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10 - Mazzoni - Sintomas Contemporaneos

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Yanina Mazzoni 
 
Síntomas Contemporáneos 
La civilización contemporánea pone en evidencia que muchos sujetos no cuentan con el recurso 
del síntoma. En su lugar, aparece el sin límites de la satisfacción, lo desmedido del goce, en 
detrimento de lo localizado del síntoma, localizado en el inconsciente. Los estudios sobre la 
toxicomanía fueron pioneros en la exploración de este campo. 
Partimos de la idea que se pueden ubicar diferentes usos de las drogas a lo largo de la historia y 
en las diferentes culturas y en la historia de un sujeto a lo largo de su vida. Estos usos de las 
drogas pueden ser articulados con la función paterna desde la perspectiva de la orientación 
lacaniana, aportando un elemento clínico de diagnóstico fundamental para el campo de las 
neurosis. 
En consecuencia, desde el enfoque psicoanalítico sostenemos dos usos posibles del tóxico el 
primero, donde el consumo está anudado al Otro y el segundo, donde se observa un consumo 
que rompe con dicho anudamiento y la consecuente regulación fálica, lo cual deja al Sujeto en un 
sin límites. Esto último se desprende de la indicación de Lacan donde señala que “la droga es lo 
que permite romper el matrimonio con del hace pipi”1. 
A esto se llama, siguiendo a Lacan, la “tesis de ruptura sobre las drogas”. Interrogare la función 
paterna y su relación con el campo de las toxicomanías, en el cual podemos situar un consumo 
anudado con el padre y un consumo que es desanudado de la función paterna y del campo del 
Otro. Esto sería una primera gran bipartición. 
Dentro del consumo anudado al padre se distinguen modos subjetivos diferentes de enlazarse al 
mismo. A la vez, cuando se rompe con el falo y el Otro podrían ubicarse causas subjetivas y modos 
diferentes de hacerlo. Siguiendo esta lógica, se puede afirmar que la droga en el campo de la 
neurosis puede funcionar como muleta, permitiendo un acceso al campo del Otro bajo diferentes 
versiones o que, por causas singulares, produzca una verdadera ruptura con el Otro que lleve a la 
toxicomanía. 
 
1 Lacan, J.: “Clausura de las Jornadas de carteles de E.F.P.” (1975), Inédito. 
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La llamada tesis de ruptura sobre la droga y el trabajo de investigación producido a partir de ella, 
permitieron advertir la particular modificación de la economía de goce en un sujeto cuando la lógica 
fálica se encuentra suspendida en su función. Se trata de lo que del goce cae fuera de la regulación 
fálica, la droga en la toxicomanía rompe con el falo y con su función de medida. La posible ruptura 
con el falo es lo que hace que se pase a la manía por el tóxico. 
Freud sostiene que los síntomas están organizados alrededor de un punto de fijación somática, lo 
“zonático”2, en términos de Fabián Naparstek. Ese punto demuestra lo localizado, preciso y 
limitado del núcleo de goce del que se trata en el síntoma. 
Tempranamente, Freud piensa el síntoma como un compuesto constituido por dos elementos 
heterogéneos. Uno, su cara pulsional, la satisfacción de anclaje somático, núcleo duro del síntoma 
y el otro su cara de sentido que lo recubre. Este es el síntoma clásico. 
Pero cuando aborda el estudio de las denominadas neurosis actuales, delimita un tipo de síntoma 
particular, el síntoma actual, que carece de mecanismo psíquico; es decir, carece de sentido. Y 
señala que esto es lo que determina su condición tóxica: “ya sea que se exteriorice en las 
operaciones corporales o anímicas, parece ser de naturaleza tóxica”3. 
Todo síntoma tiene su punto de goce, ¿qué revela esta raíz del síntoma?, que el goce no se 
contabiliza, no se adiciona. 
J. A. Miller señala que esto es lo que permite ubicar con claridad la adicción: “La adicción es la raíz 
del síntoma que está hecha de la reiteración inextinguible del mismo Uno... No tendremos jamás 
el «he bebido tres vasos por lo tanto es suficiente», se bebe siempre el mismo vaso, una vez 
más.”4. 
El síntoma toxicómano da cuenta de eso que no hace lazo del inconsciente. En su libro 
“Introducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo III”, Naparstesk señala que Lacan, en la 
primera época de su enseñanza, ubica el síntoma en tanto metáfora. Es a partir del Seminario 10 
 
2 Naparstek, F.: “Introducción a la Clínica de las Toxicomanías y el Alcoholismo III”, Grama, Bs As 2010. 
3 Freud, S.: Obras Completas. Tomo IX “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”. Buenos Aires, 
Amorrortu, p.167. 
4 Miller, j.-A.: Curso de Orientación Lacaniana, El ser y el uno, inédito, 2011. 
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que introduce la idea de que el síntoma es goce y que, por lo tanto, se autoabastece. Eso implica 
delinear un síntoma que no precisa del Otro. 
Siguiendo esta formulación podemos dar cuenta que el síntoma toxicómano es un síntoma 
autoerótico que no llama a la interpretación ya que está por fuera del sentido. 
El sentido de los síntomas es una cuestión de creencia, de creencia en el inconsciente, en la vía 
del inconsciente. Mientras que la particularidad del síntoma toxicómano implica una ruptura con el 
goce fálico dando cuenta de una satisfacción inmediata que no precisa pasar por el Otro. 
A partir de nuestro desarrollo podemos decir que la clínica de las toxicomanías nos enseña acerca 
de una clínica que nos remite al uno por uno, de los arreglos e invenciones singulares. 
La disposición del universo simbólico, característica de nuestra civilización, dificulta la envoltura 
formal del síntoma dejando al descubierto su núcleo pulsional. Pero es aún un síntoma porque 
está implicado en un punto de goce singular. 
No hay seres hablantes sin síntomas ya que el síntoma es el producto del encuentro del lenguaje 
con el cuerpo, es el ombligo de lo humano. El síntoma es la huella de un encuentro traumático y 
al mismo tiempo una solución. En lo que puede considerarse una lectura clásica, hay síntomas 
singulares propios de un parlêtre. 
El síntoma es entonces también el recurso, la solución del sujeto para enlazarse al Otro, para 
saber hacer, ya que no hay una fórmula de la relación entre los seres sexuados. Es un recurso 
frente a ese impasse. Esta ausencia de fórmula es la marca, la huella traumática de goce. 
En virtud de lo que venimos desarrollando, se ve cómo la época alienta esa modalidad de goce 
que impacta sobre la regulación sintomática, favoreciendo el exceso. Se perfora el límite, la 
inhibición y el síntoma. 
 
 
 
 
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Para concluir 
Elaborando estas referencias, sostengo que es característico en nuestra época que el síntoma no 
se presente con su cara de sentido. Por el contrario, lo encontramos cada vez con más frecuencia 
desprovisto de ella, con su cara tóxica descubierta. Algunos síntomas hoy no se dan a la 
interpretación. 
El malestar contemporáneo se distingue por su resistencia a la entrada en el discurso, haciendo 
muy difícil empalmar el goce autístico desde siempre presente en el síntoma, al inconsciente. Los 
síntomas modernos no hacen lazo. 
Se caracterizan, al igual que los síntomas de las neurosis actuales descriptas por Freud, por la 
ausencia de mecanismo psíquico y por la toxicidad que esto implica. Toxicidad devastadora que 
en muchos casos toma la forma del estrago, de la manía, signos de lo irrefrenable e ilimitado. 
El imperativo actual a un goce sin límites hace de la toxicomanía el malestar paradigmático de la 
época. Para el sujeto contemporáneo, el consumo de drogas, pero también de esos objetos 
gadgets, no sólo reporta una satisfacción pulsional desmedida, también evita el encuentro con el 
Otro, con el Otro sexo. 
De este modo, el parlêtre se ahorra el impasse de la relación sexual y sus devenires, al costo de 
quedar a merced de un empuje de goce insaciable. Si pensamos al sujeto como marcado desde 
su constitución por una falta que implica una pérdida de goce, al producirse el consumo de la 
sustancia, ésta queda obturada. Se tapona la hiancia del sujeto vía la operación toxicómana y, deeste modo, se ahorra el encuentro con el agujero, ubicando en su lugar el objeto de goce que lo 
completa. La particularidad de este goce mortífero reside en que no se halla mediatizado ni 
regulado fálicamente. 
Se perfila entonces una compulsión a gozar. No hay ley que regule, objeto que recorte, síntoma 
que localice el goce. Encontramos la pulsión de muerte imparable, sin tramitación simbólica. 
Resta una pregunta que concierne a la experiencia analítica en esta época. Es la pregunta de 
cómo saber arreglarse, cómo hacer para ser el partenaire de sujetos que son consumidos por una 
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satisfacción sin sentido, que no se dirige al Otro y que sólo ocasionalmente se transforma en 
sufrimiento sin implicación. 
Se trata de encontrar cada vez, cómo hacer pasar ese goce ilimitado a la lógica del síntoma. Cómo 
volver ese núcleo pulsional crudo, un síntoma que desintoxique, que localice, que incluya al Otro 
y que se abra a la interpretación. Una vía posible es historizar ese síntoma actual. 
No hay respuestas simples ni certeras, pero, al menos frente a este estado de cosas, permanece 
presente para nosotros la comparación freudiana del analista con el químico. Freud no dudaba en 
equiparar el dispositivo analítico con un laboratorio donde se produce un síntoma artificial. Un 
síntoma sintético, para estar a la altura de la época, al cual se le agrega, en su naturaleza 
autoerótica, en su condición de Uno, el dos, el lazo con el Otro.

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