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Unidad 2 Parte II El positivismo como consumación del ideal iluminista y de la racionalidad moderna (imprimible)

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Unidad 2. La tradición de la filosofía occidental. Parte II. La radicalización de la razón. 
 
 
El positivismo como 
consumación del ideal iluminista 
y de la racionalidad moderna 
Apunte de Cátedra 
 
 
El objetivo de este texto es señalar que, ante la necesidad de reconstruir un mundo en ruinas por 
la caída de las monarquías y las revueltas sociales producidas, siguiendo la senda del pensamiento 
ilustrado, pero consumándolo, el movimiento positivista que se inicia ya en el período de la 
Ilustración, pero que se extiende hasta mediados-fines del siglo XIX, será de suma importancia 
para definir la racionalidad científico-tecnológica y tecnocrática de la época. Racionalidad de la 
cual, pese a la crisis de la razón ocurrida a fines del XIX, somos deudores. Científico-tecnológica 
en tanto se produce un endiosamiento de la ciencia al indicar que sólo el conocimiento científico, 
el conocimiento de los hechos, es el conocimiento válido, en desmedro del conocimiento teológico 
y del metafísico. El único pensamiento válido es el científico. De allí la idea de progreso. El siglo 
XIX ha alcanzado el máximo de las capacidades humanas al desterrar la religión y la metafísica, 
y accediendo al conocimiento de los hechos. Y Tecnocrático porque, la concepción propuesta por 
el positivismo pretende al mismo tiempo ser una concepción política. Así como Platón, en su 
momento, pretendía como ideal para gobernar la pólis la educación para la acción de un 
gobernante-filósofo, los positivistas del s.XIX pretenden lo mismo pero con un gobernante-
científico. Por un lado, esta liberación de los poderes religiosos y metafísicos tuvo consecuencia 
positiva la caída de la mayoría de las monarquías que aún permanecían en pie y, sobre todo, la 
independencia de la mayoría de las colonias. Por otro lado, esta liberación produjo una nueva 
sujeción, ya no en la religión o en la metafísica, sino en la ciencia. Esto condujo a enarbolar la 
bandera de la ciencia y hacer de ella un nuevo fundamento supremo, un nuevo Dios. 
 
 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
2 
 
1. De la Revolución a la crisis socio-política e intelectual: la necesidad de 
reconstruir la sociedad 
 
[…] En momentos en que el viejo orden europeo, que unificaba Estado y Sociedad, salta hecho 
pedazos, y las revoluciones burguesas plantean una disociación entre el orden político y los 
movimientos sociales, que vuelven la época del siglo XIX sumamente crítica y determinada por 
el triunfo y consolidación de la burguesía, después de la Revolución francesa[,] [a]parece así, 
ante la reflexión intelectual, una sociedad cargada de problemas y de contradicciones que van a 
incitar las mentes más agudas, y que van a originar el deseo de tratar científicamente estos 
problemas para la mejor ordenación social y política. A diferencia de los siglos pasados, las 
masas se hicieron conscientes de lo injusto de su posición. La Revolución francesa jugó en este 
sentido, el papel decisivo; ya que recién entonces la masa irrumpe como fuerza histórica. 
La sociedad burguesa va a surgir en un momento crítico de la vida de Occidente, 
cuando la “sociedad europea” se siente específicamente como “sociedad” frente 
al “estado”. Este momento crítico, que vive las consecuencias de la Revolución 
francesa, y que experimenta las explotaciones del primer capitalismo 
industrial, va a espolear el pensamiento de los reformadores 
sociales, los que van a intentar crear un pensamiento social 
reflexivo que estuviese a nivel de las transformaciones socio-políticas 
contemporáneas, así Fourier, Saint-Simon, Proudhon, Comte, Marx entre otros. 
(López de Ferrari, 1973, 80) 
 
La crisis (Saint Simon, 1964) radica en la coexistencia de instituciones incompatibles: un 
gobierno feudal y una sociedad industrial. (Fernández, 2008, 35) 
 
La gran crisis política y social que están experimentando las naciones más 
civilizadas se origina en una anarquía primordialmente intelectual. La falta de 
estabilidad de las máximas fundamentales y del orden social se explica, según 
Comte, por la desorientadora coexistencia de tres filosofías divergentes: la 
teológica, la metafísica y la positiva. (López de Ferrari, 1973, 85) 
 
Es evidente que si una de las tres filosofías posibles, la teológica, la metafísica 
o la positiva, obtuviera en realidad una preponderancia universal completa, 
habría un orden social determinado. Pero, puesto que, por el contrario, las tres 
filosofías opuestas continúan coexistiendo, resulta de ello una situación 
incompatible con una efectiva organización social. (Abbagnano, 1994, 245) 
 
Los profundos cambios filosóficos, sociales y políticos traídos por la Ilustración tuvieron como 
epílogo la necesidad, después de este período revolucionario, de reconstruir la 
sociedad bajo un nuevo orden. El imperio de la razón llega a su apogeo con la 
Revolución francesa y los ideales iluministas. Sin embargo, el idealismo alemán, 
que llega a su máximo esplendor con Kant y Hegel, entra en crisis, y con él, toda 
una manera de ver el mundo. Luego de tantas luchas para derrocar las tiranías monárquicas, 
había que reconstruir la sociedad y darles una nueva esperanza de vida a los hombres. Esta 
Una 
maximización 
de la razón 
para enfrentar 
la crisis 
Crisis: 
Gobierno 
feudal 
+ sociedad 
industrial 
Crisis 
político-social 
y anarquía 
intelectual 
Crisis: 
 
Por la 
coexistencia de 
tres filosofías 
Necesidad de 
reconstruir la 
sociedad 
https://es.wikipedia.org/wiki/Jean-Baptiste_Joseph_Fourier
https://es.wikipedia.org/wiki/Henri_de_Saint-Simon
https://es.wikipedia.org/wiki/Pierre-Joseph_Proudhon
https://es.wikipedia.org/wiki/Auguste_Comte
https://es.wikipedia.org/wiki/Karl_Marx
http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=anarqu%C3%ADa
https://es.wikipedia.org/wiki/Nicola_Abbagnano
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
3 
 
orientación, guarda sin embargo, una afinidad muy profunda con la concepción kantiana del uso 
de la razón humana para el conocimiento y la acción, aunque lo hace cobrando nuevos sentidos. 
La razón, a través de la ciencia, tendrá en esta etapa (hasta la actualidad) un papel de primer 
orden: la organización social (y su consecuente dominio). (Ambrosini y Beraldi, 2015, 40) 
 
2. El positivismo y sus fases 
 
[…] Pueden distinguirse por lo menos tres grandes fases en la evolución 
histórica del positivismo […]; un «protopositivismo» o positivismo germinal 
anterior a Comte, ubicado en Francia desde mediados del siglo XVIII, hasta 
la era napoleónica; el positivismo clásico de Comte y sus discípulos, con 
el que está estrechamente conectado el inductivismo de John Stuart Mill y 
de la mayoría de metodólogos británicos de la era victoriana; y finalmente 
el positivismo crítico alemán del último tercio del siglo XIX, predecesor 
del positivismo lógico del Círculo de Viena.1 (Moulines, 1979) 
 
2.1. El protopositivismo: Saint-Simon 
 
Inicios de un modo de pensar positivista se encuentran sin lugar a dudas en los geómetras 
franceses, es decir, en los físicos matemáticos del siglo XVIII, formados en la fermentación 
científica y filosófica producida en Francia […] Pueden distinguirse dos generaciones sucesivas 
de geómetras: la formada alrededor de D'Alembert a mediados del XVIII y la de Lagrange y 
Laplace poco antes de la Revolución. […] Por lo que no sería del todo desencaminado considerar 
a D'Alembert, Turgot y Condillac como los verdaderos fundadores del positivismo […] De todos 
modos, para evitar objeciones terminológicas, es preferible reservar para estos autores 
precomtianos la designación de «protopositivistas». (Moulines, 1979) 
 
Según algunos de los estudios que se han realizado sobre esta corriente 
filosófica, la primera exposición de principios del Positivismo es el Tratado de 
Dinámica de D´Alembert (1743), aún dentro del períodode lo que se ha 
llamado la Ilustración. 
[…] Como el ideal metodológico cartesiano no acababa aún de constituirse plenamente debido a 
resabios metafísicos, es allí cuando D´Alembert, siguiendo la teoría del conocimiento de Locke 
[…], indica el método para llevar a cabo un desarrollo puramente analítico mediante una 
derivación puramente causal a partir de la menor cantidad de principios posibles, 
neta y rigurosamente determinados, y reducibles a representaciones 
totalmente claras. La solidez del pensamiento y de la investigación en todas 
sus ramas habría de obtenerse entonces, partiendo del conocimiento de la 
Naturaleza, anclándose en ella misma y afianzándose en la seguridad de la 
ciencia físico-matemática, como base de todo el pensamiento. Ya aquí se 
anticipan las bases del reduccionismo2 llevado a cabo por Condorcet […] de los 
fenómenos sociales a los naturales. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 41) 
 
*Protopositivismo 
 
*Positivismo clásico 
 
*Positivismo crítico 
alemán 
 
*Neopositivismo 
(o Positivismo lógico 
o Empirismo lógico) 
El positivismo: 
una 
manifestación 
del pensamiento 
ilustrado 
El conocimiento 
de la Naturaleza 
como punto de 
partida para 
todo 
conocimiento 
científico 
https://es.wikipedia.org/wiki/John_Stuart_Mill
https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%ADrculo_de_Viena
https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Ulises_Moulines
https://es.wikipedia.org/wiki/Jean_le_Rond_d%27Alembert
https://es.wikipedia.org/wiki/Joseph-Louis_de_Lagrange
https://es.wikipedia.org/wiki/Pierre-Simon_Laplace
https://es.wikipedia.org/wiki/Anne_Robert_Jacques_Turgot,_bar%C3%B3n_de_Laune
https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89tienne_Bonnot_de_Condillac
https://es.wikipedia.org/wiki/Nicolas_de_Condorcet
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
4 
 
Es una característica esencial del positivismo el presentarse como una filosofía de las ciencias 
empíricas,3 y no meramente como una teoría del conocimiento ordinario al estilo de los 
empiristas clásicos. Es una constante en el positivismo la preocupación por la metodología 
científica y por los análisis detallados de la estructura de las teorías científicas. […] Esto no 
ocurrió hasta mediados del siglo XVIII […] 
Dicho de otro modo, sólo a partir del momento en que el intelectual occidental fue plenamente 
consciente de la existencia de la explicación científica del mundo como algo radicalmente nuevo 
y distinto de los tipos anteriores de explicación (sentido común, metafísica incluida, la metafísica 
materialista o mecanicista, teología) pudo surgir la actitud «filocientífica»4 propia del positivismo, 
y su deseo de exponer ese tipo de explicación «en su estado puro», libre de las impurezas 
acientifícas que todavía contenía. 
[…] De los escritos de autores como D’Alembert, Turgot, Condorcet, pueden entresacarse ya 
algunos de los aspectos básicos del positivismo posterior: 
-rechazo de cualquier pregunta por la esencia de las causas físicas; 
-limitación de la tarea propia de la ciencia al establecimiento de relaciones lógico matemáticas 
entre los fenómenos; 
-rechazo de toda explicación teológica, metafísica o teleológica de los fenómenos; 
-fe en el progreso5 continuado de la comprensión científica del mundo [como] la única forma 
válida de conocimiento. (Moulines, 1979) 
 
Saint-Simon y la filosofía positiva 
 
[…] El término «positivo», como sinónimo de «científico», aparece ya en Turgot y en 
Saint-Simon. (Moulines, 1979) 
 […] El advenimiento del industrialismo y la incorporación del 
concepto de totalidad social son uno de los fundamentos de la 
utopía saintsimoniana que ve a la política y a la ciencia unidas 
en la administración de la nueva sociedad. 
[…] El advenimiento del industrialismo implica la incorporación 
del concepto de totalidad pues él mismo ha de imponerse al 
conjunto de las instancias sociales; el reemplazo de las clases 
ociosas, nobles y políticos de viejo paño, por los nuevos sujetos 
sociales industriales, artistas, obreros, que imponen una nueva 
lógica política, unidad de política y técnica en la administración del gobierno. 
[…] Para Saint Simon frente a las crisis se plantean las alternativas históricas, 
presentes en el debate político ideológico pos revolucionario, de restaurar o 
instaurar, en este caso, el régimen industrial. La elección es instaurar dado que los 
positivistas son evolucionistas y en esta concepción se trata de superar las causas 
que provocaron esta crisis. 
[…] Desde el punto de vista político el camino para la superación de la crisis es 
vislumbrado por Saint Simon como la necesidad de que la clase industrial se haga 
cargo de la administración de la sociedad. 
El término 
“positivismo
” como 
sinónimo de 
“científico” 
es ya 
anterior a 
Comte 
La industria como 
factor 
determinante de 
una nueva razón 
(instrumental), 
una nueva política 
(positiva) y una 
nueva forma de 
vida (capitalista) 
¿Restaurar el 
viejo orden o 
instaurar uno 
nuevo? 
 
Instaurar uno 
nuevo 
Necesidad de 
un cambio 
radical 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
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Este cambio pacífico, como reiteradamente lo califica Saint Simon, es radical, porque las 
instituciones, lo mismo que los hombres, son modificables pero no son en absoluto 
desnaturalizables. Toda sociedad en cuya construcción se hallan instituciones de distinta 
naturaleza, en las cuales estén admitidos dos principios antagónicos están constituidas en un 
estado de desorden y esa es la realidad de la Francia de su época. (Fernández, 2008, 26-35) 
 
[…] La idea fundamental de Saint-Simon es la de la historia como un progreso 
necesario y continuo. “Todas las cosas que han sucedido y todas las que sucederán 
forman una sola y misma serie, cuyos primeros términos constituyen el pasado, 
y los últimos el futuro.” 
[…] El progreso científico, al destruir las doctrinas teológicas y metafísicas, privó 
de fundamento a la organización social de la Edad Media. A partir del siglo XV 
cristalizó la tendencia a fundar todo raciocinio sobre hechos observados y debatidos, 
y esta tendencia condujo a la reorganización de la astronomía, de la física y de la 
química sobre una base positiva. Tal tendencia había de extenderse a todas las 
demás ciencias y, por tanto, a la ciencia general, que es la filosofía. 
Vendrá, pues, una época en la cual la filosofía será positiva, y la 
filosofía positiva será el fundamento de un nuevo sistema de religión, de política, 
de moral y de instrucción pública. Sólo en virtud de este sistema el mundo social 
podrá volver a adquirir su unidad y su organización, que no pueden ya fundarse en creencias 
teológicas o en teorías metafísicas. Saint-Simon se hace nuncio y profeta de esta organización 
social fundada en la filosofía positiva. En ella dominarán un nuevo poder espiritual y un nuevo 
poder temporal. (Abbagnano, 1994, 237) 
 
2.2. La Escuela Politécnica de París 
 
Este movimiento naturalista y científico-matemático llega a adquirir una notoriedad mayor con 
la instauración de la Escuela Politécnica de París, bajo una triple finalidad: a) propagar los ideales 
de Libertad, Humanidad, Progreso y señorío de la Razón; b) formar las mentes en las ciencias 
positivas y exactas; y c) según lo dicho por Condorcet: “estudiar la sociedad humana como se 
estudia la de las abejas”. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 42) 
 
[…] A fines del siglo XVIII, y por iniciativa de la Convención Nacional revolucionaria, la antigua 
«Escuela Central de Obras Públicas» fue rebautizada y transformada en la famosa «École 
Polytechnique» […] La creación de la «École Polytechnique» significa un acontecimiento decisivo 
para la historia del positivismo decimonónico. Auguste Comte, cuya formación científica provenía 
de esa Escuela, manifestaría repetidas veces cuán fuerte fue el influjo ejercido sobre su 
pensamiento por el espíritu generalque imperaba en la «École Polytechnique». 
También el conde de Saint-Simon, que en las concepciones sociales de Comte iba a desempeñar 
análogo papel al que desempeñó la «École Polytechnique» en su metodología científica, mantuvo 
estrechos contactos con profesores y alumnos de la «École» por los años 1820, es decir, por la 
época en que Comte estudiaba allí. (Moulines, 1979) 
 
 
La historia 
como 
progreso 
necesario y 
continuo. 
El anuncio de 
la filosofía 
positiva 
La filosofía 
positiva: 
base para el 
nuevo orden 
https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89cole_polytechnique
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
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2.3. El positivismo clásico: Comte 
 
Durante años fue Comte el secretario de Saint-Simon. No cabe ninguna duda de que Saint-Simon 
ejerció una gran influencia en las ideas políticosociales de su joven amigo. 
No está del todo claro cuáles son las doctrinas de Comte que provienen 
directamente de Saint-Simon; pero la famosa «ley de los tres estadios» de la 
historia humana (teológico, metafísico, positivo), que ya había sido insinuada por Turgot, fue 
postulada explícitamente por Saint-Simon; Comte se limitó a desarrollarla y a tratar de apoyarla 
en material histórico. También el término «positivo», como sinónimo de «científico», aparece ya 
en Turgot y en Saint-Simon, y la idea de la fundación de una ciencia de la sociedad tan exacta 
como la física tiene su claro origen en Saint-Simon. (Moulines, 1979) 
 
Amigo y colaborador de Saint-Simon, en 1882 adoptó una posición independiente en la obra Plan 
de los trabajos científicos necesarios para organizar la sociedad. Algunos años después 
interrumpía la amistad con Saint-Simon (que había durado casi seis años: 1818-1824) y procedía 
a una elaboración independiente de su filosofía. […] En 1830 apareció el primer volumen de su 
Curso de filosofía positiva, y sucesivamente, hasta 1842, salieron los otros cinco. […] 
(Abbagnano, 1994, 242) 
 
En cualquier caso, es indiscutible que es a Comte a quien corresponde el mérito (o demérito) de 
haber fundado el positivismo como sistema filosófico y como metodología de supuesta validez 
universal. 
[…] Iring Fetscher, […] interpreta la empresa comtiana en su totalidad como el intento de forjar 
un sistema definitivo de filosofía de la historia. La aspiración básica de Comte era lograr una 
aplicación convincente del método de las ciencias naturales, que ya había hecho tan grandes 
progresos en otros campos, al dominio de la historia y de los fenómenos sociales. […] El propósito 
de Comte era llegar a ser para la sociología lo que Newton había sido para la mecánica y Lavoisier 
para la química. (Moulines, 1979) 
En Comte (1942) la aplicación del conocimiento está claramente expresada cuando señala “el fin 
de mis trabajos coincide con las necesidades de la época”. La necesidad de la época se identifica 
con una nueva doctrina orgánica cuya formulación constituye el objetivo de su obra. La 
construcción de esta (nueva doctrina) está íntimamente ligada a una polémica con las “doctrinas 
de los reyes” y la “doctrina de los pueblos”, la primera porque quiere restaurar el régimen anterior 
y la segunda porque es crítica y no tiene capacidad de organizarse. 
La construcción de una nueva organicidad requiere en primer lugar, una articulación 
entre el nuevo sistema productivo, el sistema industrial, y el sistema de ideas, que 
Comte expresa como la necesidad de que las conciencias individuales adhieran a 
un conjunto de ideas comunes. Así Comte (1942) critica el dogma “de la libertad 
de conciencia” postulado por la Escuela Metafísica que “proclamado sobre la razón 
individual […] impide el establecimiento uniforme de un sistema de ideas generales 
sin las cuales no existe una sociedad”. (Fernández, 2008, 35-36) 
 
 
Comte: 
discípulo de 
Saint-Simon 
Contra la 
libertad de 
conciencia. 
La única 
libertad será, 
como norma, 
la científica. 
https://es.wikipedia.org/wiki/Iring_Fetscher
https://es.wikipedia.org/wiki/Antoine_Lavoisier
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
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 Una teoría científica de la previsión para la acción: dominar la realidad 
Para el positivismo, la Ciencia, aparece como el gran medio de encontrar las leyes 
del mundo experimental, en el que debe concentrarse el conocimiento humano. 
La ciencia moderna es previsión útil para la ordenación racional de la vida, y el 
conjunto de conocimientos de las distintas ciencias es intercambiable, 
constituyéndose así un sistema de las ciencias positivas que se relacionan entre 
sí, y que descansan unas en las otras. (López de Ferrari, 1973, 81) 
 
Para [Comte], todo lo real será reducido a lo dado a los 
sentidos, y la relación entre sociedad y naturaleza -que están 
para él en un perfecto orden lógico- se fundamenta sobre un 
único principio básico: el de la uniformidad de la naturaleza, 
la invariabilidad de las leyes naturales. Estos dos elementos básicos: 
observación de los hechos6 y uniformidad de la naturaleza conformarán las 
características definitorias de lo que se denomina “conocimiento positivo”, es decir, un 
conocimiento basado en la observación de los fenómenos y de las “leyes” que describen su 
funcionamiento. La denominación de “positiva” cobra una importante relevancia. […] 
¿Qué puede considerarse entonces como conocimiento? Sólo el conocimiento científico, ¿y cuál 
es este? Sólo las ciencias naturales constituyen el conocimiento, mientras que la teología y la 
metafísica carecen de base científica. Este programa que, como vimos, ya estaba de alguna 
manera anunciado en Kant, cobra aquí una dirección decididamente medular para la concepción 
científica de la época y para la siguiente: 
 
[…] toda proposición que no es estrictamente reducible al simple enunciado de un 
hecho, particular o general, no puede tener ningún sentido real o inteligible. 
(Comte, 1965, 54) 
 
La cita aquí indicada está destinada a delimitar lo científico de lo que no lo es, es decir, como 
criterio de demarcación prescribe qué tipo de enunciados pueden ser denominados científicos y 
cuáles no. De esta manera, toda proposición que no pueda ser reducida a un hecho, es decir, 
que no se corresponda con algo “observable”, no será una proposición científica. Así, cualquier 
proposición metafísica queda completamente excluida de la posibilidad de constituirse en una 
proposición científica. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 42-43) 
[…] La teoría de la ciencia es la parte de la obra de Comte que ha tenido mayor resonancia y 
duración en la filosofía y más eficacia en el desarrollo mismo de la ciencia. Como ya 
Bacon y Descartes (a los que se declara vinculado), Comte concibe la ciencia como 
dirigida esencialmente a establecer el dominio del hombre sobre la naturaleza. […] 
considerado en su conjunto, el estudio de la naturaleza está destinado a 
suministrar “la verdadera base racional de la acción del hombre sobre la naturaleza”, 
ya que “sólo el conocimiento de las leyes de los fenómenos, cuyo resultado constante 
es el de hacerlos prever, puede, evidentemente, conducirnos en la vida activa a 
modificarlos en provecho nuestro” (Phil, pos., p. 51). El fin de la investigación científica 
es la formulación de las leyes, porque la ley permite la previsión-, y la previsión dirige 
y guía la acción del hombre sobre la naturaleza. “En resumen —dice Comte—, ciencia, 
Lo real: 
lo dado a 
los sentidos 
El “descubrimiento” 
de leyes generales se 
funda en la creencia 
de que la naturaleza 
se comporta de 
manera uniforme. 
Criterio de 
demarcación 
entre 
conocimiento 
científico y no 
científico. 
La ciencia 
para dominar 
la naturaleza 
Ciencia 
= 
previsión 
= 
acción 
La ciencia 
elabora leyes 
generales que 
permiten 
prever para 
luego actuar.https://es.wikipedia.org/wiki/Francis_Bacon
https://es.wikipedia.org/wiki/Ren%C3%A9_Descartes
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
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por tanto, previsión; previsión, por tanto, acción: tal es la fórmula sencillísima que expresa de 
manera exacta la relación general entre la ciencia y el arte, tomando estos dos términos en su 
acepción total" (Ib., p. 51). (Abbagnano, 1994, 248) 
 
El verdadero objetivo de las ciencias no es buscar las causas ocultas de los 
fenómenos, sino sólo describirlos sistemáticamente, para poder hacer buenas 
predicciones. Las predicciones nos permiten actuar sobre la naturaleza; con ello se 
promueve el progreso tecnológico, la base de todo progreso humano. (Moulines, 1979) 
 
La ley de los tres estadios: una filosofía de la historia 
[…] La parte de la obra de Comte que ha tenido mayor resonancia, directa o polémica, es su 
teoría de la ciencia. Pero el verdadero propósito de Comte era establecer una 
filosofía de la historia, que en la segunda fase de su vida se convirtió en una 
religión de la humanidad, esto es, en una divinización de la historia. […] 
[…] Lo que a los ojos de Comte es su descubrimiento fundamental, y que en 
realidad es el punto de partida de toda su filosofía, es la ley de los tres estados. 
Según esta ley, […] cada rama del conocimiento humano pasa sucesivamente 
por tres estados teóricos diferentes: el estado teológico o ficticio, el estado 
metafísico o abstracto y el estado científico o positivo. Hay, pues, tres métodos 
diversos para encauzar la investigación humana y tres sistemas de 
concepciones generales. El primero es el punto de partida necesario de la 
inteligencia humana; el tercero es su estado fijo y definitivo; el segundo está 
destinado únicamente a servir de transición. En el estado teológico, el espíritu 
humano, dirigiendo esencialmente sus investigaciones hacia la naturaleza íntima 
de los seres y hacia las causas primeras y finales, esto es, hacia los conocimientos 
absolutos, se representa los fenómenos como productos de la acción directa y continua de 
agentes sobrenaturales, más o menos numerosos, cuya intervención arbitraria explica todas las 
anomalías aparentes del universo. En el estado metafísico, que es sólo una modificación del 
primero, los agentes sobrenaturales son sustituidos por fuerzas abstractas, verdaderas entidades 
o abstracciones personificadas, inherentes a los diversos entes del mundo y concebidas como 
capaces de engendrar por sí todos los fenómenos observados, cuya explicación consistiría, por 
tanto, en asignar a cada uno la entidad correspondiente. Finalmente, en el estado positivo el 
espíritu humano, reconociendo la imposibilidad de alcanzar nociones absolutas, renuncia a buscar 
el origen y el destino del universo y a conocer las causas íntimas de los fenómenos, y se aplica 
únicamente a descubrir, mediante el uso bien combinado del razonamiento y de la observación, 
sus leyes efectivas: esto es, sus relaciones invariables de sucesión y de semejanza. “La 
explicación de los hechos, reducida así a sus términos reales, ya no es entonces nada más que 
el enlace establecido entre diversos fenómenos particulares y algunos hechos generales, cuyo 
número el progreso de la ciencia tiende a ir disminuyendo cada vez más.” (Phil, pos., I, p. 10). 
(Abbagnano, 1994, 243-245) 
 
Posibilidad 
del progreso 
tecnológico 
Filosofía de la 
historia: 
 
1º) Teológico 
(Antigüedad y 
Edad Media) 
 
2º) Metafísico 
(Renacimiento- 
S. XVIII) 
 
3º) Positivo o 
científico (S.XIX 
en adelante) 
 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
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Comte […] [las] tres etapas […] las hace corresponder cronológicamente con las edades 
históricas: teológica o mágica (Antigüedad y Edad Media), metafísica o filosófica (del 
Renacimiento a la Ilustración) y positiva o científica (desde mediados del siglo XIX). De esta 
manera, la concepción histórica de Comte está ligada íntimamente a su concepción del 
conocimiento. Estas etapas no sólo involucran al desarrollo de la historia social, sino también del 
alma individual. En este sentido, se constituye como una ley bio-psicológica 
necesaria. Si el primer estadio es caracterizado por la búsqueda de las causas 
últimas de todas las cosas mediante un fundamento sobrehumano (dioses), el 
segundo en cambio, reemplaza ese fundamento teísta por uno abstracto. Es decir, 
en la segunda etapa se trata de explicar la existencia de todos los entes tomando 
como fundamento entes metafísicos (yo, éter, fuerza, etc.). […] A este segundo 
estadio le sucede un tercero, siempre en sentido superador, progresivo. La etapa 
positiva es caracterizada como la búsqueda de las causas (ya no últimas o metafísicas) de lo 
existente, es decir, de los fenómenos, a partir de leyes generales, cuyo origen es la 
experimentación. Este último estadio (el presente de Comte) constituye -al juicio positivista- un 
progreso hacia lo mejor, en tanto el hombre ya no debe sentirse inseguro por las eventualidades 
de la vida, dado que, estableciendo las leyes de la naturaleza, el hombre puede prever el futuro 
y controlar su medio y el universo. 
Políticamente, si el estadio metafísico implica una crítica al estadio teológico -en tanto frente a la 
autoridad absoluta basada en principios religiosos se levantan los derechos del hombre basados 
en principios abstractos: la soberanía popular y el gobierno anónimo de la ley-, el estadio positivo, 
como la etapa final de desarrollo de la humanidad, también es crítico respecto de la etapa 
anterior. El estadio positivo es el de una sociedad industrial gobernada por científicos que 
imponen esquemas racionales a la convivencia social, garantizando el orden y el progreso. 
(Ambrosini y Beraldi, 2015, 43-44) 
 
La concepción de la dinámica social comtiana, implica, en cierto modo, una filosofía de la historia 
que pretende mostrar el camino optimista del futuro, con la seguridad de una predicción 
científica, proporcionada por el método positivo aplicado a los fenómenos sociales. El designio 
general de Comte en el Curso de Filosofía Positiva es, dice, Löwith, “presentar «la marcha 
fundamental del desarrollo humano» y dilucidar el progresivo curso del espíritu humano en su 
integridad, a través de su continuidad histórica total, dirigiéndose a la final madurez de la etapa 
científica de nuestra civilización occidental.” (López de Ferrari, 1973, 87-88) 
 
El fin práctico del positivismo 
El fin de todo auténtico conocimiento es el mejoramiento del ser humano —lo 
cual constituye la esencia misma de la idea de progreso en Comte. La 
orientación de la verdadera filosofía consiste, según Comte, en 
“concebir todas nuestras especulaciones como productos de 
nuestra inteligencia, destinados a satisfacer nuestras diversas 
necesidades esenciales, no apartándose nunca del hombre, sino para 
volver mejor a él […]” (Comte, Discurso sobre el espíritu positivo) 
[…] Al hacer del hombre el último fin de todo saber, postula también una ciencia de lo moral, lo 
social y lo político […] (López de Ferrari, 1973, 84) 
 
La historia, 
para Comte, 
es lineal y 
progresiva, en 
un sentido 
superador 
Progreso: 
mejoramiento 
del ser humano 
por medio del 
conocimiento 
Fin último: la 
humanidad, y 
su felicidad 
https://es.wikipedia.org/wiki/Karl_L%C3%B6with
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
10 
 
3. El positivismo y el rol de la ciencia: “organizar” la sociedad 
 
[…] Se considera que esta filosofía es capaz de constituir espontáneamente la armonía lógica en 
el individuo y la comunión espiritual de la especie entera. Una filosofía así está destinada ya no 
a descubrir, sino a organizar, siendo este su papel fundamental. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 43) 
 
Para compensar latendencia anárquica, y para poner término al período 
revolucionario de los últimos siglos, tiene que ser restablecida y reorganizada la 
fuerza estabilizadora del orden, porque solamente un sistema que armonice orden y 
progreso puede encauzar el estado revolucionario que ha sido característico de la 
historia europea, desde la disolución del orden medieval, hacia una meta final y 
positiva. (López de Ferrari, 1973, 85) 
 
Orden y progreso 
El lema comtiano «orden y progreso» no sólo debía aplicarse a la organización social, sino 
también a la ética científica. Esto era sólo la expresión filosófica de la actitud más o menos 
subconsciente de la mayoría de los científicos, particularmente de los físicos y químicos, durante 
la primera mitad del XIX. (Moulines, 1979) 
 
La perspectiva, de la historia universal de Comte aparece determinada por el futuro 
abierto de progresión lineal, desde las etapas primitivas a las avanzadas o positivas. 
Este progreso es más notable en el campo intelectual que en el moral, y está más 
firmemente establecido en las ciencias naturales que en las sociales. Pero tarea y fin últimos 
consisten en la aplicación de los avances de las ciencias naturales a la Sociología. 
(López de Ferrari, 1973, 84) 
 
[…] Comte, trata de lograr una síntesis entre el orden y el progreso, que vendría a ser la síntesis 
entre el espíritu teológico, basado en el orden, y el espíritu metafísico, basado en el progreso. 
“En un tema cualquiera, dice Comte, el espíritu positivo conduce siempre a establecer una exacta 
armonía elemental entre las ideas de existencia y las ideas de movimiento de donde resulta más 
especialmente, con respecto a los cuerpos vivos, la correlación permanente de las ideas de 
organización con las ideas de vida, y luego por una última especialización propia del organismo 
social, la solidaridad continua de las ideas de orden con las ideas de progreso; y, recíprocamente, 
el progreso deviene la finalidad necesaria del orden: como en la mecánica animal, el equilibrio y 
el progreso son mutuamente indispensables, a título de fundamento o de destino.” (Comte, 
Discurso…, 105) (López de Ferrari, 1973, 85-86) 
 
 
 
Establecer 
el orden 
para poder 
progresar 
Los tres 
estadios de 
la historia 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
11 
 
El orden, primero 
 […] Aunque el pensamiento de Comte varía a través de sus distintas obras, en lo que respecta 
al progreso sigue, en verdad, una línea evolutiva, en la cual el progreso aparece y se configura 
como el desarrollo del orden. Comte considera que todo progreso supone un orden preexistente, 
lo cual le llevará a una alta valoración del orden jerárquico del tradicionalismo, pero por otra 
parte, el progreso desemboca en nuevos órdenes que llevan en sí mismo el germen de un nuevo 
progreso. 
[…] Comte va a intentar una integración […] del orden y del progreso, pero su propia inclinación 
conservadora, que le hace ver con temor los movimientos revolucionarios de su siglo, le lleva a 
colocar antes el orden que el progreso, […] En este sentido Adorno expresa que: “como el 
desarrollo global de la sociedad burguesa conduce a su disolución anárquica, se inclina a colocar 
el orden sobre el progreso, y las leyes estáticas sobre las dinámicas.” […] 
(López de Ferrari, 1973, 86) 
 
La noción de progreso en Comte 
 […] Comte escribe en momentos en que la doctrina del progreso domina en 
Europa, favorecida por las recientes conquistas de las ciencias naturales. La idea 
de progreso implicaba una secularización del principio cristiano de salvación y de 
perfección, que venía a reemplazar la fe en la providencia, por la fe en la Ciencia. 
La doctrina del progreso, que Comte hace remontar a Bossuet y a Pascal, implicaba una evolución 
de la sociedad a través de etapas cada vez más progresivas. En este sentido del progreso, Comte 
va a examinar la dinámica social, referida al conjunto de la humanidad, como una sucesión de 
etapas, que se efectúan según leyes invariables y con una dirección positiva, puesto que cada 
fase representa un perfeccionamiento sobre la anterior. “El espíritu positivo, en virtud de su 
naturaleza eminentemente relativa, es el único que puede considerar convenientemente todas 
las grandes épocas históricas como fases determinadas de una misma evolución fundamental, 
en la que cada una resulta de la precedente y prepara la siguiente según leyes invariables que 
fijan su participación especial en el común progreso, de tal manera que sea posible siempre, sin 
inconsecuencia ni parcialidad, hacer una exacta justicia filosófica a todas las cooperaciones, 
cualesquiera que sean.” (Comte, Discurso…, 110-111). (López de Ferrari, 1973, 87) 
 
El progreso, según Comte, es “el desarrollo del orden”. El concepto del mismo fue establecido 
por la Revolución francesa, […] Pero tal concepto no hubiese podido completarse de no haberse 
antes hecho justicia a la Edad Media, por la que la Edad Antigua y la Edad Moderna están, al 
mismo tiempo, separadas y unidas. (Abbagano, 1994, 252) 
 
Positivismo: un 
cristianismo 
secularizado. 
https://es.wikipedia.org/wiki/Theodor_Adorno
https://es.wikipedia.org/wiki/Jacobo_Benigno_Bossuet
https://es.wikipedia.org/wiki/Blaise_Pascal
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
12 
 
El orden basado en el consenso 
En lo que respecta a la […] teoría del orden, el principio fundamental en el que se apoya es el 
del consenso social; […] “Consenso social” puede considerarse como “fenómeno social total”, del 
cual no estarán excluidos los conflictos, las tensiones, las luchas, las antinomias y los 
antagonismos sociales. Pero Comte, en realidad, deforma, como sostiene Gurvitch, el principio 
del “consenso social” al interpretarlo como el “principio de armonía espontánea de este todo”. 
Así, el planteo de Comte en lo que se refiere a consenso, acaba en una creencia 
optimista sobre la armonía social, que surge espontáneamente de la propia 
naturaleza de la sociedad, con olvido de las diferencias conflictivas y de las 
contradicciones inherentes a la propia estructura social. (López de Ferrari, 1973, 88) 
 
Espontaneidad de la sociabilidad y del orden 
Otro principio sostenido por la estática social es el de la espontaneidad de la sociabilidad 
y del orden social. Comte parte de una consideración espontánea del orden social. 
Tanto el orden social como la sociabilidad misma son algo 
espontáneo y natural, y no el resultado de un acuerdo o de un 
pacto entre los individuos como quería la tesis contractualista. 
El estado de sociedad es, para el hombre, el estado natural. Comte retoma aquí la 
tesis de Aristóteles, en su visión del hombre como zoon politikón, al decir que el estado de 
sociedad, es el estado natural del hombre, que participa en dicha sociedad a través de la familia, 
como célula social básica. (López de Ferrari, 1973, 88) 
 
La humanidad sobre el hombre individual 
“Para el espíritu positivo, dice Comte, el hombre propiamente dicho no existe, sólo puede existir 
la Humanidad, puesto que todo nuestro desarrollo se debe a la sociedad en cualquier 
aspecto que lo consideremos.” (Discurso…, 128). El individuo es una abstracción y 
sólo la Humanidad es real. Pero la naturaleza humana es inmutable a lo largo de la 
historia. El hombre está pensado para obrar a lo largo de la historia. Pero esta historia no cambia 
su naturaleza. La sucesión de sociedades no aporta nada al hombre. […] (López de Ferrari, 1973, 
88-89) 
 
[…] Comte pone de relieve continuamente la sabiduría y providencia del Gran Ser [la 
Humanidad], que ha sabido maravillosa y gradualmente desarrollarse en sus edades primitivas 
(teológica y metafísica) para alcanzar la edad positiva, que anuncia su plena madurez.“Entonces 
-dice Comte (Ib., IV, p. 40) — instituyó espontáneamente, primero, los dioses antiguos, después, 
su único heredero (el Dios de las religiones monoteístas), para guiar, respectivamente, su 
segunda infancia y su adolescencia. Los elogios dirigidos sinceramente a estos tutores subjetivos 
son otros tantos homenajes indirectos a la sabiduría instintiva de la Humanidad... Cuando su 
madurez sea completa se admirará justamente su providencia, dirigida y sentida hacia sus 
verdaderos servidores.” La Humanidad, por tanto, no es más que la tradición divinizada; una 
tradición que comprende todos los elementos objetivos y subjetivos, naturales y espirituales, 
que constituyen el hombre. (Abbagnano, 1994, 252) 
 
 
Consenso sin 
conflicto 
El hombre 
es un ente 
sociable por 
naturaleza 
Comte: 
no contractualista. 
El todo 
sobre las 
partes 
https://es.wikipedia.org/wiki/Georges_Gurvitch
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
13 
 
 Progreso de la humanidad 
Esta evolución sigue tres estadios: el teológico, el metafísico y el positivo. Toda ciencia, y por 
tanto también toda sociedad, debe atravesar estos tres estadios. Las diferencias entre los 
estadios vienen determinadas por el modo diverso como el hombre concibe el mundo. […] En el 
estadio positivo, que es el de una ciencia o de una sociedad madura, se describen y predicen con 
toda exactitud los fenómenos mediante leyes naturales sin buscar explicaciones casuales «tras» 
los fenómenos; las leyes naturales son el producto exclusivamente de la observación y de la 
reflexión racional. (Moulines, 1979) 
 
La filosofía positiva va ligada con la doctrina del progreso, en la que se ve a la 
Humanidad evolucionando hacia metas cada vez más perfectas, con un sentido 
secularizador de la visión teológica de la Historia, propagada por el cristianismo 
mediante el ideal de perfección y salvación. Lo que lleva a Karl Löwith a afirmar: 
“La idea directriz de una progresión temporal hacia una meta final en el futuro, revela que la 
filosofía positiva deriva de la interpretación teológica de la Historia como una historia de 
perfección y salvación.” (López de Ferrari, 1973, 81) 
En […] Comte la primacía de lo social se ve expresada en su idea de la “marcha general de la 
civilización”. La evolución del conocimiento es la base del progreso de las sociedades, no está 
depositada en los individuos particulares. Las bases de constitución de las sociedades se 
encuentran en un movimiento histórico que, sujeto a una legalidad propia, desborda y seculariza 
las voluntades individuales, cuyo ámbito de acción es lo que Comte denomina “combinaciones 
políticas”, que se despliegan, con éxito, a partir del reconocimiento de los límites impuestos por 
una evolución natural a la que se subordina. Toda acción política es seguida de un efecto real y 
duradero cuando se ejerce en el mismo sentido que la fuerza de la civilización, señala Comte en 
los primeros ensayos; la determinación de las tendencias de la civilización tienen como fin 
conformar a ella una acción política que excluirá radicalmente la arbitrariedad de las voluntades. 
(Fernández, 2008, 29) 
 
4. Un proyecto político: el positivismo santsimoniano y comtiano 
 
 La revolución del sistema social 
La conciencia de vivir en medio de una crisis profunda, crisis que no puede durar en el tiempo, 
impulsa el proyecto futuro y las condiciones reales, de allí la necesidad del análisis de los 
sistemas sociales en que ha de apoyarse el nuevo modelo. Intenta verificar para ello que los 
sistemas teóricos aportados por la revolución de 1789 no han contribuido más que a 
modificaciones parciales y no han tocado lo esencial: limitados a cambios políticos, 
han dejado subsistir el orden social antiguo que es el que hay que destruir; lo 
que está en cuestión no es una revolución política sino una revolución del 
sistema social total. El sistema político por ello no debe estudiarse como variable 
independiente del sistema social, sino considerar las relaciones entre las diferentes 
fuerzas sociales y examinar éstas en un sistema que debe definir la totalidad, apoyándose en 
la presencia de la industria. (Fernández, 2008, 28) 
 
Una 
revolución 
cultural radical 
La humanidad 
encaminada 
hacia lo mejor 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
14 
 
El poder en manos de los científicos y los industriales (una sociedad del capital) 
El nuevo poder espiritual será el de los científicos, o sea, el de los hombres “que pueden predecir 
el mayor número de cosas.” La ciencia, en efecto, ha nacido como capacidad 
de previsión, como se ha demostrado por la historia de la 
astronomía; y la verificación de una predicción es lo que da al 
hombre la reputación de científico. Por otro lado, la administración de los asuntos temporales 
será confiada a los industriales, esto es, a los “emprendedores de trabajos pacíficos, que darán 
ocupación al mayor número de individuos.” Saint-Simon está persuadido de que “esta 
administración, por efecto directo del interés personal de los administradores, se ocupará, en 
primer lugar, de mantener la paz entre las naciones y, en segundo lugar, de disminuir lo más 
posible el impuesto, de manera que se empleen los productos del modo más ventajoso para la 
comunidad.” Demuestra con una parábola la necesidad de confiar a la clase técnica y productiva 
el poder político. Si Francia perdiera de improviso los tres mil individuos que cubren los cargos 
políticos, administrativos y religiosos más importantes, el Estado no sufriría ningún daño; en 
efecto, sería fácil sustituir a tales individuos con otros tantos aspirantes, que no faltan nunca. 
Pero si Francia perdiera de pronto los tres mil científicos más expertos y hábiles, los artistas y 
artesanos que posee, el daño para la nación sería irreparable. Puesto que estos hombres son 
los ciudadanos más esencialmente productores, los que ofrecen los productos más necesarios, 
dirigen los trabajos más útiles para la nación y la hacen productiva en las ciencias, en las artes 
y en los oficios, la nación, sin ellos, se convertiría en un cuerpo sin alma: “caería 
inmediatamente en un estado de inferioridad frente a las naciones de las que ahora es rival y 
continuaría siendo inferior respecto a ellas hasta que hubiera reparado la pérdida y hubiera 
vuelto a tener cabeza.” (Organisateur, 1819) (Abbagnano, 1994, 238) 
 
Organización social para la paz (el protoproyecto de la unión europea) 
 
Su proyecto de Reorganización de la sociedad europea (1814) difiere […] del de Kant […]. El 
órgano de la paz deberá ser, según Saint-Simon, un parlamento general que decida sobre los 
intereses comunes de toda Europa y al cual estén subordinados los parlamentos que gobiernen 
cada nación particular. “Vendrá, sin duda, un tiempo en que todos los pueblos de Europa 
sentirán la necesidad de regular los puntos de interés general antes de descender a los intereses 
nacionales; entonces los males empezarán a disminuir, las turbulencias a calmarse y las 
guerras a extinguirse. Esta es la meta a la que tendemos sin descanso, a la que nos arrastra 
el curso del espíritu humano.” (Abbagnano, 1994, 238) 
 
La tecnocracia 
¿Un proto-
neoliberalismo? 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
15 
 
El positivismo como religión: el endiosamiento de la ciencia 
Desde el momento en que poder y conocimiento caminan juntos, el fin de la ciencia no va a ser 
otro que el mandato baconiano de “obrar y trabajar”, es decir, la utilidad en la esfera 
productiva, ya por su aporte en el dominio de la naturaleza, ya el que pueda hacer en el campo 
del control social. No puede sorprender, entonces, el optimismo y la confianza de muchos 
pensadores […] enque la humanidad había encontrado el instrumento que tarde o temprano 
solucionaría todos sus problemas. (Glavich [et.al], 1998, 10) 
Con el positivismo, la ciencia se exalta, se considera como única manifestación 
legítima de lo infinito y, por ello, se llena de significación religiosa, pretendiendo 
suplantar a las religiones tradicionales. 
[…] Existe el hecho de que, en sus fundadores y en sus seguidores, el positivismo se presenta 
como […] pretensión de servir como única religión auténtica y, por tanto, como único 
fundamento posible de la vida humana individual y social. El positivismo acompaña y provoca 
el nacimiento y la afirmación de la organización técnico-industrial de la sociedad, fundada y 
condicionada por la ciencia. Expresa las esperanzas, los ideales y la exaltación optimista, que 
han provocado y acompañado esta fase de la sociedad moderna. El hombre ha creído en esta 
época haber hallado en la ciencia la garantía infalible de su propio destino. 
[…] La orientación religiosa de su pensamiento, ya evidente en su primera obra, se acentuó 
todavía más hasta convertirse en dominante en su segunda obra capital, el 
Sistema de política positiva o Tratado de sociología que instituye la 
religión de la humanidad (4 vol., 1851-54). […] En esta fase, Comte se 
presenta, como profeta de una nueva religión, de la cual formula un 
catecismo (Catecismo positivista, 1852) y cuyo calendario procura fijar 
(Calendario positivista, 1849-60). Se consideraba como el pontífice 
máximo de esta nueva religión que debería completar y llevar a término 
la “revolución occidental”, o sea, el desarrollo positivista de la civilización 
occidental. (Abbagnano, 1994, 236 y 243) 
 
[…] La filosofía de Comte nos interesa en el contexto presente de la relación entre positivismo 
y desarrollo científico sólo en la medida en que representa una forma bien delineada del 
cientificismo7 moderno. Según Comte, todo desarrollo en la sociedad humana depende en 
última instancia del desarrollo científico. La historia de la ciencia es el núcleo de la historia 
general de la especie humana. No puede comprenderse bien el sentido de la historia universal 
si antes no se ha clarificado la evolución de las formas de conocimiento empírico. 
(Moulines, 1979) 
 
La Ciencia: el 
nuevo dios 
Catecismo positivista; 
Calendario positivista; 
Persignación 
positivista (para 
suplantar al 
catecismo, al 
calendario y a la 
persignación cristiana) 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
16 
 
La sociocracia (tecnocracia) 
 
[…] La concepción positivista será de vital importancia para el devenir futuro de la ciencia (y 
de la humanidad), no sólo filosóficamente sino políticamente. Como para Comte 
el poder político debe recaer en las personas que conocen las leyes que forman 
la sociología (un nuevo “gobernante filósofo”, en este caso, científico), este 
modelo político es denominado “tecnocrático”. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 45) 
 
 […] En el Sistema de política positiva y en los escritos menores que se vinculan con la segunda 
fase de su pensamiento, esta dogmatización de la ciencia está todavía más acentuada. Aquí 
preconiza “una inflexible disciplina” del trabajo científico, disciplina que en el futuro “régimen 
sociocrático” debería corregir y prevenir las desviaciones espontáneas. “El sacerdocio y el 
público deberán siempre proscribir los estudios que no tiendan a mejorar o a determinar mejor 
las leyes matemáticas y físicas de la existencia humana, o a caracterizar mejor las 
modificaciones que traen consigo, o, por lo menos, a perfeccionar realmente el método 
universal.” (Pol. pos, I, ed. 1890, p. 455). 
Comte hace valer con extraordinaria energía el principio que condena cualquier investigación 
científica cuya utilidad para el hombre no sea evidente. Así, la astronomía es reducida al estudio 
de la Tierra. “En lugar del incierto estudio del Cielo, debe proponerse el conocimiento de la 
Tierra, no considerando los demás astros más que según sus relaciones reales con el planeta 
humano.” (Ib., p. 508). Las ramas de la física son declaradas irreducibles entre sí, porque 
corresponden a la división de los sentidos humanos (Ib., p. 528). Son condenados como inútiles 
los estudios que se refieren “a las pretendidas interferencias ópticas o las interferencias 
análogas en acústica.” (Ib., p. 531). […] Las limitaciones y los prejuicios de Comte habrían 
privado realmente a la ciencia de toda posibilidad de desarrollo teórico y práctico. 
Afortunadamente, la ciencia, aun empleando ampliamente el concepto fundamental de Comte 
de la legalidad de los fenómenos naturales y de la posibilidad de previsión que ofrece, se ha 
desinteresado en seguida de las restricciones en que Comte la encuadraba y ha procedido por 
cuenta propia. […] Tales restricciones son, con todo, un aspecto esencial de la obra de Comte, 
que va dirigida explícitamente a establecer una sociocracia, esto es, un régimen fundado en la 
sociología, análogo y correspondiente a la teocracia fundada en la teología (Ib., p. 403). Comte 
hubiera querido ser el jefe espiritual de un régimen positivo, tan absolutista como el régimen 
teológico que debía suplantar. […] Comte no consiguió nunca llevar a la práctica sus 
aspiraciones absolutistas. 
[…] El Sistema de política positiva va dirigido explícitamente a transformar la filosofía positiva 
en una religión positiva. Tiende a fundar la unidad dogmática, cultural y práctica, de la 
humanidad, unidad que, rota por la decadencia del régimen teocrático y por los primeros 
escarceos del espíritu positivo, no ha sido todavía restablecida. Esta unidad no es solamente, 
debido a esto, la unidad de una doctrina, sino también la de un culto, de una moral y de una 
costumbre. 
[…] La llamada sociocracia, de que Comte se erige en defensor y profeta, es un 
régimen absolutista, que debería ser dominado y dirigido por una corporación de 
filósofos positivistas. “Esta —dice Comte (Pol. pos, IV, p. 65) — es la constitución 
normal de las sociocracia; bajo la presidencia doméstica de los representantes de 
su naturaleza, la Humanidad coloca primero a los intérpretes de sus leyes; después, a los 
El gobernante 
científico 
El intento de 
un nuevo 
absolutismo 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
17 
 
ministros de sus designios, y, finalmente, a los agentes de su poder. Amar, saber, querer y 
poder se convierten en atributos respectivos de cuatro servicios necesarios, cuya separación y 
coordinación caracterizan la madurez del Gran Ser [la Humanidad].” 
Comte traza con minuciosos detalles el culto positivista de la Humanidad. […] Propone una 
nueva “señal”, que debería sustituir a la señal de la cruz de los cristianos, y que consiste en 
tocar sucesivamente “los principales órganos que la teoría cerebral asigna a sus tres 
elementos”, o sea, al amor, al orden, al progreso (Pol. pos., IV, p. 100-101). (Abbagnano, 
1994, 250-254) 
 
El papel de la educación 
La educación es el mecanismo por el cual los sujetos incorporan estas ideas comunes… “ninguna 
sociedad puede formarse y mantenerse sin la influencia de un sistema de ideas 
capaz de sobrepasar las tendencias individuales, ésta es la función que cumplió 
el sistema teológico.” Que da cuenta de su eficacia histórica. En la formulación 
de la ley de los tres estadios Comte señala con respecto a la etapa teológica que 
“esta filosofía inicial ha sido necesaria […] para establecer algunas doctrinas 
comunes sin las cuales el vínculo social no hubiera podido adquirir ni extensión ni consistencia.” 
Y con respecto a la etapa metafísica “la eficacia histórica de tal aparato filosófico es su 
capacidad de una actividad critica disolvente y mental de lo social sin que pueda organizar nada 
que le sea propio.” (Comte,1975) (Fernández, 2008, 36) 
 
5. Algunas observaciones críticas 
 
Sobre el endiosamiento de la ciencia 
Las actitudes hacia la ciencia cubren todo el espectro que va desde la admiración acrítica, en 
un extremo, pasa por la desconfianza, el resentimiento y la envidia, para llegar a la denigración 
y a la abierta hostilidad, en el otro. […] 
[A esa primera actitud la denominamos] cientificista [y] es un asunto de deferencia [respeto] 
hacia la ciencia de estilo exagerado: una predisposición excesiva para aceptar como de 
autoridad cualquier afirmación hecha por las ciencias, por ejemplo, y para rechazar cualquier 
crítica a la ciencia o a quienes la llevan a cabo, considerándola un prejuicio anticientífico. […] 
[…] A veces, la palabra «ciencia» se usa, simplemente, como un modo de referirse a ciertas 
disciplinas: Física, Química, Biología, etc.; como también, normalmente, a la Antropología y a 
la Psicología; y también, en ocasiones, a la Sociología, a la Economía, etc. Pero, a menudo, 
incluso de modo más frecuente, la «ciencia» y sus términos asociados se emplean de forma 
honorífica: los anunciantes no animan a limpiar nuestros vestidos con un detergente que lava 
mejor, que es científico; los maestros del Pensamiento crítico nos urgen a utilizar la razón 
científicamente, a usar el método científico; se cree a testigos expertos, debido a que ellos 
ofrecen lo que constituye una prueba empírica (evidence) científica; se rechazan como 
pseudocientíficos la Astrología, el arte de los zahoríes, la Homeopatía, la Quiropráctica o la 
Acupuntura; nos quejamos, escépticos ante ésta o aquélla afirmación, señalando que carece 
de explicación científica o reclamamos una prueba (proof) científica. Y así sucesivamente. 
«Científico» ha venido a ser un término propuesto para todo aquello digno de aprecio 
epistémico, que expresa lo «fuerte, fiable, bueno». No hay que sorprenderse, en consecuencia, 
de que psicólogos, sociólogos o economistas sean, a veces, tan apasionados en insistir en su 
La educación: 
clave para un 
cambio 
cultural 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
18 
 
derecho a utilizar ese título. Tampoco hay que asombrarse de quienes cultivan otras áreas 
(«Ciencias Empresariales», «Ciencias de la Biblioteconomía», «Ciencia mortuoria», etc.) estén 
tan ansiosos de reclamarlo. 
A la vista del éxito impresionante de las Ciencias de la Naturaleza, este uso honorífico es 
bastante comprensible. Pero es desafortunado. Oscurece el hecho, en cualquier caso obvio, de 
que no todos los cultivadores de las disciplinas clasificadas como ciencias –o sólo ellos– son 
investigadores buenos, honrados, minuciosos y con éxito. Esto ha llevado a algunos filósofos 
de la ciencia a la preocupación infructuosa por el problema de demarcar la ciencia real respecto 
de la presunta. Estimula también la actitud, acrítica e irreflexiva, hacia las disciplinas 
clasificadas como ciencias. Esto, a su vez, provoca la envidia respecto de las disciplinas así 
catalogadas, que impulsa un tipo de cientificismo basado en las Ciencias de la Naturaleza (una 
imitación inapropiada, por parte de quienes cultivan otras disciplinas, de los modos de hacer 
de esas ciencias: la terminología técnica, la Matemática, etc.). […] Y este uso honorífico se 
mantiene en la forma de un reconocimiento directo de la ciencia, que –en su sentido 
descriptivo– no es ni sagrada ni tampoco un timo. 
La ciencia no es sagrada: como toda empresa humana, es enteramente falible, imperfecta, 
desigual en sus éxitos; a menudo se mueve a tientas; a veces es corrupta; y desde luego, es 
incompleta. Sin embargo, tampoco es un timo; de todos modos, las Ciencias de la Naturaleza 
han sido, seguramente, las empresas cognoscitivas humanas de mayor éxito. 
Reconocer esto no supone negar la legitimidad de otras formas de investigación (por ejemplo 
la Historia o la Filosofía, o el dominio de las Leyes de la literatura), ni comporta minusvalorar 
sus logros. Tampoco conlleva esto el rechazo de la legitimidad del arte o la literatura o el 
denigrar los resultados que obtienen. […] 
El núcleo de lo que necesita ser aclarado es epistemológico, es decir, versa sobre la naturaleza 
y condiciones del conocimiento científico y la investigación. […] 
La tarea es difícil y también es urgente. Porque la tendencia dominante en Filosofía de la Ciencia 
se ha equivocado a menudo en la línea de sobrevalorar la ciencia; 
[…] Hubo una vez un tiempo (la frase sirve de advertencia para señalar que, a continuación, 
viene una historia caricaturesca) en que la bona fides [buena fe] epistémica de la buena Ciencia 
Empírica necesitaba ser defendida frente a las afirmaciones de sus rivales, la Sagrada Escritura 
o la Metafísica a priori. No mucho más tarde, se dio por supuesto que la ciencia disfrutaba de 
una peculiar autoridad epistémica, debido a su método de investigación, único en cuanto a su 
objetividad y racionalidad. Los sucesivos esfuerzos para articular lo que tal método objetivo y 
racional podía dar de sí condujeron a numerosísimas versiones en competencia de lo que 
llamaré la Antigua posición deferencialista [o de respeto hacia la ciencia]: la ciencia progresa 
inductivamente mediante la acumulación de teorías verdaderas o probablemente verdaderas, 
confirmadas por las pruebas empíricas a través de hechos observables; o [que progresa] de 
forma deductiva, mediante la comprobación de teorías frente a enunciados básicos y en la 
medida en que las conjeturas falsadas son sustituidas por conjeturas corroboradas, mejorando 
así la verosimilitud de sus teorías; o [que avanza] de manera instrumental, por el desarrollo de 
teorías que, aun cuando no sean ellas mismas capaces de alcanzar la verdad, son instrumentos 
eficientes (efficient) de predicción; […]8 
Quizás no sea sorprendente que los puntos flacos más serios del Antiguo 
paradigma de deferencia con la ciencia no sean del todo manifiestos, sino que 
La estrechez 
cientificista 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
19 
 
sean una cuestión de enfoque inadecuado [por excesivamente estrecho]. El Antiguo 
Deferencialismo pone la atención demasiado en exclusiva en la ciencia, o bien –por vía de 
contraste– en la ciencia y en la «pseudociencia». […] La Antigua concepción de deferencia 
hacia la estructura de la información empírica, tanto en sus manifestaciones deductivistas como 
en sus presentaciones inductivistas, ha sido, además, demasiado simple: atomista en exceso, 
y [también] excesivamente lineal. (Haack, 1998, 37-44) 
 
La razón y la ciencia como dispositivo de control 
 
La búsqueda de control y dominio sobre la realidad y el desarrollo autónomo del individuo son 
dos tendencias distintas, entre otras, del proyecto de la modernidad. 
El ideal de control y dominio se relaciona estrechamente con el nivel económico. 
El saber y la organización social, política y cultural constituyen o entorpecen la 
persecución del tal ideal. Contribuyen con él los avances científicos, unidos a sus 
aplicaciones tecnológicas. […] De la confluencia de varios factores, pero especialmente de las 
prácticas y experiencias económicas de la futura burguesía, surge este ideal de dominio y 
control. Puede decirse que, básicamente, como ideal remite al aseguramiento del usufructo de 
lo producido económicamente. El carácter, en principio, individual de la producción económica 
conecta este ideal con la tendencia individualista. La garantía del usufructo exige crecimiento 
económico, lograble por el incremento del dominio sobre la naturaleza. Este se obtiene 
mediante la integración en el proceso productivo de los adelantos tecnológicos. Pero ello es 
insuficiente. Hace falta establecer, simultáneamente, el control sobre los hombres. 
Paradójicamente, exige además aumentar el número de usufructuarios, en cuanto se necesita 
tanto de la iniciativaempresarial como de los consumidores. 
[…] La moderna tendencia individualista tiene, también, sus raíces en las primeras experiencias 
económicas urbanas. 
A partir del siglo XVIII, el desarrollo del individuo queda ordenado y justificado 
por la idea de la razón, en consonancia con el contexto general dibujado por las 
luchas políticas y el crecimiento económico. La idea de individuo que así resulta, 
remarca la autonomía y establece, al mismo tiempo, los límites y posibilidades de su desarrollo. 
[…] La razón controla los actos del individuo, señala los caminos para el logro 
de su plenitud. También determina el fin a realizar progresivamente en la 
historia. Desde este modo, se manifiesta aquí la tendencia al control y al dominio. 
[…] La tendencia al control y al dominio […] encuentra su sentido en el aseguramiento de la 
satisfacción. Ello significa la posibilidad -ideal- de satisfacción plena y constante, la cual se 
haría factible por el crecimiento económico. La remisión de esta tendencia a la satisfacción 
muestra su conexión con la individualista. El individuo es el que produce la satisfacción; y el 
placer, es decir, el goce de la satisfacción, es individual. El usufructo de los bienes materiales 
va acompañado, en la experiencia burguesa, con el goce concomitante del poder y de la cultura. 
[…] Si el control y el domino logran una gran efectivización en la sociedad disciplinaria, es 
también durante su vigencia que se dan las mayores manifestaciones de oposición y rebelión 
en nombre de la libertad individual. 
[…] ¿Puede considerarse nuestra situación contemporánea como resultado de las últimas 
consecuencias de la evolución del proyecto moderno? No puede aseverarse taxativamente que 
sean sus últimas consecuencias. Pero tampoco puede sostenerse, como lo hace Habermas, que 
Control y 
dominio de la 
realidad y del 
hombre 
La autonomía 
individual en 
cuestión 
La razón, límite 
y control 
https://es.wikipedia.org/wiki/Susan_Haack
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
20 
 
aún no se ha desarrollado el proyecto de la Ilustración y que, por ende, es una tarea 
incompleta. Por el contrario, […] la realidad de hoy es producto de la explicitación, en sus 
implicancias, del ideario iluminista. […] Las creaciones de la modernidad que se deseen 
rescatar, deberían ser sometidas a un análisis crítico que las desprenda efectivamente de sus 
connotaciones e implicancias modernas, para luego poder decidir acerca de su valor. 
El hombre, otorgando sentido, constituye la realidad, al mismo tiempo que se constituye a sí 
mismo como hombre. […] ¿Puede aún el proyecto moderno proveer de nuevos sentidos, o bien 
ese proyecto ha agotado su fertilidad? Me inclino a pensar que la última alternativa es la 
correcta. (Heler, 1988, 100-111) 
[…] La Ilustración como figura histórica no encarna el principio de la crítica de una manera 
entera. Ella más bien oscila entre la lucha por el derrocamiento del viejo mundo y el 
compromiso con los poderes que le sucederán, entre una teoría emancipadora y 
una actitud legitimatoria. 
[…] El pensamiento filosófico y científico de la Ilustración brinda así una doble 
perspectiva; por una parte, abraca con un gesto de soberanía los problemas de su 
tiempo bajo el signo de su transformación y dominio; por otra, inaugura el compromiso 
histórico del espíritu científico con nuevos poderes coactivos. (Subirats, 1981, 33-34) 
 
 
1 En sus comienzos el Círculo de Viena era un centro de reunión antes que un movimiento organizado. Este grupo, que se 
reunía con el objetivo de establecer una “filosofía científica”, con el tiempo fue tomando las características de un “partido 
político” (Cf. Ayer, 1965, 9), sobre todo a partir de la publicación -en 1929- de un manifiesto titulado “Wissenschatliche 
Weltauffassung, Der Wiener Kreis” (“El punto de vista científico del Círculo de Viena”). Este folleto, escrito por Carnap, 
Neurath y Hahn, pone en evidencia cómo se situaba a sí mismo el Círculo dentro de la historia de la filosofía y de la ciencia. 
Su objetivo principal era la constitución de una ciencia unificada que abarcara todos los conocimientos, con el uso a fondo 
del análisis lógico de los enunciados científicos. Es este el momento en que se institucionaliza la epistemología como 
disciplina autónoma. Los congresos realizados entre 1929 y 1940 permitieron difundir los lemas del Círculo por los 
principales centros académicos mundiales y captar el interés de importantes científicos, a la vez que instalar la agenda de 
temas y problemas que marcó gran parte de los debates desarrollados durante el siglo XX. 
La filosofía del Círculo de Viena ha sido conocida bajo tres maneras diferentes: positivismo lógico, neopositivismo y 
empirismo lógico. Cualquiera de ellas es parcialmente correcta, sin embargo, como bien indica Palma, pareciera preferible 
la expresión “empirismo lógico” pues con esta acepción se marcan las dos características centrales de esta concepción: el 
punto de vista empirista y la aplicación del análisis lógico (Cf. 2008, 29). 
Fundado por Moritz Schlick e influenciado por la publicación del Tractatus Logico-philosophicus (1922) de Ludwig 
Wittgenstein y muy posteriormente por la Lógica de la investigación científica (1934) de Karl Popper1 -aunque éste último 
nunca perteneció a este movimiento, y en alguna medida, aparece en una posición crítica-, el Círculo tuvo su difusión a 
través de su principal medio de publicación, la revista dirigida por Rudolf Carnap y Hans Reichenbach, Annalen der 
Philosophie, también conocida como Erkenntnis, que consiguió diseminar por todo el mundo las ideas de los miembros del 
Círculo. Esta asociación científico-filosófica vería su fin por el asesinato cometido por un estudiante nazi a su fundador 
(1936), la presión política y el ascenso del Partido Nacional Socialista (Nazismo) en Austria. 
Entre sus miembros más destacados se cuenta la presencia de: Moritz Schlick, Rudolf Carnap, Otto Neurath, Kurt Gödel, 
Alfred Tarsky, Hans Reichenbach, A.J. Ayer, Charles Morris, y Carl Hempel. 
Reconocen como sus principales precursores a Hume, Comte, Mill, Avenarius, Mach, Helmholtz, Reimann, Poincaré, En-
riques, Duhem, Boltzmann y Einstein. Como lógicos se reconocen deudores de Leibniz, Peano, Frege, Schröder, Russell, 
 
La razón se 
pone al 
servicio del 
poder 
http://www.catedras.fsoc.uba.ar/heler/titular.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Subirats
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
21 
 
 
Whitehead y Wittgenstein. En la mayoría de los casos sólo reconocen el aspecto parcial del aporte de estos autores, 
especialmente en el campo sociológico y moral cuando citan a Epicuro, Bentham, Comte, Spencer, Feuerbach y Marx, 
entre otros. En Escandinavia tomaron contacto con Eino Kaila, Arne Naess, Ake, Petzäl, Joergen Joergensen y con la 
escuela de los empiristas de Upsala; con el grupo holandés reunido en torno a Mannoury; con el grupo de lógicos dirigido 
por Heinrich Scholtz; con filósofos norteamericanos como Nagel, Morris y Quine, y muy especialmente con los filósofos 
analíticos británicos como Susan Stebbing, Gilbert Ryle, R.B. Braithwaite, John Wisdom y A.J. Ayer. También consolidó 
el Círculo importantes alianzas con los más influyentes lógicos polacos, entre cuyas figuras pueden citarse a Lukasiewicz, 
Lesnievsky, Chwistek, Kotarbinski, Ajdukiewicz y Tarski quien ejerció una poderosa influencia sobre los miembros del 
Círculo, en especial sobre Carnap. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 318-319) 
2 Hasta mediados del siglo XIX lasciencias de la naturaleza eran consideradas como las rectoras del conocimiento. El 
debate metodológico, iniciado con la ciencia económica, se extiende a todo el edificio de las denominadas ciencias sociales, 
entendiéndose que el método, modelo en las ciencias fácticas, era el de las ciencias naturales. La idea de un único método 
para todas las ciencias (monismo), el patrón físico/matemático que debía cumplir toda formulación científica y la 
explicación de los hechos sociales mediante leyes, conformarían el núcleo del Positivismo. Se sostenía entonces la unidad 
de método tendiendo a subsumir el de las ciencias sociales al de las naturales (reduccionismo), se establecía como ideal 
metodológico a las ciencias físico-matemáticas con énfasis en la explicación y predicción, considerando que la explicación 
es causal y legaliforme (conforme a leyes). La concepción metodológica que supone la reducción o subsunción 
metodológica se ha conocido, en líneas generales, con la denominación de “monismo metodológico”. Bajo esta calificación 
se conoce a la concepción epistemológica que sostiene que existe un único método aplicable a las ciencias tanto naturales 
como sociales. Frente a la concepción monista¸ existen concepciones dualistas o pluralistas. Se entiende por “pluralismo 
metodológico” a aquella corriente epistemológica que sostiene que para cada tipo de ciencias fácticas, es decir, para las 
naturales y para las sociales, existe un método propio de justificación de hipótesis o teorías, o un modelo propio de 
explicación de hechos. Monistas o pluralistas son concepciones metodológicas aplicables tanto a la justificación de hipótesis 
o teorías científicas como a la explicación de hechos naturales o acontecimientos sociales. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 
312) 
3 […] Qué entendemos por ciencias fácticas o empíricas. El vocablo “fáctico” procede de la voz latina “factum”, “hecho”. 
Así, las ciencias fácticas son aquellas cuyo objeto de estudio son los hechos. En el mismo sentido, el término “empírico”, 
proveniente del vocablo griego “empeiría”, que significa “experiencia”. Así, podemos denominar a estas ciencias como 
fácticas o empíricas, de los hechos o de la experiencia. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 312) 
4 El prefijo “filo”, como en “filo-sofía”, significa “amor”, “deseo”. En consecuencia, una actitud “filocientífica” es una 
actitud de “amor a la ciencia” o a la práctica científica. 
5 La noción de “progreso” en el sentido en que la usamos actualmente cobra esta significación a partir de la Modernidad 
(y es en definitiva un valor básico de ésta, ya que la lógica de la modernidad es la lógica del tiempo lineal). Podemos así 
hablar de progreso si entendemos que el tiempo es lineal y tiene una dirección íntimamente emancipatoria, como proceso 
continuo y unitario que se encamina hacia lo mejor. Es decir, cuanto más adelante en la línea de tiempo (en la historia) 
estamos, tanto más cerca de la perfección. (Ambrosini y Beraldi, 2015, 41) 
6 La corriente positivista acentuó excesivamente el papel de las experiencias, al sostener que el científico ha de desterrar 
todas sus preconcepciones y atenerse únicamente a los hechos. Surgiría así una recolección de datos, que luego se 
clasificarían para que fuese posible extraer de ellos una serie de hipótesis explicativas en las que se basarían trabajos 
posteriores. Para el positivismo “los hechos” son las cosas o acontecimientos accesibles a la observación, o, dicho de otro 
modo, hechos son fenómenos u objetos de experiencia, es algo dado inmediatamente en la percepción. Esta exigencia va 
contra toda construcción especulativa, contra toda elaboración a priori o puramente racional de conocimiento. 
Se vivía en un respeto pueril y devoto por el “hecho”. Lucien Fevre, considera en cambio, que “no hay ninguna providencia 
que proporcione al “historiador hechos brutos, hechos dotados por lo extraordinario de una existencia real perfectamente 
definida, simple, irreductible. Es el historiador quien da a luz los hechos históricos, incluso los más humildes.” (López de 
Ferrari, 1973, 100) 
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La radicalización de la razón. El positivismo 
22 
 
 
7 En la entrada del Diccionario de Filosofía correspondiente al término “cientificismo/cientismo”, Abbagnano señala dos 
acepciones. A nosotros, particularmente, nos interesa la segunda, porque constituye una hipertrofia del positivismo: “1) La 
actitud propia del que se vale de los métodos y de los procedimientos de la ciencia. Éste es el significado que el término 
tiene especialmente en inglés (cf. también Le Dantec, Contre ta métaphysique, 1912, p. 51). 2) La actitud del que da una 
importancia preponderante a la ciencia, muy por encima de las otras actividades humanas, o considera que no existen límites 
para la validez y la extensión del conocimiento científico. En este sentido, el término equivale a positivismo, pero con una 
connotación peyorativa. Dice Bergson: “Nosotros sólo hemos pedido a la ciencia que siguiera siendo científica, que no se 
envolviera en una metafísica inconsciente, que se presenta entonces a los ignorantes o a los semidoctos bajo la máscara de 
la ciencia. Durante más de medio siglo este C[ientificismo] ha obstaculizado el camino de la metafísica” (La pensée et te 
mou- vant, 1934, 3? ed., p. 83). (Abbagnano, 1974, 169) 
8 En el final de este párrafo se condensan las versiones más ortodoxas del método científico, particularmente atribuidos a 
la concepción estándar de la ciencia (Positivismo, Positivismo lógico y Racionalismo crítico). Es así que se señala que la 
ciencia progresa mediante la acumulación de teorías verdaderas por medio del método inductivo, propio del primer 
positivismo, sobre todo en la figura de J.S. Mill, o bien mediante acumulación de teorías probablemente verdaderas -o 
confirmadas-, también por medios inductivistas, pero críticos, confirmacionistas, como el del positivismo lógico de Carnap, 
o que lo hace de manera deductiva, por el método hipotético-deductivo, mediante la comprobación de las teorías a través 
de su base empírica, es decir, aquellos enunciados empíricos singulares o muestrales que son contrastados por la experiencia 
y que, si las hipótesis se constatan que son falsas se sustituyen por otras hipótesis de las cuales no se ha podido demostrar 
hasta el momento su falsedad, como en el caso de la metodología popperiana.

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