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RESUMEN – PRESENTACIÓN 
 
El tema de la intercomunión, hospitalidad eucarística y communicatio in sacris ha 
sido debatido desde hace varias décadas. Sin duda, las relaciones entre las Iglesias y 
Comunidades eclesiales, juntamente con sus posturas doctrinales, afortunadamente no son las 
mismas que hace años. No se trata de rebajar las creencias y la doctrina en las que se apoya 
cada Iglesia, sino de dialogar en profundidad sobre la base de un profundo sentido teológico, 
cristológico, eclesiológico y litúrgico. Esto es lo que se ha venido haciendo desde antes del 
Concilio Vaticano II, a veces incluso a puerta cerrada. Con dichos diálogos se ha podido 
llegar a distintos acuerdos y mientras tanto hemos de seguir caminando juntos. Esto hoy ya es 
un hecho y debemos caer en la cuenta que por muchos siglos de separación que existan entre 
todos, estamos muy cerca, pues seguramente íbamos caminando unos junto a otros, sin 
darnos cuenta, pero hacia el mismo Señor. La intercomunión trata de compartir al Señor 
Resucitado, que se encuentra en el misterio de la Eucaristía, si es posible, si no repugna 
teológicamente, como medio o fin para poder expresar la unidad de la Iglesia. 
 
 
LA INTERCOMUNIÓN CON LAS IGLESIAS ACATÓLICAS 
 
Enrique Somavilla Rodriguez, OSA1. 
 
 
1. PRESENTACIÓN 
 
 La novedad de la Pascua es la auténtica alegría nacida del Señor resucitado y de esta 
realidad que nos ilumina, Cristo; ser hombres de Dios significa que tengamos la urgencia de 
incorporar a nuestra vida los sentimientos de Cristo: “Tened entre vosotros los mismos 
sentimientos que tuvo Cristo” (Fil 2,5). Sentimientos nuevos de amor, servicio, perdón, darlo 
todo sin esperar nada. Los cristianos estamos seguros de que el mundo se arreglará en la 
medida en que haya hombres y mujeres capaces de esos sentimientos. Esta seguridad nos la 
da el mismo Señor resucitado de entre los muertos. La Pascua nos sitúa ante la inevitable y 
gozosa exigencia de lo nuevo en el mundo, en la historia y en nosotros mismos. En la pascua 
celebramos la Vida. Esa vida que no se acaba, que alienta en el camino, que ofrece seguridad 
absoluta en la inseguridad diaria, que da valor ante el miedo, que amortigua y fortalece en la 
debilidad, que es alegría en la cruz y el sufrimiento. Hace falta que recuperemos la alegría en 
la Iglesia, recuperemos el sentido de la cruz, alegría que nace de la cruz y que es fruto del 
amor de Dios. Por eso la Eucaristía se hace necesaria, primordial, vital, esencial y será 
necesario tener en cuenta los cambios recogidos desde la mentalidad y el progreso realizado 
en el tiempo por el mismo diálogo ecuménico, las Iglesias separadas o acatólicas, la dificultad 
existente en el tema de la denominada “communicatio in sacris” o intercomunión u 
hospitalidad eucarística, la postura recogida sobre la Eucaristía, y todo ello asumido desde el 
marco del BEM2 en la perspectiva de la Iglesia Española. 
 La Iglesia ha tratado, siempre los temas ecuménicos tanto desde la dimensión oficial 
de los distintos documentos, como desde la experiencia de la praxis, la comunión en la 
Eucaristía, que es la suprema expresión sacramental. El movimiento ecuménico, por medio 
de todas sus iniciativas propias, se ha distinguido por su trayectoria misionera. De todos 
modos, es más que evidente que la división de los cristianos está en contradicción con la 
Verdad que ellos tienen la misión de difundir y así perjudica gravemente a su testimonio. 
 “Pero el deseo de reconciliación cristiana no nace de un vago idealismo sentimental, 
ni de puros deseos pragmáticos que buscan mayor eficacia a la hora de presentar la buena 
 
1 Enrique Somavilla Rodríguez, OSA., es doctor en Teología Dogmática, master en Doctrina Social de la Iglesia y licenciado 
en Ciencias Eclesiásticas. Es también profesor ordinario de Teología en el Centro Teológico San Agustín (afiliado a la 
Pontificia Universidad de Salamanca), donde imparte diversas asignaturas. 
2 Con las siglas BEM se hace referencia al documento de Fe y Constitución, titulado Bautismo, Eucaristía y Ministerio, 
redactado en Lima en 1982. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
2 
 
noticia de Jesús al mundo. El deseo de reconciliación cristiana hunde sus raíces en la misma 
reconciliación entre Dios y el mundo que, a iniciativa divina, llevó a cabo Jesús de Nazaret a 
través de su vida, pasión, muerte y resurrección”3. 
 La consideración recíproca entre todos los cristianos para alcanzar definitivamente la 
unidad de la Iglesia de Cristo, pasa también necesariamente por el camino de la misma 
pasión, muerte y resurrección del Señor, asumida y que se ha de presencializar aquí y ahora. 
 El Evangelio debe anunciarse más allá de la realidad que aparece en el mundo. Ha de 
ser una opción muy clara por la reconciliación de todos los cristianos, donde el Espíritu Santo 
juega un papel fundamental e incluso decisivo. Y teniendo en cuenta las dificultades que 
provienen de las divisiones, la Buena Nueva ante todo es de gracia y esperanza, de justicia y 
de paz, de amor y reconciliación. La división entre los cristianos ni ha favorecido, ni favorece 
ni podrá favorecer, la proclamación del Evangelio. Para que esa comunión plena y visible se 
produzca, será necesario el encuentro en la Eucaristía, suprema manifestación sacramental, 
pues la misma sagrada Eucaristía es la expresión más admirable para realizar plenamente la 
unidad de la Iglesia4. Este es pues el camino abierto hoy a las Iglesias y Confesiones 
cristianas como itinerario para llegar a vivir la unidad entre todos los cristianos. 
 
2. DIÁLOGO ECUMÉNICO 
 
 Los valores de la sociedad han ido cambiando en función de las expectativas surgidas 
a raíz de las cambios sociales, acontecidos tras la Segunda Guerra Mundial. Dentro de esa 
proyección, será necesario tener en cuenta la trayectoria del proceso ecuménico desarrollado 
durante los últimos cincuenta años. La sociedad europea es diversa a la de épocas anteriores. 
Los cristianos desarrollan una línea de acción mucho más positiva, más allá de posturas 
derrotistas o triunfalistas, que denotaban actitudes al margen de la realidad; posiciones 
demasiado ancladas en una sociedad anquilosada en el pasado. Para los cristianos era preciso 
entrar en la dinámica de la inserción social y cultural, con perspectiva religiosa. Dicha 
inserción pasaba por la reflexión y la praxis con un profundo sentido teológico y sobre la base 
de las verdades de la fe. Estos criterios deben orientarse tratando de acentuar la presencia y la 
acción de Dios en la sociedad e interpretar la independencia del hombre en sus esfuerzos por 
mejorar dicha realidad. Asumir la condición existencial del pecado, tanto individual como 
estructural, que se produce en el hombre y en la sociedad. Así llegar al mismo Jesús, el 
Cristo, que da sentido a la historia y al hombre. De esta manera, se trata de ver la acción del 
Espíritu Santo para interpretar la salvación del Padre operada por medio de Jesús para todo 
hombre. Esto nos conduce a un compromiso concreto y además imprescindible con la 
realidad, desde una ética tanto personal como social, para finalmente ofrecer una serie de 
respuestas dentro del proceso de integración del cristiano5. 
 Dentro de las posibilidades ecuménicas, debemos tener en cuenta las relaciones del 
Consejo Ecuménico de las Iglesias (CEI) con la Iglesia Católica, realizadas por medio de la 
Comisión o departamento de “Fe y Constitución”: Esta comisión ha presentado a la 
Asamblea de Vancouver el así llamado “Documento de Lima”, cuyo título es “Bautismo, 
Eucaristía y Ministerio”, fruto, puede decirse, de cincuenta años de trabajo de esta 
Comisión. La Asamblea lo ha acogido con gran disponibilidad y ha puesto de relieve que 
ahora la búsqueda de caminos hacia una unidad visible tiene carácter de urgencia. En 
efecto, con este documento el problema de la unidad se plantea de un modo nuevo, en cuanto 
que se subraya que la unidadhay que buscarla en primer lugar en la unidad de la fe, y se 
llama la atención sobre el hecho de que la profesión de la Iglesia una, santa, católica y 
apostólica forma parte de la fe recibida de los Apóstoles. 
 “Naturalmente es indispensable que el “Documento de Lima” sea estudiado y 
 
3 J. BOSCH, Para comprender el ecumenismo, Estella 1991, p. 5. 
4 Cfr. J. E. VERCRUYSSE, Introducción a la teología ecuménica, Estella 1993, pp. 162-164. 
5 Cfr. H. VALL , Modelos históricos de inserción del cristiano en la sociedad, en Relaciones Interconfesionales 3 (1979) 13-
14. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
3 
“aceptado”. Por ello, ha sido enviado a las Iglesias miembros del CEI con el ruego de 
responder a la pregunta: ¿En qué medida este documento refleja la fe de vuestra Iglesia? 
¿Qué consecuencias sacáis de este documento para vuestra vida, vuestro testimonio y 
relación con las demás Iglesias? Por parte católica el documento ha sido enviado, por medio 
del Secretariado para la unión de los cristianos, a las facultades teológicas católicas de todo 
el mundo con el ruego de estudiarlo y hacer una valoración del mismo. El Secretariado 
cuidará después de hacer llegar una síntesis de las opiniones recibidas a los responsables de 
“Fe y Constitución”6. 
 Todo proceso que mire hacia la plena convergencia de la unidad entre las Iglesias es 
un acicate valioso para ver y luchar por el ecumenismo. La fuerza del Espíritu nos mueve a 
seguir adelante en esta tarea y esfuerzo común. “Respecto a la Eucaristía existe un amplio 
espacio de convergencia. En el esfuerzo por reconciliar los diferentes enfoques del carácter 
sacrificial de la Eucaristía y las diferentes comprensiones de la naturaleza de la presencia de 
Cristo en ella, ha sido de gran ayuda la incorporación en la teología eucarística del 
concepto bíblico de la "anamnesis", así como de la noción de "epíclesis". Sin embargo, entre 
los temas que todavía nos separan se halla la comunión eucarística entre las Iglesias. Para 
algunas Iglesias la Eucaristía es la expresión de la unidad de la Iglesia y nunca un mero 
medio para su unidad, por lo que la plena participación en la Eucaristía de otra Iglesia sólo 
es posible cuando la propia Iglesia está en comunión con la Iglesia celebrante. Otras 
Iglesias piensan que la base común del bautismo y una comprensión de la Eucaristía como 
medio hacia la unidad permite la hospitalidad Eucarística. Este tema está íntimamente 
relacionado con el problema de la presidencia de la Eucaristía y la necesidad o no de que 
siempre sea ejercida por un ministro ordenado, cuestión discutida entre las Iglesias”7. 
 El esfuerzo que conlleva la necesidad del diálogo ecuménico pasa por la dimensión 
eucarística que debe de aglutinar los trabajos, las reflexiones y la investigación teológica, y 
expresarla con toda claridad, firmeza y sencillez. La Eucaristía ha de ser la puerta de la 
unidad. Para dialogar es necesario saber escuchar, saber comprender y saber aceptar los 
disensos, las diferencias y las pluralidades. La pérdida constante de los valores de la fe en el 
campo público marcó las condiciones de reducción a las que se tuvo que someter la expresión 
religiosa de algunas Iglesias del régimen de Cristiandad. Ante tal secularización imparable, 
ha sido muy difícil la relación entre las personas y sus propias Iglesias y Confesiones8. 
 La situación religiosa, vista desde la perspectiva de las Iglesias cristianas, ha 
manifestado muy claramente su situación, dando numerosas pruebas de su actitud y su firme 
voluntad de fidelidad al planteamiento del testimonio, que debería ser común para todos, 
como expresión de dicha fe en el Señor Jesús9. Las expresiones y las opciones por la unidad 
se han de basar en las mismas creencias. Son muchas las diferencias existentes entre las 
Iglesias y han de pasar por unos criterios comunes. El principio unificador, que puede 
disponernos a un mayor acercamiento entre las Iglesias es el de la unanimidad de la fe. 
 Evidentemente son muchas y variadas las formulaciones doctrinales, en el desarrollo 
del dogma. Existe una legítima diversidad y una pluralidad en cada una de ellas. También es 
necesario establecer un sistema de valores para manifestar esa unidad de la fe, como punto de 
partida. El ecumenismo es una tarea de todos y todos estamos llamados a llevar adelante con 
nuestro esfuerzo, interés y sacrificio. Pero toda esta reflexión no termina en el inicio, sino que 
es punto de comunión como meta final, en el tiempo que el Padre lo manifieste10. 
 Si desde esta perspectiva general tratamos de aplicarlo a España de manera particular, 
muchos de los aspectos anteriores sirven ya por si mismos y otros son más característicos 
 
6 S. SCHMIDT, Veinte años de desarrollo creativo del Ecumenismo, en Pastoral Ecuménica 2 (1985) 25-26. 
7 A. MATABOSCH, Los disensos. Reflexiones en torno a la V Conferencia Mundial de FyC, en Pastoral Ecuménica 10 (1993) 
83. 
8 Cfr. A. GONZÁLEZ MONTES, La increencia en España, reto a la fe y al testimonio común de los cristianos, en Diálogo 
Ecuménico 21 (1986) 155. 
9 Ibid., p. 169. 
10 Cfr. E. LANNE, A los veinte años del decreto de Ecumenismo, en Pastoral Ecuménica 2 (1985) 175-179. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
4 
 
nuestros, en función de la realidad política, económica, social, cultural, religiosa etc. de la 
sociedad española, no solamente referido a las últimas décadas, sino por el peso de algunos 
siglos. 
 El diálogo ecuménico en España se ha hecho con la Iglesia Evangélica Española 
(IEE), con una orientación de índole presbiteriana como miembro de la Alianza Reformada 
Mundial, y con la Iglesia Española Reformada Episcopal (IERE), que participa de la 
Comunión Anglicana. Hasta ahora, ha sido muy escaso el diálogo con estas Iglesias y, en 
general, con las Iglesias del protestantismo español. Esto ha debilitado la unidad entre todas 
estas comunidades y, a veces, lo que las ha unido es su anticatolicismo a ultranza11. Con 
respecto a las Iglesias de la Ortodoxia en España, tanto la Griega como la Rumana, el nivel 
de relaciones y el compromiso ecuménico es positivo y claro, aunque sus visiones mantienen 
posturas un tanto rígidas. Las dificultades desde el punto de vista protestante se deben a su 
carácter congregacionalista de la segunda Reforma del siglo XIX y, sobre todo, a la debilidad 
teológica que se mantiene hasta la actualidad, lo que supone una limitación a la hora de 
establecer unas discusiones con un fondo teológico12. 
 Por parte de la Iglesia Católica hay que destacar el gran desconocimiento del 
problema. De ahí se traslada a un miedo al movimiento ecuménico. El cansancio se hace 
evidente en muchos de los ecumenistas de corazón a causa de la burocracia que existe en 
estos ámbitos y también por la secularización que se sigue desde la realidad social española13. 
 Se deduce que el diálogo ecuménico, como acción de la vida eclesial, juega un papel 
fundamental a partir del anuncio, convocatoria y posterior celebración del Concilio 
Ecuménico Vaticano II, y la aprobación del decreto “Unitatis redintegratio”14. A los 
cuarenta y cuatro años de su aprobación aporta un profundo contenido, un sincero y abierto 
estilo eclesial y un mayor testimonio cristiano. No cabe duda que las marchas y 
contramarchas durante todo este tiempo han sido evidentes, pero también dan prueba de la 
fuerza del movimiento ecuménico. 
 Esta realidad se ha constatado en la Iglesia en España, que ha sufrido los avatares 
anteriores, pero quizá sin tanto trasiego de pleamares y bajamares. Sin duda, las condiciones 
de las distintas Iglesias en nuestro país es bien diverso, dado que la primacía de la Iglesia 
Católica Romana es un hecho real, histórico y actual. Las condiciones para dicho diálogo no 
han sido siempre las más favorables, pero conviene tener en cuenta la buena disposición de 
las partes implicadasy los logros conseguidos. Hoy, más que nunca, la búsqueda de la 
unidad, la necesidad del diálogo ecuménico, es un signo de los tiempos, mediante el 
discernimiento personal y ecuménico: 
 A nivel personal: Son las dificultades, dudas, vacilaciones, compromisos, vida 
interior, exigencias personales, preocupaciones y opciones. Es preciso confrontar las 
vivencias con los demás hermanos que son cristianos. 
 A nivel ecuménico: El discernimiento de los pasos que se deben dar, los proyectos 
que deben aceptarse para trabajar por el ecumenismo, íntima colaboración desde los propios 
principios, intercambio de la vida de fe, preocupaciones comunes para vivir una vida más 
intensa, un testimonio más acorde con la caridad, y una mayor organización con objetivos, 
medios y fines. 
 
3. CONDICIONES DE LA INTERCOMUNIÓN 
 
 El problema reside en el modo de la intercomunión. Desde el punto de vista teológico 
se piensa que la superación de las divisiones no lo da la intercomunión sino la comunión, que 
es única, puesto que sella una división ya superada y abandonada. La Eucaristía expresa la 
 
11 Cfr. P. RODRÍGUEZ, Situación actual de la colaboración ecuménica e interconfesional en España, en Diálogo Ecuménico 
25 (1990) 263-264. 
12 Ibid., pp. 264-267. 
13 Ibid., pp. 267-270. 
14 CONCILIO VATICANO II , Decreto Unitatis redintegratio, 21 de nov. 1964, en AAS 57 (1965) 90-111. (En adelante UR). 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
5 
comunión15. Las condiciones en las que está permitida la comunión eucarística, puesto que el 
diálogo es cada vez más apremiante, sobre la Cena del Señor o la Eucaristía, sobre los demás 
sacramentos, incluso el culto y los ministerios de la Iglesia, desde el punto de vista de la 
intercomunión son las siguientes: 
a) Siempre que la intercomunión no se confunda con la recuperación de la unidad de la 
Iglesia, sino como una etapa hacia la consecución de dicha unidad. 
b) Se ha de mantener un control de las actividades y reuniones sobre la discusión de los 
temas, proyectos e iniciativas que existan, en colaboración con la jerarquía. 
c) Cuando desde la intercomunión hay conciencia de las cosas que oponen las Iglesias, no se 
puede autorizar la intercomunión, si esto conduce a los fieles a un peligro espiritual grave. 
d) Si se logran autorizaciones recíprocas. En caso contrario, nos encontraríamos en 
celebraciones y reuniones con un matiz de deserción confesional. 
e) Se debe dar entre las Iglesias que ya han adoptado medidas hacia la unidad plena. La 
realidad del sacramento de la Eucaristía es que en él se manifiesta y realiza la unidad de la 
Iglesia. 
f) Hay que evitar en todo momento la posibilidad cierta de choques, divisiones y 
controversias en el diálogo que pudieran llevar a nuevos cismas. 
g) Todos aquellos que se benefician de esta comunión no ponen en tela de juicio la exigencia 
de renovación espiritual, litúrgica, teológica, etc. 
 En estas condiciones16 se pone de manifiesto la tendencia hacia una sola y única 
Iglesia. Una Iglesia que deberá salir enriquecida por el hecho de la intercomunión, dado que 
esto no es un obstáculo, sino una iniciativa e impulso. 
 
4. DISPOSICIONES DE LA IGLESIA CATÓLICA 
 
 La Iglesia católica se ha ido pronunciando sobre la “Communicatio in sacris” en 
distintos momentos. Dos años más tarde de la aprobación conciliar sobre ecumenismo, el 
decreto Unitatis redintegratio, el Papa Pablo VI aprobaba el Directorio Ecuménico con fecha 
27 de abril de 1967. Un año más tarde, el Secretariado para la Promoción de la Unidad de los 
Cristianos sacaba a la luz pública un comunicado con el fin de una clarificación mayor, 
seguida de una intervención posterior de 7 de enero de 1970. Se trataba de precisar las 
posturas del Concilio Ecuménico Vaticano II y del mismo Pablo VI. No existían razones para 
su modificación en las normas, pero sí motivos pastorales para intentar dar más pasos hacia 
adelante. El Secretariado daba de nuevo un comunicado, donde manifestaba la intención de 
no ofrecer cambios en las normas con respecto al Concilio, sino de un mayor esclarecimiento. 
Esto sucede el 1 de junio de 1972. Ante abusos en las interpretaciones aparece otra circular el 
17 de octubre de 1973. Esta es la documentación que aparece durante este tiempo17. El 
frenazo se produce en la admisión a la comunión en la Iglesia católica. Las directrices dadas 
en esta ocasión fueron superadas más adelante y su especificación fue la siguiente: 
a) Los sujetos de cada Comunión eclesial deben manifestar una fe acorde con la de la Iglesia 
católica en cuanto al mismo sacramento de la Eucaristía. Deben desear verdadera y 
espiritualmente el alimento eucarístico, no teniendo la posibilidad de acceder a algún ministro 
propio durante un tiempo prolongado. 
b) Para los provenientes de las Iglesias orientales las precisiones eran diversas: No se requiere 
 
15 Cfr., JUAN PABLO II , Encíclica Ut unum sint, 25 may. 1995, 77 (en adelante UUS). 
16 Las implicaciones teológicas, pastorales y ecuménicas del común Bautismo son muchas e importantes. Si bien por sí 
mismo constituye "sólo un principio y un comienzo", este sacramento "se ordena a la profesión integra de la fe, a la 
incorporación plena de la economía de la salvación, como el mismo Cristo quiso, y finalmente a la incorporación íntegra en 
la comunión eucarística" UR 22. Cfr., UUS 87. 
17 Cfr. SECRETARIADO PARA LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, Directorio ecuménico Ad totam Ecclesiam , en AAS 59 (1967) 
574-592. ID., Instrucción sobre la admisión de otros cristianos a la comunión eucarística en la Iglesia católica, en AAS 64 
(1972) 518-525. ID., Nota sobre ciertas interpretaciones de la Instrucción sobre los casos de admisión de otros cristianos a 
la comunión eucarística en la Iglesia católica, en AAS 65 (1973) 616-619. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
6 
 
ninguna declaración personal de fe explícita porque se da por supuesta. 
c) Entre las iglesias que tienen los mismos sacramentos, se advierte que es preciso tener en 
cuenta el principio de la reciprocidad; la justa causa por la que se justifica la intercomunión 
es ya más extensiva: cuando falta el propio ministro, cuando se celebra una reunión 
ecuménica etc. 
d) La normativa establecida por el Código de Cánones de las Iglesias Orientales [CCEO] de 
1990, que ha supuesto la creación de una situación disciplinar un tanto nueva para los 
católicos en lo que respecta al ecumenismo. De la misma manera el Código de Derecho 
Canónico [CIC] para el rito latino de 1983. En el caso de no encontrar a un ministro del 
propio rito y con las debidas condiciones de acceso al sacramento de la Eucaristía pueden 
solicitar su recepción al ministro de la otra Iglesia. 
e) Por último téngase en cuenta el Directorio para la aplicación de los Principios y Normas 
sobre el Ecumenismo18 de 1993, sin olvidar el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, que 
recoge esta dimensión ecuménica para todos los hijos de la Iglesia. 
 
5. VALORACIÓN DE LA EUCARISTÍA 
 
 La Eucaristía es el centro y el culmen de toda la vida cristiana. Es el motor que mueve 
la Iglesia de Jesucristo. Es muy probable que uno de los acontecimientos más importantes 
ocurridos durante el año 1993 fue la publicación del nuevo Directorio Ecuménico y la V 
Conferencia Mundial de “Fe y Constitución”, que fue clausurada el día 13 de agosto en 
Santiago de Compostela. El tema de reflexión de la Conferencia fue: “Hacia la koinonia en 
la fe, en la vida y en el testimonio”. Sin duda, abarcaba tres puntos muy importantes: “La 
comunión en la fe, mediante la profesión de un mismo Credo; comunión en la vida cristiana, 
principalmente en la vida sacramental y la comunión en el testimonio en el mundo, teniendo 
en cuenta la problemática sumamente compleja del mismo y tratando de afrontarla desde 
una óptica evangélica”19. 
 Uno de los planteamientos recogidos por la Conferenciade “Fe y Constitución” en 
Santiago fue la sacramentalidad y los temas del BEM sobre Bautismo, Eucaristía y 
Ministerio. 
“Acerca de la Eucaristía, remite al documento de Lima conforme al cual se han dado ya 
pasos extraordinarios en el reconocimiento de este sacramento por la generosidad de las 
Iglesias, "para lo que ha sido de gran ayuda la incorporación en la teología eucarística del 
entendimiento bíblico de la anamnesis y también de la epíclesis... Es cada vez mayor la 
convergencia teológica en relación con la Eucaristía, así como en otros aspectos importantes 
de nuestra fe cristiana. Sin embargo, todavía no hemos podido llegar al compartir 
eucarístico entre todas las Iglesias. Este es un asunto de profunda preocupación para todos 
los cristianos”20. 
 Por tanto, la vida necesita de los hechos para poder trabajar sobre las bases de una 
mayor generosidad. La Eucaristía es una de las fuerzas que van promoviendo 
sistemáticamente el crecimiento progresivo del cuerpo de Cristo hacia la cabeza, pero es al 
mismo tiempo la fuerza que recibe de ella dando una eficacia y un vigor extraordinario que 
recibe el cuerpo a la vez. De esa manera, es la Eucaristía la que va a fomentar y va a provocar 
la propia cohesión del cuerpo. Así, se produce la transformación de los miembros que forman 
la Iglesia de Cristo y que deben nutrirse del manantial que nunca se agota. Dicho manantial 
es sin duda la Eucaristía. El cuerpo de Cristo, realmente presente en la Eucaristía es un punto 
de conexión, vínculo de unidad y signo de caridad de ese cuerpo de Cristo que es la Iglesia. 
Al comulgar, todos nos hacemos ya cuerpo suyo, nos hacemos más suyos, y somos más 
 
18 Cfr., PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, Directorio para la aplicación de los 
Principios y Normas sobre el ecumenismo, 25 mar. 1993, 122-136. 
19 J. GARCÍA HERNANDO, Peregrinos de la unidad en Compostela. La V Conferencia de FyC en Santiago (3-14 Agosto 1993), 
en Relaciones Interconfesionales 17 (1993) 23. 
20 Ibid., p. 27. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
7 
semejantes a Cristo, el Hijo, llegando a la perfecta unidad. La Eucaristía es, ante todo, el 
misterio de la fe. La Eucaristía se ha de considerar desde la perspectiva y visión Trinitaria, es 
decir, se encuentran implicadas las tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El 
Padre se encuentra desde la opción clara por una Acción de Gracias por toda la creación y así 
otorgar la redención y la salvación por pura iniciativa suya siempre como gracia o don 
totalmente gratuito. El Hijo lleva a cabo dicha salvación, a través de la pasión, muerte y 
resurrección. Por tanto, es Memorial y Oblación. Memorial como recuerdo del sacrificio de la 
Cruz, que se actualiza en cada Eucaristía. También Oblación, pues sólo él se entregó 
libremente por Amor y como expresión de la voluntad del Padre. La acción sacramental hoy 
hace posible tal acontecimiento salvífico. El Espíritu Santo, mediante la epíclesis o 
invocación, es totalmente necesario para que dicha actualización sea hoy efectiva. No se trata 
de ningún acto mecánico o mágico que se da por si mismo, ni por voluntad del hombre, 
aunque sea necesaria la presencia de un sacerdote. La invocación al Espíritu Santo nos 
anuncia y mediante la fe creemos que Jesucristo se halla real y verdaderamente21. Desde el 
BEM se han dado unos pasos muy importantes y decisivos a la hora de encarar esta realidad 
entre todos los cristianos de las diversas Iglesias. El BEM hizo posible muchas actitudes 
abiertas que anteriormente eran impensables, o al menos muy difíciles de superar, por parte 
de muchas Iglesias y Comunidades cristianas. La posibilidad de abrir nuevos horizontes ha 
hecho que el inicio del camino del ecumenismo se haya convertido en una nueva esperanza 
para todos y un espacio de diálogo ecuménico intereclesial e intraeclesial. 
 La Eucaristía se encuentra íntimamente ligada a la transformación del mundo, de la 
sociedad y del hombre. Sin la conexión entre estas realidades se disvirtuaría la propia 
Eucaristía. La transformación de la comunidad sucede en la celebración eucarística y así, 
dicha comunidad, queda convertida en el mismo cuerpo del Señor resucitado. Es una vivencia 
de esperanza y una tensión hacia el futuro. El sentido de una búsqueda de la fraternidad, de la 
solidaridad, la justicia, la paz y el amor, desde la entrega con generosidad y poder llegar a la 
comunión ecuménica entre todos los cristianos. Esta transformación del mundo lleva consigo 
el cambio de la sociedad, a través de los elementos que hacen posible tal variación. Y la 
sociedad puede cambiar si realmente quiere cambiar el individuo, el hombre concreto. Sólo 
así se puede provocar un cambio real y verdaderamente substancial22. 
 El hombre puede cambiar si es capaz de convertirse de sus propias actuaciones, de sus 
actitudes, de su vida. Para ello, es necesario que asuma en su persona la historia, su historia 
personal. Y esta transformación se producirá cuando seamos capaces de vivir desde esos 
valores fundamentales que dan al hombre su sentido más humano. Pero para que la 
transformación se lleve a efecto será necesario también que Cristo entre dentro de esos 
parámetros, ya que él hace posibles dichas transformaciones. Es Jesús, por medio de la 
Eucaristía, el que hace posible con el Espíritu Santo que dichos dones del pan y del vino, se 
conviertan en su Cuerpo y su Sangre. Así se produce la transformación del hombre, de la 
sociedad y del mundo23. Esto se lleva a cabo en la Iglesia como comunidad de creyentes, 
como nuevo pueblo de Dios que actúa en el mundo y se encamina hacia la Patria celestial. Si 
la conversión de los signos o elementos sacramentales no provocan la transformación del 
hombre en su vida diaria y personal hacia ese cambio de actitudes, de valores y de hechos, no 
tendrá demasiado sentido dicha Eucaristía, más allá del valor que posee en sí misma. Ese 
 
21 El BEM recoge muy acertadamente estos aspectos como la visión Trinitaria y la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu 
Santo en la Eucaristía como gratitud a Dios Padre, memoria del Hijo, Cristo, e invocación al Espíritu Santo. Las respuestas 
de las Iglesias han asumido este itinerario que hace posible un mejor entendimiento y quehacer ecuménico. 
22 No podemos creer simplemente por la fe que el pan y el vino ofrecidos quedan transformados por la invocación del 
Espíritu Santo en el Cuerpo y la Sangre de Cristo si no somos capaces de conversión personal, de transformación eclesial, o 
de la vida humana en la sociedad y el mundo. 
23 Se trata de un mundo secularizado, movido por valores distintos si no opuestos a los del Reino. Un mundo alocado que 
busca compensaciones en la independencia absoluta a su propio destino como valor supremo, al tener como expresión de la 
fuerza o de posición y al placer como éxito del hombre al ser su propio centro. Los valores religiosos y en concreto los 
cristianos han quedado un poco fuera de contexto. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
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valor reside en la misma persona de Jesucristo, que da el sentido verdadero al hombre. Sin él, 
el hombre no posee dicha consideración. La comunión eucarística lleva a la comunión 
eclesial y a la comunión con el hombre24. Pero la Eucaristía también tiene la referencia de 
una Cena o comida con proyección de futuro. Es la escatología puesta en el hoy y el ahora, 
tiene sentido escatológico. Por tanto, la Eucaristía es el banquete del Reino ya anticipado. Es 
esa pregustación del Reino que concede el Espíritu Santo. Un reino que ya ha comenzado, 
pero del que todavía no disfrutamos en plenitud. Eso se producirá al final de los tiempos. El 
BEM lo recoge en numerosos puntos ya aludidos anteriormente. Es, por tanto, el puente entre 
el presente y el futuro, teniendo en cuenta el pasado, es el ya sí, pero todavía no. Esta 
dimensiónhace que las realidades se abran hacia la nueva comprensión del Reino que ya ha 
comenzado entre nosotros25. 
 Por tanto, la Eucaristía tiene un sentido extraordinario para todas las Iglesias y 
Confesiones cristianas a la hora de poder vivir desde la unanimidad de la fe y así poder ser 
entre todos auténtico testimonio de Cristo, muerto y resucitado para nuestra salvación. Es 
necesario poner todo de nuestra parte para hacer posible este desafío ante el tercer 
milenio26.Todas las Iglesias se encuentran comprometidas en llevar adelante una línea de 
conversión, de introspección, de investigación teológica, de análisis de la realidad, para poder 
exponer los puntos por donde debe discurrir el diálogo ecuménico, para llegar al puerto 
definitivo en la plena comunión eucarística. 
 
6. LA INTERCOMUNIÓN: HOSPITALIDAD EUCARÍSTICA 
 
 Otro de los grandes temas referente a la Eucaristía es la posible participación en la 
comunión eucarística de aquellas personas que en las diversas celebraciones litúrgicas de 
otras Iglesias y confesiones en las que participan los cristianos, desean fervientemente poder 
unirse a los demás. Se trata de la llamada: intercomunión, hospitalidad eucarística, 
communicatio in sacris, acceso a la comunión. No cabe duda que es un tema un tanto 
delicado, pero de suma importancia si queremos dar signos de continuidad en todo el proceso 
ecuménico y expresar la sensibilidad ecuménica de los cristianos. 
 En unas ocasiones se trata de la admisión de los católicos a la comunión eucarística 
protestante o anglicana; en otras se trata de la participación de protestantes o anglicanos en la 
comunión eucarística en la Iglesia Católica o, la tercera posibilidad es la participación 
conjunta en una celebración eucarística común hecha al mismo tiempo por ministros 
pertenecientes a Iglesias o comunidades eclesiales separadas entre sí, con la participación de 
fieles de estas mismas comunidades. 
 El Concilio Vaticano II a propósito de estas situaciones pone de manifiesto: 
 “Sin embargo, no es lícito considerar la comunicación en las cosas sagradas como 
medio que puede usarse indiscriminadamente para restaurar la unidad de los cristianos. 
Esta comunicación depende principalmente de dos principios: de la significación obligada 
de la unidad de la Iglesia y de la participación en los medios de gracia. La significación de 
la unidad prohíbe muchas veces la comunicación. La necesidad de procurar la gracia la 
recomienda a veces. La autoridad episcopal debe discernir prudentemente el modo concreto 
de actuar, teniendo en cuenta todas las circunstancias de tiempo, lugar y personas, a no ser 
 
24 No hay comunión eucarística sino somos capaces de una comunión eclesial. No tiene sentido dicha comunión sino somos 
capaces a la vez de comulgar con el hombre, con la persona, con el otro cristiano. 
25 La salvación como don gratuito se nos ha concedido por los méritos de Cristo a todos los hombres. Posee una dimensión 
de pasado: anunciamos tu muerte. Es el sacrificio de Cristo en la cruz. También una dimensión de presente: proclamamos tu 
resurrección. El testimonio de los apóstoles y la fe de la comunidad creyente lo afirman. Hoy mismo, Cristo sigue 
resucitando en nuestra vida, en la Iglesia. Por último tiene una dimensión de futuro: Ven Señor Jesús. Esperamos su segunda 
venida en honor y majestad, es la llegada definitiva de la parusía final. 
26 El tercer milenio al cual nos encontramos abocados nos interpela a todos para poder proponer la fe de la Iglesia como 
camino que nos conduce a la unidad. La Eucaristía sin duda nos puede afianzar en el itinerario necesario que hay que realizar 
todavía. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
9 
que la Conferencia episcopal, según las normas de sus propios estatutos, o la Santa Sede 
determinen otra cosa”27. 
 De igual manera, en la aplicación de los principios generales, es el Concilio el que 
invita a que se consideren las condiciones de las Iglesias Orientales y, de ahí, que se puedan 
tratar en conformidad a lo que se establece: 
 “Mas como estas Iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos, y sobre 
todo, en virtud de la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, con los que se unen 
aún con nosotros con vínculo estrechísimo, no sólo es posible, sino que se aconseja alguna 
comunicación con ellas en las cosas sagradas, dadas las circunstancias oportunas y con la 
aprobación de la autoridad eclesiástica”28. Para el caso de estas Iglesias se recomienda dicha 
intercomunicación o al menos alguna comunicación para todos los fieles orientales aunque no 
se encuentren en una plena comunión29. 
 Para los casos de las Iglesias y Comunidades eclesiales separadas en Occidente que 
agrupa toda una serie de Iglesias diversas entre sí, el problema teológico se aborda con todas 
aquellas comunidades en las que no se dan las situaciones que concurren en la Iglesia de 
Oriente. “La comunidades eclesiales separadas, aunque les falte esa unidad plena con 
nosotros que dimana del bautismo, y aunque creamos que, sobre todo, por defecto del 
sacramento del orden, no han conservado la sustancia genuina e íntegra del Misterio 
eucarístico, sin embargo, al conmemorar en la santa Cena la muerte y resurrección del 
Señor, profesan que en la comunión de Cristo se significa la vida, y esperan su venida 
gloriosa. Por ello, conviene establecer como objeto de diálogo la doctrina sobre la Cena del 
Señor, sobre los demás sacramentos, sobre el culto y los ministerios de la Iglesia”30. 
 La valoración doctrinal que cada una de estas comunidades realiza sobre la Eucaristía 
y la vida sacramental necesita de un diálogo ecuménico sobre los sacramentos y, de manera 
especial de la Eucaristía. Previsiblemente el planteamiento que debemos hacer es si de verdad 
los signos que tenemos, las expresiones de las personas, la vivencia sacramental, la 
sensibilidad hacia la unidad y la expresión de la Iglesia de Cristo, no hacen posible ir más allá 
de las normas. Más allá de las valoraciones del CIC y lo establecido por el nuevo Directorio 
para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo, cabe plantearse la 
necesidad de dicha comunicación sacramental y la posibilidad de intercomunicación en el 
sacramento de la Eucaristía31. El plantear los problemas de la intercomunión o de la tarea de 
comunicación de los sacramentos pasa por plantearse hasta qué punto ayuda a la meta de la 
unidad. Existen Iglesias que mantienen dicha intercomunión, pero en cambio siguen estando 
diferenciadas. Toda celebración eucarística es un momento fuerte de la propia existencia del 
pueblo de Dios. La Iglesia se concentra en la Eucaristía. Es, sin duda, su centro, el vértice, el 
culmen de su manifestación, por tanto su plena realización, su perfecto cumplimiento. 
Eucaristía e Iglesia poseen lazos muy fuertes. 
 «Una última cuestión muy frecuente. Si la Eucaristía es nuestro “viático”; si, en 
otras palabras, es un medio para obtener la unidad, ¿no habría que concluir de todo esto 
que es, al menos posible? El camino hacia la unidad de los cristianos es largo y el 
sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo es ciertamente nuestro “viático”. Cuando los 
fieles de nuestras parroquias se reúnen para la misa dominical, oyen al celebrante, al 
comienzo de la gran plegaria eucarística, rogar por la unidad de todos en una sola Iglesia. 
Además, los libros litúrgicos católicos contienen una misa por la unidad. La celebración 
eucarística es indudablemente un auténtico “medio de unidad”. Sé que los anglicanos, los 
luteranos y los reformados hacen lo propio cuando celebran la Santa Cena. También ellos 
 
27 UR 8. 
28 Ibid.,15. 
29 Cfr. CONCILIO VATICANO II , Decreto Orientalium Ecclesiarum, 21 nov. 1964, 27-29, (en adelante OE). 
30 UR. 22. 
31 Cfr. L. MARTÍNEZ SISTACH, Contenidos ecuménicos del nuevo código y su incidencia pastoral, en Relaciones 
Interconfesionales8 (1984) 7-10. Cfr. PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, 
Directorio para la aplicación de los Principios y Normas sobre el ecumenismo, 25 mar. 1993, 112-136. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
10 
 
ven en esta liturgia un medio ofrecido a los cristianos para implorar del Señor la gracia de 
la unidad. También para ellos y para sus comunidades la Eucaristía es el viático para 
afrontar la distancia que les separa de la ansiada unidad. Pero por las razones ya expuestas, 
“este viático no podemos tomarlo aún en común”. Ya desde ahora, sin embargo, cada 
comunidad cristiana puede y debe buscar, en la participación frecuente del banquete del 
Señor celebrado en el seno de la misma, el sostén de su fe y el incremento de su esperanza, 
de modo que pueda recorrer de manera más expedita las etapas que faltan hasta el lugar del 
encuentro»32. 
 Todos los cristianos en sus celebraciones litúrgicas desde sus puntos de vista 
respectivos están manifestando la necesidad de implorar la ayuda del Señor. Recogemos la 
definición de D. Julián García Hernando, ex director del Secretariado de la Comisión 
Episcopal de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española, que dice 
acerca de la intercomunión: 
 “Intercomunión es la admisión de acatólicos a la Eucaristía católica y la concesión a 
los católicos de participar en la Eucaristía de otras Iglesias, independientemente de si existe 
o no previo acuerdo oficial, al menos al más alto nivel”33. El hecho de la intercomunión se 
produce en todos los órdenes y con los hermanos cristianos. Evidentemente, es bien distinta, 
al menos en principio, con las Iglesias Orientales separadas, con los que por causa justa, es 
lícita la intercomunión34. Para el caso de las Iglesias Ortodoxas, los fieles pueden participar 
de la Eucaristía católica y los católicos en la ortodoxa, no sólo por caso de necesidad sino por 
causa justa35. Con respecto a los hermanos separados o mejor acatólicos que provienen de la 
Reforma, de las Iglesias y Comunidades eclesiales pueden ser recibidos, por parte de la 
Iglesia Católica, aunque no se encuentren en plena comunión. Si no pueden recibirlo de su 
ministro, lo piden de manera espontánea y si se encuentren bien dispuestos36. Siempre es 
menester obtener el permiso del Ordinario del lugar. Las coincidencias sobre una serie de 
puntos como la fe, los sacramentos y el ministerio, y, en particular, sobre la Eucaristía, son el 
fundamento para la intercomunión. Nos encontramos con la dificultad de la reciprocidad y 
este caso es diverso para las Iglesias Orientales, y las Comunidades de la Reforma, puesto 
que aquellas conservan los sacramentos y, en cambio, éstas carecen del ministerio 
ordenado37.Podemos plantear que el proceso de intercomunión, o la hospitalidad eucarística, 
debe abrirse a la participación de los hermanos cristianos, que se esfuerzan por trabajar y así 
orientar su vida y su testimonio por la unidad de la Iglesia de Cristo, y unidos a su Cabeza, 
quieren pertenecer a su Cuerpo como miembros de él. En general, la Iglesia Católica es 
mucho más abierta, pues da posibilidad a los demás cristianos, de todas las Iglesias y 
Comunidades eclesiales, para que se acerquen a la recepción de la comunión eucarística 
según las pautas establecidas mencionadas anteriormente. 
 Sin embargo no existe tal reciprocidad por parte de las Iglesias Ortodoxas38, al menos 
no en todas, puesto que lo impiden en principio. Para el caso de aquellas Iglesias que 
provienen de la Reforma, tal participación es ambigua debido a sus principios. En el caso de 
la Comunión Anglicana es mucho más flexible como la Iglesia Española Reformada 
Episcopal (IERE) y la Iglesia Evangélica Española (IEE). 
 
32 J. HAMER, El problema de la intercomunión, en Diálogo Ecuménico 3 (1968) 200. 
33 J. GARCÍA HERNANDO, El ecumenismo desde la Iglesia católica. La intercomunión. Perspectivas para las zonas de 
afluencia turística, en Pastoral Ecuménica 3 (1986) 157. 
34 Cfr. J. MANZANARES, Unidad de fe y comunidad eucarística. Sobre el problema de la intercomunión, en Diálogo 
Ecuménico 8 (1973) 15. 
35 Cfr. J. GARCÍA HERNANDO, El ecumenismo desde la Iglesia católica. La intercomunión. Perspectivas para las zonas de 
afluencia turística, en Pastoral Ecuménica 3 (1986) 159-161. 
36 Cf., Ibid., 161-165. 
37 M. Mª. GARIJO GUEMBE, Sobre la hospitalidad eucarística, en Diálogo Ecuménico 14 (1979) 309-311. 
38 Este es el caso de la Iglesia Ortodoxa Griega en España que no acepta tal hospitalidad eucarística para los demás fieles 
mientras la Iglesia Ortodoxa Rumana en España si lo acepta según las circunstancias. Cfr. T. MOLDOVÁN, Testimonio 
ortodoxo en España, en Diálogo Ecuménico 25 (1990) 303-304. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
11 
 La intercomunión no se da en ningún caso con carácter general. Con las Iglesias 
Ortodoxas no hay comunión pero no repugna tal posibilidad al existir el mismo sacramento 
de la Eucaristía desde la perspectiva dogmática, sería un paso de futuro hacia la unidad y no 
haber dificultad respecto a la sucesión en el ministerio. Con la Comunión Anglicana, sin 
embargo, la Iglesia católica si se ha pronunciado, dictaminando la invalidez de las 
ordenaciones anglicanas y, por tanto, el tema eucarístico queda en suspenso39. Con la Iglesia 
Reformada y la Iglesia Evangélica los problemas son mucho mayores dada la concepción de 
la Cena del Señor y el ministerio ordenado respectivamente. 
 
7. POSTURA CONCILIAR SOBRE LA INTERCOMUNIÓN 
 
 La intercomunión es, ante todo, la meta que ardientemente desean todos los que 
anuncian, creen y proclaman a Jesucristo como Señor y guía de unos corazones: “con una 
sola voz y una sola fe celebraremos el Misterio Eucarístico, y participando del Cuerpo de 
Cristo, formemos un solo cuerpo (1 Cor. 10,17), unido con los mismos vínculos que Él lo 
quiso formado”40 
 Así podemos tener en cuenta los siguientes puntos: 
a) Cristo es, ante todo, la voz del Padre que convoca a todos los cristianos a la unidad de 
comunión en la misma y única Iglesia. 
b) A los teólogos en comunión con la jerarquía, les corresponde conocer y profundizar en la 
Revelación, investigar con libertad, colaborando con otros teólogos de diversas confesiones, 
desde un sano pluralismo y exponer sus propias opiniones para hacer avanzar la reflexión 
teológica. 
c) La catolicidad de la Iglesia está en función de su unidad. Esto no implica uniformidad y la 
Palabra debe de encarnarse en todas las culturas como expresión de la riqueza humana. 
d) La colaboración en la exégesis y demás estudios es una gratificante realidad que une a 
todos los cristianos y que se refuerza con la plegaria bíblica que se expresa en común. 
e) La “vuelta a las fuentes” necesita de un reconocimiento y un estudio, de parte de todas las 
Iglesias cristianas, de las enseñanzas de la Patrística. A partir de ellos, podemos situar el lugar 
teológico de encuentro y entendimiento. 
f) La alegría de tener todos los cristianos el sacramento del Bautismo como único en la 
Iglesia de Jesucristo debe de suponer para todos un gran reto para seguir caminando con 
esperanza por los caminos de la unidad, celebrando la Eucaristía juntos. 
g) La Iglesia católica sostiene la plenitud de la sucesión apostólica, cuyo Colegio Episcopal 
preside el sucesor de Pedro. La Iglesia de Jesucristo subsiste en la Iglesia Católica. 
h) La unidad en los contenidos esenciales de la fe que se recoge en el Credo del Pueblo de 
Dios, es esencial para los cristianos. Es, a esta unidad a la que tiende el diálogo teológico y 
ecuménico de manera decidida y constante. 
i) La Eucaristía trata de unir en uno las vidas de los que comulgan y los orienta a construir 
dicha unidad. La relación existente entre la Eucaristía y la Iglesia entendida como comunión 
que desarrolla el Concilio Vaticano II, es esencial. Donde se celebra la Eucaristía se realiza la 
autentica y plena comunióneclesial. 
j) La caridad que procede de la Eucaristía, debe repercutir en el prójimo, a través de la 
reconciliación y la solidaridad. Católicos y ortodoxos, por la sucesión apostólica tienen la 
misma Eucaristía y debemos trabajar para que la intercomunión sea posible sin tantos 
reparos. Con los hermanos de la Reforma es necesario también poder llegar a dicha 
“intercomunión”, a pesar de las dificultades teóricas, para que así nuestra dimensión, tanto 
pastoral como misionera, sea capaz de transformar la sociedad y el mundo mediante el signo 
de la unidad41. 
 El Concilio Vaticano II convino en designar con el término de “Iglesias” a las 
 
39 Cfr. LEÓN XIII, Carta Apostolicae curae et caritatis, 13 sept. 1896, DH. 3315-3319. 
40 PABLO VI, Encíclica Mysterium Fidei, 3 sept. 1965, 73. 
41 E. DE LA HERA BUEDO, Pablo VI, timonel de la unidad, Zamora 1998, pp. 205-214. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
12 
 
ortodoxas e “Iglesias y Comunidades eclesiales” a las confesiones surgidas en occidente. De 
esta manera, se reconoce como “iglesias” a las confesiones procedentes de la Reforma o al 
menos a muchas de ellas. Así, el Concilio dejó abierta a conciencia y sin tomar posición, la 
posterior determinación de cuáles deben considerarse como tales “Iglesias” y cuáles como 
“Comunidades eclesiales”. Con esta formulación “Iglesias y Comunidades eclesiales”, el 
Concilio declaraba que también entre las Comunidades separadas de occidente las hay que 
deben considerarse Iglesias, pero deja abierto el interrogante sobre qué Comunidades se 
refiere en concreto. La Iglesia vive en la celebración eucarística. De hecho puede 
considerarse la existencia de cierta posibilidad en la Cena del Señor42 de una viable 
comunicación con las Iglesias orientales pero no del mismo modo con las Comunidades 
eclesiales de la Reforma que no han conservado la substancia auténtica e íntegra del misterio 
eucarístico, sobre todo, por defecto del sacramento del orden. Cabe la pregunta: ¿a quién se 
alude con el término de “Iglesias”, si hacemos depender todo de la sucesión apostólica? No 
podría entrar la Comunión anglicana, ya que se negó su ministerio como nulo e inválido? 
¿Sería para los vétero-católicos? El conflicto aparece cuando no existe la “sucesión 
apostólica” de manera ininterrumpida. Es esencial para la Iglesia católica, fundamental para 
las Iglesias ortodoxas, pero que no comparten del todo las Iglesias de la Reforma. Este punto 
de vista no es aceptado por las Iglesias de la Reforma porque expresan que el Concilio 
Vaticano II no lo afirmó, pero también se puede decir que tampoco lo negó43. 
 
8. POSTURAS PARA EL ACCESO A LA INTERCOMUNIÓN 
 
 En cuanto a la conclusión de las Iglesias Luterano-Evangélicas con respecto a la 
posible participación de los cristianos evangélico-luteranos y católicos en la Eucaristía o en 
las celebraciones de la Cena de otras confesiones, se parte de la base de que es Cristo el que 
invita a la Cena por su iglesia y concluye que pueden participar pero desean que los 
participantes reconozcan la sagrada Cena como “conforme a la fundación o institución de 
Cristo...” De esto, se puede deducir que tal participación no por ello aleja de su propia 
iglesia. La participación de los cristianos luterano-evangélicos que desean acceder a comulgar 
en una celebración eucarística dentro de una comunidad de la iglesia católico-romana, en la 
que Cristo muerto y resucitado se les da, en virtud de la promesa de su palabra en la 
institución de la Cena del Señor, de una manera corporal. Los que se acercan con tal fe 
confiesan a Cristo y su misericordia y quedan autorizados en casos particulares para dicha 
participación en la celebración eucarística de la iglesia católico-romana44. Tal posibilidad, por 
tanto, queda contemplada y habría que tenerla en cuenta45. 
 La dificultad existente radica en el signo e instrumento de la unidad. Este es el debate 
de gran calado que subyace de fondo. La opinión extendida en el campo católico y que 
recoge la teología ortodoxa, tiende a potenciar la Cena del Señor como “signo de la unidad 
que ya existe”. Esto nos orienta a la tácita dependencia entre comunidad de la Cena y la 
comunidad de la iglesia y a la realidad de que una excelente medida de comunión en la fe y 
en la adhesión a la iglesia es el presupuesto necesario para celebrar en común la Eucaristía. 
Esta visión mantiene una dificultad, un cierto peligro, pues exige como presupuesto algo que 
se podrá dar en la plenitud de la historia. La otra opinión supone ver en la Eucaristía ante 
todo un medio y el “instrumento de la unidad que debe conseguirse” y realza que la meta de 
la unión con Cristo, y de la unidad de los unos con los otros, nunca se conseguirá 
suficientemente, sino que será una tarea que se realizará siempre. La unidad dentro de cada 
una de las confesiones no es perfecta. La unidad se produce en toda celebración eucarística 
pero el momento escatológico de la unidad de la iglesia ha quedado habitualmente en el 
 
42 UR 22. 
43 Cfr. P. NEUNER, Prueba de fuego del ecumenismo, en Selecciones de Teología 40 (2002) 99-110. Traducción y síntesis de 
Ramón Puig Massana 
44 T. SCHNEIDER, Signos de la cercanía de Dios, Salamanca 1986, p. 183. 
45 UR 22. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
13 
olvido. Esto puede conducir a un nuevo “sacramentalismo”. 
 Pero la Eucaristía es ambas cosas: de un lado, es signo de una unidad que existe ya, 
pero es asimismo siempre un medio para lograr una unidad que no se ha conseguido todavía. 
Esto supone para todos el tratamiento del tema con una mayor profundidad sobre lo que 
debemos entender aquí por unidad, sobre una base de mínimos que hay que exigir en la 
comunión del pensamiento teológico y la praxis de los cristianos y así debe de aceptarse y 
asumirse para llegar a celebrar de manera efectiva, como una comunidad de Cristo, la 
Eucaristía. La dificultad que se puede argumentar es que si la comunión eucarística se lleva a 
cabo de manera comunitaria por personas que no se encuentran mutuamente en plena 
comunión eclesial, ella no puede ser expresión de la plena unidad, que se significa 
esencialmente por la misma Eucaristía, y esta praxis no puede ser medio que tienda a la 
comunión plena porque no existe en este caso46. 
 
8.1. INTERPRETACIÓN BENÉVOLA DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO 
 
 El Código de Derecho Canónico de 1983 sigue insistiendo en la prohibición 
fundamental de no administrar la comunión a cristianos no católicos, pero permite toda una 
serie de excepciones. En caso de necesidad, a los católicos se les puede permitir la recepción 
del sacramento de la Eucaristía de ministros no católicos... en cuya Iglesia se celebran 
válidamente47. Entre las cuales están las Iglesias Ortodoxas pero no las de la Reforma 
protestante. La práctica común suele ir por delante y es más real que la norma jurídica. En 
favor de la común Cena del Señor se encuentra el “vínculo sacramental de la unidad” que 
establece el bautismo “entre todos lo que renacen de él”48. 
 Los argumentos que la teología católica plantea contra la común Cena del Señor entre 
cristianos y católicos son: 
a) No se tiene la misma confesión de fe en cuanto a la presencia real y al sacrificio de la misa. 
b) No se puede participar con los cristianos protestantes porque no han conservado íntegro el 
misterio eucarístico por no tener el sacramento del orden. 
c) La Eucaristía no es un medio para alcanzar la unidad sino un signo de la realidad lograda. 
 Pero de todo esto surge una serie de preguntas: 
1º Las controversias más importantes desde el tiempo de la reforma protestante en cuanto el 
carácter sacrificial de la Misa y la presencia real, desde la perspectiva actual se pueden 
considerar teológicamente resueltas pues no hay motivo para descalificaciones mutuas. ¿No 
es admisible una cierta pluriformidad, que puede constituir una mayor riqueza?2º El Concilio Vaticano II ha denominado “Iglesias” y “comunidades eclesiales” a las 
comunidades de creyentes no católicos. Dado que las asambleas que se congregan en nombre 
de Jesús y en las que él garantiza su presencia en el Espíritu Santo, y la teología del 
ministerio no tienen un consenso pleno, ¿debe o puede prohibirse por eso a los católicos la 
participación en dicha asamblea? 
3º Desde la concepción católica, los sacramentos obran lo que significan, “in persona 
Christi”, la unidad del cuerpo místico, es decir la Iglesia, es el verdadero efecto de la 
Eucaristía. ¿No cabe esperar de la celebración del sacramento que lleve adelante la unidad? 
De otra parte, la dimensión más esencial de la unidad, que se representa por el sacramento de 
la Eucaristía es la unidad en el amor o caridad. No podrían partir el pan en común quienes 
son enemigos entre sí y además quieren seguir siéndolo. Pero si la plena unidad en el amor 
fuese la condición o el requisito para la Eucaristía, ésta nunca podría celebrarse. Por tanto, 
podemos concluir que la Eucaristía se puede concebir como un refuerzo o alimento en el 
camino cotidiano. ¿Por qué no puede ofrecerse este manjar para el itinerario hacia la unidad 
de la Iglesia?49 
 
46 T. SCHNEIDER, Signos de la cercanía de Dios, Salamanca 1986, pp. 188-189. 
47 CIC., can.844, 1, 2, y 4. 
48 UR 22. 
49 Manual de Teología Dogmática, dir. T. SCHENEIDER, Barcelona 1996, pp. 930-932. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
14 
 
 
8.2. INTERPRETACIÓN BENÉVOLA DEL CÓDIGO DE CÁNONES DE LAS IGLESIAS ORIENTALES 
 
 La postura del CCEO de 1990, también admite una interpretación benévola para la 
posibilidad de acceso a la intercomunión entre las Iglesias de rito oriental y rito latino. Los 
fieles católicos pueden asistir al culto divino de los otros cristianos y tomar parte en él, 
cumpliendo con lo establecido por la autoridad superior y, por supuesto, teniendo en cuenta el 
grado de comunión con la Iglesia católica50. En él también se da la posibilidad de la 
concelebración entre Obispos y presbíteros de diversas Iglesias “sui iuris”, con justa causa, y 
sobre todo, para fomentar la caridad y manifestar la unión entre las Iglesias, con licencia de la 
autoridad competente51. De otro lado se admite que los fieles católicos, observando las 
normas sobre la comunicación “in sacris”, afronten cualquier asunto en el que puedan 
cooperar con los demás cristianos no separadamente, sino conjuntamente con ellos, como son 
obras de caridad52. De otro parte se establece que para los casos de necesidad o de una 
verdadera utilidad espiritual el católico puede recibir la Eucaristía de los ministros no 
católicos en cuya iglesia sea válido ese sacramento53. Los ministros católicos administran 
lícitamente el sacramento de la Eucaristía a los fieles de las Iglesias orientales que no se 
encuentran en plena comunión con la Iglesia católica; y esta norma vale también respecto a 
los fieles de otras Iglesias que, a juicio de la Sede Apostólica, se encuentran en igual 
condición, que las citadas Iglesias orientales en lo que se refiere a los sacramentos54. En el 
Código, por último, se prohíbe la concelebración entre sacerdotes católicos y acatólicos de la 
divina Liturgia55. 
 Esta postura queda reflejada por el CIC que se corresponden con los anteriormente 
comentados de CCEO, los cuáles se pueden interpretar de manera benévola56. Debido a estas 
posibilidades que nos ofrecen ambos códigos y la interpretación que realizamos, es viable que 
se pueden favorecer los encuentros entre las diversas Iglesias, pues la misma posibilidad que 
da para las Iglesias orientales puede aplicarse a otras Iglesias y, realizando la misma 
interpretación benévola, hacer posible la participación en el sacramento de la Eucaristía. 
Siempre podremos resaltar lo que nos une a todos los cristianos más que lo que nos pueda 
separar, por mucho que nos parezca irrealizable. 
 No hay que olvidar nunca la necesidad de fomentar la capacidad para el diálogo con 
carácter permanente entre todas las Iglesias desde la generosidad, la humildad y la sencillez. 
Así nos dispondrá a buscar la Verdad. 
 
8.3. ECUMENISMO CON LAS IGLESIAS HERMANAS EN ESPAÑA 
 
 Las condiciones sociales y religiosas en el orden actual abren nuevos cauces que nos 
llevan hacia una nueva concepción de la unidad en la Iglesia de Cristo. La cultura también 
tiene su particular aporte dentro de aquellos mismos marcos históricos. En el contexto 
histórico se han dado las divisiones de las Iglesias y ello ha pesado en las motivaciones de 
tipo cultural. 
 “Esto puede imponer nuevas tareas al ecumenismo a nivel particular y a nivel 
mundial; impone también descubrir nuevas vías a ese ecumenismo, para que pueda 
conseguir su meta y ver realizadas sus aspiraciones. Es preciso dilatar más y más la 
panorámica de nuestra visión; universalizarla; tender nuestra mirada sobre toda la 
humanidad. Como lo hizo Jesús, cuando pidió a su Padre: para que todos sean uno..., no 
 
50 CCEO., can. 670, 1. 
51 CCEO., can. 701. 
52 CCEO., can. 908. 
53 CCEO., can. 671, 2. 
54 CCEO., can. 671, 3. 
55 CCEO., can. 702. 
56 CIC., can. 844, 2, 3 y 4. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
15 
sólo los cristianos, sino todos los hombres, llamados a tener un conocimiento de Dios 
objetivo y verdadero e invitados a creer en el hombre del Señor Jesús. Este puede ser el resto 
de la nueva humanidad, de la humanidad del año dos mil, desde el punto de vista religioso. 
Llevar adelante el mensaje del ecumenismo, por las nuevas vías que se abren para nosotros 
ante la visión y el conocimiento de los sentimientos que animan a la humanidad creyente”57. 
 La visión tradicional de la teología como ciencia sobre Dios, ha ido transformándose 
hacia una teología que tiene por objeto a Dios, pero que intenta manifestar y dar respuesta a 
los problemas del hombre de hoy, inmerso en una sociedad mucho más secularizada y 
deshumanizada. 
 En España se han celebrado una serie de congresos y reuniones internacionales que, 
con los apoyos necesarios, han hecho de nuestro país un lugar donde se han reunido las 
Iglesias y Confesiones cristianas, al más alto nivel, y han posibilitado un punto de encuentro 
del ecumenismo. Todos estos encuentros ecuménicos han supuesto una nueva visión de las 
relaciones interconfesionales desde la perspectiva española, muy acostumbrada a verlos un 
tanto lejos, distantes, sin ningún tipo de interferencia. Si quisiéramos hacer un análisis de la 
trayectoria recorrida, habría muchas maneras de llevarlo hacia adelante. En concreto, la 
visión puede hacerse en sentido diacrónico y en sentido sincrónico: 
 
 Sentido diacrónico: 
 Cuando se tiene en cuenta el orden y la sucesión cronológica y poseen vital 
importancia las nociones del cambio y evolución en el tiempo. Queda referido a los 
acontecimientos que surgen desde todo un recorrido y trayectoria durante un período concreto 
que se ha determinado para estudiar. El análisis diacrónico describe la evolución histórica de 
un hecho o tema a lo largo del tiempo. La diacronía viene a ser el estudio del tema como un 
sistema en el cual se encuentran los esquemas estructurados, formales, teóricos y estables que 
dicho tema fue asumiendo a lo largo de esa trayectoria. El sentido diacrónico se encuentra 
relacionado íntimamente unido a la historia y a su lenguaje58. 
 Cuando la realidad que se trata de investigar se realiza en la actualidad sobre la base 
de un aspecto determinado, en una estructura profunda o básica. Por tanto, se trata de un 
momento o aspecto concreto, sobre el que se tiene que reflexionar o también el estado del 
sistema que tiene que determinarse en dicha investigación. Normalmente, suele quedar 
subordinada la diacronía a la sincronía, pues detrás de todo proceso se debe encontrar un 
sistema o determinante que hace que se pueda descubrir todas las característicaspor los que 
se inducen los acontecimientos sucedidos. 
 En toda esta investigación el sentido diacrónico queda reflejado en el desarrollo de la 
reflexión teológica de todo el recorrido histórico durante la época posconciliar, que se refiere 
el diálogo ecuménico sobre la base de la Eucaristía, en el contexto del BEM de 1982, 
recogido por la Comisión de Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias. Es 
decir, la trayectoria en esa sucesión cronológica de la realidad con sus cambios y evoluciones. 
 La teología reciente ha logrado avanzar considerablemente tras la idea del retorno y 
revalorización de las fuentes que se manifestaba como imperante y necesaria, especialmente 
por la utilización práctica que supone el progreso en nuestros días. No cabe duda que el 
desarrollo de los llamados “lugares teológicos” ha contribuido a un mayor conocimiento y 
profundidad de la teología, la exégesis y la hermenéutica manteniendo un equilibrio adecuado 
a los tiempos. Este proceso ha sido largo, veinte siglos, pero indudablemente fructífero. 
 “Pero el Señor de los tiempos, que prosigue sabia y pacientemente el plan de su 
gracia para con nosotros pecadores, últimamente ha comenzado a infundir con mayor 
abundancia en los cristianos separados entre sí el arrepentimiento y el deseo de la unión. 
Muchísimos hombres, en todo el mundo, han sido movidos por esta gracia y también entre 
nuestros hermanos ha surgido un movimiento cada vez más amplio, con ayuda de la gracia 
 
57 E. LLAMAS , Nuevas vías para el ecumenismo, en Pastoral Ecuménica 2 (1985) 185-186. 
58 H. FRIES, El significado ecuménico del Vaticano II, en Diálogo Ecuménico 25 (1990) 43-44. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
16 
 
del Espíritu Santo, para restaurar la unidad de todos los cristianos”59 
 Los acontecimientos de la salvación y su cumplimiento en la persona de Jesucristo 
dan sentido a toda la historia humana. En este sentido el estudio diacrónico se presenta como 
esencial, pero no exclusivo. La mejor forma de interpretar un documento es analizándolo 
sincrónicamente en su propio contexto, pero ello no obsta para estudiarlo en su trayectoria 
diacrónicamente desde su misma génesis. Tampoco se puede olvidar que el sentido 
diacrónico es fundamentalmente un método analítico que posee características de base y 
abierto a un posible análisis posterior. De aquí, por tanto, se obtiene una valorización plena 
de la riqueza de los documentos, sin quedarse en aspectos concretos o en lo externo del 
núcleo central del mensaje60. El estudio de un texto o acuerdo debe comprender tanto el 
estudio pormenorizado de la génesis del mismo, como la comprensión en su propio contexto 
e incluso en el aspecto global de la teología ecuménica. En la actualidad, los cristianos 
protestantes no tienen reparos en asistir a la celebración católica de la Eucaristía y los 
ortodoxos tampoco, y los católicos participan también de la celebración evangélica de la 
Cena. Sin duda queda claro el sentido diacrónico. Se necesita una fe grande para creer en el 
Ecumenismo, para aspirar a su meta, la unidad de los cristianos y para tratar de llegar a la 
intercomunión. Es preciso llegar a esa realidad en los tiempos y modos que tenga la 
Providencia, aceptar la voluntad de Dios, sin en echar en saco roto las palabras de Jesús, 
cuando pide al Padre que sean uno para que el mundo crea (Jn 17,21-23). Se trata de un texto 
que ocupa un lugar culminante en el cuarto Evangelio. Es la cima que corona el discurso de 
despedida y el prólogo de la pasión. Los títulos con que se designa: oración por la unidad, 
oración de consagración, oración sacerdotal realzan bien su contenido. 
 “La Iglesia debe de dirigirse con una súplica más sentida al Espíritu Santo 
implorando de Él la gracia de la unidad de los cristianos [...] Especialmente después del 
Concilio Vaticano II han sido muchas las iniciativas ecuménicas emprendidas con 
generosidad y empeño: se puede decir que toda la actividad de las Iglesias locales y de la 
Sede Apostólica ha asumido en estos años un carácter ecuménico [...] La unidad, en 
definitiva, es un don del Espíritu Santo [...] La cercanía del final del segundo milenio anima 
a todos a un examen de conciencia y a las oportunas iniciativas ecuménicas de modo que 
ante el Gran Jubileo nos podamos presentar si no del todo unidos, al menos mucho más 
próximos a superar las divisiones del segundo milenio”61. 
 En la historia nos hemos separado, en la historia nos tenemos que volver a unir. No 
podemos confiarnos en los resultados inmediatos. De nada sirven los plazos determinados 
para la realización del plan de Dios. Se trata de un trabajo en la historia, por tanto en el 
transcurrir del tiempo. Es el sentido diacrónico del problema. Este fue el empeño del papa 
Juan XXIII que tuvo la feliz idea de convocar nada menos que una asamblea conciliar, un 
Concilio62 para renovar a la Iglesia, algo necesario e imprescindible para poder llegar a la 
unidad de los cristianos63. No cabe duda que este fue su pensamiento, su ilusión, diría más, el 
 
59 UR 1. 
60 P. LANGA, A treinta años del decreto de ecumenismo, en Pastoral Ecuménica 11 (1994) 317-341. 
61 Cfr JUAN PABLO II , Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente, 10 nov. 1994, 34. (En adelante TMA). 
62 “La Iglesia sea cada vez más capaz de solucionar los problemas del hombre de nuestro tiempo. Por esta razón, 
acogiendo como venida de lo más alto una voz íntima de nuestro espíritu, pensamos que los tiempos están ya maduros para 
que demos a la Iglesia católica y a toda la familia humana un nuevo Concilio ecuménico que continúe la serie de los veinte 
grandes sínodos que tanto contribuyeron a lo largo de los siglos al incremento de la gracia celeste en los espíritus de los 
fieles y al progreso del cristianismo. Y la alegría gozosa de los católicos con la que el anuncio de este acontecimiento ha 
sido recibido en todo el mundo; las oraciones elevadas a Dios con este motivo sin interrupción por toda la Iglesia; el afán 
gozoso puesto en la preparación de este Concilio, que confirma especialmente nuestra esperanza, y finalmente el interés 
vivo o al menos la respetuosa expectación con la que siguen este Concilio los cristianos separados de la Iglesia católica, así 
como todos aquellos que no llevan el nombre de cristianos: todas estas cosas, decimos, han demostrado de la manera más 
elocuente que a nadie se le oculta la importancia histórica y la grandeza de este acontecimiento”, JUAN XXIII , Constitución 
Apostólica Humanae salutis, 25 dic. 1961, 5. 
63 “La preocupación de la Iglesia por impulsar y proteger la verdad brota del hecho de que, según el plan de Dios, que 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
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objetivo de su pontificado. La Iglesia debería afrontar sinceramente los problemas del mundo 
contemporáneo, tal como es en realidad, pero solo tras descubrir su identidad. Los 
documentos del Vaticano II implicaron un cambio tan fuerte en la Iglesia que, 
probablemente, sea el acontecimiento más revolucionario desde la Reforma protestante en el 
siglo XVI. Los signos de los tiempos64. Sin duda un aire fresco sacudió a toda la Iglesia e 
hizo patente dicha necesidad. Los tiempos cambian, pero es necesario leer esos signos a la luz 
de los hechos. El plan de Dios se realiza en el transcurso de la historia humana y el Concilio 
apostó por una adecuación a los tiempos actuales. 
 
 Sentido sincrónico: 
 En la investigación realizada el sentido sincrónico, reforma hacia hoy y se basa en la 
cuestión de la Eucaristía como vínculo y vehículo de unión entre todas las Iglesias y 
Comunidades eclesiales, tratando de estudiar en profundidad y efectividad la acción de las 
tres personas de la Trinidad, su sentido de relación y de vinculación intrínseca, hacia ellos 
mismos y extrínseca, hacia los demás, la Iglesia como comunidad creyente y pueblo de Dios 
que conformantodos los cristianos. Este punto o aspecto, que se determina para la reflexión, 
es el sacramento eucarístico en lo que se refiere al diálogo ecuménico en el contexto de las 
Iglesias en España, dentro del marco general de la Iglesia universal. Toda la línea de 
investigación supone un gran esfuerzo por tratar de acompasar la realidad de la Iglesia 
católica en sus diálogos múltiples con las demás Iglesias y hacer todo lo posible para que la 
unidad de la Iglesia de Jesucristo sea una realidad y no un mero proyecto, para ello es 
imprescindible dar los pasos no sólo necesarios, prudentes y aconsejables, sino realmente 
también dar aquellos otros que puedan suponer una mayor dificultad, controversia y 
vanguardia. El reto está delante de nosotros, de nosotros depende. Se impone un nuevo estilo 
de vida ante el proyecto de la nueva evangelización. El ecumenismo es verdadero reto, la 
exigencia primordial ante esa nueva llamada a la Buena Nueva. El Concilio Vaticano 
manifestó claramente que el ecumenismo es un signo de los tiempos para que los cristianos 
nos empeñemos en ser signo y paradigma de la unidad del género humano y también de la 
Iglesia. Para esto podemos recordar ahora el proemio del decreto Unitatis redintegratio del 
Concilio Ecuménico Vaticano II que dice: “Por tanto, este sagrado Sínodo, considerando 
con alegría todo esto y habiendo expuesto ya la doctrina sobre la Iglesia, movido por el 
deseo de restaurar la unidad entre todos los discípulos de Cristo, quiere proponer a todos los 
católicos los medios, caminos y formas con los que ellos mismos puedan responder a esta 
vocación y gracia divinas”65. 
 El contexto de todo el trabajo elaborado tiene su marco en la celebración del Concilio 
Ecuménico Vaticano II. A causa de las brechas producidas en el tiempo entre la fe y la vida, 
los avances y retrocesos surgidos en la historia de la Iglesia, las dificultades existentes a la 
 
“quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”, los hombres, a no ser con la ayuda de 
toda la doctrina revelada, no pueden llegar a la unidad de espíritu plena y estable, a la que está unida la verdadera paz y la 
salvación eterna. Por desgracia, toda la familia cristiana todavía no ha logrado plena y perfectamente esta unidad visible 
en la verdad. La Iglesia católica considera deber suyo el esforzarse diligentemente en realizar el gran misterio de la unidad 
por la que Jesucristo, poco antes de morir, oró ardientemente al Padre. Ella goza de esta apacible paz porque se siente 
íntimamente unida a esta oración de Cristo. Todavía se alegra más al darse cuenta de que estas oraciones producen 
siempre frutos abundantes, incluso entre aquellos que están fuera de su redil. Y, en efecto, si miramos honradamente, esta 
unidad que Cristo pidió para su Iglesia parece brillar con un triple rayo de luz sobrenatural favorable. Por un lado está la 
unidad de los católicos entre sí, que hay que conservar firmemente como ejemplo resplandeciente. Por otro está la unidad 
constante de la oración y en los ardientes deseos con la que los cristianos separados de esta Sede Apostólica piden alcanzar 
la unidad con nosotros. Finalmente está la unidad fundada en el aprecio y el respeto a la Iglesia católica que muestran los 
que profesan diversas formas de religión todavía no cristianas”, JUAN XXIII , Discurso pronunciado el 11 de octubre de 
1962 en la Basílica Vaticana, en el acto de inauguración solemne del Concilio Ecuménico Vaticano II, en CONCILIO 
ECUMÉNICO VATICANO II , Constituciones. Decretos. Declaraciones (= BAC 526), Madrid 1993, pp. 1096-1097. 
64 Cfr. CONCILIO VATICANO II , Constitución dogmática Lumen gentium, 21 nov. 1963, 8. (En adelante LG). 
65 UR 1. 
La intercomunión con las Iglesias acatólicas 
 
 
18 
 
hora de llevar a cabo un diálogo entre la Iglesia y el mundo dentro del contexto de la 
sociedad, se hizo necesario una nueva concienciación de la Iglesia, una renovación a fondo, 
una apertura hacia las demás Iglesias cristianas, que llevó al papa Juan XXIII al anuncio, a la 
convocatoria y a la inauguración del mismo66. El decreto sobre el ecumenismo es como la 
piedra angular que da sentido a todo el edificio, que se orienta hacia la apertura y mejor 
conocimiento de los cristianos no pertenecientes a la Iglesia católica. La pretensión del 
Concilio, desde el principio, fue rehacer la imagen de la Iglesia. Evidentemente desde el 
misterio del amor de Dios, sacramento de unidad de todo el género humano y reunidos los 
fieles de Cristo, constituyen su cuerpo que se fundamenta tanto en su sacrificio como en el 
sacramento de la Eucaristía. 
 “Los cristianos son un solo cuerpo por el bautismo, pues por él están unificados y 
conformados con Cristo, siendo con él sacerdotes, profetas y reyes. Sociedad jerárquica y 
Cuerpo místico, comunidad visible y espiritual, la Iglesia repite analógicamente el misterio 
del Verbo encarnado. Una, Santa, Católica y apostólica, necesita continuamente 
purificación”67. No cabe duda de la importancia que supuso el concilio Vaticano II para la 
vida de la Iglesia. La renovación conciliar de la Iglesia pasa por la responsabilidad en la 
misión, la fidelidad a su vocación y el compromiso en los presupuestos que orientan hacia la 
unidad. Es el camino hacia la configuración definitiva de la unidad de la Iglesia de Jesucristo. 
El concilio Vaticano II no fue un concilio de unión, sino más bien de reforma, de una 
importancia ecuménica fundamental, capaz de aunar todos los esfuerzos necesarios y crear 
los presupuestos para un posible concilio de unión, pensado como un concilio de las Iglesias 
y de las Comunidades eclesiales que suponga y realice la unión de la Iglesia en el sentido de 
una comunión conciliar68. En este sentido, el giro operado por todos y, de manera especial 
por la Iglesia católica, manifiesta el cambio de mentalidad preexistente en los años anteriores 
a la convocatoria conciliar. La Iglesia con este nuevo proceso de “aggiornamento” toma una 
viva conciencia, desde lo más profundo de su ser, de la necesidad de presentarse ante los 
hombres y los cristianos con un rostro renovado ante un nuevo despertar ecuménico. 
 Pero, como hemos visto, todo el desarrollo del ecumenismo pasa por la unión, de 
modo especial, con la Eucaristía y la Cena. Una comunión eclesial que se ha roto pone de 
manifiesto una comunidad eucarística quebrantada. A tenor de la comunidad eucarística 
quebrantada, se patentiza la comunidad eclesial rota y dividida. Es una visión a veces un poco 
derrotista pero que expresa el dolor de la separación. La comunión eucarística expresa y 
fomenta la comunión concreta de fe en la Iglesia. Pero no cabe duda de que la comunión 
eucarística es expresión y signo de la comunión eclesial. Por tanto, la Eucaristía y comunión 
eucarística son también un camino para llegar a la comunión eclesial69. A la hora de concretar 
el inicio y el final de todo ese itinerario, el poder acercarnos todos a participar de la comunión 
eucarística, haría posible con los medios de la gracia llegar a la unidad y no esperar a que se 
produzca dicha unidad jurídica para poder participar. Antes de que los responsables de las 
Iglesias se pongan de acuerdo sobre la intercomunión, los creyentes de las distintas 
confesiones se invitan mutuamente a experimentar la unidad con Cristo en la acción de 
gracias. Un gesto en el camino de la unidad, podría ser, como indican algunos teólogos, la 
unificación de las fechas de las celebraciones pascuales, superando las diferencias 
cronológicas que derivan de la aplicación de los dos calendarios, el “Juliano” en la Ortodoxia 
y el “Gregoriano” en la Católica. 
 
9. EUCARISTÍA: MISTERIO DE COMUNIÓN 
 
 La Iglesia se define como esencialmente eucarística, es decir, ante todo como misterio 
 
66 P. LANGA,