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60 animoso y digno, y a los que están en los extremos, como que están dentro de las virtudes, por ejemplo, al atrevido llamándole valiente, al pródigo, liberal, pues así le parecerá al vulgo y a la vez se comete un paralogismo (99) a partir de la causa, pues si uno se pone en peligro cuando no es ne- g cesario parecerá que se arriesgaría mucho más donde co rrespondiera, y si es despilfarrador con cualquiera, más con los amigos; ya que es exceso de virtud el hacer bien a todos. L u g a r e s e n re la c ió n co n e l o y e n t e y e l a l a b a d o . También hay que mirar ante quienes es el elogio, pues como Sócrates decía, no es difícil ensalzar a los ate nienses ante los atenienses (100). Hay que alabar como exis- io tente lo que en cada lugar se estima, por ejemplo, si es entre escitas o espartanos o filósofos. Y además, en gene ral, hay que considerar noble lo que es estimado, dado que se suele pensar que lo comunmente estimado es siempre vecino de lo noble. Y también es noble lo que es adecuado, como si uno es digno de los antepasados y de lo que ha hecho antes, pues hace feliz y es noble el adquirir más ho- 15 ñor. O también si sobrepasa lo adecuado hacia algo mejor y más noble, como si en la ventura es moderado y en la desgracia magnánimo, o se hace mayor, mejor o más con ciliador. Tal es lo que dijo Ifícrates: «de quiénes salido y a qué he llegado», y lo del vencedor olímpico [Simónides 110 D.]: «Antes en mis dos hombros sosteniendo un áspero...» y lo que escribió Simónides [85 D.]: «La que tenía el padre, el marido y los hermanos reyes». go I 9 51 L u g a r e s p o r l a i n t e n c i ó n d e l a l a b a d o . Puesto que el elogio es por las acciones y es propio del diligente lo que es intencionado, hay que intentar mos trar que nuestro ensalzado obra por elección. Es útil mos trar que lo ha hecho muchas veces; por esto los accidentes y lo que proviene de la suerte, hay que tomarlo como de 26 propósito, pues si uno presenta en sí muchas y semejantes cosas, parecerá que son signos de virtud y de propósito de liberado. D e f i n i c i o n e s d e e l o g i o y d e e n c o m i o . El elogio es un discurso que muestra la grandeza de una virtud. Es, por consiguiente, preciso mostrar los hechos como que son de tal virtud. El encomio es siempre de ac ciones (y lo que las acompaña (101 ) sirve de argumento re tórico; por ejemplo, la nobleza y la educación, pues es ve- 30 rosímil que de buenos proceda uno bueno, y que el así educado sea tal). Por eso encomiamos a los que han hecho algo. Las obras son signos de la manera de ser (102), puesto que podemos elogiar al que nada ha hecho, si creyéramos que es de tal manera. Bendecir (103) y felicitar son entre sí lo mismo, mas no son lo mismo que los anteriores elogio y encomio, pues según la felicidad implica la virtud, tam- 35 bién la felicitación implica como partes elogio y encomio. A p l i c a c i ó n d e l o s l u g a r e s d e l a o r a t o r i a d e l i b e r a n t e A LA DEM OSTRATIVA. Son de aspecto común el elogio y los consejos, pues lo que se expone en un discurso deliberativo, basta cambiar- 1368 & lo de forma y resultan encomios. Puesto que sabemos lo que se debe hacer y cómo hay que ser, es preciso al decir esto como consejo (104), cambiar y dar la vuelta a la frase;
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