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g a n z l 9 l 2 Bajo la dirección de GugÜelrno Cavaüo y Rogcr Chartier HISTORIA DE LA g a n z 1 9 1 2 Título original: Histo?ie de la lecture dtins le monde occidental © 1997, Editíons Laterza et Editions du Seuíl © 2001, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. ©De esta edición: Grupo Santillana de Ediciones, S. A., 2001 Santillana Ediciones Generales, S. L., 2004 Torrelaguna, 60. 28043 Madrid Teléfono (91) 744 90 60 Telefax (91) 744 92 24 • Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A. Beazley 3860. 1437 Buenos Aires • Santillana Ediciones Generales S. A. de C. V. Avda. Universidad, 767, Col. del Valle, México, D.F. C. P. 03100 • Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S. A. Calle 80, n." 10-23 Teléfono: 635 12 00 Santafé d e Bogotá, Colombia Diseño de cubierta: Pep Carrió y Sonia Sánchez, Fotografía de cubierta: Enrique Cotarclo ISBN: 84-306-0431-6 Dep. Legal: M-49.078-2004 Printed in Spain - Impreso en España Primera edición en esta colección: mayo de 2 001 Segunda edición: diciembre de 2004 https://tinyurl.com/y794dggv https://tinyurl.com/y9malmmm Queda prohibida, salvo excepción previshi en Ja !ey, cualquieríorinu de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. înfracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito confín la propiedad intelectual (;tm. 270 y sgis. del Código Penal). https://tinyurl.com/y794dggv https://tinyurl.com/y9malmmm U 'E K POR LEER; UN PORVENIR PiARA LA L lífriU R A 6 1 5 pronto ni siquiera será editado, al menos enuna cantidad tal que responda a un requerimiento masivo. E l desorden de la lectura D e cuanto hemos dicho hasta el m om ento parece evi dente que en el ámbito de las áreas culturahnente más avan zadas (E E U U y Europa) se va abriendo camino un modo de lectura de masas que algunos proponen expeditivamente que se defina como “posm oderno” y que se configura com o “anárquico, egoísta y egocéntrico”, basado en único impe rativo: “leo lo que me parece” 22. C om o ya se ha dicho, esto se ha originado a causa de la crisis de las estructuras institucionales e ideológicas que has ta ahora habían sustentado el anterior “orden de la lectura”, es decir, la escuela com o pedagogía de la lectura dentro de un determinado repertorio de textos autoritarios; la Iglesia com o divulgadora de la lecu ra orientada hacia finespiadososy mora les; y la cultura progresista y dem ocrática que centraba en la lectura un valor absoluto para la form ación del ciudadano ideal. P ero esto es también el fruto directo de una más poten te alfabetización de masas, del acceso al libro de un número m ucho más elevado de lectores que el de hace treinta o cin cuenta años, de la crisis de oferta de la industria editorial res pecto a una demanda caóticamente nueva en términos de gus to y en términos numéricos. Todos ellos son elementos que se parecen en gran medida a la crisis que ya atravesara la lec tura com o hábito social y el libro com o instrumento de este hábito durante el siglo XVIII europeo; cuando nuevos lecto res de masas plantearon nuevas demandas y la industria edi torial no consiguió responder a sus crecientes necesidades más que de un modo incierto y con retraso; cuando las tradicio nales divisiones entre los libros llamados “populares” y los libros de cultura se debilitaron para numerosos lectores burgueses y para algunos de los nuevos alfabetizados urbanos. 22 P. Innocenti, “La pratica del leggere", en Quaderni di Bihlioteche oggi, n.° 4, Mi lán, 1989, p. 12. 6 1 6 11 ISTORlA IJF LA LECTURA E'\f E LM UN DO OCCIDENTAL Contrariam ente a lo que sucedía en el pasado, hoy en día la lectura ya no es el principal instrumento de culturiza- ción que posee el hom bre contem poráneo; ésta ha sido des bancada en la cultura de masas por la televisión, cuya difusión se ha realizado de un modo rápido y generalizado, en los últi mos treinta años. E n Estados Unidos, en 195 5, el 78% de las familias tenían un televisor; en 1978 este porcentaje creció al 95% y en 1985 llegó al 98% . Al mismo tiempo, en la socie dad norteamericana disminuía el número de periódicos: en 191O había más de 2.500, que descendieron a l.7 5 0 e n 1945 y a 1.676 en 1985 23. L a situación europea y la japonesa son, desde este punto de vista, similares a la estadounidense, aunque no se pre sentan con las mismas características. En general, se puede afir m ar con seguridad que hoy día en todo el mundo el papel de información y de formación de las masas, que durante algu nos siglos fue propio de la producción editorial, y, por tanto, “para leer”, ha pasado a los medios audiovisuales, es decir, a los medios para escuchar y ver, com o su propio nombre indica. P o r primera vez, pues, el libro y la restante producción editorial encuentran que tienen una función con un público, real y potencial, que se alimenta de otras experiencias informativas y que ha adquirido otros medios de culturización, como los audio visuales; que está habituado a leer mensajes en movimiento; que en muchos casos escribe y lee mensajes realizados con proce- dinúentos electrónicos (ordenador, máquina de vídeo o fax); que, además, está acostumbrado a culturizarse a través de procesos e instrumentos costosos y muy sofisticados; y a dominarlos, o a usarlos, de formas completamente diferentes a las que se uti lizan para llevar a caboun proceso normal de lectura. Las nue vas prácticas de lectura de los nuevos lectores deben convivir con esta auténtica revolución de los comportamientos cultu rales de las masas y no pueden dejar de estar influenciados. 23 M. L. de Fleur, “How Massive are Mass-Media?", en Syracuse Scholar, X, 1 (1990), pp. 14-34. Sínembargo, ya en 1963 el estudioso inglés Ronald Mortis podía afinnar que la lectura había perdido terreno con respecto a la televisión y a otros medios de comunicación no escrita y que tal proceso se había acentuado en los últimos diez años; vid. R. Morris, Succesrs atl'lUi Fat/are in Learning ío Read, D. McKay (Ed.), Lon dres, 1973 (3.‘ ed.), p. 25. LEER POR LEER: UN PORVENIR P ^ LA LECTURA 6 1 7 Com o es sabido, el uso del mando a distancia del televi sor ha proporcionado al espectador la posibilidad de cambiar instantáneamente de canal, pasando de una película a un deba te, de un concurso a las noticias, de un anuncio publicitario a una telenovela, etc., en una vertiginosa sucesión de imágenes y episodios. D e un hábito de estas características nacen en el desorden no programado del vídeo nuevos espectáculos indi viduales realizados con fragm entos no hom ogéneos que se superponen entre sí. El telespectador es el único autor de cada uno de estos espectáculos, ninguno de los cuales se incluye en el cuadro de una cultura orgánica y coherente de la televisión, pues, efectivamente, son a la vez actos de dependencia y actos de rechazo y constituyen en ambos casos el resultado de situa ciones de total desculturización, por una parte y de original creación cultural, por otra. E l zapping (nombre angloameri cano de esta costumbre) es un instrumento individual de con sumo y de creación audiovisual absolutamente nuevo. A través del mismo, el consumidor de cultura mediática se ha habituado a recibir un mensaje construido con mensajes no hom ogé neos y, sobre todo, si se le juzga desde una perspectiva racio nal y tradicional, carente de “sentido”; pero se trata de un men saje que necesita de un mínimo de atención para que se le siga y disfrute y de un máximo de tensión y de participación lúdi- ca para ser creado. Esta práctica mediática, cada vez más difundida, supo ne exactamente lo contrario de la lectura entendida en sen tido tradicional, lineal y progresiva; mientras que está muy cercana a la lectura en diagonal, interrumpida, a veces rápi da y a veces lenta, com o es la de los lectores desculturizados. P o r otra parte, es verdadque el telespectador creativo es en general también capaz de seguir, sin perder el hilo de la his toria, los grandes y largos enredos de las telenovelas, que son las nuevas compilaciones épicas de nuestro tiempo, síntesis enciclopédicas de la vida consumista, cada una de ellas pue de corresponder a una novela de mil páginas o a los grandes poemas del pasado de doce o más libros cada uno. E l hábito del zapping y la larga duración de las teleno velas han forjado potenciales lectores que no sólo no tienen 6 1 8 HISTORIA DE LA LECTURA EN E L MUNDO OCCIDENTAL un “canon” ni un “orden de la lectura”, sino que ni siquiera han adquirido el respeto, tradicional en el lector de libros, por el orden del texto, que tiene un principio y un final y que se lee según una secuencia establecida por otros; por otra parte, estos lectores son también capaces de seguir una larguísima serie de acontecimientos, con tal de que contenga las carac terísticas del hiperrealismo mítico, que son propias de la fic ción narrativa de tipo “popular”. Los modos de leer E l orden tradicional de la lectura consistía (y consiste) no sólo en un repertorio único y jerarquizado de textos legi bles y “leyendas”, sino también en determinadas liturgias del com portam iento de los lectores y del uso de los libros, que necesitan ambientes convenientem ente preparados e ins trumentos y equipos especiales. E n la milenaria historia de la lectura siempre se han contrapuesto las prácticas de utili zación del libro rígidas, profesionales y organizadas con las prácticas libres, independientes y no reglamentadas. E n Euro pa, durante los siglos XIII y XIV, por ejemplo, la lectura de los profesionales de la cultura escrita, rodeados de libros, atri l es y otros instrumentos, se oponían a las libres experiencias de lectura del mundo cortés y a las que carecían de discipli na y de reglas del “pueblo” burgués de lengua vulgar. Mientras ha durado, el orden de la lectura imperante dic taba incluso a la civilización contem poránea algunas reglas sobre los modos en que debía realizarse la operación de la lec tura y los comportamientos de los lectores; esas reglas des cienden directamente de las prácticas didácticas de la pedagogía moderna y han encontrado una puntual aplicación en la escue la burguesa, institucionalizada entre los siglos XIX y XX. Según tales reglas, se debe leer sentado manteniendo la espalda rec ta, con los brazos apoyados en la mesa, con el libro delante, etc.; además, hay que leer con la máxima concentración, sin realizar movimiento ni ruido alguno, sin molestar a los demás y sin ocupar un espacio excesivo; asimismo, se debe leer de un modo ordenado respetando la estructura de las diferentes par- LEER POR LEER: Ul\' PORVENIR PARA LA LECTURA 6 1 9 tes del texto y pasando las páginas cuidadosamente, sin doblar el libro, deteriorarlo ni maltratarlo. Sobre la base de estos prin cipios se proyectaron las salas de lectura de las public librarles anglosajonas, lugares sagrados para la lectura “de todos”, y que en consecuencia resultan prácticamente idénticas a las salas de lectura tradicionales de las bibliotecas dedicadas al estu dio, al trabajo y a la investigación. L a lectura, teniendo com o base estos principios y estos modelos, es una actividad seria y disciplinada, que exige esfuer zo y atención, que se realiza con frecuencia en común, siem pre en silencio, según unas rígidas normas del comportamiento; los demás modos de leer, cuando lo hacemos a solas, en algún lugar de nuestra casa, en total libertad, son conocidos y admi tidos como modos secundarios, se toleran de mala gana y se consideran potencialmente subversivos, ya que comportan acti tudes de escaso respeto hacia los textos que forman parte del “canon” y que, por tanto, son dignos de veneración. Según una investigación llevada a cabo por Piero Inno- centi sobre un grupo de lectores italianos completamente alea torio, todos ellos de cultura media-alta, los hábitos de lectu ra de los italianos, al menos en niveles de edad y clase social documentados, son más bien tradicionales. Sobre ochenta entrevistados, sólo algunos desean leer al aire libre; doce de ellos señalan que prefieren leer sentados ante una mesa o un escritorio; y cuatro indican también la biblioteca com o lugar de lectura. De todos modos, el espacio favorito es la casa y dentro de ella su habitación (el que la tiene), mientras que la forma de leer varía entre la cama y el sillón; la mayoría con sidera el tren com o un óptimo lugar para la lectura, prácti camente equivalente al sillón casero. Sustancialmente se tra ta de respuestas que remiten a un código del comportamiento que aún está vigente desde los siglos y XX, vinculado a unas costumbres (con excepción del tren) que se establecieron hace algunos siglos en la Europa moderna y que básicamen te carece de novedades relevantes 24. 24 IInocenti, La pratka.. ., cit., pp. 219-225. 6 2 0 HISTORIA D E L A L E tcn ;R A EN EL MUNDO OCCIDENTAL E l convencionalism o y el tradicionalismo de los hábi tos de lectura de los entrevistados de esta investigación proceden tanto del elevado grado de cultura, com o de la cla se social, la edad y del hecho de que se trata de europeos cul- turizados. E n este sentido, no es casual que la única joven del grupo de menos de veinte años de edad y que sólo tenía estudios primarios ha mostrado preferencias y hábitos cla ramente opuestos a los de los demás, y entre las maneras de leer ha señalado también la de tumbarse en el suelo sobre una alfombra 25. Ya seh a apuntado el hecho de que los jóvenes de menos de veinte años de edad representan potencialm ente a un público que rechaza cualquier clase de canon y que prefiere elegir anárquicamente. E n realidad, rechazan también las reglas de comportamiento que todo canon incluye. Com o se ha escri to recientemente, “los jóvenes afirman que leen de todo, siem pre y en cualquier lugar. E l tebeo tiene esta característica, que se adapta a todos los ambientes ...” 26. La impresión que se tiene cuando se frecuentan los luga res de estudios superiores en Estados Unidos y en especial algu nas bibliotecas universitarias (si es que una experiencia per sonal y casual puede asumir un significado general) es que los jóvenes lectores están cambiando, com o en todos los países, las reglas del com portam iento de la lectura que hasta ahora han condicionado rígidamente este hábito. Y esto se advier te enlas bibliotecas, lo cual es aúnmás impo^rtante para el obser vador europeo, porque significa que el modelo tradicional ya no tiene validez ni siquiera en el lugar de su consagración, que en otros tiempos fue triunfal. ¿Cóm o se configura el nuevo modus legendi que repre sentan los jóvenes lectores? Este com porta, sobre todo, una disposición del cuerpo totalmente libre e individual, se puede leer estando tumba- 15 Es la n° 6\,ibíd., p. 271. 26 F. Marini-Mariucci, U testo, i/ lettore. Analisi teorico-pratica della comprensione, Roma, 1979i p. 49 (tomo la cita de Innocenti, Laprotica..., cit., p. 152). LEER POR LEER: UN PORVENIR PARA LA LECTURA 6 2 1 do en el suelo, apoyados en una pared, sentados debajo de las mesas de estudio, poniendo los pies encim a de la mesa (éste es el estereotipo más antiguo y conocido), etc. E n segundo lugar, los “nuevos lectores” rechazan casi en su totalidad o los utilizan de manera poco común o imprevista los soportes habi tuales de 1a operación de la lectura: la mesa, el asiento y el escri torio. Pues ellos raramente apoyan en el mueble el libro abier to, sino que más bien tienden a usar estos soportes com o apoyo para el cuerpo, las piernas y los brazos, con un infinito reper torio de interpretaciones diferentes de las situaciones físicas de la lectura. Así pues, el nuevo modus legendi comprende asi mismo una relación física con el libro intensa y directa, mucho más que en los modos tradicionales. El libro está enormemente manipulado,lo doblan, lo retuercen, lo transportan de un lado a otro, lo hacen suyo por medio de un uso frecuente, prolon gado y violento, típico de una relación con el libro que no es de lectura y aprendizaje, sino de consumo. E l nuevo m odo de leer influye en el papel social y en la presencia del libro en la sociedad contem poránea, contribu yendo a modificarlo con respecto al pasado más próximo, com o es fácil constatar si examinamos las modalidades de conser vación. Según las reglas de com portam iento tradicionales, el libro debía — y debería— ser conservado en un lugar adecuado, como la biblioteca, o dentro de ambientes privados en m ue bles específicos, com o librerías, estanterías, armarios, etc. Sin embargo, actualmente el libro en una casa (incluso ahora tam bién en las bibliotecas en donde los materiales de consulta ya no son sólo los libros) convive con un gran núm ero de obje tos diferentes de información y de formación electrónicos y con los abundantes gadgets tecnológicos o puramente sim bólicos que decoran los ambientes juveniles y que caracteri zan su estilo de vida. E n tre estos objetos el libro es el menos caro, el más manipulable (podemos escribir en él, ilustrarlo, etc.) y el que más se puede deteriorar. Las modalidades de su con servación están en estrecha relación con las de su utilización: si éstas son casuales, originales y libres, el libro carecerá de un lugar establecido y de una colocación segura. Mientras que los libros sean conservados, se encontrarán entre los demás 6 2 2 HISTORIA DE LA LECTURA EN E L MUNDO OCCIDENTAL objetos y con los otros elementos de un tipo de mobiliario muy variado y seguirán su misma suerte que es, en gran medida, inexorablemente efímera. Todo ello termina por tener a su vez algún reflejo en los hábitos de lectura, en el sentido de que la breve conservación y la ausencia de una colocación concreta y, por tanto, de una localización segura, hacen difícil, incluso imposible una ope ración que se repetía en el pasado: la de la relectura de una obra ya leída, y que derivaba estrechamente de una concep ción del libro com o un texto para reflexionar, aprender, res petar y recordar; muy diferente al concepto actual del libro corno puro y simple objeto de uso instantáneo, para consu m ir, perder o inclusive tirarlo en cuanto se ha leído. H ace ya algún tiempo HansM agnus Enzensberger, des pués de haber afirmado perentoriamente que “la lectura es un acto anárquico”, reivindicaba la absoluta libertad del lector, con tra el autoritarismo de la tradición crítico-interpretativa: El lector tiene siempre razón y nadie le puede arrebatar la liber tad de hacer de un texto el uso que quiera; y continúa: Forma parte de esta 1 ibertad hojear el libro por cualquier par te, saltarse pasajes completos, leer las frases al revés, alterarlas, ree laborarlas, continuar entrelazándolas y mejorándolas con todas las posibles asociaciones, recavar del texto conclusiones que el texto ignora, enfadarse y alegrarse con él, olvidarlo, plagiarlo, y, en un momento dado, tirar el libro en cualquier rincón 27. Ausencia de cánones y nuevos cánones La situación en la que nos encontramos actualmente pare ce, pues, que se caracteriza por fuertes síntomas de disolu 27 H. M. Enzensberger, “Un:.i modesta proposta per difendere la giovenru dalle opere di poesia”, en Sulla piccola borghesia. Un capriccio ŝociologico" seguito da a/tri saggi Milán, 1983, pp. 16-26; las citas son de la p. 20. LEER POR LEER; VN POR\'ENIR I.A LEC l'URA 6 2 3 ción del “orden de la lectura” propio de la cultura escrita- occi dental, tanto en lo concerniente ai repertorio com o en lo que se refiere a los hábitos de utilización y de conservación. A ello contribuye intensamente un sistema productivo que se com porta de un m odo irracional, que tiende a recoger el máxi m o provecho en el m ínim o tiempo, sin prestar atención a las perspectivas futuras; mientras que la coexistencia de los libros (y otros materiales editados) con los elementos audiovisua les margina a los prim eros, que se debilitan por su sustancial incapacidad de adaptación a los nuevos tiempos y a los hábi tos de utilización, y los métodos de aprendizaje cada vez tien den más a prescindir del escrito tradicional. U n aspecto com plementario de este fenómeno es el nacimiento de esas nuevas prácticas de lectura que ya se han analizado y que se encar nan en la figura del “lector anárquico”, hasta ahora repres en- tado sobre todo por los jóvenes, pero que está destinado a mul tiplicarse y, probablemente, a llegar a ser el modelo prevalente del futuro próximo. A este nuevo lector y a sus innovadoras prácticas de lec tura corresponde de alguna form a, en e1 ám bito del ciclo productivo del libro, o tra figura anóm ala y potencialm en te “anárquica”: la del escritor de consumo, que escribe textos de seudoJiteratura, que reescribe textos de otros autores, que redacta novelas rosas o novelas negras, o recoge y transcribe noticias de periódicos; con frecuencia esta clase de escritor está condenado al anonimato y excluido de las redacciones de los periódicos. Se trata de un fenómeno que no es nuevo enla lar ga historia de la cultura escrita occidental, que ha aparecido en todos los m om entos de crisis de la producción, de eleva do crecimiento de público y de variedad en la demanda del pro ducto, como por ej emplo en la Francia de la segunda mitad del siglo XVIII, en vísperas de la Revolución 28. En las distintas fases de su historia esta ambigua figura ha asumido con fre cuencia un papel activo de protesta contra el sistema cultural 28 Vid R. Chartier, Les originescdtwrellesde la Revo/wí/onfranfotív, París, 1990, pp. 73 80,98-102. 6 2 4 HISTORIA DE u , LECTURA EN E L MUNDO OCCJDKNITAL (y político) vigente, del mismo modo en que podría suceder, y en parte ha sucedido, con su análogo: el lector “anárquico”. Todo cuanto se ha expuesto hasta el m omento es válido sobre todo, si no exclusivamente, para el muno occidental avan zado, que, además de Europa, incluye a E E U U , la URSS (al menos hasta 1 989), Japón y algunas otras áreas diseminadas; no es válido para otras fuertes tradiciones culturales que aún se identifican profundamente con sus específicos “cánones” textuales y poseen sus propias liturgias de lectura; en primer lugar, para el mundo islámico, que tiene un rico patrimonio de amplia cultura escrita al cual no parece dispuesto a renun ciar ni siquiera con vistas a un dificultoso proceso de occi- dentalización del consumo; y tam poco para el universo chi no, aún cerrado desde el punto de vista cultural con respecto a una tradición muy compacta y dogmática, aunque riquísi ma en cuanto a producción escrita de desiguales niveles. El hecho de que el m undo esté dividido en áreas cultu rales notablemente diferentes entre sí, también en el campo de la producción y del uso de la cultura escrita, no es, natu ralmente, una novedad, pues así ha sido siempre y cabe decir que las diferencias entre la producción escrita y las prácticas de lectura entre las diferentes áreas eran en el pasado más leja no y en el próximo mucho más pronunciadas de lo que lo son en estos momentos. Sin embargo, exactamente por esto el pro blema de un devenir unívoco o múltiple de la lectura se plan tea con urgencia en este final de siglo en el que en el ámbito de la cultura mediática las tendencias a los monopolios y a la desaparición de las diferencias, del mercado y de los productos, se hacen cada vez más claras. Endefinitiva, porlo que podemos prever parece que, por una parte, desde una perspectiva general, el debilitamiento del canon occidental ysu mezcla con otros repertorios, en situa ciones de conflicto y de pluralidad de razas , y por otra par te, desde una perspectiva individual, encontram os la conso lidación de prácticas “anárquicas” que están convirtiendo a la lectura en un fenómeno fragmentado y diseminado y abso- lu^mente carentede reglas, excepto a nivel personal o de peque ños grupos. Completamente opuesto, pues, a lo que sucede con L.LU.R POR LEER'. l!N PORVENIR PARA l.A LECTURA 6 2 5 los medios de comunicación electrónicos y en especial con la televisión, cuyo “canon” de programas tiende rápidamente a uniformarse a nivel m undial y a homologar al público de cual quier tradición cultura] a la que pertenezca. Aunque la bata- 11a del zapping com ienza a constituir un factor de anárquico desorden individual dentro del férreo “orden del vídeo”. Realmente puede parecer erróneo (aunque tal vez inevi table) preguntarse en este m om ento si el p orvenir de la lec tura tal como la hemos planteado aquí, hecha de prácticas individuales, elecciones personales y de rechazo de reglas y jerarquías, de caos productivo y de consumo salvaje, de métis- sages de repertorios diferentes, de niveles de producción dife rentes pero paralelos, puede ser considerado o no como un fenó meno positivo. E n realidad, éste parece configurarse com o un fenómeno difundido y complejo, destinado a consolidarse y a afirmarse en una o dos décadas, coincidiendo con el paso del segundo al tercer milenio. Sólo dentro de cincuenta o cien años podremos saber a dónde nos ha conducido y si lo desea mos, em itirem os una opinión. P o r ahora, no, es demasiado prematuro.
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