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Oncogenes virales. Algunos virus poseen un gen especial – oncogen o gen onc – que es capaz de conferir carácter de malignidad a las células que infecta. Se les han denominado según el tumor que inducen ( Ej. src por sarcoma), y seguramente quedan muchos por descubrir. El sarcoma de Rous ilustra el mecanismo que opera en los retrovirus. El virus con genoma ARN se adsorbe a la célula, penetra y el ARN de simple hebra es transcripto a ADN de doble hebra por una ADN polimerasa ARN dependiente, la transcriptasa reversa. Se forma un ADN viral que se integra al ADN celular como “provirus”. Este provirus tiene tres destinos posibles: a) quedar latente en el genoma, persistiendo sin manifestarse b) ser transcrito a ARNm por la polimerasa celular y seguir el ciclo replicativo con producción de progenie viral y c) activarse el oncogen y transcribirse a un ARNm que producirá una proteína que promueva la transformación celular, que a su vez por expansión clonal origine un tumor. Oncogenes celulares. Se ha descubierto que muchas células de aves, peces y mamíferos son portadoras de genes que equivalen al oncogen src, pues generan una proteína-quinasa semejante. Al parecer muchos otros oncogenes tienen su contraparte génica en las células del hospedero (proto-oncogen , c-onc) que se habrían adquirido durante la evolución. Diferentes estímulos podrían activar estos c-onc, como inserciones de genes virales, radiaciones, mutaciones, etc. y resultar en transformación celular Mecanismos indirectos. Se han descrito otras alteraciones que contribuyen a la asociación entre virus y cáncer, como la regeneración celular secundaria a la cirrosis, observadas en infecciones por virus hepatitis B y C. Como el sistema inmune se encarga de vigilar la aparición de células anormales, cualquier infección que afecte los órganos del sistema inmune puede favorecer la emergencia de tumores. El mejor ejemplo es el VIH, que se discute en el capítulo correspondiente. Otros mecanismos indirectos están representados por infecciones ccncomitantes, factores dietético, hormonales, etc. En la Tabla1 se muestra la asociación entre virus, cáncer humano y cofactores posiblemente involucrados A pesar de compartir idéntico patrimonio genético, las células de los diversos tejidos de un mismo individuo muestran importantes diferencias tanto morfológicas como fisiológicas. Esto se debe al hecho de que dependiendo de las funciones que debe cumplir un determinado tejido, el patrón de expresión de los genes es distinto en un órgano u otro. En este contexto podemos situar también lo que se refiere a la capacidad de división celular: algunas células están programadas para estar continuamente en mitosis (por ejemplo las células de la base de la epidermis en la piel) y otras están absolutamente “detenidas” en el ciclo celular (quiescentes, por ejemplo, las fibras musculares). Por otro lado, la fisiología de algunos tejidos implica también la eliminación de algunas células, proceso conocido como muerte celular programada o apoptosis. Así, es fácil comprender que en cada célula existen: 1) genes que codifican proteínas pro-mitóticas; 2) genes que codifican proteínas “supresoras” de la mitosis; y 3) genes que conducen a la muerte celular. En las células de división continua la “balanza de la expresión” está más inclinada por los primeros y en las células que no dividen se imponen los segundos. Debido a una cuestión histórica, por la manera en que fueron identificados, los genes supresores de la mitosis son conocidos como supresores de tumor. El fenómeno que conocemos como cáncer se refiere precisamente a un desequilibrio en la balanza fisiológica entre las funciones pro-mitóticas y las supresoras de mitosis. Desde un punto de vista molecular, existe un consenso que la pérdida del control de la división celular (proceso conocido como transformación) es un fenómeno de origen multifactorial, donde varios eventos moleculares dirigen a la célula a la división continua
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