar privada de todo adorno, alhaja o vesti-
menta que pudiera insinuar algún intento de soberbia o interés por cosas banales.66
 Los casados debían suspender sus relaciones maritales y evitar posibles contagios 
virulentos en los enfermos. Los cofrades eran apoyados por un fraile y coordinados por un 
prioste y uno o dos mayordomos elegidos por la comunidad. Normalmente, eran los caciques 
quienes organizaban la fiesta de la Virgen de la Purísima, de la misa, las danzas, la música, los 
cohetes, además de administrar los gastos del hospital generados por medicinas, ropa, comida 
y diversos gastos derivados del mantenimiento de las instalaciones. Los ingresos provenían 
de las donaciones por ofendas y los días de trabajo ofrecidos a la cofradía, en cementeras y 
pastoreo de ganado. Las mujeres elaboraban tejidos y otros trabajos domésticos.
 Las largas distancias que recorrían algunos caminantes por diversas zonas demanda-
ron la existencia de sitios para descansar, pernoctar, alimentarse o recibir atención médica si 
enfermaban; estos establecimientos resultaron ser la solución para tales casos y no era nece-
sario hacer pago alguno al ser atendido. De esta manera, se fomentó la hospitalidad que hasta 
la fecha se practica por los habitantes de la región. Las ventajas generadas por estas institu-
ciones motivaron sin duda a los pobladores e indígenas vagabundos, de montes y campos, a 
integrarse con suma facilidad a ellas.
 Las aportaciones más relevantes de los hospitales de la Nueva Galicia se dirigieron al 
aglutinamiento social en zonas de disgregación poblacional, lo que fortaleció la evangelización, 
la conformación y el control en el avance eclesiástico de los diversos tipos de asentamientos, 
los cuales debían contar con estas instituciones como lo señaló el primer Concilio Mexicano 
en 1550, disposición que se cumplió con agilidad sorprendente: para 1558, el arzobispo Moya 
y Contreras señaló que todas las comunidades hasta entonces conformadas contaban con 
hospitales. Tlajomulco edificó el suyo en 1552, a cargo de Fray Alonso Benitez.67
 La gran peste azotó el Occidente en 1577, había hospitales que asistieron hasta 400 
enfermos. Otra epidemia redujo considerablemente la cantidad de habitantes en 1586,68 factor 
que coincidió con la disposición real de la audiencia de México para que la erección de hospita-
les tuviera una cobertura total en todos los sitios.69
 La religiosidad iba en auge, al mismo tiempo que surgieron nuevas poblaciones deri-
vadas de otras más antiguas, como: San Lucas Evangelista de San Miguel de Cuyutlán (para 
entonces ubicado en la cercanía de la ribera poniente de la laguna de Cajititlán, en 1582), San 
Juan Evangelista de los del pueblo homónimo del lago y, finalmente, en 1594, Santa Cruz de las 
Flores, reubicado de Santa Cruz Juchitán (ahora Cruz Vieja) y con familias tlajomulcas motiva-
das por el padre Peralejo, trasladadas para habitar las tierras al poniente.
 Según afirmaciones de fray Antonio Tello, para entonces el convento de Tlajomulco 
atendía los siguientes pueblos: Cajititlán, San Lucas, Cuyutlán, Santa Cruz de las Flores, San 
Agustín, Santa Ana, Atlixtac y San Sebastián el Grande; todos ellos contaron con hospitales 
66 Robert Ricard, op. cit., pp. 258-263.
67 Fidel de Jesús Chauvet, «Misiones franciscanas en la época colonial». En Artes de México, p. 45.
68 Luis Paez Brotchie, op. cit., p. 109.
69 Antonio Tello, op. cit., p. 323.
39
donde se curaban enfermos en el año de 1653, excluyendo a San Juan y Cuexcomatitlán, 
quizás porque no contaba con el servicio, pero que ya existía para entonces.
Fortalecimiento y consolidación de la Iglesia durante los siglos XVII y XVIII
Las necesidades y aspiraciones religiosas de la zona, durante la segunda mitad del virreinato, 
no fueron las mismas que las del siglo de la Conquista, si bien ese periodo se caracterizó por 
la conformación, arraigo y evangelización de la población, para los siglos XVII y XVIII deberían 
de purificarse las bases, agudizando detalles exteriores de comportamiento bajo los esquemas 
que marcaba el barroco del momento.
 Hubo enfrentamientos religiosos entre protestantes y católicos en los que la iglesia 
española participó activamente después de realizar trascendentales reformas en sus estructu-
ras, al extirpar los abusos clericales hasta entonces manejados. Estos fueron la base mediante 
la cual Ignacio de Loyola se inspiró para fundar la Compañía de Jesús, desempeñándose como 
el más fuerte defensor del credo católico contra protestantes en Europa.
 Resulta lógico entonces que los españoles influenciaron a sus colonias con conceptos 
religiosos parecidos a los que se manejaban en el viejo continente en esas fechas, donde la 
exteriorización rebuscada del culto, actos piadosos, catequesis y estudio de la vida de los 
santos fueron indispensables para conformar una iglesia capacitada para enfrentar cualquier 
cuestionamiento protestante.
 Las posesiones españolas en América nunca tuvieron que enfrentar a reformadores 
luteranos, sin embargo, este enfoque cultural coincide con el proceso de iniciación de la fe 
católica del siglo XVI, su avance en el XVII y la plenitud en el XVIII, con la que más fuertemen-
te se identifica. La Nueva España y sus correspondientes divisiones como Nueva Galicia se 
adecuaron al contexto local, propiciando aportaciones diferentes en cada región, como lo fue 
la de Tlajomulco.
 Durante el siglo XVI la devoción mariana fue muy fomentada en todas las poblaciones 
que conformaban la feligresía de Tlajomulco. La dedicación a la Purísima Concepción fue común 
en todas ellas, pero hubo nuevas advocaciones en 1666, como la de la Soledad de Cajititlán (la 
segunda, ya que existía otra en Santa Cruz, que era la patrona), que sirvieron como preámbulo 
a otras de mayor trascendencia: la de La Purificación o Candelaria, de Santa Anita.
 El origen se remonta a un mito que es un fenómeno común en todas las comunidades 
de ascendencia prehispánica. Si bien, un escrito histórico para la cultura occidental narra 
un acontecimiento humano en tiempo y lugar precisos, se fundamenta en un relato que se 
concentra en acontecimientos sagrados, como lo fue el comienzo de la devoción de Nuestra 
Señora de La Purificación de Santa Anita.
 La tradición señala que la imagen fue dejada por un ermitaño, al morir, en casa de una 
india curandera del pueblo, llamada Agustina, la cual le empezó a rendir culto y después de 
presenciar algunos milagros mediante la aplicación del sebo derretido en una candela sobre 
los enfermos, éstos quedaban sanos sólo si el rostro de la imagen se ponía sonrosado. Patiño 
refiere

Más contenidos de este tema