Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
colección ciencia que ladra... Dirigida por Diego Golombek diego golombek (compilador) el parrillero científico Trucos y secretos para hacer el fuego, asar la carne, preparar la ensalada y tomar el vino Golombek, Diego (compilador) El parrillero científico: Trucos y secretos para hacer el fuego, asar la carne, preparar la ensalada y tomar el vino.- 1ª ed. 1ª reimpr.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2014. 224 p.: il. ; 19x14 cm. - (Ciencia que ladra... // dirigida por Diego Golombek) ISBN 978-987-629-376-1 1. Gastronomía. CDD 641.013 © 2014, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A. Ilustración de cubierta e interiores: Mariana Nemitz Diseño de cubierta: Eugenia Lardiés ISBN 978-987-629-376-1 Impreso en Elías Porter Talleres Gráficos // Plaza 1202, Buenos Aires en el mes de junio de 2014 Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina // Made in Argentina Índice Este libro (y esta colección) 9 Acerca de los autores 11 Introducción. Ciencia y arte del asado 15 1. Los materiales del buen asador 25 Roberto J. J. Williams Cómo hacer un buen asado jugando de “visitantes”, 28. Noticias de ayer, 33. El asado “de locales”, 41. Secretos de una parrilla ideal, 42 2. Termodinámica del asado. Cómo avivar el fuego (en treinta segundos y sin soplar) 51 Pablo J. Schwarzbaum Nada es más simple… todo se transforma. Leyes de la termodinámica, 55. Un infierno debajo de la parrilla, 56. ¿Qué les pasa a los cuerpos cuando reciben calor? ¿Eh?, 61. Donde hubo fuego…, 62. Jugar con fuego: transmitiendo calor, 63. Convección, conducción y radiación: All together now!, 69. Cocinando las carnes, 70. Epílogo: pecados de la carne, 75 6 El parrillero científico 3. Todo bicho que camina… De dónde viene (y adónde va) la carne que le compramos a nuestro carnicero amigo 79 Virginia Aliverti y Gregorio Lasta De qué hablamos cuando decimos “asaaado”, 81. De la carabela de Colón a la góndola del supermercado. Producción y comercialización de carne, 83 4. “Carne sobre carne”. El antes y el después de la cocción 91 Mariana Koppmann ¿Qué encierran los músculos?, 94. ¿Por qué a veces la carne es tan dura?, 98. ¿Maduración en seco o en húmedo?, 99. Jugosa, vuelta y vuelta, bien cocida… Cambios durante la cocción, 100. El dorado dorado, 101. La cocción, 102. Discriminación en la parrilla. Cocinando carnes de primera, de segunda y de tercera, 103. El infierno tan temido por las achuras y los embutidos, 107. Seguridad e higiene de los alimentos. Los riesgos detrás del asado, 112 5. No cualquier verdura. La ensalada del asado 115 Maju Bacigalupo ¿El asado se come con ensalada?, 117. Táctica y estrategia de todo ensaladero científico que se precie, 119. Una ensalada cruda y otra cocida, 120. El ABC de una buena ensalada, 121. ¿Son o se hacen?, 121. Secretos científicos de las verduras, 123. Genética verde, 123. Botánica de la ensalada: las formas de la verdura, 124. No sólo verdes, 130. Cinco al día. Cuestiones nutricionales muy elementales, 131. Salir de compras, 134. Ahora sí, manos a la obra (y a las ensaladas), 138. Verduras asadas: ¡se agrandó la parrilla!, 140. El condimento del final, 141. Bienvenidos vegetarianos, 144 Índice 7 6. Yo llevo el vino (¡hip!). Frutado, evolucionado, especiado, aterciopelado, elegante… ¿Cuál elijo para el asado? 151 María Barrutia y Flavia Rizzuto Bacanales científicas, 153. Y el estilo… ¿dónde está?, 160. ¿De qué hablamos cuando hablamos de maridaje?, 162. Está bien, pero ¿qué vino elijo para el asado?, 163. Ya pasó el asado… ¿Qué hago con las botellas abiertas?, 164 Sobremesa 1. Excesos, empachos, remedios caseros (y no caseros) 169 Valeria Edelsztein Primera estación: “Se me hace agua la boca”. Vida y obra de esa maravilla de la naturaleza llamada saliva, 172. Segunda estación: panza llena, corazón contento, 176. ¡0-800 hígado! El tramo final, 179. Última estación: un camino recto, 183. Interrupciones en la línea, 185 Sobremesa 2. Los juegos… de la sobremesa 193 Ariel Arbiser El truco está primero, 195. Otros tantos, 197. Juegos de colección, 199. 1, 2, 3, lunes, 200. Osado asado con soda, 201. Juego por definición, 202 Sobremesa 3. Latinoamérica unida (así será comida) 205 Epílogo. Luego del asado, la siesta 209 Las recetas de Juan Braceli Asado “banderita” adobado como en Viale 32 Asado a la cruz 37 Pescado a la parrilla con refrito de ajos 45 Entrañas con costra de provoleta 59 Panchoripán 74 Matambre al libro relleno 106 Mollejas con miel de especias 108 Pamplona de cerdo con panceta y ciruelas 110 Salsa criolla especial 118 Chimichurri de hierbas frescas 143 Ensalada de vegetales asados en pan de campo 145 Pizza a la parrilla 146 Espada de pollo al vino blanco 165 Este libro (y esta colección) Para hacer un buen asado, el secreto está en conseguir una buena carne. Una vez hecho el fuego y teniendo las brasas, colóquese la carne con la grasa hacia abajo, y déjese hasta que se aprecie cierto grado de cocción en la mitad inferior de la carne. Luego dese vuelta la carne, y cocínese hasta que la carne esté lista. Doña Petrona C. de Gandulfo Yo te he de enseñar, cochino, a echar saliva al asao. José Hernández, Martín Fierro Existe un personaje fundamental en el ritual del asado: el del invitado que llega temprano, establece su base de operacio- nes detrás del asador y, vaso de vino en mano, comenta todos los pasos que se siguen hasta exclamar, ya resignado: “Ah, vos lo hacés así… Bueno, entonces no me meto”, comentario que expresa una (no tan) velada crítica a los usos y costumbres del dueño de casa. Este libro es para ellos: para el asador y para los invitados, y pretende zanjar las eternas disputas sobre la carne, la sal, el fue- go, la parrilla, el acompañamiento, el truco y el dolor de barriga. Es que, como bien enseña la sabiduría popular, hacer asado es una ciencia, contrariamente a lo predicado por los reduccionis- tas que, como doña Petrona, restringen las virtudes de su realiza- ción a colocar un trozo de carne sobre unos fierros calientes y a esperar que mágicamente se cocine. 10 El parrillero científico En las páginas que siguen, los expertos en músculos, calores, ensaladas y otras ciencias nos sorprenderán con consejos, expli- caciones y trucos para ser verdaderos ingenieros del asado. Así que prepárense con las compras, la carne, las verduras, las bebi- das y las ganas de saber más, divertirse y comer como los premios Nobel. Nosotros ponemos el postre. Y la ciencia. Esta colección de divulgación científica está escrita por cientí- ficos que creen que ya es hora de asomar la cabeza por fuera del laboratorio y contar las maravillas, grandezas y miserias de la profesión. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse inútil. Ciencia que ladra... no muerde, sólo da señales de que cabalga. Diego Golombek Acerca de los autores Virginia Aliverti es médica veterinaria y magíster en Tecno- logía e Higiene de los Alimentos de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata, donde es además Jefa de Trabajos Prácticos de las cátedras de Tec- nología aplicada a los productos alimentarios y Bromatología, higiene e inspección de alimentos. Es miembro de la carrera de personal de apoyo Conicet en el Instituto de Genética Veterinaria (IGEVET). Ariel Arbiser es licenciado en Ciencias de la Computación, en Ciencias Matemáticas y doctor en Ciencias de la Compu- tación por la UBA, y ha realizado cursos de posgrado en la Argentina, Brasil, Italia y Alemania. Dictó materias de grado y posgrado en la UBA, la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, la Universidad Nacional de San Martín y otras ins- tituciones. Investigador categorizado en la UBA, ha dirigido trabajos y tesis de licenciatura. Desarrolla software desde 1980, de juegos y para empresas, en varios países, así como diversas tareas de divulgación científica. Esautor del libro El jugador científico, en esta colección. Maju Bacigalupo se formó en el concepto del “campo al plato”. Ha realizado estudios en la Facultad de Agronomía, donde obtuvo su título de ingeniera agrónoma primero y de especialista en agronegocios y alimentos después. Pero su verdadera pasión es el mundo culinario alimentario. Trabajó 12 El parrillero científico primero en restaurantes comandando cocinas y más tarde en empresas de alimentos organizando la comunicación con el consumidor a partir de clases de cocina, seminarios y charlas para que todos entendamos cómo elegir qué comer y cómo cocinar. Actualmente es docente universitaria en el área de hotelería de la Universidad de Quilmes. María Barrutia es directora de CAVE (Centro Argentino de Vinos y Espirituosas), institución dedicada a la formación de sommeliers, bartenders y aficionados al vino. Inició su carrera gastronómica como cocinera y luego se formó como somme- lier. Trabajó en el restaurante de Michel Bras, Martín Berasate- gui y en el Bulli (Tres estrellas Michelin), en el Hotel Alvear y en La Bourgogne, entre otros. Fue chef propietaria del restau- rante Restó durante diez años. Es colaboradora de varias publicaciones, entre otras la revista El Gourmet. Actualmente está cursando el Diploma Certificate del WSET-Wine & Spirits Education Trust de Londres. Juan Braceli es egresado del Colegio del Gato Dumas, y se perfeccionó luego en San Sebastián y Roma. A lo largo de su carrera, desarrollada principalmente en España, Italia y Argentina, ha dirigido restaurantes, ejerce la docencia y ase- sora diversos emprendimientos gastronómicos. Entre 2007 y 2008 produjo gastronómicamente más de veinte programas televisivos para la señal de cable El Gourmet. Actualmente, es asesor y coconductor del programa Cocineros Argentinos (TV Pública), publica todas las semanas en el suplemento “Ollas y Sartenes”, del diario Clarín, y realiza clases y presen- taciones en todo el país. Valeria Edelsztein es doctora en Química por la UBA e Investigadora del Conicet. Desde 2012 es columnista del programa “Científicos Industria Argentina”. Es editora adjunta del encarte para niños “Ciencia Hoy de los Chicos” y autora Acerca de los autores 13 de los libros Los remedios de la abuela. Mitos y verdades de la medicina casera y Científicas: cocinan, limpian y ganan el Premio Nobel (y nadie se entera), de esta misma colección. Este último mereció el primer premio de la primera edición del concurso Ciencia que ladra-La Nación por decisión uná- nime del jurado. Diego Golombek es doctor en Ciencias Biológicas por la UBA, profesor titular de la Universidad Nacional de Quilmes, donde dirige el laboratorio de Cronobiología, e investigador principal del Conicet. Además de su labor como científico realiza diversas tareas de comunicación pública de la ciencia a través de libros y medios gráficos y televisivos. Mariana Koppmann es bioquímica graduada en la Facul- tad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Complementó su formación académica con numerosos cursos de posgrado especializándose en las áreas de Calidad e Inocuidad de los Alimentos y es profesional gastronómico, recibida en el IAG. Es fundadora y presidenta desde 2004 de la Asociación Argentina de Gastronomía Molecular y dirige una consul- tora especializada. Es autora de los libros Manual y Nuevo Manual de Gastronomía molecular, ambos de la colección Ciencia que Ladra, Serie mayor. Gregorio Lasta es médico veterinario por la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata, donde se desempeña como Jefe de Trabajos Prácticos de la cátedra de Tecnología aplicada a los productos alimentarios y Bromatología, higiene e inspección de alimentos. Es ade- más inspector veterinario del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria. Flavia Rizzuto es directora de CAVE, donde dicta clases para formar profesionales y promover la industria en la Ar- 14 El parrillero científico gentina. Se inició en hotelería y luego se especializó en Som- mellerie. Se desempeñó en diferentes restaurantes y hoteles durante más de quince años. En 2002 ganó el Concurso “Mejor Sommelier de Argentina” y en 2004 obtuvo el décimo puesto entre más de cuarenta participantes de diferentes países en el Mundial de Sommeliers. En 2013 recibió el Diploma Certificate del WSET-Wine & Spirit Education Trust de Londres. Es colaboradora de varias publicaciones, entre otras de la revista El Gourmet. Pablo Schwarzbaum es licenciado en Biología por la UBA y doctor en Ciencias Naturales por la Universidad de Innsbruck (Austria). Actualmente es investigador del Conicet y profesor de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Dirige un grupo de investigación en biofísica-bioenergética en el Instituto de Química y Fisicoquímica Biológicas (Conicet). Ha publicado numerosos trabajos de investigación científica, y material de aplicación y capacitación docente en ciencias naturales. Es coautor de El cocinero científico, en esta misma colección. Roberto J. J. Williams es doctor en Ciencias Químicas con orientación en Tecnología Química por la Universidad Nacio- nal de La Plata, profesor titular en la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigador superior del Conicet. Es miem- bro titular de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y miembro correspondiente de la Acade- mia de Ingeniería. Obtuvo diversas distinciones, entre ellas el Premio Konex de Platino (1993), el Premio Bunge y Born (2007), el Premio Bernardo Houssay a la Trayectoria (2011) y la Distinción Investigador de la Nación Argentina (2011). Introducción Ciencia y arte del asado Que no se te queme el asado, el cuero puede ser el mío, cuero curtido por la luna que duerme sobre el río de todos los ríos. Andrés Calamaro, “El asado” Ya lo sabe bien el lector de Ciencia que Ladra: la cien- cia es una manera de mirar el mundo, de arrancarle secretos a la naturaleza, de descubrir la razón escondida en las cosas de todos los días. Y si no es de todos los días, al menos que sea del fin de semana. O aunque sea de algún fin de semana. Es que estamos hablando de una de las más sanas costumbres sociales a la hora de la ingesta, quizá tan antigua como la humanidad misma. Se trata del asado, pasión de multitudes, tecnología relativamente simple pero sin duda efectiva. Tan científico es este asunto de cocinar la carne en su punto justo, que es objeto de especulacio- nes e investigaciones de las más diversas disciplinas. Sin ir más le- jos, existe una escuela antropológica que afirma que el asado es responsable de que nos hayamos hecho humanos, nada menos.1 Lo cierto es que nuestra capacidad carnívora resulta bastante sorprendente: nuestras mandíbulas son débiles, nuestros dien- 1 R. Wrangham, Catching fire: how cooking made us human, Nueva York, Basic Books, 2009. 16 El parrillero científico tes no son particularmente filosos, y hasta nuestras bocas son pequeñas como para darnos un festín en la jungla. Pero estas afirmaciones están lejos de ser un llamado al vegetarianismo: fragmentos fósiles de mandíbulas de homínidos indican que nuestros antecesores ya le daban a la carne con ganas.2 Aunque lo importante no es sólo la carne: de pronto en nuestra historia evolutiva apareció el fuego… y todo cambió. Según estos antropólogos, cocinar nos hizo especiales entre los primates: volvió más seguro el acto de comer, más deliciosos los alimentos y más fáciles la masticación y la digestión. Y, de paso, nos permite obtener más energía (y con menos trabajo) de esos mismos nutrientes; si el sistema digestivo funciona de manera más eficiente, quedan más baterías para el cerebro, lo cual dejó el ca- mino libre para nuestra historia como personas. Nuestros lejaní- simos primos gorilas, con su comida vegana y cruda, sólo han po- dido desarrollar un cerebrito nada impresionante, aun comiendo la mayor parte del día; para llegar de un cerebro gorilaa uno hu- mano se requerirían unas cuantas calorías más cada veinticuatro horas, y no alcanza el día para tanto (si no cocináramos, nosotros también andaríamos masticando toda la vida). Aún hay más: el fuego nos dio calor y seguridad, y tal vez haya tenido que ver con la pérdida del pelo corporal o, por qué no, con la sociabilidad que fue caracterizando a los grupos humanos. No sabemos cuándo los homínidos entraron a la cocina o a la parrilla, o cuándo apareció el Homo parrilerus; lo cierto es que nunca salimos de ella. Para esto, claro, primero hubo que dominar el fuego y las bra- sas, como antiguos Prometeos o brahmanes guardianes de la lla- ma sagrada. Sin duda que fue un proceso lento, y seguramente lleno de miedos y suspicacias: ¿cómo hacerse amigo de lo que nos quema y lastima? Pero lo logramos, y de ahí a una fiesta gas- tronómica hay sólo un (gran) paso, que nos diferencia de todo otro bicho que camine, vuele, nade o se arrastre. 2 M. Domínguez-Rodrigo y otros, PLOS ONE, 7(10): e46414. Ciencia y arte del asado 17 La hipótesis de este libro es que el asado –bien hecho, claro está– es un paso superior en la evolución humana, y es nuestra obligación conocerlo, controlarlo, degustarlo. Esto implica ro- barle sus secretos a la leña, al carbón, al intercambio de calor, al noble cuadrúpedo y, en medio de todo esto, ir echando por tierra unos cuantos mitos mientras aprendemos trucos y recetas infalibles. Si cocinar nos hizo humanos, hemos recorrido una enorme distancia hasta el asado moderno, que empieza en la car- nicería o el supermercado, en el diseño de la parrilla, en la elec- ción del combustible o de los invitados del domingo. Pero vamos por partes. Necesitamos lo obvio: un lugar para el fuego, las llamas mis- mas y la carne. Pero también condimentos, ensaladas, vino, una hamaca para la siesta y, de ser necesario, una pequeña provisión de Alka-Seltzer. Comencemos por el fuego, aquel enviado del Hades para nuestro provecho y satisfacción. Podríamos ponerlo, como buen criollo, en una parrilla construida con todo esme- ro a unos cuantos centímetros del suelo, que puede ser abier- ta, cerrada, desmontable o hasta con rueditas.3 Pero en caso de no contar con esta pequeña gran obra de arquitectura, el fuego podrá instalarse en el suelo mismo, a lo gaucho, o incluso por debajo, en un pozo que abrigará al asado como en una cuna. Como se verá más adelante, la transmisión de calor de la llama al churrasco es un proceso de mucho cuidado: podrá ser direc- ta si lo queremos algo chamuscado, y con la infaltable salsa de barbacoa de las series norteamericanas, o bien por conducción a través del metal de la parrilla, que si se utiliza bien asegura un bronceado parejo. Claro que podemos también imitar al sol y transmitir el calor por radiación a través del aire, como cuando se cocina un cordero en cruz, con la paciencia digna de un Buda de los suburbios. 3 Sin mencionar maravillosas variaciones como el disco de arado o el horno de barro, para que se luzcan los chefs domingueros. 18 El parrillero científico En todos los casos, como aprendimos en tercer grado al tapar una vela con un frasco, necesitaremos del aire para proceder a la combustión, tarea del agrado de los niños, que se esmeran en agitar improvisados abanicos de cartón, de madera, de cha- pa o de pala para residuos. Sólo que luego de esta piromanía inicial, el aire seguirá siendo necesario: sin él no habrá fue- go, sin fuego no habrá brasas, sin brasas no habrá asado y sin asado no habrá alegría, que es lo más importante. Una buena construcción, con la chimenea adecuada, asegurará un flujo de aire hacia la parrilla, y de humo hacia afuera y por arriba (no está de más recordar que el aire caliente es menos denso y tiende a irse hacia la chimenea sin que nadie lo eche, aunque una campana bien diseñada tiene mucho que ver con el tiraje del humo, los vientos o la casa del vecino). Existen numerosas referencias sobre la arquitectura parrilleril, y además el primer capítulo se encarga en parte de esta importante cuestión, por lo que no nos detendremos en ello. Una vez asegurada la parrilla, queda la liturgia del encendido, que requiere estoicismo, elementos adecuados, técnica y, sobre todo, mucha ciencia: la ciencia del fuego (aquel del que podría decirse que “tu misteriosa forma me lastimará / pero a cada segundo estaré más cerca / desafiando al rito / destruyendo mitos”).4 Atención, que esto requiere un curso acelerado de ter- modinámica (como el que se ofrece en el capítulo 2). Más allá de los métodos (latas grandes, botellas con diarios anudados, hojas enrolladas, briquetas, ramitas, etc.), hay acuerdo en uti- lizar combustibles vegetales –leña, carbón vegetal, la cuna (sin pintar) del bebé que ya se afeita, etc.–, pero es una herejía el uso de materiales artificiales y reñidos con las buenas conductas como kerosene, nafta, trapos viejos, maderas pintadas o diarios particularmente conservadores. Como sea, con leña o carbón, no es el fuego nuestro mayor aliado, sino las brasas: 4 “El rito”, Soda Stereo. Ciencia y arte del asado 19 Junto al fuego del arriero yo no sé lo que me pasa, siento un calor aquí adentro. Para mí que son las brasas.5 Qué magia la del buen asador que sabe administrar las brasas: he aquí un hombre (o mujer) íntegro, seguro de sí mismo, gran manejador del tiempo y de conversación agradable. La brasa se forma rápido, en no más de media hora: el secreto es mante- nerla y alimentarla, a veces taparla con ceniza para guardarla caliente y, en casos gourmet, dotarla de hojas aromáticas, frutas o hasta verduras (ajos, por ejemplo), que darán espíritu al humo y al calor asador (también hay quienes limpian la parrilla con na- ranja o limón, más allá de la tradicional frotada de grasa). Ojo: no se recomiendan estos francesismos en caso de estar haciendo el asado en compañía de rudos hombres de campo, que segura- mente no aprobarán el procedimiento y uno quedará encasilla- do como bicho de ciudad para toda la vida. Pues bien: ya está el fuego (más detalles en los capítulos 1 y 2 del libro), y es hora de considerar qué ponerle encima. Como se cuenta en el capítulo 3, si bien la historia comienza en las pródigas pampas, para nosotros, asadores urbanos, empieza en la charla con el carnicero o, usualmente, perdidos en las góndo- las del supermercado. ¿Ternero, novillito, vaquillona, novillo o vaca? ¿Carne de vaca masajeada en Japón o madurada en seco? ¿Corderito, borrego, codero o capón? ¿Cabrito, chivito, cabra o chivo? ¿Lechón o cerdo? ¿El ser o la nada? A riesgo de truculen- cia, vale recordar que la carne poco usada será más tierna, lo que equivale a cortes de animales más jóvenes, o poco ejercitados o de partes del cuerpo que se mueven poco (como el lomo).6 5 “Si no fuera santiagueño”, Les Luthiers. 6 Sean ridículos: pónganse en cuatro patas y caminen. Además de hacer las delicias de los invitados, comprobarán que las extremi- 20 El parrillero científico También influirá muchísimo el tipo de carne: como todo roedor humano sabe, lo más cercano al hueso es más sabroso y, además, la adecuada proporción de grasas y colágeno le dará al músculo el gusto deseado. De todo esto, entérense en el capítulo 4. Busquen también algún bonito póster que represente los cor- tes de las carnes vacunas usadas en el asado, cuélguenlo en lugar visible y tendrán tema de conversación para toda la jornada. El buen comprador de carne no permitirá que le endilguen falda por asado, aguja por costeleta, carne vieja por joven, grasa ama- rilla (más vieja) por grasa blanca (más joven), o carne mal ilumi- nada sin que se noten sus mil distintos tonos de rojo. Si bien no sabremos la historia íntima del animal, con el tiempo podremos ir averiguando fuentes, orígenes, edades y tiempo de fae- namiento. Pero hay mucho más en la anatomía que lo que pueden unas costillas, tapas, cuadriles y matam- bres; allí están, por ejemplo, las achuras (palabra quepodría provenir del quechua achuray, que significa “re- partir”, y de la que deriva el maravilloso e imaginativo verbo “achurar”). Estas son las delicias de los estudiantes de Medicina de primer año, que podrán reconocer el timo (la parte que ro- dea al corazón o la que abraza la tráquea), el chinchulín7 y su continuación, la tripa gorda, el riñón (y habrá que esforzarse por encontrar la glándula suprarrenal, si la mantiene, o bien explicar, con el corte transversal adecuado, en qué consisten y a qué se parecen la cápsula, la corteza, la médula o la pelvis renal)8 o, en casos extremos, las ubres y las criadillas, fuentes de sesudos tratados endocrinológicos. dades son las que más se mueven, y también los músculos de los costados del cuerpo, mientras que las partes superiores y algunas internas se ejercitarán mucho menos y, por ende, serán más tiernas. Cuidado con la mirada hambrienta del tío que vino de visita de Italia. 7 También del quechua chunchul, que significa “intestino”. 8 No especialmente recomendable si el/la estudiante está buscando novio/a. Ciencia y arte del asado 21 Pero olvidémonos de los médicos y volvamos al asado. Cuánto comprar es también factor de discusiones familiares: que si viene la nona, o los mellizos (que no dejan ni los huesos), o que la tía Eduviges come como un pajarito. El promedio del medio kilo por persona es un buen comienzo (ojo: esto es en total, combinando los diferentes cortes y achuras), pero habrá que afinarlo con la ex- periencia y el conocimiento propio y ajeno. Confiando en nuestro carnicero amigo, dejemos de lado aquí la necesidad de tiernizar los músculos (a los golpes o, Matasiete9 no lo permita, con sustan- cias tiernizantes) y vayamos a los bifes. Aunque antes del acto de inmolación por fuego viene una de las preguntas más conflictivas de toda esta religión: salar o no salar, cuándo, cuánto y dónde. Comencemos por lo obvio: salar es necesario si pretendemos el gusto típico de la carne asada. En general convendrá siempre salar antes de cocinar, de manera que la sal se disuelva con el agua que va saliendo de las carnes y pueda penetrar en los músculos. Esta entrada salada va a depender, entre otras variables, del tamaño del trozo de carne: si es enorme, el interior (además de que puede no cocinarse adecuadamente) ni se va a enterar de que ahí afuera está medio salado. Si es pequeño, por el contrario, el exceso de sal podrá ser perjudicial para el sabor. Algunos, tal vez imitando recetas típicas de horno, bañan la carne en sal gruesa, para luego limpiarla antes de servir; otros prefieren ir bañando en salmuera antes o durante la cocción. Para no generar aún mayores abismos entre las familias, sabiendo que hay quienes no se hablan desde hace décadas por un puñado de más o de menos de cloruro de sodio, preferimos no decir más y dejar que “cante, cante la sal, la piel de los salares, cante con una boca ahogada por la tierra”.10 Tampoco hablaremos del punto justo y del color y consistencia 9 Matasiete es un carnicero, personaje de la novela El matadero, de Esteban Echeverría, considerada parte del inicio de la literatura argentina. Ya lo vemos: en el comienzo fue la carne. 10 “Oda a la sal”, de Pablo Neruda. 22 El parrillero científico de la carne de nuestros sueños, que se debe a las transformaciones de los músculos, del tejido conectivo, de la grasa y del colágeno, y también al tiempo de cocción (si se supera el ideal, es lógico que se evapore casi toda el agua y nos quede algo seco e incomible) y a la intensidad y distancia de la fuente de calor. Capuletos y Mon- tescos podrán pelearse por el asado jugoso vuelta y vuelta o estilo suela de zapato, allá ellos. Pero también hay técnicas interesantes, como el famoso sellado –cocción intensa y breve para dorar la su- perficie que, contrariamente al dicho popular, no deja “los jugos” adentro ni cierra “los poros”, pero sí favorece una compleja modi- ficación química llamada “reacción de Maillard” que genera miles (¡miles!) de sabores, olores y colores nuevos en las comidas–, o el ahumado con la madera adecuada, o los yuyos ocultos en la huer- ta y que no confesaremos a nadie. Claro que los secretos de los asadores son el manejo del fuego y el calor para cada carne: coci- nar el asado hueso para abajo hasta que “pida” darlo vuelta, fuego más suave para los cortes sin hueso, tajear los trozos más grandotes para que penetre mejor el calor, quitar la grasa pero dejar un po- quito y demás infidencias del chef dominguero. Las ciencias del asado con cuero, de la cocción en cruz, del disco de arado, del curanto y otras variedades son otro cantar, correlativo a la presente materia, que deberá ser aprobada previamente con no menos de 7 (puntos) antes de pasar a estas tecnologías de avanzada. Pero el asado es, también, sus circunstancias, que son tratadas en este libro como corresponde. Las ensaladas (seguramente del latín, herba salata, o sea, “vegetales con cosas”) son una genial mezcla de botánica y de química –no me lo crean, remítanse al capítulo 5–, y las verduras también pueden ser protagonistas de la parrilla, aunque muchos asadores se quejen amargamente de que su único propósito será robarles el calor a las carnes. Has- ta podremos contentar al amigo vegetariano (que no confesará a nadie que las verduras asadas seguramente se impregnen un poco de los vapores de sus vecinos cárnicos). Cómo cortar, cómo salar o aliñar, cómo combinar son artes en constante evolución, que merecen experimentar hasta encontrar la alquimia justa. Ciencia y arte del asado 23 Otra circunstancia sine qua non es el vino, compañero de juergas de la carne. El capítulo 6 es una breve introducción a la ciencia de las uvas fermentadas: viñedos, variedades, estilos, maridajes y hasta corchos. Nada diremos de la caída lineal (o a veces exponencial) de la calidad del vino que sirve el dueño de casa con el correr de las horas y de las botellas, ni de la alegría de comprobar, luego de la partida del último invitado, que dos o tres de las mejores ofrendas quedaron cerraditas y en la bodega personal (confiesen que es un placer oculto que todos nos damos…). Agregamos también a esta ciencia del asado otras cir- cunstancias no menos importantes y a veces algo olvidadas, pero aquí presentes en sendos apéndices. Nadie está exento del dolor de panza después de manducarse media res, y siempre es bueno saber el camino de todo bicho que camina, se asa y va a parar a la boca, el esófago, el estómago, el intestino y el inodoro. Ol- vídense de los pruritos, que uno es también su cuerpo y debe conocerlo, así como hacerse amigo de los millones de bacterias que, además, nos forman y nos ayudan a disfrutar más del vacío, los chorizos y la ensalada mixta. Claro que uno puede conocer el cuerpo íntimamente y aun así tratarlo con la mayor indiferencia, cosa que él nos recordará a la noche siguiente. Finalmente, el último convidado es la sobremesa, ese posfacio asadero en el que se discute de política, de fútbol, del novio pe- lilargo que trajo la hija adolescente y del obligado aplauso para el asador (que, aunque no diga nada, siempre lo estará esperan- do). Proponemos, entonces, una sobremesa lúdica y científica, con juegos de palabras, trucos y chinchones que tendrán su cos- tado lógico-matemático, previo a la reparadora siesta o, luego de las reglamentarias dos horas de digestión que siempre recordará la abuela, el chapuzón refrescante. Por si fuera poco, todo viene amenizado con consejos y recetas del querido Juan Braceli (¡sí, el de la tele! Y también el que ha hecho asados para cientos de comensales, o recorrido el país en busca de la empanada perfecta, el curanto en su punto justo y el 24 El parrillero científico asador en cruz como monumento a la arquitectura gastronómi- ca), un lujo para chuparse los dedos. Una aclaración importante. Si bien en el libro se describen los cortes de carne y las maneras de asarla más populares en laArgentina, debemos confesar que el universo del asado sobre- pasa los límites de este país (por más que los argentinos suelan decir lo contrario) y puede que algún lector se sienta perdido en este mundo de achuras, chinchulines y bifes… Incluso el nom- bre de todo el proceso mismo cambia según la geografía: habrá quien hable de parrillada, o de barbacoa, o de churrasco, pero la ceremonia y los ritos suelen ser similares (lo cual, en términos evolutivos, nos habla de un posible origen común de esto de cocinar la carne a las brasas). Y queremos suponer que lo mismo sucederá en un bulgogi coreano, o en el braai sudafricano, pero aún no hemos probado sus delicias. Por otro lado, Julieta Capuleto podrá decir “¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos ‘rosa’ exhalaría el mismo grato per- fume con cualquiera otra denominación”, pero será importante ponerse de acuerdo con las picañas, puntas, bifes, lomos y con- trafilés, cada uno con sus gratos perfumes. No vaya a ser que nos den gato por liebre o punta de ganso por tapabarriga. Como dice el cantautor Andrés Calamaro de la manera más romántica, “de tu cuadril no me olvido nunca más”, pero puede que una se- ñorita se nos ofenda si cambiamos la letra por “tu lomo rollizo”, “tu paletero” o, más misteriosamente, “tu muchacho”. En fin, que los nombres importan, sobre todo para no sentirnos perdi- dos en las parrillas de Buenos Aires, Bogotá o el Distrito Federal, pero también pueden dar tema de conversación para más de un asado entre amigos latinoamericanos.11 Y ahora sí, en el idioma o dialecto que sea, ¡a comer, que se nos va a enfriar el asado! 11 Para tales casos hemos incluido una tabla de equivalencias en la Sobremesa 3. 1. Los materiales del buen asador Roberto J. J. Williams Al prepararnos para hacer un asado, debemos tener en cuenta ciertos detalles importantes que nos llevarán a lograr el ansiado y caluroso aplauso de nuestros comensales. En primera instancia el lugar, ya que no es lo mismo hacerlo en tierras inhós- pitas, sin conocer el terreno, que jugando “de locales” con todas las comodidades del caso. Y esto resulta fundamental a la hora de considerar los implementos necesarios. Analizaremos en primer término el asado que hacemos como “visitantes”, una situación que nos obliga a estar prevenidos para resolver distintas contingencias e imprevistos. Es preciso aclarar que esta parte de la historia no se basa en el saber científico de un investigador del área de recursos, sino más bien en las experiencias y recuerdos de su lejana obligación de cargar en el auto a la familia los fines de semana para evitar que la energía de los (entonces) pequeños cuatro hijos destru- yera la casa desde los cimientos. Así, el asado del fin de semana era algo necesario en cualquier época del año, con sol o con lluvia, y había que adaptarse a todo. Con los años la situación fue evolucionando hacia el asado con amigos en predios provistos de parrillas y quinchos confortables y hacia el asado jugando de locales, donde la mayor preocupación pasó a ser que la demoli- ción no fuera llevada a cabo por los nietos de uno. Dicho esto, describiremos en segundo término cómo es una parrilla ideal, y reflexionaremos sobre los distintos dispositivos que pueden utilizarse para la preparación del fuego. 28 El parrillero científico Cómo hacer un buen asado jugando de “visitantes” El instrumental indispensable Veamos cuáles son los elementos imprescindibles para el asado fuera de casa. Es claro que los dos primeros que van directo al baúl del auto son la carne y las achuras, componentes que defi- nen el ser mismo del acontecimiento. A estas les siguen el vino y el aperitivo, que el buen asador acostumbra paladear lentamen- te mientras contempla las llamas. Pero tanto estos elementos como las ensaladas y demás comestibles serán tratados en otros capítulos. Por ahora, nos concentraremos en la segunda tanda del cargamento: los implementos para hacer el fuego, algún tipo de parrilla o asador portátil y la vajilla. “Ya agarró”. El fuego y sus circunstancias Una vez en el sitio elegido, la primera misión del asador o pa- rrillero es prender el fuego. Desde el punto de vista científico, el fuego es el resultado de una reacción química de combustión en la que un material combustible –como el papel, la madera o el carbón– reacciona con el oxígeno presente en el aire para generar dióxido de carbono y agua, junto con menores propor- ciones de otros gases. Cuando se alcanza una temperatura deter- minada, que depende del tipo de material utilizado, la reacción de combustión produce llamas que se mantienen sin necesidad de agregar otra fuente de calor. El asador suele anunciar este instante decisivo diciendo: “Ya agarró…”. A continuación, los carbones o leños presentan un frente de combustión que se desplaza hacia el interior convirtiéndolos en brasas de alta temperatura, que luego utilizamos para hacer el asado. Las brasas terminan su vida útil al transformarse en cenizas. ¿Cómo optimizar este método de modo que el fuego “agarre” rápidamente (lo ideal sería usando un solo fósforo) sin agre- gar combustibles adicionales, sin soplar y en treinta segundos? ¿Cómo se hace un fuego ideal? Los materiales del buen asador 29 Si como dijimos el fuego es una reacción química que por un lado involucra materiales combustibles y por otro el oxígeno del aire, la primera condición es lograr una gran superficie de con- tacto entre ambos. Esto significa dejar expuesta al aire la mayor porción de la superficie de los trozos del material empleado. ¿Carbón o leña? Esa es la cuestión Comparemos el uso de carbón con el de algún tipo de madera. Cuando hacemos una pila de carbón, buena parte de este queda en el interior con una mínima exposición al aire. Debido a su extendido uso para el fuego del asado, se han ideado múltiples métodos a fin de aumentar la superficie expuesta, como agre- garlo de a poco, ubicarlo en una capa delgada sobre una parri- lla y prender el fuego desde abajo con papel y madera, generar porosidad en la pila con elementos extraños (por ejemplo, una botella), entre muchos otros. Pero en el asado “de visitantes”, puede ser que no contemos ni con elementos adecuados ni con el tiempo necesario para llegar a obtener buenas brasas. Basta recordar advertencias del estilo de: “Los chicos tienen hambre”, “¿Y? ¿Para cuándo?”, “¿Ya hay algo hecho?”. Como contrapartida, el uso de la madera es mucho más efi- ciente a la hora de lograr una excelente superficie de contacto con el aire. Si usamos trozos desparejos (curvos, ramificados, de geometría variable) resulta muy fácil armar una pila bastante po- rosa, donde buena parte de la superficie de cada trozo tendrá el contacto que necesitamos. En la puja entre la madera y el carbón, hay aspectos decisivos que inciden fuertemente en la elección. Mientras que manipular la madera es prácticamente un juego, tratar con el carbón exi- ge al menos una cepillada de las manos con abundante agua y jabón después de encender el fuego. Las brasas de madera no totalmente formadas le dan un excelente aroma a la carne asada, realzando su sabor con la misma nobleza con que lo hace el vino. Por su parte, asar con brasas de carbón parcialmente encendidas es algo absolutamente nefasto, ya que los gases producidos por 30 El parrillero científico la combustión incompleta impregnan la carne de un sabor muy de sagradable. Y la grasa que chorrea desde la parrilla sobre ellas genera inmediatamente llamas tan intensas que suelen alcanzar todo lo que tocan. Recordemos una propaganda radial de hace varias décadas que decía: “¿Se le quemó la parrilla? No impor- ta, tome vino Milea”. Lamentablemente, este vino dejó de existir hace mucho tiempo, así que, a falta de esta medicina para mitigar el mal rato, aconsejamos en forma definitiva el uso de madera. ¿Eucaliptus o quebrachus? Ya nos decidimos por la madera, pero ¿de qué tipo? La ideal es aquella que pueda encenderserápidamente y producir brasas de gran duración y muy lenta transformación en cenizas. Desa- fortunadamente, este tipo de madera no existe. Entre las más comunes que se usan para los menesteres del asado, existen dos grandes tipos: las que se encienden rápido y producen brasas de duración relativamente corta y las maderas duras, que cuesta un Perú encender pero que producen brasas de gran duración y poder calorífico. Ejemplos típicos de la primera clase son la ma- dera de eucaliptus y la que se comercializa como “piquillín” (hay que aclarar que el contenido de las bolsas de esta última puede no provenir en forma exclusiva del arbusto espinoso que lleva este nombre y está ampliamente extendido en el país). Caracte- rística de la segunda clase es la madera del quebracho. El piquillín está compuesto por trozos de distintas geometrías (cilíndricos, curvos, ramificados), ideales para el armado de la pila inicial. Los trozos más pequeños se encienden con facilidad, lo que permite al asador pasar rápidamente al proceso de prepa- ración del aperitivo. Tanto el piquillín como el eucaliptus producen buenas brasas, pero desafortunadamente esas brasas se convierten en cenizas en un tiempo no tan largo como quisiéramos. Como contrapar- tida, el quebracho es una madera muy densa, cuyo frente de encendido progresa muy lentamente desde la superficie hasta el interior. Cuesta mucho encenderlo y obtener brasas, pero la Los materiales del buen asador 31 enorme ventaja es su larga duración y su consecuente gran po- der calorífico. Del análisis anterior podemos inferir que lo más conveniente es aprovechar las ventajas de ambos tipos de madera. El piquillín/ eucaliptus o maderas similares son muy útiles para encender el fuego y aprovechar sus brasas tempranas. El fuego sigue mante- niéndose activo con agregado continuo de leños de este tipo. En este momento podríamos comenzar a acercar quebracho, parti- cularmente cuando asamos cortes que demandan largos tiempos de cocción. Las brasas de quebracho u otro tipo de maderas duras aseguran el fuego necesario para completar la cocción. La elección de la madera depende del tipo y el corte de carne que vayamos a asar. Para una salida con la familia, que normalmente incluye uno o más críos con hambre temprana, conviene seleccionar cortes de cocción rápida. Un matambrito de cerdo, el asado con corte banderi- ta para hacer vuelta y vuelta, la entraña o el extremo triangular del vacío demandan entre 30 y 40 minutos de exposición a las brasas, mientras que los chorizos y el cor- te de asado convencional demandan tiempos del orden de una hora completa. En todos estos casos el asado familiar puede hacerse con algo menos de dos bolsas de piquillín o madera similar, sin necesidad de complicarse con el encendido del quebracho. Pero si vamos a asar un lechón, un cordero o un costillar para un grupo mayor de comensales, necesitaremos un tiempo de coc- ción de entre dos y tres horas. En estos casos, una buena provisión de bolsas de quebracho resulta indispensable y jugará el rol principal en el fuego del asado. 32 El parrillero científico ¡Uy, qué hambre que me dio! ¿Y si hacemos un asado “banderi- ta” adobado como en Viale? Asado “banderita” adobado como en Viale En Viale, provincia de Entre Ríos (en el este de la Argentina), se realiza hace muchos años la fiesta nacional del asado con cuero. A la carne le colocan este adobo, que queda realmen- te excelente. Ingredientes (para 4 porciones) ∙ ajo: 4 dientes ∙ vino blanco: ½ vaso ∙ vinagre de alcohol: ½ vaso ∙ aceite de girasol: ½ vaso ∙ pimienta negra: 2 cucharaditas ∙ nuez moscada: 1 cucharadita ∙ tira de asado “banderita”, cortado de 2 centímetros de grosor: 1 kilogramo ∙ sal entrefina: a gusto Preparación 1. Licuar juntos el ajo, el vino, el vinagre, el aceite, la pimienta y la nuez moscada. 2. Sumergir toda la carne en el adobo obtenido con el licua- do, taparla bien y dejarla toda una noche en la heladera. 3. Luego de ese lapso, antes de cocinarla, escurrirla un poco si fuera necesario. 4. Salarla y cocinarla en la parrilla, a fuego moderado, unos 10 minutos de cada lado. Los materiales del buen asador 33 ¿Nailon o polietileno? (¡cúantas dudas!) Antes de seguir adelante con el análisis del resto de los imple- mentos que necesitamos, hagamos una breve referencia a las bolsas de plástico que sirven como embalaje o envoltorio de la leña, llamadas vulgarmente “bolsas de nailon”. Si ustedes nom- bran a las bolsas de este modo, sepan que están incurriendo en un craso error. “Nailon” es la denominación comercial de un tipo de polímeros (plásticos) de la familia de las poliamidas. Las bolsitas en cuestión no se hacen con este polímero sino con po- lietileno de baja densidad. Así que la denominación correcta del envase es “bolsa (bolsita) de polietileno”. La persistencia en esta confusión es notable e involucra incluso reglamentaciones de organismos públicos. Hace algunos años, al pasear por la hermosa parte vieja de la ciudad de Colonia (Uruguay), vi un cartel que decía: “Prohibido arrojar bolsitas de nailon”. Imaginen un posible litigio con in- fractores que hubiesen arrojado en el lugar bolsitas de polietile- no. Carteles como ese, avalados por las reglamentaciones muni- cipales pertinentes, pueden observarse todavía en varios lugares de la región. Sea como sea, nailon o polietileno, rogamos no arrojar las bolsitas sino en los cestos dispuestos a tal fin. Ahora volvamos al fuego del asado. Noticias de ayer ¿Qué otros materiales precisamos para hacerlo? Obviamente, llevaremos una caja de fósforos. Pero necesitaremos otros ele- mentos de combustión para que haya una continuidad de lla- mas entre la del fósforo inicial y las generadas por el piquillín/ eucaliptus. El primero es el papel, usualmente, de diario. Como en el caso de los trozos de leña, este debe tener una gran porción de su superficie expuesta al aire para favorecer su reacción de combustión. Por eso es que enrollamos las hojas en forma de 34 El parrillero científico mechas y las disponemos entre los trozos de madera en la parte inferior de la pila. ¿Qué cantidad es necesaria? Conviene que sobre, para que el siguiente elemento que da continuidad a las llamas entre también en combustión. El consejo es comprar el diario del domingo, que viene con un conjunto de suple- mentos, muchos de los cuales nunca serán leídos: las primeras mechas se hacen normalmente con la sección de clasificados (siempre que no se esté buscando casa o trabajo, o un auto más grande para que también entre el perro), pero las siguientes requerirán la venia de sus potenciales lectores. Usualmente, la sección de deportes es la que resiste cualquier intento de convertirse en mecha. Entonces, a las bolsas de leña (piquillín y eventualmente quebracho), agregamos una caja de fósforos y el diario del domingo. Pero la transmisión de las llamas del papel al piquillín necesita todavía de un material adicional, que permite mantener llamas durante el tiempo necesario para que los trozos más pequeños de piquillín entren en combustión. Es la famosa madera de ca- jón, que normalmente se consigue por donación del verdulero amigo (un buen asador no sólo tiene un carnicero amigo que saca de los escondrijos de su heladera los cortes reservados para algunos clientes elegidos, sino también un verdulero leal, quien además de venderle la leña le obsequia el indispensable cajón de madera). Con algunos trocitos de la madera del cajón armoniosamente distribuidos en la pila completamos la totalidad de elementos necesarios para hacer el fuego. De todos modos, una vez ins- talados en el lugar donde vamos a hacer el asado, pediremos a los niños que nos busquen algunas ramitas secas y piñas para agregar a la pila inicial. Aunque sabemos que ya he- mos incluido todos los materiales necesarios en el baúl del auto, la búsqueda, selección y empleo de estos otros elementos resultan motivadores para que lospequeños aprendan desde edad tem- prana el arte de hacer un buen fuego. Los materiales del buen asador 35 La parrilla y el asador Ya cargamos el auto con una carne excelente, provista por el susodicho carnicero amigo, y con todos los elementos necesa- rios para preparar un buen fuego. El éxito parece estar asegura- do. En la hipótesis inicial de que no conocemos las facilidades disponibles en el lugar de destino, lo más aconsejable es cargar también en el baúl del automóvil una pequeña parrilla o un asa- dor portátil. Esto nos evitará sorpresas de sagradables como, por ejemplo, la de encontrar esos fogones con parrilla fija constitui- da por hierros separados entre sí a distancias mayores que el diá- metro de un chorizo. Si disponer los chorizos en estas parrillas resulta complicado, asar chinchulines sin que terminen entre las brasas constituye un de safío mayor. Entonces, debemos cargar una parrilla adecuada con el objeto de asegurar el éxito final. Existe una amplia variedad de parrillas portátiles disponibles en el mercado o que pueden ser hechas a pedido en una herre- ría. Para el asado fuera de casa lo mejor es un simple enrejado, con distancia adecuada entre los hierros y, en lo posible, con al- gún tipo de pie que permita ubicarla a unos 20 o 30 centímetros del piso. Pero a falta de un pie incorporado, siempre encontra- remos piedras, troncos o ladrillos que nos permitan ubicarla a la altura requerida. Estas parrillas son ideales para los cortes de cocción rápida que ya mencionamos. Si nuestra intención es asar un lechón, un cordero o un cos- tillar, lo ideal es llevar un asador (el adminículo, además de la persona) o cerciorarse de que lo tendremos a disposición en el lugar de destino. En su versión instrumental más simple, el asador está formado por una cruz de hierro que se clava en el piso. El lechón, cordero o costillar se engancha con alambre a la barra transversal situada cerca del extremo superior. La pieza se termina de fijar ensartándole lanzas metálicas en forma hori- zontal, que se traban al pasarla por la parte posterior de la barra principal. A partir de la simple cruz de hierro, existen asadores con distintos grados de sofisticación. Algunos están provistos de varias barras horizontales con ganchos que permiten sujetar la 36 El parrillero científico pieza. Otros incorporan un dispositivo mecánico en la base que permite realizar un giro de 180º del asador, así como una se- rie de topes que posibilitan su ubicación a distintos ángulos de inclinación. Para el asado al asador, se utiliza leña de madera en llamas ubicada a una distancia conveniente y se colocan algunas brasas cerca de la base para asegurar la cocción de la parte inferior de la pieza. Quien está a cargo de la tarea regula la intensidad del fuego con el agregado continuo y la distribución de la leña. En este tipo de asados puede usarse todo tipo de madera, con la única condición de disponerla en buena cantidad y en trozos grandes. Cuando se le toma la mano o se le encuentra la vuelta, el asa- dor es la opción más simple para asar cortes de gran tamaño. La única intervención que se requiere consiste en girar el asador en ángulo llano cuando se considera que ha llegado el momento de hacerlo. La variación de la inclinación con respecto al piso puede ayudar a completar la cocción de la pieza. En términos de los materiales necesarios, el uso del asador requiere aprovi- sionarse de una buena cantidad de leña y lo indispensable para sujetar firmemente la pieza al asador (pinza, rollo de alambre, lanzas metálicas). En las vidrieras de parrillas y restaurantes, es frecuente ver asa- dores dispuestos en círcu lo alrededor de un fuego central. Pero la vista más espectacular de asadores preparados para miles de personas surge de la famosa Fiesta del Ternero en la localidad de Ayacucho, provincia de Buenos Aires. Cientos de asadores en pleno y continuo funcionamiento inundan las principales aveni- das y el monte contiguo. La calidad de la carne de esa zona y el exquisito sabor que le da la leña de madera invitan a llevar un buen cuchillo para degustar el asado al estilo del campo (de pie y cortándolo sobre un pedazo de pan). ¡Uy, qué hambre que me dio! ¿Y si hacemos un costillarcito a la cruz? Los materiales del buen asador 37 Asado a la cruz (para 20 generosas porciones) Para empezar, se debe encargar un buen costillar al carni- cero amigo y pedirle que le haga dos cortes paralelos, a una distancia de 10 centímetros, más o menos, atravesando las costillas, así podremos servir porciones más pequeñas. Para este asado a la cruz, se debe retirar el costillar de la heladera dos horas antes de asarlo. ¡Ojo! Al traerlo de la car- nicería, no lo dejen dentro de una bolsa cerrada, porque la carne se abomba y toma un aroma de sagradable (esto vale para cualquier carne, dentro y fuera de la heladera). Luego, hay que cubrirlo con repasadores húmedos. Media hora antes de comenzar la cocción hay que ir pren- diendo un buen fuego con leña. El costillar se va a cocinar, principalmente, con el calor de la llama, por eso los troncos no tienen que ser muy gruesos (un diámetro de 15 centíme- tros está muy bien). Se debe mojar el costillar de ambos lados con agua y cubrirlo con una buena capa de sal gruesa. El agua ayuda a que esta se pegue y se forme una costra. Parece mucha sal, pero no es así: durante la cocción se endurece y la carne toma la sal justa. La costra, al momento de servir las costi- llas, cae fácilmente. Sobre la cruz se apoya la parte de la carne, no el hueso, y se la ensarta, bien estirada, en los ganchos. Si no los tiene, se sujeta con alambre atravesando la carne y rodeando el hueso. Es importante que el costillar quede bien agarrado arriba, en el centro y abajo. 38 El parrillero científico Cuando el fuego ya está encendido, se clava la cruz, con los huesos mirando hacia el fuego, a unos 80 centímetros, y se la inclina un poco hacia la llama. Hay que estar atento con el viento. Si está tranquilo, la llama nunca llegará a quemar la carne, pero si está fuerte, como la llama debe apuntar hacia el costillar, tendremos que correrlo para que no lo arrebate. En los días de mucho viento, un par de chapones como protección ayudan a mantener una llama pareja. También se pone un poco de brasas en el piso, debajo de la carne, para que el calor vaya subiendo y envuelva al costillar. Se cocina durante 2 horas y media o 3 del lado del hueso, o hasta que esté bien dorado, la carne se haya contraído algunos centímetros y al tocarla se sienta de tibia a caliente. Entonces se lo da vuelta y se cocina más o menos una hora más. La cocción debe ser pareja, constante; por eso se van agre- gando tronquitos, a fin de mantener una llama viva. Pasado ese tiempo, el asado a la cruz está listo. En el ámbito familiar, la parrilla tradicional se usa también para asar costillares o animales de gran tamaño. El asador a cargo debe asegurarse una provisión de brasas durante el largo tiempo de cocción y su correcta distribución. Por ejemplo, en el caso de lechones o corderos, casi no se ponen brasas bajo las costillas sino que se concentran debajo de los cuartos. El único proble- ma, comparado con la técnica del asador, se encuentra al mo- mento de dar vuelta la pieza: aquí se requiere una buena dosis de destreza para conservar su integridad durante esta operación. La vajilla y otros chiches Volvamos ahora a completar la carga del baúl del auto para el asado fuera de casa. Ya ubicamos la carne, los elementos para el fuego, las bebidas, el pan y todo lo necesario para preparar y Los materiales del buen asador 39 condimentar las ensaladas. Nos acordamos también de cargar la sal entrefina para la carne, así como algún salamín y queso para acompañar el aperitivo durante la contemplación del fuego. Fruta, torta u otro postre completan la sección de comestibles, junto con el mate y la yerba. Nos queda cargar la vajilla y algunos utensilios complementarios.Sobre la vajilla no hay mucho para decir, sino dar una sola recomendación: el asado no se come en platos descartables. Hay que llevar platos de madera o de vidrio. En su defecto, hay que aprender a comerlo sobre un pan, como en el campo. En el mismo tenor, tenemos que llevar vasos o copas de vidrio para el vino y el aperitivo. Hay pocas cosas más de sagradables que beber vino en un vaso de plástico. Como recomendaría un sommelier, el buen Malbec no marida con uno de estos vasitos. Además de la vajilla, existen diversos utensilios necesarios para preparar la car- ne y las achuras y para manipular el fuego. En primer lugar, el asador debe preparar los cortes de carne y la parrillada antes de salarlos y tirarlos sobre la parrilla. Por ejemplo, puede ser necesario desgrasar algu- nos trozos (el carnicero amigo lo hace antes de pesar la car- ne) o ciertas achuras como chinchulines y riñones. También se puede quitar la tapa del asado del costillar para realizar su cocción en forma separada (una tapa de asado de ternera sale a punto con unos veinte a treinta minutos en la parrilla). Para estas operaciones se requiere un buen cuchillo, que nos he- mos asegurado de afilar previamente, y una tabla de madera de dimensiones adecuadas. En algunos casos resulta conveniente ensartar los chorizos en una U metálica, que también debemos agregar al equipaje. Por otra parte, durante el proceso de formación de brasas es posible que algunos leños pequeños del piquillín rueden tras desprenderse de la pila inicial, y que otros leños queden de- sacomodados respecto del foco principal del fuego. Una pinza larga que nos permita reubicar estos leños es fundamental para 40 El parrillero científico reacomodar la pila y lograr una combustión uniforme de todo el conjunto. Pero como los trozos de madera tienen distinto tamaño, los más chicos producen brasas antes que los más grandes. Cuan- do se ha generado un conjunto suficiente de brasas, debe de- sarmarse la pila a fin de separar la mayor parte de las brasas ya formadas. Por lo tanto, es conveniente contar con el juego de palita y removedor de leños que se vende para los hogares a leña. Estos son elementos metálicos, pero con mangos de made- ra para retrasar la conducción del calor a nuestras manos, lo cual permite realizar la operación en forma simple. Las brasas se llevan a la parrilla, y un resto de esas bra- sas, junto con los leños grandes todavía en proceso de combustión, se dispone nuevamente en la pila. En este momento se vuelve a agregar piquillín, y eventualmente quebracho, proceso que se repite en forma continua hasta asegurar la cantidad de brasas suficiente para completar la cocción del asado. En el caso de emplear un asador, la operación es mucho más simple: con una pala de mayor tamaño podremos manipular el fuego y acercar las brasas necesarias a la base del asador. Los imprevistos El buen asador debe estar preparado para todo tipo de imprevis- tos. El más común en los eventos al aire libre es el clima. Es claro que si salimos de casa con lluvia o probabilidades de lluvia, lle- varemos la carne en una heladera portátil, como la que usamos para transportar bebidas frías. De este modo, mantendremos la carne resguardada por si debemos aplicar un plan B sobre la marcha (por ejemplo, cambiar un excelente asado por las ham- burguesas de un local comercial). Los materiales del buen asador 41 Pero a menudo se presentan factores climáticos totalmente imprevistos. Vale la pena relatar una ocasión en que un con- junto de familias amigas, todas con varios hijos, fueron a pasar un fin de semana largo a un camping ubicado en las sierras cercanas a la ciudad de Mar del Plata. El domingo al mediodía, a pleno sol, se preparó el fuego y se tiró la carne sobre una parrilla tipo elástico de cama situada al aire libre. En forma sorpresiva a los pocos minutos se levantó un fuerte vien- to, mientras que densas nubes negras empezaron a aparecer del otro lado de las sierras moviéndose a gran velocidad en direc- ción al camping. Los futuros comensales sólo atinaron a cubrir la carne con unas chapas de cinc encontradas en las cercanías y a guarecerse amontonados bajo un reducido tinglado. Durante algo así como una hora cayó el diluvio universal, que inundó todo alrededor. Luego volvió a salir el sol a pleno, como es típico después de una tormenta de verano. Durante la hora que duró la lluvia se propusieron diversas conjeturas sobre el destino del asado, el cual había quedado cubierto con las chapas sin haber sido dado vuelta. Sin embargo, fue uno de los mejores asados que se recuerden, ya que las brasas iniciales y la improvisada cobertura le proporcionaron una cocción a punto. Como era de esperar, ese día el famoso aplauso para el asador no se registró. Como ocurre a menudo con los grandes descubrimientos cientí- ficos, este hecho fortuito sirvió para reafirmar la premisa que no hay que “marear” el asado. Se lo da vuelta una sola vez (y a veces ninguna, como en el caso descripto). El asado “de locales” Con el paso de los años, el asado del fin de semana suele trasla- darse a la casa o departamento familiar. Seguramente, cuando se alquiló, compró o remodeló la vivienda, uno de los princi- pales requisitos fue que contara con un espacio adecuado para construir una buena parrilla, y en caso contrario, se improvisa- 42 El parrillero científico ría una en un balcón, patio o terraza. Esta costumbre, tolerada por los vecinos (y hasta envidiada cuando el aroma del asado va envolviendo las inmediaciones), puede ser peligrosa cuando se realiza en un país que no conoce la cultura del asado. Cuentan que un becario argentino que residía temporaria- mente en Estocolmo había alquilado un departamento con bal- cón a la calle en un piso alto del edificio. Por supuesto, se las ha- bía ingeniado para preparar una pequeña parrilla en el balcón, que se aprestaba a inaugurar festejando la llegada de un com- patriota amigo a esa ciudad. ¿Qué mejor que esperarlo con un asado? Para no perder tiempo, prendió el fuego y se dirigió a la terminal a buscar a su amigo. Cuando ambos volvieron hallaron un gran despliegue de fuerzas de seguridad en las afueras del edificio. Los vecinos habían alertado sobre un incendio en uno de los departamentos y los bomberos habían extendido largas escaleras desde la calle para apagarlo. Por supuesto, no existía tal incendio sino trozos de carbón convirtiéndose en brasas en la parrilla improvisada. Desconocemos el fin de la historia, pero resulta útil para comprobar que la pasión por el asado aumenta a medida que nos alejamos del país. Ahora dejemos de lado las parrillas improvisadas y reflexione- mos seriamente sobre las características que debería tener una parrilla hogareña ideal. Secretos de una parrilla ideal Lo importante es el interior El primer tema a considerar es el diseño de su estructura para lo- grar un buen tiraje. Los gases calientes (humo) provenientes de la combustión de la madera o del carbón son menos densos que el aire circundante debido a su mayor temperatura. Y lo mismo sucede con los gases y vapores producidos al asar la carne. Esto determina que se genere un flujo ascendente por un proceso co- nocido como “convección natural”. Entonces, lo que hay que ha- Los materiales del buen asador 43 cer es diseñar un buen conducto de salida de gases de manera tal que estos emigren a través de la chimenea y no por el frente de la parrilla. El diseño debe permitir que los gases sean aspirados por la estructura (convección natural) sin emplear un extractor me- cánico (convección forzada). Esto exige construir una campana con una sección transversal que disminuya hasta conectarse con el conducto de salida (chimenea). La campana se inicia en una cámara de humos, limitada por un pulmón que reduce en forma continua la sección transversal de ascenso y conduce los gases ca- lientes hacia la garganta; esta última establece la comunicación con la campana propiamentedicha. Campana Prolongación mampostería Piso cámara Brasero Respaldo Conducto Dintel La masa de humo por unidad de tiempo que asciende desde el dintel de la parrilla (cámara de humos) debe ser la misma que atraviesa la garganta, que posee menor sección transversal. Esto exige que la velocidad del humo en la garganta sea mayor que en la parte inferior, condición necesaria para que pase la misma cantidad de masa por unidad de tiempo. 44 El parrillero científico El principio de conservación de masa exige que el humo se acelere en la garganta. Pero si se acelera, estaríamos generando energía cinética, y el principio de conservación de la energía dice que esta energía debe provenir de la transformación de otro tipo de energía. En nuestro caso, la energía cinética genera- da proviene de la reducción de la presión de los gases en la zona de la garganta (efecto Venturi). Esa zona de baja presión es la que produce la aspiración natural de los gases calientes hacia la chimenea de salida. Materiales Con respecto a los materiales, se requieren ladrillos refractarios en las zonas de alta temperatura (base y laterales de la boca) y materiales cerámicos convencionales o metálicos en el resto de la estructura. Al usar los materiales convencionales y seguir las normas establecidas para el diseño geométrico de una parrilla hogareña nos aseguramos un buen tiraje, condición absoluta- mente necesaria para que ningún miembro de la familia ponga el grito en el cielo cuando proponemos hacer un asado. El siguiente consejo para tener una buena parrilla hogareña es que el sector donde se prepara el fuego esté situado sobre uno de los laterales, dentro del mismo armazón y con cone- xión directa a la parrilla propiamente dicha. Esto permite la preparación continua de brasas y su simple traspaso a la zona de cocción. Con respecto a la parrilla metálica, conviene que tenga forma de marco regulable en altura mediante algún tipo de manivela, y sobre ese marco se ubicarán el o los paneles desmontables de hierro enlozado acanalado que conforman la parrilla propia- mente dicha. El hecho de que sean desmontables permite lim- piarlos fuera de la estructura después de su uso, lo que evita la acumulación de restos grasos de sucesivos asados. Recomenda- mos también tener a disposición un panel plano de acero inoxi- dable que resulta muy conveniente para asar pescados. Debe ubicarse una canaleta desmontable con orificio de de sagüe en Los materiales del buen asador 45 el extremo anterior del marco metálico para recolectar la grasa que se desprende en forma líquida durante la preparación del asado. Uy, ¡pescado a la parrillaaaa! Pescado a la parrilla con refrito de ajos Ingredientes (para 4 a 6 porciones) 1. Para el pescado • chernia o abadejo o salmón blanco, despinado y sin esca- mas: 1 filete de 1 o 1,5 kilogramos • sal y pimienta negra molida: a gusto 2. Para el refrito • aceite de oliva: ½ taza • ajo, cortado en láminas finas: 4 dientes • pimentón: 1 cucharadita • ají molido: 1 cucharada • vinagre de vino: ¼ taza • perejil, picado: 3 cucharadas Preparación 1. Para el pescado: precalentar la parrilla. A fin de que el pescado no se pegue, cuando haya tomado calor, frotar la parrilla con un papel absorbente aceitado. Salpimentar el filete. Acomodarlo en la parrilla, a 20 centímetros de las brasas, apoyado del lado de la piel. Cocinar a fuego me- dio por unos 15 minutos. 2. Al darlo vuelta, girar con cuidado, con ayuda de una o dos espátulas. Cocinar del lado de la carne por 10 minutos más. 46 El parrillero científico 3. Para el refrito: mientras se cocina el pescado, calentar una olla pequeña con aceite de oliva a fuego bajo. Agregar el ajo y, cuando comience a dorarse, añadir los condimentos y el perejil. Cocinar unos segundos más, a temperatura bien baja para evitar que el ajo y los condimentos se que- men, ya que tomaría sabor amargo (si hace falta, alejar la olla del fuego para que no suba la temperatura). Retirar del fuego y sumar el vinagre. Reservar. 4. Cuando el pescado esté bien dorado, darlo vuelta nueva- mente. Sobre él, volcar el refrito y servirlo. TIP 1 Un buen pescado tiene los ojos saltones, las agallas bien rojas, la carne firme, la piel firme y brillante y, también, aroma a mar abierto, a frescura, no “a puerto”. TIP 2 Para asegurarse más aún de que el pescado no se pegue a la parrilla, se lo puede pasar por un poco de harina y retirar el exceso. Reavivando la puja entre la leña y el carbón El resto de los materiales necesarios para hacer un asado cuando jugamos de locales es el mismo que el usado en el asado como visitantes, sólo que en casa tenemos todo a nuestra disposición y en stock suficiente. Pero volvamos a considerar la fuente de calor (el combustible) a usar en la parrilla ideal. A las alternativas mencionadas en el asado fuera de casa (ma- dera versus carbón) podemos agregar ahora el gas natural. En este caso, la parrilla ideal no requiere el compartimento para preparar el fuego, que se reemplaza por un conjunto de meche- ros ubicados en la parte inferior. Pero, por supuesto, la parrilla Los materiales del buen asador 47 a gas deja de ser una parrilla ideal. Como ya mencionamos, el primer placer a la hora de hacer un asado es contemplar el fue- go que encendimos mientras saboreamos un vaso de vino o un típico aperitivo. La parrilla a gas da por tierra con este pequeño goce. Además, perdemos la posibilidad de impregnar el sabor de la carne con los vapores que destila la madera, cuyo aroma nos abre el apetito al instante. Así que eliminamos el gas de nuestra lista de favoritos. Respecto de la disyuntiva entre “madera versus carbón”, ya describimos largamente las razones por las cuales elegimos la primera. Sin embargo, el uso tan extendido del carbón requiere una consideración adicional. El típico carbón que se comercializa para hacer el asado es carbón vegetal, obtenido por pirólisis controlada de distintos tipos de madera. Este procedimiento consiste en el calentamiento a muy altas temperaturas en ausen- cia de oxígeno, hasta la carbonización de los materiales. Al haber eliminado el agua y gran parte de los elementos volátiles durante este proceso, el carbón generado tiene un poder calorífico (energía generada por unidad de masa) mayor que el de la madera que lo originó. Esto quiere decir que se necesita menos masa de carbón que de madera para hacer el mismo asado. La Argentina exporta carbón vegetal a diversos países para ali- mentar las “barbacoas”. También se producen briquetas, que son pequeños ladrillos obtenidos por compactación de los car- bones finos (la carbonilla) generados durante el proceso de pi- rólisis. Sin embargo, hay algo distintivo en el asado hecho con un fuego de brasas de madera que no se consigue con el carbón vegetal. Su aroma a leña es inconfundible y constituye un aspec- to no negociable de todo asado que se precie. 48 El parrillero científico A pesar de todo, el carbón merece ser reivindicado en otro plano. Su principal componente químico es el carbono, presen- te en la naturaleza en diversas formas (variedades alotrópicas), como el grafito (por ejemplo, el usado en minas de lápices) y el diamante. El grafito está constituido por una estructura de lámi- nas apiladas. Cada una de estas láminas, de un átomo de espesor, se denomina “grafeno”, un material que, al parecer, de signará los años venideros (la Era del Grafeno). Si bien su existencia era conocida en teoría desde hace varias décadas, su obtención experimental y la caracterización de sus propiedades se produjo recién en 2004 por parte de dos investi- gadores: un inglés (Andre Geim) y un ruso (Konstantin Novose- lov), quienes lo obtuvieron delaminando un trozo de grafito por medio de una simple cinta adhesiva (otro método para obtener avances científicos importantes: los experimentos ingeniosos y simples). Las propiedades electrónicas, eléctricas, térmicas y me- cánicas del grafenoson sorprendentes y serán la base de todo tipo de dispositivos en el futuro. En particular, es el material más resistente (mayor tensión de fractura) de todos los conocidos por el hombre. Geim y Novoselov recibieron el Premio Nobel de Física en 2010, y el grafeno se ha convertido en una vedette de la ciencia y la tecnología de estos días. Así que el carbón puede sacar pecho frente a la madera, ya que su principal elemento constitutivo, el carbono, forma es- tructuras como el diamante o el grafeno, que la madera no pue- de “empardar” en esta rueda de truco científico. El problema es que el carbono no nació para ser quemado en la forma de carbón. Sería como poner al genial Néstor (Pipo) Rossi, quien nació como número 5 (centre-half o centrojás), a jugar de wing derecho. Los materiales del buen asador 49 En este capítulo hemos reflexionado sobre los materiales nece- sarios para preparar un asado, sobre las peripecias a enfrentar al jugar como visitantes y la comodidad de hacerlo como locales. La parrilla está lista y ya tenemos las brasas. Ahora, ¡a poner la mesa para degustar el buen asado y las ensaladas que nos servi- rán en los próximos capítulos! 2. Termodinámica del asado Cómo avivar el fuego (en treinta segundos y sin soplar) Pablo J. Schwarzbaum En este capítulo vamos a analizar los intercambios de energía entre las carnes, la parrilla y los combustibles que usa- mos para cocinar.* Para lograr un buen asado, el asador experimentado tiene muchas variables que ajustar y muchas decisiones que tomar. Soplar o agitar el aire para avivar el fuego, cortar la carne para acelerar la cocción y al mismo tiempo evitar que se seque, subir la parrilla para alejarla de las brasas. Todas estas variantes dan mucha libertad culinaria al parrillero y potencian su creatividad. Sin embargo, queda oculta en estas prácticas la razón de cier- tos procedimientos, e incluso una serie de restricciones físicas y químicas que, sin darnos cuenta, obedecemos al cocinar. Por ejemplo, es posible regular la entrada de aire al fuego, pero no se puede quemar madera en ausencia del oxígeno del aire. Po- demos cocinar trozos de carne de distintos tamaños, pero no impedir que, aunque tengan la misma forma, los pedazos mayo- res tengan menor superficie en relación con su volumen que los más pequeños, lo cual podría alterar la transferencia de calor. Por suerte para el asador existe la ciencia y todas estas cuestiones pueden ser abordadas desde la termodinámica y la cinética. La termodinámica estudia la transferencia de energía que ocurre entre distintos objetos. Su atención está centrada en la comprensión de estados iniciales y finales, pero no nos informa * Quisiera agradecer a Rolando Rossi, Karina Alleva y Marina Berri por su crítica y constructiva lectura. 54 El parrillero científico sobre cuán rápido ocurre un proceso. De eso se ocupa la cinéti- ca, término que, como sabían bien los griegos (grandes amantes del asado), significa “movimiento”. A primera vista, todo esto puede parecer muy abstracto, pero no lo es tanto. Veámoslo con un ejemplo. Si tenemos un vaso con leche caliente reposando alegremente en una mesa, la termodinámica nos dice que un tipo de energía –en este caso, el calor– va a ser transferida de manera espontá- nea1 desde la leche a la taza, a la cucharita metálica y a la mesa, y que en algún momento –pero la termodinámica no sabe cuán- do, ¡ni le interesa!– todos estos elementos van a tener la misma temperatura. En cambio, la cinética nos informa que el calor va a ser transferido con una cierta velocidad y que esta velocidad depende de la composición de la leche, de la geometría del vaso y de algunas otras características de nuestro pequeño sistema, conformado por el vaso, la leche, la cucharita y la mesa. Y quien dice vaso y leche puede decir parrilla y asado, que para los físi- cos, a quienes les gusta modelizar el mundo, vendría a ser más o menos lo mismo. Ambas miradas, la de la termodinámica y la de la cinética, son complementarias. Luego de comprobar procesos termodinámicos mediante gran cantidad de experimentos con diversos objetos y en distin- tas condiciones, los científicos dieron con una serie de reglas conocidas popularmente en el ámbito de los parrilleros como “leyes termodinámicas”. Estas leyes nos van a acompañar en la comprensión de las transferencias de energía que ocurren du- rante el asado; en los últimos cien años, ni un solo chorizo, ni siquiera un chinchulín, se ha atrevido a de safiarlas. 1 Un proceso espontáneo es capaz de proceder en una dirección dada sin necesidad de ser impulsado por una influencia externa, es Termodinámica del asado 55 Nada es más simple… todo se transforma Leyes de la termodinámica Ley 02 Al poner dos o más objetos en contacto, en algún momento alcanzarán la misma temperatura. Ley 1 La energía no se crea ni se destruye, sino que se conserva. Por ejemplo, en un automóvil en marcha, la energía “quími- ca” de la gasolina, al combinarse con el oxigeno del aire, se transforma en energía de movimiento y en calor. Ley 2 Esta ley nos dice en qué dirección ocurren determinados procesos de la naturaleza. Por ejemplo, un vaso de vidrio que cae al suelo se parte en muchos pequeños pedacitos, marcando una dirección (de vaso entero a pedacitos). Pero es altamente improbable (¡aunque no imposible!) que es- tos pedacitos, como una película accionada en reversa, se reagrupen para volver a formar el vaso original. De manera análoga, si dejamos caer unas gotas de tinta en un vaso con agua, la tinta se va a difundir en el agua, pero el proceso inverso (que toda la tinta vuelva a concentrarse en las gotas) es muy poco probable. Para este primer vistazo de las leyes termodinámicas usamos nuestras nociones intuitivas de calor y temperatura. Ahora pode- mos ir “más al hueso” y precisar los términos. decir, por una fuente exterior de energía. La espontaneidad termodi- námica no nos dice nada sobre cuán rápido ocurre un proceso. 2 La llamamos “0” porque se llegó a ella luego de postular las leyes 1 y 2, pero se considera fundamental, así que hubo que ponerla antes de la ley 1… (¡están locos estos físicos!). 56 El parrillero científico Un infierno debajo de la parrilla En la vida cotidiana, asociamos el calor y el frío a sensaciones de nuestro cuerpo. Nos da calor cuando entramos en una sauna o cuando estamos demasiado abrigados para la época. Se dice que un niño “tiene temperatura”, aludiendo a que tiene fiebre, cuando tiene la frente “caliente”. Sentimos frío cuando tocamos algún objeto metálico en invierno o cuando estamos demasiado de sabrigados para la época. En verano decimos que hay una “ola de calor” cuando las temperaturas son muy altas. Y para confun- dir un poco más a los comensales, ahora resulta que también existe la “sensación térmica”. Un objeto tiene más temperatura que otro cuando está más caliente, y asociamos esa diferencia con una medida que utiliza una escala en grados Celsius o grados centígrados. Con un ter- mómetro podemos medir la temperatura del agua del mate y confirmar que está a 85 grados centígrados, y que es más caliente que el agua “natural”, que está a 20. “Calor” y “temperatura” son conceptos asociados, que a veces parecen significar lo mismo, pero como veremos, son distintos. Para clarificar las cosas, pase- mos revista por el mundo de lo muy pequeño, un mundo invisi- ble para nuestros ojos de simples mortales. La materia está compuesta de átomos, que suelen agruparse en moléculas. A la vez, existen fuerzas eléctricas que hacen que átomos y moléculas se asocien y estén en constante movimien- to. Los sólidos presentan una estructura compacta, con potentes fuerzas de atracción entre sus moléculas, que se encuentran muy próximas entre sí. En los líquidos, la estructura molecular es menos ordenada y las moléculas se encuentran más separadas, lo que determina que exhiban mayor movilidad. Aun así, los líquidos se parecen
Compartir