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ΙΠ 17 225 ciendo razonamientos contrarios, sobre todo si ha sido con siderado favorablemente, pues lo mismo que no se admite a un hombre que se ha creído sospechoso, tampoco un is discurso si el adversario se juzga que ha hablado bien. Es preciso, pues, preparar lugar en el oyente para el discurso que va a venir, lo cual sucederá si se destruyen las razones del contrario. Por eso después de luchar o contra todos los argumentos o contra los más importantes, o contra los que más han gustado, ,o contra los vulnerables, así han de pro barse las razones de uno mismo. «De las diosas en primer lugar haréme aliado... 20 porque yo a Hera...» [Eur. Troy. 969, 971]. E n estos versos se tocó primero el punto más débil. P a r a h a b l a r s o b r e u n o m i s m o . Sobre los argumentos ésto es lo que había que decir. Sobre el carácter, como si se dicen algunas cosas sobre uno mismo es ello motivo de herir o de palabrería o de contra dicción, y si sobre otro, de injurias o grosería, es necesario 25 figurar que es otro quien habla, lo cual hace Isocrates en el Filipo y en la Anfídosis (175), y es como Arquíloco vitu pera, pues presenta al padre diciendo contra la hija en los yambos [ir. 74 D.]: «De las cosas ninguna es inesperada ni que se pueda jurar so [imposible.» Y presenta al carpintero Carón en el yambo que comien za [fr. 22 D.]: «No las de Giges me...» Y como Sófocles hace rogar a Hemón por Antigona (176) a su padre, como si hablaran otros. Ill 18 226 E n t i m e m a y s e n t e n c i a . Conviene también cambiar los entimemas y hacerlos sentencias algunas veces; por ejemplo: «Es preciso que los que tienen cabeza hagan las paces con el enemigo cuando están en buena fortuna, porque así es como podrán sacar más ventaja» (177). En forma de entimema sería: «Si es pre ciso hacer las paces cuando pueden ser más útiles y más ventajosas, es preciso que las hagan cuando están en bue na fortuna». La i n t e r r o g a c i ó n e n e l d i s c u r s o . Acerca de la interrogación es m uy oportuno hacerla, so bre todo, cuando, dicho uno de los dos términos de la alter nativa, si se hace una pregunta más, corresponde decir el absurdo; por ejemplo, Pericles preguntaba a Lampón (178) sobre la iniciación de los misterios de Deméter Soteira, y como respondiera que no era posible que lo oyera un no iniciado, le preguntó si lo sabía él, y al afirmarlo, dijo Pe- rieles: ¿Y cómo, si no estás iniciado? En segundo lugar, cuando uno de los términos es evi dente, y el otro sabe bien claro el que interroga que se lo concederá; aunque cuando se ha preguntado una de las pre misas, no es necesario seguir preguntando lo que es evi dente, sino enunciar la conclusión; por ejemplo, Sócrates, al negar Meleto que él creyera en los dioses, pero admitiendo que reconocía algo divino, le preguntó Sócrates si no era verdad que los daímones eran hijos de los dioses o algo di vino. Y al decir Meleto que sí, repuso: —¿Es que hay quien cree que existen los hijos de los dioses, y no los dioses mismos? (179). También cabe la interrogación cuando se va a demos trar que el adversario se contradice o dice algo inaudito. En cuarto lugar, cuando no quepa resolver la dificultad 18 1419 a 5 10
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