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Desarrollo del Psicoanálisis (Autoguardado)

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Desarrollo del Psicoanálisis. Final
Ficha 1462. Lacan. Conferencia Freud en el siglo.
Al poner en evidencia el papel de los conflictos afectivos y los trastornos del instinto en las 
neurosis, Freud aporto una contribución de suma importancia a la psiquiatría. 
Por otra parte, al poner en evidencia el papel del inconsciente en todas las manifestaciones de la 
vida mental, aporto una contribución que supera el marco de las ciencias médicas. (Jean Delay)
Exposición de Lacan sobre Freud y su influencia en el siglo. 
Hasta qué punto Freud reconocía su pertenencia a la tradición judía y a su estructura literal, que 
llega hasta imprimirse en la estructura de la lengua. Freud reconoció en ella su más íntima 
identidad. Existe un contraste entre este reconocimiento y su rechazo, precoz y agresivo de la fe 
religiosa de sus padres. Quizás este ángulo es el que mejor nos introduciría a lo que haría 
comprender de qué manera las preguntas se formularon para Freud. No es por ahí, empero por 
donde lo abordare. No siempre los abordajes más sencillos son los que parecen más claros. 
Tampoco encontraremos en la biografía de Freud la raíz de la subversión aportada por su 
descubrimiento. No parece que un toque de neurosis haya guiado a nadie antes por la misma via. 
Nada menos perverso que la vida de Freud. 
Nada puede ir mas alla de la confidencia que Freud mismo ofrecio en su larga autobiografía, que 
constituyen sus primeras obras; la Traumdeutung, la psicopatología de la vida cotidiana y el Witz. 
Nadie llego tan lejos en la confesión. Incluso los mas indiscretos hacedores de hipótesis nunca 
pudieron agregar nada a lo que el mismo nos confió. 
Método crítico. Una obra se juzga midiéndola con sus propios criterios.
Si el descubrimiento del psicoanálisis estriba realmente en haber reintegrado a la ciencia todo un 
campo objetivable del hombre y haber mostrado su supremacía y si ese campo es el del sentido, 
¿Por qué buscar la génesis de este descubrimiento fuera de las significaciones que su inventor 
encontró en si mismo en la via que lo llevaba a el? 
Postular la supremacía y no la subordinación del sentido en tanto causa eficiente es 
aparentemente renegar de los principios de la ciencia moderna. 
La ciencia que Freud aporta, si tiene el valor que el pretende, es por tanto una revolución.
Intento restituir la perspectiva que muestra el relieve propio de la obra de Freud, actualmente 
borrado. Hay un contraste entre lo que la obra de Freud significa auténticamente y lo que 
actualmente se les ofrece como el sentido del psicoanálisis. 
El uso primario de nociones sacadas de su contexto, ajeno a la inspiración de la obra de Freud.
Pensar que el análisis esta destinado a servir de pasarela para acceder a una especie de 
penetración intuitiva, y de comunicación fácil con el paciente indica un profundo 
desconocimiento. Si el análisis no hubiese sido más que un perfeccionamiento de la relación 
médico-enfermo, literalmente no lo necesitaríamos. 
¿De qué trata la obra de Freud? 
Durante mucho tiempo se pensó que la primera resistencia encontrada por la obra de Freud se 
debía a que tocaba cosas de la sexualidad. 
¿Por qué la gente honesta y culta, vio de inmediato en la obra de Freud no se que exceso de 
cientificismo?
En efecto, el psicoanálisis es realmente una manifestación del espíritu positivo de la ciencia, en 
tanto explicativa. Esta lo más lejos posible de un intuicionismo. Nada tiene que ver con esa 
compresión apresurada, que tanto reduce y simplifica su alcance. 
Nada se verá en “la interpretación de los sueños” que se asemeje a esa grafología de dibujos 
infantiles que termino convirtiéndose en el tipo mismo de la interpretación analítica. Si a algo se 
parece, es a un desciframiento. Y la dimensión en juego es la del significante. Encontraran siempre
una sucesión de homonimias o de metonimias, de formaciones onomásticas que son 
absolutamente esenciales para la compresión del sueño. 
La literatura analítica que pretende seguir a Freud se dedica al borramiento de los ángulos, a la 
reducción melosa de su obra. 
La disolución de la obra de Freud culmina en la decadencia en la que esta cayendo el análisis.
¿Cómo pudo omitirse el papel fundamental de la estructura del significante? Comprenderemos 
porque.
Lo que se expresa en el seno del aparato y del juego del significante es algo que sale del fondo del 
sujeto, que puede llamarse su deseo. A partir del momento en que el deseo esta capturado por el 
significante, es un deseo significado. Y todos estamos entonces fascinados por la significación de 
ese deseo. Y olvidamos, a pesar de que Freud lo recuerda, el aparato del significante. 
Freud, sin embargo subraya que la elaboración del sueño es lo que hace del sueño el primer 
modelo de la formación de síntomas. Ahora bien, esta elaboración se asemeja mucho a un análisis 
lógico y gramatical. Este registro es el nivel normal de trabajo freudiano. Es el mismo registro que 
hace de la lingüística la más avanzada de las ciencias humanas. 
Freud, en su práctica médica, tropezó con ese campo donde se ve a los mecanismos del lenguaje 
dominar y organizar sin que lo sepa el sujeto, fuera de su yo consciente, la construcción de ciertos 
trastornos que se llaman neuróticos. 
Ya lo sabemos. Tenía un padre, tenía una madre. Como todo el mundo. Y su padre está muerto, 
todos saben que eso no pasa desapercibido. Pero estos datos no deben hacernos desconocer la 
importancia del descubrimiento del orden positivo del significante. 
El descubrimiento que hizo en el manejo de los sueños se distingue radicalmente de toda 
interpretación intuitiva de los sueños, como pudo practicarse antes. 
La originalidad de Freud es el recurso a la letra. Es la sal del descubrimiento freudiano y de la 
práctica analítica. ¿Cuál es ese otro que habla en el sujeto y del cual el sujeto no es ni el amo ni el 
semejante, cual es ese otro que habla en él?
No basta decir que es su deseo. Si los significantes no estuviesen para sostener esa ruptura, esas 
fragmentaciones, esos desplazamientos, transmutaciones, perversiones, aislamientos del deseo 
humano, este no tendría ninguno de los caracteres que hacen el fondo del material significativo 
que el análisis brinda. 
Tampoco basta decir que ese otro es en cierto modo nuestro semejante. En ese discurso del otro, 
lo que creo ser yo, ya no es sujeto, sino objeto. Es una función de espejismo donde el sujeto no se 
encuentra más que como desconocimiento y negación. 
Acerca de la famosa tópica freudiana (ello, yo y super yo); es interpretada en sentido contrario de 
aquello para lo que Freud lo introdujo. 
Freud enfatizo la teoría del yo con fines que no se pueden desconocer. Se trataba de evitar dos 
escollos. El primero, es el dualismo. Hay una especie de manía en cierto número de analistas, que 
consiste en hacer del inconsciente otro yo, un yo malo, un doble, un semejante simétrico del yo, 
cuando en cambio la teoría del yo en Freud está hecha para mostrar que lo que llamamos nuestro 
yo es cierta imagen que tenemos de nosotros mismos, que nos proporciona un espejismo, de 
totalidad sin duda. La función del yo es designada por Freud como análoga a lo que se llama en la 
teoría de la escritura, un determinativo.
El determinativo acentúa de cierta manera, hace entrar en una clase de significaciones algo que ya
tiene su individualidad fonética de significante. El yo es una especie de determinativo, mediante el 
cual algunos de los elementos del sujeto son asociados a una función especial: a saber la 
agresividad, considerada como característica de la relación imaginaria con el otro en la que el yo 
se constituye por identificaciones sucesivas y superpuestas. Su valor móvil, de signo lo distingue de
la entidad del organismo como un todo. Ese es el otro escollo que Freud evita. 
Freud quiso evitar el espejismo de la famosa personalidad total, que no dejo de reconquistar el 
terreno a través de toda la escuela americana. La personalidad total es precisamente loque Freud 
distingue como fundamentalmente ajeno a la función del yo. 
Hay una doble alienación en el movimiento de la teoría freudiana. 
Esta el otro como imaginario. La conciencia de sí, se instaura en la relación imaginaria. De ningún 
modo la unidad del sujeto puede realizarse en este sentido. El yo ni siquiera es el lugar, la 
indicación, el punto de alineamiento, el centro organizador del sujeto. Él le es profundamente 
disimétrico. 
Esta también el otro que habla desde mi lugar, aparentemente, ese otro que está en mí. Es otro 
cuya índole es totalmente diferente que la del otro, mi semejante. 
En la técnica de la transferencia, todo está hecho para evitar la relación yo a yo, el espejismo 
imaginario que podría establecerse con el analista. El sujeto no está cara a cara con el analista. 
Todo está hecho para borrar todo lo que tenga que ver con una relación dual, de semejante a 
semejante. 
Por otra parte, la técnica analítica deriva de la necesidad de otro oyente. Esto nos recuerda que el 
inconsciente es esencialmente palabra, palabra del otro, y solo puede ser reconocida cuando el 
otro se la devuelve a uno. 
El hombre esta poseído por el discurso de la ley y con el se castiga, en nombre de esa deuda 
simbólica que no cesa de pagar cada vez más en su neurosis. 
¿Cómo entra el hombre en esa ley, que le es ajena, con la que nada tiene que ver? Para explicarlo 
Freud construye el mito del asesinato del padre. 
Freud siempre repudio que se le considerase filósofo. 
Su inspiración es fundamentalmente pesimista. Niega toda tendencia al progreso. Es anti-
humanista. Freud debe situarse en una tradición realista y trágica. 
¿Qué dirección indica este retorno a la verdad de Freud? La de un estudio positivo cuyos métodos 
y formas están dadas en esa esfera de las ciencias llamadas humanas que conciernen el orden del 
lenguaje, la lingüística.
El psicoanálisis debería ser la ciencia del lenguaje habitado por el sujeto. En la perspectiva 
freudiana, el hombre, es el sujeto capturado y torturado por el lenguaje. 
Ficha 15039. Lacan. Selección de párrafos Seminario 1 y 2.
Seminario 1. Capitulo VII. La tópica de lo imaginario.
Han surgido algunos problemas relacionados con el lugar de lo imaginario en la estructura 
simbólica. 
Juego reciproco de tres grandes términos; lo imaginario, lo simbólico y lo real. Estos tres registros 
son herramientas de análisis para analizar ciertos fenómenos. 
Nada puede comprenderse de la técnica y la experiencia freudianas sin estos tres sistemas de 
referencia. 
Una de las cosas que más debemos evitar es precisamente comprender demasiado, comprender 
más que lo que hay en el discurso del sujeto. No es lo mismo interpretar que imaginar comprender.
Las imágenes ópticas presentan variedades singulares; algunas son puramente subjetivas, son las 
llamadas virtuales. Otras son reales, se comportan en ciertos aspectos como objetos. Podemos 
producir imágenes virtuales de esos objetos que son las imágenes reales. 
La óptica se apoya, en una teoría matemática sin la cual es imposible estructurarla. Para que haya 
óptica es preciso que a cada punto dado en el espacio real le corresponda un punto en el espacio 
imaginario. Es esta la hipótesis estructural fundamental. Sin ella no puede escribirse ecuación 
alguna, ni simbolizarse nada. Allí también, espacio real y espacio imaginario se confunden. Esto no 
impide que deban pensarse como diferentes. 
En óptica existen una serie de fenómenos que podemos considerar como totalmente reales y sin 
embargo, la subjetividad está constantemente comprometida. Cuando ven un arcoíris es algo 
totalmente subjetivo. Él no está allí. Sin embargo, gracias a una cámara pueden registrarlo 
objetivamente. ¿Dónde se encuentra lo objetivo y donde lo subjetivo? ¿No será que estamos 
acostumbrados a establecer una distinción demasiado somera entre lo objetivo y lo subjetivo?
El proceso de maduración fisiológica permite al sujeto, en un momento determinado de su 
historia, integrar efectivamente sus funciones motoras y acceder a un dominio real de su cuerpo. 
Pero antes de este momento, el sujeto toma conciencia de su cuerpo como totalidad. Insisto en 
este punto en mi teoría del estadio del espejo. La sola visión de la forma total del cuerpo humano 
brinda al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro respecto al dominio real. El sujeto
anticipa la culminación del dominio psicológico y esta anticipación dará su estilo al ejercicio 
ulterior del dominio motor efectivo. Es esta la aventura imaginaria por la cual el hombre, por vez 
primera, experimenta que él se ve, se refleja y se concibe como distinto. 
En la relación entre lo imaginario y lo real, todo depende de la situación del sujeto (donde se 
posiciona el ojo…) La situación del sujeto está caracterizada por su lugar en el mundo simbólico; 
en el mundo de la palabra. 
Seminario 1. Cap. XIII. La bascula del deseo.
Hay que partir de O y O’ El yo y el otro semejante. Se trata de algo que se refiere a la constitución 
del yo ideal (no del Ideal del yo), es decir del origen fundamentalmente imaginario, especular, del 
yo. 
Introducción del narcisismo. 
Se habrán dado cuenta de la relación existente, en este texto, entre la formación del objeto y la 
formación del yo. El problema del narcisismo surge precisamente, porque son estrictamente 
correlativos y su aparición contemporánea. 
¿Qué significa decir Yo (Je)? ¿Significa acaso lo mismo que el ego, concepto analítico?
Cuando utilizan el yo, no pueden desconocer que es, ante todo, una referencia psicológica, en el 
sentido en que hay psicología cuando se trata de la observación de lo que ocurre en el hombre. 
Yo, es un término verbal cuyo empleo es aprendido en una cierta referencia al otro. El yo nace en 
referencia al tú. 
El yo se constituye en primer lugar, en una experiencia de lenguaje, en referencia al tú y lo hace en
una relación donde el otro le manifiesta ordenes, deseos, que él debe reconocer. Al comienzo, el 
niño tiene, ciertamente, pocas posibilidades de hacer reconocer sus propios deseos. Nada sabe de 
ellos, además.
En efecto, los adultos deben buscar sus deseos. Lo cual nos señala hasta qué punto está separado 
de lo que está relacionado con su yo (moi), a saber de lo que puede reconocer como propio. 
El momento en que el estadio del espejo desaparece presenta una analogía con el movimiento de 
báscula que se produce en ciertos momentos del desarrollo psíquico. 
Hay un momento en el cual se produce para el niño, a través de la mediación de la imagen del 
otro, la asunción jubilatoria de un dominio que aún no ha alcanzado. Sin embargo, el sujeto se 
muestra totalmente capaz de asumir este dominio en su interior. Movimiento de báscula. 
Por supuesto no puede asumirlo sino como forma vacía, como envoltorio de dominio. 
Cuando Freud habla del ego, no se trata de algo incisivo, determinante, imperativo. Freud señala 
que debe tener una relación muy estrecha con la superficie del cuerpo. No se trata de la superficie 
sensible, sensorial, sino de esa superficie en tanto está reflejada en una forma. 
La imagen de la forma del otro es asumida por el sujeto. Está situado en su interior, es gracias a 
esta superficie que se introduce esa relación del adentro con el afuera, por la cual el sujeto se 
conoce como cuerpo. Esta es la única diferencia verdaderamente fundamental entre la psicología 
humana y la psicología animal. 
El hombre se aprehende como cuerpo, como forma vacía del cuerpo, en un movimiento de 
báscula, de intercambio con el otro. Asimismo aprenderá a reconocer invertido en el otro, todo lo 
que en el está entonces en estado de puro deseo, deseo originario, constituido y confuso. 
Aprenderá cuando este en juego la comunicación. 
Antes que el deseo aprenda a reconocerse, por el símbolo, solo es visto en el otro.
Inversamente, cada vez que, en el fenómeno del otro, surge algo que permite de nuevo al sujeto 
volver a proyectar, a completar, a nutrir la imagen del yo ideal, cada vezque vuelve a producirse la
asunción jubilatoria del estadio del espejo, cada vez que el sujeto es cautivado por uno de sus 
semejantes, el deseo retorna entonces al sujeto. 
El deseo, alienado, perpetuamente es reintegrado de nuevo, reproyectando al exterior el yo ideal. 
Así es como se verbaliza el deseo. Se produce un movimiento de bascula entre dos relaciones 
invertidas. La relación especular del ego, que el sujeto asume y realiza y la proyección, siempre 
dispuesta renovarse, en el yo ideal. 
La manera en que se conjugan los tres registros determinara la estructura. 
Seminario 2. Cap. XIX. Introducción al Gran Otro.
La relación entre la satisfacción del sujeto y la satisfacción del otro, siempre esta en tela de juicio. 
Hay que distinguir dos otros; uno con A mayúscula, y otro con una a minúscula que es el yo. En la 
función de la palabra, de quien se trata es del Otro. 
¿Qué sabemos respecto al yo? ¿Es real el yo o es una construcción imaginaria? Partimos de la idea,
de que no hay forma de aprehender cosa alguna de la dialéctica analítica si no planteamos que el 
yo es una construcción imaginaria. Nada le quita al pobre yo el hecho de que sea imaginario; esto 
es lo que tiene de bueno. Si no fuera imaginario no seriamos hombres. Tampoco basta con que 
tengamos ese yo imaginario para ser hombres. También podemos ser esa cosa intermedia llamada
loco, precisamente aquel que se adhiere a ese imaginario, pura y simplemente. 
Ficha 1456. Jakobson. Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de trastornos afásicos.
Si la afasia es un trastorno del lenguaje, entonces todo intento de descripción y clasificación de los 
síndromes afásicos debe empezar por preguntarse cuáles son los aspectos del lenguaje alterados 
en las diversas clases de afasia. 
El carácter doble del lenguaje. 
Hablar supone seleccionar determinadas entidades lingüísticas y combinarlas en unidades de un 
nivel de complejidad mas elevado. SELECCIONAR Y COMBINAR. 
El hablante no es en modo alguno totalmente libre en su elección de palabras; ha de escoger de 
entre las que le ofrece el repertorio léxico que tiene en común con la persona a quien se dirige. 
Hablante y oyente disponen más o menos del mismo fichero de representaciones prefabricadas, 
posibilidades preconcebidas. 
La concurrencia de entidades simultáneas y la concatenación de entidades sucesivas son los dos 
modos según los cuales los hablantes combinamos los elementos lingüísticos. 
El código limita las posibilidades de combinar fonemas; además de que tan solo una parte de las 
series de fonemas permitidas se usa realmente en el repertorio léxico de una lengua dada. El 
hablante por lo regular, es un usuario, no un acuñador de palabras. 
Todo signo lingüístico se dispone según dos modos.
Combinación. Todo signo está formado de otros signos constitutivos y/o aparece 
únicamente en combinación con otros signos. Toda unidad lingüística sirve a la vez como 
contexto para las unidades más simples y/o encuentra su propio contexto en una unidad 
lingüística más compleja. 
Combinación y contextura son dos caras de la misma operación.
Selección. Opción entre dos posibilidades. Se puede sustituir una por otra. 
Selección y sustitución son dos caras de la misma operación.
El enunciado es una combinación de partes constitutivas seleccionadas de entre el repertorio del 
código. Los elementos de un contexto se encuentran en situación de contigüidad mientras que en 
un grupo de sustitución los signos están ligados entre sí por diversos grados de similiaridad.
Dos referencias sirven para interpretar el signo; una al código y otra al contexto.
Los trastornos del habla pueden afectar en grado variable la capacidad del individuo para 
combinar y seleccionar las unidades lingüísticas. 
Distinguiremos dos tipos básicos de afasia; según que la deficiencia resida en la selección 
o bien en la combinación. 
El trastorno de la semejanza. Por deficiencia en la selección y sustitución. 
- El contexto constituye un factor indispensable y decisivo. Cuando se les muestran retazos 
de palabras o frases, tales pacientes las completan rápidamente. Cuanto más dependan 
sus palabras del contexto, más éxitos tendrán en sus esfuerzos de expresión.
- Mantienen fácilmente una conversación, pero les es difícil iniciar un dialogo. 
- Tiende a omitirse el principal agente subordinador de la oración, es decir, el sujeto. 
- Las palabras dotadas de una referencia inherente al contexto como los pronombres y los 
adverbios pronominales, tienen grandes probabilidades de sobrevivir. 
Vemos como solo el armazón, los eslabones de la comunicación se conservan cuando este 
tipo de afasia alcanza su etapa crítica. 
- Surge dificultad cuando se pide al paciente que nombre un objeto que el observador 
señala o maneja. Se contentara con una observación elíptica acerca de su uso. 
- Análogamente, el dibujo de un objeto llevara a la supresión del término que lo designa. 
Tales pacientes no consiguen pasar de un índice o icono al símbolo verbal 
correspondiente. 
- Las operaciones en que interviene la semejanza son reemplazadas por las basadas en la 
contigüidad. 
Asimilan las palabras en su sentido literal, pero no se puede hacerles comprender el 
carácter metafórico de las mismas. Emplean con frecuencia la metonimia. 
Tenedor reemplaza a cuchillo, mesa a lámpara, fumar a pipa, comer a parrilla. 
El trastorno de la contigüidad. Por deficiencia en la combinación y contextura.
- Se altera la facultad de formar proposiciones (combinar entidades lingüísticas simples para
constituir otras más complejas
- Se altera la capacidad de contextura, disminuye la extensión y variedad de las frases. 
- Se pierden las reglas sintácticas y los vínculos gramaticales; la frase degenera en mero 
montón de palabras de orden caótico. 
- Las primeras en desaparecer son las palabras dotadas de funciones puramente 
gramaticales, como las conjunciones, preposiciones, pronombres y artículos. De ello surge 
el modo de expresión que se ha dado en llamar estilo telegráfico. 
- Tiende a manifestarse en enunciados de una sola frase y en frases de una sola palabra, en 
los casos más avanzados. Si se conservan algunas frases más largas, son pocas, 
estereotipadas, prefabricadas. 
- Si bien se va perdiendo la facultad de estructurar contextos, siguen efectuándose 
operaciones de selección. 
El paciente maneja semejanzas y cuando identifica algo, lo hace de modo metafórico, no 
metonímicamente. Son expresiones cuasimetaforicas (se distinguen de la metáfora 
poética por no presentar una transferencia de significado deliberada).
Si bien las afasias surgen de un daño cerebral, la forma que adquiere la afasia, no tiene 
que ver con el daño sino con la manera en que el lenguaje se organiza.
La gradual regresión del sistema fónico del afásico repite con regularidad y en sentido 
inverso el orden de las adquisiciones fonemáticas del niño. Esta regresión una disminución
del vocabulario. Si avanza aún más, quedan como últimos residuos del habla enunciados 
de una frase, frases de una palabra, palabras de un fonema. El afásico recae en las fases 
iniciales del desarrollo lingüístico infantil e incluso en su etapa pre-lingüística, si alcanza la 
pérdida total de la facultad de usar o comprender el lenguaje. 
Los polos metafórico y metonímico.
Toda forma de trastorno afásico consiste en una alteración cualquiera, más o menos 
grave, de la facultad de selección y sustitución o de la facultad de combinación y 
contextura. El primer tipo de afasia suprime la relación de semejanza; el segundo la de 
contigüidad. La metáfora es ajena al trastorno de la semejanza y la metonimia al de la 
contigüidad. 
Jakobson habla de operaciones vinculadas al paradigma (selección/metáfora) y 
operaciones vinculadas a sintagmas (combinación/metonimia).
En la conducta verbal normal, ambos procesos operan continuamente; pero se suele 
conceder a uno cualquiera de ellos preferencia sobre el otro por influjo de los sistemas 
culturales, la personalidady el estilo verbal. 
Ficha 1466. Lacan. La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud (junto 
a ficha 15018; guía para entenderla)
Texto situado entre lo escrito y el habla. Si bien Lacan lo ha redactado, su origen es una 
charla con un grupo de estudiantes de letras. Lacan debe cuidar que una hipertrofia del 
texto no lo aleje demasiado de la palabra, del uso verbal del lenguaje. 
Se debe tener en cuenta además a que auditorio fue dirigido (estudiantes de letras) ya que
para Lacan, el que escucha determina al que habla. 
Lacan critica a los psicoanalistas, que para ponerse a tono, desde que el comenzó a hablar 
del lenguaje, se los ve desempolvando mamotretos de lingüística que dan una falsa 
identidad de psicoanálisis. Quieren ser modernos, pero les falta el tono. Su seriedad da 
risa porque se aferran a manuales orientados en un sentido contrario a lo que es la letra 
en Freud. 
¿Cómo un psicoanalista de hoy no se sentiría llegado a tocar la palabra, cuando su experiencia 
recibe de ella su instrumento, su marco, su material y hasta el ruido de fondo de sus 
incertidumbres?
La instancia no enseña a través de definiciones ni sesudas explicaciones, sino a través de 
su estilo mismo. No será Lacan, sino su estilo el que transmitirá los rasgos esenciales del 
objeto que está en juego en su enseñanza; el inconsciente. Ese estilo pretende transmitir 
el inconsciente estructurado como un lenguaje; un discurso retorico, resistente al sentido 
inmediato. 
El hombre es siervo del lenguaje. Lacan se opone, como antes Freud, a la posición 
humanista que piensa al lenguaje como un instrumento al servicio del hombre. Los 
síntomas son la letra que el inconsciente escribe en su alma y en su cuerpo. 
Acerca del título. La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. 
Es el fin de toda idea del inconsciente como “sede de los instintos”, lugar de lo primitivo, 
irracional e infantil, donde no existiría orden ni ley. Ahora se trata de un inconsciente 
sometido a la legalidad simbólica del lenguaje. Se trata no de la sinrazón, sino del 
funcionamiento de una nueva razón descubierta por Freud; una razón autónoma respecto 
al sujeto pensante. Es una razón paradójica, que funciona en un sinsentido inquietante. 
La “instancia” refiere a un “estar por encima” de la letra en el inconsciente. La letra esta 
por encima del inconsciente. Tiene sentido de insistencia apremiante, la letra insiste y se 
hace escuchar en la repetición. 
La letra puede decidir sobre el destino sexuado, sobre el cuerpo, y hasta sobre la vida de 
un sujeto. 
La función de la letra hace posible que la interpretación analítica deje de ser un acto 
intuitivo basado en los significados habituales de las palabras. La letra ofrece un soporte 
material y una razón lógica a la interpretación. 
El sentido de la letra. 
Es toda la estructura del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente. 
Designamos como letra, ese soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje. 
El soporte material es lo que la hace significante, es decir el lugar y la función que la estructura del 
lenguaje le otorga y que permite su relación lingüística con otros elementos, no menos 
significantes.
El lenguaje no se confunde con las diversas funciones somáticas y psíquicas que le estorban en el 
sujeto hablante. Por la razón primera de que el lenguaje en su estructura preexiste a la entrada 
que hace en el cada sujeto. El soporte material no se confunde con el sonido ni con las funciones 
articulatorias o psíquicas que intervienen en el lenguaje. Queda acentuada la absoluta autonomía 
del lenguaje con respecto a cualquier función física o mental del sujeto. 
Con lenguaje, Lacan se refiere a lo que Saussure llama la lengua y con discurso, al habla. Para 
Saussure, habla es el dominio de lo individual, hay un usuario que utiliza la lengua. Para Lacan, en 
cambio, el discurso siempre implica una dimensión social. “Las formas en que la gente dice las 
cosas, aquí y ahora”. Lacan no deshecha la vertiente histórica- social de la letra. 
Es entre estos dos dominios, el del lenguaje y el del discurso, que se sitúa la letra. El acto del 
discurso depende del lenguaje en la medida que toma de él, la materia de la letra. 
Notemos que las afasias, causadas por lesiones puramente anatómicas de los aparatos cerebrales 
muestran repartir sus déficit según las dos vertientes del efecto significante de la letra, en la 
creación de la significación. Aun en trastornos de evidente etiología lesional como son las afasias, 
la capacidad del habla se deteriora siguiendo la forma en que está organizado el lenguaje en 
relaciones de sustitución y de contigüidad entre los términos. El sujeto parlante debe realizar dos 
operaciones; seleccionar y combinar palabras. La afasia tendría entonces, dos vertientes. 
- TRASTORNO DE LA SEMEJANZA. La que afecta a la operación de selección, llegando el 
paciente a tal pobreza en la capacidad de sustituir palabras en el orden del paradigma, que
al final solo dispone de un vocablo (anáfora generalizante) para designar casi todo, aunque
se mantienen sin deterioro los eslabones o conexiones en el sintagma. 
- TRASTORNO DE LA CONTIGUIDAD. La que afecta a la operación de combinación. El 
paciente habla a lo tarzan. Tiene la selección paradigmática, pero no puede combinar los 
elementos seleccionados en un sintagma organizado. Entonces la variedad y extensión de 
las frases va disminuyendo, hasta hablar solo con palabras inconexas (generalmente solo 
sustantivos y verbos). 
Y también el sujeto, si puede parecer siervo del lenguaje, lo es más aun de un discurso universal 
del cual su lugar ya está inscripto en el momento de su nacimiento, aunque solo fuese bajo la 
forma de su nombre propio. El nombre del sujeto al nacer, no solo forma parte del lenguaje como 
letra, sino de un discurso en el movimiento universal; al quedar inscripto alli el sujeto se convierte 
en siervo de la letra; la padece, esa marca irreductible que lo determinara en su propia identidad y
en su lugar social. 
Lacan recurre a las ideas de Levi Strauss, sobre todas las expuestas en “Las estructuras 
elementales del parentesco”. Antes de que cualquier drama histórico (historia social) se inscriba 
como discurso y produzca efectos, ya el lenguaje ha producido los efectos fundantes de todo 
grupo humano: una ordenación de las estructuras del parentesco basada en la ley de prohibición 
del incesto, que determina a los parientes prohibidos. 
Lacan afirma entonces que el lenguaje no es un fenómeno derivado de una sociedad dada como 
una expresión mas de su cultura; sino que lenguaje y cultura son una y la misma cosa, siendo su 
función la de negativizar la naturaleza y dar origen a la sociedad. 
El drama histórico social tiene como condición previa al lenguaje, que es ley y cultura. 
No son las relaciones de producción las que dan lugar al lenguaje, a la manera de una super 
estructura marxista, sino que la praxis humana, supone ya todo el funcionamiento del significante.
La lingüística en posición de ciencia piloto, en un dominio que hoy resulta confuso llamar ciencias 
del hombre, pues si hay algo que pone en cuestión a la naturaleza humana, es precisamente el 
lenguaje, que lejos de expresarla, la “desnaturaliza”.
Es a Saussure a quien Lacan reconoce como el fundador del momento constituyente de la 
lingüística como ciencia, donde “la lengua” será el objeto teórico de la lingüística. 
El campo quedara definido por dos dominios; el del significado y el del significante y la 
problemática de sus relaciones mutuas. En cuanto al algoritmo, exige una explicación más 
cuidadosa, pues allí empiezan las divergencias de Lacan con Saussure. 
Para señalar la emergencia de la disciplina lingüística, diremos que consiste, en el momento 
constituyente de un algoritmo que la funda, en el que significante aparece sobre significado: el 
sobre responde a la barra que separa sus dos etapas. Es legítimo que a Saussurese le rinda 
homenaje por la formalización del algoritmo en la que se caracteriza la etapa moderna de la 
lingüística. Significante y significado, como órdenes distintos, separados inicialmente por una 
barrera resistente a la significación.
 El homenaje a Saussure es porque a partir de él se hace posible una reducción de todos los 
problemas de la lingüística a la formalización del algoritmo.
Saussure define acertadamente el objeto y el campo, pero para dar cuenta de las relaciones entre 
los dos dominios del campo, teoriza el signo que aunque parecido al algoritmo lacaniano es 
teóricamente diferente. El signo se trata de una entidad empírica, dada por la unión de un 
significante y un significado que componen juntos las unidades de la lengua homologadas casi 
siempre por Saussure a las palabras. 
El algoritmo en cambio, es una entidad puramente formal y abstracta. Implica la transformación 
del signo saussureano en varios sentidos; elimina el circulo que encierra a sus dos etapas, con lo 
cual la unidad del signo planteada como sustancia indisoluble queda deshecha y se renueva el 
problema de cómo dar cuenta de la significación. Además, quita las flechas con lo cual desaparece 
la relación biunívoca. Aunque Saussure había colocado al significado arriba, las flechas indicaban 
formalmente que no se trataba de una relacion de jerarquía, simplemente eran las dos caras del 
signo. 
A su vez, desaparece la unidad, la raya horizontal se convierte en barra, que será resistente a la 
significación. El algoritmo dará toda la primacía al significante, que por eso se coloca sobre la barra
y en mayúscula. Cualquier efecto de significado depende ahora no de lo que suceda entre 
significado y significante, sino de lo que suceda exclusivamente en el nivel del significante.
Esta distinción primordial va mucho más allá del debate sobre lo arbitrario del signo. 
No hay ninguna significación que se sostenga si no es por la referencia a otra significación. 
Las consecuencias de esta transformación de la función de la barra, serán enormes. El significado 
nunca podrá ser alcanzado y su lugar servirá para ubicar todo lo imposible de significar, lo real, la 
causa, el sujeto, el inconsciente. 
La lingüística moderna, al privilegiar el significante, hizo posible un estudio exacto de los lazos del 
significante. Es lo que conocemos como fonología. Los fonemas, esas mínimas partículas 
diferenciales, son las verdaderas unidades de la lengua y aunque no tienen significado alguno, son 
las determinantes en toda la amplitud de la génesis del significado. 
Para Saussure, la palabra no está determinada por la cosa, aunque a veces lo parezca. La forma en 
que el niño aprende el dominio del lenguaje o los métodos concretos para enseñar idiomas 
extranjeros, producen la ilusión de que a cada cosa le corresponde una palabra. 
El lenguaje es determinante con respecto a lo real y no al revés. 
El lenguaje no designa objetos en particular sino conceptos, muy diferentes a cualquier 
nominativo. 
Nadie dejara de fracasar mientras no nos hayamos desprendido de la ilusión de que el significante 
responde a la función de representar al significado. 
El verdadero problema es el de las relaciones entre significado y significante. Y se equivoca quien 
no pueda superar la ilusión de que el significante, es solo sonido para representar el significado. 
Pero también se equivoca quien siga pensando que de todos modos el significante, alguna 
significación, aunque multiple y polisémica, ha de tener. 
El algoritmo de Lacan no solo contradice la idea de que un significante particular (árbol) remite a 
un concepto (de árbol) sino que contradice además la idea de que el sistema de los significantes 
tenga como contrapartida un sistema de significados. La biunivocidad de Saussure ha caducado 
como explicación. 
Caballeros-Damas
La incongruencia que propone Lacan, dimensión a la que el analista no puede renunciar en la 
interpretación, es que el significante “caballeros”, si tiene una puerta debajo, no remite al 
concepto de hombre, sino al de excusado ofrecido al hombre occidental para satisfacer sus 
necesidades naturales fuera de casa. Pero para que se produzca la sorpresa de esa precipitación 
de sentido inesperada es necesaria una relación de contigüidad con otro significante: damas. Es la 
diferencia entre ambos significantes. No juega ningún papel el concepto de puerta, sino la 
diferencia de “caballeros” con “damas”. 
Con esto Lacan deja patidifuso al tradicional debate nominalismo – realismo. Si los nominalistas 
afirman que las palabras nombran al objeto de una manera arbitraria, mientras que los realistas 
sostienen una relación de necesidad de la palabra con lo que nombra, Lacan dara su golpe bajo: el 
significante no nombra lo real de ninguna manera, ni arbitraria ni “motivadamente”. 
El significante entra de hecho en el significado, lo produce de una manera inesperada, llegando a 
ocupar un lugar en la realidad. 
La relación de los significantes entre si, en un nivel formal, establece significados sobre los hechos 
de la realidad. Si bien se trata de dos puertas idénticas, la oposición significante caballeros/damas 
engendra sobre la realidad material de cada una de esas puertas, un significado propio para cada 
una. Es la oposición a nivel de los significantes la que provoca diferencias a nivel del significado. 
Este ejemplo le sirve a Lacan para demostrar que el significante no cumple la función de 
representar el significado.
Un tren llega a la estación.
Para los niños, los significantes “caballeros-damas” tienen tan poco que ver con el significado, que 
bien podrían designar estaciones de ferrocarril. 
Si hay alguna luz en el campo de las significaciones es gracias al significante y así todo, las tinieblas 
no se disipan del todo, porque siempre queda un resto inacabado en la significación de la realidad.
Que el lenguaje entre en el significado, pero que no pueda agotar la significación, esto es, que la 
verdad última de la diferencia de los sexos en lo real, quede en las tinieblas, va a traer la disensión:
el desacuerdo entre los caballeros y las damas, esas dos patrias que harán divergir a los niños del 
ejemplo. 
Caballeros y damas serán desde ese momento para esos dos niños dos patrias hacia las que sus 
almas tiraran cada una con un ala divergente. Ninguno podría ceder en cuanto a la preeminencia 
de la una sin atentar a la gloria de la otra. El niño, ve Damas en el cartel. La niña, ve caballeros. 
Queda por concebir cuales son los caminos por los cuales el significante, que en verdad, nunca es 
uno sino al menos dos, como es visible en la duplicación “Caballeros” “damas”, que además son 
dos plurales, es capaz de atravesar la barra, de todas las significaciones de indignación y desprecio,
irreductibles entre los sexos. 
Benveniste. “El nivel más complejo de la lengua lo traza la frase, que comprende a los morfemas 
como constituyentes, estos a su vez a los fonemas y estos a los rasgos distintivos. Estos últimos 
son elementos indivisibles, no pronunciables, que pertenecen a la lengua pero no son autónomos, 
ya que solo se dan integrados por simultaneidad en el fonema, considerado entonces como la 
unidad mínima de la lengua. La frase no puede ser ella misma integrante, de un nivel superior. El 
lenguaje como estructura no tiene unidad más compleja que la frase. Entre frases solo existe 
relación de consecución. Con la relación entre frases entramos en un nuevo dominio: el del 
discurso. 
Para Benveniste, el discurso parece definirse recién en las frases. Para Lacan, el discurso remite 
siempre no a un sentido sino a un sujeto del inconsciente. Por lo tanto en cualquier nivel en que el 
lenguaje represente a un sujeto, podremos decir que hay discurso. Podría ser incluso en el nivel 
del fonema. En la medida que un sujeto está implicado, un humilde fonema, sin sentido en sí 
mismo, adquiere función del discurso. 
Para Lacan, en la lengua solo hay significantes, para que se produzca ya no unsignificado sino un 
efecto de significación, se requiere del discurso en su linealidad sintagmática pero también en su 
espesor paradigmático. 
Con Lacan, lo que será totalmente subvertido con respecto a la lingüística, será justamente el lugar
del sujeto en el discurso. El sujeto no será ya autor sino efecto del discurso (del Otro) en tanto su 
palabra está atravesada por el lenguaje inconsciente, cuyas operaciones descubiertas por Freud, 
condensación y desplazamiento, Lacan homologara a metáfora y metonimia. 
La entrada del significante en el significado no implica acceso a la significación (en el sentido del 
signo saussureano). El efecto de significado se produce en la cadena significante. Se trata entonces
de una transferencia de significado que no puede ser otra cosa que producción significante en el 
sentido de su articulación. Se parta del nivel que sea, el significante nunca funciona aislado. 
Se trata por tanto de una combinatoria de elementos discretos que conservan su lugar diferencial. 
En toda lengua, el sistema está cerrado sobre una mínima batería de entre 25 y 30 fonemas, todo 
lo demás es combinatoria y sustitución. 
La identidad de cada fonema, consiste únicamente en la diferencia entre un fonema y otro. 
Todo el significado depende de estas mínimas diferencias, que se constituyen así en los elementos 
esenciales del habla. 
En cuanto a su composición según leyes de un orden cerrado. A estas leyes que permiten la 
combinación, Lacan quisiera darles un sustrato topológico formal, que aún no tiene pero que más 
adelante tendrá con el descubrimiento de la cadena borronea. Por ahora, usa la imagen de una 
cadena de collares hechos de anillos que se anuda unos a otros. 
Noción de empleo. El sentido de cualquier unidad está determinado desde un nivel superior y si no
está integrada, no significa nada. “La suma de los significados de las palabras “sin” y “embargo” 
tomadas en su aislamiento nominal no tienen nada que ver con la significación de la locución “sin 
embargo”.
Ninguna unidad significa nada si no es empleada en un sintagma cualquiera.
Toda significación se produce en la relación de significante a significante y no significante a 
significado. 
El significante puede adquirir sentido en cualquier nivel lingüístico por inferior que sea, pues su 
propio despliegue esta todo el tiempo anticipándolo. 
El punto final de una frase no implica significación consolidada hacia atrás. Un simple “pero”...que 
no tiene ningún sentido, puede hacer vacilar el sentido de todo un largo discurso. 
Saussure, si bien planteaba una correspondencia entre significado y significante, hacia depender la
identidad de cada unidad, de las relaciones y diferencias de las unidades entre sí. La masa amorfa 
del sonido se desliza en paralelo a la del pensamiento, pero eso aún no es lenguaje. Hace falta la 
estructura de la lengua para que venga a establecer cortes en esa continuidad y delimitar así cada 
unidad lingüística como elemento articulado. Las líneas puntuadas delimitan verticalmente a cada 
unidad en el gráfico de Saussure, asegurando una correspondencia entre una porción de 
significado y otra de significante, para establecer la biunivocidad que Lacan lamenta. 
Para Lacan, el lenguaje no funciona punto a punto. Es la dominancia de la letra la que opera todos 
los efectos. Según donde se puntué un discurso, según donde se hagan las bastas de acolchado, 
cambiara en el dialogo la posición del sujeto. Bastas de acolchado, traduce el “point de capitoné” 
francés, costura que consiste en una sucesión de nudos falsos, y de un último nudo que este sí, 
cierra la cadena. Deshecho este último nudo, se deshace toda la costura. La cadena significante 
funciona como una costura de este tipo, es recién la última basta la que abrocha a todas las 
demás, según donde se la coloque, será el sentido de la letra. 
Las bastas de acolchado hacen referencia a la estabilidad de significación que alcanza una frase en 
su punto de culminación. 
El carácter lineal del significante saussureano, se hace necesario porque la cadena significante está
orientada en el tiempo, pero en un tiempo que no es una condición a prori, sino que es el mismo 
un factor significante, ya que su determinación le viene del lenguaje y no de la realidad. Lacan 
respeta la idea de tiempo, pero al principio de la linealidad, le opone la imagen polifónica de un 
pentagrama donde varias notas resuenan en forma simultánea. 
La combinatoria es tanto más compleja que la linealidad, que cuando el poeta, lo mismo que el 
paciente, está diciendo una cosa, también está diciendo otra. Y depende de quién escucha, hacer 
el punto capitoné en un lugar u otro. Pero no se trata de que haya un discurso manifiesto y otro 
latente. Latente no hay nada. El contexto discursivo atestigua que la presencia de la letra es 
materia, y que puede ser leída como puntuación, no como adivinación intuitiva de un contenido 
no atestiguado, y siempre supuesto en lo imaginario. 
Es necesario un sujeto. Ciertamente, sujeto y significado son aquí la misma cosa, haciendo ver que 
la función de significante no es de ninguna manera la de representar al significado, sino la de 
representar al sujeto, localizarlo en lo inconsciente. 
Lo que el sujeto parlante vivencia como significado, es un efecto de la cadena significante. El 
significado, no es otra cosa que un significante que interpreta lo que el otro significante quiere 
decir y no puede. Por eso lo llamo interpretante.
Tan poco importa el significado y tanto la relación y diferencia entre significantes, que si caballeros
y damas estuviesen en otro idioma, producirían el mismo efecto en el sujeto, encaminarse hacia 
una u otra puerta. Es en esa diferencia donde el sujeto, lo sepa o no, queda ubicado por el 
significante, jugándose en el complejo de castración su destino de ser sexuado que no es otra cosa
que la renuncia a la otra patria (puerta)
Lo especifico del lenguaje humano con respecto a la comunicación animal, es que aun mintiendo y 
sobre todo mintiendo, el sujeto denuncia su deseo, esa verdad inconsciente que dice sin saber. 
La teoría sobre la metonimia de Lacan, se aparta en lo esencial de lo enseñado por Jakobson. 
Lacan define a la metonimia sin ningún recurso a lo académico, que es por supuesto un discurso 
nada metonímico, en tanto pretende decir las cosas como son, mientras que la metonimia, 
aunque no produzca nada nuevo es siempre decir las cosas de otra manera. 
El ejemplo “treinta velas donde se esconden treinta barcos” sirve a una explicación de la 
metonimia, que le resulta falaz a Lacan, porque veladamente contradice toda la teoría del 
lenguaje.
Se dice “la parte tomada por el todo” (la vela tomada por el barco) y se explica que lo que autoriza 
ese desplazamiento, es el sentido real de la contigüidad entre ambos. 
No es la relación real la que da sostén a la metonimia, sino la conexión palabra a palabra. Porque 
la condición de la metonimia es justamente, que no estando lo real en el lenguaje, el sujeto puede 
siempre nombrarlo de otra manera por elisión (desaparición) de un significante. Pero es difícil 
sustraerse a la ilusión imaginaria de que esa otra manera es un significado posible de la cosa. 
Según Lacan, la metonimia no es una cuestión de relación entre significados de lo real. La 
metonimia tiene la misma falta de referencia que cualquier empleo del lenguaje por un sujeto y se
sostiene solo del contexto discursivo. 
La regla de la asociación libre, es una invitación a producir un discurso metonímico. Asociar (decir 
de otra manera) es el camino para burlar la censura. No hay nada que no pueda decirse de otra 
manera. Y es así, como circula en el discurso la verdad del deseo. El deseo no puede decirse 
directamente, porque ningún significante consiste en la cosa deseada, pero le queda al deseo el 
camino metonímico. 
La otra vertiente del significante para que el sentido tome su lugar, es la metáfora. Palabra por 
palabra, será la definición de Lacan, para resaltarel predominio de la sustitución. Propiedad del 
lenguaje que permite siempre producir un nuevo sentido toda vez que se sustituya cualquier 
significante por cualquier otro, cuanto más dispares semánticamente entre sí, mejor. Comparar el 
amor con un guijarro que se ríe al sol, es sin duda una conjunción entre significantes donde salta 
una chispa poética que no debe nada a la analogía entre los significados puestos en intersección. 
Lacan planteara una teoría propia de la metáfora. Su teoría apunta al nivel de su determinación 
estructural, es decir, a que es lo que la sostiene y la hace posible. Se requiere por supuesto de dos 
significantes, pero no en conjunción, sino en una relación in absentia, donde uno tome el lugar del 
otro en la cadena significante, mientras que el otro siga estando presente, pero oculto, es decir 
deslizándose metonímicamente en todo el resto de la cadena significante. 
Es el contexto metonímico, que siempre es lenguaje materializado en discurso y no la comparación
por analogía imaginaria, la condición de la creación metafórica. Entre metonimia y metáfora no 
hay relación de exclusión (la una o la otra) sino que la primera es la condición oculta de la 
segunda. Vemos así reaparecer el sentido de las dos etapas propuestas por Lacan para situar la 
relación temporal entre significante y significado, a cambio de las dos caras del signo de Saussure. 
El sentido se produce en el sinsentido. 
No es exigiendo una adecuación entre palabras y cosas donde el sentido se hace más verdadero, 
sino que el sinsentido suele ser más productivo de sentido y de verdad que cualquier 
demostración explicativa. Es al sinsentido del significante, tal como opera en el chiste, al que 
recurrió Freud para enseñar los caminos del inconsciente en la creación de sus formaciones. 
La metonimia, es esa forma que sin crear un sentido nuevo permite al discurso no solo rodear los 
obstáculos de la censura social, sino además que la verdad en su opresión encuentre como 
manifestarse. Borges opinaba que una cierta dosis de censura era necesaria para la creación 
literaria. 
Lo que la metonimia deja percibir en sus rodeos, es la servidumbre esencial de la verdad al 
lenguaje, la que hace que el deseo inconsciente no pueda sino desplazarse metonímicamente por 
la cadena del discurso, sin poder nunca decir su objeto. Latencia censurada del deseo en el 
discurso. La verdad solo se dice a medias. La verdad tiene estructura de ficción, etc. 
Es precisamente la censura que mantiene la metonimia sobre el deseo, la que permite a su verdad 
arder en la metáfora de un síntoma, de un sueño, etc.
Ficha 15004. Lacan. Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano.
Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano.
Ficha 1436. Metáfora y metonimia. Su gavilla no era ni avara ni odiosa. 
¿Por qué vía la dimensión de la verdad entra de manera viviente en la vida, en la economía del 
hombre? Freud responde que es por intermedio de la significación última de la idea de padre. 
El padre es una realidad sagrada en sí misma, más espiritual que cualquier otra, porque nada en la 
realidad vivida indica su función, su presencia, su dominancia. 
¿Cómo la verdad del padre llega a ser promovida a un primer plano? La cosa solo es pensable a 
través del rodeo de ese drama a-histórico, inscrito hasta en la carne de los hombres en el origen 
de toda historia: la muerte, el asesinato del padre. 
Se trata de una dramatización esencial por la cual entra en la vida una superación interna del ser 
humano: el símbolo del padre. 
¿Qué significa el símbolo en su papel significante? ¿Cuál es la función original en la vida humana, 
de la existencia del símbolo en tanto significante puro? Esta pregunta vuelve al estudio sobre las 
psicosis. 
Freud tuvo el sentimiento profundo de que, en las relaciones del sujeto psicótico con su delirio, 
algo rebasa el juego del significado y las significaciones.
2.
¿Qué es una metáfora?
Su gavilla no era avara ni odiosa. Víctor Hugo.
Esta es una metáfora. No es una comparación latente. No hay comparación sino identificación. 
El uso que aquí hacemos del término de simbólico lleva a reducir su sentido, a designar la sola 
dimensión de metáfora del símbolo. 
La metáfora supone que una significación es el dato que domina y desvía, el uso del significante, 
de tal manera que todo tipo de conexión preestablecida, lexical, queda desanudada. 
El uso de la lengua es susceptible de significación solo a partir del momento en que se puede decir 
que la significación arranca el significante de sus conexiones lexicales. 
En la medida en que no tiene la articulación, lo discursivo, la metáfora es impensable en la 
psicología animal.
Esta fase del simbolismo que se expresa en la metáfora supone la similitud, la cual se manifesta 
únicamente por la posición. 
Su dimensión de similitud es lo más cautivante del uso significativo del lenguaje, que domina hasta
tal punto la aprehensión del juego del simbolismo que enmascara la existencia de la otra 
dimensión, la sintáctica. 
Afasia de Wernicke. El sujeto muestra un completo dominio de todo lo que es articulación, 
organización, subordinación y estructuración de la frase, pero queda siempre al margen de lo que 
quiere decir. Si le piden una definición, si lo enfrentan a ese uso del lenguaje que la lógica llama 
metalenguaje, está perdido. Tenemos enfrente un personaje que está ahí, sirviéndose de 
inmensos blablás, extraordinariamente articulados, a veces ricos en inflexiones, pero que nunca 
puede llegar al núcleo de lo que tiene que comunicar. 
El desequilibrio del fenómeno de contigüidad, que pasa a primer plano en el fenómeno 
alucinatorio, y a cuyo alrededor se organiza todo el delirio, no deja de serle análogo. 
La forma retorica que se opone a la metáfora tiene un nombre: se llama metonimia. Designa la 
sustitución de algo que se trata de nombrar. Se nombra una cosa mediante otra que es su 
continente, o una parte de ella, o que está en conexión con ella. 
La oposición de la metáfora y la metonimia es fundamental, ya que lo que Freud originalmente 
coloco en un primer plano en los mecanismos de la neurosis, al igual que en los fenómenos 
marginales de la vida normal o el sueño, no es ni la identificación ni la dimensión metafórica. Todo 
lo contrario. De manera general, lo que Freud llama condensación en retorica se llama metáfora, 
lo que llama desplazamiento, es la metonimia. 
La estructuración del conjunto del aparato significante es determinante para los fenómenos 
presentes en la neurosis, pues el significante es el instrumento con el que se expresa el significado 
desaparecido. 
XVIII. 
La oposición del significante y el significado no es un mero sustituto de la famosa y no menos 
inextricable oposición entre la idea y la palabra. 
El significante y el significado están siempre en una relación que puede calificarse de dialéctica. 
Desde el punto de vista de la fenomenología, el lenguaje de un afásico sensorial es un lenguaje de 
paráfrasis. Su jerganofasia se caracteriza por la abundancia y la facilidad de la articulación y 
despliegue de las frases. La paráfrasis se opone directamente a la metafrasis, si llamamos así a 
todo lo que es del orden de una traducción literal. Esto significa que si le piden que traduzca, de 
un sinónimo, que repita la misma frase, será incapaz de hacerlo. Tiene las mayores dificultades 
para comentar un discurso. Hay por tanto en este caso un trastorno de la similitud, que consiste 
en que el sujeto es incapaz de la metafrasis. 
Junto a la afasia sensorial, existe la que burdamente se llama motora. Comienza con los trastornos 
del agramatismo, y llega a una extrema reducción del stock verbal. Esta otra dimensión del déficit 
afásico, se coloca en el orden de las perturbaciones de la contigüidad.
En este caso se degrada de manera progresiva la articulación, la sintaxis del lenguaje, hasta el 
punto de hacerlos incapaces de articular en una frasecompuesta lo que no obstante pueden 
nombrar correctamente. Conservan la capacidad nominativa, pero pierden la capacidad 
proposicional. 
Acerca de la metáfora; como puede ser que el lenguaje tenga su máxima eficacia cuando logra 
decir algo diciendo otra cosa? 
Se cree haber dado un gran paso diciendo que el significado nunca alcanza su meta sino por 
intermedio de otro significado, remitiendo a otra significación. Hay que percatarse de que sin la 
estructuración del significante, ninguna transferencia de sentido sería posible. 
Una metáfora se sostiene ante todo mediante una articulación posicional. 
Lo importante no es que la similitud este sostenida por el significado, todo el tiempo cometemos 
este error; sino que la transferencia de significado solo es posible debido a la estructura misma del
lenguaje. Todo lenguaje implica un metalenguaje. Todo lenguaje implica metafrasis y metalengua. 
La transferencia de significado, tan esencial en la vida humana, solo es posible debido a la 
estructura del significante. 
Todo uso del lenguaje suscita un estremecimiento, que detiene a la gente y se traduce por el 
miedo a la intelectualidad. Intelectualiza demasiado, dicen. Esto sirve de coartada al temor al 
lenguaje. En realidad, observaran que hay verbalismo cuando se comete el error de otorgarle 
demasiado peso al significado, mientras que toda operación de construcción lógica adquiere su 
verdadero alcance en el sentido de la independencia del significante y del significado. 
La metonimia es inicial y hace posible la metáfora. 
El sueño, sus mecanismos de condensación y desplazamiento, de figuración, todos pertenecen al 
orden de la articulación metonímica, y sobre esta base puede intervenir la metáfora. 
Los niños todavía no llegaron a la metáfora, sino a la metonimia.
De manera general, la metonimia anima ese estilo de creación que se denomina, en oposición al 
estilo simbólico y al lenguaje poético, el estilo realista. La promoción del detalle que lo caracteriza 
no es más realista que cualquier otra cosa. Solo vías muy precisas pueden hacer de un detalle el 
guía de la función deseante: no cualquier detalle puede ser promovido como equivalente del todo.
Es necesario que la coordinación significante sea posible para que las transferencias de significado 
puedan producirse. 
Ficha 1417. Saussure. Curso de lingüística general.
Objeto de la lingüística.
¿Cuál es el objeto concreto de la lingüística? La cuestión es particularmente difícil. 
Otras ciencias operan con objetos dados de antemano y que se pueden considerar en seguida 
desde diferentes puntos de vista. No es así en la lingüística. La palabra “desnudo” puede verse 
como sonido, como expresión de una idea, como correspondencia del latin, etc. Lejos de preceder 
el objeto al punto de vista, se diría que es el punto de vista el que crea el objeto. 
Por otro lado, sea cual sea el punto de vista adoptado, el fenómeno lingüístico presenta 
perpetuamente dos caras que se corresponden. Por ejemplo, en primer término las silabas que se 
articulan son impresiones acústicas percibidas por el oído, pero los sonidos no existirían sin los 
órganos vocales. No se puede reducir la lengua al sonido, ni separar el sonido de la articulación 
bucal; a la recíproca, no se pueden definir los movimientos de los órganos bucales si se hace 
abstracción de la impresión acústica. 
A su vez, ¿es el sonido el que hace al lenguaje? No, no es más que el instrumento del pensamiento
y no existe por sí mismo. Aquí surge una nueva correspondencia: el sonido, unidad compleja 
acústico-vocal, forma a su vez con la idea una unidad compleja, fisiológica y mental. Es más:
El lenguaje tiene un lado individual y un lado social, y no se puede concebir el uno sin el otro. Por 
último, en cada instante el lenguaje implica a la vez un sistema establecido y una evolución. En 
cada momento es una institución actual y un producto del pasado. 
Así pues, de cualquier lado que se mire la cuestión, en ninguna parte se nos ofrece entero el 
objeto de la lingüística. 
Como solución, hay que colocarse desde el primer momento en el terreno de la lengua y tomarla 
como norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje. En efecto, entre tantas dualidades, la
lengua parece ser lo único susceptible de definición autónoma. 
¿Qué es la lengua? No se confunde con el lenguaje. La lengua no es más que una determinada 
parte del lenguaje, aunque esencial. Es a la vez un producto social de la facultad del lenguaje y un 
conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de 
esa facultad en los individuos. 
Tomado en su conjunto, el lenguaje es multiforme y heteróclito, a la vez físico, fisiológico y 
psíquico, pertenece además al dominio individual y al dominio social. 
La lengua, por el contrario es una totalidad en sí y un principio de clasificación. Se le otorga el 
primer lugar entre los hechos del lenguaje. 
La lengua es una convención y la naturaleza del signo en que se conviene es indiferente. 
No es el lenguaje hablado el natural al hombre, sino la facultad de constituir una lengua, es decir, 
un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas. 
Para atribuir a la lengua el primer lugar en el estudio del lenguaje, se puede finalmente hacer valer
el argumento de que la facultad – natural o no- de articular palabras no se ejerce mas que con la 
ayuda del instrumento creado y suministrado por la colectividad. No es pues, quimérico decir que 
es la lengua la que hace la unidad del lenguaje. 
Lugar de la lengua en los hechos del lenguaje.
Circuito de la palabra. Acto que supone por lo menos dos individuos. 
Se evidencian en el circuito, fenómenos físicos (ondas sonoras, sonidos), fisiológicos (fonación y 
audición) y psíquicos (imágenes verbales y conceptos). 
Es necesario añadir una facultad de asociación y de coordinación, que desempeña el primer papel 
en la organización de la lengua como sistema. Para comprender bien este papel, hay que salirse 
del acto individual, que no es más que el embrión del lenguaje y encararse con el hecho social. 
Entre todos los individuos así ligados por el lenguaje, se establecerá una especie de promedio: 
todos reproducirán aproximadamente los mismos signos unidos a los mismos conceptos. 
Lo que hace que se formen en los sujetos hablantes, acuñaciones que llegan a ser sensiblemente 
idénticas en todos, es el funcionamiento de las facultades receptiva y coordinativa. 
Si pudiéramos abarcar la suma de las imágenes verbales almacenadas en todos los individuos, 
toparíamos con el lazo social que constituye la lengua. Es un tesoro depositado por la práctica del 
habla en los sujetos que pertenecen a una misma comunidad. La lengua, no existe perfectamente 
más que en la masa. 
Al separar la lengua del habla se separa a la vez, lo que es social de lo que es individual. 
La lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto que el individuo registra 
pasivamente, nunca supone premeditación. El habla, es por el contrario, un acto individual de 
voluntad y de inteligencia. 
Caracteres de la lengua.
- Es un objeto bien definido en el conjunto heteróclito de los hechos del lenguaje. Se la 
puede localizar en la porción determinada del circuito donde una imagen acústica viene a 
asociarse con un concepto. 
La lengua es la parte social del lenguaje, exterior al individuo, que por sí solo no puede ni 
crearla ni modificarla.
- La lengua, distinta del habla, es un objeto que se puede estudiar separadamente. La 
ciencia de la lengua no solo puede prescindir de otros elementos del lenguaje, sino que 
solo es posible a condición de que esos otros elementos no se inmiscuyan.
- Mientras que el lenguaje es heterogéneo, la lengua así delimitada es de naturaleza 
homogénea. Es un sistema de signos en el que solo es esencial la unión del sentido y de la 
imagen acústica. 
- La lengua, no menos que el habla, es un objeto de naturaleza concreta. Los signos 
lingüísticos, no porser esencialmente psíquicos son abstracciones. Son realidades que 
tienen su asiento en el cerebro. Los signos de la lengua son tangibles, la escritura puede 
fijarlos en imágenes convencionales. Cada imagen acústica no es más que la suma de un 
número limitado de fonemas, susceptibles a su vez de ser evocados en la escritura por un 
número correspondiente de signos. 
 Lugar de la lengua en los hechos humanos. 
La lengua es un sentido de signos que expresan ideas. 
Se puede concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social. Tal 
ciencia seria parte de la psicología social y por consiguiente de la psicología general. La llamaremos
semiología, nos enseñara en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan. La 
lingüística no es más que una parte de esta ciencia general. 
¿Por qué la semiología no es reconocida como ciencia autónoma, ya que tiene como las demás su 
objeto propio? Es porque giramos dentro de un círculo vicioso: de un lado, nada más adecuado 
que la lengua para hacer comprender la naturaleza del problema semiológico, pero para 
plantearlo convenientemente, se tendría que estudiar la lengua en si misma; y el caso es que hasta
ahora, casi siempre se la ha encarado en función de otra cosa. 
El punto de vista del psicólogo, estudia el mecanismo del signo en el individuo. Es el método más 
fácil, pero no lleva más allá de la ejecución individual, sin alcanzar el signo, que es social por 
naturaleza.
Para nosotros, el problema lingüístico es primordialmente semiológico. 
Naturaleza del signo lingüístico.
La unión lingüística es una cosa doble, hecha con la unión de dos términos.
Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen 
acústica. La imagen acústica no es el sonido material, cosa puramente física, sino su huella 
psíquica, la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos. Esa imagen es 
sensorial, se la llama material por oposición al concepto, generalmente más abstracto.
El carácter psíquico de nuestras imágenes acústicas aparece claramente cuando observamos 
nuestra lengua materna. 
El signo lingüístico es una entidad psíquica de dos caras, dos elementos que están íntimamente 
unidos y se reclaman recíprocamente. 
Llamamos signo a la combinación del concepto y la imagen acústica, pero en el uso corriente este 
término designa generalmente la imagen acústica sola. 
Proponemos conservar la palabra “signo” para designar el conjunto, y reemplazar concepto e 
imagen acústica respectivamente con significado y significante. En cuanto al termino signo, si nos 
contentamos con él es porque no sabemos con qué reemplazarlo. 
Primer principio. Lo arbitrario del signo.
El lazo que une el significante al significado es arbitrario. Podemos decir, simplemente, el signo 
lingüístico es arbitrario.
Así la idea de sur no está ligada por relación interior alguna con la secuencia de sonidos s-u-r que 
le sirve de significante. Podría estar representado por cualquier otra secuencia de sonidos. 
Se ha utilizado la palabra símbolo para designar lo que llamamos el significante. Pero hay 
inconvenientes para admitirlo, justamente a causa de nuestro primer principio. El símbolo tiene 
por carácter no ser nunca completamente arbitrario, no está vacío. Hay un rudimento del vínculo 
natural entre significante y significado. 
La palabra arbitrario necesita también una observación. No debe dar idea de que el significante 
depende de la libre elección del hablante; queremos decir que es inmotivado, arbitrario con 
relación al significado, con el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural. 
Segundo principio. Carácter lineal del significante.
El significante, por ser de naturaleza auditiva, se desenvuelve en el tiempo únicamente y tiene los 
caracteres que toma del tiempo: representa una extensión y esa extensión es mensurable en una 
sola dimensión; es una línea. 
Por oposición a los significantes visuales, que pueden ofrecer varias dimensiones, los significantes 
acústicos no disponen más que de la línea del tiempo, sus elementos se presentan uno tras otro; 
forman una cadena. 
Segunda parte.
La lengua como pensamiento organizado en la materia fónica.
Los dos elementos que entran en juego en la lengua; ideas y sonidos.
Nuestro pensamiento no es más que una masa amorfa e indistinta. 
Considerado en sí mismo, el pensamiento es como una nebulosa donde nada esta necesariamente
delimitado. 
Los sonidos tampoco ofrecen por si mismos entidades circunscriptas de antemano. 
Podemos representar la lengua, como una serie de subdivisiones contiguas marcadas a la vez 
sobre el plano indefinido de las ideas confusas y sobre el no menos indeterminado de los sonidos. 
El pensamiento-sonido implica divisiones. La lengua elabora sus unidades al constituirse entre dos 
masas amorfas. 
Cada término lingüístico es un miembro donde se fija una idea en un sonido y donde un sonido se 
hace el signo de una idea. 
La lengua es también comparable a una hoja de papel. El pensamiento es el anverso y el sonido el 
reverso: no se puede cortar uno sin cortar el otro. Así tampoco en la lengua se podría aislar el 
sonido del pensamiento ni viceversa. 
El valor lingüístico considerado en su aspecto conceptual.
Cuando se habla del valor de una palabra se piensa generalmente y sobre todo, en la propiedad 
que tiene la palabra de representar una idea. Pero si fuera así, ¿en que se diferenciaría el valor de 
lo que se llama significación? 
El valor, tomado en su aspecto conceptual, es sin duda un elemento de la significación. 
Puesto que la lengua es un sistema en donde todos los términos son solidarios y donde el valor de 
cada uno no resulta más que de la presencia simultánea de los otros, ¿Cómo es que el valor, así 
definido, se confundiría con la significación?
Los valores están siempre constituidos:
- Por una cosa desemejante susceptible de ser trocada por otro cuyo valor está por 
determinar.
- Por cosas similares que se pueden comparar con aquella cuyo valor está por ver.
Una palabra puede trocarse por algo desemejante; una idea. Además puede compararse 
con otra cosa de la misma naturaleza: otra palabra. Su valor, pues, no estará fijado 
mientras nos limitemos a consignar que se puede trocar por tal o cual concepto, es decir 
que tiene tal o cual significación. Hace falta además compararla con los valores similares, 
con las otras palabras que se le pueden oponer. 
 Como la palabra forma parte de un sistema, esta revestida, no solo de una significación, 
sino también y sobre todo, de un valor. 
Dentro de una misma lengua, todas las palabras que expresan ideas vecinas se limitan 
recíprocamente. Al revés hay términos que se enriquecen en contacto con otros. 
El valor de un término está determinado por lo que lo rodea. 
Cuando se dice que los valores corresponden a conceptos, se sobreentiende que son 
puramente diferenciales, definidos no positivamente por su contenido, sino 
negativamente por sus relaciones con los otros términos del sistema. Su mas exacta 
característica es la de ser lo que los otros no son. 
El valor lingüístico considerado en su aspecto material.
Lo que importa en la palabra no es el sonido por sí mismo, sino las diferencias fónicas que 
permiten distinguir esas palabras de todas las demás, pues ellas son las que llevan la 
significación. 
Nunca podrá un fragmento de lengua estar fundado en otra cosa que en su no 
coincidencia con el resto. Arbitrario y diferencial son dos cualidades correlativas. 
Es imposible que el sonido, elemento material, pertenezca por si mismo a la lengua. Para 
la lengua no es más que una cosa secundaria, una materia que pone en juego. Todos los 
valores convencionales presentan este carácter de no confundirse con el elemento 
tangible que les sirve de soporte. 
Esto es más cierto todavía en el significante lingüístico, en su esencia, de ningún modo es 
fónico, es incorpóreo, constituido no por su sustancia material, sino únicamentepor las 
diferencias que separan su imagen acústica de todas las demás. 
Este principio se aplica a todos los elementos materiales de la lengua, incluidos los 
fonemas. Cada idioma compone sus palabras a base de un sistema de elementos sonoros, 
pero lo que los caracteriza no es su cualidad propia y positiva, sino simplemente el hecho 
de que no se confunden unos con otros. Los fonemas son ante todo entidades opositivas, 
relativas y negativas. 
El signo considerado en su totalidad.
En la lengua no hay más que diferencias. O mejor aún, solo hay diferencias sin términos 
positivos. 
Pero decir que en la lengua todo es negativo solo es verdad en cuanto al significante y al 
significado tomados aparte. En cuanto consideramos el signo en su totalidad, nos hallamos
ante una cosa positiva en su orden. 
Relaciones sintagmáticas y relaciones asociativas.
De un lado, en el discurso, las palabras contraen entre sí, en virtud de su encadenamiento,
relaciones fundadas en el carácter lineal de la lengua, que excluye la posibilidad de 
pronunciar dos elementos a la vez. Los elementos se alinean uno tras otro en la cadena del
habla. Estas combinaciones que se apoyan en la extensión se pueden llamar sintagmas. El 
sintagma se comprende siempre de dos o más unidades consecutivas. Colocado en un 
sintagma, un término solo adquiere su valor porque se opone al que le precede o al que le 
sigue o a ambos. 
Por otra parte, fuera del discurso, las palabras que ofrecen algo en común se asocian en la 
memoria, y asi se forman grupos en el seno de los cuales reinan relaciones muy diversas. 
Estas coordinaciones, ya no se basan en la extensión, su sede está en el cerebro y forman 
parte de ese tesoro interior que constituye la lengua de cada individuo. Las llamaremos 
relaciones asociativas. 
La conexión sintagmática se apoya en dos o más términos igualmente presentes en una 
serie efectiva. Por el contrario, la conexión asociativa une términos en una serie 
mnemónica virtual. 
Mientras que un sintagma evoca en seguida la idea de un orden de sucesión y de un 
número determinado de elementos, los términos de una familia asociativa no se 
presentan ni en número definido ni en un orden determinado. 
Ficha 1423. Esquemas y gráficos en la obra de Lacan.
Lacan, en la década del 50 propuso un “retorno” a Freud, guiado por la lectura de F. de 
Saussure y Levi Strauss. Lacan sostuvo una polémica con los analistas de su generación, a 
los que acusaba de haber abandonado la senda del descubrimiento freudiano. De allí la 
propuesta de retorno, que entre otras cosas implicaba volver a leer los textos fundantes 
de la disciplina, para relevar en ellos la incidencia del lenguaje en los hechos del 
inconsciente. 
El inconsciente es una instancia parlante que busca hacer oír un mensaje censurado, que 
es vehículo del deseo. Para burlar la censura, el inconsciente se vale de figuras, como la 
condensación y el desplazamiento, que Lacan reencuentra en los estudios lingüísticos 
relativos a la producción de sentido. 
Es así que llega a postular su lema, “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”. 
Saussure propone, el concepto de signo como aquella unidad mínima que compone la 
lengua. Lacan dirá que este concepto, supone una formalización (un algoritmo) que lo 
desprende de todo referente empírico. 
Para Saussure, los seres hablantes se comunican en la medida en que pertenecen a una 
misma lengua. El emisor transmite significantes (imágenes acústicas) y el receptor dará a 
cada una de ellos un significado, recomponiendo el signo en la acción de la significación. 
Lacan propondrá que la barra escrita entre significante y significado es resistente a la 
significación. Significante y significado son dos etapas del signo. La significación no está 
dada de antemano. Sera producto de un trabajo. (Fenómeno de retroacción, 
engendramiento del significado)
Su grafo, busca figurar una de las maneras posibles de entender la producción de 
significación. 
VER FOTOCOPIA. 
Ficha 1455. Freud. Tótem y tabú (1912)
La posición de un autor frente a los problemas de la exogamia no es independiente de la 
que adopte en favor de esta o aquella teoría sobre el totemismo. Algunas de estas 
explicaciones del totemismo prescinden de cualquier enlace con la exogamia, 
manteniendo a ambas instituciones enteramente apartadas. Así, en este punto se 
contraponen dos visiones: una se aferra a la apariencia originaria de que la exogamia sería 
una pieza esencial del sistema totemista y otra pone en entredicho ese nexo y cree en una 
conjunción casual de esos dos rasgos en unas culturas antiquísimas. 
Con respecto a las relaciones cronológicas, la mayoría de los autores sostienen que el 
totemismo seria la institución más antigua y la exogamia se le sumo más tarde. 
¿De dónde proviene el horror al incesto, que debe discernirse como la raíz de la 
exogamia? Es evidente que no basta con invocar una repugnancia instintiva hacia el 
comercio sexual entre parientes consanguíneos, o sea el hecho mismo del horror al 
incesto.
Westermarck adujo que entre personas que viven juntas desde la infancia impera una 
innata repugnancia hacia el comercio sexual y como tales personas por regla general son 
consanguíneas, ese sentimiento halla luego una expresión natural en la costumbre y en la 
ley mediante el aborrecimiento de la relación sexual entre parientes próximos.
Frazer halla inconcebible que el sentir sexual no se revuelva hoy contra el comercio con 
quienes comparten un mismo hogar. No se entiende bien porque un instinto humano de 
profundas raíces necesitaría reforzarse por medio de una ley. La ley solo prohíbe a los 
seres humanos aquello que podrían llevar a cabo bajo el esforzar de sus pulsiones. No 
hace falta que sea prohibido y castigado por la ley lo que la naturaleza misma prohíbe y 
castiga. 
Si no existiera una inclinación natural de esa índole, tampoco se producirían aquellos 
delitos; y si estos no se cometieran ¿para qué haría falta prohibirlos? Por tanto, en vez de 
inferir, de la prohibición legal del incesto, la existencia de una repugnancia natural hacia 
él, más bien debiéramos concluir de que un instinto natural pulsional hacia el incesto y 
que si la ley sofoca a esta pulsión, ello se funda en la intelección de los hombres civilizados
de que satisfacer esas pulsiones naturales perjudicaría a la sociedad.
Las experiencias del psicoanálisis han invalidado por completo el supuesto de una 
repugnancia innata al comercio incestuoso. Han enseñado, al contrario, que las primeras 
mociones sexuales del individuo joven son, por regla general, de naturaleza incestuosa y 
que esas mociones reprimidas desempeñan un papel que no se puede subestimar. 
Por lo tanto, la concepción del horror al incesto como instinto innato debe ser 
abandonada. No demuestra ser más sólida otra derivación del tabú del incesto, que goza 
de numerosos partidarios: el supuesto de que los pueblos primitivos observaron muy 
temprano los peligros que el apareamiento entre consanguíneos traía a su especie. 
Es preciso argüir también que la prohibición del apareamiento consanguíneo basada en 
motivos prácticos e higiénicos de evitar el debilitamiento de la raza, parece de todo punto 
inapropiada para explicar el profundo horror que en nuestra sociedad se eleva contra el 
incesto. 
Nos vemos precisados a refrendar el resignado veredicto de Frazer: no conocemos el 
origen del horror al incesto y ni siquiera sabemos que orientación tomar.
Otro intento de explicar el origen se anuda a una hipótesis de Darwin, sobre el estado 
social primordial del ser humano. De los hábitos de vida de los monos superiores, Darwin 
infirió que también el hombre vivió originariamente en hordas (Freud emplea este término
para designar a un grupo más o menos organizado de tamaño reducido) más pequeñas, 
dentro de las cuales los celos del macho más viejo y más fuerte impedían la promiscuidad 
sexual. Los machos más jóvenes, expulsados de ese modo, si en definitiva consiguen una 
compañera, habrían

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