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El Códice De la Cruz-Badiano

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Ensayo
“El Códice De la Cruz-Badiano”
María Leticia Cruz Blas
Dicho códice el Libellus de medicinalibus indorum herbis (Libro de Hierbas Medicinales de los Indios), su nombre original, fue escrito en 1552 por un médico náhua, llamado Martín de la Cruz un médico indígena experto debido a procedimientos que obtuvo por experiencia y traducido al latín por el indio Juan Badiano, mientras que probablemente un tercer colaborador, cuyo nombre se ignora, pero cuyo oficio de tlacuilo era evidente, pintó conservando glifos y procedimientos prehispánicos las mismas plantas que en el texto se cita. Éste, representa una de las fuentes de información más antiguas de la medicina herbolaria en Mesoamérica escrito después de la conquista española.
La obra se realizó bajo las órdenes de Fray Jacobo del Grado, para solicitar al monarca de España (Carlos V) ayuda económica para el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, con un presente que favoreciera a los indígenas y así, otorgara el apoyo. 
Anteriormente, se habían escrito otros textos en los cuales se estudiaban una variedad de usos de las plantas, principalmente para la medicina. No obstante, se crearon desde el punto de vista de la historia natural, ligada a una visión extensa del mundo.
Entre los personajes que abordaron el tema de las plantas como remedio medicinal están Teofrasto, Pedacio Dioscórides y Plinio el Viejo, cuyas obras –especialmente las de estos dos últimos- sirvieron de ejemplo para los siguientes códices.
En el códice, a parte del texto, se pueden contemplar ilustraciones de suma importancia a cerca de plantas y otros elementos que engloban una expresión indígena, de confección muy similar a las pinturas precortesianas.
A pesar de que éste fuera escrito en latín, conserva conceptos en náhuatl para referirse a las plantas tal y como eran conocidas en la cultura indígena. Comúnmente las plantas se representan encima de un glifo relacionado con su localización, con el medio en donde crecían. En sí, la cooperación de índole colonial que se tuvo para realizar el documento no suprimió el carácter “mágico” de algunas de sus concepciones, reiterando su originalidad. De cualquier forma, estos contenidos no quitan –ni quitaban en ese entonces- al documento su lectura de intención científica. 
Algo para mencionar, es que el códice no está escrito conforme a la estructura y orden de las plantas o los remedios obtenidos de ellas, como en cualquier códice europeo tradicional, que normalmente siguen el modelo de la obra de Dioscórides. Este códice, en cambio, está ordenado en función de las enfermedades o padecimientos. 
Por otro lado, los nombres de las plantas dibujadas en el documento tienen un lugar prevaleciente al anteceder a los títulos de las enfermedades. Cabe destacar, que el Libellus es el primer escrito en donde se tienen representadas plantas americanas, distinguiéndose las mexicanas.
Los productos mencionados en el Códice de la Cruz-Badiano como medicamentos para tratar enfermedades son totalmente indígenas. El orden anatómico en que se muestran las enfermedades, que va de cabeza a pies, corresponde a un principio indígena de clasificación, el cual encaja con el orden empleado también en escritos médicos europeos. Los nombres de las enfermedades aparecen siempre en latín. Aunque, no todas las enfermedades indicadas en la obra tienen una correlación con las de la cultura indígena. Lo anterior deriva de que se hablan de enfermedades atribuidas a los habitantes de España. Puesto así, quiere decir que hay una evidencia contundente del carácter mestizo de dicho documento.
El escrito, hace alusión también a medicinas de origen no vegetal, tales como ceniza, cuernos de venado, cabellos, etc.
En el siglo XVII, el Libellus se copió y una réplica fue adquirida por Jorge III, su rastro se pierde hasta 1902, cuando fue adquirido por la Biblioteca Vaticana. El texto regresó a México en 1990 después de casi 450 años de ausencia.
Con respecto a qué importancia tiene para el farmacéutico, tiene que ver con los vestigios de que los mexicas muestran objetivamente su concepto de “forma farmacéutica”, aunque no en el sentido que ahora se le otorga, pero constituye un conocimiento importante. 
Así también, la existencia de un remedio o medicamento manifiesta, por sí mismo, una forma farmacéutica y una determinada vía de administración. Por ello, es posible hacer un análisis de las formas farmacéuticas plasmadas en el Libellus, aun cuando Martín de la Cruz no hubiera definido de manera explícita el concepto de forma farmacéutica. Por consiguiente, esto corrobora la trascendencia del escrito.
La adecuada correlación entre el órgano blanco, la forma farmacéutica y la vía de administración del medicamento no se debe a un hecho aleatorio, sino a un conocimiento farmacéutico derivado de la observación y el análisis de la respuesta de un paciente a un determinado medicamento para una entidad patológica específica; por lo cual, sería un buen punto para analizar debidamente el códice, ya que nos acerca como farmacéuticos a la idea de que poco a poco y con pericia, fueron nuestros antepasados capaces de comprender la forma de actuar de las plantas en nuestro organismo, a pesar de que hubo también que experimentar y cometer errores antes de llegar a una conclusión que estableciera los tipos de plantas que servían para cierto padecimiento y cuáles sin duda alguna, no eran indicadas para tratar ningún tipo de enfermedad.

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