Vista previa del material en texto
El presente documento es una traducción realizada por Sweet Poison. Nuestro trabajo es totalmente sin fines de lucro y no recibimos remuneración económica de ningún tipo por hacerlo, por lo que te pedimos que no subas capturas de pantalla a las redes sociales del mismo. Te invitamos a apoyar al autor comprando su libro en cuanto esté disponible en tu localidad, si tienes la posibilidad. Recuerda que puedes ayudarnos difundiendo nuestro trabajo con discreción para que podamos seguir trayéndoles más libros. Sinopsis Desde el primer momento en que vi a Caleb, SUPE QUE ME PERTENECÍA. Y supe que tendría que salvarlo, porque, si no, ¿de qué otra forma la chica a la que nadie quiere se gana al chico amado por todos? Nada en su vida ni en la mía ha salido según lo planeado. Él es aislado y miserable. Yo tengo un ex vengativo, DOS HIJOS PEQUEÑOS y más problemas de los que puedo contar. Pero lo que no ha cambiado es esto: todavía se siente como si él fuera mío. Y PARECE QUE NECESITA QUE LO SALVEN. MI VIDA ES UNA CONDENA DE PRISIÓN. Vine al lago a cumplirla solo... pero Lucie está echando por tierra mis planes. Lucie, la niña que pasaba encerrada todos los veranos en la casa de al lado, ahora ha crecido -y Dios, cómo ha crecido- y parece que no puedo escapar de ella. Por donde mire, ella está ahí. Recordándome todas las cosas que solía desear, con las que solía soñar... Y ME HACE DESEARLAS TODAS DE NUEVO. The Summer, libro 2. Prólogo 2002 Mi tía abuela no estaba feliz. Solo había visto una vez antes a esta mujer que crio a mi papá, pero mientras me esperaba en su porche, viéndome arrastrar una maleta destartalada detrás de mí, no parecía más impresionada que la primera vez. Yo tampoco estaba tan feliz. Había visto a mi papá antes en revistas y en la televisión, sentado en un yate con otros famosos del mundo de la tecnología o mostrando su mansión, con su esposa modelo y sus hijos a su lado. Tenía grandes esperanzas en la cabaña junto al lago de la tía de mi padre, la tía Ruth, pero su casa apenas era mejor que la nuestra, y Elliott Springs, que me sonaba como el nombre de un centro turístico, resultó ser un pueblo de mierda muy al sur de San Francisco. Ni siquiera había semáforos. ―Ni siquiera apagó el motor ―murmuró Ruth mientras mi mamá se alejaba―. Emergencia laboral, mi trasero. Mi mamá ni siquiera tiene trabajo. Ella va a Disney con su novio. De alguna manera, contuve las palabras. Ayudó que mi mamá hubiera prometido llevarme con ellos el próximo año si me lo guardaba para mí. Mi tía suspiró, agarrando mi maleta. ―Bueno, vamos, entonces ―dijo, entrando a la casa y guiándome por un tramo de escaleras, explicándome cosas que ya sabía: que sería muy aburrido estar aquí para una niña de seis años, que necesitábamos quedarnos adentro. ―Nadie puede saber que estás aquí ―advirtió―. Tener una niña cerca no es lo que necesito en este momento. Asentí. Estaba acostumbrada a ambas cosas: a guardar secretos y no ser querida. Mi papá se había negado a conocerme alguna vez. Los novios de mi mamá se quejaban de mí todo el tiempo, y cuando ellos no se quejaban, mi mamá sí. Era un moretón al que me había acostumbrado tanto que apenas notaba cuando lo pinchaban. Ruth me llevó a una habitación que daba a la casa de los vecinos, pero podía ver el lago a la izquierda, con un muelle sobresaliendo y un grupo de niños que parecían unos años mayores que yo parados en su orilla. Caminé hacia la ventana, atraída por ellos, sin apenas escuchar mientras Ruth me decía que tenía que volver al trabajo. Estaban tirándose al agua, uno tras otro, aullando y gritando y tan… libres. Todos estaban bronceados, felices y guapos, pero por alguna razón mi mirada se posó en solo uno de ellos y se negó a desviarse. Verlo me llamó, como si estuviera diciendo: “Lucie, encuéntrame, perteneces aquí” aunque no tenía ni idea de que yo existía. Decidí observarlo atentamente, siempre que pudiera. Si se estuviera ahogando, iría a salvarlo, como Ariel salvó al Príncipe Eric. Estaba extrañamente segura de que algún día necesitaría que lo hiciera. 1 2023 Hay cosas lógicas en las que pensar cuando llamas a tu esposo para decirle que tu matrimonio ha terminado, pero el chico de al lado -un chico al que ni siquiera has visto en trece años-, no está entre ellas. Podría echarle la culpa al hecho de que estoy de vuelta en Elliott Springs… que estoy en el lago y parada en el mismo muelle donde Caleb una vez ejecutó saltos y clavados perfectos, pero eso implicaría que alguna vez dejé de pensar en él, lo cual no hice. No del todo. ―¿Cómo crees exactamente que vas a dejarme? ―pregunta Jeremy―. Tu única habilidad es ser sexy, y ya casi no la tienes. Es revelador que no haya mencionado a nuestros gemelos, que duermen en la casa justo detrás de mi hombro, ni una sola vez durante esta conversación. Ha estado demasiado concentrado en su indignación: primero, porque me atreviera a acusarlo de ser infiel, luego, porque realmente tenía pruebas y estaba haciendo algo al respecto. ―¿Ninguna respuesta inteligente? ―pregunta Jeremy―. Oh, espera. Para eso primero tendrías que ser inteligente. Veo por encima del hombro a la antigua casa de Caleb que se alza oscura y sin vida detrás de mí. Se vendió hace años, así que nunca podré ver en quién se convirtió, si se convirtió en un hombre que engaña a su esposa y luego la culpa. Si le dice a la mamá de sus hijos que su única habilidad es ser sexy. No puedo imaginar que lo haga, pero apuesto a que no se casó con alguien como yo, alguien que está aquí de pie, simplemente escuchando. Presiono el botón para finalizar la llamada y dejo el teléfono en el bolsillo de mi bata. Jeremy me hará pagar por eso (colgarle), pero aquí me siento como una persona diferente. La niña que solía ser, con distintos miedos y distintos deseos. En aquel entonces solo quería que una persona me quisiera. Quizás me aferré a la idea de Caleb simplemente porque era mi opuesto, rodeado de gente que lo adoraba... pero parecía más. Fue un secreto sucio toda mi vida, pero estaba segura de que todo cambiaría, que eventualmente estaría en este lugar, a su lado, saltando del muelle, tratando de mantener el equilibrio en una cámara de aire. Y ahora he vuelto, más de dos décadas después, y aún no he saltado al lago. En cierto modo esta es la primera vez en mi vida que realmente soy libre. Entonces salta, dice una voz en mi cabeza. Una voz loca e ilógica. Soy una mujer adulta con dos niños durmiendo adentro. Ni siquiera tengo una toalla, pero ya me estoy quitando la bata. Doblo las rodillas y salto con las puntas de los pies. Esta será mi ruptura limpia, mi nuevo comienzo y... Mierda, mierda, mierda. Estoy jadeando cuando salgo a la superficie del agua, agitándome en mi frenético intento de llegar a la escalera. El agua está jodidamente fría, y si hubiera esperado que esto ayudara, que resultara trascendente, no podría haber estado más equivocada. Soy tan idiota que de alguna manera olvidé que un lago en el norte de California estaría frío a fines de marzo y eso no tiene nada de trascendente. Me apresuro. Subo la escalera en bragas y una camisola empapadas, deseando al menos haber considerado traer una toalla para este nuevo comienzo. Me seco los ojos con la bata, pero cuando me enderezo para envolverme con ella... hay movimiento. Alguien o algo está parado detrás de la ventana de la cocina dentro de la casa abandonada de Caleb. Podría haberlo imaginado, pero no. Ahí está de nuevo, sombras cambiantes detrás de las puertas de cristal, y sea lo que sea, simplemente me vio escalar semidesnuda desde el lago. Mi nuevo comienzo ya había tenido un comienzo difícil, ahora era la escena inicial de una película de terror. Jeremy: No sé quién diablos te contratará. Encenderla televisión y poner nuggets de pollo en el horno parecen ser tus únicos talentos. Ha proferido un flujo casi constante de insultos desde el sábado por la noche. Uno pensaría que estaría demasiado ocupado acostándose con nuestra niñera adolescente para encontrar tiempo, pero es bueno realizando múltiples tareas a la vez. A diferencia de Jeremy, no podía permitirme el lujo de redactar textos crueles y sin sentido. Tenía dos niños de jardín de niños que debían llegar a la escuela en una ciudad más allá, antes de conducir quince minutos por la autopista hacia Technology Solutions Group, mi nuevo trabajo. El enorme edificio de ladrillo un poco al norte de Santa Cruz parece mucho más impersonal que cuando vine para mi entrevista, pero dudo que lo haya visto con tanta atención. En aquel entonces, estaba más preocupada de que Jeremy descubriera que estaba buscando trabajo que cualquier otra cosa. Me limpio las manos húmedas en mi falda lápiz, camino hacia las puertas principales y me dirijo al vestíbulo, donde una recepcionista me ignora activamente hasta que termina de tomar fotografías de su café. ―Hola, soy Lucie Monroe, la nueva empleada. ¿Me dijeron que preguntara por Mark Spencer? Ella me ve fijamente como si todavía estuviera hablando, todavía aburriéndola, y presiona un botón. ―Mark, alguien está aquí para verte. ―Vuelve a fotografiar su café sin perder el ritmo. Me contrataron para mejorar la moral, un trabajo para el que me convencí de que era perfecta, porque si pasas tus días tratando de persuadir a los niños pequeños para que se bañen, coman verduras y se vayan a la cama, tienes más experiencia en mejorar la moral que cualquier persona viva. Si esta chica es una típica empleada de TSG, puede que sea una batalla más cuesta arriba de lo que anticipé. ―Lucie, bienvenida ―dice Mark, caminando hacia mí―. Parece que ya conoces a Kayleigh. Vamos a buscarte una oficina. Él gira por el pasillo opuesto al que vino y yo lo sigo. ―Sé que acabas de llegar ―dice mientras caminamos―, pero la junta está entusiasmada de escuchar tus ideas y casualmente tenemos una reunión mañana. Me encantaría que pudieras ir y decirles por dónde empezarás. Mi asentimiento de acuerdo es débil. Llegué a mi entrevista revelando una investigación sobre programas para empleados que encontré en línea, pero eso no significa que esté lista para presentar un plan a la junta. Se detiene en una gran sala llena de cubículos vacíos y silenciosos. ―Obviamente puedes elegir tu oficina. ―Hace una mueca mientras se ríe de su propio chiste―. Con toda la rotación de personal, consolidamos a la mayoría de los equipos y los colocamos en los siguientes pisos. ―¿Rotación? ―repito. Él se encoge de hombros. ―Creo que en la entrevista mencioné que algunos de nuestros empleados se fueron a la competencia. Todo el mundo quiere trabajar desde casa desde la pandemia y el director ejecutivo se opone ávidamente a eso. Ahí es donde entras tú... esperamos que puedas detener la marea. Mark nunca mencionó ni una sola vez que estaban perdiendo empleados. Dijo: “Queremos ser un lugar donde la gente ame sus trabajos”, que es bastante diferente, y la locura de lo que he hecho se vuelve más clara a cada segundo. Hace un gesto hacia el cubículo más cercano y entro. Mi primera oficina. Son tres paredes de fieltro (probablemente una octava parte del tamaño de las oficinas que tienen mis medio hermanos que trabajan para mi papá), pero es mía. Mark me sigue, sentándose en el borde del escritorio. ―Mira, esta no es la mejor manera de comenzar tu primer día, pero siento que necesito ser sincero contigo. El director ejecutivo ha estado fuera de la ciudad y, en primer lugar nunca quiso crear este puesto, pero recién esta mañana me di cuenta de cuán firmemente se oponía a eso. Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios. Puse tres mil dólares en una nueva cuenta corriente antes de irme, pero no durará mucho, ¿y luego qué? Jeremy dijo que volvería arrastrándome en una semana. Quizás tenía razón. Me hundo en una silla. ―¿Entonces él podría simplemente… cancelar todo esto? La mirada de Mark se posa en la mía y se aleja. ―Bueno, como sabes… el contrato inicial es solo por tres meses. Supongo que si no va bien, posiblemente podría decidir eliminar el puesto, pero no llegará a eso. ¿Por qué no vamos a saludar? Estoy seguro de que cambiará de opinión una vez que hables con él. No estoy segura de eso en absoluto, especialmente si decide observar cuidadosamente que parte de mi currículum incluye puestos de voluntariado en el antiguo preescolar de los gemelos y se da cuenta de que este es mi primer trabajo real, pero Mark ya se está levantando y me lleva de vuelta más allá de la recepcionista antipática hasta llegar a su jefe. No se menciona al CEO en el sitio web, pero es fácil imaginar el tipo de anciano miserable que nos espera, un tipo que no quiere gastar ni un centavo en sus empleados pero que probablemente vuela en un avión privado. Sigo a Mark al interior de una oficina diez veces más grande que mi cubículo... y veo, con la boca abierta, al hombre sentado detrás del escritorio. No es, en modo alguno, un viejo miserable. Es Caleb, ya adulto. Estaba en la universidad la última vez que lo vi, pero reconocería su rostro en cualquier parte. Después de todo, ocupó un lugar destacado en todas las fantasías inocentes y no tan inocentes que tuve durante la adolescencia, y ahora es veinte veces más atractivo: todo ángulos duros y boca suave, y una mandíbula que necesita un afeitado. Tengo hijos que mantener y más cosas que manejar de las que puedo manejar bien, pero algo cobra vida en mi pecho de todos modos: pequeñas mariposas bebés susurrando que tal vez esto sea el destino. Porque, ¿de qué otra manera puedo explicar el hecho de que la persona que me gustaba en la infancia haya reaparecido en mi vida justo cuando me quedé soltera? Él se jala la corbata y me ve con el ceño fruncido. ―Realmente espero que esto sea una broma. 2 La chica que vi brincar por mi patio trasero todo el puto fin de semana está en mi oficina, y mi amigo Liam tiene que ser el que está detrás de esto. La vio afuera ayer por la tarde cuidando a los hijos de alguien y no dejó de hablar de su pecho ni un minuto. No estoy seguro de cómo la convenció de entrar aquí con falda pretendiendo ser la nueva empleada, pero no me hace gracia. Espero a que los dos se empiecen a reír, o a que Liam aparezca por la esquina para darle una palmada a Mark en la espalda. ―Caleb ―La voz de Mark es cautelosa, incierta, y si está actuando, lo hace mejor de lo que pensaba―. Esta es Lucie Monroe, nuestra nueva directora de programas para empleados. Lucie, Caleb Lowell, nuestro… ―Nos ve a cada uno de los dos por turno―. ¿Se conocen? No es hasta que dice Lucie que algo hace clic. No puede ser. Había una niña llamada Lucie que se quedaba ocasionalmente en la casa de al lado del lago cuando yo era adolescente. Con grandes ojos gris verdosos, hablando a un millón de kilómetros por minuto cuando tenía la oportunidad. No puede ser la misma chica, ¿verdad? La estudio más detenidamente. Todo en ella ha cambiado, menos esos ojos, del color de un mar tormentoso. ―Solíamos ser vecinos ―le susurra a Mark. Su voz es casi muda por la sorpresa, lo que hace que vecinos suenen como un eufemismo para algo mucho, mucho peor: un ex o alguien contra quien tomó una orden de restricción. Santa mierda. Es ella, y no sé a quién quiero golpear más: a Liam, por lo que dijo en voz alta, o a mí mismo, por estar de acuerdo en silencio con algo de eso. La boca de Mark se abre. ―¿Vecinos? ¿Dónde? ―Fue hace años ―responde, mordiéndose el labio. ―Todavía somos vecinos ―la corrijo, y ella hace una mueca. Tal vez se esté preguntando si la vi nadando en su maldita ropa interior el sábadopor la noche. Sí, Lucie, definitivamente lo vi. Creciste. Jesús, vaya que creciste, y necesito saber por qué de repente parece que no puedo alejarme de ti. Parece sorprendida de encontrarme aquí, y supongo que es posible (he borrado mi nombre de todo en línea), pero hay demasiadas coincidencias como para que todo esto sea una casualidad. Veo a Mark. ―¿Puedes darnos un minuto? Mi tono es más una exigencia que una petición, pero Mark duda y me lanza una mirada que pregunta qué diablos está pasando antes de obedecer. La puerta se cierra y Lucie se sienta en la silla al otro lado del escritorio. Su cabello es más claro de lo que solía ser, todavía oscuro pero salpicado de mechones de miel y caramelo, tal vez porque finalmente le permiten salir durante el verano. Hija ilegítima de Robert Underwood. Supongo que sigue siendo un secreto ya que nunca he oído nada al respecto y él es lo suficientemente famoso en mi campo como para haberlo escuchado. Habría esperado que le hiciera pagar a ese bastardo por su silencio, al menos, pero ella está trabajando aquí... así que probablemente no. ―Esto es una sorpresa ―empiezo. Me aclaro la garganta―. Ni siquiera me di cuenta de que eras tú hasta que escuché tu nombre. ¿Han pasado cuántos, quince años? ―Trece ―dice, sonrojándose. Se sonrojaba mucho cuando era niña, pero ahora es diferente. Quiero volver a darme un puñetazo en la cara―. Pensé que habías vendido la casa. ―La compré de nuevo el mes pasado. Tenía una en Santa Cruz, pero necesitaba un cambio de ritmo. Supongo que la señorita Underwood te dejó su cabaña. Ella asiente, con los ojos fijos en su regazo. ―En realidad no he salido mucho, pero estoy pasando por un divorcio, así que necesitábamos un lugar donde quedarnos. Tengo gemelos, cumplieron seis años la semana pasada. ―¿Gemelos? Ni siquiera pareces tener edad suficiente para casarte. Ella se ríe. ―Caleb, solo tengo cuatro años menos que tú. Definitivamente tengo edad suficiente para casarme. Tú también. ―Estoy casado ―respondo. No estoy seguro de por qué lo digo. Reflejo, tal vez. O tal vez simplemente siento una amenaza aquí en Lucie con sus curvas, sus ojos grandes y su forma de morderse los labios. ―Eso es...tú... ―Ella juega con el dobladillo de su falda. Mi mirada se fija en sus largas piernas y se desvía rápidamente―. La casa ha estado muy silenciosa. No pensé que hubiera una persona ahí, y mucho menos dos. Me recuesto en mi silla. ―He estado viajando durante algunas semanas y Kate también ha estado fuera. ―Kate también ha estado fuera. Como si estuviera de compras en París con su mamá o en Canyon Ranch haciéndose tratamientos faciales. Ella asiente. ―¿No tienes niños? Yo trago. Es hora de frenar este paseo por el pasado de los recuerdos. ―Los niños son lo último que necesito. En fin, sobre el trabajo... lamento si te engañaron durante la entrevista, pero este nunca tuvo la intención de ser un puesto permanente. Incluso si pudiera cubrir el costo de otro empleado asalariado que no genera dólares, no puedo cambiar un montón de programas costosos para aumentar la moral. Se pone pálida bajo el bronceado y no es de extrañar: tiene hijos que mantener y acabo de decirle que el trabajo no va a durar. Maldigo en silencio a Mark por no ser más directo cuando la contrató. ―¿Qué pasa si los programas no son caros? ―me pregunta―. Si los empleados se van porque quieren trabajar desde casa, debe costarle miles de dólares contratar gente nueva y ponerlos al día, ¿verdad? Detener el flujo pagaría los programas ahí mismo. Suspiro profundamente. Sé con certeza que las fiestas con pizza y los carteles que dicen “Cree en ti mismo” no van a retener a alguien aquí si quiere sentarse en su sofá jugando videojuegos y masturbándose, pero la junta necesita verlo por sí misma, por eso acepté tres meses. ―No va a funcionar, Lucie, pero mira... quédate durante las próximas semanas. Toma el salario y dedica cada minuto que estés aquí enviando currículums y entrevistas. Cuando te reúnas con la junta mañana, di algunas tonterías y sigue buscando trabajo. Ella me ve como si no entendiera lo que estoy diciendo. ―¿Decir algunas tonterías? Me encojo de hombros. ―Lo que sea. Diles que deseas organizar una campaña de donación de sangre o que todos usen un broche de solapa o algo así. Cuanto más tontas sean tus ideas mejor en lo que a mí respecta, porque necesito que la junta se dé cuenta de que no va a funcionar. Sus hombros se hunden. ―¿Por qué estás tan seguro de que no haré ninguna diferencia? ―Solo lo estoy. Tómate las próximas dos semanas para buscar empleo. Incluso puedes quedarte tres si es necesario. Ella parece escuchar el tono definitivo de mi tono y se levanta, alisándose la falda. ―Tal vez te sorprenda ―dice mientras se da vuelta para irse. ―No quiero que me sorprendan ―respondo. Las sorpresas son lo último que necesito. Especialmente sorpresas que nadan desnudas afuera de mi ventana. 3 Mierda. Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda. Salgo de la oficina y hago una mueca de dolor una vez que la puerta se cierra detrás de mí. Qué completo desastre es este. ¿Realmente cree que puedo conseguir otro trabajo que pueda mantener a una familia en dos o tres semanas? Pasé meses solicitando empleo antes de conseguir este. Pasé meses ahorrando suficiente dinero para sobrevivir hasta ese primer cheque de pago. ¿Cuánto nos durará eso si estoy desempleada? No tanto tiempo. Posiblemente podría vender la casa de mi tía, pero dudo que valga mucho y supongo que tendría que compartirla con Jeremy. Nunca podría comprar una casa nueva con lo que me sobraría. Me dejo caer en la silla del escritorio y entierro la cara entre las manos. Dios, soy una tonta. Ahí estaba yo, preguntándome si era el destino lo que nos había juntado y ansiosa por saber a dónde lo había llevado su vida, mientras él simplemente intentaba descubrir cómo sacarme de su compañía lo antes posible. Pero si le dijo a la junta que me daría tres meses, no tendrá motivos para no darme tres meses mientras pueda impresionarlos mañana. Solo necesito crear un programa milagroso al final del día, a pesar de no tener idea de cuál es el presupuesto ni experiencia laboral en el mundo real. Genial. Súper. No hay problema. Siempre pienso en Ruth en momentos como este, momentos de pánico en los que no estoy segura de tener lo necesario. Ella pasaba el día en conferencias telefónicas mientras yo me sentaba en silencio, y entre cada una de ellas ella me daba consejos, todos esos dichos que no tenían ningún significado para una niña pequeña que solo quería salir: trabaja más inteligentemente, no más duro; no pierdas el tiempo tratando de crear algo que ya existe. Esas frases suyas sin sentido me han ayudado a salir de más de una situación y -como tengo que recoger a los gemelos en siete horas, y ese tiempo no es suficiente para tener una idea propia-, no pierdas el tiempo tratando de crear algo que ya existe es un decente consejo. Empiezo a fijarme en lo que las empresas más grandes ofrecen a sus empleados, y aunque cada idea parece terrible cuando tiene que ser perfecta (“Lo perfecto es enemigo de lo bueno”, dice Ruth en mi cabeza), cuando me voy a buscar los gemelos, al menos elegí algo y comencé a preparar una presentación. ―Por fin ―dice mi amiga Molly, contestando el primer timbre―. Te envié mensajes de texto un millón de veces. Veo a ambos lados antes de girar a la izquierda para salir del estacionamiento. ―No pude enviar mensajes de texto. No pude hacer nada. Ya estoy a punto de que me despidan. Ella se ríe. ―Eso no puede ser cierto. Molly es la única persona que sabe todo sobre mí. Ella sabe quién es mi papá, sabe sobre las infidelidades y la fealdad general de Jeremy, pero tiene una confianza infinita y es competente, al menosen lo que respecta al trabajo: como única supervisora negra en un laboratorio de investigación y una de las tres mujeres, las tonterías que escucha son infinitas, así que tiene que serlo. No estoy segura de que pueda siquiera imaginarse que la despidan porque es demasiado buena en lo que hace como para que alguien quiera que se vaya. ―Mi jefe -también hay toda una historia ahí-, básicamente me dijo que necesitaba que me fuera, dijo que me da un par de semanas para encontrar otro trabajo y eso es todo. ―Mierda ―susurra―. ¿Ya te reuniste con el abogado de divorcios? Necesitas manutención infantil al menos. El abogado, que lleva contratado semanas y quiere quinientos para la primera reunión. ―Es el próximo mes. ―Sigo pensando que deberíamos envenenar a Jeremy. Resolvería muchos problemas. Me río con cansancio. ―Ese es un plan bastante audaz viniendo de una mujer que ni siquiera puede decirle a su jefe que le gusta. No ha tenido una sola cita durante todos los años que la conozco. Tuvo una desagradable ruptura en la escuela de posgrado, y desde que comenzó en su trabajo actual, ha sido Michael, Michael, Michael, el jefe que desea desde lejos. ―Esto es lo que haremos: semillas de manzana ―dice, ignorando mi punto―. Contienen arsénico. Las trituramos y las ponemos en su comida. Nunca nos relacionarán con nada. ―A menos que hagan pruebas de arsénico y alguien se pregunte por qué compré recientemente diez fanegas de manzanas. Todavía no estoy preparada para dedicarme al asesinato. ―Entro en el estacionamiento de la escuela de los gemelos y termino la llamada, ya que St. Ignatius no permite el uso de celulares en el recinto, y es el tipo de lugar donde se siguen las reglas, porque los necesitamos más que ellos a nosotros. Todavía no estoy segura de cómo Jeremy consiguió que los gemelos entraran cuando somos prácticamente los únicos papás aquí que no asistimos a St. Ignatius y no podríamos permitirnos construir un nuevo estadio en la escuela si fuera necesario. Jeremy viene de una familia con dinero al menos, ¿pero yo? Pasé toda mi infancia mudándome de la casa rodante de un chico al apartamento de otro, y ahora, en quiebra y a punto de divorciarme, no me veo encajando mejor. Afortunadamente, las salas están vacías a esta hora. Vuelvo corriendo a la sala de supervisión, donde Henry me está esperando, sentado solo en una mesa. Mi corazón se contrae con fuerza al verlo, nunca juega con nadie más que con Sophie, y tenía la esperanza de que eso cambiara, pero ya casi han pasado un año entero del jardín de niños y no es así. Un día, Sophie pasará a tener nuevos amigos, la universidad y una carrera. ¿A quién tendrá entonces Henry? Ambos gemelos corren cuando me ven, pero es Sophie, felizmente ocupada en la cocina de juguete hace solo un momento, la que está indignada. ―¿Dónde estabas? ―exige. Al igual que mi mamá, ella nunca deja pasar tranquilamente la oportunidad de quejarse, pero en ella es algo bueno. Nadie presiona a mi mamá, y nadie presionará a Sophie ni un centímetro tampoco. Le ofrezco una sonrisa incómoda a la maestra mientras los guío afuera. ―Tuve que trabajar, cariño. Te lo dije. ―NMGE ―anuncia. Es un juego que inventé el año pasado para ayudar a los gemelos a aprender los sonidos que hacen las letras. YTA es yo te amo. HDD es hora de dormir. Lo creé principalmente para Henry, quien no tiene la facilidad de Sophie con las palabras ni su amor por las historias, pero es Sophie quien lo usa, principalmente para expresar su desaprobación. La de hoy es fácil de entender porque escucho bastante alguna versión de ella. ―¿No me gusta esto? ―adivino. ―No ―dice―. Aún no. Si hoy hubiera ido mejor, probablemente me reiría, pero en este momento no tengo capacidad para reírme. Quería darles a mis hijos todo lo que mi mamá no me dio. Ahora me preocupa darles aún menos. La presentación consume la mayor parte de mi noche y solo dormí dos horas cuando llegó el momento de despertar a los gemelos a la mañana siguiente. Sentí pena por Caleb cuando vi su camioneta llegar tarde anoche (supongo, según su nivel de estrés, que acababa de llegar a casa del trabajo), pero siento más pena por mí misma. Cuando Sophie llora por lo injusto que es que tengamos que levantarnos tan temprano, quiero estar de acuerdo. Llegó corriendo de la escuela y luego paso corriendo junto a Kayleigh, la recepcionista con el ceño fruncido, y trabajo frenéticamente hasta que llega el momento de ir a la sala de conferencias. Cuando llego, lo primero que noto es a Caleb sentado al final de la mesa como un rey. Un rey encantador, con la corbata torcida y la mandíbula todavía necesitada de un afeitado, ofreciéndome una sonrisa forzada y reticente. No, no es un rey encantador. Es uno casado que quiere despedirme y que puede ponerse furioso en un minuto. Pero incluso ahora, no puedo deshacerme de este sentimiento persistente de la infancia, esta certeza de que él es mío. Será mejor que descubra cómo deshacerme de eso pronto. ―Bienvenida, Lucie ―dice Mark, señalando a un chico de mi edad y a una mujer mayor―. Has conocido a Caleb, por supuesto. Debbie es la jefa de recursos humanos y Hunter es nuestro vicepresidente de ventas. Los miembros de nuestra junta directiva verán tu presentación en línea, por lo que estaremos listos cuando tú lo estés. Respiro profundamente mientras me muevo hacia el frente de la sala, haciendo lo mejor que puedo para ignorar los sonidos aleatorios provenientes de los asistentes al video que no puedo ver. El sudor corre por mi espalda mientras me ven buscar a tientas, tratando de conectar mi computadora portátil. Participé en todos los concursos de belleza que ofrecían becas cuando era adolescente, por lo que desfilar frente a tres personas no debería ser gran cosa, pero mi vestido me queda demasiado ajustado, mis tacones son demasiado altos y solo he usado una pizarra inteligente una vez en mi vida. Las probabilidades de que esto vaya bien disminuyen a cada segundo. ―No puedo... ―murmuro, sonrojándome, haciendo clic en el botón de conexión una y otra vez. Hunter se acerca para ayudar, gracias a Dios. ―Ah ―dice después de un segundo―. No es tu culpa, la sala de conferencias está en una red diferente y esta computadora portátil que te dieron es antigua. Aquí… Con dos clics del mouse, mi presentación aparece en el tablero y le sonrío como si fuera una enfermera entregándome a mis recién nacidos por primera vez. ―Gracias. ―¿Podemos continuar? ―pregunta Caleb―. Tenemos mucho que discutir hoy. Lo veo fijamente. ¿Qué diablos le pasó a ese niño infinitamente dulce que fue tan amable conmigo cuando era niña, y tan paciente? Porque ya no hay señales de él. ―Mi idea es organizar un programa de caminata ―empiezo, y los ojos de Caleb se estrechan―. Los empleados se dividirían en equipos y competirían para conseguir la mayor cantidad de millas. Es saludable, obviamente, pero también fomentaría una competencia amistosa y divertida entre departamentos. Una voz incorpórea (supongo que uno de los miembros de la junta) dice: ―Qué idea tan fabulosa. Caleb claramente no está de acuerdo. ―No entiendo por qué alguien elegiría participar en esto ―dice, con los ojos oscuros. Paso a la siguiente diapositiva. Si antes odiaba la idea, está a punto de odiarla aún más. ―Premios. El equipo ganador tendría una fiesta y un día libre adicional, pero también habría incentivos escalonados como un gran premio para la persona con más kilómetros. Un viaje para dos, donde TSG pagará el hotel y el boleto de avión. ―Jesús ―gime―. ¿Tienes alguna idea de cuánto costaría eso? Estoy segura de que si pudiera dormir más, manejaría mejor sus críticas, pero no pude dormir más y se está comportando como un idiota. Mi tía era una crítica brutal de cualquier plan que se le presentaray ni siquiera ella era tan mala. ―Bueno, de acuerdo con su política de viajes corporativa ―respondo con aspereza―, la empresa se queda con las millas acumuladas cuando las personas viajan por trabajo, por lo que podrían usarse para cubrir tanto el viaje como el hotel. Caleb golpea un bolígrafo contra la mesa. ―¿Cuáles son estos otros niveles? Paso a la siguiente pantalla, luchando contra la creciente sensación de que he fracasado estrepitosamente. ―Tarjetas de regalo para restaurantes, ese tipo de cosas. En general, estos premios suponen muy poco costo para la empresa en comparación con la cantidad de buena voluntad que generarán. Caleb se aleja de la mesa. ―Escucha, el propósito de esto es retener a los empleados, no generar buena voluntad. ¿De verdad crees que puedes mantener a todos en su trabajo porque tienen un cuarto de porcentaje de posibilidades de ganar un premio? Estoy demasiado irritada para la diplomacia. ―¿A todos? No. Calculo que al menos cinco personas en el edificio ya han aceptado puestos en otros lugares y simplemente no han avisado, pero si me pides que demuestre que funciona, todo lo que realmente necesito demostrar es que se han ido menos personas, ¿no? Hay risas silenciosas de los participantes en video, pero toda mi atención se centra en Caleb, viéndome torvamente desde debajo de esas cejas oscuras. Un rostro tan hermoso, desperdiciado en un hombre tan irritante. Su mirada pasa de mí a la pizarra inteligente. ―No es posible que se te ocurriera esto tan rápido por tu cuenta. ―La petrolera BP hizo algo similar. ―Muy, muy similar. Le ofrezco una sonrisa empalagosa―. Puedo ser más creativa, pero no cuando solo he recibido un aviso con veinticuatro horas. ―Maravilloso trabajo, Lucie ―dice un asistente en video en algún lugar―. Eres exactamente lo que necesitábamos. ―Sí, señorita Monroe ―gruñe Caleb―. Gracias por ser tan útil. Lo veo fijamente. Este es el hombre sobre el que elaboré elaboradas fantasías durante una década de mi vida, fantasías en las que de alguna manera demostraba mi valía. Quería salvarlo, como Bella salvó a la Bestia, como Mulan salvó a Shang, porque, ¿de qué otra manera una chica que nadie quiere conquista al chico amado por todos? Debería haberme centrado más en cómo salvarme a mí misma. 4 La mirada que me lanza Mark cuando entra a mi oficina es la misma pregunta que suele hacer: ¿Por qué? ¿Por qué cancelaste la fiesta navideña? ¿Por qué los empleados no pueden conservar sus millas aéreas? ¿Por qué cerraste el séptimo piso? Se deja caer en la silla frente a mi escritorio. ―¿Por qué fuiste tan grosero con ella esta mañana? Porque pensé que ella entendía la tarea, y claramente no. Cierro de golpe mi computadora portátil con un suspiro. ―Hice un puñado de preguntas completamente razonables sobre un programa que costará mucho más de lo que ella indica. La mejor pregunta es por qué la contrataste en primer lugar. Ni siquiera sabía cómo manejar una puta pizarra inteligente. ―Me gustó su entusiasmo. Pongo los ojos en blanco. ―Sí, apuesto a que a muchos hombres les gusta su “entusiasmo”. ―Hunter estaba tan enamorado de su entusiasmo que apenas podía funcionar hoy, con una jodida maestría de Harvard y ella lo redujo a un adolescente enamorado en cuestión de segundos. Si la hubiera visto el sábado por la noche (con kilómetros de piel desnuda, y pezones apretados bajo una camiseta sin mangas empapada) le habría escrito un cheque en blanco. Mark se pasa la lengua por los dientes, esforzándose por ser paciente. ―Caleb, ella hizo un trabajo increíble y estuviste al filo de la mala educación todo el tiempo. ―No disfruto especialmente conocer a personas que pronto serán exempleados, especialmente cuando viven al lado mío, y ambos sabemos que ella no va a durar. Te dije que solo mantendría a esta persona durante tres meses y le hiciste creer que era permanente. Eso es culpa tuya. ―La contraté para un puesto permanente porque ese debería ser un puesto permanente y supuse que habías entrado en razón. ―Se pone de pie―. Basado en lo que ella acaba de hacer hoy, ya deberías haberlo hecho. Ni siquiera puedo discutir eso. Ella lo hizo de maravilla, pero eso no cambia nada, aún así no puede quedarse. Me dirijo al bar de mi amigo poco tiempo después. Preferiría saltarme la reunión semanal, pero he estado fuera de la ciudad durante semanas y es más fácil terminar con esto a que mis amigos me acosen por teléfono durante el resto de la semana. Una vez que estoy ahí y tomo una cerveza frente a mí, me alegro de haber venido... hasta que Harrison nos dice que su papá está poniendo su casa en la playa a la venta. Esa casa fue un elemento básico de nuestra infancia, el lugar donde surfeábamos desde el amanecer hasta el anochecer, engañándonos a nosotros mismos haciéndonos creer que éramos el próximo Kelly Slater, el próximo Andy Irons. Pensé que le enseñaríamos a nuestros hijos a surfear ahí, y a nuestros nietos también, pero creo que todos la hemos evitado desde que nuestro amigo Danny murió durante un viaje en la universidad. ―¿Volviste alguna vez después de ese fin de semana? ―le pregunto a Harrison. Él niega con la cabeza. ―Tenía la intención de hacerlo. Fue solo… Todos sabemos lo que quiere decir. ―Ese fue el fin de semana cuando la mierda empezó a desmoronarse ―dice Liam―. Es como si estuviéramos jodidamente malditos. Ninguno de nosotros discute. Todos teníamos muchas promesas en aquel entonces, pero después de la muerte de Danny... nos marchitamos. Tal vez así sea la edad adulta para todos, pero no es nada que previera para nosotros, cuando Liam y Beck eran los atletas estrella en Gloucester Prep y Harrison y yo estábamos compitiendo por el puesto de mejores estudiantes. ―Tal vez deberíamos ir a surfear ahí una última vez, antes de que se venda ―añade Beck―. Romper la maldición. Liam lanza una mirada cautelosa a la esquina de la barra, donde hay un grupo de mujeres reunidas, mirándolo con el ceño fruncido. ―No estoy seguro de vivir lo suficiente para unirme a ti. Harrison alcanza la jarra. ―No tendrías este problema si intentaras algo que dure más de dos minutos. ―¿Dos minutos? No es de extrañar que tu esposa parezca tan infeliz ―responde Liam, lo que sería más divertido si no fuera cierto―. Pero creo que finalmente estoy listo para sentar cabeza, ahora que he visto a la nueva vecina sexy de Caleb. Dejo mi cerveza con un ruido sordo. ―Ella tiene hijos y está pasando por un divorcio, así que déjala en paz. ―Todo lo que escuché fue “Se va a divorciar” ―responde Liam―. ¿Había algo más? Harrison se ríe por lo bajo mientras se gira hacia mí. ―¿Qué vecina? Pensé que eras el único idiota que compraría una casa en el extremo norte del lago. Después de 1950 no se construyó ahí ni un solo lugar. ―No tengo idea de quién es. ―Que ella es la hija de Robert Underwood obviamente no es de conocimiento público, y estoy seguro de que no voy a admitir que trabaja para mí. Es una situación que planeo cambiar lo antes posible―. Se mudó a la casa de al lado. Beck se recuesta contra el otro lado de la barra. ―¿Por qué no te interesa si ella es tan atractiva? Quiero decir, ¿te has acostado con alguien desde que Kate se fue? Si le digo que no es asunto suyo, parecerá que tengo algo que ocultar, y yo, rotundamente, no lo tengo. ―Por supuesto que no. Ella ha pasado por mucho. Solo estoy tratando de hacer lo correcto. Harrison ve a los demás brevemente antes de aclararse la garganta. ―Ha estado fuera por casi un año, Caleb. Has esperado lo suficiente. Los veo y siento que todo esto estaba planeado de antemano. Una intervención para el chico que se niega a cortar el cordón. Ellos me ven como la víctima cuando nos miran, pero cuando yo me veo al espejo veo a un villano. Porque todo lo que saliómal con Kate comenzó con lo que estaba mal conmigo. 5 El nombre de mi mamá ilumina el teléfono apenas unos segundos después de que me visto por la mañana. Sus llamadas son raras y las visitas aún más raras. Estoy bien con la poca frecuencia: no necesito que mis hijos se sientan atraídos por las mismas falsas promesas que ella siempre me hizo. ―No puedo creer que Jeremy me haya contado esto ―dice―. ¿Estás loca? Su reacción no es una sorpresa: ha pasado toda su vida buscando un boleto dorado, que erróneamente pensó que encontró cuando mi papá la dejó embarazada. Lo único que hice bien, en su opinión, fue casarme con Jeremy, y ahora lo he desperdiciado. Camino a la cocina y saco los huevos mientras ella continúa. ―Tienes bocas que alimentar, Lucie. ¿O pensaste que tu experiencia en concursos y un título que nunca has usado te prepararon para conquistar el mundo? Alcanzo las cerillas. Mi tía era frugal y se negaba a aceptar ayuda de nadie, incluido mi papá. Desearía, ahora que soy yo quien tiene que encender la estufa a mano, que ella hubiera aceptado un poco de ayuda. ―Tengo un trabajo. Soy directora de programas para empleados de una empresa de software. ―Ningún trabajo para el que tú estés calificada te reportará la cantidad de dinero que gana Jeremy. Te das cuenta de que puedes olvidarte de la membresía del club y de esquiar en Tahoe y de tus Navidades en Palm Springs, ¿verdad? Abro la puerta de un gabinete y se desprende de las bisagras. ―Para empezar, nunca me importó nada de eso. ―Odiaba la casa grande y sin alma que Jeremy eligió sin mi opinión. Odiaba esos viajes a los que nos llevaba, luchando constantemente para ser visto por las personas adecuadas, haciendo una demostración de su paternidad solo cuando había público. ―Sí, eso es fácil de decir hasta que te das cuenta de lo que es vivir sin eso, y es posible que a tus hijos les hayan gustado esas cosas que dices que no te importan. Lo que sea. Solo espero que no tengas la impresión de que voy a ayudarte cuando todo fracase. Suelto una pequeña y amarga risa. ―No te preocupes, mamá. Nunca pensé ni por un minuto que nos ayudarías. ―Ella no mueve un dedo por nadie más que por ella misma, lo cual es, sin duda, el motivo por el cual mi tía creó su testamento para mantener la casa en fideicomiso para mí hasta que yo me convirtiera en adulta, para que permaneciera fuera del alcance de mi mamá. ―Crees que eres muy inteligente, Lucie, pero recuerda mis palabras: te arrepentirás de lo que estás haciendo aquí. No me digas, mamá. Solo llevo cinco días fuera y ya estoy muy arrepentida. Termino la llamada y sigo con el proceso de preparar a los niños. Sophie llora por tener que ir al jardín de niños durante todo el camino y Henry está inusualmente pensativo, mirando por la ventana. Apenas dicen una palabra mientras caminan hacia clase, y mi teléfono ya está vibrando con los mensajes de texto entrantes de Jeremy, los que envía todas las mañanas, con la intención de arruinarme el día. Jeremy: Tu mamá me habló de tu trabajo. Ni siquiera te acordabas de comprar papel higiénico, así que espero que sus expectativas sean bajas. Esa es su especialidad, encontrar algún error estúpido que haya cometido y echármelo en cara sin cesar, y es difícil discutir cuando estoy a punto de dejar a mis hijos miserables en la escuela, casi me quedo sin gasolina y es posible que hoy pierda mi trabajo. Son apenas las ocho de la mañana y ya quiero rendirme. Llego al trabajo molesta y le sonrío a Kayleigh mientras entro. Ella me ve sin inmutarse, como si fuera un fantasma o tal vez simplemente una empleada que sabe que no volverá mañana. Dale la vuelta a esto, Lucie, ordeno mientras camino hacia mi cubículo. Sí, las cosas pintan mal y tu mamá se ha puesto del lado de tu exmarido infiel, pero... dale la vuelta a este día. Lo sigo diciendo cuando abro mi computadora portátil y encuentro un correo electrónico de Caleb: Ven a verme tan pronto como llegues. No hay saludo ni firma. Es el correo electrónico que le envías a alguien que realmente la ha cagado o que está a punto de ser despedido, y cada gramo de determinación que tuve segundos antes, me falla. Me levanto lentamente de la silla obligando a mis pies a avanzar. Anoche vi trabajos en línea, pero estaba demasiado cansada para enviar currículums. Parece que debería haberlo hecho. El teléfono en mi mano suena justo cuando llego a la puerta de Caleb. Estoy segura de que es Jeremy diciéndome que soy estúpida o que estoy perdiendo mi apariencia, y sea lo que sea, ya no tengo energía para luchar. Mi mamá, Jeremy, Caleb... oficialmente me rindo a cualquiera o a todos ellos. Entro a la oficina de Caleb y su mirada se mueve sobre mí, de pies a cabeza, antes de tragar y mirar hacia otro lado. Adelante, Caleb, despídeme. Me rindo. ―Aprobaré el programa de caminata ―dice. ¿Qué? Ya es bastante impactante que no esté aquí para que me despida, pero ¿le gustó la idea? Me enderezo. ―Eso es… ―Tenlo listo para presentarlo al comité ejecutivo el viernes y necesitaré algunos resultados para una entrevista la semana siguiente. Me congelo. ¿Resultados? Lo que pide es imposible. Necesito que Molly cree el software que rastreará los kilómetros. Necesito organizar los premios, descubrir cómo diablos dividir los equipos cuando los empleados se van en masa y promocionarlo ante toda la maldita empresa. Incluso con personal a mi disposición, no podría obtener resultados en una semana. Pero… eso no le quita la emoción de haber tenido éxito en algo, y quiero que lo admita porque ayer fue un poco idiota. ―¿Entonces quedaste impresionado? Coloca una carpeta frente a él y suelta un suspiro. ―Esta fue decisión de la junta, no mía. Pensé que entendías la tarea, que era no presentar algo que les sorprendiera. Si fuera un extraño, esta conversación me intimidaría. Podría disculparme, pero este es el mismo niño que solía gritar mientras corría hacia el agua, el mismo niño que solía pararse en una cámara de aire flotante y golpearse el pecho como un simio hasta que sus amigos lo hacían volcar. El mismo chico que siempre fue amable conmigo en un momento de mi vida en el que nadie más lo fue. No me asusta, aunque debería hacerlo. Le sonrío. ―Aún suena como si estuvieras impresionado. Me hace un gesto para que me retire, pero hay un fantasma de sonrisa en el costado de su boca. ―Eres un dolor en el trasero. Ve a crear tu jodido y costoso programa que no necesitamos. ―Estoy ansiosa por hacerlo. Su no-verdadera-sonrisa se desvanece. ―Lucie, esto no cambia nada. Tenemos cosas que hacer con la empresa que no puedo discutir, pero... necesitamos ser lo más ágiles posible. Entonces, no importa cuánto le guste a la junta tu pequeño y tonto programa de caminata, en tres meses necesitarás un nuevo trabajo. Excepto que hace cuarenta y ocho horas me decía que solo tenía dos semanas. Ahora potencialmente tengo meses. Tres meses es tiempo suficiente para cambiar toda mi vida. Me quedo despierta hasta tarde otra vez el miércoles por la noche, trabajando en la página web del programa de caminata. Cuando era niña, apestaba un poco estar sentada al lado de Ruth todo el verano, completando cualquier trabajo que ella me había encomendado, especialmente cuando tenía la edad suficiente para darme cuenta de cómo mis medios hermanos pasaban los veranos, que se centraban principalmente en las vacaciones europeas y menos en “Tienes que quedarte adentro para que nadie sospeche que eres hija ilegítima de Robert Underwood”, pero también pasó esos veranos preparándome para ser más de lo que fue mi mamá, y fue gracias a eso que ahora sé HTML y cómo escribir una propuesta de financiación. Es gracias a eso que incluso estoy dispuesta a esperar poder lograrlo. El jueves vuelvo a bostezar trashaber dormido solo dos horas mientras Molly me explica el software por teléfono. Me recuerda que la falta de sueño se correlaciona negativamente con la longevidad y que, en general, envenenar a Jeremy sería una solución más saludable, luego menciona que las prisiones en Noruega son como spas, aunque no estoy segura de qué relación tiene eso con mi situación. Creo que ella realmente quiere que envenene a Jeremy. Estoy tan cansada que casi me quedo entumecida mientras llevo a los gemelos al supermercado después de la escuela. Apenas tengo energía para recorrer los pasillos y mucho menos evitar que saquen comida de los estantes. Cuando Henry accidentalmente tira al suelo un expositor de tarjetas de regalo, necesito todo mi autocontrol para no romper a llorar. Fingiendo calma mientras la sangre me sube a la cara, me arrodillo en el suelo y empiezo a recoger las tarjetas de regalo mientras Sophie abre una bolsa de papas fritas que no había planeado comprar. ―Señora, sus hijos no pueden bloquear el pasillo ―dice un empleado―. Y tendrá que pagar por las papas. Mi mamá no aceptaría esta mierda. Ella lo miraría fijamente a los ojos mientras dejaba caer al suelo todas las tarjetas de regalo que había recogido. Tomaría esa bolsa de papas fritas que Sophie abrió, las tiraría y diría: “Vaya, parece que tienes que limpiar un poco”. Morí un millón de muertes cuando era niña viéndola regañar a la gente, pero en este momento… la entiendo. Los tipos como este quieren a alguien a quien puedan aplastar fácilmente, alguien demasiado débil para defenderse, y me gustaría mucho mostrarle que eligió a la chica equivocada. Después de toda una vida intentando ser diferente de mi mamá, ¿estoy a punto de volverme igual a ella en el momento en que enfrente alguna adversidad? ―Vamos, chicos ―digo, colocando las tarjetas de regalo en el estante a mi lado y dirigiéndome hacia la caja, aunque solo llegamos a la mitad de la tienda. El cajero nos llama mientras Sophie intenta leer el título de un tabloide. Lamento haberle enseñado fonética. ―In…cee. In…cee…sss. Mami, ¿cuál es esa palabra? El título dice Incesto. ¡Detalles impactantes sobre el papá televisivo favorito de Estados Unidos! ―Señora, su tarjeta de crédito fue rechazada ―dice el cajero. Parpadeo. Tiene que ser un error, pero hay una fila de compradores irritados detrás de mí y es más rápido usar otra tarjeta que discutir. Sin embargo, la segunda tarjeta tampoco funciona y un lento y cierto temor comienza a girar en mi estómago. ―Solo usaré mi tarjeta de débito. La inserto con calor subiendo por mi cuello mientras el chico detrás de mí comienza a gemir de frustración por cuánto tiempo estoy tardando. ―Dice que no tienes fondos suficientes ―anuncia. Los tres grandes se han ido. De alguna manera, Jeremy logró vaciar una cuenta corriente en la que ni siquiera estaba registrado, lo que significa que no tenemos casi nada: un poquito de efectivo en casa y ni un centavo más hasta que reciba mi primer cheque de pago. Lo único sorprendente de toda esta situación es que no pude anticiparlo. Mi mamá... lo habría anticipado. 6 Lucie entra a la sala de conferencias el viernes por la mañana con un vestido de seda verde ajustado y sin mangas, labios rojos y el cabello oscuro peinado hacia atrás en una coleta alta. No parece una mujer divorciada con dos hijos pequeños que mantener. Parece la colega por la que Hunter está a punto de hacer el ridículo, a juzgar por su amplia sonrisa y por la forma en que se pone en pie en cuanto ella se pone a trabajar con la pizarra inteligente, debería ser capaz de resolverlo por sí misma a estas alturas. ―No es tu culpa ―insiste―. Esta es una computadora portátil basura. Necesitamos conseguirte una nueva. Si sigue coqueteando con la nueva empleada, le daré su computadora portátil. ―¿Podemos empezar? ―pregunto, mis dedos tamborilean con impaciencia en la mesa―. Tengo lugares donde estar. Ella y Hunter intercambian una mirada rápida. Es un idiota, dice la mirada de Lucie. Yo nunca te trataría así, Lucie, responde él. Ella comienza a revisar los premios y Hunter la observa, sin duda memorizando cada movimiento de su mano, cada sonrisa y suspiro, en los raros momentos en que no está mirando su pecho, claro está. ―Estoy muy impresionado ―dice―. Los premios y el… ―Muéstranos cómo le darás seguimiento ―espeto. Si Hunter quiere complacerla, puede hacerlo en su propio tiempo. Mejor aún, puede hacerlo desde la empresa de otra persona. Su mirada se dirige a la mía y es una emoción visceral, esa chispa de irritación en sus ojos, como si acabara de cruzar la habitación y me hubiera agarrado por las solapas. Tengo un recuerdo repentino y nítido de ella subiendo la escalera el fin de semana pasado. Estaría mejor si pudiera olvidarlo. ―Hemos creado un programa de software ―dice, apretando la mandíbula mientras avanza a la siguiente diapositiva―. Permite a los empleados conectar sus dispositivos y muestra su progreso de varias maneras: un gráfico que muestra lo que han hecho y otro que muestra dónde se encuentra su equipo en comparación con los demás. El software parece algo que Apple pasó años desarrollando. Algo que sé que ella misma no creó... apenas puede entender cómo conectarse al Wi-Fi. ―¿Quién te autorizó a utilizar un programador para esto? ―pregunto, aunque ya sé exactamente quién lo hizo. Maestría de Harvard, mi trasero―. Ya nos falta personal. No puedo permitir que alguien pierda horas en esta mierda. Mark y Debbie me miran fijamente cuando es Hunter el que debería horrorizarlos. No soy yo quien coquetea descaradamente con una empleada de bajo nivel. Tengo derecho a saber cuáles son los costos reales de esto. ―No utilicé a ninguno de tus programadores ―dice entre dientes―. Un amigo me ayudó. ¿Un amigo hizo todo esto por ella? ¿Lo invitó a ver un pequeño espectáculo de Lucie nadando con una camiseta sin mangas antes de aceptar? Mis ojos se fijan en el verde de su vestido y en sus piernas desnudas. Algo en ella me deja incapaz de concentrarme y realmente se está convirtiendo en un problema. ―Te lo haremos saber ―digo, recogiendo mis cosas y dirigiéndome hacia la puerta. Necesito salir de la maldita habitación para poder pensar con claridad. No, la necesito fuera de mi maldita empresa. Esto no es sostenible. En el momento en que llego a mi oficina, llamo a la única persona que podría solucionar esta situación. ―Mira quién recordó cómo usar un teléfono ―dice Harrison mientras contesta―. ¿Finalmente estás listo para solicitar el divorcio? Hemos sido amigos durante más de la mitad de mi vida, lo que significa que puedo ignorar la mitad de lo que dice. Es posible que ignore más de la mitad. ―No, me preguntaba si estás contratando. Tengo una empleada temporal. Está haciendo un buen trabajo, pero solo estará aquí unas semanas más. Pensé que podrías tener una vacante. ¿Algo en la oficina comercial o en recursos humanos? ―Caleb ―dice riéndose―, estoy en una empresa de treinta personas y tú tienes una empresa con ¿quinientas? Creo que si uno de nosotros tiene la flexibilidad de crear un puesto para alguien, eres tú. Estoy seguro de que no contrataré a una chica de la que estás desesperado por deshacerte. ―No estoy desesperado por deshacerme de ella ―miento―. Ella no hace nada que necesitemos. ―Nuevamente, si ella no tiene ni una sola habilidad que puedas utilizar en una empresa enorme, ¿qué habilidad tendrá que nosotros podamos usar? No la quieres y estás intentando empeñármela. A menos que se trate de tu vecina sexy. ―¿Qué? Él se ríe. ―Todos lo sabemos. Mark le dijo a Liam. Mierda. El hecho de que Lucie trabaje en mi empresa es algo que realmente quería guardar para mí. ―Mira, ella es muy buena trabajadora. Es simplemente... incómodo. ―Tal vez… ―dice―… incómodo es exactamentelo que necesitas. Gimo después de colgar. Voy a tener que aprobar su programa de caminata y, al ritmo que va, nunca me libraré de ella. Ni siquiera yo entiendo por qué encuentro esa perspectiva tan desgarradora. 7 No puedo creer que haya llamado “mierda” al maravilloso software de Molly. No puedo creer que haya resultado ser tan idiota. No puedo creer lo mal que está yendo este día. Es después del almuerzo cuando la gerente del banco finalmente devuelve mis múltiples llamadas y las primeras palabras que salen de su boca son: “No estoy segura de poder ayudar, ya que esto es entre usted y su esposo”. ―¿Le pidió que restablezca los fondos? ―continúa, como si Jeremy hubiera tomado el dinero por accidente. ―Estoy confundida ―respondo con los dientes apretados―. ¿Me estás diciendo que si alguien hackea mi cuenta corriente, dado que yo no le di la contraseña, él simplemente la adivinó, no hay nada que puedas hacer? ¿Cómo es posible que eso sea legal? ―Creó una cuenta con nosotros a partir de su cuenta original, en la que él todavía está ―dice―. Si fuera usted, cambiaría mi contraseña. Tengo una tarjeta de crédito a mi nombre, adquirida en la universidad, si es que puedo encontrarla. Toda mi vida adulta estuvo sujeta a los puños de Jeremy, y él la convirtió en polvo en un abrir y cerrar de ojos. Tendré que cancelar la cita con el abogado y no tengo a nadie a quien culpar excepto a mí misma. Los escorpiones pican, eso es lo que hacen. Yo fui la idiota que pensó que el escorpión no picaría si sus hijos estaban involucrados. Cuelgo y me doy la vuelta para encontrar a Caleb parado ahí, devorando toda la entrada a mi cubículo, tirando del nudo de su corbata. No me importa lo guapo que sea, lo estresado que se vea... no voy a perdonarlo por esta mañana. El software de Molly era jodidamente increíble y él no tenía ningún derecho... ―Déjame adivinar ―dice―, usaste los nombres y las fechas de nacimiento de tus hijos como contraseña. Me he estado preguntando por qué su esposa todavía no está, tal vez solo necesitaba un descanso de su mala actitud. Yo llevo aquí cinco días y ya necesito uno. Suelto un suspiro. ―¿Sabes? Lo más cortés aquí no es adivinar con precisión la estupidez que hice. ―Esto puede que te sorprenda, pero cortés no es un término que se use a menudo para describirme. ¿Necesitas un adelanto de tu salario? Lo miro fijamente con la boca entreabierta. No se le ofrece un anticipo a alguien que no se queda. ―¿Por qué me ofrecerías eso cuando esperas desesperadamente deshacerte de mí? Él se frota los ojos. ―Vamos a aprobar el software. Eso es lo que vine a decirte, y sé que no tendrás resultados el próximo viernes, pero Mark pensó que podría ser una buena idea que fueras a la entrevista para discutirlo. ―Frunce el ceño y duda durante un largo suspiro―. Lucie, ¿no se trata de ti, okey? Has estado haciendo un muy buen trabajo. Me arden los ojos. Ha pasado mucho tiempo desde que alguien dijo que había hecho algo bien. No llores delante de él, Lucie. No lo hagas. Debe ser obvio, a pesar de mis esfuerzos. Sus ojos se abren y hay preocupación antes de darse la vuelta. ―Has tenido una semana difícil ―dice mientras se va―. Ve a casa y duerme un poco. Esa dulzura sigue ahí, debajo de todo, esa dulzura de otra vida. Me pregunto por qué parece tan miserable en esta. No me voy temprano como sugirió, porque si él necesita resultados lo antes posible, tengo que hacerlo ahora. Abro el correo electrónico que ya había redactado explicando el programa de caminata a toda la empresa. Lo veo por última vez y me tiembla la mano cuando presiono enviar. Todavía parece imposible que alguien confíe en mí para escribirle a quinientos empleados a la vez. Había planeado irme poco después, pero inmediatamente me inundan las respuestas. Hay muchos ataques sobre el software y quejas sobre el chico del cuarto piso que corre maratones, pero también hay elogios y correos electrónicos que simplemente dicen “gracias”. Una mujer de RR.HH. viene a mi cubículo para darme otras ideas que tiene para TSG. La gente llama para aclarar la estructura del premio. Kayleigh incluso cuelga su teléfono el tiempo suficiente para quejarse de Wyatt, el maratonista, mientras paso. La jornada laboral casi ha terminado cuando tengo un segundo para respirar y descubro nuevos mensajes de texto de Jeremy esperando. Jeremy: ¿Conseguiste dejar a los gemelos en la escuela a tiempo por una vez? ¿Debo enviar algunas multivitaminas? Dios sabe que deben necesitarlas con las comidas que sirves. Simplemente está enojado porque su pequeño truco con la cuenta corriente no provocó una respuesta y arremetió, pero me desinfla de todos modos, como siempre lo hace cuando me critica. Porque tiene razón. Sí, hemos llegado tarde a la escuela. Sí, he hecho comidas horribles, y esas cosas probablemente sean ciertas para todos los papás en algún momento, pero nunca he tenido mucha perspectiva. Él era seis años mayor y ya era exitoso cuando entró al restaurante donde yo atendía mesas. Al principio pensó que mi juventud e ingenuidad eran “lindas”. Le encantaba que yo no supiera pronunciar “tapas”1 ni usar el sacacorchos, que nunca hubiera subido a un avión y no supiera esquiar, pero todo eso cambió una vez que nos casamos. De repente, las cosas que no sabía o que no podía hacer bien se convirtieron en defectos. Estaba ansioso por señalar las formas en que yo estaba fallando: en casa, en público, como mamá, en la cama. Yo era un fracaso inútil, nada más, y era difícil discutir cuando no tenía pruebas de lo contrario, cuando no había más voces a mi alrededor que las suyas. Pero hoy, las hay. Caleb dijo que hice un buen trabajo y la gente está entusiasmada con el programa que creé. Incluso si es temporal, incluso si finalmente fracaso, merezco algo mejor que vivir en una cámara de eco de las críticas de Jeremy. Puede que los tres no entendamos el cuento de hadas, pero al menos merecemos algo mejor de lo que hemos tenido. Aún no le he cancelado al abogado y no lo haré. Pondré lo que pueda en la tarjeta de crédito anterior y solicitaré otras nuevas para cubrir el resto. Lo que sea necesario para liberarme de Jeremy... vale la pena. Después del almuerzo del sábado, los gemelos y yo sacamos el viejo bote oxidado de debajo de la terraza y remamos hacia el lago. No ha habido señales de vida en la casa de Caleb desde ayer. Ni él, ni ninguna esposa encantadora recibiendo el periódico o tomando café en la orilla. ¿Dónde diablos está ella? Si él estuvo fuera por dos semanas y ella ha estado fuera desde que llegué aquí... es mucho tiempo para que estén separados. Los gemelos arrojan una red al agua y empujan el bote bajo el sol de la tarde, en busca de un tesoro pirata. Es la infancia que una vez imaginé para ellos, y si puedo liberarme de Jeremy, tal vez pueda dársela. ―Ve por ahí, mami ―me ordena Sophie, señalando la sección del lago donde las ramas sobresalen del agua, una advertencia a la que no presté atención nunca. 1 Dicho en el original en español. ―No puedo ―respondo con una sonrisa―. ¿Recuerdas que te conté la vez que me quedé atrapada aquí? Ahí es donde sucedió. ―¿Dónde te salvó ese chico cuando fingías ser Lady Victoria? Ella ama esa historia. ―Sí. ―¿Cuándo me leerás el libro de Lady Victoria? ―me pregunta―. ¿Cuando tenga once años? ―Ella se ha olvidado por completo de la red ahora. Hundo los remos en el agua y empiezo a remar de regreso al muelle. ―No hasta que seas adulta. ―Tú lo leíste cuando tenías once años ―argumenta. Me río. ―Te lo aseguro, Sophie, no debería haberlo hecho. Estaba en un estante de libros que mi tía dijo que “no eran para niños” y hacerlo a escondidas era inusualmente rebelde para una niña que nunca había caminado al patio trasero en el transcurso de cincoveranos, pero mi tía se fue a pasar la noche y mis sentimientos estaban heridos porque mi mamá no había aparecido como estaba previsto. Entonces, escondí el libro, y cuando me di cuenta de que me había salido con la mía, me volví aún más audaz: si Lady Victoria pudo remar con éxito en un bote hasta el lago sin vigilancia, ¿por qué yo no? Afuera estaba oscuro. Nadie me vería. Pero en un giro de los acontecimientos sacado directamente de la vida de Lady Victoria, el bote se atascó y fue Caleb quien me escuchó pedir ayuda, fue Caleb quien atravesó el agua a la luz de la luna para rescatarme. Fue... increíblemente romántico y mis lágrimas se secaron instantáneamente al verlo acercarse. Llegó hasta mí rápidamente, agarrándose al costado del bote mientras se apartaba el cabello mojado de la frente. Había crecido mucho más de lo que me había dado cuenta. Lord Devereaux tenía “un rostro cincelado, como por el mismo Creador, y una boca hecha para el pecado” pero estaba bastante segura de que el rostro de Caleb estaba más cincelado, y su boca era aún más pecaminosa, aunque no tenía claro qué hacía exactamente a una boca pecaminosa en primer lugar. ―Estoy atascada ―susurré―. Y no sé nadar. ―Espera, te sacaré. ―Me sonrió, mostrando un hoyuelo que no sabía que tenía―. Mientras trabajo, tal vez puedas explicar por qué robaste el bote de la señorita Underwood. Sabía que no podía decirle la verdad. Había pasado once años completos sin decirle a nadie la verdad, pero realmente deseaba poder hacerlo. ―Lo tomé prestado. ―Acerqué mis pies mientras él colocaba un remo embarrado a su lado―. Pero iba a regresarlo. Fue hasta el otro extremo del bote, girándolo de un lado a otro hasta que finalmente se aflojó. ―¿Pediste prestado un bote en pijama y lo sacaste por la noche cuando no sabes nadar? ―Eso fue más culpa de Lady Victoria Jordan que mía. De mi libro. Mientras empezaba a llevar el bote a la orilla, le conté todo sobre su rebelión, su largo vestido blanco y los malvados encantos de Lord Devereaux. ―¿Por qué está tan en contra del matrimonio? ―me preguntó―. ¿Y qué hace que los encantos de Lord Devereaux sean perversos en lugar de ser, ya sabes, encantadores? De hecho, me estaba escuchando, algo que mi mamá nunca hizo. Mi amor por él se multiplicó por diez en ese momento. ―Ella es tremendamente independiente, y él es malo porque no quiere sentar cabeza. Él arqueó una ceja. ―¿Entonces quieren exactamente lo mismo, pero solo a él lo vuelve malvado? Estaba a punto de explicarle que Lord Devereaux también era un libertino, lo cual aparentemente era lo mejor y lo peor que podía ser un hombre durante ese período histórico, pero ya habíamos llegado al muelle. Había ido demasiado rápido, esta vez con él, y lo había desperdiciado todo hablándole de un libro cuando quería hablarle de mí. Quería que supiera que gané un concurso de arte, que hoy era mi cumpleaños, que mi mamá era hermosa y que si él podía esperar un par de años, probablemente yo también lo sería, pero no sabía cómo sacarlo todo, así que me quedé en silencio mientras él arrastraba el bote nuevamente bajo la terraza de mi tía. ―No se lo voy a decir a nadie ―dijo cuando regresó―, pero tienes que prometerme que no volverás a salir al lago hasta que hayas aprendido a nadar. Cuando asentí, me dio una última sonrisa. ―En ese caso, Lady Victoria, le deseo buenas noches. Hablamos unas cuantas veces más después de eso (yo salía a escondidas de la casa cada vez que mi tía no estaba y hacía suficiente ruido para que él me escuchara), pero la diferencia de cuatro años era un gran problema en aquel entonces. Yo siempre fui una niña y él siempre fue casi un adulto. Todo lo que Ruth tenía era para mí (su manera de disculparse por todos esos años que pasó guardando el secreto de mi papá) y al final ese dinero me ayudó a pagar la universidad, pero me pregunto qué habría pasado si Caleb y yo hubiéramos tenido la oportunidad de conocernos cuando éramos adolescentes, cuando éramos adultos jóvenes. Si Ruth no hubiera muerto y si su mamá no hubiera vendido su casa, ¿podría haber pasado algo entre nosotros? ¿Podríamos habernos convertido en lo que soñaba cuando era niña? Porque aún siento que perdí algo que debía conservar. ―Mami, ¿quién es ese tipo? ―pregunta Sophie, interrumpiendo mi ensueño. Ella está señalando el muelle, donde ese chico que estaba destinada a conservar está bajando de un bote mucho más bonito que el nuestro. Hoy lleva pantalones cortos y camiseta, y veo contra mi voluntad su mandíbula afilada, sus pantorrillas duras, esos bíceps acordonados más grandes que mis muslos. No puedo culpar a mi versión infantil por quedarse sin palabras la noche que nos conocimos; muchas mujeres adultas se quedarían sin palabras ante eso. Deja el gran trozo de metal que lleva en el suelo cuando nos detenemos y extiende la mano para tomar la cuerda para ayudarnos a atracar, aunque está claro que su ayuda se proporciona de mala gana. ―Sophie y Henry ―digo, levantándolos a cada uno del bote―, este es nuestro vecino, el señor Lowell. Henry, normalmente reticente, da un paso adelante y recoge un trozo de metal que Caleb dejó en el muelle. ―Henry, detente ―lo regaño, subiendo la escalera detrás de ellos. Él me ignora, agarra una segunda pieza y la ajusta a la primera. ―¿Cómo supiste que iban juntos? ―le pregunta Caleb a Henry. Hay curiosidad, no irritación, en su voz, como si estuviera hablando con otro adulto. Henry no responde, pero un destello de algo parecido a una sonrisa pasa por su rostro y siento esa familiar opresión en mi garganta, pellizcando detrás de mis ojos. Quiero tanto para él que podría estallar, y no estoy segura de poder darle nada en absoluto. ―¿Tienes hijos? ―le pregunta Sophie. Estoy segura de que nada de esto contrarresta el desdén de Caleb por los niños. Un músculo se flexiona en su mandíbula. ―No. ―¿Tienes novia? ―continúa―. Mi papá tiene novia. Su nombre es Whitney y todavía está en la universidad. Por eso vivimos aquí ahora. Oh, Dios. ―¿Quién te dijo eso? ―grito, mientras la sangre se drena de mi rostro. ―Lola ―chirría ella en respuesta―. Su mamá dijo que es porque ya no eres la Reina de los duraznos y papá quería un modelo más nuevo. Mierda. Mierda. Mierda. Odio que ya estén hablando de esto en la escuela y que lo estén hablando con mis hijos. En una nota menor, odio que Sophie se lo haya contado a mi jefe. Los ojos de Caleb se abren mucho mientras ve de ella a mí, y veo un indicio del chico que una vez imaginé que era: el que es capaz de preocuparse y de ser amable, pero ni siquiera importa si realmente es él, y tengo cosas mucho más importantes con las que lidiar en este momento. Sin decirle una palabra, agarro a Sophie de una mano y a Henry de la otra y los llevo a ambos directamente a la casa. Tomo asiento en la otomana frente a ellos una vez que estamos dentro, dudando antes de hablar. ―Lamento que hayas oído a Lola decir eso ―empiezo. La cabeza de Sophie se inclina. ―Pero es verdad, ¿no? Muerdo el interior de mi mejilla. Pasé toda mi infancia deseando tener un papá. Elegí al equivocado para ellos, pero... él sigue siendo su papá y tendrán que lidiar con él de alguna manera por el resto de sus vidas. Merecen, en la medida de lo posible, tener una relación con él que no esté contaminada por lo que me hizo. ―Papá y yo simplemente no éramos muy felices juntos. Henry se sienta en mi regazo y apoya su cabeza contra mi pecho, mientras Sophie frunce el ceño, sumida en sus pensamientos. ―¿Es Whitney la Reina de los duraznos ahora? ―No ―digo con un suspiro―. Ella no es nadie. Es una lucha no parecer amargada y supongo que no lo consigo del todo. Sophie se acomoda en mi regazo al lado de Henry y coloca su pequeña mano en mi mejilla a modo de consuelo. ―Está bien, mami. Yosigo pensando que eres bonita. 8 Mi papá tiene novia. Ya no eres la Reina de los duraznos y papá quería un modelo más nuevo. Desearía poder borrar ese momento de mi cerebro, olvidar la forma en que Lucie palideció mientras su hija hablaba. No estoy seguro de qué pensé que pasó entre ella y su marido, pero no fue... eso. Porque ¿quién demonios engaña a Lucie? ¿Cómo diablos alguien tiene la suerte de terminar con ella y elegir a otra persona? La veo más tarde esa noche, balanceando los pies en el borde del muelle. Desde la distancia, no se ve tan diferente de la niña que alguna vez fue, la niña delgada que se escapaba hasta el muelle por la noche, con los ojos muy abiertos e insegura, y me susurraba sus secretos como si no pudiera soportar retenerlos ni un momento más. Solo la había visto aquí unas pocas veces antes de que admitiera que su papá era Robert Underwood, y entonces empezó a tener sentido esa incertidumbre suya. Porque incluso entre directores ejecutivos de tecnología como mi papá, Underwood era alguien importante, y ya sabía que él era el tipo de persona que no dudaría en arruinar a alguien que se interpusiera en su camino. ―Él quería que mi mamá abortara ―dijo una de esas noches, con sus delgados hombros encorvados―. Mi mamá dice que lo habría hecho si hubiera sabido lo tacaño que iba a ser. Era el tipo de mierda que ningún niño debería saber sobre sus papás, pero especialmente a su edad, y cuando su boca tembló mientras intentaba forzar una sonrisa, me sentí mal e impotente. Ojalá hubiera hecho algo por ella, aunque todavía no sé qué podría haber hecho. Mis pies golpean el muelle y ella se gira, sin sorprenderse de verme aquí, y levanta una ceja. ―¿Esperaste hasta que anocheciera para que mi hija no te acosara con preguntas personales? ―Sí, de ahora en adelante haré todos mis paseos en bote y tomaré el sol entre la medianoche y las cinco de la mañana. Eso solo me hace ganar media sonrisa. ―Supongo que nada de ese incidente te hizo decidir que te gustan los niños. Me dejo caer a su lado antes de balancear mis piernas sobre el borde del muelle por primera vez en una década. ―No odio activamente a los niños, ¿sabes? Simplemente creo que son monstruos que requieren una cantidad excesiva de cuidados y te ofrecen muy poco a cambio. Ella se recuesta sobre sus manos. Hay algo gentil en sus ojos. ―Te ofrecen todo a cambio, pero es... intangible. ―Genial, tú disfruta de tus beneficios intangibles, yo disfrutaré guardándome todo mi tiempo libre y mis ingresos prescindibles. ―Esto finalmente me hace ganar una sonrisa completa. »Si necesitas algo ―agrego entrecortadamente―, dinero para un abogado o algo así, házmelo saber. ―Gracias. Estaré bien. Aunque sería increíble si pudieras dejar de presenciar mis momentos más vergonzosos. ―Parece que tienes bastantes de ellos, si somos honestos. Es la broma que le harías a una amiga, no a una empleada, y aunque ella se ríe, probablemente no debería haberlo dicho. Es peligroso lo familiar que se siente. Lo fácil que es estar cerca de ella. ―Y sobre el trabajo… Ella me descarta. ―No es culpa tuya. Me dijeron tres meses al principio. Solo pensé que era un período de prueba estándar, no una fecha de término firme. ―Te quedarás hasta que encuentres algo más. ―No tienes que hacerlo ―comienza y la interrumpo. Sé que fui un idiota la semana pasada. Ojalá pudiera explicarle por qué. ―Lucie, estás haciendo un trabajo increíble. Si la situación financiera de TSG fuera diferente, pensaría que eres la contratación del siglo. Así que quédate todo el tiempo que necesites, pero no desperdicies todo mi dinero en estupideces. Sus ojos se arrugan. ―¿Te refieres a estupideces que les permiten a tus empleados saber que te importan? ―Yo les pago ―argumento―. ¿Por qué tengo que fingir que también me importan? Ella sonríe. ―Quiero decir, sería mejor si realmente te importara. Me río en silencio. ―Prefiero que todas mis relaciones sigan siendo transaccionales, si es posible. Se mete un mechón de cabello detrás de la oreja. ―Espero con ansias, entonces, conocer a tu novia por correo. Mi novia. Al final preguntará dónde diablos está Kate. Probablemente debería decírselo, pero... parece más seguro no hacerlo de alguna manera. De hecho, habría sido más seguro no caminar hasta aquí. Me pongo de pie. ―¿Te estás adaptando bien, aparte de mi insistencia en despedirte? ―Aún me vendría bien un recorrido. Estoy tratando de descubrir dónde puedo poner un muro para escalar. ―Entonces me aseguraré de que no hagas un recorrido. Ella se ríe y me siento como un niño que ha ganado el juego más difícil de la feria. Que es exactamente lo que hace que Lucie sea tan peligrosa: cada vez que la veo, quiero volver a verla, y cada vez que sonríe, quiero ser yo quien ponga esa sonrisa ahí. Quiero ganar ese juego en la feria, cuando el premio no es uno que pueda conservar. 9 Kayleigh aparece en mi cubículo a primera hora del lunes por la mañana, luciendo aún más disgustada de lo normal, lo cual es realmente un logro. ―Caleb me dijo que se supone que debía darte un recorrido ―dice con un profundo suspiro―. ¿Por dónde quieres empezar? Me levanto antes de tener tiempo para pensar en eso. Kayleigh no me parece alguien a quien le guste que la hagan esperar. He visto la mayoría de las oficinas hasta este momento, pero debo haberme perdido algo, porque... todas son oficinas. ―Tal vez los espacios donde la gente se relaja. ¿Como las salas de descanso? ―¿Te refieres a la cafetería? ―pregunta. Asumiría que estaba bromeando si no estuviera ya de nuevo en su teléfono. He estado en la cafetería del sótano, iluminada con luces fluorescentes, con sus mesas de plástico baratas y suelos de linóleo. La única vez que fui a comer ahí, elegí saltarme el almuerzo en lugar de experimentar un sándwich húmedo envuelto en celofán o judías verdes flotando en una neblina de agua grasosa. ―No, quise decir, como... si quieres charlar con un amigo aquí... ¿dónde haces eso? Ella pone los ojos en blanco. ―En ningún lugar. En realidad no es ese tipo de lugar. No estoy segura de si se trata de un problema de TSG o de Kayleigh, ya que ella no es exactamente amigable, pero si tiene razón... definitivamente es un problema. Me senté junto a mi tía durante suficientes veranos para saber que, si bien las personas permanecen en su trabajo por el salario y los beneficios, lo que las mantiene ahí cuando el césped parece más verde en otros lugares es cuando los colegas se sienten amigos. Lo cual solo puede suceder si realmente han salido un poco. ―¿No hay otro espacio grande? En un edificio de este tamaño, debe haber algo. Ella se encoge de hombros. ―Sí, pero ahora está cerrado. ―¿Puedes mostrármelo? Ella levanta la vista y levanta una ceja como si le hubiera pedido leer sus mensajes de texto privados. ―Supongo, pero si alguien pregunta, eres tú quien me instó a hacerlo. La sigo hasta el ascensor y subimos al séptimo piso. Ella está en su teléfono publicando algo en Instagram, y estoy bastante segura de que acaba de tomar una fotografía de mis tacones. Mi propio teléfono suena, pero lo ignoro. Es, sin duda, Jeremy y todo lo que tenga que decir puede esperar. Para siempre, preferiblemente. La primera puerta que intenta abrir está cerrada con llave, pero logramos entrar por una puerta lateral, donde descubro una enorme habitación inundada de luz solar. ―¿Tenemos este increíble espacio aquí y en su lugar usamos el calabozo de abajo para almorzar? ¿Por qué? ―Mi cabeza ya está dando vueltas con planes que Caleb odiará, y el programa de caminata me ha dado suficiente confianza para esperar poder llevarlos a cabo. Ella no responde hasta que termina de escribir. ―Fue para reducir costos. ―Pero mantener una sala de descanso no debería