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Gerez Ambertin, M Vicisitudes del acto criminal acting out y pasaje al acto

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VICISITUDES DEL ACTO CRIMINAL: 
ACTING-OUT Y PASAJE AL ACTO 
Marta Gerez Ambertín 
"Si un homicidio ha sido escénicamente reinscrip-
to en la palabra sin explotación paródica, la justi-
cia tiene alguna oportunidad de ser algo más que una 
máquina de administrar el miedo socio/ y subjetivo" 
(Legendre. 1 994:80). 
l. El acto criminal y la opacidad del sujeto 
El acto criminal, sus motivos y circunstancias plantean un sinnúmero 
de preguntas a la sociedad toda: lpor qué un sujeto puede precipitarse a 
ese cono de sombras?; ¿qué mueve a ese acto?; les pensable un prototi-
po o perfil del criminal?; les posible hablar de causas internas y ocasiones 
externas?; icualquiera puede hacer un crimen, o se trata del accionar de 
"enfermos", de "psicópatas"? 
Preguntas que insisten. Para abordarlas es importante otorgar un lu-
gar preponderante .a la "posición del sujeto del acto" renunciando -tan-
to psicoanalistas como especialistas del campo jurídico- a sostener cual-
quier posición que los ubique, ya como "ingenieros de la conducta", ya 
como meros "administradores de justicia". En realidad, ambos son inter-
pretes de la subjetividad porque no sólo interrogan e interpretan -cada 
uno de diferente manera- a los sujetos del acto y a su entorno social sino 
que mantienen una responsabilidad -con la sociedád y con ese sujeto-
que no puede ser eludida. 
lCuál es el lugar de psicoanalistas, juristas, psicólogos, ,abogados, psi-
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Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 111 
quiatras si olvidamos -tras esa pretendida "tecnologización de la indivi-
dualidad"- que no se puede juzgar a un hombre sin interrogar su vida in-
terior ya que el acto, el acto delictivo o cualquier acto está íntimamen-
te vinculado a la discursividad del ser humano, esa que sostiene el deba-
te interno y externo con la alteridad del Otro social? 
La posibilidad de pensar en un "prototipo criminal" o en el "perfil" 
del delincuente facilitaría, sin dudas, el camino para enfrentar lo intrinca-
do del crimen. Pero el ser humano y la sociedad donde habita son exce-
sivamente comf)lejos para suponer un encasillamiento tan simple, prima 
en ellos la laberíntica diversidad. 
La complejidad del crimen se debe, sobre todo, a la complejidad del 
sujeto del crimen, sujeto que no es ni claro ni transparente. Razón por la 
·cual se hace difícil trazar una divisoria que sitúe de un lado a los crimina-
les (considerados peligrosos o anormales), y de otro a los sujetos puros, 
transparentes y normales. Sigmund Freud desalentó esta imposible división 
en el espacio de las almas humanas. El sujeto del inconsciente -todo su-
jeto- no es fácilmente clasificable sino difícilmente predecible, no es amo 
de sí mismo sino vasallo y producto de una estructura que lo sobrede-
termina: la sociedad, el lenguaje y la palabra. Pero ese vasallaje en modo 
alguno implica determinismo absoluto o predestinación ineluctable. No 
es amo de sí, pero sí responsable de interrogar su discursividad y sus ac-
tos. Cuenta con los recursos para hacerlo, puede deliberar consigo mis-
mo (debate interno) y con los otros. De esa deliberación es responsable. 
El deseo inconsciente precisa de esa deliberación. El lazo social también. 
Afirmamos esto sin desconocer que algunos individuos pueden tener di-
ficultada la posibilidad de deliberación, como en casos de autismo, esqui-
zofrenias y demencias, por ejemplo. 
El sujeto freudiano revela una grieta debida al inconsciente lo cual per-
turba la ilusión de transparencia: no sabe los pensamientos que lo deter-
minan, pero es responsable de indagarlos. Los "hechos de lenguaje" se 
lo permiten: el sueño, el lapsus, el síntoma, el chiste. Llaves para su des-
ciframiento. La torpeza en los actos demuestra que no siempre se hace 
lo que se quiere, nuestro psiquismo no se maneja a voluntad. De ahí que 
Legendre vincule el Derecho con el inconsciente (llamado por Freud "la 
otra escena") ~1 afirmar: "La escena no jurídica del derecho se impone 
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Vicisitudes del aao criminal: aaing-out y pasaje al aao 1 MA'HA G::REz AMBERTÍN 
como necesaria a la eficiencia subjetiva de las maniobras judiciales" (Le-
gendre. 1994: 1 19). Sin el reconocimiento del inconsciente la operación 
judicial puede perder dimensión humana. 
Es por esto que la sanción penal no habrí:- ~e ser entendida como una 
mera aplicación administrativa, como uno de los últimos remaches de un 
dispositivo que funciona casi automáticamente, casi "sin sujeto", o, más 
bien, con la exclusión del sujeto. Con la aplicación de la pena ha de pre-
tenderse que el autor del acto dé alguna significación al mismo, que sub-
jetivice su falta y recupere (no pierda) el lugar en el tejido social al que 
su acto ha lesionado, pero también que pueda recuperar eso de su pro-
pia subjetividad que quedó dañado por el acto delictivo pues, con ce) de-
lito, no sólo queda dañado el tejido social, sino el sujeto que lo come-
tió. "Responder de su acto quiere decir, para el asesino, separarse de su 
acto de muerte y -decía también Dostoievski, quien conocía la cruel-
dad de su tiempo-'que vuelva a unirse a los hombres, así sea en el pre-
sidio" (legendre. 1996:41 ). 
En tanto la capacidad de culpabilidad (imputabilidad) es para el dere-
cho penal "la capacidad humana para soportar la imputación jurídico-pe-
nal" (Sarrulle. 200 1 :9 1) ello supone "que el sujeto de la acción haya po-
seído ciertos atributos que le hayan permitido, al momento del hecho, ac-
ceder al sentido de la norma jurídica por él infringida" (Íb.). De ahí la pre-
ocupación por la posición psíquica el sujeto del acto, preocupación que 
no ha sido ni es privativa de los psicoanalistas. 
La concepción -que sostenemos- que se ocupa de la posible y nece-
saria implicación del sujeto en su acto delictivo se opone tajantemente 
a aquella que busca el "perfil" del delincuente cuyos orígenes son -indi-
simulablemente-las doctrinas del "delito natural" o del "hombre delin-
cuente". Estas teorías creen comprobar_que las condiciones que llevan al 
sujeto a la delincuencia son principalmente factores psíquico-orgánicos-
químicos, verdaderas anomalías que hacen del tipo delincuente un tipo 
patológico. Centran su atención en los móviles del hecho pero habiendo 
declarado patológicos a esos móviles: concluyen que un delito no puede 
sino ser cometido por un "enfermo". Así, el estudio de la culpa, la res-
ponsabilidad y aún de la sanción penal no es sino una "medicalización" de 
la "anomalía", una tecnologización de lo "patológico". 
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Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen JI/ 
Enfocar el interés principal en el sujeto del acto no es investigar móvi-
les patológicos y ello rio sólo porque nuestro Código Penal declare inim-
putable (no capaz de ser culpable) a quien no haya podido dirigir sus ac-
ciones ni comprender la criminalidad del acto, sino porque los actos hu-
manos obedecen a una constelación heterogénea de motivaciones, algu-
nas de las cuales son conscientes,. otras inconscientes y otras pertenecen 
al campo de las impulsiones del superyó. El descubrimiento del incons-
ciente nos ha advertido que la culpabilidad subjetiva no nos es accesible 
por la cientifización objetivista sino por una interrogación sobre el sa-
ber a media luz (vía el discurso y la asociación libre) del que está poseído 
todo sujeto y que determina en cada uno el modo mediante el cual asu-
me su relación con la falta: el homicidio fantaseado (deseado) o el homi-
cidio consumado. 
El sujeto de la culpa, de la falta, dispone de sus actos en virtud de su 
poder de deliberación consigo mismo y con el otro, porque pudo y pue-
de deliberar con el Otro de la ley desde la misma legalidad del lenguaje. 
Ninguna liturgia del derecho penal puede de dejar de lado esa apuesta a 
la significación subjetiva de la pena.Esto genera cierta alerta entre los especialistas del campo jurídico y-
del campo "psi", porque si no es tan fácil trazar una divisoria entre las 
mentes sanas y las enfermas, entre los trastornados y los cuerdos, enton-
ces todos somos potencialmente peligrosos. Freud afirmaba que todos so-
mos "pálidos delincuentes" -el sujeto alberga fantasías delictivas que no 
lleva a cabo- en tanto nuestra conciencia moral nos reprocha no sólo por 
los actos cometidos, sino también por las fantasías de cometerlos. iCuán-
to no daríamos por poder predecir el preciso momento en que el sujeto 
atravesará la línea de las prohibiciones fundamentales y pasará de "páli-
do" a rojo delincuente! iCuánto no daríamos por estar seguros que cada 
uno de nosotros no atravesará jamás esa línea, que siempre quedaremos 
del lado de "los pálidos"! 
Pero nada puede asegurarnos quiénes sí y quiénes no cruzarán la 
frontera. Se han trazado múltiples clasificaciones psiquiátricas, psicoló-
gicas y sociológicas que intentan atrapar en una red a "los peligrosos". 
Todas han fracasado. De allí que la Corte lnteramericana de Derechos 
Humanos expresara: "La valoración de la peligrosidad del agente impli-
ca la apreciación del juzgador acerca de las probabilidades de que el im-
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Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto 1 MARTA GER::Z.Á'1a::RTÍN 
putado cometa hechos delictuosos en el futuro, es decir, agrega a la im-
putación por los hechos realizados, la previsión de hechos futuros que 
probablemente ocurrirán. Con esta base se despliega la función penal 
del Estado. En fin de cuentas, se sancionaría al individuo -con pena de 
muerte inclusive- no con apoyo en lo que ha hecho, sino en lo que es". 
(CIDH, Serie C Na 126 caso Fermín Ramírez contra Guatemala, senten-
cia del 20/06/2005. La cursiva es mía). Siguiendo lo cual ha dicho nues-
tra Corte Suprema: "la peligrosidad, tomada en serie' como pronóstico 
de conducta, siempre es injusta o irracional en el caso concreto, preci-
samente por su naturaleza de probabilidad.:." (CS. LA LEY 2006-E, 65 
- DJ 25/10/2006, 547). Sin embargo, y como lo muestra una investiga-
ción recientemente realizada por nuestro equipo (v. Cap. IV), la peligro-
sidad habita las representaciones sociales de muchos abogados, juristas, 
psicólogos y psicoanalistas. ¿Revelaría esto un obstáculo en los integran-
tes del dispositivo judicial? 
Las discusiones sobre la "peligrosidad" se han incrementado a partir 
de los atentados terroristas en Nueva York, Londres, Madrid y última-
mente en Mumbay. Y los mass medía se encargan de renovarlas cada vez 
que con grandes titulares se informan violaciones, secuestros u homici-
dios en ocasión de robo. El jurista alemán G. Jakobs -citado en la senten-
cia de la Corte mencionada- afirma que, actualmente, para el poder pe-
nal del Estado, no todos los ciudadanos son personas, sino que están "las 
personas y los enemigos". Estos últimos, que pueden ser tanto terroris-
tas como violadores reincidentes, en realidad no son considerados por el 
derecho (incluso en los Estados democráticos) delincuentes, sino casi ani-
males peligrosos, pues, el supuesto derecho penal ideal, para el cual to-
dos somos iguales, contradice las medidas que los Estados adoptan con Jos 
sujetos altamente peligrosos (adviértase la dicotomía entre "derecho pe-
nal ideal" y medidas efectivamente adoptadas por Jos Estados. Un buen 
ejemplo de esto fue la Ley Patriótica adoptada por EE. UU. luego de los 
atentados del l 1/09/200 l). 
Dice el jurista Jakobs: "la culpabilidad está relacionada con la libertad, 
pero no con la libertad de la voluntad, con el libre albedrío, sino con la li-
bertad de autoadministrarse, esto es, de administrar la cabeza y el ámbi-
to de organización propios" (2003:55). 
Es la concepción que recoge nuestro Código en el Art. 34 inc. 1°. Pero 
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Culpa. responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 1/1 
la cuestión no es simple, lqué es libertad de autoadministrarse en relación 
a alteraciones morbosas de las facultades? El Código parece aclarar el pun-
to aludiendo en el párrafo siguiente a enajenación y enfermo. 
La R.A.E. define morboso como: a) enfermo b) que provoca reaccio-
nes mentales moralmente insanas o que es resultado de ellas e) que ma-
nifiesta inclinación al morbo. 
Y a morbo como: a) enfermedad b) interés malsano por personas o 
cosas e) atracción hacia acontecimientos desagradables. 
Adviértase la introducción de un criterio "moral" en las definiciones: 
reacciones mentales moralmente insanas; interés malsano por personas 
o cosas. 
Definiciones que caben perfectamente a un violador de menores el 
que, por tanto, sería inimputable. 
El problema de las "clasificaciones" de "enfermos mentales" o "tras-
tornos de conducta" es que suelen naufragar. La premisa positivista de cla-
sificar según las señales visibles ordinariamente deriva a la denuncia mo-
ral. Tras la afanosa búsqueda de formas mórbidas de la conducta no suele 
hallarse más que las deformaciones de la vida moral. 
En tal sentido baste leer el alucinante capítulo de "Parafilias" del cé-
lebre DSM IV. El capítulo es casi risible porque, pese al ansía de clasificar, 
afirma cosas como esta: " ... el gran mercado comercial de la pornogra-
fía y todo lo relacionado con ella sugiere que la prevalencia de este tras-
torno en la población puede ser elevada ... " (por tanto, icuidado! estima-
do lector: Ud. podría ser un "parafílico"). Pero las insensateces no acaban 
aquí. Dice el Manual: "Los individuos que pádecen este trastorno pueden 
escoger una profesión, tener como hobby u ofrecerse como voluntarios 
para trabajar en oficios que les permiten estar en contacto con el estímu-
lo deseado (p. ej., vender zapatos o lencería de mujer [fetichismo], tra-
bajar con niños [pedofilia] o conducir una ambulancia [sadismo sexual]." 
¿Es que puede parangonarse el disfrutar vendiendo o coleccionando za-
patos, conduciendo una ambulancia con la pedofilia? 
Una simple lectura de esta "clasificación" -que ubica bajo un común 
denominador a la travestí y al sádico sexual- demuestra lo que dijimos 
más arriba: tras las "clasificaciones" de la.S formas mórbidas de la conduc-
ta no hay otra cosa que una concepción determinada de lo que debe ser 
-según la "clasificación" utilizada-la vida moral. El tema ha sido documen-
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Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto 1 MARTA GEREZ A":BERTÍI\: 
tado abundantemente por Michel Foucault en sus Historia de la locura en 
la época clásica y El nacimiento de la clínica a los cuales remito. 
He mencionado todo esto a' simple efecto de poner en evidencia las 
dificultades a las que nos enfrentamos cuando de establecer las alteraóo-
nes morbosas de las facultades se trata. 
Advertido de todas estas dificultades -y sin estigmatizar a nadie- el 
psicoanálisis da cuenta de dos movimientos de !a subjetividad que pueden 
desembocar, a veces, en el crimen. Esos movimientos son el acting-out y 
el pasaje al acto: "movimientos límites de la subjetividad": No encajan en 
ninguna de las clasificaciones que conocemos, ni indican que alguien que 
los cometa sea necesariamente un enfermo o enajenado mental. 
El trabajo conjunto que llevo a cabo hace más de quince años con ju-
ristas, abogados, antropólogos, sociólogos y psicoanalistas, ha permitido 
un debate serio sobre estos dos movimientos que, como dicen los juris-
tas, no encajan ni con las clasificaciones psiquiátricas ni con las psicológi-
cas. ¿se podría pensar acaso que son estados límites de la subjetividad? No; 
diría más bien que son "movimientos límites de la subjetividad". 
2. Movimientos límites de la subjetividad: acting-out y pasaje al acto 
Sobre estos "movimientos límites de la subjetividad" me ocuparé aquí 
a pedido, sobre todo, de mis colegas del campo jurídico. De allí que inten-
taré evitar agobiarlos con conceptos psicoanalíticos por los que no tran-
sitan frecuentemente. 
Estos dos movimientos se producendentro del dispositivo analítico, 
pero también se producen afuera del mismo cuando la presencia del Otro 
social o simbólico se desvanece o corre peligro de desvanecerse. Consi-
dera Lacan que acting-out y pasaje al acto son dos movimientos colindan-
tes a la angustia, ambos amenazados por ella. 
Sobre un análisis más detallado de esos movimientos en la clínica psi-
coanalítica y de las respuestas del psicoanalista a las mismas pueden con-
sultarse mis libros: Las Voces del superyó (Cap. XXI) y Entre deudas y cul-
pas: sacrificios (Cap. X). 
En principio estos dos movimientos límites se producen cuando un su-
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Culpa. responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 1/1 
jeto es asediado por la angustia, punto extremo de la subjetividad donde 
se pierden las coordenadas simbólicas y el recurso de la palabra que per-
miten sostener la escena del mundo. 
lEsto puede acontecer a cualquiera? Sí. No es preciso estar loco para 
producir (y padecer) esos movimientos, aun cuando Lacan llame al acting-
out "un golpe de locura" y al pasaje al acto la "pérdida" del sujeto, mo-
mento de "disolución de la subjetividad", esto es: desubjetivación. 
Todo sujeto está expuesto al encuentro con la angustia, a quedar "pe-
trificado" por ella o a extraviarse allí donde siente que el mundo pierde 
el rumbo. Un ejemplo son las situaciones de "catástrofe" (climáticas, eco-
nómicas, políticas, sociales o psicológicas): las cosas dejan de ser "como 
eran" y el sujeto no sabe a qué atenerse. Lacan lo dice irónicamente: "no 
se sabe a qué santo encomendarse" ( 1973:26). La angustia se produce 
allí donde no hay en qué sostener la escena del mundo, cuando "el alma 
deja de saber lo que supo por largo tiempo" (Séneca. Las troyanas) ... su-
pone un encuentro traumático con lo real. 
Una niña está jugando con su abuelito; de pronto éste avanza, exhibe 
sus genitales y le arranca su ropa interior. Ese hombre, hasta entonces uno 
de los más confiables del mundo, se ha transformado para ella en un mons-
truo desconocido, la niña siente que el mundo se hunde bajo sus pies ... 
las referencias simbólicas desaparecen, es invadida por la angustia. 
Primo Levi baja junto a los demás del tren que lo ha traído aAuschwitz, 
recibe los primeros golpes. Años después escribirá: "la cosa fue tan ines-
perada e insensata que no sentimos ningún dolor, ni en el cuerpo ni en el 
alma. Sólo un estupor profundo ... " y luego "una desesperación sin fondo". 
Al estupor, a la paralización física y psíquica que produce el encuentro con 
lo real, sobreviene luego esa desesperación sin fondo: la angustia. 
Una pregunta habitual es si en acting-out y pasaje al acto hay el peligro 
de una pérdida de la subjetividad, de una desubjetivación, y si es posible 
retornar de esos momentos. Sí. La subjetividad sufre una estocada trau-
mática, queda frágil (en el acting) o deshecha (en el pasaje al acto) pero, 
a veces, es posible recuperarse si el sujeto recibe "contención", el ofreci-
miento de los marcos simbólicos que perdió o estuvo a punto de perder 
en esos movimientos (lo veremos en el caso del Cabo Lortie). 
Hay en estos dos movimientos múltiples facetas a indagar que pueden 
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1 : 
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~¡ 
Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto 1 MAATA GEREZ A'1BERTíN 
abrir innumeros c:aminos a transitar en pos de la recuperación del sujeto 
deJ acto vinculado a las variedades de la sanción penal y sus efectos, así 
como para la intervención del psicoanalista. 
2.a. El movimiento límite del sujeto llamado acting-out 
Se trata de un llamado al Otro simbólico que se produce cuando ame-
naza la angus~ia y flaquea la palabra: allí el sujeto monta una escena y ac-
túa -en esa escena-lo que no puede decir. Es el caso de los niños abusa-
dos que "juegan" -o dibujan-lo que no pueden decir. Por eso es un pedi-
do de socorro al Otro simbólico. Se trata de una puesta en escena al mis-
mo tiempo que un llamado al Otro; en suma, una escena sobre la escena 
del mundo, allí donde esta escena del mundo parece desvanecerse. Una 
escena que intenta enmarcar o velar la angustia para recuperar lo que se 
perdió: la circulación por la palabra. Pero es una escena montada no a la 
manera del director de teatro -pensada y pausada-, sino en un estado 
de motricidad potenciado, en un estado de alteración motriz que impi-
de al sujeto advertir lo que está montando. Él precisa de la intervención 
simbólica del Otro para dimensionar ese montaje del que se espera que 
"diga" lo que él no puede decir. 
El concepto de acting-out fue forjado por Jacob Moreno en 1932 y re-
formulado por Lacan en 1952. El término no ha sido traducido al francés 
ni al español, puede ser entendido como "actuar" -aunque esa traduc-
ción es limitada-, en todo caso sería "actuar fuera". Lacan afirma que, li-
teralmente, se trataría de un "actuar fuera de sí mismo". El Webster dice 
del "acting-out": "representar una historia o el equivalente sobre una es-
cena, poniéndola en acto, opuesto al hecho de leerla". Hamlet no puede 
"decir" que su tío asesinó a su hermano y padre de Hamlet en complici-
dad con su cuñada y madre de Hamlety, por tanto, hace que unos come-
diantes actúen una obra -escrita por él- donde ocurren estos hechos. 
El acting-out es una mostración dirigida al Otro. Se pide ayuda allí donde 
la escena del mundo puede desmoronarse, por eso se acompaña de cier-
ta dosis de violencia y se actúa en tanto la capacidad discursiva ha queda-
do limitada. Una nena de 1 O años que padece una violencia sexual ejerci-
da por un ser querido y confiable, puede, por ejemplo, hacer una enure-
sis (diurna y nocturna). Es un desesperado pedido de ayuda dicho de ma-
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Culpa, responsabilidad y castiga en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen l/1 
nera extravagante a alguien que puede ayudarle a significar lo padecido. 
Esa mostración menta una historia que no logra ponerse en palabras ... y 
por eso se la actúa. Es una escenificación que se dirige al Otro social a fin 
de obtener una respuesta exigida hasta por la fuerza. 
Hay quienes confunden los movimientos producidos por el acting-out 
con los del síntoma; pero, a diferencia del octing, el síntoma no arriesga 
la pérdida de la posición del sujeto del discurso, por el contrario, sostie-
ne esa posición. 
El síntoma en psicoanálisis no es -como para la medicina- un fenó-
meno revelador de una enfermedad, de un daño orgánico, sino un men-
saje en forma de metáfora que expresa un deseo inconsciente. El sínto-
ma cuenta con el recurso de la palabra y, por tanto, hay el juego sustitu-
tivo de la metáfora. De allí que el síntoma sea "un mensaje cifrado". Del 
síntoma y sobre el síntoma el sujeto puede hablar; el acting-out, en cam-
bio, se produce porque el sujeto no puede hablar de "eso" que le pasa y 
que lo angustia. Por ejemplo, alguien quiere decir un poema a una mujer 
y hace una afonía sorpresiva que no tiene justificativo -no hay daño orgá-
nico alguno-. Esa afonía es un mensaje para el sujeto mismo, quien pue-
de interrogar y descifrar qué hay en ese poema y en esa mujer que por un 
momento dejan a sus palabras sin potencia. A veces un síntoma así pue-
de derivar en una boda o en un talentoso escritor de poemas. Este no es 
el caso de la niña abusada que no habla pero se orina en la cama, en la 
mesa familiar o en el aula. 
El acting-out intenta el montaje teatral de una historia que no puede 
expresarse en palabras, es indecible y por eso es puesta en escena y ac-
tuada para Otro. Pero, al igual que Sartre quería para el suyo, se trata no 
de un teatro de caracteres o personajes, sino de un teatro de situaciones 
en el que se espera que el Otro las revele ya que el sujeto no puede des-
cifrarlas. Son producidas por lo más pulsional del inconsciente dado que, 
en el acting-out, las formaciones del inconscientequedan eclipsadas (no 
puede recurrir al síntoma o al sueño, es decir, a la metáfora). Es un espec-
táculo (show: una mostración) para tornar significable el mundo a través 
del espectador del show. Se trata de una escena otra dirigida a un Otro 
que desfallece, un envío de señales para que ese Otro salga de su sorde-
ra, ceguera o enmudecimiento. Como el sujeto no puede hablar muestra, 
exhibe algo de él, y lo exhibe hasta el límite de la provocación. 
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Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto 1 MA.~TA GEREZ A'1SERliN 
El acting-out tiene ribetes violentos y provocativos, es una forma de 
expresión con un montaje escénico (como la pérdida de control de es-
fínteres en una nena de 1 O años), pero no es más que un medio para ha-
cer gestos al sordo, al ciego o al mudo al que se dirige. Es el signo de que, 
por un lado no se escucha al sujeto, y por otro que se lo presiona dema-
siado. Cuánto puede soportar alguien sin ser escuchado y cuánto de pre-
sión puede soportar dependerá de cada sujeto y de su historia. 
El acting-out no apela (no puede) a la palabra (al orden del significante 
como sí lo hace el síntoma) sino al orden del signo; el sujeto hace señales 
y así llama a alguien, pero no a cualquiera sino a aquel erigido como capaz 
de dar respuestas a esas señales. En el caso de la niña de 1 O años, la enu-
resis sólo se manifiesta en la casa y en la escuela, no con sus compañeritos 
- de juego. Sin duda espera la intervención de los padres o de la maestra. 
En el acting el sujeto actúa lo que no puede decir de otra manera. Esto, 
a su vez, le provoca mucha irritación por descubrirse incomprendido. De 
allí el viraje de la pasividad del no poder ni saber decir hacia la actividad y 
violencia de la mostración extravagante. 
Que se actúe y se muestre lo que no puede expresarse con palabras 
nos hace pensar en los recursos lúdicos del niño que pone en escená la 
situación que precisa dominar para huir de la angustia: tales los monta-
jes de escenas de los niños ante la oscuridad o previos a un viaje. Se tra-
ta de escenas con cierta agitación motriz seguidas del montaje lúdico, las 
que precisan de la palabra de alguien que enmarque esa escena. Son co-
nocidos los recursos del niño que se disfraza de lo que más teme: el dia-
blo, la bruja, el lobo ... estas escenas pueden tornarse repetitivas porque 
precisan de la palabra del adulto que diga algo sobre "eso" que lo asusta 
y es inmanejable para él. 
Ahora bien, ¿por qué recurrir a un montaje de escena?, ¿por qué ese 
llamado desesperado al Otro social, ese llamado a la advertencia y escu-
cha de un testigo? Acaso porque ese Otro desfalleció en algún momento 
y en lugar de brindar escucha sólo ofreció una posición de dominio, una 
posición de prepotencia que conduce al sujeto hacia el horror de hallar-
se en las fronteras de la angustia y el pánico. 
Las palabras y recursos simbólicos se agotan y el sujeto queda dan-
do vueltas en vacío, apareciendo la motricidad como fuga, como evasión 
coactiva. 
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Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 111 
El acting-out y el pasaje al acto alimentan con la angustia la motricidad 
de esa fuga desmesurada. ¿oe dónde obtiene tanta fuerza sino de la an-
gustia que, al invadir al sujeto, lo transforma prácticamente en una "bola 
de fuego", o en "una bola de violencia"? 
Por eso el acting-out, por su alejamiento del campo de la palabra y su 
proximidad a la angustia, impone cierta agitación motriz. Una motricidad 
que, por lo general repite compulsivamente la escena de eso de lo que 
no puede hablarse. Cuando el acting-out no obtiene respuestas puede vi-
rar hacia el pasaje al acto, ser el preludio de un pasaje al acto como en el 
caso del crimen del cabo Lortie que desarrollamos más abajo. 
2.b. El movimiento límite del sujeto en el pasaje al acto 
Se produce cuando el sujeto se pierde, queda desenmarcado y en puro 
desborde. Confrontado al agujero en lo real queda separado del registro 
simbólico y cae de la escena del mundo. Un ejemplo de esto son los su-
jetos que luego de ser despedidos de su trabajo retornan con un arma y 
arremeten a balazos contra todo el que encuentran habiendo sido, hasta 
el día anterior al despido, personas "como todos". La pérdida o destruc-
ción de lo que era "su mundo", la falta de horizontes o posibilidades, la 
ausencia de espacios donde canalizar la angustia que eso les ocasiona de-
viene un pasaje al acto de homicidios o daños sin sentido alguno. 
Se puede dar aquí un símil. Supongamos que la escena simbólica del 
mundo sea el marco de una ventana, eso enmarca lo simbólico e imagina-
rio de la escena del mundo (de la escena fantasmática), cuando el sujeto 
se queda sin marco (por ejemplo despedido del trabajo), es como sisa-
liera eyectado por esa ventana y cayera al vacío sin ningún marco de refe-
rencia. Es lo que pasa muchas veces en los crímenes, suicidios, violencias 
desmesuradas en las que alguien pierde su condición subjetiva (humana) 
y se transforma en una cosa, en una bomba, en un arma, en una bala, en 
un despojo temible para sí y los otros. 
Mientras que en el acting hay un pedido desesperado al Otro, en el 
pasaje al acto no se pide nada, no hay recursos siquiera para pedir. El su-
jeto sale eyectado de la escena del mundo y cae como una cosa ... defe-
nestrado de la escena. Es lo que llamamos desubjetivación. Por eso el ac-
ting-out puede ser menos amenazador para el sujeto, en tanto pide ayu-
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Vidsitudes del acto criminal: acting~out y pasaje al acto 1 MARTA GEREZ AMBER7iN 
da. El pasaje al acto, en cambio, al no pedir nada, precipita en la pérdida 
de la subjetividad, lo que es altamente riesgoso. """ 
El pasaje al acto está vinculado con las impulsiones. La noción fue to-
mada de la psiquiatría para referir a la violencia o rudeza de comporta-
mientos que pueden dañar la propia vida o la de Jos demás. 
Lacan lo redefine en 1962 como el "salto al vacío" que produce una 
desubjetivación. El sujeto se pierde y queda transformado en una cosa, 
en un objeto, en un desecho y por eso desconoce lo que hace. Circu-
la no sólo ajeno al discurso y la palabra, sino también fuera de sí mismo 
y de toda ley. 
El término pasaje al acto fue tomado del inglés enactment. Lacan acor-
daba (en 1948) en que la noción de delincuencia requiere las nociones de 
justicia y de pasaje al acto (Lacan. 1985:20). 
El pasaje al acto supone la ruptura de la escena del mundo. Ya no hay 
el Otro. simbólico y porque no hay escena no hay espectador ni testigo: 
por eso el pasaje al acto ni llama ni da a ver nada. 
Ante la pérdida de los marcos simbólicos e imaginarios y por la an-
gustia que esto suscita, el sujeto es arrastrado como un objeto, queda sin 
causa y sin cauce: puro desborde, desecho del mundo. Legendre com-
para la precipitación del cabo Lortie en su pasaje al acto con la caída de 
una piedra "como una piedra que cae y que nada puede ya detener" 
( 1994:84). Es acertadísima la metáfora: el hombre se transformó en una 
piedra en caída libre. 
Ante el golpe de lo traumático se produce un efecto de revelación de 
la inexistencia del Otro simbólico. El sujeto se siente tragado o chupado 
por un agujero sin fondo. En este caso lo que el sujeto pierde de sí es todo 
ya que, desubjetivizado, como una cosa, se desploma al vacío de lo real 
-fuera de Jos marcos del mundo o de la escena del mundo-. 
Siempre hay una pregunta y un debate entre los psicoanalistas en cuan-
to al pasaje al acto: lhay retorno desdé él? Por Jo general sí, en caso que lo-
gre salir vivo y se le pueda brindar un universo y un ritual simbólicos donde 
sostenerse y rearmar su escena del mundo, su discurso y subjetividad. 
El pasaje al acto implica agitación motriz potenciada. Al igual que elacting-out toma de la angustia no sólo la fuerza de la acción motora, sino 
también la certeza. Vale aquí recordar que la angustia es el único afecto 
que no engaña y porque no engaña no paraliza, todo Jo contrario, dispa-
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Culpa. responsabilidad y castigo en e/ discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 111 
ra hacia la acción. Sólo así puede entenderse que una persona debilucha 
pueda tener en el movimiento del pasaje al acto una fuerza motriz des-
mesurada y logre, por ejemplo, arrancar con sus manos los ojos de al-
guien, como en el crimen de las Hermanas Papin, un estremecedor pa-
saje al acto criminal. 
Lacan -en el Seminario de la Angustia- da un ejemplo claro del pa-
saje al acto que se da allí donde un niño (que ya tiene control de esfínte-
res) suelta intempestivamente su contenido intestinal -sabemos del va-
lor simbólico de intercambio que tiene las heces-. Un niño o un adulto. 
Hay una expresión muy común para quien sufre una diarrea intempesti-
va: se convirtió en "pura mierda". Y es que, efectivamente, hay casos en 
los cuales un golpe de angustia puede provocar diarrea (cagazo), el su-
jeto se pierde identificándose a esa mierda en la que se desubjetiviza. Se 
pierde, queda sin marco simbólico, es arrastrado por lo real, se convier-
te en esa cosa tan devaluada: "mierda", "pura mierda". 
Sí. .. el lector puede esbozar una sonrisa, pero, más allá de la medica-
ción necesaria que actúe a nivel del cuerpo, es preciso hablarle a "eso" 
para que recupere su dimensión humana, hablarle y ofrecerle marcos ri-
tuales que le reposicionen en su lugar de sujeto hablante en el mundo sim-
bólico. Que pueda hablar en lugar de cagar(se). 
Es interesante el recurso de los gastroenterólogos que indican al pa-
ciente tomar x medida precisa de agua, a x horarios (determinados con 
precisión), bajo ciertas condiciones. Es decir, le ofrecen al sujeto una prác-
tica ritual. Junto al medicamento prescriben una liturgia simbólica para que 
recupere la cuenta sobre sí, esa cuenta que se pierde en una diarrea gra-
ve. Equivalente a esta intervención es la orden que le da el Sargento Ma-
yor Jalbert a Lortie luego que éste, convertido en un objeto identificado 
a su metralleta, dispara su balacera contra el Tribunal de Québec. El Sar-
gento Mayor ordena a Lortie ponerse el birrete y le hace un saludo mi-
litar. Le devuelve, así, un ritual que es el signo evidente de su pertenen-
cia a "un mundo" -el militar-, pues son los ritos los que imprimen un or-
den en el mundo de la contingencia. Los hombres se (auto)reconocen en 
los rituales que practican. Conmovedor el momento en el que Lortie, de 
"esa cosa que escupe balas" vuelve a convertirse en un hombre, un suje-
to que habla y entiende la lengua y los rituales del ejército. 
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Vicisitudes del aao criminal: aaing-out y pasaje al acto 1 MARTA GEREZ Av.aER7iN 
3.- El pasaje al acto criminal del cabo Lortie .. no puedo decir que 
no soy yo, soy yo" 
En sus Lecciones VIII Pierre Legendre -jurista, medievalista, antro-
pólogo y psicoanalista, esposo de la psicoanalista Alexandra Papageor-
giu ex paciente de Lacan- trata sobre "El crimen del cabo Lortie". Cri-
men que acaparó la atención de muchos países occidentales y que, en el 
año de la publicación del libro de Legendre -1989-, aún no estaba judi-
cialment~ concluso. Legendre dictó parte de esas lecciones en la É.cole 
Practique des Hautes Études y en el curso dirigido a juristas de la Univer-
sidad de París l. 
Para la publicación del texto se atiene a los debates públicos, las me-
morias de la defensa escritas por el abogado jacques Larochelle (Memo-
rias de la apelación: 25-0 1-1988) y toma especial cuidado en resguardar 
los datos privados de la familia de Denis Lortie. Cabe destacar además 
que, parte de la escena del crimen está filmada y registrada en la película 
La fábrica del hombre occidental dirigida por Gérard Caillat sobre textos 
de Legendre y con el registro de su voz. El asesor para la pericia judicial 
y el estado mental de Lortie fue el eminente psicoanalista Lucien lsJael. 
Se ha publicado recientemente en español el texto La fábrica del hombre 
occidental que incluye un capítulo sobre El hombre homicida en el cual Le-
gendre trata el crimen de Lortie (Bs.As.: Amorrortu. 2008). 
El crimen 
El martes 8 de mayo de 1984 Denis Lortie -cabo del ejército cana-
diense de 25 años- irrumpe en la Asamblea General de Québec. Quie-
re matar al gobierno. Corre por los pasillos y dispara su arma automática 
contra cualquiera que se cruza en su camino. Llegaba en horario a la Cá-
mara donde se reunirían los Diputado? ... pero la sala estaba vacía. Ese día 
la Asamblea no sesionaba. Ocupa el sillón del Presidente de la Cámara y 
hace ráfagas de disparos con su arma. Negocia su rendición con la inter-
mediación de un Sargento Mayor. Se contabilizaron tres muertos y ocho 
heridos en su avanzada. Cuando Lortie se sobrepuso de su pasaje al acto, 
declaró: "El gobierno de Québec tenía el rostro de mi padre" (Legendre. 
1994:27). Sobre ese rostro disparó. 
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Culpa, responsabilidad y castigo en e/ discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 111 
Legendre otorga credibilidad a esta declaración y por eso sus Lecciones 
VIII estudian este caso como un pasaje al acto homicida y un parricidio. 
Hoy Denis Lortie tendría 50 años. No sabemos nada de su vida ac-
tual. Su pasaje al acto fue testimoniado por Legendre quien hizo un no-
table estudio sobre las relaciones del sujeto del inconsciente con la ley y 
la culpabilidad. 
El Dr. Néstor Braunstein -asesor principal de nuestro equipo cuyo 
trabajo inicia este libro- recomendó a la editorial Siglo XXI de México la 
traducción de dos de los Seminarios de Legendre, entre ellos el N° VIII: 
El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre. 
En enero de 1985 el abogado defensor -Larochelle- apela la prime-
ra sentencia en la que Lortie había sido declarado culpable de homicidio 
en primer grado. Lo interesante, novedoso -y terriblemente difícil para 
la defensa técnica- no es el fundamentar la apelación en el recurso al Art. 
16 del Código Criminal Canadiense que -como ellnc. 1° del Art. 34 del 
Código Penal argentino- señala: "Nadie debe ser declarado culpable de 
una infracción relativa a un acto o a una omisión de su parte, mientras es-
tuviera enajenado"; sino hacerlo y agregar que su defendido se declara 
"culpable" de su acto. Larochelle combina lo que el Código separa tajan-
temente: locura de culpabilidad. Aclaremos: no se trata de argumentar 
que Lortie es un loco sino que sufrió una "emoción violenta" al momen-
to de los hechos -algo que cualquier código moderno acepta-. Se trata 
de que Lortie se declara culpable de ese acto loco. 
lPor qué el abogado defensor aconseja a Lortie declararse culpable 
de un acto loco? Para que en la liturgia del juicio Denis recupere la subje-
tividad perdida en su pasaje al acto y para que pueda hablar y testimoniar 
sobre su acto (hay material filmado y grabado del mismo). Para que pue-
da tramitar ese pasaje al acto de "matar la efigie del padre" y subjetivizar 
su culpa. Matar la efigie del padre puede ser sancionado como un parri-
cidio. Legendre se encargará de demostrarlo en su libro. Sólo un aboga-
do (Larochelle) que entienda sobre la relación de ley y subjetividad hu-
mana y un psicoanalista que acredita las palabras de un criminal (Israel) 
pudieron llevar adelante la defensa con la perspicacia que lo hicieron. Era 
preciso apelar la primera sentencia que lo declaraba culpable de homici-
dio en primer grado (esto es, cadena perpetua) sin haber escuchado sus 
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Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto 1 MARTA GeREz A'1aERTÍN 
declaraciones; era preciso pasar a un segundo proceso donde el acusa-
do pudiera dar cuenta de su "pasaje al acto criminal", de su acto loco en 
condiciones delirantes sin que eso implicara que se trataba de un enaje-
nado ode un psicótico. Se pretendía obtener dos beneficios: uno obvio 
-la reducción de la sentencia-; otro que ponía en cuestión al código pe-
nal mismo al intentar conciliar "responsabilidad", "imputabilidad" con lo-
cura. "La dificultad para los jueces como para la defensa, es, pues, gran-
de, pero técnicamente no insuperable: la de arreglar una situación judi-
cial que permita concebir una sentencia que module la condena, favorez-
ca las condiciones de la tarea terapéutica y pueda así mantener abierto el 
horizonte del acusado" (Legendre. 1994: 164). lPor qué, para qué? Si se 
conseguía -y había elementos para ello- la inimputabiliCÍad por enajena-
ción pasajera, ¿para qué más? Tal vez porque el defensor sabía que una 
absolución por locura sellaría para siempre el destino "loco" de Lortie e 
implicaría su muerte subjetiva. 
La defensa no se propuso "librar" a Lortie de la sanción penal entre-
gándolo a las Erinnias de la locura. En cambio, se sirvió de todos los ele-
mentos probatorios de la acusación para hacer regresar a Denis de su pa-
saje al acto haciéndose responsable de su crimen. 
El "caso Lortie" bien puede ser visto como una desmentida a quie-
nes postulan que el Derecho debe negarse a entrar en las motivaciones 
. puramente subjetivas y conformarse con admitir títulos generalizables y 
causas supuestamente comunes a todos, fuera de la subjetividad (cf. Tho-
mas. 1999:87). 
De los argumentos y conjeturas de Legendre hemos de servirnos or-
ganizando los datos en un orden diferente al del libro lo cual, si bien faci-
lita el seguimiento de los hechos, no reemplaza su lectura. 
Al reordenamiento cronológico agregamos la dimensión de acting-out 
que damos a los movimientos de Lortie previos a su pasaje al acto. 
El crimen se comete en las condiciones teatrales de un atentado con-
tra el gobierno de un Estado y, en términos romanos, es un crimen de 
lesa majestad. Pero, teniendo en cuenta las declaraciones de Lortie, su 
abogado defensor y Legendre lo consideran un parricidio. Un "parricidio 
transpuesto" (Legendre. 1994: 1 18). El abogado defensor de Lortie tiene 
claro que los jueces no atenderán la cuestión del parricidio: él no mató a 
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Culpa. responsabilidad y castigo en e/ discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 111 
su padre concreto ni a un pariente, causó tres muertes y ocho heridos en 
su pasaje al acto en la Asamblea de Québec. Sin embargo, su abogado no 
deja de tener en cuenta la cuestión del "parricidio transpuesto" en lo que 
hace al trabajo psíquico de Denis para su recuperación subjetiva. 
El acto loco (pasaje al acto) intenta resolver una carencia: ejerciendo 
violencia contra otros y contra sí Lortie "arregla" sus cuentas genealógi-
cas: la reconstrucción del padre. Afirma: "yo no soy capaz de encontrar 
en el interior de mí las partes que me faltan( ... ) yo me sentía capaz de 
destruir esta autoridad, mi fuerza no tenía límite". 
El abogado defensor otorga credibilidad a esta declaración y la defen-
sa se construye para ayudarle a encontrar esas partes que le faltan. Re-
conocer el crimen parricida permite interrogar de dónde saca Lortie la 
"fuerza que no tenía límite": destruir la brutalidad del padre. Por eso es 
un crimen parricida y no un atentado contra el Estado. 
El acto fue filmado en parte por la TV y en parte por el circuito cerra-
do de televisión de la Cámara de Diputados. Un pasaje al acto cuya filma-
ción permite al actor del acto reencontrarse y desencontrarse con esa ima-
gen del criminal y de la víctima de su mismo acto. Durante las audiencias 
Lortie pudo ver su acto y también escuchar los casetes que enviara pre-
anunciando su crimen, lo que le posibilitaron -gracias al apoyo de su abo-
gado- recuperar sus palabras y salir del transitorio estado delirante. 
En este lugar conviene citar a Lacan cuando afirma "Confirmo el ac-
ting-out como equivalente a un fenómeno alucinatorio de tipo delirante 
que se produce cuando uno simboliza prematuramente ... " ( 1955-56: 1 17). 
¿Qué quiere decir simbolizar prematuramente sino abordar en el mun-
do exterior algo que debería hacerse previamente en el registro simbó-
lico? Lortie arremete contra la Asamblea porque tiene ésta "el rostro de 
su padre", arregla las cuentas con la Asamblea y no con su padre interior. 
Y gracias a todos las condiciones pacificantes que postcedieron al pasaje 
al acto retoma la palabra, apela a sus recursos simbólicos y acusa al gran 
ausente en ese juicio, aquel que fue matado en efigie: su brutal e inces-
tuoso padre. La afirmación de Lacan permite sostener que un sujeto pue-
de sufrir un fenómeno alucinatorio de tipo delirante sin ser un psicótico, 
un enajenado mental. 
Su acto no le muestra algo, le permite que "algo se muestre" -a él y a 
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Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto 1 MA~TA GEREZA"'SERTÍN 
los otros-, pero sólo podrá capturarlo, registrarlo, si cuenta con Otro que 
le posibilite recomponer las piezas que se desprendieron en ese acto. 
Así, toda la liturgia del proceso judicial es un "rito de paso" a través 
del cual vuelve a sí mismo. 
A efectos de facilitar la lectura del caso organizaré dos secuencias: las 
del acting y el pasaje al acto del crimen por un lado, y luego la historia de 
vida de Denis Lortie tomados del material que aporta Legendre en sus 
Lecciones VIII, en el film y en el texto La" Fábrica del Hombre Occidental. 
La secuencia del crimen: del acting-out al pasaje al acto 
Lortie pertenecía al ejercito desde los 17 años. Sus compañeros y je-
fes lo consideraban un buen muchacho. 
La aparición delirante de la cara del padre comienza en un incidente 
con un Sargento (Chernier) a quien pide permiso para tomar tres días de 
vacaciones; precisaba hablar con su esposa Lise y algunos de sus herma-
nos. Pero Chernier no escucha sus razones y le otorga sólo un día. De-
masiado impedido, trató de romper esta imposición recurriendo a las vías 
jerárquicas ... pero fracasó. Entonces fue invadido por un sentimiento de 
inestabilidad y omnipotencia ("superpotencia"). Ese instante lo precipi-
ta hacia los acting-out que anteceden al pasaje al acto criminal. Acting-out 
que toman por momentos dimensiones delirantes y alucinatorias. Lo que 
no implica que Lortie fuera un psicótico. 
Cuando Chernier le niega el permiso que solicita ve en él al padre ( 1 a 
visión) y concibe matarlo, pero rehúsa hacerlo pensando en la esposa y los 
hijos del Sargento. Decide alejarse de Ottawa a fin de protegerlos. 
Dado que el Ejercito suple en él la carencia del padre simbólico, el re-
chazo del Sargento le reedita el esquema de padre arbitrario y tirano. 
En el juicio relata el encuentro con C~ernier. Dice: "vi como una cara, 
el semblante de mi padre me vino a la mente". 
Viernes 4 de mayo 
Nace la idea de la matanza cuando escucha al Primer Ministro de Ca-
nadá (René Lévesque) dar un discurso a la Nación francófona en inglés 
(Canadá es un país partido por la hegemonía de la lengua inglesa, que es 
la lengua de la Capitai-Ottawa-, en cambio la lengua francesa prima en 
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Culpa. responsabilidad y castigo en e/ discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 111 
Québec). Y allf decide que a ese, y a lo que él representa, tiene que ma-
tar. Dice "Quiero destruir algo que quiere destruir la lengua, yo quie-
ro poner la lengua del lado en que va a estar la lengua francesa" (Legen-
dre. 1994:92). 
Sábado 5 de mayo 
Hace un inventario en el arsenal de la base del ejercito y carga en su 
bolsa armas, máscara antigás y una caja de primeros auxilios. A pesar de 
la agitación motriz que acompaña a este acting-out cumple con el ritual 
militar. Aún lleva las cuentas de lo que hace. Espera hacerse detener allí 
mismo, o erí el puesto de control. Pero no lo registran. Este acting-out es 
un pedido de auxilio que no prospera. El Otro simbólico no se hace pre-
sente dondedebería: en el arsenal o en el puesto de control. Nadie con-
trola nada, el Otro desfallece. No otorga permiso ni regula. Otro tan ar-
bitrario como su padre. 
Domingo 6 de mayo 
Ya con las armas, toma el camino a Québec y se le ocurre que podría 
vivir en los bosques cazando con la metralleta. Un autoestopista le pide 
que lo lleve, cosa que hace y con él se distrae y olvida su propósito de 
quedarse a vivir en el bosque. iQué necesidad de hablar con alguien te-
nía Denis Lortie! 
Una vez en Québec se instala en un motel. Por la tarde recorre la Ciu-
dadela que rodea la Asamblea para buscar el lugar donde hacerse matar. 
Lunes 7 de mayo 
Lortie graba los tres casetes con mensajes dirigidos a su esposa (Lise), 
al capellán militar (padre Arsenault) y para André Arthur animador de un 
programa radiofónico. Acaso sus últimos recursos desesperados por ape-
lar a la palabra y pedir auxilio. Ninguno de estos casetes llegó a tiempo a 
destino por circunstancias fortuitas. 
En el casete que envía al animador de radio Lortie se dirige al Univer-
so, a lo absoluto, pero explica lo que disparó la idea de la matanza: el dis-
curso del Primer Ministro. Al mismo tiempo que declara que quiere ha-
cer una escena de diversión en la Ciudadela aunque le atormenta saber 
que para destruir al mundo ha de matar o herir algunas personas. Pre-
tende hacer el mal para hacer el bien (matar al Padre perverso para res-
taurar al Padre legislante). 
En el casete que dirige a la esposa comunica su anhelo de muerte: ma-
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Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto J MARTA GE~EZ A..-.aERTiN 
tary hacerse matar van a la par "antes de que me maten quiero haber ma-
tado un poco". La búsqueda de su muerte o la de los otros es constante. 
A la vez le confiesa su amor desgarrado, amor de acting-out: "mi corazón 
es para ti, pero mi cabeza está lejos" (Legendre. 1994:93). Su acto debe 
ser consumado: "no se porqué, pero es preciso que lo haga". La agitación 
motriz y su certeza en el acto se alimentan con la angustia -que lo moto-
riza-, pero aun así hace en el casete un llamado al Otro, un llamado des-
esperado. Por esto le damos dimensión de acting-out. 
Del casete al capellán militar nada se sabe. 
Martes 8 de mayo 
Se viste con sus mejores galas militares, se coloca su insignia de Cabo 
y su birrete. Sólo conserva su carnet de militar: como un auténtico com-
batiente. Envía los casetes (y sus pertenencias a su esposa, tiene certe-
za de su muerte) y se dirige en auto a la Ciudadela. Carga varias armas y 
la máscara antigás reglamentaria. Hasta aquí cumple el ritual militar y lle-
va las cuentas de sus actos, aún no se pierde. Llama la atención un detalle 
de él que registra la cámara: siendo un hombre de 25 años usa una pró-
tesis dental completa en el maxilar superior. 
Escucha la radio esperando la señal (esperaba se difundiera por radio 
su queja por la política de la confederación canadiense) y ante un silencio 
del conductor (supone el inicio de la transmisión de su mensaje) se lan-
za desbocado al asalto, como en un operativo militar. La espera de la se-
ñal es doble: espera la señal de la presencia del Otro, espera también una 
respuesta del Otro. Ante el silencio se dispara el pasaje al acto. A partir 
de ese momento ya no espera nada. Sólo un imperativo prima en él: ma-
tar y hacerse matar. Se lanza -dice Legendre- "como una piedra que cae 
y que nada puede ya detener" ( 1994:84). 
Corre hacia la Ciudadela, dispara una ráfaga contra sus centinelas a 
los que no alcanza y se dirige hacia la Asamblea Nacional. Al entrar cor-
ta un teléfono que comunicaba con la guardia de seguridad. Enfrenta a 
la recepcionista, duda unos segundo y al grito de "adelante", abre fuego 
contra ella a quien hiere en el pecho sin matarla; luego corre por los pa-
sillos y dispara a cualquiera que ~e cruza a su paso (mata a tres personas). 
Llega al Salón Azul de la Cámara donde se reúnen los diputados. Pero la 
Asamblea está vacía. 
Se sienta en el lugar del Presidente (llamado el orador), cuelga su bi-
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Culpa. responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 11/ 
rrete, arranca su prótesis dental y la arroja lejos de sí -se despoja de sus 
prótesis-. Dispara ráfagas al frente (sobre un reloj) y sobre los asientos 
vacíos de los diputados. Allí aparece (desarmado y sin uniforme militar) 
por un costado y trasponiendo una puerta muy próxima a Lortie, Jalbert, 
un ex Sargento Mayor y Jefe de Seguridad de la Asamblea que, hablándo-
le, comienza a aplacarlo. Jalbert se presenta como un ex militar para esta-
blecer un clima' de confianza. Llama la atención la tranquilidad con la que 
le habla a quien aún dispara su arma. La presencia de agentes de seguri-
dad perturba el intercambio entre los dos hombres. Lortie los invita a tirar 
contra él, pero nadie dispara. Jalbert sigue hablándole. Finalmente Lortie 
le pregunta "lqué estoy haciendo? ¿qué le parece a usted que es militar?" 
Extraña la pregunta de alguien que acaba de realizar un acto tan Joco. 
Luego de 20 minutos de conversación Jalbert (que se mantuvo duran-
te todo el diálogo con el portafolio colgado de su mano izquierda, como 
quien hace una tarea conocida) lo convence de seguir el diálogo en su ofi-
cina (Lortie continuaba armado). Simulando una negociación le dice que 
no ha matado a nadie, que sólo ha herido, Lortie le contesta que "ha he-
rido al mundo", pero agrega algo importante, que quien ha hecho eso "no 
es su corazón, es su cabeza". 
A la postre Lortie acepta rendirse ante las autoridades militares con 
los rituales del ejercito. Es sorprendente lo que puede verse en la repro-
ducción de la filmación en La fábrica del hombre occidental: Jalbert conven-
ce a Lortie (con los términos habituales del ejercito) que baje el arma. Al 
salir le recuerda que debe colocarse su birrete: Lortie obedece, vuelve a 
cumplir los rituales y en el video se nota la pacificación que va ganando su 
semblante. Colocarse el birrete y seguir a un superior forman parte del 
ritual del ejercito -reconocimiento de las lugares diferenciados-. Vuelve 
a colocarse sus emblemas y comienza a r~cuperar la subjetividad perdida 
en el pasaje al acto. El intercambio de palabras y señales simbólicas con 
el ex Sargento Mayor lo han calmado. 
T.:~ vez, ese ex militar que no huye, que no lo ataca, que le habla 
-lcómo no le habló su padre?- y que le permite hablar, fuera para Lor-
tie la faz amable y garante del padre que buscó siempre y que encontró 
en el momento en que decide acabar (en efigie) con la faz perversa, con 
el abusador incestuoso. 
Pero Denis Lortie había cometido un crimen, tres muertos y ocho 
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' Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto 1 MA~TA GERó'Z A":aERT:N 
heridos fueron el resultado de su incursión loca. Finalmente es deteni-
do por la policía. 
A diferencia de la violencia que produce en él el delirio preparatorio y 
la acción del crimen, luego de su pasaje al acto Lortie -ya solo en el cuarto 
del puesto de policía-tiene una visión del rostro del padre apaciguado: "se 
le aparece la cara de un hombre anciano, que de una manera misteriosa 
le da a entender que estaba ya perdonado por todas sus faltas. Esta visión 
ocupa su mente en los primeros meses de detención. Entra en un discur-
so piadoso, donde compara a su madre con la Virgen María, ésta también 
había dejado que su hijo hiciera su camino" (Legendre. 1994:94). 
Secuencias de la vida de Denis Lortie 
1959: nace Denis Lortie, tiene 8 hermanos. Ocupa entre ellos el lugar 
del medio. Su padre era muy violento con su esposa e hijos, abusó sexual-
mente de sus hijas, con una de ellas tuvo un hijo. Era un ser "brutal". 
1969: su padre es procesado y condenado a 3 años de prisión por vi9-
lencia e incesto al engendrar un niño con una hija. Tras su excarcelación 
abandona a su familia. Nunca más lo ven. Lortietenía entonces 1 O años y 
hasta los 17 fue criado por la madre. Luego ingresa al ejército que suple 
en él la carencia del padre. 
Al momento de ser arrestado el padre ( 1969) los hermanos mayores 
de Denis concebían un complot: escondieron armas en la casa para ma-
tar al padre en caso que los volviera a golpear. En el juicio el abogado de-
fensor argumenta que 15 años más tarde Denis Lortie iba a representar 
esta matanza del padre bajo un acto loco. 
1975: una hermana del padre se suicida después de haber ahogado a 
su hijo adoptivo de 4 años. A partir de ahí Lortie padre siempre estuvo 
obsesionado por ideas suicidas que no concretó. 
1976: Ingresa al ejercito ( 17 años), se casa luego con Lise y tiene 2 hi-
jos. El primer hijo (Luc) nace en 1980 y su hija Marie-Héleme en 1983. Es 
decir, ingresa en la paternidad luego de 4 años en el ejercito. Esta institu-
ción suple en él la función parental. 
Al nacer su hijo varón (Luc} lo angustia su lugar de padre, teme ejer-
cer contra el niño la misma violencia que su padre con él. 
71 
Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 111 
1983: Luc deja de hablar. Se considera culpable de ello. El ortofonista les 
pregunta por rutina si Luc había sido golpeado. Denis se siente acusado. 
1983: Nace la hija, siente inquietud y miedo de reproducir con ella lo 
que hizo su padre: abusar de una hija y embarazada. 
Toda esta historia marca a Denis como dificultado de asumir su pater-
nidad. Persistía en el lugar de hijo. Su genitor no había cumplido la función 
de padre, no transmitió la ley de prohibición del incesto que hace posible 
la cadena de.sustituciones y permutaciones. Ese padre no estaba marca-
do por el límite y, por eso,"( ... ) la entrada de Lortie hijo en la paternidad 
(en términos de estructura: llegar al lugar del padre) toma proporciones 
de apocalipsis" (Legendre. 1994:89). 
La versión perversa del padre aparece como un fantasma amenazan-
te y superyoico. Temía por él, temía por su esposa y por sus hijos: "tener 
hijos y verdaderamente que suceda la misma cosa que sucedió con mí... 
en mi casa, con mi padre" (Legendre. 1994:90). 
Un crimen contemporáneo: teatro tecnológico y proceso jurídico 
El crimen de Lortie fue registrado por videocámaras, una parte del 
mismo fue filmada. Todo se registra en un teatro tecnológico. Durante 
el proceso judicial, y a través del video, Denis Lortie logra reencontrarse 
con su imagen y su palabra, porque no se trata de un psicótico. Dice Le-
gendre: "El paso al acto homicida en condiciones delirantes, no presupo-
ne la estructura psicótica del autor. La atmósfera delirante no constituye 
por sí misma una psicosis" ( 1994: 1 53). 
Pero los expertos "psi" del sistema jurídico canadiense no lograron 
dar respuestas amplias en sus diagnósticos. De una u otra manera-según 
Legendre- se encerraron en los sistemas clasificatorios. Y es que, para no 
caer en esas tentaciones esquemáticas, habría que considerar un apor-
te muy importante de Lacan: acting-out y pasaje al acto, en sí mismos, no 
abren posibilidades de un diagnóstico diferencial. Es preciso trabajar, in-
cluso con el campo jurídico, para que el sujeto recupere la subjetividad 
y la palabra perdidas para aventurar un diagnóstico diferencial (neurosis, 
perversión o psicosis). Porque más importante que el diagnóstico, que la 
etiqueta, que el rótulo, es saber qué sucedió en la vida interior de alguien 
72 
Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto 1 MARTA GEREZ A'1BERTÍN 
para llegar hasta esos actos. Caso contrario, como efectivamente dice Le-
gendre, dejamos de ser psicoanalistas para ser ingenieros de la conduc-
ta, y se deja de ser jurista para ser mero aplicador de fórmulas. Pero sa-
ber qué sucedió no es al efecto de "dis-culpar", tampoco para arribar a 
una "comprensión" que haría inteligible al crimen -es decir, la "construc-
ción" judicial del crimen de acuerdo a la psicología clásica: "el hecho sólo 
existe como elemento de una racionalidad lineal" (Barthes. 1983:1 04)-. 
El qué sucedió sirve si su mira es hacia delante. Porque lo que verdadera-
mente está en juego es el destino de un sujeto. 
El vide.o fue una herramienta importante para registrar las circunstan-
cias del crimen. Ese teatro tecnológico pone en escena el drama del cri-
men: Lortie está en la pantalla cometiendo su acto, pero también está en 
el público como espectador, contemplando ese acto. "De actor que no 
sabe que está representando, Lortie se convierte en el que contempla 
la imagen que mata, es decir el otro en él, el enajenado que él mira( ... ) 
la división subjetiva se hace objeto" (Legendre. 1994:99/ 1 00) y por eso, 
cuando Denis se ve por primera vez en el video y se reconoce, se d~s­
morona. Nuevamente el peligro de la precipitación a otro pasaje al acto, 
sólo que en esa oportunidad el Otro simbólico está presente, le ofrece 
un continente y eso permite el sostenimiento del marco simbólico que 
evita otra caída subjetiva. 
En enero del 1985 se hace el primer proceso judicial sin que el incul-
pado testimoniara atendiendo a las pautas del derecho canadiense, lo que 
desembocó en una primera condena. El abogado apela y se da un segun-
do proceso que se lleva a cabo desde enero de 1987. 
Dado que el segundo proceso se da en otro tiempo de condición sub-
jetiva de Lortie, éste no sólo está en CO(ldiciones de testimoniar sino que 
el proceso le permite subjetivar el crimen: descubrir a quién quiso ma-
tar, qué quiso matar con su crimen para poder dar, finalmente, cuenta de 
su acto ~para sí mismo y para los otros- mediante el recurso de sus pa-
labras. Todo esto testimoniado ante la presencia de otros, que no son 
otros cualquiera sino un Tribunal Jurídico que le devuelve un reconoci-
miento sobre sus faltas. 
Cuando Lortie ve el video "sale de la audiencia en estado catastrófi-
73 
Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico. Volumen 1/1 
co, da gritos" (Legendre. 1994: 1 02). Luego se calma. Se tranquiliza cuan-
do puede subjetivar y reapropiarse del acto y de sí mismo. Y al apropiar-
se de sí puede separarse de su acto criminal, no quedar pegado al mismo 
lo cual lo precipitaría a la repetición de otros crímenes o el suicidio. Y esto 
es posible porque el Tribunal Jurídico funcionó como tercero separador. 
Así, puede -sin enloquecer- ser testigo de su crimen y hacerse responsa-
ble de él. Despegado del pasaje al acto y del acting-out se desprende del 
delirio y se reconoce: "yo no puedo decir que no soy yo, soy yo". (Legen-
dre. 1994:61 ) .. Es él y no es él, pero el que ve la escena ya no es el venga-
dor, es un hijo que recuperó la dimensión simbólica del padre, de ese pa-
dre que le negó la legislación simbólica. Ya no precisa matar al padre per-
verso en efigie. Ahora cuenta con un sistema simbólico que lo hace partí-
cipe del sistema de legalidad y prohibición -gracias a la mediación del Sis-
tema Jurídico-- y le permite acceder al lugar de hijo legitimado por la ley. Al 
mismo tiempo, eso le posibilita permutar ese lugar y constituirse en padre 
de sus hijos sin hacerlos correr severos riesgos. Los lugares diferenciados 
pueden sostenerse: logros de la función clínica del Derecho. 
Legendre y el abogado defensor aciertan su diagnóstico cuando afir-
man que se trató de un parricidio. Lortie desplazó hacia el gobierno la per-
versión del padre. Es un acto loco, pero no está hecho por un psicótico, 
por un enajenado. Cuando Denis lo subjetiva -cuando puede "apropiar-
se" de su acto,- deja de estar loco. Habla, recupera su historia y recono-
ce su acto desvariado y criminal: "no soy capaz de explicar cómo se hizo 
todo eso, estaba perdido a un extremo en verdad peligroso ... no puedo 
decir que no soy yo, soy yo" (Legendre. 1994: 1 05). 
Dice Néstor Braunstein que el pasaje al acto " ... es la imposibilidad de 
verse al mismo tiempo «desde adentro>> y «desde afuera>>( ... ) cuando esto 
sucede está fuera de sí" (2008:97). Cuando Lortie se recupera,cuando re-
torna a sí gracias a la intervención simbólica del Otro, puede hacer el do-
ble reconocimiento, tanto desde adentro como desde afuera. Puede ver-
se a sí mismo, mirarse en el espectáculo del mundo en esa imagen que le 
devuelve el video. La mirada del Otro y la visión de él confluyen sobre ese 
"no soy yo", pero "soy yo". Es el uno y el otro, ahora conectados. 
De igual modo, lo que había reiterado varias veces "no es mi corazón, 
es mi cabeza", se vinculan cuando sale del pasaje al acto. Cabeza y cora-
zón pueden conciliarse -hablarse-, los dos le pertenecen. Ahora escucha 
74 
Vicisitudes del acto criminal: acting-out y pasaje al acto 1 MA.~TA G::REz AMBERTÍN 
el discurso discordante de ambos. ¿No es acaso lo que cualquier sujeto 
hace habitado por las contradicciones entre su corazón y su cabeza? Cla-
ro, no todos llegan al crimen. 
Lortie, en loco vértigo, hace su pasaje al acto criminal. Pero se recupe-
ra gracias la liturgia del segundo proceso judicial -que le establece los lími-
tes que su padre no pudo brindarle- y a la estrategia de la defensa -que 
incluye el asesoramiento psicoanalítico al abogado defensor-. Merced a 
ambos restaura al padre simbólico, tramita su posición de hijo legitimado 
por el sistema de prohibiciones. Podrá, así, permutar la posición de hijo 
por la de padre. Merced a todo ello restaurará su subjetividad. 
Es en virtud de ese Tribunal que acepta llamar a un hombre a ren-
. dir cuenta de sus actos -mientras pende sobre él la cierta posibilidad de 
la sanción penal- donde Denis Lortie subjetiviza su falta, es decir, se (re) 
apropia de sí mismo. Recupera su humanidad al precio de admitir su cri-
men y aceptar su responsabilidad. Sí, el costo de la operación podría ser 
la pérdida de la libertad de unos años. El abogado defensor pide una "san-
ción modulada". 
La estrategia de la defensa sin duda es compleja: "se trata se saber 
cómo, sobre la base de una acusación de homicidio, y declarándose Lor-
tie culpable( ... ) pueda ser jurídicamente concebible llegar a una senten-
cia de condenación conciliable con el estado de demencia del homicida 
en el momento de los hechos" (Legendre. 1994: 163). ¿Cómo conciliar un 
pasaje al acto loco con responsabilidad?; lse puede conciliar tal oxímoron? 
Sí, en tanto esa acusación permite al sujeto acusado restaurar su subjetivi-
dad y hacerse responsable de sus actos. Todo el texto de Legendre trata 
esta difícil cuestión que merece ser considerada tanto por el campo jurí-
dico como por el campo psi. 
Si bien la defensa pudo haber sustraído a Lortie de la pena recurrien-
do sólo al Art. 16, en el segundo proce~o optó por apostar a la función 
clínica del Derecho y evitó conducir a Denis desde el campo del derecho 
al campo médico, de la sanción penal a la reclusión manicomial. Apostó a 
volver a reunir a Denis Lortie con las partes que le faltaban, a que pudie-
ra subjetivizar su falta y hacerse responsable de su acto homicida, a que 
pudiera -tal como afirmamos en el epígrafe- re inscribirse en la palabra, 
a que la.justicia tuviera la oportunidad de ser algo más que una máquina 
de administrar el miedo social y subjetivo. 
75 
Culpa. responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicaanalítica. Valumen /11 
Ref. Bibliográficas 
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