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Estudio clínico de la patología prenatal Blastopatías Comprenden malformaciones debidas a trastornos en el clivaje, emigración o nidación. Su expresión clínica puede oscilar, como se adelantó, desde la muerte del producto (aborto espontáneo), pasando por anomalías cromosómicas (mosaicos cromosómicos), hasta la aparición de monstruosidades. Ejemplos conocidos son las ciclopías, monstruos sirenoides, teratomas sacrocoxígeos y, particularmente, la patología de gestaciones múltiples. En el caso de gemelos monocigotos, una división incompleta del disco embrionario da lugar a importantes alteraciones, tales como gemelos toracópagos y otras formas de gemelos siameses. Se estima que 1 de 400 embarazos de gemelos monocigotos conduce a una división incompleta. Los embarazos múltiples (triples, cuádruples, quíntuples, séxtuples y hasta séptuples) tienen incidencia creciente, relacionada con el empleo de gonadotrofinas para el tratamiento de la infertilidad en mujeres con fallos ovulatorios. La superfetación es la implantación de uno o más blastocistos en el útero que contiene ya un embrión en desarrollo. Este fenómeno es conocido en algunos mamíferos, pero no ha sido probado concluyentemente en la mujer. En patología veterinaria es conocida la blastopatía surgida en corderos: una auténtica epidemia de ciclopía, atribuida a la ingestión por ovejas preñadas del alcaloide Veratrum californium. Los defectos del tubo neural son una patología en el límite entre blastopatía y embriopatía. El cierre del tubo neural tiene lugar entre los días 21 y 27 postconcepción. Si la anomalía tiene lugar en el neuroporo cefálico, se producirá una anencefalia o distintas variedades anatómicas de encefalocele; si se localiza en el neuroporo caudal se originarán las distintas variedades de espina bífida (oculta, meningocele o mielomeningocele). La deficiencia de ácido fólico es responsable de un número importante de casos, que se evitarán con la administración diaria de 400 μg desde 2 meses antes del embarazo. Embriofetopatías Embriopatía rubeólica Descrita en 1941 por el oftalmólogo australiano Gregg, sólo el 25% de los casos de infección rubeólica gestacional da lugar a lesiones embrionarias, que incluyen desde abortos hasta RN con anomalías o sanos. Probablemente estas cifras sean muy variables de unas epidemias a otras. La vacunación previa previene, pero no siempre. El cuadro clínico principal puede sistematizarse en: 1. síntomas cardinales, consistentes en catarata, microcefalia, cardiopatía congénita y sordera; 2. síntomas secundarios que incluyen anomalías dentarias, bajo peso al nacimiento, pliegues cutáneos anormales y malformaciones diversas; 3. síndrome ampliado, incluyendo lesiones viscerales (hepatitis, esplenitis), en los órganos hemopoyéticos (anemia, púrpura trombopénica), en aparato respiratorio (neumonitis) y esqueleto (zonas de aclaramiento metafisario, esclerosis ósea, anomalías del periostio). Embriopatía talidomídica Descrita por Lenz en 1961, es un trágico ejemplo de la peligrosa extrapolación de datos experimentales a la especie humana. En efecto, para producir en animales de experimentación defectos de desarrollo se precisan dosis mucho más elevadas. Las características anomalías de los “niños-talidomida” son: amelia (ausencia completa de una o varias extremidades) y meromelia (ausencia parcial de una o varias extremidades). Si la droga actúa en el momento crítico del desarrollo del miembro primario, se producirá una amelia. Otras malformaciones frecuentes afectaban a pabellones auriculares, corazón y aparato digestivo. La retirada de la talidomida (1961) coincidió con la desaparición de estos cuadros. Conviene señalar, sin embargo, que en menor escala siguen observándose RN con amelias o meromelias, no atribuibles a factores ambientales conocidos. Virilización del feto femenino La administración de progestágenos para evitar el aborto ha producido virilización de fetos femeninos de grado variable, en dependencia con el periodo crítico del desarrollo de los genitales externos. Los preparados más frecuentemente involucrados son los que contienen etisterona y noretisterona. La virilización conduce a un estado de ambigüedad sexual, diagnosticable en el periodo neonatal. Embriopatía por agentes antineoplásicos Destaca la embriopatía por metotrexato, que se caracteriza por retraso del crecimiento intrauterino, dismorfia craneofacial y anomalías de extremidades. El cuadro clínico inicial fue relacionado con la aminopterina, por lo que también se denomina síndrome de la aminopterina. El metotrexato es su metil derivado, siendo las manifestaciones clínicas comunes para ambos. La dismorfia cráneo-facial consiste en marcada hipoplasia del hueso frontal, parietales, temporales y occipital, amplias fontanelas y sinóstosis de las suturas coronaria y lamboidea. La nariz es amplia y deprimida, los ojos son prominentes con epicantus, existe micrognatia e hipoplasia de mandíbula, paladar hendido y baja implantación de pabellones auriculares. Las anomalías de extremidades más sobresalientes son: acortamiento, particularmente de antebrazos (meromelia), hipodactilia y pie equinovaro. Embriopatía por agentes anticonvulsivantes Existen evidencias de la interacción entre factores genéticos y susceptibilidad a determinadas drogas, como es el caso de la fenitoína. Las diferencias genéticas en la producción de metabolitos del epóxido pueden inducir alteraciones de la organogénesis. Los efectos sobre el feto son retraso de crecimiento intrauterino, anomalías congénitas, neuroblastoma y hemorragias por déficit de vitamina K. La trimetadiona origina en el 80% de las gestaciones abortos o neonatos malformados. La embriopatía por trimetadiona y parametadiona (German) presenta: anomalías de pabellones auriculares, fisuras labial y palatina, malformaciones cardiacas, urogenitales, anomalías esqueléticas, retraso del crecimiento y deficiencia mental. Los barbitúricos condicionan un patrón clínico poco característico. Desde 1982 se conoce la embriofetopatía por ácido valproico (Robert), siendo especialmente grave cuando la gestante ha recibido, además, hidantoína. Síndrome de la warfarina Aparece como consecuencia del tratamiento con anticoagulantes de las gestantes con prótesis valvulares cardiacas. La sintomatología consiste en: calcificaciones múltiples epifisarias, vertebrales y del cartílago nasal, asociadas a hipoplasia nasal con depresión de la raíz, obstrucción variable de vías respiratorias altas y retraso mental. Las anomalías esqueléticas son similares a las referidas para la condrodistrofia calcificante. Síndrome alcohólico fetal Consiste en retraso del crecimiento pre y postnatal, deficiencia mental, microcefalia, hendiduras palpebrales pequeñas, hipoplasia mandibular, labio en boca de pescado, anomalías articulares, soplo cardiaco que tiende a desaparecer con la edad y macrodactilia del primer dedo del pie. La causa directa radica en el etanol o uno de sus derivados, concretamente acetaldehído, con acción teratogénica directa. Esta toxicidad se vería reforzada por las perturbaciones enzimáticas propias del etilismo crónico. En algunos casos han sido descritas anomalías cromosómicas. Disrupciones y deformidades Complejo de disrupción por bandas amnióticas La manifestación más importante se ha agrupado con el acróstico de complejo ADAM (deformidad amniótica, adherencias y mutilaciones). Pueden encontrarse: labio leporino, hendiduras faciales, hidrocefalia, microcefalia, encefalocele anterior, fisura palpebral colobomatosa, microftalmía, anoftalmía y opacidad corneal, onfalocele y gastrosquisis, pero destacan por su frecuencia las anomalías en extremidades inferiores, que oscilan desde amputaciones a constricciones en forma de anillo. Deformidades Son alteraciones congénitas de la forma o estructura de una región previamentedesarrollada con normalidad, a diferencia de las malformaciones, que son errores primarios de la morfogénesis. La mayor parte afectan al sistema músculo-esquelético, por lo que se llaman deformidades posturales congénitas. Se unen frecuentemente con diversas malformaciones (7,6%). Incluyen los cuadros ya expuestos: síndrome letal del pterygium múltiple, secuencia de hipoquinesia/aquinesia fetal, etc. Aparecen más frecuentemente en hijos de primigrávidas con oligohidramnios, presentación de nalgas, hipertensión materna y en RN de bajo peso. Fetopatías El periodo fetal se caracteriza por el rápido crecimiento corporal y por la diferenciación de órganos y tejidos ya formados previamente. Este ritmo rápido es especialmente intenso entre las 12 y 20 semanas de la gestación. Durante las últimas semanas de vida intrauterina se asiste a un incremento máximo del peso del feto, que es menos vulnerable a la acción de los diferentes agentes teratógenos, pero éstos pueden interferir en el desarrollo del SNC, así como inducir la aparición de perturbaciones funcionales o morfológicas mínimas. Las causas de fetopatía son diversas, incluyendo: 1. Enfermedades fetales producidas por fármacos o agentes químicos, como mercuriales orgánicos, hidrocarburos clorados, quinina y otros; 2. Fetopatías infecciosas, ya que el 2% de los fetos se infectan intraútero y a las infecciones antiguas se añaden otras nuevas; 3. Metabolopatías (diabetes materna, malnutrición); 4. Inmunopatías, tanto por isoinmunización, como por autoinmunidad; 5. Enfermedades maternas diversas, como hemopatías, nefropatías, toxemia, hipertensión o endocrinopatías; 6. Drogas, tanto menores, como tabaco y alcohol, como “blandas” y “duras”, causantes de malnutrición fetal, malformaciones y síndromes de abstinencia; 7. Otras afecciones, incluidas las radiaciones, las hemorragias, las anomalías posturales y los traumatismos físicos o psíquicos. Como ya es conocido, en la práctica no siempre es posible distinguir netamente entre embriopatía o fetopatía y sus respectivas consecuencias clínicas. Fetopatías de origen infeccioso La infección intrauterina puede originar distintas consecuencias: la reabsorción del producto durante el periodo embrionario, aborto, mortinato, malformación, retraso del crecimiento intrauterino, prematuridad y secuelas de infección postnatal crónica. Aunque el feto puede responder a la agresión infecciosa con producción de IgM, sus tasas son insuficientes para evitar la enfermedad fetal. La respuesta de IgM fetal, sin embargo, puede ser utilizada en el periodo neonatal como indicadora de enfermedad infecciosa prenatal. Fetopatía diabética Estos neonatos son justamente considerados como “RN de riesgo elevado”, ya que sin tratamiento correcto presentan una mortalidad perinatal que oscila del 10 al 20%. Su incidencia es del 1% de embarazos, correspondiendo un 0,6% a diabéticas gestacionales. Generalmente serán neonatos de peso elevado, pero en la diabetes de los grupos D a F suele existir una insuficiencia placentaria que dará lugar a niños “normales” o a RN de bajo peso. En este sentido, White sugirió una clasificación basada en la gravedad de la diabetes de la gestante. Interesan los factores de mal pronóstico para el feto: 1. pielonefritis; 2. precoma o acidosis grave; 3. toxemia; y 4. “madres negligentes”, que no han seguido durante el embarazo el régimen recomendado. El feto es sometido intraútero al efecto adverso del nivel, generalmente elevado, de glucosa en sangre materna, lo que determina un hiperinsulinismo secundario. Éste producirá disminución de la calidad del surfactante pulmonar y del fosfoglicerol y un aumento de peso, ya que el crecimiento a esta edad depende de la insulina. El hijo de madre diabética es más obeso que edematoso y el acúmulo de grasa es favorecido por el hiperinsulinismo. Actualmente se admite la existencia conjunta de hiperinsulinismo y depleción de epinefrina, lo que permite explicar la macrosomía y las alteraciones metabólicas. Además, la madre con hiperglucemia posee elevadas cantidades de glicohemoglobina (HbA1c), que comporta una desviación a la izquierda de la curva de disociación de la hemoglobina, eliminándose menos oxígeno a nivel tisular. Esta hipoxemia relativa crónica puede ser la causa de la poliglobulia en el hijo de diabética. El parto prematuro, la insulina y antidiabéticos orales, así como factores genéticos asociados a la diabetes materna, pueden intervenir en la patogenia. Hay que destacar la hipoglucemia, que aparece en más del 50% de los niños y alcanza su máxima intensidad hacia la hora y media o dos horas del nacimiento. La intensidad, que puede llegar a cero, depende del grado de hiperinsulinismo secundario, relacionado con la gravedad de la diabetes materna. Cursa con manifestaciones clínicas variables: convulsiones, crisis de apnea, hipotonía, letargia, rechazo del alimento, respiración jadeante e irregular, llanto débil, cianosis y nistagmus rotatorio, pero debe tenerse en cuenta que la hipoglucemia intensa a veces cursa de un modo asintomático, siendo capaz de producir daño cerebral irreparable. La hipocalcemia suele manifestarse hacia el segundo o tercer día de vida. En su desencadenamiento intervienen varios factores, si bien el más importante es el hipoparatiroidismo transitorio, derivado del hiperparatiroidismo materno. Las manifestaciones clínicas son también diversas: convulsiones, sobresaltos, hiperexcitabilidad, hipertonía muscular, crisis de apnea y cianosis, edemas, distensión abdominal y vómitos. Debe citarse la tendencia a la hiperbilirrubinemia, a la eritroblastosis, a la acidosis de tipo mixto, a la poliglobulia (que puede predisponer al padecimiento de trombosis venosa renal) y la presencia de malformaciones congénitas asociadas (presentes en el 6,4% de los casos), especialmente cardiacas (defectos septales ventriculares, transposición de los grandes vasos), anomalías aórticas y espinales (hemivértebras, síndrome de regresión caudal). La enfermedad de la membrana hialina es frecuente, en parte por su prematuridad y también por la defectuosa síntesis de surfactante (no en cantidad, sino en calidad). En este caso la relación L/E puede ser errónea para evaluar la madurez fetal. Las infecciones son frecuentes por su inmadurez y la alta incidencia en la madre de infecciones urinarias con o sin pielonefritis. También puede existir miocardosis o miocardiopatía hipertrófica. El diagnóstico se basa en los antecedentes, el aspecto clínico del niño, la aparición de complicaciones y, si es posible, la dosificación de insulina fetal que estará elevada (superior a 10 μU/mL). Otros exámenes complementarios a solicitar son glucemia repetida (1/2, 1, 2, 6, 12, 24, 36, 48 h, y después diaria durante los tres o cuatro primeros días), calcemia y hematocrito. Debe efectuarse el diagnóstico diferencial con las restantes causas de RN de peso elevado. Las embarazadas diabéticas deben ser tratadas únicamente con insulina durante el embarazo. Es muy importante mantener un nivel constante en la glucemia materna, para evitar los graves efectos, hasta la muerte intraútero, de las hipoglucemias fetales consecutivas a respuestas insulínicas. Si se presume un feto macrosómico se practicará cesárea electiva. En las diabéticas insulinodependientes (grupos B a F), cuando se demuestra que el feto es maduro se inducirá el parto, a no ser que la existencia de macrosomía aconseje cesárea. Pauta terapéutica del hijo de diabética Consta de: 1. Cuidados generales. Colocar al RN en incubadora y alimentar precozmente. Siempre que sea posible se inicia la alimentación oral a las 3-6 horas de vida; 2. Vigilancia y corrección de las alteraciones metabólicas: o Glucemia. Se administrará glucosa EV desde el momento del nacimiento, utilizando suero glucosado al 10% a dosis de 75 mL/kg y día, añadiendode 3 a 6 mEq/kg de cloro y sodio a partir del 3 er día de perfusión. Cuando la glucemia es inferior a 20 mg/dL y el niño presenta clínica, se aumenta la concentración de glucosa en la perfusión hasta el 15%. No conviene la administración EV de glucosa hipertónica, por la grave hipoglucemia que puede originarse como rebote. La supresión de la glucosa debe ser lenta. o Calcemia. Siempre que sea inferior a 7 mg/dL debe corregirse. Se emplea gluconato cálcico al 10% a dosis de 1-2 mL/kg de peso por vía EV y administración lenta si hay clínica, o por vía oral cuando ésta no existe, repitiendo mientras persiste la hipocalcemia. o Complicaciones. Es obligado detectar su posible aparición para aplicar el correspondiente tratamiento de la ictericia, poliglobulia, infección y distrés respiratorio. Evolución El peso y la talla tenderán a normalizarse, aunque en ocasiones el niño permanecerá en percentiles elevados. El desarrollo mental se efectuará normalmente, si el niño no ha sufrido insultos neurológicos intraútero (cetoacidosis materna, hipoglucemia fetal) o tras el parto (traumatismo obstétrico, hipoglucemia). Sobre el posterior desarrollo de diabetes infantil por agotamiento intraútero del páncreas no se ha llegado a un acuerdo unánime. Hijo de madre drogadicta Si las madres consumen drogas (heroína, metadona, fármacos, alcohol), los fetos deben ser considerados como de “alto riesgo”. La heroína frena el crecimiento fetal por disminuir el número total de células y acortar la gestación. Estos fetos tienen, además, más probabilidades de adquirir infecciones intrauterinas. Los hijos de madres heroinómanas presentan retraso del crecimiento (42%) y microcefalia (30%). El síndrome fetal de “supresión” o “abstinencia” durante el periodo neonatal es frecuente: hiperactividad generalizada, irritabilidad, sueño alterado, regurgitaciones, pobre ganancia de peso, distermia e hiperhidrosis. Es necesario descartar SIDA y enfermedades de transmisión sexual. Enfermedad de Minamata Descrita por Matsumoto (1965) en RN de madres alimentadas durante la gestación con pescados que contenían niveles anormalmente elevados de mercuriales orgánicos, su denominación se debe a la localización geográfica inicial en la bahía japonesa de Minamata. Con posterioridad esta fetopatía ha sido comprobada en otros países. Incluye una parálisis cerebral congénita con retraso mental y alteraciones motoras, asociada a ceguera y sordera y trastornos morfológicos mínimos. Los síntomas neurológicos (piramidales y extrapiramidales) son de carácter estacionario, si bien parecen más ostensibles al final del primer año de vida extrauterina. Se diagnostica con los datos epidemiológicos, familiares y clínicos, confirmándolo las cifras elevadas de mercurio en cabello, sangre y orina. Su tratamiento es sintomático y rehabilitador. Fetopatía por bifenoles policlorados Los compuestos organoclorados son contaminantes ambientales de amplio uso. Entre ellos se encuentran DDT, BHC y PCB (bifenol policlorado), que pueden afectar a los alimentos, incluida la leche de mujer. Los hidrocarburos clorados persisten en el ambiente, se almacenan en el tejido adiposo de los mamíferos y son metabolizados lentamente. Por el contrario, otros insecticidas peligrosos, como los fosfatos orgánicos y los carbamatos, que tienen acción anticolinesterasa, son rápidamente metabolizados y eliminados por los tejidos de los mamíferos, permaneciendo durante poco tiempo en el ambiente. Sintomatología: erupción tipo acné en la piel de la cara, cuello y tórax, pigmentación de uñas o encías, trastornos visuales, hiperemia conjuntival y de otras mucosas, caries dental, cefalalgias, dolor abdominal y pérdida de peso. También son frecuentes en niños las infecciones del aparato respiratorio, retraso del crecimiento y anomalías del sistema esquelético. El feto presenta peso bajo para la edad gestacional, pigmentación de la piel bronceada oscura con descamación, hipertrofia gingival con dientes congénitos y calcificaciones craneanas. Otros síntomas: anillo corneal coloreado, fontanelas y suturas amplias, exoftalmos, secreción conjuntival, edema palpebral, talón prominente, hepatomegalia dura y fiebre variable. Diagnóstico: faltan malformaciones. Elevación de las transaminasas GOT y de la fosfatasa alcalina; presencia sérica de una betalipoproteína anormal, expresión de la afectación hepática. Otras fetopatías Los trastornos hemorrágicos antepartum (maternos y fetales), la enfermedad hemolítica fetal por incompatibilidad Rh, el RN de bajo peso por retraso del crecimiento intrauterino y otras afecciones son tratados en otras lecciones. El uso de inhibidores del sistema renina-angiotensina en embarazadas afectas de hipertensión, fallo cardiaco, isquemia coronaria o nefropatía durante el segundo y tercer trimestres de la gestación se asocia con un patrón de defectos atribuidos a displasia tubular renal fetal. El cuadro clínico se denomina fetopatía ACEI y se caracteriza por oligohidramnios y compresión fetal que secundariamente origina retraso de crecimiento intrauterino, deformaciones craneofaciales, contracturas de las extremidades inferiores e hipoplasia pulmonar. Los inhibidores de la recaptación selectiva de serotonina ampliamente utilizados como tratamiento de choque para prevenir cuadros de ansiedad o depresión en la gestante pueden ser teratógenos potenciales. Se han descrito mayor riesgo de cardiopatías congénitas y riñón quístico. Las benzodiacepinas se han asociado a una mayor incidencia de fisura palatina, cuando actúan sobre el embrión/feto durante el primer trimestre de la gestación. Las estatinas, un grupo de fármacos hipolipidémicos que inhiben la enzima 3-hidroxi-3- metilglutaril coenzima A reductasa, limitando la síntesis de colesterol, pueden actuar sobre el embrión o feto originando un síndrome de Smith-Lemli-Opitz, un síndrome Child (hemidisplasia congénita con eritrodermia ictiosiforme y defectos de miembros) o una condrodisplasia punctata tipo 2. Están sujetos a controversia la acción teratógena del tabaco y el uso de las tecnologías de reproducción asistida. Estudio clínico de la patología prenatal Blastopatías Embriofetopatías Embriopatía rubeólica Embriopatía talidomídica Virilización del feto femenino Embriopatía por agentes antineoplásicos Embriopatía por agentes anticonvulsivantes Síndrome de la warfarina Síndrome alcohólico fetal Disrupciones y deformidades Complejo de disrupción por bandas amnióticas Deformidades Fetopatías Fetopatías de origen infeccioso Fetopatía diabética Pauta terapéutica del hijo de diabética Evolución Hijo de madre drogadicta Enfermedad de Minamata Fetopatía por bifenoles policlorados Otras fetopatías
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