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54 o Varias propiedades del sistema biológico específico con que el antígeno se encuentra. o Del modo en que se presenta el inmunógeno. o Propiedades del inmunógeno. La inmunogenicidad depende en parte de cuatro propiedades del inmunógeno: alteridad, tamaño molecular, composición y complejidad químicas, y capacidad de ser procesado y presentado con una molécula MHC en la superficie de una célula presentadora de antígeno o una célula propia alterada. o Alteridad: Con el objeto de inducir una respuesta inmunitaria, el sistema biológico debe reconocer una molécula como ajena. El lado opuesto a la capacidad de reconocer lo ajeno es la tolerancia de lo propio, una falta de respuesta específica a los antígenos propios. Gran parte de la capacidad de tolerar antígenos propios surge durante el desarrollo de los linfocitos, cuando los linfocitos inmaduros se exponen a componentes propios. Las células que reconocen componentes propios durante este proceso son desactivadas. Las sobrevivientes del proceso se liberan. Los antígenos que no se expusieron a linfocitos inmaduros durante este período crítico pueden ser reconocidos más tarde como ajeno extraños por el sistema inmunitario. Cuando se introduce un antígeno en un organismo, su grado de inmunogenicidad depende del grado de su alteridad. Por lo general, cuanto mayor es la distancia filogenética entre dos especies, tanto mayor es la disparidad estructural (y por ende la antigénica) entre las moléculas que las constituyen. Por ejemplo, la albúmina sérica bovina (BSA, del inglés bovine serum albumin), un antígeno experimental común, no es inmunógena cuando se inyecta a una vaca, pero sí lo es en sumo grado si se inyecta a un conejo. Más aún, cabe esperar que la BSA muestre mayor inmunogenicidad en un pollo que en una cabra, que se relaciona más estrechamente con los bovinos. Esta regla tiene algunas excepciones. Ciertas macromoléculas (p. ej., colágena y citocromo c) se han conservado en alto grado a través de la evolución, y por tanto muestran muy poca inmunogenicidad entre diversas líneas de especies. Por el contrario, algunos componentes propios (p. ej., tejido corneal y semen) son secuestrados de manera eficaz del sistema inmunitario, de tal manera que si se inyectan estos tejidos incluso en el mismo animal en que se originaron actúan como inmunógenos. o Tamaño molecular: Existe correlación entre el tamaño de una macromolécula y su inmunogenicidad. Los inmunógenos más activos tienden a presentar masa molecular de 100 000 daltons (Da) o más. Por lo regular, las sustancias con masa molecular menor de 5 000 a 10 000 Da son inmunógenas deficientes, aunque se ha demostrado que unas cuantas sustancias con masa molecular menor de 1 000 Da son inmunógenas. 55 o Composición y heterogeneidad química: El tamaño y la alteridad no son, por sí mismos, suficientes para que una molécula sea inmunógena; se requieren además otras propiedades. Por ejemplo: 1. Los homopolímeros sintéticos (polímeros compuestos por múltiples copias de un aminoácido o un azúcar simple) tienden a carecer de inmunogenicidad sin importar cuál sea su tamaño. 2. Los heteropolímeros suelen ser más inmunógenos que los homopolímeros. Estos estudios muestran que la complejidad química contribuye a la inmunogenicidad. Es notable que los cuatro niveles de organización de las proteínas —primario, secundario, terciario y cuaternario— contribuyen a la complejidad estructural de una proteína y, en consecuencia, a su inmunogenicidad. Cuando se presentan de manera apropiada, los antígenos lípidos pueden inducir reacciones de las células B. Por ejemplo, los lípidos pueden servir como haptenos si se unen a moléculas portadoras adecuadas, como las proteínas hemocianina de lapa (KLH, del inglés keyhole limpet hemocyanin) o albúmina sérica bovina (BSA). Mediante la inmunización con estos conjugados de lípido y proteína es posible obtener anticuerpos muy específicos contra los lípidos blanco. Por este método los científicos han creado anticuerpos contra una amplia variedad de moléculas lipídicas, incluidos esteroides, derivados complejos de ácidos grasos y vitaminas liposolubles, como la E. Estos anticuerpos poseen importancia práctica considerable, puesto que muchas valoraciones clínicas para determinar la presencia y cantidad de lípidos de relevancia médica se basan en anticuerpo. APLICACIÓN: PACIENTES CON ASMA La cuantificación de los valores de un grupo complejo de lípidos conocido como leucotrienos puede ser útil en la valoración de los pacientes de asma. Los ensayos basados en el uso de anticuerpos antilípido permiten detectar cantidades de leucotrieno C4 del orden de los picogramos. Debido a que el antileucotrieno C4 tiene escasa o nula reactividad contra compuestos similares, como leucotrieno D4 o leucotrieno E4, puede usarse para detectar leucotrieno C4 en muestras que contienen este compuesto y varios otros lípidos con relación estructural. APLICACIÓN: DETECCIÓN DE PREDNISONA La prednisona, un esteroide inmunosupresor que a menudo se administra como parte de un programa para suprimir el rechazo de un órgano trasplantado. El mantenimiento de concentraciones sanguíneas adecuadas de éste y otros fármacos inmunosupresores es importante para el éxito de un trasplante, y los inmunoensayos a base de anticuerpos se usan de manera sistemática para realizar estas evaluaciones. o Susceptibilidad al procesamiento y la presentación de antígeno: 56 El desarrollo de reacciones inmunitarias humorales (mediadas por anticuerpos) y mediadas por células T requiere la interacción de células T con un antígeno procesado y presentado junto con moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad. 1. Las macromoléculas insolubles, grandes, son casi siempre más inmunógenas que las solubles, pequeñas, ya que las primeras se fagocitan y procesan con mayor facilidad. 2. Las macromoléculas que no pueden degradarse y presentarse con moléculas MHC son inmunógenos deficientes. Lo anterior lo ilustran los polímeros de d-aminoácidos, que son estereoisómeros de los l- amino-ácidos (que ocurren de manera natural). Debido a que las enzimas degradadoras presentes dentro de las células presentadoras de antígeno sólo pueden degradar proteínas que contienen l-aminoácidos, los polímeros de d-aminoácidos no pueden ser procesados y, por consiguiente, constituyen inmunógenos deficientes. o Contribución del sistema biológico a la inmunogenicidad. Incluso si una macromolécula tiene las propiedades que exige la inmunogenicidad, su capacidad de inducir una reacción inmunitaria depende de ciertos factores del sistema biológico que el antígeno encuentra. Entre los factores que contribuyen a la inmunogenicidad se incluyen constitución genética del hospedador, modo en que se presenta el material, y uso de sustancias (llamadas coadyuvantes) que acentúan la inmunogenicidad. o Genotipo del animal receptor: La constitución genética (genotipo) de un animal inmunizado influye en el tipo de respuesta inmunitaria que manifiesta y, asimismo, en el grado de la reacción. Por ejemplo, Hugh McDevitt demostró que dos diferentes cepas endogámicas de ratones reaccionan de manera muy distinta a un inmunógeno polipeptídico sintético. Una cepa produjo concentraciones altas de anticuerpo sérico, en tanto que la otra cepa tuvo valores bajos. Cuando se cruzaron las dos cepas, la generación F1 mostró una reacción intermedia al inmunógeno. Mediante retroanálisis cruzado, el gen que controlaba la respuesta inmunitaria se rastreó (mapeó) hasta una subregión del complejo mayor de histocompatibilidad. Múltiples experimentos con inmunógenos definidos simples han demostrado el control genético de la reacción inmunitaria, limitado en gran parte a genes propios del MHC. Estos datos indican quelos productos génicos MHC, que actúan para presentar antígeno procesado a las células T, tienen un papel central en la determinación del grado al cual responde un animal a un inmunógeno. Los genes que codifican receptores de células B y T y los que codifican varias proteínas que participan en los mecanismos reguladores inmunitarios también determinan la respuesta de un animal a un antígeno. La variabilidad genética en todos estos genes afecta la inmunogenicidad de una macromolécula específica en diferentes animales. o Dosis y vía de administración del inmunógeno 57 Cada inmunógeno experimental muestra una curva de dosis-respuesta particular, que se determina al medir la reacción inmunitaria a diferentes dosis y distintas vías de administración. Una respuesta de anticuerpos se cuantifica determinando la concentración de anticuerpo que existe en el suero de animales inmunizados. Es menos sencillo valorar las reacciones de células T, pero puede intentarse al estimar el incremento de la cifra de células T que portan receptores de célula T (TCR) que reconocen al inmunógeno. Alguna combinación de dosis y vía de administración óptimas inducirá una reacción inmunitaria máxima en un animal particular. Una dosis insuficiente no estimula una reacción inmunitaria porque no activa suficientes linfocitos o, como ocurre en algunos casos, ciertos intervalos de dosis bajas pueden inducir un estado de falta de respuesta inmunitaria, o tolerancia. Por el contrario, una dosis demasiado alta puede también inducir tolerancia. La reacción inmunitaria de ratones al polisacárido capsular neumocócico purificado ilustra la importancia de la dosis. Una dosis de 0.5 mg de antígeno no genera una inmunorreacción en ratones, en tanto que una dosis mil veces más baja del mismo antígeno (5x10 -4mg) provoca una reacción humoral de anticuerpo. Una dosis individual de la mayor parte de los inmunógenos experimentales no activa una respuesta potente; por el contrario, suele ser necesario repetir el suministro durante un lapso de semanas. Estas administraciones repetidas, o refuerzos, aumentan la proliferación clonal de células T o B específicas de antígeno y, por consiguiente, aumentan las poblaciones de linfocitos específicos para el inmunógeno. Por lo general, los inmunógenos experimentales se administran por vía parenteral (para, alrededor; enteron, intestino), es decir, por otras vías distintas de la oral. Son comunes las siguientes vías de administración: Intravenosa (IV): dentro de una vena. Intradérmica (ID): dentro de la piel. Subcutánea (SC): debajo de la piel. Intramuscular (IM): en un músculo. Intraperitoneal (IP): dentro de la cavidad peritoneal. La vía de administración influye en alto grado en los órganos y poblaciones celulares inmunitarias que intervienen en la respuesta. El antígeno suministrado por vía intravenosa se traslada primero al bazo, mientras que el que ingresa por vía subcutánea pasa primero a los ganglios linfáticos locales. Las diferencias de las células linfoides que pueblan estos órganos pueden reflejarse en la reacción inmunitaria ulterior. o Coadyuvantes: 58 Los coadyuvantes (del latín adjuvare, ayudar) son sustancias que, cuando se mezclan e inyectan con un antígeno, aumentan la inmunogenicidad de dicho antígeno. Los coadyuvantes se emplean con frecuencia para reforzar la reacción inmunitaria cuando un antígeno tiene inmunogenicidad baja o sólo se dispone de cantidades pequeñas de él. Por ejemplo, la respuesta de anticuerpo de los ratones a la inmunización con BSA puede incrementarse cinco veces o más si la BSA se administra con un coadyuvante. Se desconoce el modo preciso en que los coadyuvantes acentúan la reacción inmunitaria, pero en la actualidad se sabe que algunos de los coadyuvantes conocidos (p. ej., poliribonucleótidos sintéticos y lipopolisacáridos bacterianos) son ligandos de los receptores tipo Toll presentes en la superficie de células dendríticas y macrófagos y por tanto estimulan las inmunorreacciones a través de la activación del sistema inmunitario innato. En general, parece ser que los coadyuvantes ejercen uno o más de los siguientes efectos: Prolongación de la persistencia del antígeno. Intensificación de señales coestimuladoras. Aumento de la inflamación local. Estimulación de la proliferación inespecífica de linfocitos. El sulfato potásico de aluminio (alumbre) es un coadyuvante que prolonga la persistencia de antígenos, y es el único aprobado para uso general en seres humanos. Cuando se mezcla un antígeno con alumbre, la sal precipita el antígeno. La inyección de este precipitado de alumbre tiene como resultado una liberación más lenta del antígeno del sitio de inyección, de tal manera que aumenta el tiempo eficaz de exposición al antígeno de unos cuantos días sin el coadyuvante, a varias semanas con él. El precipitado de alumbre también incrementa el tamaño del antígeno y, por consiguiente, la posibilidad de fagocitosis. El alumbre y los coadyuvantes de Freund estimulan asimismo una reacción inflamatoria crónica local que atrae fagocitos y linfocitos. Por lo regular, esta infiltración de células en el sitio de la inyección del coadyuvante tiene como resultado la formación de una masa de células, densa y rica en macrófagos, llamada granuloma. A este punto entonces podríamos diferenciar dos tipos de antígenos, unos antígenos débiles que son precisamente esos que necesitan de un codyuvante pero por lo menos no requieren de un carrier, y unos superantígenos que son los que se van a hablar a continuación: o SUPERANTÍGENOS De manera general son moléculas que se caracterizan por estimular de forma exagerada al sistema inmune. Y de manera específica son proteínas víricas o bacterianas que se unen de manera simultánea al dominio Vβ de un receptor de célula T y a la cadena alfa de una molécula MHC clase II. Se han identificado superantígenos exógenos y endógenos. El enlace cruzado de un receptor de célula T y una molécula MHC clase II por cualquier tipo de superantígeno produce una señal activadora que induce la activación y proliferación de células T. Los superantígenos exógenos son proteínas solubles secretadas por bacterias. Entre ellos se encuentra una variedad de exotoxinas secretadas por bacterias grampositivas, como las enterotoxinas estafilocócicas, la toxina del síndrome de choque tóxico y la toxina de la dermatitis 59 exfoliativa. Cada uno de estos superantígenos exógenos une secuencias particulares de Vβ en receptores de células T (cuadro 10-3) y enlaza en forma cruzada el TCR a una molécula MHC clase II. Cabe entonces recordar que la diferencia entre endotoxina y exotoxina y los diferentes tipos que hay de esta última. 1. Endotoxina: Forman parte de la estructura de microbios como los lipopolisacáridos 2. Exotoxina: Proteínas que en lugar de formar parte del microbio, son secretadas. Existen 3 tipos: a. Tipo I: Juegan un papel como superantígeno. Es por eso que un superantígeno es una exotoxina de tipo I. b. Tipo II: Perforantes de la membrana celular con efecto citotóxico. c. Tipo III: Como la toxina colérica, que produce un desequilibrio hidroelectrolítico. Los superantígenos endógenos son proteínas de membrana celular que codifican ciertos virus que infectan células de mamíferos. Un grupo, codificado por virus del tumor mamario de ratón (MTV), puede integrarse en el DNA de ciertas cepas de ratones endogámicos; después de la integración se expresan proteínas retrovíricas en la membrana de las células infectadas. Estas proteínas, denominadas determinantes menores de estimulación de linfocitos (Ml), unen secuencias particulares de Vβ en el receptor de la célula T y unen de manera cruzada el TCR a una molécula MHC clase II. Se han reconocido cuatro superantígenos Ml originados endiferentes cepas de MTV. Debido a que los superantígenos se unen fuera de la hendidura de unión de antígeno del TCR, cualquier célula T que expresa una secuencia particular Vβ es activada por un superantígeno correspondiente. En consecuencia, la activación es policlonal y puede afectar un porcentaje importante (aproximadamente 5%) de la población total de TH. Las activaciones masivas consecutivas al enlace cruzado por un superantígeno dan por resultado la producción excesiva de citocinas de células TH, que conducen a toxicidad sistémica. La intoxicación alimentaria inducida por enterotoxinas estafilocócicas y el choque inducido por la toxina del síndrome de choque tóxico son dos ejemplos de las consecuencias de la producción excesiva de citocinas inducida por superantígenos. Los superantígenos también pueden influir en la maduración de las células T en el timo. La presencia de un superantígeno en el timo durante el procesamiento tímico activa la selección negativa de todos los timocitos que llevan un dominio Vβ de TCR correspondiente a la especificidad del superantígeno. Esta eliminación masiva puede deberse a superantígenos exógenos o endógenos y se caracteriza por ausencia de todas las células T cuyos receptores poseen los dominios Vβ incluidos por el superantígeno. Entre estos superantígenos bacterianos se incluyen varias enterotoxinas, toxinas exfoliadoras, toxina del síndrome de choque tóxico (TSST1) por Staphylococcus aureus, exotoxinas pirógenas de Streptococcus pyrogenes y sobrenadante de Mycoplasma arthritidis (MAS). 60 El gran número de células T activadas por estos superantígenos crea una producción excesiva de citocinas. Por ejemplo, se ha demostrado que la toxina del síndrome de choque tóxico induce concentraciones en extremo altas de TNF-α e IL-1. Tal y como se observa en el choque séptico bacteriano, estas concentraciones elevadas de citocinas pueden precipitar reacciones sistémicas que incluyen fiebre, coagulación sanguínea diseminada y choque. o EPÍTOPOS Los linfocitos pueden interactuar como un antígeno complejo a varios niveles de la estructura del antígeno. Un epítopo en un antígeno proteínico puede incluir elementos de las estructuras primaria, secundaria, terciaria e incluso la cuaternaria de la proteína. En los polisacáridos se observan con frecuencia cadenas ramificadas, y las puntas de las ramas pueden contribuir a la conformación de epítopos. Los linfocitos B reconocen antígeno soluble cuando se une a moléculas de anticuerpo en su membrana. Dado que las células B captan antígeno que está libre en solución, los epítopos que ellas reconocen tienden a ser sitios muy accesibles en la superficie expuesta del inmunógeno. Los linfocitos T, los epítopos procedentes de proteínas difieren en que son péptidos que suelen provenir de la digestión enzimática de proteínas de patógenos y son reconocidos por el receptor de célula T sólo cuando forman complejos con antígeno y MHC. Así, no es necesaria la accesibilidad en solución, como en el caso de un epítopo de célula B. COMPARACIÓN DEL RECONOCIMIENTO DE ANTÍGENO POR CELULAS T y B Característica Células B Células T Interacción con antígeno. Incluye complejo binario de membrana Ig y Ag Implican complejo tercario de receptor de célula T, Ag y molécula MHC Unión de antígeno soluble. Sí No Participación de moléculas MHC. No se requiere. Se requiere para exhibir antígeno procesado Naturaleza química de los antígenos. Proteína, polisacárido, lípido Sobre todo proteínas, pero también algunos lípidos y glucolípidos presentados en moléculas parecidas a MHC Propiedades del epítopo Accesible, hidrófilo, péptidos móviles que contienen aminoácidos secuenciales o no secuenciales. OJO CON ESTO Péptidos lineales internos producidos por el procesamiento de antígeno y unidos a moléculas MHC. La valencia de un antígeno, corresponde al número de epítopos que contiene. Los epitopos se pueden clasificar en: Lineal: Formado por secuencias de aminoácidos continuos y contiguos. Conformacional: Constituido por secuencias de aminoácidos continuos o discontinuos y distantes, que se aproximan entre sí debido al plegamiento o conformación tridimensional del antígeno. 61 62 Las células presentadoras de antígeno (APC) incluyen células especializadas llamadas células dendríticas en los ganglios linfáticos y el bazo y las células dendríticas de Langerhans de la piel. Los macrófagos, los linfocitos B y tal vez muchas otras células, también pueden funcionar como células presentadoras de antígeno. Por ejemplo, en los intestinos, las células epiteliales que los revisten interiormente tal vez sean importantes para presentar antígenos provenientes de bacterias comensales. En estas células los productos polipeptídicos de la digestión del antígeno se unen con productos proteínicos de los genes del complejo mayor de histocompatibilidad (MHC) y se presentan en la superficie de la célula. Los productos de los genes del MHC se denominan antígenos leucocíticos humanos (HLA). 1. COMPLEJO MAYOR DE HISTOCOMPATIBILIDAD El MHC humano se descubrió buscando moléculas de la superficie celular en un sujeto que fueran reconocidas como extrañas por otro sujeto. Esta tarea se hizo factible cuando se descubrió que los sujetos que habían recibido múltiples transfusiones sanguíneas y pacientes que habían recibido trasplantes renales contenían anticuerpos que reconocían células de la sangre o el riñón de los donantes, y que las mujeres multíparas tenían anticuerpos circulantes que reconocían células paternas. Las proteínas reconocidas por estos anticuerpos se denominaron antígenos leucocíticos humanos (HLA) (leucocíticos porque los anticuerpos se estudiaron por su unión a los leucocitos de otros sujetos, y antígenos porque las moléculas eran reconocidas por anticuerpos). Análisis posteriores demostraron que, como en los ratones, la herencia de alelos particulares del HLA es un determinante importante de la aceptación o el rechazo del injerto. Se llegó a la conclusión de que los genes que determinan el destino de los tejidos injertados están en todas las especies de mamíferos y son homólogos a los genes H-2 identificados por primera vez en los ratones; a estos se les llama genes del MHC. Otros genes polimórficos que contribuyen al rechazo del injerto en un menor grado se llaman genes de histocompatibilidad secundarios. o Estructura de las moléculas del MHC Las moléculas de MHC clase I y clase II son glicoproteínas unidas a membrana que están estrechamente relacionadas tanto en estructura como en función. Ambas clases de moléculas de MHC se han aislado y purificado, y las estructuras tridimensionales de sus dominios extracelulares se han resuelto mediante cristalografía de rayos X. Estas glicoproteínas de membrana funcionan como moléculas presentadoras de antígeno altamente especializadas, con surcos que forman complejos extraordinariamente estables con ligandos peptídicos, y los despliegan sobre la superficie celular para reconocimiento por células T por medio de unión al receptor de célula T (TCR). En contraste, las moléculas de MHC clase III son un grupo de proteínas no relacionadas que no comparten similitud estructural o función con moléculas clases I y II, aunque muchas de ellas participan en otros aspectos de la respuesta inmunitaria. UNIVERSIDAD LIBRE SECCIONAL BARRANQUILLA FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD PROGRAMA DE MEDICINA COMPLEJO MAYOR DE HISTOCOMPATIBILIDAD IDENTIFICACIÓN RESPONSABLE: ANDRES JULIAN SALCEDO SEMESTRE: IV ASIGNATURA: INMUNOLOGÍA FECHA: OCTUBRE DE 2017 FUENTE: - Abbas, Abul y Lichtman Andrew. 2008 Inmunología celular y molecular. España Elseiver. 6a Edición - Thomas J. Kindt, Richard A. Goldsby, Barbara A. Osborne Inmunología de Kuby 6ª ed. México: McGraw-Hill, 2007 GRUPO: B 63 I. Las moléculas clase I tienen una cadena pesada de glicoproteína y una cadena ligera de proteína pequeña. II. Las moléculas clase II tienen dos cadenas de glicoproteína no idénticas. Estrucutura de las MHC I Dos polipéptidos se ensamblan para formar una molécula de MHC clase I única: una cadena α de 45 kilodaltones (kDa) y una molécula de β2-microglobulina de 12 kDa. La cadena α está organizada hacia tres dominios externos (α1, α2 y α3), cada uno de aproximadamente 90 aminoácidos de largo; un dominio transmembrana de alrededor de 25 aminoácidos hidrofóbicos seguidos por un tramo corto de aminoácidos cargados (hidrofílicos), y un segmento de anclaje citoplasmático de 30 aminoácidos. Su acompañante, la β2- microglobulina, tiene tamaño y organización similares al dominio α3. La β2-microglobulina no contiene una región transmembrana, y está unida de manera no covalente a la cadena α de MHC clase. Datos sobre secuencia revelan fuerte homología entre el dominio α3 de MHC clase I, la β2-microglobulina y los dominios de región constante que se encuentran en inmunoglobulinas. Los dominios α1 y α2 interactúan para formar una plataforma de ocho cadenas β antiparalelas abarcadas por dos regiones α-helicoidales largas. La estructura forma un surco profundo, o hendidura, con las hélices α largas como los lados y las cadenas β de la lámina β como el fondo. Este surco de unión a péptido está ubicado sobre la superficie superior de la molécula de clase I, y es suficientemente grande como para unirse a un péptido de ocho a 10 aminoácidos. El dominio α3 y la β2-microglobulina están organizados hacia dos láminas con plegamiento β, cada una formada por cadenas β de aminoácidos antiparalelas. Esta estructura, conocida como el pliegue de inmunoglobulina, es característica de los dominios de inmunoglobulina. Debido a esta similitud estructural, que no sorprende dada la considerable similitud de secuencia con las regiones constantes de inmunoglobulina, las moléculas de MHC clase I y la β2- microglobulina se clasifican como miembros de la superfamilia de las inmunoglobulinas. El dominio α3 parece estar altamente conservado entre moléculas de mhc clase I, y contiene una secuencia que interactúa fuertemente con la molécula de superficie celular CD8 que se encuentra en células TC. Estructura MHC II Las moléculas de MHC clase II contienen dos cadenas polipeptídicas diferentes, una kDa α de 33 kDa, y una cadena β de 28 kDa, que se asocian por medio de interacciones no covalentes . Al igual que las cadenas α clase I, las moléculas de MHC clase II son glicoproteínas unidas a membrana que contienen dominios externos, un segmento transmembrana, y un segmento
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