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Uran2013-URBE_Y_CIUDAD_LA_NECESARIA_DISTINCION

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Urbe y Ciudad: la necesaria distinción notas para un análisis sociológico y
político de la realidad política urbana
Chapter · January 2013
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1 author:
Omar Uran
University of Antioquia
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URBE Y CIUDAD: LA NECESARIA DISTINCIÓN 
NOTAS PARA UN ANALISIS SOCIOLÓGICO Y POLÍTICO DE LA REALIDAD POLÍTICA URBANA 
 
 
 
Por: 
Omar Alonso Urán Arenas1 
 
 
Resumen 
En este escrito nos proponemos avanzar en la recuperación de la diferenciación ontológica y articulación 
dialéctica entre los conceptos de "urbe" y "ciudad", que tan claramente aparecen en las lenguas latinas pero 
que se han hecho opacos y difusos, tanto en el lenguaje cotidiano como en el lenguaje científico dominante 
- el inglés. Para ello nos remontaremos, tanto al sentido dado a estas palabras en la antigüedad por un autor 
como Aristóteles, para confrontar las nociones de ciudad de algunos clásicos de la sociología y el urbanismo, 
y retomando a Henry Lefebvre – El derecho a la Ciudad, al Manuel Castells de “The city and the Grassroots” 
y a David Harvey -- Los límites del Capitalismo -- proponer un concepto preliminar y en construcción de 
ciudad, diferente al de urbe, como “unidad política y sociológica con coherencia espacio-temporal limitada”. 
 
Palabras Claves 
Sociología Urbana, Urbanismo, Urbe, Ciudad, Municipio, Polis. 
=========================================== 
 
Abstract 
This paper aims go ahead in bringing back the ontological distinction and dialectical interaction between the 
concepts of City (Polis) and the Urban (Urbs), something relatively clear in the ancient Latin Languages but 
nowadays certainly blurred, both, in the domestic public life as in the currently academic language, over-
ruled by the American English. To undertake this task up we go back until Aristotle Politics to confront his 
sense of Polis (City) with the concept that on the City have some sociological and urbanism classical authors. 
Then, retaking the works of Henry Lefebvre (Right to the City), Manuel Castells (The city and the Grassroots) 
and David Harvey (The limits to Capital), we propose a preliminary and under construction concept of City, 
different from Urbs, as “political and sociological unity with limited spatial and temporal coherence”. 
 
Key Words 
Urban Sociology, Urbanism, City, Urbs, Polis, Municipality. 
============================================ 
 
 
1
 Sociólogo. Docente Departamento de Sociología. Universidad de Antioquia. Magister Estudios Urbano-Regionales. Universidad Nacional de 
Colombia. Doctorando en Investigación y Planeación Urbano e Regional (IPPUR - Instituto de Pesquisa Em Planejamento Urbano e Regional - 
Universidad Federal de Rio de Janeiro – UFRJ). uranomar@yahoo.com.mx. Miembro del grupo de investigación Cultura, Política y Desarrollo, adscrito 
al CISH de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia. Este trabajo hace parte de la investigación “División político-
administrativa del territorio urbano, representación y participación ciudadana en el gobierno de ciudad - los casos de Londres, Medellín y Rio de 
Janeiro”, apoyada en parte por el CODI de la Universidad de Antioquia. 
mailto:uranomar@yahoo.com.mx
2 
 
Introducción 
 
Las siguientes notas constituyen un intento por expresar mi creciente inquietud e insatisfacción con 
respecto a la noción de ciudad, y muy en especial, cuando esta categoría se emplea en el contexto de la 
planeación y el análisis de los fenómenos urbanos. A partir de esta sensación, cada que escucho un 
noticiero por la TV o leo un artículo de prensa o de revista especializada donde las palabras ciudad y 
urbanización son usadas, se me ha ido haciendo más claro la necesidad de volver e indagar por el significado 
de estas palabras y diferenciarlas un poco de lo que el sentido común generalmente entiende por ellas y 
que casi siempre, sin mediación crítica o vigilancia epistemológica, se trasladan e introducen en el lenguaje 
y análisis científico y académico. En este sentido, nos parece necesario retomar las recomendaciones de 
Bourdieu et alt. (1999) en cuanto a la necesaria crítica a la ilusión del saber inmediato, y el necesario 
confronto y ruptura con el saber común y sus representaciones eruditas. En esta dirección, categorías como 
ciudad, planeación urbana, urbanización, e incluso, municipio, se constituyen en palabras de uso cotidiano 
que encierran deseos y representaciones hegemónicas impuestas, que hacen que el uso de las mismas 
designe más una representación o aspiración ideológica que una realidad concreta. Es por ello que cierta 
deconstrucción y reconstrucción lexicográficas de los conceptos, en tanto palabras, se hace necesaria: 
 
"De hecho, en la medida en que el lenguaje cotidiano y el uso banal de palabras eruditas constituyen el 
vehículo principal de las representaciones comunes de la sociedad, es sin duda una crítica lógica y lexicológico 
del lenguaje común lo que aparece como un requisito previo para el desarrollo controlado de las nociones 
científicas. "(Bourdieu et alt. 1999:24) 
 
Pero, además de esta actitud vigilante y crítica sobre el uso de los conceptos, es necesario tener en cuenta, 
como lo plantea William Flanagan (1993) que las denominadas ciencias urbanas nunca han completado la 
tarea de definir su objeto de estudio, tal vez por su complejidad y variabilidad, la cual de facto desafía 
cualquier intento. Y a pesar de los esfuerzos realizados por Max Weber, a comienzos del siglo XX, y por 
Henry Lefebvre, a mediados del mismo siglo, por construir un concepto sociológicamente válido de ciudad,muy poco se ha avanzado a este respecto, a no ser la proliferación poco rigurosa de ideas de ciudad sin el 
debido contexto histórico y teórico. 
 
El ejercicio que sigue a continuación es, por tanto, una aproximación personal e inicial a una reconstrucción 
de la idea de ciudad, teniendo en frente las prácticas y procesos de planeación urbana y regional realmente 
existentes. Para ello, procederemos de la siguiente manera: (i) a manera de ejemplo mostraremos algunos 
casos en los cuales las ideas de ciudad y espacio urbano se usan indistintamente sin aclaración conceptual 
alguna. (ii) Para mostrar que ya existe un bagaje histórico y conceptual en torno a esta distinción 
procederemos a exponer el concepto de ciudad subyacente en la Política de Aristóteles, teniendo en 
cuenta los apuntes hermenéuticos de Werner Jaeger (1946). (iii) Con fundamento en un rastreo etimológico 
y preliminar de algunas constituciones de América Latina indicaremos como las actuales nociones político-
administrativas de municipio y municipalidad, corresponden a la evolución del concepto de ciudad bajo 
condiciones de dominación y hegemonía territorial por un agente superior. (iv) Con lo anterior en mente, 
nos acercaremos un poco a las nociones contemporáneas de ciudad y lo urbano construidas por autores 
clásicos de la sociología y el urbanismo, en particular Max Weber, Robert Park y Le Corbusier. (v) 
exploraremos la distinción entre ciudad, núcleo urbano y urbanización en la que avanza Henry Lefebvre, y 
3 
 
por último, (vi) a partir de lo propuesto e insinuado por Manuel Castells (1983) en su investigación The city 
and the grassroots [traducido al español como “La ciudad y las masas”], y en lo que corresponde a los 
desarrollado por David Harvey (1990) en cuanto al procesos urbano y el capital fijo en su texto “Los Límites 
del Capitalismo y la teoría marxista”, y teniendo en cuenta los aportes de Lefebvre, proponemos reconstruir 
un concepto de ciudad que ayude a superar el déficit político y el reduccionismo espacial del análisis y la 
planeación urbano-regional vigente que des-sustantivan la idea de ciudad y terminan asimilándola a un gran 
proyecto de inversión económica anclado en el territorio. 
 
1. El uso común e indistinto de las nociones de ciudad y espacio urbano en el lenguaje corriente. 
 
Es en el uso cotidiano que hacen las personas comunes y corrientes, no dedicadas a estudios o trabajos 
especializados en cuanto a la ciudad o el urbanismo, que la palabra ciudad aparece cargada con su 
significado más complejo y a la vez más ambiguo, en tanto la misma no es usada como concepto o categoría 
analítica sino como representación social abarcadora, tanto del fenómeno espacial urbano como del hecho 
social y político de la ciudad. En expresiones tomadas de los medios, de reportajes y entrevistas, se puede 
observar esto: 
 “La ciudad se prepara para los juegos olímpicos…” 
 “Hoy la ciudad decide quienes serán su nuevo gobernantes...” 
 “La huelga de transportadores paralizó la ciudad…” 
 “Medellín y Rio de Janeiro son ciudades muy bonitas pero a su vez muy violentas…” 
 “São Paulo y Nueva York están entre las ciudades más grandes del mundo …” 
 “Londres es una ciudad muy costosa…” 
 “La Paz es la ciudad más alta de Latinoamérica” 
 
Vemos como la noción de ciudad aparece tanto como un hecho físico-espacial (“las ciudades más grandes”, 
“la ciudad más alta”), como un hecho económico (“una ciudad muy costosa”), social (“muy violentas”), 
político (“la ciudad decide”), o como una combinación de varios hechos (“la ciudad se prepara”, “paralizó la 
ciudad”). En fin, podemos observar como la misma palabra denota, según el contexto, diferentes 
acepciones y significados, siendo la mayoría de personas poco conscientes del uso analítico u expresivo que 
de la misma hacen. Pero esta ambigüedad y dispersión no sólo está en el lenguaje de las personas 
corrientes, también está, y nos atrevemos a decir, de manera más pronunciada, en el lenguaje erudito y 
académico, en el cual la idea de ciudad se confunde o equipara al fenómeno urbano, reduciendo incluso lo 
poco que de significado político y sociológico existe en la propia representación social corriente. Así, por 
ejemplo, en un reportaje sobre los procesos de construcción acelerada de nuevos centros y aglomerados 
urbanos en el Golfo-Pérsico Árabe aparece: 
 
 “aquí, al margen del Golfo Pérsico - Arábico, a 30 kilómetros al este de Abu Dhabi, se erguirá, hasta 2016, la 
nueva ciudad de Masdar... Será la primera ciudad totalmente ecológica del mundo... Masdar, en realidad, no 
representa el único proyecto de nueva ciudad en el Golfo. De este a oeste, de norte a sur, una selva de grúas 
parece cubrir los seis países del Consejo de Cooperación del Golfo... Los resultados: rascacielos, sedes de 
multinacionales, hoteles de lujo, complejos turísticos, y nada menos que 15 ciudades nuevas en construcción.” 
(Belkaïd, 2008) [Sublineado nuestro]. 
 
4 
 
Nótese en este caso como la categoría de ciudad es empleada para describir lo que es, fundamentalmente, 
un procesos de urbanización proyectado y controlado verticalmente, sin participación ciudadana alguna 
para dar salida y re-circular al gran capital acumulado por la burguesía petrolera árabe, previendo nuevas 
actividades económicas que en el mediano y largo plazo puedan sustituir el agotamiento o transformación 
de la economía petrolera. En otras palabras, más que la construcción de ciudades, en el sentido socio-
político, se trata de la construcción y desarrollo de Grandes Proyectos de Inversión que funcionan a manera 
de economía de enclaves y son gobernados y controlados de manera vertical no-participativa2. Sin embargo, 
tratándose de un reporte periodístico la cosa no es tan grave. A mi modo de ver, el asunto se torna más 
preocupante cuando los propios especialistas contribuyen a esta confusión. Es el caso de Flavio Villaça en su 
investigación Espacio intraurbano en el Brasil (1998), donde en vez de profundizar histórica y 
conceptualmente la distinción entre ciudad y municipio, al analizar la conformación y configuración de 
espacios intra-urbanos en Brasil, se decide por una definición administrativa, que a su vez nos deja un poco 
más y convencidos de la necesidad de ahondar en el significado político de la ciudad, cuando manifiesta lo 
siguiente: 
 
“Serán descritas varias formas por las cuales una ciudad en crecimiento absorbe o genera otros núcleos 
urbanos a su alrededor, a veces pertenecientes a otras unidades político-administrativas, formando un tipo 
particular de ciudad. La particularidad está en el hecho de que a una única ciudad puedan corresponder, en 
términos de Brasil, más de un municipio. Esto no existía entre nosotros hasta por vuelta de la década de 1920. 
Hasta entonces, a una ciudad correspondía un – y apenas un –municipio e vice-versa. En los Estados Unidos, 
tales ‘ciudades’ son llamadas de áreas metropolitanas o SMSA – Standard Metropolitan Statistical Areas” 
(Villaça, 1998: 49) [Sublineado nuestro]. 
 
Lo que nos parece interesante es que, en este texto, Villaça no explica o expone los conceptos de ciudad y 
municipio y básicamente los asume como hechos dados o definiciones jurídicas para el caso de municipio 
(ignorando su contenido político), o espaciales (asimilables a conurbación o área metropolitana) en el caso 
de la ciudad. En ninguna parte se pregunta qué tiene que ver una categoría con la otra, cómo es que una 
categoría político-administrativa y territorial como la de municipio puede dar cuenta o no de una categoría 
igualmente política y territorial como la de ciudad, cuáles son sus puntos de encuentro y diferencia. Más 
adelante, y apelando sólo a principios administrativos de autoridad, trata de resolver esta dificultad: 
 
“El concepto de área metropolitana que adoptamos es el del Bureau of the Census, de los Estados Unidos; es 
aquel que nace de la contradicción entre, de un lado, lasciudades en cuanto entes físicos y socioeconómicos 
y, del otro, las ciudades desde el punto de vista político-administrativo” (49) [Sublineado nuestro] 
Nótese en esta definición como la ciudad es definida, ontológicamente, como un “ente físico e 
socioeconómico”, mientras lo político no pasa de ser un punto de vista administrativo. De esta manera, toda 
la fuerza que los procesos políticos puedan contener en un espacio o aglomeración urbana queda reducida 
a su expresión espacial, no permitiendo, por tanto, capturar la interacción entre contenidos políticos, 
culturales y económicos de la ciudad y su expresión bajo formas de construcción, desarrollo, apropiación, 
valorización-desvalorización o cambio de significado del espacio urbano. En este párrafo Villaça ahonda 
mucho más en su propia dificultad, la cual busca resolver, no por medios conceptuales o metodológicos, 
sino adoptando una definición externa y estándar dada por una autoridad de planeación, la cual incluso no 
obedece a la propia lógica política, cultural y lingüística de un país de ascendentes latino-mediterráneos y 
en la periferia de los procesos capitalistas, como es el Brasil. 
 
2 Sobre esta noción de Grandes Proyectos de Inversión y su lógica de implantación territorial ver: Veiner/Araujo 1992. 
5 
 
Queremos señalar otra vez que, desde su definición clásica, como veremos más adelante, la ciudad puede 
coincidir o ir más allá de los límites de la malla o las murallas urbanas. La ciudad – incluso para un autor 
como Weber, que la observa básicamente como lugar o espacio del mercado – la mayoría de veces incluye y 
articula una periferia, un hinterland rural, de dónde la tan anotada oposición campo-ciudad obedece más a 
una descripción paisajística que a una real diferenciación de los procesos políticos, económicos y 
ambientales que confunde y reduce la ciudad a lo urbano. Por eso, la categoría moderna de municipio, 
adoptada en casi todos los regímenes políticos occidentales (algunas veces llamándose Communa, en el 
caso de Francia, Kommune o Gemein, en el caso de Alemania) aún conserva los vestigios de su primitivo 
significado bajo la República e Imperio Romano, cívis subjudice, es decir como asociación política territorial 
civitas (polis) con autonomía política y administrativa pero siempre observando la autoridad superior, en 
términos políticos y militares de la República, a la cual en caso de guerra o emergencia debía obedecer. De 
allí que, en términos político-territoriales, no sea contradictorio que un municipio o una ciudad posea más 
de un núcleo urbano. Lo que en últimas da cuenta de la unidad e integración de la ciudad no es el 
continuum urbano (conurbación), sino la coherencia y articulación del proceso político (y su corolario 
administrativo) que allí ocurre, sea democrático u oligárquico. Por eso, tampoco es ni territorial, ni 
políticamente contradictorio que en un mismo espacio conurbanizado coexistan diferentes municipios o 
ciudades, en cuanto obedecen a procesos políticos que se diferencian en el espacio y, bien sea por una 
razón u otra, no han se han integrado coherentemente como ciudad, como unidad territorial político-
administrativa; o por el contrario, esos diferentes municipios o ciudades, que aparentemente están 
integrados bajo un mismo espacio urbano, son el resultado de conflictos políticos (expresando intereses 
económicos y culturales) que llevaron al rompimiento o desarticulación de una determinada asociación 
política, por ejemplo, un área metropolitana, en su sentido político-administrativo, lo cual también puede 
leerse como resultado de la dificultad para mantener la coherencia y alineación de intereses de una dada 
coalición político-económica que ejerce o ejercía su dominación y hegemonía sobre una región o espacio 
geográfico determinado. 
 
Siguiendo esta lógica, ninguna ciudad absorbe a otra, más bien se alía y une a ella, o por el contrario, busca 
su dominio y hegemonía. En el proceso de conurbación el uso de la metáfora de una ciudad absorbiendo a 
otra no nos parece conveniente ni plausible. Desde un punto de vista económico, se trataría de un 
fenómeno de convergencia espacial de diferentes factores y mercados, y desde un punto de vista geográfico 
se trataría de la urbanización y densificación de los espacios inter-urbanos, que en su mayor proporción 
deriva de la inmigración de población proveniente de otros lugares y no de una relocalización o crecimiento 
natural de la propia población. En la mayoría de casos observados se trata de un proceso de urbanización 
acelerado, unas veces como expresión de fuerzas económicas que se despliegan desde su interior, otras 
tantas como resultado de conflictos políticos y económicos en su contorno o periferia que se traducen en 
masivas migraciones que hacen crecer la urbe, tanto en sus bordes como en la complejidad de sus centros. 
Gran parte de esto es lo que se ha dado en la urbes latinoamericanas y africanas: campesinos e indígenas, 
con economías propias, más o menos autosostenibles, son desplazados del campo y arrojados a la lógica 
urbana capitalista de mercado, donde el dinero es medio de integración social y sobrevivencia individual. 
No se trata por tanto de un crecimiento desde dentro, desde una urbe que absorbe otra, sino más bien de 
espacios urbanos que han sido apropiados y expandidos por quienes han dejado de ser, a razón de fuerza, 
posiblemente, ciudadanos de otras tierras. 
6 
 
 
En otro texto, de amplia circulación, el famoso geógrafo Brasilero, Marcelo Sousa, en su libro el “ABC do 
desenvolvimento urbano” (2007), que pretende ser un texto de divulgación científica sobre el desarrollo 
urbano, largamente explica lo urbano desde la categoría de ciudad, pero con un enfoque 
predominantemente espacialista en lo que se refiere a la producción y desarrollo urbano, haciendo muy 
poco esfuerzo por reconocer e integrar las discusiones y avances que en cuanto a la ciudad como 
producción social y política existen. Esto queda muy evidente y marcado en el primer capítulo que pretende 
responder a la pregunta qué es una ciudad, no preguntándose nunca qué es la urbe; pero si tomando la 
noción de ciudad como sinónimo de urbe o espacio urbanizado y reduciendo de entrada la riqueza 
semántica del concepto de ciudad al de espacio urbano construido, es decir, reduce ciudad a urbe, y aunque 
hable de complejidad ciertamente no la vincula a la construcción de su definición. En primer lugar, retoma 
el concepto de Max Weber de ciudad, bastante de por si ya reducido, como un lugar o local de mercado, en 
el cual se da un intercambio regular de mercancías. En segundo lugar, retoma a Walter Christaller y asume 
la ciudad, desde el punto de vista geo-económico, como un lugar o local central con fuerza centrípeta para 
atraer hacia si diferente tipo de actividades. En tercer lugar, asume que las ciudades son asentamientos 
humanos extremadamente diversificados en lo que se refiere a las actividades económicas allí 
desarrolladas. En cuarto lugar, manifiesta que las ciudades, bajo el ángulo del uso del suelo es un espacio de 
producción no-agrícola, de comercio y de ofrecimiento de servicios. En quinto lugar, anota que otra 
característica de la ciudad es la de ser “un centro de gestión del territorio”, por ser sede de las empresas, y 
como un añadido en este mismo lugar, y sin desarrollo conceptual o analítico, anota que allí también la 
cultura y el poder desempeñan un papel crucial “en la producción del espacio urbano”. Después de describir 
un poco estos rasgos caracterizadores se pregunta si existe un “tamaño mínimo” que permita hablar de 
ciudad, anotando luego que el criterio de tamaño poblacional ayuda muy poco a definir una ciudad porque 
ello depende, entre otras cosas, de la densidad poblacional del país en que ella se inscriba (Sousa , 2007: 25-
28). 
 
Sousa, en la líneade indagación de Villaça, anota que son, los por él llamados, criterios funcionales – que 
nosotros llamaríamos más estrictamente criterios político y administrativos – los que permiten, por 
ejemplo, en Brasil, que a unos núcleos urbanos se les denomine Ciudades a otros Vilas, siendo las primeras 
sedes municipales y las segundas divisiones de estos, apuntando que el proceso para que una Vila se 
transforme en Cidade es un proceso esencialmente político, pero sin acercarse a lo que lo político 
espacialmente significa y sin desarrollarlo mas. El mayor problema con enfoques analíticos como el de 
Villaça y el de Marcelo Souza es que, sin ser ese su propósito, terminan reforzando la visión espacialista y 
des-subjetivizadora de ciudad y de la planeación que pretende orientarla, dado el estatus ontológico, que 
en última instancia, terminan dándole a la urbe misma, perdiendo de foco los procesos políticos y sociales 
que la constituyen como ciudad, facilitando con ello, en términos técnicos e ideológicos, una planeación 
urbana que no se interroga por la ciudad y facilita la realización de los intereses hegemónicos y en función 
de grandes grupos empresariales o personas capitalista interesados en la homogeneización y des-
sustantivación del territorio, algo que sólo el análisis la práctica política de la planeación está en condiciones 
de restituir. De alguna manera les cabría la crítica que Castells se formulaba a sí mismo en el prólogo a la 
edición latinoamericana de su libro “La cuestión urbana”: 
 
7 
 
“el equívoco consiste en que continuamos utilizando ‘urbanización’ y ‘ciudad’ sin ningún tipo de precisión, 
aceitando así la transposición directa entre formas espaciales e procesos sociales, cuando de facto, al hablar 
de urbanización en Francia o en el Perú, no se habla de la misma cosa.” (Castells, 1983: X) 
 
Y he ahí donde está nuestra principal observación: la ciudad, en cuanto categoría diferente a la urbe, antes 
que ser meramente un hecho espacial o de mercado es un hecho político que se configura y delimita 
espacialmente a partir de procesos de cooperación y conflicto entre diferentes categorías de sujetos, 
individual o colectivamente articulados, representando clases sociales o no, y qué no sólo se disputan un 
espacio en sí, sino que lo vinculan a valores o ideales de vida, bien sean expresados o no como proyecto 
político o de desarrollo urbano. Y es aquí donde más claramente se puede observar la distinción entre urbe 
y ciudad desde un punto de vista de la planeación. Una visón de la planeación reducida a lo urbano, sólo se 
preocuparía, en el mejor de los casos, ciertamente escasos en América Latina, por garantizar las condiciones 
mínimas de vivienda, transporte y servicios básicos; mientras que una planeación decididamente de ciudad, 
además de lo anterior, se preocuparía por construir y actualizar la condición de ciudadanía de sus 
habitantes, sean nativos o inmigrantes, integrándolos al proceso político de gobernar y planear la ciudad, 
dejando de verlos sólo como problemáticos y pasivos sujetos de políticas de asistencia social. Pero 
advertimos que también puede suceder una visión y práctica xenofóbica y cerrada de la planeación urbana y 
el proyecto de ciudad, en cuanto el proyecto político que los articula se fundamenta en reservar para los 
nativos o gentes de una determinada etnia la categoría de ciudadanos, deviniendo el espacio urbano en 
escenario y producto del conflicto político y disputa cultural por el significado mismo de la ciudad. 
 
Pero, como ya adelantábamos arriba, gran parte de esta confusión conceptual es reflejo también del poco 
tratamiento histórico y exegético que los clásicos de la sociología, de los estudios urbanos y del urbanismo 
le han dado al concepto de ciudad, muchas veces confundiendo este ejercicio con el de una descripción de 
las transformaciones espaciales del fenómeno urbano a través del tiempo, con muy poco espacio dedicado 
a investigar y a estudiar las formas de asociación, conflicto y organización política que le dan sentido a la 
ciudad, siendo en este sentido el trabajo de Castells, The city and the grassroots, una notable excepción. 
Para dar cuenta sobre esta gran dispersión semántica y falta de continuidad (o de ruptura crítica) con los 
estudios que sobre el concepto de ciudad realizaron los primeros científicos políticos, retomaremos, 
brevemente, en primer lugar, el trabajo la Política de Aristóteles y tenerlo como referencia para cuando más 
adelante intentemos una definición provisional del concepto de ciudad. 
 
2. El concepto de ciudad subyacente en la Política de Aristóteles. 
 
Partimos de este trabajo de Aristóteles por cuanto consideramos que este marca el inicio de la ciencia 
política en occidente, en tanto ciencia del Estado, no reducida al dato positivo, sino vinculado también a 
actitudes críticas e ideales ético-normativos, que son en últimas los que le sirven para evaluar las 
constituciones políticas de la ciudades de su época. Es menester recordar que para este libro Aristóteles 
estudia más de 100 constituciones, buscando extraer lo común de ellas y derivar algún tipo de principio o 
enseñanza. Teniendo en cuenta los apuntes hermenéuticos de Werner Jaegger (1946), resaltamos que: 
 “Debemos empezar por contemplar la peculiar cara de Jano que presenta la Política en conjunto, mirando a 
los idealistas como si fuese una utopía y a los realistas como si fuese una fría ciencia empírica, y en realidad 
siendo evidentemente ambas cosas a la vez.” (304)… “La influencia del método deductivo, conceptual y 
8 
 
constructivo de aquella obra [La Política] resalta principalmente en el hecho de que Aristóteles no hace brotar 
simplemente de la tierra su Estado ideal, como hace Platón en la República y en las Leyes, sino que lo 
despliega partiendo de una acabada clasificación de las constituciones según su valor. Este le permite 
introducir en la cuestión del Estado mejor, hasta donde lo consiente el tema, el rigor apodíctico que era 
esencial a su propia personalidad. Aristóteles pugna siempre por llegar a conceptos precisos. Su Estado ideal 
es lógico por su armazón; es una muestra de construcción mental en que el Estado se halla rígidamente 
basado en sus elementos y conceptos fundamentales.” (334). 
 
En esta búsqueda de la claridad conceptual, para Aristóteles la ciudad es principalmente un concepto 
político antes que espacial, tal como se observa en la siguiente afirmación: 
 
“… vemos que toda ciudad [polis] es una cierta comunidad y que toda comunidad está constituida en función 
de algún bien (…), es evidente que todas tienden a algún bien, pero sobre todo al bien supremo, la comunidad 
más importante de todas y que comprende a todas las demás: esta es la que se llama ciudad y también 
comunidad política.” (Aristóteles. La Política. Libro I, pago. 95) 
 
Nótese aquí que la Idea clave es la de asociación en torno a un bien, que no sería cualquier bien, sino el bien 
más elevado de todos, la política en sí misma. Pero no se trata se trata de una idea comunitarista de lo 
político, sino de una sociedad que incluye y articula diferencias, evitando pensar en la ciudad como una 
unidad natural o familiar. La ciudad, en esta dirección, es una construcción colectiva entre diferentes que se 
conciben políticamente iguales. De esta manera, se puede entender la crítica que en el libro II hace a la 
concepción comunitarista de Sócrates formulada en la República de Platón cuando afirma: 
“... la ciudad es por naturaleza multiplicidad y al hacer unidad, pasará a ser familia, y de familia a individuo, 
pues podríamos decir que la familia es más unitaria que la ciudad y el hombre más unitario que la familia. (…) 
Una ciudad no surge de individuos semejantes: No es lo mismo una alianza entre iguales que una ciudad. 
[Mas] la igualdad en las relaciones recíprocas salvaguarda las ciudades. (Aristóteles. La Política. Libro II, pag. 
129) 
 
Perohe ahí también la dificultad y dialéctica del concepto político de ciudad. Es un pensar y actuar 
colectivo, un nos-otros que no suplanta, ni inhibe las diferencias individuales, porque precisamente el 
ejercicio de estas individualidades es lo que la ciudad promete, es la base y promesa de la asociación 
política. Sin embargo, en el ejercicio de esa libertad, habrá quienes deseen y quieran excluir a otros de dicha 
sociedad. En esta dirección, la ciudad siempre contendrá en sí misma la amenaza de su negación, en la 
medida que existen sujetos, que por una u otra razón, desconocen esa libertad e igualdad política o la 
reservan a un grupo limitado de individuos. Incluso la propia construcción aristotélica del concepto de 
ciudad no está exenta de esta amenaza reduccionista, aun cuando se trate de definiciones apodícticas y 
amplias de ciudad como la siguiente: “La ciudad es la reunión de los hombres libres” (Aristóteles. La Política. Libro 
III), que contrastan fuertemente con las afirmaciones realizadas, en un pasaje anterior, en el cual restringe el 
carácter de ciudadanía y virtud política cuando se trata de la ciudad ideal. Veamos: 
La ciudad perfecta no hará ciudadano al obrero, pero si lo hiciera, entonces la virtud del ciudadano, de la que 
hemos estado hablando, no será la propia de todo ciudadano, ni siquiera únicamente la del hombre de 
condición libre, sino de cuantos están exentos de los trabajos necesarios. (Aristóteles. La Política. Libro III. Pág. 
187) 
De allí, que aunque aceptemos la Idea inicial de ciudad, planteada por Aristóteles, se nos hace necesario 
revisar y superar este concepto de ciudad que se basa en una concepción naturalista de la desigualdad 
9 
 
entre hombres y mujeres, entre trabajo manual y trabajo intelectual, y en su tiempo, también trabajo 
militar. Es aquí donde entra la idea moderna, según la cual la ciudadanía no es meramente un derecho 
otorgado, sino también y fundamentalmente un derecho conquistado, tal como lo mostraron 
históricamente los movimientos sociales de mujeres, negros e indígenas en la segundad mitad del siglo XX. 
En términos de Charles Taylor y de Axel Honneth, pudiéramos decir que la ciudadanía moderna implica de 
suyo una “lucha por el reconocimiento” y mantenimiento de dicha titularidad. Taylor (1993: 45-47) anota 
que en épocas antiguas el problema del reconocimiento no se planteaba, ya que se suponía inherente a un 
estatus natural o condición social permanente. Algunos cambios históricos que hicieron posible “la moderna 
preocupación por la identidad y el reconocimiento” fueron, primero “el desplome de las jerarquías sociales 
que solían ser las bases del honor. (…) en el sentido que estaba intrínsecamente relacionado con la 
desigualdad”, permitiendo el paso a “el moderno concepto de dignidad, que hoy se emplea en un sentido 
universalista e igualitario”. Para Taylor, el segundo cambio histórico moderno fue el desarrollo de la noción 
de identidad como autenticidad. En tanto la dignidad presupone un reconocimiento de la indivisibilidad de 
la persona emerge y se desarrolla la idea de identidad como autenticidad. En esta dirección, 
“El reconocimiento igualitario no sólo es el modo pertinente a una sociedad democrática sana. Su rechazo 
puede causar daños a aquellos a quienes se les niega. (…) la proyección sobre otros de una imagen inferior o 
humillante puede en realidad deformar y oprimir hasta el grado que esa imagen sea interiorizada. No sólo el 
feminismo contemporáneo sino también las relaciones sociales y las discusiones del multiculturalismo se 
orientan por la premisa de que no dar este reconocimiento puede constituir una forma de opresión.”(Taylor, 
1993:58) 
Ahora, echa esta crítica y salvedad, es también necesario reconocer lo que de progresista tiene la última 
afirmación de Aristóteles, es decir, que la política precisa de tiempo libre, y que aquel o aquella que por 
razón de su oficio, profesión, pobreza u otra circunstancia no tiene tiempo libre, puede ser ciudadano en 
titularidad pero no de hecho, en cuanto no se reúne ni participa de las discusiones y decisiones de la 
comunidad política. Sin embargo, la sociedad capitalista actual, donde sea que exista, es en lo fundamental 
una sociedad orientada al trabajo, un tipo de sociedad que, en los términos de Aristóteles, sería la negación 
misma de la política. Pero aquí es donde vuelve de nuevo la necesidad de revisar y descubrir que de esencial 
tienen los conceptos construidos y formulados en otras épocas, para no aplicarlos mecánicamente, o 
simplemente desconocerlos e ignorarlos sin la debida crítica. La modernidad, en su sentido social y político, 
y no meramente como modernización tecnológica o productiva, significa, de alguna manera la revolución y 
reconocimiento de los que hasta entonces eran tenidos como desiguales y que, en lo fundamental eran y 
son los que constituyen la base productiva de la sociedad, precisamente los artesanos, obreros y 
campesinos. 
No es de extrañar que gran parte del contenido de estas luchas sociales no fuera solamente una lucha 
orientadas de manera utilitarista al mejoramiento de condiciones económicas, sino que se tratará también 
de luchas orientadas moralmente por el reconocimiento de la dignidad y construcción de la autoestima, 
individual o colectiva. Tal como lo expresa Honneth cuando se refiere a los primeros trabajos de filosofía 
social de Karl Marx 
"... en línea con la dialéctica del señorío y la servidumbre de la Fenomenología [de Hegel], el joven Marx 
interpreta la confrontación social de su tiempo como una lucha moral, llevada a cabo por trabajadores 
10 
 
oprimidos en favor de la restitución de las oportunidades sociales para el pleno reconocimiento. Inicialmente, 
concibe la lucha de clases no como una batalla estratégica sobre la adquisición de bienes materiales o 
instrumentos de poder, sino más bien como un conflicto moral en que lo que está en cuestión es la 
"emancipación" del trabajo como condición esencial, tanto para la autoestima simétrica como para la 
autoconfianza básica". (Honneth, 1996: 147) [Sublineado Nuestro]. 
En otras palabras, aunque la modernidad, sobre todo en su fase inicial, tiene que ver con una lucha social en 
la esfera del trabajo, el contenido de esta lucha no se reduce a ganancias económicas o al control de los 
medios de producción, sino que implica, en primer lugar, una lucha por el reconocimiento moral y subjetivo 
de las y los individuos trabajadores – los artesanos en términos de Aristóteles – como personas y como 
ciudadanos, para luego, en segundo lugar, y como garantía de lo primero, plantearse la emancipación del 
trabajo – al menos parcialmente – liberando tiempo para otras actividades esenciales a la realización del ser 
humano, entre ellas la política. Sin embargo, y casi que paradojalmente con respecto a Aristóteles y 
dramáticamente con respecto a Marx, la formación social contemporánea ha profundizado su dependencia 
con respecto al trabajo y en la misma dirección ha reducido de nuevo el tiempo libre socialmente necesario 
para el ejercicio y construcción política de la ciudad. Una paradoja ciertamente problemática, en tanto la 
formación social orientada al trabajo hace del empleo uno de sus principales problemas en la agenda 
política de las ciudades para que sus habitantes puedan supuestamente realizarse como ciudadanos y 
ciudadanas a través del consumo, que no de la participación política; lo cual sería una negación, en los 
términos clásicos, de la condición de ciudadanía misma. Según Aristóteles: 
"En una palabra, ciudadano es el que puede ser juez y magistrado." (Libro III, pag.78). "Observase por tanto lo 
que es el ciudadano: el que posee participación en la autoridad legal, en la autoridad deliberativa, y en la 
autoridad judicial – ahí está lo que llamamos los ciudadanos de la ciudad. Y llamamos ciudad a la multitud de 
ciudadanos capaces de ser suficientes parasí mismos, y de conseguir, de modo general, cuanto sea necesario 
para su existencia". (Libro III, pag.79). "Ciudadano, de acuerdo con nuestra definición, es el hombre que tiene 
un cierto poder" (Libro III, pag.80). 
Dados estos términos y circunstancias contemporáneas, para evitar esta paradoja o contradicción, el 
empleo o trabajo, debe permitir – además del dinero para acceder a mercancías con las cuales vivir bien y 
dignamente – el tiempo suficiente para ejercer esa titularidad de ciudadano, es decir, participar de la 
política como un ejercicio de encuentro y deliberación con otros, con los cuales se pueda efectivamente 
ejercer una cuota personal de poder, que por ninguna circunstancia se reduce a momentos electorales 
prestablecidos, lo cual a toda costa negaría la libertad misma del ejercicio del poder auto-instituyente 
ciudadano. 
Para Aristóteles la ciudad, en cuanto polis es, fundamentalmente, una construcción política, cimentada en 
una serie de relaciones históricas que dan base a la configuración simbólica de un nosotros(as), el cual, a 
pesar de las contradicciones y tensiones que se dan en su interior, se percibe como sociedad política. Por su 
parte, la urbe3 es la huella que en el espacio deja la ciudad, el entramado que sirve o ha servido de 
protección a la comunidad política, a sus espacios de interacción y encuentro colectivo. Su diseño y trazado 
 
3 En cuanto al origen de la palabra Urbe, Rykwert (1985, p. 154) la sitúa durante la edad de hierro “ los autores clásicos se sintieron atraídos por la 
idea de derivar la palabra Urbs, ‘ciudad’, de Urvum, la curva de la reja del arado, o de Urvo, aro en redondo, y también de Orbis, una cosa redonda, 
un globo, el universo” . Toda esta reflexión a propósito de los ritos de demarcamiento espacial que significaban el territorio más propio de la ciudad, 
su adentro y su afuera. 
11 
 
corresponde a la concepción del mundo, de la relaciones entre las y los humanos, y de estos con la 
naturaleza, que una determinada formación social tiene en un tiempo y un espacio específicos. Por ello es 
tan fácil confundir urbe y ciudad, porque la mayoría de ciudades que conocemos precisan un espacio, de un 
habitáculo urbano, de un espacio vital (Lebensraum)4 en el cual existir. Pudiéramos decir que si bien la 
ciudad como organización política y simbólica precisa de la urbe, la urbe no necesariamente precisa de la 
ciudad. En tal dirección es que el propio Aristóteles escribe en la Política: 
"... cuando los hombres viven en un mismo lugar, ¿cómo podemos reconocer que se trata de una ciudad? 
Ciertamente no por las murallas, pues se pudiera amurallar el Peloponeso" [y no sería una ciudad]. "Sin 
embargo, desde que los hombres residan en un mismo lugar, será necesario decir, desde que no cambia la 
especie de sus habitantes, que la ciudad es siempre la misma" (Libro III, pag.81). "... una ciudad es la misma si 
tenemos en cuenta su forma de gobierno". (Libro III, pag.82). 
 
Nótese que el énfasis del autor está en que una ciudad es la misma siempre y cuando no cambie la especie 
de sus moradores, independiente del cambio de las calles o murallas que la rodean y la integran. 
Igualmente, en estas dos citas se observa la diferencia con la cual Aristóteles trata la idea de ciudad, en 
cuanto formación socio-política, de aquella otra de la urbe, caracterizada, en la época, por ser la porción de 
tierra amurallada que protegía y daba asiento a los espacios y lugares públicos de encuentro, de la cual se 
deriva lo que hoy llamamos suelo o tierra urbanizada. 
 
Por otro lado, espacialmente, la ciudad no se reduce o limita al espacio urbano, a la urbe, aunque la 
requiera y precise en su definición. La ciudad, en tanto categoría política y jurídica, puede extenderse a las y 
los ciudadanos que moran, trabajan y tienen propiedades por fuera de la urbe. Igual puede aplicarse para 
ciertos bienes y espacios públicos que están localizados allende la muralla o malla urbana. Por tal razón, 
campesinos y hacendados pueden ser ciudadanos habitantes de una ciudad, en la medida que, morando por 
fuera de su espacio urbano, si lo hacen dentro de su circunscripción territorial y administrativa, es decir 
hasta dónde se extienden las fronteras geográficas de sus decisiones políticas y su capacidad policial5, en 
cuanto politeia. Por tal razón, una gran urbe puede ser una ciudad disminuida o escasa (Carvalho, 2000) en 
la medida en que por un lado no represente ni integre políticamente sus pobladores y por el otro lado, no 
tenga el poder colectivo, la politeia, los medios e instrumentos para aplicar y hacer valer las decisiones 
políticas en toda su jurisdicción territorial-administrativa, incluyendo por supuesto los espacios 
considerados públicos al interior de la urbe. Queda claro, en lo expuesto hasta aquí, que para Aristóteles, 
aunque relacionadas, las categorías de ciudad y urbe son diferentes. Que no todo el que habita en la urbe es 
ciudadano y que la ciudad, espacialmente, puede extenderse mas allá de la urbe, en tanto la sociedad 
política, llamada ciudad, puede incluir individuos cuya residencia sea en el campo o sea en el área urbana. 
Esta idea de la urbe y lo urbano como diferente de la polis y la ciudad es reforzada por el trabajo 
antropológico y arqueológico de Joseph Rykwert (1985) cuando estudia los ritos de fundación de una ciudad 
 
4 Utilizamos esta noción, formulada por primera vez en geografía por Friedrich Ratzel, pero no apartamos de su idea o concepción organicista y 
expansionista (Méndez/Molinero: 17-20) y la utilizamos en la medida que nos ayuda a ilustrar la dialéctica y diferencia entre la ciudad como 
organización político-simbólica y la urbe como construcción y artefacto físico-espacial que bien puede reflejar o no las características sociales y 
simbólicas de la ciudad pero que funge como condición necesaria para su existencia. 
5 Entendemos aquí la palabra policía en su sentido original derivado del griego politeia, la cual designaba la administración y control de las decisiones 
políticas internas de la ciudad (polis). 
12 
 
y los ritos de demarcación urbana en los antiguos pueblos etruscos y la Roma antigua, llegando incluso a 
indicar que una misma ciudad puede tener varias fundaciones en diferentes tiempos y lugares. 
 
3. Excurso: Un acercamiento histórico y etimológico a la categoría de municipio como expresión de la 
idea de ciudad bajo condiciones de un poder territorial superior (Estado-Nación o Imperio). 
 
La palabra española y portuguesa municipio proviene del latín antiguo municipium, la cual hace su 
aparecimiento durante la República Romana. Esta palabra es a su vez la conjunción sincopada de otras dos: 
munia y capere, donde munia significa pertrecho o recurso militar y capere significa aprovechamiento o 
servicio (Ferreira, 1995: 12). En pocas palabras, el municipium denotaba un territorio con un núcleo urbano 
bajo el poder de la República, al cual le son respetados sus tradiciones y derechos civiles, a condición de 
tributar a la República y de servir con hombres y recursos en caso de guerra o de las tareas militares 
ordinarias. En un inicio el municipium se distinguía de la civitas (ciudad) en la medida que era considerado 
una civitas sine suffragio, es decir, una ciudad que no podía elegir representantes propios para el Senado 
de la República. Sin embargo, con el tiempo, muchos municipios alcanzaban el estatus de civitas en el pleno 
sentido de la palabra romana. Con el tiempo hubo dos tipos de municipios, en primer lugar el Municipium 
Civium Romanorum, en el cual los ciudadanos tenían una ciudadanía completa (civitas optimo iure) que 
incluía el derecho al voto, y en segundo lugar, los municipios formados por centros considerados tribales, en 
los cuales sus habitantes no tenían una ciudadanía plena.Es importante observar como las principales instituciones que rigen el espacio político-administrativo 
municipal en el mundo occidental contemporáneo, principalmente las cámaras o consejos municipales, así 
como el alcalde o prefeito, hunden sus raíces en la tradición romana, la cual a su vez trató de mantener la 
idea de ciudadanía y participación política correspondiente a la ciudad-estado de los griegos. De esta 
manera, al hablar de municipio estamos haciendo refiriéndonos también a la idea de civitas, de ciudad, pero 
ya de una manera preponderantemente político-territorial y menos urbano-espacial. Hoy, en la mayoría de 
constituciones y Repúblicas, el municipio o la municipalidad, es claramente entendido como una unidad 
territorial político-administrativa, en la mayoría de casos la de menor tamaño, que puede tener órganos 
administrativos y espacios de representación política propios, siendo su tamaño algo indiferente y variable, 
denotando a veces, para el sentido común, una ciudad, un pueblo, una villa o un pequeño grupo de los 
mismos6. Según Marturano (1983: 12), refiriéndose a lo apuntado por Kelsen y a Jellineck, 
 
“el trazo característico de este gobierno propio o de esta autonomía municipal consiste en poder elegir los 
agentes del poder ejecutivo y del poder legislativo, bien como atribución de recursos presupuestarios y financieros 
para su administración como de los servicios públicos locales.” 
 
 
6
 Es notorio también como la palabra municipio se transforma y traduce en algunos países como Comuna, en el sentido de la unidad territorial 
político-administrativa más pequeña de un Estado y que supone un mínimo de vida colectiva y en común de sus pobladores. Comuna proviene del 
término commune, con el cual se denominaba muchas veces las antiguas ciudades y burgos libres del Medioevo. Los municipios son entendidos y 
denominados como Communes en Francia, Comune en Italia, Kommun en Noruega. En Alemania el municipio es entendido como Gemeinde, el cual 
tiene el mismo sentido espacial y político que la palabra latina commune, y que respectivamente tiene un Gemeinderat (consejo municipal) y un 
Bürgermeister (alcalde). Es de señalar que, en el Reino Unido, la palabra municipio no tiene un equivalente similar , siendo los términos mas 
cercanos el de Borough, (para referirse unidades político-administrativas intra-urbanas), Town Hall o City Hall (para referirse a los edificios públicos 
donde se asienta la autoridad pública municipal, la municipalidad), el Council, que además de ser un escenario de representación política-territorial, 
pasa a representar, para la mayoría de ciudadanos la figura misma de la municipalidad. 
13 
 
En esta dirección, si bien el municipio contemporáneo, como el antiguo del imperio romano, es autónomo 
sólo de manera relativa – en especial en su administración interna – su existencia jurídica, política, física y 
económica es innegable, en contraste con la noción contemporánea de ciudad, la cual se ha tornado 
sumamente porosa, informe e inasible, siendo por tanto de existencia cuestionable como instrumento 
analítico, que se confunde unas veces con la descripción que se hace del hecho físico urbano, con la urbe, y 
otras tantas veces rememora el ideal clásico de la asociación política de ciudadanos libres, la polis. A 
nuestro modo de ver, las palabras municipio y municipal, urbe y urbano pueden ayudarnos a evitar la 
confusión que el inglés, como lengua hegemónica ayudó a crear, al incorporar en una misma palabra, city, 
la diferencia semántica que los pueblos antiguos mediterráneos hacían entre urbs y polis. Como veremos, la 
mayoría de constituciones de las repúblicas democráticas actuales, en especial las de origen latino, son 
claras en que la unidad política básica de administración, planeación y gestión del territorio nacional es el 
municipio, el cual para efectos de sus políticas de desarrollo o por causa de la conurbación con otros 
municipios vecinos puede asociarse y formar otras figuras o entidades político administrativas, llámense 
aéreas metropolitanas, asociación de municipios, distritos, etc. En este sentido, en la mayoría de nuestras 
realidades constitucionales y político-administrativas, es el municipio y su territorio municipal (rural y 
urbano) el sujeto legal por excelencia de la planeación local, excepto cuando es simplemente tratado como 
objeto por parte de políticas e intereses supra (nacionales o internacionales). 
 
Este breve recuento de la categoría de municipio nos ayuda formular la siguiente hipótesis de porqué la 
idea, noción, imagen o representación colectiva de ciudad persiste, aunque no exista propiamente una 
realidad o concepto claro de la misma: en su sentido histórico y genético la ciudad, tanto como 
representación de la identidad política colectiva como realidad física, que a veces se confunde con la urbe, 
encierra un doble carácter de libertad y protección que de alguna manera persiste a través del tiempo en el 
concepto solapado y reducido que de polis persiste en el municipium, especialmente bajo su forma de 
Municipium Civium, donde la civis (la unidad política autónoma) se integra con el munia-capere (en cuanto 
población bajo el mando de la República y presta para la guerra). 
 
3.1. Notas sobre las ideas o conceptos de ciudad y municipio en algunas constituciones latinoamericanas 
 
En la búsqueda por llegar a una idea o concepto de ciudad, más allá del sentido común y representación 
colectiva que de la misma se tiene – y que en lo fundamental se asimila a la noción de malla o espacio 
urbano – nos dimos a la tarea de efectuar una breve exploración sobre (i) qué se entiende por ciudad en 
algunas constituciones latinoamericanas para luego (ii) asociarla con el concepto o idea que de municipio 
aparece en las mismas. Para ello, efectuamos una revisión inicial de las Constituciones políticas de la 
República Federativa de Brasil (1988, Incluyendo reformas hasta el 2005), República de Colombia de 1991 
(Incluye las reformas hasta 2005), República de cuba de 1976 (Incluye reformas hasta 2002) y República 
Bolivariana de Venezuela (1999). 
De esta revisión podemos derivar algunas conclusiones preliminares que nos muestran un poco la 
inexistencia u oscuridad político-constitucional de la idea de ciudad: (i) la ciudad nunca es definida o 
conceptualizada, se asume como un facto dado, un a priori del pensamiento político y administrativo 
constitucional que no es necesario precisar; (ii) es notorio que la mayoría de las veces, cuando se emplea la 
14 
 
palabra ciudad, esta está asociada al municipio o distrito capital de la respectiva República: Ciudad de 
Caracas, Ciudad de la Habana, Ciudad-Región del Distrito Capital de Bogotá; (iii) en general, la ciudad se 
asimila a un lugar, al espacio urbano construido, a la urbe sin consideración de los procesos sociales o 
políticos que la constituyen. Por último, (iv) un poco la excepción es la constitución Cubana, en especial en 
el artículo 104, donde menciona que: “los Consejos Populares se constituyen en ciudades”, rescatando o 
relevando el sentido de asociación política que la palabra ciudad, en cuanto civitas y polís contiene. 
Por su parte, con respecto a la categoría de municipio en estas cuatro constituciones podemos señalar: (i) la 
palabra que designa al municipio es el mismo en todas las constituciones, lo que no sucede para el nivel 
regional o territorial intermedio entre el municipio y la nación, que en unas constituciones se denomina de 
Estados, si son federales (Brasil y Venezuela), y en otras de carácter centralista (Colombia y Cuba) se 
denominan Provincias o Departamentos. (ii) El municipio es la división territorial básica de la República, en 
términos de tener un reconocimiento político y una personería jurídica y administrativa propia. Lo que no 
sucede con otras categorías territorialesy espaciales de menor escala al interior de los propios municipios, 
unas veces denominadas regiones (Brasil), comunas (Colombia) y parroquias (Venezuela). (iii) En todos los 
casos el municipio es el espacio de representación y participación política básica de las y los ciudadanos, 
fundamentalmente por medio de la elección y conformación de Concejos Municipales (en Colombia y 
Venezuela), Cámaras Municipales de Vereadores (en Brasil) y Asambleas Municipales del Poder Popular (en 
Cuba). (iv) Todos los municipios tienen derecho a tener sus propias leyes o normas, siempre y cuando no 
sean contrarias a la constitución u otras leyes superiores. Se trata pues de una autonomía legal relativa, 
siempre sub judice con respecto a la República. (v) En este último sentido, todos tienen el derecho y la 
obligación de establecer sus propios impuestos, cumplir las funciones de policía, prestar y velar por la 
prestación de los servicios públicos básicos, la planeación y gestión del desarrollo local, así como el 
ordenamiento territorial al interior del propio municipio. 
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que, de acuerdo a estas constituciones, las dos unidades 
territoriales básicas que confieren identidad política a las y los ciudadanos son, en un primer nivel el 
municipio, y en un nivel superior la República, sea esta federal o unitaria. Son, en estas dos unidades, donde 
están más claramente establecidas las competencias administrativas del Estado, así como los derechos y los 
deberes de las y los ciudadanos. Mientras el concepto de municipio se puede inferir a partir de la serie de 
capítulos y artículos que tratan sobre él y lo desarrollan política y normativamente en las diferentes 
constituciones, no se puede decir lo mismo de la noción de ciudad, la cual escasamente se menciona y que 
en ningún caso es objeto de desarrollo normativo. 
El municipio aparece en una doble condición de ser objeto y sujeto de las políticas públicas. Objeto con 
respecto a República, a la cual debe subordinarse en todo lo que compete a políticas de defensa y seguridad 
nacional, así como de regulación macroeconómica (aduanas, emisión de moneda, intercambio de divisas, 
tasas de interés, e impuestos a las mercancías móviles, principalmente). Sujeto, en cuanto corporación 
pública con autonomía administrativa, que tiene derecho a realizar contratos con terceras partes, públicas y 
privadas, y tiene la potestad de planear y gestionar su propio desarrollo local. Por su parte, la idea de 
ciudad se confunde, tanto con hechos espaciales (la urbe, la ciudad-región) como con hechos territoriales 
político-administrativos (el municipio, el área metropolitana), lo cual, evidentemente, dificulta su 
constitución teórica y normativa como sujeto-objeto de la planeación, en los términos de las constituciones 
15 
 
políticas arriba analizadas, para la cuales, el objeto-sujeto básico de la planeación y el desarrollo sería el 
municipio. 
Por otro lado, de esta breve revisión va quedando claro que la adopción y desarrollo de la noción de 
municipio en el marco constitucional no está ligada a forma o configuración espacial alguna. Su 
característica básica consiste en la de ser una corporación pública, lo que, en un lenguaje menos jurídico y 
mas político, quiere decir que el municipio es antes que nada una asociación política localizada y delimitada 
dentro de los marcos territoriales de la República, lo que sin duda acerca la idea de municipio al concepto 
clásico de ciudad como asociación político-territorial de ciudadanos, pero sin la mayor autonomía que esta 
noción clásica de ciudad incorpora al no estar sometida a un poder político-territorial superior. Esta última 
idea nos conecta con el desarrollo mismo de la noción de municipio, en tanto su surgimiento como 
categoría política y administrativa está vinculada al despliegue de formas más expansivas e imperiales de 
poder político, en particular el Imperio Romano dentro de la historia antigua occidental greco-judía, o la 
nación-estado dentro de la historia moderna, las cuales, más que crear nuevas ciudades, sometieron las 
ciudades pre-existentes, libres y políticamente autónomas, reduciéndolas a territorialidades subordinadas a 
la nación y delimitadas en sistemas urbano-nacionales7, con relativa autonomía, en lo que compete a la 
administración de su asuntos internos y con la obligación fundamental de ajustarse a la políticas de 
seguridad y defensa, del imperio o de la nación. 
En síntesis, en ningún lugar de las constituciones analizadas, la ciudad aparece como categoría, sujeto u 
objeto de la planeación. Este campo se reserva a lo que se consideran son las entidades territoriales que 
componen e integran el poder público de la República: la Nación (que es la República en si misma), los 
Estados, provincias o departamentos (que son agentes intermediarios de coordinación, control y garantía de 
integración de la República), y los municipios (que son el substrato material y político de la República). 
Otras figuras político administrativas, en especial los distritos y las áreas metropolitanas, aparecen como 
desarrollos espaciales o políticos de la idea misma de municipio, con algunos poderes y atribuciones 
especiales que de ordinario los municipios no poseen. 
Por eso, dadas las conceptualizaciones anteriores, tanto provenientes de las categorías aristotélicas como 
de los desarrollos políticos y jurídicos romanos, nos extraña cierto reduccionismo presente en el trabajo de 
los clásicos de la sociología que, en su mayoría, hacen de la ciudad una categoría fundamentalmente 
espacial o geográfica, enajenándola de su contenido político, y en la mayoría de los casos, reduciéndola a un 
lugar de intercambio de mercancías (mercado) o a un lugar de intercambio e interacción simbólicas y 
ecológicas. Para ilustrar esto, veamos rápidamente los planteamientos centrales de los principales autores 
considerados clásicos o “padres” de la sociología urbana y el urbanismo. 
 
7 Al respecto plantea P.J. Taylor (2004: 15): “The nationalist movement that flowered in the nineteenth century and blossomed in the twentieth 
century aspired to culturally homogenize populations within a given state´s territory. This was the complete opposite of the cosmopolitan essence of 
cities in network... At this time [mid-twentieth century] urban studies became a vibrant research field and, led by geographers and urban-regional 
planners, intercity relations became an important focus of intellectual scrutiny. This required an answer to the basic question: how did cities relate 
to each other? The answer given was straightforward and pretty unanimous: cities constitute national urban systems”. Lo que para este autor 
significa que simplemente se desconoció que el origen político y económico de las grandes ciudades europeas tuvo un origen mucho mas anterior a 
los Estados nacionales y que la mayoría de ellas no se constituyeron de manera aislada sino que son el resultado mismo de una intensa actividad 
comercial y política en red que articuló diversos territorios, hoy delimitados bajo fronteras nacionales. 
16 
 
 
4. La idea y concepto de ciudad en algunos clásicos de la sociología y el urbanismo 
Georg Simmel, aunque prolífico autor sobre asuntos relativos a la vida social e individual en el espacio 
urbano, en especial la gran urbe metropolitana, y gran inspirador de corrientes sociológicas como la Escuela 
de Chicago, no desarrollo de manera explicita un concepto de urbe, debiendo este inferirse o deducirse de 
sus trabajos, principalmente de aquellos relacionados directamente con cuestiones espaciales y urbanas8, 
en los cuales, también se aproxima de un concepto de Ciudad [Stadt] en cuanto relación social 
espacialmente exclusiva. 
En primer lugar, se destacan las nociones de Metropole o “gran ciudad” (Grosstädte), en cuanto referencia 
al espacio construidoy vivido, lo que aproxima al autor del concepto de urbe que hemos venido asumiendo, 
en especial de la noción de urbs como espacio simbólico (Rykwert, 1985) en cuanto manifiesta que la 
Metrópolis es la materialización, la objetivación de la cultura, entendida como espíritu subjetivo (Simmel, 
2005). Por otro lado, sobresale la centralidad que el autor le otorga al dinero como dinamizador de la 
cultura urbana y el desarrollo económico-espacial de la urbe. Es así que afirma: “La metrópoli siempre ha 
sido sede de la economía monetaria. Es aquí donde la multiplicidad y concentración del intercambio 
económico le otorgan a los medios de intercambio una importancia que el volumen del intercambio 
comercial no le hubiese permitido.” (Simmel, 1998)9. 
En segundo lugar, destacamos, como sin ser propósito del autor la conceptualización de la idea de ciudad, 
preguntándose por la espacialidad de las relaciones sociales, observa el Estado y la Municipalidad como 
relaciones sociales que se expresan de manera espacial. Simmel usa las categorías de asociación y espacio 
para dar cuenta de la territorialidad del Estado y de este modo se aproxima a la noción de espacio comunal 
o municipal. Afirma que, a diferencia de ciertos tipos de relaciones sociales que pueden ser espacialmente 
permeables y no sujetas a “colisiones espaciales” – la amistad o el acto de compra-venta, por ejemplo – en 
tanto no son definidas por una relación intrínseca con el espacio (weil sie keine innerliche Beziehung zum 
Raum haben) (Simmel, 1998/1903), tal como la ocupación y la propiedad, por ejemplo, afirma que otros 
tipos de asociación pueden ser realizados sólo de tal forma que no hay espacio para una segunda asociación 
en el mismo lugar. El Estado, por excelencia, y la municipalidad, de manera derivada, son ejemplos de lo que 
él denomina “la exclusividad del espacio” (Ausschliesslichkeit des Raumes). En este sentido, afirma: 
El único ejemplo que coincide completamente con el [segundo] tipo de asociación es el Estado. De él se ha 
dicho que no sería una asociación entre muchas, sino más bien que es una la cual domina todas las demás y, 
por lo tanto, de un carácter único... En cierta medida, el municipio [Kommune] posee el mismo carácter: 
dentro de los límites de una ciudad [Stadt] sólo se puede dar esta ciudad, y si una segunda crece dentro de sus 
 
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 Nos referimos a: Metropoli y vida mental (Die Grosstädte und das Geistesleben, 1903), Sociología del espacio (Soziologie des Raumes, 1903) y 
Fiolosofía del paisaje (Philosophie der Landschaft, 1913) 
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 Este carácter de centralidad del dinero en la vida urbana moderna se expresa en una ciudad como Londres, vinculada desde sus orígenes al 
intercambio comercial. Tal como lo afirma en Filosofía del Dinero: „Von jeher war die Stadt im Unterschied vom Lande der Sitz der Geldwirtschaft; 
dies Verhältnis wiederholt sich zwischen Klein- und Großstädten, so daß ein englischer Historiker sagen konnte, London habe, in seiner ganzen 
Geschichte, niemals als das Herz von England gehandelt, manchmal als sein Gehirn, aber immer als sein Geldbeutel; und schon am Ende der 
römischen Republik heißt es, jeder Pfennig, der in Gallien aus-gegeben werde, gehe durch die Bücher der Finanziers in Rom“ (Simmel, 1900: 575). 
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fronteras, entonces no estarán en el mismo suelo y tierra, sino que más bien serán dos ciudades unidas 
anteriormente que, empero ahora, constituyen territorios separados. (Simmel, 1903)
10
. 
De esta manera, Simmel establece y mantiene la distinción entre espacio y territorio, en cuanto el espacio 
en sí, lo concibe como una categoría general abstracta, sin contenido propio, mientras que el territorio 
denota la acción de exclusividad que un agente o tipo de relación social manifiesta sobre el espacio. En este 
sentido, Simmel asume el Estado y el municipio [Kommune] – y por extensión la ciudad [Stadt] – como 
categorías territoriales, que expresan y sintetizan en el espacio relaciones de poder entre los individuos11 
que le ocupan y de exclusividad con respecto a otros poderes político, en tanto no pueden existir dos 
Estados o Ciudades en el mismo territorio. 
Si bien el grueso del trabajo de G. Simmel no se centra en establecer una definición o genealogía de la 
relación urbe-ciudad, su trabajo es sin duda fundamental para comprender los efectos e impactos que sobre 
la subjetividad individual y el comportamiento colectivo tiene la metrópolis, la urbe extensa, en cuanto 
cultura material u objetivada, mientras que su aproximación o inside a la relación entre los conceptos de 
espacio y ciudad no son bastante útiles para observar y mantener la distinción con respecto a la urbe 
Por su parte, nos es menester tener en cuenta el famoso aparte del libro de Economía y Sociedad de Max 
Weber titulado como: “Concepto y categorías de ciudad” (Typologie der Städte)12, texto obligatorio dada la 
importancia de Weber como sociólogo y lo referenciado que es el texto mismo a lo largo del desarrollo de la 
sociología urbana. Sin embargo, es un texto que, a nuestro modo de ver, presenta grandes deficiencias en el 
tratamiento que se le da a la construcción histórica de ciudad13 y a la poca distinción que se hace entre esta 
categoría y la de urbe o fenómeno urbano, casi que asimilándolas a lo mismo. En este sentido, es diciente la 
total ausencia de alguna referencia a la obra de Aristóteles, Política, que sin dudas es el primer tratado 
riguroso sobre el concepto de ciudad. De una manera breve y sin mayores explicaciones o consideraciones 
sobre otros trabajos o autores, Weber parte de considerar que el tamaño en si no es lo que define qué es o 
no es una ciudad. Para ello da el ejemplo de algunas “aldeas” rusas que tienen miles de habitantes más que 
los que tenían las antiguas ciudades. 
Siendo que ni el tamaño espacial o demográfico definen lo que es una ciudad (Stadt), Weber busca definirla 
a partir de un concepto socio-económico, el mercado: “tendríamos que fijar un establecimiento cuya 
mayoría de habitantes vive del producto de la industria o del comercio, y no de la agricultura” (74). Sin 
embargo considera que a esta definición inicial le hace falta cierta diversidad en lo que respecta a la 
actividad económica, para que la misma no quede reducida a las actividades de unos pocos clanes o 
familias. Para Weber una ciudad puede fundarse de dos modos: 
 
10
 Traducción propia. El texto original dice: “Für das erstere ist das einzige völlig deckende Beispiel der Staat. Von ihm hat man gesagt, er wäre nicht 
ein Verband unter vielen, sondern der alles beherrschende Verband, also einzig in seiner Art... Einigermassen hat die Kommune den gleichen 
Charakter: innerhalb des Weichbildes einer Stadt kann es nur diese Stadt geben, und wenn etwa doch eine zweite in eben diesen Grenzen erwächst, 
so sind das nicht zwei Städte auf demselben Grund und Boden, sondern auf zwei zwar ehemals vereinten, jetzt aber gesonderten Territorien”. 
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 „Die Verbindungsart zwischen den Individuen, die der Staat schafft, oder die ihn schafft, ist mit dem Territorium derartig verbunden, dass ein 
zweiter gleichzeitiger Staat auf eben demselben kein vollziehbarer Gedanke ist“ (Simmel, 1998/1903). 
12 Para las citas que haremos en este aparte emplearemos la traducción portuguesa aparecida en la colección de Octavio Velho en 1967. 
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 Esta opinión se sustenta además en la investigación realizada por Berman (1983), que le permite afirmar: „Above all, Weber´s theory of the city, 
although cast in historical terms, fail even to mention, much less to explain, the most striking and distinctive characteristic of the western city, 
namely, its historical consciousness –that is, its consciousness of its own historical development, it belief in its own movement from past to future, 
its sense of its own on-going, developing character.The process of growth of the western city cannot be explained without reference to its historical 
self-awareness, its sense of its own historical continuity and development, its consciousness of its own ongoing character as a community, its own 
movement from the past into the future” (Berman ,1983:399-400) 
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“Sobre algún dominio territorial, o, sobre todo, una sede de principado como centro de un lugar en el que exista 
una industria en régimen de especialización, para satisfacer sus necesidades económicas o políticas, y donde, por 
eso, se comercien mercancías... (ii) “Mediante la reunión de intrusos, piratas o comerciantes colonizadores o 
nativos, dedicados al comercio intermediario” (74-76). 
 
Es importante anotar que Weber hace énfasis en que el mercado no consiste en cualquier feria o mercado 
quincenal, mensual o anual, si no “un intercambio regular y no ocasional de mercancías en la localidad”. A 
partir de este elemento básico, de la existencia de un mercado, en sentido estricto, weber caracteriza tres 
tipos básicos de ciudad según la fuente de recursos (dinero) o la actividad económica principal: 
 
1. Ciudad de consumidores. Aquella en la cual las probabilidades adquisitivas dependen, directa o 
indirectamente, de la capacidad adquisitiva de la gran propiedad del príncipe. Es decir, este tipo de 
rentas determina la posibilidad de lucro de otros, en especial de artesanos y comerciantes. Son 
ciudades de funcionarios y de la corte del príncipe. Ejemplos: Pekín, Moscú, 
2. Ciudad de productores. Su poder adquisitivo depende de la actividad industrial o manufacturera que 
abastece el exterior. Los consumidores son básicamente de dos tipos: unos grandes consumidores, 
que serán los empresarios que residen en la localidad, y los otros serían la masa de consumidores, 
compuesta por asalariados y artesanos. 
3. Ciudad mercantil. En esta el poder adquisitivo de sus grandes consumidores reposa en la venta al 
por menor de productos extranjeros en el mercado local y en la venta para fuera de productos 
naturales o artesanales producidos localmente. 
 
Weber anota que, una de las características que diferencia al hombre de las modernas ciudades de las 
antiguas griegas, es que no tiene un terreno propio en el campo, un kleros o fundus, del cual pueda derivar 
algún tipo de sustento, pero no insinúa o explica por qué se dio este proceso de urbanización de la vida y la 
sociedad, como si lo hace Marx en varios apartes del capital, principalmente en el relativo a la acumulación 
primitiva. Sin embargo, a pesar de su preeminencia conceptual, el mercado como categoría es insuficiente 
para explicar el orden y la permanencia de la ciudad. Ello obliga a Weber, a reconocerle algo a lo político en 
la conformación y estructuración de la ciudad, así sea en función misma del mercado, dado que de alguna 
manera tienen que darse acuerdos y arreglos para regular la actividad económica de la ciudad, en especial 
de cara a garantizar el abastecimiento de víveres y mercancías de primera necesidad. A ello Weber le da el 
nombre de “economía urbana”.(79-82). En esta dirección afirma: “En nuestro caso, la ciudad tiene que 
presentarse como una asociación autónoma en algún nivel, como un aglomerado con instituciones políticas 
y administrativas especiales.” (82) [sublineado nuestro]. 
 
Nótese pues que, sólo de manera tangencial, Weber asume que la ciudad es una asociación política, y ello 
en función y derivado de las necesidades del mercado, sin asumir más adelante que significa esta 
“asociación autónoma en algún nivel”. La preeminencia de la noción de ciudad como función del mercado 
se nota en el siguiente pasaje, que trata de explicar o aclarar la anterior cita: 
 
“Débese tener en cuenta, de cualquier modo, que es preciso separar el concepto económico, explicado hasta 
ahora, del concepto político-administrativo de ciudad. Sólo en este último sentido le corresponde un ámbito 
urbano especial. En el sentido político-administrativo, el nombre de ciudad puede corresponder a una 
localidad que económicamente no podría pretender tal título.” (82) 
 
En últimas, a pesar del relativo reconocimiento del papel de la política en la definición del concepto y 
realidad de la ciudad, el concepto Weberiano de ciudad (Stadt) es típicamente liberal-mercantil, en cuanto 
la asume como espacio urbano, siendo este último un lugar determinado y en función del mercado. 
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Esta idea de ciudad (city), asumida fundamentalmente como aglomerado urbano, se repite en dos autores 
fundamentales dentro de la tradición de la sociología y ecología urbana norteamericana, Louis Wirth y 
Robert Park. Para Wirth (1964) la ciudad es asumida como un poblado, un asentamiento (settlement) 
densamente poblado y duradero e integrado por individuos socialmente heterogéneos, construyendo con 
estas bases mínimas lo que sería su teoría de la cultura y la ecología urbana, que luego fuera desarrollada 
mas a profundidad y en extenso por Park. 
 
Para Park (1997)14, una vez instalada o asentada, la ciudad (city) es un gran mecanismo ordenador y 
selectivo, el cual, infaliblemente, selecciona de la población como un todo a aquellos individuos mejor 
preparados o equipados para vivir en un particular medio o en una particular región. En su texto “La ciudad: 
sugerencias para la investigación del comportamiento humano en el medio urbano” (1967), más que pensar 
o conceptualizar la ciudad en si misma, este texto trata de fundamentar y esbozar un programa de 
investigaciones sobre el comportamiento humano en la urbe, en el cual la ciudad (city) es asimilada 
inmediatamente como medio urbano, es decir, como espacio o escenario en el cual los individuos se 
localizan, interaccionan y despliegan variados comportamientos, pero sin dar cuenta de cómo es que la urbe 
misma llega a ser lo que es y cuáles son los mecanismos políticos y económicos que permitan que ellas sea 
lo que es. Ello se refleja en uno de los párrafos introductorios de su programa: 
“Según el punto de vista de este artículo, la ciudad es algo más que un amontonado de hombres individuales y 
de conveniencias sociales, calles, edificios, luz eléctrica, líneas de tranvía, teléfonos, etc.; algo más que una 
mera constelación de instituciones, y dispositivo administrativos – tribunales, hospitales, escuelas, policía, y 
funcionarios civiles de varios tipos. Antes, a ciudad es un estado de espíritu, un cuerpo de costumbres y 
tradiciones, de sentimientos y actitudes organizados, inherentes a esas costumbres y transmitidos por esa 
tradición. En otras palabras, la ciudad no es meramente un mecanismo físico es un constructo artificial. Está 
envuelta en los procesos vitales de las personas que la componen; es un producto de la naturaleza, y 
particularmente de la naturaleza humana.” (Park, 1997:29) 
 
Aunque esta definición trata de tomar distancia y no confundir la ciudad con la urbe, en últimas no lo logra, 
porque igual vuelve y queda la ciudad en una imprecisión conceptual al decir que esta es un producto de la 
naturaleza humana, cosa que igual, el medio físico rural lo es. Más adelante retoma una analogía realizada 
por Oswald Spengler, que a nuestro modo de ver, no arroja luces, sino más confusiones, en la medida que 
parece dejar la ciudad como un espacio totalmente diferenciado del campo, cosa que ni económica, ni 
política, ni ecológicamente lo es, pero a su vez, la asume fuertemente con un contenido espacial, como una 
gran casa protectora y no como un escenario o espacio de interacción humana, cooperativa y conflictiva. 
Igualmente, y acercándose un poco al concepto weberiano de ciudad, afirma: “La ciudad no es apenas una 
unidad geográfica o ecológica; al mismo tiempo, es una unidad económica” (30), aspecto este que no 
desarrolla ni profundiza, pero si deja claro que, lejos de su concepción, esta el ser también la ciudad una 
asociación o entidad política. 
 
Sin embargo, la más fuerte des-sustantivación de la idea de ciudad y la mas radical