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ETANOL

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EL CONSUMO HUMANO DE ETANOL: BREVE HISTORIA 
Y PERSPECTIVA
EL CONSUMO DE ETANOL
PROPIEDADES FARMACOLÓGICAS DEL ETANOL Y EL METANOL
 ■ Etanol
 ■ Metanol
EFECTOS DEL ETANOL EN LOS SISTEMAS FISIOLÓGICOS
 ■ La sabiduría de Shakespeare
 ■ CNS
 ■ Sistema neuroendocrino
 ■ Función sexual
 ■ Los huesos
 ■ Temperatura corporal
 ■ Diuresis
 ■ Sistema cardiovascular
ACCIDENTE CEREBROVASCULAR
 ■ Pulmones
 ■ Musculoesquelético
 ■ Tracto gastrointestinal y sistema digestivo
 ■ Cánceres
 ■ Efectos hematológicos e inmunológicos
 ■ Mecanismos neuroinmunes
EFECTOS TERATOGÉNICOS: TRASTORNOS ESPECTRALES 
DEL ALCOHOL FETAL
USOS CLÍNICOS DEL ETANOL
INTERACCIONES CON OTROS MEDICAMENTOS
COMORBILIDAD DEL TRASTORNO POR CONSUMO DE ALCOHOL 
CON OTRAS ENFERMEDADES
 ■ Enfermedades psiquiátricas
 ■ Trastorno de estrés postraumático
TRASTORNO DEL USO DEL ALCOHOL, GENÉTICA 
Y FARMACOGENÉTICA
FARMACOTERAPIA DEL TRASTORNO POR CONSUMO DE ALCOHOL
 ■ Disulfiram
 ■ Naltrexona
 ■ Acamprosato
 ■ Otros agentes
Capítulo
Etanol
El etanol (CH3CH2OH), o bebida alcohólica, es un alcohol de dos carbo-
nos que afecta directamente muchos tipos diferentes de sistemas neuro-
químicos e intermediarios de cascada, que tiene propiedades adictivas y 
gratificantes. Es la droga recreativa más antigua y probablemente contri-
buye a más morbilidad, mortalidad y costos de salud que todas las demás 
drogas ilícitas. El actual Manual de Estadística y Diagnóstico de Trastornos 
Mentales (DSM-5) integra el abuso del alcohol y la dependencia al alcohol 
en un solo diagnóstico denominado trastorno del uso del alcohol (AUD) 
con subclasificaciones de leves, moderadas y graves (Asociación Ameri-
cana de Psiquiatría [American Psychiatric Association], 2013). Este capí-
tulo presenta una panorámica de los efectos del etanol en varios sistemas 
fisiológicos, para después centrarse en los mecanismos de los efectos del 
etanol en el CNS como la base para comprender la recompensa, procesos 
de la enfermedad y tratamientos por las condiciones relacionadas con el 
etanol.
El consumo humano del etanol: breve historia 
y perspectiva
El consumo de bebidas alcohólicas ha sido documentado desde hace al 
menos 10000 años antes de Cristo (a.C.). Unos 3000 años a.C., los grie-
gos, los romanos y los habitantes de Babilonia ya habían incorporado el 
etanol en festivales religiosos, lo consumían por placer y en la práctica 
medicinal. En los últimos 2000 años las bebidas alcohólicas han sido 
identificadas en la mayoría de las culturas, incluyendo la América pre-
colombina, alrededor del año 200 n.e. y en el mundo islámico en el si-
glo viii.
Los peligros del amplio consumo del alcohol han sido ampliamente 
reconocidos en casi todas las culturas, con más énfasis en la importancia 
de la moderación, aun así, los problemas con el etanol son tan antiguos 
como su propio uso. El incremento del consumo de etanol en el siglo xix, 
conjuntamente con la industrialización y la necesidad de una fuerza de 
trabajo independiente, contribuyó al desarrollo de esfuerzos para deses-
timular la embriaguez, incluyendo una prohibición constitucional sobre 
la venta de bebidas alcohólicas en Estados Unidos de 1920 a 1933.
Hoy en día, el trastorno por consumo de alcohol (AUD, alcohol use di-
sorder) es uno de los trastornos psiquiátricos más predominantes a nivel 
mundial. En Estados Unidos, entre los adultos mayores de 18 años, el 
AUD se asocia con el uso de otras sustancias y trastornos psiquiátricos; a 
pesar de su prevalencia y comorbilidad, el AUD frecuentemente perma-
nece sin tratamiento (Grant et al., 2015). Las cantidades más altas del 
consumo de etanol ocasional son usualmente observadas a finales de la 
adolescencia y a principios de los 20 años (CDC, 2012). Los adultos ma-
yores beben con mayor frecuencia, pero consumen una menor cantidad 
total de bebidas cada mes (White et al., 2015). En Estados Unidos el con-
sumo de bebidas alcohólicas per cápita, entre personas de 14 años y más, 
es equivalente a 2.3 galones (8.7 L) de alcohol absoluto anual (NIAAA, 
2015). Entre los bebedores, alrededor de la mitad ha presentado proble-
mas vinculados al alcohol como pueden ser: ausentarse a la escuela o al 
trabajo, la pérdida transitoria de la conciencia (blackouts) o conducir 
un vehículo de motor después de consumir alcohol (Schuckit, 2009). Un 
tercio de los hombres (36%) y un cuarto de las mujeres (23%) cumplen 
criterios de AUD leve, moderado o grave (Grant et al., 2015). Los CDC es-
timaron que anualmente en Estados Unidos el consumo excesivo del eta-
nol contribuye al 10% de las muertes de los adultos en edad laboral entre 
20 y 64 años y a un tercio de los accidentes de tránsito fatales y tuvo un 
costo de $249 mil millones en 2010 (CDC, 2014). 
El consumo de etanol
En comparación con otras drogas, se requieren cantidades grandes de 
etanol para lograr efectos fisiológicos. El consumo de etanol se mide en 
gramos. En contraste, la mayoría de las otras drogas con afinidades de 
proteínas específicas la dosis de consumo se mide en miligramos o micro-
gramos. El contenido del alcohol en las bebidas, típicamente oscila entre 
4 y 6% (volumen/volumen) para la cerveza, 10 a 15% para el vino y el 40% 
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Abreviaturas
ACh: (acetylcholine) Acetilcolina
ADH: (alcohol dehydrogenase) Alcohol deshidrogenasa
ALDH: (aldehyde dehydrogenase) Aldehído deshidrogenasa 
ARBD: (alcohol-related birth defect) Defecto congénito relacionado con el 
alcohol 
ARND: (alcohol-related neurodevelopmental disorder) Trastorno del 
neurodesarrollo relacionado con el alcohol 
AUD: (alcohol use disorder) Trastorno por consumo de alcohol 
BEC: (blood ethanol concentration) Concentración de etanol en sangre 
CHD: (coronary heart disease) Enfermedad coronaria 
CYP: (cytochrome P450) Citocromo P450
FAS: (fetal alcohol syndrome) Síndrome alcohólico-fetal 
FASD: (fetal alcohol spectrum disorder) Trastorno del espectro alcohólico fetal 
GABA: (γ-aminobutyric acid) Ácido gamma-aminobutírico 
HDL: (high-density lipoprotein) Lipoproteína de alta densidad 
5HT: (serotonin) Serotonina 
IHD: (ischemic heart disease) Enfermedad cardiaca isquémica 
ISRS: (selective serotonin reuptake inhibitor) Inhibidor selectivo de la 
recaptación de serotonina 
LDL: (low-density lipoprotein) Lipoproteína de baja densidad 
LPS: (lipopolysaccharide) Lipopolisacárido 
NAChR: (nicotinic acetylcholine receptor) Receptor nicotínico de acetilcolina 
NF-κB: (nuclear factor kappa B) Factor nuclear kappa B
NMDA: (N-methyl-d-aspartat) N-metil-d-aspartato
SNP: (single nucleotide polymorphism) Polimorfismo de un solo nucleótido
TEPT: (post-traumatic stress disorder) Trastorno de estrés postraumático
TLR: (Toll-like receptor) Receptor similar al Toll
hombres (Schuckit, 2006). Otros factores también afectan la absorción y 
el metabolismo; por ejemplo, la aspirina (1 g) inhibe la ADH gástrica y 
aumenta la biodisponibilidad del etanol en los hombres.
Metabolismo hepático
Sólo pequeñas cantidades de etanol se excretan en la orina, el sudor y la 
respiración. Las principales enzimas involucradas en el metabolismo del 
etanol son ADH y ALDH, seguidas por catalasa y CYP2E1. Los CYP 1A2 
y 3A4 también pueden participar. El etanol se metaboliza principalmente 
por oxidación hepática secuencial, primero a acetaldehído por ADH y 
luego a ácido acético por ALDH (figura 23-1). Cada paso metabólico re-
quiere NAD+; por tanto, la oxidación de 1 mol de etanol (46 g) a 1 mol de 
ácido acético requiere 2 mol de NAD+ (aproximadamente 1.3 kg). Esto 
excede en gran medida el suministro de NAD+ en el hígado; por tanto, la 
biodisponibilidad de NAD+ limita el metabolismo del etanol a aproxima-
damente 8 g/h (10 mL/h, 170 mmol/h) en un adulto de 70 kg. El metabo-
lismo del etanol procede a través de una cinética de orden cero en BEC 
mayores que 10 mg% y mediante cinéticas de primer orden en BEC me-
nores que 10 mg%.
Además de limitar la tasa de metabolismo del etanol, el granaumento 
en la proporción hepática de NADH:NAD+ resultante de la oxidación del 
etanol tiene profundas consecuencias. La función de las enzimas que re-
quieren NAD+ se ve afectada, lo que resulta en acumulación de lactato, 
actividad reducida del ciclo del ácido tricarboxílico y acumulación de ace-
til-CoA (que se produce a partir del ácido acético derivado del etanol; fi-
gura 23-1). La combinación de NADH incrementado y acetil-CoA elevado 
aumenta la síntesis de ácidos grasos y el almacenamiento y la acumula-
ción de triacilglicéridos; los cuerpos cetónicos se acumulan, exacerbando 
la acidosis láctica.
Aunque la ADH es responsable de la mayoría del metabolismo del eta-
nol, el CYP2E1 representa alrededor del 10%. Este componente del siste-
ma microsomal de oxidación de etanol puede verse alterado por el 
consumo de etanol agudo o crónico. La competencia entre etanol y otros 
fármacos (p. ej., fenitoína y warfarina) que son metabolizados por CY-
P2E1 se observa después del consumo agudo de etanol. CYP2E1 
también es inducido por el consumo crónico de etanol, lo que resulta en 
un aumento de la depuración de sus sustratos y un aumento de la suscep-
tibilidad a ciertas toxinas (p. ej., CCl4, que metaboliza el CYP2E1 y por 
tanto se activa al radical triclorometilo altamente reactivo). El metabolis-
mo del etanol por la vía CYP2E1 aumenta NADP+ y limita la disponibili-
dad de NADPH para la regeneración de glutatión reducido, mejorando 
así el estrés oxidativo. Los mecanismos que subyacen a la enfermedad 
hepática como resultado del uso abundante de etanol probablemente re-
flejan una combinación compleja de estos factores metabólicos, la induc-
ción de CYP2E1 (y la activación mejorada de toxinas y la producción de 
H2O2 y radicales de oxígeno) y la liberación mejorada de endotoxina 
como consecuencia del efecto del etanol en la flora gramnegativa en el 
tracto gastrointestinal. El estado nutricional a menudo pobre de los alco-
hólicos (malabsorción y falta de vitaminas A y D y tiamina), la supresión 
de la función inmune y una variedad de otros efectos generalizados es 
probable que compongan los efectos adversos más directos del consumo 
excesivo de etanol. Una visión general del metabolismo del etanol y cómo 
puede conducir a la lesión tisular se encuentra en el trabajo de Molina et 
al. (2014). 
Variación genética en el metabolismo del etanol
Las variaciones genéticas en las enzimas metabólicas del etanol pueden 
alterar su metabolismo y la susceptibilidad a sus efectos, lo que influye en 
el riesgo de desarrollar AUD y otras patologías. Los análisis vinculados 
indicaron que los genes agrupados en la región ADH afectan el riesgo de 
dependencia del alcohol (Edenberg et al., 2006). Los SNPs en toda la re-
gión ADH muestran una fuerte evidencia de asociación en y alrededor 
del gen ADH4. Además, un SNP en el gen ADH1B (ADH1B*2) se encuen-
tra en altas frecuencias en los asiáticos, que puede proteger contra el 
AUD. Esta variación genética produce un metabolismo más rápido del 
etanol y un nivel sanguíneo transitorio de acetaldehído, que se asocia con 
un menor riesgo de consumo excesivo de alcohol y otros problemas rela-
cionados con el etanol, pero un mayor riesgo de cáncer de esófago. El 
polimorfismo ALDH2*2 (véase análisis a continuación) también conduce 
a una mayor incidencia de cáncer de esófago en aquellos que consumen 
alcohol. Otro polimorfismo (ADH1B*3) es protector en los afroamerica-
nos y se asocia con un menor riesgo de consumo excesivo de alcohol y 
problemas relacionados con el etanol. 
Los polimorfismos en el gen ALDH2 están implicados en el desarrollo 
del AUD (Chen et al., 2014). La ALDH2 es la isoenzima ALDH más efi-
ciente en humanos para el metabolismo del acetaldehído derivado del 
etanol. Los niveles bajos de acetaldehído son gratificantes y estimulantes, 
mientras que niveles altos en sangre producen reacciones adversas, como 
y más para bebidas destiladas (la prueba de una bebida alcohólica es el 
doble de su porcentaje de alcohol; p. ej., 40% de alcohol es prueba 80).
Una botella de cerveza de 12 onzas (355 mL), un vaso de vino de 5 on-
zas (148 mL) y un “trago” de 1.5 onzas de licor al 40% (44 mL) contienen 
cada uno aproximadamente 14 g de etanol (la densidad del etanol es de 
0.79 g/mL a 25 °C), y constituye lo que se define como una “bebida están-
dar” en Estados Unidos.
Debido a que la relación de etanol en el aire alveolar al final espiratorio 
y en la sangre es relativamente constante, las BEC en humanos se esti-
man fácilmente mediante la determinación de los niveles de etanol en el 
aire espirado; el coeficiente de partición para etanol entre sangre y aire 
alveolar es aproximadamente 2 100:1. La BEC permitida legalmente para 
conducir un vehículo de motor es de 80 mg% (80 mg de etanol por 100 
mL de sangre, 0.08% p/v) en Estados Unidos, lo que equivale a una con-
centración de etanol de 17 mM en la sangre. El consumo de una bebida 
estándar (una botella de cerveza de 12 onzas, un vaso de vino de 5 onzas, 
o una dosis de 1.5 onzas de licor al 40 por ciento) por una persona de 70 
kg produciría una BEC de aproximadamente 30 mg%. Sin embargo, es 
importante tener en cuenta que ésta es una estimación porque la BEC 
está determinada por varios factores, que incluyen la tasa de consumo, el 
sexo, el peso corporal y el porcentaje de agua, así como las tasas de meta-
bolismo y vaciamiento estomacal (véase “Intoxicación aguda con etanol” 
más adelante en el capítulo).
Propiedades farmacológicas del etanol y el metanol
Etanol
Absorción y metabolismo gástrico
Después de la administración oral, el etanol se absorbe rápidamente a la 
corriente sanguínea desde el estómago y el intestino delgado y se distri-
buye en el agua corporal total (∼0.65 L/kg de peso corporal). Debido a la 
gran área de superficie, la absorción se produce más rápidamente desde 
el intestino delgado que desde el estómago; la demora en el vaciado gás-
trico (p. ej., debido a la presencia de alimentos) hace la absorción del eta-
nol más lenta. Los niveles máximos en sangre ocurren aproximadamente 
30 minutos después de la ingestión de etanol cuando el estómago está 
vacío. Debido al metabolismo de primer paso por la ADH gástrica y he-
pática, la ingestión oral de etanol produce BEC más bajas que las que se 
obtendrían si se administrase la misma dosis por vía intravenosa. La tasa 
de metabolismo gástrico del etanol es menor en las mujeres que en los 
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Figura 23-1 Metabolismo del etanol y el metanol.
X
CO2
+
H2O
Vía dependiente
de folato
 Hidroxi-β-metil-
glutaril-β CoA
Fomepizol 
CH3OH
Metanol
H2C O
O
HC OH
Ácido fórmico
Formaldehído
NAD+
NAD+
CoA + ATP
AMP + 2P;
NADPH
+ O2
NADP+
+ H2O
NADH
+
H+
NADH
+
H+
Disulfiram 
Ciclo del ácido
tricarboxílico 
H3C
H3C
H3C
CH3C
Acetil CoA
Ácidos grasos
ColesterolCuerpos
cetónicos 
SCoA
C
CH
O
O
Ácido acético
C OH
Acetaldehído
Tiocinasa
Deshidrogenasa
de alcohol
Aldehído
deshidrogenasa
Etanol
CYP2E1 Catalasa
CH2OH
H2O2
2H2O
X
FOMEPIZOL
N
H
N
vómitos, diarrea y presión arterial inestable; por tanto, la variación gené-
tica en la actividad de ALDH podría afectar las propiedades gratificantes 
o adversas del etanol. 
Una mutación en el gen ALDH2 (ALDH2*2) produce una enzima que 
es incapaz de metabolizar el etanol. Aproximadamente el 10% de los asiá-
ticos son homocigotos para ALDH2*2 y desarrollan reacciones adversas 
graves después del consumo de una bebida o menos. Se producen reaccio-
nes adversas similares si se consume etanol con el inhibidor de ALDH, el 
disulfiram. Aproximadamente 30-40% de los asiáticos son heterocigotos 
para ALDH2*2, y estos individuos experimentan una limpieza facial y una 
mayor sensibilidad al alcohol, pero no necesariamente reportan una res-
puesta adversa general a la droga. Por tanto, varios polimorfismos pueden 
disminuir el riesgo de un individuo de desarrollar el AUD y otras enferme-
dades que pueden estarrelacionadas con los efectos tóxicos de los aldehí-
dos. La sección Trastorno del uso del alcohol, genética y farmacogenética 
proporciona evidencia adicional de determinantes genéticos en el AUD.
Metanol
El metanol (CH3OH), también conocido como alcohol metílico o de ma-
dera, es un reactivo industrial importante y disolvente que se encuentra 
en productos tales como removedores de pintura, goma laca y anticonge-
lante. El metanol se agrega al uso industrial de etanol para hacerlo inse-
guro para el consumo humano. La ingestión de tan solo 10 mg de metanol 
produce toxicidad que va desde la ceguera hasta la muerte. Los efectos 
tóxicos del metanol necesitan alrededor de 12 horas o más para manifes-
tarse y dependen del metabolismo del metanol para formar formaldehí-
do y ácido fórmico (figura 23-1). El envenenamiento por metanol consiste 
en dolor de cabeza, malestar gastrointestinal y dolor (parcialmente rela-
cionado con la necrosis pancreática), dificultad para respirar, inquietud y 
visión borrosa. Las alteraciones visuales ocurren por lesión de las células 
ganglionares de la retina y el nervio óptico por el ácido fórmico, que pro-
duce inflamación, atrofia y posible ceguera bilateral. La acidosis metabó-
lica extrema puede desarrollarse debido a la acumulación de ácido 
fórmico, y la depresión respiratoria puede ser grave, lo que puede provo-
car un coma o la muerte.
ADME (absorción, distribución, metabolismo y excreción) 
y tratamiento del envenenamiento
El metanol se absorbe rápidamente a través de la administración oral, la 
inhalación y a través de la piel, siendo las dos últimas vías las más rele-
vantes en entornos industriales. La absorción del metanol por vía oral 
generalmente ocurre a los 30-60 minutos. El metanol se metaboliza por 
ADH a formaldehído, que luego se metaboliza a ácido fórmico por 
ALDH. La competencia entre el metilfenol y el etanol para ADH es la ba-
se para usar etanol para tratar la intoxicación por metano porque el eta-
nol reduce la velocidad de producción de ácido fórmico, disminuyendo la 
toxicidad asociada por el consumo accidental de metanol.
El fomepizol (metilpirazol-4), un inhibidor de la ADH (figura 23-1), 
también se usa para tratar el envenenamiento por metanol o etilenglicol, 
aplicado solo o en combinación con hemodiálisis. Los niveles plasmáti-
cos de 0.8 mg/L son eficaces para inhibir la ADH. El fomepizol no debe 
usarse con etanol porque prolonga la vida media del etanol. El tratamien-
to del envenenamiento por metanol también consiste en tratar a los pa-
cientes con bicarbonato de sodio para combatir la acidosis.
Efectos del etanol en los sistemas fisiológicos
La sabiduría de Shakespeare
William Shakespeare describió los efectos farmacológicos agudos de be-
ber etanol en la escena de Porter (acto 2, escena 3) de Macbeth. Porter, 
despertado de un sueño inducido por el alcohol por Macduff, explica tres 
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TABLA 23-1 ■ Canales de iones blanco del etanol
CANALES IÓNICOS CONTROLADOS POR 
VOLTAJE Y LIGANDOS
EFECTOS AGUDOS 
DEL ETANOL
Canales operados por receptores GABAA Aumento
Canales operados por receptores de glicina Aumento
Canales operados por el receptor NMDA Inhibición
Canales operados por el receptor nicotínico ACh Aumento
Canales operados por el receptor 5HT3 Aumento
Canales K+ rectificadores hacia dentro agrupados 
a la proteína G
Aumento
Canales Ca2+ regulados por voltaje Inhibición
Conductancia grande, canales K+ activados 
por voltaje Ca2+ (BK, subunidades que 
contienen slo1)
Aumento
Estos canales iónicos activados por ligando y voltaje se pueden modular con 
etanol 50 mM o menos. La potenciación o inhibición de la función del canal, 
registrada aquí, representa un consenso general de los efectos agudos del eta-
nol observados en múltiples estudios. Los resultados dependen de la concen-
tración de etanol, el tiempo de exposición, la composición de la subunidad del 
canal, la región del cerebro, el tipo de célula, las modificaciones postraduccio-
nales y otros factores.
efectos del alcohol y luego lucha con un cuarto efecto que combina los 
aspectos contradictorios del creciente exceso de confianza con el deterio-
ro físico:
Porter: … y el beber, señor, es un gran provocador de tres cosas.
Macduff: ¿Qué tres cosas provoca especialmente beber?
Porter: Señor, coloración de la nariz (vasodilatación cutánea), sueño 
(depresión del CNS) y orina [una consecuencia de la inhibición de la se-
creción de la hormona antidiurética (vasopresina), exacerbada por la carga 
de volumen]. Lujuria, señor, la provoca y la desalienta; provoca el de-
seo pero impide la consumación. Por tanto, se puede decir que el 
mucho beber es un equívoco para la lujuria: la crea y la destruye; 
la enciende y la apaga; la persuade y la descorazona, la levanta y la 
abate (la imaginación desea lo que no puede ofrecer el cuerpo caver-
noso); en conclusión, lo engaña en un sueño y, dándole la mentira, 
lo abandona.
Investigaciones más recientes han agregado detalles a la enumeración 
de Shakespeare —véanse las adiciones entre paréntesis a las palabras de 
Porter en el párrafo anterior y las siguientes secciones sobre sistemas— 
pero las consecuencias más notables del uso recreativo de etanol todavía 
están bien resumidas por el gregario y locuaz Porter, cuya conducta en-
cantada y diabólica demuestra una influencia frecuentemente observada 
de las modestas concentraciones de etanol en el CNS. Las secciones que 
siguen detallan los efectos del etanol en los sistemas fisiológicos.
CNS
El etanol es principalmente un depresor del sistema nervioso central. La 
ingesta de cantidades moderadas de etanol, como la de otros sedantes/
hipnóticos como barbitúricos y benzodiacepinas, puede tener acciones 
ansiolíticas y producir desinhibición del comportamiento. Los signos in-
dividuales de intoxicación varían desde efectos expansivos y vivaces has-
ta cambios de humor incontrolados y arrebatos emocionales que pueden 
tener componentes violentos. Con una intoxicación más grave, la fun-
ción del CNS se deteriora progresivamente hasta llegar a la anestesia ge-
neral. Debido a la depresión respiratoria, hay poco margen entre las 
concentraciones que producen los efectos anestésicos y letales del etanol.
Intoxicación aguda con etanol
Muchos factores influyen en la BEC, incluido el peso y la composición 
corporal, más la tasa de absorción del tracto gastrointestinal. En mujeres 
con un tamaño más pequeño y un menor porcentaje de agua corporal y, 
en consecuencia, un menor volumen de distribución de etanol, las BEC 
pueden ser aproximadamente 30-50% más altas que en los hombres por 
la misma cantidad consumida.
Los signos de intoxicación típicos de la depresión del CNS se observan 
en la mayoría de las personas después de dos o tres tragos, con los efectos 
más destacados observados en los momentos pico de BEC, aproximada-
mente 30-60 minutos después del consumo con el estómago vacío. Estos 
síntomas incluyen un efecto estimulador inicial (tal vez debido a la inhi-
bición de los sistemas inhibidores del sistema nervioso central), vértigo, 
relajación muscular y deterioro del juicio. Los niveles sanguíneos más 
altos (∼80 mg/dL o ∼17 mM) se asocian con dificultad para hablar, falta 
de coordinación, marcha inestable y problemas de atención; los niveles 
entre 80 y 200 mg/dL se asocian con una labilidad del humor más intensa 
y mayores déficits cognitivos, potencialmente acompañados de agresivi-
dad y amnesia anterógrada (un “apagón alcohólico”, es decir, pérdida de 
memoria de los eventos que se produjeron en estado de ebriedad). Las 
BEC mayores de 200 mg/dL pueden producir nistagmo y sedación, mien-
tras que los niveles de 300 mg/dL y superiores producen depresión de los 
signos vitales, coma y hasta la muerte. Tal vez todos estos síntomas se 
exacerben y ocurran a una BEC menor si se toma etanol junto con otros 
depresores del CNS (p. ej., benzodiacepinas o barbitúricos) o con cual-
quier medicamento quepromueva la sedación y la descoordinación (p. 
ej., antihistamínicos).
El tratamiento de la intoxicación etílica aguda se basa en la gravedad 
de la depresión respiratoria y del sistema nervioso central. Si la depre-
sión respiratoria no es grave, la observación cuidadosa es el tratamiento 
principal. Los pacientes con evidencia de depresión respiratoria deben 
ser intubados para proteger las vías respiratorias y para proporcionar 
asistencia ventilatoria; también se puede considerar el lavado estomacal 
si la absorción aún no se ha completado. Debido a que es libremente mis-
cible con agua, el etanol puede eliminarse de la sangre mediante hemo-
diálisis. El protocolo habitual consiste en observar al paciente en la sala 
de emergencias durante 4-6 h, mientras que el etanol ingerido se metabo-
liza. Los síntomas asociados con el coma diabético, la intoxicación por 
drogas, los accidentes cardiovasculares y las fracturas de cráneo son simi-
lares y pueden confundirse con una intoxicación alcohólica profunda. 
Probar el olor del aliento en un caso de sospecha de intoxicación puede 
ser engañoso porque puede haber otras causas de olor a aliento similares 
a las del alcohol (p. ej., cetoacidosis diabética u otra acidosis metabólica). 
Es necesario determinar los niveles de etanol en la sangre para confirmar 
la ausencia o presencia de intoxicación por alcohol, y la diabetes u otras 
afecciones subyacentes también se deben considerar en pacientes con 
BEC positivas.
Mecanismos de la acción del etanol en el CNS
El etanol produce neuroadaptaciones distintas que dependen de la expo-
sición aguda versus crónica. El etanol perturba el equilibrio entre la 
transmisión excitatoria y la inhibidora en el cerebro al aumentar la neu-
rotransmisión excitadora inhibidora o antagonizante (tabla 23-1). Los 
sitios moleculares exactos responsables de la acción del etanol in vivo 
aún no se han resuelto, aunque se han implicado muchos canales ióni-
cos, incluidos los canales regulados por ligandos del receptor NMDA y 
GABAA, así como el canal de K+ de gran conductancia activado por Ca+ 
y voltaje. 
Los avances en las estructuras cristalinas de rayos X de los estados 
abiertos y cerrados de los canales iónicos combinados con modelado es-
tructural y mutagénesis dirigida al sitio han elucidado los sitios de unión 
selectivos para el etanol en diferentes proteínas del canal (Howard et al., 
2014; Trudell et al., 2014). El etanol también altera indirectamente la fun-
ción del canal iónico a través de mecanismos de fosforilación y tráfico de 
receptores (Trudell et al., 2014). Los modelos de ratón mutantes y los es-
tudios de asociación genética en animales y humanos demuestran ade-
más el papel de los canales iónicos regulados por ligando en la 
dependencia del alcohol. Para definir los sitios clave de la acción del eta-
nol, se requerirá una combinación de enfoques funcionales, estructura-
les, conductuales y genómicos. 
Adicción, tolerancia y dependencia
El trastorno por consumo de alcohol es el uso crónico recurrente y com-
pulsivo del alcohol, que comprende tres etapas interactivas que empeoran 
progresivamente con el tiempo: embriaguez, afecto negativo por absti-
nencia y preocupación anticipada (“ansia”). Se cree que el neurocircuito 
de los ganglios basales media las bases neurobiológicas de la etapa de in-
toxicación compulsiva, incluida la facilitación de la prominencia de los 
incentivos, una forma de relevancia motivacional asociada con la recom-
pensa. Los ganglios basales se asocian con funciones clave, incluido el 
control motor voluntario y el aprendizaje de procedimientos relacionados 
con los comportamientos o hábitos de rutina. La liberación de dopamina 
y péptidos opioides en el cuerpo estriado ventral (núcleo accumbens) está 
asociada a las acciones de refuerzo del alcohol (Volkow et al., 2007). La se-
ñalización endocanabinoide también puede contribuir a las propiedades 
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motivacionales y de refuerzo del etanol, y el consumo de etanol puede 
alterar los niveles de endocanabinoides y la expresión del receptor CB1 de 
canabinoides en núcleos cerebrales asociados con vías de adicción (Pava y 
Woodward, 2012). El consumo de alcohol facilita la importancia de los in-
centivos al conferir propiedades motivacionales a estímulos previamente 
neutros. La activación del cuerpo estriado ventral conduce al reclutamien-
to de los ganglios basales-globo pálido-núcleo talámico-circuitos corticales 
que interconectan con el cuerpo estriado dorsal en la formación del hábi-
to, hipótesis utilizada para el comienzo de la respuesta compulsiva a las 
drogas.
La tolerancia se desarrolla rápidamente a los efectos gratificantes del 
alcohol y se define como una respuesta conductual o fisiológica reducida 
a la misma dosis de fármaco, o el requisito de una dosis más alta para ob-
tener el mismo efecto (véase capítulo 24). Las principales formas de tole-
rancia son agudas y crónicas. La tolerancia funcional aguda, también 
conocida como el efecto Mellanby, se produce a las pocas horas de la ad-
ministración del alcohol y se debe a adaptaciones del CNS a sus efectos. 
Esto se demuestra al comparar el deterioro conductual en las mismas 
BEC en la extremidad ascendente de la fase de absorción de la curva 
de BEC-tiempo y en la extremidad descendente de la curva, ya que el me-
tabolismo reduce la BEC. La alteración del comportamiento y los senti-
mientos subjetivos de intoxicación son mucho mayores en una BEC dada 
en la extremidad ascendente que en la descendente. La tolerancia cróni-
ca también se desarrolla en el bebedor compulsivo a largo plazo. En con-
traste con la tolerancia aguda, la tolerancia crónica tiene elementos 
farmacodinámicos y farmacocinéticos, el último debido a la inducción de 
enzimas metabolizadoras de alcohol. En general, la máxima tolerancia 
farmacocinética alcanzada sería una duplicación de la tasa metabólica 
normal.
La dependencia se define por un síndrome de abstinencia observado 
varias horas o días después de que finaliza el consumo de alcohol. Los 
síntomas y la gravedad están determinados por la cantidad y la duración 
de la bebida e incluyen cambios motivacionales importantes, interrup-
ción del sueño, activación del sistema nervioso autónomo (simpático), 
temblores y, en casos graves, convulsiones. Además, dos o más días des-
pués de la abstinencia, algunas personas experimentan delirium tremens, 
que se caracteriza por alucinaciones, delirio, taquicardia y una fiebre po-
tencialmente mortal. Las personas con AUD también muestran eviden-
cia de estados emocionales negativos durante la abstinencia aguda que 
persisten en la abstinencia prolongada; tales estados incluyen síntomas 
relacionados con la ansiedad, disforia y depresión. Los síntomas persis-
tentes de depresión/ansiedad pueden ser relevantes en las consideracio-
nes de tratamiento para AUD.
Se cree que dos procesos forman la base neurobiológica para la etapa 
de afecto negativo a la abstinencia: una disminución en el funcionamien-
to de los sistemas de recompensa en el cuerpo estriado ventral y el reclu-
tamiento de los sistemas de estrés en la amígdala extendida. A medida 
que se desarrolla la dependencia, se reclutan los sistemas de estrés cere-
bral, que incluyen el factor liberador de corticotropina, la noradrenalina 
y la dinorfina (Koob, 2014), que producen una poderosa motivación para 
regresar a la búsqueda de drogas.
La preocupación-anticipación (“anhelo”) implica la desregulación de 
los circuitos de la corteza prefrontal, causando la pérdida del control eje-
cutivo. La finalización de tareas complejas en el cerebro de personas con 
AUD puede involucrar dos sistemas opuestos. Un sistema “go”, que con-
siste en la corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal dorsolateral, 
desarrolla hábitos a través de los ganglios basales, mientras que el siste-
ma “stop”, que consiste en la corteza prefrontal ventrolateral y la corteza 
orbitofrontal, inhibeel sistema de prominencia de incentivos de los gan-
glios basales y sistema extendido de estrés de la amígdala (Koob, 2015). 
Las personas con AUD presentan deficiencias en la toma de decisiones, 
información espacial e inhibición del comportamiento, todo lo cual gene-
ra antojo. El anhelo se puede dividir en ansias de “recompensa” (búsque-
da de drogas inducida por drogas o estímulos vinculados a drogas) y 
ansias de “alivio” (búsqueda de drogas inducida por un estresor agudo o 
un estado de estrés) (Heinz et al., 2003). Por tanto, los déficits en el con-
trol cortical prefrontal de los ganglios basales y la función de la amígdala 
extendida pueden representar un mecanismo clave para explicar las dife-
rencias individuales en la predisposición y la perpetuación de la adicción. 
La desregulación residual de los neurocircuitos que median la prominen-
cia de los incentivos y la respuesta al estrés ayudan a perpetuar la toma 
compulsiva de medicamentos y la recaída.
Consecuencias del consumo de etanol 
en la función del CNS
Los efectos transitorios del CNS por el consumo de etanol pesado que 
producen una “resaca” —el síndrome de dolor de cabeza, sed, náuseas y 
deterioro cognitivo a la mañana siguiente— pueden reflejar mecanismos 
asociados con la abstinencia de etanol, la deshidratación o la acidosis le-
ve. El insomnio es un problema común y persistente en el AUD, incluso 
después de semanas de abstinencia (Brower, 2015). El insomnio debe tra-
tarse porque puede ser un factor que contribuye a la recaída. El etanol 
afecta la respiración y la relajación muscular, y el consumo excesivo de 
alcohol puede producir apnea del sueño, especialmente en sujetos mayo-
res dependientes del alcohol.
El trastorno por consumo de alcohol produce una contracción del 
cerebro debido a la pérdida de materia blanca y gris, y el consumo exce-
sivo de alcohol crónico aumenta el riesgo de desarrollar demencia alcohó-
lica. Los déficits cognitivos y la atrofia cerebral observados poco después 
de un periodo de consumo excesivo de alcohol se invierten parcialmente 
durante las semanas posteriores a los meses posteriores a la abstinencia. 
Además, el abuso de alcohol reduce el metabolismo cerebral general, que 
se revierte durante la desintoxicación. La magnitud del estado hipometa-
bólico está determinada por la cantidad de años de uso y la edad del pa-
ciente. El síndrome de Wernicke-Korsakoff consiste en dos trastornos 
neuropsiquiátricos: la encefalopatía de Wernicke, que es en gran parte 
reversible, y la psicosis de Korsakoff, que generalmente no es reversible. 
Estos síndromes ahora se consideran un trastorno unitario llamado sín-
drome de Wernicke-Korsakoff que ocurre después de la ingesta inadecuada 
de tiamina, probablemente debido a los hábitos dietéticos pobres de los 
pacientes con AUD. La deficiencia de tiamina, sola, puede conducir al 
síndrome de Wernicke-Korsakoff (Scalzo et al., 2015). La encefalopatía de 
Wernicke se caracteriza por un estado confusional, ataxia, movimientos 
oculares anormales, visión borrosa, visión doble, nistagmo y temblor. Se 
asocia con una historia prolongada de consumo excesivo de alcohol y un 
estado nutricional inadecuado. El síndrome neurológico (ataxia, oftalmo-
plejia y nistagmo) puede revertirse en sus primeras etapas con altas dosis 
de tiamina, pero las deficiencias de aprendizaje y de memoria responden 
de forma más lenta e incompleta. La encefalopatía de Wernicke no trata-
da provoca la muerte en hasta el 20% de los casos, y el 85% de los que 
sobreviven a la encefalopatía continúan desarrollando la psicosis de Kor-
sakoff, caracterizada por amnesia anterógrada y retrógrada grave (Thom-
son et al., 2012) que es en gran medida irreversible. El síndrome de 
Wernicke-Korsakoff es una emergencia médica, y el tratamiento tempra-
no con tiamina intravenosa (seguido de tratamiento de mantenimiento 
oral) es esencial para revertir los síntomas de Wernicke y prevenir la pro-
gresión o reducir la gravedad del estado de Korsakoff. 
Sistema neuroendocrino 
Tanto la exposición al etanol aguda como la crónica alteran la regulación 
endocrina a través de los ejes hipotálamo-hipófisis-adrenal, hipotála-
mo-hipófisis-gonadal e hipotálamo-hipófisis-tiroides (Molina et al., 2014). 
Algunos de los trastornos endocrinos resultantes incluyen hipotiroi-
dismo, retraso del crecimiento, diabetes, así como hipogonadismo y fun-
ciones sexuales anormales, que se analizan en la siguiente sección. En 
general, el abuso de alcohol contribuye a una capacidad limitada para 
responder a factores estresantes psicológicos y físicos y para mantener la 
homeostasis. 
Función sexual
Muchas drogas de abuso, incluido el etanol, tienen efectos desinhibido-
res que pueden aumentar inicialmente la libido. A pesar de la noción de 
que el etanol mejora la función sexual, generalmente prevalece el efecto 
opuesto, como señaló el Porter de Shakespeare. Tanto el uso de etanol 
agudo como crónico puede conducir a la impotencia en los hombres. El 
aumento de BEC conduce a una disminución de la excitación sexual, una 
mayor latencia eyaculatoria y un menor placer orgásmico. La incidencia 
de disfunción sexual puede ser tan alta como 70% en aquellos con AUD. 
Además, puede producirse atrofia testicular y disminución de la fertili-
dad. Muchas mujeres con AUD se quejan de disminución de la libido, 
disminución de la lubricación vaginal y anormalidades del ciclo mens-
trual. Sus ovarios a menudo son pequeños y sin desarrollo folicular; algu-
nos datos sugieren que las tasas de fertilidad son más bajas en mujeres 
con AUD. La ginecomastia está asociada con la enfermedad hepática al-
cohólica y está relacionada con un aumento en la relación estrógeno-tes-
tosterona. Los niveles alterados de hormonas reproductivas también 
afectan el metabolismo óseo.
Los huesos
El etanol interfiere con el Ca2+ y el metabolismo óseo mediante varios 
procesos. La exposición aguda al etanol disminuye transitoriamente la 
hormona paratiroidea, lo que resulta en una mayor pérdida de calcio. La 
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ingesta crónica de etanol puede alterar el metabolismo de la vitamina D 
y disminuir la absorción de Ca2+. El etanol también es directamente tóxi-
co para las células formadoras de hueso e inhibe su actividad. El AUD se 
asocia con una disminución de la densidad y masa mineral ósea y una 
mayor prevalencia de la osteoporosis, lo que aumenta el riesgo de fractu-
ras. Las hormonas anabólicas, particularmente la testosterona, son im-
portantes para regular la remodelación ósea y la masa ósea. El deterioro 
del eje hipotálamo-hipófisis-gonadal y la disminución de los niveles de 
testosterona observados en el AUD contribuyen aún más a la salud ósea 
comprometida (Molina et al., 2014). 
Temperatura corporal
La ingesta de etanol causa una sensación de calor debido a una mejor va-
sodilatación cutánea. El calor se transfiere desde el núcleo del cuerpo a la 
periferia y la temperatura del núcleo disminuye debido a un efecto del 
etanol en el mecanismo central de regulación de la temperatura en el hi-
potálamo. La ingesta de altas dosis de etanol puede provocar una dismi-
nución pronunciada de la temperatura corporal, especialmente a 
temperaturas ambiente frías. El alcohol es un factor de riesgo importante 
que contribuye a las muertes por hipotermia. 
Diuresis
El etanol inhibe la liberación de vasopresina (hormona antidiurética) de 
la glándula pituitaria posterior, lo que produce una diuresis mejorada. 
Las personas dependientes del alcohol en la abstinencia exhiben una ma-
yor liberación de vasopresina y una retención constreñida de agua así 
como hiponatremia dilucional. 
Sistema cardiovascular
Existe una compleja relación entre el consumo de etanol y la enfermedad 
cardiaca, una de las principales causas de muerte y discapacidad. En ge-
neral, la ingesta de etanol ligero a moderado disminuye los riesgos de 
enfermedad arterial coronaria, insuficiencia cardiaca congestiva y acci-
dente cerebrovascular,mientras que la ingesta elevada aumenta el riesgo 
cardiovascular (O’Keefe et al., 2014). Los estudios epidemiológicos sugi-
rieron que el sexo, el consumo de etanol y los patrones de bebida afectan 
el riesgo de asociación para la IHD. El AUD aumenta el riesgo de IHD, 
pero existe una asociación beneficiosa con el riesgo de IHD en personas 
que consumen menos de 30 g por día sin episodios de consumo excesivo 
de alcohol (Roerecke y Rehm, 2014). Sin embargo, las recomendaciones 
de consumo de etanol de los médicos deben ser cautelosas cuando se 
evalúa la relación riesgo-beneficio general dada la amplia gama de efec-
tos y el potencial de otros problemas relacionados con etanol, la presen-
cia de otros estados de enfermedad y la falta de ensayos controlados 
aleatorios que muestren los efectos a largo plazo del consumo de etanol. 
La relación riesgo-beneficio de beber también es más alta en individuos 
más jóvenes.
Lipoproteínas séricas y efectos cardiovasculares
Los estudios epidemiológicos sugieren que el consumo de vino (20-30 g 
de etanol por día) puede conferir un efecto cardioprotector, lo que redu-
ce el riesgo de CHD en comparación con los abstemios. Por el contrario, 
el consumo diario de mayores cantidades de etanol conduce a una ma-
yor incidencia de arritmias, miocardiopatía y apoplejia hemorrágica 
(Movva y Figueredo, 2013). Un posible mecanismo por el cual el etanol 
podría reducir el riesgo de CHD es a través de sus efectos sobre los lípi-
dos en la sangre. Los cambios en los niveles de lipoproteínas en plasma, 
particularmente los aumentos en HDL (véase capítulo 33), están relacio-
nados con los efectos protectores del etanol. El HDL une el colesterol y 
lo devuelve al hígado para su eliminación o reprocesamiento, disminu-
yendo la acumulación de colesterol en el tejido. El aumento inducido 
por el etanol en el colesterol HDL podría disminuir la acumulación de 
colesterol en las paredes arteriales, disminuyendo el riesgo de infarto. 
HDL se encuentra como dos subfracciones, HDL2 y HDL3. Los niveles 
elevados de HDL2 (y posiblemente HDL3) se asocian con un riesgo re-
ducido de infarto de miocardio. Los niveles de ambas subfracciones au-
mentan después del consumo de etanol y disminuyen cuando cesa el 
consumo. Además de los efectos antiaterogénicos de bajas dosis de eta-
nol, los flavonoides que se encuentran en el vino tinto (y el zumo de uva 
negra) pueden jugar un papel adicional al proteger al LDL del daño oxi-
dativo. 
Hipertensión
El consumo excesivo de alcohol puede elevar la presión arterial tanto 
diastólica como sistólica. El consumo de 30 g de etanol por día se asocia 
con elevaciones en la presión arterial diastólica-sistólica, 1.5-2.3 mm Hg 
en hombres y 2.1-3.2 mm Hg en mujeres.
Arritmias cardiacas y miocardiopatías
Las arritmias inducidas por etanol pueden estar relacionadas con anor-
malidades electrolíticas, prolongación del intervalo QT en estados hipe-
radrenérgicos. Las arritmias auriculares asociadas con el uso crónico de 
alcohol incluyen la taquicardia supraventricular, la fibrilación auricular 
y el aleteo auricular. La miocardiopatía alcohólica es una enfermedad 
específica que se clasifica entre las formas adquiridas de miocardiopatía 
dilatada que causa disfunción y dilatación del ventrículo izquierdo que 
pueden estar asociadas o no con la disfunción del ventrículo derecho. 
En general, los estudios sugieren que consumir más de 80 g de alcohol 
por día durante al menos 5 años, en ausencia de otras causas de cardio-
miopatía, constituye un diagnóstico de miocardiopatía alcohólica (Guz-
zo-Merello et al., 2014). Las mujeres son más sensibles al alcohol que los 
hombres y desarrollan miocardiopatía alcohólica a una dosis total 
más baja de etanol. La disminución de la presión arterial con inhibido-
res de la enzima convertidora de la angiotensina, en particular, puede 
ser beneficiosa en la miocardiopatía alcohólica (Guzzo-Merello et al., 
2014). 
Accidente cerebrovascular
Un metaanálisis demostró que la ingesta baja de alcohol reduce el riesgo 
de accidente cerebrovascular total, accidente cerebrovascular isquémico 
y de mortalidad por accidente cerebrovascular, mientras que la ingesta 
elevada aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular total (Zhang et 
al., 2014). Los estudios clínicos indicaron una mayor incidencia de acci-
dente cerebrovascular hemorrágico e isquémico en personas que beben 
más de 40-60 g de alcohol por día. Los factores etiológicos propuestos 
incluyen los siguientes:
•	 Arritmias	cardiacas	inducidas	por	alcohol	y	formación	de	trombos	aso-
ciados.
•	 Presión	arterial	alta	por	consumo	crónico	de	alcohol	y	degeneración	
posterior de la arteria cerebral. 
•	 Aumentos	agudos	de	la	presión	arterial	sistólica	y	alteraciones	en	el	
tono arterial cerebral. 
•	 Traumatismo	craneal.
Pulmones
Como en el corazón y otros órganos, el abuso crónico de alcohol causa 
daño oxidativo en los pulmones. El AUD aumenta el riesgo de síndrome 
de dificultad respiratoria aguda y neumonía (Molina et al., 2014). El alco-
hol afecta la respuesta pulmonar a una lesión, infección e inflamación, lo 
que produce un desequilibrio general en la respuesta inmune. 
Musculoesquelético
El abuso crónico de etanol se asocia con una disminución de la masa 
muscular y la fuerza, incluso cuando se ajusta por otros factores, como la 
edad, el uso de nicotina y la enfermedad crónica. Las fuertes dosis de eta-
nol pueden dañar irreversiblemente el músculo, que se traduce por un 
aumento marcado en la actividad de la creatina cinasa en el plasma. Las 
biopsias musculares de bebedores empedernidos también revelan una 
disminución de las reservas de glucógeno y una reducción de la actividad 
de la piruvato cinasa. Aproximadamente el 50% de los bebedores cróni-
cos tienen miopatía del musculoesquelético, que es mucho mayor que la 
incidencia de cirrosis alcohólica (Molina et al., 2014). 
Tracto gastrointestinal y sistema digestivo
El sistema gastrointestinal media la absorción y el metabolismo del eta-
nol y es un objetivo para la fisiopatología inducida por el alcohol, como 
motilidad esofágica y gástrica alterada, secreción ácida alterada, absor-
ción de nutrientes deteriorada y función de barrera intestinal alterada. 
Esófago
El alcohol es uno de los múltiples factores asociados con el reflujo esofá-
gico, el esófago de Barrett, la ruptura traumática del esófago, las roturas 
de Mallory-Weiss y el cáncer de esófago. El consumo de tabaco o alcohol 
se asocia con un 20-30% de aumento en la probabilidad del desarrollo de 
carcinoma escamoso esofágico; sin embargo, el uso concomitante de am-
bas drogas aumenta el riesgo tres veces. Hay pocos cambios en la función 
esofágica con BEC bajas, pero a mayor peristalsis hay menor BEC y dismi-
nución de la presión del esfínter esofágico inferior. Los pacientes con 
esofagitis crónica por reflujo pueden responder a los inhibidores de la 
bomba de protones, así como a la abstinencia del alcohol. 
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Estómago
El consumo de etanol puede alterar la barrera de la mucosa gástrica y 
causar gastritis aguda y crónica. Las concentraciones de etanol de hasta 
5% estimulan la secreción ácida gástrica, mientras que las concentracio-
nes superiores al 5% no tienen efecto. Las concentraciones de alcohol 
superiores al 15% inhiben la motilidad gástrica y retardan el vaciado del 
contenido estomacal. Los síntomas clínicos de las altas concentraciones 
de la ingesta de etanol incluyen dolor epigástrico agudo que se alivia con 
antiácidos o antagonistas del receptor H2 de histamina. 
Intestinos
Muchos individuos con AUD padecen diarrea crónica causada por mal- 
absorción en el intestino delgado. Las fisuras rectales y el prurito anal 
que están asociados con el consumo excesivo de alcohol, probablemente 
estén relacionados con la diarrea crónica. La diarrea es causada por cam-
bios estructurales y funcionales en el intestino delgado; por ejemplo, la 
mucosa intestinal tiene vellosidadesaplanadas y los niveles de enzimas 
digestivas a menudo disminuyen. Estos cambios generalmente son rever-
sibles después de un periodo de abstinencia.
Páncreas
El consumo excesivo de alcohol es la causa más común de pancreatitis 
aguda y crónica en Estados Unidos. La pancreatitis alcohólica aguda, 
que involucra células acinares, se caracteriza por la aparición abrupta de 
dolor abdominal, náuseas, vómitos y niveles elevados de enzimas pan-
creáticas en suero o en orina. El tratamiento por lo general implica el 
reemplazo de líquidos por vía intravenosa (a menudo con succión naso-
gástrica) y opiáceos para el dolor. Similar a la cirrosis alcohólica, la pan-
creatitis crónica es el resultado de la destrucción celular progresiva y la 
fibrosis. La pancreatitis crónica se trata reemplazando las deficiencias 
endocrinas y exocrinas resultantes. La hiperglucemia puede desarrollar-
se como una secuela de pancreatitis y, a menudo, requiere insulina para 
controlar los niveles de azúcar en la sangre (véase capítulo 47). Las cáp-
sulas de enzimas pancreáticas que contienen lipasa, amilasa y proteasas 
pueden ser necesarias para tratar la malabsorción (véase capítulo 50). El 
riesgo inducido por el alcohol para la pancreatitis crónica aumenta en 
los fumadores, lo que agrava aún más el riesgo de cáncer de páncreas 
(Molina et al., 2014). 
Hígado
Como el principal órgano involucrado en el metabolismo del etanol, el 
hígado es el elemento primordial que sufre los efectos patológicos del eta-
nol. El uso indebido de alcohol es responsable de aproximadamente el 
50% de la enfermedad hepática en Estados Unidos. El etanol produce le-
siones hepáticas dependientes de la dosis que progresan desde la acumu-
lación de grasa (esteatosis) y la inflamación hasta la deposición de 
colágeno (fibrosis) y la pérdida de células hepáticas (cirrosis). Las etapas 
clínicas de la enfermedad hepática alcohólica son hepatoesteatosis, hepa-
titis alcohólica y cirrosis. La acumulación de grasa en el hígado es un 
evento temprano y puede ocurrir en individuos normales después de la 
ingestión de cantidades relativamente pequeñas de etanol. La generación 
de exceso de NADH, a través del metabolismo de etanol y acetaldehído 
por ADH y ALDH, inhibe el ciclo del ácido tricarboxílico y la oxidación 
de la grasa, lo que lleva a la esteatosis (véase figura 23-1). La esteatosis 
generalmente es reversible con la abstinencia. Las células estrelladas he-
páticas juegan un papel importante en el desarrollo de la fibrosis hepáti-
ca mediada por el alcohol. La fibrosis, que resulta de la necrosis tisular y 
la inflamación crónica, es la causa subyacente de la cirrosis alcohólica. El 
sello histológico de la cirrosis es la formación de cuerpos intracitoplásmi-
cos llamados cuerpos de Mallory, que pueden estar relacionados con un 
citoesqueleto de filamento intermedio alterado. Los pacientes con AUD y 
hepatopatía alcohólica muestran cambios en la composición de sus mi-
crobiomas intestinales, aumento de la permeabilidad intestinal y mayo-
res niveles de productos microbianos derivados del intestino (Hartmann 
et al., 2015). La exposición crónica al etanol en animales y humanos au-
menta la concentración circulante de LPS, y la gravedad de la lesión he-
pática se correlaciona con los niveles séricos de LPS. El LPS activa el TLR 
e induce una cascada de señalización compleja, causando liberación de 
especies reactivas de oxígeno, quimiocinas y citocinas proinflamatorias. 
El tratamiento de la hepatitis alcohólica implica la abstinencia del alcohol 
y la administración de corticosteroides, pero los corticosteroides sólo re-
ducen la mortalidad a corto plazo (Louvet y Mathurin, 2015). Las mejores 
opciones de tratamiento pueden provenir de compuestos que se dirigen 
al microbioma intestinal (véase análisis previo), inflamación/regenera-
ción del hígado y estrés oxidativo. Los probióticos, antibióticos, agentes 
antiinflamatorios, inmunosupresores, factores de crecimiento y antioxi-
dantes son ejemplos de algunos de los diferentes compuestos que se so-
meten a ensayos clínicos. 
Cánceres
El consumo de etanol está estrechamente relacionado con los cánceres de 
la cavidad oral, la faringe, la laringe, el esófago, el colon y recto (especial-
mente en los hombres) y el cáncer de mama (mujeres); también hay algu-
nas pruebas de un mayor riesgo de cáncer de hígado (Roswall y 
Weiderpass, 2015). La dependencia del alcohol desempeña un papel en 
aproximadamente el 3.6% de todos los casos de cáncer y un porcentaje 
similar de muertes relacionadas con el cáncer (Boffetta et al., 2006). Se 
observan aumentos de dos a tres veces en la susceptibilidad al cáncer en 
individuos que consumen de forma crónica 50 g de alcohol por día, y el 
consumo concomitante de tabaco tiene un efecto sinérgico. Como se 
mencionó, los individuos deficientes en actividad de ALDH2 son parti-
cularmente vulnerables al cáncer de esófago. Una complicación notable 
en el tratamiento de pacientes con cáncer con AUD es que el etanol pue-
de interferir en el metabolismo de algunos agentes quimioterapéuticos. 
Los efectos del acetaldehído, un carcinógeno demostrado en modelos 
animales y el estrés oxidativo son mecanismos ampliamente citados para 
la tasa aumentada de carcinogénesis entre individuos con AUD. La evi-
dencia también apunta a un papel para los patrones aberrantes de meti-
lación del DNA y otras modificaciones epigenéticas que controlan la 
actividad del genoma como mecanismos en el desarrollo y la progresión 
del cáncer inducido por el alcohol. La epigenética se refiere a los procesos 
que afectan la expresión génica sin cambios en la secuencia de DNA. 
Efectos hematológicos e inmunológicos
El uso crónico excesivo del etanol crónico se asocia con diferentes ane-
mias, incluyendo las anemias microcíticas, macrocíticas, normocrómicas 
y sideroblásticas, la última de las cuales pueden responder a la adminis-
tración de suplementos de vitamina B6. El uso de etanol también se aso-
cia con trombocitopenia reversible. El etanol afecta a los granulocitos y 
linfocitos, causando leucopenia, alteración de subconjuntos de linfocitos, 
disminución de la mitogénesis de células T y cambios en la producción de 
inmunoglobulinas. En algunos pacientes con AUD, la migración depri-
mida de los leucocitos a las áreas inflamadas puede contribuir a la escasa 
resistencia a algunas infecciones (p. ej., neumonía por Klebsiella, listerio-
sis y tuberculosis). Algunos de los efectos del mecanismo inmune innato, 
inducido por el etanol y que se diseminan desde la periferia al cerebro se 
describen en la secuencia inflamatoria de los eventos representados en la 
siguiente sección. 
Mecanismos neuroinmunes 
La interacción entre el cerebro, el comportamiento y la inmunidad en la 
etiología y la progresión del abuso de drogas es un área de investigación 
en rápido desarrollo. El consumo crónico de etanol aumenta los niveles 
de moléculas de señalización inmune innata que llegan al cerebro, pro-
duciendo alteraciones en la fisiología y el comportamiento del cerebro 
(Mayfield et al., 2013). El consumo excesivo de alcohol aumenta los nive-
les de LPS, altera las uniones estrechas y contribuye a un intestino per-
meable que permite que la bacteria y las endotoxinas entren en la 
circulación y agraven la inflamación hepática (Crews y Vetreno, 2015). 
Esto, a su vez, libera citocinas proinflamatorias que se transportan a tra-
vés de la barrera hematoencefálica y provocan respuestas neuroinmunes 
de larga duración. Dentro de la microglia cerebral, las acciones de las 
citocinas inmunes innatas, TLR activados, etc., se amplifican a través de 
circuitos de señalización complejos, uno de los cuales conduce a 
la activación del factor de transcripción NF-κB. NF-κB luego regula la 
transcripción de genes relacionados con la inmunidad proinflamatoria. 
La activación de la microglia inducida por etanol y la inducción de genes 
neuroinmunes se pueden iniciar sistémicamente, a través de moléculas 
transmitidas por lasangre, así como localmente en el cerebro a través de 
la señalización neuronal-glial. Los mecanismos neuroinmunes parecen 
estar involucrados en etapas posteriores de consumo excesivo de alcohol 
y pueden contribuir a la apoptosis neuronal. La activación neuroinmune 
inducida por etanol también se produce en el cerebro en desarrollo, que 
puede ser relevante en FASD (Drew y Kane, 2014). 
Efectos teratogénicos: trastornos 
espectrales del alcohol fetal 
El etanol es el teratógeno más común en los humanos. Los niños nacidos 
de madres que beben mucho presentan déficits mentales y un patrón 
común de distinta dismorfología conocida como FAS. El diagnóstico de 
FAS se basa típicamente en la observancia de una tríada de anormalida-
des asociadas con una historia de exposición prenatal al etanol (Dorrie 
et al., 2014):
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 23
•	 Un	conjunto	de	anormalidades	craneofaciales.	
•	 Disfunción	del	CNS	(estructural	o	funcional).
•	 Deficiencias	pre	o	posnatales	en	el	crecimiento	(peso	o	altura).	
El trastorno del espectro del alcoholismo fetal no es un término diag-
nóstico utilizado por los clínicos sino más bien un término general que 
abarca todas las discapacidades causadas por la exposición prenatal al 
alcohol. Por ejemplo, los niños que no cumplen todos los criterios para 
un diagnóstico de FAS pueden mostrar déficits físicos o mentales compa-
tibles con fenotipos parciales, que incluyen FAS parcial, ARND y ARBD 
(Dorrie et al., 2014). La incidencia de FAS es de 0.5-2 por 1 000 nacidos 
vivos en la población general de Estados Unidos, mientras que la inciden-
cia de FAS, ARND y ARBD combinados es de al menos 1%. Las tasas más 
altas de FAS ocurren en mujeres africanas y nativas americanas. Los hijos 
de madres que beben en exceso muestran deficiencias mentales y con-
ductuales severas probablemente debido a los altos picos de BEC (Dorrie 
et al., 2014). 
Las anormalidades craneofaciales del FAS asociadas con el consumo 
materno en el primer trimestre consisten en microcefalia, fisuras palpe-
brales acortadas, labio superior delgado, filtrum liso y pliegues epicánti-
cos. Los estudios de imágenes de resonancia magnética demuestran 
volúmenes reducidos en los ganglios basales, el cuerpo calloso, el cere-
bro y el cerebelo que se correlacionan con las anomalías faciales. La dis-
función del CNS atribuida a la exposición al etanol en el útero consiste 
en hiperactividad; déficits mentales; discapacidades de aprendizaje; len-
guaje, memoria y trastornos motores, y alteraciones psiquiátricas. FAS 
es la causa prevenible número uno de déficits cognitivos y de atención 
en el mundo occidental, con niños afectados consiguiendo una puntua-
ción inferior a la de sus compañeros en una variedad de pruebas de co-
eficiente intelectual. Aunque la evidencia no es concluyente, se ha 
sugerido que incluso el consumo moderado de alcohol (28 g por día) en 
el segundo trimestre de embarazo se correlaciona con el bajo rendimien-
to académico de los niños a los 6 años. La edad materna también puede 
ser un factor: las mujeres embarazadas mayores de 30 años que beben 
alcohol crean mayores riesgos para sus hijos que las mujeres más jóvenes 
que consumen cantidades similares de alcohol. Además, la ingesta de 
grandes cantidades de alcohol, particularmente durante el primer tri-
mestre, aumenta en gran medida las posibilidades de aborto espontá-
neo. Las recomendaciones actuales son no beber alcohol durante el 
embarazo. 
Usos clínicos del etanol
Como se mencionó, el etanol administrado sistémicamente se limita al 
tratamiento de la intoxicación con metanol o etilenglicol. Además, el al-
cohol deshidratado se inyecta muy cerca de los nervios o los ganglios 
simpáticos para aliviar el dolor de larga duración relacionado con la neu-
ralgia del trigémino, el carcinoma inoperable y otras afecciones. Las in-
yecciones paravertebrales epidural, subaracnoidea y lumbar de etanol 
también se administran para el dolor inoperable. Por ejemplo, las inyec-
ciones de etanol paravertebral lumbar destruyen los ganglios simpáticos 
y por tanto causan vasodilatación y alivio del dolor y promueven la cura-
ción de las lesiones en pacientes con enfermedad vascular de las extremi-
dades inferiores. 
Interacciones con otros medicamentos 
Debido a los efectos sinérgicos, se debe tener mucho cuidado cuando se 
usan sedantes para tratar a pacientes que han ingerido grandes dosis de 
etanol u otros depresores del CNS. La intoxicación aguda con etanol dis-
minuye los requisitos anestésicos generales, y la cirugía electiva debe pos-
ponerse en pacientes intoxicados. En contraste, la exposición crónica al 
etanol aumenta los requerimientos anestésicos en gran parte debido a la 
tolerancia cruzada farmacodinámica. Una complicación adicional es el 
uso de bloqueantes neuromusculares y agentes sedantes/anestésicos en 
pacientes con AUD que presentan una función hepática comprometida. 
Esto es particularmente cierto para los pacientes a los que se les adminis-
tra succinilcolina y benzodiacepinas. También se producen interacciones 
farmacocinéticas entre el etanol y otras drogas. La administración aguda de 
etanol inhibe la función de las enzimas responsables del metabolismo de 
una variedad de diferentes fármacos, incluidos codeína, morfina, fenitoí-
na, algunas benzodiacepinas, tolbutamida y warfarina, entre otros. Debi-
do a que el etanol inhibe el CYP2E1, cualquier fármaco también 
metabolizado por esta isoenzima se metabolizará a un ritmo más lento en 
presencia de etanol. Por el contrario, la administración crónica de etanol 
actúa como un inductor enzimático, particularmente de CYP2E1, aumen-
tando el ritmo de metabolismo de fenitoína, warfarina, propranolol y 
benzodiacepinas. 
Comorbilidad del trastorno por consumo de alcohol 
con otras enfermedades
Muchas enfermedades sistémicas están relacionadas con el abuso cróni-
co del alcohol, como las enfermedades cardiovasculares y hepáticas, así 
como con varios tipos de cáncer. El AUD parece aumentar el riesgo de 
diabetes mellitus, hipertensión, accidente cerebrovascular, osteoporosis, 
pancreatitis y muchas otras enfermedades. En esta sección, nos enfoca-
mos en las condiciones de salud mental comórbidas que a menudo están 
presentes en pacientes con AUD u otros trastornos por consumo de sus-
tancias. 
Enfermedades psiquiátricas
Los pacientes diagnosticados con un estado de ánimo o trastorno de an-
siedad tienen el doble de probabilidades de sufrir un trastorno de abuso 
de drogas y viceversa. Además, el AUD u otros trastornos por abuso de 
drogas a menudo ocurren en personas con esquizofrenia, lo que lleva a 
un aumento de los problemas sociales y médicos y complica el curso y el 
tratamiento de la esquizofrenia. Los pacientes con AUD y trastornos psi-
quiátricos comórbidos requieren estrategias de tratamiento que aborden 
ambas afecciones. Aunque los SSRI no han sido probados ser efectivos 
para AUD en pacientes sin un trastorno mental comórbido, los SSRI y 
otros antidepresivos pueden disminuir la ingesta cuando el AUD y la de-
presión coexisten; si el consumo de alcohol ocurre como consecuencia de 
la depresión, el tratamiento del problema subyacente puede disminuir el 
consumo de alcohol.
Trastorno de estrés postraumático
El trastorno de estrés postraumático se caracteriza por hiperactividad ex-
trema e hiperestesia que contribuyen en gran medida al conjunto de sínto-
mas clásicos de reexperimentación, evitación y excitación. La prevalencia 
de AUD en individuos con PTSD puede ser tan alta como el 30% (Ouime-
tte et al., 2005). El estudio de los neurocircuitos del PTSD ha evoluciona-
do a partir del trabajo con animales en los circuitos de miedo y muestra 
una superposición significativa con los síntomas de hiperespuesta al es-
trés observado durante la abstinencia de alcohol. Una atractiva hipótesis 
de los cambios funcionales del neurocircuito que ocurren en el PTSD es 
la del cambio del estado cerebral del estrés leve, en el que lacorteza pre-
frontal inhibe la amígdala, hasta el estrés extremo, en el que domina la 
amígdala (Pitman et al., 2012). La dominancia cortical relativa transmite 
resiliencia, mientras que la dominancia relativa de la amígdala transmi-
te vulnerabilidad; se pueden hacer argumentos similares sobre la resi-
liencia y la vulnerabilidad al alcoholismo, tal como lo elaboraron los 
estudios de neurobiología de la etapa de abstinencia negativa del ciclo 
de adicción al alcohol.
Trastorno del uso del alcohol, 
genética y farmacogenética
De forma similar a otros desórdenes de rasgos complejos, el desarrollo y 
la progresión del AUD está influenciado por la interacción de múltiples 
factores genéticos y ambientales. Los factores ambientales y culturales 
incluyen el estrés, los patrones de consumo dentro de la propia cultura y 
grupo de compañeros, la disponibilidad de alcohol y las actitudes hacia la 
embriaguez. Estas influencias contribuyen a la decisión inicial de beber y 
la transición del consumo de alcohol ocasional a problemas relacionados 
con el alcohol. Se estima que la heredabilidad del AUD es del 50-60%, 
según lo juzgado por estudios familiares y de gemelos. El abuso y la de-
pendencia del alcohol a largo plazo están relacionados con cambios per-
sistentes en la expresión génica (Mayfield et al., 2008).
Como se analizó anteriormente, los SNP de ADH y ALDH pueden ex-
plicar por qué algunas poblaciones tienen un menor riesgo de AUD. Las 
variantes genéticas de ADH que exhiben alta actividad y variantes de 
ALDH que exhiben baja actividad protegen contra el consumo excesivo 
de alcohol, probablemente porque el consumo de etanol por individuos 
que expresan estas variantes da como resultado la acumulación de acetal-
dehído, produciendo una variedad de efectos desagradables.
Muchos genes adicionales modulan las respuestas al etanol, incluyen-
do variantes de los siguientes: receptor μ-opioide (OPRM1), transportador 
de dopamina (SLC6A3), transportador de serotonina (SLC6A4), recep-
https://booksmedicos.org
429
N
eurofarm
acología
SECCIÓ
N
 II
TABLA 23-2 ■ Medicamentos orales para tratar el abuso 
de alcohol
MEDICAMENTOS DOSIS USUAL MECANISMO/EFECTO
Disulfiram 250 mg/d 
(rango de 
125-500 mg/d)
• 	Inhibe	la	ALDH	con	el	resul-
tado de ↑ acetaldehído des-
pués de beber. La abstinencia 
se refuerza para evitar la reac-
ción adversa resultante
Naltrexona 50 mg/día • 	Antagonista	de	los	receptores	
μ-opioides; puede ↓ beber a 
través de ↓ sentimientos de 
recompensa con alcohol o ↓ 
anhelo
Acamprosato 666 mg tres 
veces al día
• 	Mecanismo	desconocido,	
puede bloquear el estado 
hiperglutamatérgico y puede 
↓ síndromes de abstinencia 
prolongada leve con ↓ senti-
mientos de “necesidad” de 
alcohol
tor D2 de dopamina (DRD2), subunidad α2 del receptor GABAA (GA-
BRA2) y la subunidad α3 del receptor de glicina (GLRA3) (Jones et al., 
2015). Otros genes candidatos incluyen el receptor de hormona liberado-
ra de corticotropina 1 (CRHR1) y la proteína de unión a la hormona libe-
radora de corticotropina (CRHBP), que son importantes en las vías de 
estrés cerebral. El etanol también induce la expresión de genes relaciona-
dos con neuroinmunidad, produciendo niveles aumentados de marcado-
res inmunes detectables en cerebros post mortem de individuos con AUD 
(p. ej., Grupo 1 de alta movilidad, interleucina 1β y TLR), que pueden 
mediar cambios a largo plazo en función cerebral y neurodegeneración. 
Los polimorfismos de los genes que codifican la interleucina 1β y otras 
moléculas inmunitarias están asociados con la susceptibilidad a la depen-
dencia del alcohol (Crews y Vetreno, 2015).
Algunas de las farmacoterapias para el AUD, discutidas en la siguiente 
sección, pueden ser más efectivas en individuos con variantes genéticas 
particulares. Los avances clínicos a través de los estudios farmacogenéti-
cos de los AUD pueden hacer posible el objetivo de la medicina de preci-
sión, pero esto requerirá análisis metodológicos y estadísticos rigurosos. 
Cada individuo tiene perfiles neurobiológicos, genéticos y ambientales 
únicos que afectan el resultado del tratamiento, lo que hace que las estra-
tegias individualizadas no sólo sean viables, sino también necesarias para 
mover el tratamiento del AUD a la medicina convencional (Litten et al., 
2015). Debido a que AUD involucra procesos multifactoriales con deter-
minantes genéticos y ambientales, así como neuroadaptaciones relacio-
nadas con la progresión de la enfermedad, ir más allá del estudio de la 
importancia de los genes candidatos individuales debe incluir un enfo-
que sistémico para identificar las redes de genes y proteínas relevantes 
que operan en diferentes etapas de la enfermedad (Gorini et al., 2014).
Farmacoterapia del trastorno por consumo de alcohol
Actualmente, tres fármacos están aprobados por la FDA para el trata-
miento del AUD: disulfiram, naltrexona y acamprosato (tabla 23-2). Tie-
nen una eficacia razonable, con tamaños de efecto similares a los de los 
fármacos antidepresivos para la depresión; desafortunadamente, no se 
recetan de forma rutinaria (Jonas et al., 2014). Sus eficacias pueden estar 
influenciadas por la composición genética de un individuo, y es proba-
ble que el genotipado sea importante en futuras estrategias de trata-
miento. Las benzodiacepinas son el tratamiento de elección para el 
tratamiento de la abstinencia alcohólica aguda y para evitar la progresión 
de los síntomas menores de retirada a los más importantes, como las con-
vulsiones y el delirium tremens (véase capítulo 24).
Disulfiram
El disulfiram (tetraetiltiuram disulfida), el primer medicamento aproba-
do para tratar el abuso de alcohol, es relativamente no tóxico cuando se 
toma en ausencia de etanol. Inhibe la actividad de ALDH y aumenta la 
concentración de acetaldehído en sangre en 5-10 veces en comparación 
con el nivel medido cuando el etanol se administra solo. El disulfiram in-
activa de forma irreversible las formas citosólicas y mitocondriales de 
ALDH en diversos grados. Es poco probable que el propio disulfiram sea 
responsable de la inactivación de ALDH in vivo porque varios metabo-
litos activos del fármaco, especialmente el dietiltiometilcarbamato, se 
comportan como inhibidores suicidas de ALDH in vitro. Estos metaboli-
tos alcanzan concentraciones significativas en plasma después de la ad-
ministración del disulfiram. El consumo de alcohol por individuos 
previamente tratados con disulfiram da lugar a signos y síntomas marca-
dos de envenenamiento con acetaldehído. En las BEC de 5-10 mg%, se 
observan efectos leves, que aumentan notablemente en gravedad a medi-
da que la BEC alcanza 50 mg%. Si el paciente alcanza una BEC de 125-150 
mg%, puede producirse una pérdida de conciencia. En 5-10 minutos, la 
cara se siente caliente y poco después se enrojece y escarlata en aparien-
cia. A medida que la vasodilatación se extiende por todo el cuerpo, se 
siente un intenso latido en la cabeza y el cuello, y se puede desarrollar un 
dolor de cabeza pulsátil. Se observan dificultades respiratorias, náuseas, 
vómitos copiosos, sudoración, sed, dolor en el pecho, hipotensión consi-
derable, síncope ortostático, marcada inquietud, debilidad, vértigo, vi-
sión borrosa y confusión. El rubor facial se reemplaza por palidez y la 
presión arterial puede caer a los niveles observados en estado de choque. 
Por tanto, el uso de disulfiram requiere una cuidadosa supervisión médi-
ca y sólo debe intentarse en pacientes motivados que se comprometan a 
mantener la abstinencia. Los pacientes deben aprender a evitar las for-
mas disfrazadas de alcohol que pueden estar presentes en las salsas, el 
vinagre fermentado, los jarabes para la tos e incluso las lociones para 
después del afeitado. El tratamiento con disulfiram produce un cumpli-
miento deficiente, posiblemente debido a los efectos adversos que se pro-
ducen si se toma con etanol. El disulfiram no debe administrarse hasta 
que el paciente se haya abstenido del alcohol durante al menos 12h. En 
la fase inicial del tratamiento, se administra una dosis diaria máxima de 
500 mg durante 1-2 semanas. La dosis de mantenimiento oscila entre 125 
y 500 mg al día, dependiendo de la tolerancia a los efectos secundarios. 
A menos que la sedación sea prominente, la dosis diaria debe tomarse 
por la mañana, el momento en que la resolución de no beber sea más 
fuerte. La sensibilización al alcohol puede durar hasta 14 días después 
de la última ingestión de disulfiram debido a la baja tasa de restauración de 
ALDH. El disulfiram o sus metabolitos pueden inhibir muchas enzimas 
con grupos sulfidrilo, produciendo un amplio espectro de efectos bioló-
gicos. Los CYP hepáticos están inhibidos, lo que interfiere con el meta-
bolismo de la fenitoína, clordiazepóxido, barbitúricos, warfarina y otros 
fármacos.
Naltrexona
La naltrexona, un antagonista de los receptores opiáceos μ, se relaciona 
químicamente con la naloxona, pero tiene una mayor biodisponibilidad 
oral y una mayor duración de acción cuando se administra por vía oral. 
También está aprobada para el tratamiento de la sobredosis y dependen-
cia de opiáceos (véanse los capítulos 18 y 24). Existe evidencia de que la 
naltrexona bloquea la activación de los receptores cerebrales por los pép-
tidos opioides que se consideran críticos para los efectos gratificantes de 
las drogas de abuso.
La naltrexona reduce el deseo y disminuye la recaída al consumo exce-
sivo de alcohol. Los metaanálisis demostraron que la naltrexona es mejor 
que el placebo, especialmente para reducir el riesgo de consumo excesivo 
de alcohol. Por lo general, se administra después de la desintoxicación a 
una dosis de 50 mg/d durante varios meses. La adherencia a este régimen 
es importante para garantizar el valor terapéutico de la naltrexona, pero es 
un problema para algunos pacientes. Una formulación de depósito de ac-
ción prolongada de naltrexona está disponible para inyección mensual. 
Los implantes de naltrexona que duran varios meses están disponibles 
fuera de Estados Unidos.
El efecto secundario más común de la naltrexona es la náusea, que 
desaparece si el paciente se abstiene del alcohol. Existe cierta evidencia 
de disforia asociada con la administración de naltrexona, y está contrain-
dicada en pacientes con trastornos depresivos. Las dosis de naltrexona 
superiores a 300 mg pueden causar daño hepático; la droga está contra-
indicada en pacientes con insuficiencia hepática o hepatitis aguda y debe 
usarse sólo después de una cuidadosa consideración en pacientes con 
enfermedad hepática activa. La naltrexona no puede administrarse a pa-
cientes que toman opioides, pero se usa después de la desintoxicación de 
opiáceos para la prevención de la recaída a la dependencia de estos fár-
macos.
Acamprosato
Acamprosato (acetilhomotaurina-N) puede funcionar bloqueando un es-
tado hiperglutamatérgico en el cerebro alcohólico, pero la diana molecu-
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430
Etan
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CA
PÍTU
LO
 23
Datos farmacológicos para su formulario personal: medicamentos utilizados 
para tratar el trastorno del uso del alcohol 
Medicamentos Usos terapéuticos Farmacología clínica y consejos
Disulfiram •	 AUD Inhibidor de ALDH
Causa los efectos adversos del aumento de acetaldehído cuando se toma con alcohol 
Poca conformidad del paciente
Naltrexona •	 AUD
•	 Dependencia	de	opiáceos	después	de	la	desin-
toxicación opioide
Antagonista del receptor opioide μ 
Náuseas, daño hepático a altas dosis
Disponible en formulaciones inyectables orales y de acción prolongada 
Contraindicado en pacientes con enfermedad hepática o que toman opiáceos al mismo 
tiempo
Acamprosato •	 AUD Mecanismo desconocido, puede bloquear el estado hiperglutamatérgico 
Puede funcionar mejor en alcohólicos en abstinencia
Benzodiacepinas •	 Tratamiento	de	la	abstinencia	del	alcohol	
•	 Trastornos	de	ansiedad/pánico/ataques	
•	 Insomnio
•	 Premedicación	anestésica
↑ Vinculación con GABA en los receptores GABAA
Clordiazepóxido, lorazepam, diazepam, oxazepam, midazolam y clorazepato son usados 
en	Estados	Unidos	para	controlar	los	síntomas	de	abstinencia	del	alcohol
Fomepizol •	 Envenenamiento	con	metanol Inhibidor de ADH
Medicamentos no aprobados por la FDA para el tratamiento de AUD, pero aprobados en otros lugares o encontrados clínicamente útiles 
Gabapentina •	 AUD	
•	 Ataques	epilépticos	y	dolor	neuropático
Bloquea los canales de Ca2+ controlados por voltaje neuronal
Ansias de alcohol reducidas en un ensayo clínico
Vareniclina •	 ↓ consumo de alcohol en ensayos clínicos 
•	 Dejar	de	fumar
Agonista parcial o completo en algunos subtipos centrales de nAChR
Nalmefeno •	 Sobredosis/dependencia	de	opiáceos
•	 	AUD
Antagonista del receptor opioide μ y κ 
Aprobado en Europa para el uso según sea necesario para disminuir el consumo de 
alcohol. Ventajas sobre naltrexona: sin toxicidad hepática, mayor duración de acción, 
mayor afinidad 
Aprobado	para	la	sobredosis	de	opiáceos,	pero	se	suspendió	en	Estados	Unidos
Baclofeno •	 AUD	
•	 Espasticidad
Agonista del receptor GABAB, relajante del musculoesquelético y agente 
antiespasmódico
lar exacta no se conoce del todo. Está aprobado por la FDA para el 
tratamiento del AUD y generalmente es bien tolerado por los pacientes, 
siendo la diarrea leve el principal efecto secundario. Los estudios doble 
ciego controlados por placebo demostraron que el acamprosato disminu-
ye la frecuencia de consumo de alcohol y reduce el consumo de recaídas 
en personas en abstinencia, pero puede no ser efectivo en aquellos que 
actualmente beben o usan indebidamente otros medicamentos. Los me-
taanálisis de ensayos clínicos aleatorizados demostraron que el acampro-
sato se asocia con una recaída reducida en el consumo de alcohol (Jonas 
et al., 2014). Para la dosificación, véase tabla 23-2.
Otros agentes
El baclofeno (utilizado en Francia) ha mostrado resultados positivos para 
el tratamiento del AUD en algunos estudios, pero no está aprobado por 
la FDA para este uso. Otros tres medicamentos que se describen a conti-
nuación, aunque no están aprobados por la FDA para el AUD, están 
aprobados en Europa o pueden resultar útiles con base a la evidencia 
emergente.
El nalmefeno, un antagonista de los receptores opioides estructural-
mente similar a la naltrexona, se usa para tratar la sobredosis de opioides 
y también se puede usar para controlar las conductas adictivas. Está 
aprobado en Europa para el uso según necesidad (18 mg) para reducir el 
consumo excesivo de alcohol. Tiene varias ventajas sobre la naltrexona, 
incluida una mayor duración de la acción, la falta de toxicidad hepática 
dependiente de la dosis y una mayor afinidad de unión a los receptores 
opioides μ y κ. Nalmefeno reduce la cantidad total de alcohol consumido 
y el número de días de consumo excesivo en pacientes dependientes del 
alcohol (Van den Brink et al., 2014). El nalmefeno se usó para sobredosis 
de opioides en Estados Unidos, pero se ha suspendido.
La gabapentina, que interactúa con la subunidad α2δ de los canales 
neuronales de Ca2+ dependientes de voltaje, se usa principalmente para 
tratar las crisis epilépticas y el dolor neuropático. Un ensayo clínico de-
mostró que la gabapentina (particularmente la dosis diaria de 1 800 mg) 
mejoró las tasas de abstinencia y no hubo días de consumo intenso en 
adultos dependientes del alcohol, disminuyó el número de días de con-
sumo intenso y el número de bebidas consumidas por semana, y dismi-
nuyó la intensidad del deseo insaciable, insomnio y la disforia (Mason et 
al., 2014). Se necesitan estudios adicionales para determinar si la ga-
bapentina u otros agentes pueden reutilizarse para tratar el AUD. Para 
obtener información adicional sobre la gabapentina, consúltese el capí-
tulo 17.
La vareniclina, que está aprobada para dejar de fumar, también reduce 
el consumo de alcohol en modelos preclínicos y clínicos (Rahman et al., 
2014). La vareniclina actúa como un agonista parcial en subtipos α3β4, 
α4β2 y α6β2 de nAChR y como un agonista

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