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Pregunta Nº 5:
Analice la evolución del movimiento obrero teniendo en cuenta la caracterización
del conflicto entre capital y trabajo y el orden internacional en los periodos: libera,
imperialismo, primer y segunda guerra mundial, guerra fría, crisis del Estado de
Bienestar y neoliberalismo.
Época Liberal:
A principios del s. XIX la economía internacional se había visto beneficiado por los
productos de la Revolución Industrial y ya se perfilaba la especialización productiva de
acuerdo por los parámetros inducidos por Inglaterra. La liberación de las fuerzas del
mercado requerían de la autonomía del hombre. Un nuevo actor, el proletariado,
emergía como contracara de las relaciones capitalistas de producción. La esfera
económica debía articularse a partir de una nominal libertad e igualdad para comprar y
venderse fuerza de trabajo. La explotación abusiva por parte de los empresarios hacia
los trabajadores, originaron los primeros intentos de creación de movimientos obreros
modernos. La nueva clase empresarial debió amoldarse a la creciente capacidad
organizativa y de resistencia de los sectores asalariados. Con David Ricardo, la fuerza
de trabajo comienza a ser considerado una variable importante del costo total de la
producción. La existencia de un mercado de trabajo libre aseguraba la reducción
salarial, pero ésta no era suficiente en la medida que la competencia se hacía cada vez
más descarnada. Además la depresión salarial provocaba, por un lado, la reacción de la
creciente clase obrera, y por otro, pauperizar al obrero implicaba la necesidad de
intervención estatal para controlar el conflicto social, bajo mecanismos coercitivos que,
en última instancia, deslegitimaban el propio régimen. La intervención del Estado apeló
a mecanismos represivos y paralelamente fue ampliando su esfera de acción en el
ámbito social. La protección social constituyó un elemento compensador necesario
frente a la tendencia del capitalismo liberal, para la perpetuación de la economía de
mercado. En los países con una gran presión demográfica y posibilidades de ascenso
social nulas, los conflictos sociales fueron de tal envergadura, que consolidaron una
clase obrera organizada y cada vez más antagónica al capitalismo.
Revoluciones del 20, 30 y 48
Durante la década de 1920, en las naciones más avanzadas de Europa, dentro de los
grupos obreros e intelectuales comenzó a instalarse con fuerza un universo ideológico
teñido por las ideas del socialismo y del anarquismo. Si bien no eran nuevas, en esta
década encontraron un clima social propicio –la expansión económica y el crecimiento
industrial posibilitó la multiplicación de los obreros en las ciudades más modernas del
occidente europeo-. Las fábricas constituían paradójicamente un lugar de encuentro
cotidiano que posibilitaba el establecimiento de nuevos vínculos sociales, la difusión de
nuevas ideas y valores y la incorporación de conductas que demostraban la superioridad
de las acciones grupales organizadas.
La circulación de estas ideas en los ámbitos laborales no tardó en traducirse en protesta
política. Irrumpieron con fuerza por primera vez hacia 1930 en París. Una serie de
enfrentamientos callejeros como respuesta al orden represivo impuesto por las
autoridades monárquicas y a las graves condiciones económicas impuestas a los
sectores populares franceses. Los sectores burgueses aprovecharon la situación para
imponer sus propias demandas. El rey Carlos X debe renunciar y en su lugar, una nueva
alianza entre burguesía y aristocracia, coloca a Luis Felipe de Orleáns. Mientras la
burguesía logró una serie de reformas legales, los sectores populares sólo
experimentaron la represión, la censura previa y la prohibición del derecho de reunión.
Esta revolución tuvo alcance continental.
La primera mitad del s. XIX asistió a un proceso de gran expansión económica inglesa,
y un tanto menos en Bélgica, los Países Bajos, Prusia y Francia, que posibilitó un
crecimiento significativo de la burguesía, a costas de la sobreexplotación de la mano de
obra. En la medida en que la industria se difundió, las ideas socialistas y anarquistas se
divulgaron y adquirieron una cantidad creciente de adeptos, en tanto el movimiento
obrero comenzó a organizarse en forma incipiente. En este contexto, en 1948 se
repitieron acontecimientos similares a los de 1830 aunque a escala muy superior. La
expansión del ferrocarril permitió la emigración de las masa hambrientas del atrasado
este y sur de Europa hacia las regiones industriales, provocando una sustantiva
depresión de lo salarios. Para mediados de la década del 40, el descontento de las clases
populares alcanzó su punto más alto, en el marco d una profunda crisis económica
provocada por un brusco descenso de la producción agrícola que motivo un alza
generalizada de precios. En el caso francés, radicales y socialistas repudiaron el régimen
encabezado por Felipe de Orleáns, a la vez que demandaron la extensión de derechos
políticos rebajas de precios y mejoras en las condiciones de vida y trabajo. Como en
1930, la revuelta fue apoyada por la burguesía quien aprovechó para imponer sus
demandas. El gobierno de Luis Felipe cae y los republicanos proclaman un gobierno
provisional. Los sucesos de París fueron el detonante de un conjunto de movimientos
revolucionarios similares que atravesaron a toda Europa. Sólo Inglaterra y Rusia
permanecieron al margen de esta revolución.
La conjunción entre crisis económica, pánico financiero y una nueva detención de la
actividad industrial, acompañada ahora por un pavoroso temor a la expansión del
socialismo, significaron un fuerte llamado de atención para las clases propietarias. Así,
una alianza entre ejército, aristocracia y burguesía derrotó rápidamente las pretensiones
de transformación social de los sectores más radicales. Sin embargo, la cuestión
significativa de estos procesos fue la parición de nuevos actores sociales. En la medida
que el campesino o el artesano eran convertidos en obreros, su adopción de un marco
ideológico que cuestionaba sistemáticamente la explotación del hombre por el hombre
–tal como se daba en el ámbito de la fábrica-, lo llevaba a adoptar nuevas ideologías. En
el caso del socialismo, si bien sus ideas y valores ya llevaban una larga trayectoria, por
primera vez comenzaban a ser elaborados en clave revolucionaria.
El ascenso triunfal del capitalismo tuvo como punto de partida la derrota de las
revoluciones populares que se propagaron en Europa en 1948.
El movimiento obrero inglés, salvo raras excepciones, adoptó un perfil reformista y
conciliador. El sindicalismo fue dirigido por los obreros calificados con alto poder
adquisitivo y delineó estrategias gremiales de negociación directa con los empresarios
que lo llevó a obtener algunas conquistas políticas en la década del 60 y salariales en las
décadas siguientes. A pesar de estar prohibido el sindicalismo, a partir de 1820 y 1830
florecieron las trade unions, sindicatos de capataces y obreros especializados que, al ser
un elemento esencial de proceso de producción, logró que este tipo de sindicalismo
fuera tolerado.
Por su parte, el régimen de Luis Bonaparte, inició una persecución de los obreros, y a
partir de entonces, los movimientos socialistas actuaron en la más oscura
clandestinidad. La asociación sindical fue impedida hasta 1864 y la acción represiva no
cesó durante ese período. Su líder Pierre Proudhon, constituyó la oposición más fuerte
al II Imperio.
En territorios prusianos, el movimiento obrero se organizó bajo el liderazgo socialista
democrático de Ferdinand Lasalle en la década de 1850. En 1875 el Partido Obrero
Socialdemócrata Alemán, desarrolló un sector obrero fortalecido y con conciencia de
clase. Para contrarrestar la creciente influencia socialista, el Estado alemán propició la
creación de un movimiento obrero católico.
Durante la década de 1850, se observó un debilitamiento muy fuerte de las
organizaciones obreras, producto de la reacción continental. La depresión económica de
1857 revitalizó a los movimientospopulares. En 1864, las organizaciones obreras
europeas lograron dejar de lado sus discordancias ideológicas y fundaron la primera
Internacional de Trabajadores, integrada en su mayoría por socialistas y anarquistas.
La madurez del movimiento obrero permitió algunos avances políticos y sindicales, e
particular en Inglaterra (que no había sufrido rebeliones en su propio territorio pero no
dejó de responder a los compromisos de clase con sus pares europeos). Sin embargo,
cuando la burguesía inglesa otorgó el derecho a la sindicalización, sólo lo hizo a la rama
unionista, representante de los trabajadores calificados y sindicalizados. Los dockers
(obreros no calificados), no pudieron sindicalizarse hasta finales de 1880.
En cuanto a la Primera internacional, sería escenario de las controversias entre
socialistas y anarquistas, saldas a favor de los primeros, pero a osta de perder gran parte
de su impulso inicial. Tras la derrota de la Comuna de París en 1871, se exacerbaron las
diferencias internas y la Primera Internacional sucumbió cinco años después.
Inglaterra:
La conformación de un movimiento obrero combativo fue una de las tempranas
preocupaciones de la elite británica. Desde finales del s. XVIII bloqueó la creación de
sindicatos mediante una Ley de antiasociación, que se perpetuó hasta el último tercio
del s. XIX cuando aceptó legalmente la asociación gremial. La cuestiñon social
inicialmente emergió por el aumento del costo de vida. Las revueltas más importantes
coincidieron con la guerra contra Francia y la Ley de cereales que, combinó un proceso
inflacionario interno y caída de los salarios de los jornaleros. Los movimientos
comenzaron a trasladarse al mundo urbano y contenían demandas políticas y sociales,
enmarcadas en los derechos del hombre pregonados por los revolucionarios franceses, y
se combinaba con la escasez de alimentos provocados por la guerra. Estos movimientos
mal organizados fueron presas de la coerción estatal.
Entrado el s. XIX sucesivos perfeccionamientos del maquinismo, provocaron el
surgimiento del movimiento llamado ludismo, que consideraba que el desempleo y la
caída del salario estaban vinculadas con la introducción de maquinarias y cuya
metodología de acción fue la destrucción de las herramientas industriales.
El movimiento obrero evolucionó al compás del engrosamiento de la clase desposeída.
El radicalismo (contemporáneo de las agrupaciones obreras de la Europa continental),
concentró sus reclamos en la oposición de la Ley de antiasociación, la escasez de
bienes, víveres y alimentos.
Hacia 1930 se expandió el socialismo colectivista (análogo al socialismo utópico
francés), que aspiraba a una sociedad industrial donde los bienes fueran de propiedad
comunitaria. Pioneros en reconocer que el desempleo era resultado de una deficiencia
del mercado, Aún creían en la posibilidad de la conciliación entre clases. En este
periodo proliferaron las revueltas populares. El movimiento cartista, que impulsó la
gran huelga del 1842 –cuyo objetivo fue la ampliación de los derechos políticos de los
sectores populares-, fue el precursor del laborismo inglés. El miedo de la burguesía
conllevó a una represión masiva.
Los disturbios sociales comenzaron a apaciguarse a finales de la década del 40 –sueño
invernal de la clase obrera inglesa-. Causas: a) las mejoras en sus condiciones de vida
fueron significativas; b) consolidación de un estilo de vida basado en los patrones
culturales burgueses y las ideas indiscutidas del progreso permanente; c) la división
técnica del trabajo en la vida fabril que dividió a la clase obrera en “aristocracia
proletaria” (obreros calificados con ingresos relativamente altos y expectativas de vida
similares a la de las clases medias), y un “proletariado plebeyo” que percibían salarios
muy bajos. Esta jerarquización fragmentó a la clase obrera, diluyendo su conciencia de
clase y su capacidad de organización y acción. Por otro lado, el gobierno inglés aprobó
leyes como el Ten Hours Bill y la semana inglesa., políticas tendientes a evitar la
exacerbación de los conflictos de clase.
Por todas estas razones, el movimiento obrero inglés se consolidó como un sector
reformista y no impugnador del sistema económico. Ese carácter no revolucionario
llevó a las autoridades a aceptar la sindicalización y la ampliación del sufragio en la
década de 1870.
Francia:
En la década del 30, el capitalismo francés aún era embrionario y todavía no existía un
movimiento típico del proletariado industrial, sino artesanos y jornaleros urbanos
procedentes de la industria doméstica. Al igual que sus pares ingleses, destruyeron
máquinas y reclamaron el derecho a organizarse en nombre d la libertad. El socialismo
utópico de Saint-Simon comenzó a girar hacia un positivismo férreo y sólo unos pocos
comenzaron a hablar en términos de lucha de clases. Sin embargo, no dejó de ser un
movimiento de elite debido a la propia debilidad de la clase obrera francesa. Recién en
las revoluciones de 1948 se verían los primeros rasgos de la lucha de clases, cuando el
capitalismo entraba en su etapa triunfal, y Francia estableciera todas las pautas de una
sociedad industrial. A partir de entonces sería, junto a Inglaterra, la más ferviente
defensora del librecambio.
Durante el II Imperio, Luis Napoleón se aplicó a desarrollar la industrialización
francesa. El aumento de la prosperidad y la riqueza de la nación sólo podría obtenerse
–al menos en una primera etapa- a costa de la sobreexplotación del proletariado
industrial. Para garantizar la estabilidad social, el estado francés mutiló, entre 1852 y
1858, los derechos de reunión, de asociación, y de prensa, así como la libertad de
educación en los niveles superiores.
A medida que avanzaba la década los reclamos de los trabajadores fueron acallados
mediante una violenta represión y una constante alusión al orgullo nacional (sustentado
en la política de expansión territorial). Al amparo de sus victorias y los primeros éxitos
significativos del proceso de industrialización en los años 60, se avanzó en materia de
armonía social, aún cuando existían constantes choques de intereses entre burgueses y
proletariado.
Alemania:
Con la proclamación del Imperio Alemán, en 1871, el proletariado de masas que
alimentaba a la poderosa industria en expansión, parecían demasiado sensibles a las
ideas propugnadas por el socialismo revolucionario. Ante eso, Bismarck resolvió obrar
combinando la coerción con la cooptación de una base política amplia para su proyecto
de germanización y de supremacía europea. Sancionó leyes represivas y antisocialistas,
y a fines de la década de 1870, intento granjearse el favor de los obreros aplicando una
política paternalista sin antecedentes, basado en un amplio programa de protección
social: Seguros de accidentes, enfermedad, incapacidad laboral, jubilación a parir de los
70 años, etc., financiados de manera común por asalariados, patrones y el Estado. Tras
un notable éxito inicial, estas políticas fueron perdiendo su eficacia, ya que no
alcanzaron a frenar los avances del socialismo y la sindicalización de los obreros. En
respuesta a este avance, el Estado impuso la represión de manera sistemática y la Iglesia
Católica impulsó la creación de sindicatos obreros católicos.
Imperialismo:
Como respuesta a la Gran Depresión de 1873, la mayoría de los países europeos
adoptaron medidas proteccionistas. La burguesía se sintió cómoda con este nuevo rol
del Estado, y presionó a sus respectivos gobiernos para que ampliara el campo de acción
de las protecciones. Sin embargo, la protección no afectó al mercado de trabajo, el cual
siguió caracterizado por la posibilidad de movilidad para garantizar el fondo salarial. La
emigración masiva de población en países donde el sector agrícola seguía siendo
importante, alivianó la creciente presión social en los países centrales.
La economía volvió a mostrar una fase de expansión en el período comprendido entre
1896 y 1913 (La Belle Èpoque). La evolución en el nivel de vida de los trabajadores es
objetode fuertes controversias: algunas teorías sostiene que los beneficios se
derramaron hasta llegar a las clases populares, sin embargo, el malestar en la clase
obrera se puede observar por el nivel de conflictividad social y el fortalecimiento de los
movimientos contestatarios.
Durante el período de depresión económica los trabajadores fueron seriamente
perjudicados. La expulsión de la mano de obra para amortiguar el descenso en la tasa de
rentabilidad fue particularmente grave en el sector agrícola. Esto repercutió en la esfera
social con la proliferación de revueltas campesinas en irlanda, Rumania, Sicilia, y las
tensiones políticas observadas en el sur agrícola de EE.UU. Pese a todo, los trabajadores
no estaban bien organizados y los reclamos quedaron atomizados por la impotencia de
la clase obrera para coordinar sus acciones.
En 1889, nació la Segunda internacional Socialista. Su accionar se desarrolló en las
postrimerías de la fase recesiva del capitalismo mundial, y durante el período de
expansión de finales de siglo, se abocó a la mejora de las condiciones salariales y los
niveles de vida de los obreros. No por ello fue menos crítica del régimen capitalista que
la anterior pues estuvo conformada por una generación revolucionaria que enunció y
montó movimientos insurreccionales aunque su éxito fue relativo.
La evolución de las fuerzas productivas y la conciencia de clase eran favorecidas por las
crisis capitalistas de producción, mientras que en los tiempos de apogeo, la adhesión a
los movimientos revolucionarios fueron menos frecuentes. Así, durante la La Belle
Èpoque, los vaivenes de la Segunda Internacional y su fragilidad estuvieron asociadas a
que en esta época las condiciones de vida de los trabajadores mejoraron notablemente y,
en consecuencia, no se vieron seducidos por la acción sindical y política, y menos aún
por las teorías socialistas. No obstante, en los primeros años del s. XX, surgieron
grandes dirigentes e intelectuales socialistas como Hobson, Lenin y Rosa de
Luxemburgo, cuya tarea se abocó a instalar en el movimiento obrero la idea de
solidaridad internacional de todos los trabajadores. Esta mirada fue la que prevaleció en
los ámbitos del sindicalismo europeo, propiciando una suerte de internacionalización de
la lucha obrera, intentando despojar de los trabajadores todo falso patriotismo que sólo
alimentaba la hegemonía ideológica burguesa. A mediano plazo, muchos de esos líderes
fueron protagonistas de la Revolución Rusa y de los movimientos insurreccionales
socialistas de Europa.
A principios de s. XX, Inglaterra contó con el primer partido obrero no revolucionario,
el Partido Laborista. Contrariamente a los partidos obreros europeos contemporáneos de
esa época –sean reformistas o revolucionarios- que pretendían cambiar la sociedad para
llegar al socialismo, el Partido Laborista sólo aspiraba a obtener reformas coyunturales.
Entreguerras:
Italia: (la experiencia fascista)
Al finalizar la Primera Guerra Mundial, en el contexto de desocupación que recorría
toda Europa, se fortalecieron el Partido Socialista y el Partido Comunista. En las
regiones industriales, los obreros estaban organizados en una poderosa central obrera, la
C.G.T., que proponía la formación de soviets y la ocupación de fábricas para plantear
sus demandas y definir cursos de acción. El nivel del conflicto social era muy elevado,
ya que a lo largo de la Primera Guerra se habían llevado adelante algunos
emprendimientos industriales importantes, que significaron un aumento de la población
obrera. Cuando terminó la guerra, la condición cayó y aumentó la desocupación. En este
contexto, los sindicatos y los partidos de izquierda se presentaban como una alternativa
atractiva para los obreros. Mussolini surgió del socialismo, pero rápidamente rompió
con el partido y se convirtió en un violento opositor. Creó sindicatos de obreros
desocupados para evitar que se enrolaran en el socialismo o en el comunismo, y
organizaron grupos de esquiroles para cumplir las tareas de los huelguistas de izquierda.
Organizó un Estado corporativo antimarxista, articulado a través de corporaciones
destinadas a liquidar la opción clasista, ya que no debían ser un ámbito de
representación exclusiva de los trabajadores o de los empresarios, sino un punto de
encuentro de la población productiva que participaba en una misma actividad.
Asimismo se prohibieron las huelgas o los locks-outs patronales.
Alemania: (la experiencia nazi)
Según los teóricos, el lugar ideal para llevar a cabo la revolución proletaria era
Alemania, donde a partir de 1870 se había constatado un fabuloso desarrollo de las
fuerzas productivas y sociales, los obreros estaban mejor organizados sindicalmente
tenían mayor conciencia de clase y contaban con partidos de masas. Todas estas
condiciones coincidían con una situación de sobreexplotación de las masas trabajadoras,
por ese motivo, cuando se produjo la revolución en la unión Soviética, la burguesía
alemana rápidamente se asustó.
En 1917, en medio de la guerra, apareció el primer síntoma cuando se produjo la
revolución espartaquista., grupo socialista, que proponía llevar a cabo una experiencia
revolucionaria. El intento fue liquidado.
Al término de la guerra se fundó la Republica de Weimar, régimen extremadamente
débil, cuyos políticos eran cuestionados tanto por el ejército, como por los sectores
obreros y conservadores.
A lo largo de toda la década del 20, En Alemania había una gran tensión social,
producto de la radicalización de las ideas y de las organizaciones políticas. El influjo
alcanzado por la revolución soviética entre los obreros era muy significativo. Mientras
se registró el proceso de expansión económica entre 1924 y 1928, el conflicto de clases
quedó relativamente controlado. Pero a partir de 1928, nuevamente las tendencias
clasistas se fortalecieron y la conflictividad social aumentó. La importancia que estaba
adquiriendo el socialismo generó temores en las clases propietarias, los sectores rurales
y las clases medias. En este sentido, el nazismo, así como el fascismo, fueron
movimientos de prevención y agresión, que intentaban evitar la expansión del
socialismo y el comunismo en Europa Occidental.
El régimen nazi intentaba cooptar a los obreros por medio de la difusión de símbolos
nacionalistas, mejoras en los niveles de empleo y una mayor redistribución que
posibilitaba una mejora en las condiciones de vida y de trabajo, instalando así la noción
de “comunidad étnica”.
Estados Unidos:
Entre 1920 y 1921, tuvo lugar una profunda crisis económica ya que la finalización del
conflicto armado significó la pérdida de un fabuloso mercado protegido, el de las
naciones beligerantes, abastecidas hasta entonces por la industria y la agricultura
norteamericanas. El retorno de los soldados multiplicó los índices de desocupación en la
industria, tras la reducción de las exportaciones y la caída de los salarios. Los
principales sindicatos iniciaron una serie de huelgas. También los anarquistas
impulsaron varios atentados. Las clases medias urbanas y rurales experimentaron un
profundo pánico frente a la “amenaza roja”, y justificaron la reacción oficial, que
encarceló y deportó a sindicalistas, militantes de izquierda, e incluso, reformistas
liberales. La debilidad de las organizaciones sindicales y la ausencia de legislación
social, así como las políticas brutalmente represivas del Estado junto con una política
impositiva regresiva, agudizó la desigual distribución del ingreso.
Con la llegada del fordismo, se replantearon los términos de la relación entre empresa y
trabajadores. Ford duplicó el salario de sus obreros y bajó de 9 a 8 horas la jornada
laboral, sin embargo, se requerían para acceder a estos beneficios una serie de
condiciones entre las cuales se encontraban la de prescindir de afiliarse a sindicatos.
Durante la Gran Depresión de 1930, los asalariados perdieron sus empleos, sus ahorros,
y muchos de ellos también sus viviendas, construidas durante la década previa, sobre las
que pesaban garantíashipotecarias. En épocas de dificultades económicas, las
reinvindicaciones sociales y salariales sueles debilitarse. Eventualmente se organizaron
ligas de desempleados para reclamar ayuda estatal, y sus alcances eran apenas barriales
o regionales y de breve duración. Las grandes revueltas obreras de la década solo
tendrían lugar en 1936 y 1937, cuando se produjo una cierta reactivación de la actividad
económica.
Durante la aplicación del segundo New Deal, la intervención del Estado en la regulación
de las relaciones laborales marcó una ruptura decisiva con la tradición del laissez faire.
Entre 1933 y 1934, con los primeros indicios de la reactivación económica, la actividad
sindical comenzó a hacerse sentir nuevamente. El gobierno sancionó en 1936 una ley
que establecía el reconocimiento obligatorio de la libertad de afiliación sindical, la
negociación de contratos colectivos, y garantizaba la seguridad laboral de los delegados
sindicales. Asimismo, hubo una transformación impulsada por el mismo movimiento
sindical en abierta oposición a las prácticas discriminatorias de los sindicaos por oficios,
que agremiaban exclusivamente a obreros calificados y blancos. Los mineros y obreros
de la industria automotriz encabezaron la tendencia hacia la agrupación por sindicatos
industriales masivos.
El inicio de la guerra cambió el clima político, reflejado en la recuperación del
predominio conservador en el Congreso. La opinión pública desvió su atención de los
monopolios, y el movimiento obrero se encontró con un nuevo clima de intensa
hostilidad popular, que le exigió moderar sus demandas.
Guerra Fría:
Durante el período de posguerra se estableció un régimen de acumulación mixto al que
se denominó Estado de Bienestar, y cuyo marco conceptual radicaba en los argumento
de Keynes). Su contexto político estaba signado por la amenaza del régimen comunista
en las naciones europeas. En efecto, éstas políticas se implementaron para evitar u
nuevo avance de las ideologías de izquierda ante el malestar social inmediatamente
posterior a la Segunda guerra Mundial. Uno de los pilares en los que se asentaba este
Estado de Bienestar fue el neocorporativismo: mediación ejercida por el estado en las
relaciones entre los empresarios y los sindicatos. Era un nuevo sistema de articulación
de intereses basado en tres interlocutores sociales: capital, trabajo y Estado. Todos
cedían parte de sus demandas a cambio de una ampliación de sus beneficios. En el caso
de los obreros, se constreñían a ciertas regulaciones en materias de huelgas obreras y
otras modalidades de lucha, y a cambio obtenían protecciones laborales y buenas
remuneraciones. De esta manera, el estado conseguía estabilidad política debilitando a
los partidos comunistas y generando condiciones predecibles para la gestión de las
políticas macroeconómicas. Entre los sectores obreros comenzó a decaer el atractivo de
construir una sociedad comunista, ya que, en el contexto del capitalismo, estaban
consiguiendo todos los bienes que pretendían.
Por otra parte, luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción de la
democracia contó con una gran apoyo entre los partidos de izquierda de Europa
Occidental, cada vez más enfrentados con Moscú, ya que consideraban suicida ponerse
en contra del Estado de Bienestar y del tipo de sociedad democrática que lo sostenía,
puesto que ese modelo había posibilitado que los trabajadores aumentaran
significativamente su nivel de vida, sus ingresos, sus posibilidades de acceso ala salud,
etc. Si bien los partidos de masas continuaron existiendo, la extendida vigencia del
Estado de Bienestar y los cambios económicos y sociales que éste impuso, fueron
limando las diferencias entre las clases.
Otro elemento característico tiene que ver con la sorprendente disminución proporcional
de la clase obrera desde 1945. El desarrollo de la robótica, la informática y la
mecanización del trabajo llevó a un paulatino reemplazo de obreros por máquinas. Las
movilizaciones de obreros son cada vez más escasas, y sus conflictos adquieren
habitualmente una repercusión y consecuencia extremadamente limitada. Por el
contrario, se advierte un crecimiento significativo en el sector de servicios. Las fábricas
posibilitaban la difusión de ideas clasistas, estimulaban la cooperación entre los
individuos y todos recibían salarios equiparables. Quedaba claro para los obreros que la
solución no podía ser individual, sino producto de la cooperación mutua. En cambio, a
nivel comercial o en las tareas administrativas, los ingresos varían considerablemente, el
control sobre los empleados es constante y directo, y se alienta la distinción, el
individualismo, la competencia.
Para la izquierda, el Estado de Bienestar tendía a oscurecer los mecanismos de
realización del capital y ocultaba la explotación de la fuerza de trabajo. Había
establecido un delicado equilibrio entre capital y trabajo, que en la práctica había
favorecido el carácter corporativo de la clase trabajadora, fortaleciendo a los sindicatos
y poniendo en tela de juicio la dominación social capitalista. Los levantamientos
populares a partir de 1968, fueron una muestra cabal de que el sistema estaba en una
crisis terminal. A finales de la década de 1960 y 1970, los obreros habían por fin
comprendido su fortaleza frente al modelo neocorporativista de intermediación de
intereses. Los sindicatos tenían poder numérico y podían movilizarse o ir a la huelga
paralizando el capital. El andamiaje que el capitalismo había construido para evitar que
las masas se dejaran seducir por el comunismo comenzaba a resquebrajarse.
Crisis del Estado de Bienestar:
La descomposición del Estado de Bienestar puede ser explicada desde dos perspectivas:
una hace hincapié en la Crisis Fiscal del Estado; la segunda considera que la relativa
integración social de los individuos determinó una fortaleza del sector trabajo
desconocida hasta ese momento, generando una crisis de dominación del sistema
capitalista. La organización institucional del Estado de Bienestar generó una capacidad
de organización sindical que, a fines de la década del 60 y principios del 70, impulsaron
huelgas de extraordinaria magnitud, poniendo en peligro el propio régimen de
acumulación. Resultaba urgente apelar a nuevas formas de organización dentro de las
fábricas que permitieran la flexibilización de los trabajadores y su polivalencia en las
funciones y actividades que desempeñaban. Según los empresarios, las políticas de
pleno empleo habían generado una seguridad laboral que obstaculizaba la emergencia
del talento y del esfuerzo individual. Por lo tanto, no sólo era necesario regresar a un
mecanismo automático de oferta y demanda de trabajo, ampliando el desempleo para
favorecer la competencia entre trabajadores, sino que había que recrear prácticas
competitivas entre los mismos empleados, capacitándolos para todas las tareas,
separando físicamente a los trabajadores, y diluyendo la confrontación capital-trabajo
por un espíritu emprendedor donde el trabajador tuviera la ilusión de ser “pare de la
empresa”. Éstas son algunas de las prácticas que se ponen en marcha con la aplicación
de las políticas neoliberales a nivel mundial. La forma organizacional industrial fordista
había colapsado.
Una vez que se rompió el Estado de Bienestar, la sociedad empezó a reclamarle a los
partidos que recuperaran algunas viejas identidades partidarias –sobre todo los partidos
progresistas o de izquierda- y que sirvieran como vehículos y canalizadores de las
expectativas sociales en pro de mayor equidad e igualdad social. Pero en el nuevo
escenario político, estos partidos se mostraron incapaces ya que, por un lado, habían
abandonado su discurso combativo tradicional, y por otro, en todas partes el escenario
político estaba supeditado a la realidad internacional.
Neoliberalismo:
Hacia fines de 1970, la depresión económica provocó cierta desazón de los trabajadores
con el Partido Laborista, lo que permitió la llegada al gobierno de la primer ministro
Margaret Thatcher.Inglaterra se constituyó en el primer laboratorio europeo en el que se
aplicaron las ideas neoliberales. Poco después, el republicano Ronald Reagan
implementó políticas similares en los EE.UU., y de ahí su aplicación se generalizó en
todo el mundo. Los beneficios sociales fueron liquidados. Las consecuencias fueron un
empobrecimiento generalizado de la población asalariada y de los sectores
cuentapropistas, un aumento notable del desempleo y la sanción de la inviabilidad
económica de la mayor parte de las economías periféricas. En los países centrales, fue
necesario implementar costosísimas políticas de subsidio a los desempleados para
garantizar el orden social y político. En los periféricos, estos subsidios generalmente no
existieron, lo que provocó situaciones de grave desorden social, contenidas solo
parcialmente a través de la represión y la aplicación de prácticas asistencialistas y de
clientelismo político.
La nueva globalización imprimió una transformación radical en el mercado de trabajo.
Librada al funcionamiento del mercado, la fuerza de trabajo estaría sometida
exclusivamente a las vicisitudes de la acumulación capitalista. Las características del
proceso económico en los 90, implicó la desaparición de la economía mixta, el
desmantelamiento del Estado de Bienestar, la desaparición de la capacidad negociadora
del sector trabajador, y la notoria redistribución regresiva de la renta nacional. Con ello,
amplios sectores sociales fueron empujados a la pobreza y la indigencia. El crecimiento
de la desocupación y la precariedad laboral, así como la reducción de los salarios,
contribuyen a mermar fuertemente la capacidad de maniobra del sector obrero y a
estrechar los márgenes de participación de los sujetos, a través de un cercenamiento de
los derechos sociales históricamente adquiridos.
ANEXOS:
Rusia: Un caso especial
A partir de la década de 1880, el Estado zarista adoptó un papel de mayor intervención
en el fomento de la industrialización y del desarrollo de la infraestructura. La irrupción
de una clase industrial y financiera de influencia y riquezas crecientes, fuertemente
dependiente del capital extranjero, potenció la infiltración de algunas ideas liberales
occidentales, que encontraron su expresión en el Partido Cadete (Demócrata
Constitucionalista). Este proceso de vio acompañado por el crecimiento de un
proletariado de obreros fábriles y por los primeros síntomas de conflictividad proletaria.
En dicha década tuvieron lugar las primeras huelgas urbanas.
Durante el s XIX, ante la ausencia de libertades civiles y la persecución continua, las
ideas reformistas sólo pudieron expresarse desde el extranjero, donde se refugió una
elite intelectual rusa cuyo campo de acción fue la política revolucionaria, y el
sindicalismo. A partir de la década del 80, la actividad revolucionaria fue intensa y
extremista. Para 1894, los dirigentes socialistas fundaron el Partido Obrero
Socialdemócrata y muy pronto serían enviados al exilio desde donde conspirarían para
el derrocamiento de la autocracia.
El atraso institucional ruso y la ausencia de libertades civiles, no impidieron la
formación de partidos obreros, aunque la coerción ejercida desde el poder más la
proscripción de sus líderes, llevó a que se fragmentaran y dividieran (es el caso del
Partido Socialdemócrata que en 1903 se dividió en mencheviques y bolcheviques). En
enero de 1905, se produjo el Domingo Sangriento, lo cual exacerbó los ánimos y se
sucedieron motines, huelgas obreras y revueltas campesinas. El conflicto se extendió
hasta octubre cuando se creó el Primer Soviet de trabajadores en San Petersburgo.
El zar arrestó al todos los miembros del Primer Soviet y reprimió a los rebeldes, sin
embargo, su poder interno y externo había quedado muy debilitado. El sistema político
se encontraba asediado por las revueltas que adquirían un perfil de lucha clasista, con un
proletariado en continuo aumento y un campesinado mayoritariamente empobrecido.
Durante la Primera Guerra mundial, la falta de alimentos constituyó uno de los
problemas más graves, debido a la cantidad de campesinos que fueron movilizados para
la guerra. El estándar de vida de la población se degradó en forma acelerada y
comenzaron las primeras rebeliones. En febrero de 1917, en medio de una gran
movilización popular, un gobierno provisional basado en la autoridad de la Duma
reemplazó ala monarquía zarista. Volvieron a conformarse los soviets –agrupaciones de
base conformados por obreros, soldados o campesinos- cuya dirección y coordinación
intentaron acaparar los partido de izquierda. En noviembre de ese año se produce la
revolución bolchevique. Sobre la base de la idea de la universalización de la revolución,
la difusión de movimientos insurreccionales se regó por toda Europa y el miedo del
mundo capitalista adquirió ribetes altamente reaccionarios. En 1919 se crea la
Internacional Comunista, que se distanció de su rival – la Segunda Internacional
socialdemócrata- al no estar organizada como una federación libre de partidos de
izquierda, sino como un Cuartel General y el Estado Mayor de la revolución mundial.
El obstáculo externo de esta organización fue que el fracaso de los movimientos
radicales se potenciaba cuando los gobiernos europeos comenzaron a reconocer
políticamente a los partidos laboristas y socialdemócratas con la finalidad de disuadir
los conflictos políticos y sociales.
Más tarde, durante los planes quinquenales llevados a cabo por Stalin para la
industrialización a marcha forzada, el número de proletarios industriales alcanza una
cifra muy superior. Sin embargo, como estos planes no fueron iniciativas autónomas de
la sociedad sino imposiciones de la burocracia estatal, este proceso de industrialización
exigió un tributo escalofriante. Los trabajadores sobreexplotados por la industrialización
y los campesinos que vieron disminuida notablemente su capacidad diaria de consumo
de calorías, a consecuencia de las decisiones de los organismos planificadores que
exigían crecientes excedentes al campo para financiar el desarrollo industrial.
Crisis de la política notabilar (1870):
En 1870 se registró la primera crisis de la política moderna. El sistema notabilar no
parecía capaz de contener el avance de los procesos de sindicalización y la circulación
de las ideas socialistas, anarquistas y sindicalistas entre los obreros. Cuando empezaron
a aparecer los partidos y los sindicatos clasistas de masas, que eran capaces de movilizar
a una enorme masa de votantes y de manifestantes, la única alternativa posible a la
utilización de la reopresión permanente para acallar los reclamos obreros consistía en
decretar la ampliación de la base electoral. Si la clase obrera accedía al sufragio
universal su cooptación sería posible a corto plazo, ya que designaría el personal
político que regiría las sociedades occidentales.
Para evitar que los sectores populares votaran por otros ciudadanos que tenían sus
mismos intereses, era necesario diseñar un imaginario social común presidido por la
idea de que existía un interés general de la sociedad por encima de los intereses
individuales. Los procesos de cooptación de las clases subalternas fueron lentos en un
principio y se aceleraron durante la segunda mitad del s. XIX, tratando de revertir el
avance que el socialismo y el anarquismo registraban entre las masa obreras. Entre
1868 y 1874 las clases trabajadoras inglesas y francesas obtuvieron el sufragio
universal, y la extensión del sufragio alcanzó a varias sociedades europeas y
norteamericanas.
Así comenzaron a crearse los partidos burgueses que arrastraron tras de sí los votantes
de clase media. Además, a partir de la década de 1860, la burguesía buscó el respaldo de
la Iglesia Católica, que modificó su posición de censura al capitalismo, preocupada por
la expansión de ideas que pudieran fin a sus tradicionales privilegios. La Iglesia, así,
impulsó la formación de sindicatos católicos por toda Europa, destinados a cumplir un
papel muy destacado en la lucha contra el socialismo–movilizaron a cantidades
equivalentes de obreros y proporcionaron trabajadores esquiroles para cubrir los puestos
de otros obreros en caso de huelga-.
A partir de 1870, los nacientes partidos de masas debieron contar con una burocracia
que permitiera administrarlos adecuadamente. Así, más allá de las contribuciones de sus
afiliados, reclamaron la provisión de recursos de la tesorería del estado para financiarse
–para esto era necesario ganar elecciones y obtener bancas legislativas-. El anarquismo
evitaba por definición cualquier relación con el Estado. Su andamiaje se mantenía
exclusivamente con los aportes de los afiliados y sus recursos siempre resultaban
insuficientes. Los partidos socialistas, el gran debate que debieron enfrentar consistía
en definir si debían apuntar directamente a la revolución, o debían adoptar en principio
una vía reformista, introduciéndose al juego electoral, para después recién adoptar una
estrategia revolucionaria. Esta última opción se impuso, ya que para poder mantener la
estructura que demandaban los partidos de masas, era indispensable conseguir una firme
inserción en el sistema, que permitiera acceder a fuentes de financiamiento público. Por
esta razón, si bien llegando a la Primera Guerra Mundial existían grandes diferencias
entre el socialismo y los partidos burgueses, las posiciones extremas se habían acercado,
ya que ambos tenían un interés compartido: la preservación del aparato del Estado que
permitía que los partidos pudieran mantenerse y financiar su burocracia.
El advenimiento de la industrialización francesa y alemana, produjo un feroz proceso de
acumulación y explotación de los trabajadores. En ambos países las ideas del socialismo
revolucionario habían proliferado notablemente a partir de la década de 1830. En el caso
alemán, pese a la represión y los intentos de cooptación que implementó el gobierno, en
la década de 1870 surgió el primer partido socialista de masas, el partido Obrero
Socialdemócrata. Nacía de cara al desafío que ofrecía la alternativa de incorporarse a la
lucha política institucional. Si bien en un primer momento decidieron mantenerse al
margen del sistema, finalmente se fueron inclinando hacia una propuesta más reformista
Éste fue el primer partido socialista que tuvo una dimensión significativa en cuanto a
número de seguidores y votantes. Finalmente terminaron absolutamente asimilados al
sistema constitucional burgués (Cuando comenzó la Primera Guerra en 1914, siguiendo
la interpretación de la Segunda Internacional, el partido caracterizó el conflicto como
una guerra interburguesa y llamó a los obreros a no participar del frente de batalla.
Como los obreros se alistaron igual, y en la alternativa de perder a sus seguidores y
mantener la pureza ideológica, terminaron apoyando una guerra que consideraban
burguesa.)
En Francia, la expropiación de la tierra a los campesinos –lo cual los obligaba a
trasladarse a la ciudades- no existió porque los campesinos obtuvieron título de
propiedad. Además, las condiciones de vida en la cuidad eran aún peores que la
vigentes en el campo. Por esta razón, en la industria francesa, la mayor parte de los
obreros provenían de otras partes de Europa, fundamentalmente del este, donde las
condiciones de vida eran peores a las que imperaban en las ciudades francesas. El hecho
de que los trabajadores fueran inmigrantes, determinó que el reclamo por el sufragio
universal no fuera inmediato (ya que no estarían incluidos en la ley). Su forma de
acción se concentró en un proceso acelerado de sindicalización con características
claramente políticas. El marxismo se expandió rápidamente, sin embargo, la fuerza que
ruvo mayor éxito fue el anarquismo.

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