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Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
Urbanismo y planificación: Áreas Verdes Urbanas 
Urbanism and Planning: Urban Green Areas 
 
 
Rita de Cássia Gregório de Andrade 
Pontificia Universidad Católica del Perú 
 
Resumen 
Actualmente, los planificadores, el Gobierno y las universidades buscan estudiar y 
elaborar planes de implantación o rehabilitación de áreas verdes en la ciudad. 
Efectivamente, es necesario valorizar la función ecológica de las zonas verdes en 
el espacio urbano, sumando a ello la generación de espacios de ocio y de 
encuentro social, como un camino para lograr una mejor calidad de vida. El 
presente artículo es resultado de la experiencia de la autora como becaria del 
Programa Formación Permanente 2011 de la Fundación Carolina durante tres 
meses, en los cuales ha asistido a clases en el Master Universitario en Ordenación 
y Gestión del Desarrollo Territorial de la Universidad de Sevilla1; además, la 
investigación realizada en la biblioteca de la misma universidad. La investigación 
bibliográfica y documental realizada tuvo como objetivo estudiar las metodologías 
de elaboración, implantación y mantenimiento de planes de áreas verdes. Se 
 
1
 Las opiniones expresadas en esta colección incumben a la autora y no reflejan punto de vista de 
la Fundación Carolina ni del Máster Universitario en Ordenación y Gestión del Desarrollo Territorial 
de la Universidad de Sevilla. Por lo tanto, lo escrito en el presente artículo es de entera 
responsabilidad de la autora, no habiendo sido sometido a correcciones por parte de las 
instituciones antes mencionadas. 
 
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Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
esperó, con la realización del presente trabajo, conocer las experiencias 
españolas en lo referido a planificación de áreas verdes urbanas, como también 
tomar conocimiento de las discusiones actuales sobre el referido tema. 
 
Palabras clave: Urbanismo; Planificación; Áreas Verdes; Planes de Áreas Verdes. 
Abstract 
Nowadays, planners, government and universities seek answers to developing 
plans in order to implement or to rehabilitate greenbelts in the city. As a matter of 
the fact, the ecological function of such areas in the urban space has become a 
necessity; plus, they work as places of relaxation and social meeting without which 
any improvement in the quality of life could be achieved. This article is the result of 
the author's multiple experiences as a scholarship holder of the 3-month duration 
Programa Formación Permanente 2011 de la Fundación Carolina, where she 
attended lectures on Master Universitario en Ordenación y Gestión del Desarrollo 
Territorial de la Universidad de Sevilla, besides further research on the library of 
this university. The aim of the bibliographic and documental research was to study 
urban green areas as well as to bear in mind current discussions about this 
important topic. 
 
Key words: Urbanism; Planning; Greenbelt; Greenbelt plans. 
 
Introducción 
 
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 El rápido y desordenado proceso de urbanización ocurrido en las grandes 
urbes desde la Revolución Industrial resultó en varios problemas ambientales, 
entre los cuales se destacan la contaminación atmosférica y la disminución de 
áreas verdes. Es así que la escasez de vegetación ha ido adquiriendo cada vez 
más espacio en las discusiones sobre Planificación Urbana, ya que está 
comprobada que la falta de estas zonas verdes esta directamente relacionada con 
la inestabilidad socio- económica de una ciudad y con la baja calidad de vida de 
los ciudadanos. Por lo tanto, la planificación de áreas verdes en zonas urbanas es 
urgente y necesaria. 
En primer lugar, se considera pertinente recordar las palabras de 
Rublowkky (1967): “la ciudad no representa nada más que un nuevo medio… 
adaptado a las necesidades de la especie humana, y no a las de las especies 
vegetales y animales”. Por otro lado, el hombre, en su relación con la naturaleza, 
tuvo el espacio urbano como locus principal de su evolución técnica, científica e 
informacional (recordando el pensamiento del geógrafo Milton Santos), 
construyendo un ambiente artificial. Mientras que Moro escribe: 
 
[...] a constante urbanização nos permite assistir, em nossos 
grandes centros urbanos, a problemas cruciais do 
desenvolvimento nada harmonioso entre a cidade e a 
natureza. Assim, podemos observar a substituição de valores 
naturais por ruídos, concreto, máquinas, edificações, 
 
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poluição etc..., e que ocasiona entre a obra do homem e a 
natureza crises ambientais cujos reflexos negativos 
contribuem para degeneração do meio ambiente urbano, 
proporcionando condições nada ideais para a sobrevivência 
humana (Moro, 1976: 15). 
 
El hecho es que los cambios ocurridos en el contexto de la Revolución 
Industrial fueron (entre otras tantas transformaciones positivas y negativas), la 
formación de enormes concentraciones urbanas a lo largo de los siglos XIX y XX, 
con la impermeabilización de los suelos, la destrucción de manantiales, 
canalización de ríos, en fin, la eliminación creciente de la naturaleza en el espacio 
urbano. Como afirman Sukopp y Werner: 
 
El comienzo de la Revolución Industrial supone el inicio de la 
Edad Contemporánea en las grandes ciudades y estas 
crecieron rápidamente, lo que llevó aparejado el aumento de 
la contaminación. Las ciudades se extendieron 
sustancialmente sin la presencia de zonas verdes, lo que las 
convirtieron en monstruos. El automóvil sustituyó al caballo y 
la presencia de animales se redujo a algunos domésticos de 
poca envergadura y a animales de compañía (Sukopp; 
Werner, 1989: 21). 
 
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Es por esto que ahora queda remediar los efectos crueles de este modelo 
de crecimiento urbano. De modo específico, las llamadas Megaciudades (las con 
más de 10 millones de habitantes, usando la terminología de la socióloga Saskia 
Sassen) de Latinoamérica, como México, São Paulo o Buenos Aires, son espacios 
urbanos difíciles de gobernar y sus dimensiones y problemas desaniman a los 
planificadores, gestores y ecólogos más optimistas. Encima, las soluciones a sus 
problemas se vuelven más difíciles cuando se constata que las sociedades de 
varias ciudades aún viven la corrupción política, con debilidad en los marcos 
jurídicos o en su aplicación, como también, buena parte de la población sigue con 
bajos niveles de conciencia ciudadana o capacidad de organización y participación 
en las decisiones. En este escenario de conflictos, el sector económico tiene, con 
más facilidad, sus intereses atendidos de forma privilegiada, en detrimento del 
social y ambiental. En esta senda, el mercado inmobiliario y automovilístico son 
los privilegiados. 
 Por otra parte, entre los principales retos para la mejora de los espacios 
urbanos, está el propio hecho de que la ciudad, en el sistema económico actual, 
es vista por los gestores públicos como un producto mercantil, donde las áreas 
verdes son consideradas importantes en la medida que puede traer ingresos 
económicos, de alguna manera. Mientras tanto, la concepción de Área Verde, 
como espacio público para el esparcimiento de la población (desconsiderando 
aquí áreas verdes privadas) y pulmón para la urbe, es contradictoria a la visión de 
 
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cuidad como mercadería. Loboda apunta que en esta “relação desigual e/ou 
combinada da contraposição entre questões socioambientais e econômicas, de 
modo geral esta última se sobressai, geralmente ficando aquilo que é público em 
segundo plano ou ainda considerado como problema” (Loboda, 2003). 
 Por último, se resalta que, teniendo en cuenta que hay muchos estudios y 
bibliografías que tratan del “verde en las ciudades”, hay muchos términostécnicos 
y conceptos específicos de este campo del saber. Entonces, abocar por la 
presencia del verde en la ciudad significa lidiar con el uso de palabras y 
expresiones tales como Espacios Libres, Áreas Verdes, Parques Urbanos, 
Arborización Urbana, Plazas, Jardines, Agricultura Urbana, Huertos Urbanos, 
arborización de vías, cinturones verdes, corredores o vías verdes, etc. Mientras 
tanto, los conceptos de Área Verde, Zona Verde, Espacio Verde urbano poseen un 
enfoque integral, refiriéndose prácticamente a la totalidad de plantas o vegetación 
en la ciudad. 
 En síntesis, las áreas verdes, zonas verdes o espacios verdes son 
superficies de las zonas urbanas donde el elemento fundamental de su 
composición es el vegetal. Por fin, Saillard define área verde como: 
 
Espacio público o privado que ofrece con toda seguridad a 
los usuarios óptimas condiciones, tanto en lo que se refiere a 
la práctica de los deportes o juegos como a paseos, 
 
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momentos de esparcimiento y reposo, en el que el elemento 
fundamental de la composición es el vegetal (Saillard, 1992). 
 
 Luego, evitando el exceso de términos utilizados en la Planificación Urbana 
de distintas ciudades y en el lenguaje común con respecto a la cantidad de 
definiciones y conceptos, como también clasificaciones y sobretodo las dificultades 
por abarcar la definición de todos ellos dentro del espacio de tiempo de la 
presente investigación, se esclarece que en este escrito, se dará preferencia 
predominantemente al uso de los términos Zonas Verdes, Espacios Verdes o 
Áreas Verdes, significando cualquier espacio libre en el cual predominan plantas o 
vegetación, correspondiendo generalmente a lo que se conoce como parques, 
jardines o plazas de uso público. 
 
1.1. Algunos apuntamientos sobre la presencia del “verde en la ciudad” 
 
 De acuerdo a la bibliografía consultada, se constata que la historia del 
“verde en la ciudad” empieza con los jardines, inicialmente de carácter mítico y 
religioso (inspirado en el libro bíblico de Génesis) o para dar placer a los sentidos 
(vista y olfato). Como relata Bonells: 
 
Se cree que el jardín, sinónimo de Paraíso, nace del desierto. 
Efectivamente fue en el antiguo Creciente Fértil, cuando el 
 
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hombre del desierto evoluciona hacia una vida sedentaria, le 
gusta disponer de espacios con vegetación, normalmente 
Palmeras, así como ruido de agua en movimiento, etc... 
(Bonells, 2001, p. 2). 
 
 Así, son conocidos los jardines, desde los egipcios (el cual ha influenciado 
la jardinería occidental); chinos; las alusiones a los jardines colgantes de 
Babilonia; los jardines botánicos (cuya origen remonta a la Edad Media, para 
cultivo de plantas medicinales), pasando por los jardines renacentistas de Francia 
y Italia y los jardines paisajísticos de Inglaterra, hasta los jardines modernos, todos 
presentes en la estructura urbana. Incluso, muchos de los jardines de antaño 
existen en las urbes actuales y poseen relevante valor histórico. La Figura 1 
presenta el paisaje visto desde el jardín histórico del Generalife, en la Alhambra – 
Granada, uno de los lugares más visitados de España y orgullo de los granadinos. 
 
 
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Figura 1: Paisaje de la Alhambra en los Jardines 
del Generalife. Este jardín, legado de la jardinería 
árabe, era el lugar de recreación de los reyes 
nazaríes, cuando escapaban del Palacio. Fue 
construido entre 1273 y 1302. Actualmente esta 
alterado, sin embargo, conserva rasgos de su 
historia. Fotografía: Rita de Cássia Gregório de 
Andrade, febrero del 2012. 
 
 Efectivamente, “fue en Roma donde por primera vez el jardín fue usado 
como hoy, como espacio de recreo, de ocio y no solamente como naturaleza 
contemplativa” (Bonells, 2001, p. 2). Asimismo, la jardinería francesa influencia el 
surgimiento de áreas verdes como plazas y parques, abiertos a la población, es 
decir, con uso público. Por otro lado, la inclinación por observar la naturaleza y 
 
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comprenderla como un espacio abierto y extenso, ha dado origen a la creación de 
los primeros parques públicos con la concepción que se tiene actualmente. Por 
ende: 
 
Os parques e os jardins públicos afloram nas cidades 
europeias simultaneamente ao aparecimento dos primeiros 
espaços ajardinados na América a partir do século XVI. 
Trata-se de uma peculiar forma de urbanização e 
consolidação dos espaços urbanos, contemporânea ao 
estabelecimento da ciência moderna e ao surgimento de 
uma nova sensibilidade, um olhar distinto apreciando a 
paisagem à luz da redefinição das relações entre o homem e 
natureza (Segawa, 1996). 
 
 En los siglos XVII y XVIII se construyeron los parques de estilo francés o 
inglés en las ciudades más importantes de la época, los cuales siguen, en su 
mayoría, existiendo en la actualidad. A saber, el Hyde Park y Regent’s Park, en 
Londres; el Bois de Boulogne y el Bois de Vincennes, en París y el Central Park, 
de Nueva York. En España, el más representativo de aquellos tiempos es el 
parque madrileño, denominado en su origen como Jardín del Buen Retiro, actual 
Parque del Retiro (Figura 2). 
 
 
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Figura 2: Dos imágenes del Parque del Retiro, Madrid. Fotos tomadas en período 
de inverno, lo que explica el aspecto seco de la vegetación caducifolia. Fotografía: 
Rita de Cássia Gregório de Andrade, Febrero del 2012. 
 
 En Brasil, uno de los primeros “jardines” públicos fue el Passeio Público de 
Río de Janeiro, construido en 1779. La creación del Parque Urbano pertenece, por 
lo tanto, al contexto histórico de la Modernidad, cuando empieza a surgir espacios 
verdes con función pública, que sirvieran de reposo y favorecieran la higiene y el 
saneamiento. 
 Finalmente, con la ocurrencia de la Revolución Industrial a partir de finales 
del siglo XVII, hubo un cambio con respecto a la existencia de especies vegetales 
y animales en las ciudades, tanto con respecto a áreas verdes planificadas 
(parques y jardines públicos, sobretodo) como al ecosistema natural, presente de 
 
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forma espontánea en varias partes de la ciudad (ríos, cerros, pendientes, etc.). 
Con respecto a la forma como las ciudades han crecido, el caso de São Paulo, 
explicado por Jorge Wilheim, es ilustrativo: 
 
Además de una excesiva impermeabilización, de la tala 
indiscriminada, de la eliminación de la vegetación y de la 
ocupación desordenada de terrenos en declive, poco 
recomendables para la urbanización, también hubo en ciertos 
lugares una excesiva ocupación del suelo, empeorando las 
condiciones ambientales por impedir el aislamiento de los 
conjuntos de viviendas y de las calles (Wilheim, 1990, p.364). 
 
 Sin embargo, lo antes expuesto no es exclusividad de esta metrópolis 
brasileña, sino un ejemplo de lo que ha ocurrido en cualquier gran urbe. 
 Por otro lado, la planificación urbana del siglo XIX y de la primera mitad del 
siglo XX demuestra preocupación con la presencia de la naturaleza en las 
ciudades, especialmente, en la idealización de la Ciudad Jardín, un modelo anti 
urbano de tendencia romántica creado por el urbanista británico Ebenezer 
Howard. Sin embargo, esta idealización de ciudad fue concretizada en pocos 
casos, se implementó de forma incompleta otros, como, por ejemplo, Sevilla 
(figuras 3 y 4) y en varios otros casos no salió del papel. 
 
Ubicación de las casas de la 
Figura 3 
 
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Figura 3: Casas obreras de los 
años 1920 dentro del proyecto de 
Ciudad Jardín, el cual no fue 
concluido, en la ciudad de Sevilla. 
Fotografía: Rita de Cássia 
Gregório de Andrade, Febrero del 
2012. 
 
 Vale mencionarque los suburbios de las ciudades de EEUU han sido 
influenciados por la idea de la ciudad jardín, sin embargo, hoy estos espacios son 
considerados muy consumidores de espacio, materia y energía. Además, los 
suburbios norteamericanos, dominantemente residenciales, impulsaron para el 
mundo occidental el sueño del transporte individual y se formaron como espacios 
Figura 4: Vista aérea de la actual Gran Plaza en Sevilla, 
núcleo de la Ciudad Jardín inacabada. Imagen del 
Google Earth, Marzo del 2012. 
 
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donde se exige el uso del coche para desplazarse diariamente al centro de la 
ciudad, para trabajar, comprar y para actividades de ocio. 
 Vale aún destacar que, a partir del siglo XIX, la idea de contacto con la 
naturaleza en la ciudad y la simultánea necesidad de preservar la salud del 
hombre ha resultado en contradicciones. Según se pone de manifiesto en algunos 
trabajos relativos a los animales como causantes de infecciones (Rosicky, 1978, 
en Sukopp y Werner, 1989, p. 17), o a los insectos en medio urbano (Ebeling, 
1975, en Sukopp y Werner, 1989, p. 17), se ha deducido, a primera vista, que toda 
la vida espontánea debería ser erradicada de las ciudades por ser la causa de las 
enfermedades infecciosas. Este planteamiento ha sido el responsable de la grave 
desaparición, en el pasado, de vegas y zonas húmedas (Sukopp y Werner, 1989, 
p. 17), con el fin de erradicar dolencias. 
 Asimismo, con el adviento de la Modernidad, se hizo cada vez más 
restrictiva la presencia de animales en la ciudad. Sólo los caballos continuaban 
jugando un papel importante, ya que eran el medio de transporte habitual, hasta la 
llegada del automóvil. La higiene mejoró sustancialmente con la introducción del 
alcantarillado, estaciones depuradoras de aguas residuales y una mayor atención 
a la salud. (Sukopp y Werner, 1989, p. 21). Así, no es difícil concluir que todas 
estas medidas alejaron la naturaleza espontánea de la ciudad. 
 Transcurriendo más en el tiempo, se constata que la ciencia urbana, llevada 
a cabo por Arquitectos y Urbanistas a lo largo del siglo XX, tuvo sus ideas 
plasmadas en la Carta de Atenas, como resultado del IV CIAM (Congreso 
 
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Internacional de Arquitectura Moderna en 1933). Así, definieron como elementos 
del Urbanismo el sol, el verde y el espacio y, por vía de la organización de las 
funciones (autónomas entre sí) trabajar, habitar, circular y recrear (el cuerpo y el 
espíritu: salud, educación, esparcimiento, etc.), organizarían la sociedad en la 
ciudad contemporánea. Luego, estas concepciones, base del Urbanismo del siglo 
XX, fueron responsables por el origen de la zonificación del suelo urbano2. 
 Dentro de la zonificación urbana, de acuerdo con la Carta de Atenas, a las 
áreas verdes le fue determinada la función de recreación. Sin embargo, también 
solio suceder que las áreas verdes, durante largo tiempo, fueron vistas como 
elemento ornamental o estético en el paisaje urbano. Mientras que, actualmente, 
ya se sabe que su utilidad excede enormemente a estas funciones. Asimismo, las 
ciudades han crecido ocupando todos sus espacios por edificaciones 
(residenciales, comerciales, industriales) e infraestructuras diversas (transporte, 
sobretodo), generando muchos espacios artificiales y sin presencia de áreas 
verdes. 
 Con efecto, la importancia dada a la naturaleza en todos los aspectos y con 
larga repercusión en la sociedad urbana tuvo su origen en movimientos sociales, 
como el hippy y demás movimientos ecologistas surgidos a partir de la década de 
 
2
 La literatura científica presenta diversas críticas al Urbanismo Funcionalista, sobretodo por haber 
“deshumanizado” la ciudad, haber construido demasiada infraestructura para el automóvil y 
separar los usos del suelo, promoviendo así la necesidad de desplazamiento constante. 
Evidentemente, no se puede culpar el Urbanismo como el único vilano para los desaciertos 
ocurridos en las grandes ciudades. Fue el contexto político y económico los principales 
determinantes de las problemáticas urbanas, lo que reflejó en la ausencia de planificación o en 
priorizar acciones que tenían como principal meta atender a los intereses del capital. 
 
 
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los sesenta del siglo XX, con manifestaciones circuladas por los medios de 
comunicación de masa. Así, el crecimiento urbano dominado, ante todo, por la 
lógica del sistema económico capitalista y de la civilización industrial, resultó en el 
surgimiento de la preocupación por el medio ambiente urbano, es decir, por la 
lucha por una gestión urbana más coherente con la naturaleza en la ciudad. De 
esta manera: 
 
La Conferencia de las Naciones Unidas de Estocolmo (1972) 
fue la primera toma de postura de los gobiernos sobre el 
asunto, aunque excesivamente teórica. La organización de 
importantes reuniones (Túnez, México) llevó a la elaboración 
de importantes conceptos sobre planificación, medio 
ambiente, conservación de recursos naturales y alternativas 
“suaves” de crecimiento económico (Wilheim, 1990, p. 366). 
 
 Para citar algunos eventos de impacto mundial sobre la importancia de la 
gestión territorial más ecológica, se tiene: la Cumbre Mundial de la Tierra, ocurrida 
en Río de Janeiro en 1992; la II Cumbre Mundial de la Tierra, ocurrida en 
Johanesburgo en 2002 y la Río + 20, ocurrida en Rio de Janeiro en el presente 
año3. También hay importantes documentos, tratados y programas resultantes de 
 
3
 Cumbre esta, aplastada por la inseguridad económica (Crisis Económica Mundial) de los países 
desarrollados (sobretodo EEUU, con la ausencia de su presidente entre los mandatarios del 
 
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los sucesivos eventos ambientales, valiendo la pena citar algunos: el Libro Verde 
sobre el Medio Ambiente Urbano (Comisión de las Comunidades Europeas, 1990); 
el Tratado de la Unión Europea; el V Programa “Hacía la Sostenibilidad”; el Hábitat 
II, etc. Asimismo, de estos eventos también se derivan los rumos futuros de cómo 
planificar las ciudades del siglo XXI, a través de las Agendas 21 locales, pensadas 
en la Río 92, siendo un documento importante para el desarrollo local y que prevé 
la rehabilitación e implantación de zonas verdes en las ciudades. 
 Por lo tanto, a partir de la década de los ochenta del siglo XX, gracias a los 
movimientos ecologistas y evidencias científicas que comprobaban el estado de 
degradación del planeta, los políticos y planificadores se percataron de la 
importancia de la consideración al medio ambiente. Asimismo, las iniciativas hacia 
la implementación de las medidas teorizadas en los distintos documentos oriundos 
de los eventos antes mencionados, tenían en la lucha de cada día contra la 
economía neoliberal, su principal enemigo. Y, lamentablemente, en muchos casos, 
la puesta en valor del medio ambiente no proveía de una real preocupación con 
las “generaciones futuras” y preservación de la naturaleza, sino como estrategia 
populista y electoral para ganar la simpatía de los ciudadanos. Así, el medio 
ambiente pasó a ser objeto de estrategia de los políticos para tener sus intereses 
atendidos, o de las empresas también, puesto que era (y es) un tema de gran 
movilización sentimental. 
 
evento) e insuficientemente vehiculada en los medios de comunicación, los cuales encontraron en 
la triste destitución del presidente del Paraguay un excelente distractor de las masas. 
 
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 Sea como sea, Wilheim (1990, p. 367) hace hincapiéa que, a partir de los 
años 1980, tratar del medio ambiente pasó a ser obligación de la sociedad y de los 
gobiernos, insertándose en lo cotidiano de los medios de comunicación, de los 
ciudadanos, de los administradores y de la política. Desde el punto de vista del 
Urbanismo, vale recordar la Carta de Atenas del año 1998 (revisada en 2003), 
donde los arquitectos y urbanistas redefinieron la carta de la década de 1930 y dio 
al tema ambiental el protagonismo merecido. Con respecto a las zonas verdes en 
las ciudades, es interesante comentar que: 
 
El reconocimiento de la importancia de la conservación de la 
naturaleza en los asentamientos humanos empezó a 
considerarse, de un modo general, hace tan sólo unos pocos 
años. Esto se produjo como consecuencia de la drástica 
reducción de especies animales y vegetales, a pesar de 
existir ya una larga tradición conservacionista. Por ello, y 
dado que existía un gran desconocimiento de las ciudades, 
como espacios para la vida vegetal y animal, es por lo que la 
investigación en este terreno se convirtió en un objetivo 
urgente. Los primeros estudios celebrados sobre este tema 
pusieron de manifiesto la existencia de una sorprendente 
diversidad de biotipos y vida silvestre en este medio (Fitter, 
 
19 
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1946; Kieran, 1959; Teagle, 1978, en Sukopp y Werner 1989, 
p. 16). 
 
 Sin embargo, en los últimos años, ha habido un cambio de pensamiento en 
el urbanismo, conforme ya fue mencionado en párrafos anteriores. Los problemas 
de contaminación ambiental, de transito, la urbanización dispersa, las 
especializaciones del uso del suelo, la fragmentación de los espacios urbanos y la 
carencia de áreas verdes son señales evidentes de la crisis por la cual pasa las 
ciudades. Según apunta Oscar Niemeyer: 
 
Los especialistas en urbanismo estudian atenta y 
apasionadamente el problema de las grandes ciudades y 
surgen las críticas: se habla de contaminación, del poder 
inmobiliario, de la bárbara densidad de la población, de las 
distancias entre el hogar y el lugar de trabajo, etc. (Niemeyer, 
1985). 
 
 Por otro lado, Lopera afirma: 
 
Uno de los mayores fallos del planeamiento urbano hasta 
ahora, al menos en España, y en lo que se refiere al sistema 
de espacios libres y áreas verdes, es que en general se han 
 
20 
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tratado los jardines y ordenado o dispuesto nuevas zonas 
verdes para la ciudad, pero ha faltado siempre una visión 
amplia y una voluntad de integrar la naturaleza en la ciudad, 
evitando la polarización y la noción de ghetto para espacios 
verdes (Lorepa, 2005, p. 7). 
 
 La fragmentación de las áreas verdes y la mala distribución de las mismas 
en la ciudad es un problema que será tratado en los párrafos siguientes. Por 
ahora, se deja registrado que a lo largo del siglo XX han dado preferencia al 
diseño de nuevos espacios verdes sin evaluar bien su ubicación o función, y a los 
pocos meses de inauguración empezaron los problemas de mantenimiento. La 
propaganda inmobiliaria ha sabido difundir el verde urbano, para los que pudieron 
comprarlo, la administración pública ha implantado diversos espacios verdes en 
unos lugares de la ciudad (parques, principalmente) y ha dejado otras áreas 
carentes de este beneficio. Así, hay que pensar hoy en el verde urbano para el 
acceso y disfrute todos los ciudadanos o para todos tener “derecho a la ciudad”. 
 En síntesis, la presencia del verde en muchas ciudades ha sido limitada a 
funciones estéticas y decorativas. Al mismo tiempo, la urbanización se ha dado 
muchas veces transformado espacios libres y naturales en autopistas y demás 
infraestructuras para el transito del automóvil; en plazas pavimentadas con poca 
vegetación y en avenidas o calles libres de árboles, para no ocultar la belleza de 
las fachadas de los edificios. Por fin, la actual planificación urbana tiene como uno 
 
21 
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de los principales desafíos dotar o devolver el verde a las ciudades, para que los 
ciudadanos tengan atendidos su derecho a la calidad de vida. Para finalizar esta 
discusión, se cita las palabras de Santos: “O meio ambiente urbano é cada vez 
mais um meio artificial, fabricado com restos da natureza primitiva crescentemente 
encoberta pelas obras dos homens” (Santos, 1997, p. 42). Hay, por lo tanto, que 
cambiar esta realidad. 
 
1.2. Áreas Verdes Urbanas y su Importancia 
 
 
 Hoy día, los estudiosos que se ocupan de las áreas verdes urbanas están 
de acuerdo en que las mismas poseen importancia que va más allá de la 
ornamental y estética, teniendo también funciones ecológicas y sociales. A 
continuación, están listadas resumidamente las funciones que desempeñan las 
áreas verdes, tomando como base la bibliografía general sobre el tema: 
 Ornamentan y embelesan la ciudad; 
 Mejoran las condiciones climáticas: disminuyen los excesos de radiación 
solar, retienen las aguas atmosféricas, contribuyen a la evapotranspiración, 
regulan el intercambio del aire; 
 Son un filtro contra la contaminación: disminuyen la contaminación sonora 
 (protección acústica), las hojas sirven de depósito de partículas 
 
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contaminantes en suspensión en el aire, actúan como descontaminantes 
visuales. Asimismo, sirven como filtro y freno a la velocidad del viento; 
 Mejoran la calidad del agua; 
 Favorecen el contacto del ser humano con la naturaleza, lo que resulta en 
efectos terapéuticos: disminuyen la tensión, la fatiga y el estrese; 
 Son excelentes áreas para el descanso, juego, paseo, tertulia, relajación, 
 espectáculos, reposo, reflexión, esparcimiento, práctica de deporte, etc. 
 Son lugares de memoria de la vegetación autóctona, sirviendo para que los 
 ciudadanos conozcan el ecosistema pre existente a la ciudad. 
 Posibilitan la existencia de fauna en la ciudad (pájaros, por ejemplo); 
 Lugares convenientes para la educación ambiental y demás posibilidades 
 pedagógicas; 
 Reducen la erosión y los riesgos de inundaciones; 
 Proveen productos agrícolas, en casos de agricultura y fruticultura urbanas, 
como también plantación de verduras (generalmente la producción de frutas y 
verduras suelen ocurrir en las viviendas y no en parques públicos). 
 
 Sintetizando las funciones de las áreas verdes urbanas, se hace hincapié a 
las afirmaciones de algunos autores, a saber: 
 
A estos espacios verdes y a las plantas que hay en ellos se 
les ha asignado una función ornamental en cuanto a su 
 
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diseño y dispersión óptica, aunque cumplen también una 
función recreativa y de contacto con la naturaleza para el 
hombre sin salir del entorno densamente edificado en el que 
vive. Así, los parques urbanos de grandes dimensiones y los 
bosques cercanos a las ciudades cumplen un importante 
papel en cuanto zonas de expansión de la población urbana. 
Otras funciones asignadas a las zonas verdes están en 
relación con el bienestar de los hombres. En este sentido, 
mejoran las condiciones climáticas de la ciudad al actuar 
como refrigeradores y reguladores del intercambio de aire 
(Bernatzky, 1970; Oke, 1972 y 1979, en Sukopp y Werner, 
1989, p. 43) 
 
 
 Además de las funciones antes mencionadas, también se considera las 
áreas verdes como un importante espacio público en ciudades donde los 
habitantes son influenciados constantemente a convivir en los espacios privados y 
de apelo al consumo, tales como centros comerciales, parques temáticos, clubes, 
etc. Así, las áreas verdes (principalmente parques y jardines públicos) son 
adecuadas para la convivencia y socialización de distintos grupos sociales, 
sirviendo para reafirmar la integridad humana como se muestra en la Figura 5. 
 
 
24 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012Figura 5: Parque de los Príncipes, Sevilla. Esta 
fotografía presenta claramente la función de 
descanso y paz que puede transmitir el contacto con 
la naturaleza. Fotografía: Rita de Cássia Gregório de 
Andrade, Enero del 2012. 
 
 
 Las constataciones de Ballester (2003), escritas a continuación, corroboran 
lo antes dicho y visto en la Figura 5: 
 
Los usuarios de parques y jardines, y más concretamente los 
niños, ancianos y otros elementos de la población inactiva, 
encuentran en las zonas verdes la satisfacción de unas 
 
25 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
demandas concretas que tienen que ver sobre todo con lo 
lúdico y el descanso, beneficiándose, al mismo tiempo, de 
todo el resto de efectos favorables que otorgan estos 
espacios. Otros grupos de la población se sirven de los 
espacios verdes de distinta manera, más dinámica como es 
el paseo, la práctica de deportes, la lectura, la tertulia, etc. 
(Ballester, 2003). 
 
 Aún cabe destacar que, en otros casos, las áreas verdes sirven como signo 
distintivo de una sociedad y funcionan como lugar de identidad y sentimiento de 
pertenencia, tales como los jardines y parques históricos o las áreas verdes 
monumentales, comúnmente ubicados en el casco histórico de las ciudades o 
cercanos a lo mismo como se puede ver en la figura 6. 
 
 
26 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
 
 
Figura 6: Dos imágenes del Parque María Luisa, Sevilla. Dicho espacio verde, 
además de conservar especies vegetales arbóreas, abriga la Plaza de España, 
espacio monumental inaugurado en al Exposición de 1929, como también 
espacios culturales tales como el Museo de Artes y Costumbres Populares y el 
Museo Arqueológico. Fotografías: Rita de Cássia Gregório de Andrade, Enero del 
2012. 
 
 Como indica Corraliza (en Herrero; Gómez-Elvira; Pérez; Martin Romero, 
2000, p. 4), “en cualquier sistema de indicadores sociales de calidad de vida 
 
27 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
urbana, se incluyen, de una u otra forma, el registro de los espacios verdes por 
habitante (metros cuadrados por habitante, especies por parque, tamaño de los 
mismos, etc.”. 
 La Organización Mundial de la Salud recomienda para las ciudades la cifra 
de 9 m² por habitante. Por otro lado, la Unión Europea ha señalado la 
conveniencia de alcanzar estándares de 10 a 20 m² por habitante. Sin embargo, lo 
que sucede en la mayoría de las ciudades es que el número de zonas edificadas 
es mucho más elevado que el de áreas verdes, estando, por lo tanto, por debajo 
del baremo comparativo de m² de zona verde por habitante. Mientras tanto, es 
necesario tener en cuenta que este índice (aunque importante), por si solo, no es 
suficiente para evaluar la realidad de las ciudades, puesto que es un dato 
cuantitativo y que oculta otros factores importantes, tales como los apuntados por 
Wilheim: 
 
[…] el parámetro medio depende del clima (de la latitud) y de 
la localización relativa (las zonas de Málaga, Nueva York o 
Nairobi no tienen el mismo significado ni el mismo uso). Pero 
en cuanto a la relación área verde por habitante es necesario 
detallar la naturaleza y el uso de los espacios abiertos, 
verdes o no: sombreado, humidificación, marco visual, 
aislamiento, atenuación sonora, belleza y recuperación 
 
28 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
síquica, entorno de marcos arquitectónicos, distanciamiento 
del tráfico, etcétera (Wilheim, 1990, p. 368). 
 
 Por otro lado, la OMS también aconseja el diseño de conjuntos de áreas 
verdes de tal manera que todos los residentes vivan cerca de las mismas, a una 
distancia de no más de 
15 minutos a pie. En el texto que la delegación española presentó en el Congreso 
Mundial en Estambul, el Hábitat II, sobre los asentamientos humanos, esta escrito: 
“…los espacios verdes, los equipamientos, los servicios y los transportes públicos 
han de ser accesibles, han de estar a una distancia-tiempo mínima para vencer la 
distancia psicológica que todos tenemos y que, de lo contrario, no facilita su 
uso…” (en Lopera, 2005, p. 1) 
 
 Orientaciones importantes son dadas por Sorensen; Barzetti; Keipi; Williams 
(1998: 12): 
 Desarrollo de índice de biodiversidad para clasificar a los espacios verdes 
 según el número de plantas y animales y el porcentaje de especies nativas 
que en ellos habitan; 
 Mantenimiento de registros permanentes de los cambios en la calidad del 
aire y agua; 
 La cuantificación de la eficiencia de costos de los proyectos y 
mantenimiento de áreas establecidas; 
 
29 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
 Realización de encuestas periódicas para medir la frecuencia de uso de los 
 ciudadanos y sí están predispuestos a pagar por los servicios ofrecidos. 
 
 En fin, para una buena calidad de vida en las ciudades es importante el 
contacto de los ciudadanos con la naturaleza, pues “el bienestar emocional 
depende de las cualidades estéticas, de la existencia de elementos simbólicos de 
valor y de la seguridad del medio físico” (Herrero, Gómez-Elvira, Pérez, Martin 
Romero 2000: 4). Cabe resaltar también que “las zonas verdes registran, así 
mismo, los cambios temporales sufridos por los espacios vivos y, entre otras 
cosas, permiten al hombre experimentar el paso de las estaciones” (Sukopp y 
Werner. 1989, p. 21 y p. 44). 
 
1.3. Planificación de áreas verdes: los rumos de la actualidad 
 
 Hasta el momento se ha buscado presentar, muy resumidamente, los 
problemas surgidos como consecuencia del proceso de urbanización desarrollado 
a partir de la Revolución Industrial, un poco de la historia del “verde en la ciudad” y 
la importancia de las áreas verdes en los espacios urbanos. Ahora, se buscará 
presentar algunos planteamientos actuales para la implantación adecuada de 
áreas verdes urbanas. 
 
 1.3.1. Clima 
 
30 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
 
 La primera de estas consideraciones se refiere al Clima, puesto que este es 
un elemento que esta naturalmente en íntima relación con la vegetación, es decir, 
el clima determina la vegetación y viceversa, ambos hacen parte de un equilibrio 
sistémico de la naturaleza conseguido en miles de años. Así, al implantar áreas 
verdes en la ciudad, es importante priorizar la vegetación autóctona o por lo 
menos de fácil adaptación al tipo de clima donde esta ubicada la ciudad. Este es el 
planteamiento ideal, aunque las ciudades hayan tenido su crecimiento marcado 
por el descenso de las especies autóctonas vegetales y animales, como también 
el incremento de especies adaptadas o sustitución de la planta nativa por plantas 
exóticas. Por otro lado, todas las ciudades tienen una historia, la cual esta 
reflejada en sus edificaciones, monumentos, plazas, calles y también en sus 
árboles, parques, alamedas, jardines y ríos. Así, el paisaje urbano de las ciudades, 
principalmente las de larga historia, presenta elementos naturales que refleja los 
acontecimientos históricos y acción de cada época. En el caso de Sevilla, esta 
escrito en el Nuevo Plan General de Sevilla (2005, p. 9): 
 
El devenir de los años ha querido que en Sevilla, poco a 
poco, se haya ido juntando una colección impresionante de la 
flora de todo el planeta, una colección que no se encuentra 
recluida en un jardín botánico con cuidados especiales, más 
 
31 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
bien se trata de una colección que está perfectamente 
integrada con la ciudad, de cuya personalidad forma parte. 
 
 Por lo tanto, en las ciudades existen la vegetación autóctona y una cantidad 
de vegetación de otros lugares, pero que se ha adaptado con el paso del tiempo. 
Evidentemente que ni todas las plantas se adaptan sin rigurosos cuidados y, en 
algunos casos, su manutención necesita, por ejemplo, del excesivo uso de agua. 
 De modo específico, las urbes ubicadas en zonas secas deben dar 
preferenciaa vegetación nativa o que mínimamente no necesite grandes 
cantidades de agua en su ciclo de vida, como las plantas xerófitas. Se sabe que 
las ciudades localizadas en zonas intertropicales, y por lo tanto receptora de fuerte 
radiación solar, deben tener el árbol como el gran protagonista del verde, la cual 
dota el espacio urbano de sombra y ameniza las altas temperaturas. Así, pues, 
sería adecuado dotar a la ciudad de árboles nativos o de fácil adaptación a este 
tipo de clima. 
 Infelizmente es común, en la jardinería sobretodo, la imitación a los jardines 
a la francesa o la jardinería inglesa, sin tomar en consideración las condiciones 
climáticas locales. Por ejemplo, la preferencia por el césped, tan utilizado en los 
jardines ingleses, en ciudades ubicadas sobre un deserto, como Lima - Perú o 
Cairo - Egipto, resulta inadecuado, pues, dicha hierba, además de no hacer 
sombra en los días de sol, necesita mucho consumo de agua para su 
mantenimiento. Lopera, escribiendo sobre el caso de Sevilla, afirma: 
 
32 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
 
Para muchos autores resultaría más razonable seguir los 
diseños del jardín mediterráneo, marcado por la tradición 
romana, árabe e incluso conventual; sin explanada de 
césped, sin coníferas de gran porte, con empleo de plantas 
vivaces, de flor y arbustos; especies que se caracterizan por 
sus rusticidad, su adaptabilidad a toda clase de terrenos y 
por la economía de su cultivo, mantenimiento y exigencias 
hídricas (Lopera, 2005, p. 8). 
 
 En fin, para una correcta implantación y mayor facilidad de mantenimiento 
de áreas verdes, es importante tener en cuenta el hábitat de la planta, para esto, 
se exige conocimiento de Geografía Física del local donde esta localizada la 
ciudad. 
 
 1.3.2. El Coche 
 
 La segunda consideración tiene que ver con el gran enemigo de las áreas 
verdes urbanas: el vehículo privado y toda la construcción de infraestructura y 
espacios con el fin de atender a su uso. Se sabe que el mayor competidor de las 
áreas verdes en la busca por espacios en la ciudad, es el coche. Wilheim afirma: 
 
 
33 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
La velocidad de las alteraciones en las expectativas de una 
población urbana, ya alterada por la migración y acelerada 
por el aumento de la información, y algunos aspectos de 
modernización posbélica como es el aumento de la cantidad 
de automóviles (este nuestro “extraño objeto de deseo” o, 
como decía Piradello, el “invento del diablo”, alteran el uso 
del espacio y lo tornan frecuentemente escaso e inadecuado 
(Wilheim, 1990, p. 348) 
 
 Mientras tanto, la lucha por la reducción del uso del transporte privado no 
es fácil de vencer, aunque ya haya empezado en algunas ciudades, con medidas 
tímidas. En el inicio de la década de 1990 es cuando empieza a surgir las 
iniciativas hacía la reducción del uso del coche. A saber, Carlo Ripa de Meana 
(entonces comisario europeo de medio ambiente) impulsó diversas iniciativas para 
contribuir a la reflexión sobre la posibilidad de la existencia de una ciudad libre del 
coche. A raíz de ello, fue escrito el informe titulado “Proposition de recherche pour 
une ville sans voiture” (Propuesta de investigación para una ciudad sin coches). 
Por otro lado, en el año 1994 se ha llevado a cabo en Ámsterdam la conferencia 
“Car Free Cities?” (¿Ciudades libres de coches?). También de inicios de la década 
de los noventa es el Club de Coches Compartidos, nacido en Suiza y ya extendido 
a otros países. Solamente para citar un ultimo caso, se tiene también los llamados 
“Car free Residential Areas, Autofrei Stadquartiere” (libres de coches). Estas 
 
34 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
acciones pioneras con vistas a reducir el uso del coche esta explicado en el 
artículo “Vivir sin Coche” (Alduán, 2000). 
 La dificultad para disminuir o limitar el uso del transporte privado se explica 
por el hecho de que la industria automovilística es una de las joyas del 
capitalismo. Por lo tanto, en la actualidad, se vive el dilema político de tener que 
elegir entre atender el interese económico alrededor de la riqueza generada por el 
transporte privado o impulsar la disminución de su uso debido a la contaminación 
ambiental y gasto de energía que emana de su utilización. Luego, para que esta 
iniciativa se vuelva una realidad generalizada, se hace necesario voluntad política, 
presión por parte de los ciudadanos, de las organizaciones ecologistas, 
investigadores y medios de comunicación por primar por el medio ambiente y por 
una economía más ecológica. 
 Como se sabe, hay una buena parte de la actividad productiva y, por lo 
tanto, generadora de empleo, que es destructiva, a ejemplo de la industria de 
armas, la automovilística y del cigarro, por citar unas pocas. Es por esto que hay 
que reformular estas actividades sí se desea priorizar la salud humana colectiva y 
el medio ambiente. En el caso del coche, se hace más complicado cuando se 
constata que existe por detrás de su comercialización y venta toda la generación 
del sentimiento de autoafirmación del individuo y de la realización del sueño de un 
estilo de vida añadido al producto (el carro) propulsado por las industrias del 
sector, con el apoyo de los medios de comunicación y del marketing. 
 
35 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
 Así, frenar el uso del coche exige una fuerte campaña de concienciación de 
la sociedad para cambiar el imaginario colectivo. En la actualidad, a pesar de toda 
la contaminación y dominio del espacio urbano por el vehículo privado 
(disminuyendo los espacios libres y áreas verdes) las grandes ciudades siguen 
teniendo el mercado automovilístico como sector muy lucrativo, Sao Paulo es un 
gran ejemplo. 
 En conclusión, una planificación adecuada de áreas verdes tiene que estar 
relacionada con otros problemas y elementos de la ciudad. Por lo tanto, es 
necesario frenar la constante construcción de infraestructuras para el transporte e 
incentivar el uso de la bicicleta, de la caminada y del transporte público. 
 
 1.3.3. Integración de las Áreas Verdes 
 
 Otro de los grandes desafíos en la gestión actual de las áreas verdes es 
evitar la fragmentación de las mismas. En las discusiones actuales sobre la 
gestión de los Parques Naturales, Reservas Naturales, Paisajes Protegido, o sea 
cual sea la figura jurídica de protección de cada país, se esta valorizando la 
creación de los llamados Corredores Ecológicos, como alternativas para impedir el 
aislamiento de especies y la fragmentación de los ecosistemas. Así, pues, esta 
lógica puede ser trasladada a los espacios urbanos, es decir, la naturaleza 
presente en las ciudades debe estar integrada, con ello, se facilita el acceso de la 
población a áreas verdes por toda la ciudad, como también favorece la 
 
36 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
manutención de la vida de las especies de flora y fauna urbanos, evitando, como 
dicho anteriormente, su aislamiento en espacios reducidos. 
 Asimismo, es ideal que, alrededor de la ciudad, en su área periurbana, 
exista un cinturón verde, sirviendo como área natural que contrabalancee la fuerte 
carga de contaminantes urbanos. Pero no es lo que ocurre en muchas ciudades, 
las cuales, a lo largo 
del siglo XX, han visto su crecimiento periférico desordenado, con la sustitución de 
áreas naturales o agrícolas tradicionales por suelo urbano. Gracias al crecimiento 
desordenado y disperso de las periferias urbanas, ya no es más posible tener 
claro el límite entre el campo y la ciudad. 
 Así, las áreas verdes pueden ser integradas por arborización a lo largo de 
calles o de curso de agua, como un río, generalmente presente en muchas 
ciudades y una de las mayores víctimas del proceso de urbanización. Se sabe 
que, históricamente, muchas ciudades tuvieron su emplazamiento en los valles de 
los ríos,puesto que era un área adecuada para la agricultura y acceso al agua. 
Entonces, los ríos (que en el inicio de la historia de la ciudad era su razón de 
existir) a lo largo del siglo XIX e XX, hasta la actualidad, recibe altas cantidades de 
residuos domésticos e industriales. Además, en varios casos, hubo una ocupación 
inadecuada de sus orillas por parte de la población pobre. Y en los casos más 
graves, muchos ríos incluso desaparecieron o fueron canalizados. 
 Sería interesante la integración de los ríos a las áreas verdes. Así, sí podría 
tener fauna, flora y agua a la vez en la ciudad. Este tema es complejo porque, 
 
37 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
lamentablemente, los ríos que cruzan las grandes ciudades, actualmente, están en 
fuerte estado de contaminación, por ser vertedero de residuos, como también por 
el hecho de que descontaminar un río exige modernas y costosas técnicas para 
ello. Como afirma Wilheim, “es posible transformar ríos fétidos y muertos en aguas 
vivas. Pero esto dependerá de un salto tecnológico que permita reducir tiempo y 
gastos, sustituyendo la tecnología tradicional por procesos biológicos 
descentralizados” (Wilheim 1990: 369). 
 Por último, “se han integrado áreas verdes dentro de proyectos de 
tratamiento de agua, parques industriales, construcción de carreteras, protección 
de zonas de inundación y granjas urbanas” (Sorensen; Barzetti; Keipi; Williamns 
1998, p. 13). 
 En fin, ya se sabe que el verde debe constituir hoy un elemento estructural 
de las urbes, en contrapunto a los problemas generados por la urbanización 
acelerada, como contaminación de toda naturaleza (sonora, visual, del suelo y del 
agua), escasez de agua, exceso de basura, transporte urbano inadecuado, 
inseguridad; coste de vida alto y dificultad de acceso a la vivienda, como también 
los problemas de escala planetaria, como el Cambio Climático. Todas estas 
problemáticas han modificado la forma concebir la planificación urbana, resultando 
que el habitante de las urbes aprecien la naturaleza. 
 
1.4. Plan de Áreas Verdes 
 
 
38 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
 La planificación de áreas verdes enfrenta varios rectos, a saber: 
presupuestales (tanto para implantación como para mantenimiento); institucionales 
y políticos (tener las áreas verdes como tema prioritario); buena base jurídica; 
personal técnico/científico calificado; participación ciudadana en la toma de 
decisiones; resolver problemas como los de tenencia de la tierra y conflicto con 
intereses privados; limitaciones ecológicas de varias ciudades y cambio de 
costumbres de los ciudadanos. 
 Por otro lado, cuando la comunidad se siente dueña de su espacio verde, el 
mantenimiento y protección serán mucho más efectivos que el que puedan brindar 
los organismos oficiales por sí solos (Sorensen; Barzetti; Keipi; Williamns, 1998, p. 
13). Mientras tanto, como afirmó Porritt (1991 en Sorensen; Barzetti; Keipi; 
Williamns, 1998, p. 11), “el futuro político de las naciones en vías de desarrollo 
estará sujeto al éxito o fracaso de la administración de sus ciudades”. Lo que 
significa que ambos sujetos (sociedad y gobierno que la representa) deben 
trabajar juntos. 
 Además, se exige, para su planificación, un equipo multidisciplinar, formado 
por arquitectos, urbanistas, geógrafos, ingenieros de agua y alcantarillado, 
especialistas en transporte, agrónomos, abogados, incluso historiadores, cuando 
se trata de un parque de valor histórico. Felizmente, la creciente preocupación por 
el medio ambiente ha movido a un gran número de profesionales al estudio de los 
problemas que afectan la presencia del verde en las ciudades. 
 
39 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
 Los problemas existentes en el medio ambiente urbano de las ciudades han 
hecho que las administraciones de ámbito local busquen rehabilitar o crear los 
espacios verdes urbanos, es decir, parques y jardines públicos, aunque aún haya 
mucho por hacer. Como tan pertinentemente alerta Bonells: 
 
Hay que aprovechar cualquier oportunidad para plantar 
árboles, pueden plantarse en aparcamientos, polígonos 
industriales, zonas comerciales, parques y muchos lugares 
de la ciudad, devolviéndoles una pequeña parte de la 
naturaleza que contraste con la frialdad del hormigón y los 
asfaltos. El reto no es sólo concebir espacios urbanos 
armónicos en los cuales se inserten arquitecturas, 
pavimentos, vegetación y mobiliario, sino gestionarlos para 
que tengan futuro e imbricarlos en la historia, el contexto y la 
estrategia urbana de la ciudad, y esto no puede improvisarse, 
debemos hacer análisis urbanísticos, utilizar el planeamiento 
como instrumento multidisciplinar para afrontar la proyección 
de la ciudad con argumentos urbanos a largo plazo. 
(Bonnells, 2003, p. 2). 
 
 El problema, por ejemplo en Latinoamérica, con relación a proyectos de 
largo plazo, es que los cambios de alcaldes y equipos políticos (en Brasil se dar a 
 
40 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
cada 4 años en las municipalidades, entes administrativos responsables por la 
Planificación Urbana) paralizan o alteran completamente los proyectos que se 
estaban desarrollando, debido a que era parte del programa de gobierno de su 
adversario político. Solamente este hecho explica la urgencia de vencer las 
problemáticas del ámbito político. 
 Con relación a la metodología de planificación, encontrar el modo más 
adecuado de implantar o rehabilitar las áreas verdes es un tema que sigue siendo 
investigado por los estudiosos de planificación urbana. Como indica Wilheim: 
 
Se partimos de los factores de calidad de vida que 
representan las expectativas más genéricas de los habitantes 
urbanos, sería necesario preparar en cada ciudad los lugares 
físicos y las demás condiciones para el florecimiento de estos 
calificadores. Algunos son claramente ambientales: la 
recuperación física necesita parques y espacios […] 
(Wilheim, 1990, p. 368). 
 
 Efectivamente, aunque haya los manuales de orientaciones generales, el 
método debe empezar por analizar el caso de cada ciudad. Wilheim afirma que “es 
preciso inventar un método para hacerlo en cada ciudad” (Wilheim, 1990, p. 368). 
Con esta línea de raciocinio, prosigue: 
 
41 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
Una forma de hacerlo consiste en confeccionar mapas de los 
principales “subsistemas que acompañan al sistema llamado 
vida cotidiana” de grupos significativos de la sociedad: ir a la 
escuela, salir de compras, ir al trabajo, enamorar, etc. Se 
percibirá que hay espacios usados por numerosos 
subsistemas (aceras y esquinas) que indican puntos 
importantes, lugares privilegiados, que entran en la vida 
cotidiana de muchas ciudades. ¿Cómo son estos lugares? 
¿Adecuados, suficientes, bonitos, feos? Además de 
relacionar calificaciones con espacios y de adoptar un 
método para identificar subsistemas de vida cotidiana para 
mejorar las estructuras físicas destinadas a suportarlos, sería 
importante actuar directamente sobre algunos factores 
ambientales (Wilheim, 1990, p. 368). 
 
 Por otro lado, es conveniente buscar los espacios libres, pues “es mucho 
más caro y polémico establecer un parque o área verde en zonas ya 
pavimentadas de la ciudad, que incorporar el manejo de áreas verdes a los 
proyectos en áreas sin desarrollo previo” (Sorensen; Barzetti; Keipi; Williamns. 
1998, p. 12). Una vez encontrando, de acuerdo a características físicas y humanas 
del espacio urbano, se puede implantar distintos tipos de áreas verdes. 
 
42 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
 Cuanto al tipo de área verde, las clasificaciones son numerosas, dependen 
del criterio de ordenación elegido por los países. En Sevilla, por ejemplo, se 
adopta la clasificación que sigue las últimas tendencias europeas cuanto a la 
definición de los espacios verdes urbanos, respectando, escierto, las 
particularidades de la ciudad. Así, las áreas verdes son clasificadas segundo su 
tipología en: Zonas Forestales; Jardines Históricos; Parques Urbanos; Parques 
Metropolitanos y otros (ver tabla). 
 
Denominaci
ón 
Extensi
ón 
Especies Localizaci
ón 
Uso 
Principal 
Mantenimie
nto 
Zonas 
forestale
s 
Grande Autóctonas 
o 
naturalizad
as 
Límite del 
suelo 
urbano 
Recreativo Reducido 
Jardines 
históricos 
Pequeña 
a 
mediana 
Exóticos y 
Cultivos de 
primor 
Casco 
histórico y 
aledaños 
Esparcimie
nto 
 
Esmerado 
 
Parques 
urbanos 
Mediana 
a grande 
 
Naturalizad
os 
Toda la 
ciudad 
 
 Ordinario 
 
Parques Grande Autóctonas Área Recreativo Reducido 
 
43 
Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
metropolitan
os 
 Metropolita
na 
 
Otros Pequeña Todo tipo Toda la 
ciudad 
 Ordinario 
Tabla: Características generales de los diferentes tipos de espacios verdes de la ciudad 
de Sevilla. 
 Fuente: Nuevo Plan General de Sevilla 2005: 10. 
 
 Evidentemente, solo la creación de espacios verdes no es suficiente. Es 
necesario asegurar que estas áreas perdurarán, para lo que se requieren fondos 
para su mantenimiento, protección y seguimiento. La protección y el 
mantenimiento de las áreas verdes requieren la participación de la comunidad 
para asegurar que no caiga en el descuido, sean victima de vandalismo o 
invasiones, se conviertan en zona de delitos o un basural, etc. (Sorensen; Barzetti; 
Keipi; Williamns, 1998, p. 13). Por esto es importante que haya un cambio en las 
costumbres de los ciudadanos. 
 Por fin, para que la labor con respecto a la implantación y rehabilitación de 
las áreas verdes urbanas tenga éxito, es necesario que los gestores prioricen 
estos espacios y abandonen las practicas pasadas en donde las áreas verdes 
eran planificadas con los presupuestos que sobraban de otras actividades, 
consideradas más urgentes, es decir, las de ámbito político y económico. 
 
 
44 
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Summa Humanitatis Vol. 6, Núm. 1 2012 
 
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