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Comunicación a distancia y espacio privado. La comunicación familiar (1870-1930)
Colección y recuerdo: la fotografía y el fonógrafo
A partir de mediados del siglo XIX, se asiste por tercera vez en cien años al surgimiento de una
nueva representación de la comunicación. Un siglo antes se había pasado de una visión galante de las
máquina de comunicar a una nueva perspectiva que las consideraba como instrumentos de poder del
Estado (el telégrafo óptico de Chappe) y de la Bolsa de valores (telégrafo eléctrico de Cooke). Al mismo
tiempo vemos que la mayor parte de los inventores ya no son científicos como Chappe y Niepce sino
técnicos autodidactos que crearán su propia empresa para desarrollar y comercializar su invento. Es el
caso de Cooke, Morse, Daguerre y Disderi.
Esta segunda época de la comunicación moderna es también la de la transformación de la vida
privada por el apogeo de la familia victoriana y el repliegue hacia la vida doméstica. Ubicado en el
centro del salón, junto al fuego, el piano empieza a convertirse en un signo de estatus social y de una
práctica familiar importante hasta ser uno de los primeros instrumentos de ocio doméstico de masas.
Mientras la orquesta sinfónica alcanza su apogeo, el público se aleja geográficamente de los
lugares de representación ya que comienza a establecerse en los barrios periféricos de las afueras de las
grandes ciudades industriales. Es por eso que comienza a afirmarse una demanda potencial importante
para el nuevo instrumento diseñado por Edison: el fonógrafo.
Hacia 1890, el conjunto de fabricantes de fonógrafos y gramófonos ofrecen un aparato
especialmente diseñado para su uso doméstico, pero recién acabada la Primera Guerra Mundial el
fonógrafo, junto al teléfono y al automóvil, se generalizan ampliamente en las familias norteamericanas.
No obstante, es, después de la prensa, el primer medio de comunicación de masas.
Una publicidad de 1905 cita a un granjero de Michigan: “… no podemos ir a la ciudad porque
somos once de familia, pero cuando las ventanas están cubiertas de escarcha escuchamos El Danubio
Azul dando gracias al señor Edison”. La colección familiar de discos y canciones se inscribe en la
relación que la familia victoriana creó con el mundo exterior.
Al igual que la fotografía, el disco constituye un medio de conservar fragmentos musicales o el
recuerdo de los temas y de las estrellas ya escuchadas. El gusto por las colecciones, antes limitado a la
aristocracia, se extiende entre las capas burguesas transformándose en un nuevo elemento de status
social.
Para introducirse en el hogar posvictoriano, el fonógrafo tuvo que integrarse en el mobiliario y
presentarse como un elemento decorativo. En 1906, Víctor lanza un fonógrafo en caoba que tiene el
mismo acabado que un piano.
Nacidos como formas de distinguirse del resto de la sociedad, la fotografía y el fonógrafo se
convierten en un apoyo para captar el pasado y relacionarse con el mundo exterior, hasta convertirse en
una neurosis por retener recuerdos.
Es después de la Primera Guerra Mundial, cuando se generaliza un nuevo género musical (el
jazz) que los principales valores victorianos empiezan a decaer: el nacimiento del disco de jazz se vio
acompañado por una afición desmesurada por un baile más libre, donde los jóvenes se emancipan
respecto a la vigilancia de los adultos. A partir de este momento empieza a aparecer una obsolescencia
muy rápida de las modas, la actividad promocional de los editores se hace más potente y el título de
éxito se impone sobre el repertorio.
En el curso de un siglo, la comunicación estuvo destinada al Estado, primero, luego al mercado
capitalista y, por último, a la familia. Pero un nuevo espectáculo colectivo (el cine) nace y se generaliza.
Habría que esperar hasta la aparición de la televisión para que una nueva máquina de comunicar se
insertara en el corazón del domicilio privado.

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