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TRATADO BREVE DE CONCUPISCENCIAS Y PRODIGIOS Mauricio List Reyes Fabian Giménez Gatto (coordinadores) © Tratado breve de concupiscencias y prodigios Mauricio List Reyes, Fabián Giménez Gatto (coordinadores) Primera edición, 2016. © D.R. 2016 La Cifra Editorial S. de R.L. de C.V. Avenida Coyoacán 1256-501, Col. Del Valle, C.P. 03100, Ciudad de México. contacto@lacifraeditorial.com.mx www.lacifraeditorial.com.mx Diseño de portada: Roxana Deneb/Diego Álvarez Este libro se publicó con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología a través de su programa de Redes Temáticas ISBN: 978-607-9209-60-5 Impreso en México / Printed in Mexico ÍNDICE Prólogo Elsa Muñiz 9 Introducción Mauricio List Reyes y Fabián Giménez Gatto 13 Derivas corporales 17 Cuentos de la diferencia sexual Juan Carlos Jorge 18 Errores exquisitos: por una erótica de las corporalidades intersexuadas Fabián Giménez Gatto 41 Verificación clínica. Apuntes etnográficos sobre la experiencia progenitora del Síndrome de Down Jhonatthan Maldonado 55 Visibilidades clínicas 73 Identidad y enfermedad. Un mes con antirretrovirales Manuel Méndez 74 Arte, placer y goce en el cuerpo postsida Raúl García 106 Cuerpo y representación. El homosexual desde el siglo XIX Mauricio List Reyes 131 Normalidades suspendidas 159 Múltiples realidades de la salud. Enfermedad y práctica médica Esmeralda Covarrubias 160 El cotidiano periplo entre ingesta y corporeidad. Implicaciones de una salud normalizada Adriana Fuentes 180 Ingestas subversivas. Deconstrucción de una mirada clínica Alejandra Díaz 209 Discurrires subjetivos 231 Acto de invasión y pacto de posesión; variaciones sobre la escritura del cuerpo como multiplicidad Hugo Chávez Mondragón 232 Terapias de lo enfermo. Metodologías policiacas para el estudio de corporalidades y visualidades urgentes Layla Cora 242 Autoinvención del sujeto Rodolfo García Cuevas 265 Del dispositivo de la sexualidad a la matriz heterosexual. Discurso y sexualidad en Michel Foucault y Judith Butler Eduardo Mattio 288 Nuestros autores 307 41 ERRORES EXQUISITOS: POR UNA ERÓTICA DE LAS CORPORALIDADES INTERSEXUADAS Fabián Giménez Gatto The exquisite errors of an erroneous eros. Aaron Apps, Dear Herculine 1. Pensemos la intersexualidad desde la lógica de la diversidad corporal, es decir, entendiéndola como una modulación particular de la variabilidad anatómica (genital, gonadal, hormonal y/o genética) que problematiza, desde su propia materialidad, la normalización de los cuerpos bajo la égida del binarismo sexo- genérico, un paradigma que produce sentido, se inscribe en los cuerpos y los torna legibles. Legibles, cabe aclarar, a la luz de la ecuación biopolítica de “un- cuerpo-un-sexo”1, desplegada en una suerte de enmarcado cartesiano de una serie de diferencias, claras y distintas, en los cuerpos sexuados. Tal vez recuerden las cansinas letanías del manual escolar de anatomía: a cada quien sus genitales (vulva o pene), a cada quien sus gónadas (ovarios o testículos), a cada quien sus hormonas (estrógenos o testosterona) y a cada quien sus cromosomas (XX o XY). En este sentido, me interesa pensar las corporalidades intersexuadas como la encarnación de una diferencia que, paradójicamente, pone en entredi- cho la propia “diferencia sexual”, un avatar de la diversidad corporal encarnado, literalmente, en el cuerpo sexuado. A partir de algunas categorías de análisis –tales como lo informe, de Georges Bataille, lo neutro, de Roland Barthes, lo abyecto, de Julia Kristeva– me gustaría abordar las resonancias de estas “anato- mías inciertas” a la luz de la ilegibilidad, preguntándome –como sugiere Mauro Cabral–, acerca de las condiciones de posibilidad de representaciones visuales de las corporalidades intersexuadas fuera del código visual biomédico. 1 Alice Domurat Dreger, Hermaphrodites and the Medical Invention of Sex, p. 139. 42 Errores exquisitos: por una erótica de las corporalidades intersexuadas Pero empecemos por el principio. En el principio está la regla, despiada- do instrumento de medida que cuantifica implacablemente, en centímetros o pulgadas, el tamaño de los genitales de aquellos bebés intersex cuyos cuerpos no pueden ser leídos a la luz de la máxima “un-cuerpo-un-sexo”. Genitales ambiguos que se extienden demasiado o demasiado poco, en la tierra de na- die comprendida entre los nueve milímetros y los dos centímetros y medio. Desde la mirada médica, tanto un clítoris de más de nueve milímetros como un pene menor de dos centímetros y medio colocan a esos bebés en la inter- zona genital de la ilegibilidad sexo-genérica y gatillan una serie de protocolos sanitarios para la producción hospitalaria de un “sexo verdadero”, es decir, legible e inteligible, ya sea en el registro gonadal, hormonal y/o genético. No quiero detenerme en la infinidad de variaciones, de mixturas cor- porales, que catalizan el pánico biomédico y la ansiedad clínica por definir, a través de “máquinas afiladas y tecnologías del cuchillo”2, una verdad del sexo, la mayoría de las veces a partir de crueles procedimientos generizantes y pesadillescas intervenciones médicas forzadas. No abordaré en este trabajo las cientos de miles, probablemente millones, de cirugías de normalización –más cercanas a la mutilación genital que al juramento hipocrático– que se han practicado a lo largo de la historia de la medicina moderna y que, la- mentablemente, se siguen practicando todavía hoy. No porque el problema no sea crucial, al contrario, lo es e involucra aspectos básicos para una vida propiamente humana expresados en una serie de derechos tales como la au- tonomía, la integridad corporal, la autodeterminación y el consentimiento informado, sino porque muchos otros, antes que yo y de una manera más que convincente y profundamente entrañable, lo han denunciado, tanto en el terreno de una teoría radical de las políticas de la sexualidad –a la manera de Gayle Rubin–, así como, desde principios de los noventa, en la práctica, incansable y valiente, del activismo intersex. En cambio, en este trabajo me interesa poner el cuerpo (y el texto) de otro modo. Explorar las líneas de visibilidad que delinean las figuras de la in- tersexualidad al interior del dispositivo de la sexualidad en Occidente; inten- tando desplegar –en un gesto moderadamente utópico– un modesto ejercicio ensayístico que, en los lindes de la ficción, cartografíe las comarcas venideras 2 Judith Butler, Undoing Gender, p. 64. 43 Tratado breve de concupiscencias y prodigios de las corporalidades intersexuadas, prefiguradas ya no en el frígido terreno de la intervención clínica sino en el espacio voluptuoso de la imaginación erótica. 2. Volvamos por un instante –en una especie de traumática repetición– a las tecnologías de la regla, a la lógica falométrica que se despliega, como dis- positivo biomédico, frente a la ambigüedad genital. Intentemos suspender algunas de sus cuantificables certezas, resignificándolas a la luz disruptiva del pensamiento posestructuralista. Estas anatomías inciertas evocan, estre- mecidas ante la frialdad glacial de los instrumentos de medida, la noción batailleana de lo informe: Un diccionario comenzaría a partir del momento en el que ya no sumi- nistra el sentido sino el uso de las palabras. Así, informe no es un adjetivo con determinado sentido sino también un término que sirve para descalifi- car, exigiendo que cada cosa generalmente tenga su forma. Lo que designa carece de derecho propio en cualquier sentido y se deja aplastar en todas partes como una araña o una lombriz.3 Sexos aplastados como una araña o una lombriz, signos de lo informe en el cuerpo sexuado. Hipospadias arácnidas, lumbrícidas clitoromegalias: lo informe parece ocupar –en el registro de algunas corporalidades inter- sexuadas signadas por la ambigüedad genital– un lugar entre las piernas, revoloteando los sexos, oscilando,como el péndulo de Foucault, entre los nueve milímetros y los dos centímetros y medio. Lo informe como un ava- tar intersexual de lo monstruoso, una encarnación de la incertidumbre, de la indeterminabilidad, del caos. Frente al orden falométrico, el caos ana- tómico de la confusión de los sexos, teratológicas heterologías venéreas. Híbridos, andróginos, hermafroditas. Agenciamientos de lo Neutro, pues- ta en imagen de una categoría que, a manera de metáfora, se inscribe en ciertas corporalidades, cuyas concavidades y convexidades desbaratan el paradigma de la oposición de los sexos. 3 Georges Bataille, La conjuración sagrada. Ensayos 1929-1939, p. 55. 44 Errores exquisitos: por una erótica de las corporalidades intersexuadas Cabe mencionar que a Roland Barthes le disgustaba la figura del her- mafrodita, tal vez por ser una ficción excesivamente literal: “Extrañamente, constituido fuertemente en el plano anatómico (los dos sexos, las dos genita- lidades a la vez), el hermafrodita está ligado al tema de la falta de gracia, de lo abortivo”.4 En cambio, le fascinaba la androginia como metáfora: “Frente al hermafrodita, el andrógino no está bajo la pertinencia directa de la genitali- dad = reunión de la virilidad y de la feminidad en la medida en que connota la unión de los contrarios, la completud ideal, la perfección”.5 En fin, más allá de metaforizaciones y literalidades, estas figuras persisten en nuestro imagi- nario, por lo que valdría la pena retomar su accidentada historia, sus sentidos cambiantes, sus coqueteos con la crítica y la clínica. En este sentido, la adop- ción –por buena parte de la comunidad médica internacional desde hace ya una década– de la expresión “trastornos del desarrollo sexual” no hace más que reforzar la patologización de la condición intersex al mismo tiempo que invisibiliza su dimensión corporal, su condición encarnada, en una suerte de cirugía lingüística de la alteridad intersexuada. La intersexualidad desapare- ce, gracias a esta prestidigitación diagnóstica, sólo para reaparecer, minutos más tarde, convertida en una especie de monstruosidad cronotópica. Privada de extensión, pero no de duración, exiliada de la espacialidad de los cuerpos, pero merodeando, cual patológico desorden, en la dimensión temporal del desarrollo sexual. Ahora bien, más allá de la volátil terminología médica en torno a la in- tersexualidad, pareciera que su enmarcado sanitario sigue metabolizando, igual que antaño, los mismos traumáticos efectos representacionales; en definitiva, la intersexualidad como patología continúa excretando, en el in- consciente óptico de la clínica contemporánea y en sus virulentas derivas en nuestro régimen escópico, corporalidades abyectas. Recordemos, una vez más, las inaugurales palabras de Julia Kristeva a propósito de la abyección: “No es por lo tanto la ausencia de limpieza o de salud lo que vuelve abyecto, sino aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden”.6 Pareciera 4 Roland Barthes, Lo Neutro. Notas de cursos y seminarios en el Collège de France, 1977- 1978, p. 256. 5 Ibid., p. 257. 6 Julia Kristeva, Poderes de la perversión, p. 11. 45 Tratado breve de concupiscencias y prodigios que la abyección nos interpela no solamente en los registros de lo “torcido” y lo “tullido”, sino también desde esa otra “rareza”, la del hermafrodita como fenómeno de circo o, en una suerte de circense metonimia clínica, como extraño espécimen médico. Teoría queer, teoría crip y –¿por qué no?– teo- ría freak. Heterologías que intentan dar cuenta, caleidoscópicamente, de la diversidad sexual, la diversidad funcional y la diversidad corporal, un prisma triangular que nos devuelve, subvirtiéndolas, algunas figuras del estigma y de la abyección. Reflejos, reflexiones, espejismos y especulaciones; figuraciones, tal vez, para un renovado imaginario en torno a la intersexualidad, reescritu- ras del cuerpo hermafrodita desde la diversidad corporal. 3. Antes de abordar los derroteros representacionales del hermafrodita en el arte contemporáneo, ensayaremos, a manera de preámbulo, una breve ge- nealogía –en resonancia con el texto de Michel Foucault sobre Herculine Barbin– de las líneas de visibilidad que ha desplegado, desde el siglo XIX, el dispositivo biomédico frente a las corporalidades intersexuadas. Esto a partir del análisis de una de las primeras representaciones modernas de la intersexualidad: la serie de nueve fotografías de un “espécimen hermafrodi- ta” realizadas por Nadar en 1860, a solicitud del médico internista Armand Trousseau. Estas imágenes trazan, de manera inaugural, las líneas de visibi- lidad que fijarán, sobre el nitrato de plata, una singular corpo-realidad her- mafrodita, producto de la complicidad entre la mirada clínica, el examen médico y la representación pornográfica. En este sentido, salta a la vista –a lo largo de toda la serie fotográfica y, en particular, en el par de fotografías conservadas, bajo el título “Examen de un Hermafrodita”, en el Museo D’Orsay, en París– la inquietante familiari- dad entre las líneas de visibilidad de lo pornográfico y las tecnologías y sabe- res en torno a la sexualidad, signados por un mismo imperativo de máxima visibilidad, una suerte de ensimismado abismamiento genital, traducción escópica de la obsesión biopolítica por enmarcar un “sexo verdadero”, por producir –en el terreno de la clínica– un cuerpo dócil, es decir, dócilmente conforme al género o, al menos, a una mirada clínica que intenta leerlo en la emulsión fotográfica, desde un lugar perturbadoramente cercano a la mirada del pornógrafo. 46 Errores exquisitos: por una erótica de las corporalidades intersexuadas Como señala Linda Williams, el “show genital”7 –es decir, la exhibición, en primer plano, del sexo femenino– se remonta a los orígenes de la imagen pornográfica. Baste recordar los numerosos daguerrotipos estereoscópicos de Auguste Belloc, producidos en la segunda mitad del siglo XIX, en los que la genitalidad es encuadrada en un plano cerrado a la manera de L’origine du monde (1866) de Gustave Courbet, una diáfana alegoría pictórica de las obsesiones escópicas de la fotografía licensiosa. Las imágenes de Belloc inau- guran, en el registro fotográfico, una serie de convenciones representaciona- les que se mantienen hasta nuestros días, entre ellas, el splitbeaver, el clásico encuadre pornográfico donde el sexo femenino, enmarcado por unas piernas abiertas y desarticulado auráticamente de la dimensión del rostro, se abre ante nuestra mirada, en una suerte de apertura ginecológica, muchas veces facilitada por la propia modelo, originalmente, subiendo su vestido con una mano y cubriendo su cara con la otra. En el caso de las fotografías de Nadar, estas obsesiones escópicas se man- tienen, pero será la mano del médico la que se encargará de facilitar la puesta en imagen del sexo, de visibilizar manipulando –estirando y abriendo, respec- tivamente, como en el díptico conservado en el Museo D’Orsay–, los genitales equívocos de su paciente, quien se limitará a ocultar su rostro mientras su ge- nitalidad es exhibida, repitiendo, sin saberlo, una pose y un gesto clásico en la representación pornográfica del siglo XIX. Sería posible establecer, entonces, un paralelismo entre la puesta en discurso del sexo –problematización que re- corre el primer volumen de La historia de la sexualidad, de Foucault– y lo que podríamos llamar una puesta en imagen del sexo, en particular, la frenética visi- bilidad de la condición intersexual, como anomalía y excepción que confirma la regla, al interior de la representación médico-pornográfica. Esta suerte de anamorfosis pornográfica de la mirada clínica sobre la corporalidad intersexuada se repite, a manera de regularidad discursiva e in- consciente óptico, en las fallidas representaciones médicas de la intersexua- lidad, aún en nuestros días. Imágenes que no podemos contemplar sin estre- mecernos, sin imaginar, al menos,la posibilidad de su deconstrucción, de su desmantelamiento. A propósito de esta impostergable problematización del imaginario médico en torno a la intersexualidad, nos dirá Mauro Cabral: 7 Linda Williams, Hard Core. Power, Pleasure, and the “Frenzy of the Visible”, p. 58. 47 Tratado breve de concupiscencias y prodigios Existe un modo codificado –el estilo del manual médico, podríamos de- cir– en el que nuestros cuerpos aparecen por lo general desnudos, con los ojos o el rostro entero cubierto por un rectángulo o un círculo negro o blanco, apoyados contra algún tipo de instrumento de medición; o bien la fotografía en primer plano de los genitales de alguien, que permanece oculto como tal frente a la cámara, con un dedo que los abre y los muestra, a veces como forma de comparación entre el tamaño del clítoris y el del dedo índice que lo señala, por ejemplo.8 Pareciera que esta especie de sobrecodificación pornográfica traduce, en el terreno de la imaginería médica, una micropolítica de las corporalidades in- tersexuadas. Corporalidades privadas, en el registro clínico, de rostro y sub- jetividad, mientras que su variabilidad anatómica es, al contrario, espectacu- larizada en clave pornográfica y patologizada, a pie de foto, desde los delirios clasificatorios del discurso médico. Un imaginario diagramado a fuerza de operaciones sinecdóquicas, fragmentos corporales arrojados a la voracidad escópica y a la verborragia etiológica. En cambio, quizás podamos vislumbrar en la práctica artística contem- poránea otras formas de poner en imagen el cuerpo hermafrodita, atisbar –desde una mirada no patologizante, tal como deseaba Foucault– “un orden de cosas donde sólo cabe imaginar la realidad de los cuerpos y la intensidad de los placeres”.9 Valdría la pena preguntarnos qué sería del hermafrodita fo- tografiado por Nadar más allá de los marcos –discursivos y visuales, respec- tivamente– del saber médico y de la imaginería pornográfica. La reescritura del cuerpo hermafrodita no sería posible sin el trazado de una especie de heterología visual, representaciones que rebasarían las líneas de visibilidad del dispositivo de la sexualidad y los efectos de verdad que las acompañan. Es decir, cierto estilo representacional, en el registro del erotismo, y una práctica artística particular, ligada a la tradición del desnudo, esbozarán el cuadro del hermafrodita en lo que llamaremos visualidades periféricas, en tanto no codificadas bajo la lógica de lo pornográfico, ni sujetas a los efectos 8 Mauro Cabral y Gabriel Benzur, “Cuando digo intersex. Un diálogo introductorio a la intersexualidad”, Cadernos Pagu, p. 302. 9 Michel Foucault, Herculine Barbin llamada Alexina B., p. 11. 48 Errores exquisitos: por una erótica de las corporalidades intersexuadas de verdad de la discursividad científica. Las páginas siguientes pretenden desplegar, a partir de estas coordenadas, una cartografía de las corporalida- des intersexuadas en la producción visual contemporánea. 4. A diferencia del arte queer, que va adquiriendo, desde la década de los seten- ta hasta nuestros días, una visibilidad, sofisticación y complejidad crecientes, la serie fotográfica Gender Studies (2014), de Bettina Rheims –una puesta en imagen de corporalidades no conformes al género desde una delicada poética de lo trans– es una bellísima muestra de esto, la intersexualidad, en cambio, está prácticamente ausente en la producción visual contemporánea. Obviamente, podemos encontrar algunas honrosas excepciones. Una escul- tura de Robert Gober, otra de Tip Toland, una serie de dibujos de Mike Kelley, un puñado de fotografías de Joel-Peter Witkin, las ilustraciones e instalaciones de Ins A. Kromminga intentan dar cuenta de estas formas de variabilidad corporal, sin embargo, parecen tener dificultades a la hora de producir representaciones de las corporalidades intersexuadas desmarcadas de las figuras canónicas del hermafrodita mitológico de la escultura helénica, del monstruo bicéfalo y bisexuado de la teratología medieval, del espécimen pseudohermafrodita de la medicina moderna o del ginandromorfismo bila- teral del circense fenómeno de la naturaleza. Recorramos, entonces, algunas de estas series divergentes, modulaciones contemporáneas en la representación de la diversidad corporal intersexuada. Intentemos encontrar, en el arte contemporáneo, las líneas de continuidad y de ruptura que nos permitan, finalmente, reescribir el cuerpo hermafrodita, imaginar otras potencias corporales, en definitiva, pensar nuestros cuerpos de otro modo. Para ello, quizás convenga sugerir una provisoria taxonomía representacional, una suerte de ejercicio clasificatorio tendiente a organizar la miríada de imágenes que, con mayor o menor fortuna en nuestro horizon- te escópico e interpretativo, entretejen el imaginario de la intersexualidad. El hermafroditismo, una de las primeras y más pregnantes figu- ras de la intersexualidad, nos remite a la mitología griega, en particu- lar, a la Metamorfosis, de Ovidio y a su clásico relato del encuentro entre Hermafrodito –hijo de Hermes y Afrodita– y la ninfa Salmacis, quien se enamora de él y termina –gracias a la literalidad humorística de los dioses 49 Tratado breve de concupiscencias y prodigios al concederle su deseo de permanecer por siempre unidos– fusionando su cuerpo con el suyo. Podemos encontrar, a lo largo de la historia del arte, infinidad de variaciones visuales que alegorizan el cuerpo resultante de tal abrazo prodigioso, donde la anatomía masculina y femenina se funden en un solo cuerpo –de suaves curvas femeninas, delicados senos turgentes y geni- tales masculinos de generosas proporciones–, recreando, una y otra vez, las concupiscentes peripecias fusionales, la estrujada duplicidad anatómica, del para nada resiliente hermafrodita mitológico. Una escultura helenística nos ofrece una de las representaciones más paradigmáticas de este personaje metamórfico, el Hermafrodito dormido –copia en mármol, probablemente del siglo II d. C., del original en bronce del escultor Polycles del siglo II a. C., reclinado sobre una almohada y un colchón esculpidos, a manera de palimpsesto marmóreo, por Gian Lorenzo Bernini en el siglo XVII de nuestra era– continúa sus dulces sueños pétreos, hasta nuestros días, en el Museo del Louvre. El escultor Tip Toland, se apro- pia, en su obra Tender Flood (2010), de este tópico recurrente que regula el repertorio de poses reclinadas del hermafrodita, sin embargo, en una sorpre- siva vuelta de tuerca, la iteración de Toland pondrá en entredicho la ideali- zación apolínea de su figuración clásica ofreciéndonos una representación bastante realista de la corporalidad intersexuada, capturada en un sutil mo- mento de abandono, sin un colchón que funcione como marco o pedestal de su belleza desparramada por los suelos. Gracias a una saludable dosis de rea- lismo, Tender Flood nos presenta, en un tierno desbordamiento onírico –la boca abierta en un ronquido, el vientre distendido, el pequeño pene erecto–, la belleza, convulsiva y vulnerable, de un terrenal sujeto intersexuado y ya no de una etérea criatura mitológica. En el registro fotográfico podemos encontrar, potenciados por la propia indicialidad del medio, infinidad de gestos subversivamente carnales, rees- crituras lumínicas de la anatomía siempre cambiante del hermafrodita. Joel- Peter Witkin es, quizás, uno de los artistas que más ha explorado esta figura, recreándola, principalmente, a partir de su trabajo con modelos transexuales pre-op. En sus fotografías, la transexualidad se convierte en la fotogénica metáfora carnal del mito del hermafrodita, analógicas coreografías carnales –en clave trans– de una puesta en imagen del hermafroditismo. Madam X (1981), The Birth of Venus (1982), Alternates for Muybridge (1984), Helena Fourment (1984), Venus & Cupid (1987), The Graces (1988), Gods of Earth 50 Errores exquisitos: por una erótica de las corporalidadesintersexuadas and Heaven (1988), Apollonia and Dominatrix Creating Pain in the Art of the West (1988), Man with Dog (1990), son sólo algunos ejemplos de la ob- sesión de Witkin por reimaginar el cuerpo hermafrodita desde una estética de lo trans, cosa por demás interesante, pero he de confesar que, a fin de cuentas, echo de menos representaciones de corporalidades intersexuadas en su variopinto gabinete de curiosidades eróticas. Hablando de curiosidades eróticas y atracciones circenses, la escultura Untitled Torso (1990), de Robert Gober, ilustra suscintamente, en este apre- surado ejercicio clasificatorio, una segunda figura en la representación de la intersexualidad, la del ginandromorfismo bilateral. Presente en algunos mo- luscos, insectos y, raramente, en algunas aves, este singular caso de variabi- lidad cromosómica no se ha presentado –hasta donde sabemos– en ningún ser humano. Sin embargo, esto no nos ha desalentado a la hora de construir nuevas quimeras sexuales, iteraciones, en clave freak, del hermafrodita como monstruo medieval. Recordarán las cándidas imágenes circenses que acom- pañaban, en carteles y pancartas, ciertas atracciones secundarias, rarezas de la naturaleza que suturan el dimorfismo sexual de nuestra especie en un solo cuerpo, anatomías donde los signos de lo masculino y de lo femenino se reparten a partir de una línea imaginaria que las divide en dos mitades, reuniéndolas en una corporalidad bisexuada y asimétricamente demediada. Josephine-Joseph, Albert-Alberta, Bobbie Ray, Mo B Dick, son sólo algunos de los tantos herederos de este particular linaje hermafrodita, aún presente, a principios del nuevo milenio, en ciertas atracciones circenses y espectáculos de burlesque. Quizá, su artificiosidad no sea, todavía, cosa del pasado. En este sentido, Ins A. Kromminga, activista y artista intersex, ha sa- bido recrear irónicamente los imaginarios que, a lo largo de los siglos, hi- cieron de la intersexualidad una figura de la monstruosidad, su producción visual subvierte paródicamente buena parte de los estereotipos en torno a las corporalidades intersexuadas. Con humor y sensibilidad, sus ilustraciones e instalaciones desmontan, en un intertextual ejercicio de transcontextuali- zación irónica, los escópicos lugares comunes de la monstruosidad, la ano- malía y la patología inscritas obstinadamente en la condición intersexuada. Esta repetición con diferencia produce una nueva estirpe de hermafroditas, ya no monstruos medievales sino heroicos mutantes del nuevo milenio. Sus apropiaciones, en clave intersex, de algunos personajes del clásico cómic de Marvel, X-Men, son particularmente edificantes: Mystique se convierte en 51 Tratado breve de concupiscencias y prodigios la heroína del orgullo intersexual, mientras que Wolverine es rebautizado como Vulvarine, ahora defensora de la clitoromegalia y luchadora implaca- ble contra el pánico genital. Las alegorías de Kromminga resignifican, desde la parodia y la ironía, nuestro archivo visual a propósito de la intersexuali- dad, proponiendo, a su vez, nuevas ficciones para pensar nuestras corporali- dades desde un agenciamiento otro, ya no monstruoso sino mutante. Bajo este mismo impulso alegórico, la pareja de artistas griegas Maria Klonaris y Katerina Thomadaki, ponen en escena, en Le Cycle de L’Ange (1985-2014), una nueva figura de la intersexualidad, la del ángel como ob- jeto de deseo. Apropiándose de una fotografía médica de un paciente inter- sexual anónimo, proveniente de los archivos del padre de Maria Klonaris –el Dr. G. Klonaris, obstetra y cirujano ginecológico–, las artistas reinventarán esta representación clínica convirtiéndola en un enigmático objeto seductor, detonador de una compleja ficción erótica. Una ficción desplegada, durante tres décadas, en performances multimedia, cine expandido, foto-esculturas, videos experimentales, piezas sonoras, instalaciones, animaciones digitales, transmisiones radiales y un libro de artista. Nadie mejor que Klonaris y Thomadaki para expresar, en unas pocas palabras, la fruición erótica que despierta en ellas —tal vez debería decir, lo confieso, en nosotros— la figura del Ángel. Leamos un fragmento de la ban- da sonora del video experimental Personal Statement (1994) e imaginemos las manos de Katerina Thomadaki intentando acariciar, en un gesto conmo- vedoramente libidinal, las imágenes pantallizadas del elusivo ángel, mientras se desplazan verticalmente en la pantalla erogenizada, un espacio catódico surcado por la tactilidad deseante de una de las artistas, mientras que la otra, Maria Klonaris fuera de cuadro, se dirige, desde el grano de su voz sobrevo- lando la epidermis de la imagen –ese límite imposible de atravesar con el cuerpo–, al sujeto fotografiado, convertido, en una suerte de transfiguración erótica, en la figura del ángel: Ésta es una declaración personal acerca de ti. Acerca de tu cuerpo. Tú has devenido la serie compositiva de una ficción erótica infinita. Con los ojos vendados. Una imagen mágica. Hermafrodita. Ángel. Tú eres la celebración del mito. 52 Errores exquisitos: por una erótica de las corporalidades intersexuadas Tú, el mutante erótico. Un descendiente peculiar de una vanguardia artística y sexual. Ésta es una declaración personal acerca de ti.10 Me parece importante señalar el valor disruptivo y subversivo de esta apro- piación de Klonaris y Thomadaki. A partir de una reinvención radical de una antigua fotografía médica, las artistas nos regalan otra figura de la intersexua- lidad, ahora a partir de la reescritura del hermafrodita como una figura ange- lical, en un estado anterior o posterior a la diferencia sexual. Un imaginario erótico de una corporalidad posgenérica que podría leerse, creo yo, a la luz de la impronta de pensadores como Gilles Deleuze, Luce Irigaray, Rosi Braidotti, Donna Haraway, Michel Foucault y Judith Butler, presentes, como referentes teóricos, tanto en su práctica artística como ensayística, así como en su posicio- namiento crítico a propósito de la intersexualidad, un enclave estratégico para problematizar las tecnologías de género desde una radical experimentación estética, en simbiosis con una disidente ficción erótica. Ahora bien, hasta ahora hemos abordado la producción visual de una serie de artistas contemporáneos que reinventan críticamente –desde la metáfora, la apropiación, la alegoría, y la ficción erótica– el imaginario her- mafrodita. Para concluir, me gustaría detenerme en un par de propuestas visuales de Del LaGrace Volcano, un artista intersex y transgénero que ha explorado, desde la materialidad del cuerpo intersexuado, sus potencialida- des subversivamente eróticas. Su longevo proyecto artístico-documental Visibly Intersex –que inició hace un par de décadas, pero que se desarrolla exponencialmente en los úl- timos años, desde el 2011 a la fecha– podría constituir uno de los mayores archivos visuales de intersexuales de carne y hueso producido fuera del mar- co de inteligibilidad del dispositivo biomédico. Esta serie fotográfica explora –en uno de los proyectos más ambiciosos de empoderamiento visual de la comunidad intersex a escala planetaria, una inédita puesta en escena de la in- tersexualidad desde una mirada no patologizante– rostros que sonríen, cán- didamente, frente al objetivo fotográfico, en una especie de oda –amorosa, 10 Maria Klonaris y Katherina Thomadaki, “Personal Statement”, [en línea] http:// www.klonaris-thomadaki.net/60stat.htm (la traducción es mía). 53 Tratado breve de concupiscencias y prodigios amistosa, afectiva– a la alteridad intersex. Sin embargo, el gesto retratístico parece no agotar, ni mucho menos, la riqueza de la condición intersexuada, como dirá el propio artista, “no estoy seguro que, simplemente, crear retra- tos de individuos intersex vaya lo suficientemente lejos”.11 Tal vez, otra fotografía de Del La Grace Volcano, Hermaphrodite Torso (1999), un paisaje corporal en la tradición de losdesnudos de Edward Weston, Josef Breitenbach y Lucien Clergue, nos pueda dar pistas acerca de la resignificación del imaginario intersex. En el giro del retrato al desnudo, lo que necesitamos, creo yo, es una puesta en imagen de la diversidad corporal como objeto de deseo, una erótica de las corporalidades intersexuadas, una gozosa celebración escópica de la realidad de nuestros cuerpos y la intensi- dad de sus placeres. Bibliografía Apps, Aaron, Dear Herculine, Ahsahta Press, Idaho, 2015. , Intersex: A Memoir, Tarpaulin Sky Press, Vermont, 2015. Barthes, Roland, Lo neutro. Notas de cursos y seminarios en el Collège de France, 1977-1978, trad. Patricia Willson, Siglo XXI Editores, México, 2004. Bataille, Georges, La conjuración sagrada. Ensayos 1929-1939, selec., trad. y pról. Silvio Mattoni, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2003. Butler, Judith, Undoing Gender, Routledge, Nueva York, 2004. Cabral, Mauro y Benzur, Gabriel, “Cuando digo intersex. Un diálogo intro- ductorio a la intersexualidad”, Cadernos Pagu, Universidade Estadual de Campinas, Campinas, Río de Janeiro, 2005, núm. 24, pp. 283-304. (ed.), Interdicciones. Escrituras de la intersexualidad en castellano, Anarrés Editorial, Córdoba, 2009. Celant, Germano, Joel-Peter Witkin: A Retrospective, Scalo Edition, Milán, 1995. Davis, Georgiann, Contesting Intersex: The Dubious Diagnosis, New York University Press, Nueva York, 2015. 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