Logo Studenta

El Estructuralismo - Cap IV - Jean Piaget (3)

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

PIAGET, J., El estructuralismo, Barcelona, 1980, págs. 64 ss. 1
PIAGET
EL ESTRUCTURALISMO
4. Las estructuras psicológicas
11. Los inicios del estructuralismo en psicología y la teoría de la «Gestalt».
- Se puede considerar que la noción de estructura apareció en psicología a
principios de este siglo, cuando la «psicología del pensamiento» de la escuela de
Wurzburg se opuso (en el momento en que Binet lo hacía en Francia y Claparède en
Suiza) al asociacionismo, que pretendía explicado todo mediante asociaciones mecá
nicas entre elementos previos (sensaciones e imágenes). Además, es sorprendente
comprobar que, con unos medios estrictamente experimentales, K. Bühler pudo, a
partir ya de esta época, poner en evidencia los caracteres subjetivos de la estructura
que la fenomenología ha utilizado después constantemente: la intención y el
significado. Efectivamente, demostró no solamente que el juicio es un acto unificador
(sobre lo cual todos los antiasociacionistas estaban totalmente de acuerdo), sino que
el pensamiento comporta unos grados de creciente complejidad a los que llamó
Bewusstheit (pensamiento independiente de la imagen y que atribuye significados),
Regelbewusstsein (conciencia de la regla que interviene en las estructuras de
relaciones, etc.) e intentio o acto sintético dirigido que aspira a la arquitectura de
conjunto o al sistema del pensamiento en acto.
Solamente, en vez de orientarse en la dirección funcional de las raíces
psicogenéticas y biológicas, la «psicología del pensamiento», al dedicar sus análisis al
único terreno consumado de la inteligencia adulta (y se sabe por añadidura que el
«adulto» estudiado por un psicólogo es siempre elegido entre sus ayudantes o
estudiantes), no ha descubierto finalmente más que unas estructuras lógicas, de
donde esta conclusión que se ha impuesto a ella de que «el pensamiento es el espejo
de la lógica», mientras que un análisis de la génesis conduce evidentemente a invertir
estos términos.
Pero la forma más espectacular del estructuralismo psicológico sin lugar a dudas la
ha proporcionado la teoría de la Gestalt, nacida en 1912 de los trabajos convergentes
de W. Köhler y de M. Wertheimer, y por su prolongación en psicología social debida a
K. Lewin y a sus alumnos.
La teoría de la Forma o Gestalt se desarrolló en el ambiente de la fenomenología,
pero solamente ha conservado de esta la noción de una interacción fundamental entre
PIAGET, J., El estructuralismo, Barcelona, 1980, págs. 64 ss. 2
el sujeto y el objetos y se ha resueltamente comprometido en la dirección naturalista
debida a la formación de físico que había recibido Köhler y al papel que han
desempeñado en él y en otros los modelos de campos. Además estos modelos han
ejercido sobre la teoría una influencia que se puede actualmente juzgar en ciertos
aspectos nefasta, aunque fue estimulante en sus principios.
Efectivamente, un campo de fuerzas, como un campo electromagnético, es una
totalidad organizada, es decir, en donde la composición de las fuerzas toma una cierta
forma según las direcciones y las intensidades; solamente se trata ahí de una com
posición que se produce casi instantáneamente y, si se puede aún hablar de
transformaciones, estas son casi inmediatas. Ahora bien, ya en el terreno del sistema
nervioso y de los «campos» polisinápticos, la velocidad de las corrientes eléctricas es
mucho más lenta (de 3 a 9 ciclos por segundo para las ondas alfa). Y si la organización
de una percepción a partir de las aferencias es rápida, no es una razón para
generalizar este ejemplo a todas las Gestalts. Ahora bien, la preocupación de los
efectos del campo condujo a Köhler a ver un acto auténtico de inteligencia solamente
dentro de la «comprensión inmediata» (el insight), como si los titubeos que preceden
a la intuición final no fueran ya inteligentes. Y sobre todo el modelo de campo sin
duda es responsable de la poca importancia atribuida por los gestaltistas a las
consideraciones funcionales y psicogenéticas y, finalmente, a las actividades del
sujeto.
Ello no impide que, precisamente porque está así concebida, la Gestalt represente
un tipo de «estructuras» que gustan a cierto número de estructuralistas cuyo ideal,
implícito o confesado, consiste en buscar unas estructuras que puedan considerar
como «puras», porque las desearían sin historia y a fortiori sin génesis, sin funciones y
sin relaciones con el individuo. Es fácil construir esencias de este tipo en el terreno
filosófico, donde la invención está libre de toda coacción, pero es difícil encontradas
en el terreno de la realidad comparable. La Gestalt nos ofrece tal hipótesis; es
importante, pues, examinar cuidadosamente su valor.
La idea central del estructuralismo gestaltista es la de totalidad. Ya en 1890,
Ehrenfes había demostrado la existencia de percepciones relativas a las cualidades de
conjunto o de forma (Gestaltqualität) de los objetos complejos, tales como una
melodía o una fisonomía; efectivamente, si se traspone la melodía de un tono a otro,
todos los sonidos particulares pueden encontrarse cambiados, aunque, no obstante, se
pueda reconocer la misma melodía. Solamente Ehrenfels vio en estas cualidades de
conjunto unas realidades perceptivas superponiéndose a las de las sensaciones. La
originalidad de la teoría de la Gestalt es, al contrario, de contestar la existencia de
las sensaciones en calidad de elementos psicológicos previos y a atribuirles solamente
el papel de elementos estructurados, pero no el de estructurantes. Lo que está
presente desde el principio es, pues, una totalidad como tal, y se trata de explicarla;
aquí es donde interviene la hipótesis de campo, según la cual las aferencias no
afectarían aisladamente al cerebro, sino que desembocarían, por mediación del
campo eléctrico del sistema nervioso, en unas formas de organización casi inmediatas.
Pero quedan por encontrar las leyes de esta organización.
Ahora bien, como que en un campo los elementos están constantemente
subordinados al todo, cada modificación local entrañando una modificación del
conjunto, la primera ley de las totalidades perceptivas, es, no solamente que existen
unas propiedades del todo como tal, sino, además, que el valor cuantitativo del todo
no es de ningún modo igual al de la suma de las partes. Dicho de otra manera, esta
primera leyes la de la composición no aditiva del todo, y Köhler es muy explícito en
este punto, puesto que, en su libro Die physischen Gestalten, niega a la composición
PIAGET, J., El estructuralismo, Barcelona, 1980, págs. 64 ss. 3
de las fuerzas mecánicas el carácter de Gestalt a causa de su composición aditiva. En
el terreno de las percepciones, esta composición no aditiva es fácilmente
comprobable: un espacio dividido parece mayor que si no lo está; en ciertas ilusiones
de peso, el objeto complejo A + B (una barra de plomo con una caja vacía encima,
formando ambas una forma simple de color uniforme) parece menos pesado que la
barra A sola (por sus relaciones con los volúmenes, etc.).
La segunda ley fundamental es la de la tendencia de las totalidades perceptivas en
tomar la «mejor forma» posible (ley de la imposición de las «buenas formas»), estando
caracterizadas estas formas que se imponen por su simplicidad, su regularidad, su
simetría, su continuidad, la proximidad de los elementos, etc. En la hipótesis de
campo, se trata de unos efectos de los principios físicos de equilibrio y de menor
acción (de extremo, como en el caso de la Gestalt de las pompas de jabón: máximo de
volumen por el mínimo de superficie), etc. Existen aún otras leyes importantes y
abundantemente verificadas (ley de la figura destacándose siempre sobre un fondo,
ley de las fronteras, que corresponden a la figura y no al fondo, etc.), pero las dos
precedentes son suficientes para nuestra discusión.
Conviene señalar en primer lugar la importancia de esta noción de equilibrio, que
permite explicar la imposición de las buenas formas haciendoal mismo tiempo
economía de su innatismo: como sea que las leyes de equilibrio son coercitivas, bastan
para dar cuenta de la generalidad de estos procesos sin tener necesidad de atribuida a
una herencia. Por otra parte, este equilibrio, en tanto que proceso a la vez físico y
fisiológico, constituye a la vez un sistema de transformaciones, aunque muy rápidas, y
un sistema autónomo en su regulación, dos propiedades que, además de las leyes
generales de totalidad, hacen encajar a las Gestalts dentro de la definición propuesta
de las estructuras en el § 1.
Al contrario, ya en el terreno únicamente de las percepciones, nos podemos
preguntar si la hipótesis del campo, con sus diversas consecuencias antifuncionalistas,
es suficiente para dar cuenta de los fenómenos. Con respecto al campo cerebral,
Piéron demostró que si se muestran a cada ojo por separado uno de los dos excitantes
de una experiencia habitual de movimiento aparente, este no se produce por falta del
circuito inmediato entre los dos hemisferios cerebrales que supondría la teoría.
Desde el punto de vista psicológico se pueden someter las percepciones a toda
clase de aprendizajes, lo que no está muy de acuerdo con la interpretación por un
campo físico; E. Brunswick demostró la existencia de lo que él llamó las “Gestalts
empíricas”. por oposición a las “Gestalts geométricas”; por ejemplo, si presentamos
en visión rápida (taquistoscopia) una forma intermedia entre una mano y una figura
con cinco apéndices muy simétricos, solamente la mitad de los adultos corrigen el
modelo en esta dirección (ley de la buena forma geométrica) y la otra mitad en el
sentido de la mano (Gestalt empírica); ahora bien, si las percepciones quedan
modificadas bajo la influencia de la experiencia y, como dice Brunswick, de las
probabilidades de ocurrencia (frecuencias relativas de los modelos reales), es pues
que su estructuración obedece a unas leyes funcionales y no solamente físicas (leyes
de campo), y el mismo Wallach, principal colaborador de Köhler, reconoció el papel de
la memoria en las estructuraciones perceptivas.
Además, hemos demostrado por nuestra parte con unas series de colaboradores que
existe una notable evolución de las percepciones con la edad, y que, además de los
efectos de campo (pero interpretados en el sentido de un campo de centrado de la
mirada), existen unas actividades perceptivas o relaciones por exploraciones casi
intencionadas, comparaciones activas, etc., que modifican sensiblemente las Gestalts
PIAGET, J., El estructuralismo, Barcelona, 1980, págs. 64 ss. 4
en el transcurso del desarrollo; si se estudia en particular la exploración de las figuras
por el registro de los movimientos oculares, se comprueba que estos están cada vez
mejor coordinados y ajustados con la edad. En cuanto a los efectos de campo, sus
interacciones casi inmediatas parecen ser debidas a unos mecanismos probabilistas de
«encuentros» entre las partes del órgano registrador y las de la figura percibida y,
sobre todo, de «acoplamientos» o correspondencias entre estos encuentros, y pode
mos sacar de este esquema probabilista una ley que coordine las diversas ilusiones
óptico-geométricas planas actualmente conocidas.
En una palabra, ya en el terreno de la percepción, el sujeto no es el simple teatro
en las escenas del cual se representan unas obras independientes de él y reguladas
anticipadamente por las leyes de un equilibrio flsico automático: es actor y, a
menudo, incluso el autor de estas estructuraciones, que ajusta a medida que se van
desarrollando mediante una equilibración activa compuesta de compensaciones
opuestas a las perturbaciones exteriores, o sea, con una continua autorregulación.
Lo que es válido en el terreno perceptivo, se impone a fortiori en los de la
motricidad y de la inteligencia, que los gestaltistas querían subordinar a las leyes de
la composición de las Gestalts en general, especialmente perceptiva. En un libro sobre
la inteligencia de los monos superiores, admirable por otra parte por los nuevos
hechos que descubre, Köhler presenta el acto de inteligencia como una reorganización
repentina del campo perceptivo en el sentido de las mejores formas; y Wertheimer,
por su lado, ha buscado reducir el juego de los silogismos o de los razonamientos
matemáticos a unas reestructuraciones que obedezcan a las leyes de la Gestalt. Pero
dos dificultades primordiales se oponen a estas interpretaciones por la extensión de
las hipótesis de «campo». La primera es que las estructuras logicomatemáticas, aun
presentando sin ninguna sombra de duda unas leyes de totalidades (ver § 5 al 7), no
son unas Gestalts, puesto que su composición es rigurosamente aditiva (2 y 2 suman
exactamente 4, aunque, o porque, esta adición participa de las leyes de la estructura
total de grupo). La segunda es que el sujeto sensoriomotor o inteligente es activo y
construye él mismo sus estructuras mediante unos procedimientos de abstracciones
reflejas que, excepto en casos bastante excepcionales, no tienen gran cosa que ver
con la figuración perceptiva. Pero este es un problema central para la teoría del
estructuralismo y es conveniente pues examinado de cerca.
12. Estructuras y génesis de la inteligencia.
Se pueden conceder toda clase de puntos de partida a las estructuras: o bien se dan
tal cual a la manera de las esencias eternas, o surgen no se sabe por qué en el curso
de esta historia caprichosa, que Michel Foucault llama una arqueología, o bien son
sacados del mundo físico como las Gestalts, o bien dependen de una forma o de otra
del sujeto; pero estas maneras no son innumerables y solamente pueden orientarse
del lado de un innatismo cuya preformación recuerda la predeterminación (excepto en
remitir estas fuentes hereditarias a la biología, lo que plantea necesariamente el
problema de su formación), de una emergencia contingente (lo que nos conduce a la
«arqueología» de pronto, pero en el interior del «pliegue» subjetivo o humano) o de
una construcción. En definitiva, solamente existen tres soluciones: preformación,
creaciones contingentes o construcción (sacar las estructuras de la experiencia no es
una solución distinta, pues, o bien la experiencia sólo está «estructurada» por una or
ganización que la condiciona previamente, o bien está concebida para dar acceso
directo a unas estructuras externas que están entonces preformadas en el mundo
exterior).
PIAGET, J., El estructuralismo, Barcelona, 1980, págs. 64 ss. 5
Como sea que la noción de una emergencia contingente es casi contradictoria con
la idea de estructura (volveremos sobre el tema en el § 21) y, en cualquier caso, con la
naturaleza de las estructuras logicomatemáticas, el verdadero problema es el de la
predeterminación o de la construcción. A primera vista, una estructura constituye
totalidad cerrada y autónoma, parece que su preformación se impone, de donde el
perpetuo renacimiento de las tendencias platónicas en matemáticas y en lógica, y el
éxito de un cierto estructuralismo estático entre los autores enamorados de los
comienzos absolutos o de posiciones independientes de la historia y de la psicología.
Pero como, por otra parte, las estructuras son unos sistemas de transformaciones que
se engendran unos con otros en unas genealogías cuando menos abstractas, y que las
estructuras más auténticas son de naturaleza operatoria, el concepto de
transformación sugiere el de formación y la autorregulación reclama la auto
construcción.
Este es el problema central con que se encuentran las investigaciones sobre la
formación de la inteligencia y que vuelven a encontrar por la misma fuerza de las
cosas, puesto que se trata de explicar cómo el individuo en desarrollo conquistará las
estructuras logicomatemáticas. O bien entonces las descubre ya totalmente hechas,
aunque se sabe bien que no se comprueba su existencia de la misma manera como se
perciben los colores o la caída de los cuerpos y que su transmisión educativa (familiaro escolar) solamente es posible en la medida en que el niño posee un máximo de
instrumentos de asimilación que participen ya de tales estructuras (y comprobaremos
en el §17 que lo mismo ocurre para las transmisiones lingüísticas). O bien, al
contrario, se reconocerá que las construye, pero que de ninguna manera es libre para
arreglarlas a su manera como un juego o un dibujo, y el problema específico de esta
construcción es el de comprender cómo y por qué consiguió llegar a unos resultados
necesarios, como si. estos estuvieran predeterminados desde siempre. Ahora bien, las
observaciones y experiencias demuestran de la manera más clara que las estructuras
lógicas se construyen y llegan a necesitar incluso su buena docena de años en elabo
rarse, pero que esta construcción obedece a unas leyes particulares que no son las de
un aprendizaje cualquiera; gracias al doble juego de las abstracciones reflexivas (ver §
5) que proporcionan los materiales de la construcción a medida de las necesidades, y
de una equilibración en el sentido de la autorregulación que proporciona la
organización reversible interna de las estructuras, estas desembocan, por su misma
construcción, en la necesidad que el apriorismo ha creído siempre indispensable situar
en los puntos de partida o en las condiciones previas, pero que, de hecho, sólo se
alcanza al final.
Ciertamente, las estructuras humanas no parten de la nada, y si toda estructura es
el resultado de una génesis, debemos admitir resueltamente, a la vista de los hechos,
que una génesis constituye siempre el paso de una estructura más simple a una
estructura más compleja, y ello según una regresión sin fin (en el actual estado de los
conocimientos). Existen, pues, unos puntos de partida que debemos asignar a la
construcción de las estructuras lógicas, pero ellas no son ni primeras, puesto que
simplemente señalan el inicio de nuestro análisis a falta de podemos remontar más
arriba, ni están ya en posesión de lo que será a la vez sacado de ellas y apoyado en
ellas en la consecuencia de la construcción. Designaremos estos datos de partida con
el término global de «coordinación general de las acciones», entendiendo con ello los
lazos comunes a todas las coordinaciones sensoriomotrices, sin entrar en el análisis de
los niveles que empiezan con los movimientos espontáneos del organismo y los reflejos
que sin duda son sus diferenciaciones estabilizadas, o incluso con los complejos de
reflejos y de programación instintiva, como la mamada del recién nacido, y que a
PIAGET, J., El estructuralismo, Barcelona, 1980, págs. 64 ss. 6
través de las costumbres adquiridas conducen hasta el umbral de la inteligencia senso
riomotriz o de las conductas instrumentales. Ahora bien, en todos estos
comportamientos cuyas raíces son innatas y cuyas diferenciaciones son adquiridas,
encontramos ciertos factores funcionales y determinados elementos estructurales
comunes. Los factores funcionales son la asimilación -o proceso según el cual una
conducta se reproduce activamente y se integra nuevos objetos (por ejemplo, chu
parse el pulgar integrándolo en el esquema de la mamada)- y la acomodación de los
esquemas de asimilación a la diversidad de los objetos. Los elementos estructurales
son esencialmente ciertas relaciones de orden (orden de los movimientos en un
reflejo, en los de una costumbre, en las conexiones entre medios y las finalidades
perseguidas), los ajustes (subordinación de un esquema simple, como agarrar a otro
más complejo, como sacar) y las correspondencias (en las asimilaciones de recono
cimiento, etc.).
Ahora bien, mediante el juego de las asimilaciones simples y recíprocas, y desde el
nivel sensoriomotor anterior al lenguaje, estas formas elementales de coordinación
permiten la constitución de ciertas estructuras equilibradas, es decir, cuyas regulacio
nes garantizan ya determinado grado de reversibilidad. En principio las dos más
destacables son el grupo práctico de los desplazamientos (coordinación de los
desplazamientos, rodeos y regresos: ver § 5), con la invariante que le está vinculada,
es decir, la permanencia de los objetos procedentes del campo perceptivo y que
pueden volverse a encontrar reconstruyendo sus desplazamientos; y luego esta forma
de la causalidad objetivada y especializada que interviene en los comportamientos
instrumentales (atraer hacia sí los objetos utilizando su soporte o un bastón, etc.). A
este nivel se puede hablar ya, pues, de inteligencia, pero de una inteligencia sen
soriomotriz, sin representaciones y esencialmente vinculada a la acción y a sus
coordinaciones.
Pero desde el momento en que la función semiótica (lenguaje, juego simbólico,
imágenes, etc.) permite la evocación de las situaciones no percibidas actualmente, es
decir, la representación o pensamiento, asistimos a unas primeras abstracciones re
flexivas que consisten en extraer de los esquemas sensoriomotrices ciertos vínculos
que son entonces «reflexivos» (en el sentido físico) en este nuevo nivel que es el del
pensamiento, y elaborados en forma de comportamientos distintos y de estructuras
conceptuales. Por ejemplo, a nivel sensorio motor, las relaciones de orden que
permanecían insertas en cualquiera que fuese el esquema articulado, se desprenden
de él para dar lugar a una conducta específica: la de clasificar u ordenar; asimismo,
las incrustaciones se extraen de los contextos en los que permanecían implícitos para
dar lugar a conductas de clasificaciones (combinaciones figurales, etc.) y las
correspondencias se vuelven precozmente bastante sistemáticas «<aplicaciones» de
uno a varios, correspondencias elemento por elemento entre una copia y su modelo,
etc.). En estos comportamientos hay un indiscutible principio de lógica, pero con dos
limitaciones esenciales: no hay aún reversibilidad, o sea, que faltan operaciones (si
definimos estas por su posibilidad de inversión), y por consiguiente no hay
conservaciones cuantitativas (un todo dividido no conserva la misma suma, etc.. Así
pues, no se trata más que de una semilógica (en sentido propio, puesto que falta la
mitad, es decir, las inversas), pero que no obstante marca en su activo dos nociones
bastante fundamentales: Primero hay la noción de función o aplicación ordenada
(pares orientados): por ejemplo, si tiramos progresivamente de un hilo formado por
dos segmentos en ángulo recto A y B, el niño comprende perfectamente que el sector
B aumenta en función de la disminución de A, pero sin admitir por ello que la longitud
total A + B permanece constante, porque únicamente juzga de manera ordinal las
PIAGET, J., El estructuralismo, Barcelona, 1980, págs. 64 ss. 7
longitudes (entre puntos de llegada: más largo = más lejos) y no por cuantificación de
los intervalos. A continuación existe la relación de identidad (se trata «del mismo»
hilo, a pesar de que haya cambiado de magnitud). Pero por limitadas que sean, estas
funciones e identidades constituyen ya estructuras, bajo la forma de «categorías» muy
elementales (en el sentido observado en el § 6).
Una tercera etapa es la del nacimiento de las operaciones (de 7 a 10 años), pero
bajo una forma «concreta» que atañe a los objetos en sí mismos: seriaciones
operatorias, con orden comprendido en ambos sentidos, y de ahí la transitividad hasta
entonces ignorada o comprobada sin necesidad; clasificación con cuantificación de la
inclusión; matrices multiplicativas; construcción del número por síntesis de la
seriación y de la inclusión, y de la medida por síntesis de la partición y del orden;
cuantificación de las magnitudes hasta entonces ordinales y conservación de las
cantidades. La estructura de conjunto propia de estas diversas operaciones es lo que
hemos dado en llamar las «agrupaciones», especies de grupos incompletos (a falta de
una completa asociatividad) o de semirredes (con límites inferiores sin los superiores,
o a la inversa: ver § 6), y principalmente cuyas composiciones proceden
progresivamentesin combinatoria.
Pero al analizar las estructuras se reconoce fácilmente que estas proceden todas
ellas de las precedentes, por el doble juego de las abstracciones reflexivas que
suministran todos sus elementos, y de una nivelación origen de la reversibilidad ope
ratoria. Aquí asistimos pues, e incluso paso a paso, a la construcción de estructuras
auténticas, puesto que ya son «lógicas», y que no obstante son nuevas en relación a
las que las preceden: las transformaciones constitutivas de la estructura son así el re
sultado de unas transformaciones formadoras, y únicamente difieren de ellas por su
organización equilibrada.
Pero esto no es todo, y un nuevo conjunto de abstracciones reflexivas lleva a
construir nuevas operaciones sobre las precedentes, sin añadir, pues, nada nuevo,
solamente una reorganización, aunque esta vez capital: de una parte, al generalizar
las clasificaciones el sujeto llega a esta clasificación de las clasificaciones (operación
a la segunda potencia) que es la combinatoria, de donde el «conjunto de las partes» y
la red de Boole; de otra parte, la coordinación de las inversiones propias de, la
reversibilidad de las «agrupaciones» de clases (A - A = O) Y de las reciprocidades
propias de las «agrupaciones» de relaciones, lleva al grupo de cuaternalidad INRC ya
expuesto en el § 7.
Al volver a nuestro problema de partida comprobamos, pues, que entre la
preformación absoluta de las estructuras lógicas y su invención libre o contingente,
hay sitio para una construcción que regulándose ella misma por las exigencias sin cesar
acrecentadas de su nivelación (exigencias que únicamente pueden acrecentarse a
medida que van avanzando si la regulación va efectivamente encaminada a un
equilibrio a la vez móvil y estable) desemboca simultáneamente en una necesidad
final y en un estatuto temporal por cuanto es reversible. Ciertamente, siempre podrá
decirse que de este modo el sujeto no hace más que ir a dar con unas estructuras que
virtualmente existen de toda la eternidad y, como sea que las ciencias logicomate
máticas son las de lo posible más que de lo real, pueden satisfacerse con este
platonismo para uso interno. Pero si hacemos que el saber compartimentado se
prolongue en una epistemología, podremos preguntamos en dónde situar este virtual.
Apoyado en unas esencias no es otra cosa que una petición de principios. Buscado en
un mundo físico es inadmisible. Situado en la vida orgánica es ya más fecundo, pero a
condición de acordarse de que el álgebra general no está «contenida» en el
comportamiento de las bacterias ni de los virus. Entonces, lo que nos queda es la
PIAGET, J., El estructuralismo, Barcelona, 1980, págs. 64 ss. 8
propia construcción, y no vemos ningún motivo para creer que no sea razonable
pensar que la naturaleza postrera de lo real consista en estar en constante
construcción en vez de consistir en una acumulación de estructuras ya preparadas.
13. Estructuras y funciones.
- Existen mentalidades a las que no les gusta el sujeto, y si caracterizamos a éste
por sus «experiencias vividas», confesamos ser de éstos. Desgraciadamente, aún
existen más autores para quienes los psicólogos, por definición, están centrados en el
sujeto entendido en el sentido de lo vivido individual. Confesamos no conocer a
ninguno que sea así, y si los psicoanalistas tienen la paciencia de estudiar casos
individuales en los que se encuentran indefinidamente los mismos conflictos y
complejos, se debe a que todavía no se han alcanzado unos mecanismos comunes.
En el caso de la construcción de las estructuras cognoscitivas, es evidente que lo
«vivido» desempeña un cometido insignificante, ya que tales estructuras no se
encuentran en la conciencia de los sujetos, sino, lo que no es lo mismo, en su compor
tamiento operatorio, y que jamás -hasta la edad de una posible reflexión científica
sobre las estructuras- han tomado conciencia de ellas en cuanto a estructuras de
conjunto.
Es evidente, pues, que si hay que recurrir a las actividades del sujeto para dar
cuenta de las construcciones precedentes, se trata de un sujeto epistémico, es decir,
de los mecanismos comunes a todos los sujetos individuales del mismo nivel; dicho
todavía de otro modo, del sujeto «cualquiera». Incluso tan «cualquiera», que uno de
los más instructivos medios para analizar sus acciones es construir, mediante
ecuaciones o mediante máquinas, unos modelos de «inteligencia artificial» y dar de él
una teoría cibernética para alcanzar las condiciones necesarias y suficientes, no de su
estructura en lo abstracto (el álgebra ya se ocupa de ello), sino de su realización
efectiva y de su funcionamiento.
Desde tal punto de vista las estructuras son indisociables de un funcionamiento y de
funciones en el sentido biológico del término. Quizá se crea que al incluir el
autoajuste o la autorregulación en la definición de las estructuras (§ 4) hemos
rebasado el conjunto de las condiciones necesarias. Ahora bien, cada uno admite que
una estructura presenta unas leyes de composiciones: por lo tanto, es que está
ajustada. Pero entonces, ¿por quién y por qué? Si es por su teórico, no es más que un
ser formal. Si la estructura es «real», es porque hay ajuste activo y, como es
autónomo, hay que hablar por consiguiente de autorregulaciones (el § 12 acaba de dar
ejemplos de ello). Volvemos a caer así en la necesidad de un funcionamiento y, si bien
los hechos obligan a atribuir las estructuras a un sujeto, nosotros podemos
contentamos con definir este sujeto como un centro de funcionamiento.
Pero, ¿por qué semejante centro? Si las estructuras existen e incluso cada una
comporta su autorregulación, hacer del sujeto un centro de funcionamiento, ¿no
equivale entonces a reducido al rango de simple teatro, como reprochábamos (§ 11) a
la teoría de la Gestalt, y no vamos nuevamente a las estructuras sin sujeto con las que
sueñan cierto número de estructuralistas actuales? Es evidente que este sería el caso
si tales estructuras permaneciesen estáticas. Pero si por casualidad se pusiesen a esta
blecer vínculos entre sí, de distinto modo que por armonía preestablecida entre
mónadas cerradas, entonces el órgano de vinculación vuelve a ser el sujeto por
derecho, y únicamente en dos sentidos posibles: o bien el sujeto será la «estructura
de las estructuras» del yo trascendental propio del apriorismo, o más simplemente el
«yo» de las teorías de la síntesis psicológica (cf. la obra primera de P. Janet, L'
automatisme psychologique, cuyo dinamismo lo ha conducido a superar en un sentido
PIAGET, J., El estructuralismo, Barcelona, 1980, págs. 64 ss. 9
funcional y psicogenético), o bien el sujeto no tiene tal poder y no posee estructuras
antes de construidas, y hay que caracterizarlo más modestamente, pero más
realmente, como si no constituyera más que un centro de funcionamiento.
Ha llegado el momento de acordamos de que los trabajos estructuralistas de los
matemáticos han respondido de hecho a esta pregunta, y de un modo cuya
convergencia es contundente (aunque sin ellos haberlo sospechado) con los análisis
psicogenéticos: no existe ninguna «estructura de todas las estructuras» en el sentido
del conjunto de todos los conjuntos, etc., no sólo a causa de las antinomias conocidas,
sino mucho más profundamente a causa de los límites de la formalización. Límites que
en el § 8 hemos atribuido a la relatividad de las formas y de los contenidos y de la cual
ahora se ve que también se relaciona -y ello viene a ser lo mismo- con las condiciones
de la abstracción reflexiva). En otras palabras, la propia formalización de las
estructuras es una construcción que en lo abstracto conduce a una genealogía de las
estructuras, mientras que, en lo concreto, su progresiva nivelación engendra las
filiaciones psicogenéticas (por ejemplo, de la función a los agrupamientos, y de estos
a los grupos de cuatro transformaciones y a las redes).
En la construcción propuesta en el § 12, la función esencial(en el sentido biológico
de la palabra) que conduce a la formación de las estructuras es la de la «asimilación,
por la que hemos sustituido la de asociación, propia de los esquemas atomísticos de
las teorías no estructuralistas. Efectivamente, la asimilación es generatriz de
esquemas y, por consiguiente, de estructuras. Desde el punto de vista biológico, en
cada una de sus interacciones con los cuerpos o energías del medio, el organismo
asimila a estos con sus propias estructuras al mismo tiempo que se acomoda a las
situaciones, siendo pues la asimilación el factor de permanencia y de continuidad de
las formas del organismo. En el terreno del comportamiento tiende a repetirse una
acción (asimilación reproductora), y de aIgún esquema que tiende a integrarse los
objetos conocidos o nuevos de los que su ejercicio tiene necesidad (asimilaciones
recognoscitiva y generalizadora). Así pues, la asimilación es fuente de continuas
puestas en relaciones y en correspondencia, de aplicaciones., etc., y en el plano de la
representación conceptual desemboca en estos esquemas generales que son las
estructuras. Pero la asimilación no es una estructura: no es más que un aspecto
funcional de las construcciones estructurales, que interviene en cada caso particular
pero que, tarde o temprano, conduce a las asimilaciones recíprocas, es decir, a los
vínculos siempre más íntimos que enlazan a las estructuras unas con otras.
No podemos concluir estos § 12 y § 13 sin destacar el hecho de que no todos los
autores han otorgado su apoyo a semejante estructuralismo, principalmente en
Estados Unidos. Por ejemplo, J. Bruner no cree en las estructuras ni siquiera en las
operaciones, puesto que las cree mancilladas por el «logicismo. y que no traducen los
hechos psicológicos en sí mismos. No obstante, cree en las acciones y en las
«estrategias. del sujeto (en el sentido de la teoría de las decisiones): ¿cómo admitir
entonces que las acciones no puedan interiorizarse en operaciones y que las
estrategias permanecen aisladas en vez de coordinarse en sistemas? Además, él busca
el origen de los progresos cognoscitivos del sujeto en los conflictos entre sus diversos
modos de representación: el lenguaje, la imagen y los esquemas de la propia acción.
Pero si bien cada uno de estos esquemas sólo proporciona una visión incompleta y a
veces deformante de la realidad, ¿cómo conciliarlos sin referirse ya sea a la copia de
lo real, irrealizable puesto que no es unívoco (y que para copiar lo real sería necesario
conocerlo de otro modo además de por esta misma copia), o bien precisamente a Mas
estructuras en calidad de coordinación de todos los instrumentos disponibles? ¿No sería
únicamente el propio lenguaje el que en definitiva desempeñaría este cometido
PIAGET, J., El estructuralismo, Barcelona, 1980, págs. 64 ss. 10
privilegiado y estructurador?; y ¿no se vería obligado el estructuralismo de Chomsky a
simplificar los problemas discutidos en este capítulo? Esto es lo que debemos examinar
ahora.

Continuar navegando