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COMO VENCER SUS GUERRAS POR LA FE

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Copyright © 2020 Editora Horebe
Copyright © 2020 Editora HorebeTodos los derechos están reservados y protegidos por la Ley. Está
prohibida la reproducción total o parcial sin el expreso consentimiento de la editorial. Este libro ha
sido revisado de acuerdo con la Real Academia Española (RAE). Los textos bíblicos citados están en la
versión La Biblia de las Américas (LBLA), excepto mención expresa. El autor hace algunos
comentarios sobre pasajes bíblicos que están identi�cados entre paréntesis y con diferente formato.
1ª Edición
M141c
Macedo, Edir
Cómo vencer sus guerras por la fe / Edir Macedo.
San Pablo
ISBN 978-65-5092-015-9
1. Espíritu Santo. 2. Cristiano. I. Título.
CDD 231-3
Rua da Várzea, 240 – Predio E
Barra Funda — São Paulo —SP
CEP: 01140-901
Índice
Introducción
Capítulo 1
La guerra en el Cielo
Capítulo 2
La caída del hombre
Capítulo 3
Cómo el diablo actúa hoy
Capítulo 4
Cuando el cuerpo se transforma
en habitación de demonios
Capítulo 5
Cómo interfiere el diablo en la
mente humana
Capítulo 6
Resistir al diablo es rechazar los
malos pensamientos
Capítulo 7
Estrategias del diablo contra los
cristianos
Capítulo 8
El único sentimiento de la fe
Capítulo 9
Hijos de Dios versus hijos del
maligno
Capítulo 10
¿Salvoconducto para pecar?
Capítulo 11
El diablo y el púlpito
Capítulo 12
Las armas de nuestra guerra
Capítulo 13
Cómo Jesús venció al diablo
Capítulo 14
Su pecado afecta a todos
Capítulo 15
En una guerra, nadie es perdonado
Capítulo 16
El premio de la guerra
Introducción
La guerra por la Salvación del alma es necesaria, pues tiene como objetivo
posicionarnos ante la gran batalla espiritual que todos traban en este mundo.
En otras palabras, tiene como objetivo hacernos escoger de qué lado
queremos estar, del lado del bien o del lado del mal, para que, a partir de esta
elección, disfrutemos o suframos con el resultado de esa pelea. Estemos
conscientes o no de las realidades espirituales que fortalecen y determinan
todo lo que sucede en nuestro plano físico, nuestra vida es completamente
afectada por este con�icto interior.
Lo que está escrito en este libro no está destinado a los doctores de las
Sagradas Escrituras, ni a los teólogos y grandes predicadores, sino a las
personas simples que, con sinceridad, quieren mucho permanecer �eles,
guardando su fe hasta el �n. Sin embargo, para que un día podamos recibir
de las Manos del Señor Jesús la corona de la vida, por haber vencido esta
guerra, necesitamos recordar, en todo momento, que enfrentamos a
enemigos invisibles, crueles y hábiles en la simulación y en el engaño.
Enfrentamos la tentación del pecado, que nos asedia tenazmente, así como
luchamos contra nuestra propia naturaleza que, por sí misma, no quiere hacer
la voluntad de Dios. Entonces, si ignoramos el hecho de que vivimos en un
con�icto que exige embates diarios y el revestimiento de las poderosas armas
del Altísimo, con certeza seremos perjudicados por toda la eternidad.
El Espíritu Santo me ha conducido, en los últimos tiempos, a alertar a todos
sobre los peligros que corremos de caer en la apostasía, en el engaño y en las
corrupciones de la carne. Por eso, no me he cansado de “tocar la trompeta”
con respecto al blindaje de la fe para mantenernos en el Reino de Dios. A
�n de cuentas, todos los días tenemos la triste noticia de alguien que
comenzó su caminata cristiana con buena voluntad y excelentes intenciones,
y que, sin embargo, debido a la falta de vigilancia espiritual, acabó
enfriándose y abandonando los principios y los valores de la fe que otrora
había abrazado.
Nacimos en un mundo que ya estaba en guerra. Digo esto porque, antes de
que Adán y Eva fueran creados, Dios ya tenía un archienemigo que se
oponía a Sus propósitos. No podemos, entonces, ignorar este hecho y llevar
la vida espiritual de manera super�cial, fría e indiferente. Incluso porque, al
igual que las guerras en este mundo están marcadas por un principio y un
�n, la guerra entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, tiene un
tiempo determinado para acabar. Sin embargo, no sabemos cuándo será, por
eso, es necesario que tengamos total vigilancia. El desenlace de esta pelea
será cuando, �nalmente, Satanás sea aprisionado en el lago de fuego y azufre
para siempre. Pero, en caso de que no estemos vivos hasta que se cumplan las
Escrituras, el �n de nuestra guerra ocurrirá en el momento de nuestra
muerte. Así, basta con que nuestra vida en este mundo llegue a su �n para
que tengamos el veredicto de Dios: vencedores o perdedores de este gran
con�icto.
Reunimos, durante nuestra vida, una colección de batallas que, aunque
parezca ser de índole económico, sentimental o familiar, es, en realidad, de
índole espiritual. En determinados momentos, podemos tener la impresión
de que luchamos contra personas y situaciones exteriores y terrenales; sin
embargo, lo que está realmente en cuestión es la Salvación de nuestra alma.
Y, para conquistar el Reino de los Cielos, trabamos tres grandes batallas. La
primera y mayor de todas es la lucha entre nuestra carne y nuestro espíritu.
La segunda es la lucha contra las fuerzas espirituales del mal, es decir, contra
el diablo y sus ángeles caídos. Y la tercera es la lucha contra el mundo, con
sus estándares contrarios a Dios, que siempre van a imponerles a�icciones a
los justos. Estos son los principales frentes de la guerra espiritual en la cual el
cristiano está insertado.
La falta de entendimiento e incluso de discernimiento han hecho que
muchos cristianos, que fueron llamados para vencer, hayan sucumbido
derrotados ante el imperio de las tinieblas. ¿Por qué sucede esto? Pienso que
las personas están siendo impulsadas a invertir de modo excesivo en el
cuerpo, con interminables tratamientos estéticos, especialmente aquellos que
promueven la prolongación de la juventud. “Pero ¿qué tiene de malo eso?”,
puede usted preguntarme. En principio, parece una preocupación legítima
que todos pueden tener, solo que, mientras se invierte tiempo, dinero,
energía y expectativas en el cuidado del cuerpo, se olvida el alma. Otros
están empeñando todos sus esfuerzos en conquistar bienes, constituir familia
y tantos otros deseos lícitos; sin embargo, no tienen el mismo empeño en la
Salvación de su alma. Eso no es razonable ni inteligente.
Hemos visto, en esta generación de evangélicos, a muy pocos que realmente
han valorado lo que es eterno. Como sabemos, el cuerpo tiene fecha de
vencimiento y, aunque el ser humano invierta “ríos de dinero” en su
mantenimiento, llegará el día en que se encontrará con la muerte y la
sepultura. Los bienes, el matrimonio, los diplomas y la buena reputación
quedarán por ahí. Pero ¿y el alma?
Pensando en esto, escribí este libro para abrir sus ojos; a �n de cuentas,
nuestra batalla por la Salvación es diaria. Quien quiera disfrutar del mundo y
descuidarse un poquito en la fe, perderá su mayor guerra por falta de
vigilancia.
El diablo no está jugando a eliminar vidas o a engañar a los justos. Él
comenzó a actuar en el Edén; por lo tanto, es astuto y muy sagaz en eso. Vea,
entonces, que incluso antes de que usted naciera, el diablo ya trabajaba
incansablemente para derribar a los hijos de Dios. Satanás no descansa, no
duerme, sino que se esfuerza para hacer que el cristiano dormite en la fe y así
atraparlo.
Por eso, en este libro, expondré los disfraces de Satanás, sus artimañas de
engaño, así como su mayor arma: la mentira. Lo hago porque no hay forma
de combatir a enemigos que no conocemos. Si estamos en medio de la
batalla, necesitamos saber bien contra quién luchamos, además de su modo
de actuar, sus ideas y sus conceptos. Porque, en la guerra por la Salvación del
alma, luchamos por nuestro destino eterno.
Si usted anhela su Salvación y quiere triunfar sobre todos los obstáculos que
se interponen a esa conquista, medite en este libro, que revelará cómo usted
podrá concluir su jornada. Y, entonces, dirá con satisfacción lo mismo que el
apóstol Pablo:
He peleado la buena batalla, he terminado lacarrera, he guardado la fe.
En el futuro me está reservada la corona de justicia que el SEÑOR, el
Juez Justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a
todos los que aman Su venida.
2 Timoteo 4:7-8
El gran premio no les será dado solamente a Pablo, a Pedro y a otras
personalidades bíblicas, sino a todos los que, de igual modo, se mantengan en
la fe hasta su último suspiro de vida.
¡Bienvenidos a la guerra!
La guerra en el Cielo
— ¡Seré como Dios! Tendré mi trono, que estará por encima del trono del
Altísimo. Todos me adorarán, verán mi poder, mi inteligencia y belleza —
vociferó Lucifer.
— ¡Nadie es y nadie será como Dios! — respondió Miguel, que carga en su
propio nombre esta verdad: “¿Quién es como Dios?”
Para callar la boca insolente de aquel que se levantaba como archienemigo
del Altísimo, Miguel dijo:
— Vinimos a ejecutar la sentencia del Señor. No hay más lugar para ti y tus
cómplices en este Reino. ¡Dios te dio todo! Fuiste el mayor de todos los
ángeles, la criatura más espléndida, dotada de las mayores bendiciones
celestiales. Ningún otro ser recibió tanta luz y con�anza de parte del
Altísimo como tú, al ser elegido responsable por el ejército de Dios. Sin
embargo, el Todopoderoso vio cuando la iniquidad nació en tu corazón.
Secretamente la alimentaste, codiciando el poder y la honra que solo Le
pertenecen a Él. Podrías haber deseado Su carácter, Su justicia, Su amor,
pero, no. Has elegido abrigar dentro de ti la ira, la envidia y la maldad. El
Señor oyó tus pensamientos de rebelión contra Él. Vio hervir la perversidad
y arrasar, de tal forma, que se derramó sobre todos los que estaban a tu
alrededor. Tu “comercio”, tu negociación con los ángeles fue tu segunda
traición al Altísimo. Ellos, que anteriormente miraban a Dios, viéndolo en
toda Su gloria y majestad en los lugares celestiales, se corrompieron como tú.
¡Mira! La tercera parte del gran ejército del Señor está en tinieblas ahora.
Lucifer interrumpió a Miguel, con gritos de odio y con blasfemias sin igual.
Palabras jamás escuchadas en el Cielo, pero que se originaron en el in�erno
que el querubín de la guarda ya traía dentro de sí, fueron expresadas
vehementemente contra el Señor.
— En mi reino, ¡yo seré señor! ¡No tendré que obedecer y no me arrodillaré
ante nadie! Escuchen todos: ¡nunca, y en ningún momento, me inclinaré
ante quienquiera que sea!
Con frialdad, Lucifer se dirigió a los ángeles leales y se burló de ellos.
— ¿Ustedes continuarán en esta aburrida disciplina y organización donde
solo está el deber de obedecer, servir y adorar? ¡Podemos ser iguales a Dios!
Podemos ser servidos y adorados como Él lo es. Si ustedes se pasan a mi lado,
no tendrán que someterse a las reglas, sino que recibirán homenajes, lisonjas
y alabanzas que llenen nuestro ego de alegría. Y lo mejor de todo, tendrán la
libertad de hacer lo que quieran cuando quieran. Algo imposible aquí, pues
Dios es tirano, y Su Reino es opresor. ¿Dónde se ha visto que solo podamos
hacer Su voluntad? ¡Prometo que ustedes no sentirán la menor falta de este
lugar! Aquí son esclavos, ¡pero conmigo serán libres!
Los ángeles malvados gritaban en voz alta, concordando con aquel a quien
habían elegido como su dios.
Lucifer y Miguel eran ángeles de la más alta jerarquía en el Cielo, y sus
posiciones, ahora, estaban bien de�nidas, al igual que el lado que los otros
ángeles habían escogido. En este evento emblemático, era imposible ser
neutral: o se decidía por Dios y Su Reino, o por Lucifer y sus “promesas”,
las cuales eran hechas con sutileza, astucia y habilidad con el �n de engañar y
tener al mayor número de seres celestiales a su lado.
Así, miríadas de ángeles, que hasta ahora habían vivido en perfecta unidad,
armonía y unión desde que habían sido creadas, dejaron en ese mismo
instante de tener conexión con el Reino de los Cielos, pues pasaron a
pertenecer a mundos incompatibles. Por lo tanto, una ruptura por siempre y
para siempre era fundamental.
Así, de aliado de Dios, el querubín ungido de la guarda se convirtió en Su
mayor adversario. Y “acusador”, “padre de la mentira”, “difamador” y
“príncipe de los demonios” pasaron no solo a de�nirlo, sino también a
caracterizarlo por su carácter y forma de actuar.
Dos ejércitos en combate
Los dos ejércitos, el del bien y el del mal, entraron en combate. La batalla de
Miguel y los ángeles de Dios contra el diablo y sus ángeles corruptos fue la
primera pelea de toda la historia.
La �delidad y la sed de justicia de los ángeles del Altísimo, con sus espadas de
fuego, fueron poderosas armas espirituales para empujar a las tinieblas hacia
afuera del Reino de la Luz.
Nunca más se burlarían a espaldas de Dios. Nunca más, en el Cielo, habría
interrupción de la paz, del júbilo, de la reverencia y del temor al Señor.
Nunca más, en el Cielo, habría in�delidad, discordia, contienda, envidia,
maledicencia o celos, sino que reinaría eternamente el temor a Dios.
Incluso con su resistencia, Satanás fue desterrado del Cielo y privado de toda
forma de favor de parte de Dios. Este rompimiento era �nal y decisivo, por
lo tanto, sin derecho a reconciliación y a un futuro retorno. En el veredicto
Divino, quedó establecido que jamás el diablo volvería a la habitación del
Todopoderoso u obtendría cualquier tipo de victoria sobre aquellos que
andan en la justicia de lo Alto.
Satanás y sus demonios (ángeles caídos) fueron, entonces, lanzados a la
Tierra, y sus actividades malignas fueron transferidas a este pequeño planeta.
Este episodio explica la furia y el deseo de venganza que Satanás mantiene
hasta el día de hoy, y mantendrá hasta el �n. Él sabe que su condenación y su
destino en el lago de fuego forman parte de una decisión irreversible.
El Señor Jesús recordó esta escena tan pronto como Sus 70 discípulos
volvieron, eufóricos, de una misión.
(...) Yo veía a Satanás caer del Cielo como un rayo.
Lucas 10:18
El motivo de la gran alegría de los discípulos era la manifestación del poder
que había en el Nombre de Jesús. Cuando fueron a llevar la Palabra de
Salvación a las aldeas vecinas, recibieron autoridad para curar enfermedades y
expulsar demonios. La experiencia de ver al mal someterse a sus órdenes y
salir inmediatamente de la vida de las personas había sido algo maravilloso
para esos hombres simples, pero no era nada nuevo para el Hijo de Dios.
Después de todo, Él ya había visto hecho semejante. La caída de Satanás del
Cielo fue súbita, como un rayo que, rápidamente, sale de las nubes y llega a
la Tierra.
Esto muestra que, bajo el mandato de Dios y de Sus hijos, no hay la menor
posibilidad de que prevalezca el diablo. Cuando lo expulsamos de nuestra
vida y de la vida de las personas, él revive lo que le ocurrió, en el Cielo, en
el pasado.
El combate que comenzó en el
Cielo continúa en la Tierra
La enemistad del diablo con Dios es, por lo tanto, de larga data, y es
imposible para nosotros identi�car, en el tiempo, los eventos que fueron
narrados anteriormente.
Satanás quería la posición más destacada y el trono más alto, pero su rebeldía
le garantizó el más deshonroso de los títulos y el más profundo abismo como
destino �nal. Es importante saber eso, pues los contornos de la caída y de la
expulsión del diablo del Cielo muestran cómo el Señor lidia con el pecado
de la rebeldía y del orgullo.
¡Cómo has caído del Cielo, oh lucero de la mañana, hijo de la aurora! Has
sido derribado por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Pero tú dijiste
en tu corazón: «Subiré al Cielo, por encima de las estrellas de Dios
levantaré mi trono, y me sentaré en el monte de la asamblea, en el
extremo norte. Subiré sobre las alturas de las nubes, me haré semejante
al Altísimo». Sin embargo, has sido derribado al Seol, a lo más remoto del
abismo.
Isaías 14:12-15
Tú, querubín protector de alas desplegadas, Yo te puse allí. Estabas en el
santo monte de Dios, andabas en medio de las piedras de fuego. Perfecto
eras en tus caminos desde el día que fuiste creado hasta que la iniquidad
se halló en ti. A causa dela abundancia de tu comercio te llenaste de
violencia, y pecaste; Yo, pues, te he expulsado por profano del monte de
Dios, y te he eliminado, querubín protector de en medio de las piedras de
fuego. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura; corrompiste tu
sabiduría a causa de tu esplendor. Te arrojé en Tierra (...). Por la multitud
de tus iniquidades, por la injusticia de tu comercio, profanaste tus
santuarios. Y Yo he sacado fuego de en medio de ti, que te ha
consumido; y te he reducido a ceniza sobre la Tierra a los ojos de todos
los que te miran.
Ezequiel 28:14-18
Entonces hubo guerra en el Cielo: Miguel y sus ángeles combatieron
contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles lucharon, pero no pudieron
vencer, ni se halló ya lugar para ellos en el Cielo. Y fue arrojado el gran
dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual
engaña al mundo entero; fue arrojado a la Tierra y sus ángeles fueron
arrojados con él.
Apocalipsis 12:7-9
En cuanto al lugar de acción del diablo, no hay duda de que está en la
Tierra, precisamente porque una guerra continúa siendo trabada aquí.
Satanás es la fuente de todo el mal que vemos en el mundo. Aunque las
personas puedan ver tanta destrucción, muchos dudan de su existencia y de
sus astutas acciones. Al ignorar esta realidad, las personas se convierten en
víctimas potenciales de sus trampas.
Lo que mucha gente no sabe es que el diablo ha estado en la Tierra desde el
principio, como muestra el libro de Génesis:
En el principio creó Dios los Cielos y la Tierra. Y la Tierra estaba sin orden
y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de
Dios Se movía sobre la superficie de las aguas.
Génesis 1:1-2
Este pasaje bíblico muestra a Dios como el Autor de todas las cosas. Así, el
mundo no surgió espontáneamente ni es obra de la casualidad, sino que se
origina en el Creador, que es la fuente de todo el bien, perfección, justicia,
excelencia, plenitud y amor. Sus primeros hechos creativos involucran a los
Cielos y a la Tierra hechos con una precisión singular, pues Su naturaleza
perfecta no forma nada imperfecto. ¿Por qué, entonces, vemos, en el
intervalo entre el versículo 1 y el versículo 2, algo que muestra una ruptura
en esta perfección Divina? Note que, en el segundo versículo, los Cielos
continúan perfectos, pero la Tierra es vista como desolada, vacía y sin orden,
como si hubiese pasado por una gran catástrofe. La oscuridad, que es vista
cubriendo la super�cie del abismo, denota que había desorden y caos en la
Tierra, factores predominantes en Satanás.
Esta acción del diablo exigió del Altísimo el anuncio que dio origen al
mundo conocido por nosotros:
(...) Sea la luz. Y hubo luz.
Génesis 1:3
Nada puede ser concebido por Dios y para Dios en medio de las tinieblas,
por eso Él disipa la oscuridad primero. Esa luz no solo se re�ere a la claridad,
pues este es el primer día de la Creación, y las lumbreras fueron creadas
recién el cuarto día. Entonces, esa luz puede ser entendida como una fuente
de calor, de energía, por la cual toda la vida vegetal, animal y humana
comenzaría a desarrollarse. Pero, también, puede ser luz en el sentido
espiritual, al traerle a Su futura obra (el ser humano) el entendimiento sobre
todos Sus hechos.
Vale la pena mencionar que una de las características de la luz es revelar todas
las cosas para que nada quede escondido y, así, podamos andar y actuar con
seguridad. Por otro lado, la oscuridad es opresora, causa miedo, esconde
peligros y distorsiona realidades. Por ese motivo, fue disipada por el Señor al
comienzo de la Creación.
Todo esto estaba siendo hecho bajo la atenta mirada de Satanás quien,
acechando, observaba cada nuevo movimiento que tenía lugar en la Tierra.
Él veía cuando los decretos de Dios daban origen a millones de nuevas cosas.
Sin embargo, una obra sin igual llamó su atención: Adán, el primer ser
humano creado a imagen y semejanza de Dios.
Ahora, ya no era la Palabra del Altísimo el Agente de la Creación: el propio
Señor había tomado en Sus Manos el polvo de la tierra y había comenzado a
trabajar.
El Señor modelaba el barro según Su imagen y semejanza, es decir, Se
tomaba a Sí mismo como modelo en la creación de ese nuevo ser. Adán sería
el espejo de su Creador. Es decir, estaría completamente dotado de capacidad
moral para compartir los atributos Divinos, como justicia, bondad, amor,
�delidad, entre tantos otros. Además, sería intelectualmente apto para
razonar, crear, hacer elecciones y decidir. Y, socialmente, tendría la habilidad
de relacionarse y mantener comunión con Dios y con su semejante. Por �n,
el diablo se quedó atónito cuando vio a Dios soplar en las fosas nasales de esa
pequeña criatura Su propio aliento. Ahora, el barro se había convertido en
un cuerpo con alma y espíritu, una composición primorosa como nunca
había sido vista.
Satanás recordó el día en que fue creado como ángel de luz, y que había
sido, hasta entonces, la más bella y radiante Obra del Altísimo. Por eso, se
aterrorizó al ver a una nueva criatura siendo hecha, la cual lo superaría y
sería objeto de un amor y una dedicación incomparables.
En esa observación minuciosa, Satanás vio que Adán, además de ser
inteligente y perfecto, había recibido autoridad para dominar sobre toda la
Tierra. Al hombre también se le había otorgado una compañera y, así, ambos
poblarían la Tierra, que antes había sido un lugar de tinieblas.
Otro punto llamó la atención del exquerubín: Dios apreciaba tanto
relacionarse con Adán y Eva que todas las tardes descendía para hablar con
ellos y ayudarlos a desarrollar sus talentos.
Así, el nefasto sentimiento del diablo contra Dios creció tremendamente, y
era ese sentimiento lo que lo motivaba a intentar herirlo de cualquier forma.
Cuando vio, entonces, que el ser humano era muy amado por el Altísimo,
de�nió que ahora ese sería su mayor objetivo, ya que acababa de encontrar
una manera de afectar al Creador.
— Mi primera embestida será justamente en el punto en el que yo mismo
caí — le dijo Satanás a uno de sus más altos subordinados.
— ¿A qué te re�eres? — preguntó el ángel caído.
— Al igual que nosotros, Adán y Eva fueron creados con libre albedrío.
Tienen libertad tanto para obedecer como para desobedecer a Dios.
— Pero ellos están cercados por el poder y por la bondad del Creador. No
será fácil hacer que se vuelvan contra Quien les proporciona absolutamente
todo.
— Aunque hayan recibido toda esta Tierra de regalo, existe el fruto de un
árbol en el huerto del cual no pueden comer, porque Dios lo ha
determinado. Y es en ese punto donde los atacaré. Yo sé qué hacer para
convencerlos de desobedecerlo y, así, tornarse como nosotros.
La caída del hombre
Una vez expulsado del Cielo, el diablo podría haber reconocido su derrota,
aceptado su condena y haberse retirado al lugar de desgracia que, por sus
propias actitudes, eligió para sí. Pero, no. Satanás decidió continuar la guerra
que comenzó en el Cielo. Y, ya sabemos de antemano que, por libre y
espontánea voluntad, jamás se retirará de la batalla. Será nuestro Señor Jesús
Quien, en el �nal de los tiempos, pondrá un �n a este con�icto, como
muestra el libro de Apocalipsis (20:10).
El diablo no se rinde voluntariamente porque su naturaleza es demasiado
orgullosa para admitir que erró y perdió. Al contrario, elige enfrentar a Dios
indirectamente en la Tierra. Así, instigado por su odio, ocupa todo su
tiempo en represalia al Señor por el castigo sufrido. Lo hace tratando de
afectar al ser humano, que es la imagen de Dios. Los primeros que
experimentaron su crueldad fueron Adán y Eva.
El archienemigo del Altísimo vio que tanto el hombre como la mujer
disfrutaban de una intimidad con Él, algo nunca experimentado por otra
criatura. Por eso, embistió implacablemente para destruirlos.
Satanás estudió cada paso de la vida cotidiana de esa pareja en el huerto. Vio
cuando Adán recibió la orden de Dios de que ni él ni Eva comieran el fruto
de un árbol en particular, bajo pena de sufrir las consecuenciasde esa
transgresión. Perspicaz, el diablo proyectó su ataque insidioso justamente en
ese punto, porque, al desobedecer, Adán y Eva estarían rebelándose contra
un Mandamiento de Dios.
Y ordenó el SEÑOR Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no
comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás.
Génesis 2:16-17
Es importante destacar que en el huerto del Edén había una �ora
extraordinaria, con árboles de todas las especies, para el deleite de Adán y
Eva. Sin embargo, la presencia de un árbol en particular, llamado por Dios el
“árbol del conocimiento del bien y del mal”, tenía el objetivo especí�co de
probar la obediencia voluntaria de la primera pareja terrenal.
El Creador había sido extremadamente generoso al crear al ser humano,
dándole lo mejor de Sí. Como vimos, al principio, Él preparó la Tierra con
todas sus maravillas, plantó el huerto del Edén, y solo después creó a Adán.
Esto muestra que Dios actuó como un padre que, con cariño y cuidado,
preparó el ambiente para la llegada de su hijo. Frente a eso, no hay nada más
justo que el ofrecimiento del amor y la lealtad de esas criaturas, y la
aceptación de buen grado de la autoridad de Quien las creó.
Satanás, que había vivido en el Cielo, conocía el modo de actuar del
Altísimo. Por eso, sabía que, por Su carácter y Su Santa Naturaleza, Dios
nunca obligaría a las personas a someterse a Él, sino que esperaría que ellas,
espontánea y agradablemente, se rindiesen a Su voluntad.
Así sucedió con los ángeles. Como nosotros, ellos nunca fueron programados
para obedecer y servir, sino que tenían el privilegio de escoger qué hacer
con la libertad que les había sido dada: amar a Dios o rebelarse contra Él.
Así, vemos que darles libertad y espacio a Sus criaturas, para que ellas
mani�esten sus voluntades, es algo que el Señor aprecia mucho. Él hace eso
porque busca relaciones verdaderas y expresiones de amor verdaderamente
sinceras.
Entonces, en el caso de Adán y Eva, el Altísimo no cercenó la libertad de
ellos, no los reprimió ni marcó de cerca a la pareja, ¡por lo contrario! Dejó el
árbol del “conocimiento del bien y del mal”, precisamente en medio del
huerto, para que el hombre y la mujer pudieran, por su propia cuenta,
decidir obedecer o desobedecer; honrar o deshonrar a su Creador. Ese árbol
hubiera podido estar fuera de los límites del huerto, para di�cultar el acceso a
él, pero no. Dios lo dejó al alcance de Adán y Eva para que ellos,
voluntariamente, obedeciesen a Su orden o no.
Sigue siendo del mismo modo hoy. El Altísimo muestra Su amor y Su
justicia al darnos la libertad de elegir nuestros propios caminos. Incluso, Él
respeta si decidimos seguir lo que es malo. Somos libres para tomar nuestras
decisiones, pero no podremos evitar las malas consecuencias de esas actitudes.
Un nuevo rumbo en la historia
Los primeros tres capítulos de la Biblia revelan toda la historia del mundo y
el porqué de que humanidad esté en ruinas. Claramente, vemos el comienzo
de todo, el propósito de la Creación, el primer estado perfecto del hombre y,
luego, cómo tuvo lugar su caída y su degradación. Los versículos iniciales del
capítulo tres de Génesis tienen la narrativa más triste y, al mismo tiempo, más
reveladora de las Escrituras, ya que muestran cómo el diablo actúa para
engañar y derribar a alguien.
El primer punto para destacar es que, si Dios había ordenado no comer de
ese árbol, porque causaría la muerte, entonces Adán y Eva deberían pasar
lejos de él, no poniéndose en riesgo de pecar o de jugar con el peligro. Sin
embargo, no fue eso lo que hizo la mujer. Llevada por su curiosidad, Eva se
expuso a la tentación cuando decidió observar el árbol y sus frutos. Ella
estaba sola y, por eso, más vulnerable al ataque del mal. Sin Adán cerca, sería
mucho más fácil convencerla de desviarse del propósito Divino. El diablo,
entonces, sin perder tiempo, decidió aproximarse para engañarla.
Muchas veces, actuamos por impulso y, de repente, en un arrebato, tomamos
una decisión. Pero Satanás, a diferencia de nosotros, actúa con precisión,
porque no tiene prisa. Todo lo que hace es estrictamente planeado. Antes de
atacar a una persona, la examina para conocer sus gustos, sus inclinaciones y
sus debilidades. Hace eso para ofrecerle a su víctima una propuesta que es
“irresistible” a sus ojos, de acuerdo con sus preferencias.
Para ilustrar esto, podemos comparar el modus operandi del diablo con la
táctica de atrapar a un simple ratón o a un pez, por ejemplo. En la trampa
para ratones, no se coloca un trozo de chocolate, sino de queso, precisamente
porque el ratón aprecia ese manjar. Así también hace el pescador, que coloca
una atrayente carnada en su anzuelo, de acuerdo con el pez que quiere
pescar.
Satanás, asimismo, usa diferentes estrategias para alcanzar el éxito que
pretende. Es decir, miente y usa a personas, de las más variadas maneras, para
atraer a quien desea. En el caso de la tentación de Eva, el diablo no se mostró
como realmente era, sino que tomó el cuerpo de una serpiente, haciendo
que la mujer se maravillara con lo que veía. La serpiente estaba por delante
de los otros animales, tanto en belleza como en vivacidad e inteligencia, por
eso el diablo la eligió para alcanzar su objetivo.
En sus planes malignos, el diablo estaba listo para ofrecer las mejores ventajas
— nunca desventajas —, tal como lo había hecho en su rebelión en el Cielo.
Su poder de persuasión es tan grande que puede hacer que incluso la hiel
parezca miel.
Para involucrar a una persona y llevarla a pecar, Satanás dirá todo lo que a
ella le gusta escuchar y nunca hablará de las consecuencias de aquel pecado y
de lo mucho que sufrirá si cae en su labia. El diablo es maestro en disfrazar y
ocultar sus verdaderas intenciones, y también los efectos de la desobediencia
a Dios. Por ejemplo, nunca mostrará que la falsa libertad ofrecida por él
tornará al ser humano espiritualmente esclavo y que lo llevará por el camino
de la muerte eterna, hasta el día en que decida entregarse a Dios. Si de
Satanás depende, el hombre nunca conocerá versículos como los siguientes:
Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Romanos 6:23
Después, cuando la pasión (deseo de la carne) ha concebido, da a luz el
pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.
Santiago 1:15
Y si, por casualidad, alguien se entera, Satanás intentará cegar su
comprensión para que no entienda lo que el Texto Sagrado realmente dice.
El paso a paso de la caída
Veamos, entonces, el paso a paso de las estrategias utilizadas por Satanás para
engañar a Eva:
1. Cuando se dirigió a la mujer, él le hizo una pregunta: “(…)
¿Conque Dios os ha dicho: «No comeréis de ningún árbol del huerto»?” (Génesis
3:1).
Su objetivo, al interrogar a Eva, era saber lo que había entendido con
respecto al Mandamiento de Dios y, al mismo tiempo, crear un
malentendido con su propia respuesta, haciendo que ella se confundiera. Él
sabía bien lo que Dios había dicho, de la misma manera en la que conoce la
Biblia de memoria, para adulterarla según lo que le conviene.
Usted ya debe haber visto a alguien construir un gran problema con una
verdad a medias, ¿no? Esto es porque mezclar verdad con mentira es una
herramienta del in�erno en la práctica del engaño. Quien escucha este tipo
de conversación tergiversada, sin discernimiento espiritual, seguramente será
involucrado en una confusión.
Eso fue lo que le pasó a Eva. Sin darse cuenta, estaba teniendo un diálogo
extremadamente peligroso con Satanás. Ella escuchó, de la boca de la
serpiente, la Palabra de Dios completamente distorsionada, pues, como
muestran las Escrituras, el diablo tiene su “enseñanza” y su objetivo es llevar
al ser humano a desviarse de la fe (1 Timoteo 4:1). Sin embargo, esto es
hecho muy sutilmente para que aquel que es objetivo del mal no se dé
cuenta de que camina a grandes pasos hacia su propia ruina.
Eva no se dio cuentade cuán vulnerable e involucrada estaba en esas
circunstancias, y le respondió a la serpiente de la siguiente manera:
(…) Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del
árbol que está en medio del huerto, ha dicho Dios: «No comeréis de él, ni
lo tocaréis, para que no muráis».
Génesis 3:2-3
Con su a�rmación, Eva demostró que sabía que era libre para comer de
todos los frutos de los árboles, con excepción de uno. Añadió, inclusive, lo
que Dios no había dicho: “no tocar”. Es decir, ella había sido muy bien
instruida; por lo tanto, no habría excusas para el error que iba a cometer.
2. El siguiente paso del diablo fue más osado: “Y la serpiente dijo a la
mujer: Ciertamente no moriréis. Pues Dios sabe que el día que de él comáis, serán
abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal” (Génesis 3:4-
5).
Vea la estrategia del mal. Aquel que es el engañador acusa a Aquel que es
Santo y Perfecto de engañar a Adán y Eva. En otras palabras, el diablo dijo
que Dios había mentido al ocultarles la verdadera razón para no comer ese
fruto. Además, a�rmó que el límite establecido por el Señor al ser humano
“mostraba” que Él no era tan bueno como pensaban Sus criaturas.
Al hacer falsas promesas y acusaciones, la serpiente eliminó por completo las
consecuencias del pecado. Satanás dijo que Adán y Eva no morirían, sino
que tendrían una comprensión mucho mayor, pues sus ojos se abrirían para
conocer otras realidades y por lo tanto se volverían como Dios. A Satanás
solo le faltó decir lo bueno que era por revelarles “toda la verdad” — a �n de
cuentas, nadie merece vivir “engañado”.
3. La siguiente táctica del diablo fue simulación pura: La expresión
“Dios sabe”, al comienzo de su respuesta a la mujer, sugiere que Dios
entiende todo y le cierra los ojos a lo que las personas hacen. Fue una forma
que la serpiente encontró para minimizar la desobediencia al Altísimo. ¿No
es “Dios sabe” ampliamente utilizado hoy para justi�car debilidades, caídas al
pecado, entre otros errores? ¡No olvide que quien usó por primera vez el
término “Dios sabe” fue el diablo en el Edén!
A partir de entonces, vemos que, en tan poco tiempo y en un diálogo tan
corto, el diablo logró suscitar las peores dudas en Eva sobre el carácter y la
integridad de Dios, porque puso en jaque a Su Palabra.
Sabemos que la duda genera perturbación, oscurecimiento del
entendimiento y pérdida de con�anza en el Señor, y fue eso lo que sucedió
con Eva. Al creer en las mentiras del diablo, dejó de creer en la Palabra de
Dios y dudó de Él. Así, mostró tener fe en la palabra del diablo e
incredulidad en la Palabra de Dios.
Desafortunadamente, esto sucede todos los días. Por ejemplo, ¿cuántos hijos
fueron orientados por sus padres sobre el peligro de las drogas, pero la hábil y
convincente charla de un “amigo” los hizo ignorar los buenos consejos, y así
terminaron por tomar el camino de las adicciones? Eso muestra que esos
hijos le dieron más crédito a la palabra atrayente del amigo que a la palabra
de los padres, que podría ser dura, pero era lo que necesitaban escuchar.
4. Otra promesa mentirosa del diablo fue que Adán y Eva serían
como Dios: “(…) y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal” (Génesis 3:5).
Vea bien, en la Creación, Adán y Eva ya tenían la imagen y la semejanza del
Creador. Sin embargo, ese privilegio sufriría una distorsión si pecaban. Y fue
lo que sucedió. A �n de cuentas, ¿cómo un hombre caído, degradado en
iniquidades, re�ejaría la santidad y la justicia de su Creador?
Sé que, en este momento, hay muchas personas involucradas en situaciones
de peligro. Están escuchando la misma voz del mal que dice: “¡Lo harás solo
hoy!”; “¡Nadie descubrirá lo que hiciste!”; “¡Todos lo hacen!”; “No hay
nadie viendo”, etc. Pero todas esas sugerencias se resumen a lo que la
serpiente le dijo a Eva: “Ciertamente no moriréis”. Y eso los ha instado a
prostituirse, a ser adúlteros, a robar, a mentir, a �ngir y a cometer otros actos
que desagradan a Dios.
Si Eva hubiera sabido, al menos un poquito, lo que realmente le sucedería a
ella, a su marido, a su familia y a toda la humanidad, jamás hubiera comido
el fruto. Si la mujer pudiera, en una fracción de segundo, vislumbrar algunas
consecuencias de su acto, vería que:
• Habría separación entre el ser humano y Dios, pues el Señor ya no
podría tener la misma comunión con ellos como tenía todas las tardes;
• Tanto ella como Adán serían expulsados del Paraíso;
• Solo con mucho sudor y di�cultad podrían conseguir su propio
alimento;
• La muerte física, oriunda de la vulnerabilidad del cuerpo, vendría a
través de enfermedades, violencia, tragedias y otras formas de sufrimiento;
• Ellos comenzarían a vivir con la culpa y la tortura de su propia
conciencia, a causa de la desobediencia;
• Tendrían en sí el aguijón del pecado, es decir, una inclinación constante
a hacer lo que es malo;
• El ser humano, en la condición de pecador, estaría condenado a vivir
eternamente separado de Dios (Efesios 2:1);
• El parto para las mujeres comenzaría a ser con dolor y sufrimiento;
• Ellos enfrentarían problemas familiares gravísimos, como el asesinato de
un hijo a manos de su propio hermano.
Si hubiese sabido de todo ese mal, con certeza Eva no habría pecado. Si solo
hubiera con�ado en la instrucción del Altísimo, no habría experimentado el
dolor. Pero, como no fue obediente, solo le restó esperar a ver que todo eso
sucediera en su vida.
¿Por dónde entró el pecado?
Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era
agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría,
tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y
él comió.
Génesis 3:6
Eva fue convencida por la palabra del diablo y creyó que el fruto era bueno,
entonces sus ojos lo codiciaron hasta agarrarlo para probarlo. Satanás “acertó
con las palabras”. Es decir, como ya vimos, él estudió a Eva y le dijo
exactamente lo que ella deseaba oír: ¡ustedes tendrán los ojos abiertos de tal
manera que serán mucho más de lo que son ahora y sabrán mucho más de lo
que ya saben!
Así, ella deseó tener más conocimiento, más poder y más sabiduría, a pesar
de que Dios, al crearlos perfectos, ya les había dado todo eso. Las promesas
satánicas eran, entonces, mentirosas. Basta con pensar: ¿cómo alguien se
tornará mejor experimentando lo que es malo? ¿De qué forma alguien va a
ser semejante a Dios actuando de manera incorrecta e injusta?
Lo peor es que Eva estaba tan convencida de que actuaba bien que, no
satisfecha con comer el fruto sola, le llevó el mismo “alimento envenenado”
a su marido. Si solo ella lo hubiera ingerido, solo ella habría muerto. Pero,
normalmente, quien peca lleva a otros también a pecar.
Cuando Adán, pasivamente, aceptó el fruto de la mujer, el pecado alcanzó a
toda la raza humana. Ambos no guardaron la Palabra de Dios, no protegieron
sus ojos y sus oídos y, por eso, la caída ocurrió.
Todos los demonios se juntaron para ver al diablo en acción en el Edén, pues
aquel era un momento decisivo para el ejército del mal. Satanás sabía que, si
llevaba a Adán y a Eva a pecar, ganaría parte de la guerra que había declarado
contra Dios. Cuando él lo logró, todos los ángeles caídos se reunieron
rápidamente para celebrar. Eso fue motivo de �esta en el reino de las
tinieblas; a �n de cuentas, ellos ya no serían los únicos condenados a muerte
eterna. Ya no estarían solos en el in�erno.
Satanás y sus demonios esperaban eufóricos por el momento de la reprensión
de Dios a la pareja. Apostaban a que Adán y Eva serían expulsados del
Paraíso, tal como ellos habían sido expulsados del Cielo en el pasado.
Sin embargo, lo que no sabían es que el reino de las tinieblas siempre pierde,
incluso cuando parece ganar. ¿Sabe por qué? Porque el Todopoderoso, en Su
soberanía in�nita, ha provisto no solo la solución al pecado que entró en la
humanidad, sino también la derrota de Satanás aquí en la Tierra. El diablo,
que ya había sido vencido en el Cielo, sería aplastadoen el cumplimiento del
plan de redención para el hombre, con la venida del Señor Jesús al mundo.
Satanás y sus demonios, aunque no lo aceptaran, ya habían sido derrotados el
día en que se habían convertido en enemigos de Dios, ¡y no era posible
revertir eso!
Pero el diablo ignoraba esa realidad mientras era ovacionado por sus
demonios en el in�erno. Él y su gentuza reían y comentaban las tácticas de
su golpe, al mismo tiempo que, en la Tierra, Adán y Eva descubrían que
habían sido engañados y que cosecharían los frutos del pecado.
Las consecuencias de la caída fueron muchas, y entre ellas está el hecho de
que el hombre se haya convertido en lo opuesto de lo que, originalmente,
había sido formado. En la condición de perfectos, antes del pecado, ni Adán
ni Eva experimentarían la muerte, ya sea física o espiritual. Sin embargo,
debido a la desobediencia, sus cuerpos pasaron a tener fecha de vencimiento.
Así, comenzó un lento proceso de deterioro en el momento en el que
mordieron ese fruto. Por su parte, en el plano espiritual, si el sacri�cio en la
cruz no hubiera sido ofrecido por el Señor Jesús, nadie tendría acceso a la
vida eterna.
A partir de entonces, espíritu, alma y cuerpo, que antes vivían de forma
armoniosa, comenzaron a vivir divididos. El alma, anteriormente creada para
ser guiada solamente por Dios, pasó a ser conducida y altamente in�uenciada
por las emociones, por el diablo y por el mundo. Debido a eso, el ser
humano, siendo solo alma viviente, sin la dirección del Espíritu del Creador,
está destinado a la perdición.
Estamos en una guerra
Frente a las enseñanzas sobre el origen de Satanás, su expulsión del Cielo y la
caída de Adán y Eva, estoy seguro de que quedó muy claro para usted que
estamos todos involucrados en una guerra, en la cual debemos posicionarnos.
Y una de las principales estrategias de guerra es reunir el máximo de
informaciones sobre su enemigo. Cualquier soldado es consciente de que
corre serio riesgo de morir al ir a un campo de batalla sin saber contra quién
o contra qué lucha. Por lo tanto, es fundamental entender cómo el diablo
actúa, trama, ataca y se organiza. Pero hablaremos más sobre esto en los
siguientes capítulos.
Por ahora, debemos entender que no podemos subestimar la astucia de
Satanás. Recuerde: él logró seducir a un tercio de los ángeles en el Cielo a
rebelarse contra el propio Dios. Si convenció a seres perfectos, que vivían
delante de la excelsa gloria del Eterno, a traicionar a su propio Creador, ¿qué
puede hacer con los seres humanos imperfectos que nunca vieron al
Altísimo?
Para que nadie caiga en la estafa maligna, el Espíritu Santo nos advirtió, a
través de Pablo, que no ignoremos los ardides del diablo, que son sus muchos
arti�cios, planes y medios utilizados para hacernos mal. Por lo tanto, no
podemos ser ingenuos, distraídos o ignorantes, porque estamos en medio de
un intenso con�icto espiritual, y solamente estando vigilantes impediremos
que él nos venza (2 Corintios 2:10-11). Su objetivo no es solamente
causarnos tristeza o pequeñas pérdidas y molestias, sino acabar con nuestra
vida y llegar a nuestra alma.
Así como Eva cayó por la curiosidad, muchos cristianos también han sido
enganchados por esa carnada. Conocí a un pastor que estaba mirando fútbol
por internet. Al costado de su dispositivo electrónico, comenzaron a aparecer
anuncios de publicidad con bellas mujeres. Hizo clic en una de esas imágenes
y vio que era contenido pornográ�co. En lugar de desconectarse, un clic
condujo a otro, y así, durante meses, estuvo atrapado en la inmoralidad y la
perversión. A causa de la falta de vigilancia y de temor, su acto culminó en
una vida espiritual devastada. Ese hombre, que había sido �el hasta entonces,
perdió su ministerio y casi pierde su matrimonio. Lamentablemente,
conozco cientos y cientos de casos como ese. Esas personas no estaban
determinadas a pecar, pero fueron involucradas en una situación casi sin
vuelta atrás por no estar atentas a las trampas del diablo.
Satanás, por lo tanto, actúa como un virus preparado por un hacker, enviado
a través de un link con un título muy llamativo. Una vez que la persona hace
clic, su computadora se infecta, sus datos son robados, su cuenta bancaria es
invadida y un desastre ocurre en su vida.
Queremos desenmascarar a las tinieblas y advertirles a todos que estamos en
una guerra espiritual. Es importante dejar muy en claro que no se trata de
una guerra física, sino de una guerra de la fe, ¡y por la fe! Piense conmigo,
esta guerra solo existe porque hay algo precioso para conquistar.
Vea, si hay guerra en este mundo por la conquista de un poder momentáneo,
¡imagínese si se trata de un poder eterno, como el Reino de los Cielos!
Por eso, todos los días, Satanás se opondrá a nuestra fe. Él hará de todo para
engañarnos y evitar que permanezcamos �eles a nuestro Señor, tal como lo
hizo con Eva. Corremos, entonces, los mismos riesgos que los padres de la
raza humana corrieron:
Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva,
vuestras mentes sean desviadas (...)
2 Corintios 11:3
Muchos caen como víctimas del diablo, porque, en algún momento, no
actuaron como un soldado del Reino de Dios. No se vistieron con Su
armadura. No estuvieron atentos al combate. Por lo contrario, vivían basados
en la fe emotiva, en los sentimientos del corazón, y no se puede guerrear por
la Salvación eterna del alma actuando de ese modo.
El alma aspira por emociones, sensaciones, aplausos y todo lo demás que
satisface a la carne. Sin embargo, para conquistar la vida eterna o el Reino de
los Cielos, no se deben usar los sentimientos, sino la razón, la fe con
inteligencia y el discernimiento espiritual.
El Señor Jesús dijo: “Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de
los Cielos sufre violencia, y los violentos Lo conquistan por la fuerza” (Mateo
11:12).
¿Cómo es posible apoderarse del Reino de los Cielos sin violentar la propia
voluntad? ¿Cómo es posible salvar el alma por la fe usando las emociones?
¿Cómo es posible vencer una guerra con los sentimientos? Si es por la fe,
entonces se debe luchar contra los deseos del propio corazón. Si es por la fe,
entonces ¡es por la guerra! Guerra contra las tinieblas de las dudas. Guerra
contra las propuestas de facilidades del mundo. Guerra contra las
inclinaciones de la carne.
Los sentimientos, las emociones y las sensaciones son herramientas del
corazón corrupto y engañador. Por otro lado, la fe es certeza absoluta. Quien
usa la fe como arma de ataque y defensa, jamás puede contar con la
colaboración del corazón. Por el contrario: en la guerra contra el reino del
mal, el corazón se convierte en el aliado del diablo al suscitar las dudas.
Porque las armas de nuestra contienda no son carnales (emociones y
sentimientos del corazón), sino poderosas en Dios (fe racional) para la
destrucción de fortalezas.
2 Corintios 10:4
Cómo el diablo actúa hoy
Estoy seguro de que, con todo lo que ya vimos hasta aquí, todos están
conscientes de la existencia del diablo, así como de su origen y de los
motivos de su caída. Y no vamos a parar por ahí. Trataremos aún más sobre
su personalidad, sus voluntades, su carácter, sus planes y sus debilidades, con
el �n de lanzar el máximo de luz sobre las tinieblas y subyugar el mal con la
fe inteligente que el Espíritu Santo nos ha revelado. Pues, si el diablo actúa
en oculto y con mentiras, nosotros, a la luz, desenmascararemos sus obras y
promoveremos un conocimiento que trae la liberación, como está escrito:
Y conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres.
Juan 8:32
Nuestro interés, con esto, es que cada persona entienda que vivimos en
medio de una guerra espiritual feroz y sin tregua. Por eso, no podemos
desconocer las estrategias y las trampas del mal, ya que corremos el riesgo de
tornarnos un trofeo en las manos de ese enemigo.
Adán y Eva fueron los primeros. Al ser tentados, cayeron delante de la
serpiente, y aún hoy esta continúa en acción, haciendo, todo el tiempo,
propuestas aparentemente “fascinantes”para engañar al ser humano. Y lo
peor es que incluso personas sinceras se han tornado sus víctimas, a lo largo
de todas las generaciones y culturas, independientemente de la edad, género
o clase social. Por ese motivo, la Biblia puede ser considerada el libro que
más habla sobre la guerra, pues en ella están registradas no solo las guerras
físicas y literales enfrentadas por reyes y guerreros, sino también las
espirituales, combatidas diariamente en el interior de cada persona. La
Palabra de Dios nos alerta y nos habilita a que venzamos nuestras batallas
diarias por el mantenimiento de la fe y por la conquista del Reino de los
Cielos.
Para eso, debemos entender que, antes de que esa guerra sea nuestra, es del
SEÑOR, pues comenzó con Él, en el Cielo. Por esa razón, el Altísimo,
prontamente, nos ofrece todos los recursos espirituales para que salgamos
victoriosos y arruinemos los planes del diablo.
Vea eso en el libro de Isaías:
No temas, porque Yo estoy contigo; no te desalientes, porque Yo Soy tu
Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la
diestra de Mi justicia. He aquí, todos los que se enojan contra ti; serán
avergonzados y humillados; los que contienden contigo, serán como nada
y perecerán. Buscarás a los que riñen contigo, pero no los hallarás; serán
como nada, como si no existieran, los que te hacen guerra. Porque Yo
Soy el SEÑOR tu Dios, que sostiene tu diestra, que te dice: «No temas, Yo
te ayudaré».
Isaías 41:10-13
Dios es conocido, en Su Palabra, como “el Señor de la Guerra”. Y vemos,
por la historia de Israel, que Él aprecia derrotar a Sus enemigos por medio de
Sus siervos. No es en vano que la identidad del Altísimo esté asociada a la
guerra, pues Sus hechos son poderosos al frente de un gran ejército.
El SEÑOR es Varón de guerra; el SEÑOR es Su Nombre.
Éxodo 15:3 RVR1960
El SEÑOR de los Ejércitos
¿No es increíble encontrar, en un único versículo, tres veces el título “Señor
de los Ejércitos”? Para mí, eso signi�ca que Dios quiere despertar a los
valientes y suscitar el coraje en Su pueblo para enfrentar a todas las huestes
del diablo.
Diles, pues: Así dice el SEÑOR de los Ejércitos: “Volveos a Mí” — declara
el SEÑOR de los Ejércitos — “y Yo Me volveré a vosotros” — dice el
Señor de los Ejércitos.
Zacarías 1:3
Dios es SEÑOR del ejército de ángeles en el Cielo, del ejército de estrellas en
el �rmamento y del ejército de hombres y mujeres que Le sirven en la
Tierra. Su poder es in�nito, Sus recursos son ilimitados, por lo tanto, no
puede haber excusas para el fracaso.
La repetición del título “SEÑOR de los Ejércitos” debe estar vivaz en nuestra
mente para recordarnos que, si nacemos de lo Alto, formamos parte de un
ejército que triunfa siempre, no importando el tamaño de la batalla, el grado
de di�cultad o las armas del enemigo.
Los pueblos de todas las naciones conocían bien la importancia de un
ejército en aquella época, pues vivían en constantes con�ictos. Las guerras
ocurrían para tomar territorios del otro, para saquear sus bienes o, incluso,
para imponer pesados impuestos. Había también guerras por motivos
religiosos o para apoderarse de los recursos naturales de una determinada
región, como el agua, por ejemplo.
Por eso, cuando Dios Se identi�có ante Su pueblo como “Señor de los
Ejércitos”, sabía que Israel entendería bien ese lenguaje, ya que la nación
vivía teniendo que defenderse de amenazas, construir fuertes y altas murallas
alrededor de sus ciudades y mantenerse en vigilancia 24 horas para no ser
tomada por sorpresa por los enemigos. Esa fue la manera que el
Todopoderoso usó para que Israel se �jara en Su Palabra y entendiera el
propósito Divino para sus vidas.
“Así dice el SEÑOR de los Ejércitos”, quiere decir que Él es el SEÑOR de la
victoria. Él es el Señor que nos garantiza prevalecer en la fe, en la vida,
prevalecer sobre el in�erno y permanecer dentro del Reino de Dios. Por lo
tanto, es el SEÑOR de los Ejércitos Quien tiene todas las armas de la guerra
espiritual, o sea, todo el poder y toda la autoridad para conducir a Sus siervos
al triunfo.
Pienso que, al repetir que Él es el SEÑOR de los Ejércitos, Dios quiera
mostrar que muchas personas, a pesar de oír o leer al respecto de Su poder,
no entienden que ese poder está a disposición de ellas. Aunque la
explicación bíblica sea clara, gran parte de los cristianos no vive la Palabra de
Dios. Frente a eso, las promesas gloriosas de las Sagradas Escrituras no pasan
de ser informaciones para ellos. Esa es la razón por la cual muchos están
débiles espiritualmente y coleccionan derrotas.
El Altísimo Se ocupa de resaltar tres veces Quién Él es para que usted, que
está abatido, fracasado o que vive una fe hipócrita y emotiva, �nalmente se
despierte. Y, principalmente, para usted que dice: “El SEÑOR es mi Pastor y
nada me faltará”, pero que, en la práctica, le falta de todo: felicidad en el
matrimonio, dinero, salud, trabajo y el pan nuestro de cada día.
Pero ¿por qué ocurre eso? En mi opinión, el SEÑOR no ha sido de hecho su
Pastor, porque usted se resiste a oír Su Voz y a obedecerla. A causa de eso, Él
no lo guía a los lugares de verdes pastos. Usted conoce la Biblia y sabe lo que
tiene que hacer, pero no lo hace.
Tal vez usted intente servir al SEÑOR a su manera; sin embargo, no hay
siervos que sirvan a sus señores según sus propias voluntades. La persona que
se coloca como siervo del Señor Jesús, por ejemplo, tiene que servirlo a la
manera de Él, y no a su propia forma. Del mismo modo, si la persona sirve al
diablo, no tiene escapatoria o elección, pues tiene que servir a la manera que
él quiere y que le gusta; de lo contrario, el mal la castigará.
Conocí a personas que sirvieron a espíritus, guías y entidades en la brujería y
que las amenazaron con quebrarles las piernas si no hacían determinado
ritual de la forma exacta como les había sido pedido. Lo extraño es que hay
personas que le tienen miedo al diablo y, por eso, lo sirven con todas sus
fuerzas; no obstante, hay cristianos que actúan sin temor para con el Dios
Eterno. El motivo de eso es que Le sirven de forma relajada, porque no Lo
tienen como SEÑOR y gran Rey.
Vengo predicando y hablando sobre el SEÑOR de los Ejércitos hace décadas y
he enfrentado las peores oposiciones del in�erno. Si el SEÑOR de los
Ejércitos no estuviera conmigo, ¿cree que yo estaría aquí? ¿No cree que las
entidades y toda clase de espíritus inmundos ya me habrían destruido? ¿No
me habrían sobrepasado? Entonces, ¿por qué permanezco de pie? A pesar de
toda la envidia, de toda la polémica que crean en torno a mi nombre, de
todas las acusaciones y de todo el in�erno, continúo aquí porque es al
SEÑOR de los Ejércitos a Quien sirvo y es por el SEÑOR de los Ejércitos que,
todos los días, desafío al engaño y a los dioses de este mundo.
Esta es mi fe y la fe que predico en la Iglesia Universal del Reino de Dios. ¡Y
a quien cree así lo invito a venir conmigo para que destruyamos el in�erno!
Pero a quien no cree, no lo puedo ayudar, no puedo hacer nada.
Nuestra prédica es intrépida porque no hay forma de ignorar la guerra
espiritual instaurada en este mundo. Esta guerra está implantada incluso en
nosotros mismos, pues, para que obedezcamos la Palabra, necesitamos vencer
a nuestra propia carne que, todo el tiempo, milita en oposición a la voluntad
de Dios (ver Gálatas 5:17).
Es solamente por la guerra espiritual que hombres y mujeres, comprometidos
con el Evangelio, llevan la Luz hacia donde hay tinieblas, con el �n de que
almas sean conducidas al Señor Jesús y sean libres de la esclavitud espiritual y
de la muerte eterna.
Entonces, quien ignore la realidad de la pelea entre el bien y el mal, entre el
Reino de Dios y el reino del diablo, caerá en ese con�icto,
independientemente del título eclesiástico, diploma académico, buenas
intenciones, conocimiento bíblico o tiempo de iglesia.
Las estrategias
Sabemos que una guerra terrenal involucra servicios de inteligencia,
estrategias y costos. En la guerra espiritual no es diferente. Es necesarioque,
además de estrategias sabias contra el mal, haya también fe inteligente. Esta es
la fe que piensa, analiza, pesa, evalúa y “hace cuentas” para anticiparse a los
ataques del maligno. Los costos son los sacri�cios que la fe impone para
mantenernos en vigilancia constante. Solamente quien se �ja en eso no se
deja llevar por la apariencia de las cosas y, consecuentemente, no toma
decisiones movido por los ojos o por el corazón, pues no quiere arriesgar su
propia Salvación. A �n de cuentas, en toda guerra están los que mueren y los
que sobreviven.
La fe inteligente y la estrategia sabia nos llevan a hacer exactamente lo que
dijo el Señor Jesús:
Porque, ¿quién de vosotros, deseando edificar una torre, no se sienta
primero y calcula el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla?
No sea que cuando haya echado los cimientos y no pueda terminar, todos
los que lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo: «Este hombre
comenzó a edificar y no pudo terminar».
Lucas 14:28-30
La palabra “estrategia” deriva del griego antiguo strategos, cuyo signi�cado
primario está relacionado al arte de pensar, de actuar de forma articulada y
de liderar un grupo para alcanzar determinado objetivo. Por eso, este
término es muy usado en operaciones militares y policiales.
Si el Señor Jesús nos amonesta a que seamos prudentes en la conducción de
nuestras vidas, ciertamente Él conoce las estratagemas del mal para engañar al
ser humano. Satanás, como ser inteligente que es, actúa a partir de estrategias
— vale recordar que fue creado lleno de sabiduría; sin embargo, cualquier
tipo de sabiduría sin temor a Dios es vacía, inútil y diabólica (Santiago 3:15).
La primera táctica del diablo es atraernos al pecado. La segunda es intentar
convencernos de que la iniquidad es algo agradable e inofensivo. Fue así
como engañó a Eva. Y hace todo eso de una manera extremadamente
seductora, como si quisiera decirnos que estamos perdiendo nuestro tiempo
en el Reino de Dios, pues todo lo que él tiene para ofrecernos es mucho
más interesante. Si sus propuestas no fueran atractivas, nadie caería en ellas.
Por lo tanto, el pecado siempre se acerca por medio de algo ventajoso, bueno
y bello, para que podamos sentirnos seducidos y tentados a practicarlo.
Sabiendo las múltiples y astutas embestidas del diablo para llevarnos a
desobedecer a Dios, el Espíritu Santo nos orienta, por medio del apóstol
Pedro, a que seamos sobrios y estemos alertas. Si así no fuera, tendremos
nuestra alma “devorada” por el diablo, el cual es retratado como un león que
está constantemente a nuestro alrededor, rugiendo lleno de odio.
Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al
acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.
1 Pedro 5:8
¡Imagínese rodeado por un león hambriento y feroz! ¿Qué haría usted?
Ciertamente, no le daría la espalda, ¿no es cierto? Al contrario, buscaría una
manera de protegerse y de mantenerse vivo, pues, ese es nuestro instinto de
vida más primitivo. En el sentido espiritual, Dios nos presenta a Satanás
como un ser implacable que está siempre alrededor del ser humano para
hacerle oposición.
Es interesante notar que, al hacer analogías en cuanto a la acción del diablo,
la Biblia no hace mención de animales frágiles, mansos y amistosos, como
una tortuga, una cacatúa o un gatito, sino de una peligrosa �era, lista para
atacar. Frente a eso, para que no seamos derrotados por Satanás, necesitamos
ser sobrios en nuestros sentidos. La sobriedad, en el sentido bíblico, no
signi�ca huir solo de la embriaguez que el alcohol provoca, sino de todo lo
que entorpece, quita el discernimiento espiritual y desvía el enfoque de la fe
genuina.
En nuestros días, hemos visto a personas completamente “embriagadas” con
los cuidados de este mundo y “consumidas” por las vanidades y aspiraciones
inútiles. Además, una multitud, en todos los continentes de la Tierra, se ha
intoxicado con una “bebida fuerte” llamada entretenimiento. Con esa
“bebida”, el diablo ha estimulado a la humanidad a conocer y a practicar
todo tipo de violencia, inmoralidad, pornografía, corrupción, mentiras y
promiscuidad. El resultado de eso ha sido la depravación moral y la pérdida
de la capacidad de discernir lo correcto de lo incorrecto.
Por lo tanto, con ese “vino”, el dios de la ceguera (verifíquelo en 2
Corintios 4:4) ha embotado el entendimiento de incrédulos y creyentes. El
estado de letargo, o sea, de somnolencia y postración espiritual ha alcanzado
niveles tan asustadores que las personas no notan que están siendo
in�uenciadas a hacer, pensar y decir cosas abominables, las cuales, otrora,
jamás serían aceptadas por ellas.
Muchos cristianos se olvidaron del peligro espiritual que están corriendo,
pues fueron negligentes con el hecho de que están en medio de una guerra.
Están jugando con la fe y con la obediencia a Dios, mientras que el diablo,
en ningún momento, pierde el tiempo. Al contrario, trabaja incansablemente
para “robar, matar y destruir” al mayor número de personas (Juan 10:10).
Entonces, para vencer esta batalla espiritual, es imprescindible que seamos
como un soldado de la fe: siempre vigilantes para que no seamos tomados
por sorpresa por el adversario. Este mundo no es un lugar de paz y descanso,
sino un escenario de combate y enfrentamiento del mal, porque, como está
escrito, vivimos en un territorio que yace bajo el maligno. O sea, la mayoría
de las personas vive bajo la in�uencia del mal y es gobernada por la voluntad
tirana de Satanás.
Ser vigilante también signi�ca andar atento, mantenerse despierto, porque
tenemos un enemigo sutil e invisible a los ojos físicos, pero extremadamente
implacable en el combate. En todo momento, Satanás quiere “devorar” a
alguien. Para eso, se disfraza de amigo, acaricia egos, promueve vanidades e
incluso se hace pasar por un “caballero” para los más desatentos.
Eso quiere decir que no aparece para el ser humano como alguien inmerso
en las tinieblas, o como los libros de historias de fantasía lo retratan: un ser
rojo, con cuernos, patas de vaca y tridente en la mano. Al contrario, parece
fascinante, hablando de forma suave, convincente y articulada. Además,
puede “presentarse” por medio de alguien que, aparentemente, es amigo, da
regalos, elogia mucho y le pone “Me Gusta” a todas sus fotos en las redes
sociales. Pero, en el fondo, todo eso es puro disfraz, pues el carácter de
Satanás no cambia nunca. Dentro de él siempre existirá la intención de
acusar, calumniar y difamar a Dios y a Sus hijos.
Siendo así, la fe inteligente es el arma más poderosa para resistir a las
embestidas del diablo. Y no hay otra forma de que la mantengamos
encendida dentro de nosotros a no ser andando en rectitud en la presencia de
Dios. Quien tiene la fe en alta no le da lugar al diablo, no cede al pecado y
no cae en sus trampas; a �n de cuentas, posee poder su�ciente para resistirle.
Satanás sufre derrotas torturantes cuando guerrea con alguien que vive en la
justicia, en la misericordia y en la fe.
¡Te voy a derrumbar!
A lo largo de los años de servicio al Señor Jesús, vi, innumerables veces, a
Satanás amenazando a pastores y obreros en los cultos, durante las oraciones
de liberación.
Cierta vez, un joven pastor fue amenazado por un espíritu. A los gritos, un
demonio dijo que iba a derrumbarlo, llevándolo al pecado de la prostitución.
En vez de reprender a aquellas palabras del espíritu inmundo y precaverse, el
pastor actuó de forma inmadura, burlándose de la amenaza. Le dijo lo
siguiente a aquel demonio: “Si vas a mandar a alguien, entonces que sea la
más hermosa. ¡Y puedes estar seguro de que no voy a caer!” Riendo, el
joven predicador expulsó a aquel demonio y continuó burlándose de aquellas
amenazas, diciéndole al pueblo que el diablo era “fanfarrón”.
El tiempo pasó, aquel pastor se mudó de iglesia, pero continuaba infantil en
su fe. Hasta que una joven muy bonita llegó a la iglesia y, después de algunos
meses, fue levantada a obrera. Esa muchacha era la mejor obrera de la iglesia,simpática, servicial y muy trabajadora. Además, era exactamente el tipo físico
de mujer que le atraía a aquel muchacho. A ella le comenzó a gustar el pastor
y se le aproximó para declarársele. Entonces, se pusieron de novios, pero
aquella era una relación preparada en el in�erno para llevar al pastor a caer.
De la intensidad del noviazgo vino el acto sexual y, en el momento en el que
estaba en la cama con aquella joven, aquel mismo demonio, de años atrás,
manifestó en la muchacha, dando carcajadas y diciendo: “¿No te dije que te
iba a derrumbar? ¡Desgracié tu vida! ¿No querías a la más hermosa? Te di
una”.
Como ese expastor, tenemos muchos otros miembros, obreros y
predicadores, famosos y anónimos, que fueron heridos en esta guerra
espiritual. Con�aron en sus propias fuerzas en vez de revestirse de la
armadura de Dios y de actuar con vigilancia contra el adversario de nuestras
almas.
Si usted es un frecuentador de la Iglesia Universal del Reino de Dios,
ciertamente ya vio a muchas personas posesas por demonios. Esas entidades
malignas, cuando hablan, revelan los horrores que son hechos en las vidas
dominadas por ellas. Por eso nos empeñamos en mostrar quién de hecho es
nuestro enemigo y las estrategias que usa para intentar derrumbarnos.
Aunque para muchos el estudio de este tema parezca un poco asustador, es
extremadamente necesario para vencer esta guerra espiritual.
Del Edén hasta los días actuales, Satanás y sus demonios han actuado en todo
el mundo. Actúa de formas diferentes en África, en Europa, en Asia, en
América y en Oceanía, sin embargo, aun en situaciones diferentes, el
objetivo de desviar a las personas de Dios continúa siendo el mismo. Y, de
forma encubierta o abierta, inter�ere en la cultura, en la política, en las
religiones, en internet, en la ciencia, en la educación y en todas las áreas que
rigen la vida del ser humano. Pero sus estrategias son diferentes para atacar a
los cristianos y a los incrédulos. Sobre eso, hablaremos en los próximos
capítulos.
Cuando el cuerpo se
transforma en habitación de
demonios
La guerra espiritual contra el in�erno es continua, pues, aun después de
liberada, una persona puede ser in�uenciada por el mal para desobedecer a
Dios, abandonar su fe y volver a su antiguo estado de caos espiritual. Cuando
eso ocurre, los demonios entran en el cuerpo humano y causan todo tipo de
violencia, desorden y perturbación, provocando crímenes horribles, actos de
crueldad, injusticias, falta de amor y de respeto e incluso suicidio. Incluso,
una avalancha de suicidio ha alcanzado especialmente a aquellos que dicen
conocer a Dios, lo que muestra que el diablo no respeta títulos eclesiásticos,
sino solamente una vida de Santidad al SEÑOR.
No piense que este tema es sensacionalismo religioso o misticismo. ¡Lejos de
eso! Satanás es un ser real que está en plena actividad en el mundo, dispuesto
a ejercer poder sobre mentes y corazones en pro de sus objetivos. Los propios
Evangelios muestran innumerables casos de personas posesas por espíritus
malignos que sufrían los más variados tipos de problemas, pero que, al ser
liberadas por el Señor Jesús, tuvieron la vida completamente cambiada.
Hablaremos sobre algunas de esas personas, pero, antes, vamos a entender
cómo un demonio actúa en la vida de alguien.
Cuando los demonios actúan en la mente de un individuo, la primera
característica a ser notada es que sus pensamientos son destructivos, o sea, de
alguna forma se causan mal a sí mismos y a los demás. Además, el diablo roba
la vitalidad, el ánimo y la alegría de esa persona. Ella incluso puede, en la
etapa inicial de la acción de los demonios, presentar una aparente realización
personal o satisfacción pasajera, pero, poco a poco, eso se va evaporando, al
punto de caer en un estado de apatía interior, insatisfacción, angustia y
agotamiento físico, emocional y espiritual. Por eso, no son pocas las personas
que, debido a una opresión maligna, dejan de querer aquello que antes
apreciaban tanto y llegan incluso a perder las ganas de vivir. Otras avanzan
del estado de opresión maligna hacia la posesión y, en este punto, pierden
completamente el control de sus vidas. A partir de entonces, se sumergen en
los vicios, en la depresión y en las inmoralidades, hasta llegar al fondo del
pozo, como errantes solitarios y sin rumbo, por ejemplo.
Cuando analizamos la historia de la mujer cananea (o sirofenicia), que fue al
encuentro del Señor Jesús en búsqueda de la liberación de su hija posesa por
demonios, vemos bien la degradación y el sufrimiento que los espíritus
malignos provocan en la vida de una persona y en su familia. Vea el relato
bíblico:
Saliendo Jesús de allí, Se retiró a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí,
una mujer cananea que había salido de aquella comarca, comenzó a
gritar, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija está
terriblemente endemoniada. Pero Él no le respondió palabra. Y
acercándose Sus discípulos, Le rogaban, diciendo: Atiéndela, pues viene
gritando tras nosotros. Y respondiendo Él, dijo: No he sido enviado sino a
las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pero acercándose ella, se postró
ante Él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Y Él respondió y dijo: No está bien
tomar el pan de los hijos, y echárselo a los perrillos. Pero ella dijo: Sí,
Señor; pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la
mesa de sus amos. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer,
grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y su hija quedó sana desde
aquel momento.
Mateo 15:21-28
Ciertamente, esa mujer ya había oído hablar de la fama de Jesús como Mesías
y Salvador, por eso fue a Su encuentro en un momento en el que Él pasaba
por las regiones cercanas de donde vivía.
Además de esas informaciones, no sabemos nada más acerca de esa mujer,
pero aprendemos con ella que, contra la acción de los demonios, no hay
medicamentos, terapias, consejos o sentimientos. Por más que ella amara a su
hijita, su amor de madre no podría salvarla de las garras del diablo, pues
solamente la fe es e�caz en la guerra contra el mal.
Terriblemente endemoniada
Al ir hacia Jesús, la mujer cananea no fue tímida o miedosa. El Texto
Sagrado dice que ella clamó; es decir, llamó al Señor con una voz tan alta
que despertó la atención de los discípulos. La vehemencia de su súplica
mostraba la urgencia de su necesidad: “terriblemente endemoniada”, dijo,
describiendo la condición de su hija. Esas palabras muestran cuánto Satanás
oprime al ser humano, causando todo tipo de miseria, vergüenza y dolor.
Si un demonio instigando y persuadiendo al mal ya es terrible, ¡imagínese
tenerlo en su propio cuerpo! En el caso de la hija de esa mujer, el espíritu
inmundo debe haber comenzado a actuar de manera discreta, creciendo de
tal forma que ya poseía su mente y la dejaba sin el control de sus actos.
Cuando una persona llega a ese nivel de posesión, necesita ser vigilada, pues,
si estuviera sola, corre el riesgo de cometer grandes actos de locura. Por eso,
es probable que la madre de esa niña la haya dejado bajo los cuidados de
alguien mientras iba a buscar el socorro del Señor Jesús.
Pero lo que ella no se imaginaba es que iba a necesitar enfrentar algunos
obstáculos para alcanzar la liberación de su hija. Primero, su fe fue probada.
Aunque Jesús la haya oído, Él no le respondió inmediatamente. Su silencio
no era una negativa a su súplica, sino el deseo de ver su perseverancia en la
fe.
Segundo, ella tuvo que enfrentar la disposición poco amistosa de los
discípulos de Jesús que, enojados por su insistencia, expresaban, en su
�sionomía, que estaba importunando al Maestro. Esos hombres, que aún no
habían sido bautizados con el Espíritu Santo, no tenían complacencia para
con los a�igidos; por eso, llegaron a pedir que el Señor Jesús le dijese que se
fuera. Cualquier persona con una fe inconstante habría desistido frente a esas
barreras, pero ella no desistió.
Hasta que se dirigió al Salvador, Lo adoró y Le pidió el socorro que tanto
necesitaba. Pero allí enfrentó latercera y última barrera, la respuesta
aparentemente dura del Señor Jesús: “No está bien tomar el pan de los hijos, y
echárselo a los perrillos”.
Él quiso decir que el “pan”, o sea, las bendiciones, debería ser dado primero
a los judíos y recién después a los demás pueblos, como era el caso de ella,
una extranjera de una tierra vecina de Israel. Aquello sonaba como un
sonoro “no” a su pedido, aún más con el término empleado para
representarla: “perrillos”. Pero todo eso sirvió solo para estimular aún más la
fe de aquella mujer y revelar otra preciosa cualidad de ella, la humildad: “Sí,
Señor; pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus
amos”.
¡Qué respuesta admirable! Además de considerar a Jesús como Amo y de
estar postrada a Sus pies (Marcos 7:25), utilizó la propia respuesta de Él para
humillarse aún más. Lamentablemente, hay personas que, por mucho menos,
saldrían enojadas y otras incluso insultando al pastor, en caso de que oyeran
algo parecido. Conozco a algunas así. Sin embargo, esa mujer, con su
respuesta sincera, mostró ser �rme, determinada y osada, por eso su fe fue
aprobada y elogiada por nuestro Salvador: “Y Él le dijo: Por esta respuesta, vete;
el demonio ha salido de tu hija” (Marcos 7:29).
La mujer cananea expresó tanta fe en la capacidad y en el poder del Señor
Jesús que incluso Él apreció tamaña con�anza. Ella sobrepasó Su silencio,
argumentó sobre Su a�rmación y además consideró tanto la grandeza del
Salvador que creyó que Sus “migajas” de poder ya serían su�cientes para
salvar a su hijita.
Los dramas de hoy
¡Cuánta gente vive dramas como los de esta mujer! Dramas que llevan a las
personas a un profundo y continuo sufrimiento físico, emocional y espiritual.
Los ataques malignos involucran todas las áreas de la vida porque el diablo
sabe que, en algún momento, el ser humano puede sucumbir. Por eso, como
ya dijimos, él provoca tanto dolor en el hogar, discordias familiares,
complejos, traumas, vicios y suicidio.
No obstante, el resultado de una fe que prevalece, a pesar de las di�cultades y
de las dudas, trae la respuesta de parte de Dios. El testimonio de la mujer
cananea es alentador, especialmente para los padres que luchan delante de
Dios por sus hijos. El carácter de una madre es universal; es la base que
sustenta las necesidades de su familia; sin embargo, no siempre su voluntad
logra prevalecer. La historia de esta madre cananea muestra que, la mayoría
de las veces, no se puede ayudar a los hijos en todo lo que necesitan. Por más
excelente que sea la educación, el acompañamiento, el cuidado y la
protección, nada de eso es su�ciente cuando hay un ataque del mal.
Entender eso es esencial para que nos acerquemos a Dios y clamemos a Él
por socorro. Fue lo que esa madre hizo, al notar que sus esfuerzos físicos y
emocionales no traerían la liberación que su hija necesitaba.
Ocuparse de la formación profesional de los hijos o suplirlos materialmente
de lo que necesitan es una preocupación legítima de los padres; no obstante,
esos anhelos de nada sirven sin un legado espiritual. El celo por la Salvación
del alma debe ser la principal herencia dejada a los hijos, pues, sin ella, no
solo los años en los que vivirán sobre la Tierra estarán comprometidos, sino
también toda la eternidad. Por lo tanto, en pro de la vida eterna de los hijos
y también de ellos mismos, los padres deben vivir, ininterrumpidamente, de
fe en fe. Pero no una fe falsa y religiosa, sino una fe intrépida, porque
solamente esta es capaz de expulsar a Satanás de cualquier lugar y de
cualquier persona.
Sabemos que cuando los espíritus malignos pasan a actuar en la vida de
alguien, o incluso toman posesión de su cuerpo para atormentarlo, la
intercesión espiritual de los más cercanos se torna vital. Por eso, quien tiene a
un familiar en esta condición necesita estar consciente de que solamente el
uso de la fe aguerrida puede liberarla del mal. Aunque esa persona no venga
al Señor Jesús por sí misma, puede ser agraciada, si usted, que lee ahora este
libro, fuera a la presencia de Dios para interceder por su alma. Esta acción de
fe ya es su�ciente para que el milagro suceda. La mujer cananea creyó que,
aun sin que el Salvador viera o tocara a su hija, aquel demonio saldría, ¡y
salió! Su fe era perfecta; o sea, creyó en la autoridad soberana de Jesús sobre
todo el in�erno, sobre la vida y sobre la muerte, en la Tierra y en el Cielo,
por eso fue socorrida.
Lamentablemente, quien vive con los ojos y con la mente dirigidos solo al
mundo visible, a las necesidades materiales y a lo que es tangible desconoce
la gran realidad del mundo espiritual, que prevalece en el mundo aparente y
determina lo que en él ocurre. Y para tornar claro aquello que nuestros ojos
físicos no ven, necesitamos prestarle atención a la Palabra de Dios, pues en
ella tenemos la revelación de cómo las fuerzas del mal se organizan e
interactúan entre sí para destruir al ser humano.
Solo para recordar ese hecho, al rebelarse contra Dios, Lucifer y los ángeles
que lo siguieron se tornaron seres completamente profanos; es decir,
perdieron toda la pureza que tenían cuando fueron creados. En lugar de
santidad, pasaron a existir solamente tinieblas y maldad. Y la pequeña chispa
de poder que conservaron sirve para causar todo tipo de dolor y sufrimiento
en las personas y en el mundo.
Por ejemplo, los demonios tienen la capacidad de entrar en los cuerpos de
personas que no tienen un compromiso con Dios con el �n de manipularlas,
conforme a su voluntad. Para que eso ocurra, basta con que le den una única
brecha al mal, que puede ser un rencor, un deseo de venganza, una plaga
lanzada, maldiciones proferidas o hereditarias, involucrarse con la brujería,
etc. Ciertamente, fue una o más de esas brechas las que permitieron que
espíritus malignos atormentaran la vida de otras personas relatadas en las
Escrituras, como el mudo endemoniado (Mateo 9:32-33), el endemoniado
ciego y mudo (Mateo 12:22), el joven poseso (Mateo 17:14-18), el
endemoniado de Capernaúm (Lucas 4:31-37), entre otras.
Como puede ver, las posesiones demoníacas son comunes desde los tiempos
bíblicos, pero muchas personas aún insisten en tratar a ese tema como un
fenómeno raro de ocurrir. Al contrario de lo que piensan, las posesiones
están presentes actualmente. Pero, así como en aquel tiempo el Señor Jesús
no medía esfuerzos para liberar a las personas que iban hacia Él, hoy el
Salvador coloca Su poder a disposición de todos aquellos que Le claman, no
importando si pertenecen a una religión o no son miembros de alguna
iglesia. Por lo tanto, si usted se siente un “extranjero” en el Rebaño de Dios,
aunque su fe sea frágil y pequeña, aun así, hay esperanza para usted, ¡hay
solución para su problema!
El Señor Jesús vino justamente para deshacer las muchas obras del diablo y
colocar en libertad a aquellos que viven aprisionados por el mal. Y hoy, por
medio de Su Nombre, tenemos como misión continuar Su Obra en la
Tierra.
Aprendemos, en el día a día de nuestro ministerio, que hay cuestiones que
parecen de difícil solución para algunas personas, pero que, en realidad, lo
que existe es un demonio trabando su vida. Cuando es expulsado, por medio
del poder de Dios, nunca más ellas sufren con tales problemas.
Vea que, si la actuación de un espíritu maligno en la vida de una persona la
deja en un estado de sufrimiento terrible, ¡imagínese si posee una legión de
demonios en su cuerpo! El término “legión” simboliza a un pelotón de
soldados que podría llegar a más de seis mil hombres. Era esa la cantidad de
demonios, como mínimo, que estaba atormentando la vida de un habitante
de Gadara, región ubicada en la costa oriental del mar de Galilea. Apenas el
Señor Jesús llegó a esa ciudad, el gadareno poseso Le salió al encuentro:
Navegaron hacia la tierra de los gadarenos que está al lado opuesto de
Galilea; y cuando Él bajó a tierra, Le salió al encuentro un hombre de la
ciudad poseído por demonios, y que por mucho tiempo no se había
puesto ropa alguna, ni vivía en

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