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Silvia Bleichmar Aportes del psicoanálisis para una teoría de la inteligencia noveduc / perfiles Bleichmar, Silvia Aportes del psicoanálisis para una teoría de la inteligencia/ Silvia Bleichmar. - la ed compendiada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, 2021. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-538-817-8 l. Psicoanálisis. 2. Teorías Psicoanalíticas. 3. Trastornos del Aprendizaje. I. Título. CDD 150.195 Coordinación editorial: Daniel Kaplan Corrección de estilo: Lílíana Szwarcer Diagramación: Patricia Leguízamón Diseño de cubierta: Pablo Gastón Taborda Los editores adhieren al enfoque que sostiene la necesidad de revisar y ajustar el lenguaje para evitar un uso sexista que invisibiliza tanto a las mujeres como a otros géneros. No obstante, a los fines de hacer más amable la lectura, dejan constancia de que, hasta encontrar una forma más satisfactoria, utilizarán el masculino para los plurales y para generalizar profesiones y ocupaciones, así como en todo otro caso que el texto lo requiera. 1° edición, abril de 2021 Edición en formato digital: abril de 2021 Noveduc libros © Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico S.R.L. Av. Corrientes 4345 (C1195AAC) Buenos Aires - Argentina Tel.: (54 11) 5278-2200 E-mail: contacto@noveduc.com www .noveduc.com ISBN 978-987-538-817-8 Conversión a formato digital: Libresque No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446. ACERCA DE LA AUTORA Nació en Bahía Blanca en 1944. Allí transcurrió su infancia, entre la Escuela Normal Mixta y la Biblioteca Rivadavia. Migración mediante a la Capital, estudia Sociología y luego Psicología en la Universidad de Buenos Aires, en donde participa activamente del movimiento estudiantil de los años 60. A causa de la dictadura militar, decide emigrar y se radica en México en 1976. Completa el doctorado en Psicoanálisis en la Universidad de París VII, bajo la dirección de Jean Laplanche. Retorna a Argentina en 1986. Profesora de diversas universidades nacionales y del exterior, entre sus actividades extraacadémicas se cuenta la dirección de los proyectos de UNICEF de asistencia a las víctimas del terremoto de México de 1985 y el de ayuda psicológica a los afectados por la bomba que destruyó la AMIA en 1994, en Argentina. En 2006, obtiene el Diploma de Honor y, posteriormente, el Premio de Platino en Psicología, ambos otorgados por la Fundación Konex. Poco después, en mayo de 2007, es nombrada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, por unanimidad de la Legislatura porteña. Ha colaborado con publicaciones nacionales y extranjeras mediante artículos científicos y ensayos de actualidad. Sus libros más conocidos son: En los orígenes del sujeto psíquico, La fundación de lo inconciente, Clínica psicoanalítica y neogénesis, traducidos al portugués y al francés, La subjetividad en riesgo y Dolor país, este último calificado por la crítica como "un profundo y comprometido ensayo sobre la realidad argentina y su impacto en la subjetividad". Esa misma crítica ha expresado: "Tanto en su producción científica como en sus trabajos sobre la realidad social, hay, en Silvia Bleichmar, una inclaudicable actitud de búsqueda y un profundo rechazo al irracionalismo, al pensamiento que se sostiene en la pura creencia, y aúna a esto una enorme libertad de espíritu que la hace original". En 2006 publicó dos libros que resultaron best sellers: Paradojas de la sexualidad masculina y No me hubiera gustado morir en los 90. Luego aparecieron sus obras póstumas: Dolor país y después... (noviembre de 2007) y Violencia social-violencia escolar. De la puesta de límites a la construcción de legalidades (Noveduc, 2008). Silvia Bleichmar falleció el 15 de agosto de 2007. Luchó durante varios años contra un cáncer, con dignidad y fortaleza, trabajando hasta sus últimos días en su práctica clínica, dando clases en su Seminario y escribiendo. Cubierta Portada Créditos Palabras previas Índice Presentación editorial Tengo un texto en la cabeza, Marina Calvo Silvia Bleichmar en Lomas de Zamora, Diana Abramo Parte I Capítulo 01. La subjetividad como premisa de la inteligencia El concepto de subjetividad El concepto de inteligencia Los orígenes de la simbolización ¿Qué significa "pensamiento sin sujeto"? Problemas de inteligencia y problemas de aprendizaje El origen de la inteligencia humana La apertura al mundo Lugar del yo en los procesos de inteligencia Las características fundamentales de la lógica no son inconcientes Ordenamiento de lo trabajado hasta aquí Problemas de aprendizaje y constitución del psiquismo Espacio, tiempo y lenguaje: variables centrales respecto a la constitución de la lógica Cómo pensar la inhibición en los procesos de aprendizaje Cuándo hablar de síntoma y cuándo de trastorno En la infancia, la estructura se modifica ¿Cómo pensar la categoría de ADD6? Lugar de la represión originaria en la constitución y funcionamiento del psiquismo Mentiras, fantasías, sueños: índices del clivaje psíquico Especificidad de las intervenciones de acuerdo al campo de pertenencia La propuesta psicopedagógica respecto a la constitución del yo y los procesos de inteligencia Capítulo 02. Pensamiento, simbolización e inteligencia Especificidad de la inteligencia humana En los orígenes, átomos de simbolización y pensamiento sin sujeto Lugar del sujeto respecto a los pensamientos La construcción de categorías: el a priori está en el otro El adiestramiento no es productor de inteligencia Construcción de categorías y posicionamiento del yo Acerca del lenguaje La constitución de signos de placer-displacer como prerrequisitos de la inteligencia Tiempos de constitución de la vida psíquica, tiempos de constitución de la inteligencia Parte 11 El inconciente como res extensa y la constitución de la lógica Fracasos en la constitución de la inteligencia y trastornos de aprendizaje La producción de subjetividad en el momento actual El trastorno de la inteligencia El trabajo en el aula: apuntar al máximo de simbolización posible Capítulo 03. La constitución del sujeto cognoscente La inteligencia humana no sigue un movimiento naturalpretrazado Parte III ¿ Cómo se produce el acceso al conocimiento una vez desmontada la adaptación natural? Una vez constituidas las representaciones es necesario que estas se organicen en sistemas Lenguaje, temporalidad, espacio, la instalación de la lógica en el psiquismo Capítulo 04. Nuevas condiciones de producción de patología en la infancia pp ►1:..LAl:lRH<-. PRt\ilA\ En su colección Perfiles, la editorial Noveduc rinde homenaje a autores fundamentales en sus respectivas disciplinas. Silvia Bleichmar -psicóloga, socióloga, doctora en psicoanálisis, una mujer absolutamente comprometida con la sociedad desde la política y desde su profesión- fue una vital protagonista de su tiempo. Lamentablemente, murió demasiado joven y con mucho por aportar aún, de ahí nuestro interés por celebrar su vida y su obra mediante el rescate de ciertos textos inéditos. Los que incluimos en este libro surgen de desgrabaciones de algunas de sus ponencias, cedidas para su publicación por la familia de Silvia, que colaboró con la editorial en una cuidadosa revisión de contenidos. Este trabajo se divide en tres partes y comprende cuatro presentaciones de Bleichmar, que tuvieron lugar en diversos encuentros. La primera incluye dos ponencias ("Lasubjetividad como premisa de la inteligencia" y "Pensamiento, simbolización e inteligencia"), expuestas en los años 2000 y 2001, respectivamente, en las Jornadas de Actualización Psicopedagógica coordinadas por Diana Abramo y organizadas por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Secretaría de Asuntos Estudiantiles. "Prerrequisitos de constitución del sujeto cognoscente y sus fracasos" es la conferencia de Silvia Bleichmar que abrió el ciclo Patologías graves en la infancia, organizado en 1999 por el Centro de Aprendizaje del Hospital "Dr. A. Posadas", dirigido por Zulema Freiberg. La última parte de este libro aporta la conferencia pronunciada por Bleichmar en el marco del Primer Coloquio de Pediatría y Psicoanálisis, organizado por la Sociedad Argentina de Pediatría en 1998. La publicación de este trabajo es gentileza de Silvia Morid, quien oportunamente presidió el mencionado evento. En los textos que se incluyen, la autora no se limita a exponer teorías propias o ajenas: sus planteos están encarnados; parten de sólidos marcos conceptuales, de profundas reflexiones personales y se despliegan a través de observaciones surgidas de su experiencia. Todo lo que acontece a su alrededor es objeto de su interés y material de análisis; para dar ejemplos, recurre tanto a hechos de la coyuntura económica, social y política como a la narración de anécdotas familiares o a casos de pacientes. Sus reflexiones se nutren en la Historia, la Antropología, la Sociología, el arte y la cultura de diversos períodos y civilizaciones. Sabe compartirlas, además, con humor y sutil ironía, en lenguaje accesible y, a la vez, rico y expresivo. Hay algo muy cálido en su forma de comunicar, porque le interesa llegar a su interlocutor que, de este modo, se siente un par, un compañero de camino. Y esto, en sí mismo, conforma una ética, un modo de pararse en el mundo, no solo en la profesión. Todo en Silvia revela pasión: por pensar, por hacer, por dar, por comprender, por explicar ... Y el amor puesto por ella en su trabajo y en su vida se continúa en la generosidad de quienes colaboraron para que este libro pudiera concretarse. Nuestro agradecimiento, entonces, para Marina Calvo y también para Diana Abramo y Silvia Morid. En su Lección inaugural de la Cátedra de Semiología del College de France, Roland Barthes asegura que "el honor puede ser inmerecido, pero la alegría nunca lo es". Por ese motivo, Noveduc agradece la alegría de ser el puente para que estos textos de Silvia Bleichmar lleguen hoy a sus lectores. Tengo un texto en la cabeza Marina Calvo "Tengo un texto en la cabeza", así comenzaba mi madre a pergeñar las páginas que luego completarían un libro, darían forma a una de las clases del Seminario que sostuvo a los largo de más de diez años, o le permitirían por lo menos desahogar el grito que se le armaba cada vez que un dato del mundo la conmocionaba, haciéndole sentir que algo seguía sin ordenarse del modo en que ella y una parte de su generación hubieran deseado. Y en ese momento algún teclado -aliado de turno, comenzando por la vieja Olivetti Lettera- recibía el embate febril de sus dedos. La escuchábamos de chicos, de grandes, yo aún la escucho. Ahora, a mi vez, he pasado el día armando un texto, tratando de escurrirme entre anécdotas e historias, imaginándome cómo haría esa mente curiosa, desobediente, para organizar un pensamiento tan singular en el cual a partir de correntadas de realidad se generaban hipótesis que luego, transformadas en enunciados, causaban una doble perplejidad; porque si bien uno percibía que en su profunda originalidad las palabras empleadas para cercar el fenómeno no podrían haber sido otras, no podía dejar de sentir que algo de lo dicho era de alguna manera familiar a su percepción. Tal vez el oficio de analista -pero mucho más probablemente una sensibilidad muy particular que antecedía al oficio- le permitía operar como una especie de vibrante antena que, captando fragmentos irregulares, podía organizar ondas complejas para que siguieran su camino. En los últimos encuentros de su Seminario, además del trabajo erudito y original al que nos tenía acostumbrados, mi madre dejó entrever algo de su pensamiento en relación a la trascendencia, la muerte y la herencia en sus alcances en tanto don y responsabilidad. A modo de broma, relataba a sus alumnos de cada lunes cómo se había abocado a la tarea de despejar su escritorio y biblioteca de textos y resabios de pensamientos -muchas veces apenas formulados- que consideraba los restos de una expedición. Decía algo así como que llevaba un tiempo deshaciéndose de cosas que sentía de poca importancia, porque no quería que nosotros, sus hijos, nos sintiéramos obligados a conservarlo todo -más allá del carácter enigmático que dicha conservación nos implicara-, simplemente por llevar a cabo acciones de preservación cargadas de fetichismo. Lejos de una mirada talmúdica sobre la herencia psicoanalítica, respetaba profundamente la honestidad del pensamiento que llevaba a la reformulación de hipótesis. Creyó siempre en poner a prueba sus teorías en el trabajo diario y en aferrarse solamente al objeto, que para ella era claramente el aparato psíquico, pero que no le permitía perder de vista ni por un momento al sujeto sufriente que se esforzaba de manera infructuosa por apropiarse de sus propios pensamientos. En ese sentido, se resistía a los actos de fe que llevaban a adherir de manera acrítica a las propuestas sin fisuras, a las teorías que pretendían contener dentro de sí todas las preguntas y todas las respuestas. Mi madre admiraba profundamente a Stephen Jay Gould - paleontólogo y filósofo de la ciencia que murió también joven, hace pocos años-, que solía defender a rajatabla la teoría de la evolución en su complejidad creadora de belleza, no como síntesis absoluta monocausal, y que añadió a su comprensión de la misma una mirada atenta a sus aspectos azarosos y contingentes, sosteniendo que entenderla como un proceso exitoso poblado de pruebas de perfección -"las cosas no podrían haber sido de otro modo"- llevaba a reificar a la naturaleza y sus leyes, convirtiéndola en una nueva entidad divina. Mi madre acaba de morir, y antes de hacerlo fijó claramente una posición y un deseo en relación a todos aquellos que, como nosotros, habríamos de heredar -bajo la forma de una Obra- el pensamiento de una autora original, atenta a los modos en que un objeto siempre elusivo falseaba sus teorías, y honesta como para poder revisar una y otra vez ciertos enunciados siempre que no fueran los que consideraba de base a los que, como solía decir, "reemplazaré el día que encuentre algo mejor con qué reemplazarlos, pero no por un problema de moda ni de creencia". Mi madre, Silvia Bleichmar, ya no está para dar sentido a sus palabras, para explicar el porqué de las elecciones hechas, y seremos nosotros quienes nos veamos obligados a hacer trabajar sus hipótesis como ella trabajó la de los autores que la precedieron, poniendo cada concepto en una red conceptual que los articulara y diera sentido. Nosotros, quienes con ella nos formamos, ahora deberíamos imponernos hacer trabajar el psicoanálisis -y la obra de quienes pensaron al psicoanálisis antes que nosotros- del modo en que ella pretendió transmitirnos: cuidadosamente, amorosamente, pero también con una cuota de irreverencia que no prescinda del rigor, el compromiso y la lucidez. Ahora veo, sin embargo, que esta herencia en relación a las tareas impuestas no alcanza ni mínimamente para describir su generosidad y todo lo que recibí y sigo recibiendo de ella. Hoy, Lorenzo y Sara -mis hijos, sus nietos- cargan sobre sí la tristeza sin consuelo que quien siente que ha perdido mucho. Pero, como diría mamá, no se puede perder lo que nunca se tuvo. Hemostenido mucho. Y este enorme espacio vacío solo puede ser llenado por ella misma, por la forma en que llevamos dentro de nosotros su mirada, sus abrazos, los sabores de su comida, sus humores y programas muchas veces cambiantes, su entusiasmo permanente cargado por momentos de desesperación. Descubrimos con ella, en nuestro exilio mexicano, una Latinoamérica que resultaba hasta ese momento -para nosotros, niños porteños- inédita. Pero también hemos viajado a lugares a los que nunca terminamos de ir: cruzamos los Andes a caballo, nos internamos en la selva amazónica, recorrimos Beijing y Moscú. Hemos descubierto también junto a ella textos que podían ser considerados prohibidos: no había limitaciones en nuestro acceso a la biblioteca, con lo cual podíamos acercarnos sin censura a conspicuas fotos que daban cuenta del erotismo en Grecia y Pompeya, mezclándolas en nuestra voracidad con los textos más dramáticos de Sartre o más abigarrados de Marx. Esto era siempre alentado. Aunque cada tanto su autoridad se volviera monolítica para espetarnos de un modo que no admitía la discusión frases tales como "Nunca olviden que son argentinos".Su voz madrugadora,justificada en su proveniencia "del campo", como le gustaba decir, resonaba cada mañana en mi casa con un "Hola, nena", que hoy en su ausencia me hace sentir repentinamente adulta y profundamente sola, habiendo perdido a la vez a una mamá con la que nos quisimos y acompañamos, pero también una parte de mí misma. Hoy me siento extraña ... me falta ese diálogo cotidiano, divertido, estimulante con el que nos encontrábamos a veces más de una vez por día. Mantengo uno interno casi permanente, y así como bromeábamos por la cantidad de veces en que ella olvidaba saludarme al encontrarnos o mencionarme una cita familiar -asumiendo que, si ella lo sabía, yo debía saberlo, ya que era una parte de ella misma-, hoy me falta una parte que reaparece siempre como una voz de cuidado que, desde las cosas más sencillas, me habla desde adentro: "Peínate, Marinita, peínate". Me doy cuenta entonces que no puedo pretender tener un único texto en la cabeza. Son cientos los textos que se cruzan, dando forma al modo en que agradecida recuerdo y llevo conmigo a una mamá -a su vez abuela, maestra, cocinera, cómplice ... - que desde pequeña definí como "exuberante" y para quien las palabras resultan evidentemente insuficientes. l. Este texto de Marina Calvo fue publicado originalmente en la revista Actualidad Psicológica, cuyo número 357 (octubre 2007) se dedicó íntegramente a homenajear a Silvia Bleichmar, fallecida el 15 de agosto de ese año. Silvia Bleichmar en Lomas de Zamora Diana Abramo Los seminarios de la doctora Silvia Bleichmar -a quien nunca mencionábamos así, en verdad: era solo "Silvia" o "la Bleichmar" - se configuraron en un momento político particular por la salida del menemismo, que daba paso al delaruismo, que aún muchos no visualizaban como una continuidad compleja y cruel del neo liberalismo. En aquel momento, nos contactó con ella el licenciado Horado Zunino, con quien también veníamos sosteniendo una lucha por el perfil de la carrera de Psicopedagogía. Creíamos en la formación desde miradas sociohistóricas y colectivas y construíamos abordajes territoriales, colectivos. El consultorio no era el único espacio en el que creíamos y creemos que se puede trabajar. En ese momento aún no estaba recibida, por pertenecer a una militancia un poco insurrecta para la gestión, debido a situaciones políticas que no vienen al caso. Como Consejera Estudiantil del Concejo académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, generamos espacios académicos extracurriculares que nos permitían abrir nuestro plan de estudios hacia los paradigmas en que creíamos debía configurarse la práctica psicopedagógica. Conseguíamos avales de algunos profesores y guiños de algunos funcionarios que nos respetaban y así dábamos vida a estos espacios. Silvia nos motivó a pensar nuestra práctica desde el psicoanálisis y la psicología de la educación, desde la sociología y la política. Nos transmitió en su momento teorías psicoanalíticas, con lecturas tales como No me hubiera gustado morir en los 90 (libro que nunca dejo de leer y de comentar). Nos abrió luz con su concepto de neogénesis y, sobre todo, nos transmitió un modo de crear teoría y pensamiento. Como psicopedagoga, no puedo dejar de lado su transmisión a modos de pensar y generar pensamiento, en sus lógicas y en sus teorías. Ella fue muy generosa con nuestro colectivo en tiempos en que el mundo psi era algo hostil con les pedagogues. Silvia no venía a exponer, no venía a enseñar: venía a dialogar, a producir un espacio simbólico en el que generaba diálogo de saberes, diálogo verdadero, donde el Otro era un interlocutor reconocido; a ella le interesaba desentrañar qué, cómo y por qué pensábamos como pensábamos nuestras prácticas. De todos modos, fue una maestra, mi mejor maestra universitaria, una amorosa maestra que no perdía jamás de vista su rol y su poder humanizante. En cuanto a lo colectivo, es una síntesis de lo que puedo relatar, pero su impacto fue realmente profundo en mí, en mi profesión, en mi docencia superior y universitaria y en mi vida de gestión pública. Fue y nos comprometió a ser protagonistas de procesos de humanización y rigurosos en nuestras prácticas profesionales. Agradezco el rescate de estas desgrabaciones, que tuvieron como objeto difundir su palabra y convertirse en materiales bibliográficos accesibles y que, a la vez, constituyen una muestra de lo que vivimos con ella. I 01 CAPITULO La subjetividad como premisa de la inteligencia· * La doctora Silvia Bleichmar desarrolló esta ponencia en las Jornadas de Actualización Psicopedagógicas "La subjetividad como premisa de la inteligencia", organizadas por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Secretaría de Asuntos Estudiantiles. Las mismas fueron coordinadas por la psicopedagoga Diana Abramo. El tema que nos convoca hoy es la subjetividad como premisa de la inteligencia. Y o voy a tomar de allí una cuestión: la primera demarcación. Ustedes saben que el tema de la subjetividad es importante en la medida de que lo que plantea son las formas en las que, de modo singular, los seres humanos establecen el proceso de producción de conocimientos. Hablar de subjetividad e inteligencia nos lleva a diferenciar dos aspectos: por un lado, cómo defino yo la subjetividad y, por el otro, cómo definiré la inteligencia y lo que tiene para aportar el campo de conocimientos particulares en el que yo me inserto -que podríamos decir que es el del psicoanálisis, en un proceso de revisión crítica-, ¿qué tiene que decir respecto de la cuestión de la inteligencia? El concepto de subjetividad En primer lugar, el concepto de subjetividad. Vamos a diferenciarlo en dos aspectos: primero, aquello que conocemos todos y de lo que se habla mucho en este momento, que es el de los cambios en la subjetividad, relacionado con las nuevas formas que asume lo que se llama la subjetividad. Y los cambios en la subjetividad aluden a lo siguiente: hay modos históricos y políticos de producción de subjetividad. Los proyectos educacionales se basan en propuestas de construcción de la subjetividad, de sujetos. En la Argentina, a través de su historia, en realidad ha habido dos grandes proyectos educativos estatales (porque después están todas las pugnas por insertarse en la política educativa entre distintos sectores que han trabajado el tema). Esos dos proyectos corresponden a dos momentos de constitución del Estado nacional: el proyecto de Sarmiento y el proyecto de Perón. Más allá de las diferencias, lo que interesa a estos dos grandes proyectos educativos -que expresan modos diversosde propuestas ideológicas y políticas- es qué tipo de sujeto se pretende formar. Y o asistí en la primaria a una escuela del Estado; en esa época, había algunas consignas que formaban el pensamiento ciudadano que se postulaban desde la infancia (por ejemplo, "El ahorro es la base de la fortuna") y las formas con las que se proponía la transformación de un país migrante e inmigrante, de migraciones internas y externas. Por eso la escuela era formadora, no solo en el sentido político. Por ejemplo, se nos enseñaba a comer, a tomar los cubiertos, a hacer ciertas cosas que tenían que ver con el proyecto civilizador (aunque a Perón no le hubiese gustado la palabra). El proyecto de Sarmiento era lo mismo y esto se relaciona con la producción de subjetividad. Lo que nos planteamos hoy con respecto a esto tiene que ver con cuáles son los modelos ideológicos con los que se genera la producción de sujetos. Por ejemplo, de qué manera los niños de hoy viven en sus casas lo que está pasando en el país y que nos tiene a todos bastante conmocionados1, que va a reflejarse en las formas en que se definan en los próximos años las relaciones intersubjetivas de apropiación y de corrupción extraescolar y las formas de la violencia. No de modo mecánico, porque no es verdad que sea mecánico, pero tiene que ver con las formas en que se construye la subjetividad. Por otra parte, voy a hablar de las premisas de la constitución del psiquismo. Vale decir, bajo qué modelos -que trascienden las formas histórico-políticas o sociales- se constituye el pensamiento. Esto quiere decir que los niños de cierta época deben emplear ciertos modelos psíquicos para producir conocimientos, tengan el valor que tengan dichos conocimientos. Para aprender a jugar al fútbol o para establecer reglas matemáticas hay leyes que en el psiquismo funcionan exactamente igual. Para comprender una telenovela y para armar la significación de un relato es necesario que se constituyan ciertas reglas que funcionen para uno y para otro campo, más allá de que la telenovela esté expresando algo muy distinto de lo que fue la Amalia de José Mármol. El modelo del amor ha variado, pero lo que implica reconocimiento en relación al semejante, diferenciación sujeto-objeto y capacidad de establecer secuencias se conserva. Por eso el tema que voy a abordar mantiene un poco la ilusión universalista de Piaget y de Freud en cuanto al descubrimiento de los mecanismos que regulan las formas de funcionamiento psíquico; eso hace a la constitución del psiquismo y no a la producción de subjetividad. Entre unos y otros hay relaciones, pero no son directas. Y, en última instancia, la producción de subjetividad incide en el modo con el que se perturba o se favorece la constitución del psiquismo. Por ejemplo, si se toman hoy las formas de desorganización en las que se inscribe el aprendizaje de los pobres pauperizados (en la provincia de Buenos Aires hay un sector muy importante en esa situación, y otro de los más relevantes del país es el cinturón del Gran Rosario, cuya pobreza no es como la jujeña, que tiene un carácter más bien consuetudinario), las formas con las que se producen estas transformaciones inciden en los modos de organización de la inteligencia bajo formas indirectas, en el sentido de que la pobreza pauperizada produce modelos anómicos en los padres y en quienes tienen a su cargo la educación. A esto, unámosle el brutal embate biologista de los laboratorios, que viene de alguna manera a patologizar la educación para mostrar que todos los fracasos son efectos de déficits genéticos. Esto es muy interesante, porque hace una propuesta económica e ideológica. La patologización de la educación se corresponde con la patologización de la sociedad civil, en términos de que esta alude precisamente al tema de eludir responsabilidades y de producir propuestas a largo plazo, más allá de los proyectos económicos que están en juego. Me interesa mucho el tema de la patologización de la educación por dos razones: una, porque tenemos en este momento un embate desmedido sobre ella (y el mismo no se verifica solo en la Argentina: hace poco Hillary Clinton salió a debatir el tema del ADD2 con respecto a la cantidad de niños medicados en EE.UU). Nosotros tenemos zonas enormes de medicación en la Argentina, con lo cual hay enorme cantidad de niños que están como larvando el proceso educativo a partir de esta situación. La otra razón por la que me interesa el tema de la patologización en la educación es por el problema de las patologías graves escondidas detrás de estos cuadros, sobre las que no se opera, con el afán de resolverlas transitoriamente. En esto confluye la desresponsabilización del sistema educativo y social, unido al elemento de las empresas de medicina prepaga, que tratan de buscar resoluciones veloces y no imputables. Si ustedes quieren saber cómo se define hoy gran parte de la patologización infantil, les aseguro se define por la búsqueda de inimputabilidad. Los diagnósticos se establecen de modos no estructurales, que evitan la responsabilización a largo plazo. Yo diagnostico un ADD; si a los catorce años ese chico tiene una desorganización psíquica y a los veinte años es (como dicen ahora) un bipolar, bueno ... ¡yo tenía un ADD!, el bipolar no es un cuadro de la infancia, entonces, yo soy inimputable. Mi preocupación es del orden de dar elementos para comprender el modo de funcionamiento de los grandes procesos productores de inteligencia y, por otra parte, para recomponer el elemento de responsabilidad ética, en la medida en que no podemos seguir echando afuera algo que nos compete. Una cosa son las condiciones sociales en las que debemos instrumentar la práctica, y otra cosa es el abaratamiento en nuestra práctica en función de esas condiciones sociales. Al menos, con un lápiz y un papel nosotros podemos hacer cosas. No es lo mismo que un físico o un biólogo, que necesitan instrumental como punto de partida. Nosotros tenemos con qué hacerlo, y podemos seguir haciéndolo más o menos seriamente. El concepto de inteligencia Segundo aspecto: el concepto de inteligencia. Es indudable que la inteligencia, tal como fue definida a lo largo del tiempo -y esto hay que conservarlo- se caracteriza al menos por dos variables que son, por un lado, su carácter operatorio -vale decir, capaz de hacer operaciones- y, por otro lado, su capacidad de que esta operatoria se realice en el mundo -vale decir, que tenga efectos en la relación con los objetos y con el mundo. Y, en este caso, entonces, la inteligencia no puede ser nunca pensada como algo del orden de lo inconciente, porque el inconciente es algo que se cierra a la relación con el mundo y no establece una operatoria de apropiación de este-. Pero, al mismo tiempo, la inteligencia humana debe ser definida en términos de la diferencia con las condiciones biológicas de partida. La biología no posee conocimiento, sino información. Ustedes tienen inscripta en los genes una información. Esta se caracteriza por permitir una resolución de las necesidades del organismo biológico en el cual está inscripta esa carga genética, que es del orden de la información genética, no del orden del conocimiento. Esto quiere decir que no puede adaptarse a nuevas condiciones. Si ustedes ponen a una foca en un lugar inadecuado, ella no podrá armarse una pileta para enseñarle a su cría a nadar. Pero los seres humanos nos caracterizamos porque nuestra inteligencia produce constantemente formas de transformación y no solamente de transformación de lo existente: formas de composición y de producción de objetos no existentes en el mundo. Esto es lo más importante a pensar en cuanto a la inteligencia humana, que no se caracteriza por la posibilidad de manipular de manera distinta el mundo, sino por la posibilidadde crear mundos no existentes. Esto quiere decir que, a partir de la producción de inteligencia humana, los seres humanos podemos interesarnos en cosas tan alejadas de nuestras necesidades básicas biológicas como el tipo de comida que vamos a comer, más allá de las necesidades nutricias e, incluso, en contra de ellas. Y o siempre insisto en que el hecho de que alguien vigile su colesterol marca muy claramente que no come por instinto, desde el punto de vista biológico, porque la información de la existencia del colesterol no está inscripta en los genes, sino que es el modo con el cual un sujeto se representa en la relación entre alimentación y conservación de la vida. Y la conservación de la vida no tiene nada que ver con la persistencia biológica de la naturaleza. Entonces, el primer punto que yo quiero marcar es este: que la inteligencia humana se produce no solo en discontigüidad con la biología, sino en conflicto con los aspectos biológicos del ser humano. El ser humano es el único ser que ha producido un estallido de la contigüidad reproductiva, y ha creado todo un mundo en el que se organizan sus aspectos autoconservativos bajo modelos que no tienen nada que ver con la autoconservación. Que alguien me explique bajo qué modelo biológico uno se mete en un cine con trescientas personas, en la oscuridad, a contagiarse los resfríos de todo el mundo, en una sala con carteles que indican "Salida de emergencia, úsese en caso de incendio", y olvida totalmente las condiciones autoconservativas para ver una película. Lo primero que planteo es que la inteligencia humana es un estallido de los modos con los que funciona la inteligencia animal, y voy a desarrollarlo. ¿Por qué hablo de un estallido? Porque una vez que se ha producido el encaminamiento por el cual las necesidades biológicas quedan de alguna manera subvertidas por la cultura, la inteligencia tiene que constituirse para una supervivencia que ya no es del orden biológico, sino que está en equilibrio y conflicto con lo biológico. Los orígenes de la simbolización Vamos a empezar por cómo se producen los orígenes de la simbolización. En primer lugar, cuando uno habla de simbolización, siempre se refiere a relaciones entre términos, por lo que es necesario preguntarse qué tipo de materialidad es la de las primeras representaciones psíquicas y de qué manera se instalan estas. Supongamos que un niño fuera criado en condiciones en las que estuviera ausente la función de maternaje en el sentido estricto del otro. Cuando hablo de maternaje hablo de adulto, olvídense de la madre y del padre, hablamos acá de antropología en la producción de inteligencia, hablamos de los modos en que esto se sostiene a lo largo del tiempo. Esos modos que se sostienen a lo largo del tiempo tienen que ver con la imposibilidad de la cría humana de resolver sus necesidades básicas y con el hecho de que aquel que viene a resolver sus necesidades básicas está atravesado por una serie de representaciones, deseos y afectos que le dan al cuidado de la cría cualidades que no se remiten a lo autoconservativo. Y o insisto en una broma que creo que guarda relación con esto: los hijos se tienen para ... nada. Quiero decir, se tienen porque se necesita trascender o porque se necesita amar. Incluso, la gente tiene hijos para no morir de amor propio, porque, como decía un chacarero de mi pueblo, "Yo he comprobado a lo largo de la vida que donde comen dos, come mejor uno". De manera que no hay nada del orden de la autoconservación que lleve a que uno tenga hijos. Pero, además, el ser humano es el único que ha logrado hacer estallar la relación entre procreación y coito: este último no tiene como consecuencia necesaria la procreación como le pasa a todas las otras especies. Sin embargo, los seres humanos siguen teniendo hijos, lo que demuestra que no se guían por la racionalidad natural, sino por otro tipo de racionalidad. El hecho de que la cría esté en manos de alguien que ya tiene producidos todos estos sistemas representacionales plantea que en el momento en que se haga cargo de los cuidados básicos va a producir cosas que no son del orden de la resolución de las necesidades del organismo. Es decir: la madre va a dar el pecho a un bebé; desde el punto de vista de este, ella es un objeto nutricio, pero desde el punto de vista de la madre ya es un objeto sexual, en la medida en que cualquier mujer que dé el pecho ya ha tenido un pecho que pasó por otros órdenes de contacto. Pero, además, porque la relación que establece la madre con su pecho y el bebé está atravesada por una serie de fantasías relacionadas con su propia alimentación, con lo que en psicoanálisis llamamos su propia oralidad, con sus propios fantasmas orales. Vale decir que la lactancia estará atravesada por representaciones que no guardan relación con los cuarenta o sesenta gramos de leche que se den a la cría, sino que estará totalmente teñida por un conjunto de elementos que no son del orden de lo natural. Incluso el objeto ya no tiene nada que ver con lo natural: el biberón es un objeto artificial, pero el pecho también es un objeto artificial, porque las mujeres se ponen bicarbonato un día sí y otro no; porque tienen un perfume que no es el perfume del cuerpo natural; porque visten una ropa que marca la diferencia... Piensen que en cada vivencia del bebé con el pecho hay constantemente elementos repetidos y elementos ausentes. Porque un día la mamá lo toma en brazos y lo toca, y otro día le habla, y otro día le acomoda el cuellito: en cada momento se van sumando elementos que no son autoconservativos, sino que se relacionan con el placer del contacto con el otro. Estos elementos son los que definen en última instancia un plus de placer que, al provenir del adulto, no va a reducir nunca la alimentación a la pura ingesta de leche. Esto se aprecia de modo muy claro en dos cuestiones: en primer lugar, en lo que ocurre cuando eso no sucede, cuando en el niño a posteriori no hay capacidad de producción de elementos de interés en el mundo. Un ejemplo al que suelo referirme son las famosas guarderías de Ceausescu -esa experiencia horrorosa en Rumania donde hubo una enorme cantidad de niños que fueron mantenidos ahí, alimentados y abrigados pero sin cuidados humanizantes, en donde no se desarrolló ningún tipo de inteligencia- marcan claramente estos elementos que estoy planteando: la necesaria perturbación de la economía natural para que surja algo de la representación o de la simbolización humana. El segundo aspecto de la simbolización que uno puede tomar como corroboración es el llamado marasmo infantil. A cierta edad, cuando el niño pierde el objeto de placer y amor que acompaña la satisfacción primaria, renuncia al alimento, lo que implica una renuncia a la vida. Esto no quiere decir que el bebé quiera morirse porque ya no está con los seres amados de origen. Quiere decir, simplemente, que renuncia al objeto de la necesidad o satisfacción biológica porque no está acompañado de los índices de placer. Ha decidido renunciar a buscarlo. Mejor dicho, lo busca hociqueando, mirando para todos lados, y no es que diga no sino que lo está buscando de otra forma. ¿Qué ocurre entonces con estos primeros tiempos? El adulto tiene una doble característica: por un lado ejecuta acciones que él mismo desconoce que está practicando y que tienen que ver con lo que tiene reprimido. Hace unos años, una propaganda de pañales enunciaba: "Para ese secreto placer con su bebé". Es extraordinario lo de "secreto placer". El cambio de pañales no es simplemente algo vinculado con que la cola no se paspe, es algo del placer; las madres les cambian los pañales a los bebés y les besan la cola, los padres les acarician el culito ... Estas son cosas que no harían nunca con un amiguito. La relaciónerótica que se produce con el cuerpo del niño, constantemente, es algo que está marcando las formas con las que los cuidados del adulto subvierten permanentemente la relación de naturaleza. A partir de esto, el bebé se va guiando por índices que no tienen nada que ver con los índices de satisfacción de necesidades. Por ejemplo, un niño puede no querer tomar el biberón porque le cambiaron la tetina, lo que indica que el placer ha tomado a su cargo lo autoconservativo, ha tomado a su cargo la satisfacción de necesidades. El problema es cómo, por qué vía va a encontrarlo. Pero digamos que, en los primeros tiempos de la vida, la supervivencia está en manos del adulto. Esto es muy importante, porque no se aprende a vivir por ensayo y error. Ustedes saben que cualquier organismo que quiere vivir por ensayo y error muere en el primer traspié. Así es imposible. La supervivencia se define porque hay un a priori cultural, social, que permite saber qué es lo que uno puede y qué es lo que no: un sistema representacional. En el caso del bebé, el sistema está en el adulto. Es él quien lo pone en la camita bien adentro, para que no se caiga y no se mate, porque en el bebé no hay representación de la vida. Esta es la enorme diferencia entre la supervivencia biológica y la vida humana: la vida humana, en términos de humanización, tiene que ver con el reconocimiento de la propia existencia. Y la propia existencia está marcada porque hay alguien que tiene miedo a la muerte y no una naturaleza que intenta sobrevivir. Yo insisto muchas veces en que la gente que le habla a las plantas dice que ellas así crecen mejor, y seguro que es así, porque cuando uno le habla a la planta no se olvida de regarla, porque la humanizó; si uno tiene plantas a las que no atiende, no va a hablarles nunca. Pero, además, hay personas para las que una planta es una planta, y para otras es como un hijito, con sus retoños que le nacen, y la observa ... "Mirá cómo busca el sol, ¡qué bonita! ¡Ay! Se me enredó toda en el balconcito". Esa gente, si salió para el trabajo y olvidó regarla, vuelve a echarle el agua antes de irse, porque tiene miedo de que la plantita sufra. Eso no tiene nada que ver con el miedo de la planta a morirse. Cuando esta gente se va a trabajar, la planta no dice "¡Ay, mamá se fue y se olvidó de darme de comer, que terrible! ¡Ahora me muero, ahora viene el sol y me quema!". Eso le pasa a los seres humanos. Estamos hablando no de coherencia con la biología, sino de tomar a cargo las representaciones respecto a las necesidades de la vida y ese es un proceso muy complejo, que habla de la construcción del sujeto. Recapitulando: en los primeros tiempos de la vida se producen representaciones, inscripciones, modos con los cuales las vivencias quedan inscriptas, porque no se resuelven con la satisfacción de necesidades. Si ustedes le dan a un bebé cuarenta gramos de leche, tomará cuarenta gramos hasta que necesite sesenta. Pero los indicios que acompañan la satisfacción de esas necesidades mutan, cambian, se inscriben y no se resuelven. Quedan ahí siempre "a la búsqueda de". Estas primeras inscripciones no son del orden adaptativo. Los sistemas psíquicos empiezan a funcionar no buscando la resolución de tensiones sino, precisamente, como un aparato que uno pone en marcha y no puede parar una vez que arrancó, así que sigue funcionando. Lo hace aunque no haya nadie que se haga cargo del funcionamiento. Cuando ustedes tienen la mente en blanco, están pensando en algo, lo que ocurre es que no piensan que están pensando. Y esta es una diferencia fundamental. ¿Qué significa "pensamiento sin sujeto"? Hace un tiempo, una joven paciente, muy inteligente, me dijo algo muy conmovedor: "El primer recuerdo que tengo de que yo estaba pensando era que yo era chiquita y estaba en la cama y me di cuenta de que pensaba en algo". Es una percepción extraordinaria. Porque uno puede pensar sin saber que piensa, con lo cual el pensamiento no necesariamente es pensado por el sujeto. Es pensado por el psiquismo y el sujeto se apropia del pensamiento. Esto es muy importante, les pido que lo retengan porque hace al eje de una serie de cuestiones que tienen que ver con la producción simbólica y con el problema del pensamiento como apropiación creativa de la realidad y del sí mismo, en el sentido de que se puede pensar sin que haya un sujeto que esté pensando, sino que los pensamientos se producen. En mi opinión, este es el descubrimiento más importante del psicoanálisis, aunque creo que hasta ahora no nos habíamos dado cuenta. Quiero decir: durante años, el psicoanálisis implicó el descubrimiento del inconciente. Pero, ¿qué ocurrió? Una cierta dificultad para entender que el inconciente no es del orden de un sujeto que piensa, sino un conjunto de representaciones de las que uno tiene que apropiarse. Uno se pasa la vida pensando: "¿Por qué me apareció esto?". Es más, va a analizarse para ver si lo que uno pensó es realmente lo que existe o son cosas que uno tiene en la cabeza. Es decir, yo vengo a analizarme porque no sé si lo que él me dice es verdad o lo que yo pienso es cierto, y además porque se me ocurren cosas locas, como las que quiera cada uno de ustedes ... Entonces, esto indica que la cabeza piensa al margen del sujeto que piensa, y estos pensamientos, que no son pensados por el sujeto, constituyen para mí el aporte fundamental del psicoanálisis. El hecho de que en los primeros tiempos de la vida existe un pensamiento que no es pensado por nadie, sino que es el procesamiento de una materialidad que es de un orden de creación absolutamente nuevo, en relación a que no existe previamente a que se produzca y, sin embargo, es residual de relaciones con objetos del mundo. Y que, si no se produce, no va a haber nunca inteligencia humana. Esto es muy importante, porque se vincula con los modos de organización de los autismos o de otros cuadros muy graves, en los que esto no se produce. En los autismos más graves, esto es lo que falta. ¿Qué quiere decir esto de que es un pensamiento sin sujeto? Que, en los comienzos de la vida, hay representaciones que sin embargo solo tienen por sentido producir modos de funcionamiento, de los cuales el sujeto algún día tiene que dar cuenta y sufrir los efectos. Esto es lo mismo que los sueños: las primeras representaciones son presubjetivas. Nadie las piensa. Tampoco estuvieron desde siempre, no son el alma ni son ajenas a la vivencia que se tiene. Y, ¿cómo nos damos cuenta de que están? Porque este es el tema para nosotros, que tenemos que trabajar con los problemas graves de la inteligencia. Nos damos cuenta de que están precisamente porque faltan los elementos que indiquen que se ha constituido una representación que no se agota en la resolución de la acción. El hecho de que un bebé necesite un chupete después de comer, y no para calmar el hambre sino para dormirse, indica que algo del orden de las tensiones psíquicas no se agotó con la alimentación. El hecho de que un bebé se chupe el dedo, el hecho de que no pueda dormir porque lo cambiamos de cama, indica que el sueño ya no está al servicio del reposo, sino que está atravesado por representaciones que son de otro orden. Problemas de inteligencia y problemas de aprendizaje Me parece importante marcar la diferencia entre los problemas que estoy tratando, que son los llamados problemas de la inteligencia, y los problemas de aprendizaje. Los problemas de aprendizaje son de origen múltiple. Puede haber problemas de aprendizaje como efecto de una mala didáctica, sin duda; estos hoy están a la orden del día y no me corresponde a mí resolverlos. Si en una clase hay veinte chicos que no aprenden, el problema no es la constitución psíquica. Después veremos si entre esos veinte que no aprenden alguno tiene problemas en laconstitución psíquica, pero no psicologicemos ni patologicemos la enseñanza. Hay otro orden de problemas de aprendizaje que tiene que ver con temas más neuróticos de la infancia, que son temporales o se relacionan con modelos identificatorios. Por ejemplo, recuerdo hace años una consulta de un niño en el hospital; su madre estaba muy preocupada porque no estudiaba, tenía miedo de que no estudiara, y el chico era hijo de un señor trabajador, que pensaba que los libros eran "cosa de maricones". Con lo cual, para este chico, estudiar era evidentemente un problema: la madre quería que estudiara pero para él esas no eran cosa "de hombre"; por otra parte, si no estudiaba, el padre se enojaba. Era toda una situación paradoja! que ustedes conocen bien, era un mensaje contradictorio: el padre, por un lado, le decía "Estudiá, desgraciado" y, por otra parte, mientras miraba televisión afirmaba "Los libros son cosas de maricones, los fierros son de los hombres". Él era camionero. Entonces, en este caso no estábamos ante un proceso de fracaso de la inteligencia, sino frente a un problema neurótico, donde lo que se estaba jugando era algo del conflicto con la identidad. Esos son problemas en lo que no hay dudas; son los más fáciles de resolver, los que mejor conocemos. O procesos de contrainteligencia muy claros, donde ciertos enigmas fundamentales no aclarados producen una atracción que hace que se duerma la curiosidad intelectual y el niño no pueda investigar. Este es un aspecto, pero a mí me interesa centrarme en otro -que es el que yo creo que es más complejo y dificultoso-, que tiene que ver con los trastornos de la constitución de la inteligencia misma. Porque ahora nos estamos refiriendo a problemas secundarios. Los otros son los que llevan a la muerte psíquica o al deterioro psíquico. Digo "deterioro" porque, en la medida en que este aparato que se constituye no puede pensar, lo hará, pero bajo formas que no son las del ordenamiento que se requiere para que tenga una inteligencia capaz de entrar en relación con el mundo. Entonces, yo estoy hablando de que los prerrequisitos de la inteligencia son precisamente un proceso (les diría, grosso modo) de desadaptación de lo biológico, para que pueda producirse una recomposición del orden de la cultura. Estoy haciendo con la inteligencia lo que en algún momento Freud planteó para la sexualidad: desarticulemos el concepto sexual de la genitalidad para entender cómo estalla bajo una forma que no es la forma de la procreación. Desarticulemos la idea de la inteligencia como adaptativa de los orígenes para que encontremos la adaptación humana en los términos en que se produce creativamente y no como adiestramiento. Porque ese es el otro problema entre aprendizaje y adiestramiento, ¿cómo generamos mentes productivas y capaces al mismo tiempo de tener contacto con el mundo? ¿ Qué necesitan aprender y qué necesitan transformar? Ustedes saben que uno de los grandes problemas de la educación actual es cómo sostener la capacidad creativa de la mente y, al mismo tiempo, que los sujetos no caigan de la cadena productiva. Lo que se está pidiendo es un proceso de adiestramiento que posibilite la supervivencia pero, por otra parte, esto puede llevar a la destrucción de grandes sectores de la inteligencia. La idea que yo retomo es cómo se produce esto desde el punto de vista de la constitución psíquica. El origen de la inteligencia humana Entonces, vamos a hablar de un primer tiempo de la vida psíquica en el que se inscriben estas representaciones que se relacionan con lo que los psicoanalistas llamamos la sexualidad en sentido ampliado, no vinculada con la genitalidad, sino con los órdenes del placer. En ese sentido, se relacionan con el plus de placer que no se reduce a la autoconservación y, desde un orden diferente de determinaciones, está cerca de intentos que pueden ser interesantes como el de Mircea Eliade respecto de lo sagrado. Para él, lo sagrado se vincula con todo ese plus que la humanidad produce, que no tiene que ver con su reducción a la autoconservación. Mircea Eliade es un filósofo relacionado con historias de las religiones; él trabaja precisamente esta necesidad en el hombre de no quedar reducido a lo autoconservativo. Desde el psicoanálisis, nosotros planteamos que las primeras formas de la "no reducción a la autoconservación" que es el origen mismo de inteligencia humana se vincula con la producción de representaciones que no tienen finalidad práctica. Su finalidad es, precisamente, permitir la organización de un aparato que está como condenado a representar a partir de que su economía natural es perturbada. Esto es lo que ocurre con los niños -¡a Dios gracias!-, que son criados por otros seres humanos que transforman las necesidades materiales de los chicos en necesidades morales. Vale decir que, lo que en el otro es hambre, en el adulto es representación de sufrimiento y no de nutrición. Esto es como el prerrequisito: se le da de comer al bebé porque tiene hambre, no porque puede morirse por desnutrición. Si uno alimenta a un niño (uno que no esté en un proceso de recuperación médica) porque puede morir de desnutrición, uno está loco como una cabra. No es por eso que se le da de comer. Se le da de comer al niño porque tiene hambre y forma parte de la obligación que uno tiene para criarlo y, además, para que no sufra ... "¡Pobrecito, tiene hambre!". Eso genera que uno se conmueva y vaya corriendo a darle de comer. Esto hace entonces que el adulto codifique la naturaleza en términos de sufrimiento humano. La madre no codifica el llanto del bebé como hambre sino como dolor, y en la medida en que lo codifica como dolor y hambre simultáneamente, genera ahí algo que es del orden de una representación, que está ligado a lo autoconservativo y al mismo tiempo no lo es estrictamente. Por supuesto, si cuando su hijo llora la madre no puede codificar el llanto en términos más o menos válidos, el bebé se vuelve loco. Si la madre le da de comer y cuando el bebé llora piensa que tiene sueño, y a los dos minutos piensa que es hambre, y a los dos minutos piensa que es sueño, porque no puede organizarse ... O, si el bebé llora y en el momento en que tiene hambre la madre piensa que tiene sueño ... Es como la madre de un niño psicótico que yo atendí hace muchos años, que cada vez que él bostezaba, ella le decía: "Fulanito, tenés hambre". Entonces, esta señora hacia una codificación bizarra, porque para ella no existía el bostezar por cansancio o por sueño: existía por hambre. Y era sistemático. Tanto si eran las ocho de la mañana o de la noche, a ella le daba lo mismo: si él bostezaba, era por hambre. Por supuesto, esta señora tenía un trastocamiento muy severo de los códigos. El hijo era un paciente de hospital, y en esa época era común que los pacientes de hospital hicieran regalos a los terapeutas, porque se consideraba que se agradecía algo. Y, para Navidad, la señora me regaló un talco de mujer y unos jabones de hombre, jabón Tribuno. Yo en esa época era muy joven, recién empezaba, era a comienzos de la década del 70, era lacaniana ... Ustedes se imaginan que, cuando la señora me trajo el jabón Tribuno, yo no lo podía creer ... Volviendo entonces a la cuestión de la prioridad con la que el otro codifica o decodifica, estamos hablando de categorías témporo- espaciales que ya están en el otro. Y o les pido que conserven esta idea porque tiene que ver con otro problema que vamos a abordar, que es si tiempo y espacio son categorías a priori o si son categorías que se construyen. Y de qué manera se construyen. La apertura al mundo Primero, entonces, representaciones que tienen que encontrar un destino. Y estas representaciones, por supuesto, son anteriores a la constitución del sujeto pensante. Son pensamiento sin sujeto.Cuando se instale el sujeto pensante, el sujeto podrá establecer un tipo de operatoria muy compleja con estas operaciones, que puede ser desde no dejarlas aparecer más, reprimirlas o quedar fijado a ellas, hasta transcribirlas de alguna manera; vale decir, encontrar otros elementos. Y esta transcripción es la forma más válida con la que se construirán otras áreas de interés, que deberán que ser necesariamente desplazamientos de estas primeras formas de inscripción pero que, al mismo tiempo, no pueden ser estas formas de inscripción. Si el placer es el biberón y el bebé sigue con él y llega al jardín con el biberón, el problema no es que tenga una fijación oral, sino que el interés por el biberón no permitirá un desplazamiento de interés a otros vínculos. Porque lo que marca ese biberón es que él está aferrado a un modo primario de relación con un objeto que no le permite tener otras relaciones. Lo que me interesa de estas formas primarias es que el interés queda localizado a modo rememorativo, constante, y no de ampliación a otros intereses del mundo. No es lo mismo que el chico que (sobre todo en ciertos sectores populares) sigue tomando el biberón nocturno por muchas razones, entre otras, porque es cultural y además porque es una manera de resolución del tema del hambre y de la cena. Pero esto no sucede solamente por comodidad de la madre. Entonces, digamos que el abandono de estas primeras formas de satisfacción que llamamos pulsionales (que tienen que ver con el biberón, el control de esfínteres y demás) marca la posibilidad de renunciar a ciertas formas directas e inmediatas primarias para poder entrar en contacto con sus derivados, para poder desplazar el interés a otros objetos del mundo. Estas primeras formas son formas bastante fijadas que, por supuesto, se relacionan con objetos del mundo y, sobre todo, con objetos primarios, pero que, si se sostienen a lo largo de la vida, marcan una fijación. Ustedes saben que las adicciones tienen ese carácter. La adicción se caracteriza porque toda la vida psíquica es capturada por la adicción; el sujeto no solamente no puede hacer cosas si no tiene el objeto adictivo, sino que además el objeto adictivo consume una enorme cantidad de vida psíquica, porque hay que estar pendiente ... Imagínense a un chico que lleva un chupete: "Lo perdí, donde está, no sé dónde está, lo busco" ... No es simplemente la cuestión del chupete como un objeto reasegurante localizado en cierta etapa y en cierto momento. Y o les diría que es la primera forma de observar que se ha inscripto esta representación del orden de lo que Castoriadis llama la "imaginación radical", que crea objetos no existentes en el mundo, porque estas representaciones que aparecen son el efecto residual de experiencias en el mundo pero, al mismo tiempo, no reflejan al objeto del mundo. No se inscribe el pecho. No es que uno mama y tiene un pecho con su pezón en la cabeza ... ¡no! Lo que se inscribe es un conglomerado de signos que acompañan a la alimentación, caracterizado por armar un objeto nuevo, una especie de Frankenstein extraño, compuesto por olores, sensaciones táctiles, sensaciones internas de bienestar. Y este objeto que se inscribe no es el reflejo del objeto del mundo, pero tampoco está ausente la presencia de los objetos indiciarios del mundo, que después van guiando las búsquedas del bebé. Y estos objetos no son objetos de adaptación; son objetos que acompañaron los procesos de autoconservación y se han desprendido y se convierten en algunos momentos en centrales. ¿Qué quiere decir recuperación de la adaptación? Ffjense qué interesante: no es volver a comer sin preocuparse del objeto, es poder adaptarse al jardín de infantes, después. Esto es extraordinario, porque lo que llamamos "proceso de adaptación" ya está absolutamente al margen de la biología, no tiene nada que ver con ella, sino con la construcción simbólica de la relación con el mundo. Es una operatoria que se realiza en relación al mundo y que tiene que ver con objetos de interés que, en primera instancia, son objetos humanos, como objetos de conocimiento. Los primeros enigmas de la vida extrafamiliar del niño tienen que ver no con los objetos cognitivos como tales, sino con los objetos en tanto el otro, los otros. La primera pregunta que se hace el niño cuando llega a la escuela se refiere a la maestra/o: "¿Quién es esta señora o este señor, es buena/ o o mala/ o, cómo me va a tratar?". Esto ya es un enigma. ¿Qué es la fantasía? Es la teoría con la cual la completa. ¿Y qué quiere decir en este caso una teoría? Quiere decir una construcción que el sujeto arma con elementos de la realidad que posee; de la realidad no solo material y sensorial, sino de la realidad representacional previa, con la cual arma una teoría acerca de los enigmas que tiene que resolver. En ese sentido, un niño que llega a la escuela por primera vez y entra tan cómodo y tranquilo, sin preguntarle a nadie "como te llamás" es indudablemente un chico que tiene problemas para construir enigmas -salvo que sea tan reflexivo que los esté construyendo muy precozmente-, pero en general hablamos de un chico que no asume la capacidad de encontrarse con lo inquietante, extraño, ajeno. Porque lo ajeno es precisamente lo que despierta el enigma, lo conocido no plantea enigma; el enigma es lo ajeno. Y lo ajeno tiene que ser siempre una parte de lo nuevo, no la totalidad. Cuando lo ajeno es totalmente nuevo no hay posibilidad de armar hipótesis. Esto es muy importante. Hace años, la teoría de la información planteaba que solo se puede recibir un 40 % de información novedosa, con lo cual los primeros enigmas que el niño lleva no son enigmas respecto a cómo aprender matemáticas por ejemplo, eso le pasará en tercero o cuarto grado, los primeros enigmas son: ¿cómo será?, ¿adónde voy?, ¿adónde me llevan?, ¿quién es esta señora?, ¿quién es este señor?, ¿quiénes son estos nenes; serán buenos o serán malos? Los primeros enigmas son preguntas acerca de la condición del otro. Esto forma parte de las primeras modalidades. Por supuesto, ahí se plantea también la capacidad de centrarse y de organización de lo que llamamos la atención. Lugar del yo en los procesos de inteligencia V amos a diferenciar dos aspectos de la atención, y este tema es importante por todo lo que está ocurriendo con los famosos ADD. Por un lado, la atención no consiste en ser capturado por los objetos, sino en la acción voluntaria que el sujeto realiza con respecto a un objeto del mundo que le importa. Es imposible que se constituya la atención si no hay sujeto. Pero yo les decía antes que el sujeto y la representación no son equivalentes, que existen las representaciones y existe la construcción de un sujeto que se emplaza frente a esas representaciones y ante el mundo. Este sujeto es el yo; para ser simples, vamos a llamarlo el yo; ¿qué quiere decir "el yo"? Es aquel lugar donde alguien sabe que existe, donde alguien "es": "Yo soy fulano", "soy un nene", "soy una nena", "tengo mamá", "tengo papá" o "no tengo". Ese es el yo. Es alguien que se define como posicionado respecto a sí mismo en un conjunto de coordenadas que lo determinan. Y ese yo, además, se constituye (y acá viene lo interesante) en relación a variables témporo-espaciales. En los niños, estas variables son primero espaciales y después temporales. El espacio se constituye antes que el tiempo. Esto lo sabemos por experiencia: no son innatos y también podemos discutir respecto a que lo sean, lo que no quiere decir que no estén dadas las posibilidades innatas en su construcción. Pero no se producen por sí mismas. Entonces, el espacio se caracteriza por el reconocimiento de lo diverso, y además por la posibilidad que tiene un sujeto de reconocer ciertas coordenadas: "arriba/abajo", y despuésserá "derecha/izquierda", "enfrente/ atrás". Este es un proceso de construcción que conocemos muy bien. Si un niño de cinco años no maneja esto, no tiene un trastorno de lenguaje, tiene un trastorno de la construcción de sujeto, de su posición témporo-espacial. Yo no puedo entender por qué si a un hombre de cuarenta años desubicado en tiempo y espacio lo consideramos psicótico, a un chico de seis desubicado en tiempo y espacio lo pensamos como un trastorno de aprendizaje. No sé si está claro: no necesariamente es psicótico, pero algo no se ha construido en su psiquismo. Entonces, una de las cuestiones centrales tiene que ver con los indicios con los que detectamos la posibilidad de que se haya constituido el yo. Que es, por supuesto, aquello que se diferencia del inconciente y que establece (ahí sO una intencionalidad en el mundo. Justamente, el problema de la atención es que como atención intencional no puede producirse si no hay un yo que esté relacionado con el objeto: "esto me interesa", "esto no me interesa" ... me abstengo de un montón de estímulos porque fijo la atención en algo, con lo cual, si no la fijo, es porque no pude dejar en suspenso el resto de los estímulos. En una primera etapa de la vida, vemos si están los prerrequisitos de la simbolización, vale decir, si el sujeto tiene capacidad de entrar en contacto con objetos representacionales que no sean puramente autoconservativos, y en una relación con el otro que no sea puramente instrumental. Esta es la segunda cuestión: que el otro no sea solamente instrumental. Digamos, no es aquel que yo necesito para que tome algo de la heladera, sino que es alguien a quien yo extraño de noche. No sé si se dan cuenta de que el hecho de que la relación no sea puramente instrumental es un elemento central en la organización del sujeto en sus relaciones con el mundo. Si es puramente instrumental, hay algo en el orden de la ausencia de significado que se va a plantear y que tiene que ver con algunos desarrollos hechos; por ejemplo en el síndrome de Asperger o el autismo. Parecería que en el Asperger las relaciones lógicas funcionan y faltan las significaciones, algo que vemos también en algunos autistas. Esto a veces confunde mucho en el diagnóstico. Pero planteemos entonces que, a partir de cierto momento, se tiene que instalar el yo con el "no" y con el "sí". Y cuando digo con el "no" y con el "sí", es porque el "no" es la primera afirmación diferencial del sujeto respecto al otro. Cuando el bebé dice "no", está diciendo que no quiere lo que el otro quiere, se está definiendo desde una posición de sujeto. Y el "sí" ya es la posibilidad de incorporar algo diverso a lo que uno ve o tiene. Entonces, la relación con el tiempo y el espacio, el no, el sí y el manejo de los pronombres ... ¿Cómo se define que el sujeto está constituido? ¿Que el yo está organizado? Por la forma en que articula el enunciado, no la frase, porque la frase puede estar carente de sujeto. Cuando yo digo "llueve" no importa si hay sujeto o no. El problema es el enunciado, en tanto ahí hay sujeto instalado. Y una de las cosas que se encuentran en los chicos muy perturbados es la falla en la organización de los modos de las personas verbales. El uso de las personas verbales no indica solamente la adquisición del lenguaje sino que indica que está estructurado el yo en relación al conjunto de las personas y que está relevado respecto a las posibilidades conjugatorias. Un rasgo bastante característico de chicos muy graves después de los cuatro, cinco años es que hablan en infinitivo o aluden a sí mismos desde el modo en que son llamados por el otro; no se llaman desde "yo", sino que no se llaman o se llaman por su nombre propio, como lo hacen los otros. Esto es común en los chiquititos pero, si permanece, no es un retraso, es una falla en la organización del yo. Uno de los problemas que tenemos es saber si al chico le interesa aprender, porque cuando no están constituidos estos elementos, no hay interés en aprender. Si no hay yo, no hay enigma y tampoco hay valoración en el sentido de ideales, que me quieran si aprendo que dos más dos es cuatro. Y estoy pendiente, también, de la forma en que el otro se emplaza ante lo que yo aprendo. El niño aprende, además, como un regalo. Yo tengo un nieto que ahora empezó la primaria; estábamos bajando por una escalera mecánica en un sitio de juegos al que lo había llevado y me dijo: "Abuela, ¿sabés cuánto es tres más dos?". Él sabe que para mí es muy importante el conocimiento, entonces me retribuye el paseo haciéndome monerías. Y es maravilloso, porque las que me hace son monerías que tienen que ver con el conocimiento; también con su propio interés por aprender pero, al mismo tiempo, con la valoración con la que queda atravesado el conocimiento en tanto es algo por lo cual él siente que va a ser amado. Pero este es el segundo aspecto. El primero es que esté la potencialidad de aprender y esté organizado el yo. Porque, además, es ahí donde se va a definir la lógica, en sus características fundamentales. Las características fundamentales de la lógica no son inconcientes Quiero decir: temporalidad, negación y tercero excluido son tres rasgos que no van a estar nunca en el inconciente. El inconciente se caracteriza porque no hay negación ni temporalidad ni tercero excluido. Esto es una ley del inconciente. Estos elementos están del lado del preconciente o del yo. No voy a detallar ahora la diferencia entre los elementos, lo señalo simplemente para marcar que, cuando el yo está constituido, tiene también articulada la lógica del tercero excluido. "¿Por qué papá y vos se fueron y no me llevaron?". Eso es tercero excluido, para decirlo de modo simple en términos edípicos, pero también se vincula con los modos en que se organizan todas las posibilidades de establecer relaciones entre variables en el mundo. Negación quiere decir que no se puede afirmar lo mismo acerca de dos cosas contradictorias. El inconciente se maneja por la conjunción. Algo es y, al mismo tiempo, es otra cosa. En la lógica secundaria de los procesos mentales, es esto o lo otro; en el inconciente, es esto y lo otro. La adquisición de la disyunción es tardía y tiene que ver con la realización de preconciente y de yo, con lo cual, si un chico no controla esfínteres, usa biberón y no sabe quién es, no pretendan enseñarle el lenguaje: habrá que construir el lenguaje en el interior del sujeto que enuncia. Y tampoco se le puede enseñar a leer y escribir, porque primero tiene que tener intención de transmitir algo, y para que alguien transmita algo, antes tiene que ser "yo". No es posible transmitir algo a otro si uno no es "yo". No es posible armar un enigma si uno no es "yo". El yo es una sede permanente del enigma. El yo es el que se pregunta de modo constante con respecto a todo, porque está acuciado permanentemente por dos tipos de necesidades: autopreservativas, de supervivencia, y necesidades amorosas. Vale decir que el yo necesita permanentemente ser amado por otros y por sí mismo, algunas veces en contradicción. Hay situaciones dilemáticas, históricas, en las que un sujeto elige el odio de los demás para preservar su propia representación amorosa de sí mismo; esto se produce muy claramente en circunstancias en las que hay valores encontrados en juego. Pero digamos que la autoconservación y la autopreservación pueden estar excluidas una de la otra. En alguien que decide suicidarse para no convertirse en un ser abominable (supongamos, en cierto momento histórico), prevalece la imagen de sí frente a la conservación biológica. Del mismo modo, la autopreservación del yo está relacionada también con la autopreservación narcisística de distintos modos. Cuando alguien comparte un bocado de comida con otro, claramente está poniendoen el centro algo del orden de los valores y del amor a sí mismo en término de ideales; estamos hablando de articulaciones muy complejas que podemos detectar en el diagnóstico fino de un niño. Ordenamiento de lo trabajado hasta aquí Voy a puntuar los temas a partir de los cuales voy ordenando las cuestiones que les planteé. En primer lugar, la idea de que la inteligencia se produce de la adaptación a la representación en un estallido. Vale decir que la adaptación biológica en sí misma, la supervivencia biológica, no es el prerrequisito de la inteligencia en los términos de la construcción o de la producción de inteligencia. Indudablemente, hay que tener un cerebro para poder pensar. Pero estamos hablando de los prerrequisitos estructurales. Y esto no quiere decir que no pudiera plantearse una cierta continuidad, una inteligencia natural no atravesada por la cultura, pero la misma no podría sobrevivir en el interior de la cultura. Los niños salvajes de la literatura tienen mucho que ver con esto. Viven mucho menos. Y tienen tipos de alimentación diferentes, y no logran modos de adaptación que posibiliten el pasaje a otras formas de vínculos. Planteo esto porque es indudable que hay etapas para que las cosas se produzcan. Si no ha habido lenguaje durante muchos años, aunque el cerebro y la estructura fonatoria estén intactos, es imposible que se instale. Hay etapas en las que esto debe producirse, por eso el tiempo perdido en la infancia es tiempo de vida y hace a nuestro compromiso ético puntuar exactamente cuáles son los problemas que hay que resolver. Entonces, en primer lugar, la aparición de un modo de representación que da cuenta de la existencia de lo que Castoriadis llama la "imaginación radical". Vale decir que está perturbada la autoconservación: el niño no quiere dormir en otra cama, le cuesta cambiar de un chupete a otro y, por supuesto, dentro de esto están todos los matices de la fijeza o no de estas representaciones. Yo estoy hablando grosso modo, lo que me importa es que esté inscripto. Después veremos, vamos de lo peor a lo mejor, si no es tan gravísimo. Si están, pero quedan fijadas, es problemático y preocupante. Vamos viendo, porque si no es "¡Ay, qué barbaridad, quedó fijado al chupete!". Yo empiezo al revés: tuvo chupete, tuvo objeto transicional. Uno de los elementos muy impactantes de los autistas es su facilidad para el adiestramiento del control de esfínteres, porque en general no tienen organizada la evacuación como algo del orden de la pérdida, la retención o del placer. Por eso no aprenden, sino que se adiestran en el control de esfínteres. En el aprendizaje del control de esfínteres en el niño hay enormes dosis de renuncia y de organización psíquica. Un síntoma muy grave en los niños (ahora estamos viendo muchísimos casos) es la encopresis por rebalsamiento, vale decir, retenciones con encopresis, o modos de encopresis en los que el chico sigue tan tranquilo, como si no sintiera en absoluto el olor. Esto no tiene que ver con la biología, porque ustedes saben que los animales, en general, no comen donde defecan. Entonces no es cierto que esto esté organizado, porque no han logrado resolverlo. No. Esto ya es una perturbación severa de un modo de funcionamiento, que no es ni del orden de lo biológico ni de la regulación que tiene que lograr el psiquismo. El aparato ya comenzó a funcionar en cierta dirección y es preciso recomponer todo; por supuesto, hay casos más y menos graves. Las primeras representaciones que hacen un estallido de la adaptación están dadas por un tipo de intervención del adulto que se caracteriza por la asimetría. Asimetría, por un lado, indudablemente operatoria. Pero lo que nos interesa es que hay una asimetría sexual y hay una asimetría representacional. Hay una asimetría simbólica. En el primer período de la vida, aunque el bebé no tenga las coordenadas del tiempo, como el adulto le da de comer cada tantas horas, se le va armando una temporalidad empírica. Si el adulto está muy perturbado (supongamos, una madre psicótica que le da de comer a su hijito y, a los quince minutos, como no tiene organización psíquica, le da de comer de nuevo), los ritmos no se organizan del mismo modo. Entonces, el tema de los ritmos es muy importante, sin que estos se conviertan en severos ordenamientos encorsetados que no posibiliten ese interjuego tan complejo producido entre la creatividad con que se juegan las representaciones infantiles y las pautaciones que ofrece la cultura. En ese caso, el niño se convierte en una suerte de burócrata, en un precoz burócrata que no tiene la menor posibilidad de establecer formas creativas transgresoras en relación a los modos con que se va planteando el ordenamiento. Una de las cosas que quiero plantear y que considero muy importante es que tengan en cuenta siempre que el adulto que tiene el niño a su cuidado hace todas estas cosas porque él tiene su propio psiquismo. Dejemos de lado los modos de enjuiciamiento o de culpabilización respecto del adulto que tiene a su cargo al niño, salvo que sea un adulto malvado y perverso respecto a esa apropiación. Creo que todo lo demás debe ser contemplado para poder ser ayudado y metabolizado respecto a las posibilidades que tiene el adulto, y partir de lo que tiene para crear las mejores condiciones para ayudar al niño, sin tomar esto como fallas, sino simplemente como modos en los que inevitablemente se plantea la forma de psiquismo del adulto, en tanto es un psiquismo también atravesado por el inconciente y por sus propias complejidades. Segunda cuestión: el ordenamiento de todos estos sistemas representacionales e instalación del yo. Acá sí, aparición de un modo de la subjetividad capaz de establecer relaciones con el mundo y con aquellas representaciones que no lo integran centralmente. Quiero decir que quedan inscriptas, pero no son concientes, y van a encontrar derivaciones, distintas formas de relación con los objetos del mundo. El tercer aspecto que quiero plantear es que en este segundo tiempo, correlativo a la constitución del yo y correlativo a la organización de la lógica es cuando nosotros podemos aportar ideas diferenciadoras. Yo jamás podría opinar sobre la lógica combinatoria del psicoanálisis. Piaget habla de una serie de cosas que no son patrimonio de toda la humanidad, sino de quienes pueden acceder a ellas. De manera que si hay un problema en la lógica combinatoria, no es de competencia de este modelo que estoy proponiendo, aun cuando en el modelo de no funcionamiento de lógica combinatoria a veces se encuentra que lo que falla es esta lógica binaria básica. Lo que me interesa es la construcción de esta lógica de base que se relaciona con la lógica binaria, con la lógica aristotélica, en términos estrictos. Una vez que esto está construido, ya tenemos todas las posibilidades de avanzar sobre este problema. Esto desde el punto de vista estructural del aparato. Luego, viene lo otro, la cuestión de esta relación con la cual este aparato entra en contacto con el mundo. Vale decir, las formas con las que se determinan intereses con los que el yo se relaciona con sus objetos. Puede ocurrir que, estando constituido un niño, no pueda atender en la escuela lo escolar porque está muy ocupado por los problemas sociales que se le plantean. Esto, por supuesto, es un diagnóstico segundo. Pero lo que me preocupa es que no se pierda de vista este diagnóstico primero, porque si no, en aras del conflicto, se deja de ver que no está constituido el aparato. Lo que es del orden del conflicto se resuelve de otra forma. Si un niño no puede estudiar en la escuela porque está continuamente pensando que los demás van a molestarlo y entonces no puede prestar atención, no es un ADD: es un paranoico. Quiero decir que lo que hay que trabajar es
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