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El colapso del Comunismo. Charles Maier
¿Por qué se produjo el colapso del comunismo como sistema de gobierno a finales de los 80?
La mayoría ha puesto el acento en las demandas de libertad y en la superioridad económica del
capitalismo moderno. El problema no es que estén errados sino que son demasiado generales. El
mercado y un sistema de precios que funcione correctamente permiten un uso más eficiente de los
recursos y la satisfacción de las necesidades. Estimulan la innovación. Pero las economías socialistas
no siempre han fracasado tan clamorosamente. Sirvieron para organizar la reconstrucción de Europa
Oriental en la postguerra, sus tasas de crecimiento en esos años fueron comparables con las de
Occidente. Pero un sistema político basado en una única verdad de partido no puede conseguir un
apoyo real. Los regímenes represivos, son intrínsecamente vulnerables más cuando hay acceso a ver la
discrepancia entre los sistemas, poseen numerosos medios para acallar ese disentimiento.
La contingencia histórica o el impacto de factores exógenos siempre pueden ofrecer factores
explicativos. EL estímulo para el cambio a lo largo y ancho del mundo comunista fue la transformación
de la política soviética. Los soviéticos siempre trataron de acabar con sus disidentes pero Gorbachov
abandonó estos métodos, era consciente de encontrarse ante una crisis que no le dejaba otra opción
sino una reforma decisiva. Pero a lo largo de los 70 también se generaron abundantes crisis en
Occidente (inflacionaria, de liderazgo, de legitimación, del capitalismo). Muchas de las dificultades del
comunismo también han afectado a occidente. Aun cuando la descomposición del comunismo ha sido
función de sus propias rigideces e injusticias, también es verdad que ha sido resultado de tensiones y
presiones que afectaban tanto al Este como al Oeste. Algunas de las crisis del comunismo han sido
también crisis del capitalismo. Cada uno de los sistemas ha pagado por ellas de formas distintas. Los
conflictos ideológicos del 68 conmocionaron tanto al Este como al Oeste y fueron seguidas por una
profundización de las dificultades economías: la reacción de los países de la OPEP contra la provisión a
bajo precio de productos energéticos y la nueva conflictividad en torno a la distribución de la renta
nacional se sumaron a las tensiones inflacionistas y a la disminución del ritmo de crecimiento de la
productividad. El período 60-70 presentó una ruptura de gran relevancia y sus acontecimientos
demostraron una insatisfacción con los procedimientos administrativos del capitalismo del Estado de
Bienestar. Los acontecimientos del 89-90 guardan relación con aquellos. Los reformistas de Europa
Oriental, perdieron en el 68 bajo las fuerzas del establishment comunista, la fortaleza soviética hizo
añicos la reforma de Europa Oriental Sin el bastión ruso los países vecinos no hubieran podido resistir a
las presiones a favor de un cambio radical. Pero a finales de los 80 era la propia Rusia la que estaba
generando presiones en pro de la transformación. Bajo el liderazgo de conservadores centristas o
socialdemócratas postkeynesianos, las coaliciones políticas occidentales supervisaron la
reestructuración económica, dieron respuesta a nuevas demandas y dejaron que el proceso electoral se
encargase de digerir los impulsos radicales de 1968. Las oligarquías burocráticas de Europa del Este
tuvieron muchas dificultades para ajustarse, carecían de los recursos políticos para canalizar y gobernar
las transformaciones que finalmente tuvieron lugar.
A finales de 1989 el capitalismo remontaba vuelo, el colapso del comunismo parecía corroborar la
superioridad occidental política, económica y moral. Esto no implica negar que los sistemas de mercado
hayan superado a sus rivales comunistas en la satisfacción de las necesidades y deseos de los
consumidores. Ambos han estado sometidos a duras dificultades a largo plazo. La superioridad de la
economía occidental no es por su inmunidad a estos problemas sino por su capacidad para superarlos.
El colapso comunista ha sido una reacción a fuerzas de transformación que se presentaron en ambos
lados pero a las que los occidentales respondieron más temprana y menos traumáticamente. Ante las
dificultades económicas, occidente optó por la disciplina del mercado mundial mientras que el Este, dio
marcha atrás con las reformas que había comenzado. A lo largo de 50-60, ambas sociedades gozaron
de tasas de crecimiento más o menos equiparables, respondían a las oportunidades y demandas
derivadas de la recuperación de los estragos de la guerra, aunque occidente se mantuvo por delante por
su posición más avanzada y por la ayuda de USA. Las economías orientales, aunque en diferentes
grados, estaban desarrolladas o en vías de desarrollo.
En política, el estrechamiento del control soviético después de 1947-48 comportó una rápida
nacionalización, la colectivización de la agricultura y la planificación central. El crecimiento entre 50-55
fue rápido porque en el 50 había sido muy bajo. Con la muerte de Stalin, los trabajadores vieron la
oportunidad de rebelarse que se materializó en el 53. A principios de los 60, nuevas políticas de
descentralización, de responsabilización contable de las empresas, de aumento de los incentivos al
trabajo y establecimiento de precios reales, se iban dando en Europa Oriental. Los países no
comunistas, por su parte, desplazaron sus prioridades colectivas desde la inversión al bienestar, la
educación y el consumo doméstico. Tanto el Este como el Oeste relajaron sus respectivas ortodoxias.
Pero las reformas socialistas tenían sus límites, sobre todo si contribuían a la desviación política. El
nuevo sistema económico de Alemania Oriental, se alejaba de las pretensiones estalinistas, quitaba
importancia a la planificación central y confería más poder a las asociaciones de industrias socializadas.
Los beneficios debían servir como indicadores de éxito de las empresas y podían ser retenidos para
cubrir la reinversión y los planes de financiación. Los bancos tenían un papel de supervisión, establecía
más coordinación de mercado sobre el papel de la que permitía en realidad. Pero en el 71 se reintrodujo
la toma centralizada de decisiones y los controles centrales. El proceso que tuvo lugar en Europa
Oriental no fue una simple vuelta atrás, algunas de las iniciativas de reforma subsistieron. Los años 70,
con el aumento de los precios de la energía, las tensiones generadoras de estanflación y la aceleración
de las tecnologías electrónicas, fueron el peor momento para la reinstauración de la centralización,
aunque se tratase de una centralización modificada. Los créditos occidentales de la primera mitad de los
70 aplazaron la brusca reducción del crecimiento hasta mediados de la década. Los créditos
occidentales también aplazaron la necesidad de abordar reformas de estructura. El esfuerzo decisivo
para liberalizar los precios o dejar vía libre a las quiebras de empresas se aplazó hasta finales de los 80.
En todos los casos se esforzaron por preservar o restaurar la planificación centralizada. Pero ésta era
una estrategia que sólo podía funcionar en el aislamiento respecto de Occidente. Ahora bien, cada uno
de estos países incrementó sus relaciones con los mercados mundiales. Con la excepción de Hungría,
los 70 conllevaron un énfasis renovado en proyectos centrales e inversión nacional. Los avances de la
Unión Soviética eran producto del desarrollo extensivo, el crecimiento dependía de la mayor utilización
de trabajo, capital y tierra, no del aumento de la eficiencia de la producción. La productividad por
trabajador a duras penas aumentaba y las máquinas no ganaban eficiencia. La organización social
parecía estar perdiendo la cohesión.
El éxito económico del comunismo tuvo mucho que ver con un período particular del desarrollo
industrial. La planificación central y el desarrollo parecieron viables desde los 30 al 69 porque la
tecnología preponderante de la época parecía apoyarse en grandes unidades productivas y en la
industriapesada. El progreso económico parecía depender de la producción en masa. La eficiencia
quedaba simbolizada en la cadena de montaje, la producción mecanizada de productos estandarizados.
Los planificadores comunistas se identificaron con el fordismo tanto como los occidentales. Métodos de
cadena de montaje, mecanización, trabajo intensivo eran aceptados en ambas formas de sociedad. Las
sociedades comunistas se identificaron más con el acero y la producción estandarizada basada en él. La
planificación central era enteramente apropiada para el desarrollo de la infraestructura del carbón y el
acero de la era industrial. Así los soviéticos se convirtieron en el mayor productor de acero de los 70.
Luego estas y las norteamericanas comenzaron a ser desplazadas por las acerías japonesas cuyos
costes eran menos elevados y se vieron obligados a cerrarlas o estabilizarlas con menos trabajadores.
El aumento de la producción, la extracción de aún más carbón, no era lo que podía constituir una
garantía para las economías socialistas, si se habían de integrar al mercado mundial, se encontraban
con minas e industrias no competitivas, hallarían la peor degradación ambiental del planeta. Además, no
calcularon las oportunidades que perdían en otros campos de actividad.
En la medida en que las economías occidentales no podían derivar fuerza de trabajo de la vieja base
industrial a las nuevas industrias competitivas, el desempleo a largo plazo se convirtió en una grave
dificultad. Allí donde la reconversión tuvo éxito, el paro acompaño el proceso. Las economías de
planificación central, trataron de eludir esta tendencia, a la vez que mantenían una elevada proporción
de sus trabajadores ocupados en la agricultura, los países de Europa Oriental siguieron expandiendo su
sector de carbón y acero. Proporcionaban trabajos para todos aunque para esto tuvieran que mantener
plantillas hinchadas en las fábricas o cubrir puestos de vigilantes de aseos públicos. Una parte de la
diferencia entre los sistemas estriba en la aceptabilidad del paro: los occidentales veían una cifra de
parados como un escándalo hasta que en los 80 llegaron a la conclusión de que era una opción cuasi
voluntaria o que reflejaba una actitud reluctante hacia el trabajo ofrecido.
El problema era que para esa época existían demasiadas conexiones para que el Este siguiese siendo
un sistema cerrado, las importaciones soviéticas se dispararon, el Este necesitaba mercancías
occidentales y lo único que podía vender a cambio eran materias primas. Tomaron conciencia de que
eran cada vez más importantes los ordenadores y no ya los altos hornos, la superioridad de las armas
inteligentes sobre las demás. Fue el compromiso y la identificación con un modelo que tuvo éxito
industrial y al que dedicaron sus energías en 40-70 lo que sumió en un estado de hipnosis a los países
socialistas mientras sus competidores occidentales estaban ya reestructurándose. Este retraso les costó
su sistema. En occidente, lo que importaba en los 80 era la modernización de las actividades, el nuevo
auge del liberalismo y el mercado, la creación de nuevos puestos de trabajo, la transición comportó un
tremendo reajuste en las premisas tanto políticas como económicas. Pero mayores iban a ser los de la
reestructuración de Europa Oriental, en donde las pretensiones comunistas de liderazgo político y
societario ya no podían seguir sustentándose.
La perpetuación de sus grandes dificultades, certificó la patología del comunismo en los 80. Sin
embargo, la reestructuración y la creación de empleo real que tuvo lugar en las economías de mercado
de ninguna manera ha representado una victoria para todos. La victoria del capitalismo ha consistido en
que el sistema ha promovido el cambio tecnológico y ha generado riqueza y bienestar para muchos a
pesar de las víctimas. Las víctimas del comunismo son de mayor amplitud, menos segregadas y menos
marginalizadas. Se han visto afectadas por escaseces generalizadas, han padecido las restricciones
impuestas a la actividad política, la libertad de movimientos y la libertad de expresión. Se negaron a que
las decisiones políticas ocupasen el lugar que les correspondía.
En estrecha conexión con las dificultades económicas de ambos sistemas estuvo la difusión de las
ramificaciones de 1968, el auge de los movimientos sociales, las nuevas demandas de la sociedad.
Hubo en Occidente y en las Américas un recrudecimiento de los conflictos de clase y surgimiento
militante de los movimientos estudiantiles y la erosión de los partidos tradicionales. Tanto en el Este
como en el Oeste los partidos tradicionales hallaron problemas para expresar adecuadamente los
nuevos temas y contradicciones de la sociedad civil. Ambos afectaron una crisis de control burocrático,
que complicó a los gobernantes autoritarios. Tampoco la represión pudo tomarse en cuenta como opción
viable en los estados comunistas. La transición a partir de un sistema capitalista autoritario puede ser
más fácil, en la medida en que nunca llegaron a ser extirpadas totalmente algunas de las bases de la
oposición. Los grupos de interés que se coaligan para competir en el mercado capitalista, aun en
dictadura, proporcionan núcleos para la futura representación abierta de empresarios y trabajadores. Sin
embargo, las economías comunistas privaban a los sindicatos de gran parte de sus funciones reales,
dada la inexistencia de mercado laboral. El pleno empleo no requiere luchas, los conflictos salariales
abiertos no son tolerados. La transición a un sistema democrático no requiere la existencia de mercados
libres para que pueda surgir una sociedad civil o para que aparezcan asociaciones que exijan más
democracia. Las nuevas asociaciones cívicas surgidas puede que no gozasen de incentivos económicos
capitalistas. Tanto en la política como en economía las estructuras de mando han perdido coherencia.
Occidente se ha mantenido allí donde es Este se ha hundido. El mercado ha triunfado como principio de
regulación en un momento en el que los sistemas multipartidistas se muestran incapaces de definir un
interés público trascendente. El autoritarismo ha fracasado porque los regímenes de partido único
tampoco han podido definir un interés público trascendente. La crisis del comunismo sólo podrá ser
cabalmente entendida en el marco de una perspectiva más comprehensiva de la transformación social y
política de las décadas finales del s. XX. Esta transformación se basó en la relocalización global de la
industria pesada, el crecimiento de los servicios y de las comunicaciones electrónicas y las migraciones
de masas desde el Tercer Mundo a las economías avanzadas. Sus dimensiones culturales han
implicado un nuevo énfasis en el lenguaje como matriz de la organización social, desplazamientos en el
terreno de las mentalidades y la tecnología. Los ajustes de mercado sustituyen al pleno empleo y a la
mayor igualdad como principio regulador de la vida occidental en USA, Europa Occidental y
Latinoamérica. La libertad individual tiene una larga tradición; que el mercado conserve suficiente fuerza
normativa a medida que se desarrollen nuevos conflictos. Confrontado con cambios de tanta
envergadura, el sistema de creencias comunistas ha quedado anulado. Sería absurdo pretender que la
democracia ha triunfado para siempre. Pero si volviera la dictadura debería encontrar un nuevo principio,
más allá de la fuerza, para dar satisfacción a la sociedad civil.

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