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A. GERONTOLÓGICO 
 
 
Clase 30 
 
LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL ADULTO MAYOR. 
MOTIVOS DEL INGRESO. TIPOS DE INSTITUCIONES. 
 
Las instituciones para personas mayores constituyen un subsistema de atención en el 
marco de los servicios sociales que se han ido incrementando y diversificando como una de 
las opciones para enfrentar el proceso del envejecimiento, sobre todo para los adultos 
mayores cuya situación funcional, mental y social comienza a declinar y los recursos 
comunitarios y familiares no son suficientes para mantenerlo parcial o totalmente en su 
entorno familiar. 
A estas instituciones por mucho tiempo se las denominó “asilos” u hospicios, siendo 
estos muy antiguos y, en un primer momento, asociados a estructuras religiosas. Con el 
advenimiento de la modernidad y, luego, de los estados modernos, estas instituciones 
fueron perdiendo su lazo con las entidades religiosas y se asimilaron a sistemas laicos. La 
etimología del término “asilo” es reveladora: proviene del griego asylon que significa 
violable. La idea de asilo remite entonces al aislamiento, la internación, un lugar cerrado y 
hasta incomunicado. Asilado es el que recibe protección. No obstante los asilos hoy en día 
son fuertemente cuestionados por la imagen negativa y la publicidad que se les ha hecho 
manifiesta la necesidad de realizar profundos cambios para mejorar la calidad de los 
servicios. Muchas veces el adulto mayor no es visto como alguien a proteger sino como un 
peligro o una amenaza insoportable, por lo que el asilo funciona como institución de 
encierro que oculta a alguien que está muy cerca de la muerte. 
Hoy en día la tendencia es denominar estas instituciones como residencias, casas de 
retiro u hogares de ancianos, con una visión y organización que sigue una lógica diferente, 
funcionando sobre bases gerontológicas más actuales. 
 
 
Tipos de instituciones 
 
Desde el marco institucional puede contemplarse los siguientes niveles de atención: 
Unidades de servicios de media estancia (UME): este tipo de prestación se caracteriza 
porque la atención se presta de forma temporal, por un tiempo determinado, ya sea de tipo 
convaleciente, rehabilitador o paliativo. Disponen de dos grandes áreas: 
a) Unidad de convalescencia y rehabilitación. Es el área de atención a enfermos 
que precisan cuidados continuados, seguimiento clínico y/o rehabilitación o 
readaptación. 
b) Unidad de cuidados paliativos. Destinada a cuidados paliativos orientados a 
personas con enfermedades irreversibles avanzadas y/o en estadios terminales. 
 
 
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Unidad de servicios de larga distancia (ULE): la unidad es de tipo residencial o, al menos, 
de larga estancia, aunque no hay que descartar la posibilidad de acceso a un nivel 
asistencial más cercano al domicilio. Sin embargo, actualmente las personas que ingresan 
en una unidad de este tipo suelen residir allí varios años o toda su vida (residencias 
asistidas). 
Unidad de atención diurna (UAD): la UAD sería el homólogo del hospital de día, donde 
puede atenderse a personas con grados de dependencia y/o tratamiento importantes, y a las 
que la familia no puede o no quiere soportar en todos los cuidados, así como a aquellos 
adultos mayores que precisan cuidados o tratamientos establecidos semanal o 
mensualmente. 
Unidades de prestación externa (UPE): En estas unidades se engloban todos aquellos 
servicios que pueden prestarse, ya sea de forma puntual o continuada, fuera del marco 
institucional. 
Otros Tipos de Asistencia: se aplica genéricamente el nombre de atenciones alternativas a 
todos aquellos servicios que pretenden ser una alternativa a la institucionalización. 
 
Hoy en día existen diversas formas y variables para clasificar a los centros 
dedicados a la atención de personas mayores según sus alcances, períodos de operación, 
modos de operación, servicios que ofrecen, etc. 
Es importante que las personas encargadas del cuidado de un adulto mayor 
conozcan las opciones que hay para la atención y el cuidado de los mismos, de manera que 
se facilite la elección del centro más adecuado a las necesidades e incluso a los gustos de 
cada persona. 
Algunos de los diferentes centros de atención que existen en concreto son los 
siguientes: 
 Centros de día 
Los centros o casas de día son establecimientos públicos o privados donde los 
adultos mayores reciben atención integral durante el día y participan en 
actividades culturales, deportivas, recreativas y de promoción y autocuidado de 
la salud. Además tienen la oportunidad de disfrutar de la compañía de otros 
adultos mayores. 
Los servicios de estas instituciones se orientan fundamentalmente a personas de 
edad avanzada que viven solas o a quienes habitan con su familia pero que aun 
así la mayor parte del día se encuentran solos y expuestos a diversos riesgos 
para su seguridad y salud. 
Específicamente se proponen como espacios para propiciar el envejecimiento 
activo y saludable mediante la promoción de acciones de autocuidado de la 
salud, alimentación y nutrición, así como actividades deportivas y recreativas, 
favoreciendo la formación y mantenimiento de lazos sociales. Promueven la 
http://www.monografias.com/trabajos/antrofamilia/antrofamilia.shtml
 
 
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realización de acciones que redunden en el trato digno de la tercera edad, 
fomentando una cultura del respeto y reconocimiento a la vejez a través de la 
incorporar la participación de las familias y de la comunidad. 
 Casas nocturnas 
Son centros que asisten a las personas con patologías que los llevan a padecer 
procesos de agitación o trastornos de conducta durante la noche. Además de 
regular la intervención farmacológica y terapéutica con personas enfermas, 
facilita el descanso de los familiares y cuidadores. El centro nocturno ofrece un 
marco de seguridad y confortabilidad a personas que viven solas o en núcleos 
familiares aislados o que sus domicilios no reúnen las condiciones idóneas para 
pernoctar. 
 “Senior Care” o “Assistance Living”: cuidado asistencial al adulto. 
Más parecidos a resorts de lujo que a geriátricos, estas residencias son 
comunidades activas para adultos mayores donde los residentes tienen la 
posibilidad de vivir un retiro muy agradable y tranquilo, disfrutar de actividades 
recreativas, fiestas, terapias ocupacionales y atención psicológica personalizada. 
Inclusive allí se maneja el régimen de la renta para evitar a los residentes las 
preocupaciones de “propietario” como, por ejemplo, el pago de impuestos y 
servicios. Son instituciones costosas que se han insertado exitosamente en 
Estados Unidos y en México para personas de alto poder adquisitivo, aunque 
incluyen posibilidades de financiación para aquellas personas que prevean su 
vida en la senectud. La idea conductora de esta propuesta es ofrecer una 
alternativa para adultos mayores que no se ven sólo sobreviviendo sino que 
quieren tener una vejez más activa, divertida e independiente, recibiendo ciertas 
atenciones para el cuidado de su salud. Se conforma así un híbrido entre un hotel 
y el ofrecimiento de cuidados asistenciales. 
 Geriátricos, residencias geriátricas, asilos, hogares de ancianos. 
 
 
Puntualizaciones sobre las residencias geriátricas en Argentina 
 
En principio se suele afirmar que el domicilio es el mejor lugar para vivir. Hay un 
viejo aforismo que reza: “En casa mientras sea posible, en la Residencia cuando sea 
necesario”. Pero muchas veces no está claro qué es lo “necesario” o cuáles son esas 
necesidades: ¿Transitorias o definitivas? ¿Sólomédicas? ¿Sólo sociales?. 
Pilar Rodríguez define Residencia de Adultos Mayores como centro “abierto” de 
desarrollo personal y atención socio-sanitaria multiprofesional en el que viven temporal o 
permanentemente personas mayores con algún grado de dependencia (física, mental, 
funcional o social). “Centro abierto” remite a que los hogares deben ser de puertas abiertas 
 
 
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y el ingreso debe ser con el consentimiento de la persona mayor. Muchas residencias son de 
puertas cerradas y ello es rayano al concepto de privación ilegítima de la libertad. Además, 
la apertura remite también al ingreso de las personas de la comunidad (para prácticas pre-
profesionales, acciones de voluntariado, espectáculos musicales de danza o teatro, etc.). 
“Desarrollo personal” implica el hecho de que a la residencia se va a vivir, no a estar 
internado. La vida implica proyectos, desarrollo, crecimiento. Otro punto a tener en cuenta 
es que se trata de centros donde la atención es socio-sanitaria. No sólo social y no sólo 
sanitaria. Por último, la atención es multiprofesional. Aquí podríamos cambiar el término 
por interdisciplinaria, lo cual establece mejor las pautas de atención integral que el adulto 
mayor necesita. 
En las residencias públicas encontramos dos grupos diferenciados de residentes: 
Cuidando a los “excluidos”: Personas que han perdido sus redes vinculares por 
adicción al juego, drogas o alcohol, delitos o trastornos de la personalidad que han 
originado desvinculación familiar. Personas que han perdido su trabajo, trabajadores en 
negro o precarizados. Personas en “situación de calle” porque no pudieron acceder a 
vivienda, la han perdido o se han desvinculado de su familia. Personas que han caído 
económicamente y socialmente producto de la movilidad descendente durante la crisis del 
2001. 
Cuidando a los “frágiles”: Personas mayores con diversas patologías crónicas e 
incapacitantes que no pueden ser cuidadas en el hogar (amputados, diabéticos, secuelados 
de ACV, incontinentes, dementes y con otras patologías psiquiátricas, con problemas 
mentales y funcionales complejos). Personas mayores en situación de alta por 
enfermedades agudas o reagudización de crónicas, bloqueando camas hospitalarias, sin 
poder externarse. Enviados por juzgados, por cualquiera de las razones anteriores. 
Con respecto al perfil de los residentes en los hogares públicos vemos que 
conviven entonces personas de muy distinta situación clínica, funcional, proveniencia 
social, nacionalidad, grado de movilidad, situación cognitiva y conductual, capacidad de 
comunicación, escolaridad, hábitos y orientación sexual, con lo cual es dificultosa la tarea 
de nuestros equipos interdisciplinarios, en cuanto a la localización y relocalización de los 
residentes apuntando a la mejor convivencia. 
La Residencia es entonces una institución compleja. Rosa Aizen refiere, en un 
estudio llevado a cabo en la ciudad de Buenos Aires, que intervienen variables culturales, 
institucionales y psicosociales para dicha complejidad, a la vez que interactúan diversidad 
de actores sociales (las personas mayores que viven en la Residencia, sus familias, los 
empresarios, los trabajadores, el Estado y los organismos de garantía). En todos estos 
actores sociales se entrecruzan derechos y obligaciones. 
Con respecto a las personas mayores, en general no se toma en cuenta su decisión. 
Las familias y la institución naturalizan el hecho. Se pierde la autonomía. Las familias 
deciden sobre los bienes. 
 
 
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Otra causa de institucionalización es la sobrecarga o estrés del cuidador. Muchas 
familias, principalmente las mujeres de la casa, tratan de sostener el cuidado de su familiar, 
pero al volverse este más dependiente en sus funciones, o tornarse agresivo, surge la 
necesidad de delegar el cuidado. Nos vamos a encontrar con familias funcionales que no 
tienen más remedio que hacerlo pero no abandonan al anciano, no lo “descargan” en la 
institución; otras familias delegan absolutamente el cuidado, y las hay también 
cuestionadoras (en estos últimos casos la relación con la institución es conflictiva, alterando 
la dinámica institucional). 
También nos encontramos, entre las privadas, con instituciones de distinta calidad y 
costo, así como trabajadores que tienen una alta exigencia laboral, algunos sometidos a 
largas jornadas laborales y falta de contención. Este personal no profesional frecuentemente 
no está capacitado, lo cual favorece el maltrato. En las residencias privadas los 
profesionales (no siempre especializados en Geriatría o Gerontología) concurren por pocas 
horas o días durante la semana complicando la posibilidad de efectuar reuniones de equipo, 
por lo tanto no hay un plan integral de tratamiento y seguimiento como se esperaría que 
hubiese. 
 
 
El proceso de institucionalización del adulto mayor 
 
El proceso de institucionalización, entendido como proceso complejo y 
multideterminado, plantea al adulto mayor una serie de desafíos que llevan a movilizar una 
gran cantidad de recursos psíquicos y emocionales para adaptarse a un contexto que es 
“otro mundo”, distinto del ámbito doméstico, dominado por una legalidad y ritmicidad 
propias. En estos contextos se encuentra que muchas veces las residencias responden, de 
cierta manera, a las demandas de las personas de edad avanzada, pero otras veces actúan 
como un factor que predispone a que el adulto mayor disminuya su autonomía, produciendo 
así una dependencia de las formas de vida ofrecidas en esos contextos. En un trabajo 
publicado por la Asociación Española de Geriatría y Gerontología (ASGG) conjuntamente 
con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Instituto de Mayores y Servicios 
Sociales (2006), se encuentra la noción de dependencia estructurada, entendida como la 
contribución ocasional que las instituciones y entidades que gestionan la vida del adulto 
mayor harían al refuerzo de la dependencia y marginación de este grupo. Estas cuestiones 
se suman al problema del distanciamiento y la pérdida de vínculos y redes sociales que el 
adulto mayor sufre como consecuencia de su pasaje al contexto institucional. 
Muchas veces la institucionalización es la opción más favorable para los adultos 
mayores ya que se adaptan a las necesidades y demandas que surgen en la cotidianeidad de 
sus vidas durante el transcurso por la senectud. Numerosas investigaciones afirman que la 
principal causa de la iniciación de este proceso es la falta de compañía o cualquier tipo 
de red social de apoyo que pueda dar cuenta de las necesidades de atención, cuidado y 
 
 
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vinculación del adulto mayor. De esa forma se generaría un cuadro que la bibliografía ha 
dado en llamar estrés por reubicación: la persona tiene que dejar tras de sí su ambiente de 
pertenencia para internarse en un entorno con reglas propias, formalizado e impersonal, y 
debe realizar un sobreesfuerzo de adaptación. También en este punto debemos considerar la 
experiencia subjetiva del adulto mayor, a saber: la forma que toma el vínculo con la 
realidad en cada uno, pudiéndose entender como el espacio de la libertad y la creatividad, el 
proceso de asunción de nuevos roles, como resultado de incorporarse a una institución en 
este caso. 
Además de adaptarse y asumir nuevos roles, ocurre que se suman las dificultades en 
la convivencia dentro de estos contextos y las dificultades en relación al establecimiento de 
vínculos sociales. En términos generales, existe un rechazo de las personas más sanas a 
compartirlos espacios con aquellos pares que poseen un estado de salud notablemente 
deteriorado, lo que en ocasiones lleva a la segregación de los residentes por plantas o 
secciones conforme su estado de salud. Este aporte agrega, además, que las relaciones más 
favorables que los residentes mantienen son aquellas que establecen con el personal que los 
asiste, no siendo del mismo modo para con sus pares. En este sentido, se adhiere a la idea 
de pensar a la institución como un pequeño mundo en sí mismo en el que se encuentran 
distintas personas, cada una de ellas con sus particularidades e historias singulares. 
Intentando mitigar y prevenir posibles efectos nocivos en la salud de los adultos mayores 
institucionalizados, algunas instituciones, adhiriendo al concepto de funcionalidad, intentan 
ofrecer espacios en los que los residentes puedan mejorar su adaptación al contexto, 
entendiendo a estas actividades como un medio de soporte, apoyo, identidad, inserción 
social y pertenencia orientados a revertir los efectos de la disminución del nivel de 
socialización. Así buscan que las personas no resignen su autonomía y continúen llevando 
su vida conforme a sus propios criterios, cultura y convicciones. Los talleres en el marco 
institucional suelen ser un medio que genera soporte, apoyo, identidad, inserción social y 
pertenencia para los residentes, orientados a mejorar de las condiciones de vida y a poder 
adaptarse mejor al contexto de la institución. 
 
 
La adaptación del adulto mayor al contexto institucional: posibilidades y 
obstáculos. 
 
Los aspectos obstaculizadores involucrados en la adaptación del adulto mayor al 
contexto institucional podrían encontrarse, principalmente, en el sentimiento de soledad que 
las personas experimentan al momento de integrarse al contexto intramuros. También se 
observa que las reducidas opciones de relacionamiento social que ofrece la realidad 
institucional incrementarían aquel sentimiento de soledad. El ajuste permanente a las pautas 
y reglas de funcionamiento propias del contexto institucional junto a una convivencia por 
sectores, en los que, en ocasiones, se pasa a compartir el espacio con personas enfermas 
 
 
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conduciría a los residentes a una autosegregación capaz de empobrecer aún más las 
posibilidades de establecer contacto con los otros. En cuanto a los factores facilitadores 
involucrados en el proceso de adaptación de esta población al contexto institucional, se 
encuentran el establecimiento de vínculos estables fundados en el respeto y la comprensión 
mutua con el personal a cargo del cuidado de los residentes en la institución, como también 
la posibilidad de realizar actividades de esparcimiento, siempre que sean ajustadas a las 
capacidades de los asistentes. Estos serían elementos privilegiados para mitigar ese 
sobreesfuerzo que requiere enfrentar dicho proceso. La vida en este contexto puede llevar a 
que la persona perciba que tiene escaso o nulo control de lo que sucede en su cotidianidad 
y, en algunos casos, puede que el residente adopte entonces una actitud pasiva y 
complaciente en relación a la obediencia a las normativas y pautado de la vida institucional, 
con tal de ser parte. Esta nueva realidad implicaría que la persona pueda asumir nuevos 
roles y eso implica necesariamente un cambio en el que se abandonan otras formas de vida 
y roles tenidos anteriormente. La pérdida de la intimidad y la aceptación del manejo del 
propio cuerpo en función de las normativas institucionales son otras de las dificultades 
a sortearse en este contexto. Por otro lado, la dependencia, el aislamiento frente a la 
sensación de no tener la posibilidad de entablar amistades y un eventual repliegue sobre 
uno mismo, podrían interpretarse junto a la sensación de pérdida de la libertad, como 
posibles consecuencias del ajuste a la realidad institucional. No obstante, el establecer 
nuevos vínculos en el interior de la institución permite a los adultos mayores beneficios: 
pueden establecer relaciones de afinidad con otros, compartir inquietudes e intereses con 
los pares y hasta superar cualquier tipo de prejuicio existente en relación a los otros. En este 
sentido, el compartir la pertenencia a una misma generación, a unas mismas 
dimensiones espaciotemporales, facilitaría los intercambios y el entendimiento entre los 
protagonistas. Otro elemento favorable, estaría dado por la posibilidad de tener un rol 
activo en los espacios de actividades. De ese modo, el quiebre con la unidireccionalidad, 
la pasividad y con cualquier eventual infantilización del adulto mayor, se establecerían 
como factores que aportarán al enriquecimiento de los procesos de socialización. 
 
 
Algunas consideraciones finales 
 
La institución para personas adultas mayores es una modalidad socio-sanitaria 
compleja: por la variedad de actores que se interrelacionan entre sí, por los derechos y 
obligaciones que ponen en juego cada día, porque sus residentes son sujetos de cuidado a la 
vez que sujetos de derecho, porque muchas veces el principio de autonomía roza la 
responsabilidad que los profesionales y trabajadores tienen sobre las personas que están a 
su cuidado. 
Algunas personas mayores, sobre todo aquellas ingresadas a partir de situación de 
calle con alto grado de vulnerabilidad social, no van a vivir allí hasta sus últimos días ya 
 
 
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que son posibles las externaciones a casas de familiares, a otros hogares, a hoteles con 
subsidios u otra vez a la calle pasado el frío invernal. La institucionalización sirve como un 
ámbito para recomponer fuerzas, cubrir sus necesidades básicas, conectarse con su 
interioridad, conocer la problemática de los otros, compartir, volver a sentir pertenencia y 
afiliación, configurar su identidad y restaurar el vínculo con la sociedad. Merklen Denis 
habla de “sentido de pertenencia dañado” en aquellos que viven en los márgenes y aquí les 
es posible repararlo. 
De todas formas, la institucionalización es un punto de inflexión en los trayectos de 
las vidas de estas personas mayores. Esta relación afectiva ambigua hacia la institución 
hace que se la rechace y se la necesite, sentimiento acompañado del miedo a volver a la 
situación de marginación y exclusión a la que los arrojó el fracaso en el sistema laboral o 
familiar.

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