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Dallera Osvaldo - Los signos en la sociedad

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Osvaldo Alfredo Dallera 
LOS SIGNOS EN 
LA SOCIEDAD 
 
 
Titulo: "Los Signos en la Sociedad" ISBN Colección 958-9419-55-0 
ISBN "Los Signos en la Sociedad" 958-9419-62-3 Primera Edición, 1996 
 
© PROA Asociación Latinoamericana de Comunicación Grupa¡ Dirección General: Secretariado de 
Apostolado Latinoamericano - SAL Revisión y Coordinación: Hna. Lucero Patiño H.S.P. 
Diagramación: Isabel Gómez Peñaloza 
Corrección de Estilo: Martha López Zuleta 
Portada: Rasgos 
 
© Instituto Misionero Hijas de San Pablo Cra. 32A No.161A-04. 
Teléfono: (1) 6711298 Fax 6706378 Santafé de Bogotá, D.C. COLOMBIA Prohibida su 
reproducción 
 
 
 
 
...Comprendí que cuando no tenía una respuesta, Guillermo 
imaginaba una multiplicidad de respuestas posibles, muy 
distintas unas de otras. Me quedé perplejo. Pero entonces -me 
atreví a comentar-, aun estáis lejos de la solución... 
Estoy muy cerca, pero no sé de cuál. 
* ¿0 sea que no tenéis una única respuesta para vuestras 
preguntas? 
• 5i la tuviera, Adso, enseñaría teología en París. 
• ¿En París siempre tienen la respuesta verdadera? 
• Nunca, pero están muy seguros de sus errores. 
• ¿Y vos? -dije con infantil impertinencia- ¿Nunca cometéis 
errores? 
 • A menudo -respondió-. pero en lugar de concebir uno solo, 
imagino muchos, para no convertirme en el esclavo de ninguno. 
Umberto Eco 
El nombre de la rosa, pág. 290 
 
 
Antes de iniciar el análisis de la producción social de signos y discursos 
estudiaremos el marco o el contexto bajo el cual tiene lugar la producción 
social de sentido. Para eso trataremos de establecer primero qué 
entendemos por comunicación desde una perspectiva cultural y luego 
veremos qué entendemos por cultura desde una perspectiva 
comunicacional. 
La comunicación entendida culturalmente es un proceso de intercambio 
de producciones de sentido entre sujetos sociales. Es decir que 
cuando la gente se comunica lo que hace es intercambiar productos 
(un argumento, una historia, una imagen, etc.) que llevan consigo un 
determinado sentido que el otro debe captar o entender. En ese 
proceso de intercambio se producen efectos, defectos, recortes, expansiones, 
distorsiones en virtud de las diferencias (y las similitudes) que existen entre la 
producción y la recepción del producto. Guando digo algo, por ejemplo, cuando 
cuento o narro una historia no agoto el sentido de la historia, porque no puedo 
expresar todo el significado de un texto. Lo que hago simplemente, es 
adoptar un recorrido, establecer recortes y orientar el sentido de mi 
relato. 
 
Al mismo tiempo, el que recibe ese texto, o ese discurso tampoco puede 
captar la totalidad del sentido de ese texto y, además Suele transformarlo 
en el mismo acto de recepción, enriqueciéndolo (o empobreciéndolo) con 
sus experiencias propias. Dicho brevemente, en el proceso de comunicación 
no se puede agotar ni acceder a la totalidad del sentido. La comunicación, 
podríamos decir, es el punto medio entre el extremo deseo de querer 
decirlo todo (cosa naturalmente imposible porque produciría un efecto de 
saturación) y no poder decir nada (el otro extremo cuya muestra patológica 
sería el sujeto encerrado sobre sí mismo sin poder comunicarse con el 
mundo y con los otros). 
 
Esto es particularmente interesante porque da cuenta de las 
limitaciones presentes que evitan el desarrollo de intercambios 
comunicativos estáticos. Por ejemplo, es imposible desde todo punto de 
vista que quien recibe el mensaje, lo reconstruya para el exactamente en 
los mismos términos y con las mismas cualidades con que fue construido 
por el emisor. Este desfase comunicativo da lugar, en principio, al 
dinamismo cultural que de este modo tiene su origen en la comunicación. 
 
 
Veamos ahora qué entendemos por cultura, desde un punto de vista 
comunicacional: 
 
a. Las culturas son construcciones humanas que adquieren dimen-
sión significante. Esto quiere decir que, para modelar un mundo que 
tenga sentido, cada cultura se ordena en torno a sistemas de 
significación que, facilitan a sus miembros relacionarse entre sí. En 
otras palabras, la cultura es un orden generado arbitrariamente por 
los miembros que pertenecen a ella y ejercido en sistemas de 
significación que hacen posible la convivencia en la comunicación. 
Cada cultura posee rasgos distintivos que la hacen diferente de las 
otras por la forme en que organizan sus comportamientos, sus saberes 
y sus hábitos de vida. 
 
b. La cultura t iene por función ordenar el mundo cognoscitivo y 
actitudinal de sus miembros y dotar de sentido los hechos, saberes y 
las conductas de las personas que forman parte de la soc iedad. Para 
que sea posible «entender», es necesario que en el caso de múltiples 
estímulos perceptibles se produzcan recortes que ordenen la producción y 
la recepción de mensajes. Con esos recortes comienza el orden 
comunicativo. Pues bien, el lenguaje es «la tijera cultural» en cuyos 
códigos, gramáticas y reglas se determina el campo de producciones 
significativas. 
 
La ropa de lar mujeres que aparecen en le 
fotografía, evidentemente es para 
abrigarse, pero para quien las ve (nosotros) 
esa misma ropa indica el frío que padecen, 
nos permite inferir la temporada por la 
que pasan y el lugar geográfico-cultural 
donde es usual vestir de esta manera, 
todo esto acentuado por los detalles 
arquitectónicos del ambiente que 
aparecen en la foto. 
c. En su despliegue histórico, la cultura es memoria colectiva. Como tal, 
contribuye a acrecentar los conocimientos de la comunidad a medida que 
ésta se permite consolidarlos y fijarlos como propios en función de sus 
necesidades. Para que la memoria no conlleve a una saturación textual ni a un 
caos por ausencia de orden (y por lo tanto ausencia de identidad e 
imposibilidad de discriminación), se autolimita por medio de la utilización del 
olvido como instrumento de recorte que, descartando aquellos textos que la 
cultura no valora ni utiliza, refuerza aquellos otros que confluyen para la 
configuración de la misma. 
 
 
 
 
La semiótica es una disciplina que se ocupa de explicar cómo se produce el 
sentido que circula socialmente, a partir de la descripción y de la clasificación 
de los elementos que componen los signos y los discursos sociales y del análisis 
ele las reglas que se utilizan para articular dentro de un texto esos 
elementos. Dicho de otra forma, a la semiótica le interesa la composición interna 
de signos y discursos sociales y la articulación de los elementos que componen 
nos signos y esos discursos. 
 
 
 
 
 
La historia contemporánea de la semiótica puede dividirse en dos grandes 
momentos. El primer momento es el qué se denomina comúnmente el momento de 
la semiótica del signo. El periodo de la semiótica del signo es un período 
en el que la semiótica todavía está ligada de algún modo a la 
lingüística. Se estudian los sistemas de significación producidos a imagen y 
semejanza de la lengua (sistemas de significación compuestos por unidades 
discretas y por reglas sintácticas y gramaticales que se utilizan para producir 
sentido). 
En este periodo se centraliza el estudio de la construcción y composición de 
los distintos tipos de signos (insignias, carteles, señales, uniformes, etc.) y 
en los códigos que regulan la formación y utilización de los sistemas ele 
significación. En resumen, en este periodo la noción de signo y su utilización 
está todavía muy ligada a las nociones de lengua y lenguaje. 
La semiótica es un saber descriptivo que nos aporta un 
conjunto de instrumentos valiosos para entender cómo se 
genera socialmente el sentido que hace posible la 
comunicación. 
 
El segundo momento es el que, situándolo a mediados de los años Sesenta, se 
conoce con el nombre de semiótica de los discursos. Aquí comienza la 
progresiva separación de esta disciplina de la lingüística y, 
consecuentemente, el ensanchamiento del terreno apropiado para 
desempeñarse como saber autónomo. No sólo el signo lingüístico llama la 
atenciónde los semiólogos sino que muchos otros fenómenos de la vida social 
(las comidas, el vestido, los objetos de consumo, etc.) empiezan a analizarse 
desde su dimensión significante, es decir como objetos que, además de cumplir 
con la función para la cual están específicamente hechos (alimentarse, 
vestirse o brindar confort), representan (significan) algo distinto a ellos 
mismos. En este momento, la Semiótica le llamará discursos a todos los 
fenómenos sociales analizados en su dimensión significante. 
 
Este periodo coincide con el furor que causa el análisis de los productos 
que provienen de los medios de comunicación de masas. A partir de aquí el 
semiólogo se interesa por la complejidad de los fenómenos sociales, pero 
analizados desde su dimensión significante. Al semiólogo le interesa saber qué 
causa un fenómeno social complejo, cualquiera que sea, sea construido 
siempre, más o menos del mismo modo y, al mismo tiempo, sea recepcionado 
por los demás, asignándole un sentido que, en líneas generales, coincide con el 
Sentido elaborado en el momento de la producción del fenómeno. Por 
ejemplo, al semiólogo, a partir de este momento, le interesa saber qué recursos, 
qué rasgos son necesarios para construir un fenómeno social complejo que 
signifique «saludo» y al mismo tiempo le interesa saber qué condiciones deben 
darse en el receptor del saludo para que éste capte el sentido del 
fenómeno como saludo y no, por ejemplo como insulto. Dicho en otras 
palabras, (desde el saludo hasta el artículo periodístico, desde la situación 
dentro de un aula que significa, por ejemplo, «gente estudiando en una 
escuela», hasta la ubicación de un filme dentro del género al que pertenece). 
Dentro de este marco, la semiótica intentará dar cuenta de los rasgos que 
hacen que el saludo sea para esa sociedad un saludo y no otra cosa, y 
también de los rasgos que hacen que un filme sea un filme de suspenso y no 
una comedia musical. En pocas palabras, el objeto de la semiótica de los 
discursos es el conjunto de todos los fenómenos sociales analizados como objetos 
que significan algo, que tienen signi f icado. 
 
¿Qué quiere decir «tener significado»? En nuestra vida diaria, 
constantemente recibimos infinidad de estímulos. Sin embargo, no a todos les 
prestamos la misma atención; es decir, muchos de ellos pasan 
desapercibidos. Bien porque no nos interesan, bien porque no representan nada 
para nosotros. En cambio, un número relativamente reducido de estímulos (re-
ducido si lo comparamos con la infinidad de estímulos posibles) se presentan 
como portadores de sentido: significan. Esto se debe a que la sociedad en la 
que vivimos, para hacer posible la comunicación, usa aquellos estímulos, 
aquellas expresiones que le sirven para funcionar. 
Esto es vivido a diario, sin reflexionar sobre la cuestión. Cotidianamente 
percibimos ruidos, luces, formas, olores, etc. Sin embargo, sólo un número 
reducido de todos esos estímulos son utilizados por nosotros. En otras 
palabras, muy pocas percepciones «nos sirven». Determinadas señas que están 
en lugar de objetos, situaciones o entidades abstractas ausentes de la percepción 
del sujeto que las utiliza, son usadas con la finalidad de instruirlo acerca de «algo» 
en particular. Todas esas señas, que son realidades concretas, materiales, 
adquieren una dimensión significante. Y ese «algo» representado, traído hacia el 
sujeto por aquel significante, es lo significado. 
Los signos cumplen con la función de significar. Ahora bien: todo 
signo es una cosa y toda cosa es un signo Si CUMPLE CON LA 
FUNCION DE SIGNIFICAR; es decir, sí en el tiempo y lugar que ocupa, 
tiene un sentido para alguien. 
Entonces, para que haya significación serán necesarios: 
 
a. Una cosa significante. 
b. Otra cosa significada. 
c. Una relación entre a y b establecida por un ser humano. 
 
Vemos entonces, que hablar de signo como de una cosa aislada no tiene 
sentido, si no están los otros componentes. 
Comprender Surge por 
necesidad de Comunicarse 
Cualquier objeto sensible 
Sirve para sustituir cualquier otra 
cosa Características 
Ausente de nuestra percepción 
Cosa significante 
Relación entre 
Cosa significada 
Establecida por 
un ser humano 
Signo 
Requiere ser interpretado 
 
Uno de los componentes del signo es aquello que lo expresa, es decir lo que 
denominaremos la expresión del signo. El contenido del signo puede estar 
sostenido por diversos t ipos de soportes expresivos; es decir, que la 
expresión siempre es sensible; por lo tanto, captada por los sentidos. De 
este modo un mismo contenido puede ser expresado de dist intas maneras 
y puede ser captado por distintos sentidos. En general, algo agradable o 
desagradable, verdadero o falso, puede ser expresado por un signo visual, 
fónico, táctil, etc. 
 
Cualquier cosa que usamos como signo, sin excepción, significa algo. Sin 
embargo, no siempre eso que es significado por el signo, tiene o tuvo 
existencia concreta. Puede ocurrir, como de hecho ocurre que el contenido de 
ese Signo sea una construcción específica para una situación específica. Por 
ejemplo, «centauro» o «unicornio» son signos que no tuvieron ni tienen algo 
concreto que significar, y no por eso decimos que no significan nada. Cada 
uno, en su caso designa una entidad, una producción de la cultura sin 
existencia real concreta, sin denotado o referente (en nuestro ejemplo, son 
construcciones de un universo mítico) pero también es posible generar 
contenidos pertenecientes a mundos de ficción, o simplemente producir 
mentiras, significar algo que no tiene su correlativo en la realidad. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
De esto puede deducirse que el contenido de un signo no es lo mismo que el 
objeto denotado. No hay una correspondencia necesaria entre uno y otro. El 
contenido designado puede elaborarse artificialmente, sin un objeto real 
concreto con que relacionarlo. En definitiva, e/ contenido no es más que un 
conjunto de propiedades rescatadas o relacionadas arbitrariamente y 
ligadas a una expresión significante. 
Percepción del signo 
¿Cómo es la expresión? (verbal, icónica, escrita, 
acústica) 
¿Con qué está hecha? (materiales que la componen) 
¿Cuál es su origen? 
¿Cuál es el medio de difusión? 
Sobre la expresión 
¿Tienen en sí mismos alguna connotación? 
¿Cuál es el contenido de la expresión? (qué es lo que 
transmite) 
¿Tiene denotado o sólo designado? 
¿Cómo se elaboró? 
¿Cuáles son las propiedades que lo conforman? 
¿Quién o cómo se establece la relación con la 
expresión? 
¿Qué denota o qué designa? 
Sobre el contenido 
En cualquier caso, ¿qué connota? (la connotación 
siempre presupone una denotación o designación 
precedente) 
 
Siempre sobre este tema podemos preguntarnos: ¿Quién relaciona y cómo se 
relaciona la expresión con el contenido? La vinculación de un plano con el otro es 
el resultado de la necesidad y la decisión gestada en lá misma cultura en 
la que aparece el signo. A partir de la necesidad que genera su aparición en la 
sociedad o en un sector de ella de expresar un contenido para establecer 
la comunicación, es esa misma sociedad la que elabora las reglas que 
relacionan la expresión con el contenido, para dar lugar a la aparición del Signo. 
 
Si yo utilizo un signo para expresar algo de la realidad, puedo decir 
que además de tener designado, ese signo tiene denotado o referente. 
Tener denotado implica que, si se diera la ocasión, yo podría estar en 
contacto con el fenómeno sustituido por el signo; es decir, el objeto, el 
hecho, o la circunstancia a la que el signo hace referencia. 
 
En vez de hablar de significación es mejor hablar de sistemas de 
significación construidos socialmente para producir y reconocer Sentido. 
Las relaciones generadas por los miembros de una comunidad suponen el 
uso de recursos y procedimientos específicos para asignar y reconocer el 
sentido. Por eso, para relacionarse entre sí, las personas se sirven de 
sistemas de significación. 
No hay un solosistema de significación. Los s is temas de significación 
son múltiples. Pero, ¿qué son los sistemas de significación y cómo 
funcionan? 
 
 
 
 
 
a. Selecciona determinadas marcas o rasgos sensibles de la materia 
significante. Materia significante es cualquier cosa que puede ser 
recepcionada por nosotros a través de nuestros sentidos y a la que le 
asignamos un significado determinado (un gesto, una imagen, una palabra, un 
sabor, etc., investidas de algún sentido o significado para alguien, se 
constituyen en materias significantes). De la multiplicidad de estímulos 
perceptivos que circulan socialmente, la sociedad selecciona algunos que 
funcionan como rasgos y se repiten en el uso para expresar siempre el mismo 
significado (por ejemplo levantar la mano de una determinada manera es un 
rasgo que se repite habitualmente para expresar o significar un saludo). 
 
b. Esas marcas, esos rasgos se articulan entre sí del mismo modo cada vez que 
con ellos se desea expresar el mismo sentido. Esa articulación «parecida» 
cada vez, es posible porque hay reglas gramaticales que regulan la manera de 
relacionar los rasgos entre sí. Esas reglas funcionan como gramáticas de 
producción (o de reconocimiento) de sentido y son las que posibilitan que una 
misma expresión pueda significar (y, por lo tanto, ser reconocida) de igual o 
Cada sistema de significación es un conjunto de materiales expresivos 
articulados o relacionados entre sí a través de reglas, para que la 
sociedad pueda, mediante procedimientos, asignar y reconocer 
sentido 
de manera parecida, cada vez que se les usa. Siguiendo con el mismo ejemplo, 
levantar la mano y moverla de una determinada manera en una determinada 
circunstancia puede significar «saludo». Pero con otro movimiento y en otra 
circunstancia puede querer significar otra cosa, por ejemplo, pedir «permiso para 
hablar». 
c. La sociedad confecciona los sistemas de significación (conjunto de 
gramáticas y marcas dentro de un mismo lenguaje). Esto equivale a decir 
que es la sociedad misma la que genera estos sistemas que le sirven para 
establecer relaciones de comunicación entre sus miembros. Pensemos en el 
clásico ejemplo que propone Barthes: la alimentación, que en los procesos 
de comunicación, se establece entre las personas a partir de esas «cosas» 
entendidas formando parte de un sistema de significación, son utilizadas como 
recursos para «decir» y «entender». Como se sabe, en este ejemplo como en 
otros (la ropa), Barthes trataba de establecer un paralelo entre estos 
sistemas de significación y el sistema de la lengua aludiendo la relación que hay 
dentro de este último entre lengua y habla: 
 
«La lengua de los alimentos está constituida: I. Por las reglas de exclusión 
(tabúes alimenticios); II. Por las oposiciones significativas de unidades próximos a 
determinar (del tipo, loor ejemplo, salado/dulce); III. Por las reglas de asociación, sea 
simultánea (en el nivel de una comida) o suces iva (en el nivel de un menú); IV. Por 
los protocolos de uso, que funcionan quizá como una especie de retórica de la 
alimentación. En cuanto al 'habla' alimentaria, sumamente rica, contiene todas las 
variaciones personales (o familiares) de preparación o asociación (se podría 
considerar la práctica culinaria de una familia como un dialecto). El menú, por ejemplo, 
ilustra muy bien el juego de la lengua y el habla: todo menú está constituido por 
referencia a una estructura (nacional, regional y social), pero esta estructura 
queda determinada de manera diferente según los días y los usuarios, de la misma 
manera en que una `forma' língüística está determinada por las variaciones y 
combinaciones libres que un hablante necesita para un mensaje particular».' 
 
' Barthes, Roland: Elementos de Semiología en la Aventura Semiológica. Paidós, Barcelona, España, 1990, 
página 32. 
 
 
Otra manera de estudiar los signos que usamos habitualmente es 
analizar las relaciones que se establecen con ellos y entre ellos. Señalaremos 
tres tipos de relaciones: 
 
a. Relaciones con otros signos. 
b. Relaciones con contenidos; es decir con aquello que designan. 
c. Relaciones con quienes los usan. 
 
En el primer caso, los signos nos interesan por lo que son, 
independientemente de lo que significan o de aquello que designan. Nos 
ocupamos de ellos para saber cómo están formados, o bien para saber cómo 
podemos formar nuevos signos a part ir de los que ya tenemos. En los dos 
casos utilizamos reglas que nos permiten formar los signos primitivos, o 
también transformarlos en otros más complejos. Por ejemplo sabemos que las 
letras son unidades elementales. Guando formamos una palabra, 
combinamos esas letras o unidades elementales para formar un Signo más 
complejo. Lo mismo sucede con las imágenes o signos icónicos. A partir de 
unidades elementales (puntos, rayas, curvas, etc.) podemos formar una 
imagen más compleja, Según como combinemos esos elementos. Además, sí 
podemos combinar esos nuevos signos obtenidos con otros y elaborar 
expresiones más complejas estaremos transformando aquellos en otros 
nuevos. A esta dimensión, a esta manera de estudiar la relación que los 
signos tienen entre sí la llamamos dimensión sintáctica. 
 
La segunda posibilidad nos permite estudiar el signo en otro tipo de 
relación: aquella que establece con la cosa o las cosas que designa, o sea con 
su contenido. Esta dimensión, llamada semántica, también tiene dos tipos 
de reglas que regulan la relación del signo con su significado. Mediante 
las reglas de designación, asignamos a cada signo del sistema un 
determinado designado, de manera que «yo» pueda saber a qué hago 
referencia cuando lo uso. Pero puede ocurrir también que pretenda verificar si 
la relación que establezco entre el signo y el designado sea verdadera. Para 
eso, la dimensión semántica tiene reglas de verdad. 
 
La dimensión que queda es la pragmática. En este modo de estudiar los 
signos nos vinculamos con todas aquellas características y circunstancias 
que rodean y condicionan a quienes los usan. Las reglas pragmáticas 
enuncian las condiciones sociológicas, políticas, sicológicas, biológicas que 
se dan entre los usuarios y los signos. La importancia de esta dimensión radica 
en que nos indica cómo debe interpretarse un signo a partir de las 
condiciones que lo rodean, o bien cómo se debe proceder para verificar un 
enunciado del lenguaje. 
DIMENSIONES DE LOS SIGNOS 
 
 
i 
DIMENSION RELACION 
ENTRE 
REGLAS SIRVE PARA 
SINTÁCTICA SIGNOS 
DE FORMACIÓN 
DE TRANSFOR- 
MACIÓN 
Formar nuevas 
unidades, 
Formar expresio-
nes más 
complejas. 
SEMÁNTICA 
SIGNOS Y 
DESIGNADOS 
0 
CONTENIDOS 
DE DESIGNACIÓN 
DE VERDAD 
ESTABLECER el 
significado de 
cada signo: para 
verificar o no, la 
relación 
establecida. 
PRAGMÁTICA SIGNOS Y 
USUARIOS 
PRAGMÁTICAS 
(de uso) 
Para emplear 
correctamente 
el signo. 
 
 
 
 
 
 
 
Tanto los signos como los discursos están compuestos por 
características que le son propias y que el trabajo del semiólogo las hace 
reconocibles. Por un lado nos encontramos con un conjunto de características en 
el plano del contenido. El conjunto de rasgos que configuran el contenido del 
signo, los reconocemos como propiedades del significado. A ese conjunto de 
características las llamamos marcas semánticas. 
 
Todos nosotros alguna vez hemos intentado hacer un crucigrama. Una de 
las características de este entretenimiento es que se dan como pistas una 
serie de características de la palabra que expresa el contenido que debemos 
encontrar. Por ejemplo: 1. «recipiente, con asa, que sirve para beber»; 2. «dos 
átomos de hidrógeno más uno de oxígeno». El conjunto de características 
que definen o diferencian al contenido del signo son propiedades del significado. 
En el primer ejemplo, el conjunto de esas características conforman el contenido 
del signo /taza/. A ese conjunto de características las llamamos marca. En el 
segundo ejemplo, el contenido es /agua/ y sus marcas semánticasson dos 
átomos de hidrógeno más uno de oxígeno. 
 
Las marcas semánticas son rasgos distintivos del contenido y las 
mamas sintácticas son rasgos distintivos de la expresión. 
 
Supongamos que nos encontramos frente a la siguiente frase: «El Salario 
está deprimida» Inmediatamente advertimos que aunque no nos suena bien, 
somos capaces de entender el significado. Reconocemos qué significa la 
expresión por las marcas del contenido y por cierta coherencia sintáctica (que 
en este caso no es completa). Una expresión, para poder ser captada en su 
significado debe estar elaborada respetando las reglas que esa cultura utiliza 
habitualmente para construir sus textos. Desde la construcción de una palabra 
(por ejemplo para escribir la palabra «casa» debemos poner las letras en el 
orden y la secuencia con que podemos reconocer el significado de esa palabra). 
Sí escribimos «ac as», los rasgos utilizados son los mismos pero la alteración 
del orden (es decir, el desvío de la regla), no nos permite reconocer mí construir el 
sentido. Esto mismo vale para textos más complejos y para el uso de cualquier 
tipo de lenguaje. 
 
En resumen, captamos el significado de los signos y el contenido de los 
discursos porque reconocemos las marcas del contenido y por cierta 
coherencia sintáctica que advertimos en el plano de la expresión. Señalamos 
que además de necesita r conocer las marcas semánticas que nos permiten 
comprender y tener acceso al contenido de un signo, también es necesario 
que exista cierta coherencia interna, un reconocimiento de las marcas que 
participan en la composición de la expresión. Vale decir que para entender bien 
un mensaje, es necesario que se exprese de manera que podamos relacionar 
las partes que lo componen (supuestamente el usuario posee y maneja las 
reglas de las dimensiones que vimos en el parágrafo anterior), y además que 
podamos rescatar las características de los signos que lo expresan. para que 
yo detenga el automóvil ante la luz roja del semáforo es necesario que la luz 
roja tenga un contenido, signifique algo «peligro» que yo pueda establecer la 
relación entre las dos cosas (expresión y contenido) y que ambas estén 
articuladas dentro de un sistema de significación (el conjunto de luces que 
componen la idea de semáforo), mediante algunas reglas que gobiernan su 
funcionamiento (secuencia del encendido y el apagado de cada luz). 
 
 
Hemos determinado la diferencia entre el contenido del signo y el referente. 
Así, mientras al referente o denotado le asignamos el carácter de un ente real 
concreto (una cosa, un hecho, un estado de cosas), El contenido de los signos 
decimos que son «cuasi-ideas», conceptos, conjuntos de propiedades 
(semánticas y sintácticas) que son agrupadas en un tiempo y espacio 
determinado, por los miembros de la comunidad en la que ese conjunto de 
propiedades, sirve para reconocer en la expresión significante, a la cosa, objeto 
o situación aludida. 
 
En otros términos cada vez que hablamos de signos no tenemos dos 
elementos (signo y objeto), sino tres: el signo, el objeto, y esa «cuasi-idea» 
que nunca se identifica ni es equivalente al referente. A ese tercer elemento, 
Peirce le dio el nombre de interpretante: “se dirige a alguien, esto es, crea en la 
mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un signo aun más 
desarrollado. Este signo creado es lo que yo llamo el interpretante del 
primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de ese 
objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de 
idea...»2 
 
Como se ve, mientras el signo cumple con su función de estar en lugar de 
otra cosa sólo «en algún aspecto o carácter», genera en el sujeto intérprete del 
signo «otro signo» que es el interpretante. El interpretante, entonces, no es el 
intérprete, no es un sujeto que interpreta sino que es un producto, es una 
función, resultado del vínculo, de la relación que el sujeto-intérprete establece 
entre el signo y los objetos. 
Modelo triádico de Peirce 
Signo objeto 
interpretante 
2. Peirce, Ch. S.: La Ciencia de la Semiótica. Ed. Nueva Visión, Bs. As., 1986, página 22. 
 
 
 
Ahora nos podemos preguntar a partir de qué mecanismos las personas 
avanzan en el conocimiento y la interpretación de los signos dando lugar al 
desarrollo del proceso semiótico. Podemos intentar responder a esta 
pregunta, acudiendo a dos tipos de operaciones fundamentales para acceder 
a la lectura de los signos: la abducción y la connotación. 
La abducción es una forma de razonamiento que nos permite construir 
hipótesis sobre la base de premisas inciertas que obtenemos cuando 
hacemos nuestro trabajo de denotación. Esa presunción la obtengo mediante 
una abducción del tipo: “aquí no hay nadie. Sin embargo, en ese cenicero hay un 
cigarrillo que fue apagado hace poco tiempo. Por tanto, alguien pasó por aquí 
hace un instante”. Luego, la abducción pertenece a la lógica del descubrimiento, 
mientras que la inducción y la deducción nos permitirán probar o desmentir las 
hipótesis. 
 
El conocimiento obtenido a partir de interpretaciones hechas por abducción 
es siempre aproximado y erróneo. Eso significa que puede corregirse y 
reformularse. De manera que debe tenerse en cuenta que la abducción no 
conduce a verdades absolutas, sino sólo a aproximaciones de la verdad. Pero 
ése es justamente su objeto: hacernos ir más allá de lo que sabemos, a partir de 
sucesivos descubrimientos. 
 
La connotación es otro mecanismo de lectura que hace posible el proceso de 
desarrollo semiótico. Esta contribuye a la expansión del sentido del signo a 
partir de la competencia del sujeto para desprender otros sentidos una vez 
producido el acercamiento denotativo. Para decirlo de una manera 
esquemática, todo signo o todo discurso, tiene o admite dos niveles de 
lectura: un nivel de superficie, y un nivel latente u oculto. Veo la fotografía de una 
casa, lo primero que hago es denotar el significado inmediato del signo, 
reconociendo el objeto que representa, y digo «esa fotografía es la fotografía de 
una casa». Sin embargo, este acercamiento resulta demasiado general. Puedo, 
a partir de otros detalles de la fotografía, ir un poco más lejos en mi lectura y 
connotar por ejemplo, otras propiedades u otros atributos ligados a ese 
objeto denotado, que dependerá del conjunto de conocimientos previos que yo 
disponga para elegir ese recorrido de lectura y no otro: así por ejemplo, puedo ir 
más lejos diciendo: «esa casa es una casa lujosa, y si es una casa lujosa, el 
dueño debe ser una persona muy rica. Y si es una persona muy rica, es porque esa 
persona ha trabajado mucho» (otro, haciendo otra lectura, podría decir «es 
una persona muy rica porque es un explotador», etc.). 
 
 
 
 
 
Mencionaremos algunas características que forman parte de este 
mecanismo de lectura. 
 
En primer lugar y ta l vez ésta sea su característica más importante, los 
rasgos que se derivan de una lectura connotativa de un signo son 
independientes de las propiedades del objeto denotado. Es decir, en general 
la connotación puede ir tan lejos como le sea posible al sujeto que la practica. 
En este sentido él podrá derivar en su lectura rasgos que aparezcan «muy 
atrás» en la cadena asociativa, o que estén muy lejos de los rasgos más 
«inmediatos» del sistema denotado. Unos y otros son independientes del objeto, 
pero cuanto más alejados estén los rasgos que la connotación rescata, de los 
que la cultura le admite como propios al signo, más difícil será la tarea de justificar 
la operación, excepto en el caso del texto estético. Desde luego, esto nos 
introduce en un terreno bastante complejo como es el de indagar sobre la 
presunta objetividad de las propiedades que se le imputan a los referentes. 
 
Otra característica, sí se quiere independiente de la anterior, es que el número 
de rasgos connotados que componen la cadena de interpretantes puede variar de 
uno a otro número; si no es infinito, por lomenos es indefinido. Por ejemplo, sí 
escucho que en la terraza de mí casa algo se cayó, produjo un ruido muy 
definido, puedo connotar, /objeto de vidrio/, en función del ruido que 
normalmente hacen al caer, las botellas de ese material. Salvo alguna distorsión 
auditiva, si el indicio es nítido será difícil connotar /madera/. Pero por otro 
lado, a partir de ese mismo ruido, por vía de una connotación asociativa, puedo 
connotar «alguien camina en la terraza», «un ladrón pretende entrar en mi 
casa», etc. Al vincular este ejemplo con la característica que señalamos en 
primer término, de ningún modo podré connotar que acaba de producirse una 
invasión de ballenas en la terraza de mi casa, so pena de ser calificado de loco. 
 
En tercer lugar, «en la connotación», el sentido es sugerido, y su 
decodificación es más aleatoria, esto significa que todo aquello que se 
desprende «explícitamente» del signo, pertenece al orden de la denotación; lo 
connotado resultará siempre difuso, subyacente, e implícito. 
 
Queda por agregar que la riqueza del trabajo de connotación se desprende 
de las múltiples funciones que ésta ejecuta al abordar cualquier texto. Entre 
las más importantes de esas funciones, podemos rescatar las siguientes: 
 
a. Enriquece el material denotado: cuando el sujeto connota más allá 
de lo que el texto sugiere en su inmediatez, de alguna manera construye el 
objeto con el conjunto de matices que introduce en su configuración, 
aprovechando aquella independencia de los rasgos connotados respecto 
del objeto denotado. La resultante del proceso de connotación es ese 
«otro objeto» que habita en la mente del sujeto, al mismo tiempo tan 
lejos, y tan cerca del objeto denotado. 
 
b. Organiza redes de interpretantes: conforme se produce lo señalado en el 
punto a, los interpretantes que se desprenden de la lectura connotativa, se 
encadenan en sistemas arbolados, abriendo paso a un número indefinido de 
ramificaciones, todas provenientes del mismo tronco -el objeto denotado-. 
c. Construye recorridos de lectura: esa misma organización de los 
interpretantes desprendidos del trabajo de connotación, en subtroncos a la 
vez conectados por interpretantes comunes, va construyendo posibles vías 
de acceso en un sentido «casi completo» del signo, sin que esto constituya la 
posibilidad de agotarlo. 
 
d. Multiplica los planos y niveles de lectura: esta función de la connotación 
depende en alguna medida de la capacidad -competencia- del sujeto que 
ejecuta el mecanismo de connotación. Sí vemos la apertura de múltiples 
recorridos de lectura como potenciales vías de desarrollo que se van 
desplegando en una línea horizontal, cada una de éstas podrá a su vez adquirir 
mayores niveles de profundidad (y por lo tanto de alejamiento del núcleo 
común), conforme vayan apareciendo más lejanos eslabones en la cadena de 
interpretantes. 
 
e. Altera la legalidad de la lectura denotativa: si se quiere, la función 
connotativa resulta ser una exigencia que brota del mismo texto y además de la 
necesidad del destinatario de no quedarse sólo en el «qué d ice»; bucear en 
el «qué quiere decir» es de alguna forma romper el orden y la estabilidad de la 
superficie; es transgredir lo literal y arriesgarse en propuestas de sentido 
que admitan la deriva en el recorrido. 
 
f. Relativiza la idea de un hipotético acceso objetivo al referente: de lo 
dicho deducimos que parece inevitable arribar a resultados vinculados con la 
pérdida de la neutralidad con relación a quien recibe el texto. La toma de distancia 
respecto del objeto representado en el discurso es una ilusión que se 
desvanece en cuanto ese mismo discurso se deja atravesar por la 
connotación; a partir de allí se explican las conexiones que ese discurso tiene 
con otros discursos, las limitaciones tanto como los alcances que le son 
posibles al sujeto receptor en la tarea de extraer sentido del discurso objeto y 
con todo esto, la pérdida de la posibilidad de permanecer en el sentido único. 
Resumiendo: 
Abducción hipótesis 
Connotación expansión del sentido 
Observemos cómo en el cuadro de la página siguiente, “signos de /a vida 
cotidiana', hechos o cosas reales adquieren la dimensión de signo a partir 
del momento en que nosotros les conferimos el rol significante y les asignamos 
un significado, interpretando relaciones o vinculando datos: 
 
En general, cuando alguien busca entender el sentido de algún 
objeto discursivo, comienza la tarea tratando de responder a una 
pregunta implícita que genéricamente podría formularse en estos 
términos: «A ver, ¿de que se trata esto?». 
Formulada la pregunta, empieza su tarea comprensiva, buscando 
elementos (un personaje, un rasgo de un personaje, una circunstancia) 
que le proporcionen pistas, recorridos que le permitan en algún 
momento decir: « ¡Ah, se trata de...! » 
 
Pero claro, para que pueda hacer una exclamación semejante, el 
sujeto no pudo haber tenido contacto por primera vez con un personaje 
(el rol de héroe en una película) o en una circunstancia semejante (la 
luz roja del semáforo), en ese momento. Si verdaderamente pudo 
reconocer de; que se trata el asunto por medio de las pautas que 
escogió “para darse cuenta”, entonces esas pautas ya le eran de algún 
modo familiares. Quiere decir que en su ámbito cultural, esos 
personajes, esas vicisitudes aparecen recurrentemente en distintas 
expresiones discursivas significando lo mismo. De esa forma se 
convierten en elementos estereotipados del discurso; en clichés que 
proporcionan indicios para dar cuenta del asunto que está siendo 
tratado. 
 
Supongamos, por ejemplo, que una persona llega de trabajar y su familia 
está mirando una película por televisión. Mientras se acomoda escucha la 
música de fondo que acompaña la escena: no sabe de música pero la identifica 
como una melodía de tonos graves. Da una ojeada a la pantalla, y ve una noche 
cerrada, una calle oscura, el asfalto mojado, y un personaje de espalda, 
vestido de negro, con un cuchillo en la mano, alejándose de la cámara. A este 
señor, no le hace falta más para exclamar, en principio: «seguramente aquí hubo 
o habrá un asesinato». El señor ha dado con el tema de la película. 
 
Muy bien, el asesinato es, en principio el tema de la película. Pero ¿y la noche 
cerrada?, ¿y el asfalto mojado?, ¿y los tonos graves de la música de fondo?, ¿y el 
cuchillo?, ¿y el sujeto vestido de negro y de espalda? Todos esos son motivos 
que, articulados dentro del texto, y porque aparecen muchas veces en textos 
de ese tipo, permiten configurar el asunto (tema) que lo recorre y lo atraviesa. 
Los motivos son unidades de significado menores que el tema y se les utiliza 
repetidas veces del mismo modo (con el mismo significado), articulados en un 
conjunto coherente para ayudar a definir o a construir los temas. 
 
 
Las cosas adquieren la función del signo porque es esa misma sociedad 
con sus prácticas, la que hace que esas cosas adquieren sentido. 
En los dos casos hablamos de «hacer». Hacer algo supone realizar una 
práctica productiva. Para llevar a cabo esta producción hacen falta por lo 
menos tres elementos: el trabajo social, los materiales y las herramientas. 
El trabajo es siempre trabajo social humano. Es decir que en este caso hay 
signos y discursos porque hay una cultura, una sociedad que los necesita para 
constituirse en una cultura comunicada y comunicable por signos hechos en la 
misma sociedad. Con esto estamos diciendo que también es trabajo social 
atribuirle significado a las cosas. 
 
Los materiales de los signos son las marcas de las que hemos hablado en el 
punto anterior. Podemos clasificar esas marcas desde distintos puntos de 
vista. Sí como dejamos establecido, los signos son entidades sensibles, 
una clasificación posible sería esta: 
Verbales Lenguajes naturales 
Según su forma 
No verbales Imágenes, gestos, 
música, cosas, hechos 
Visuales Carteles, libros, 
películas 
Sonoros Música, sonidos 
Táctiles Textura de los 
materialesOlfativos Perfumes, malos olores 
Según el canal y el 
soporte por el que 
se transmiten 
Gustativos condimentos 
Materiales de 
los signos 
Según su 
procedencia 
Naturales 
Cosas de la naturaleza 
que usamos para 
significar 
Artificiales Hechos por el hombre 
Construidos 
específicamente 
para significar 
Señales de tránsito, 
gestos 
Según su finalidad 
Función 
significante 
subsidiaria 
Un lápiz, una corbata, 
un automóvil 
 
El recurso que utilizamos para producir sentido es un conjunto de 
operaciones que denominamos operaciones retóricas. Las operaciones 
retóricas nos sirven para articular las marcas semánticas y sintácticas que 
mencionamos en los parágrafos anteriores. Esas marcas solas, separadas, 
aisladas no dicen nada, pero cuando se articulan mediante operaciones 
determinadas queda configurada una expresión (signo o discurso) con sentido. 
 
¿Cuál es la manera de llevar a cabo este trabajo? En general se admite que 
el trabajo retórico se cristaliza gracias al uso de dos recursos: por un lado, 
como dijimos, están las operaciones. Las operaciones retóricas son, en 
total, cuatro. Dos operaciones son las llamadas operaciones 
fundamentales: 
 
a. Operación de adjunción: La operación de adjunción consiste en agregar 
marcas (sintácticas o semánticas) con el propósito de lograr un efecto 
de sentido determinado (por ejemplo, repetir muchas veces lo mismo, 
exagerar un aspecto de la expresión, con operaciones de adjunción). 
 
b. Operación de supresión: De modo inverso, en las operaciones de 
supresión se eliminan marcas (sintácticas o semánticas) para lograr 
un efecto de sentido determinado. En publicidad, es frecuente observar 
que se retira por ejemplo un elemento relevante, justamente para llamar 
más la atención del receptor. 
Las otras dos son operaciones derivadas porque se realizan a partir del uso 
de las dos operaciones fundamentales. Las dos operaciones derivadas 
son: 
1. Operación de sustitución: En las operaciones de sustitución se quita 
un elemento (sintáctico o semántico) y se sustituye por otro que no 
pertenece a ese texto o no está presente en él. Por ejemplo cuando los 
jóvenes se saludan con la expresión «qué haces fiera», se realiza una 
operación de sustitución. Se suprime el nombre del sujeto saludado y se 
adjunta el apelativo de «fiera», con el propósito de colocar un efecto de 
sentido diferente (poner más énfasis, denotar más amistad, sugerir un 
halago, etc.). No pertenece «literalmente» a ese texto, ni es el nombre del 
sujeto, pero provoca un efecto diferente al que hubiera provocado un saludo 
realizado en términos más «formales». En general, también los piropos 
suelen elaborarse mediante este tipo de operación. 
 
2. Operación de intercambio: En el caso de las operaciones de intercambio, 
lo que se hace es reemplazar pina marca (sintáctica o semántica) del 
discurso o del texto por otra marca que pertenece o está presente en eI 
mismo texto. Es decir, hay un intercambio, en las posiciones o en los lugares 
que ocupan dentro del mismo texto, para provocar un efecto de sentido 
diferente. Un ejemplo (-le intercambio, puede ser, ver en una imagen, una mujer 
vestida con ropa de varón y el varón vestido con ropa de mujer. Este 
intercambio altera el sentido previsible del texto y genera un sentido 
diferente que el lector de la imagen debe interpretar para hacer una 
lectura adecuada a los propósitos del mensaje. 
 
Dentro de es tas operaciones se pueden establecer cuatro tipos de 
relaciones entre las marcas que componen el texto: 
 
1. Relaciones de identidad: Por ejemplo, repetir (adjuntar) 
muchas veces el mismo, objeto, dentro del mismo texto. 
 
2. Relaciones de similitud: En este caso se agregan o se 
eliminan dos o más marcas que tienen en común rasgos parecidos. 
Pensemos por ejemplo, en el uso de la rima en la construcción de una 
poesía. 
 
3. Relaciones de diferencia: De manera semejante al caso 
anterior, se busca resaltar las diferencias de las marcas (sintácticas 
o semánticas) que componen el texto. Pensemos por ejemplo, en la 
composición de un texto cuyo sentido global sea un sentido unitario 
(por ejemplo el párrafo de algún texto) escrito con diferentes tipos de 
letras, o la construcción del cuerpo de un sujeto, con miembros, cabeza, 
busto, etc., de sujetos diferentes. 
 
4. Relaciones de oposición: Se trata de relacionar marcas con 
caracteres considerados socialmente antagónicos; blanco-negro, rico-
pobre, bueno-malo. 
 
Como queda dicho, esas operaciones que tienen lugar a partir de 
establecer relaciones, son posibles en los dos planos del texto: en la 
expresión y en el contenido. 
 
 
 
 
 
 
Las operaciones que utilizamos para establecer las relaciones entre 
marcas no garantizan los vínculos reales entre la expresión y el contenido. 
Se comprende que de la combinación entre operaciones y relaciones en la 
forma y/o el contenido de una parte de un texto se producen múltiples 
posibilidades que enriquecen la práctica del uso de los lenguajes. 
 
Muchas veces pueden establecerse relaciones no concordantes de manera 
accidental y otras veces, deliberadamente. Así, un documento de 
identidad encontrado en el lugar donde se cometió el delito puede ser un 
signo de la presencia del delincuente, pero también pudo ocurrir que el 
delincuente haya dejado caer deliberadamente un documento cualquiera, 
para producir un sentido que busque (y logre) despistar a los 
investigadores. La operación, en este caso, sería una operación de adjunción: 
se agrega al escenario del delito un signo con el objeto de provocar un sentido 
determinado. 
Esto nos lleva a darnos cuenta que el signo lleva consigo una carga de 
contenido que se actualiza según el contexto en el que aparezca (un 
documento en las oficinas del registro civil, es un signo cuyo contenido se 
actualiza en un determinado sentido, distinto del sentido de ese 
documento sí aparece el lugar de un delito) y cuando está ante nosotros y 
nosotros hacemos uso de él, para saber o comprender algo más acerca del 
asunto, hecho o situación presente. 
 
 
 
En sentido amplio podemos exigir de los fenómenos que caen bajo el dominio 
de la extensión de «signo», estos requisitos: 
 
a. El objeto de la semiótica cualquier cosa sensible que signifique algo para 
alguien. Como dice Elíseo Verón refiriéndose a los discursos sociales, el objeto 
de la semiótica es cualquier fenómeno social en su dimensión significante, 
es decir, en la medida en que ese fenómeno signifique algo para alguien. 
 
b. Entonces, la segunda característica es que estos objetos culturales 
están articulados por un conjunto de reglas que permiten clasificarlos 
dentro de (y reconocerlos como) propios de un sistema de significación. 
 
c. Estos fenómenos culturales portadores de sentido llevan consigo la 
posibilidad (cuando no la necesidad) de ser «públicos» mediante diversos 
soportes expresivos, el más amplio sigue siendo el lenguaje verbal. 
 
d. A esta función sustituyente -estar en lugar de otra cosa- y a este 
carácter sustituible -en tanto que puede ser reformulado por otros 
lenguajes-, puede agregarse otra función que podríamos llamar función 
gnoseológica, por cuanto sólo es posible acceder y expandir el conocimiento 
a partir del uso que hacemos de los signos en los procesos de 
comunicación. 
 
En definitiva, las cosas tienen significado para alguien en la medida en que son 
objetos que pertenecen a una cultura en la que ese alguien es capaz de 
reconocerlo y por lo tanto asignarle Sentido. 
 
Ejemplo de la pretensión de transmitir un mismo contenido, con formas expresivas 
diferentes (aun cuando el uso de distintos lenguajes permite hacer aportes propios de cada 
uno al contenido, con las consiguientes alteraciones, modificaciones o enriquecimiento del 
mensaje) 
 
LA AVENTURA DE LOS LENTES DE ORO 
 
Stanley Hopkins sacó del bolsillo un paquetito envuelto en papel. Desdobló 
éste y nos mostró unos lentes de oro, de los de presión o resorte, de 
cuyoextremo colgaban dos pedacitos de cordón negro de seda. 
- Willoughby Smith gozaba de vista excelente -agregó Hopkins- y no cabe 
la menor duda de que arrancó estas gafas de la cara a la persona que lo 
asesinó. 
Sherlock Holmes cogió con una mano las gafas y las examinó con la 
máxima atención e interés. Las colocó en su nariz, trató de leer con ellas, se 
acercó a la ventana y miró a la calle; miró y remiró los cristales a plena luz de 
la lámpara y, por último, gorgoriteando por lo bajo, tomó asiento frente a la 
mesa y escribió algunas líneas en una hoja de papel, que empujó hasta donde 
estaba Stanley Hopkins. 
- No puedo hacer otra cosa mejor por usted, y quizá resulte de alguna 
utilidad en la práctica 
 
El asombrado detective leyó la nota en voz alta. Decía así: "Se busca a 
una mujer de buena presencia y que viste como una dama. Es de nariz 
notablemente gruesa, t iene los ojos muy juntos y pegados a ambos lados de 
esa nariz. Es de frente abultada, expresión de miope, y tiene, 
probablemente, los hombros cargados. Hay indicios de que en los últimos 
meses ha acudido por lo menos dos veces al oftalmólogo. Como sus 
cristales son muy fuertes y como los oftalmólogos no abundan, no debe 
resultar difícil dar con ella". 
 
Holmes sonrió ante el asombro de Hopkins, reflejado seguramente en su 
cara, y dijo: 
 
- Créame: mis deducciones son la sencillez misma. Es difícil encontrar otro 
objeto que ofrezca campo más delicado para las inferencias que un par de 
gafas, especialmente cuando son tan notables como éstas. Deduzco que 
pertenecen a una mujer, en primer lugar, por su finura; y luego, como es natural, 
por las palabras del moribundo (*). O En cuanto a que se trata de una mujer 
refinada y que viste bien, fíjese que la montura es de oro macizo, y no se 
concibe que una persona que use tales gafas sea descuidada en otros as-
pectos del vestir. Fíjese en que los bordes interiores de presión resultan 
demasiado anchos para su nariz; y con ello demuestran que la nariz de la 
dama en cuestión es muy ancha en su arranque. Esta clase de nariz suele 
ser corta y amplia, pero existe un número de excepciones lo 
suficientemente grande para impedir hablar dogmáticamente o para 
insistir en este detalle de mi descripción. Mi cara es estrecha, y aun así 
no consigo que mis ojos coincidan con el centro, o cerca del centro, de estos 
cristales. Por tanto, los ojos de esta señora están muy pegados a ambos 
lados de la nariz. Observe Watson, que los cristales son cóncavos y de 
potencia extraordinaria. Una mujer que durante toda su vida ha padecido de 
una visión tan corta, tiene seguramente las características de esa clase de visión, 
que se observa en la frente, en los párpados y en los hombros. 
- Sí -dije-, y voy siguiendo cada uno de sus razonamientos. Sin embargo, 
reconozco que no logro comprender de qué manera llega usted a la afirmación 
de la doble visita al oftalmólogo. 
 
Holmes tomó en sus manos las gafas, y dijo: 
 
- Fíjese que los bordes interiores, que son los que ejercen presión, están 
revestidos de finas tiras de corcho con objeto de suavizar la fuerza que 
ejercen sobre la nariz. Una de estas tiras se encuentra algo descolorida y 
gastada, mientras que la otra está completamente nueva. Es evidente que una de 
ellas se desprendió y fue sustituida. Y yo calculo que la más vieja de las dos tiras 
de corcho no tiene más que unos pocos meses de uso. Y como ambas 
corresponden exactamente, calculo que esta señora encargó que le colocaran 
la segunda en el mismo establecimiento que la primera. 
(*)Antes de morir, la víctima pronunció das palabras “fue ella". 
 
Las aventuras de Sherlock Holmes. Conan Doyle, Tomo II, 
Editorial Aguilar, páginas 262-263 
(Fragmento de "LA AVENTURA DE LOS LENTES DE 
ORO') 
1. ¿Cuál es el objeto sensible que se constituye en signo? 
2. ¿Cuál es el significante? 
3. ¿Cuál es el significado? 
4. ¿Quién establece la relación? 
5. Enumere los contenidos que Sherlock Holmes denota a partir del 
significante. 
6. ¿Qué fragmento del relato reconoce como información obtenida por el 
sistema de significación? 
7. Busque en el texto un ejemplo de dimensión sintáctica, otro de dimensión 
semántica, y otro de dimensión pragmática de la semiótica. 
8. El signo de este ejemplo, ¿tiene designado o denotado, o sólo designado? 
Explique su respuesta. 
9. Reconstruir por lo menos una de las abducciones que practica Sherlock 
Holmes para escribir la nota que le entrega a Hopkins. 
10. ¿Qué denota y qué connota Holmes, a partir de su lectura del signo? 
11. ¿Qué propiedades reúnen las gafas, según su Forma sígnlca, el canal, el 
soporte, la procedencia y la finalidad? 
Bibliografía 
 
* Barthes, Roland: «Elementos de semiología» en: la Aventura semiológica 
Paidós Comunicación, Barcelona, 1990. 
* Eco Umberto: «La Estructura Ausente» Editorial Lumen, Barcelona, España, 
1975. 
* «Tratado de semiótica General» Editorial Lumen, Barcelona, tercera 
edición, 1985. 
* Greimas, A.J.: «Semántlca Estructural». Editorial. Gredos, Madrid,1976. 
* Grupo µ: «Retórica General». Paidós Comunicación, Barcelona, 1987. 
* Kerbrat-Orecchioni, Catherine: «La Connotación». Hachette, Buenos Aíres, 
1983. 
* Lotman, Jurij M. y Escuela de Tartu: «'Semiótica de la Cultura». Ediciones 
Cátedra, Madrid, 1979. Introducción de Jorge Lozano. 
* Peirce, Charles Sanders: «La Ciencia de la Semiótica». Ediciones Nueva 
Visión, Buenos Aíres, 1986. 
* Verón Elíseo: «Para una semiología de las operaciones 
Translingüísticas» en Lenguajes, revista de lingüística y semiología N° 2, 
Buenos Aires, 1974. 
* «La Semiosis social. Fragmentos de una Teoría de la 
Díscursivídad». Editorial Gedisa, Buenos Aires, 1987.

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