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Kaes - La institución y las instituciones Realidad psiquica y sufrimiento en las instituciones

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CAPITULO 1 
 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO 
EN LAS INSTITUCIONES 
René Kaés 
I. PENSAR LA INSTITUCION, EN EL CAMPO DEL PSICOANALISIS 
1. Pensar la institución: algunas dificultades, especialmente 
narcisistas 
Una dificultad se opone a nuestros esfuerzos por constituir la 
institución como objeto de pensamiento. Esta dificultad depende, en una 
parte decisiva, de los aspectos psíquicos que entran en juego en nuestra 
relación con la institución. Los agruparé en tres grandes conjuntos de 
dificultades. El primero concierne a los fundamentos narcisistas y 
objétales de nuestra posición de sujetos comprometidos en la institución: 
en ella somos movilizados en las relaciones de objetos parciales 
idealizados y persecutorios; experimentamos nuestra dependencia en las 
identificaciones imaginarias y simbólicas que mantienen armada la 
cadena institucional y la trama de nuestra pertenencia; nos vemos 
enfrentados con la violencia del origen y la imago del Antepasado 
fundador: nos vemos apresados en el lenguaje de la tribu y sufrimos por 
no hacer reconocer en él la singularidad de nuestra palabra. Las 
dificultades, que afectan con una valencia negativa la relación con la 
institución, traban el pensamiento de aquello que ella instituye, nada 
menos que lo siguiente: no pasamos a ser seres hablantes y deseantes 
sino porque ella sostiene la designación de lo imposible: la interdicción 
de la posesión de la madre- institución, la interdicción del retomo al 
origen y de la fusión inmediata. Aquello que en relación con la 
institución queda en suspenso debe a la represión, a la denegación, a la 
renegación, el hecho de permanecer impensado.
1 6 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
El segundo conjunto de dificultades es de naturaleza enteramente 
diferente: no se trata en este caso de una resistencia contra los contenidos 
del pensamiento, sino de una condición de irre- presentable, más acá de 
la represión. No podemos pensar la institución, en su dimensión de 
trasfondo de nuestra subjetividad, si no es en el tiempo inmediatamente 
siguiente a una ruptura catastrófica del marco inmóvil y mudo que ella 
constituye para la vida y los procesos psíquicos; pero para que ese 
pensamiento advenga hacen falta un marco apropiado y un aparato de 
pensar, a los que el sujeto singular contribuye en parte, a condición de 
que ese marco ya esté allí, pronto para ser inventado. Lo que está en 
juego es la función de metamarco que desempeñan la sociedad y la 
cultura, pero también ciertas configuraciones del vínculo apropiadas 
para un trabajo psíquico: por ejemplo, el dispositivo psicoanalítico. Este 
segundo nivel de la dificultad revela un descentramiento radical de la 
subjetividad. Aquí nos vemos enfrentados no solamente a la dificultad 
de pensar aquello que, en parte, nos piensa y nos habla: la institución nos 
precede, nos sitúa y nos inscribe en sus vínculos y sus discursos; pero, 
con este pensamiento que socava la ilusión centrista de nuestro 
narcisismo secundario, descubrimos también que la institución nos 
estructura y que trabamos con ella relaciones que sostienen nuestra 
identidad. 
Más radicalmente, nos vemos enfrentados al pensamiento de que 
una parte de nuestro sí-mismo está “fuera de sí”, y que precisamente eso 
que está “fuera de sí” es lo más primitivo, lo más indiferenciado, el 
pedestal de nuestro ser, es decir, tanto aquello que, literalmente, nos 
expone a la locura y a la desposesión, a la alienación, como lo que 
fomenta nuestra actividad creadora. 
No se trata pues solamente de la confrontación con el pensamiento 
de lo que nos engendra, sino con el pensamiento de aquello que, de una 
manera impersonal y desubjetivizada, se dispersa, se pierde sin duda y 
germina en un fuera de nosotros que es una parte de nosotros: esta 
externalización de un espacio interno es la relación más anónima, 
violenta y poderosa que mantenemos con las instituciones. Es 
constituyente de los espacios psíquicos comunes que son coextensivos a 
los agolpamientos de diversos tipos. El correlato interno de este 
externalizado común indiferenciado es probablemente uno de los 
componentes del inconsciente, y por ello tiene que ser considerado 
como el trasfondo irreductible a partir del cual se organiza la vida 
psíquica. La posición tópica y funcional de este espacio psíquico 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 17 
 
institucional interno- externo es comparable a la de la pulsión. Se trata 
de dos conceptos-límites que articulan, por vía de apuntalamiento, el 
espacio psíquico a sus dos bordes heterogéneos: el borde biológico, que 
la experiencia corporal actualiza, y el borde social, actualizado por la 
experiencia institucional. Estos fundamentos umbilicales del sujeto en 
su cuerpo y en la institución se pierden para su pensamiento: sostiene su 
relación de lo desconocido. 
El fantasma de la escena originaria es una tentativa de proporcionar 
una escena y una posición del sujeto en un origen a este irrepresentable 
externalizado. La invención del Progenitor originario, de la figura del 
Antepasado, es un anclaje subjetivizante, defensivo, contra esta pérdida 
de sí en un espacio que, si llega a desaparecer, nos pone frente al caos. 
En las instituciones, el trabajo psíquico incesante consiste en 
reintegrar esta parte irrepresentable a la red de sentido del mito y en 
defenderse contra el “uno” [on] institucional necesario e inconcebible. 
El tercer conjunto de dificultades no concierne ya al pensamiento de 
la institución como objeto o como no sí-mismo en el sujeto sino a la 
institución como sistema de vinculación en el cual el sujeto es parte 
interviniente y parte constituyente. Pensar la institución requiere 
entonces el abandono de la ilusión mono- centrista, la aceptación de que 
una parte de nosotros no nos pertenece en propiedad, por más que “donde 
la institución estaba, puede advenir Yo”, en los límites de nuestro 
apuntalamiento necesario sobre aquello que, a partir de ella, nos 
constituye. La dificultad específica que estoy subrayando es más 
compleja que la de las relaciones bipolares interno-externo, continente-
contenido, determinante-determinado, parte-conjunto; nos encontramos 
aquí en un sistema polinuclear y ensamblado en el cual, por ejemplo, el 
continente del sujeto (el grupo) es el contenido de un metacontinente (la 
institución); o también tenemos que vérnoslas con una organización del 
discurso que se determina en redes de sentido interferentes, cada una de 
las cuales organiza a su propio modo las insistencias del deseo y las 
ocultaciones de su manifestación. Debido a estas dificultades y los 
riesgos que las sostienen, en las instituciones se cumple un esfuerzo 
constante para construir una representación de las instituciones. Pero la 
mayoría de las representaciones sociales de la institución —míticas, 
científicas o militantes— hace la economía del pensamiento de la 
relación del sujeto con la institución. Su papel consiste en curar la herida 
narcisista, eludir la angustia del caos, justificar y mantener las costas de 
identificación, sostener la función de los ideales y de los ídolos. 
1 8 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
Este trabajo colectivo de pensar cumple una de las funciones 
capitales de las instituciones, consistente en proporcionar 
representaciones comunes y matrices identificatorias: proporcionar un 
estatuto a las relaciones de la parte y el conjunto, vincular los estados no 
integrados, proponer objetos de pensamiento que tienen sentido para los 
sujetos a los cuales está destinada la representación y que generan 
pensamientos sobre el pasado, el presente y el porvenir; indicar los 
límites y las transgresiones, asegurar la identidad, dramatizar los 
movimientos pulsionales... 
Entramos en la crisis de la modernidad cuando hacemos la 
experiencia de que las instituciones no cumplen su función principal de 
continuidady de regulación. Entonces las cosas dejan de funcionar por 
sí mismas: el trasfondo imperceptible de nuestra vida psíquica, 
administrado hasta entonces por los garantes metafísicos, sociales y 
culturales de la continuidad y del sentido irrumpen violentamente en la 
escena psíquica y en la escena social. Las ciencias del hombre nacen del 
cuestionamiento de esta idea terrible, y tal vez suicida, de que el hombre 
no es ya la medida de todas las cosas, sino que es atravesado y 
manipulado por fuerzas de una envergadura mayor: la economía, el 
lenguaje, el inconsciente, la institución. Lo que culmina con los 
movimientos correlacionados y antagónicos del estructuralismo y de las 
erupciones vitalistas de los años sesenta se prepara en los duelos que la 
modernidad del fin del siglo XIX impone: los de Dios, del Hombre y de 
las Civilizaciones. Como toda modernidad, nuestra modernidad 
descubre y denuncia los acuerdos tácitos comunes sobre los que reposan 
la continuidad de las instituciones y la matriz del sentido. 
Pero, lo mismo que las civilizaciones que ellas sostienen, las 
instituciones no son inmortales. El orden que imponen no es 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN US INSTITUCIONES 19 
 
inmutable, los valores que proclaman son contradictorios y niegan 
lo que las funda. 
Tal descubrimiento no está exento de riesgo: experimentamos sus 
efectos en el fracaso de las funciones metapsíquicas de las instituciones 
y, ante sus incumplimientos, las atacamos porque hemos sido 
traicionados, entregados al caos, abandonados por ellas, cuya silenciosa 
presencia nis siquiera percibimos. 
Lo mudo y lo inamovible depositados en ellas se imponen, 
progresivamente, a nuestra conciencia como aquella parte de nosotros 
mismos que nos era ajena y que se había depositado allí. Pero este 
reconocimiento se efectúa en la efracción traumática, y su violencia 
paraliza nuestra capacidad de pensamiento, en el momento mismo en 
que nuevas estructuras institucionales son buscadas y puestas a prueba. 
Estamos siempre forzados, por consiguiente, a pensar la institución 
porque la institución no se impone ya contra la irrupción de lo impensado 
y del caos; porque nuestra relación práctica con las instituciones ha 
cambiado; porque se desacralizan y resacralizan incesantemente. En este 
marasmo donde emergen islotes de creación, a veces sostenidos por lo 
imaginario utópico y otras remachados fuera de la historia por la función 
del ideal, hacemos la experiencia de la locura común, de nuestra parte 
loca oculta en los pliegues de la institución: masividad de los efectos, 
machaqueo obnubilante y repetitivo de las ideas fijas, parálisis de la 
capacidad de pensamiento, odios incontenibles, ataque paradójico contra 
la innovación en los momentos de innovación, confusión inextricable de 
los niveles y los órdenes, sincretismo y ataques agrupados contra el 
proceso de vinculación y de diferenciación, acting y somatización 
violentas. Larga sería la lista de las emergencias disociadoras que el 
desconcierto institucional provoca; estos sufrimientos y esta patología 
son uno de los pasajes hacia el conocimiento moderno de la dimensión 
psíquica de la institución. Nos ponen de entrada frente a la angustia que 
suscita el acrecentamiento de energía desligada que la desagregación de 
la institución pone en movimiento, quaerens quem devoret, lo cual 
revela su función de vinculación. No podemos pensar este nivel de la 
función psíquica de la institución fuera de la experiencia perturbadora de 
su fracaso. Tal es el precio, muy cruel, de este conocimiento. La prima 
de reconocimiento está dada en el placer de la invención de nuevos 
espacios de vinculación, en la emergencia de nuevas formas de vínculos 
y de pensamiento, en el uso de nuevos depósitos y por la reconstitución 
de trasfondos psíquicos. 
2 0 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
Pero no podemos seguir creyendo como creíamos antes: estamos 
avispados y, sin embargo, enteramente dispuestos a recomenzar la 
aventura y a tomar conciencia de esa parte siempre desconocida de 
nosotros, que quizás ha de revelarse finalmente en su verdad. 
En este difícil recorrido tal vez hayamos descubierto que hemos 
estado oscilando entre dos ilusiones y que nos hemos esforzado por 
inscribirlas en la historia: la primera es que la institución está hecha para 
cada uno de nosotros personalmente, como la Providencia; la segunda, 
que es propiedad de un amo anónimo, mudo y todopoderoso, como 
Moloch. Rechacemos la una y la otra: la institución nos pone frente a 
una cuarta herida, en total: es también una herida narcisista, que se suma 
a las que los descubrimientos de Copérnico, Darwin y Freud infligieron 
a la idea del hombre, descentrándolo de su posición en el espacio, en la 
especie y en su concepción de sí mismo. Hemos tenido que admitir que 
la vida psíquica no está centrada exclusivamente en un inconsciente 
personal, que sería una especie de propiedad privada del sujeto singular. 
Paradójicamente, una parte de él mismo, que lo afecta en su identidad y 
que compone su inconsciente, no le pertenece en propiedad, sino a las 
instituciones en que él se apuntala y que se sostienen por ese 
apuntalamiento. Pero cuidémonos de cultivar la herida: el 
descubrimiento de la institución no es solamente el de una herida 
narcisista, es también el de los beneficios narcisistas que sabemos 
extraer de las instituciones, a un costo variable, que comenzamos 
precisamente a evaluar. 
2. La cuestión de la institución en el campo del psicoanálisis 
Al mismo tiempo que los conceptos y la práctica del psicoanálisis 
nos esclarecen en nuestra tentativa de pensar las apuestas psíquicas que 
están en juego en la institución, surgen obstáculos específicos para 
elaborar el status psicoanalítico de la cuestión de la institución. Mi 
hipótesis es que las dificultades que presenta el concebir 
psicoanalíticamente la institución psicoanalítica son solidarias con las 
que aparecen cuando intentamos articular la relación de la institución 
con el proceso y las formaciones del inconsciente, con las subjetividades 
que allí les corresponden y con los espacios psíquicos comunes que ella 
presupone y forma. 
Concebir psicoanalíticamente la institución psicoanalítica consiste 
en descubrir en el campo del trabajo psicoanalítico aquello que del 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 21 
 
inconsciente y de sus efectos es ligado por los analistas en la institución, 
y en detectar sus efectos en la práctica y en la teoría. 
Al lado de las dificultades comunes de las que acabo de hablar y 
para cuyo análisis ciertas prácticas psicoanalíticas aportan un 
esclarecimiento nada desdeñable —por ejemplo, el análisis de las 
formaciones grupales y familiares, el análisis de las psicosis y el enfoque 
psicoanalítico del autismo, ciertos dispositivos de trabajo psicoanalítico 
en las instituciones de asistencia psíquica—, existe una dificultad 
específica en lo referente a asignar un status teórico y metodológico a un 
objeto cuya consistencia no se puede comprobar en el encuadre 
paradigmático de la cura típica. Por consiguiente, los conceptos 
elaborados en el marco de la cura deben ser utilizados, legítimamente, 
en condiciones que mantengan su pertinencia cuando se aplican a la 
inteligibilidad de objetos puestos a prueba y pensados en otro 
dispositivo. 
¿Cuáles son las condiciones para que se constituyan una teoría y una 
práctica psicoanalíticas de la institución? Pregunta compleja y de 
múltiples facetas: ¿en qué condiciones es sosteni- ble que la institución 
en cuanto tal puede ser un objeto teórico y concreto del psicoanálisis? 
¿Bastará admitir que puede constituirse como un marco o un dispositivo 
para un trabajo de inspiración psicoanalítica con sujetos singulares? Para 
sostener la primera posibilidad hay que definir las características de un 
objeto analizable y de un dispositivoapto para manifestar los efectos del 
inconsciente operando en ese objeto y capaz de producir efectos de 
análisis. ¿Para cuál demanda? ¿La de la institución como conjunto 
(objeto “analizable”) y/o la de sus constituyentes? La misma cuestión se 
plantea, en términos sensiblemente idénticos, para el análisis de la 
familia o del grupo. Algunos psicoanalistas han intentado efectuar ese 
trabajo: 
F.Fomari y J.-P. Vidal abren en el presente volumen algunas 
perspectivas.1 La dificultad común que subrayan es la de especificar qué 
posición tienen en él el inconsciente y su hipotético sujeto. 
En cuanto a la segunda posibilidad de que la institución constituya 
un marco posible para un trabajo de inspiración psico- analítica, la 
 
1 El lector hallará en la tesis doctoral de tercer ciclo de J.-P. Vidal (1982) un 
examen crítico de las condiciones que requiere el trabajo psicoanalítico en los 
grupos institucionales. Vidal ha expuesto sus principales ideas en dos 
contribuciones (1984, 1987), la segunda de las cuales se reproduce en esta obra. 
2 2 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
práctica lo ha impuesto, como Freud mismo lo había deseado y predicho, 
no sin que hayan sido elaborados suficientemente algunos problemas 
principales: el de las modalidades específicas de organización de la 
contratransferencia y de la transferencia, y por consiguiente de las 
resistencias, dentro de un tal espacio psicoanalítico contenido en un 
espacio heterogéneo. Pero se trata de un conjunto de cuestiones que 
merecerían un estudio particular.2 
Una dificultad específica para incluir la institución como objeto 
posible en el campo del psicoanálisis depende del hecho de que ella es 
un objeto heterogéneo respecto de ese campo —como en su lugar propio 
el mito o el arte— y obedece a leyes propias de su orden. 
Una formación de la sociedad y de la cultura. La institución es, 
antes que nada, una formación de la sociedad y de la cultura, cuya 
lógica propia sigue. Instituida por la divinidad o por los hombres, la 
institución se opone a lo establecido por la naturaleza. 
La institución es el conjunto de las formas y las estructuras sociales 
instituidas por la ley y la costumbre: regula nuestras relaciones, nos 
preexiste y se impone a nosotros: se inscribe en la permanencia. Cada 
institución tiene una finalidad que la identifica y la distingue, y las 
diferentes funciones que le son confiadas se encasillan grosso modo en 
las tres grandes funciones que, según G. Dumézil sirven de base a las 
instituciones indoeuropeas: las funciones jurídico-religiosas, las 
defensivas o de ataque, y las productivas-reproductivas. Si bien Júpiter, 
Marte y Quirino encamaban para la sociedad romana cada una de estas 
funciones, hay que admitir que un número considerable de instituciones 
requieren el patrocinio de la trinidad latina en pleno: las instituciones 
asistenciales, que en la cultura moderna de los terapeutas tienden a 
convertirse en el paradigma de la Institución, han cumplido y cumplen 
todavía evidentemente funciones mixtas y complejas.3 Pero en tanto que 
la plurifuncionalidad tradicional de las instituciones (por ejemplo, las 
instituciones caritativas o educativas de la Iglesia) integraban 
actividades, normas y reglas subsumidas bajo valores y funciones en 
 
2 Entre los autores que han abordado el tema citaremos a V. Girard (1975), 
J.C. Rouchy (1982), J. Ardoino, J. Dubost y cois. (1980). 
3 En la actualidad, el fenómeno es quizá más notorio en las instituciones de la 
producción que cumplen funciones “marciales” (estrategias y tácticas industriales 
en el contexto de la “guerra” económica) y jupiterianas (cultura del ideal de la 
empresa). 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 23 
 
última instancia religiosos y se identificaba como una expresión de la 
institución ecle- sial, parte integrante del orden social y cultural, la 
plurifuncionalidad moderna no tiene ya un referente integrador que 
sostenga el consenso de la representación mítica compartida, la función 
indiscutible del ideal, el proceso implícito de regulación social. Sobre 
este tríptico la institución asegura su subsistencia y constituye para sus 
sujetos el trasfondo de continuidad sobre el que se inscriben los 
movimientos de su historia y de su vida psíquica. 
A esta presentación general de la institución como formación social 
y cultural querría aportarle dos distinciones importantes. La primera, 
establecida por C. Castoriadis (1975), opone y articula lo instituyente y 
lo instituido. Esta oposición cobra sentido en el marco de un análisis 
donde, más allá del papel socioeconómico de la institución, el acento 
recae sobre “la manera de ser bajo la cual ella se da, a saber, lo 
simbólico” (op.cit., pág. 162). Lo imaginario es la capacidad original de 
producción y de movilización de los símbolos que, en el orden social, 
están ligados a la historia y evolucionan. Lo imaginario, en este sentido, 
es la atribución de significaciones nuevas a símbolos ya existentes. 
Castoriadis establece el carácter fundamentalmente “bífido”, social e 
individual, de lo imaginario. 
Lo imaginario individual (o radical) “preexiste a, y preside, toda 
organización, aun la más primitiva, de la pulsión... La pulsión toma 
prestada ‘en el comienzo’ su delegación por representación a un fondo 
de representaciones originarias” (ob. cit., pág. 388). Lo imaginario 
social, con la necesidad de la organización y de las funciones, está en la 
fuente de la institución y en la base de la alienación: la alienación es el 
momento en que lo instituido domina a lo instituyente: “La alienación 
es la autonomización y la dominancia del momento imaginario en la 
institución, que produce la autonomización y la dominancia de la 
institución respecto de la sociedad. Esta autonomización de la 
institución... supone también que la sociedad vive sus relaciones con las 
instituciones en el modo de lo imaginario; dicho de otra manera, no 
reconoce en lo imaginario de las instituciones su propio producto” (ibíd., 
pág. 184). Lo imaginario social no es inmutable, es actor y motor de la 
historia. Lo social histórico es un producto de lo imaginario social. 
La segunda distinción opone y articula institución y organización. 
Es una categoría con la que están familiarizados los psicosociólogos (cf. 
G. Lapassade, 1974), y numerosos psicoanalistas interesados en el hecho 
social la han tomado en consideración (J. Bleger, 1970; J.C. Rouchy, 
2 4 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
1982; E. Enriquez, 1983, 1987). La organización tendría un carácter 
contingente y concreto, dispondría no de finalidades sino de medios para 
lograrlas. Bleger propone considerar la organización como la 
disposición jerárquica de las funciones en un conjunto definido. Hay que 
estar, pues, atento a la sinergia entre institución y organización y a su 
conflictualidad potencial. Pero Bleger subraya también una tendencia 
general de la organización a marginalizar la institución: por ejemplo, en 
una institución asistencial, el objetivo terapéutico de la institución está 
tendencialmente subordinado a las finalidades de la organización, que se 
autonomiza en cuanto funcionamiento específico: se instala la 
burocratización, que hace prevalecer la interacción por sí misma sobre 
el proceso terapéutico, llegando hasta a atacarlo. Se diría, en el lenguaje 
de C. Castoriadis, que lo instituido suplanta y reduce la función 
instituyente de la institución. 
Subrayo estas distinciones capitales porque son necesarias para 
entender el orden propio de la institución: sobre los procesos que ellas 
designan se articulan funciones psíquicas importantes; la inversión de la 
finalidad institucional es una de las figuras análogas a la de la inversión 
psíquica. Lo que puede llamarse “sufrimiento institucional”, aceptandola polisemia de este adjetivo, se encuentra ligado con ella. 
Una formación psíquica. La institución no es solamente una 
formación social y cultural compleja. Al cumplir sus funciones 
correspondientes, realiza funciones psíquicas múltiples para los sujetos 
singulares, en su estructura, su dinámica y su economía personal. 
Moviliza cargas y representaciones que contribuyen a la regulación 
endopsíquica y aseguran las bases de la identificación del sujeto al 
conjunto social; constituye, como volveré a destacarlo, el trasfondo de 
la vida psíquica en el que pueden ser depositadas y contenidas algunas 
partes de la psique que escapan a la realidad psíquica. Los trabajos 
decisivos y clásicos de E. Jaques (1955) y de I. Menzies (1960) 
mostraron qué funciones metadefensivas podía cumplir la institución 
frente a las angustias psicóticas (que por una parte ella moviliza y trata 
para su propio fin). Definimos de esta manera un primer espacio de 
análisis y trabajo psicoanalíticos: versa clásicamente sobre la relación 
objetal en la institución, sobre la constitución de las identificaciones 
imaginarias y simbólicas, sobre la relación con el encuadre y con la ley, 
sobre las transferencias de funciones. Es éste un punto de vista, 
enriquecido por el enfoque de las psicosis, los grupos y las familias, que 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 25 
 
se centra en el sujeto singular en su relación con la institución, 
considerada ya como objeto en el campo psíquico, ya como extensión 
del encuadre y borde del campo psíquico. 
Un segundo espacio de análisis se abre con la hipótesis de que la 
vida psíquica misma supone la institución y que ésta es una parte de 
nuestra psique. Esta proposición central no es un enunciado de nuestra 
modernidad: ésta no hace más que verificarla y precisarla. Freud es el 
primero en enunciar su principio, y lo ilustra en varios textos, 
especialmente en Tótem y tabú y en Psicología de las masas y análisis 
del yo. En la conclusión del capítulo 2 y en las últimas páginas de Tótem 
y tabú, Freud sostiene la tesis de que el inconsciente está constituido en 
parte por la transmisión intergeneracional de las formaciones y procesos 
psíquicos. En 1923 reafirmará esta tesis. La hipótesis de la psique 
colectiva (Massenpsyche, Voik-seele, Massenseelé) explica no 
solamente la continuidad de la vida psíquica, de la transmisión de las 
huellas, sino de la formación misma del inconsciente: “Por fuerte que 
sea la represión”, escribe, “una tendencia no desaparece nunca hasta el 
punto de no dejar tras sí un sustituto de alguna clase, el cual, a su vez, se 
convierte en el punto de partida de ciertas reacciones. Nos vemos, pues, 
obligados a admitir que no hay proceso psíquico de alguna importancia 
que una generación pueda sustraer a la que sigue” (G.W., IX, 191). Freud 
postula que para que esta transmisión se efectúe, cada cual posee en su 
inconsciente un aparato para significar/interpretar (ein Apparat zu 
deuten), para encaminar y corregir las informaciones que los otros 
imponen a la expresión de sus movimientos afectivos. Paralelamente, la 
obra muestra cómo se forma la institución originaria de la sociedad 
humana: memoria y memorial del asesinato fundacional; estructuración 
de los vínculos de pertenencia mediante la identificación con el tótem; 
instauración del tabú, transmisión del relato por vía mítica y mediante el 
aparato de interpretar y significar las costumbres, las ceremonias, los 
preceptos y las representaciones construidas después del asesinato 
originario. 
Psicología de las masas y análisis del yo admitirá sin justificación 
la institución como dato primario de la identificación y la formación del 
yo. Freud no se engañó en cuanto a ese estar siempre ahí, primario, es 
decir, para el inconsciente inmortal, de la institución. Funda su análisis 
de las relaciones entre las identificaciones y la formación del yo sobre el 
estudio de dos instituciones fundamentales, el Ejército y la Iglesia. Freud 
no analiza tal ejército o tal iglesia, sino la forma permanente e inmortal 
2 6 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
que adoptan el Ejército o la Iglesia para el inconsciente. Estas formas 
institucionales, prototípicas, no son demostradas, sino dadas. 
Según se sabe, porque actualmente se lo lee con mayor frecuencia 
que hace algunos años, el texto de 1920-21 comienza con esta 
declaración que no puede ser tomada por un simple enunciado de 
psicoanálisis aplicado: “La oposición de la psicología individual a la 
psicología social o psicología de las masas, que puede parecemos muy 
significativa a primera vista, pierde bastante de su nitidez cuando se la 
examina en profundidad. La psicología individual está ciertamente 
fundada en el hombre singular, y trata de saber por qué caminos éste 
intenta obtener la satisfacción de sus mociones pulsionales, pero al 
proceder de esta manera no logra más que raramente, en condiciones 
excepcionales, hacer abstracción de las relaciones de ese sujeto singular, 
{der Einzelne) con otros individuos. En la vida psíquica del sujeto 
singular el Otro interviene muy regularmente como modelo, sostén y 
adversario, y a esto se debe que la psicología individual sea 
simultáneamente, desde el comienzo, una psicología social en este 
sentido ampliado pero justificado” (G.W., XIII, 73). 
Se podrían evocar aquí otros textos fundamentales. Todos ellos 
subrayan la doble condición del individuo, que Freud señala en su texto 
de 1914, Introducción del narcisismo: “El individuo lleva 
efectivamente una doble existencia, en cuanto es en sí mismo su propio 
fin y en cuanto es miembro de una cadena a la que está sometido, si no 
en contra de su voluntad, por lo menos sin la participación de ésta” 
(G.W., X, 143). Freud muestra constantemente, en éste y otros textos, 
que ambas condiciones se comunican: el narcisismo primario se apoya 
sobre el narcisismo de la cadena familiar, intergeneracional, institucional 
(narcisismo de las pequeñas diferencias). Es aquí central la cuestión del 
apuntalamiento, del doble apuntalamiento de la realidad psíquica en sus 
dos bordes, corporal e institucional.4 
Como el otro, la institución precede al individuo singular y lo 
 
4 Expuse y fundamenté este punto de vista en un estudio sobre el concepto de 
apuntalamiento o apoyo en el conjunto del pensamiento de Freud (Kaés, R., 1985: 
“Etayage et structuration du psychisme”). Me refiero al apuntalamiento en el sentido 
que le da Freud, no sólo en Tres ensayos de teoría sexual (1905), sino también en 
los desarrollos posteriores de su pensamiento e incluso en sus últimos escritos. Junto 
al apoyo de ciertas formaciones psíquicas en “las funciones corporales necesarias 
para la vida”, Freud desarrolló la concepción del apoyo de otras formaciones 
psíquicas en las instituciones de la cultura y del vínculo social. 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 27 
 
introduce en el orden de la subjetividad, predisponiendo las estructuras 
de la simbolización: mediante la presentación de la ley, mediante la 
introducción al lenguaje articulado, mediante la disposición y los 
procedimientos de adquisición de los puntos de referencia 
identificatorios. 
Pero la institución es también el espacio extrayectado de una parte 
de la psique: es a la vez afuera y adentro, en la doble condición psíquica 
de lo incorporado y del depósito; es el tras- fondo del proceso, pero no 
podría ser indiferente al proceso mismo. Por estos dos procedimientos 
es como el sujeto es sujeto de la institución y la institución consiste en 
una doble función psíquica: de estructuración y de receptáculo de lo 
indiferenciado. 
Una tercera zona de trabajo y de investigación se abre al tomar en 
consideración el espacio psíquico propio de la vida institucional. Se 
admitirá aquí que, para cumplir sus funciones específicas, no psíquicas,la institución tiene que movilizar formaciones y procesos psíquicos, y 
que los que ella contribuye a formar, o que recibe en depósito (y que con 
ello determina), serán solicitados de manera muy particular. Se admitirá, 
sobre todo, que la vida pulsional produce y mantiene formaciones 
psíquicas originales para sus propios fines. Esto significa que se trata 
de formaciones que corresponden a la doble parte constituyente y 
apropiante de ella. 
Estas formaciones originales, mixtas, no son necesariamente 
formaciones compuestas o formaciones de compromiso, aunque pueden 
asumir este valor en la dinámica y la economía psíquica compartida y 
común que exige y que administra el hecho institucional. Estas 
formaciones constituyen la posibilidad de espacios psíquicos conocidos 
y compartidos. Suponen la construcción, utilización o regulación de un 
aparato psíquico de enlace, transmisión y transformación, cuyo prototipo 
he elaborado en el concepto (que me satisface por su capacidad 
metafórica) de aparato psíquico grupal (o del agrupamiento). El 
concepto de aparato psíquico del agrupamiento permite pensar el 
ordenamiento específico de la realidad psíquica del sujeto singular con 
el conjunto intersubjetivo del que forma parte y al que da consistencia. 
Desde ese momento se organizan dos niveles lógicos que el análisis debe 
tomar en consideración y de los cuales debe dar cuenta: el de la realidad 
psíquica del sujeto singular y el de la realidad psíquica que emerge como 
efecto del agrupamiento. Las formaciones originales que se producen en 
esta relación, que un enfoque diferencial tiene que poder caracterizar 
2 8 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
como las del agrupamiento de familiares, del agrupamiento de extraños 
o de la institución, tienen todas como rasgo específico el hecho de que 
articulan los espacios y las lógicas en parte heterogéneas: los que rigen 
la realidad psíquica del sujeto singular y la realidad psíquica producida 
por el conjunto. 
Lo que llamo aparato psíquico del agrupamiento, alianzas 
inconscientes y cadena asociativa grupal son construcciones 
destinadas a dar cuenta de las formaciones y procesos psíquicos 
inconscientes movilizados en la producción del vínculo y del sentido. Se 
podrá poner a prueba la validez de esta hipótesis a propósito de aquello 
que, en las instituciones, funciona como el organizador psíquico 
inconsciente, como el síntoma compartido o como el significante común. 
Tales formaciones aseguran la articulación entre la economía, la 
dinámica y la tópica del sujeto singular, por una parte, y la economía, la 
dinámica y la tópica psíquicas formadas por y para el conjunto. 
Freud nos introdujo en este procedimiento en varias ocasiones; 
subrayaré dos de ellas que esclarecen mi propósito. La primera en 1914, 
en el texto sobre el narcisismo: la concepción que propone del ideal del 
yo es precisamente la de una de estas formaciones intermediarias o 
bifrontes que retienen mi atención. Escribe: “El ideal del yo abre 
importantes perspectivas para la comprensión de la psicología de las 
masas. Además de su aspecto individual, este ideal tiene un aspecto 
social: es el ideal que reúne una familia, una clase, una nación”. La 
segunda es cuando, en Psicología de las masas y análisis del yo nos 
propone el paradigma del síntoma compartido y del significante común 
que proporciona la base de las identificaciones histéricas en las 
instituciones de jovencitas. Tales formaciones tienen por efecto el 
reforzamiento narcisista de la parte y del conjunto, proporcionan las 
referencias identificatorias y el rasgo común (der einziger Zug) de las 
identificaciones imaginarias mutuas. 
Quisiera subrayar que la perspectiva que trazo no opone por 
principio el individuo y la institución (o el grupo), como el elemento y 
el grupo. Apunta más bien a investigar las articulaciones en los espacios 
psíquicos y a detectar allí los efectos del inconsciente. Esto importa no 
localizar el inconsciente en el espacio del sujeto singular (o del 
individuo en tanto tal, para retomar la fórmula freudiana) sino en los 
lugares liminares donde se producen los pasajes constitutivos de la 
realidad psíquica: por consiguiente, y para una parte todavía 
desconocida, en las formaciones del vínculo inter y transubjetivo o en 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 29 
 
los espacios a-subjetivos del cuadro institucional. 
Si me coloco del lado del sujeto singular, la oposición del elemento 
y el conjunto constituye, y eventualmente divide, su espacio psíquico. 
Cada sujeto singular logra, en mayor o menor medida, hacer coexistir y 
satisfacer las exigencias económicas, dinámicas y tópicas de las lógicas 
cruzadas del individuo que persigue su propio fin y de la cadena a la que 
está sujeto. 
Formaciones y procesos heterogéneos. La institución vincula, 
reúne y administra formaciones y procesos heterogéneos: sociales, 
políticos, culturales, económicos, psíquicos. Lógicas diferentes 
funcionan allí en espacios que se comunican e interfieren. Esta es la 
razón de que puedan inmiscuirse y prevalecer, en la lógica social de la 
institución, cuestiones que provienen del nivel y de la lógica psíquicos. 
Esta constituye, además, el lugar de una doble relación: del sujeto 
singular con la institución y de un conjunto de sujetos ligados por y en 
la institución. 
En este sentido, si bien me parece legítimo considerar que todo 
emergente psíquico posee a priori un valor de síntoma significativo para 
el conjunto institucional, considero que el nivel donde aquél se origina y 
la función no psíquica que cumple quedan siempre por establecer, como 
una cuestión abierta. Es posible que ciertos problemas políticos se 
expresen en el registro del síntoma psíquico. Pero sería arriesgado 
desconocer que precisamente un trabajo de los conjuntos heterogéneos 
dotados de espacios psíquicos comunes consiste en reducir lo 
heterogéneo en beneficio de lo homogéneo, sostener el principio de la 
causa única y de la función del Ideal, reducir la desviación y la 
disonancia cognitiva, privilegiar las funciones metonímicas en las 
relaciones de la parte con el todo, del elemento con el conjunto, reducir 
los embrollos de la heterotopia al espacio uniforme de la isotopía. En 
este trabajo son empleados todos los procesos productores de 
indiferenciación y de homogeneización, y el ojo advertido aprende a 
reconocer los elementos heteróclitos conglomerados o yuxtapuestos, 
como lo que en arquitectura se llaman “reempleos”, huellas de 
monumentos desarmados y utilizados en la edificación nueva. De la 
misma manera, en las instituciones una gran parte de las cargas psíquicas 
está destinada a hacer coin- cidir en una unidad imaginaria estos órdenes 
lógicos diferentes y complementarios, para hacer desaparecer la 
conflictividad que contienen. Las instituciones fomentan la sinergia de 
3 0 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
todas estas cargas y de todas las formaciones que producen la ilusión de 
la coincidencia y mantienen la relación isomórfica entre los individuos 
y su grupo, hasta que la irrupción violenta de lo reprimido o lo negativo 
hace volar en fragmentos los pactos inconscientes que sellan el consenso 
y, disociando el ensamblamiento del grupo, revela las lógicas distintas 
que estaban disimuladas en las formaciones comunes, tan necesarias 
para el sujeto singular como para el conjunto de donde procede y que él 
compone. 
Por el contrario, la capacidad de las instituciones para tolerar el 
funcionamiento de los niveles relativamente heterogéneos, para aceptar 
las interferencias de lógicas diferentes, constituye la base de su función 
metafórica. Esta capacidad posibilita la constitución de un espacio 
psíquico diferenciado; restituye la perspectiva y el espesor de una 
historia cuyos actores son también ellos de órdenes diferentes, así como 
un palimpsesto inscribe, sin borrarlostotalmente, los trazos de las 
escrituras sucesivas. 
El trabajo psicoanalítico con las instituciones puede tener como 
objetivo, y a veces como efecto, restablecer esta capacidad metafórica. 
Estas proposiciones habrán puesto suficientemente en evidencia, según 
espero, la sobredeterminación, la plurifuncionalidad, la diversidad de las 
escenas psíquicas que la institución hace funcionar. La institución es un 
polítopo, un múltiplo con muchos espacios heterogéneos que mantiene 
unidos de una manera a veces inextricable. 
La multiplicidad de los niveles lógicos, de las economías y de las 
dinámicas que se desarrollan produce diferentes efectos: efectos de 
administración o de transferencia entre, por ejemplo, el nivel del sujeto 
singular y el del conjunto, conjunto que a su vez puede implicar 
ensambles de formación (grupo, institución) o montajes paralelos 
(familia, institución); efectos de conflictualidad o de reducción de la 
desviación entre los objetivos o los medios de las instancias constitutivas 
del conjunto (institución, organización, grupos de sujetos, sujeto 
singular); o efectos de sinergia y de ensamble ordenados o invertidos 
de los niveles. 
En el trabajo con las instituciones nos vemos enfrentados a esta 
sobredeterminación, a esta politopía, a estas formaciones psíquicas 
originales, algunos de cuyos efectos expondré ahora. Una parte esencial 
del trabajo sobre el sufrimiento psíquico que deriva de la vida 
institucional versa sobre el montaje de un dispositivo apto para 
neutralizar algunos de estos espacios, con el fin de que los efectos de 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 31 
 
resistencia, mediante el desplazamiento en el polítopo, la reutilización 
de enunciados caducos, la confusión de los niveles lógicos, puedan ser 
detectados y produzcan efectos de análisis. 
II. FORMACIONES INTERMEDIARIAS Y ESPACIOS COMUNES 
DE LA REALIDAD PSIQUICA 
Intentaré, pues, analizar, en función de las relaciones cruzadas que 
supongo entre espacios psíquicos parcialmente heterogéneos (si el grupo 
es como un sueño, el sueño no es el grupo, ni el grupo un sueño) y entre 
espacios psíquicos y espacios no psíquicos (la institución está atravesada 
por órdenes diferentes, a los cuales corresponden lógicas diferentes: 
sociales, políticas, psíquicas), la doble articulación entre esos espacios 
interferentes que resultan vinculados por el hecho institucional. De todas 
maneras, mi trabajo se centrará ante todo en las formaciones y los 
espacios psíquicos comunes que la institución fomenta, produce y 
administra, a partir de las cargas que ella exige de sus sujetos. 
Recíprocamente, los intereses y los beneficios que éstos encuentren allí, 
el sufrimiento y el goce que experimenten en ello, tendrán que 
igualmente ser evaluados. 
Este análisis podría desarrollarse tomando en cuenta las estrategias 
de desviación de las cargas psíquicas y de los medios institucionales en 
beneficio de algunos de sus componentes o de la institución considerada 
como un todo. Esto implicará dar cuenta de los derivados y las 
desviaciones que componen, no sin algunos intentos perversos, ciertos 
aspectos de la dinámica institucional. Será dar cuenta de las fuerzas 
opuestas que operan sobre la institución: unas trabajan para unificar, 
esencialmente por medio del desarrollo de la función del ideal, de 
representaciones de la causa única, de sinergias de carga libidinal; otras 
trabajan en favor de la diferenciación y la integración de elementos 
distintos en unidades cada vez mayores; otras, por el contrario, 
promueven el retorno a lo indiferenciado, la reducción de las tensiones; 
otras, por fin, la destrucción y el ataque. 
Pero un análisis de esta naturaleza, que aclara aspectos 
fundamentales de la vida psíquica en la institución, presenta el riesgo de 
dejar de lado la economía cruzada de las cargas psíquicas que ligan, en 
el interior del agolpamiento institucional, el interés de las partes y el del 
conjunto que constituyen y del cual reciben su existencia, o por lo 
3 2 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
menos, aspectos fundamentales de su existencia. 
Formaciones psíquicas intermediarias entre el sujeto singular y 
los otros. Procederé a este análisis utilizando un número restringido de 
conceptos que tienen en común el designar formaciones intermediarias 
entre el espacio psíquico del sujeto singular y el espacio psíquico 
constituido por su agrupamiento en la institución. Tales formaciones, 
cuya indagación apenas ha sido iniciada, son aquellas formaciones 
psíquicas originarias que no pertenecen como propiedad ni al sujeto 
singular ni al grupo, sino a la relación entre ellos. Un ejemplo lo 
constituye lo que Freud designa desde 1913 (Tótem y tabú) hasta 1921 
(Psicología de las masas y análisis del yo) el Mittler o Vermittler: el 
ministro, jefe, conductor o leader cumple funciones psíquicas de 
intermediación y encarna esta función.5 Lo mismo vale para el portavoz 
o portapalabra (E. Pichon-Riviére). 
Un rasgo constante y determinante de estas formaciones es su 
carácter bifronte, la reciprocidad que inducen entre los elementos que las 
ligan, la comunidad que consolidan mediante pactos, contratos y 
consenso inconscientes; articulan de esa manera las relaciones del 
elemento y el conjunto en figuras diversas: de ensamble, de inclusión 
mutua, de co-inherencia o de inversión continua (según el modelo de 
la banda de Moebius). 
Procediendo de esta manera, limitaré provisionalmente el campo de 
mi trabajo, con la esperanza de que indirectamente serán aclaradas las 
funciones psíquicas de la instituciones y la 
 
5 El lector puede consultar un artículo en el que analizo la categoría del 
intermediario en el pensamiento de Freud, de Winnicott y de Roheim, e intento 
definir su empleo en el campo intrapsíquico y en el espacio psíquico del grupo 
(Kaés, R. 1985; y accesoriamente 1983). 
3 3 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
parte institucional de nuestro psiquismo. Algunas funciones 
psíquicas que parecían pertenecer solamente a un término del conjunto 
(por ejemplo, la función de marco o de contenedor, en una institución 
asistencial atribuida al equipo terapéutico) aparecerán como una 
formación común de intermediación, a cuyo mantenimiento contribuye 
directa o indirectamente el conjunto de los elementos, según las 
necesidades y las vicisitudes de su ubicación en la estructura de la 
institución o su configuración psíquica propia. Retomemos el ejemplo 
del marco6 y el contenedor: su existencia supone la reciprocidad de 
funcionamiento con otros marcos u otros contenedores o el ensamble de 
sus relaciones. El marco del grupo terapéutico está en una relación de 
ensamble y de reciprocidad con el marco de la institución misma y con 
el marco interno (comprendido el teórico) del terapeuta. Cada uno a su 
manera (incluidos los encargados de la asistencia) participa en el 
mantenimiento y la reciprocidad de los marcos, aunque al mismo tiempo 
sus relaciones son antagónicas (marco administrativo de la institución 
versus marco terapéutico) y complementarias. Cuando el marco es 
atacado, cualquiera sea el nivel, los efectos repercuten en los diferentes 
elementos que él enlaza: tenemos el hábito de estar atentos a los efectos 
catastróficos para el sujeto singular; tenemos que considerar las 
consecuencias para las modificaciones estructurales que afectan la base 
física del hecho institucional y que ponen al conjunto de sus 
componentes frente al retomo disgregante de las partes indiferenciadas 
y no integradas que están depositadas en lugares diferentes del marco. A 
esto se debe que yo sostenga el punto de vista de que ciertas funciones 
psíquicas confiadas de manera estática a un elemento de un conjunto o 
al conjunto deben ser tratadas en sus relaciones recíprocas. 
Las formaciones intermediarias que quisiera presentar contribuyenal fundamento psíquico de los conjuntos sociales, a la vez que 
constituyen el fundamento de nuestra psique. Tienen que ver con el 
reparto del placer y los medios puestos en común mediante la realización 
del deseo, la renuncia pulsional exigida por el advenimiento de la 
comunidad y la seguridad de sus sujetos; la reciprocidad de las cargas 
narcisistas y de las representaciones, que aseguran la continuidad del 
trasfondo colectivo sobre el cual se despliega la pertenencia y la 
identidad; por último, el acuerdo inconsciente sobre lo que debe 
 
6 Respecto de la función del marco en la institución, véanse los trabajos de 
JJ. Baranés (1984) y R. Moury (1977, 1981). 
34 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
mantenerse en la represión o fuera de toda representación para que las 
condiciones psíquicas y sociales del vínculo se mantengan en la forma 
de agrupamiento que lo constituyó. Cada una de estas formaciones 
asegura, solidariamente con las otras, las condiciones psíquicas de la 
existencia y la vida de la institución. Contribuyen a su permanencia y a 
su capacidad para engendrar la continuidad; a su estructura y a su 
capacidad estructurante; a la realización de su cometido primario (I. 
Menzies, 1960), y por consiguiente a la definición de su identidad. 
Toda crisis, toda falla de estas formaciones intermediarias, pone en 
cuestión la institución y la relación de cada uno con la institución; anula 
los contratos, pactos, acuerdos y consensos inconscientes; libera 
energías mantenidas en sus redes o paraliza cualquier invención vital de 
nuevas relaciones. La lógica de la crisis y de las superaciones incluye, 
por consiguiente, niveles diferentes7 y un análisis multifocal. 
Lo que nos preocupa aquí y reclama nuestro trabajo en las 
instituciones —el sufrimiento psíquico ligado con el hecho institucional 
y la liberación de potencialidades que contribuyen a la realización del 
cometido primario de la institución (cuidar, enseñar, producir)— podrá 
entonces aparecer en su singularidad. 
Ejemplo clínico: la colusión de los tiempos en una institución 
asistencial. Una situación clínica servirá de referencia empírica y de 
soporte crítico a la presentación de estas formaciones intermediarias. Se 
trata de una situación relativamente frecuente en las instituciones 
asistenciales cuya fundación responde a una innovación en el proyecto y 
las modalidades psicoterapéuticas. Por eso la encontramos 
frecuentemente en ciertos hospitales de día o en cualquier otra estructura, 
cuando llega el momento de la partida de los primeros enfermos. Este 
suceso hace aparecer, de una manera crítica, la mayor parte de las 
formaciones intermediarias que ligan el espacio psíquico singular de los 
sujetos al espacio psíquico común de la institución: lo afecta, por 
consiguiente, en aspectos fundamentales de su vida. El fragmento que 
presento fue objeto de un análisis que intentó revelar la intrincación y el 
desligamiento de temporalidades individuales, grupales e institucionales 
 
7 El lector puede consultar el trabajo de J. Guillaumin (1979) sobre la 
metodología de las situaciones de crisis ensambladas. 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 35 
 
en esta circunstancia.8 
“Durante siete años me entrevisté regularmente con los miembros 
del equipo asistencial de un hospital de día, para intentar analizar su 
funcionamiento grupal e institucional. El trabajo se llevó a cabo a partir 
de lo que dijo cada uno de ellos. 
”E1 término de mi intervención se discutía cada año y en una de 
estas oportunidades habíamos convenido, a propuesta mía, la fecha de la 
última sesión. Entre los criterios que yo me había fijado para decidir el 
fin de mi intervención había dado importancia especial a la elaboración 
de algunas altas de personal asistencial o de enfermos importantes para 
los miembros del equipo, la elaboración de la crisis de su proyecto 
terapéutico y, correlativamente, la reestructuración de su ‘novela 
institucional’ y de sus ramificaciones ideológicas; había tomado también 
en cuenta el trabajo de desligamiento transferencial y 
contratransferencial, su capacidad de poner en funcionamiento un 
dispositivo de trabajo de liberación respecto de los mecanismos 
repetitivos que, en el caso de ellos, como en el de los demás, especifican 
el funcionamiento grupal e institucional. Una vez fijada, la fecha del cese 
de mi intervención fue inmediatamente olvidada y denegada en varias 
oportunidades. 
”En el curso de los últimos meses, una parte del trabajo del equipo 
versó sobre la dificultad que éste experimentaba en separarse de algunos 
enfermos que habían ingresado en el hospital de día cuando éste se 
inauguró. Estaban en él desde el origen, como la mayor parte del 
personal asistencial y, con pequeña diferencia en el tiempo objetivo, 
como yo. El tiempo subjetivo de los asistentes coincidía con el de los 
enfermos y el de la institución misma, por lo que no es de extrañar que 
mi propia presencia haya sido relacionada con esta coincidencia en el 
imaginario acrónico de los orígenes: en otras instituciones análogas, 
cuando 
 
8 Véase Kaes.R. (1985&) “Les temps du lien groupal”. 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN US INSTITUCIONES 36 
 
se me pidió que interviniera después de muchos años de 
funcionamiento, resultó que yo había estado siempre fantásticamente 
presente (por lo tanto, retroactivamente) desde el origen del hospital de 
día. En efecto: el analista es invitado, o bien para refundar la institución 
imaginaria, o bien para ser delegado como testigo en la escena 
imaginaria que la funda, a fin de asegurar retrospectivamente que no 
hubo entonces ni violencia sexual ni muerte, o, puesto que existió 
asesinato y violencia sexual, para señalar los culpables y las víctimas. 
Sobre esta demanda, evidentemente, se constituye la resistencia, es 
decir, la transferencia. Y la contratransferencia. 
’’Dejar marchar a los enfermos originarios (‘co-fundadores’ y ‘co-
fundados’), en el momento en que mi partida modificaba radicalmente 
el régimen de la temporalidad en el grupo, era para los miembros del 
personal de asistencia perder el control sobre aquella parte de ellos 
mismos narcisizada y alienada en el origen grandioso de su fundación. 
Otro tanto significaba dejar por propia voluntad la institución: tal fue la 
fantasía que circuló durante algunos meses, reaparición más aguda de un 
fantasma más arcaico, el de ser absorbido o desecado por la institución, 
de no tener ya tiempo para uno mismo. 
”En estas condiciones, el trabajo de los últimos meses versó sobre 
la diferenciación de los tiempos subjetivos, sobre los fantasmas —
detectables en la transferencia— de abandono, de captación, de 
retención, sobre el vínculo originario fundador. El escalpelo pasó entre 
estos tiempos confundidos, y su rearticulación hizo retomar, en la 
depresión, el tiempo inmóvil del mito heroico del grupo originario: estar 
en la vanguardia de los nuevos métodos de atención psiquiátrica. El 
fantasma de escena originaria, en el que se fundían (fusión y fundación) 
mutuamente, pudo ser aislado, y en parte analizado, en relación con los 
enfermos y en la transferencia. 
’’Este trabajo de diferenciación de las temporalidades suscita 
considerable angustia en todos los grupos, y más aún en todas las 
instituciones, comprendida la familia, especialmente en los momentos 
del nacimiento, la adolescencia, la muerte de los padres. En la institución 
cada cual es amenazado por la equivalencia fantasmática entre la 
diferenciación temporal y la dislocación del marco. El espacio expresa 
aquí, regresivamente, el tiempo: parecería que conservar a los padres —
sujetos del origen— fuera mantener en el espacio de la Unidad de Día el 
tiempo narcisista de la fundación. Como el inconsciente,la institución 
es inmortal en el fantasma de sus sujetos”. 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 37 
 
1. El grupo como comunidad de cumplimiento del deseo 
y de la defensa 
Recordemos ante todo la fundación freudiana de un pensamiento 
psicoanalítico sobre la institución: ella plantea la identificación como 
formación intermediaria que mantiene reunidos a los sujetos de la 
institución (el Ejército, la Iglesia —faltan la Empresa y la Universidad—
). Ella indica con una claridad notable lo que se pierde y se gana para el 
sujeto en este proceso y lo que de ello resulta en el conjunto así formado. 
Subrayemos luego lo que el trabajo de D. Anzieu ha puesto en 
evidencia, una vez superadas las resistencias para reconocerlo: el grupo, 
a la manera del sueño, es una modalidad principal del cumplimiento del 
deseo inconsciente. Los veinte años que han pasado después de esta tesis 
no han hecho más que confirmar su sólida fundamentación y han 
aclarado retrospectivamente más de un texto de Freud. Dos años antes 
de 1968, Anzieu decía que el grupo era un lugar para realizar deseos, 
para defenderse contra su realización. El año 1968 ponía de manifiesto, 
a escala de la sociedad, de las instituciones, de los grupos y de los 
grupúsculos, las fuerzas actuantes en el agolpamiento. Por una parte, la 
celebración, por el grupo que se instituye y se desinstituye 
incesantemente, de la función creativa del imaginario social y de la 
realización de los deseos “individuales” en instituciones diferentes, que 
no conservarán más que su poder instituyente; por la otra, la denuncia de 
la institución instituida, alienada y que perpetúa la rigidificación del 
movimiento social, la permanencia de los poderes coercitivos y la 
jerarquía de los valores susceptibles de oponer a la satisfacción del 
deseo. Celebración y denuncia simultáneas, en el momento en que las 
modalidades grupales de cumplimiento del deseo individual ponen a la 
vista la estructura mixta paradójica de las formaciones intermediarias, 
las lógicas cruzadas, los órdenes diferentes. Desorden. 
El agrupamiento asegura la comunidad de cumplimiento del deseo 
y de la defensa contra el deseo, puesto que existe más de una analogía, 
pero no una identidad, entre la escena y los procesos del sueño y la 
escena y los procesos del agrupamiento. Didier Anzieu ha subrayado 
sobre todo los aspectos tópicos y dinámicos de estas relaciones: 
escenificación y dramatización de los deseos prohibidos y reprimidos y, 
funcionamiento de la censura. Por mi parte, he prestado atención a los 
mecanismos de producción comunes al sueño y al agrupamiento: 
condensación y formación de las personas-conglomerados, 
38 LA INSTITUCION Y US INSTITUCIONES 
 
identificaciones narcisistas y objétales, desplazamiento, difracción y 
multiplicación de lo idéntico (R.Kaés, 1985d). 
Estos trabajos han dado pie a una reelaboración, dentro de la 
perspectiva del análisis de los fundamentos psíquicos del agrupamiento, 
de los análisis freudianos sobre las identificaciones histéricas y la 
comunidad de los síntomas, el contagio mental y la transmisión psíquica; 
se ve de esta manera que la transmisión intersubjetiva es una modalidad 
de cumplimiento del deseo, no solamente en la medida en que el sujeto 
se identifica con el deseo o con el síntoma de otro, sino poique existe allí 
un deseo compartido: el deseo del deseo del otro o el deseo de una 
defensa común contra el deseo. 
En el capítulo 7 de Psicología de las masas y análisis del yo, 
Freud desarrolla este análisis: la identificación es aquello que es común 
a dos o a varios sujetos, lo que se coloca y se desplaza desde el uno hacia 
el otro. Freud se apoya en la referencia fundamental de Tótem y tabú. 
Lo que se transmiten los hermanos después de la muerte del padre 
originario es aquello que tienen en común, lo mismo que transmiten a su 
propia generación mediante el proceso de identificación: el interdicto de 
matar al animal totémico, en la medida en que representa al padre. 
Retoma luego el análisis de la formación del síntoma neurótico para 
mostrar cómo la comunidad de síntomas entre Dora y su padre y las 
identificaciones que la sostienen expresan la forma más precoz y más 
original del vínculo afectivo. En las condiciones propias de la formación 
del síntoma y la supremacía de los mecanismos del inconsciente, la 
elección del objeto se convierte en identificación al apropiarse 
cualidades del objeto. El síntoma permite encontrar nuevamente, por 
medio de la identificación, el vínculo con la persona amada. Pero 
mostrará también de qué manera la identificación prescinde de la 
relación objetal con la persona amada. Y da este ejemplo significativo 
que impone la institución como un lugar de trabajo de los procesos 
psíquicos fundamentales: 
“Una de las alumnas de un pensionado acaba de recibir una carta del hombre 
a quien ama secretamente, carta que suscita sus celos y a la que reacciona con 
una crisis de histeria; algunas de sus amigas, que están al tanto de los hechos, 
entran en la misma crisis por vía del contagio psíquico. El mecanismo es el de 
una identificación fundada en la capacidad o la voluntad de ponerse en una 
situación idéntica. Las otras querrían tener también ellas una relación amorosa 
secreta y, por la influencia de la conciencia de culpa, aceptan también el 
sufrimiento que la acompaña. No sería justo afirmar que se apropian del 
síntoma por compasión. Por el contrario, la compasión nace solamente de la 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 39 
 
identificación, y la prueba es que tal contagio o imitación se produce también 
en circunstancias en que se admite entre dos personas una simpatía preexistente 
mucho menor que la que se establece habitualmente entre las amigas en un 
pensionado. Uno de los yoes ha percibido en el otro una analogía significativa 
en un punto, que en nuestro ejemplo es la misma disponibilidad afectiva; sobre 
ella se forma, en ese punto, una identificación, y bajo la influencia de la 
situación patógena, esta identificación se desplaza sobre el síntoma que uno de 
los yoes ha producido. La identificación por el síntoma se convierte así en el 
inicio de un lugar de coincidencia de los yoes, lugar que tiene que mantenerse 
o reprimirse” (G. W., 118). 
El grupo — en cuanto formación intermediaria— es lo que en el 
seno de la institución vincula entre sí, en una realización de tipo onírico 
y por la comunidad de síntomas, fantasmas e identificaciones, a los 
sujetos de la institución, de manera que puedan cargar en ella sus deseos 
reprimidos y encontrar los medios deformados, desviados, disfrazados, 
de realizarlos o de defenderse contra ellos. De este modo se ligan a la 
institución, a su ideal, su proyecto, su espacio. 
El fundar una institución, hacerla funcionar, transmitirla no puede 
estar sostenido más que por organizadores inconscientes en los cuales se 
encuentran aprehendidos deseos que la institución permite realizar. El 
ejemplo clínico que he propuesto nos orienta por este camino: lo que 
revela la inminencia del alejamiento de los enfermos “co-fundadores” es 
la red de identificaciones solidarias que se encuentra en la base del 
agrupamiento 
40 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
en la institución. Su alejamiento equivale a la pérdida de las partes 
del yo sacrificadas al vínculo libidinal que la identificación sostiene. 
2. “El trueque de una parte de felicidad posible a cambio de una 
parte de seguridad": renuncia pulsional y advenimiento de la 
comunidad civilizada 
En 1929 Freud prosigue su larga reflexión sobre la felicidad. ¿Por 
qué, se pregunta, por qué es tan difícil para los hombres ser felices? A 
esta pregunta compleja contesta inicialmente tomando en consideración 
la vida psíquica. Si hay en el hombre malestar y descontento, ello se debe 
ante todo a la estructura de la psique: a la oposición del yo hedonista 
primitivoy del objeto. Recuerda cómo se forma el yo-placer. El amo 
absoluto, el principio de placer, exige que se eviten las sensaciones de 
dolor y sufrimiento y que se expulse del yo todo lo que podría ser una 
fuente de displacer. 
El advenimiento del principio de realidad asegura la distinción entre 
lo interno y lo externo, es decir, entre lo que se refiere al yo y lo que 
proviene del mundo exterior. Permite también la defensa contra las 
sensaciones penosas o amenazantes. Pero en oposición al principio de 
placer y a esta distinción saludable, el hombre inventa dispositivos de 
representación providencial. Reconstituye su posición frente a un padre 
que conocería todas sus necesidades y aportaría a las necesidades de la 
vida satisfacciones sustitutivas, que por otra parte son psíquicamente 
eficaces gracias al papel de la imaginación. Aquí es donde surge un 
porvenir para la ilusión, llámesela religión, arte o ciencia. Sabremos 
ulteriormente que el grupo y la institución pueden hacer aportes a ello. 
Pasa luego Freud a preguntarse por las fuentes del sufrimiento 
humano. Señala tres: la primera es la potencia abrumadora de la 
naturaleza; la segunda, la caducidad de nuestro cuerpo; la tercera, la 
insuficiencia de las medidas destinadas a regular las relaciones de los 
hombres entre sí en el seno de la familia, el Estado o la sociedad. 
Ahora bien, constata Freud, en tanto que buscamos los medios para 
defendernos contra las dos primeras fuentes de nuestro sufrimiento, 
adoptamos una actitud diferente respecto de la tercera, el sufrimiento de 
origen social (die soziale Leidens- quelle): “No logramos comprender 
por qué las instituciones (die Einrichtungen) que hemos construido 
nosotros mismos no nos dispensan a todos protección y beneficios. De 
todas maneras, si reflexionamos acerca del deplorable fracaso, en este 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 41 
 
dominio precisamente, de nuestras medidas de preservación contra el 
sufrimiento, nos vemos llevados a suponer que también aquí se disimula 
alguna ley de la naturaleza invencible, y que se trata esta vez de nuestra 
propia constitución psíquica” (El malestar en la cultura, trad, franc., 
págs. 32-33). Sin embargo, la opinión más difundida es que la cultura es 
responsable de nuestras desgracias y que deberíamos abandonarla para 
retomar al estado primitivo, que nos garantizaría entonces la felicidad; y 
Freud se pregunta por qué se desarrolla este punto de vista hostil a la 
cultura y sus instituciones. Antes de responder a esta pregunta, pasa a 
definir qué es una cultura. Surge inicialmente con la capacidad del 
hombre para dominar y cultivar la tierra en beneficio propio, con la 
capacidad de instaurar la limpieza, la higiene y el orden. Una cultura se 
reconoce, luego, porque valoriza las producciones intelectuales, 
científicas y artísticas, incluida la religión, en la medida en que ella 
constituye un conjunto de formaciones ideales. Una cultura se 
caracteriza, finalmente, por la manera como son regulares las relaciones 
de los hombres entre sí: estas relaciones son múltiples y variadas, y la 
cuestión consiste en definir la condición mínima para hablar de una 
relación de cultura. Freud adelanta entonces la hipótesis siguiente: “El 
elemento de cultura (das kulturelle Element) estaría dado por la primera 
tentativa de reglamentar las relaciones sociales. Si tal intento faltara, 
estas relaciones estarían sometidas a la arbitrariedad del individuo 
singular; dicho de otra manera, al individuo físicamente más fuerte, que 
las regularía de acuerdo con su propio interés y sus pulsiones instintivas. 
Nada cambiaría en caso de que este individuo más fuerte encontrara otro 
más fuerte que él. La vida en común sólo resulta posible cuando una 
pluralidad logra reunirse en un conjunto más poderoso que cada 
individuo particular y se mantiene unida frente a cualquier individuo 
singular” (El malestar en la cultura, G.W., XIV, 455; las bastardillas 
me pertenecen). 
Como sucede frecuentemente en Malestar, Freud retoma y 
desarrolla una cuestión ya elaborada en otras obras. Se ha preguntado ya 
antes cómo una pluralidad llega a constituir no un grupo sino una 
agrupación institucional y una institución. Tótem y tabú plantea la 
hipótesis de que la muerte del padre original y la consiguiente 
instauración del contrato fraterno infunden consistencia y límites al 
agrupamiento. Mediante la enunciación del tabú y la erección del tótem, 
fundan las instituciones sociales. Psicología de las masas y análisis del 
yo aporta otra dimensión: sobre el modelo de las instituciones de masas 
42 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
(las muchedumbres convencionales que son el Ejército y la Iglesia), el 
agrupamiento mediante el cual se efectúa el pasaje de lo uno a lo múltiple 
y de la pluralidad al conjunto se basa en la identificación de cada 
individuo con el jefe y, secundariamente, en la identificación de los 
miembros del grupo entre sí. 
En todas estas respuestas se esboza la necesidad del 
renunciamiento (der Verzicht). Es éste un postulado enunciado ya en 
1908 en “La moral sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moderna”; nuestra 
cultura está construida sobre la represión de las pulsiones y sobre el 
renunciamiento: “Cada individuo ha cedido una parte de su propiedad, 
de su poder soberano, de las tendencias agresivas y vindicativas de su 
personalidad. De estos aportes proviene la propiedad cultural común de 
los bienes materiales e ideales. Fuera de las exigencias de la vida, son 
los sentimientos filiales que fluyen del erotismo los que han impulsado 
a los individuos considerados separadamente a esta renuncia”. 
El malestar en la cultura pone en evidencia una segunda línea de 
reflexión. Se refiere a las compensaciones y el contrato, obtenidos a 
cambio de la coacción y el renunciamiento. “El hombre civilizado ha 
trocado una parte de felicidad posible contra una parte de seguridad.” En 
este trueque, el pasaje de la pluralidad al agrupamiento es decisivo. 
Constituye la base de la vida en común. Freud escribe: “El poder de esta 
comunidad en tanto derecho se opone al del individuo, censurado con el 
nombre de fuerza bruta. Al operar este reemplazo de la fuerza individual 
por el poder colectivo, la cultura ha dado un paso decisivo. Su carácter 
esencial consiste en que los miembros de la comunidad limitan sus 
posibilidades de placer, en tanto que el individuo aislado ignoraba toda 
restricción de esta clase” (pág. 
44). Más adelante escribe: “El resultado final tiene que ser la 
construcción de un derecho al que todos —por lo menos todos los 
miembros susceptibles de adherir a la comunidad— hayan contribuido, 
sacrificando su impulso instintivo personal y, por otra parte, no permitan 
que ninguno de ellos se convierta en víctima de la fuerza bruta, salvo 
aquellos que no han adherido”. 
Esta línea de reflexión acerca del contrato y de la comunidad en 
cuanto derecho es también antigua en el pensamiento de Freud; fue 
esbozada ya en Tótem y tabú, como el propio Freud lo recuerda en 
Malestar: “Mediante su victoria sobre el padre, los hermanos aliados 
entre sí habían hecho la experiencia de que una federación puede ser más 
fuerte que el individuo aislado. La cultura totémica está basada en la 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 43 
 
restricciones que tuvieron que imponerse para mantener este nuevo 
estado de cosas. Las reglas del tabú constituyeron el primer código legal; 
la vida en común de los seres humanos adquirió un fundamento: en 
primer lugar, la coacción al trabajo (der Zwang zur Arbeit) creada por 
la necesidad exterior y, secundariamente, el poder del amor, que exigía 
que no fueran privados ni el hombre de la mujer, su objeto sexual, ni la 
mujer de esa parte separada de ella misma que es el hijo. Eros y Ananké 
se convirtieron así en los padres de la cultura humana, cuyo primer éxito 
fueque un número mayor de seres pudieran vivir en común”. 
De esta manera, la comunidad en cuanto derecho protege al 
individuo contra la violencia, impone la necesidad y hace posible el 
amor. Lo que Freud describe es una entidad bifronte: renuncia a las 
pulsiones y advenimiento de la comunidad basada en el derecho tienen 
una función y una significación en el espacio psíquico singular y en el 
espacio psíquico del agrupamiento institucional. A la vez, Freud 
describe el fundamento jurídico de la institución y de la afiliación 
legítima de sus sujetos. Todas las instituciones están dotadas de un 
sistema interpretativo de la ley fundamental, a través del cual se plantean 
y resuelven algunas de las relaciones entre las exigencias pulsionales de 
los individuos y la salvaguardia del interés común, entre la violencia del 
abuso del poder comunitario y la exigencia de la realización de ciertos 
deseos inconscientes. La ley local de la institución es el conjunto de los 
enunciados interpretativos de la ley fundamental de composición. El 
distanciamiento entre estos dos aspectos de la 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN US INSTITUCIONES 44 
 
ley genera el conflicto en las relaciones del deseo y la interdicción; 
remite, en definitiva, a la ley sobre el homicidio y la exogamia, que 
regula las relaciones de los sexos y las generaciones y traza los límites 
de la comunidad local en la comunidad de los humanos (y, por 
consiguiente, la relación con la tercera diferencia: la que manifiesta la 
presencia del extranjero). 
Con esta perspectiva podría replantearse el análisis de la situación 
del hospital de día durante la secuencia crítica que surge en el momento 
en que se retiran los primeros enfermos. Los asistentes se encuentran 
enfrentados a la ley fundamental: tienen que separarse de los enfermos 
que devuelven al mundo, y esta separación despierta el deseo imposible 
de mantenerse en la madre-institución inmortal y de retomar al origen. 
La ley local que rige los criterios de la partida interpreta contra la ley 
fundamental las condiciones de la separación: “Si todavía no están 
curados, como lo prueban nuestros criterios, entonces podremos 
conservarlos y preservamos del duelo de nuestra propia partida”. Contra 
esta violencia de la pulsión de posesión, la comunidad de derecho exige 
la renuncia. 
3. La permanencia, la afiliación y el sostén del sujeto singular 
en el estar-juntos: el contrato narcisista 
La institución tiene que ser permanente: con ello asegura las 
funciones estables que son necesarias para la vida social y la vida 
psíquica. Para el psiquismo, la institución está, como la madre, en el 
trasfondo de los movimientos de discontinuidad que instaura el juego del 
ritmo pulsional y de la satisfacción. Se confunde con la experiencia 
misma de la satisfacción. Es ésta una de las razones del valor ideal y —
necesariamente— persecutorio que asume tan fácilmente. 
No se trata sólo de que la institución tiene que ser estable; el 
intercambio social y los movimientos que lo acompañan exigen de su 
función que ella lo estabilice. Esta es la función de lo instituido. Las dos 
formaciones psíquicas intermediarias mixtas contribuyen a esta 
permanencia; el derecho ha regulado siempre las relaciones de violencia 
inherentes a los compromisos pulsionales, a los movimientos de deseo y 
a los intereses de los grupos. Lo imaginario social e individual ha 
buscado siempre un garante metasocial y metapsíquico para el derecho, 
y no es sin razón que sostiene el origen divino de la institución. Para el 
inconsciente, en efecto, la institución se inscribe en el espacio de lo 
sagrado. Este espacio del terror es el del comienzo, el de la fundación: 
REALIDAD PSIQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 45 
 
es el espacio del sacrum. El origen divino de la institución le asegura 
poder, legitimidad, permanencia absoluta. La institución es de derecho 
divino. En el origen de la sociedad, para sus sujetos, para el inconsciente, 
la institución es inmortal. Cada cual participa de esta manera en la 
divinidad, que, contra la muerte y su trabajo de desligamiento, asegura 
el nexo narcisista de cada cual con el conjunto y lo emblematiza. 
Se habrá advertido la agudeza cruel del análisis que hace Freud 
sobre los límites de la protección que, por medio del derecho, otorga a 
sus sujetos la comunidad a cambio de una parte de felicidad posible: no 
brinda la seguridad de la ley sino en la medida en que cada cual ocupa 
su lugar dentro de ella y contribuye a su mantenimiento y su desarrollo. 
El que es extraño a ella puede ser sometido a la fuerza brutal: está, 
literalmente, fuera de la ley. 
El soporte narcisista de este contrato se descubre en las premisas 
que Freud enuncia en 1914 a propósito del narcisismo. Escribe que el 
reconocimiento de las adquisiciones de la cultura es arrancado al 
narcisismo con cierta dificultad. No renunciamos nunca al narcisismo, y 
esto es lo que asegura la continuidad de las generaciones y de los grupos, 
funda la identidad de filiación y de afiliación. De esta manera, ante su 
hijo, los padres afectuosos renuevan respecto de él “la reivindicación de 
privilegios abandonados hace mucho tiempo. Ninguna renuncia, 
ninguna restricción han de prevalecer contra lo que es la renovación de 
este narcisismo propio, una parte de su inmortalidad, his Majesty the 
Baby". 
En este mismo sentido, como ya recordé, y en este contexto, subraya 
Freud la doble existencia del individuo: en cuanto persigue su propio fin 
y en cuanto es miembro de una cadena a la que está sometido sin la 
intervención de su voluntad. Aquí señalaremos además que esta doble 
condición narcisista no define en primer lugar una relación (de acuerdo 
o de oposición) entre lo intrapsíquico y lo grupal, sino una bipolaridad 
interna que esboza la posible división de lo que en cada uno de nosotros 
es 
singularidad y grupalidad. La institución se funda sobre este doble status 
del narcisismo y sobre estas formaciones intermediarias que es menester 
denominar trans-psíquicas en la medida en que sostienen la relación 
necesaria entre el sujeto singular y el conjunto: la identificación, la 
comunidad de síntomas, de defensas y de ideales, el co-apuntalamiento 
constituyen una parte de estas formaciones. Pero también el contrato 
narcisista y el pacto de negación. 
46 LA INSTITUCION Y LAS INSTITUCIONES 
 
El concepto de contrato narcisista (P. Castoriadis-Aulagnier, 1975) 
puede incluirse, a mi juicio, en la continuidad de las propuestas 
formuladas por Freud en el artículo de 1914 sobre el narcisismo. 
Tres ideas son dignas de atención: la primera, que el individuo es en 
sí mismo su propio fin, y es al mismo tiempo miembro de una cadena a 
la que está sometido. La segunda, que los padres hacen de su hijo el 
portador de sus sueños de deseo no realizados y que el narcisismo 
primario del hijo se apoya en el de sus padres, así como, a través de éstos, 
el deseo y el narcisismo de las generaciones precedentes sostuvieron, 
positiva o negativamente, su venida al mundo. Dicho de otro modo, a 
cada recién nacido se le asigna la misión de asegurar la continuidad 
narcisista de la generación. Un año antes, Freud había puesto de relieve 
la transmisión de la culpabilidad a través de las generaciones; ahora 
subraya la transmisión narcisista. La tercera idea es que el ideal del yo 
es una formación común a la psique singular y a los conjuntos sociales 
(familia, instituciones, naciones). 
El concepto de contrato narcisista generaliza estas propuestas y 
explica, en este aspecto, relaciones correlativas del individuo y el 
conjunto social: cada recién llegado tiene que cargar al conjunto como 
portador de la continuidad y recíprocamente; con esta condición, el 
conjunto sostiene un lugar para el elemento nuevo. Tales son, 
esquemáticamente, los términos del contrato narcisista: exige que cada 
sujeto singular ocupe un lugar

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