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Una definición práctica de la carne 2.La forma práctica de volvernos a Cristo en nuestro espíritu 3.Tres aspectos principales de Cristo en Romanos 8 4.Un espíritu firme en el cual more Dios 5.Comamos a Jesús para crecer y ser edificados 4 PREFACIO Este libro está compuesto de los mensajes que dio el hermano Witness Lee en Chicago, Illinois, del 30 de mayo al 1º de junio de 1975. 5 CAPITULO UNO UNA DEFINICION PRACTICA DE LA CARNE Lectura bíblica: Ro. 6:6; 7:17-20, 24, 25; 8:3, 6-10; 3:20 El libro de Romanos gira en torno a la vida y está compuesto de tres secciones principales. La primera sección trata de la redención; la segunda, de la vida; y la tercera, de la edificación, es decir, de la vida de la iglesia. La vida es el tema central. Es posible que la vida sea un término familiar para muchos cristianos, pero pocos pueden definir o comprender lo que la vida significa realmente en su experiencia. Es fácil hablar de la vida en el aspecto doctrinal, pero es difícil decir algo acerca de la vida basándose en la experiencia. En estos mensajes tenemos la carga de ver qué es la vida en nuestra experiencia. En la sección de Romanos que trata de la vida, hay dos términos clave: la carne y el espíritu. Los cristianos prestan atención solamente al Espíritu Santo, no al espíritu humano. Sin embargo, tenemos que comprender que en esta sección nuestro espíritu humano es más práctico en nuestra experiencia que el Espíritu Santo. Dos cosas son cruciales en la experiencia de vida: nuestra carne y nuestro espíritu. Por el lado negativo, tenemos que conocer la carne. Por el lado positivo, tenemos que experimentar nuestro espíritu humano, el cual está mezclado con el Espíritu divino (Ro. 8:16; 1 Co. 6:17). 6 LA CARNE ES EL CUERPO CORRUPTO, CONTAMINADO Y TRANSMUTADO Es difícil definir en una forma práctica lo que es la carne. Necesitamos ver que la carne es el cuerpo corrupto, contaminado y transmutado. Originalmente, era el cuerpo creado por Dios para contener nuestro ser humano. Nuestro ser humano está contenido en nuestro cuerpo físico, y éste fue creado por Dios en un forma pura. Pero cuando el hombre cayó, Satanás en la forma del árbol del conocimiento del bien y del mal entró en el hombre. Con dicha acción Satanás entró en el cuerpo del hombre. El hombre comió del árbol del bien y del mal; y nosotros sabemos que cualquier cosa que el hombre come entra en su cuerpo físico. Nuestro cuerpo, el cual contiene nuestro ser interior, fue creado como un vaso bueno, limpio y puro. Pero un día el enemigo de Dios vino y se inyectó en el hombre cuando éste comió de aquel árbol. El hombre comió del árbol del conocimiento, y el hecho y la realidad de ese árbol entraron en su cuerpo físico. En ese momento un elemento ajeno entró en el cuerpo del hombre. El cuerpo del hombre originalmente era puro. Pero desde que Satanás se inyectó en el hombre, el cuerpo de éste tiene otro elemento, un elemento ajeno que le fue añadido, y se ha vuelto carne. Por consiguiente, la carne tiene dos elementos: un elemento creado por Dios y el elemento que es Satanás. Este segundo elemento no es solamente algo malo que viene de Satanás o que es producido por él. Este elemento es Satanás personificado. De esta manera podemos ver que algo diferente, ajeno, algo 7 aparte de lo que Dios creó, entró en el cuerpo del hombre. Ninguna de las enseñanzas éticas y morales que hay en la cultura y la religión mencionan este punto debido a que no tienen la revelación de lo que es la carne del hombre. Las Escrituras muestran que la carne es nuestro cuerpo contaminado y transmutado. ¿Está usted consciente de que la carne es una cosa contaminada? No importa qué tan bueno sea usted, de todos modos tiene la carne. Es posible que usted sea la mejor persona, pero su carne no es mejor que la carne de los demás. No diga que su carne es mejor que la de los demás. La carne no es más que carne. La carne suya no es buena. Quizá usted piense que es una buena persona, pero lo cierto es que su carne no es buena. Su carne fue corrompida y contaminada por Satanás desde que cierto elemento ajeno entró en usted. Esta es la razón por la cual la Biblia nos dice que la carne está llena de lujuria (Ro. 13:14; Gá. 5:16; 1 P. 2:11). Las concupiscencias están en la carne, y ésta es la totalidad de todas las lujurias. Ninguna lujuria es buena; todas son malas. No importa cuán bueno sea usted. Puede ser todo un caballero o toda una dama, un buen muchacho o una buena muchacha, pero siempre que sea un ser humano, está dotado de una carne mala, detestable y contaminada. Nadie tiene una buena carne. Uno puede decir que ha sido salvo y santificado y que es santo. Tal vez usted sea santo, pero todavía tiene la carne. Nuestra carne ha sido corrompida con el mismo Satanás. Necesitamos nuestro cuerpo para poder existir, pero nuestro cuerpo es un cuerpo caído, 8 transmutado, corrupto y contaminado. Hoy nuestro cuerpo es la carne. Romanos 6:6 nos dice que nuestro cuerpo es “el cuerpo de pecado”; éste no es el cuerpo de justicia. Romanos 7:24 dice que nuestro cuerpo es “el cuerpo de esta muerte”. Hoy nuestro cuerpo no es solamente el cuerpo de pecado, sino también el cuerpo de muerte. El pecado y la muerte siempre van juntos. El pecado es el esposo y la muerte la esposa. Nunca se divorcian. La muerte siempre sigue al pecado. No era necesario que Pablo enseñara que el pecado como esposo debe amar a la muerte, y que la muerte como esposa debe sujetarse al pecado. Sin duda el pecado ama a la muerte, y la muerte siempre está sujeta al pecado. Siempre van a la par. En una reunión de la iglesia, un hermano puede sentarse al frente, mientras que su esposa está sentada atrás en la última fila. El pecado y la muerte no actúan así. Dondequiera que el pecado esté, ahí también estará la muerte. Nuestro cuerpo es un cuerpo de pecado y muerte. ¿Ama usted su cuerpo? Necesitamos golpear nuestro cuerpo (1 Co. 9:27). Nuestro cuerpo es la carne debido a que no es puro. No importa cuánto oremos y caminemos con el Señor, tenemos que comprender que junto con nuestro ser interno esto detestable que es el cuerpo de pecado y muerte, está siempre con nosotros. Mientras estemos vivos, y hasta el día de nuestra redención, el cuerpo de pecado y muerte estará siempre con nosotros. Romanos relaciona estas tres cosas: la carne, el pecado y la muerte. Romanos 8:2 habla de la ley de pecado y de la muerte. Se aplica una sola ley a estas dos cosas. Esto 9 demuestra que el pecado y la muerte son realmente una sola cosa. El versículo 6 dice que la mente puesta en la carne es muerte. Donde esté la carne, allí habrá muerte. Romanos 8:3 habla de la semejanza de la carne de pecado. La carne y el pecado son una sola cosa. Debemos ver que la carne, el pecado y la muerte son tres en uno. Donde hay pecado, allí hay muerte, y donde está la carne, allí hay pecado. El pecado siempre está con la muerte, y la carne está siempre con el pecado. Estos tres nunca se separan. Si usted tiene una de estas cosas, tiene las tres. Si usted tiene muerte, tiene pecado. Si tiene pecado, tiene la carne; tenga la certeza de que tiene el pecadoy la muerte. Estas tres cosas son una sola. EL PECADO ES EL MISMO SATANAS EN NUESTRA CARNE Ahora debemos ver qué es el pecado. El pecado no consiste en malas acciones, tales como odiar o matar. Estos son actos externos. No son el pecado en sí. El pecado, según lo revela la Biblia, es Satanás mismo. Cuando el pecado entró en el hombre creado, Satanás entró en él. Podemos usar el ejemplo de un papel negro puesto dentro de un libro. El libro puede compararse con algo creado por Dios, y el papel negro introducido en el libro, con el pecado. Un día Satanás entró en el hombre. El pecado es Satanás dentro de usted. El pecado es una persona viviente. Romanos dice que el pecado puede engañarnos, matarnos (7:11), y adueñarse de nosotros, esto es, dominarnos (6:12, 14). Todas estas actividades demuestran que el pecado es una persona viviente. Esta persona es Satanás. 10 Cuando Satanás está fuera de usted, no es el pecado. Cuando entra en usted, viene a ser el pecado. El pecado es Satanás en usted. Tenemos que comprender en qué parte de nuestro ser está Satanás. El está en nuestra carne. Pablo dice en Romanos que él hacía lo que aborrecía (v. 15). Por eso dijo: “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí” (v. 17). Pablo usó dos veces la expresión “ya no soy yo”. En Gálatas 2:20 él dijo: “Y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. En Romanos 7 dijo: “Ya no soy yo ... sino el pecado que mora en mí”. El pecado es otra persona que está en nosotros. Quizá me guste hacer algo, pero a la larga no lo hago, sino que hago lo que aborrezco. Entonces ya no soy yo quien lo hace, sino otra persona. Esta persona es mi carne. Pablo dice: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (v. 18). En mi carne no mora el bien, porque la carne está completamente poseída y controlada por Satanás como pecado. Algunas personas no creen que exista Satanás, y no saben que este ser está en su carne. Ellos no creen que Satanás existe y no saben que mientras dicen eso, es Satanás quien está hablando en ellos. Ellos hablan por Satanás, el cual ellos no creen que exista. Satanás está en la carne del hombre. Hemos mostrado que la carne es nuestro cuerpo corrupto. La carne también se usa refiriéndose a los seres humanos corruptos. Romanos 3:20 dice que por la ley ninguna carne puede ser justificada. La palabra carne aquí no se refiere a nuestro cuerpo contaminado, sino a nuestro ser caído. Por las obras 11 de la carne ningún ser humano caído puede ser justificado. Significa que ninguna persona que sea carne puede ser justificada. A los ojos de Dios, todos los seres humanos son carne. Génesis 6:3 nos dice que en cierto momento el hombre se hizo carne a los ojos de Dios. El hombre es totalmente carne porque su ser caído está bajo el dominio de la carne. Todo ser humano en la sociedad de hoy está dominado por su carne. ¿Quién lleva la gente a los casinos de Las Vegas? ¿Quién lleva la gente a los teatros? La carne lo hace. A los ojos de Dios nosotros no somos más que carne. A los ojos de Dios no somos simplemente seres humanos; somos carne, la cual ha sido poseída, saturada y controlada por Satanás y con la cual él se ha mezclado. Considere la sociedad de hoy. Todos los hombres son carne. Externamente los hombres se conducen como caballeros, pero internamente son carne. Externamente las mujeres se conducen como damas, pero internamente son carne. El esposo es carne; la esposa es carne; el muchacho es carne; la muchacha es carne; el caballero es carne; el ejecutivo es carne; el que hace la limpieza es carne. Todos son carne porque todos están bajo el dominio de Satanás y han sido corrompidos por él. Todos tenemos que darnos cuenta de que Satanás como pecado está en la carne y de que el pecado es Satanás en el hombre. En esta carne también está la muerte. La muerte se define como debilidad. Estamos muertos cuando somos debilitados al máximo. La muerte es la debilidad. Muchas veces tratamos de hacer el bien; queremos ser personas santas. Pero 12 cuando tratamos de hacer el bien, fracasamos. Algunos de los jóvenes que viven en una casa de hermanos tal vez piensen que el Señor desea que ellos aprendan a ser pacientes. Ellos están dispuestos a aprender la lección de la paciencia. Pero en realidad ellos están propensos a perder su paciencia. Pablo dice: “El querer está en mí, pero no el hacerlo” (Ro. 7:18). Esto es debilidad, y la debilidad es muerte. Aun en cosas espirituales hay muerte. Sabemos que todos los miembros del Cuerpo deben funcionar. Quizá antes de venir a la reunión de la iglesia estemos dispuestos a funcionar. Pero hallamos que el querer está presente, mas no el hacerlo. Cuando llegamos a la reunión sentimos la debilidad. Esta debilidad es muerte. La muerte obra y nos afecta día tras día. Los seres humanos hoy no viven. En realidad todos ellos están en el proceso de morir. Con el tiempo todos los seres humanos mueren. Debemos comprender que todas las personas están muriendo porque la muerte opera en todas y cada una de ellas. La muerte obra específicamente en nuestra carne. Si perdemos el control y nos airamos por un minuto, esto tal vez nos deje muertos por tres días. No podemos orar ni tener avivamiento matutino ni leer la Biblia, porque hemos sido amortecidos por nuestro pecado. El pecado es otro título de Satanás. El pecado va junto con la muerte, y Satanás es el que tiene el poder de la muerte como se menciona en Hebreos 2:14. Podemos ver estas tres cosas: el pecado, la muerte y Satanás. Los tres están en la carne. La carne es el lugar donde se reúnen el pecado, la muerte y Satanás. Ellos siempre se reúnen allí, y sus reuniones son tan largas 13 que nunca terminan. Muchos de nosotros empleamos nuestro tiempo asistiendo a las reuniones de la iglesia en el salón de reunión. Satanás también tiene un salón de reunión. El salón de reunión de Satanás es nuestra carne. Si usted quiere ver a Satanás, vaya a la carne. Allí está Satanás. El está siempre en la carne junto con el pecado y la muerte. Necesitamos ver cuán mala es la carne. En primer lugar, la carne está en enemistad con Dios. Segundo, la carne no está sujeta a la ley de Dios; siempre se rebela contra la ley de Dios. Tercero, la carne no puede sujetarse a la ley de Dios (Ro. 8:7), pues tiene una naturaleza que no puede sujetarse a Dios. Por consiguiente, no debemos tratar de hacer el bien con nuestra carne, debido a que ella no se sujeta a la ley de Dios. Cuarto, la carne nunca puede agradar a Dios (v. 8). Ahora bien, podemos preguntarnos: “¿Qué haremos con la carne?” Según Gálatas, tenemos que crucificarla (5:24). Pablo nos dice en Romanos que primero debemos comprender que existe la carne. Hoy día tenemos la carne, la cual es nuestro cuerpo transmutado, contaminado y corrompido por dentro. La carne está llena de Satanás, el pecado y la muerte. La carne, Satanás, el pecado y la muerte son uno solo. No debemos pensar que tenemos algo bueno, o que tenemos alguna posibilidad de ser buenos. Debemos ser iluminados para ver que nuestra carne es un cosa detestable. Tenemos que condenarla en lugar de tratar de mejorarla. Algunos cristianos son engañados pensando que después de ser salvos, su carne será recobrada. Dios nunca recobra la carne. Nuestra carne 14 es un caso perdido. No debemos tener ninguna esperanza positiva en cuanto a nuestra carne. Tenemos que comprender que la carne es pecado. LA CARNE NOS OBLIGA A VOLVERNOS AL ESPIRITU Quisiera que viéramos ahora que la carne, a la larga, nos es útil. ¿De qué manera nos es útil? Nos sirve para obligarnos a volvernos a nuestro espíritu. Tenemos un cosa tan maligna que nunca la podemos vencer; pero de todos modos nunca se desvanece. Siempre está ahí. Hace muchos años leí varios libros que decían cómo podía uno ser santo y victorioso. Traté aquellos métodos. Al principio sirvieron un poco, pero con el paso del tiempo, ningún método trajo resultados. Así que quedé completamente desilusionado. Me di cuenta de que la carne está desahuciada. Me preguntaba por qué elSeñor no quitaba la carne. Me imaginaba que si El erradicaba nuestra carne, todo quedaría resuelto. En la cruz Cristo le puso fin a todas las cosas, pero podríamos preguntarnos por qué dejó esta carne tan detestable en nosotros. Parece que cuanto más oramos para deshacernos de la carne, más somos perturbados por ella, y más activa se vuelve. Parece que nunca podemos controlarla. Finalmente le dije al Señor: “Ya que no pones fin a mi carne, no volveré a tratar de ser bueno. Dejaré de intentar ser bueno. Ya no procuraré ser victorioso”. El Señor me dijo: “Hijo, eso es maravilloso. Eso es exactamente lo que quiero que hagas. Tienes que cesar de tratar de controlar la carne por tu cuenta”. Finalmente, el Señor me mostró 15 que El dejó la carne en nosotros por nuestro propio bien, pues esto nos ayuda y nos obliga a volvernos a El, a volvernos al espíritu. Si no tuviéramos en nosotros una cosa tan maligna como la carne, probablemente no oraríamos tan desesperadamente. La carne nos ayuda y nos obliga a clamar al Señor. Estamos forzados por causa de la carne a volvernos a nuestro espíritu. Si no nos volvemos al Señor, entonces el asunto será peor. Pero si la carne no nos deja otra salida que volvernos al Señor, entonces es verdaderamente útil. Podemos decir: “Gracias Señor por la ayuda de la carne. Gracias Señor, que en Tu soberanía puedes usar mi carne para forzarme a volverme a mí espíritu”. Tenemos que comprender que la carne y el espíritu están muy cerca. Romanos 8:6 dice que poner nuestra mente en la carne es muerte, y que poner nuestra mente en el espíritu es vida. El versículo 4 dice que tenemos que andar según el espíritu, y no según la carne. Romanos 8:10 dice que si Cristo está en nosotros, nuestro cuerpo está muerto. Esto significa que nuestro cuerpo es la carne. Pero si el Espíritu mora en nosotros, nuestro espíritu es vida. Podemos ver en estos versículos que la Biblia menciona la carne muy ligada al espíritu. Aun si usted es salvo desde hace mucho tiempo y ha tenido una íntima relación con el Señor, de todos modos estas dos cosas están con usted. La carne y el espíritu están con usted. Nuestra carne es la corporificación de Satanás. El pecado y la muerte están en nuestra carne. Pero alabamos al Señor 16 porque también tenemos el espíritu dentro de nosotros. En el universo existe una persona cuyo nombre es Satanás. El está en nuestra carne y él mismo es el pecado; y el pecado a su vez trae muerte. La carne, el pecado, Satanás y la muerte son uno solo. Dios no tiene la intención de poner fin a la carne hasta que nosotros estemos maduros. Cuando estemos maduros, ya no necesitaremos la ayuda de la carne. La carne está aquí ayudándonos y forzándonos a volvernos al espíritu. No debemos desanimarnos. Aunque tenemos la carne, también tenemos que decir: “¡Alabado sea el Señor, también tengo el espíritu!” Por un lado, aborrecemos nuestra carne; por otro, alabamos al Señor por la ayuda que recibimos de la carne. Puse toda mi confianza en el Señor después de que comprendí que mi carne no tenía remedio. Desde el día que descubrí que mi carne era un caso perdido, tuve temor y temblor, y empecé a acudir al Señor y a volverme al espíritu en todo lo que hacía. Estaba alerta y decía: “Señor, tienes que intervenir. Tienes que guardarme y cuidarme. Tienes que mantenerme en la esfera del espíritu; de no ser así, seré descuidado y estaré en la carne”. Tenemos que comprender que la carne es un caso perdido. Los cristianos éticos y moralistas, enseñan cómo vencer y controlar la lujuria. Pero la Biblia solamente revela que la lujuria está en la carne y que la carne es un caso perdido. Solamente sirve para ayudarnos y forzarnos a volvernos al espíritu y a confiar en el Señor. Esto no está en la esfera de la ética 17 ni la moral. Esto es asunto de volvernos de la carne al espíritu. Todos tenemos que volvernos de la carne al espíritu. Tenemos que comprender que la carne no tiene remedio y que está ahí para nuestro bien. Está aquí ayudándonos y forzándonos constantemente, momento tras momento, a volvernos al espíritu, a confiar en el Señor, y a no volver a confiar en nuestra carne (Fil. 3:3). CAPITULO DOS LA FORMA PRACTICA DE VOLVERNOS A CRISTO EN NUESTRO ESPIRITU Lectura bíblica: Zac. 12:1; Job 32:8; Pr. 20:27; Jn. 3:6b; 4:24; Ro. 1:9a; 8:16, 15, 4, 6, 9, 10; 2 Ti. 4:22; Gá. 6:18. La vida cristiana parece ser muy misteriosa y abstracta, pero Pablo la presentó como algo práctico al hablar sobre la carne en el aspecto negativo y sobre el espíritu en el aspecto positivo. Este es el espíritu humano, no el Espíritu Santo. La carne humana y el espíritu humano son la clave para la vida cristiana práctica. Si queremos experimentar la vida en una manera práctica, tenemos que entender claramente lo que son la carne y el espíritu. No son muchos los cristianos de hoy que entienden claramente estas dos cosas. Tal vez hayamos leído los capítulos 6—8 de Romanos y estemos familiarizados con los términos la carne y el espíritu, pero lo que necesitamos es una visión celestial, una revelación divina. Muchos cristianos han leído Romanos 8 y han 18 visto allí al Espíritu Santo, pero no han visto que hay otro espíritu en éste capítulo. El versículo 16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu”. Este versículo habla del Espíritu Santo y de nuestro espíritu, el espíritu humano. Los cristianos prestan atención principalmente al primer Espíritu, el Espíritu Santo. No podemos comprender al Espíritu Santo sin nuestro espíritu humano. No importa cuán maravilloso sea el Espíritu Santo, de todos modos necesitamos el órgano apropiado, nuestro espíritu humano, para poder estar conscientes de El. Si no tenemos ojos, no podemos percibir la luz, los colores, ni la belleza de un paisaje natural. Nuestros ojos son los órganos apropiados para percibir estas cosas. Si no tuviéramos oído, el órgano con el cual percibimos los sonidos, no podríamos percibir los sonidos ni darles sustantividad. Dios es Espíritu. Si no tuviéramos espíritu, no podríamos percibirlo a El. SATANAS, EL PECADO Y LA MUERTE ESTAN EN LA CARNE En el capítulo anterior vimos que Satanás, el pecado y la muerte están en la carne. Debemos presentar los versículos de la Escritura que prueban esto. Romanos 7:17 dice: “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí” y el versículo 18 dice: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien”. Estos dos versículos muestran que el pecado mora en la carne. Consideremos ahora cómo podemos decir que el pecado es Satanás. El versículo 21 dice: “Así que yo, 19 queriendo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está conmigo”. Cuando el pecado está adormecido dentro de nosotros, es simplemente el pecado, pero cuando se despierta en nosotros por nuestro deseo de hacer el bien, se vuelve “el maligno”. Esto significa que el pecado es el maligno, y el maligno es el pecado. En el Nuevo Testamento Satanás tiene otro título, y este título es “el maligno”. En Juan 17 el Señor oró pidiendo que los discípulos fueran guardados de “el maligno”. ¿Quién es “el maligno”? El maligno es Satanás, y el pecado es el maligno, por consiguiente el pecado es Satanás. El pecado mencionado en Romanos es un persona viviente, porque el pecado nos mata, nos engaña (7:11) y se enseñorea de nosotros (6:12). Ya no soy yo quien obra, sino el pecado que mora en mí. Yo soy una persona, y el pecado también es una persona. En Gálatas 2:20 Pablo dice: “Y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Dentro de mi persona, hay otra persona, Cristo. También dentro de mí, esto es, en mi carne, hay otra persona. Esta persona es el pecado, y el pecado es Satanás. El pecado es Satanás en nosotros, y la muerte está unida al pecado. Romanos 8:2 habla de la ley del pecado y de la muerte. De manera que mientras usted tenga pecado, tiene muerte. Estas tres cosas —Satanás, el pecado y la muerte— están en la carne. EL SEÑOR, QUIEN MORA EN NUESTRO ESPIRITU, ES APLICADO A NUESTRA VIDA DIARIA Nuestra carne esimpura; es una mezcla, una composición. Una composición está compuesta de 20 varios elementos. A nuestra carne se le ha añadido Satanás, el pecado y la muerte. ¿Se ha dado cuenta usted alguna vez de que hoy nuestra carne es una composición tan terrible y misteriosa? Nuestro espíritu humano también es una entidad compuesta, pero es una composición en el buen sentido. Jesucristo está en nuestro espíritu. En 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor esté con tu espíritu”. Además la gracia de Dios está en nuestro espíritu. Gálatas 6:18 dice: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”. Podemos decir que el Señor está en nuestro espíritu, pero en nuestra vida diaria no lo aplicamos. En mi juventud muy pocos hogares en la China continental tenían electricidad. Un día instalaron la electricidad en nuestra casa, pero yo ya estaba acostumbrado a usar la lámpara de aceite. Durante muchos días después de que instalaran la electricidad, yo seguí usando las lámparas de aceite por hábito. Me acordaba entonces que ya teníamos electricidad, y encendía la luz con el interruptor eléctrico. Sabía que ya había electricidad en mi casa y que había bombillas eléctricas colgando del techo, pero por falta de costumbre me olvidaba de encender la luz. Muchos de nosotros hemos oídos mensajes en cuanto al hecho de que Jesucristo está en nuestro espíritu. Quizá nos entusiasmemos con ello, pero en nuestra vida diaria, lo olvidamos. Nos parecemos a alguien que trata de encender lámparas de aceite teniendo electricidad en su casa. No estamos acostumbrados a ir a Cristo en nuestro espíritu. Estamos acostumbrados a acercarnos a El, como si estuviera 21 muy lejos, en el tercer cielo. No estamos habituados a ir a El directamente ni a aplicarlo a nuestra necesidad. Tenemos la doctrina de que el Señor está en nuestro espíritu, pero no practicamos la realidad. Tenemos que preguntarnos: “¿Realmente aplicamos a Cristo en nuestra vida diaria?” La mayoría de las veces no lo aplicamos, porque no estamos habituados. Estamos acostumbrados a aplicarnos a nosotros mismos. No estamos acostumbrados a aplicar a “este extranjero”. Tenemos un “Extranjero” dentro de nosotros, el cual vino desde muy lejos, desde el tercer cielo. Un día cuando dijimos: “Oh Señor Jesús”, El entró en nosotros como si fuera un “extranjero”. El nunca saldrá de nosotros, sin embargo nosotros no estamos acostumbrados a aplicarlo. Quizá hayamos oído mensajes acerca del espíritu humano, pero no practicamos lo que hemos oído, porque no estamos acostumbrados a hacerlo. Después que la electricidad fue instalada en nuestra casa, nos tomó largo tiempo acostumbrarnos. Tenemos que acostumbrarnos a ir al interruptor eléctrico y encender la luz en vez de ir a encender la lámpara de aceite. Deseo ver que muchos santos en la vida de la iglesia se acostumbren a “ir al interruptor” y a “encender a Cristo”. Para practicar esto se requiere un entendimiento claro, una realidad completa, de que Dios no desea que nosotros seamos morales ni inmorales, buenos ni malos. El desea que vivamos para El y por El. El quiere que seamos personas llenas de vida. Estas palabras podrían ofender a las personas que están llenas de conceptos éticos y morales. Pero 22 necesitamos comprender que las Escrituras revelan que Dios no desea ni ética ni moralidad. En Juan 15:5b el Señor dice: “Separados de Mí nada podéis hacer”. Podemos amar, ayudar y hacer buenas cosas por otros estando separados de El. Cristo dijo que sin El nada podemos hacer, pero nosotros hacemos muchas cosas sin El. Cristo puede decirnos: “Separados de Mí podéis hacer muchas cosas, pero lo que hagáis aparte de Mí, no será reconocido por el Padre. Lo que hagáis separados de Mí, será quemado. Mí Padre nunca lo aceptará. Hay una sola categoría de cosas que será aceptada por Mí Padre. Esta es las cosas que hagáis en Mí y conmigo. Lo que hagáis en Mí y conmigo será anotado en los cielos y tenido en cuenta por Mi Padre”. Cuando nos relacionamos con otros estando en Cristo y con El, ministraremos a Cristo a tales personas. Separados de Jesucristo, es imposible ministrar a Cristo e impartirlo en otros. Quizá podamos hacer muchas cosas separados de Cristo, pero esas cosas no serán anotadas en la cuenta celestial. Desde el punto de vista de la cuenta celestial, nada de lo que hagamos separados de Cristo tiene valor alguno. Separados de Cristo no podemos hacer nada que sea reconocido por el Padre celestial. De manera que la vida cristiana no es un asunto de ética ni de moralidad. Si así fuera, los chinos no necesitarían hacerse cristianos. Ellos recibieron las enseñanzas de Confucio, y saben mantener la ética. No necesitamos enseñanzas sobre ética. Necesitamos a Cristo como nuestra vida. El problema que tenemos es éste. Quizá sepamos que necesitamos a Cristo como nuestra vida en teoría y en 23 doctrina, pero en nuestra práctica y en nuestra vida diaria lo olvidamos. Los orientales, se olvidan de Cristo en su vida práctica porque han sido influidos por las enseñanzas de Confucio. Los occidentales se olvidarán de Cristo porque han sido influidos por los conceptos éticos y morales. Se nos ha enseñado a ser moralistas, a conducirnos apropiadamente y a desarrollar un buen carácter. Así se nos ha enseñado, y hemos sido criados en este contexto y bajo esta influencia. LA CARNE NOS OBLIGA A VOLVERNOS AL ESPIRITU Antes que fuéramos salvos éramos descuidados. Ahora que somos salvos, debemos decirle al Señor: “Señor, gracias por haberme salvado. Oh Señor, perdóname por mis descuidos en el pasado. Ahora soy Tu hijo, Padre celestial. Ayúdame a tener un buen carácter para poder glorificarte ante mis padres y ante mis familiares. Ayúdame Señor”. Es posible que oremos así: “Señor, ayúdame a no enojarme y a no ponerte en vergüenza. Ayúdame a ser un buen hermano en la vida de la iglesia”. Muchos de nosotros hemos orado de esta manera porque hemos sido afectados por la enseñanza de que debemos ser moralistas, tener una buena conducta y un buen carácter. Desde el punto de vista humano, no hay nada malo en esto, pero eso no es lo que Dios quiere. Dios desea que Cristo entre en usted. Tal vez le hayamos pedido a Dios que nos ayude a ser una buena persona, a tener buen genio y a no ofender a nadie. Sin embargo, después de hacer dicha oración nos volvemos peores. Antes de ser salvos, tal vez 24 perdiéramos la paciencia una vez por semana. Después de ser salvos y orar de esta manera, nos enojamos tres veces por semana. Entonces nos preguntamos, ¿por qué nos hemos vuelto peores desde que fuimos salvos? En realidad, no estamos “lo suficientemente mal”. Necesitamos ser puestos en evidencia y volvernos cada vez peores. He experimentado esto. Cuanto más oro para ser bueno, peor me vuelvo. Finalmente, le pregunté al Señor por qué El no eliminaba esta carne tan detestable. Y El me mostró que la necesito. Sin esta tribulación, sin la carne, ninguno de nosotros acudiría al Señor. Es posible que deseemos ser como era Adán antes de la caída en el huerto. Adán era bueno antes de la caída; era inocente y puro. Pero había un vacío en él que permitió que el enemigo, el diablo, entrara en él. Si usted es inocente y puro como lo era Adán antes de la caída, eso no durará mucho. El diablo vendrá a llenarlo y a poseerlo. Tenemos la carne con nosotros hoy como un verdadero problema, pero alabamos al Señor porque este problema es útil. Nunca estuve tan cerca del Señor hasta que experimenté este problema. Oré una y otra vez para controlar este problema tan terrible, mi carne. Con el tiempo descubrí que la carne no tiene esperanza de ser mejorada. Entonces el Señor me mostró que El no tiene intención de lidiar con esta cosa tan horrenda. Prefiere dejarla donde está, no para que tengamos nuestro mal genio, sino para que seamos forzados a volvernos al espíritu. Por muchos años he estado alerta y consciente que esta cosa horrible está conmigo día y noche. Cuando hablo con mi esposa, con mis hijos o con los 25 hermanos, me doy cuenta de que estoy caminando sobreuna delgada capa de hielo. No tengo confianza de salir completamente victorioso, debido a que esta cosa terrible está siempre conmigo. De manera que, si esta terrible cosa está siempre conmigo tengo que estar alerta y volverme al Señor. Mientras hablo con mi esposa, con mis hijos o con los hermanos, necesito orar en mi interior así: “Oh Señor, guárdame. Oh Señor, mantenme en mi espíritu. Sálvame”. Esto se debe a que esta cosa detestable, la carne, está tan cerca de mí. Es como si continuamente estuviéramos “a un milímetro” de estar en la carne. Si no estoy consciente de que tengo que estar en el espíritu, en un par de minutos estaré en la carne. Entonces ofenderé a todos. A la larga, éste no es un asunto de ofender o no, sino de ganar más de Cristo. Gano más de Cristo porque me vuelvo más a El en mi espíritu en todo momento. Este no es un asunto de victoria, sino de ganar a Cristo. La intención de Dios es forjar a Cristo en nosotros día y noche. Todos necesitamos ayuda para volvernos a El. ¿Quién es la ayuda? La ayuda más subjetiva y cercana es nuestra horrible carne. Muchos de nosotros no nos percatamos de que tenemos un ayudante tan horrible. Tengo la carga de decirles que en su espíritu está la verdadera ayuda. En su espíritu está la fuente de la vida. En su espíritu está la realidad de la vida. El único problema es que usted ha sido salvo por tantos años y todavía no tiene la costumbre de volverse a su espíritu. De manera que bajo la sabia soberanía de Dios, la carne es dejada donde está con el propósito de forzarlo a usted a volverse a Cristo todo el día. 26 Si nos abrimos a la luz del Señor y practicamos esto, en los años que vienen ganaremos más de Cristo. Finalmente, cuando seamos transfigurados estando en este cuerpo terrible, podremos decirle adiós a Satanás. Si él no nos hubiera perturbado en nuestra carne todos estos años, no habríamos podido ganar tanto de Cristo. Esto nos muestra que hasta Satanás es usado por Dios para cumplir Su propósito. Si nunca hubiéramos caído tan bajo, no estimaríamos la salvación del Señor como se debe. LA IMPORTANCIA DE NUESTRO ESPIRITU HUMANO Ahora consideremos la importancia de nuestro espíritu humano. Zacarías 12:1 dice que Dios extendió los cielos, fundó la tierra, y formó el espíritu del hombre dentro de él. En todo el universo, aparte de Dios, sólo hay tres cosas cruciales: los cielos, la tierra y el espíritu humano. Job 32:8 dice: “Ciertamente espíritu hay en el hombre”. Tenemos un espíritu en nosotros, y ése es el órgano con el cual nos relacionamos con Dios y le recibimos. Proverbios 20:27 dice que el espíritu del hombre es la lámpara del Señor. Esta lámpara necesita aceite. Nuestro espíritu es la lámpara de Dios, y Dios es el aceite para esta lámpara. Juan 4:24 dice que Dios es Espíritu, y los que le adoran, deben adorar en espíritu. Si queremos tocar a Dios, adorarle, necesitamos hacerlo en el espíritu. Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Después de nacer de nuevo, nuestro espíritu no es simplemente un espíritu humano debido a que ahora 27 tiene al Señor Jesús y al Espíritu Santo. El Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu (Ro. 8:16). Esto significa que el Espíritu Santo obra juntamente con nuestro espíritu humano. Nuestro espíritu también tiene gracia dentro de sí. Nuestra carne es una composición, constituida del pecado, la muerte y Satanás. Nuestro espíritu también es una composición, constituida de Cristo, el espíritu y la gracia. DOS ORGANOS Y TRES PERSONAS El hombre tiene dos órganos: el cuerpo, un órgano externo, y el espíritu, un órgano interno. Entre esos dos está nuestra persona, es decir, el alma humana (1 Ts. 5:23). Nuestra alma es nuestro yo, nuestra persona. El cuerpo es el órgano externo con el cual percibimos las cosas físicas o materiales. Nuestro espíritu es el órgano interno con el cual nos relacionamos con Dios. Por medio de la caída el diablo, Satanás, entró en nuestro órgano externo, el cuerpo humano. Cuando fuimos regenerados, el Señor Jesús entró en nuestro órgano interno, nuestro espíritu humano. También tenemos que comprender que como cristianos tenemos tres personas. La primera persona es uno mismo en su alma, su ser. La segunda persona es Satanás, quien está en la carne de uno. La tercera persona es Cristo, quien está en el espíritu de uno. Esta clase de verdad ha sido ignorada hoy, nadie la ha visto. La mayoría de las enseñanzas y sermones que se predican están en la esfera de la ética y la moralidad, no en la esfera que Pablo presentó en el libro de Romanos. En el libro de Romanos no hay conceptos 28 morales ni éticos, sino el concepto que hoy en nuestro espíritu están Jesucristo, el Espíritu y la misma gracia de Dios. Dios no desea que seamos simplemente éticos y morales, pero sí que caminemos según este maravilloso espíritu compuesto. Dios quiere que vivamos en este espíritu compuesto y que nos conduzcamos cada minuto en conformidad con el espíritu compuesto. EL HOMBRE FRENTE AL ARBOL DEL CONOCIMIENTO Y AL ARBOL DE LA VIDA La Biblia es completamente consistente. Comienza con un hombre frente a dos árboles, el árbol del conocimiento y el árbol de la vida (Gn. 2:29). Al final vemos en Romanos que el árbol del conocimiento entró en la carne del hombre, y que el árbol de la vida entró en el espíritu del hombre. Los dos árboles están dentro de nosotros los cristianos. El problema hoy no radica en si uno se conduce éticamente o no. El problema radica en el árbol al que uno acude, sea el árbol del conocimiento o el árbol de la vida. ¿Vive, anda y se conduce usted todos los días según la carne o según el espíritu? Si usted obra de acuerdo con la carne, ello quiere decir que está comiendo del árbol del conocimiento. Poner la mente en las cosas de la carne es muerte (Ro. 8:6a). La muerte viene cuando comemos del árbol del conocimiento. Pero si uno anda en conformidad con el espíritu, toca el árbol de la vida. Poner la mente en el espíritu es vida (v. 6b), y la vida siempre viene cuando comemos el árbol de la vida. Necesitamos entender que estos dos árboles están dentro de nosotros. Externamente, tenemos el árbol 29 del conocimiento en nuestra carne. Internamente, tenemos el árbol de la vida en nuestro espíritu. Ahora toda la situación depende del árbol al que acudamos, ya sea el árbol del conocimiento o el árbol de la vida. ¿Andaremos, obraremos y nos conduciremos en la vida de la iglesia de acuerdo a la carne o de acuerdo al espíritu? Si experimentamos la vida de la iglesia según la carne, el resultado será muerte. Nuestra vida de iglesia matará a los santos debido a que no concuerda con el espíritu sino con la carne. La carga que tengo es que comprendamos que Satanás está en nuestra carne, y que Cristo está en nuestro espíritu. Tenemos un enemigo en nuestra carne, y un amado Salvador en nuestro espíritu. ¿Qué hemos de hacer? ¿Nos volveremos a nuestro enemigo para cooperar con él? ¿Coordinaremos con él, o acudiremos a Cristo y seremos uno con El? Tal vez digamos: “Por supuesto que no voy a seguir a Satanás sino a Cristo”. Yo sé que usted dirá estas palabras, pero es fácil decir esto. En realidad necesitamos ser muy quebrantados y derrotados, lo cual nos forzará a darnos cuenta de que no hay esperanza en la carne. La carne sólo sirve para forzarlo a uno a volverse a Cristo en el espíritu. Algunos santos de más edad podrían decir a los jóvenes que necesitan aprender a ser pacientes. De hecho, los jóvenes no necesitan aprender a ser pacientes; necesitan ser derrotados. Necesitan perder el control y tener mal genio. Esto hará que se desesperen y se vuelvan al Señor en su espíritu. Si los hermanos de edad enseñan a los jóvenes a aprender a ser pacientes, ninguno de ellos triunfará. Nadie puede 30 graduarse en esta clase de escuela. Pero después de dos años, muchos de los jóvenes se graduarán en la escuela de los fracasos. Algunos dirán: “Renuncio. No puedo seguir viviendo en la casa donde viven los hermanos. No tengo tanta paciencia”. Yo diría: “Aleluyapor su fracaso”. Usted tiene que fracasar y volverse al Señor en su espíritu. Nuestra vida matrimonial también es usada por el Señor. El propósito de Dios es usar la vida matrimonial de uno para forzarlo a volverse al espíritu. Sin nuestra esposa y sin nuestros hijos no podemos ganar mucho de Cristo. Las esposas ayudan a los esposos a volverse a Cristo, y los esposos ayudan a las esposas a volverse a Cristo. Alabado sea el Señor por las dificultades. Alabado sea el Señor por los fracasos y los quebrantos. Alabo al Señor por tantas veces que dije: “Renuncio, no puedo más”. Alabo al Señor por las frustraciones. Esta es la razón por la cual sin estas cosas negativas, nunca seremos forzados a volvernos al espíritu. Nunca estaremos conscientes de que necesitamos a Cristo. Necesitamos a Cristo minuto a minuto. Tenemos que regresar una y otra vez al espíritu. ANDAR CONFORME AL ESPIRITU Por esto Pablo llegó a la conclusión de que debemos andar conforme al espíritu (Ro. 8:4). Andar equivale a conducirnos y vivir, junto con todo lo que decimos y hacemos. Nuestro vivir, nuestro ser y todo lo que decimos y hacemos tiene que estar en conformidad con el espíritu. Tenemos que andar de acuerdo al espíritu, de acuerdo con el que vive en nosotros. Este es el andar cristiano. Ya no tenemos libertad. El andar 31 cristiano no radica en si el asunto es correcto o incorrecto, en amar u odiar. Es un asunto de andar de acuerdo al espíritu. Solamente esta vida, este andar, puede ser anotado en los cielos. Ninguna otra cosa se asentará en la cuenta del cielo. Por esta razón el Señor dijo: “Separados de Mí nada podéis hacer”. Nada de lo que hagamos separados de Cristo se anotará en la cuenta del cielo. Nada de lo que hacemos separados de Cristo, no importa cuán excelente sea, ayuda la vida de la iglesia. Andar conforme al espíritu beneficia la vida de la iglesia. Solamente las personas que andan conforme al espíritu podrán ser miembros útiles para la edificación de una iglesia local. Si no tenemos un andar así, tarde o temprano seremos un problema para nuestra iglesia local. Tal vez usted diga: “Yo estoy entregado a la iglesia; amo mucho la iglesia”. Pero tiene que andar en conformidad con el espíritu. Si no anda conforme al espíritu, va a retirarse de la vida de la iglesia o va a convertirse en un problema para la iglesia. Ninguna otra vida puede edificar la vida de la iglesia, excepto la vida que anda conforme al espíritu. Este andar nos salva de todo tipo de molestias, microbios, problemas, disensiones, opiniones y conceptos. Andar según el espíritu nos preserva al máximo, y nos hace útiles para la edificación de la iglesia, y no un problema. Sólo hay una vida y un andar que pueden edificar la iglesia local. Esa vida es Cristo, y ese andar es andar en conformidad con El. No hay duda de que tenemos un enemigo en nuestra carne, pero no necesitamos luchar contra él. Tenemos al Señor en nosotros. No necesitamos esforzarnos 32 para pelear contra el enemigo, ni necesitamos esforzarnos por servir al Señor. Debemos hacer una sola cosa. Pablo nos dice claramente que esta sola cosa, es andar conforme al espíritu. Si andamos según el espíritu, el enemigo no podrá hacer nada. El enemigo está en la carne, muy cerca de usted, pero no puede hacer nada en contra suya, porque usted anda conforme al espíritu. Este andar espontáneo es la adoración, el servicio y la obra que usted ofrece al Señor. La vida cristiana y la vida de iglesia, es una vida en la cual uno anda conforme al espíritu. Tenemos la carne y también tenemos el maravilloso espíritu humano. Nuestro espíritu humano es un espíritu regenerado, y en él moran Cristo, el Espíritu Santo y la gracia de Dios. Tenemos un maravilloso espíritu que podemos aplicar. CAPITULO TRES TRES ASPECTOS PRINCIPALES DE CRISTO EN ROMANOS OCHO Lectura Bíblica: Ro. 8:3, 9-10, 34; Jn. 1:14; 14:16-17; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; He. 2:14; Ef. 2:15, 22 CRISTO CONDENA EL PECADO EN LA CARNE Romanos 8:3 dice: “Porque lo que la ley no pudo hacer, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne”. Este versículo nos muestra que Cristo murió en la cruz para condenar al pecado. No debemos pensar que es 33 suficiente ser redimidos del pecado. El pecado también tiene que ser muerto. El pecado está personificado. Tiene cierto elemento viviente en sí. El pecado es la personificación de Satanás. La corporificación de Dios es Cristo. Satanás imitó a Dios al corporificarse; en la Biblia la corporificación de Satanás se llama el pecado. En Romanos 7 el pecado es una persona. El pecado, la corporificación de Satanás, habita dentro de nosotros, nos mata, nos derrota y nos domina. En Romanos 8 Cristo vino en semejanza de carne de pecado con el propósito de condenar el pecado. El pecado es un ladrón. Indudablemente Dios tiene que condenar a este ladrón. El pecado es una persona viviente, el maligno mismo. Satanás entró en la carne del hombre. El fue muy hábil, pero Dios es sabio. Es posible que Dios haya dicho: “Satanás, tú entraste en el cuerpo que yo creé para el hombre, y tomaste posesión de él, has estado disfrutándolo como tu habitación, pero ahora se ha convertido en tu trampa”. Podemos usar una trampa para ratones como ejemplo. El ratón piensa que ha sido muy astuto al morder la carnada, pero en realidad él está atrapado y no tiene salida. Nuestra carne fue usada por Dios como una trampa para Satanás. Satanás es como un ratón que corre libremente en este universo. Sin embargo, un día, él fue atrapado en la carne. Después de que Satanás fue atrapado en la carne, el Hijo de Dios se hizo carne. Nosotros diríamos que la Palabra se hizo hombre y que Dios fue manifestado en un hombre, pero la Biblia no dice eso. Juan 1:14 dice 34 que el Verbo se hizo carne, y en 1 Timoteo 3:16 dice que Dios se manifestó en la carne. Satanás tomó la carne como morada, pero el Señor vino y llevó esta habitación, la carne, a la cruz. Dios condenó el pecado personificado haciéndose carne y llevando la carne a la cruz. Por la muerte en la cruz, Dios destruyó al diablo (He. 2:14). Satanás instigó a los judíos y a los soldados romanos a clavar a Cristo en la cruz, pero cuando hizo eso, ayudó a clavar en la cruz su propia morada, la carne. El no se daba cuenta de que haciendo esto, ayudaba al Señor a matarlo a él. Satanás estaba en la carne, y Cristo crucificó la carne en la cruz para destruir al diablo. Aunque la Biblia dice que Cristo se hizo carne, debemos comprender que según la Biblia, El solamente tenía la semejanza de la carne de pecado (Ro. 8:3); no tenía el pecado de la carne (2 Co. 5:21; He. 4:15). Juan 3:14 nos dice que Cristo fue levantado en la cruz como una serpiente; no como una serpiente venenosa sino como una serpiente de bronce. La serpiente de bronce tenía la misma forma que la serpiente venenosa, pero no tenía el veneno. Cristo tenía la semejanza de la carne de pecado. La Biblia nos dice que cuando El fue crucificado, nosotros también fuimos crucificados con El (Gá. 2:20a). También debemos darnos cuenta de que aun Satanás fue clavado con El en la cruz. Cuando Cristo estaba colgado en la cruz, a los ojos de Dios, El no tenía solamente la forma de hombre, sino también la forma de serpiente. La serpiente y el hombre se hicieron uno, 35 por consiguiente, tener forma de hombre es tener forma de serpiente. Tenemos que darnos cuenta de que todos nosotros somos pequeñas serpientes. Muchas veces los esposos y esposas parecen serpientes en su trato mutuo. El Señor reprendió a los fariseos llamándolos serpientes y cría de víboras (Mt. 23:33). El Señor Jesús no solamente tomó nuestro lugar en la cruz para redimirnos, sino que también murió allí por nosotros. Cuando El murió con nosotros, también Satanás murió allí. El Señor murió en la cruz con la naturaleza humana, y de esta manera destruyó al diablo. Todos tenemos que alabar a Dios por Su soberana sabiduría. Satanás pensó que había ganado por haber entrado enla carne hombre, pero no sabía que había entrado en una trampa. Un día el Hijo de Dios vino para tomar la forma de esa trampa y la llevó a la cruz. No hay palabras humanas adecuadas para explicar completamente esto, pues es demasiado grande y misterioso. La Biblia habla de esto en Romanos 8:3, Juan 3:14 y Hebreos 2:14. En la carne Cristo destruyó la carne. En la carne El juzgó al pecado. En la carne Cristo puso fin a Satanás. En el aspecto judicial, en la administración gubernamental de Dios, la carne en la cual moraban el pecado, la muerte y Satanás, ha sido completamente aplastada. Usted podría preguntarse por qué esta carne continúa con nosotros si ya fue eliminada y aplastada. Porque todavía es útil para Dios. Judicialmente se le ha puesto fin, pero en la práctica sigue siendo necesaria. Dios no la necesita, pero usted sí, pues ella lo obliga a usted a volverse a su espíritu. Judicialmente Dios está sentado 36 en el trono, y la problemática carne de Su pueblo elegido ha sido eliminada judicialmente. En el gobierno de Dios no existe tal cosa, pero en la práctica, todos Sus hijos, mientras estén en la tierra, necesitan esta carne problemática para ser ayudados a volverse a Cristo. Ninguna carne es buena. De la misma manera que no hay estiércol bueno y estiércol malo, no hay carne buena y carne mala. La carne es solamente carne. Cuando la carne nos molesta y nos obliga a volvernos a nuestro espíritu, Dios se alegra con nosotros. Quizá usted haya pensado que después de creer en Cristo, todo va a ser maravilloso. Pero después de cierto tiempo, es posible que se haya vuelto la persona más desventurada; quizá hasta desee nunca haberse hecho cristiano. Es probable que aun desee abandonar a Cristo. Gracias al Señor, que una vez que el Señor nos halla, el encuentro es eterno. En un sentido, ser cristiano es agradable, pero en otro sentido, no vamos a estar muy felices. ¿Qué haremos? Si estamos felices o no, de todos modos perseveramos. En las reuniones estamos realmente contentos, pero ¿estamos felices cuando regresamos a la casa a nuestro diario vivir? Estar en una conferencia es como estar en la cima de una montaña con el Señor Jesús, pero regresar a la casa es regresar al valle. Cuando venimos a las reuniones, subimos, pero cuando regresamos a la casa después de la reunión bajamos. ¿Qué podemos hacer? No debemos desilusionarnos. Necesitamos la realidad apropiada de la vida cristiana. No debemos ilusionarnos pensando que todo es maravilloso en la vida cristiana. Mi carga es 37 despertarlos de ese sueño. No sueñen más. Tenemos que comprender que mientras estamos en esta tierra, necesitamos la ayuda de la carne para ser forzados a volvernos a Cristo en nuestro espíritu. CRISTO ESTA EN NOSOTROS Cristo murió en la cruz para poner fin a la carne y condenar al pecado. En un sentido, El fue inmolado; pero en otro, El fue voluntariamente a la muerte. El dio un corto paseo pasando por la muerte, pero la muerte no pudo retenerlo. El salió de la muerte y entró en la resurrección. En cierto sentido, El fue resucitado, y en otro, El mismo resucitó porque El es vida. En la resurrección El se transfiguró, es decir, cambió de la forma de la carne a la forma del Espíritu vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). Romanos 8:3 dice que El vino en semejanza de carne de pecado. Pero según el versículo 10 El ya no está en la carne. El versículo 10 dice que está ¡dentro de nosotros! Cuando El tenía la semejanza de carne, El estaba en la cruz, pero ahora El está dentro de nosotros. El ya no tiene la semejanza de carne, sino que es el Espíritu vivificante. El estuvo en la carne por treinta y tres años y medio. Juan 1:14 nos dice que el Verbo se hizo carne. Mientras El estuvo en la carne, era el Cordero de Dios (v. 29). En Juan 14 les dijo a los discípulos que iba a ser otro Consolador. El era un Consolador que estaba en la carne, pero iba a ser otro Consolador como el Espíritu (vs. 16-17). Entonces les dijo: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, 38 vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (vs. 18-20). Esto se cumplió en Romanos 8:10, donde dice que Cristo está en nosotros. Nuestro Cristo hoy ya no está en la cruz; está dentro de nosotros. En la cruz El estaba en la carne, pero dentro de nosotros El es el Espíritu. El está ahora en nuestro Espíritu. El puso fin a la carne y la condenó. El también vino a nuestro espíritu para transformarlo con gloria y hacer de nuestro espíritu lo más maravilloso del universo. Cristo habita hoy en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Hebreos 2:14 dice que El destruyó a Satanás por medio de la muerte. Efesios 2:15 dice que en la cruz, El abolió o destruyó en Su carne la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas. En la cruz Cristo, estando en la carne, destruyó, abolió, anuló y mató. En nuestro espíritu, Su obra es absolutamente diferente. Es una obra de edificar, levantar y fortalecer para hacer de nuestro espíritu el lugar más maravilloso del universo. Efesios 2:15 habla de Su obra de abolición en la cruz, estando en la carne, mientras que el versículo 22 dice que nuestro espíritu ahora es la morada de Dios. Somos edificados como morada de Dios en nuestro espíritu. Ahora ha sido edificado algo positivo. Esta es la edificación de la morada de Dios en nuestro espíritu. Todos debemos comprender que judicialmente se le ha puesto fin a la carne, porque ésta fue eliminada por Cristo en la cruz; pero continúa con nosotros debido a la sabiduría del Padre. Si estamos felices o no, la carne nos ayuda a volvernos a Cristo en el espíritu y a no 39 confiar en la carne. En este sentido, tenemos que estar agradecidos por la carne. Pero también tememos a la carne y nos desagrada. Necesitamos estar alerta en todo momento para volvernos a nuestro espíritu. El Señor no se preocupa si tenemos victoria o no. El se preocupa por una sola cosa, que ganemos de Cristo. Nos volvemos a nuestro espíritu y ganamos de Cristo debido a que tememos a la carne. Al final de nuestra jornada espiritual, el Señor no va a decirnos: “Hijo, fuiste bueno. Ganaste muchas victorias”. Jacob vivió más de cien años, pero ¿cuántas victorias obtuvo? Es difícil hallar una victoria en su vida. Tuvo muchas derrotas. El fue sutil, disputador y suplantador. El echó mano al calcañar de su hermano. Pero en todas sus derrotas y disputas, Jacob obtuvo más de Dios. Con el tiempo fue transformado, y por consiguiente su nombre fue cambiado de Jacob, suplantador, a Israel, príncipe de Dios Dios no está interesado en que tengamos victorias. No escuche las enseñanzas de la cristiandad, las cuales dicen que uno tiene que ser victorioso. Si usted ha de ser victorioso o no, no lo sé, pero lo que sí es cierto es que el Señor quiere que gane más de El. La meta del Señor no es que usted gane la victoria. La meta es que usted gane más de Cristo, y que Cristo sea forjado en usted. Al pasar por todos los fracasos, todos los quebrantos, todas las dificultades con su esposa, su esposo, sus hijos y los amados santos que lo rodean, usted gana más de Cristo gradualmente. Puede ser que usted espere tener unos ancianos maravillosos en la iglesia, pero tal vez ellos lo desilusionen. Pero cuanto más 40 desilusionado esté usted con los ancianos, más tiene que volverse al espíritu. No ponga sus ojos en los ancianos. Ponga sus ojos en Cristo, quien está en su espíritu. No se vuelva a los ancianos. Vuélvase a su espíritu y gane más de Cristo. Las esposas no deben enfrascarse en la clase de esposo que tienen, ni los esposos en la clase de esposa que tienen. Al contrario, todos nosotros debemos volvernos al espíritu y ganar a Cristo. Esto es lo único que a Dios le interesa. Por un lado, nos alegramos porque nuestra carne fue aplastada, pero por otro, no estamos tan contentos porque la carne sigue con nosotros hasta que maduremos. Cuando seamos completamente maduros, podremos decirleadiós a la carne y darle las gracias por su ayuda. CRISTO INTERCEDE POR NOSOTROS Tenemos que ver que Cristo se hizo dos cosas. Primero, El se hizo carne. En segundo lugar, se hizo el Espíritu. Se hizo carne para aplastar la carne y condenar el pecado en la carne, y se hizo el Espíritu para entrar en nosotros y ser nuestra vida. Romanos también revela que Cristo intercede en el tercer cielo. Romanos 8:34 dice: “¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. El se hizo carne para condenar el pecado en la carne. Ahora El como Espíritu vivificante está dentro de nosotros, dándonos vida. El está en el tercer cielo intercediendo por nosotros, rogando por nosotros en el tribunal celestial. Estos son los tres puntos principales de Romanos 8. 41 En el versículo 3 del capítulo ocho, El estaba en la cruz. En el versículo 10 está en nosotros. En el versículo 34 mientras imparte vida, está en el tercer cielo intercediendo. Necesitábamos que El se hiciera carne, que se hiciera el Espíritu y que intercediera por nosotros. Tenemos el Cristo todo-inclusivo. El aplastó nuestra carne y condenó el pecado en nuestra carne. El se hizo el Espíritu para impartirse como vida en nosotros, habitar en nuestro espíritu y fortalecer nuestro espíritu. Para cumplir la economía de Dios, también es necesario que El ore por nosotros. El ahora intercede por nosotros en su cargo celestial administrativo como el Paracleto (1 Jn. 2:1; He. 7:25). Cristo fue a la cruz, y nosotros fuimos con El. El salió del sepulcro en resurrección, y nosotros también. El está ahora en resurrección, y nosotros también (Ef. 2:6). Ahora El está en nuestro espíritu, y nosotros andamos conforme al espíritu (Ro. 8:4). Mientras andamos según el espíritu, El intercede por nosotros a la diestra de Dios. El resultado de esto es que tenemos la ayuda de la carne, mas no para ser perturbados por ella, y estamos solamente en el espíritu. Cuando estamos en nuestro espíritu, estamos en los cielos. Jacob tuvo un sueño en el cual vio una escalera que estaba apoyada en la tierra y su extremo llegaba al cielo. Los ángeles de Dios ascendían y descendían por esta escalera (Gn. 28:12). Cuando Jacob despertó, dijo: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo” (v. 17). Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, que significa casa de Dios (v. 19). Según Efesios 2:22, nuestro espíritu hoy 42 es la verdadera Bet-el, la casa de Dios. Nuestro espíritu también es puerta del cielo. Cuando nos volvemos a nuestro espíritu, estamos en el tercer cielo. Hebreos nos dice que tenemos que acercarnos al trono de la gracia (4:16) y entrar al Lugar Santísimo (10:22). El trono de la gracia y el Lugar Santísimo están en el cielo. ¿Cómo podemos entrar en el cielo? Lo único que debemos hacer es volvernos a nuestro espíritu; entonces estamos en el cielo puesto que nuestro espíritu es la puerta del cielo, es la entrada al cielo. Cuando uno se vuelve al espíritu, entra en el Lugar Santísimo. Podemos usar la electricidad como ejemplo de esto. La planta generadora de electricidad está muy lejos de las bombillas eléctricas que están en el edificio; sin embargo, las bombillas están unidas a la planta eléctrica cuando se encienden. En un sentido las bombillas están en la planta generadora porque experimentan la electricidad que genera la planta. Aparentemente nosotros estamos aquí en la tierra. En realidad, todos nosotros estamos en el cielo cuando nos volvemos al espíritu. No tenemos dos Cristos, uno en el espíritu y otro en el tercer cielo. El Cristo que está sentado a la diestra de Dios en el tercer cielo es el mismo Cristo que mora en nuestro espíritu. La misma electricidad puede estar simultáneamente en la planta generadora así como en un edificio distante. De la misma forma, Cristo está en el tercer cielo intercediendo por nosotros, y también en nuestro espíritu. Mientras intercede por nosotros, habla con nosotros. Muchas veces mientras hablamos, El se expresa en nuestras palabras. Somos edificados 43 como morada de Dios en el espíritu. Nuestro espíritu es la puerta del cielo. Que el Señor abra nuestros ojos para que veamos esto. No necesitamos ninguna amonestación o exhortación a ser buenos. Necesitamos el mensaje de Romanos 7 y 8 para ver cuán terrible es nuestra carne. No hay nada bueno en ella; sin embargo, sigue con nosotros para ayudarnos a volvernos a Cristo en nuestro espíritu. Cristo aplastó la carne pecadora mientras tenía la semejanza de la carne de pecado. En la resurrección El se transfiguró en el espíritu. El entró en nosotros y reside en nuestro espíritu para allí impartirnos vida. El nos fortalece, nos sustenta y nos sostiene para que vivamos una vida celestial en la tierra. Al mismo tiempo El está en el tercer cielo intercediendo por nosotros. Después de escuchar esto no planee hacer nada más. Esto nunca produce resultados. Usted necesita recibir la visión acerca de la carne. Usted debe tener una visión clara acerca de Cristo como el Espíritu en su espíritu. No ore diciendo: “De ahora en adelante, estoy decidido a no andar conforme a la carne, a no tener mal genio, a no ser una vergüenza para mi esposa”. Esta es un oración satánica que está en la esfera del árbol del bien y del mal. Esta no es una oración en la cual Cristo intercede por nosotros. Simplemente necesitamos volvernos al Señor. Entonces El será más real para nosotros. Entonces podemos decirle al Señor: “Tú eres mi mundo, mi reino y mi esfera. ¡Aleluya, Señor Jesús! Tú lo eres todo para mí”. Entonces el Señor se alegrará y será más real en la 44 experiencia que usted tiene para cumplir la economía de Dios. CAPITULO CUATRO UN ESPIRITU FIRME EN EL CUAL MORE DIOS Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; 2 Ti. 4:22a; 1 Co. 6:17; Ro. 8:4,9-10; Gá. 5.25; Ef. 2:22; 1 Co. 5:3; Ap. 1:10,12; Jn. 4:24; Dt. 12:5-7, 13-14 DIOS RESERVO EL ESPIRITU HUMANO PARA SU PROPOSITO La carne y el espíritu son la verdadera clave para nuestra vida espiritual y para la vida de la iglesia. Si tenemos una relación seria con el Señor en la vida cristiana y en la vida de la iglesia, tenemos que entender lo que son la carne y el espíritu. Tenemos que darnos cuenta de que nuestra carne fue completamente contaminada y corrompida por la presencia de Satanás. No importa cuán buenos seamos, de todos modos nuestra carne está corrupta por Satanás. Pero damos gracias porque Dios ha reservado al espíritu humano para el propósito que tiene con el género humano caído. Tal parece que Dios ha dibujado una línea de separación y ha encerrado al espíritu humano dentro de un círculo para protegerlo de la corrupción del diablo. Este principio puede verse claramente en el caso de Job. Dios le permitió a Satanás hacer daño a Job, pero le dijo a Satanás que había un límite. A Satanás se le permitió llegar hasta cierto punto. Dios no le permitió traspasar el límite (Job 2:4-6). Creo que 45 Dios también hizo lo mismo con Satanás en cuanto al linaje humano. Dios le permitió a Satanás hacer daño al género humano hasta cierto límite. Satanás entró en el ser humano y dañó el alma humana, pero Dios preservó el espíritu humano para Sí. Si consideramos nuestro pasado antes de que fuéramos salvos, nos daremos cuenta de que aunque nuestra carne era tan mala, en lo profundo de nosotros había otra parte preservada por Dios. Cuando la gente obra según la concupiscencia de la carne, algo profundo dentro de ellos está diciendo: “No debes hacer esto. Esto no es correcto”. Esta es la voz que viene de la parte de nuestro ser que ha sido preservada por Dios. El principio relacionado con nosotros los salvos hoy día, es aún más claro. La lujuria de la carne puede impulsarlo a usted a ir al cine o a la tienda. Mientras usted es motivado a hacer esto, hay otra parte de su ser, en lo más recóndito, que le dice que no vaya. En lo profundo de usted el Señor tal vez le diga: “¿De veras me amas? ¿No recuerdas la reuniónen la cual te levantaste y declaraste que te consagrabas a Cristo y la iglesia?” Tenemos esta horrible carne, pero también tenemos este maravilloso espíritu. Parte de nuestro ser, nuestra carne, está completamente poseída por Satanás, mientras que otra parte, nuestro espíritu, es guardado por el Señor y para El. Debemos tener un discernimiento claro de lo que es la carne y lo que es el espíritu. Es posible que una hermana le prepare a su esposo una comida no muy agradable. Esto puede ofender al hermano. Siendo específicos, esto ofende su carne. Cuando usted está 46 ofendido en su carne, inmediatamente reacciona. Pero la parte interna de este hermano dirá aleluya a su amada esposa. Hay una lucha entre la carne y el espíritu (Gá. 5:16-17). Si un hermano está del lado de su carne, tendrá una discusión con su esposa. Si permanece en su espíritu, dirá: “¡Alabado sea el Señor! Jesús es el Señor, aun cuando mi comida no esté tan buena”. LOS DOS PASOS DE CRISTO También debemos ver que Cristo como Hijo de Dios, como Dios mismo, dio dos pasos cruciales. Todo lo que tenemos que decir es “¡Aleluya por los dos pasos que Cristo dio!” El primer paso fue hacerse hombre (1:14). El no fue un hombre espléndido y atractivo externamente. El se hizo lo que somos nosotros. Nosotros somos carne y El se hizo carne. Esta carne en un sentido es terrible. Cristo se hizo algo horrible, no en realidad sino sólo en forma, en semejanza. La naturaleza, la substancia, de Cristo es maravillosa, y no es desagradable. Pero la apariencia de Cristo mientras estuvo en la carne fue desagradable. La Biblia dice que El no tenía externamente ningún atractivo ni belleza (Is. 53:2; 52:14). Nada de El era atractivo en lo externo. El tomó esa forma con el propósito de llevar nuestra horrible carne a la cruz. El se hizo carne para aplastar la carne y destruir a Satanás en la carne. En el aspecto judicial, tanto Satanás como nuestra carne fueron condenados una sola vez y para siempre. Pero Dios le permitió a la carne permanecer con nosotros para ayudarnos y forzarnos a volvernos a Cristo en nuestro 47 espíritu. Cristo dio el primer paso, el de hacerse carne, para aplastar la carne. Después de esto, dio otro paso. El postrer Adán, quien estaba en la carne, resucitó y se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Muchos cristianos se oponen a esta verdad. Dicen que Cristo es solamente el Hijo en el Dios Triuno. Pero la Biblia nos dice categóricamente en 1 Corintios 15:45: “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. También en 2 Corintios 3:17 tenemos: “Y el Señor es el Espíritu”. Si Cristo no fuera el Espíritu, no podría estar dentro de nosotros. Incluso en nuestra experiencia, el Cristo que está en nosotros es el Espíritu. La Palabra pura nos dice que nuestro Cristo hoy no es simplemente el Cordero de Dios. Hoy El es el Espíritu vivificante. Antes del proceso de Su muerte y resurrección, El era el Cordero de Dios, y actualmente en los cielos, continúa siendo el Cordero de Dios. Pero al pasar por el proceso de Su muerte y resurrección, El llegó a ser algo más. Nuestro Cristo es todo inclusivo. El es el Espíritu vivificante. Ahora el Señor es el Espíritu. ANDAR CONFORME AL ESPIRITU El es el Espíritu y por ende puede estar con nosotros dentro de nuestro espíritu (2 Ti. 4:22; Ro. 8:16). El Señor Jesucristo está con vuestro espíritu (Gá. 6:18). El se hizo carne para aplastar nuestra carne. Después dio otro paso, el de hacerse el Espíritu para estar con nuestro espíritu. En 1 Corintios 6:17 dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Damos gracias al Señor porque somos un solo espíritu con El. Este espíritu es un espíritu compuesto, mezclado. Es el Espíritu divino mezclado con el espíritu humano. 48 En pasajes como Romanos 8:4, 9-10 y Gálatas 5:25, es difícil para los traductores determinar si el espíritu mencionado en estos versículos es el Espíritu Santo o el espíritu humano. No es fácil ya que se refiere al espíritu mezclado, o sea el Espíritu Santo mezclado con el espíritu humano. Necesitamos andar conforme al espíritu, esto es, conforme al espíritu mezclado. Por el espíritu mezclado disfrutamos dos espíritus. Disfrutamos al Espíritu Santo en nuestro espíritu, y disfrutamos nuestro espíritu unido al Espíritu Santo. Hoy necesitamos ocuparnos de una sola cosa: andar conforme al espíritu. Tenemos muchas preguntas acerca de la manera en que debemos conducirnos y en que debemos obrar. Puede ser que alguien se pregunte: “¿Debería ir al cine?” Otros dudan qué clase de ropa usar. Otros cristianos consideran qué tan largo deben llevar el cabello. En 1 Corintios 11 dice que es vergonzoso que el hombre lleve el cabello largo (v. 14). Pero, ¿qué tan largo es largo? Nadie puede determinar esto con precisión. Por favor, no vengan a mí con este tipo de preguntas. Tenemos a alguien dentro de nosotros cuyo nombre es Consejero (Is. 9:6). Vaya a El y averígüelo usted mismo. Entonces tendrá la respuesta. Cierta vez una hermana me preguntó cómo debía ella tratar a su esposo. Le contesté que ella no tenía que venir a mí porque ella ya tenía la respuesta. Me dijo que no entendía lo que yo decía. Repliqué: “Anoche el Señor Jesús le dijo algo a usted. El le dijo que no debe hablarle a su esposo de la manera que lo hace”. Nadie me había hablado de esa hermana, pero yo vi la “televisión celestial” en cuanto a la situación de esta 49 hermana. Ella admitió que ya el Señor le había dicho eso. Le dije que atendiera con cuidado a lo que el Señor le había dicho. Le dije: “El Señor Jesús está dentro de usted, y usted tiene Sus palabras. Ahora ande conforme al espíritu”. Si andamos conforme al espíritu, no tendremos problemas. CRISTO FORTALECE NUESTRO ESPIRITU PARA EDIFICAR LA MORADA DE DIOS Tenemos que darnos cuenta de que nuestra carne ha sido aplastada y de que nuestro espíritu no solamente ha sido regenerado sino también fortalecido. El Espíritu vivificante mora en nuestro espíritu. Tenemos dentro de nosotros el espíritu mezclado maravilloso y fortalecido, y este espíritu debe ser la parte más fuerte de todo nuestro ser. No tenga una mente ni una voluntad ni una parte afectiva fuerte. Las hermanas no deben permitir que sus emociones sean la parte más fuerte de su ser. ¡Tenemos a Jesús! No necesitamos derramar muchas lágrimas. Muchas veces las lágrimas de las hermanas tienen el fin de ganarse el favor de otros. El Antiguo Testamento nos dice que dos de los hijos de Aarón fueron condenados y muertos debido a la santidad de Dios. Moisés le dijo a Aarón que no llorara por sus hijos (Lv. 10:1-3, 6). Esto significa que el sacerdote debe controlar su afecto natural, y no tener compasión de la víctima condenada por la santidad de Dios. Aún más, la gloria de la presencia de Dios estaba allí. No debe haber llanto delante de la gloria shekinah de Dios. No debemos tener una parte emotiva fuerte. Debemos tener un espíritu fuerte. Pablo dijo que tenemos un espíritu de poder (2 Ti. 1:7), un espíritu fuerte, fortalecido por el 50 espíritu divino. Quiero recalcar al máximo este punto: ¡tenemos el espíritu más fuerte, el espíritu de poder! Los que siguen la dirección de su espíritu parecen estar un poco fuera de sí, pero los cristianos normales son locos. No quiero decir que necesitemos un psiquiatra. Lo que quiero decir es que ¡estamos locamente enamorados de Cristo! Los que aman a Cristo son aquellos que andan conforme al espíritu. En el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan dijo: “Yo estaba en el espíritu en el día del Señor ... y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro” (1:10, 12). Juan estaba en su espíritu mezclado, oyó la voz en su espíritu, y se volvió en su espíritu para ver los siete candeleros. Si a usted le molestan ciertos asuntos en la iglesia, no permanezca en su mente tratando de descifrar las cosas de acuerdo a su conocimiento y alegando al respecto. Olvídese de su mentalidad y vuélvase a su espíritu. Cuando usted se vuelve a su espíritu, el velo es quitado y usted ve las iglesiascomo los candeleros de oro. Cristo se hizo carne para aplastar la carne, y se hizo espíritu para impartirnos vida y fortalecer nuestro espíritu, no simplemente para nuestra salvación, sino para la edificación de la morada de Dios. Dios desea tener un lugar de reposo. En Isaías 66:1 Dios dijo que el cielo es Su trono y la tierra el estrado de Sus pies. El busca un lugar de reposo. Su lugar de descanso, Su morada, está compuesto de seres humanos que han sido regenerados, transformados y edificados. Dios busca esto, y Cristo, el ungido de Dios lo cumplirá. 51 El se hizo carne y aplastó la carne en la cruz. Entonces se hizo el Espíritu y ahora fortalece nuestro espíritu con el propósito de edificar Su morada. En Efesios 2:22 Pablo dijo: “En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu”. Podemos decir que nuestro espíritu es la morada de Dios. Pero siendo exactos, Efesios 2:22 muestra que nuestro espíritu es el lugar donde está la morada de Dios. La morada de Dios es el Cuerpo, la iglesia edificada. Esta morada está en nuestro espíritu. Solamente hay un lugar donde podemos ser uno. Ese lugar es nuestro espíritu. Si nos salimos de nuestro espíritu y nos quedamos en nuestra mente, discutiremos. Debemos volvernos a nuestro espíritu. Cuando usted esté a punto de intercambiar palabras con su cónyuge, debe volverse a su espíritu. Una vez allí, todos los reclamos terminan. Es posible que algunas veces tengamos la idea de alegar con los hermanos, pero el Espíritu vivificante enviará un “telegrama” a nuestra mente diciéndole que se vuelva al espíritu. El Cristo que mora en nosotros nos dice que nos volvamos al espíritu. Al ejercitarnos en volvernos a nuestro espíritu, crecemos en vida. Algunas personas han venido a nosotros para discutir acerca de la verdad del terreno de la iglesia o del recobro del Señor. Algunas veces les digo: “Usted en su mente discute conmigo, pero en su espíritu dice Amén”. Metámonos en nuestro espíritu. Cuando entramos en el espíritu, inmediatamente somos uno. Los cristianos están divididos porque la mayoría de ellos vive en la mente. La mente es realmente facciosa, pero en el espíritu hay unidad. Los cristianos han 52 debatido acerca de la forma del bautismo. Existe el bautismo por inmersión, por aspersión, con agua dulce o salada, en el río, en el bautisterio, en la bañadera o tina. Existe el bautismo en el nombre de Jesús y en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Algunos dicen que debemos seguir a Jesús y ser bautizados en el río Jordán, donde El fue bautizado. Debemos olvidarnos de todas estas diferencias doctrinales y regresar al espíritu. Las doctrinas pueden ser trampas. Tenemos que salirnos de estas trampas. Nosotros hemos sido salvos por la sangre y regenerados en nuestro espíritu. Regresemos a nuestro espíritu donde somos uno. En Deuteronomio 12—16 el Señor mandó al pueblo de Israel, una y otra vez, que cuando ellos entrasen en la buena tierra, tenían que adorar a Dios en el lugar que El escogiera. Los hijos de Israel no tenían el derecho de adorar a Dios con todas las ofrendas en el lugar que ellos escogieran. Tenían que ir al único lugar que Dios escogió, donde El pondría Su nombre y donde moraría. Este lugar sería el centro de la adoración corporativa. Podían orar a Dios y tener comunión con el Señor en sus hogares, pero no tenían derecho de tener adoración corporativa en ningún lugar que a ellos les gustara. Tenían que ir al único lugar que el Señor había escogido, el cual fue Jerusalén. En Jerusalén estaba el templo de Dios, la morada de Dios, la cual llevaba el glorioso nombre de Dios. Todos los israelitas iban allí tres veces al año (Dt. 16:16) y este único centro preservó la unidad de las doce tribus. Si ellos hubieran tenido la libertad de establecer sus propios centros de adoración, se habrían dividido. La 53 tribu de Dan en el norte habría dicho: “Nos queda muy lejos ir hacia el sur para adorar a Dios en Jerusalén. Nuestro Dios es omnipresente. Si El está allá con ustedes, indudablemente está aquí en Dan con nosotros”. Inmediatamente se habría creado una división. Pero en la sabiduría de Dios, El ordenó desde el principio que ellos no tenían derecho a hacer esto. Todos ellos tenían que ir al mismo lugar designado. Hasta la fecha, después de tantos siglos, ningún judío se atreve a edificar un templo. Ellos se atreven a construir centenares de sinagogas, pero ninguno construye un templo, porque conocen el mandato dado en Deuteronomio. No hay más que un solo terreno, un solo sitio, donde ellos pueden edificar la morada de Dios. Este es el monte de Sion en Jerusalén. Este único terreno preservó la unidad del pueblo de Dios. Lo que hubo en el Antiguo Testamento es un tipo de la realidad del Nuevo Testamento. Juan 4 narra la historia cuando el Señor Jesús habló con la mujer samaritana. Ya entrados en la conversación ella dijo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). Entonces el Señor le dijo que la hora había llegado para la verdadera adoración de Dios (v. 21). Esto significa que la dispensación había cambiado. Los hombres ya no adorarían a Dios en tipos o figuras, sino en la realidad. El Señor dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad, porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (v. 23). Jerusalén era el único 54 centro de adoración donde el pueblo de Dios podía adorar a Dios; éste era un tipo del espíritu humano. Podemos ser uno solamente si adoramos a Dios en nuestro espíritu, el cual es la Jerusalén de hoy. Hoy tenemos que adorar a Dios en espíritu y en realidad (v. 24). No necesitamos ir a Jerusalén para adorar a Dios con las ofrendas. Cristo está ahora presente como la realidad de todos los sacrificios y las ofrendas, y nosotros podemos adorar a Dios en nuestro espíritu con El como nuestra realidad. Si no adoramos a Dios corporativamente en nuestro espíritu, estaremos divididos por nuestras opiniones y conceptos. Una asamblea de los Hermanos se dividió por la insignificancia de si debían usar piano u órgano en las reuniones. Algunos quieren usar guitarras en la reunión, pero tal vez otros no estén de acuerdo. ¿Quién tiene razón y quién está equivocado? Si argumentamos de esta manera, nuestros argumentos no tendrán fin. Tenemos que ser librados de todos estos argumentos. El lugar donde debemos estar no es nuestra mente, sino nuestro espíritu. Tal vez a algunos no les agraden las reuniones de la iglesia porque piensan que son bulliciosas. Necesitamos volvernos a nuestro espíritu y ver lo que diría el Señor. El Señor dice en Su Palabra que debemos cantar alegres a Dios, y que debemos clamar a El (Sal. 100:1; Is. 12:6). Una voz es ordenada, pero las aclamaciones no lo son. ¡Aclamemos al Señor con alegría y alcemos la voz! Hebreos 5:7 dice en cuanto a Cristo: “El, en los días de Su carne, habiendo ofrecido ruegos y súplicas con gran clamor...” Cuando estamos bajo una presión extrema o en alguna situación difícil 55 como estuvo el Señor, ofreceremos ruegos con gran clamor. Si no hacemos una algarabía de gozo ni alzamos la voz ni clamamos, no podremos liberar totalmente nuestro espíritu. Este tipo de ejercicio nos llenará de gozo y regocijo. Lo principal que queremos presentar es que podemos tocar al Señor en nuestro espíritu. No es asunto de cuánto adoramos, sino de liberar nuestro espíritu y tocar al Señor en el espíritu. Todos debemos regresar al espíritu. Cuando lo hacemos, tenemos la presencia del Señor y somos uno. En el espíritu somos uno solo, y en el espíritu ofrecemos a Cristo a Dios. En el espíritu disfrutamos a Cristo con otros delante de Dios. Tenemos una adoración corporativa en la Jerusalén de hoy, en nuestro espíritu, no con ofrendas sino con Cristo. De este modo se edifica la morada de Dios. Hoy en día muchos cristianos dirían que tienen todo el deseo de reunirse en el nombre del Señor. Pero también debemos