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Microbiologia Medica (570)

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572 SECCIÓN IV Virología
tres a cinco días, lo mismo que los síntomas generales. Los sín-
tomas respiratorios suelen persistir durante otros tres a cuatro 
días. La tos y la debilidad pueden persistir por dos a cuatro se -
manas después que ceden los síntomas principales. Pueden 
presentarse infecciones leves o asintomáticas. Estos síntomas 
pueden desencadenarse por cualquier cepa de virus de la gripe 
A o B. En cambio, la gripe C pocas veces produce el síndrome 
de infl uenza, y más bien es causa de resfriados comunes. La 
coriza y la tos pueden persistir por varias semanas.
Los síntomas clínicos de la gripe en los niños son simila-
res a los observados en los adultos, aunque los niños pueden 
tener fi ebre más alta y una mayor frecuencia de manifestacio-
nes digestivas como vómito. Pueden presentarse convulsiones 
febriles. Los virus de la gripe A son una causa importante de 
laringotraqueobronquitis en los niños de menos de un año 
de edad, la cual puede ser grave. Por último, puede presentarse 
otitis media.
Cuando la gripe aparece en forma epidémica, las manifes-
taciones clínicas son tan uniformes que es posible diagnosticar 
la enfermedad. Los casos esporádicos no se pueden diagnos-
ticar con base en las manifestaciones clínicas, ya que éstas 
pueden no distinguirse de las causadas por otros microorga-
nismos patógenos del sistema respiratorio. Sin embargo, estos 
otros microorganismos pocas veces producen neumonía viral 
grave, que es una complicación de la infección por el virus de 
la gripe A.
B. Neumonía
Las complicaciones graves suelen presentarse sólo en los adul-
tos de edad avanzada y pacientes debilitados, sobre todo aque-
llos con enfermedades crónicas subyacentes. El embarazo al 
parecer es un factor de riesgo para las complicaciones pulmo-
nares letales en algunas epidemias. La repercusión letal de una 
epidemia de gripe se refl eja en las muertes excesivas a causa de 
neumonía y enfermedades cardiopulmonares.
La neumonía que complica las infecciones por gripe puede 
ser viral, bacteriana secundaria o una combinación de las dos. 
El incremento de la secreción de moco facilita el transporte de 
los microorganismos hacia la porción inferior del sistema res-
piratorio. La gripe aumenta la susceptibilidad de los pacientes 
a las superinfecciones bacterianas. Esto se atribuye a la pérdida 
de la depuración por los cilios, la disfunción de las células fago-
cíticas y la generación de un medio de proliferación bacteriana 
enriquecido por el exudado alveolar. Las bacterias patógenas 
más frecuentes son Staphylococcus aureus, Streptococcus pneu-
moniae y H. infl uenzae.
La neumonía viral y bacteriana combinada tiene una fre-
cuencia aproximadamente tres veces mayor que la neumonía 
por gripe primaria. Una explicación molecular de un efecto 
sinérgico entre los virus y las bacterias puede ser que algunas 
cepas de S. aureus secretan una proteasa capaz de desdoblar 
la HA de la gripe y de esta manera permitir la producción de 
cantidades mucho más elevadas de virus infecciosos en los 
pulmones.
C. Síndrome de Reye
El síndrome de Reye es una encefalopatía aguda de niños y 
adolescentes, por lo general de entre los dos y 16 años de edad. 
La tasa de mortalidad es elevada (10 a 40%). Se desconoce la 
causa de este síndrome, pero es una complicación infrecuente 
reconocida de la gripe B, la gripe A y de la infección por her-
pesvirus de varicela-zóster. Existe una posible relación entre el 
uso de salicilatos y la aparición subsiguiente del síndrome de 
Reye. La frecuencia del síndrome ha disminuido conforme se 
ha reducido el empleo de salicilatos en los niños con síntomas 
similares a la gripe.
Inmunidad
La inmunidad contra la gripe es duradera y específi ca de sub-
tipos. Los anticuerpos contra HA y NA son importantes en la 
inmunidad contra la infl uenza, en tanto que los anticuerpos 
contra las otras proteínas codifi cadas por virus no son protec-
tores. La resistencia al inicio de la infección está relacionada 
con el anticuerpo contra la HA, en tanto que la disminución de 
la gravedad de la enfermedad y de la capacidad para transmitir 
el virus a los contactos guarda relación con el anticuerpo diri-
gido contra la NA.
La protección se correlaciona con los anticuerpos séri-
cos y los anticuerpos IgA presentes en las secreciones nasa-
les. El anticuerpo secretor local probablemente es importante 
para evitar la infección. Los anticuerpos séricos persisten por 
muchos meses a años, en tanto que los anticuerpos secreto-
res tienen una duración más breve (por lo general sólo varios 
meses). El anticuerpo también modifi ca la evolución de la 
enfermedad. Una persona con concentraciones bajas del anti-
cuerpo puede infectarse pero experimentará una forma leve de 
la enfermedad. La inmunidad puede ser parcial, ya que puede 
ocurrir reinfección con el mismo virus.
Los tres tipos de virus de la gripe no tienen una relación 
antigénica y por lo tanto no inducen a una protección cruzada. 
Cuando un tipo de virus experimenta una variación antigé-
nica menor, una persona con anticuerpo preexistente a la cepa 
original puede sufrir sólo infección leve con la nueva cepa. Las 
infecciones subsiguientes a las inmunizaciones refuerzan la 
respuesta de anticuerpo al primer subtipo de gripe experimen-
tado años antes, un fenómeno denominado “pecado antigénico 
original”.
Se considera que la principal función de las respuestas 
inmunitarias mediadas por células en la gripe es el despeje de 
una infección corroborada; los linfocitos T citotóxicos produ-
cen lisis de las células infectadas. La respuesta de linfocito T 
citotóxico es de tipo de reacción cruzada (puede producir lisis 
de células infectadas con cualquier subtipo de virus) y al pare-
cer está dirigido contra las dos proteínas internas (NP, M) y las 
glucoproteínas de superfi cie.
Diagnóstico de laboratorio
Las manifestaciones clínicas de las infecciones respiratorias 
virales se producen por muchos virus diferentes. En conse-
cuencia, el diagnóstico de la gripe se basa en la identifi cación 
de los antígenos virales o del ácido nucleico viral presente en 
las muestras, el aislamiento del virus o la demostración de una 
respuesta inmunitaria específi ca por el paciente.
Los lavados nasales, los borborigmos y los frotis de exu-
dado faríngeo son las mejores muestras para los análisis diag-
nósticos y se deben obtener en los primeros tres días después 
del inicio de los síntomas.
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