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264 Los negocios y sus intercambios externos: ecoLogía y consumidores individuos que no la pagan, especialmente en esta era de las fotocopiadoras.12 Puesto que las personas saben que pueden convertirse en gorrones y adquirir la información reunida por otros sin pagar su parte, la cantidad de gente que está dispuesta a pagar por la informa- ción es demasiado baja para que las organizaciones puedan cubrir sus costos. En segundo lugar, a menudo los consumidores no están dispuestos a pagar por la información porque no saben qué tan valiosa es para ellos hasta que la obtienen, y entonces ya no necesitan pa- garla porque ya la tienen. Por ejemplo, los consumidores podrían pagar por la información contenida en un reporte de investigación, y después descubrir que ya conocían el conte- nido del reporte, que no se trata de los productos que desean comprar o que la información sobre dichos productos es irrelevante. Los consumidores no saben de antemano y con precisión lo que están comprando cuando adquieren información, y por ello no están dis- puestos a pagar los costos que las organizaciones deben cobrar por reunirla.13 Por lo tanto, los mercados por sí mismos son incapaces de apoyar a organizaciones que proporcionan a los clientes la información que necesitan; este tipo de organizaciones deben basarse en contribuciones caritativas o en fondos del gobierno. Una segunda crítica al argumento de que los libres mercados resuelven todos los pro- blemas de los consumidores apunta a la característica (f): el supuesto de que el consumidor es un “optimizador racional de la utilidad”. Como plantea un autor, el cliente que se aduce con este tipo de argumentos es “un individuo racional, preocupado por el presupuesto que busca sin descanso maximizar su satisfacción... [que es capaz] de planear, de ‘esperar’, de reflexionar. El consumidor definido por la teoría cuida cada centavo”.14 Con mayor preci- sión, el optimizador racional de la utilidad que se supone es el consumidor, es una per- sona que posee un conjunto bien definido y congruente de preferencias, y que sabe cómo afectarán sus decisiones personales a dichas preferencias. Por desgracia, virtualmente todas las decisiones de los consumidores se basan en es- timados de probabilidad hechos con respecto a las posibilidades de que los productos que compran funcionen como creen que lo harán. Toda la investigación disponible demuestra que nos volvemos sumamente ineptos, irracionales e inconsistentes cuando tomamos deci- siones basadas en estimados de probabilidad.15 En primer lugar, como es obvio para cualquier observador, pocos de nosotros somos buenos para estimar probabilidades. Generalmente subestimamos los riesgos de activi- dades personales que ponen la vida en peligro como conducir, fumar o comer alimentos fritos, y de resultar lastimados por los productos que usamos, y sobreestimamos las proba- bilidades de sucesos poco probables pero memorables, como los tornados o ataques de osos pardos en parques nacionales.16 Algunos estudios han demostrado que nuestros juicios de probabilidad son erróneos por varias razones, incluyendo las siguientes: 1. Cuando se dispone de nueva información se ignoran las probabilidades anteriores, incluso si la nueva información es irrelevante. 2. Un énfasis en la “causalidad” provoca que se dé poca importancia a evidencias que son relevantes para la probabilidad, pero que no se perciben como “causales”. 3. Las generalizaciones se hacen con base en hallazgos de muestras pequeñas. 4. La creencia se ubica en una “ley del promedio” de autocorrección pero inexistente. 5. La gente cree que tiene control sobre eventos totalmente fortuitos.17 En segundo lugar, como lo han demostrado varios investigadores, la gente es irracional e inconsistente cuando evalúa las opciones con base en estimados de probabilidad de costos o beneficios futuros. Por ejemplo, un grupo de investigadores descubrió que cuando se pide a las personas que ordenen probables beneficios, de manera inconsistente ordenan un be- neficio como mejor o peor que otro. Otro investigador encontró que cuando le preguntó a la gente cuál de dos probables beneficios prefería, a menudo respondía que pagaría más por el beneficio que prefería menos. Otro conjunto de estudios reveló que, en muchos casos, la mayoría de las personas prefiere un probable beneficio por sobre otro en un contexto, pero que invierte sus preferencias en un contexto diferente, aun cuando los probables beneficios fuesen idénticos en ambos contextos.18 gorrones individuos que disfrutan de los beneficios de un bien sin pagar su parte del costo. optimizador racional de la utilidad Persona que tiene un conjunto bien definido y congruente de preferencias, y que sabe cómo afectarán sus deci- siones personales a dichas preferencias. Vela�squez 06.indd 264 24/5/06 08:46:09 La ética de La producción y marketing de artícuLos de consumo 265 Por último, como varios críticos han señalado y como vimos en el capítulo 4, a me- nudo los mercados no logran incorporar las características más fundamentales de los mer- cados competitivos: la presencia de un gran número de compradores y vendedores. Aun- que la mayoría de los mercados cuentan con numerosos compradores o consumidores, aún muchos, quizá la mayoría de los mercados de consumo son monopolios u oligopolios; es decir, están dominados por uno o pocos vendedores grandes. Los vendedores de mercados monopólicos y oligopólicos son capaces de extraer utilidades anormalmente elevadas de los consumidores al asegurarse de que el abasto no sea suficiente para cubrir la demanda, creando así una escasez que incrementa la presión en los precios. Entonces, en general, no parece que las fuerzas del mercado por sí mismas puedan resolver todos los asuntos de seguridad, ausencia de riesgo y valor de los consumidores. Las anomalías del mercado, que se caracterizan por una información inadecuada para el con- sumidor, decisiones irracionales por parte de los consumidores y mercados concentrados, debilitan los argumentos que tratan de demostrar que los mercados por sí mismos quizá proporcionen una protección adecuada para los consumidores. En su lugar, éstos deben ser protegidos a través de estructuras legales del gobierno y por medio de iniciativas volunta- rias de comerciantes responsables. Ahora, examinaremos varios puntos de vista acerca de las responsabilidades que tienen los negocios con respecto a los consumidores —perspec- tivas que forman la base de muchas de nuestras leyes de consumo y de crecientes llamados para que las compañías acepten la responsabilidad de proteger al consumidor. Desde luego, queda claro que parte de la responsabilidad de los daños que sufren los consumidores debe residir en ellos mismos. Con frecuencia los individuos son descuidados al usar los productos. Los que “hacen las cosas por sí mismos” utilizan sierras eléctricas sin protecciones o emplean líquidos inflamables cerca de llamas encendidas. A menudo la gente usa herramientas e instrumentos sin tener la habilidad, el conocimiento o la pericia para manejarlos. Las lesiones también son el resultado de fallas en el diseño del producto, de los mate- riales con que están hechos los productos o en los procesos que se utilizan para construir los productos. Los defensores de los consumidores aseguran que, en la magnitud en que los defectos de fabricación sean fuente de lesiones relacionadas con productos, la obligación de disminuir al máximo las lesiones reside en el fabricante. El productor se encuentra en la mejor posición para conocer los peligros que plantean ciertos productos y para eliminar los peligros durante la fabricación. Además, la experiencia del productor le da los conocimien- tos con respecto a los materiales y los métodos de fabricación más seguros, y le permite construir protecciones adecuadas en el diseño del producto. Finalmente, puesto que el productor está muy familiarizado con el funcionamiento del producto, esquien informa mejor a los consumidores sobre la forma más segura de usar el producto y sobre las precau- ciones que deben tomarse. Entonces, ¿en dónde termina la obligación de los consumidores de proteger sus pro- pios intereses y dónde inicia la obligación del fabricante de proteger los intereses de los consumidores? Se han desarrollado tres distintas teorías acerca de las obligaciones éticas de los fabricantes, cada una de las cuales destaca un equilibrio distinto entre las obligaciones de los consumidores con ellos mismos y las obligaciones del fabricante para con los consu- midores: la perspectiva del contrato, la perspectiva del “debido cuidado” y la perspectiva de los costos sociales. La perspectiva del contrato asigna mayor responsabilidad al consumidor, mientras que las perspectivas del debido cuidado y de los costos sociales consideran que el fabricante tiene la mayor responsabilidad. A continuación examinaremos cada perspectiva. 6.2 La perspectiva del contrato de las obligaciones de la compañía con los consumidores De acuerdo a la perspectiva del contrato de las obligaciones de la compañía con sus consumidores, la relación entre una compañía de negocios y sus clientes es esencialmente Repaso breve 6.2 Problemas del supuesto de optimización racional de la utilidad • Pocas personas son buenas para estimar probabilidades • La gente es irracional e inconsistente al evaluar opciones • Muchos mercados de consumo son monopolios u oligopolios perspectiva del contrato de las obliga- ciones de la compañía con los consumidores La perspectiva de que la relación entre una com- pañía de negocios y sus clientes es básicamente de tipo contractual, y que las obligaciones morales que tiene la compañía con el cliente son las creadas por esta relación. Vela�squez 06.indd 265 24/5/06 08:46:10
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