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04 Headcase - Onley James

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Onley James Perturbado 
 
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Nota del staff 
 
Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por lectoras 
a lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan leer. 
Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de compartir. 
Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los escritores 
invierten en sus historias. Incentivamos a la compra legal del material para 
apoyar a los autores en fin de retribuir de una forma monetaria como 
agradecimiento de estos las bellas historias que tanto amamos. 
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Advertencia: Este libro contiene representaciones gráficas, así como 
conversaciones francas sobre el suicidio e ideas suicidas. 
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Contenido 
 
Sinopsis 
Prólogo 
Capítulo Uno 
Capítulo Dos 
Capítulo Tres 
Capítulo Cuatro 
Capítulo Cinco 
Capítulo Seis 
Capítulo Siete 
Capítulo Ocho 
Capítulo Nueve 
Capítulo Diez 
Capítulo Once 
Capítulo Doce 
Capítulo Trece 
Capítulo Catorce 
Capítulo Quince 
Capítulo Dieciséis 
Capítulo Diecisiete 
Capítulo Dieciocho 
Capítulo Diecinueve 
Capítulo Veinte 
Capítulo Veintiuno 
Capítulo Veintidós 
Capítulo Veintitrés 
Epilogo 
Bonus Epilogo 
Próximo en la Serie 
Acerca de Onley James 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Sinopsis 
 
Asa Mulvaney es la mitad de un psicópata completo. Él y su hermano gemelo 
viven juntos, festejan juntos... matan juntos. En la familia Mulvaney, el asesinato 
es un negocio familiar y el negocio va bien. Cuando un experimento separa a Asa 
y a su hermano, Asa se ve obligado a navegar por el mundo por su cuenta por 
primera vez en su vida. 
Zane Scott es un bloguero de crímenes de poca monta y un detective aficionado, 
pero sueña con algún día firmar con un periódico importante. Cuando termina en 
una aburrida recaudación de fondos junto a Asa Mulvaney, comparten un 
encuentro intensamente apasionado que deja a Zane con un dolor en el pecho y 
una idea de historia que podría hacer realidad sus sueños profesionales. 
En una universidad cercana, un grupo de suicidios no es lo que parece. Cuando el 
padre de Asa le pide que lo investigue, ve la oportunidad perfecta para volver a 
ver a su pequeño reportero de crímenes. Y Asa necesita volver a verlo. Zane 
sospecha de los motivos de Asa, pero no rechaza la oportunidad de echar un 
vistazo detrás de las cortinas de la familia Mulvaney. 
Mientras los dos desentrañan una trama siniestra, la obsesión de Asa con Zane 
crece y Zane descubre que ser el único enfoque de Asa supera casi cualquier cosa, 
tal vez incluso su propia carrera, lo cual es bueno para Asa porque amar a un 
Mulvaney es un trabajo de tiempo completo. ¿Podrá convencer a Zane de que 
vale la pena navegar por una familia de psicópatas y con su gemelo 
patológicamente celoso, o Zane aprenderá por las malas que los muchachos 
Mulvaney siempre obtienen lo que quieren? Siempre. 
Perturbado es un romance de psicópatas, intenso, de Amantes-a-amienemigos, 
con un HEA sin Cliffhangers. Presenta a un psicópata obsesivo y calculador y a un 
aspirante a reportero que no se detendrá ante nada para obtener un artículo 
importante. Como siempre, hay violencia gratuita, humor muy negro, suficientes 
asesinos para llenar un auditorio y la suficiente calentura como para derretir tu 
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Kindle. Este es el libro #4 de la serie Males Necesarios. Cada libro sigue a una 
pareja diferente. 
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Prólogo 
Thomas 
 
Eran perfectos. Literalmente perfectos. 
Los dos niños yacían en el suelo de la sala de juegos, uno apuntando sus pies 
hacia el norte y el otro hacia el sur, sus cabezas colocadas una al lado de la otra, lo 
suficientemente cerca como para que sus cabellos castaño oscuro se 
entremezclaran, dándoles la apariencia de una sola unidad. 
Thomas no había estado buscando dos. Demonios, de hecho, nunca había 
buscado sujetos nuevos de forma activa, nuevos hijos para su proyecto, pero de 
alguna manera, ellos lo encontraron. Llegaron a él casi a través de una especie de 
voluntad divina. Supo al instante que eran suyos. Sus hijos, sus sujetos. Incluso 
sin saber nada más sobre ellos, tenía en claro que se irían a casa con él. 
Parecían tener alrededor de cinco o seis años. A diferencia de cuando había 
encontrado a sus otros hijos, estos dos parecían sanos, limpios y bien 
alimentados. Quizás habían perdido a sus padres en un accidente y no había 
nadie que pudiera hacerse cargo de ellos. Esa parecía ser la única explicación 
válida para que los padres abandonaran a un par de niños claramente cuidados. 
Al menos físicamente. 
—Gemelos idénticos —dijo Thomas, casi sin aliento. Nunca se había 
atrevido a esperar un regalo como este. Dos niños que partían del mismo óvulo. 
Dos mitades de un todo. Esto llevaría los experimentos a un nuevo nivel. Y por 
supuesto, él les daría a los chicos todo lo que necesitasen para triunfar, desde 
luego. 
La mujer a su lado, la Dra. Barbara Rice, directora del hogar grupal, vigilaba de 
cerca a los dos niños con los brazos cruzados sobre su amplio pecho. Ellos sabían 
que estaban siendo observados: no había un espejo falso, ni un vidrio 
unidireccional. Simplemente estaban parados fuera de la sala de juegos en donde 
ambos niños yacían desparramados, mirando fijamente hacia el falso sistema 
solar del techo. 
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La Dra. Rice claramente se preocupaba por este lugar y por estos niños. A 
diferencia de muchos hogares grupales que Thomas había visitado a lo largo de 
los años, este estaba brillante y limpio, al igual que los chicos. Al entrar, todos los 
niños con los que se había cruzado parecían estar bien cuidados, incluso felices. 
Pero a diferencia de los otros niños, la Dra. Rice no sonreía mientras miraba a 
estos dos. Más bien, parecía desconcertada por ellos. 
—Gemelos espejo —Le corrigió la Dra. Rice—. Cada uno es el reflejo 
perfecto del otro, hasta en sus marcas de nacimiento. 
Los dos no hablaban en voz alta, pero se sonreían y reían a la vez como si uno le 
hubiera contado un chiste al otro. Aunque no se miraban, parecían perfectamente 
sincronizados. Si uno movía la pierna izquierda, el otro movía la derecha. Lo 
mismo ocurría con el movimiento de sus manos. 
—¿Siempre son así? 
—¿Cómo? —preguntó, su tono implicaba que sabía muy bien lo que quería 
decir, pero que no estaba dispuesta a vociferarlo en voz alta. 
—¿Siempre se comunican de esta manera? Porque eso es lo que están 
haciendo, ¿Verdad? ¿Comunicándose sin hablar? No es infrecuente en gemelos 
idénticos. Me imagino que lo debe ser aún más con gemelos espejos. 
La Dra. Rice lo miró con sorpresa. 
—¿De verdad creesque los gemelos pueden comunicarse telepáticamente? 
—Existen estudios —dijo Thomas, cuidadoso—. Creo en la ciencia, pero 
creo que sería arrogante de mi parte declarar que la telepatía es imposible entre 
niños que crecieron a partir del mismo óvulo fertilizado. Además, mírelos. 
Claramente se están comunicando, ¿No lo cree? 
La Dra. Rice los observó en silencio por un momento o dos antes de asentir con 
aire un forzado. 
—Sí, definitivamente se están comunicando. 
Entonces quedaba claro. La Dra. Rice, esta mujer que amaba su trabajo y se 
enorgullecía tanto de sus instalaciones, tenía miedo. Parecía una mujer que no se 
inquietaba fácilmente, pero estos dos niños claramente la asustaban. Interesante. 
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No asustaban a Thomas. En casa tenía a otros niños igualmente desconcertantes, 
tal vez incluso más. No podía apartar los ojos de ellos mientras continuaban con 
su extraña pantomima de una conversación silenciosa. ¿Les gustaría su nuevo 
hogar? ¿Sus hermanos? ¿Su nuevo plan de estudios? Thomas ya había decidido 
adoptarlos, incluso sin saber si realmente le pertenecían. Después de todo este 
tiempo, simplemente lo sentía. 
—¿Su historia? 
Ella dio un suspiro de cansancio, pasando de un pie al otro. Afuera hacía frío y 
estaba vestida tal cual como si hubiera entrado en el edificio y hubiese venido 
directamente a reunirse con él. Llevaba una falda larga a cuadros, un suéter de 
cuello alto color rojo, una chaqueta y botas de cuero marrón que desaparecían 
debajo del dobladillo de su falda. 
Tomó el archivo de la mesa a su lado, pero no lo abrió, simplemente lo abrazó 
contra su pecho si de esa forma pudiese absorber toda la información que había 
en él a través de ósmosis. 
—Según el asistente social que los trajo aquí, fueron adoptados con tan solo 
seis meses de edad en una agencia húngara de adopción. 
—¿Adopción internacional? ¿Los padres no cumplían con los requisitos 
para adoptar en Estados Unidos o es que solo buscaban adoptar bebés? —
Cuestionó Thomas. 
—Difícil de decir. No he conocido a los padres, pero la madre es una 
abogada corporativa de una empresa grande y el padre es dermatólogo. 
Thomas frunció el ceño. 
—¿Hubo algún tipo de abuso en el hogar? 
La Dra. Rice negó con la cabeza. 
—No que nosotros sepamos. Vinieron a nosotros limpios y bien cuidados. 
La trabajadora social, Rachel, dijo que la madre pasó la mayor parte de la reunión 
hablando acerca de que sería mejor para los niños el estar con otra persona. Dijo 
que incluso cuando eran bebés lloraban todo el tiempo, a menudo eran 
inconsolables y que estaba claro que “no les agradaba”. 
—¿A sus bebés no les agradaba? 
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La Dra. Rice asintió. 
—Dijo que nunca interactuaban con ella ni con su esposo. Que aborrecían 
todos los intentos de demostración de afecto. Que la avergonzaban a menudo al 
rechazar cualquier intento de ella para vincularse. Nunca la abrazaron ni le 
pidieron ayuda. 
A Thomas le sonaba como una narcisista. Pero, ¿Qué sabía él? Estaba criando a 
una familia de psicópatas. Ninguno de ellos era particularmente cariñoso a 
menos que fuera parte del plan de estudios. Uno de los componentes más 
importantes para lograr que las cosas funcionaran, era enseñarles como pasara 
por funcionales en la sociedad. Y a veces, eso significaba enseñarles cómo fingir 
ser corteses, amables, encantadores, divertidos, incluso como debían abrazar o 
dar la mano. Todo eso era nuevo para ellos. 
—Entonces, ¿Se trata de una cosa de vanidad? 
La Dra. Rice hizo una mueca. 
—Ella dijo que no sonreían, que rara vez hablaban y que las otras madres la 
juzgaban constantemente a sus espaldas mientras fingían simpatizar con su 
difícil situación. 
—¿Su difícil situación? 
—Sí, ser madre de dos hijos que la odiaban. 
A Thomas se le hundió el estómago. 
—Y ¿Cómo pasaron de vivir en los suburbios a vivir en una casa grupal? 
Ella vaciló, pero él no estaba seguro de si era porque se trataba de algo realmente 
horrible o si simplemente se debía a que estaba dudando en contarlo. Lo que 
estaban haciendo era altamente ilegal. Entregar estos niños a Thomas significaba 
esencialmente hacerlos desaparecer de esta vida y reaparecerlos unos meses 
después como dos personas completamente nuevas. Significaba reconocer que 
estos niños se convertirían en sujetos de investigación, aunque eso viniera con las 
ventajas de ser criados por un multimillonario. 
Thomas era bueno con sus hijos. Y es que eran sus hijos. A pesar de todos sus 
grandes planes de educar a estos niños para que hicieran lo que estaba en su 
propia naturaleza, todavía los amaba. Quería que fueran exitosos, quería que 
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superaran todas las expectativas y limitaciones que la sociedad a menudo 
imponía a personas como ellos. 
La Dra. Rice finalmente habló. 
—Intentaron separarlos. Pero, no... salió bien. 
—¿Sepáralos? —Thomas repitió. 
El labio de la Dra. Rice se curvó con disgusto. 
—Sí. Los padres se divorciaron, culpaban al estrés de tratar de criar a dos 
niños con graves problemas mentales: sus palabras, no las mías. Decían que 
antes de la adopción, eran la pareja perfecta. Cuando se divorciaron, decidieron 
que cada uno tomaría a un gemelo y se alejarían el uno del otro como si fuera el 
maldito juego de gemelas1 —Debió haberse dado cuenta de lo que dijo porque 
pasó a mirarlo fijamente—. Lo lamento. 
Thomas negó con la cabeza, agitando una mano con desdén. 
—Sin culpas. Eso es algo terrible para cualquier niño, gemelos o no. 
La Dra. Rice hizo un sonido de burla. 
—Ella lo llamó una “división equitativa de activos”. 
—Cristo —murmuró Thomas. ¿Quizás la madre era la verdadera 
psicópata?—. Y ¿Qué pasó una vez que separaron a los chicos? 
La Dra. Rice inclinó la cabeza, acercándose más a la ventana. 
—Ellos... se volvieron salvajes. 
—¿Salvajes? —Thomas repitió como un loro. 
La Dra. Rice asintió de nuevo, mirando a los dos niños acostados juntos, todavía 
riéndose ocasionalmente o haciendo muecas como lo haría cualquier niño típico 
de seis años. 
—En una hora o dos, los chicos se volvieron inconsolables. Después de unas 
veinticuatro horas, se tornaron violentos. 
 
1 The Parent Trap (Juego de gemelas en Hispanoamérica y Tú a Londres y yo a California en España) es 
una película infantil estadounidense de 1998, protagonizada por Lindsay Lohan. 
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—¿Qué tan violentos? —Thomas preguntó, también inclinándose. 
—Mordeduras, patadas, rasguños. En dos días, dejaron de hablar, dejaron 
de comer. Gritaban durante horas, se orinaban en el suelo, hacían agujeros en las 
paredes y arañaban a sus padres. A menudo, al mismo tiempo, ambos tenían el 
mismo comportamiento. 
Thomas procesó esta información. 
—¿Asumo que el estado intervino en uno o ambos casos? 
La Dra. Rice frunció el ceño. 
—Los padres decidieron poner a cada uno de ellos en una espera psíquica 
de setenta y dos horas. Cuando terminó la retención, el estado, por la razón que 
sea, dijo que no eran un peligro para ellos ni para los demás y ordenó su 
liberación. 
Thomas frunció el ceño. 
—Y, sin embargo, están aquí. 
—Los padres se negaron a aceptarlos. 
¿Los rechazaron? 
—Una adopción es un contrato legalmente vinculante. No puede 
simplemente negarse a tomar la custodia de sus hijos. 
—Parece que puedes cuando eres un abogado. La mujer afirmó que recibió 
información fraudulenta sobre el pasado delos niños. Dijo que la agencia de 
adopción no reveló que los niños habían sido descuidados terriblemente durante 
los primeros seis meses de sus vidas, cosa que los llevó a desarrollar un grave 
trastorno del apego. Ella hizo que se anulara la adopción. 
Thomas respiró hondo y soltó el aire. Los niños no eran desechables. No eran 
accesorios que podían ser movidos como un set. Sabía que su indignación olía a 
hipocresía, no era como si él fuera un santo que acogía a los necesitados. 
También tenía su propia agenda, un motivo oculto, pero eso no significaba que 
trataría a estos chicos como tal. No significaba que no los amaría ni los cuidaría, 
incluso si fueran incapaces de devolver ese afecto. 
—¿Los problemas comenzaron solo cuando fueron separados? 
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—Antes de eso todavía estaban distantes, pero los padres eran unos adictos 
al trabajo que los dejaron para que fueran principalmente criados por una niñera. 
No hay forma de saber en realidad si eventualmente podrían haber llegado a 
tener algún apego a su familia. Pero, mientras los niños estaban detenidos 
psiquiátricamente, la madre se enteró de que estaba embarazada y ella y su 
esposo decidieron darle otra oportunidad a su relación... sin los gemelos. Ella 
pensó que podrían terminar siendo un peligro para el nuevo bebé. 
Thomas arqueó una ceja. 
—¿Hay alguna validez en esa teoría? 
La Dra. Rice se encogió de hombros. 
—Se han comportado perfectamente educados en este lugar. Hacen lo que 
se les pide. Comparten sus juguetes, recogen ellos mismos. Ambos son 
increíblemente dotados, aunque de formas completamente opuestas. Mientras no 
intentemos separarlos, parecen perfectamente satisfechos. Es solo que no son 
particularmente cariñosos. 
La implicación de la Dra. Rice era clara. No iba a permitir que Thomas se llevara 
a uno sin el otro. No es que alguna vez se le ocurriera. Eso sería simplemente 
cruel, y Thomas era muchas cosas, pero no era un hombre cruel. 
—¿Por qué estoy aquí, Dra. Rice? Estoy seguro de que comprende lo que 
estoy buscando. Es evidente que tiene conexiones poderosas si sabe a lo que me 
dedico, si le han informado acerca de mi investigación. 
La Dra. Rice se volvió hacia Thomas, dando un profundo suspiro. 
—Si bien son inteligentes, educados y respetuosos, también son 
definitivamente... vacíos. 
—¿Vacíos? 
Ella le devolvió la mirada. 
—No hay nada ahí. Cuando los miras, te estudian. Te perfilan. Y más que 
eso… lo hacen en equipo. Pueden comunicarse telepáticamente. Nunca creí 
realmente que eso fuera algo que los gemelos pudieran hacer, no hasta verlos a 
ellos. Pero, no hay ninguna duda de que hablan entre ellos. 
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Como si fuera una señal, los dos chicos se echaron a reír como si hubieran 
contado un chiste divertido. No prestaban atención a Thomas y a la Dra. Rice 
detrás del vidrio, pero se sintió como si esa risa fuera para su beneficio, como si 
de alguna manera pudieran escuchar la conversación entre ellos y lo encontraran 
divertido. Era perturbador, por decir lo menos. 
Thomas los observó con atención. 
—¿No hay arrebatos violentos hacia el personal? ¿No mojan la cama? 
¿Provocan incendios? ¿Crueldad hacia los niños pequeños o los animales? 
Ella se encogió de hombros y luego negó con la cabeza. 
—No que hayamos presenciado. Pero tengo que advertirte. Hay algo más. 
Un hilo de inquietud recorrió la columna vertebral de Thomas. 
—¿Algo más? 
Ella asintió. 
—No parecen tener ningún interés en lastimar al personal o a otros niños... 
pero sí parecen disfrutar el lastimarse el uno al otro. Pero solo el uno al otro. 
Thomas se sobresaltó. 
—¿Qué? 
La Dra. Rice miró fijamente a los dos niños durante un largo minuto, antes de 
volver a mirar a Thomas. 
—¿Ves la tablilla en el dedo de uno de ellos? 
Thomas siguió el punto con los ojos. 
—Estás diciendo que el otro le hizo eso. 
Ella asintió y tragó saliva de forma audible. 
—¿CIPA? —preguntó. 
La insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis era rara y venía con un 
puñado de problemas que harían que incluso el padre más atento se volviera 
paranoico de que su hijo fuera a saltar de un techo o a sentarse en una estufa 
caliente. Un niño que no puede sentir dolor literalmente no posee sentido de 
autopreservación. 
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—No —dijo la Dra. Rice, sacudiendo la cabeza enfáticamente—. No me 
estás entendiendo. Sienten dolor... —se estremeció—. Es solo que ellos lo 
disfrutan. 
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Capítulo Uno 
Zane 
 
—¿Estás en la oficina? ¿Por qué está todo tan tranquilo? 
Zane resopló y se pellizcó el puente de la nariz. Zane Scott no tenía oficina. Ni 
siquiera tenía un cubículo. Porque no tenía un trabajo. Al menos no uno real, de 
cualquier forma. No es que su madre estuviera enterada. 
—No, mamá. Hoy estoy trabajando desde casa. 
Como todos los días. 
—¿Te tienen trabajando en alguna historia emocionante? Le conté a todas 
las damas de mi club de bridge, acerca de mi hijo el reportero. Están todas muy 
emocionadas por leer tu primera historia. 
Zane también. Solo tenía que pensar en una. 
—Ma, por favor, deja de contarle a la gente sobre mi trabajo. Ser un 
periodista de investigación requiere investigar mucho. Pasará algo de tiempo 
antes de que mi primera historia relevante llegue a los periódicos. 
Su madre sorbió por la nariz. Luego se escuchó el sonido de ella tomando un gran 
trago de algo. Ginebra, sin duda. Era mediodía, después de todo. 
—Tengo permitido presumir de mi hijo. No estábamos seguros de que 
alguna vez lograrías algo por ti mismo. Tus grades sueños eran pobres. 
Absentismo en la escuela. Tu hermano formaba parte de un club deportivo y el 
club de debates, además que tenía un GPA de 5.32; pero tú… bueno, pensábamos 
que terminaríamos apoyándote económicamente, como siempre. 
Zane lo sabía. Cualquiera que conociera a su madre también lo sabía. No era una 
conversación nueva. 
—Gracias, mamá —dijo Zane, poniendo los ojos en blanco. 
 
2 Promedio escolar. 
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Ella hizo un ruido de disgusto. 
—Un escritor. Puaj. Bien podrías ser un instructor de fitness. Al menos 
ellos tienen la oportunidad de trabajar con celebridades. 
Zane trabajaba con celebridades. Pero no de una manera de la que su madre 
quisiera presumir. 
—Sí, mamá. Lo sé —dijo, viendo venir el giro en la conversación, pero 
incapaz de pisar el freno antes de que se descarrilara. 
—No lo sabes —dijo su madre—. Cuando perdimos a tu hermano, 
pensamos que habíamos perdido cualquier oportunidad… 
Por mucho que Zane intentara armarse de valor en este punto de sus 
conversaciones, no dolía menos. Su hermano, Gage, había sido el heredero, y 
Zane no era más que el repuesto. Al que habían escondido en el armario e 
ignorado asumiendo que el original era demasiado jodidamente perfecto para 
morirse. Pero adivinen, Gage les demostró que estaban equivocados. Todos ellos. 
Zane se quedó mirando la foto de una estrella de cine saliendo a escondidas del 
apartamento de un cantante famoso, antes de mirar el reloj. 
—Sí, lo sé, mamá. Solo digo que estoy hasta el cuello en una investigación y 
estoy en horario de trabajo. Te llamaré a ti y a papá este fin de semana, ¿De 
acuerdo? 
—Está bien, muñeco. Pero no llames el viernes. Vamos a cenar con los 
Silvers.Y el domingo estaremos en el Country Club. ¿Sabes qué? Mejor te llamo 
yo, ¿De acuerdo? 
Zane suspiró internamente. 
—Sí, claro, mamá. Te amo. 
Su madre le lanzó besos por el teléfono. 
—Hablamos pronto. 
Zane no sabía por qué decía "te amo" cada vez que terminaban una llamada. Su 
madre nunca se lo había dicho de vuelta. Ni cuando tenía cinco años, ni cuando 
tenía once, ni cuando tenía diecisiete, de pie junto al ataúd de su hermano. Y 
ahora tampoco. 
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La fría y dura verdad era que sus padres no lo querían. Él y Gage habían sido 
accesorios para ellos. Solo que Gage había sido la marca de diseño y Zane la 
imitación barata. Por eso le mintió a su madre sobre que tenía un glamuroso 
trabajo como periodista de investigación. Escribir artículos calumniosos para los 
tabloides y bloguear sobre historias de crímenes reales, no era algo con lo que su 
madre pudiera presumir en sus almuerzos. 
Apartó ese pensamiento, negándose a darle más espacio en su cabeza. 
Sacúdetelo, Scott. Lo que hacía no era precisamente bonito, pero pagaba las 
cuentas. Justo cuando abrió su computadora portátil, la puerta se abrió de golpe, 
Blake entró, como si el viento lo hubiera arrastrado fuera de la calle. Excepto que 
Blake era el viento en sí. Un gran tornado barbudo con piel cobriza y cabello 
negro como la tinta, un poco demasiado largo. 
—Te tomó bastante tiempo —se quejó Zane. 
Blake frunció el ceño. 
—Ya sabes cómo son las colas en McKabe's a esta hora del día. ¿Lo quieres 
rápido o lo quieres bueno? 
Zane suspiró. No sabía por qué estaba descargando en Blake la frustración que su 
madre le provocaba. Era prácticamente el único amigo de Zane. 
Cuando Zane no respondió, Blake frunció el ceño. 
—¿Qué te ha pasado? ¿Por qué de repente estás tan gruñón? —Blake hizo 
un gesto hacia la pared frente a ellos—. Pensé que querías hablarme de todo esto. 
—Solo comamos —murmuró Zane, desenvolviendo su sándwich de atún y 
dándole un mordisco. Cerró los ojos mientras disfrutaba de la pequeña porción 
de paz. 
Blake hizo un sonido de ajá. 
—Mierda. Tu mamá te llamó, ¿Eh? —Zane lo miró con cautela—. Sí, 
definitivamente te llamó. Nadie más que Bev podría transformarte como si 
acabaras de ver a tu gato siendo mutilado por un oso. 
Zane hizo una mueca. 
—Tienes una habilidad para las palabras. 
Blake se burló. 
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—Tú eres el escritor. Yo solo tomo las fotos. ¿Por qué todavía respondes a 
sus llamadas? Podrías dejar de responder. Demonios, yo le corté a mi madre hace 
años. Fue la mejor decisión que he tomado. Me dolió, pero es como una 
gangrena. A veces, toca cortar la extremidad infectada antes de que la mierda se 
propague por completo. Y tu madre… se está propagando. 
Los labios de Zane se torcieron con la más mínima insinuación de una sonrisa. Su 
madre realmente era como una bacteria mortal. Pero era su madre. 
—Tu madre es una delincuente que está enganchada con uno de los clubes 
de motociclistas más violentos en los EE.UU. 
Blake se dejó caer en la silla giratoria frente al escritorio de Zane, girándola varias 
veces antes de retirar el papel de su sándwich de pastrami. 
—Y la tuya es una narcisista que bebe ginebra y se pasa el día chupando las 
esperanzas y los sueños de la gente, como si fuera un dementor3. La única 
diferencia entre nuestras madres, hombre, es el capital. Una es rica y la otra es 
pobre. Ambas son gente de mierda. 
Blake tenía razón. Tenía razón al cien por cien. Pero Zane no pensaba dejar de 
hablarle a su madre. No sabía si eso lo convertía en un masoquista o un débil. Su 
madre diría que lo último. 
Zane suspiró, levantando la vista hacia la pared cubierta de cuerdas y alfileres 
multicolores. En el centro, había clavado un mapa de la ciudad, resaltando ciertas 
áreas en un amarillo chillón. Propiedades de Thomas Mulvaney. Zane había 
pegado la foto del hombre en la parte de arriba. 
Había reservado los lados del mapa para los personajes clave en la vida de 
Mulvaney, empezando por sus siete hijos. 
—Cuéntame de esto —dijo Blake alrededor de su sándwich de pastrami. 
Zane terminó su sándwich de atún en cuatro grandes bocados, luego señaló al 
hombre de cabello plateado con un costoso traje azul marino. 
—Ya conoces a Thomas Mulvaney. 
—Todo el mundo lo hace —dijo Blake, masticando desagradablemente. 
 
3 Referencia a Harry Potter. 
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—Estos son sus hijos —Señaló a cada uno—. El profesor, el doctor, el 
arquitecto, el diseñador, el jugador de poker, el modelo… y, por último, pero no 
menos importante, el solitario. 
Blake bufó. 
—Sí, hombre. Fotografío celebridades para ganarme la vida. Dime a cuáles 
no conozco. 
Zane señaló una foto pegada junto al más joven de los Mulvaney, el modelo 
Adam. 
—¿El chico bonito de cara pecosa que parece que debería vender productos 
para el cuidado de la piel? Está comprometido con el modelo. Su nombre es 
Noah. Noah Holt. ¿El nombre te suena familiar? 
Blake negó con la cabeza. 
—¿Debería? 
—Es el hijo de Wayne Holt. Presunto abusador de niños y asesino. Murió 
bajo “circunstancias misteriosas”. 
—Que viaje más jodido —murmuró Blake. 
Zane estaba de acuerdo. Pero era solo una pequeña pieza del rompecabezas. 
Señaló a un hombre con un abrigo de tweed. 
—Ese de ahí. Ese es Lucas Blackwell, un ex-perfilador del FBI que tuvo un 
colapso mental. 
—Es un trabajo estresante —razonó Blake—. No me gustaría lidiar con 
todas esas cosas. 
Zane recogió la pelota de béisbol de su escritorio y la lanzó al aire. 
—Les dijo a sus superiores que resolvía casos usando poderes psíquicos, 
luego señaló a otro agente del FBI como el autor de una docena de casos de 
secuestro. 
Blake soltó una carcajada. 
—Mierda. Y ¿Se lo llevaron a la granja divertida? 
Zane asintió. 
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—Retención psicológica de treinta días. Luego lo enviaron a enseñar en una 
pequeña universidad de artes liberales donde conoció al profesor genio, se 
enamoraron, se casaron y tuvieron dos hijos. 
—Entonces, están viviendo el sueño americano. ¿De qué me estoy 
perdiendo? —preguntó Blake. 
—¿El antiguo colega, al que acusó de secuestrar y matar a una docena de 
mujeres? Bueno, él también desapareció en circunstancias misteriosas. 
La mirada de Blake se disparó hacia la suya y se enderezó en su silla. Sí, ahora 
Zane tenía su atención. 
—Está bien, lo admito, eso es un poco raro. 
Zane asintió, señalando al pelirrojo. 
—Y ¿Éste, el doctor? Sí, ese de ahí es su marido. Es un mecánico. 
Blake miró la foto del hombre de cabello oscuro y se encogió de hombros. 
—¿Eso es? ¿Tu gran revelación es que el doctor se casó con un mecánico? A 
algunas personas les gusta un hombre que sabe cómo usar sus manos. Demonios, 
si pudiera encontrar a una mujer que distinguiera un carburador de una batería 
de auto, probablemente me casaría con ella. 
Zane puso los ojos en blanco. 
—Esa no es la parte sospechosa. Es dueño de una tienda de reparaciones al 
final de la calle. Esa en la que hay docenas de muchachos entrando y saliendo a 
todas horas de la noche. 
Blake negó con la cabeza. 
—Entonces, ¿Qué me estás diciendo, hombre? 
Zane siguió lanzando la pelota al aire. 
—No sé lo que estoy diciendo. ¿Tal vez el doctor es un proveedor de drogas 
y los niños estos son sus dealers? Quizá sea un taller de desguace. 
—¿Por qué el hijo de un multimillonario necesitaría vender drogas o tener 
un desguacede autos? Demonios, ¿Por qué un Doctor tendría que hacer esas 
cosas? Creo que estás leyendo en la mierda. Tu mamá te tiene persiguiendo 
fantasmas, hombre. 
Onley James Perturbado 
 
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Zane negó con la cabeza. 
—Bueno, escucha esto. El mecánico. Su hermana desapareció hace una 
década, luego apareció muerta en el río, sin un riñón. No se dio ninguna 
explicación, nadie siquiera investigó el caso. 
Blake frunció el ceño, mirando fijamente la fotografía del hombre en cuestión. 
—Vivimos en un barrio de mierda, hombre. La gente termina en el río todo 
el tiempo. Y no es por poner un punto demasiado fino, pero ella no era blanca. 
Todos sabemos que solo las mujeres blancas y con dinero son las que reciben 
toda la atención. 
Zane había pensado en eso. 
—Está bien, pero ¿No crees que es extraño que tres de los hijos de Thomas 
Mulvaney terminaron con hombres que perdieron a alguien cercano a ellos en 
circunstancias turbias? —Preguntó. 
Blake negó con la cabeza, pasándose los dedos por detrás del cuello mientras 
miraba el tablero. 
—No realmente, hombre. No. El esposo de mi tía Carol la mató a golpes con 
una tostadora. Christabel, en contabilidad... alguien mató a su prima con un 
machete en Haití. El padre de Beach fue asesinado a tiros en un atraco en una 
licorería. Vivimos en un mundo violento. La única diferencia entre nosotros y 
Thomas Mulvaney es que a nadie le importa una mierda nuestras vidas. 
—Te lo digo, hay algo sospechoso con esta maldita familia —Zane se puso 
de pie de un salto—. ¿Ves estos pines rojos? Son cadáveres encontrados en la 
zona en los últimos dos años. ¿Mira cuántos encontraron en o alrededor de las 
propiedades de Thomas Mulvaney? 
Blake le sonrió como si fuera gracioso. 
—El tipo es dueño de la mayor parte de la ciudad, hermano. Sería más 
difícil esconder un cadáver en una propiedad que no es de su propiedad. 
Zane negó con la cabeza, la frustración ardiendo a través de él. Blake tenía razón, 
pero había algo allí. El instinto de Zane nunca se equivocaba. 
—Necesito seguir cavando. Necesito acercarme. 
Blake lo miró de soslayo. 
Onley James Perturbado 
 
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—No, debes dejar de jugar a Truman Capote4 y escribir la copia de la foto 
que tomé o no podrás pagar el alquiler de este horrible motel de cucarachas al 
que llamas hogar. ¿Quieres pedirle dinero a Bev porque perdiste otro trabajo? 
Zane no había perdido trabajos. Había dejado trabajos. Escribir artículos para 
tabloides no era un trabajo. Era un plan de respaldo. Si Zane quería que el mundo 
lo tomara en serio como periodista, necesitaba descifrar una gran historia. Una 
historia tan grande que incluso su madre no pudiera encontrar razones para 
negar su éxito. 
—¿No quieres ser algo más que un paparazzi? —preguntó Zane. 
Blake bufó. 
—Gano mucho dinero tomando fotos de celebridades. Lo suficiente como 
para pagar mi equipo de cámara que me permite tomar las fotos que realmente 
quiero tomar. Las que algún día me ganarán premios. 
Blake era un buen tipo. Era inteligente, talentoso, divertido. Pero él no tenía los 
instintos para esto. 
—Hay algo aquí. Sé que creer en un multimillonario altruista es como creer 
en el hada de los dientes o en Papá Noel. No existen. 
—Eso es un poco clasista, ¿No? —preguntó Blake. 
Zane alzó la barbilla. 
—No si yo tengo la razón. 
Blake arrugó el envoltorio de su sándwich. 
—Está bien, digamos que Thomas Mulvaney es el diablo. Es un… ¿Qué?… 
Cerebro criminal de alto rango. ¿Qué vas a hacer al respecto? ¿Crees que vivirás 
lo suficiente como para escribir ese artículo? 
Zane señaló a un grupo de alfileres rojos. 
—Sí. Gracias a ellos. 
Blake frunció el ceño. 
 
4 Truman Streckfus Persons, más conocido como Truman Capote, fue un literato y periodista estadounidense, 
autor de la novela Breakfast at Tiffany's y su novela-documento In Cold Blood. 
Onley James Perturbado 
 
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—¿Ellos? 
Zane asintió. 
—Todos estos hombres murieron en un incendio en una de las propiedades 
de los Mulvaney. 
—¿Y? —Dijo Blake. 
—Y eran: un congresista, un sacerdote, un maestro y un policía. Gente con 
poder. Personas que tenían familias que los extrañan. 
—Eso no es una historia. Ese es el comienzo de una mala broma. La 
historia de esos hombres ha sido contada. Eran pedófilos. Abusadores en serie. 
Nadie los extraña. Ni siquiera sus familias. Si resulta que Thomas Mulvaney los 
mató, la ciudad probablemente le organizaría un maldito desfile. 
Zane negó con la cabeza. 
—Solo necesito acercarme. 
—¿Acercarte a qué? —preguntó Blake, exasperado. 
—A Thomas Mulvaney. 
Llegar a Thomas Mulvaney era la clave para descifrar esta historia, fuera lo que 
fuera. Necesitaba pistas. Necesitaba un rastro al que seguir. Había una diferencia 
entre sospechar que alguien era un autor intelectual criminal y probarlo. Para 
acabar con el clan Mulvaney, necesitaría pruebas irrefutables y, para ello, Zane 
tendría que entrar en el círculo íntimo de Thomas Mulvaney. 
Si Zane pudiera conocerlo, convencerlo de que era un corazón sangrante 
altruista, tal vez le daría un pequeño vistazo detrás de las cortinas de la familia 
Mulvaney. Pero Zane no tenía nada en común con un uno por ciento como 
Thomas Mulvaney. Zane había nacido en la clase media y, gracias al arduo 
trabajo y la perseverancia de su padre, habían ascendido a la clase media alta. 
Mulvaney probablemente gastaba el dinero del pago del alquiler de Zane en un 
alfiler para su corbata. 
—Si tu tuvieras que llegar a él, ¿Cómo lo harías? —preguntó Zane. 
Nadie sabía mejor que Blake cómo llegar a las personas que no querían ser 
atrapadas. Había visto al hombre colgado boca abajo de un árbol para tomar una 
foto de una celebridad. 
Onley James Perturbado 
 
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Blake suspiró, sacando su teléfono. 
—Nunca pasarás la puerta principal. Demonios, no lograrías pasar por la 
puerta trasera. Lo mejor que puedes esperar es deslizarte por una ventana del 
sótano, metafóricamente hablando. 
—¿Cómo sería la ventana del sótano de Thomas Mulvaney? —preguntó 
Zane. 
Blake se encogió de hombros. 
—Mira sus redes sociales. El hombre se pasa la vida asistiendo a galas de 
mierda, como la de “Salvar a las Alpacas”. Se toma fotos con pequeños niños 
calvos con cáncer. Si quieres llegar a él, así es como tienes que hacerlo. 
—Por favor, dime que no estás diciendo que necesito colarme en alguna 
recaudación de fondos para niños con cáncer —Zane tenía principios. 
Blake giró su teléfono hacia Zane. 
—¿Qué tal una cena de entrega de premios? Parece que va a recibir algún 
tipo de conmemoración esta noche. 
—¿Cómo es que sabes eso? —preguntó Zane. 
Blake puso los ojos en blanco. 
—Se llama Internet, Zane. Todos tenemos acceso a él ahora, ¿Sabes? 
Zane resopló. 
—¿Cómo me escabullo en una cena de entrega de premios? No creo que 
pueda simplemente entrar. 
Blake negó con la cabeza. 
—Todos esos eventos importantes ahora tienen un código de barras. Tienes 
que escanear tu teléfono en la puerta —Se puso de pie de un salto—. Gracias por 
el almuerzo, pero me tengo que ir. Ah, y Beach necesita esa copia en una hora. 
Beach. Eso era a quien necesitaba. Ella era su editora, y la definición de la palabra 
rompe pelotas tenía su foto al lado. Sacó el teléfono y buscó su nombre, 
presionando el botón de llamada justo cuando la puerta se cerró detrás de Blake. 
Ella respondió al tercer timbre. 
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—¿Tienes el artículo del anuncio? 
Probablemente debería haber llamado después de que terminar de escribir eso. 
—Aún no. Necesito un favor. 
Beach se burló. 
—Sin esa copia, no hay favor. 
—Es un pequeño favor. Uno diminuto. 
Beach suspiró. 
—¿Qué es? 
—Solo necesito entrar a la cena de premiación de esta noche. 
—¿Estás loco? 
—Puedo tener el artículo para ti en literalmente veinte minutos —
intercambió Zane—. ¿Por favor? Esta podría ser una gran historia. 
—Zane, soy una mujer de cuarenta años que pasa sus días jugando Let’s 
Make a Deal con todos los publicistas de la ciudad para mantener a sus clientes 
famosos dentro o fuera del ojo público, dependiendo de lo que nos beneficie 
económicamente a todos. Las únicas historias que me importan son las malas. 
Entonces, a menos que me cuentes una historia en la que encuentres a Barbara 
Walters haciéndole una paja a Matt Lauer debajo de la mesa de esa cena, no voy a 
ayudarte. 
El labio de Zane se curvó ante la imagen demasiado vívida que su cabeza pintó. 
—Thomas Mulvaney puede ser bastante jugoso si me ayudas a encontrar 
algo. 
Beach gimió. 
—¿Aún sigues con eso? Déjalo. A nadie le importan los multimillonarios 
corruptos. 
—Por favor, Beach. ¿Por favor? Ni siquiera tienes que hacer nada, solo 
cambiaré un par de tarjetas de identificación cuando llegue allí. 
Beach se burló. 
Onley James Perturbado 
 
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—Ni siquiera estás invitado. No hay intercambio de tarjetas cuando dicha 
tarjeta no existe. 
—Es una entrega de premios para la prensa. A nadie le importará una 
mierda si arruino su pequeña fiesta. Seguramente, alguien en el periódico fue 
invitado. Somos técnicamente prensa, ¿Verdad? Solo ponme como suplente, seré 
quien tú quieras que sea, ¿Por favor? 
—¿Sabes qué? Okey. Pero será mejor que encuentres una maldita historia 
tan jugosa que te quedes pegajoso durante toda una semana. 
—Gracias. Gracias. Gracias. No te decepcionará. 
—Escuché eso de casi todos los hombres en mi vida y nunca fue verdad —
murmuró. 
Zane escuchó un encendedor y luego Beach inhaló. 
—¿Pensé que habías dejado de fumar? 
—¿Quién eres? ¿Mi madre? Ocúpate de tus propios asuntos, entrometido. 
—Solo me importa tu salud. 
—A la mierda con eso, es tu salud la que está en cuestión. Y ¿Zane? 
—¿Sí? 
—Escúchame con atención porque hablo enserio. Lo juro por todos los 
dioses y santos, si te atrapan acosando a Thomas Mulvaney, voy a fingir que no sé 
quién diablos eres. Sonreiré y saludaré mientras te llevan esposado. 
Zane se rio. 
—¿Esposado? ¿Por irrumpir en una cena de prensa? De alguna manera, lo 
dudo mucho. 
Beach hizo un ruido de ya veremos. 
—¿Tienes algo que ponerte que no te haga parecer un mesero? 
No. No, no lo tenía. Ni siquiera estaba seguro de tener una corbata que no tuviera 
una mancha. 
—Eso duele. 
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Ella resopló. 
—Puedes llorar todo lo que quieras. 
Zane sonrió. 
—Solo envíame un mensaje de texto sobre quién se supone que seré esta 
noche. 
—Sí, sí —murmuró ella. 
—Gracias. Eres la mejor —dijo dulcemente. 
—Come mierda —dijo ella, con la voz igualmente empalagosa. 
 
Onley James Perturbado 
 
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Capítulo Dos 
Asa 
 
Llegué. Aiden manda a decir que te jodas. 
 
Asa Mulvaney miró fijamente el texto de su hermano gemelo, Avi. Como si Asa no 
supiera que Avi había llegado sano y salvo a casa de Aiden. Nunca había un solo 
momento en que no supieran dónde estaba el otro o qué estaban haciendo. No sin 
poner esfuerzos en romper la conexión. 
Asa no le escribió nada de eso. Termino por enviar un: Dile que se joda 
igualmente. 
No había malicia en el intercambio. Asa disfrutaba pasar tiempo con todos sus 
hermanos, aunque dada la complicada historia entre su padre y Aiden, se sentía 
raro llamar a Aiden su hermano. Pero, por el momento, era aún más difícil llamar 
a Thomas su padre. 
Thomas era la razón del sufrimiento de Asa. Él era el motivo de su agitación, de 
esta repentina necesidad de matar algo con sus propias manos. Asa solía matar 
por placer. Claro, era necesario. En la familia Mulvaney no se mataba sin causa. 
Esa era la regla cardinal, y romperla resultaría en una bala en la cabeza. Pero no 
había escasez de personas que necesitaban morir. 
Una risa discordante atravesó el murmullo inaudible de una conversación 
interminable a su alrededor. Preferiría una bala en la cabeza a su entorno actual. 
Pero su padre estaba empeñado en torturar a Asa, al parecer. Además de haber 
exiliado a su hermano a ningún lugar5, había enviado a Asa a la cena de entrega 
de premios a la prensa para aceptar su premio honorífico de mierda y pronunciar 
un discurso de aceptación en su nombre. 
Asa no había hecho nada de eso. 
 
5 Osea, que literalmente queda en la nada. 
Onley James Perturbado 
 
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Todo estaba tomando demasiado tiempo. Apuró su whisky y escaneó con la 
mirada a la multitud de personas con sus elegantes corbatas negras. ¿Cómo 
diablos es que apenas eran las nueve? ¿Su padre también habría dominado el arte 
de ralentizar el tiempo para provocarle una máxima irritación? El sonido de 
cubiertos rozando contra la porcelana y los vasos chocando entre sí, combinado 
con el olor nauseabundo del pollo y las alfombrillas detrás de la barra, era 
demasiado. 
Especialmente sin Avi. 
La gente encontraba extraña su cercanía. Había rumores, susurros silenciosos 
detrás de las manos, que implicaban que eran mucho más cercanos de lo que dos 
hermanos deberían ser. Eso no era cierto. Lo que tenían iba más allá de lo físico. 
No era algo sexual o incluso mental. Era... universal. Fueron creados para 
funcionar como una unidad. No para estar separados. Eran dos mitades de un 
todo, y no habían pasado más de una o dos noches separados en más de veinte 
años. 
Su padre había dicho que no lo hacía por crueldad, que era imperativo que uno 
pudiera funcionar sin el otro, por si acaso. ¿En caso de qué? No había Asa sin Avi, 
y viceversa. Si uno moría, también podrían sacrificar al otro inmediatamente. 
Pero, su padre no quería escucharlo. No quería creerlo. Entonces, ahora se veían 
obligados a soportar este ridículo experimento bajo un pretexto de ayuda. El que 
Avi fuera a ayudar a Aiden con un objetivo al otro lado del país, era una autentica 
mierda. Y todos lo sabían. 
Tiró de su cuello, aflojándose la pajarita antes de soltarla. Hizo una señal para 
otro whisky mientras contemplaba simplemente irse. Ya se había perdido el 
premio de su padre, dejando que una mujer al azar lo aceptara por él. Una que 
seguramente le había ganado un regaño a Asa para mañana. 
Dio un gruñido frustrado, sorprendiendo a la mujer de mediana edad que 
intentaba tomar su vino del hombre detrás de la barra. Él le regaló lo que 
esperaba fuera una sonrisa de disculpa, pero ella se alejó en una carrera. Asa 
tenía dificultades para mantener la máscara en su lugar cuando la agitación lo 
atravesaba como hormigas debajo de la piel. 
Solo necesitaba un cuerpo. Cualquiera. No sabía si quería follar con alguien o 
matarlo, pero cuanto más tiempo estuviera bebiendo, menos le importaba. Si su 
padre le hubiera dado un objetivo esta noche, algún pedazo de mierda que se 
Onley James Perturbado 
 
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mereciera sufrir antes de morir, eso al menos le habría dado alguna salida. Y Asa 
sin salida era un peligro. Lovolvía más imprudente que de costumbre, y Asa ya 
era lo bastante imprudente. 
—Pareces un supervillano. 
Asa miró hacia arriba para notar a un hombre apoyado contra la barra con una 
camisa blanca y pantalones negros. Pensó que era del servicio hasta que notó los 
Chuck Taylors6. Ciertamente no lo miraba como si fuera de servicio. Lo miraba 
con un interés que Asa le sorprendía, dado lo mucho que su máscara había caído. 
El extraño no era sexy en el sentido tradicional. No era el tipo de Asa en absoluto. 
Asa a menudo se apegaba a los tipos fuckboys calientes, que solo buscaban 
buenas fotos para sus redes sociales y no lloraban demasiado cuando él no se 
quedaba para el desayuno. 
Este extraño parecía muy ordinario. No, no ordinario. No parecía barnizado. No 
había carillas, ni bronceadores en aerosol, ni lentes de contacto de colores, ni 
puntas blanqueadas. Tenía una cara angulosa, labios carnosos y suaves rizos que 
caían sobre sus ojos cuando inclinaba la cabeza para observar a Asa, justo como 
lo estaba haciendo ahora. 
Él era del tipo heroico y chic. Una linda estrella de rock. Sólo que estaba un poco 
delgado, pero poniéndole un par de pantalones de cuero y un abrigo de piel y las 
chicas le arrojarían sus bragas antes de que la casa se quedara a oscuras. De 
alguna manera, funcionaba. Los rizos oscuros, las cejas pobladas y los ojos color 
whisky enmarcados por anteojos de montura negra simplemente... funcionaban. 
O tal vez Asa simplemente reconocía a una víctima cuando veía una. Giró su 
taburete hacia el extraño, dándole una obvia mirada. Sus labios se curvaron en 
una sonrisa. 
—Oh sí. ¿Cómo es eso? 
El hombre tomó la pregunta como una invitación y se sentó en el taburete a su 
lado, haciéndole un gesto al barman antes de inclinarse como si fuera a 
confesarle un secreto. 
—Bueno, tienes este aire melancólico y sexy, pero debajo de eso... pareces 
un depredador —Se recostó, asintiendo hacia las manos de Asa, su voz perdió el 
 
6 Es un tipo de zapato converse. 
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bajo tono ronco que había tenido hacía unos segundos—. Además, parece que 
estás a punto de estrangular a alguien con tu corbatín. 
Asa miró hacia abajo para ver que se había enrollado los extremos de la corbata 
alrededor de los dedos, convirtiéndolo en una especie de garrote. 
—Parece que cualquiera con algo de sentido común sabría mantenerse 
alejado de un depredador. 
El hombre le dedicó el destello de dientes blancos perfectos en una sonrisa 
intermitente. 
—Bueno, escuchando lo que mi mamá suele decir, Dios me dio el sentido 
común de un nabo. Pero te mantendré vigilado. Por si acaso. 
Asa arqueó una ceja. 
—Sí, haz eso. 
Llegó el cantinero y ordenaron sus bebidas. 
—Eres uno de los gemelos Mulvaney, ¿Verdad? 
Allí estaba. El problema de ser un Mulvaney era que todos sabían que eras un 
Mulvaney. 
—Sí. Asa. Y ¿Tú eres? 
El hombre le tendió la mano. 
—Zane Scott. 
Asa tomó su mano, sorprendido cuando Zane la apretó. Su piel era cálida y suave. 
No quería dejarlo ir, pero lo hizo. 
—Tienes el nombre de un reportero, Zane Scott. ¿Eres reportero? 
La esquina de la boca del hombre se curvó hacia arriba en una media sonrisa 
mientras miraba alrededor de la habitación. 
—¿Un reportero? ¿En este lugar? 
Sabelotodo. 
—¿Eso es un sí? 
Onley James Perturbado 
 
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—No. No todavía, de todos modos. En este momento, solo soy un bloggero 
esperando mi gran oportunidad. 
El cantinero regresó con sus bebidas, y Asa tomó un largo trago de su whisky 
mientras observaba a Zane acercar la copa de vino a sus labios. El cerebro de Asa 
era un desastre de alcohol y malas decisiones. No pudo evitar imaginar su mano 
alrededor de la delicada garganta de Zane, forzándolo a tomar su polla entre esos 
labios perfectos hasta hacerlo atragantarse. 
Pero él era un reportero. Solo eso debería haberlo hecho decir buenas noches. Las 
reglas sobre los reporteros –y los aspirantes a reporteros–, eran muy claras en la 
casa de los Mulvaney. No hablen con los periodistas. No reaccionen a lo 
periodista. Y aunque su padre nunca había pronunciado las palabras “no se follen 
a los periodistas”, Asa asumió que debía estar implícito. 
Asa se inclinó más cerca. 
—Te ves como Clark Kent con esos anteojos —dijo, empujándolos hacia el 
puente de la nariz de Zane, notando la forma en que sus fosas nasales se 
ensancharon ante el toque de Asa. 
La polla de Asa también tomó nota de eso. 
Una vez más, Zane le dedicó otra sonrisa a lo “parpadea y te la perderás”. 
—No me vería como Clark Kent en ninguna encarnación del universo DC. 
Más bien como Lois Lane. 
Zane tenía razón. No era un tipo de superhéroe. Pero eso estaba bien con Asa. No 
estaba buscando una pelea justa. Una vez más, ese impulso de arrastrar a Zane y 
hacerlo suyo se apoderó de él. ¿Le dejaría arrastrarlo al baño y follárselo en uno 
de los cubículos? ¿Se arrodillaría por Asa? Asa reprimió el impulso de 
averiguarlo. 
Se encontró con la mirada de Zane. 
—Los superhéroes están sobrevalorados. Los villanos siempre son más 
divertidos. 
—¿Villanos como tú? —replicó Zane, tomando otro sorbo de su vino. 
Asa extendió una mano y envolvió uno de los rizos de Zane alrededor de su dedo. 
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—Tu pelo es realmente bonito. Todo en ti es realmente bonito. Incluso 
aunque estás vestido como si fueras del servicio. 
Zane no se movió, su expresión desconcertada. 
—No puedo entender si estás coqueteando conmigo o te estás burlando de 
mí. 
Asa sonrió. 
—Te estoy proponiendo algo, Lois Lane. Pero te recomiendo 
encarecidamente que digas que no. 
Zane se inclinó hacia delante, apoyando el codo en la barra y la barbilla en el 
puño. 
—¿Oh? Interesante. 
—¿Lo es? —preguntó Asá. 
La inquietud goteó a lo largo de la columna de Asa como agua fría. Había algo 
allí. Una inteligencia astuta detrás de los ojos de Zane que le hizo saber a Asa que 
tenía una agenda detrás. Quizás Zane era el verdadero depredador. 
Zane inclinó la cabeza, mirándolo. 
—¿Al menos vas a decirme el por qué? 
Sí, Zane Scott estaba lleno de mierda. Esta cosita inocente y coqueta era una 
mierda. Tenía una puta agenda. Pero Asa también tenía una. Quería jugar con él. 
Quería castigarlo. Y quería follárselo. 
Asa lo miró directamente a los ojos. 
—Porque soy un depredador, y tú te pareces mucho a una presa. 
Los ojos de Zane se abrieron. 
—Oh. 
Asa suspiró. 
—No me escuches. Estoy borracho. Soy imprudente cuando estoy borracho. 
—Pensé que los gemelos Mulvaney siempre eran imprudentes. 
Asa se rio entre dientes. 
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—Sí, pero esa es la cosa. Me falta un gemelo. Sólo soy yo. Y me 
emborrachó... sin supervisión... él es el verdadero supervillano. 
—Coloréame intrigado7. 
Te colorearé con tu propia sangre. 
—Escucha, al final de esta noche, pelearé con alguien o me lo follaré. 
Preferiblemente ambos. 
Las pupilas de Zane se dilataron, su cuerpo balanceándose más cerca. 
—¿Es eso lo que haría Asa sobrio? 
El Asa sobrio se iría a casa y llamaría a un trabajador sexual, quien firmaría un 
NDA8 y lo dejaría vivir sus retorcidas y enfermizas fantasías en un ambiente 
controlado. 
—El Asa sobrio te llevaría al estacionamiento, te doblaría sobre el capó de 
su Maserati, y haría que te corrieras lo suficientemente fuerte como para olvidar 
tu propio nombre. Luego, probablemente nunca te volvería a llamar. 
Los labios de Zane se separaron. 
—Oh—dijo de nuevo. 
—¿Dirías que no? —Respondió Asa. 
Zane pareció pensar en ello, luego sacudió la cabeza lentamente y una sonrisa de 
formó en sus labios. 
—No. 
—Exactamente —dijo Asa, como si eso fuera un problema. 
—Entonces, ¿No haremos eso? —preguntó Zane, sonando divertido. 
—No, soy el Asa borracho. Bueno, el Asa moderadamente bebido —Apuró 
lo que quedaba de su Whisky—. No querrías encontrarte con el Asa borracho. 
Zane se rio. 
 
7 Del inglés, Color me intrigued, quiere decir algo así como “Me has intrigado” en la traducción, sin embargo, 
se colocó la traducción literal para que tuviera sentido con lo que dice Asa después. 
8 Son los acuerdos de confidencialidad o no divulgación. 
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—¿El Asa borracho es peor que follarme en un estacionamiento público y 
nunca volver a hablarme? 
Esas campanas de advertencia en la cabeza de Asa ahora estaban gritando como 
sirenas. Sirenas de policía Ninguna persona en su sano juicio empujaría a Asa así, 
sabiendo lo cerca que estaba de romperse. Zane claramente quería obligarlo a 
hacer algo de lo que no pudiera retractarse. 
Y Asa estaba deseando hacer algo de lo que no pudiera retractarse. Se inclinó más 
cerca. Zane olía a limpio, como a jabón. Asa presionó sus labios contra su oído, 
luchando contra el impulso de morderlo hasta hacerlo gritar. 
—Estás jugando un juego muy peligros, ¿Estás dispuesto a seguirlo hasta el 
final? 
La voz de Zane se volvió áspera, su tono lleno de promesas mientras fingía 
inocencia. 
—No sé a qué te refieres. 
—Quiero decir, no deberías provocar a un supervillano cuando huele a su 
presa —La polla de Asa se endureció detrás de su cremallera ante la exhalación 
sorprendida de Zane—. Sí, definitivamente eres una presa. Apuesto a que tu 
corazón está latiendo muy rápido en este momento —Curvó su mano alrededor 
de la parte posterior de su cuello, su pulgar acarició la piel antes de aterrizar 
sobre la arteria. El pulso de Zane estaba acelerado como el de un conejo—. Sí, ahí 
está. Sabes que perderías. ¿Todavía quieres jugar? 
—¿Cómo sabré eso si no me has contado del juego? —Le preguntó Zane, 
tragando audiblemente. 
—Pero lo hice. El juego es depredador contra presa —dijo, dejando que sus 
labios rozaran el caparazón de su oreja, sin preocuparse en absoluto por la 
multitud que los rodeaba—. Tengo ganas de cazar. 
—¿Quieres perseguirme por el estacionamiento? —La voz de Zane ya no era 
burlona sino ansiosa, sin aliento, como si pudiera saborear el peligro en el aire. 
Asa se apartó lo suficiente para mirarlo a los ojos. 
—¿El estacionamiento? No. Eso no es divertido. Hay demasiados testigos. 
Alguien podría detenerme. 
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—Entonces vayamos a tu casa —contrarrestó Zane, sin vacilación en su 
mirada. 
La polla de Asa palpitó. 
—Para ser más claros, si aceptar ir a casa conmigo, voy a desnudarte y te 
dejaré suelto en mi casa. Una vez te atrape, voy a follarte en donde caigas. Y no 
habrá ni una sola alma que pueda salvarte. 
La voz de Zane ya no era burlona sino cruda. 
—¿Quién dijo que quiero ser salvado? Pero también tengo una advertencia 
para ti. 
Asa emitió un gruñido bajo de aprobación. 
—Y ¿Eso es? 
—Me voy a defender. 
La sonrisa de Asa fue casi salvaje. 
—Joder, más te vale. 
 
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Capítulo Tres 
Zane 
 
Zane podía escuchar la voz de su hermano en su cabeza. Has perdido la maldita 
cabeza. Gage siempre era la voz de su cabeza. Su subconsciente. Su Pepito Grillo. 
El fantasma en su máquina. Sin embargo, Gage El Fantasma tenía razón. Zane 
había perdido la cabeza. ¿Estaba realmente dispuesto a acostarse con Asa 
Mulvaney por una noticia? No, no acostarse con él, dejar que Asa Mulvaney lo 
persiguiera, acechara y follara. ¿Con la remota posibilidad de que pudiera 
encontrar algo que le diera una pista sobre lo que hacía exactamente Thomas 
Mulvaney durante su tiempo libre? 
Sí, definitivamente lo haría. 
Zane podía fingir que todo esto venía de la necesidad de conseguir una noticia, 
pero la fría y dura realizar era que Asa Mulvaney era el hombre más sexy que 
Zane hubiese visto de cerca, y la idea de ser sujetado y follado sin sentido, sonaba 
exactamente como lo que estaba necesitando para esta noche. O cualquier noche, 
la verdad. Había pasado mucho tiempo desde que alguien había mirado a Zane 
como si fuera digno de ser cazado. 
Y si husmeaba un poco después de eso, entonces que así fuera. 
Asa se había ofrecido a llevar a Zane en la limusina, pero él había querido llevar 
su propio auto. Deseaba una opción de escape viable si esto pasaba de ser sexo 
kinky a una agresión criminal. Asa no había pestañeado cuando Zane le dijo que 
prefería conducir él mismo. Le había dado su dirección con una sonrisa, rozando 
sus labios contra la mejilla de Zane de una manera que no debería haberle 
causado una erección. 
Cuanto más lejos de la ciudad conducía Zane, más contemplaba dar la vuelta e 
irse a casa. Asa vivía en una gran propiedad a treinta minutos de la ciudad, en 
una casa que él mismo había diseñado. Su hermano también vivía allí, pero 
también tenían un apartamento en la ciudad. Zane había pensado que Asa lo 
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llevaría a su departamento, en donde habría vecinos y un portero. Personas que 
sabrían que Zane había estado allí. 
Zane cantó junto a Bon Jovi9 mientras contemplaba sus opciones de vida. Sus 
manos temblaban cada vez que las retiraba del volante. No quería morir en una 
casa que había aparecido en la portada de Architectural Digest10. Pero tampoco 
había dado la vuelta, ¿Por qué no había dado la vuelta? 
Porque había perdido la puta cabeza. 
Le había dicho a Asa Mulvaney que podía desnudarlo y perseguirlo. No, cazarlo. 
Asa dijo que lo follaría en donde cayera. Y eso no debería haber sonado tan 
caliente, ¿Verdad? Había algo fundamentalmente mal con Zane. Ser cazado y 
reclamado por Asa no debería haber sido la mejor fantasía que hubiese escuchado 
en su vida. Pero lo era. Realmente lo era. Bajó la temperatura del aire 
acondicionado hasta que prácticamente produjo escarcha en las ventanas. El 
sudor de nervios no era nada sexy. Tampoco tener la boca seca. Tomó un sorbo 
de agua de la botella que había dejado antes dentro del auto, haciendo una mueca 
por la temperatura tibia. 
Cuando entró en el sinuoso camino, se enderezó en su automóvil durante diez 
minutos completos tratando de sofocar el temblor de sus entrañas. La limusina 
no estaba allí, pero el Maserati que Asa había mencionado antes estaba 
estacionado en el frente y al centro. El Maserati en el que Asa había dicho que 
quería inclinar a Zane encima. Su pene latía detrás de su cremallera. Cristo. Zane 
no tenía miedo. Zane estaba jodidamente excitado. No era el miedo lo que lo 
tenía temblando sino la adrenalina. 
Cuando llegó a la puerta principal, esta se abrió antes de que pudiera llamar. Asa 
estaba allí, los puños metidos en los bolsillos de sus pantalones negros hechos a 
la medida, aferrándose a los muslos gruesos. Estaba descalzo y con el pecho 
descubierto, luciendo perfectamente cómodo mientras estudiaba a Zane. 
Santa María, madre de Dios. Ningún ser humano debería verse así de sexy de 
cerca. Se había quitado el espeso cabello oscuro de la cara, como si se hubiera 
 
9 Bon Jovi es una banda de rock estadounidense formada en 1983 en Nueva Jersey, por su lídery vocalista Jon 
Bon Jovi. La formación actual la completan el teclista David Bryan, el batería Tico Torres, el bajista Hugh McDonald 
y el guitarrista Phil X. 
10 Architectural Digest es una revista mensual estadounidense fundada en 1920. Su tema principal es el diseño 
interior, en lugar de la arquitectura en general. 
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pasado los dedos unas cien veces entre ellos, las luces brillantes del vestíbulo 
resaltaban los pómulos perfectos y los ojos azul oscuro que lo seguían cada vez 
que Zane se movía. 
Los tatuajes eran una sorpresa. Asa tenía tatuada una enorme serpiente negra en 
el músculo pectoral izquierdo y un tigre en el derecho. Ambos brazos eran un 
remolino de tinta negra y roja. Debajo de la serpiente había un revólver envuelto 
en flores. Jesús. ¿Esa era una metáfora a algo? 
¿A Zane siquiera le importaba? Sus dedos ansiaban por trazar las crestas de sus 
músculos abdominales. Quería repasarle los tatuajes con la lengua. 
—No estaba seguro de que ibas a entrar —dijo Asa, con una obvia diversión. 
—Yo tampoco —admitió Zane. 
—¿Estás dudando? —preguntó, su voz contenía una cálida aspereza que 
quemó a través de Zane como un licor fuerte. 
Zane le dio una sonrisa titubeante. 
—¿Cuántas veces puede uno entrar en pánico y aun así decir que son 
dudas? Estoy al menos en el tercero o cuarto ataque, ahora. 
Asa se movió rápido, su mano de repente agarró la camisa de Zane y lo arrastró 
adentro, sujetándolo ahora contra la puerta cerrada. Dio un paso entre las 
piernas abiertas de Zane, dejándolo sentir lo duro que estaba. 
—¿Me tienes miedo? —bromeó. 
Zane tragó audiblemente. 
—¿Estaría arriesgando puntos de genialidad si dijera que sí? 
Asa soltó una risa ronca que parecía sacada de alguna novela sucia, luego se 
inclinó para pasar la lengua por el tendón del cuello de Zane en un movimiento 
que no debería haber sido tan excitante. 
—Prefiero la honestidad a la valentía. 
Zane soltó una risa nerviosa. 
—Está bien, ¿Qué tal esto para ser honesto? No quisiera morir por un 
orgasmo. 
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El pulgar de Asa tiró de la barbilla de Zane y su lengua se hundió en su interior 
para deslizarse sobre la de Zane, antes de desaparecer de nuevo. 
—Todavía estarás vivo para cuando termine contigo. Lo prometo —Los 
párpados de Zane se agitaron cuando la boca de Asa se inclinó sobre la suya en un 
beso más profundo—. Es tu última oportunidad para cambiar de opinión. 
El corazón de Zane martilleaba contra sus costillas, y estaba casi seguro de que no 
podía sentir los pies. 
—Estoy bien —dijo, tratando de ser casual, pero sonando un paso por 
encima de un estrangulamiento. 
Asa sonrió, como si encontrara adorable el terror de Zane. 
—Lo primero es lo primero. Soy negativo, ¿Tú? 
Zane parpadeó, su cerebro tratando de ponerse al día con el abrupto cambio de 
tema. Nadie le había preguntado algo así a quemarropa. 
—Sí… —logró decir, aclarándose la garganta antes de poner más confianza 
detrás de su respuesta—. Sí. 
Asa asintió. 
—Eso no nos exime de correr riesgos. Confío en que estás siendo honesto 
conmigo. Usaré condón si es lo que quieres, pero no puedo prometer que mi 
semen será el único fluido corporal que intercambiaremos esta noche. 
Cristo. 
Ahora, la voz de Gage gritaba dentro de la cabeza de Zane. Sal de ahí, mierda. 
Esto era una locura. Zane no era un tipo experimental. Era del sexo tipo posición 
misionera. El tipo de chico que se iba a la cama a las diez de la noche. El chico 
que siempre seguía las reglas. Pero ahora, era un reportero, y los reporteros 
hacían lo que fuera necesario para obtener una historia. Estaban dispuestos a 
morir por ello. 
Eso fue lo que se dijo a sí mismo de todos modos, que todo se trataba de obtener 
una noticia y no de la necesidad profundamente arraigada de ser tomado y 
poseído por este hombre, el tipo más hermoso que jamás había visto. 
Casi no reconoció su propia voz cuando dijo:—No tienes que usar condón. Solo 
no me dejes tan maltratado que necesite ir al hospital. 
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Las pupilas de Asa se agrandaron ante las palabras de Zane y algo muy parecido a 
un gruñido salió de sus labios. Luego, Zane se encontró siendo devorado. Asa olía 
a especias y sabía a whisky caro, y cuando juntó las caderas de ambos, los sonidos 
que Zane estaba haciendo estaban completamente fuera de su control. 
Las manos de Asa tiraron de la camisa poco ajustada de Zane y los botones se 
esparcieron por el piso de madera mientras arrancaba la tela de sus hombros. Asa 
mordió, lamió y chupó los labios magullados de Zane mientras le abría el 
cinturón y los pantalones con poca delicadeza. Como si lo necesitara desnudo, 
como si no pudiera esperar para enterrarse dentro de él. Dios, ¿Eso cómo se 
sentiría? ¿Pincharía y quemaría? ¿Sería un dolor sordo y punzante? 
Cuando estuvo desnudo, los brazos de Asa se enroscaron alrededor de él y sus 
manos apretaron su trasero, dedicándose a juguetear con los dedos entre sus 
nalgas, abriéndolo. Zane gimió. Nunca había estado tan duro en su vida y ni 
siquiera se había alejado todavía de la puerta. 
—No quiero decirte cómo jugar a tu propio juego, pero si no quieres que me 
venga aquí mismo en el vestíbulo, probablemente deberíamos reducir la 
velocidad. 
Un gruñido salió de los labios de Asa. Un maldito gruñido, en sentido literal. 
Como si fuera un condenado hombre lobo. Dejó caer las manos, alejándose de 
Zane, y por una fracción de segundo, él pensó que lo había arruinado todo. 
Asa le dio a Zane una mirada completa y apreciativa mientras que una lenta 
sonrisa lobuna se extendía por su rostro. 
—Corre. 
Zane corrió hacia las escaleras que dividían el centro de la habitación, girando a 
la izquierda cuando llegó al primer rellano. La risa de Asa resonó a su alrededor 
como algo salido de la Casa de la Diversión11 en un carnaval. Se dio cuenta 
demasiado tarde de que el segundo piso le dejaba demasiadas opciones. Era un 
pasillo de puras puertas cerradas. 
Tal vez eran los instintos de lucha o huida de Zane, pero podía escuchar los pies 
descalzos de Asa subiendo las escaleras, podía escuchar su propia respiración 
entrecortada mientras se movía de una puerta a otra, intentando una y otra vez 
 
11 También conocida como Casa de los Espejos. 
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que solo una se abriera. Pero todas estaban cerradas. Todas estaban jodidamente 
cerradas. 
Mierda. Mierda. Mierda. 
Asa lo tiró al suelo sin previo aviso, ambos rodaron antes de que Asa lo 
inmovilizara debajo de él. Todavía usaba los pantalones de vestir. Ambos 
comenzaron a forcejear, pero Asa tenía la ventaja: era más grande, más fuerte. 
Sin embargo, Zane era más inteligente. Se quedó flácido. La decepción de Asa fue 
evidente, pensando que Zane se había rendido. 
Asa aflojó su agarre y Zane lo golpeó, dándole con la fuerza suficiente en la nariz 
como para que sangre le salpicara en la cara, caliente y pegajosa. Asa gruñó 
mientras la sangre brotaba de su nariz a su boca, pero él estaba sonriendo. Zane 
le dio una patada en el muslo, logrando liberarse, y sin más remedio corrió hacia 
las escaleras que conducían al siguiente piso. 
Estaba en una carrera muerta con Asa pisándole los talones. En lo alto de las 
escaleras había otra puerta. La abrió, agradeciendo que cediera sin esfuerzo… 
Hasta que estuvo dentro. Había una cama grande de estructura de hierro. 
Paletas. Cadenas. Esposas. Instrumentosextraños que Zane nunca había visto 
antes. 
Su respiración lo dejó en un jadeo cuando Asa lo golpeó con toda la fuerza de un 
linebacker12, llevándolo al suelo una vez más. Zane extendió las manos justo a 
tiempo para evitar que su cara se estrellara contra la madera. 
Había caído directamente en la trampa de Asa. ¿Lo había llevado directamente a 
su cuarto de juegos? ¿Mazmorra sexual? 
Cámara de tortura13. 
Asa lo hizo girarse, sujetándole las muñecas por encima de la cabeza y las piernas 
cerradas alrededor de las de Zane. Ambos respiraban con dificultad, aspirando y 
soltando bocanadas ásperas que hicieron que Zane se sintiera como si alguien 
hubiera tratado de limpiarle los pulmones hasta dejarlos secos. Había cierta 
sensación de satisfacción al ver la sangre goteando de la nariz de Asa. 
 
12 En futbol americano, Line Backer o "apoyo" es la posición donde el jugador bloquea a la ofensiva. Muchas 
veces de manera agresiva (empujones). 
13 En BDSM son cuartos especiales con toda la indumentaria para juegos o escenas BDSM. 
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—¿Terminaste? —preguntó Asa. 
Zane clavó su rodilla en el diafragma de Asa, esquivando su agarre. Se puso de 
pie, pero Asa extendió una mano, envolviéndola alrededor de su tobillo y tirando 
con fuerza de él. Esta vez, la cara de Zane se conectó al suelo, y la cuenca de su 
ojo se sintió como si fuera a explotar, aturdiéndolo lo suficiente como para perder 
la pequeña ventaja que había conseguido. 
Entonces, Asa estuvo sobre él, inmovilizándolo con una mano mientras se 
desabrochaba sus pantalones con la otra, empujándolos fuera, lo suficiente como 
para que Zane sintiera lo grande que era. Enredó sus dedos en el cabello de Zane, 
tirando de su cabeza hacia atrás hasta provocarle un siseo. 
—Perdiste. 
Zane soltó una risa suave. 
—Sin embargo, ¿De verdad lo hice? 
Asa le mordió el lóbulo de la oreja lo suficientemente fuerte como para 
perforarlo. Tal vez se trataba de la adrenalina, tal vez era el miedo, pero que 
debería haber sido identificado como dolor por su cerebro, inundó todo su 
sistema con dopamina, haciéndolo gemir. 
—No te muevas o te encadenaré a la cama. 
Zane parpadeó confundido cuando el peso de Asa desapareció brevemente, pero 
regresó casi antes de que Zane pudiera registrar su ausencia. Las rodillas de Asa 
forzaron sus muslos a separarse. Entonces dos dedos resbaladizos se deslizaron 
entre sus mejillas, abriéndose paso dentro de su cuerpo. Gruñó por el impacto de 
la invasión, pero su pene estaba dolorosamente duro, goteando en el suelo. 
—Joder, estás apretado —Asa dijo con voz áspera, sus dedos se movían con 
una eficiencia brutal para abrirlo. Luego desaparecieron, siendo reemplazados 
por la cabeza redonda de la polla de Asa que se clavaba en su interior y le robaba 
el aliento de los pulmones. 
Era doloroso, su cuerpo ardía mientras trataba de reacomodarse para recibirlo. 
Asa no esperó a que Zane se adaptara. Su mano agarró la parte posterior de su 
cuello sujetándolo contra el suelo mientras lo follaba y usaba, gruñía mientras 
empujaba con la fuerza suficiente como para hacer que lagrimas brotaran de sus 
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ojos. Era monstruoso, bárbaro e incluso egoísta. Pero Zane nunca se había 
sentido más deseado en su vida. 
El dolor en su culo no era nada comparado con las endorfinas que estaba 
liberando. Había una sensación embriagadora al saber que era Zane quien hacía 
que un hombre como Asa Mulvaney se sintiera tan necesitado, tan hambriento, 
tan jodidamente imprudente. Y era imprudente y doloroso y un poco demasiado, 
pero, no podía evitar inclinar las caderas, adicto a la sensación de estiramiento y 
la quemadura de Asa mientras lo usaba. 
De repente, Asa dio un grito áspero, dejó caer la cabeza y hundió sus dientes en el 
hombro de Zane con la fuerza suficiente para sacar sangre mientras se vaciaba 
dentro de él. Podía sentir su polla palpitando mientras se corría. Zane se desinfló 
contra el suelo, respirando con dificultad cuando las caderas de Asa se 
contrajeron contra las suyas en pequeños empujones desiguales. 
Entonces se acabó. 
Excepto que todavía no. Zane se encontró de espaldas. Una de sus piernas estaba 
enganchada en el codo de Asa cuando este prácticamente lo dobló a la mitad para 
empujarlo hacia atrás. 
—Pensé que… —Murmuró Zane. 
Asa le sonrió. 
—¿Qué? ¿Qué te dejaría así? No, Lois Lane. Ahora es tu turno. Sin 
embargo, no sé cuánto más me quedará en el tanque, porque tu agujero está tan 
empapado con mi semen y se siente malditamente bien. 
Asa capturó su boca en un beso sangriento y comenzó a mover las caderas 
mientras follaba a Zane con una expresión casi dolorosa en el rostro. Se movió, 
cambiando el ángulo y golpeando ese pequeño manojo de nervios dentro de él. 
Zane no pudo evitar el gemido de impotencia que salió de sus labios, provocando 
una sonrisa en los labios de Asa. 
—¿Sí? Justo ahí. ¿Ese es el punto? 
Zane trató de hablar, pero no pudo, en su lugar dejó escapar otro sonido 
vergonzoso. 
—Sí, ese es el punto —dijo Asa, sonando demasiado complacido consigo 
mismo. 
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Plantó su mano en el suelo, tomando la polla goteante de Zane en su puño 
contrario y masturbándolo al mismo tiempo que sus lentos empujes dirigidos, 
hasta que Zane se sintió como su hubiese un resorte apretándose dentro de él, 
llevándolo hasta la liberación final. Las manos de Zane salieron disparadas, 
envolviendo la espalda de Asa, desesperado por encontrar algo a lo que aferrarse. 
No podía respirar. 
—Más duro. Joder. Más fuerte, por favor. 
Asa se rio entre dientes, pero obedeció, balanceando sus caderas hasta que Zane 
no pudo detener los gemidos de necesidad, las súplicas desesperadas que caían 
de sus labios o sus uñas desafilada que se arrastraban a lo largo de la piel de Asa 
hasta que los dos estaban gruñendo, uno por el placer y el otro por el dolor. 
El orgasmo de Zane llenó su cuerpo y todo su cerebro pareció congelarse cuando 
algo parecido a la felicidad inundó su sistema y, por solo unos segundos, el 
mundo se oscureció. Cuando parpadeó y volvió a abrir los ojos, Asa se estaba 
liberando de él y cayendo de espaldas a su lado. 
—Maldita sea, Lois. No pensé que serías tan divertido. Sin ofender. 
Zane estaba demasiado embriagado como para ofenderse. 
—Realmente necesitas pensar en un mejor apodo que Lois. 
Asa rodó sobre su costado, apoyando su cabeza en un puño. 
—¿Por qué? Esta es una aventura de una noche. Eso es algo bueno, 
también. Porque podría llamarte algo más suave, como tesorito o dulcecito. 
Zane resopló. 
—¿Esos son tus términos cariñosos y suaves? 
—¿Qué puedo decir? Soy un romántico de corazón. 
—Mm, bueno, ¿Crees que podrías señalarme hacia dónde queda el baño y 
tal vez traerme un poco de agua? Estoy mucho más fuera de forma de lo que 
jamás imaginé. 
El rostro de Asa de repente se cernió sobre él, apenas a una pulgada de distancia. 
—Ahora, eso no es cierto, dulcecito. Me has dado una gran pelea —Se puso 
de pie de un salto, y Zane finalmente pudo ver cómo lucía un Asa Mulvaney 
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completamente desnudo. Dios realmente lo moldeó con las dos manos, y ¿Había 
dos así? Jesús. 
Sacudió el pensamiento y sus ojos se abrieron como platos cuando Asa se alejó. 
Tenía enormes rasguños irregulares en la espalda, algunos lo suficientemente 
profundos como para que estuvieran sangrando. 
—Uh, ¿Yo te hice eso?