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Multiculturalismo e Compreensão Cultural

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REPENSANDO EL MULTICULTURALISMO
BHIKHU PAREKH
V.COMPRENSION DE LA CULTURA
· 1. Naturaleza y estructura de la cultura.
Cuando un ser humano se plantea el sentido de una actividad se esta planteando a su vez cuestiones sobre su naturaleza y propósito. Nos podemos hacer estas preguntas sobre cualquier actividad humana. La cultura es el conjunto de creencias y practicas que sostienen los seres humanos sobre el sentido y significado de la vida humana, y las cuales regulan sus vidas individual y colectivamente. Con la cultura comprendemos y organizamos la vida humana, y esta comprensión tiene una vertiente práctica, no es meramente instrumental y ad hoc. Si usamos la palabra cultura como un sustantivo, nos estamos refiriendo a la vida humana en general, y si la usamos como un adjetivo, hacemos referencia a u aspecto de esa vida humana (cultura moral, cultura política, etc.). La cultura pasa varias fases. En su fase más básica, la cultura se ve reflejada en un lenguaje y una sintaxis. Las sociedades que comparten una lengua comparten ciertos rasgos culturales. En otro nivel la cultura se ve reflejada en el arte la música, etc. La cultura se articula de una serie de normas que gobiernan actividades y relaciones sociales. 
Toda cultura evoluciona en el tiempo, pero no por ello deja de ser un todo complejo y sin sistematizar. Así, en la cultura sobreviven hilos residuales de pensamiento, ideas que fueron dominantes en otro tiempo y que aun permanecen en la cultura actual. También existen los hilos de pensamiento emergentes, que son cuerpos de ideas semiarticulados que surgen de la insatisfacción con la cultura dominante y son utilizados por un grupo reducido. Como son elementos potenciales de cambio, la cultura dominante intenta suprimirlos. Algunos autores disocian erróneamente entre cultura y moral, diciendo que la cultura es local y varia, mientras que la moralidad es inherentemente universal y solo guarda una relación contingente con la cultura. Todo sistema moral forma parte de una cultura más amplia que lo nutre y solo se puede alterar modificando esta. La cultura moldea y estructura la vida moral, su contenido y los tipos de emociones asociados a ella. El hecho de que la moralidad forma parte de la cultura se observa cuando se contempla la forma en que las costumbres dan sentido a los valores morales. El hecho de que la moralidad este estrechamente vinculada con la cultura no quiere decir que no se la pueda criticar o que no existan valores morales universales. Aunque haya una relación estrecha entre las creencias y las practicas en una cultura, nos podemos encontrar con 4 diferencias: las creencias son bastante vagas o difusas, mientras que las practicas son concretas; aunque no es fácil descubrir las creencias, es sencillo descubrir que supone actuar según las practicas; las creencias están vinculadas al ámbito del pensamiento, y las practicas al ámbito de la conducta; y en cuarto lugar la coherencia entre las practicas es mas fácil de discernir que la coherencia entre las creencias. Por ello, aunque estén relacionadas, creencias y prácticas tienen sus propias limitaciones y características. Por ello, no hay una cultura que constituya un todo consistente y coherente. 
La cultura y la sociedad también están relacionadas entre si, ya que no existe una sin la otra, pero ambas son distintas en el enfoque y la orientación. Cuando hablamos de sociedad estamos haciendo referencia a un conjunto de relaciones entre individuos y sus estructuras, siendo así que la cultura es la que dota de sentido a estas relaciones. Los miembros de una sociedad pueden seguir unas prácticas sociales bien porque comparten su significado cultural, bien porque temen las consecuencias sociales de la disconformidad, o ambas. En el primer supuesto se dota de un sentido cultural a la practica, mientras que en el segundo se le despoja de este significado cultural y solo se la ve desde un punto de vista social. De esta manera, una cultura puede esta siendo erosionada por dentro sin que nadie lo note, y un observador externo puede estar observando un cambio revolucionario dentro de la misma cultura. La cultura se ocupa del sentido y significado de las relaciones humanas, por lo tanto se encuentra en estrecha relación con la religión. Aunque una religión influye en la cultura, la primera no cubre todos los aspectos del comportamiento humano, los cuales son completados con la cultura. Ambos conceptos se influyen mutuamente. Aunque una cultura no dependa exclusivamente de la religión, ambas se pueden influir en una gran medida. Ambas se las puede considerar por separado tanto en lo referente al modo de pensar como en lo relativo a la práctica. Podemos abstraer de una cultura su base religiosa y seguirla por meras razones culturales o sociales. La pertenencia a una comunidad cultural admite mucha variación, no se puede hablar de una naturaleza homogénea en este aspecto. No podemos saber cual es el grado de implicación de los demás en nuestra cultura, ya que cada uno puede seguir una serie determinada de prácticas culturales, o seguirlas de una manera diferente al resto. De esta manera, lo que se requiere para ser miembro de una comunidad cultural varia en tipo y grado e incluso puede dar lugar a desencuentros, por ello no hay cultura alguna que se encuentre al margen de esta tensión. Al ser la cultura un conglomerado de prácticas y creencias, su identidad se ve constantemente sometida a cambio sin llegar a constituir un todo coherente, lo cual no significa que carezca de identidad. Todos los aspectos de una cultura no pueden cambiar a la vez, existen tensiones en ciertos aspectos porque los individuos están de acuerdo en otros. La cultura varía de manera lenta, dando a los individuos que la integran la posibilidad de adaptarse a los cambios. Además, los individuos experimentan un conflicto cultural cuando suscriben de manera total o parcial dos sistemas de significado diferentes a partir de los cuales quieren organizar sus vidas. Por otra parte, al crearse a partir de rasgos compartidos de la raza humana, las culturas comparten algunas creencias y practicas, lo que no significa que formen un continuo imposible de diferenciar o individualizar. Las culturas se diferencian unas de otras por el contenido de sus prácticas y creencias, como por la forma que tienen de relacionarlas internamente. La identidad cultural es compleja y no se puede resumir en una serie de proposiciones claras. 
Los individuos se relacionan de diversas maneras con su cultura, las cuales pueden adquirir tres formas: algunos individuos pueden seguir al pie de la letra las indicaciones de su cultura, llevando la conducta marcada por ella en cada caso (vida cultural autentica), otros individuos, aun manteniéndose de manera enraizada en su cultura, toman prestados las creencias y practicas de otros para enriquecerse (vida cultural innovadora). Otros individuos se muestran en desapego cultural, no se adscriben a ninguna y van eligiendo prácticas y creencias que le parezcan más adecuadas, creándose de esta manera su propio estilo de vida, pero no brinda estabilidad ni un canon moral. Sin embargo, estos últimos individuos tienden a eliminar los límites culturales, perdiendo de esta manera una referencia sobre sus creencias y practicas. Como dijo Hegel, una libertad sin límites ni guía cultural tiende a destruirse a si misma. 
· 2. La dinámica de la cultura.
La cultura de una sociedad esta íntimamente ligada a sus instituciones económicas, políticas o de otro tipo, creándose y evolucionando a la vez, e influenciándose entre ellas. Muchos autores se han preguntado si una institución ejerce una influencia mayor que otra en la cultura, pero según Parekh todos ellos se equivocaban al ignorar las diferencias existentes entre una cultura y otra, y al pensar que un factor puede ejercer mas o menos la misma influencia en todo momento y lugar. La cultura influye de las más diversas maneras sobre las grandes instituciones, siendo su guía en muchos casos, además de que estas institucionestambién influyen en la cultura de manera reciproca, influyendo en el contenido y contexto de la cultura. Además, la cultura se convierte en una fuente de legitimación para las actuaciones de las grandes instituciones, ocupando un papel prevalente en las grandes batallas en este ámbito institucional. No hay cultura que se encuentre al margen del desafío y del cambio, ya que las creencias están articuladas de manera muy general y deben ser reinterpretados a la luz de nuevas situaciones y conocimientos, por lo tanto la cultura no es una herencia pasiva sino un proceso continuo de creación de significados nuevos, y aunque la cultura moldee las formas de conciencia de quienes la suscriben, estos a su vez redefinen la cultura, expandiendo sus fuentes cognitivas y evaluadoras. La cultura de una sociedad también cambia debido a otros factores, como la guerra o las catástrofes naturales. Además, como ya planteo Marx, la tecnología es una fuente importante de cambios culturales, ya que necesita, entre otras cosas, de nuevos rasgos y formas de ejercer el poder. Por razones parecidas, han cambiado las diferencias de status entre jóvenes y viejos, además de redefinirse la naturaleza de los espacios públicos y privados, así como las relaciones tradicionales que existían entre ellos.
· 3. La comunidad cultural.
Un grupo de gente unida a través de una cultura común constituye una comunidad cultural. Estas comunidades culturales pueden ser de diversos tipos, desde compartir solo la base cultural hasta compartir preceptos religiosos, por ejemplo. Todas las culturas tienden a poseer una base étnica. Cuando nos referimos a una comunidad cultural, nos referimos a una comunidad que comparte una cultura compartida al margen de la forma en que haya surgido esta. Una comunidad cultural tiene dos dimensiones, una cultural y otra comunal. Tiene un contenido en cuanto cultura concreta, pero también posee una base comunitaria de hombres y mujeres que comparten dicha cultura. Aunque ambos términos están íntimamente relacionados, son lo suficientemente diferentes para considerarlos por separado, ya que una persona puede considerar como valida su cultura y no así su comunidad, y viceversa. Cuando hablamos de nuestra cultura no hacemos referencia en la que hemos nacido, sino a los términos que entendemos que regulan nuestra vida individual y colectivamente. Las comunidades culturales tienen una base participativa, identificando como miembros de las mismas aquellos individuos que regulan su vida en base a los preceptos de esta. Además, los miembros de una comunidad viva disfrutan de aspectos de otra cultura, que aunque no incorporen a la suya propia, dichos aspectos se quedan al margen para enriquecer la cultura propia y estar latentes en cualquier proceso de cambio. Nacer y crecer en una comunidad cultural supone verse influenciado tanto por su contenido cultural como por su base comunitaria. La cultura estructura la moralidad de cada individuo en los primeros momentos de su construcción. La gran mayoría de estos elementos se adquieren de manera inconsciente, establecen raíces profundas y se convierten en elementos inseparables de su personalidad. Además, criarse en una determinada comunidad cultural supone construir vínculos comunes con los miembros de dicha comunidad. Se crea un sentido de comunicación sin esfuerzo, una vida moral estructurada y una fácil comprensión mutua. Todo esto es un producto espontaneo de la pertenencia a una comunidad cultural estable. Así, pertenecer a una comunidad cultural tiene dos consecuencias: la primera formar la personalidad individual dotándola de contenido e identidad. Por otra parte, hace formar parte a los individuos de un grupo concreto de gente con el que se identifica, así identidad e identificación están estrechamente relacionados. Además, toda cultura es sinónimo de un sistema de reglas, ya que aprueba o desaprueba ciertas formas de conducta, prescribiendo normas y regulando las relaciones entre los individuos. La cultura facilita y disciplina las opciones de elección, creando las condiciones necesarias para elegir, pero exigiendo conformidad. No podemos perder de vista el papel regulador y coactivo de la cultura, ni tampoco la forma en que institucionaliza, ejerce y distribuye el poder. Las culturas crean y legitiman un orden social concreto concediendo mayores ventajas a unos grupos que a otros. Aunque las culturas estructuren la vida de los seres humanos, esta no les determina, ya que pueden adoptar una posición crítica contra ella o elevarse encima de las creencias y practicas de esta. El determinismo cultural tiene en cuenta que la cultura es un todo homogéneo que no admite cambios, y cuyos individuos son pasivos y fácilmente manejables, pero Parekh rechaza estas asunción, ya que asegura que la cultura no existe en si misma, además de que las culturas suelen defender líneas de pensamiento diferentes y están sometidas continuamente al influjo externo, no se pueden presentar como un todo cohesionado, dejando a sus integrantes el suficiente espacio critico. La cultura puede ser posible ya que los individuos pueden ser moldeados, pero no se puede eliminar por completo su capacidad de decisión. La cultura fomenta la capacidad critica de sus miembros contra otras culturas (elemento de conservación) pero no puede predecir como estos pensamientos críticos se pueden volver en contra suya, ya que los individuos tienen la posibilidad de comparar su cultura con otras, y basar los cambios propios en esta analogía. Basándonos en estas afirmaciones, podemos negar dos puntos de vista extremos: ni los seres humanos están completamente determinados por su cultura, ni su naturaleza puede permanecer intacta ante el contacto con una cultura. Así, no todas las culturas influyen de la misma manera, ni una misma cultura influye por igual a todos los individuos. 
· Lealtad hacia la cultura
Pertenecer a una comunidad cultural implica obligaciones. Esto plantea las preguntas de si uno tiene obligaciones hacia una cultura, de donde provienen estas obligaciones y que contenido tienen, llegando algunas culturas a calificar como traidores a aquellos miembros que a su juicio no cumplen con las obligaciones de la comunidad cultural a la que pertenecen. Cuando hablamos de obligaciones hacia la comunidad cultural, puede que estemos hablando bien de la propia cultura, bien de la propia comunidad. En primer lugar, la idea de obligación con la propia cultura suena extraña, ya que es difícil establecer una relación moral con una identidad tan impersonal como es la cultura. Sin embargo, no es tan complicado, y la lealtad hacia una cultura hace referencia a la fidelidad hacia una forma de vida que incluye valores, ideales y sensibilidades morales y espirituales. Según Tamir, deberíamos sentir un fuerte sentido de lealtad hacia nuestra cultura porque se trata de algo que contribuye a formar nuestras vidas y porque puede que tenga un valor universal. Si creemos que nuestra cultura es opresiva y no nos deja evolucionar moral y espiritualmente, nuestra lealtad quedara debilitada. Sin embargo, no existe cultura que carezca totalmente de valor, ya que aunque sea de manera mínima estabiliza la vida y ordena las relaciones humanas de sus miembros. Si mantenemos la lealtad hacia nuestra cultura, esto nos genera una serie de obligaciones. Debemos preservarla y defenderla contra interpretaciones erróneas y contra ataques externos. Ninguna cultura es perfecta, pero amarla supone desearle todo el bien e intentar apartar todo aquello que sea digno de reproche. Por otra parte, la idea de lealtad hacia la propia comunidad no nos es tan ajena como la idea de lealtad hacia la propia cultura. Consiste en ser leales a los hombres y mujeres que forman nuestra comunidad cultural, no a sus ideales o creencias. La lealtad hacia la propia comunidad también genera obligaciones ante los miembros de la comunidad. A menudo suelen persistir aunque uno haya desechado la cultura. Puesto que el nihilismo es la manera más rápida de destruir una comunidadcultural, los miembros de la misma deben resistirse a la tentación de ir por libre. Así, Dworkin dice que tenemos la obligación, aun por el simple hecho de la justicia, de dejar la estructura comunitaria al menos como la encontramos. Otra obligación es luchar contra las injusticias y las inferencias externas que tratan de modificar falsamente la comunidad cultural. 
Las comunidades culturales no son asociaciones voluntarias. No tienen un carácter instrumental, ya que no han sido creadas para perseguir ningún fin, y además no nos unimos a ellas, nacemos en ellas, por lo que no somos sus miembros sino parte de ellas. Al contrario de lo que ocurre con las asociaciones voluntarias, nos vemos muy influenciados por nuestras comunidades culturales y de ella derivamos nuestros valores e ideales. Además, en las asociaciones voluntarias las podemos abandonarlas cercenando cualquier vínculo con ellas, mientras que al abandonar una comunidad cultural siempre mantenemos algunos vínculos bien con su cultura bien con sus miembros. Además, puede que consigamos abandonar una cultura de manera completa, pero los demás nos sigan viendo parte integrante de ella, lo cual no puede ser beneficioso para nosotros. Finalmente, una comunidad cultural desempeña un papel en la vida humana que no puede desempeñar una asociación voluntaria. Dota a los seres humanos de un sentido de pertenencia y de una estabilidad existencial que deriva del hecho de que no elegimos ser parte de dicha comunidad, ya nacemos en ella y no nos podemos desvincular de ella de manera definitiva. Así, una comunidad cultural se vuelve frágil y se debilita cuando trata de convertirse en una asociación voluntaria, como admite la tendencia liberal. 
· 5. Interacción cultural.
Toda comunidad cultural existe rodeada por otras y es inevitable que se vea influenciada por estas. Y aunque no se vea influenciada por esta de manera explicita, la simple existencia compartida con otras la sirve para hacer hincapié en la diferencia de creencias y practicas propias. Las culturas externas contribuyen a una autodefinición mutua. Así, las culturas no son solo el logro de las comunidades relevantes, sino que también contribuyen a formarlas otras que las dotan de un contexto. En este sentido, casi todas las culturas tienen una base multicultural. En el mundo moderno, la globalización permite que las grandes compañías exporten una cultura occidental estandarizada. La globalización surge en Occidente, desde donde se ha exportado la cultura propia al resto del mundo. Sin embargo, esto no es tan sencillo, ya que ideas no occidentales también se sirven de la globalización, además de que la cultura occidental no siempre arraiga en otros lugares. Por lo tanto, las exportaciones occidentales acaban diluyéndose con la cultura a la cual han llegado, y vuelven a Occidente cambiando la impresión que tiene este sobre si mismo. Por lo tanto, la globalización implica localización y un cierto respeto de las diferencias culturales. Sin embargo, esto no acaba con el hecho de que en sus relaciones con el resto de culturas, la cultura occidental mantiene un papel dominante, viendo los individuos de otras culturas como la suya propia se desintegra. Así, la adopción completa de la cultura ajena no es la solución, como no lo es tampoco la vuelta a un pasado que invocan como pureza cultural. La solución adecuada es la reinterpretación creativa de la propia cultura, asimilando los conceptos e ideas que resulten adecuados de la cultura occidental. Este proceso debe ser dirigido por los líderes culturales de un país, y debe ser controlado por el gobierno propio, no permitiendo que interferencias externas dañen el proceso. 
· 6. Diversidad cultural.
La presencia de una diversidad de culturas dentro de una sociedad ofrece una serie de ventajas. Estos argumentos son defendidos en la actualidad por autores como Berlin o Kymlicka. Podemos resumir sus argumentos en cuatro puntos: en primer lugar, una diversidad de culturas aumenta la capacidad de elección, sin embargo tiene varios puntos negros, ya que al valorar las demás culturas como opciones de elección, deja algunas de esas culturas fuera de la capacidad de ser elegidas, además de que no ofrece un buen argumento para aquellos que son felices con su cultura y no tienen la necesidad de revisar la suya propia. En segundo lugar, algunos autores han afirmado que los seres humanos tienen derecho a su cultura, y que la diversidad cultural es el resultado inevitable del ejercicio de ese derecho. Sin embargo, este segundo punto de vista determina porque es importante tener acceso a una cultura, no porque es importante la diversidad cultural. Además, el derecho a la propia cultura no deriva en la diversidad cultural. Si la cultura dominante fuera muy fuerte, los miembros de otras culturas verían perder esta identificación con el paso del tiempo, acabando así con la diversidad cultural. Por lo tanto, no basta con garantizar el derecho formal a la cultura, sino que se deberían crear las condiciones que permitan el ejercicio de ese derecho. En tercer lugar, Schelling y los liberales románticos defienden un argumento estético de la diversidad cultural, defendiendo que crea un mundo rico y estéticamente placentero, pero es un argumento débil ya que las culturas no son un mero objeto de contemplación estética, ya que poseen una carga moral. Por ultimo, autores como Mill y Humboldt vinculan la diversidad cultural al individualismo y al progreso, ya que previene el predominio de un sistema cultural, favoreciendo la creación de nuevos y fomentando la competencia sana entre ellos. Sin embargo, este último argumento tiene algunas limitaciones, ya que parte de la concepción universal de la diversidad cultural, sin contemplar su valor intrínseco, además de que al defender la competición esto no permite la defensa de ciertas comunidades culturales que no deseen competir ni agregar nuevas ideas a su propia cultura. Parekh argumenta que para realizar una buena defensa sobre la diversidad cultural, hay que abordarla desde diversos ángulos. Como ninguna cultura es capaz abarcar todas las capacidades y valores humanos, sino que premia solo una serie de ellos y omite los demás, es necesario que las culturas cooperen entre sí, corrigiéndose y complementándose mutuamente. Una cultura no es valiosa porque se considere una opción para nosotros, sino que a menudo son valiosas porque no constituyen una opción para nosotros. La diversidad cultural también es elemento y condición de la libertad humana. Si un individuo no es capaz de salir de su propia cultura tendera a absolutizarla, imaginando que es la única forma de comprender la naturaleza humana. Los individuos tienen la capacidad de contemplar su cultura desde fuera, pudiendo evaluar sus virtudes y defectos, y no sintiendo que su destino es pertenecer a ella. Ya que la diversidad humana premia valores cono la trascendencia de uno mismo y la autocritica, constituye un bien objetivo siendo condición esencial de la libertad humana y de su bienestar (Weinstock). Además, la diversidad cultural nos permite encontrar diferencias en la nuestra propia, tratándolas con justicia, convirtiendo es sospechoso todo intento de homogeneización y de imposición de una identidad simplificada. Una cultura que suprima a las demás tiende a homogeneizarse y a suprimir las ambigüedades y diferencias internas, por lo tanto es positivo que una cultura sea influenciada recíprocamente con las de su entorno, entablando un dialogo que pueda favorecer a todas, educándose mutuamente, hecho que puede reportar beneficios fructíferos a ambas. 
Por otra parte una cultura no tiene más autoridad que la derivada del compromiso voluntario de sus miembros, y muere cuando nadie apoya su sistema de prácticas y creencias. Se puede obligar a practicar pero no a creer, y cuando se pierden las creencias las prácticas se convierten en un rito social y pierden su significado cultural, no pudiéndose preservar una cultura por medios artificiales o por la fuerza. Quienes desean preservarlas formas de la diversidad cultural dicen, que si bien los seres humanos podemos crear culturas, estas sufrirán desventajas y podrán ser desbancadas por otras fácilmente al ser producto de elecciones humanas y ser individualistas en su orientación. Los conservadores culturales afirman que es mejor mejorar las culturas que ya poseemos que crear otras nuevas, ya que estas nuevas no cuentan con el peso histórico y las tradiciones que las antiguas. Parekh expone que aunque el argumento de los conservadores culturales tiene parte de razón, está dejando de lado hechos como el de que si una cultura no posee la fidelidad de sus miembros no va a ser capaz de mantenerse viva. Además, la cultura debe dejar de lado prejuicios profundamente arraigados en ellas, ya que cada época posee concepciones distintas de conceptos como el tiempo, la tradición, el yo, etc., estableciéndose así que una cultura que servía antes puede ser que ahora no sea posible en la nuestra. En resumen, Parekh defiende que si bien una comunidad puede defender sus valores y su visión del mundo, también debería permitir la experimentación, estableciendo así un equilibrio entre continuidad y cambio. 
Estas defensas de la diversidad cultural de Parekh admite que pueden ser criticadas, ya que un individuo puede ser perfectamente feliz en su cultura, aduciendo que no puede contener todos los valores humanos, prefiriendo vivir en una sociedad culturalmente homogénea, aunque el autor admite que existe la posibilidad de convencerle de que es preferible vivir en una sociedad culturalmente plural. Una sociedad culturalmente homogénea tiene sus puntos fuertes, como por ejemplo la facilitación de la creación de un sentido de comunidad, dando pie a una cultura densa, pudiendo ser mantenida con relativa facilidad, contando con facilidad con la movilidad de sus miembros, aunque muestra la tendencia a hacerse cerrada, contraria al cambio, opresiva, y a desincentivar la experimentación vital (J.S.Mill). Al ser su base estrecha carece de las condiciones necesarias para el desarrollo de virtudes morales e intelectuales importantes como la autoconciencia crítica y la tolerancia. Así, el individuo que prefiera esta cultura se equivoca al pensar que podemos pasar por alto estas virtudes, ya que los recursos de su propia cultura son más exiguos de los que se imagina. Una cultura se enriquece descubriendo y reflexionando sobre lo que forma la base de sus creencias. Además, en una cultura diversa y plural se pueden reproducir los valores de una cultura homogénea, como el sentido de comunidad o el consenso, pero no al revés. Aunque una sociedad diversa no resulte mejor en todos los aspectos, es más probable que en ella se consiga un mejor equilibrio en las cualidades deseables para cualquier sociedad buena. Además, debido a la globalización, no existe una sociedad que pueda aislarse de las demás. Una cultura debe elegir entre aceptar la diversidad cultural existente u homogeneizarse, pero esta última opción es inaceptable ya que alcanzaría grados inaceptables de represión interna, estableciéndose hoy en día como opción única para las sociedades el gestionar el potencial creativo de la diversidad. Un modo de vida debe adaptarse a las necesidades, circunstancias y temperamentos de las gentes implicadas. Sin embargo, si hay individuos que prefieren en el seno de su cultura tradicional, no se les puede ser impedido. El multiculturalismo no implica que una sociedad culturalmente abierta sea el único bueno o el mejor, ya que estaríamos cayendo en una falacia monista y actuando en contra del principio de la diversidad cultural. El multiculturalismo supone aceptar que a la vida buena se puede llegar por diversos caminos incluyendo la autorreferencialidad cultural. 
· Evaluación de las culturas
A veces se dice que las culturas son inconmensurables y que solo debería juzgárselas en sus propios términos. Ambas proposiciones son verdades a medias. Ya que las culturas están compuestas por diversas dimensiones, reducir los estándares a uno solo e intentar jerarquizar a las culturas enteras resulta incoherente. Pero aunque no podamos comparar culturas enteras sí que podemos hacerlo en ciertos aspectos. Podemos comparar las culturas partiendo de la medida en que respeten rasgos universalmente compartidos. Una vez que tenemos en cuenta las diferencias culturales contamos con los recursos necesarios para hacer comparaciones transculturales. 
Por otra parte, la idea de que solo podemos juzgar a las culturas desde dentro y en sus propios términos es parcialmente valida. Es válido ya que deberíamos intentar comprender las culturas desde dentro antes de emitir juicios sobre ellas, ya que no podemos esperar a que se adapten a nuestros estándares. Pero si dejamos atrás esta base el hecho de juzgar una cultura en sus propios términos se vuelve profundamente problemático. Parte de la idea positivista de que tiene una serie fija de valores con un conjunto determinado de significados, pero no hay ninguna cultura que sea así, ya que sus creencias y valores reflejan distintos niveles de generalidad. Cualquier cultura es demasiado fluida y abierta como para contar con términos fijos a través de los cuales se la pueda evaluar. Un ejemplo son los liberales y los socialistas, ya que cada grupo dice juzgar a la sociedad liberal en sus propios términos, pero llegaba a conclusiones muy distintas. Toda cultura está expuesta a las demás y no puede evitar compararse con ellas. En una cultura con una larga tradición histórica, siempre es posible encontrar elementos que pueden ser reinterpretados para generar recursos críticos. Las críticas de los reformadores son tanto internas como externas. Las externas están en el origen de la crítica, las internas eran necesarias para lograr su articulación, de manera que ambas se entremezclan y al final no hace falta realizar la distinción entre interna-externa (Walzer). El punto de vista conservador es más fiel a la tradición que el reformista, ya que las críticas de los reformistas tienden a malinterpretar la naturaleza de una cultura. Una cultura no tiene esencia, ya que engloba diferentes líneas de pensamiento, y los reformadores hacen hincapié en aquellas que la tradición de su cultura ha suprimido. Además, toda tradición puede leerse desde diferentes perspectivas, ninguna de ellas es la definitiva o final. Los conservadores son más fieles a sus libros de historia, pero pueden perder el apoyo de sus seguidores, minando así la viabilidad de su cultura. Los reformistas pueden equivocarse, pero al menos mantienen viva su cultura. Cuando la lealtad al pasado entra en conflicto trágico con el futuro, los reformistas son la opción adecuada. 
· El respeto a las culturas
Tenemos el deber de respetar a las personas, respetando su autonomía, aunque podemos juzgar y criticar sus modos de vida. Aun así, si tras tomarnos completamente en serio sus modos de vida puede que tengamos el deber de no respetar sus modos de vida. Nuestra obligación de no violar un derecho depende de la forma en que este sea ejercido. Respetar a una cultura supone respetar el derecho que una comunidad tiene a esa cultura. Toda comunidad tiene derecho a su propia cultura igual que cualquier otra, y no existe base para esta desigualdad. En cuanto al respeto hacia una cultura, se basa en la constatación de que aprobamos el tipo de vida que esta hace posible para sus miembros. Si la sociedad occidental puede reformarse a sí misma sin la ayuda exterior, no hay razón para asumir que el resto de la humanidad no pueda hacerlo también. Existe una diferencia entre la preocupación moral y la intimidación sobre una cierta superioridad moral. Lo primero debe ser aceptado, lo segundo no.