Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
CONCEPTO Se llama enfermedad vasculorrenal a toda lesión, generalmente estenó- tica, o anomalía de las arterias renales o sus ramas principales desde su inicio en la aorta hasta la entrada en el parénquima renal, sin que ello prejuzgue significación clínica alguna. ETIOLOGÍA Con mucho, la causa más frecuente es la lesión arteriosclerótica de las arterias renales, y la prevalencia de tales lesiones aumenta con la edad y con la presencia de factores de riesgo ateroscleróti- cos: hipercolesterolemia, tabaquismo, diabetes y/o hipertensión arterial. En edades superiores a los 75 años, más del 40% de los individuos presenta enfermedad vasculorrenal. La localización de la enfermedad aterosclerótica es casi siempre cercana al origen, aunque puede observarse en cualquier parte de la arteria y, con frecuencia, constituye una extensión de una placa aórtica dentro de la arteria renal. En cerca del 50% de los casos se encuentra una lesión bilateral. Se observa algún grado de estenosis en las arterias renales en alrededor de una tercera parte de los pacientes sometidos a una angiografía coronaria o de las extremidades inferiores. Con menor frecuencia, la enfermedad se debe a displasia fibromus- cular (DFM), que incluye aneurisma, disección, oclusión y tortuosidad. Esta displasia es una lesión idiopática, segmentaria, no inflamatoria y no arteriosclerótica. Su principal localización son las arterias renales principales y los vasos supraaórticos, pero puede afectar a cualquier territorio, incluidas las coronarias, en forma de disección espontánea. La lesión puede ser focal o multifocal. Otras lesiones son: fístula arteriovenosa (congénita o traumática), tromboembolia, disección aórtica con prolongación a la arteria renal, coartación aórtica (síndrome de Alagille), etc. No es infrecuente el hallazgo de una oclusión segmentaria de la arteria renal después de un traumatismo abdominal ocurrido varios años antes. En ocasiones, la causa radica en una inflamación de la propia arteria (arteritis de Takayasu, arteritis de células gigantes, poliarteritis nudosa, etc.) o una compresión extrínseca de esta (tumor o metástasis). Más raramente, la lesión puede corresponder a neurinomas en la arteria renal debidos a una neurofibromatosis de von Recklinghausen tipo 1. FISIOPATOLOGÍA La integridad de los vasos renales es esencial para mantener la filtración glomerular y un balance hidrosalino correctos. Por tanto, la clínica dependerá de si la estenosis es hemodinámicamente significativa y compromete el flujo sanguíneo renal, y de si es uni- o bilateral. La isquemia renal de un parénquima suficientemente competente conlleva el estímulo del sistema de renina y del sistema nervioso simpático, así como una reducción en la excreción de sodio y agua como respuesta a un flujo renal disminuido. Estos mecanismos afectan también el riñón contralateral. Con cierta frecuencia, la retención de volumen provocada por la estenosis conllevará episodios de insuficiencia cardíaca congestiva, sobre todo si la estenosis es bilateral o el riñón contralateral no está indemne. Por último, hay que tener presente que las lesiones arterioscleróticas pueden progresar en más de la mitad de los casos en un período de 5 años (15% de oclusión total), aunque en ocasiones son muy estables. CUADRO CLÍNICO Aunque la manifestación más común es la HTA secundaria, los signos y síntomas dependerán de la etiología, del tipo de lesión, de si es uni- o bilateral, de la gravedad de la estenosis (incluidas su progresión y complicaciones) y de si están afectos otros territorios cuya isquemia provocará, además, cefaleas, dolor abdominal, acúfe- nos, soplos abdominales o cervicales, angor, claudicación intermiten- te, etc. Un porcentaje de estenosis superior al 75%, en una o ambas arterias renales, o al 50% con dilatación postestenótica, sugiere que el paciente presenta al menos un componente de hipertensión vas- culorrenal (v. cap. 57, Hipertensión arterial). Esta hipertensión puede aparecer de novo o, como es más frecuente, exacerbar una hipertensión preexistente. En otras ocasiones, la isquemia renal compromete el filtrado glomerular y el paciente presentará una insuficiencia renal, lo que se conoce con el nombre de nefropatía isquémica (v. sección VI, Nefrología). La presencia de aterosclerosis en otros territorios junto con hipertensión refractaria; exacerbación de una hipertensión esencial; unos riñones de tamaño asimétrico; episodios recurrentes de edema pulmonar resistente a diuréticos, y un aumento inexplicable, brusco y sostenido de la creatinina en plasma mayor de un 30% tras el Enfermedad vasculorrenal https://booksmedicos.org 607 CAPÍTULO 72 Enfermedad vasculorrenal S E C C IÓ N I V inicio de antihipertensivos, y más si es con un IECA o un antagonista de los receptores de la angiotensina, son datos clínicos de sospecha, sobre todo en el contexto de un paciente de edad avanzada, de etnia blanca, fumador o con otros factores de riesgo cardiovascular. En algunas ocasiones, las lesiones no dan sintomatología alguna y se descubren al explorar angiográficamente otros territorios. La DFM de la arteria renal se asocia a hipertensión arterial en pacientes jóvenes; acostumbra a ser bilateral, afectando a los tercios medio y distal de la arteria; predomina en el sexo femenino y puede asociarse a ptosis renal y aneurismas intracraneales. Raramente, se observan formas familiares de DFM, y también raramente, a diferencia de la etiología ateromatosa, se asocia a insuficiencia renal. DIAGNÓSTICO La arteriografía constituye la exploración de referencia morfológica de las lesiones o anomalías de la arteria renal y sus ramas. Esta prueba requiere una punción de la arteria femoral o humeral, así como la administración de contraste yodado. Por ello, la arteriografía se reserva a aquellos casos con disparidad diagnóstica entre otras exploraciones menos invasivas, lesiones vasculares complejas o de las ramas de la arteria renal o, sobre todo, como parte integrante de un procedi- miento de angioplastia renal percutánea con previa medición o no del gradiente de presión traslesional como índice de funcionalidad de la estenosis. A los pacientes con sospecha clínica de enfermedad vasculorrenal se les debe indicar, en primer lugar, una eco-Doppler renal, una angio-TC o una angio-RM. Otras pruebas diagnósticas de indicación actualmente más restringida y de valor limitado son el renograma isotópico con captopril, que se usa para determinar la función relativa de cada riñón, y la medida de la renina en las venas renales, cuya lateralización predice la reducción de la presión arterial después de la revascularización, pero es un procedimiento invasivo, difícil y con muchos falsos negativos. La eco-Doppler permite medir: a) a nivel de las arterias renales, un aumento de la velocidad del flujo (≥ 200 cm/s), y una estenosis se considera significativa cuando el cociente de velocidad renoaórtico es superior a 3,5, y b) a nivel del parénquima, en las arterias interlobuli- llares y arcuatas, la morfología de la onda Doppler (parvus-tardus) y el índice de resistencia, cuyo valor elevado (> 0,8) puede indicar una enfermedad vascular intrarrenal irreversible. La prueba es inocua y repetible, permite valorar la progresión y tiene un valor más funcional que morfológico. La angio-TC y la angio-RM proporcionan una información mor- fológica semejante a la obtenida con la arteriografía, especialmente en lesiones del tronco principal de la arteria renal. No obstante, la angio- TC requiere también la administración de contraste yodado (por vía i.v.) y disminuye su rendimiento en presencia de lesiones calcificadas de la arteria renal. La angio-RM, por otra parte, puede magnificar la gravedad de ciertas lesiones estenosantes, y debe indicarse también con precaución si la función renal está alterada (el gadolinio también puede empeorar momentáneamente la función renal, aunque actualmente pueden visualizarselas arterias renales sin administrarlo). En pacientes con DFM, está indicada una angio-TC o una angio-RM de los vasos supraaórticos e intracraneales en busca de estenosis o aneurismas. El reto para el profesional clínico es saber si la alteración morfo- lógica de la arteria conlleva una traducción funcional en forma de hipertensión arterial o insuficiencia renal, pues ello condicionará el tratamiento. TRATAMIENTO En general, ante lesiones arterioscleróticas, estaría indicada la angioplastia con colocación de un stent en: a) una estenosis mayor del 70% en un riñón no atrófico (> 9,5 cm); b) una estenosis en pacientes con episodios repetidos de edema agudo de pulmón de causa poco clara y, por tanto, atribuible a la retención hidrosalina por la estenosis; c) una estenosis con una insuficiencia renal rápidamente progresiva (deterioro > 0,1 mg/dL por mes), y d) una hipertensión arterial recientemente exacerbada o refractaria. Es decir, la velocidad a la que empeora la hipertensión y/o la función renal es el principal indicador de mejora de uno u otro parámetro tras el procedimiento, y no una insuficiencia renal o una hipertensión estables. Resumien- do, todo lo que empeora rápidamente es susceptible de mejorar al corregir la estenosis. Poco beneficio adicional se obtiene con una revascularización renal si la presión arterial está bien controlada con antihipertensivos y la función renal permanece estable. No obstante, hay una serie de problemas potenciales con el tratamiento médico aislado en las lesiones arterioscleróticas: 1) progresión de la este- nosis, con el riesgo de oclusión vascular; 2) deterioro de la función renal con fármacos que inhiben la angiotensina, y 3) daño isquémico crónico del riñón con estenosis. Debido a que una estenosis puede recidivar por hiperplasia de la íntima intra-stent, se requiere siempre un seguimiento periódico con eco-Doppler renal. Las lesiones secundarias a DFM pueden tratarse con angioplastia simple y no está indicada la colocación de un stent, que queda reservada a complicaciones de la angioplastia o para el tratamiento de algunos aneurismas. En este caso, con frecuencia se cura la hipertensión, a diferencia de lo que ocurre con les lesiones arterioscleróticas. La cirugía abierta (bypass a ortorrenal con injerto autólogo o sintético) constituye una alternativa a la angioplastia percutánea, aunque su indicación suele reservarse a casos en que la angioplastia no puede practicarse o ha resultado fallida. En términos generales, tienen indicación de reparación vascular todos los aneurismas sintomáticos o con un tamaño superior a 1,5- 2 cm. Algunos aneurismas de la arteria renal pueden ser también tributarios de tratamiento endovascular, básicamente mediante embolización percutánea o con la implantación de stents cubiertos de material sintético que permitan excluir el aneurisma de la circu- lación. Si ello no es posible, el tratamiento debe ser quirúrgico, con resección o exclusión del aneurisma y restauración de la integridad vascular con un injerto autólogo (vena safena, arteria hipogástrica) o sintético y, en ocasiones, recurriendo a un autotrasplante en la fosa ilíaca. BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL Gernik HL, Persu A, Adlam D, Aparicio LS, Azizi M, Boulanger M, et al. First international consensus on the diagnosis and management of fibromuscular dysplasia. J Hypertens 2019;37:229-52. Ritchie J, Alderson HV, Kalra PA. Where now in the management of renal artery stenosis? Implications of the ASTRAL and CORAL trials. Curr Opin Nephrol Hypertens 2014;23:525-32. https://booksmedicos.org Push Button0:
Compartir