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INMUNOGENICIDAD y ANTIGENICIDAD

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o Varias propiedades del sistema biológico específico con que el antígeno se 
encuentra. 
o Del modo en que se presenta el inmunógeno. 
 
o Propiedades del inmunógeno. 
La inmunogenicidad depende en parte de cuatro propiedades del inmunógeno: alteridad, tamaño 
molecular, composición y complejidad químicas, y capacidad de ser procesado y presentado con una 
molécula MHC en la superficie de una célula presentadora de antígeno o una célula propia alterada. 
 
o Alteridad: 
Con el objeto de inducir una respuesta inmunitaria, el sistema biológico debe reconocer 
una molécula como ajena. El lado opuesto a la capacidad de reconocer lo ajeno es la 
tolerancia de lo propio, una falta de respuesta específica a los antígenos propios. Gran 
parte de la capacidad de tolerar antígenos propios surge durante el desarrollo de los 
linfocitos, cuando los linfocitos inmaduros se exponen a componentes propios. 
 Las células que reconocen componentes propios durante este proceso son desactivadas. 
 Las sobrevivientes del proceso se liberan. Los antígenos que no se expusieron a linfocitos 
inmaduros durante este período crítico pueden ser reconocidos más tarde como ajeno extraños 
por el sistema inmunitario. 
 
Cuando se introduce un antígeno en un organismo, su grado de inmunogenicidad 
depende del grado de su alteridad. 
 
Por lo general, cuanto mayor es la distancia filogenética entre dos especies, tanto mayor es 
la disparidad estructural (y por ende la antigénica) entre las moléculas que las constituyen. 
Por ejemplo, la albúmina sérica bovina (BSA, del inglés bovine serum albumin), un antígeno 
experimental común, no es inmunógena cuando se inyecta a una vaca, pero sí lo es en 
sumo grado si se inyecta a un conejo. Más aún, cabe esperar que la BSA muestre mayor 
inmunogenicidad en un pollo que en una cabra, que se relaciona más estrechamente con 
los bovinos. 
 
Esta regla tiene algunas excepciones. Ciertas macromoléculas (p. ej., colágena y citocromo 
c) se han conservado en alto grado a través de la evolución, y por tanto muestran muy 
poca inmunogenicidad entre diversas líneas de especies. Por el contrario, algunos 
componentes propios (p. ej., tejido corneal y semen) son secuestrados de manera eficaz 
del sistema inmunitario, de tal manera que si se inyectan estos tejidos incluso en el mismo 
animal en que se originaron actúan como inmunógenos. 
 
o Tamaño molecular: 
Existe correlación entre el tamaño de una macromolécula y su inmunogenicidad. Los 
inmunógenos más activos tienden a presentar masa molecular de 100 000 daltons (Da) o 
más. Por lo regular, las sustancias con masa molecular menor de 5 000 a 10 000 Da son 
inmunógenas deficientes, aunque se ha demostrado que unas cuantas sustancias con masa 
molecular menor de 1 000 Da son inmunógenas. 
 
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o Composición y heterogeneidad química: 
El tamaño y la alteridad no son, por sí mismos, suficientes para que una molécula sea 
inmunógena; se requieren además otras propiedades. Por ejemplo: 
1. Los homopolímeros sintéticos (polímeros compuestos por múltiples copias de un aminoácido o un azúcar 
simple) tienden a carecer de inmunogenicidad sin importar cuál sea su tamaño. 
2. Los heteropolímeros suelen ser más inmunógenos que los homopolímeros. 
 
Estos estudios muestran que la complejidad química contribuye a la inmunogenicidad. Es 
notable que los cuatro niveles de organización de las proteínas —primario, secundario, 
terciario y cuaternario— contribuyen a la complejidad estructural de una proteína y, en 
consecuencia, a su inmunogenicidad. 
 
Cuando se presentan de manera apropiada, los antígenos lípidos pueden inducir 
reacciones de las células B. Por ejemplo, los lípidos pueden servir como haptenos si se unen 
a moléculas portadoras adecuadas, como las proteínas hemocianina de lapa (KLH, del inglés 
keyhole limpet hemocyanin) o albúmina sérica bovina (BSA). Mediante la inmunización con 
estos conjugados de lípido y proteína es posible obtener anticuerpos muy específicos 
contra los lípidos blanco. Por este método los científicos han creado anticuerpos contra 
una amplia variedad de moléculas lipídicas, incluidos esteroides, derivados complejos de 
ácidos grasos y vitaminas liposolubles, como la E. Estos anticuerpos poseen importancia 
práctica considerable, puesto que muchas valoraciones clínicas para determinar la 
presencia y cantidad de lípidos de relevancia médica se basan en anticuerpo. 
 
 APLICACIÓN: PACIENTES CON ASMA 
La cuantificación de los valores de un grupo complejo de lípidos conocido 
como leucotrienos puede ser útil en la valoración de los pacientes de asma. 
Los ensayos basados en el uso de anticuerpos antilípido permiten detectar 
cantidades de leucotrieno C4 del orden de los picogramos. Debido a que el 
antileucotrieno C4 tiene escasa o nula reactividad contra compuestos 
similares, como leucotrieno D4 o leucotrieno E4, puede usarse para 
detectar leucotrieno C4 en muestras que contienen este compuesto y 
varios otros lípidos con relación estructural. 
 
 
 APLICACIÓN: DETECCIÓN DE PREDNISONA 
La prednisona, un esteroide inmunosupresor que a menudo se administra 
como parte de un programa para suprimir el rechazo de un órgano 
trasplantado. El mantenimiento de concentraciones sanguíneas adecuadas 
de éste y otros fármacos inmunosupresores es importante para el éxito de 
un trasplante, y los inmunoensayos a base de anticuerpos se usan de 
manera sistemática para realizar estas evaluaciones. 
 
o Susceptibilidad al procesamiento y la presentación de antígeno: 
 
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El desarrollo de reacciones inmunitarias humorales (mediadas por anticuerpos) y mediadas 
por células T requiere la interacción de células T con un antígeno procesado y presentado 
junto con moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad. 
1. Las macromoléculas insolubles, grandes, son casi siempre más inmunógenas que las solubles, pequeñas, 
ya que las primeras se fagocitan y procesan con mayor facilidad. 
2. Las macromoléculas que no pueden degradarse y presentarse con moléculas MHC son inmunógenos 
deficientes. 
Lo anterior lo ilustran los polímeros de d-aminoácidos, que son estereoisómeros de los l-
amino-ácidos (que ocurren de manera natural). Debido a que las enzimas degradadoras 
presentes dentro de las células presentadoras de antígeno sólo pueden degradar proteínas 
que contienen l-aminoácidos, los polímeros de d-aminoácidos no pueden ser procesados 
y, por consiguiente, constituyen inmunógenos deficientes. 
 
o Contribución del sistema biológico a la inmunogenicidad. 
Incluso si una macromolécula tiene las propiedades que exige la inmunogenicidad, su capacidad de 
inducir una reacción inmunitaria depende de ciertos factores del sistema biológico que el antígeno 
encuentra. Entre los factores que contribuyen a la inmunogenicidad se incluyen constitución 
genética del hospedador, modo en que se presenta el material, y uso de sustancias (llamadas 
coadyuvantes) que acentúan la inmunogenicidad. 
 
o Genotipo del animal receptor: 
La constitución genética (genotipo) de un animal inmunizado influye en el tipo de 
respuesta inmunitaria que manifiesta y, asimismo, en el grado de la reacción. 
 
Por ejemplo, Hugh McDevitt demostró que dos diferentes cepas endogámicas de ratones 
reaccionan de manera muy distinta a un inmunógeno polipeptídico sintético. Una cepa 
produjo concentraciones altas de anticuerpo sérico, en tanto que la otra cepa tuvo valores 
bajos. Cuando se cruzaron las dos cepas, la generación F1 mostró una reacción intermedia 
al inmunógeno. Mediante retroanálisis cruzado, el gen que controlaba la respuesta 
inmunitaria se rastreó (mapeó) hasta una subregión del complejo mayor de 
histocompatibilidad. 
 
Múltiples experimentos con inmunógenos definidos simples han demostrado el control 
genético de la reacción inmunitaria, limitado en gran parte a genes propios del MHC. Estos 
datos indican quelos productos génicos MHC, que actúan para presentar antígeno 
procesado a las células T, tienen un papel central en la determinación del grado al cual 
responde un animal a un inmunógeno. 
 
Los genes que codifican receptores de células B y T y los que codifican varias proteínas que 
participan en los mecanismos reguladores inmunitarios también determinan la respuesta 
de un animal a un antígeno. La variabilidad genética en todos estos genes afecta la 
inmunogenicidad de una macromolécula específica en diferentes animales. 
o Dosis y vía de administración del inmunógeno 
 
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Cada inmunógeno experimental muestra una curva de dosis-respuesta particular, que se 
determina al medir la reacción inmunitaria a diferentes dosis y distintas vías de 
administración. 
 Una respuesta de anticuerpos se cuantifica determinando la concentración de anticuerpo que 
existe en el suero de animales inmunizados. 
 Es menos sencillo valorar las reacciones de células T, pero puede intentarse al estimar el 
incremento de la cifra de células T que portan receptores de célula T (TCR) que reconocen al 
inmunógeno. 
Alguna combinación de dosis y vía de administración óptimas inducirá una reacción 
inmunitaria máxima en un animal particular. 
Una dosis insuficiente no estimula una reacción inmunitaria porque no activa suficientes 
linfocitos o, como ocurre en algunos casos, ciertos intervalos de dosis bajas pueden inducir 
un estado de falta de respuesta inmunitaria, o tolerancia. 
 
Por el contrario, una dosis demasiado alta puede también inducir tolerancia. La reacción 
inmunitaria de ratones al polisacárido capsular neumocócico purificado ilustra la 
importancia de la dosis. Una dosis de 0.5 mg de antígeno no genera una inmunorreacción 
en ratones, en tanto que una dosis mil veces más baja del mismo antígeno (5x10 -4mg) 
provoca una reacción humoral de anticuerpo. 
 
Una dosis individual de la mayor parte de los inmunógenos experimentales no activa una 
respuesta potente; por el contrario, suele ser necesario repetir el suministro durante un 
lapso de semanas. Estas administraciones repetidas, o refuerzos, aumentan la proliferación 
clonal de células T o B específicas de antígeno y, por consiguiente, aumentan las 
poblaciones de linfocitos específicos para el inmunógeno. 
 
Por lo general, los inmunógenos experimentales se administran por vía parenteral (para, 
alrededor; enteron, intestino), es decir, por otras vías distintas de la oral. Son comunes las 
siguientes vías de administración: 
 
 Intravenosa (IV): dentro de una vena. 
 Intradérmica (ID): dentro de la piel. 
 Subcutánea (SC): debajo de la piel. 
 Intramuscular (IM): en un músculo. 
 Intraperitoneal (IP): dentro de la cavidad peritoneal. 
 
La vía de administración influye en alto grado en los órganos y poblaciones celulares 
inmunitarias que intervienen en la respuesta. El antígeno suministrado por vía intravenosa 
se traslada primero al bazo, mientras que el que ingresa por vía subcutánea pasa primero 
a los ganglios linfáticos locales. Las diferencias de las células linfoides que pueblan estos 
órganos pueden reflejarse en la reacción inmunitaria ulterior. 
 
o Coadyuvantes: 
 
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Los coadyuvantes (del latín adjuvare, ayudar) son sustancias que, cuando se mezclan e 
inyectan con un antígeno, aumentan la inmunogenicidad de dicho antígeno. Los 
coadyuvantes se emplean con frecuencia para reforzar la reacción inmunitaria cuando un 
antígeno tiene inmunogenicidad baja o sólo se dispone de cantidades pequeñas de él. Por 
ejemplo, la respuesta de anticuerpo de los ratones a la inmunización con BSA puede 
incrementarse cinco veces o más si la BSA se administra con un coadyuvante. Se desconoce 
el modo preciso en que los coadyuvantes acentúan la reacción inmunitaria, pero en la 
actualidad se sabe que algunos de los coadyuvantes conocidos (p. ej., poliribonucleótidos 
sintéticos y lipopolisacáridos bacterianos) son ligandos de los receptores tipo Toll presentes 
en la superficie de células dendríticas y macrófagos y por tanto estimulan las 
inmunorreacciones a través de la activación del sistema inmunitario innato. 
 
En general, parece ser que los coadyuvantes ejercen uno o más de los siguientes efectos: 
 Prolongación de la persistencia del antígeno. 
 Intensificación de señales coestimuladoras. 
 Aumento de la inflamación local. 
 Estimulación de la proliferación inespecífica de linfocitos. 
 
El sulfato potásico de aluminio (alumbre) es un coadyuvante que prolonga la persistencia 
de antígenos, y es el único aprobado para uso general en seres humanos. Cuando se mezcla 
un antígeno con alumbre, la sal precipita el antígeno. La inyección de este precipitado de 
alumbre tiene como resultado una liberación más lenta del antígeno del sitio de inyección, 
de tal manera que aumenta el tiempo eficaz de exposición al antígeno de unos cuantos 
días sin el coadyuvante, a varias semanas con él. El precipitado de alumbre también 
incrementa el tamaño del antígeno y, por consiguiente, la posibilidad de fagocitosis. 
 
El alumbre y los coadyuvantes de Freund estimulan asimismo una reacción inflamatoria 
crónica local que atrae fagocitos y linfocitos. Por lo regular, esta infiltración de células en 
el sitio de la inyección del coadyuvante tiene como resultado la formación de una masa de 
células, densa y rica en macrófagos, llamada granuloma. 
A este punto entonces podríamos diferenciar dos tipos de antígenos, unos antígenos débiles que son precisamente 
esos que necesitan de un codyuvante pero por lo menos no requieren de un carrier, y unos superantígenos que son 
los que se van a hablar a continuación: 
o SUPERANTÍGENOS 
De manera general son moléculas que se caracterizan por estimular de forma exagerada al sistema inmune. 
Y de manera específica son proteínas víricas o bacterianas que se unen de manera simultánea al dominio 
Vβ de un receptor de célula T y a la cadena alfa de una molécula MHC clase II. 
 
Se han identificado superantígenos exógenos y endógenos. El enlace cruzado de un receptor de célula T y 
una molécula MHC clase II por cualquier tipo de superantígeno produce una señal activadora que induce 
la activación y proliferación de células T. 
 Los superantígenos exógenos son proteínas solubles secretadas por bacterias. Entre ellos se 
encuentra una variedad de exotoxinas secretadas por bacterias grampositivas, como las 
enterotoxinas estafilocócicas, la toxina del síndrome de choque tóxico y la toxina de la dermatitis 
 
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exfoliativa. Cada uno de estos superantígenos exógenos une secuencias particulares de Vβ en 
receptores de células T (cuadro 10-3) y enlaza en forma cruzada el TCR a una molécula MHC clase 
II. 
 
Cabe entonces recordar que la diferencia entre endotoxina y exotoxina y los diferentes tipos que 
hay de esta última. 
1. Endotoxina: Forman parte de la estructura de microbios como los lipopolisacáridos 
2. Exotoxina: Proteínas que en lugar de formar parte del microbio, son secretadas. Existen 3 tipos: 
a. Tipo I: Juegan un papel como superantígeno. Es por eso que un superantígeno es una 
exotoxina de tipo I. 
b. Tipo II: Perforantes de la membrana celular con efecto citotóxico. 
c. Tipo III: Como la toxina colérica, que produce un desequilibrio hidroelectrolítico. 
 
 Los superantígenos endógenos son proteínas de membrana celular que codifican ciertos virus que 
infectan células de mamíferos. Un grupo, codificado por virus del tumor mamario de ratón (MTV), 
puede integrarse en el DNA de ciertas cepas de ratones endogámicos; después de la integración se 
expresan proteínas retrovíricas en la membrana de las células infectadas. 
Estas proteínas, denominadas determinantes menores de estimulación de linfocitos (Ml), unen 
secuencias particulares de Vβ en el receptor de la célula T y unen de manera cruzada el TCR a una 
molécula MHC clase II. Se han reconocido cuatro superantígenos Ml originados endiferentes cepas de 
MTV. Debido a que los superantígenos se unen fuera 
de la hendidura de unión de antígeno del TCR, 
cualquier célula T que expresa una secuencia 
particular Vβ es activada por un superantígeno 
correspondiente. En consecuencia, la activación es 
policlonal y puede afectar un porcentaje importante 
(aproximadamente 5%) de la población total de TH. 
Las activaciones masivas consecutivas al enlace 
cruzado por un superantígeno dan por resultado la 
producción excesiva de citocinas de células TH, que 
conducen a toxicidad sistémica. 
La intoxicación alimentaria inducida por enterotoxinas estafilocócicas y el choque inducido por la toxina 
del síndrome de choque tóxico son dos ejemplos de las consecuencias de la producción excesiva de 
citocinas inducida por superantígenos. 
Los superantígenos también pueden influir en la maduración de las células T en el timo. La presencia de 
un superantígeno en el timo durante el procesamiento tímico activa la selección negativa de todos los 
timocitos que llevan un dominio Vβ de TCR correspondiente a la especificidad del superantígeno. 
Esta eliminación masiva puede deberse a superantígenos exógenos o endógenos y se caracteriza por 
ausencia de todas las células T cuyos receptores poseen los dominios Vβ incluidos por el superantígeno. 
Entre estos superantígenos bacterianos se incluyen varias enterotoxinas, toxinas exfoliadoras, toxina 
del síndrome de choque tóxico (TSST1) por Staphylococcus aureus, exotoxinas pirógenas de 
Streptococcus pyrogenes y sobrenadante de Mycoplasma arthritidis (MAS). 
 
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El gran número de células T activadas por estos superantígenos crea una producción excesiva de 
citocinas. Por ejemplo, se ha demostrado que la toxina del síndrome de choque tóxico induce 
concentraciones en extremo altas de TNF-α e IL-1. Tal y como se observa en el choque séptico 
bacteriano, estas concentraciones elevadas de citocinas pueden precipitar reacciones sistémicas que 
incluyen fiebre, coagulación sanguínea diseminada y choque. 
o EPÍTOPOS 
Los linfocitos pueden interactuar como un antígeno complejo a varios niveles de la estructura del antígeno. 
Un epítopo en un antígeno proteínico puede incluir elementos de las estructuras primaria, secundaria, 
terciaria e incluso la cuaternaria de la proteína. 
 
En los polisacáridos se observan con frecuencia cadenas ramificadas, y las puntas de las ramas pueden 
contribuir a la conformación de epítopos. 
 Los linfocitos B reconocen antígeno soluble cuando se une a moléculas de anticuerpo en su 
membrana. Dado que las células B captan antígeno que está libre en solución, los epítopos que 
ellas reconocen tienden a ser sitios muy accesibles en la superficie expuesta del inmunógeno. 
 Los linfocitos T, los epítopos procedentes de proteínas difieren en que son péptidos que suelen 
provenir de la digestión enzimática de proteínas de patógenos y son reconocidos por el receptor 
de célula T sólo cuando forman complejos con antígeno y MHC. Así, no es necesaria la accesibilidad 
en solución, como en el caso de un epítopo de célula B. 
 
COMPARACIÓN DEL RECONOCIMIENTO DE ANTÍGENO POR CELULAS T y B 
Característica Células B Células T 
Interacción con antígeno. 
Incluye complejo binario de membrana Ig y 
Ag 
Implican complejo tercario de receptor de 
célula T, Ag y molécula MHC 
Unión de antígeno soluble. Sí No 
Participación de moléculas MHC. No se requiere. Se requiere para exhibir antígeno procesado 
Naturaleza química de los antígenos. Proteína, polisacárido, lípido 
Sobre todo proteínas, pero también algunos 
lípidos y glucolípidos presentados en 
moléculas parecidas a MHC 
Propiedades del epítopo 
Accesible, hidrófilo, péptidos móviles que 
contienen aminoácidos secuenciales o no 
secuenciales. OJO CON ESTO 
Péptidos lineales internos producidos por el 
procesamiento de antígeno y unidos a 
moléculas MHC. 
 
La valencia de un antígeno, corresponde al número de epítopos que contiene. Los epitopos se pueden 
clasificar en: 
 Lineal: Formado por secuencias de aminoácidos continuos y contiguos. 
 Conformacional: Constituido por secuencias de aminoácidos continuos o discontinuos y 
distantes, que se aproximan entre sí debido al plegamiento o conformación tridimensional del 
antígeno. 
 
 
 
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Las células presentadoras de antígeno (APC) incluyen células especializadas llamadas células dendríticas en los 
ganglios linfáticos y el bazo y las células dendríticas de Langerhans de la piel. Los macrófagos, los linfocitos B y tal 
vez muchas otras células, también pueden funcionar como células presentadoras de antígeno. Por ejemplo, en los 
intestinos, las células epiteliales que los revisten interiormente tal vez sean importantes para presentar antígenos 
provenientes de bacterias comensales. 
En estas células los productos polipeptídicos de la digestión del antígeno se unen con productos proteínicos de los 
genes del complejo mayor de histocompatibilidad (MHC) y se presentan en la superficie de la célula. Los productos 
de los genes del MHC se denominan antígenos leucocíticos humanos (HLA). 
1. COMPLEJO MAYOR DE HISTOCOMPATIBILIDAD 
El MHC humano se descubrió buscando moléculas de la superficie celular en un sujeto que fueran 
reconocidas como extrañas por otro sujeto. Esta tarea se hizo factible cuando se descubrió que los sujetos 
que habían recibido múltiples transfusiones sanguíneas y pacientes que habían recibido trasplantes renales 
contenían anticuerpos que reconocían células de la sangre o el riñón de los donantes, y que las mujeres 
multíparas tenían anticuerpos circulantes que reconocían células paternas. Las proteínas reconocidas por 
estos anticuerpos se denominaron antígenos leucocíticos humanos (HLA) (leucocíticos porque los 
anticuerpos se estudiaron por su unión a los leucocitos de otros sujetos, y antígenos porque las moléculas 
eran reconocidas por anticuerpos). Análisis posteriores demostraron que, como en los ratones, la herencia 
de alelos particulares del HLA es un determinante importante de la aceptación o el rechazo del injerto. 
 
Se llegó a la conclusión de que los genes que determinan el destino de los tejidos injertados están en todas 
las especies de mamíferos y son homólogos a los genes H-2 identificados por primera vez en los ratones; a 
estos se les llama genes del MHC. Otros genes polimórficos que contribuyen al rechazo del injerto en un 
menor grado se llaman genes de histocompatibilidad secundarios. 
 
o Estructura de las moléculas del MHC 
Las moléculas de MHC clase I y clase II son glicoproteínas unidas a membrana que están estrechamente 
relacionadas tanto en estructura como en función. Ambas clases de moléculas de MHC se han aislado 
y purificado, y las estructuras tridimensionales de sus dominios extracelulares se han resuelto mediante 
cristalografía de rayos X. 
Estas glicoproteínas de membrana funcionan como moléculas presentadoras de antígeno altamente 
especializadas, con surcos que forman complejos extraordinariamente estables con ligandos 
peptídicos, y los despliegan sobre la superficie celular para reconocimiento por células T por medio de 
unión al receptor de célula T (TCR). 
En contraste, las moléculas de MHC clase III son un grupo de proteínas no relacionadas que no 
comparten similitud estructural o función con moléculas clases I y II, aunque muchas de ellas participan 
en otros aspectos de la respuesta inmunitaria. 
 
UNIVERSIDAD LIBRE SECCIONAL BARRANQUILLA 
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD 
PROGRAMA DE MEDICINA 
 
COMPLEJO MAYOR DE HISTOCOMPATIBILIDAD 
IDENTIFICACIÓN 
RESPONSABLE: ANDRES JULIAN SALCEDO SEMESTRE: IV ASIGNATURA: INMUNOLOGÍA 
FECHA: OCTUBRE DE 2017 FUENTE: 
- Abbas, Abul y Lichtman Andrew. 2008 Inmunología celular y molecular. España Elseiver. 6a Edición 
- Thomas J. Kindt, Richard A. Goldsby, Barbara A. Osborne Inmunología de Kuby 6ª ed. México: McGraw-Hill, 2007 GRUPO: B 
 
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I. Las moléculas clase I tienen una cadena pesada de glicoproteína y una cadena ligera de proteína 
pequeña. 
II. Las moléculas clase II tienen dos cadenas de glicoproteína no idénticas. 
 
 Estrucutura de las MHC I 
Dos polipéptidos se ensamblan para formar una molécula de MHC clase I única: una cadena α 
de 45 kilodaltones (kDa) y una molécula de β2-microglobulina de 12 kDa. 
 
La cadena α está organizada hacia tres dominios 
externos (α1, α2 y α3), cada uno de aproximadamente 
90 aminoácidos de largo; un dominio transmembrana 
de alrededor de 25 aminoácidos hidrofóbicos seguidos 
por un tramo corto de aminoácidos cargados 
(hidrofílicos), y un segmento de anclaje citoplasmático 
de 30 aminoácidos. Su acompañante, la β2-
microglobulina, tiene tamaño y organización similares 
al dominio α3. La β2-microglobulina no contiene una 
región transmembrana, y está unida de manera no 
covalente a la cadena α de MHC clase. Datos sobre 
secuencia revelan fuerte homología entre el dominio 
α3 de MHC clase I, la β2-microglobulina y los dominios de región constante que se encuentran 
en inmunoglobulinas. 
 
Los dominios α1 y α2 interactúan para formar una plataforma de ocho cadenas β antiparalelas 
abarcadas por dos regiones α-helicoidales largas. La estructura forma un surco profundo, o 
hendidura, con las hélices α largas como los lados y las cadenas β de la lámina β como el fondo. 
Este surco de unión a péptido está ubicado sobre la superficie superior de la molécula de clase 
I, y es suficientemente grande como para unirse a un péptido de ocho a 10 aminoácidos. 
 
El dominio α3 y la β2-microglobulina están organizados hacia dos láminas con plegamiento β, 
cada una formada por cadenas β de aminoácidos antiparalelas. Esta estructura, conocida como 
el pliegue de inmunoglobulina, es característica de los dominios de inmunoglobulina. Debido a 
esta similitud estructural, que no sorprende dada la considerable similitud de secuencia con 
las regiones constantes de inmunoglobulina, las moléculas de MHC clase I y la β2-
microglobulina se clasifican como miembros de la superfamilia de las inmunoglobulinas. El 
dominio α3 parece estar altamente conservado entre moléculas de mhc clase I, y contiene una 
secuencia que interactúa fuertemente con la molécula de superficie celular CD8 que se 
encuentra en células TC. 
 
 Estructura MHC II 
Las moléculas de MHC clase II contienen dos cadenas polipeptídicas diferentes, una kDa α de 
33 kDa, y una cadena β de 28 kDa, que se asocian por medio de interacciones no covalentes . 
Al igual que las cadenas α clase I, las moléculas de MHC clase II son glicoproteínas unidas a 
membrana que contienen dominios externos, un segmento transmembrana, y un segmento

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