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Estilo e Disposição no Discurso

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Cu a l id a d e s d e l e s t il o .
Analizar aún más el estilo, y decir cómo ha de ser agra­
dable o magnífico, es superfluo, pues ¿por qué ha de con­
venir esto más que la sobriedad y la liberalidad, o cualquier 
otra virtud moral que haya? Pues que sea agradable el es­
tilo, lo logrará lo que ya se ha dicho, si se ha definido bien 
la virtud del estilo (137), pues ¿por qué causa es preciso que 
el estilo sea claro y que no sea bajo, sino decente? Pues si 
se habla con prolijidad, no será claro, ni tampoco si breve. 
Mas es evidente que conviene un término medio. Y lo que 
se diga resultará agradable si se mezclan bien las palabras 
corrientes con las extrañas y si hay ritmo y la persuasión 
que procede de la conveniencia.
Hemos tratado sobre el estilo, lo mismo en general para 
todos los géneros, que en especial para cada uno. Nos que­
da ahora tra tar de la disposición.
E x p o sic ió n y d e m o st r a c ió n .
Hay dos partes del discurso, pues es preciso exponer el 
asunto de que se trata y hacer después la demostración. Por 
eso es imposible decir sin demostrar o demostrar sin haber 
expuesto previamente, porque el que demuestra demuestra 
algo, y el que enuncia algo lo enuncia para demostrarlo. De 
estas dos partes la una es la exposición, la otra la argumen­
tación, como también se podría hacer la división diciendo 
que lo uno es la cuestión y lo otro la demostración ( 138 ). Mas 
ahora hacen divisiones ridiculas; pues la narración es pro­
pia sólo del discurso forense; y ¿en el demostrativo y en el 
deliberativo cómo cabe que haya narración cual la que di­
cen, o refutación de la parte contraria o epílogo en los dis­
cursos demostrativos? El exordio, el cotejo de razones, la 
recapitulación, se presentan a veces en los discursos deli­
berativos, cuando hay disputa. Y ciertamente, en cuanto
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son éstos acusación y defensa, muchas veces, mas no en 
cuanto discurso deliberativo; mas el epílogo no corresponde 5 
ni siquiera a todo discurso forense, por ejemplo, si es pe­
queño, o el asunto fácil de recordar, pues acaece que así se 
abrevia la longitud.
O t r a s p a r t e s d e l d i s c u r s o .
Las partes indispensables son, pues, exposición y argu­
mentación, Estas son las esenciales, y cuando más, exordio, 
exposición, argumentación, epílogo; porque la refutación 
de la parte contraria pertenece a la argumentación, y el 10 
cotejo de razones es ampliación de las razones de uno mis­
mo, de modo que es una parte de los argumentos, pues de­
muestra algo el que tal hace; mas no es éste el fin del pró­
logo ni el del epílogo, sino que hacen recordar. Será, pues, 
si alguien distinguiera estás partes, lo que hacían los dis­
cípulos de Teodoro (139), que separaban por una parte la 15 
narración y por otra la postnarración y prenarración, y 
la prueba y sobreprueba. Es preciso poner un nombre 
cuando se dice una especie y una diferencia, mas si no, re­
sulta vacío y huero, como hace Licimnio (140) en su Arle, 
dando los nombres de «proilación» (141 ) y «divagación» y 
«ramas».
D e l e x o r d i o . 14
El exordio es el comienzo del discurso, lo mismo que el 
prólogo en la poesía y el preludio en la música de flauta, 20 
pues todo esto son preámbulos y como preparación del ca­
mino para lo que sigue. El preludio en la flauta es seme­
jante al exordio de los discursos demostrativos, pues cier­
tamente los flautistas al preludiar, lo que saben tocar bien 
lo ejecutan como preludio y enlazan con la nota que da el 
tono, y también en los discursos demostrativos es preciso 25

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