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6 - Lunatic (Serie Males Necesarios) ; Onley James

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Nota del staff 
 
Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por 
lectoras a lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan 
leer. 
Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de 
compartir. 
Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los 
escritores invierten en sus historias. Incentivamos a la compra legal del 
material para apoyar a los autores en fin de retribuir de una forma 
monetaria como agradecimiento de estos las bellas historias que tanto 
amamos. 
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Advertencia: Este libro contiene conversaciones sobre abuso sexual 
infantil y representaciones gráficas de violencia contra personas que lo 
merecen.
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Contenido 
 
Sinopsis 
Prólogo 
Capítulo Uno 
Capítulo Dos 
Capítulo Tres 
Capítulo Cuatro 
Capítulo Cinco 
Capítulo Seis 
Capítulo Siete 
Capítulo Ocho 
Capítulo Nueve 
Capítulo Diez 
Capítulo Once 
Capítulo Doce 
Capítulo Trece 
Capítulo Catorce 
Capítulo Quince 
Capítulo Dieciséis 
Capítulo Diecisiete 
Capítulo Dieciocho 
Capítulo Diecinueve 
Capítulo Veinte 
Capítulo Veintiuno 
Capítulo Veintidós 
Epilogo 
Bonus Epilogo 
Próximo en la Serie 
Nota de la Autora 
Acerca de Onley James 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Sinopsis 
 
Cada psicópata de la familia Mulvaney tiene un papel que desempeñar. 
Archer Mulvaney es el jugador, un borracho reprobable que se gana la vida 
como un aficionado de póker de alto riesgo. Muy pocas personas conocen al 
Archer real, ni siquiera sus hermanos. Pero, hay un hombre que sabe 
demasiado. 
Mackenzie Shepherd pasa sus días fotografiando vida silvestre en peligro de 
extinción. También es el hermano de un sociópata y el hijo de la mujer que 
literalmente escribió el libro sobre cómo se debe criar a uno. Cuando su 
madre le pide que encabece un proyecto secreto del gobierno, le parece la 
excusa perfecta para huir de su vida. 
Pero al huir de su pasado, Mac choca directamente con Archer. Y eso es un 
problema. Para que este proyecto tenga éxito, Mac y Archer tienen que estar 
de acuerdo en cada decisión, y los dos no están de acuerdo en nada. Excepto 
quizás en el sexo. Sexo que está fuera de discusión. 
Cuando el pasado de Mac vuelve para atormentarlo, Archer insiste en dejar 
de lado sus diferencias para ayudarlo a mantenerse a salvo. Pero Mac, tal 
como Archer, está acostumbrado a resolver las cosas por su cuenta. ¿Podrán 
finalmente dejar las peleas entre ellos para descubrir la verdad, o su relación 
será lo siguiente dentro de la lista de en peligro de extinción?1 
 
1 NOTA DEL EQUIPO DE TRADUCCIÓN: Lunático está enlazado directamente con la Serie Servicio de 
Protección Elite, recomendamos haber leído al menos los dos primeros libros antes que este libro. 
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Prólogo 
Thomas 
 
 
—Venga conmigo. Él está por acá. 
El Dr. Thomas Mulvaney no se quitó el abrigo, sino que aumentó el 
ritmo de sus pasos para igualar los de la pequeña mujer que tenía 
delante. La Dra. Magdalena Mendoza. Había recorrido un largo camino 
para conocerla. Parecía angustiada, pero quizás siempre parecía tener 
prisa. Mientras lo guiaba por un laberinto de pasillos oscuros hacia las 
entrañas del enorme centro financiado por el Estado, un escalofrío le 
recorrió la columna vertebral. No había forma de que encontrara la 
manera de salir de allí sin un mapa o un guía. 
Cuando llegaron a un lugar en el que se cruzaban cuatro pasillos, la 
Dra. Mendoza utilizó una llave que llevaba en su cinturón para abrir 
una pesada puerta, conduciendo a Thomas a otro pasillo, éste con 
grandes puertas de acero con pequeñas ventanas cuadradas, que se 
podían utilizar para mirar dentro. 
A medida que avanzaban por los pasillos, las luces de las habitaciones 
titilaban, como si estuvieran en medio de una tormenta eléctrica... o de 
una película de terror. Afuera había una tormenta, pero no de lluvia 
sino de nieve. Una tormenta eléctrica tenía sentido en cierto modo. 
Todo el ambiente estaba cargado de una energía casi palpable, como la 
electricidad estática. El aire, las luces. Una parte de él se preguntaba si, 
al extender la mano, se encontraría con algún tipo de barrera invisible. 
Incluso la Dra. Mendoza parecía sufrir la estática. Sus manos se 
agitaban a los lados, su ropa se arrugaba y se pegaba en algunas partes, 
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y sus rizos rubios y encrespados luchaban por escapar de la pinza que 
los contenía. Sus gruesos tacones tronaban en las baldosas desgastadas 
de linóleo y las luces de movimiento se encendían al pasar por cada 
sensor. 
Thomas se esforzó por seguir su ritmo, obligándose a prestar atención. 
Culpó a su segunda copa de Chardonnay por su malestar y falta de 
atención. Cuando la doctora Mendoza se detuvo bruscamente frente a 
la penúltima puerta, Thomas casi chocó con ella, sobresaltándola y 
haciéndola retroceder un paso o dos. 
—Mis disculpas —murmuró Thomas, inclinando la cabeza. 
Ella se pasó las manos por la falda, como si acabara de darse cuenta de 
que su ropa estaba desarreglada. 
 —Este es él —dijo en un tono cortante. 
Thomas se asomó al interior, abriendo los ojos de par en par. 
 —¿Qué significa esto? 
En el interior de la habitación, un niño regordete con gruesos rizos 
negros y ojos apagados estaba sentado en lo más recóndito de la celda 
acolchada. Tenía el pelo enmarañado de sangre, y sus pantalones, antes 
blancos, estaban saturados del líquido que ya se estaba poniendo 
marrón. Estaba por todas partes. 
—Es por su propia seguridad —Le aseguró la Dra. Mendoza—. La 
sangre no es de él. 
Thomas estudió al niño sentado en la esquina, sus rodillas pegadas a su 
pecho, meciéndose de lado a lado mientras miraba fijamente al frente, 
claramente cerca de un estado de catatonia. Este chico llamaba la 
atención, pero si ya mostraba arrebatos de violencia, no serviría para el 
estudio. Tenía que llegar a ellos antes de que encontraran una sed de 
sangre. 
 —Cuéntame qué fue lo que pasó —dijo Thomas con un gruñido—. 
¿De quién es la sangre? 
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La cara de la doctora enrojeció. 
 —De otro paciente. Christopher Kelleher. 
El nombre le sonaba de algo, pero le tomó unos buenos treinta 
segundos saber de dónde. Cuando cayó en cuenta, se le revolvió el 
estómago. 
 —¿El pedófilo? 
Era un caso famoso. Un chico sadista de diecisiete años con un historial 
de atacar y torturar a niños tan pequeños hasta de siete años. Debería 
haber sido sentenciado como adulto y ser puesto tras las rejas de por 
vida, pero era un niño blanco de una familiaadinerada y con un 
abogado defensor de alto costo había convencido a la gente de que un 
juicio sin jurado sería mejor que un jurado justo. 
Thomas estaba seguro de que el juez había sido sobornado. Era la única 
razón por la que un pedófilo violento terminaría en una institución de 
salud mental de nivel seis en vez de una cárcel federal. El tener menos 
de dieciocho lo había puesto justo en medio de niños con problemas 
mentales exactamente dentro de su rango de edad preferencial. 
Christopher podría haber estado mentalmente enfermo, pero él había 
sido exactamente lo que había hecho cuando había atacado a esos 
niños. Lo había disfrutado. Era un narcisista y de la peor clase de 
psicópata. 
 —¿Por qué se dejó a este niño solo con un depredador sexual? —
Thomas finalmente preguntó. 
La Dra. Mendoza claramente había anticipado la pregunta, pero se 
mostró incómoda al tener que explicarse. 
 —Mientras Christopher estaba esperando por su cita de terapia, 
otro paciente tuvo un incidente justo afuera de la oficina, lo que hizo 
que todo el personal saliera, dejando a Christopher en la sala de espera. 
Nathaniel estaba en el cuarto de juegos de al lado, esperando a su 
propio terapeuta. 
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 —¿Nathaniel es el niño? 
Ella asintió, cerrando los ojos, como si estuviera organizándose 
mentalmente antes de decir: —Él trato de… atacar a Nathaniel. Éste 
peleó de vuelta. Vilmente. 
El corazón de Thomas se retorció al mirar al pequeño. 
 —¿Qué significa eso, Dra. Mendoza? 
—Cuando Christopher intentó... agredir oralmente al niño, él… —
Ella se estremeció—. Lo mordió. 
Bien. 
 —¿Dónde está ahora? 
—¿Christopher? —preguntó ella—. Oh, está muerto. 
—¿Muerto? ¿Por pérdida de sangre? —cuestionó Thomas. 
Ella asintió. 
 —Sí, pero no por la mordedura... aunque, sospecho que eso 
también lo habría matado eventualmente. Pero había un juego de arco 
y flechas de plástico. Ya sabes, de los que tienen las puntas esponjosas 
que rebotan. 
Thomas asintió. 
 —¿Sí? 
—Partió la flecha por la mitad y luego comenzó a apuñalar la 
entrepierna de Christopher con el plástico dentado. Logró perforar su 
arteria femoral. 
Jesús. 
 —¿Has hablado con el chico desde el incidente? 
Ella miró a través del cristal. 
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 —Lo hemos hecho. Christopher no cayó sin luchar. Le dio unos 
cuantos golpes al chico, de ahí los ligeros moretones que tiene en la 
cara. 
—¿Qué dijo el niño sobre el altercado? ¿Estaba molesto? 
Ella negó lentamente con la cabeza. 
 —No. Nos dijo con toda naturalidad que ya no dejaba que la gente 
lo tocara de esa forma. 
Ya no dejaba que la gente lo tocara de esa forma. 
Las implicaciones eran obvias. Dolorosamente obvias. El chico 
claramente había sido herido antes, probablemente más de una vez. 
 —¿Cuál es su historia? 
—Padres desconocidos. Lo dejaron en una estación de bomberos 
cuando sólo tenía cuatro días. Nació adicto a la heroína, tuvo un 
comienzo difícil y era un poco pequeño para su edad, pero se compensó 
bastante rápido. Estuvo en el mismo hogar de acogida durante años. 
Pero entonces sus padres nos llamaron diciendo que ya no podían con 
él. Dijeron que había estado mojando la cama, atacando a los otros 
niños, intentando hacerles daño a sus padres. Lo habían estado 
encerrado en el armario por su propia seguridad —dijo, con un tono 
que daba a entender que no creía lo que habían dicho. 
—¿Hubo algún indicio de naturaleza violenta antes de este 
altercado con el otro paciente? —preguntó Thomas. 
El rostro de la doctora Mendoza era sombrío. 
 —No. Lleva con nosotros una semana, más o menos. Es un niño 
tranquilo y elocuente. Estaba cubierto de moretones. Está claro que le 
han estado jaloneando y posiblemente usando castigos corporales. 
—¿Alguna señal de abuso sexual? —preguntó Thomas. 
Ella dio un fuerte suspiro, mirando con tristeza al niño a través de la 
ventana. 
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 —No hay señales manifiestas, pero con su nerviosismo y con su 
declaración después de la agresión, imagino que hubo algo así. 
—¿Por qué lo encerraron ahí si estaba tranquilo? 
La doctora Mendoza pareció sobresaltada. 
 —No lo hicimos. Cuando el doctor intentó examinarlo para 
asegurarse de que Christopher no le había provocado una conmoción 
cerebral o no le había lesionado de alguna forma menos evidente, se 
volvió loco. Gritaba, chillaba, se rasgaba la piel, se golpeaba la cabeza 
contra las paredes. Hicieron falta tres técnicos para ponerlo en el suelo 
y sedarlo. 
Thomas giró la cabeza para mirarla. 
 —¿Lo sedaron? ¿Cuántos años tiene? ¿Seis? 
—Cinco —dijo ella. 
—¿Sedaron a un niño de cinco años? 
La columna vertebral del Dr. Mendoza se endureció. 
 —No tuvimos otra opción. Se habría hecho daño a sí mismo. 
Thomas reprimió la rabia que bullía en su interior. 
 —Me gustaría hablar con él, por favor. 
Ella dio un suspiro de desconfianza, pero abrió la puerta como él le 
pidió. 
 —Tendré que encerrarte adentro. Pero me quedaré aquí y 
observaré desde la ventana. 
Thomas asintió distraídamente, sin prestarle atención ya en el otro 
médico. Cuando oyó que la puerta se cerraba y la cerradura volvía a 
encajar, se acercó lentamente al niño. 
Cuando estaba a un metro de distancia, dijo: —Me llamo Thomas. 
¿Puedo sentarme contigo un rato o dos? 
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El niño lo miró, parpadeando lentamente. Después de lo que pareció 
una eternidad, se encogió de hombros, acercándose a la esquina, casi 
acobardado. 
Thomas se quitó lentamente el abrigo antes de sentarse frente a él y 
ponerlo sobre su regazo, dejando mucha distancia para que el chico no 
se sintiera atrapado. 
 —¿Cómo te llamas? 
El chico se encogió de hombros una vez más. 
 —No me acuerdo. 
Thomas frunció el ceño. 
 —¿No te acuerdas? El doctor dijo que te llamabas Nathaniel. 
La furia del chico fue instantánea, pero las drogas le impidieron 
reaccionar con violencia. Los únicos indicios reales de sus sentimientos 
eran la forma en que su rostro se torcía de disgusto y el veneno en sus 
palabras al decir: —Ese es el nombre de mi padre de acogida. Él no es 
bueno. No quiero ese nombre. 
—Bueno, ¿Qué nombre quieres? —preguntó Thomas. 
El chico se encogió de hombros. 
 —No me importa. 
—No creo que eso sea cierto —dijo Thomas, pero lo dejó pasar 
por el momento—. Escuché que has tenido un día muy duro. ¿Estás 
bien? 
El chico lo miró con el ceño fruncido. 
 —¿Por qué no iba a estarlo? 
—Alguien intentó hacerte daño. Te viste obligado a defenderte. 
¿Cómo te hizo sentir eso? 
El chico lo miró como si le hubiera crecido una segunda cabeza. 
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 —No me hizo sentir nada. No me gusta que me toquen. Él me 
tocó. Quería hacerme daño. Nadie va a hacer eso de nuevo —Miró a 
Thomas a los ojos, con una expresión llena de dureza—. Nunca más. 
—Sentirse seguro es muy importante —dijo Thomas. El chico 
siguió estudiándolo—. Y ¿Si te dijera que puedo hacer que nunca más te 
sientas inseguro? 
Los ojos del chico se entrecerraron y empezó a juguetear con sus dedos, 
hurgando en sus cutículas. Después de un minuto, dijo: —¿Cómo? 
Thomas eligió cuidadosamente sus palabras. 
 —Entrenándote para que puedas protegerte, sin importar qué, o 
quién te ataque —El chico pareció meditarlo, sin decir nada—. ¿Te 
gustaría venir a vivir conmigo? 
El chico lo miró fijamente. 
 —¿Por qué? 
AThomas no le sorprendió la pregunta. Tanto Atticus como August 
habían hecho la misma pregunta. 
 —Porque estoy buscando hijos propios. Tú tendrías dos 
hermanos. Son especiales, como tú. ¿Te gustaría venir a casa conmigo y 
conocerlos? Si lo haces, te prometo que nunca más te sentirás 
vulnerable. 
—No soy vul-nable —murmuró el chico. 
Thomas hizo lo posible por ocultar su sonrisa. 
 —No, ciertamente no lo eres. 
El chico resopló por la nariz y le dirigió a Thomas otra mirada feroz. 
 —Si me haces daño, te mataré —dijo el niño, con una expresión 
feroz—. Y a ellos también. 
Thomas asintió sabiamente. 
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 —Nadie va a hacerte daño. Pero si lo hacen, tienes todo el derecho 
a defenderte, por los medios que sean necesarios. ¿Qué te parece? 
¿Quieres venir conmigo? 
—Supongo —dijo el chico. 
—Bueno, entonces, sólo hay una cosa más. Un nombre. Si no te 
gusta Nathaniel, te haremos uno nuevo. En mi familia tenemos la 
tradición de que todos los hermanos tengan la misma inicial. ¿Qué te 
parece un nombre que empiece por A? 
El chico se encogió de hombros. 
—¿Tienes alguna idea? 
El chico negó con la cabeza. 
 —No. 
Thomas repasó una lista de nombres con A en su cabeza antes de que 
su mirada se posara en la sangre que saturaba la ropa del chico y en 
cómo había llegado hasta allí. 
 —¿Qué tal Archer? 
La mirada del chico se dirigió a Thomas, estudiándolo de una manera 
que lo hizo sentirse un poco tenso. Finalmente, dijo: —Sí, bueno. 
—Perfecto. Antes de ir a casa, tendremos que cambiarte de ropa. 
¿Estarías dispuesto a ducharte y cambiarte para que podamos salir de 
este lugar? 
—¿Solo? —preguntó el niño de manera vacilante. 
La pregunta fracturó el corazón de Thomas. 
 —Sí, solo. Nadie volverá a invadir tu espacio personal sin tu 
permiso. Te lo prometo. 
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Capítulo Uno 
Archer 
 
 
—Esta es, sin duda, la fase más importante y delicada del 
proyecto. Por supuesto, queremos que nuestra gente participe en la 
planificación y la ejecución —dijo Thomas Mulvaney, dirigiéndose al 
hombre que tenía enfrente. 
En la mesa de reuniones había personas asintiendo, un mar de caras 
conocidas, algunas viejas, otras nuevas que estaban del lado de 
Thomas. 
Junto a su padre estaba sentada Molly Shepherd, la principal experta 
no sólo en el reconocimiento de los rasgos psicopáticos y sociopáticos 
en los adolescentes, sino en el tratamiento de esas patologías. Un 
conjunto de habilidades únicas nacidas de la necesidad había dado 
lugar al proyecto en el que ahora todos estaban profundamente 
arraigados. A su lado estaban sentados sus dos hijos, Jayne y 
Mackenzie, conocidos como Shep y Mac, respectivamente. 
El hombre al que Thomas intentaba convencer era Marshall Kendrick, 
un burócrata aburrido y hastiado, con el más alto nivel de autorización 
de seguridad y cero tolerancias con la gente que lo cuestionaba. Los 
miró a todos con una imperiosidad que sólo provenía de años de 
trabajo en el gobierno antes de dar una sonrisa poco sincera. 
 —Thomas, Molly, entiendo sus preocupaciones. Este proyecto es 
su bebé, pero hemos estado criando a estos sujetos… 
—Niños —espetó Molly. 
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El hombre agitó una mano con desprecio. 
 —Sí, niños, durante quince años. Esperaría que, a estas alturas, 
tuvieras algo de fe en nuestras cualificaciones. 
—Sin ofender —dijo Archer, destapando su agua embotellada—. 
Pero nadie con sentido común tiene fe en su gobierno. 
Kendrick miró a Archer de forma molesta antes de pasarse una mano 
por la chaqueta de su traje negro. A estos tipos realmente les gustaba 
vestirse como los Hombres de Negro. Supuso que hacían cosas igual de 
turbias. Tal vez más. Nadie sabía con certeza si los alienígenas eran 
reales, pero ¿Los psicópatas? Esos eran reales. Archer debería saberlo. 
Él era uno. 
—Hemos creado cada aspecto de este proyecto —Les recordó 
Molly—. Pero aquí es donde vemos nuestra prueba social. Aquí es 
donde les soltamos sus respectivas correas y nos aseguramos de que el 
entrenamiento ha funcionado. No aceptaremos que los agentes del 
gobierno se encarguen de esta última fase del estudio. Tiene que ser 
nuestra gente. Eso no es negociable. 
—Un paso en falso podría arruinar todo —añadió Thomas. 
—Nunca estarán de acuerdo con eso —dijo Kendrick. 
—Patrañas —murmuró Shep—. No actúes como si no tuvieras un 
control total y absoluto sobre el personal y el cómo se dirige este 
proyecto. 
—Y no actúes como si no hubiera una sala llena de trajeados 
como tú escuchando cada palabra que decimos ahora mismo —añadió 
Archer. 
—No estamos comprando un carro usado. Deja de fingir que 
tienes algún directivo por encima de ti con el que tienes que aclarar 
esto. La responsabilidad recae sobre ti. En todos ustedes. No nos 
iremos de aquí hasta que estén de acuerdo con nuestras condiciones —
dijo Shep con una mirada fría. 
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Los labios de Kendrick se movieron en una sonrisa a medias. 
 —Me parece bastante divertido que hayan traído a sus hijos para 
que peleen sus batallas por ustedes. Si lo hubiera sabido, habría sacado 
a mi hijo de su excursión de octavo grado a la Montaña Mágica para 
que también pudiera participar. 
—¿Su hijo también es un psicópata, Sr. Kendrick? 
Todos se giraron hacia el hombre que había hablado. Era intimidante, 
incluso para los estándares de Archer. Medía un metro ochenta, pero 
era un muro de músculos, como si fuera un jugador de futbol 
americano en la línea defensiva. Tenía la cabeza calva, una barba 
poblada y una piel morena que contrastaba deliciosamente con su 
camisa blanca perfectamente confeccionada. 
—Nuevamente, ¿Quién eres tú? —dijo Kendrick, con un tono frío. 
—Jackson Avery —respondió el hombre, mostrando una sonrisa 
igualmente frígida. 
Era una pieza más del rompecabezas extrañamente incestuoso que era 
el Proyecto Watchtower2, conocido por los que estaban adentro como 
The Watch3 
—Jackson es el propietario de una agencia de seguridad global 
llamada Servicios de Protección Élite, dotada de antiguos soldados de 
operaciones especiales y ex agentes de la ley altamente capacitados —
dijo Thomas, haciendo un gesto con la cabeza a Jackson. 
Además de eso, Jackson era el empleador legalmente en papel del 
hacker de los Mulvaneys, Calliope Castellanos, quien trabajaba para 
ellos por debajo de la mesa. Por si eso no fuera lo suficientemente 
confuso, Jayne Shepherd, el hijo de Molly Shepherd, había trabajado 
 
2 Proyecto Torre de Vigilancia. 
3 Al recortar el nombre, éste toma un significado nuevo: the watch puede referirse a “la guardia”/”los 
vigilantes”. 
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una vez en el servicio de seguridad de Jackson, y así fue como todos 
quedaron irremediablemente unidos. 
—Y ¿Qué tiene eso que ver con The Watch? —preguntó Kendrick. 
—Van a necesitar operativos altamente especializados para esta 
última fase. Aquellos que no sólo tengan formación militar, sino los 
conocimientos necesarios para guiar a una legión de jóvenes 
psicópatas. 
Jackson había traído a la reunión al vicepresidente de su empresa, otro 
espécimen intimidante conocido como Lincoln Hudson. Era más alto 
que su jefe, con un corte de pelo bajo a los lados y más frondoso en la 
parte superior, una barba que era apenas una sombra y una cara quedecía “haz el tonto y veremos lo que te pasa”. 
—¿Por qué te necesitaría para eso, exactamente? —preguntó 
Kendrick. 
La boca de Linc era una línea sombría. 
 —Porque también necesitas gente que pueda ayudar a calibrar la 
brújula moral de esos mismos jóvenes adultos psicópatas y, sin ánimo 
de ofender, pero ningún agente profundamente encubierto va a tener el 
juicio o la moderación necesarios para llevar a cabo la tarea. 
Sí, no hay duda de que tanto Jackson como Linc eran sexys. 
Definitivamente lo suficientemente sexys como para tentar incluso a 
Archer. Pero ambos hombres estaban casados, sus respectivos esposos 
relajándose en la piscina en algún lugar. De hecho, todos en esa mesa 
tenían un anillo de bodas, excepto uno de los hombres: Mac Shepherd. 
La proverbial piedra en el zapato de Archer. Tan moralmente recto 
como un santo, pero, maldita sea si no follaba como un pecador. Archer 
gruñó internamente mientras su mente comenzaba a divagar. Era la 
sexta vez desde que se conocieron que estaban juntos en una 
habitación. Y la primera vez que uno de ellos, o los dos, habían podido 
mantener la ropa puesta. Pero nunca más. Nunca. Jamás, recalcó para 
sí mismo, esperando que su pene captara el mensaje. 
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—Para que The Watch tenga éxito, necesitas a alguien que pueda 
guiar a estos jóvenes para que puedan tomar las decisiones correctas. 
Pero también necesitas hombres que puedan asegurarse de que su 
técnica sea sólida, de que sus coartadas sean firmes y de que sus 
relaciones con sus interventores4 sean... apropiadas —dijo Mac, y su 
mirada se dirigió a Archer, y luego de nuevo a Kendrick. 
Archer resopló. No era un secreto que Mac consideraba a Archer poco 
apropiado como “interventor”. Estaba seguro de que Mac había tenido 
su justa dosis de psicópatas considerando que compartía ADN con uno 
de ellos: su hermano gemelo, Shep. Pero eso no había impedido que 
Mac dejara que Archer se la chupara en la sala de conferencias de un 
hotel o que Mac lo inclinara sobre el escritorio en las nuevas 
instalaciones de The Watch. Mierda. Definitivamente no debería estar 
pensando en eso. 
Archer trató de acomodarse lo más discretamente posible debajo de la 
mesa. Mac ni siquiera era el tipo de Archer. Le gustaban los tipos más 
jóvenes y desviados. Bailarines guapos y estrellas del porno. Mackenzie 
Shepherd estaba un paso por encima de un chico del coro y rozaba los 
cuarenta años. También era alto y con una musculatura elegante, con 
un pelo rojo chillón, un montón de pecas y unos ojos tan dorados que 
Archer habría jurado que eran lentes de contacto. Pero no, Mac era un 
maldito unicornio con ojos bonitos, una polla enorme y una puta 
conciencia que haría que Pepito Grillo pareciera Ted Bundy. 
—¿Qué es lo que están proponiendo, exactamente? —preguntó 
Kendrick. 
—Molly y yo queremos el control total del programa. El plan de 
estudios, los casos, el personal. Tú te quedas con toda la investigación, 
con toda la gloria, y tú nos traes los objetivos. Pero nosotros los 
examinamos primero. 
—Absolutamente no —ladró Kendrick—. Están jodidamente 
desquiciados —Ante las cejas levantadas que recibió, el hombre frunció 
 
4 Interventor/a: Persona que autoriza y fiscaliza ciertas operaciones a fin de que se hagan con legalidad. 
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aún más el ceño—. Ugh, ya saben a qué me refiero. Esto es un proyecto 
controlado por el gobierno. 
—No —espetó Thomas—. Esto es un proyecto financiado por el 
gobierno. Hasta esta etapa del proyecto, nosotros determinábamos los 
niños, quién los criaba y cómo los criaban. Elegimos su escolarización, 
evaluamos sus puntos fuertes, elegimos a los mejores candidatos para 
pasar a la tercera fase y determinamos la mejor manera de manejar 
los... fracasos. Esto es nuestro proyecto. Estos son nuestros niños. No 
me presionen con este tema. No necesito tu dinero para financiar este 
proyecto. 
—Pero ustedes sí necesitan nuestra investigación —añadió Molly. 
—Podríamos simplemente continuar el estudio sin ninguno de 
ustedes. Creo que somos más que capaces de tomar las riendas a partir 
de aquí —dijo Kendrick, con tono sarcástico. 
Thomas hizo un sonido de burla. 
 —He criado a seis psicópatas para que sean los agentes 
encubiertos más eficaces que jamás hayan existido. Se mueven entre su 
vida pública y sus deberes privados sin esfuerzo. Han conseguido 
encontrar pareja, y uno de mis hijos incluso tiene hijos. Yo hice eso. 
Molly hizo eso. Y, no es para enfocarnos demasiado en ello, Sr. 
Kendrick, pero también limpié su desorden cuando me lo pidió. ¿Cómo 
está su hijo, por cierto? 
—¿Matthew? Él esta… —Kendrick se detuvo, la cara se puso de 
color púrpura berenjena de furia cuando se dio cuenta de a quién se 
refería exactamente Thomas. 
Los demás parecían confundidos. Todos menos Molly. Archer había 
descubierto hace años que Kendrick era el padre biológico de Aiden. 
Cómo había acabado al cuidado de Thomas a la edad de dieciséis años 
era todavía un misterio sin resolver. Uno que a Archer no le importaba 
lo suficiente como para investigarlo. Aunque, después de ver la cara de 
Kendrick, tal vez estuviera más interesado que dos minutos antes. 
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El teléfono de Kendrick sonó. Lo miró y se le fue el color de la cara. Lo 
tomó y contestó: —¿Sí? 
Todos se sentaron y observaron mientras él escuchaba. 
 —Sí, señor —dijo justo antes de colgar. 
Cuando volvió a hablar, su voz era mucho más tranquila. 
 —¿Cómo piensan dirigir este programa? —Señaló a Thomas—. 
Eres un multimillonario, siempre en el ojo público —Señaló a Molly—. 
Y tú divides tu tiempo entre la enseñanza y el circuito de conferencias. 
¿Cómo piensas darle a esto la atención que necesita? 
—Es sencillo —dijo Thomas—. Elegimos a las dos personas en las 
que más confiamos para que tomen esas decisiones en nuestro lugar. 
Mi hijo, Archer, dirigirá el programa con el hijo de Molly, Mac. 
Kendrick miró a cada uno de ellos por turnos. 
 —¿Su hijo, el ludópata borracho, es su elegido? ¿En serio? 
Archer sonrió. 
 —Los rumores sobre mis hábitos con la bebida han sido muy 
exagerados, como bien sabes —dijo con un gesto de la mano. 
Eso era una subestimación. Bueno, más bien algo fabricado, una 
personalidad cuidadosamente elaborada para ocultar la verdadera 
misión de Archer: servir de enlace entre los jugadores del gobierno y su 
ocupado padre. Las partidas de póquer de alto nivel en salas oscuras 
escondían muchos pecados. Y ¿Por qué mantenía esta imagen, incluso 
con sus hermanos? Eso era más difícil de decir. A estas alturas, les 
había estado mintiendo durante tanto tiempo que le parecía una 
grosería decirles la verdad ahora. 
—Es justo. Supongo que tiene sentido con él siendo un psicópata 
y todo eso, pero ¿Cuáles son exactamente sus cualificaciones, Sr. 
Shepherd? ¿No era usted un... fotógrafo de la naturaleza? 
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Archer se movió en su asiento, sin saber por qué el tono 
condescendiente del hombre hacia Mac lo irritaba tanto. 
Mac ni siquiera pestañeó antes de esbozar una sonrisa que hizo que las 
entrañas de Archer se sintieran incómodas, y dijo: —Sigo siendo 
fotógrafo. Sin embargo, antes de convertirme en un premiado fotógrafo 
de la vida silvestre, fui un soldado altamente condecorado que hizo dos 
viajes a Afganistán y uno a Irak. También soy un experto en 
supervivencia, cinturón negro de décimo grado en judo yhablo tres 
idiomas. Uno de los cuales es psicópata. 
—¿Eso es todo? —preguntó Kendrick con desgana. 
Archer tuvo la tentación de mencionar que follaba como una estrella 
del porno, pero con un currículum como el de Mac, parecía innecesario 
y de mal gusto dada la compañía. 
—También es un cocinero excepcional —dijo Shep, claramente 
sin estar de acuerdo. 
Si cualquier otro lo hubiera dicho, Archer habría pensado que estaba 
siendo sarcástico, pero Shep no estaba hecho de esa forma. Al igual que 
August, a veces era más androide que humano. Mac definitivamente 
entendía todo el sarcasmo. 
Kendrick se frotó las manos en la cara. 
 —¿Saben qué? Está bien. Quieren que estos dos estén a cargo —
dijo, señalando a Archer y Mac—. Bien. Pero yo apruebo a todo el 
personal que ellos traigan —Señaló con un dedo a Jackson y Linc—. 
También voy a traer a mi propio equipo. Son siete hombres. Todos 
exagentes, todos interventores altamente entrenados. Esto no es 
negociable. Nos reunimos mensualmente para informar de los 
progresos, y este programa tiene que estar completamente operando en 
menos de seis meses. 
Thomas y Molly intercambiaron miradas. Ella se encogió de hombros. 
Finalmente, Thomas miró al hombre y dijo: —Hecho. 
—Excelente —murmuró Kendrick, ya de pie. 
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—¿Con qué rapidez puede hacernos llegar los expedientes de sus 
agentes para que los revisemos para el proceso de incorporación? —
preguntó Jackson. Kendrick lo fulminó con la mirada, pero Jackson se 
mostró imperturbable—. Tendrán que ser investigados al igual que 
nuestros hombres. Además, va a haber una curva de aprendizaje para 
todos nosotros. Nos conviene conocer sus puntos fuertes y débiles 
antes de que comience. 
—Haré que mi secretaria traiga los archivos tan pronto como… —
Kendrick comenzó diciendo, luego se interrumpió. 
—¿Tan pronto como qué? —preguntó Linc. 
Kendrick suspiró, sus palabras estaban llenas de irritación. 
 —Tan pronto consiga que accedan a esta locura. 
En cuanto Kendrick se fue, el grupo se esparció. Hubo una pequeña 
charla y planes para reunirse todos para cenar, luego todos se 
dirigieron a la salida de la sala de conferencias. De alguna manera, 
Archer y Mac fueron los últimos en abandonar la sala. Estaba casi en la 
puerta cuando unas manos grandes se deslizaron en los bolsillos 
traseros de sus jeans, llevándolo hacia atrás contra un pecho cálido. 
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Archer, su polla traicionera ya 
se estaba endureciendo detrás de la cremallera. 
—Dándote la llave de mi habitación —murmuró Mac, deslizando 
la tarjeta de plástico en su bolsillo trasero—. Extraño oírte gemir. 
Qué jodido imbécil. 
 —Según recuerdo, eras tú quien gemía, no yo. Es difícil de decir 
con toda la respiración pesada. De verdad deberías añadir algo de 
cardio a tu vida. Tu resistencia necesita un poco de trabajo. 
Mac presionó sus labios contra el oído de Archer. 
 —Es difícil mantener la compostura a tu alrededor cuando te 
arrodillas para mí con tanta facilidad. Cuando te inclinas para mí tan 
jodidamente listo. 
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El corazón de Archer palpitaba contra sus costillas, y no estaba seguro 
de si estaba excitado o enfurecido. Probablemente ambas cosas. 
 —Jódete —murmuró Archer con calma. 
Mac se rio. 
 —¿Por qué me jodería mí mismo cuando voy a estar metido hasta 
las pelotas dentro de ti en una hora más o menos? 
Archer puso los ojos en blanco, sacando la llave de la habitación de su 
bolsillo e intentando devolvérsela a Mac, quien la ignoró. 
 —Lo siento, Tarzán. Serán tú y tu mano esta noche. 
Mac se deslizó junto a él en la puerta, frotándose contra él de la forma 
más evidente posible. 
 —Nos vemos en una hora. 
—Estás jodidamente loco —Le dijo Archer, siguiéndolo por el 
pasillo, con la llave de la habitación sostenida al frente—. Y yo necesito 
un maldito trago. 
—Creía que los rumores sobre tus hábitos con la bebida eran 
“muy exagerados” —Se burló Mac, pulsando el botón del ascensor. 
Archer aprovechó la oportunidad para volver a meter la llave de la 
habitación en el bolsillo de Mac, incapaz de ignorar el grueso contorno 
de su polla en aquellos pantalones desteñidos. 
—Haces que estar sobrio sea una tarea —murmuró Archer. 
Mac entró en el ascensor y se giró para mirar a Archer, que se quedó 
dónde estaba. Cuando Mac se dio cuenta de que Archer no se unía a él, 
suspiró, pulsando el botón de espera. 
 —Sabes, para ser un psicópata, sí que le quitas la diversión al sexo 
casual. 
Archer sonrió. 
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 —Para alguien cuyo hermano es un psicópata, uno pensaría que 
sabrías que es mejor no provocar a uno. 
Mac sonrió, soltando el botón de espera. 
 —Mi hermano no es un psicópata, es un sociópata de alto 
funcionamiento. Y a mí me gusta vivir peligrosamente —Las puertas 
estaban ya casi cerradas cuando le lanzó devuelta la llave de su 
habitación a Archer, quien la agarró por reflejo—. Nos vemos en una 
hora. 
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Capítulo Dos 
Mac 
 
 
Mac volvió a revisar el reloj junto a la cama. Habían pasado noventa 
minutos desde su acalorado intercambio con Archer y, todavía, no 
había aparecido. Lo haría. Mac sabía que lo haría. Y estaría molesto por 
ello. Lo que sólo aumentó la anticipación de Mac. Le gustaba lo... 
resistente que Archer fingía ser. Casi tanto como le gustaba la facilidad 
con la que se rendía ante él. 
Había algo en lo diferente que era Archer con él. Archer pasaba la 
mayor parte de su tiempo convenciendo al mundo de que era un 
alcohólico en su máximo esplender con afición al juego y otras 
actividades de riesgo. Cuando hablaba con los demás, siempre lo hacía 
con esa entonación perezosa y divertida, como si conociera algún 
secreto que el resto del mundo no conocía. Pero Archer no era así en 
absoluto. No con Mac. 
Tomó su teléfono y buscó una foto de Archer. Una que había tomado la 
última vez que estuvieron juntos. Era un perfil lateral de él mirando 
por la ventana en nada más que un par de jeans, colgando bajo en sus 
caderas. Había lanzado una mirada irritada a Mac, pero había 
cambiado sutilmente de posición, como si conociera sus mejores 
ángulos. Como Mulvaney, Mac imaginó que eso era algo normal. 
Aun así, había guardado la foto y la miraba a menudo. No podía 
evitarlo. Mac veía la belleza de las cosas, tenía buen ojo para ello. Y 
Archer era hermoso. Casi de manera imposible. Tenía unos gruesos 
rizos castaños que le rozaban el cuello, unas cejas muy marcadas y unos 
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ojos marrones rodeados de unas pestañas tan largas y oscuras que lo 
hacían lucir como si tuviera delineador. O tal vez sí tenía puesto 
delineador de ojos. Con Archer, era difícil decirlo. 
Mac trazó las líneas de la foto. La piel de Archer era del más cálido tono 
del bronce, y dado que era un animal nocturno, Mac sólo podía 
imaginar que era un don de la herencia y no un amor por el sol. No era 
excesivamente musculoso, más bien definido, como un nadador. Eso 
hacía que fuera fácil para Mac moverlo de un lado a otro. 
O lo sería si por fin llegara ya. 
Intentó ignorar la pequeña duda que se abría paso bajo su caja torácica, 
pero de todos modos se filtró. Tal vez esta vez Archer no aparecería. 
¿Quizás estaba cansado de este juego? ¿Tal vez Mac lo presionaba 
demasiado, lo molestaba demasiado? Pero no podía evitarlo. Archer nose permitía un placer si no se ganaba con esfuerzo. Así era él como 
persona. 
Por eso no podía creer que los hermanos de Archer pensaran realmente 
que era un alcohólico. Para Archer todo tenía que ser con moderación. 
Desde la forma en que se ganaba la vida hasta la forma en que mataba a 
sus víctimas. Le gustaba la emoción, la anticipación. A Archer le 
gustaba que la vida lo desafiara. 
Se oyó un solo golpe en la puerta de la habitación del hotel. Mac sonrió, 
abriéndola de golpe, con un comentario mordaz en la lengua por la 
tardanza de Archer. En cambio, se detuvo en seco ante el hombre de 
rostro pastoso que tenía una expresión inescrutable. 
Mac examinó al hombre rápidamente. No lo reconoció. Probablemente 
no lo recordaría si lo hubiera hecho. El hombre era... totalmente 
olvidable. Esa fue la primera impresión de Mac. Olvidable. 
El hombre llevaba una chaqueta caqui y un sombrero del mismo color, 
como un uniforme, con extraños mechones de pelo negro tinta 
asomando por los lados. Había algo raro en el pelo; ponía a Mac en una 
posición defensiva, lo hizo enderezarse. El hombre siguió mirando un 
paquete que tenía en sus manos. 
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—¿Puedo ayudarle? —dijo Mac, con una pizca de inquietud 
instalándose bajo su piel. 
Podría ser que el hombre estuviera en la habitación equivocada, pero 
había algo en la tensión de su cuerpo, como una serpiente lista para 
atacar. El hombre levantó la cabeza, con una mirada fría y sin vida. Mac 
dio un paso atrás justo cuando el hombre levantó la mano derecha. Mac 
apenas tuvo tiempo de registrar la pistola con el supresor apuntando 
justo en el medio antes de agarrar la muñeca del hombre, girarla lejos 
de él y cerrar la puerta de golpe, atrapando el antebrazo del hombre 
entre ella y el marco. 
Se oyó un chasquido repugnante y un crujido, y luego el hombre gritó 
cuando su codo cedió. Mac trató de arrastrarlo a la habitación, pero el 
hombre se abalanzó sobre él con el hombro, obligándolo a retroceder lo 
suficiente como para darle tiempo a girar sobre sus talones y salir 
corriendo por el pasillo. 
Mac ni siquiera lo persiguió. Sabía que no importaría. Suspiró, cerró la 
puerta y se apoyó en ella, su mirada se desvió hacia el televisor con el 
cristal partido en forma de telaraña y un agujero de bala muy evidente. 
Bueno, mierda. 
¿Qué carajo iba a hacer al respecto? Al menos, estaba en Las Vegas. No 
sería la cosa más extraña que hubiera pasado allí. Probablemente ni 
siquiera lo más raro en este hotel. Las Vegas era como el Salvaje Oeste. 
Cada quien estaba por su cuenta. 
Tomó el teléfono y llamó a su hermano, que contestó al primer 
timbrazo con voz ronca. 
 —¿Qué pasó? 
Shep y Mac no eran tan unidos como algunos gemelos, pero sabía que 
su hermano probablemente percibía que algo no estaba bien. 
 —Tenemos un problema. 
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Hubo un momento de silencio, y luego su hermano dijo: —¿Tienes un 
problema del tipo “se me acabaron las toallas” o del tipo “tenemos que 
esconder un cuerpo”? 
Mac suspiró. 
 —Del tipo “hay un agujero de bala en mi televisor y un sicario 
profesional corriendo por ahí con un codo roto”. 
—¿Quién es, Sam? —Mac escuchó al esposo de Shep, Elijah, 
preguntar. Luego, escuchó el sonido de las sábanas crujiendo, como si 
su hermano hubiera estado en la cama. Eran apenas las tres de la 
tarde—. No, no te vayas. Estábamos llegando a las partes buenas —se 
quejó Elijah. 
—Vuelvo enseguida —Le aseguró Shep. Mac escuchó cómo se 
abría y cerraba la puerta del balcón antes de que su hermano dijera: —
¿Crees que te encontraron? 
Mac se pasó una mano por la cara. 
 —Supongo que podría tratarse del Proyecto Watchtower, pero, a 
menos que el resto de ustedes también tenga un sicario como conserje, 
parece poco probable. 
—Nuestro conserje era un mocoso apenas de edad legal llamado 
Bradley quien se comió con los ojos a mi esposo de manera descarada y 
luego tendió la mano para que le diera una gran propina sin la menor 
vergüenza. 
Los labios de Mac se movieron en una sonrisa. Su hermano siempre era 
tan literal. 
 —Lo que estoy seguro es una de las muchas desventajas de estar 
casado con una celebridad de la lista A5 —dijo Mac antes de obligarse a 
volver al tema en cuestión—. Pero bueno, puede que esté en su radar de 
 
5 Es una lista de grupos o individuos de la alta sociedad. 
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nuevo. Este tipo era malo en su trabajo, pero definitivamente era un 
profesional. 
—¿Qué quieres hacer al respecto? —Shep preguntó. 
—¿Por ahora? Nada. Hasta que no identifique a los hombres de 
esas fotos, no tenemos nada. Si no sé quiénes son, no puedo ocuparme 
del problema. Si hay un atentado contra mí, la única manera de 
solucionarlo es acabar con los que tienen el dinero. 
—¿Qué vas a hacer mientras tanto? 
Mac se encogió de hombros. 
 —Estaré lo suficientemente seguro una vez que esté en la escuela. 
Tener un nuevo trabajo en una instalación militar privada super secreta 
tenía sus ventajas, incluso una que parecía un internado de élite. 
Incluso sin estudiantes, el campus estaba vigilado por todos lados por 
una valla de seguridad de tres metros de altura y una fuerza policial 
militar bastante impresionante. 
—Creo que tenemos que involucrar a mamá y a Thomas —dijo 
Shep—. Ellos tienen mejores recursos. 
Mac sacudió la cabeza como si Shep pudiera verlo. 
 —No hay nada que contar ahora mismo —Hubo otro golpe en la 
puerta—. Tengo que irme. 
Colgó antes de que su hermano pudiera discutir. Esta vez, tomó su 
pistola del bolso, escondiéndola detrás de la puerta, con el corazón 
palpitando mientras la abría lentamente. El alivio lo inundó al ver a un 
Archer bastante malhumorado que llevaba una camisa de lino blanca 
suelta, lo suficientemente abierta como para que Mac pudiera ver bien 
el pelo del pecho. 
Por lo general, se burlaba de su aspecto miserable, pero esta vez lo 
arrastró por la camisa, cerrando y asegurando la puerta antes de 
golpearlo contra ella. 
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 —Llegas tarde, Katniss6. 
La mirada fulminante de Archer se dirigió hacia arriba. 
 —¿Seguimos haciendo eso? 
Mac sonrió. Archer odiaba los creativos apodos que Mac le ponía. 
 —¿Prefieres Guillermo Tell? ¿Robin Hood? ¿Arrow?7 —preguntó, 
capturando su boca en un beso. 
—Podrías simplemente usar mi nombre —murmuró Archer, sin 
devolverle el beso. 
Mac enhebró sus dedos en el cabello de Archer, tirando de su cabeza 
hacia atrás para arrastrar sus labios y su lengua a lo largo de su 
garganta antes de presionar su boca contra su oído. 
 —Oh, pero entonces no tendrías ninguna razón para molestarte 
conmigo. Y sé lo mucho que necesitas fingir que no quieres estar aquí. 
Archer no dijo nada, probando el punto de Mac casi tanto como la dura 
longitud de su polla presionando contra el muslo de Mac. Mac dejó que 
el arma se deslizara disimuladamente de sus dedos a la mesa. Si Archer 
se dio cuenta, no dijo nada. 
—Que te jodan —murmuró. 
—Podemos jugar así si quieres, pero creo que te haría faltar tener 
mi polla enterrada dentro de ti. 
Siempre era así con ellos. Mac como agresor, Archer fingiendo que de 
alguna manera estaba siendo chantajeado para estar allí, para estar con 
él, como si no hubiera venido por su propia voluntad. 
 
6 Referencia a Katniss Everdeen, el personaje principal de la trilogía de libros juveniles LosJuegos del 
Hambre de la escritora Suzanne Collins. Katniss es muy buena con el arco y la flecha y el nombre de Archer 
significa “arquero”. 
7 Todos son personajes con habilidades para el arco y la flecha. 
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—Vamos, Katniss —provocó Mac, tratando de besar los labios 
inflexibles de Archer una vez más—. No me dejes al aire. Nadie más 
tiene que saber lo mucho que te gusta esto. Lo que pasa en Las Vegas8 y 
todo eso —Si es que era posible, Archer se irritó aún más. Mac suspiró, 
dando un paso atrás—. ¿Quieres simplemente irt...? 
Archer se enganchó de su camisa, tirando de él hacia adelante, sellando 
sus bocas juntas. Ahí estaba. Mierda, había extrañado esto. Había 
extrañado el sabor de su lengua y la forma desesperada en que Archer 
se aferraba a él, besándolo como si Mac fuera su verdadera adicción. 
Mac separó su boca, haciendo girar a Archer y empujándolo contra la 
puerta. Tiró del dobladillo de la camiseta, levantándola y quitándola, 
mordiendo el hombro de Archer mientras se abría el cinturón. Pronto 
le siguieron el botón y la cremallera, y luego Mac le bajó los pantalones 
hasta la mitad del muslo. Cayó de rodillas, mordiendo los montículos 
de ese culo perfectamente redondeado antes de abrirlo y enterrar su 
cara dentro. 
—Joder —susurró Archer con fiereza, golpeando su cabeza contra 
la puerta. 
Sí, Mac definitivamente lo había extrañado. La forma en que la espalda 
de Archer se arqueaba mientras intentaba follarse con la lengua de 
Mac. Como si necesitara más, pero lo odiara. 
Mac le daría lo que necesitaba, especialmente si lo que necesitaba era 
que Mac probara las partes más secretas de él. Subió y bajó la lengua 
por la hendidura de su culo, tanteando su agujero, provocándolo detrás 
de sus pelotas, frotando su cara contra sus mejillas hasta que Archer 
jadeó por encima de él. 
—Suficiente —dijo con rapidez—. Fóllame. 
Mac se rio por lo bajo, poniéndose de pie, abriendo ya sus propios 
pantalones cuando Archer se echó hacia atrás y forzó dos dedos dentro 
de sí mismo. Mierda, que caliente. Mac se perdió por un momento, 
 
8 Hay un dicho que dice que “Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas”. 
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fascinado por los largos y redondeados dedos que desaparecían en el 
agujero de Archer, antes de buscar el lubricante que estaba junto a la 
pistola en la pequeña mesa de entrada. Se lubricó y apartó la mano de 
Archer. 
Archer siseó cuando Mac lo penetró, su incomodidad era obvia, pero 
aun así, se empujó contra él. 
 —¿Estás bien? —preguntó Mac entre dientes apretados, sin ganas 
de hacerle daño. 
Archer emitió un sonido de disgusto. 
 —Vete a la mierda. 
Mac le agarró las caderas y lo embistió, disfrutando del jadeo que salió 
de los labios de Archer. 
 —Haces que sea muy difícil ser un caballero, Katniss. 
—Dios. Hablas jodidamente demasiado —consiguió decir Archer, 
con la voz tensa. 
Mac volvió a reírse. Se retiró, volviendo a embestir el apretado agujero. 
Enterró la cara contra el cuello de Archer, el calor de su piel y el aroma 
picante de su colonia hicieron que se le apretaran las bolas. Ya estaba 
demasiado cerca. 
Tal vez fuera la experiencia cercana a la muerte. Tal vez fuera la forma 
en que el aire escapaba de los pulmones de Archer con cada fuerte 
empujón o el sentir su pulso acelerado bajo los labios de Mac. Fuera lo 
que fuera, no podía saciarse de él. Mac se acercó, cerrando su puño aún 
resbaladizo alrededor de la longitud de Archer, masturbándolo al ritmo 
de cada embestida. 
Pronto, las tensas respiraciones de Archer se convirtieron en pequeños 
gemidos y luego en agudos gruñidos, haciendo saber a Mac que él 
también se estaba acercando. Demasiado cerca. Mac soltó la polla 
goteante de Archer, separándolo para verse a sí mismo penetrando una 
y otra vez, utilizándolo con fuerza hasta que su orgasmo lo golpeó como 
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un camión, el placer lo recorrió, sus caderas sacudiéndose mientras se 
vaciaba dentro del calor perfecto del cuerpo de Archer. 
No se salió de Archer, sólo rodeó su cintura con un brazo y la otra mano 
alrededor de su polla, sacudiéndola con un lento y metódico ritmo que 
hizo que Archer maldijera con frustración. 
Mac sonrió contra su hombro. 
 —¿Quieres correrte, Katniss? —Archer permaneció en silencio, 
tratando de clavarse en el puño de Mac, su irritación era evidente—. 
Vamos. Dilo. Dime que quieres que te haga venir. Dime cuánto has 
extrañado esto. Cuanto me has extrañado. 
Archer se burló, con la voz tensa. 
 —¿Es eso lo que necesitas oír? ¿Que alguien te necesita? ¿Qué te 
quiere? 
—Sí, tal vez —dijo Mac con una risa tímida—. Pero no soy yo el 
que está tratando de correrse. Simplemente odias lo bien que te 
conozco. Lo mucho que tienes que trabajar para ello. Sé que la 
anticipación es lo que te tiene duro y goteando en mi mano ahora 
mismo, sabiendo que controlo cuando te corres. 
Archer hizo un ruido frustrado en el fondo de su garganta, pero su 
cabeza cayó hacia atrás contra el hombro de Mac de una manera que 
hizo que su polla, todavía enterrada dentro de él, intentara recuperarse. 
Había algo tan sumiso en el gesto, la señal reveladora de que Archer 
estaba a punto de someterse, de entregarse a Mac. 
Pasó los siguientes minutos masturbándolo, rápido y luego lento, 
rápido y luego lento, hasta que a Archer ya no pareció importarle que 
Mac viera lo desesperado que estaba. Este era su Archer favorito. El 
Archer deshecho. Sus manos se extendieron por detrás para agarrar los 
muslos de Mac, como si no estuviera seguro de cómo conseguir que le 
diera lo que quería. 
—¿Estás listo, Katniss? —Mac dijo con voz rasposa contra su 
oído. —Yo lo estoy. No puedo esperar a sentir cómo te corres en mi 
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polla. Puede que incluso se me ponga lo suficientemente dura para 
follarte de nuevo. ¿Crees que puedes soportar dos corridas? —La mano 
de Mac se aplanó sobre el tenso vientre de Archer—. Mierda, tengo 
tantas ganas de llenarte, de ver cómo se sale mi semen de ti. ¿Te 
gustaría eso? —preguntó, trabajándolo como le gustaba a Archer. 
Archer no contestó, sólo dio un grito mientras se corría, su liberación 
caliente en el puño de Mac mientras éste seguía acariciándolo. Para 
cuando el cuerpo de Archer terminó de apretarse y soltarse en torno al 
suyo, Mac estaba de nuevo duro. Empujó a Archer con más fuerza 
contra la puerta para que supiera que no había terminado con él, un 
brazo sobre sus hombros y el otro alrededor de su cintura mientras 
hacía lo que había prometido, follando con fuerza dentro de él, con el 
único sonido de su áspera respiración, con la boca pegada al hombro de 
Archer mientras lo utilizaba de nuevo, corriéndose en su agujero por 
segunda vez antes de desplomarse contra él. 
Al cabo de un minuto, Archer lo apartó, dándose la vuelta mientras se 
enderezaba la ropa, con la clara intención de volver a salir por la 
puerta. Pero entonces su mirada se desvió. 
 —¿Qué pasó ahí? —preguntó. 
Mac se abotonó los jeans y siguió la mirada de Archer hacia el televisor 
con el agujero de bala. 
 —Tiroteo desde un carro —bromeó. 
—¿Desde el piso treinta? —dijo Archer con desgana, recogiendo 
su camisa del suelo—. Impresionante. 
—Mmm —dijo Mac, sin mucho sentimiento. 
—¿Hay alguna razón por la que alguien decidió dispararte? 
¿Además de tu personalidad, es decir? —preguntó Archer, adoptando 
ese tono perezoso y aburridoque guardaba para los extraños y sus 
hermanos, para todos menos para Mac, en realidad. Todo rastro del 
melancólico y desagradable Archer se evaporó ante sus ojos. 
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—Ni idea —mintió Mac—. Tal vez le corté el paso en el tráfico. Tal 
vez me confundió con otra persona. Tal vez piense que soy parte de una 
conspiración del gobierno internacional para crear operativos 
encubiertos a partir de niños psicópatas. Es difícil de decir, 
sinceramente. 
—Sabes que deberías decírselo a los demás, ¿Verdad? —preguntó 
Archer, poniéndose la camisa antes de dirigirse al minibar y tomar una 
botella de agua, rompiendo el sello y vaciándola de un trago. 
—¿Qué hay para decir? —replicó Mac. 
—Alguien te disparó en tu habitación de hotel. ¿Por qué estás 
siendo tan enigmático al respecto? —preguntó Archer, mirándolo con 
astucia. 
—¿Por qué estás usando palabras tan elegantes de escuela 
privada cara conmigo? —preguntó Mac, desviando la atención una vez 
más. 
Mac no tenía idea de por qué no estaba dispuesto a decirle a Archer la 
verdad. Pero cada vez que abría la boca, las palabras morían en su 
lengua. 
Archer lo miró expectante hasta que dijo: —Esto no tiene nada que ver 
con mi madre o su investigación. Lo tengo cubierto. No te preocupes 
por ello. 
Archer continuó estudiándolo durante un largo momento, y luego se 
encogió de hombros, arrojando su botella de agua, ahora vacía, a la 
basura al pasar junto a ella. 
 —Como quieras —dijo con desdén, ya en la puerta. Su mano se 
detuvo en el pomo de la puerta, luego buscó en su bolsillo y sacó la 
tarjeta de acceso sin usar de Mac—. Toma. Esto no volverá a ocurrir 
entre nosotros. 
Una sonrisa apareció en la cara de Mac. 
 —Lo que tú digas, Katniss. 
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Archer puso los ojos en blanco y tiró la tarjeta sobre la mesa cuando 
Mac se negó a tomarla. Luego se fue y Mac se quedó solo. Deslizó el 
seguro de la puerta en su lugar, y luego cruzó hacia el bar, tomando 
algunas de las pequeñas botellas de licor y llevándolas hacia la cama, la 
ausencia de Archer dejando una incómoda quietud a su paso. 
Mac abrió una botella, la vació de un solo trago con un gesto de dolor, y 
buscó el control antes de recordar el agujero de bala. Suspiró. Tal vez 
tomaría la siesta hasta la cena. 
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Capítulo Tres 
Archer 
 
 
—¿Mulvaney? 
Archer levantó la cabeza, dándose cuenta de que su atención se había 
desviado. 
 —¿Sí? 
El hombre lo estudió a través de los párpados entrecerrados. 
 —Pensé que lo de la bebida era una mentira. 
Archer puso los ojos en blanco ante el árbol del hombre que tenía 
delante. Tenía unos cuarenta años y vestía como un profesor 
universitario, con su camisa abotonada y las mangas remangadas. 
Tenía el pelo oscuro y una barba espesa, ambos con motes de plata. 
Waylon Boone. Nombre en clave: el Devorador de Pecados. 
Boone tenía un nombre que sonaba como si debiera estar sentado 
sobre pacas de heno tocando una guitarra, pero un físico como el de un 
hombre que arranca troncos de árboles con sus propias manos. 
Ninguna de las dos cosas era Boone en lo absoluto. 
Boone había pasado la mayor parte de su vida haciéndose pasar por 
director de una escuela para hijos de diplomáticos. En realidad, había 
sido un agente encubierto y asesino de la CIA, lo que significaba que 
era tanto inteligente como bonito. También era el nuevo Dr. X de The 
Watch, donde estaría a cargo de más de cien veinteañeros psicópatas. 
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—No tengo resaca, tengo jet-lag. Tomé un vuelo esta mañana 
después de eliminar a un objetivo que no podía esperar. Y este café 
sabe cómo luce. Así que perdóname si soy un poco brusco. 
Era una mentira. Bueno, no realmente una mentira, más bien una 
media verdad. Había eliminado un objetivo de alto valor en el último 
momento para que August pudiera asistir a la reunión de padres de las 
niñas. Aunque Archer no podía entender qué demonios tendría que 
decir un profesor sobre dos niñas de un año que fuera lo 
suficientemente innovador como para justificar una reunión de 
emergencia. Pero eran los hijos de August, así que podrían haber hecho 
cualquier cosa, desde asesinar al pez dorado de la clase hasta resolver 
un cubo de Rubik. Era difícil de decir. 
Pero no era por eso por lo que estaba distraído. 
Más allá de la gran sala de conferencias improvisada de vidrio había un 
gimnasio del tamaño de un hangar de aviones, y justo en medio estaba 
Mac, con unos finos pantalones negros que le colgaban de las caderas y 
literalmente sin nada más, ni siquiera zapatos. Había estado 
entrenando durante al menos una hora. Una hora en la que Archer 
había fingido mirar su teléfono mientras esperaba que Boone 
terminara su conferencia telefónica. Una hora en la que había lucido 
una incómoda erección ante la vista de unos elegantes músculos y un 
mar de pecas. 
Archer había observado a Mac moverse a través de una serie de 
complicadas patadas, volteretas y saltos, y le había visto blandir un 
bastón de bo con ramificaciones letales hacia un muñeco de goma. 
Ahora, el hombre estaba blandiendo una maldita espada. Una puta 
espada de verdad. Como, ¿Qué carajo? ¿Era todo esto para el beneficio 
de Archer? ¿Estaría presumiendo? 
—¿No necesitamos a Shepherd para esto? —preguntó Archer, con 
la voz ronca. 
Tosió y luego buscó su café, tratando de recuperar algo de compostura. 
Apartó la mirada de Mac y de los pantalones sueltos que no ayudaban a 
contener la monstruosa polla que escondía en su interior. 
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—Él y yo ya repasamos la primera tanda de reclutas y personal 
anoche —dijo Boone—, pero... 
Archer se estremeció. 
 —¿Anoche? ¿Cuánto hace que llegó? 
Boone parecía sorprendido. 
 —¿Mac? Llegó antes que yo. Por lo que sé, ha estado aquí desde 
aquella reunión en Las Vegas. 
A Archer se le agrió el estómago. 
 —Qué acogedor —dijo con desgana. 
Boone lo miró, confundido. ¿Boone y Mac estaban...? Archer se sacudió 
mentalmente. No. ¿Boone era siquiera gay? ¿Acaso eso importaba? 
Archer tampoco era exactamente gay. No tenía ninguna preferencia. 
¿Qué importaba? ¿Por qué carajo le iba a importar a quién se follaba 
Mac y a quién no? 
Una vez más, su mirada se desvió. Mac había dejado de hacer lo que 
estaba haciendo para tomar agua. Archer vio cómo su garganta se 
convulsionaba con cada trago, cómo el líquido salía de sus labios para 
cubrir su barbilla y luego su pecho, como algo sacado de una puta 
película porno. Archer se movió, incómodo. 
Contrólate. 
Archer tardó demasiado tiempo en darse cuenta de que Mac también lo 
estaba observando, viendo cómo Archer miraba su nuez de Adán 
moviéndose con cada trago, como un puto acosador. Mac sonrió, 
arqueando una ceja. Archer resopló, obligándose a apartar la mirada. 
Imbécil. 
Cuando volvió a centrar su atención en Boone, el hombre le dirigía una 
mirada inquisitiva. 
 —¿Seguro que estás bien? Podemos hacer esto más tarde si 
quieres recuperar unas horas de sueño primero. 
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Archer golpeó los nudillos contra la mesa, sentándose más derecho. 
 —Estoy bien. Empecemos. 
Boone asintió y se giró para colgar una foto en la pizarra. Su tecnología 
aún no estaba en funcionamiento, ya que el lugar seguíaconstruyéndose a su alrededor, de ahí que se refugiaran en lo que 
acabaría siendo una zona de observación para el gimnasio. 
Archer miró la cara del niño que tenía delante. Bueno, no era un niño, 
pero casi. Lo suficientemente mayor como para haberse graduado de la 
universidad. Era una criatura de aspecto extraño, más bien andrógino. 
Vestía como si trabajara en una fábrica de chocolate, pero tenía el pelo 
como Depp en Alicia en el País de las Maravillas. Llevaba una 
chaqueta americana negra sin camisa y una gruesa X negra tatuada 
sobre el corazón. 
—Payton Skinner, nombre en clave: El Sombrerero Loco. Hijo 
adoptivo de Roland Skinner, el magnate del petróleo. Fue criado en 
Texas hasta la edad de siete años antes de ser enviado a la Academia 
Westchester en Colorado, donde fue educado utilizando el plan de 
estudios de Molly y las tácticas disciplinarias de tu padre. 
Eso haría que Payton formara parte de la primera clase graduada de 
Westchester. Archer recordaba que se había debatido mucho sobre la 
posibilidad de que los alumnos se independizaran durante los cuatro 
años de universidad. Algunos pensaban que podría conducir a una 
especie de rebeldía adolescente asesina, pero Thomas les aseguró que 
era un paso necesario para evaluar si habían inculcado el autocontrol 
necesario para pasar al siguiente nivel de formación. 
Boone dio un golpecito a la foto. 
 —Es inteligente, audaz y encantador cuando quiere —Boone 
sonaba casi encariñado. Interesante—. Tiene diez asesinatos 
confirmados y parece prosperar ante el caos. Se las arregló para 
obtener tanto su licenciatura como su máster en diseño de videojuegos 
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en solo cuatro años y, con la ayuda de una lucrativa campaña en 
Kickstarter9, está actualmente en proceso de diseñar su propio juego. 
Era importante que estos agentes tuvieran no sólo los medios para 
ocultar sus identidades secretas, sino también una vida separada y 
alejada del turbio trabajo gubernamental que se les había 
encomendado. 
Sin embargo, algo no encajaba. 
 —Bueno, entonces ¿Cuáles son las malas noticias? 
Boone suspiró, apoyando una cadera en la mesa. 
 —Tiende a jugar con su comida antes de comerla. Tiene 
inclinación por la tortura y la violencia, suele dejar una marca 
distintiva en forma de X pintadas con los dedos en sangre por todas sus 
escenas del crimen. Siempre con guantes, pero, aun así. También es 
cada vez más manipulador. Según su expediente, no tenía problemas 
para coaccionar a sus profesores en casi todo, a pesar de la amplia 
formación del personal de Molly y Thomas. Él podría ser un cañón 
suelto. 
Archer ladeó la cabeza. 
 —Entonces, ¿Por qué es tu primera elección? 
Boone se quedó mirando la foto durante demasiado tiempo. 
 —Porque creo que puedo doblegarlo. 
Había un trasfondo en sus palabras, pero Archer no podía saber qué 
significaba. Fue una elección de palabras muy deliberada. 
 —¿Es así? ¿Por qué? 
Boone negó con la cabeza. 
 —Porque yo era él. 
 
9 Es una empresa que ayuda a recoger fondos para proyectos creativos. 
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—¿Un psicópata? —preguntó Archer. 
—No, una persona impulsiva. Impulsivamente violento. Creía que 
todo podía resolverse con violencia antes de que un juez me diera la 
opción de la cárcel o el ejército. 
Archer no dudaba de que el ejército había convertido a Boone en el 
hombre que era hoy. Tampoco dudó del hombre cuando dijo que podía 
doblegarlo. En realidad, no había nada malo en traer al chico a bordo. 
El programa no tenía problemas para deshacerse de sus juguetes rotos. 
Estaba a punto de decirlo cuando una voz baja dijo: —Sí, pero no es una 
persona impulsiva. No mata porque esté molesto. Mata porque le 
gusta. 
Ambos se giraron para mirar a Mac, que ahora estaba de pie en la 
puerta con una toalla alrededor del cuello, con el pelo y el cuerpo 
todavía resbaladizos por el sudor, y con los pezones tan duros como 
para cortar vidrio. 
Archer podía olerlo desde el otro lado de la habitación y eso no hacía 
nada para calmar la erección que presionaba dolorosamente contra su 
cremallera. 
 —Aunque me duela decirlo, Mac tiene razón. Hay una diferencia 
entre un chico que se está revelando y un depredador con ansias de 
tortura. Pero para mí no es un problema. 
Boone miró de un lado a otro entre los dos. 
 —Ustedes saben las reglas. Necesito que los dos estén de acuerdo 
antes de poder moverlo a la siguiente fase. 
Mac suspiró, apoyándose en el marco de la puerta, cruzando los brazos 
sobre el pecho. 
 —Es arriesgado. Deja una firma en las escenas del crimen. Eso es 
una enorme bandera roja. 
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—Toda esta pila de candidatos son banderas rojas —argumentó 
Archer—. Si no intentamos frenarlo, ¿Quién lo hará? ¿Qué pasa si 
soltamos a este asesino en el mundo con cero orientaciones? 
Mac le dirigió una mirada demasiado paciente. 
 —Y ¿Qué pasa si lo atrapan? ¿De verdad crees que tiene la 
disciplina necesaria para mantener la boca cerrada? Ha sido criado 
como un niño rico mimado toda su vida. Está claro que no le gusta la 
palabra no. 
—A ti tampoco —replicó Archer, y luego cerró la boca ante la 
expresión de sorpresa de Boone. 
Una lenta sonrisa se dibujó en el rostro de Mac. 
 —En realidad, soy un gran fan de la palabra no. Me gusta 
considerarla un punto de partida para las negociaciones —A Boone le 
dijo: —¿De verdad crees que puedes con él? 
La mirada de Boone se dirigió a la foto del chico y luego volvió a mirar 
a Mac. 
 —He pasado los últimos quince años de mi vida como agente 
encubierto de la CIA. ¿Crees que no he tratado con mi parte justa de 
psicópatas? Un chico de veintidós años con complejo de Dios no va a 
ser el primero en superarme. 
Mac miró a Archer durante tanto tiempo que parecía que su mirada le 
estaba haciendo un agujero en la piel antes de decir finalmente: —Sí, de 
acuerdo. Estudiante número uno. Payton Skinner. 
Boone puso los ojos en blanco. 
 —Muy bien, perfecto. Pasemos al posible estudiante número dos. 
 
 
 
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Para cuando Archer salió furioso de la sala de conferencias, estaba listo 
para cometer unos cuantos delitos por su cuenta. Mac se había 
enfrentado a él con cada maldito candidato, obviamente sólo por 
deporte, haciendo de abogado del diablo, mientras Boone los observaba 
a los dos con una mezcla de confusión e irritación. 
Archer lo sabía todo sobre la irritación. Desde que Mac había entrado 
en su vida, Archer se sentía como si tuviera un avispero viviendo en la 
boca del estómago, y cada vez que Mac aparecía, era como si alguien lo 
hubiera pateado. Se precipitó por el pasillo, con el eco de sus botas 
sobre el suelo de mármol siguiéndole. Si alcanzaba a Mac, le iba a dar 
una patada en el culo. 
La cosa empeoraría esta tarde, cuando empezaran a revisar las 
opciones de personal. Opciones que ya había aprobado antes de la 
llegada de Archer, pero que seguramente discutiría sólo para 
enfurecerlo. Archer necesitaba ir a buscar un lugar donde pudiera 
pegarle un puño a la pared o masturbarse. Tal vez ambas cosas. 
Cuando dobló la esquina hacia otro pasillo aparentemente vacío, una 
mano salió de la oficina de la izquierda y lo arrastró hacia el interior, 
cerrando la puerta de un golpe lo suficientemente fuerte como para 
hacer sonar el panel de vidrio esmerilado que los ocultaba de las pocas 
personas que recorrían los pasillos. 
Mac lo estampó contrala pared, le puso una mano alrededor de la 
garganta e inclinó su boca sobre la de Archer, su lengua ya se deslizaba 
dentro. Archer se negó a participar, por mucho que lo deseara. No 
importaba lo cálida que era la piel de Mac, ni lo suaves que eran sus 
labios, ni lo jodidamente bien que se sentía su lengua masajeando la 
suya. 
Al cabo de un momento, Mac se apartó para darle besos a lo largo de la 
mandíbula. 
 —¿Qué pasa, Katniss? Luces como si te hubieras tragado una 
granada de mano. 
—Vete a la mierda —murmuró Archer. 
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Mac se rio, la vibración se deslizó sobre las terminaciones nerviosas de 
Archer como la seda. 
—Te recuerdo más ingenioso —Se burló Mac, sonando ni siquiera 
un poco irritado. Por supuesto que no lo estaba. Le gustaba hacer 
enojar a Archer. Esta era su versión de los juegos previos. 
Sus brazos se enroscaron alrededor de Archer, y dobló las rodillas para 
apretar sus caderas, la fricción y la presión causaron un dolor de placer 
que hizo que Archer se mordiera el labio inferior para reprimir un 
gemido. 
—Mmm, ya estás tan jodidamente duro para mí. Apuesto a que la 
tuviste dura durante toda la reunión. ¿Pensabas en mí? ¿En mi polla 
embistiéndote? ¿Me extrañas dentro de ti? Porque mierda, he 
extrañado estar dentro de ti. 
Archer apretó los dientes hasta que le dolió la mandíbula, negándose a 
darle a Mac la satisfacción de la verdad. 
Enganchó su pierna alrededor de la de Mac, haciéndolos girar para que 
Mac fuera el que estuviera contra la pared. 
 —No he pensado en ti para nada. 
La sonrisa de Mac era exasperante. 
 —Para ser un psicópata, eres un terrible mentiroso. 
Archer se encogió de hombros, convirtiendo su expresión en una de 
desinterés casual. 
 —O simplemente estás alucinando. No eres jodidamente especial. 
—Ah, ahora sólo estás hiriendo mis sentimientos, Katniss —dijo 
Mac alrededor de una risa—. Pero puedes compensarme. ¿Qué tal si te 
pones de rodillas y me la chupas? Llevo semanas soñando con esa boca. 
Archer lo fulminó con la mirada. 
 —¿De verdad crees que es tan fácil? 
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—Creo que tú eres así de fácil —replicó Mac—. Si no soy nada 
especial, ¿Qué importa? Sólo es un poco de sexo casual entre ami-
enemigos —¿Ese hombre acababa de decir la palabra “ami-enemigos”? 
Qué maldito imbécil. 
El estómago de Archer se revolvió cuando Mac lo miró. 
 —¿A menos que yo sea especial? ¿Es ese el problema? ¿Necesitas 
un poco de romance? ¿No te estoy prestando suficiente atención? 
Archer gruñó, chocando sus bocas hasta saborear la sangre. 
 —Eres un idiota —murmuró en su boca. 
—Y eso me quita el sueño —dijo Mac en cambio, con su mano 
enredada en el pelo de Archer, presionando en la parte superior de su 
cabeza como si le recordara lo que quería. 
Bueno, a la mierda lo que quería. Archer había estado oliendo el aroma 
de Mac durante los últimos noventa minutos y no estaba dispuesto a 
arrodillarse por él. Introdujo la lengua en el hueco de la garganta de 
Mac, gimiendo al sentir el sabor de su piel, antes de bajar la cabeza 
para burlarse de su pezón. Cuando Mac gimió, Archer lo mordió, 
tirando y chupando antes de pasar al otro lado. 
—Mierda, sí —gruñó Mac, con los pulgares enganchados en la 
cintura de sus endebles pantalones, arrastrándolos hacia abajo hasta 
que su polla se liberó—. Mira lo que me haces. He estado semi duro 
durante horas sólo por saber que estarías aquí esta mañana. 
El pecho de Archer se tensó, esos avispones tomando vuelo dentro de él 
hasta arder por dentro. Ni siquiera recordaba haber ido a arrodillarse, 
pero allí estaba, enterrando su cara en el nido de rizos e inhalando 
profundamente, tomando a Mac en la mano, acariciando un par de 
veces sólo para sentir el peso de su longitud en su palma. 
Mierda, su olor era embriagador, como una puta droga, como si 
pudiera correrse sólo con su olor. Archer le acarició las pelotas, 
lamiéndolas, chupándolas en su boca de una en una, con la polla lo 
suficientemente dura como para causar un daño permanente. 
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Mac le agarró el pelo con más fuerza, frotando su polla contra la cara de 
Archer, antes de decir con voz ronca: —No me estés provocando —Mac 
se tomó la longitud en la mano, frotando el líquido preseminal a lo 
largo de la comisura de la boca de Archer—. Sé un buen chico y abre 
para mí. 
Archer resopló con furia por la nariz. Eso no debería hacer que su polla 
goteara. No debería. Mac era un idiota condescendiente. Cuando 
Archer no hizo lo que Mac le pedía, le atrapó la barbilla entre el pulgar 
y el índice, haciendo palanca en la mandíbula para poder forzar la polla 
entre sus labios, introduciéndola en la parte posterior de su garganta de 
un duro empujón. 
 —Tan jodidamente obstinado —Mac gimió—. Vamos, chúpame. 
Dame lo que necesito. Estoy tan jodidamente listo. 
La boca de Archer se cerró alrededor de él, chupando ruidosamente 
mientras Mac follaba su garganta. Archer desgarró el botón y la 
cremallera de sus propios jeans, hundiendo la mano en su ropa interior 
y agarrándose con la mano, acariciando al ritmo de los brutales 
empujones de Mac. 
Mierda. Ya estaba muy cerca. Mac lo había tenido al borde desde 
mucho antes de que empezara la reunión, y ahora estaba tan cerca de 
conseguir su tan necesitada liberación. A medida que bombeaba, el 
placer se disparaba a lo largo de sus terminaciones nerviosas hasta que 
la piel se le puso de gallina y pudo sentir cómo se acumulaba el 
orgasmo. 
—Dios, Katniss —resopló Mac, con la voz rasposa—. Tu puta boca 
es tan condenadamente perfecta. Casi tan perfecta como tu culo. ¿Si 
tuvieras idea de cuántas veces me he masturbado pensando en esto? 
¿En ti? ¿Sobre ver mi semen gotear de tu lengua? 
Eso fue todo. Eso fue todo lo que necesitó. Gimió alrededor de la polla 
de Mac mientras se derramaba sobre su mano, todo su cuerpo se 
convulsionó, su cerebro se desconectó por un breve momento. 
Entonces, Mac se liberó, tirando de la cabeza de Archer hacia atrás. 
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 —Abre la boca para mí —No fue una petición. La boca de Archer 
se abrió, su mirada se fijó en Mac mientras se acariciaba, mirando a 
Archer con una intensidad que lo habría hecho estallar si no lo hubiera 
hecho ya—. Voy a correrme —dijo entre dientes apretados. Archer no 
pudo evitar sacar la lengua. Cerró los ojos justo cuando Mac se corrió, y 
su liberación se extendió por sus labios y su barbilla, sus mejillas, e 
incluso su frente, antes de que Mac volviera a meterle la polla en la 
boca—. Chúpame hasta el fondo. 
Que Dios lo ayude, porque lo hizo. Chupó, lamió y saboreó hasta que 
Mac finalmente lo apartó con un gruñido de dolor. Archer se quedó 
dónde estaba, arrastrando el aire hacia sus pulmones. Parpadeó para 
abrir los ojos justo a tiempo de oír el clic del teléfono de Mac mientras 
sacaba una foto de la cara de Archer. 
—¿Qué carajo? —gruñó Archer. 
Mac sonrió, dándole a Archer la toalla que había tenido alrededor de 
sus hombros antes, levantándolo y lamiendo el semen de su mejilla. 
 —No te enojes, Katniss. Es sólo para mí. Puede que yo no sea 
especial para ti, pero tú eres especial para mí. Soy un tipo anticuado. 
Además, necesito algo que me entretenga hasta que te folle más tarde. 
Archer tenía en la punta de la lengua decirle a Mac que no volvería a 
follar con él más tarde, pero sinceramente estaba cansado de 
equivocarse. Si Mac lo quería más tarde, Archer lo dejaría. Se enojaría 
por ello, pero lo dejaría.

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