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The Summer We Fell - Elizabeth O'Roark

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El presente documento es una traducción realizada por Sweet 
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Él era y la pesadilla de mi existencia. 
Quería odiar a 
Lo odiaba. 
Ahora, una década más tarde, la tragedia nos ha devuelto al lugar donde 
todo ocurrió: 
 
Nuestras vidas han cambiado, pero esa atracción entre nosotros es tan 
fuerte como siempre. 
 
 
 
 
1 
 
No hace mucho tiempo, podía pasar por un aeropuerto sin ser 
reconocida. Extraño eso. 
Hoy mis lentes de sol permanecerán puestos. Es uno de esos odiosos 
movimientos de “¡Soy una celebridad!” que siempre he odiado, pero eso es 
mejor que un montón de comentarios sobre mi apariencia actual. Dormí 
la mayor parte del camino de Lisboa a San Francisco, gracias a mi práctica 
reserva de Ambien, pero aún estoy aturdida por la llamada que recibí 
justo antes de subirme al vuelo... y se nota. 
Donna siempre ha sido una bola de energía alegre e infatigable. No 
puedo imaginarla de otra manera. De todas las personas en el mundo, 
¿por qué tiene que ser ella? ¿Por qué las personas que más merecen vivir 
parecen tener que irse demasiado pronto, y las que menos lo merecen, 
como yo, parecen prosperar? 
Me he estado prometiendo a mí misma que solo necesito aguantar un 
poco más, cuando la verdad es que tengo tres semanas seguidas por 
delante para aguantar sin un final a la vista, pero si no me detengo para 
mentirle a los demás, ciertamente no voy a objetar las mentiras que me 
digo a mí misma. 
Me meto en el baño para limpiarme antes de ir por mi equipaje. Mis 
ojos color avellana están amoratados por la fatiga, y mi piel está pálida. 
Las mechas bañadas por el sol que la colorista agregó a mi cabello castaño 
no engañarán a nadie para que piensen que he pasado tiempo bajo el sol 
últimamente, especialmente Donna. Cada vez que me ha visitado en Los 
 
 
Ángeles, ha dicho lo mismo: “Oh, cariño, te ves tan cansada. Me gustaría que 
volvieras a casa”, como si volver a Rhodes pudiera mejorar algo. 
Me alejo del espejo justo a tiempo para atrapar a una mujer tomándome 
una foto de lado. 
Ella se encoge de hombros, completamente desvergonzada. 
―Lo siento, no eres de mi gusto ―dice―, pero le gustas a mi sobrina. 
Solía pensar que la fama lo resolvería todo, lo que no sabía es que sigues 
estando igual de triste. Tienes a todo el jodido mundo ahí para verte y 
recordarte que no tienes derecho a estarlo. 
Salgo antes de decir algo de lo que me arrepienta y bajo las escaleras 
mecánicas para recoger mi equipaje. No fue hasta que comencé a salir con 
Cash que entendí el tipo de caos que puede surgir cuando el público cree 
que te conoce, pero hoy no hay multitud, solo está Donna esperando cerca 
de la base de la escalera mecánica, un poco demasiado delgada, pero por 
lo demás completamente bien. 
Me toma entre sus brazos y el aroma de su perfume de rosas me 
recuerda a su hogar, un lugar donde ocurrieron algunos de mis mejores 
momentos, y algunos de mis peores. 
―No era necesario que me recogieras. Iba a tomar un Uber. 
―Eso costaría una fortuna ―dice, olvidando o sin importarle que ya 
no soy la niña arruinada que una vez se vio obligada a acoger―. Cuando 
mi niña vuelve a casa, soy yo quien la recoge, además... tenía compañía. 
Mi mirada sigue la suya, más allá de su hombro. 
No sé cómo no lo vi, cuando es un pie más alto y un pie más ancho que 
cualquier otra persona en la sala. Algunos tipos grandes se esfuerzan por 
parecer menos: se encorvan, sonríen, bromean. Luke nunca ha hecho 
ninguna de esas cosas. Él no tiene reparos con no sonreír, su tamaño o lo 
demás. 
Parece mayor, pero han pasado siete años, así que supongo que debería. 
Ahora es aún más grande, más duro y menos penetrable. Su cabello 
castaño desordenado aún brilla dorado por todas esas horas que pasa en 
el agua, pero hay una barba de una semana completa en un rostro que 
 
 
normalmente está bien afeitado. Ojalá yo hubiera estado preparada, al 
menos. Desearía que alguien me hubiera dicho: “Luke estará ahí, y todavía 
se sentirá como la marea, succionándote hacia el mar”. 
No nos abrazamos, eso sería demasiado, y no puedo imaginar que él 
estaría dispuesto a hacerlo de todos modos, dadas las circunstancias. 
Ni siquiera sonríe, sino que simplemente inclina la barbilla. 
―Juliet. 
Ha crecido, incluso su voz ha crecido, es más baja, más confiada de lo 
que era, y siempre fue baja, siempre confiada. Siempre capaz de ponerme 
de rodillas. 
Se siente intencional el hecho de que apenas me estoy enterando de que 
él está aquí ahora. Donna sabe que nunca nos llevamos bien, pero ella se 
está muriendo, lo que significa que no puedo resentirme con ella por esta 
pequeña manipulación. 
―Él se ofreció a conducir ―agrega Donna. 
Él levanta una ceja ante la palabra “ofreció”, con los brazos aún cruzados 
sobre su amplio pecho, dejando en claro que no fue exactamente así como 
sucedió. Es muy propio de Donna atribuirnos cualidades mucho más 
amables de las que realmente existen. 
―¿Cuántas maletas tienes? ―Ya se está girando hacia el carrusel, 
preparándose para hacer lo correcto, sin importar cuánto me odie. 
Me muevo frente a él. 
―Yo puedo hacerlo. 
Me molesta que camine hacia el carrusel de todos modos. Presiono un 
dedo en mi sien derecha, mi cabeza se está partiendo, finalmente está 
saliendo todo lo que tomé ayer, y simplemente no me siento con ganas de 
tener una conversación cortés, especialmente con él. 
Yo trago. 
―No sabía que estarías aquí. 
―Lamento decepcionarte. 
 
 
Veo venir mi maleta y avanzo. 
―Eso no es lo que quise decir. ―Lo que realmente quise decir fue: “Esta 
es la peor situación posible, y no veo cómo voy a soportar tres semanas”. Pero 
supongo que eso no es mucho mejor. 
Miro por encima del hombro. 
―¿Cómo está? 
Sus ojos se oscurecen. 
―Acabo de llegar esta mañana, pero… ya la viste. Un fuerte viento 
podría derribarla. 
Y con eso realmente no hay nada más que decir. Nada fácil o cómodo, 
al menos. El silencio se extiende. 
Ambos alcanzamos mi maleta al mismo tiempo, con nuestras manos 
rozándose por un momento. 
Muevo hacia atrás mi mano, pero es demasiado tarde. Luke ya está en 
mi torrente sanguíneo, ya me está envenenando, haciéndome querer 
todas las cosas equivocadas, como siempre lo hizo. 
 
 
 
2 
Mayo del 2013 
 
Es casi el final del año escolar, y la calle afuera del restaurante parece 
un desfile mal organizado: hay jeeps y camionetas llenas de chicos y tablas 
de surf, música a todo volumen que cobra vida y se desvanece con la 
misma rapidez. Esto marca el comienzo de la temporada alta y, durante 
los próximos tres meses, Rhodes estará inundada de surfistas y familias 
comprando helados y camisetas, hamburguesas y refrescos. Es cuando la 
mayoría de los negocios locales realmente obtienen ganancias, cuando la 
ciudad y sus residentes parecen despertar de un largo sueño. 
Yo, especialmente, aunque está haciendo más daño que bien en este 
momento. 
―Si no estuviéramos tan ocupados, ya estarías despedida ―se queja 
Charlie, el cocinero de línea. 
Si fuera otra persona, le diría que mi novio por fin regresa a casa, pero 
Charlie no es ese tipo. Podría decirle que acababa de recibir un 
diagnóstico terminal, y él aún así no sería ese tipo. 
―Lo sé, lo lamento. ―Me alejo el cabello del rostro y agarro dos platos 
de debajo de la lámpara de calor. 
―No te disculpes ―responde, implacable como siempre, volteándose 
para rehacer el pedidoque anoté mal―. Solo deja de cagarla. 
Stacy toma los dos platos de mi agarre. 
―Gente de la iglesia, sección dos. Son tuyos. 
 
 
Ella siempre me deja con las mujeres mayores que vienen aquí después 
del estudio de la Biblia porque dan malas propinas. Para mí, es su actitud 
lo que es más difícil de soportar: la manera engreída y satisfecha con la 
que me recuerdan lo afortunada que soy de tener este trabajo, y la suerte 
que tengo de que el pastor y su esposa, los papás de Danny, me acogieran. 
―Me sorprende verte aquí ―dice la señora Poffsteader―. ¿No llega 
Danny a casa hoy? 
La pregunta: tan inocente. El tono: no tanto. Debería estar demasiado 
emocionada para trabajar hoy, piensa. Debería estar preparándome, y si 
no estuviera trabajando, probablemente insinuaría que soy una holgazana. 
No se gana con ellas. 
―Esta noche ―respondo―. Tengo suficiente tiempo. 
―La señora Donna dijo que traerá a un amigo a casa. 
Fuerzo una sonrisa. 
―Sí, Luke. Creo que van a surfear. ―Luke Taylor, el compañero de 
equipo de Danny, parecía un tipo perfectamente agradable la única vez 
que hablamos, y sé que su beca no cubre el hospedaje durante el verano, 
pero realmente no quiero que mi verano con Danny sea secuestrado por 
un amigo de la universidad con diferentes prioridades Mi vida social el 
año pasado ha girado completamente en torno a la iglesia: cantar en el 
coro, ayudar a Donna con los eventos, así que no parece que sea pedir 
demasiado querer un poco del tiempo de Danny para mí. Realmente 
espero que Luke no planee quedarse. 
―Pensé que ya se habría buscado una chica universitaria ―dice la 
señora Miles―. Pero supongo que es bueno para ti, aún está funcionando. 
Qué cosa tan amable hizo el pastor, acogiéndote de esa manera. 
No me importa que ella dé a entender que Danny podría conseguirse 
algo mejor que yo, es un sentimiento con el que estoy de acuerdo. Es el 
subtexto del que me canso: “Sé más agradecida, Juliet. No estarías en ninguna 
parte sin ellos, Juliet. Demuéstranos que eres digna del favor que te han hecho, 
Juliet”. 
―Sí. ―Saco mi bloc de notas―. ¿Qué puedo traerles de beber? 
 
 
Se ven decepcionadas conmigo mientras piden su té helado. Sé lo que 
querían: alguna declaración de gratitud de mi parte. Querían que brotara, 
que me postrara, que admitiera que soy basura y que siempre seré basura 
que no merece nada de lo que he recibido. La gente solo quiere que la 
caridad vaya a aquellos que conocen su lugar. 
Y estoy agradecida: hace poco más de un año, no podía hacer un 
sándwich sin que me dislocaran el hombro. En primer lugar, no podía 
contar con tener ingredientes para un sándwich. 
Pero hay algo acerca de esta demanda constante de muestras de 
gratitud de parte de personas que nunca han movido un dedo en mi 
nombre que me vuelve mezquina. Le agradezco a Donna todas las noches. 
¿A estas perras de la iglesia? Espero que no estén conteniendo la 
respiración. 
Les llevo sus bebidas y tomo sus órdenes. Se callan cada vez que me 
acerco a la mesa, lo cual no es ninguna sorpresa, incluso con sus biblias 
fuera, su tema favorito sigue siendo el mismo: cómo Danny podría haber 
conseguido a alguien mucho mejor que yo y cómo la situación no 
terminará en nada bueno. Es un alivio cuando finalmente se van. 
Limpio su mesa: dejan una propina de un dólar en una cuenta de 
veinticinco dólares, naturalmente. Estoy a punto de levantar mi bandeja 
cuando vuelve a sonar el timbre de la puerta y entra un chico 
soñadoramente guapo, rubio y de mandíbula cuadrada que me sonríe 
como si fuera su objeto favorito en el mundo. El blazer de la elegante 
escuela privada ha sido reemplazado por pantalones cortos y una 
camiseta de fútbol de la UCSD, pero sigue siendo tan perfecto como un 
Adolescente Disney cuando lo conocí durante mi segundo año. Aún se ve 
demasiado bueno para mí, aunque de alguna manera, él es mío. 
―¡Danny! ―grito, dejo caer la bandeja con estrépito y corro por el 
restaurante para lanzar mis brazos alrededor de su cuello. 
Él me aprieta fuerte por solo un segundo antes de separarse 
suavemente. No se siente tan cómodo con las muestras de afecto, pero es 
difícil culparlo. Como hijo del pastor en un pueblo pequeño, cada uno de 
sus movimientos será discutido extensamente... lo más probable es que 
con sus papás. 
 
 
―¿Cómo es que estás aquí tan temprano? ―pregunto sin aliento. 
―Porque… ―Ve sobre su hombro con una sonrisa―. Yo no era el que 
conducía. 
Solo entonces veo más allá de él al tipo que ahora está entrando. 
Parpadeo. Una vez, dos veces. Tenía una imagen de quién sería Luke: 
lindo, totalmente estadounidense, el chico que llevas a casa con mamá, al 
igual que Danny. 
Pero Luke no es lindo. Él no es el chico que llevas a casa. Ni siquiera es 
un niño, mide un metro noventa y cinco de músculos magros, necesita un 
afeitado, se ve terso y bronceado y... peligroso, de alguna manera. Tan 
diferente de Danny como cualquiera que haya conocido. 
La sonrisa en mi rostro parpadea. Mi boca se seca y mi corazón late con 
fuerza en mis oídos. Él tampoco está sonriendo. No puedo decir si está 
incómodo o enojado, pero el buen chico que conocí por teléfono se ha 
desvanecido por completo, y al que está en su lugar ya parece que no le 
gusto mucho. 
―Hola ―susurro, con voz irregular. Hay algo en su rostro que me hace 
sentir obligada a mirar: el extraño color de sus ojos, marrones con un 
toque de verde, los huecos debajo de sus mejillas, la boca 
inesperadamente suave. 
Danny lanza un brazo alrededor de mis hombros. 
―Te dije que era la chica más bonita del mundo, ¿no? 
Luke me ve como si sopesara las palabras de Danny. 
―Le dijiste a todos eso, sí. ―Es lo más cerca que podría llegar a discutir 
el punto sin hacerlo, sin embargo, aquí estoy, todavía mirándolo fijamente 
y tratando de ignorar este aleteo insistente que de repente floreció en mi 
interior. 
Trago saliva y vuelvo a mirar a Danny. 
―No salgo hasta las cinco. 
Él deja un suave beso en mi frente. 
 
 
―Tómate tu tiempo. Conduciremos hasta Kirkpatrick para mostrarle a 
Luke por qué debería quedarse durante el verano. 
Fuerzo una sonrisa para cubrir el malestar que ni siquiera puedo 
explicarme a mí misma, y basándome en el ceño fruncido de Luke, 
supongo que él también lo siente. 
 
El sol está empezando a ponerse cuando llego a la ordenada casa de los 
Allen, con su acogedor porche delantero y rosales bien cuidados en flor 
de color rosa pálido. 
El año pasado, todo lo que quería en el mundo era una linda casa como 
esta para volver, un lugar donde estaría a salvo. Llegué aquí justo después 
de que mi hermanastro me sacara el hombro de la articulación y pensé 
que sería feliz para siempre si pudiera llamarla mía. 
Es gracioso, la forma en que obtienes lo que quieres y empiezas a querer 
otra cosa. 
Esta noche, desearía poder plantarme boca abajo en la cama durante 
cinco minutos, o al menos enjuagar el hedor del restaurante de mi cabello. 
Sin embargo, cuando eres la invitada de alguien, no te cansas, no puedes 
tener un mal día. 
―¿Juliet? ―Donna dice desde la cocina―. Ven a echarme una mano 
con las papas, ¿quieres? 
Donna no tiene malas intenciones: disfruta realmente cocinar y crear un 
hogar agradable, y siempre quiso una hija para que la ayudara en la 
cocina, para transmitirle estas cosas, pero estar aquí a menudo se siente 
como una extensión de mi jornada laboral, incluso en mis sueños estoy 
rellenando el café de alguien o corriendo a buscar ketchup. 
Luke y Danny están sentados a la mesa, resplandecientes después de 
una tarde bajo el sol, con el cabello todavía húmedo por la ducha. Luke 
está sentado al otro lado, en el asiento normal de Danny. Cuando entró 
en el restaurante, su altura lo hacía parecer casi larguirucho. Sin embargo, 
sentado, es demasiado grande para la mesa, para la habitación. Éramos 
 
 
cuatro personas de tamaño normal, perfectamente equilibradassin él. Ha 
hecho que perdamos nuestro equilibrio, y de alguna manera se siente 
peligroso. 
Danny pregunta cómo estuvo el trabajo mientras escurro las papas que 
Donna hirvió. Si pudiera hablar libremente, mencionaría a las señoras de 
la iglesia que se pasaron todo el almuerzo hablando mal de mí y diciendo 
que estaban sorprendidas de que Danny no hubiera encontrado a otra 
persona. Mencionaría que el señor Kennedy volvió a poner su mano en 
mi trasero, o que algunos adolescentes pegaron su propina a la mesa con 
ketchup. 
―Estuvo bien ―respondo en su lugar, porque el pastor me consiguió 
el trabajo, y no quiero parecer desagradecida. Los Allen creen que soy 
callada, pero no estoy segura de que sea cierto. Hay tantas cosas que no 
puedo decir que es más fácil no hablar. 
Hago el puré de papas mientras la conversación vuelve rápidamente al 
tema del surf, el asunto que unió a Luke y Danny el año pasado. Hay mil 
formas de describir una ola: agitada, blanda, vidriosa o pesada, y parece 
que se usan todas. No sé qué significa nada de eso, pero cuando veo, me 
sorprende la forma en que Luke ha cobrado vida hablando de eso. Sus 
ojos brillan, su sonrisa es amplia y creo que nunca he visto a nadie tan 
magnético en toda mi vida. Ni siquiera me gusta y quiero mirar, quiero 
sonreír cuando él lo haga. 
El auto del pastor se detiene en el camino de entrada y nos movemos 
un poco más rápido porque a él le gusta que la cena se sirva de inmediato. 
Abraza a su hijo y estrecha la mano de Luke antes de ocupar su lugar en 
la cabecera de la mesa. Ayudo a Donna a llevar la comida y luego me 
deslizo en el banco junto a Danny, quien presiona sus labios en la parte 
superior de mi cabeza antes de que su nariz se arrugue. 
―Hueles como una hamburguesa con queso ―dice con una sonrisa. 
Luke, frente a nosotros dos, me ve un momento demasiado largo, como 
si estuviera esperando que me explique. Quizá esté pensando lo mismo 
que la señora Poffsteader: que si me importara lo suficiente, me habría 
tomado el día libre. Que soy una chica depredadora que usa a su amigo 
para quedarse gratis. 
 
 
No lo soy. Sé que no lo soy, pero no tengo ni idea de a dónde iría si 
Danny y yo rompiéramos. Tengo muy poco ahorrado del restaurante, y 
me han dejado claro que ya no soy bienvenida en casa. No es que yo 
volvería ahí de todos modos. 
―¿Hay algo de pimienta? ―pregunta el pastor. 
Los ojos de Donna se abren como platos por la sorpresa. No tengo idea 
de por qué está sorprendida: el pastor siempre decidirá que falta algo, sin 
importar cuánto lo intente ella. Me levanto sin que me lo pidan y Luke 
frunce el ceño. Sigue observándome mientras vuelvo con la pimienta, con 
algo duro en su mirada. 
―¿Puedes tomar el té mientras estás levantada, Juliet? ―agrega el 
pastor antes de lanzarse a contar una larga historia sobre una mujer y su 
bebé que llegaron en busca de ayuda. A menudo hace esto en la cena: 
discute los eventos de su día, buscando algo en ellos que pueda usar 
durante el sermón del domingo. Tal vez el tema será Dios ayuda a los que 
se ayudan a sí mismos. Tal vez el tema será La caridad comienza en casa. Aún 
no lo ha resuelto. 
A pesar de todo, Luke permanece en silencio, pero aún aspira el aire de 
la habitación. La casa de Danny ha sido un refugio para mí durante el 
último año y medio, pero con Luke aquí... ya no lo es. Realmente espero 
que no decida quedarse. 
Donna y yo nos levantamos para limpiar la mesa, y Luke comienza a 
levantarse también, pero Donna le hace señas con una sonrisa cariñosa. 
―Siéntate, siéntate ―le insta como si él fuera un dignatario de visita. 
Salgo rápido al garaje a buscar un tarro de helado del congelador 
mientras Donna prepara café. Saco la crema y el azúcar mientras ella corta 
el pastel. Estas son tareas que completo todas las noches, pero de repente 
me siento observada, como si estuviera haciendo una pantomima en un 
escenario, porque Luke está viendo, y su juicio es algo tangible, haciendo 
que cada acción que realizo se sienta forzada y falsa. 
Ellos comen su pastel mientras yo empiezo a fregar sartenes, y cuando 
mi mirada se encuentra con la suya por accidente, sus ojos van de mi 
rostro al paño de cocina con desdén, sus pensamientos son tan obvios que 
 
 
es como si los hubiera dicho en voz alta: “Veo a través de ti, Juliet, y tu no 
perteneces aquí”. 
He hecho todo lo posible este último año para ser amable, gentil y 
comprensiva como los Allen, pero no puedo ser esa persona con Luke. 
Simplemente no puedo. 
Estrecho mis ojos hacia él. Tal vez no pertenezco aquí, Luke Taylor, pero tú 
tampoco. 
Un brillo de satisfacción ilumina sus ojos como si fuera la reacción que 
siempre quiso de mí. 
 
Después de la cena, vamos a una fiesta en un barrio privado, 
organizada por uno de los chicos de Westside, la estirada escuela privada 
a la que Danny asistió con una beca. Danny hace todo lo posible para 
incluirme. 
―Se acuerdan de mi novia, Juliet ―dice, y la mayoría de ellos lo hacen, 
pero actúan como si no me conocieran. Así es como son. 
Nos ofrecen cervezas, que Danny rechaza tanto en mi nombre como en 
el suyo, aunque eso está bien. Lo que quiero más que una experiencia 
regular en la preparatoria es ser como los Allen, hacerme de alguna 
manera digna de todo lo que me han dado, o mejor aún y más imposible 
todavía, convertirme en uno de ellos. Ser una pequeña Donna junior, 
sonriéndole a las ardillas que se persiguen en el patio, sin querer nada 
más de su día que hornear un pastel y sentarse a la mesa con sus seres 
queridos. Hay una paz en ella, un silencio satisfecho, y me gustaría un 
poco de ese silencio para mí. 
―Tú eres esa chica que el pastor acogió, ¿verdad? ―pregunta un chico 
cuando nos presentan―. ¿No murió tu hermano o algo así? 
O algo así. Como si morir fuera tan similar a otros resultados que es 
difícil separarlos. 
Trago saliva. 
 
 
―Sí. ―Murió o algo así. 
La incomodidad de Danny es peor que el recordatorio. No estoy segura 
si es porque siente lástima por mí, o si simplemente está avergonzado por 
la conexión. Cuando un adolescente de Haverford muere, generalmente 
es porque él mismo se lo buscó. 
Deambulamos afuera, donde Luke está sentado junto a la hoguera con 
una cerveza en una mano y una chica en su regazo, aunque hemos estado 
aquí diez minutos como máximo. A diferencia de mí, él ya ha sido 
bienvenido en el redil, porque jugar futbol universitario tiene un peso que 
no tiene ser la novia de alguien. 
―¿Juliet? ―pregunta la chica a mi lado. Ella es adorable, pero no 
parece, de ninguna manera, encajar con esta multitud. Su cabello rubio 
está cortado en un pulcro bob. No tiene bronceado en spray, pestañas 
postizas ni maquillaje―. Soy Libby. Mi familia acaba de mudarse aquí, 
pero solo quería decirte que te escuché cantar en la iglesia la semana 
pasada y tienes una voz hermosa. Me siento más cerca de Dios solo 
escuchándote. 
Es el tipo de sentimiento que nunca he sentido ni una sola vez, tan 
extraño para mí que asumiría que ella está mintiendo si sus ojos no 
brillaran con sinceridad. 
Me dice que acaba de terminar su primer año de universidad. No puedo 
creer que sea dos años mayor que yo, pero supongo que es porque es 
inocente y bien intencionada, y yo no soy ninguna de esas cosas. 
―Únete al coro ―la insto cuando menciona que le encanta cantar―. 
Necesito a alguien más allá arriba que no tenga mil años. 
Ella se ríe y luego se tapa la boca con una mano como si fuera culpable 
de haberlo hecho. 
Si fuera una mejor persona, dejaría ir a Danny. Dejaría que terminara 
conmigo para enamorarse de una chica dulce y pura que se siente 
culpable cuando se ríe de un comentario malicioso, que se siente cerca de 
Dios en cualquier momento, siempre, pero no soy una mejor persona, y no 
lo dejaré ir. 
 
 
―¡Oye, Maggie! ―le grita un chico a la chica que sale de la casa de la 
piscina a oscuras, todavía abrochándoselos pantalones cortos―. Seguro 
que no estuviste ahí mucho tiempo. Llévame la próxima vez. 
Ella se ríe. 
―Me gustan las comidas, no los bocadillos. 
Danny ha sido inflexible con su política de "manos fuera" ya que soy 
menor de edad y mis experiencias antes de él fueron en su mayoría sin 
consentimiento, sacando lo mejor de una mala situación, pero hay una 
satisfacción aturdida en el rostro de Maggie, del tipo que he visto antes en 
otras chicas. Quiero saber cómo es eso, y quiero saber cómo es no sentirse 
mal por eso después. 
Aparto la mirada y atrapo a Luke mirándome, como si pudiera ver a 
través de mí, como si supiera exactamente lo que quiero, y por un 
momento, hay una extraña energía entre nosotros, una pesadez en el aire. 
―Esta no es realmente nuestra escena ―dice Danny en voz baja, viendo 
de Maggie al tipo que enciende un porro a su derecha―. ¿Quieres irte? 
Asiento con la cabeza, aunque la verdad es que todo sobre esto es mi 
escena. En un mundo sin los Allen, sería una chica completamente 
diferente. 
Luke le arroja a Danny las llaves del Jeep mientras nos levantamos. 
―No me esperes despierto. 
La chica en su regazo ya está deslizando su mano en su cintura, y eso 
hace que algo me queme en el estómago. El resto del mundo, chicas como 
ella y Maggie, obtienen las cosas que quieren. Pueden beber, bailar y… 
experimentar. ¿Por qué yo no puedo? 
“La bondad es su propia recompensa“, dice a menudo el pastor Dan, pero 
en este momento, no se siente tan gratificante. 
Subimos al Jeep y Danny enciende el motor antes de salir con cuidado. 
Me pregunto qué hará Luke a continuación. ¿Besará a esa chica como si 
ella importara, o la besará como Justin me besó a mí, principalmente para 
mantenerla callada para que no pueda negarse? 
 
 
―Estás callada ―dice Danny. 
Me giro hacia él. 
―Él no parece alguien de quien serías amigo. 
Danny se encoge de hombros. 
―Puede que no apruebe todo lo que hace, pero es un buen tipo y ha 
tenido una vida difícil. Como, inimaginablemente difícil. Ha estado sin 
hogar desde que tenía dieciséis años... supongo que su padrastro estaba 
golpeando a su mamá y lo echaron cuando trató de detenerlo. ¿Te 
imaginas... sin hogar a los dieciséis años? 
Me río en silencio. 
―Bueno, sí. Salí de casa a los quince. 
―Tú te fuiste por elección ―me corrige, y mis dientes rechinan. No diría 
que tuve muchas jodidas opciones, dado que me mudé después de que 
mi hermanastro me dislocara el hombro. Danny es casi obstinado, a veces, 
en su nueva visión de mi pasado. 
― Parece que no le gusto mucho. 
Danny niega con la cabeza. 
―Él es solo un tipo tranquilo. No se trata de ti. 
Quiero explicarle que hay algo duro en el rostro de Luke cuando me ve, 
algo que no está ahí cuando ve a los demás, pero sonaré como loca si sigo 
discutiendo esto. En lugar de eso, elijo esperar que decida marcharse 
cuando acabe el fin de semana. 
 
Cuando nos despertamos el sábado para ir a la playa, hay una fuerte 
brisa y lamento profundamente haberme tomado el día libre, lo cual hice 
solo porque pensé que seríamos nada más Danny y yo. A fines de mayo 
el clima en el norte de California es impredecible de todos modos. Puede 
ser cálido a la sombra, o tan ventoso que incluso la luz del sol no puede 
mantenerte caliente. Hoy será lo último, y con Luke actuando como si yo 
 
 
hubiera envenenado el pozo de la ciudad, el pequeño atractivo que tenía 
este viaje queda completamente anulado. 
Danny y Luke bajan las escaleras justo cuando terminamos de preparar 
el desayuno. Los ojos de Luke apenas están abiertos, pero todavía veo ese 
desdén siempre presente en ellos cuando miro en su dirección. 
―¿Tienes tu traje puesto, cariño? ―Danny me pregunta―. Vamos a 
irnos en el momento en que terminemos de comer. 
No puedo. No puedo pasar todo el maldito día con un tipo que me odia 
por ser patética y necesitada y chupar a las personas que me han acogido. 
No puedo. 
―Hace bastante frío afuera ―evado―. Y el viento va a levantar la arena 
por todas partes. 
―Se calentará ―dice Danny―. Tienes que venir. No te he visto en 
meses. 
Así es como Danny se sale con la suya, siendo la única persona que me 
quiere cerca. Evito cuidadosamente la mirada de Luke mientras acepto. 
Ellos comen mientras yo lavo las sartenes, y me acabo de sentar cuando 
Danny le pregunta a su mamá si hay más jugo. 
―Yo lo traeré ―digo, levantándome de nuevo y caminando hacia el 
refrigerador en el garaje. Cuando vuelvo, los ojos de Luke se encuentran 
con los míos y levanta una ceja. Como si dijera: “Sé exactamente lo que estás 
haciendo”. 
Levanto la mía de nuevo: “Vete a la mierda, Luke”. No hay nada de malo 
en el hecho de que hago todo lo posible para ser útil por aquí. De hacer 
mi parte. Tal vez lo hago para convencerlos de que no soy una mala 
persona, o tal vez lo hago para convencerme a mí misma de eso. De 
cualquier manera, no es de su incumbencia. 
Salgo al viejo y destartalado Jeep de Luke después del desayuno, 
temblando en mi sudadera, con un libro y una toalla presionados contra 
mi pecho. Luke me ve, sus ojos comienzan en mis tobillos y suben. 
―¿Dónde está su tabla? ―pregunta. 
 
 
Danny se ríe y me rodea con un brazo. 
 ―Juliet no surfea. ―Trató de enseñarme una vez, el verano pasado, y 
no salió bien―. Créeme, es más seguro para todos si se queda en la playa 
y se ve bonita. 
Un músculo parpadea en la mejilla de Luke, una objeción silenciosa ya 
sea por mi incapacidad para surfear o por el hecho de que Danny piensa 
que soy bonita. 
―Tal vez deberías llevarla en la camioneta. Si ya tiene frío, se congelará 
una vez que estemos en el camino sin la capota puesta. 
―Estarás bien, ¿verdad? ―Danny insta, apretando suavemente mi 
cadera―. Solo vamos diez minutos por carretera. 
Asiento con la cabeza. Si Danny conduce, sus papás tendrán que 
compartir un auto y todos los inconvenientes que sufran serán, 
básicamente, culpa mía. Trato de evitar tener la culpa tan a menudo como 
puedo. 
Me acomodo en un pequeño rincón del asiento trasero, donde las tablas 
golpean contra mi hombro y la brisa que entra por las ventanas abiertas 
hace que sea imposible seguir gran parte de la conversación. 
Mi teléfono suena con un mensaje de texto entrante. Cuando descubro 
que es de mi amiga Hailey, me deslizo un poco más abajo en mi asiento. 
Ya sé que cualquier cosa que ella me esté diciendo no será adecuada para 
otros ojos. 
 
Hailey: 
Entonces, ¿cómo estuvo? 
 
Ella estaba segura de que anoche sería la noche. Yo estaba bastante 
segura de que no lo sería, y tenía razón. 
 
Yo: 
 
 
Sin acontecimientos notables. Te dije que sería así. Solo está siendo 
cuidadoso, creo. Es un poco dulce. 
Hailey: 
Shane Harris también es dulce, pero te garantizo que eso no lo detendría si te 
cansas de la situación. 
 
¿Habría dicho “Sí” a las repetidas ofertas de Shane si no hubiera estado 
con Danny? Tal vez, pero estoy con Danny y vivo con sus papás, así que 
no tiene sentido hacerme la pregunta. 
El Jeep se desvía hacia el arcén de la carretera cuando llegamos a 
Kirkpatrick. Estoy temblando mientras bajo desde atrás, y los ojos de 
Luke se ponen en blanco mientras me envuelvo con la toalla para 
calentarme. 
Los sigo a la playa y me siento, metiendo las rodillas dentro de mi 
sudadera mientras se quitan las camisetas y se ponen los trajes de 
neopreno. La brisa trae el aroma de protector solar, algas marinas y flores 
silvestres, y aunque todavía hace frío, cierro los ojos y respiro 
profundamente, levantando el rostro hacia el cielo. Hay momentos aquí, 
cuando el sol brilla y la brisa es suave, en los que casi creo que puedo 
recuperarme. 
Cuando abro los ojos, Danny ya está marchando hacia el agua como un 
soldado firme y capaz, pero Luke no. 
Está quieto, mirándome, pero se aleja cuando abro los ojos, siguiendo a 
Danny sin decir una palabra. 
Lleva la tabla debajo del brazo con facilidad, comosi no llevara nada 
en absoluto. Su altura lo hace parecer casi delgado cuando está vestido, 
pero tiene los hombros anchos de un nadador, y hay una gracia en él, una 
que no asociarías con el fútbol, pero que tampoco asociarías exactamente 
con el ballet. Es más como un tigre en forma humana, que posee una 
especie de elegante atletismo incluso cuando está haciendo algo tan 
simple como caminar hacia la orilla. 
 
 
Ellos reman y se ponen en fila mientras yo entierro los pies en la arena 
fresca para protegerlos del viento. Pronto se calentará, pero aún deseo no 
haber venido. 
Danny toma la primera ola que puede, el mismo tipo de ola que siempre 
toma: moderada y predecible. Intenta cortarla, pero desaparece. 
Espero a que Luke pase a la siguiente, pero no lo hace. Deja pasar ola 
tras ola. Danny dice que es realmente bueno, creció surfeando antes de 
que su familia se mudara en la preparatoria, pero me pregunto si se siente 
intimidado, ya que solo ha surfeado en San Diego. Es egoísta de mi parte, 
pero espero que esté intimidado. 
Espero que odie esto y nunca, nunca regrese. 
Sin embargo, justo cuando lo pienso, se sienta derecho, viendo a lo lejos 
con todos los músculos tensos. Una vez más, me recuerda a un tigre, pero 
esta vez es uno que acaba de detectar una presa. La ola en la distancia 
comienza a espesarse e hincharse. Luke se tumba boca abajo y rema con 
fuerza, sus anchos hombros están en continuo movimiento mientras se 
forma una pared de agua detrás de él. 
No es una ola para principiantes, es el tipo de ola que podría joderte si 
no supieras lo que estás haciendo, y aunque no me gusta y no lo quiero 
aquí, contengo la respiración, preparada para el desastre. 
Él está erguido de repente, como por arte de magia. Mientras que 
Danny es metódico cuando se levanta, plantando con cuidado un pie y 
luego el otro desde las rodillas, Luke de alguna manera ha impulsado su 
cuerpo largo en el aire en un movimiento continuo, aterrizando sin 
esfuerzo, con el equilibrio asegurado. Sucede tan rápido que apenas 
puedo procesarlo, tan rápido que me pregunto si me lo imaginé. 
Pensé que su altura lo perjudicaría, pero no es un factor en absoluto. La 
ola es un monstruo, agitada y feroz, pero él bien podría estar parado 
descalzo en el piso de la cocina, así de estable se ve. 
Se clava en la pared de agua, hace un movimiento aéreo sin esfuerzo y 
luego vuelve a tallar, dejando que su mano roce la ola, tratando de reducir 
su velocidad al entrar en el tubo para que dure el mayor tiempo posible. 
Parece uno de los profesionales: de los chicos que entrenan para surfear 
 
 
Mavericks1 cuando llega el oleaje invernal. E incluso desde la distancia, 
ahora entiendo por qué estaba dispuesto a conducir ocho horas hacia el 
norte y soportar alojarse en casa de un pastor para surfear mejor. Él se ve 
feliz. Lo he visto sonreír, lo he oído reír, pero hay algo diferente en él 
mientras se eleva sobre el agua, algo profundamente concentrado y 
completo. 
Luke finalmente atraviesa el extremo del tubo y su tabla vuela por los 
aires mientras se desliza hacia arriba sobre la cresta de la cola de la ola. 
Los chicos en la formación vitorean, chicos que normalmente muestran su 
aprobación con un movimiento de cabeza y un tranquilo “Bien”. Él es 
simplemente así de bueno. Salta hacia abajo y vuelve a estar boca abajo, 
remando, con su alegría reemplazada por otra cosa, algo mejor. 
Intensidad. Como si nada en el mundo importara más que hacerlo de 
nuevo. 
Danny no es así. Él no quiere más. Está feliz con exactamente lo que ya 
tiene. Desearía ser un poco más como Danny en ese sentido. Lo estoy 
intentando. 
Cuando finalmente regresan a la orilla, dos horas más tarde, están 
arenosos y salados, más que exhaustos, pero es un tipo de agotamiento 
diferente al que yo siento después de un turno en el restaurante. Es 
vertiginoso y exultante. A pesar de sus tamaños, me recuerdan a niños 
pequeños. 
―Bebé, ¿viste eso? ―pregunta Danny, emocionado por finalmente 
sacar una pequeña aérea―. Creo que finalmente entendí lo que estaba 
haciendo mal antes. 
―¿Surfear mal? ―bromea Luke―. ¿Es eso lo que estabas haciendo 
mal? ―Y luego se ríe, el sonido es bajo y ronco y tan incuestionablemente 
masculino que siento una chispa atravesarme, rompiéndose casi 
dolorosamente dentro de mi estómago. 
Danny le da una patada y se ríe, colapsando a mi lado en la arena. 
 
1 Las olas Mavericks son unas de las olas gigantes (y peligrosas) más icónicas y famosas en el mundo del surf, 
ubicadas en Half Moon Bay al norte de California. Durante las grandes marejadas de los meses de invierno, las 
olas pueden alcanzar los 60 pies de altura. 
 
 
―Idiota. 
Luke cierra los ojos y vuelve el rostro hacia el sol. 
―No quiero volver a surfear en San Diego nunca más. 
―Entonces, ¿supongo que eso significa que te convencí de que te 
quedes durante el verano? ―le pregunta Danny. 
Luke me ve antes de apartar la mirada. 
―Sí, supongo que lo hiciste. 
Pero su felicidad ha disminuido un poco, y sospecho que lo que lo hace 
infeliz soy yo. 
 
 
3 
 
La mayoría de la gente habla con cariño de volver a casa, pero para mí, 
incluso los buenos recuerdos de mi hogar ahora están teñidos de dolor, 
con un recuerdo de lo que he perdido. Esa es una de las razones por las 
que he esperado siete años para volver, pero no la más importante. 
La autopista bordea Haverford, que se ve tan horrible como siempre. 
Cash se partiría de risa si estuviera aquí ahora. Él volvía a mencionar mis 
“raíces de basura blanca”, después de un par de tragos. Lo más probable es 
que nunca dejaría de mencionarlo. 
Donna me da palmaditas en el hombro mientras su mirada sigue la mía. 
―Vengo a ver cómo está de vez en cuando ―dice de mi mamá―. No 
ha cambiado mucho. 
Lo que significa que mi mamá sigue siendo una mujer que se pone del 
lado de su marido en cualquier discusión. Una mujer que me odia, aunque 
no tiene problema en pedirme dinero, una y otra vez. 
Se lo doy simplemente para comprar su silencio. 
Continuamos hacia Rhodes, saliendo de la autopista a una carretera de 
dos carriles que se dirige hacia la costa, donde las casas son bonitas y 
uniformes con césped bien recortado y buzones a los que nadie ha 
golpeado con un bate, tan diferentes de donde yo crecí como podrían 
serlo. 
Cuando finalmente nos detenemos frente a la casa de tablas amarillas 
de Donna, se me revuelve el estómago. La nueva adición en la parte de 
atrás es tan grande que empequeñece la casa principal, lo que la hace lucir 
 
 
minúscula y pintoresca en contraste, pero todavía recuerdo cuán hermosa 
y brillantemente iluminada parecía la noche que vine aquí por primera 
vez, simbolizando todo lo que Danny tenía y yo no: papás que lo amaban 
y un lugar donde estaría a salvo. Él lo tenía todo, en aquel entonces. 
No deberían haberme dejado entrar por la puerta principal. 
―Wow ―susurro mientras salgo del auto―. Es... como un lugar 
diferente. 
Los dedos de Donna se entrelazan con los míos y me aprieta la mano. 
―Totalmente gracias a ustedes, niños. 
Todo lo que hicimos fue escribir cheques. El verdadero trabajo ocurrirá 
dentro de unas semanas cuando Danny's House se inaugure oficialmente. 
Muchos lugares, algunos buenos, otros terribles, ofrecen cuidado de 
crianza temporal de emergencia y de largo plazo, pero Danny's House 
tendrá un personal altamente capacitado con psicólogos, abogados y 
consultores educativos a sueldo. Cuando Donna sugirió la idea por 
primera vez, parecía demasiado ambiciosa para llegar a buen término. Es 
por eso que acepté que vendría para la apertura si alguna vez lo lograba, 
porque nunca pensé que realmente tendría que hacerlo. 
No sabía que ella había obtenido la misma promesa de Luke. 
Entrar en el vestíbulo es como viajar al pasado: medio espero que 
Danny salga de la cocina, con la piel resplandeciente por el día que pasó 
en el agua y elcabello aún húmedo, pero el resto de la casa ha cambiado. 
La sala familiar se amplió, el comedor ahora tiene capacidad para treinta 
y la cocina se ha duplicado en tamaño. 
Donna me muestra con orgullo la enorme y nueva despensa, ya 
provista de refrigerios. 
―¿Tienes hambre? ―me pregunta. 
Niego con la cabeza. 
Luke resopla. 
―Van a ser tres semanas interesantes para ti. Sin Patron, ni langosta. 
 
 
Los excesos de mi estilo de vida suenan ridículos en sus labios, 
especialmente teniendo en cuenta de dónde venimos él y yo, y ni siquiera 
son mis excesos. Yo no creé ese tour rider2, y no soy quien lo lanzó a la 
prensa, pero he estado pagando el precio desde entonces. 
―Ese fue mi manager, no yo ―digo con cansancio―. ¿De verdad crees 
que voy a comer langosta antes de un concierto? 
Él me ve con una mirada mortal. 
―¿Cómo podría tener idea de lo que haces antes de un concierto? 
Touché, Luke. Supongo que no lo harías. 
Donna nos ve, cubriendo rápidamente su preocupación con una sonrisa 
forzada. 
―Voy a ponerte a ti y a Luke en la adición. Tenemos dos niños que 
llegan temprano, así que cuando lleguen aquí, pueden dormir en la casa 
principal y no tendrán que moverse. ¿Está bien? 
―Por supuesto ―digo, mientras mis ojos parpadean hacia Luke y se 
alejan con la misma rapidez. Él no quiere estar cerca de mí, yo no quiero 
estar cerca de él. Esta visita es cada vez mejor y mejor. 
Donna nos dirige hacia la adición, abriendo una puerta a su izquierda. 
Hay una cama, una mesita de noche y nada más. Las paredes están 
desnudas, pero la ventana da al espacioso patio trasero. Tuvimos que 
demoler la casa detrás de la de Donna para hacerlo posible. 
Será un buen lugar para los niños. Un buen lugar para cualquiera que 
venga de una casa como la mía. Parpadeo para contener las lágrimas y 
trago saliva, obligándome a mantener la compostura. Puede que surja 
algo bueno de todo este maldito desastre, pero nunca dejaré de desear que 
no hubiera sucedido en primer lugar. 
―No es mucho, lo sé ―dice ella. 
―Sabes cómo me criaron ―le digo con una pequeña sonrisa―. 
Mientras tenga una cama, estoy bien. 
 
2 es una lista que incluye un conjunto de reglas que un artista establece como criterio para una actuación. Esto 
incluye todas las solicitudes o demandas ya sea para la comodidad del artista o los detalles técnicos necesarios 
para realizar. 
 
 
Ella envuelve un brazo alrededor de mis hombros. 
―He visto el tipo de lugares en los que te quedas ahora. Me imagino 
que te has acostumbrado a mucho más. 
Ella no se equivoca. Me he convertido en el tipo de persona que se queja 
cuando el servicio de limpieza no se ha completado cuando llego a mi 
habitación, que se molesta cuando no hay una suite disponible, pero al 
mismo tiempo, sigo esperando perderlo todo, y nunca hay una noche en 
la que me meta a la cama sin anticipar a medias que me sacarán de ella: la 
mano de mi padrastro envolviendo con fuerza mi tobillo, tirándome al 
piso para castigarme por alguna infracción, o Justin exigiendo que salga 
para que mi hermano no se despierte. Tal vez es por eso que no me 
opongo tanto cuando Cash es duro conmigo, porque he vivido cosas 
peores. 
O tal vez es solo que sé que lo merezco. 
―Es perfecto ―le digo, y mi boca se desliza en una sonrisa―. Haré que 
mi asistente envíe unas sábanas de seiscientos hilos para la cama. 
Estaba bromeando, pero Luke pone los ojos en blanco mientras se dirige 
a su habitación, y el resentimiento estalla en mi pecho. Sé que me he 
ganado absolutamente su odio, todo, pero ¿realmente cree que me 
convertí en esa persona tan rápido? 
Seguro que sí. Asumió que yo era esa persona cuando me fui hace siete 
años. 
―Te dejaré acomodarte mientras empiezo a trabajar en la cena. El baño 
está al final del pasillo si quieres ducharte. ―Donna lanza sus brazos 
alrededor de mí, y la familiaridad de la acción hace que me duela el 
pecho―. Es tan bueno tenerte en casa, Juliet. 
La abrazo con fuerza, luchando contra las ganas de llorar. Me gustaría 
decirle que también es bueno estar aquí, pero conmigo, Luke y todos estos 
recuerdos bajo un mismo techo... simplemente no hay forma de que 
parezca verdad. 
Los recuerdos. No sé cómo diablos hacer que dejen de avanzar, pero 
será mejor que lo averigüe. Necesito que todos ellos estén escondidos 
donde estén a salvo. Donde ella, y Luke, no puedan alcanzarlos. 
 
 
4 
Junio del 2013 
 
Donna está en su elemento con los chicos aquí. Ella me recluta para 
ayudarla a cocinar y limpiar y adorarlos porque realmente no puede 
imaginar que yo quiera hacer otra cosa. 
En cierto modo, es como si hubiera llegado a ella como un montículo 
de arcilla sin formar, y ella eligió convertirme en lo que siempre quiso: 
una hija dulce que canta en un coro, una esposa considerada y cariñosa 
para su hijo. Realmente yo no tenía ningún plan para esta bola de arcilla, 
no sé por qué existe este impulso ocasional de rescatarme. 
Me escabullo en la casa después de un turno doble para encontrar que 
los chicos ya han regresado de surfear. 
Donna me sonríe cuando entro como si fuera la princesa más querida 
de un cuento de hadas, mientras que Luke simplemente me observa. Él 
ya se dio cuenta de que soy el lobo feroz. 
―¿Puedes empezar el arroz por mí, cariño? ―ella pregunta. 
Asiento, yendo al lavabo para lavarme las manos, deseando poder 
sentarme un momento. Siempre me duele después de un turno doble, 
pero hoy una chica de la preparatoria de Danny me hizo tropezar, así que 
es peor de lo normal. Cada vez que trago, puedo sentir dónde mi barbilla 
golpeó la silla cuando caí y, como siempre, incluso cuando no estoy 
viendo en la dirección de Luke, sé que su mirada fulminante está sobre 
mí, diciendo: “A mí no me engañas, Juliet”. 
 
 
Aunque no puedo odiarlo, no completamente. Hay algo delgado y 
desnutrido en Luke a la hora de comer, a pesar de su tamaño, que hace 
que me duela el corazón. Él come rápido, como lo harías si te estuvieras 
muriendo de hambre, como lo harías si hubieras pasado mucho tiempo 
hambriento, y podría estarlo, Donna no está haciendo suficiente comida 
y él es mucho más grande que Danny y el pastor, también es mucho más 
activo. Danny tiene un trabajo de escritorio en la iglesia este verano, pero 
Luke está trabajando en la construcción, y además de surfear con Danny 
toda la tarde, también se levanta al amanecer para surfear antes del 
trabajo. Debe necesitar mucha más comida de la que está recibiendo, y 
cuando llego a la mesa después de todos los demás y descubro que ya ha 
limpiado su plato, hay un vuelco en mi corazón que no puedo ignorar. 
Él deja la mesa con hambre todas las noches. No estoy segura de cómo 
Donna no se ha dado cuenta. 
―Oh, cariño ―dice, mirándome verter el arroz en un tazón para 
servir―, hiciste el doble de lo que necesitábamos. 
―Lo siento ―respondo como si lo hubiera hecho por accidente. 
Soy la última en sentarme, y cuando lo hago, los ojos de Luke se 
oscurecen mientras estudia mi rostro. 
―¿Qué le pasó a tu barbilla? 
Me sonrojo cuando todos se giran para mirarme. 
―Me tropecé en el trabajo ―digo en voz baja. 
No estoy segura de por qué tuvo que llamar la atención o por qué sus 
fosas nasales se dilatan como si yo le acabara de mentir. Lo cual hice, pero 
¿qué posible motivo malvado podría tener? ¿Cree que estoy trabajando 
como una dominatriz en algún lado? ¿Que estoy vendiendo 
metanfetamina de camino a casa? ¿Cuándo tendría siquiera el puto 
tiempo? Pero se está comiendo el arroz extra que hice como un campeón. 
Lo perdoné mucho antes de terminar de decirme a mí misma que estoy 
enojada. 
―¿No hay té helado? ―pregunta el pastor Dan. 
 
 
―¿Quieres cafeína tan tarde? ―Donna dice preocupada. Ella lo maneja 
a veces como si fuera su papá, no su esposo, especialmente desde su visita 
al cardiólogo el invierno pasado. 
―Tengo que volver a la iglesia para una sesión de consejería ―lerecuerda―. Necesito animarme. 
Ella me ve con una sonrisa de disculpa. 
―Juliet, cariño, ¿te importa traerlo? 
―¿Puedes traer la salsa Tabasco mientras estás levantada también? 
―pregunta Danny mientras balanceo mis piernas sobre el banco. 
No es gran cosa, pero las fosas nasales de Luke se dilatan una vez más. 
Los Allen siempre me han hecho sentir que todavía puedo convertirme 
en una mejor persona, pero el desdén silencioso y constante de Luke dice 
algo completamente diferente. “Juliet, maldita falsa. Esta no eres tú en 
absoluto”. 
Y sé que no lo soy, pero ¿está tan mal que quiera cambiar? ¿Que siga 
pensando que puedo llegar a ser mejor de lo que soy? 
―Eres una santa ―me dice Donna cuando lo traigo. 
Me siento y la dura mirada de Luke se encuentra con la mía. 
―Ups. ―Él sostiene la leche―. Parece que está vacío. 
Hay un desafío en sus ojos. “Adelante, Juliet. Sé una buena chica y salta de 
nuevo. Estamos todos a la mitad y tú no has probado bocado, pero veamos cómo 
juegas tu papel”. 
Se forma una grieta en mi caparazón cuando él está cerca, y ya puedo 
sentir la vieja y mala versión de mí deslizándose a través de ella. 
―Tienes dos piernas ―respondo. 
Un destello parpadea en sus ojos. 
―No es muy santo de tu parte, Juliet. 
―Tampoco lo es la forma en que te fuiste con esa rubia anoche. 
―Juliet ―regaña suavemente Donna. 
 
 
Luke ha ganado este round. Quería demostrar que soy una idiota y lo 
hizo. Para el final del verano, no me querrán cerca de ellos. Agarro la 
mesa, preparándome para levantarme por tercera vez, de repente al borde 
de las lágrimas. 
―No ―gruñe Luke, poniéndose de pie―. Yo lo hago. 
El aire pende pesado entre Luke y yo durante el resto de la cena, pero 
los Allen ni siquiera parecen darse cuenta. Son peces bebés, rodeados por 
dos tiburones blancos. No sabrán lo que pasó hasta que Luke y yo los 
hayamos devorado a todos. 
 
Comenzamos a pasar el rato en la playa la mayoría de las noches con 
un grupo de surfistas (Caleb, Beck y Harrison), jóvenes universitarios 
ricos que simplemente quieren sentarse alrededor de una fogata con una 
cerveza en la mano y una chica a su lado mientras hablan sobre el surf. A 
veces viene Libby, ella también se unió al coro, pero, de lo contrario, 
sobresalgo como un pulgar adolorido. 
Tal vez es que no soy rica. Tal vez es que no estoy en la universidad, 
pero también es que no me visto como las otras chicas, y no actúo como 
ellas. 
No estoy sentada en el regazo de Danny. No estoy bromeando sobre 
mamadas ni bromeando con nadie sobre la larga y dura noche que se 
avecina. Estas chicas están aquí en poco más que bikinis mientras que yo 
estoy vestida como una Allen, nada ajustado, nada corto. 
Y estoy cansada de eso. Estoy cansada de estar tapada todo el tiempo, 
como si tuviera algo de qué avergonzarme, cansada de la forma en que 
las cosas con Danny nunca progresan. 
Me quito la sudadera. Llevo una camiseta sin mangas y pantalones 
cortos, que es más que la mayoría de las chicas aquí, pero me siento 
llamativa de todos modos. 
Danny está en una discusión acalorada con el chico a su lado sobre 
dónde están las olas más grandes y ni siquiera se da cuenta, pero los 
 
 
dientes de Luke rechinan mientras ve hacia otro lado. La chica en su 
regazo apenas tiene los pezones cubiertos, pero mi camiseta sin mangas y 
yo somos un problema. 
Si Danny se da cuenta de que me he quitado la sudadera, no muestra 
señales de eso. Sin embargo, durante la siguiente hora, la mandíbula de 
Luke rechina y ve a cualquier cosa menos a mí hasta que de repente se 
pone de pie, arrastrando a la chica en su regazo hacia la oscuridad. 
Cuando Danny y yo salimos a comprar un helado, me sugiere que me 
vuelva a poner la sudadera. 
―Solo en caso de que veamos a alguien que conozcamos ―agrega. 
Así que se dio cuenta, y el único efecto es que aparentemente está... 
¿avergonzado? 
Yo compro de menta con chispas, y él, apropiadamente, compra de 
vainilla. Una pareja nos adelanta cuando regresamos a la camioneta, 
empujando a un bebé dormido en un cochecito. 
―No veo la hora de tener hijos ―dice Danny―. Este es un buen lugar 
para criarlos. 
Me encanta que piense en lo que haría felices a sus hijos. Me encanta 
que piense en el futuro. Por lo que he oído, mi papá no pensaba 
demasiado en el futuro, y seguro que no le importaba hacer felices a sus 
hijos. Se largó antes de que yo cumpliera mi primer año. 
Pero el futuro está muy lejos. Yo todavía estoy en la preparatoria, y 
apenas he vivido todavía. Quiero saber cómo es sentarse en el regazo de 
alguien con una cerveza en la mano. Quiero saber cómo es ser arrastrada 
a la oscuridad, voluntariamente. 
Quiero buenos recuerdos para reemplazar todos los malos que Justin 
dejó atrás. 
Cuando Danny se detiene en el camino de entrada y veo que todas las 
luces están apagadas adentro, me deslizo hacia él y me subo a su regazo. 
―Bésame. 
 
 
Él parpadea, viendo culpablemente a su alrededor antes de inclinarse 
para darme un pequeño y suave beso. Puedo decir que está a punto de 
alejarse, así que lo beso más fuerte, con la boca abierta, y mi lengua 
buscando la suya. 
Ha sido cuidadoso conmigo durante tanto tiempo, pero no necesita 
serlo. Me inclino más cerca, presionándome contra él hasta que lo siento 
endurecerse. Eso me emociona, como si finalmente hubiéramos subido a 
bordo de un tren que he estado esperando durante mucho tiempo, pero 
tan rápido como empezó, me agarra de las caderas y me empuja. 
―Vamos, cariño ―dice, amable y, sin embargo, frustrado. 
Yo suspiro. 
―Danny, cumplo dieciocho este año. 
―No importa la edad que tengas... no eres esa clase de chica. 
―¿Qué clase de chica? 
―Ya sabes, la clase de chica que hace eso, quien tiene sexo antes del 
matrimonio. 
¿Quiere esperar hasta casarse? Parece el tipo de cosas que debería 
haberme dicho antes. 
Pero supongo que el hecho de que yo no esperé hasta el matrimonio es 
el tipo de cosa que debería haberle dicho antes también. 
E incluso si deseara que mi primera vez no hubiera sido como fue, 
quiero las cosas que la chica con Luke está teniendo en este momento. 
Quiero entrar a una habitación, en medio de una fiesta, con esa mirada 
reservada y satisfecha que tenía Maggie en su rostro. Ni siquiera sé lo que 
quiero, de hecho. Solo quiero más. Más de lo que tengo ahora, que está tan 
mal, cuando ya tengo tanto. 
Danny me acompaña a la puerta de mi habitación, dándome un beso 
de buenas noches de esa manera suya, haciéndome sentir como un objeto 
preciado, algo fino y frágil que debe manejarse con cuidado. Sí, de vez en 
cuando desearía que me besara como Ryan Gosling besa a Rachel 
McAdams en The Notebook: a tope, caliente, desesperado, pero también 
hay algo que decir sobre la forma de ser de Danny. 
 
 
Simplemente no puedo recordar qué era mientras veo la habitación 
vacía de Luke. 
 
Luke de alguna manera se escapó de ir a la iglesia en su primera semana 
aquí, pero se le acabó su buena racha al final de la segunda. Ya estoy 
sentada con el coro cuando él entra detrás de Danny, con los ojos nublados 
por las dos horas que durmió, luciendo como si se estuviera preparando 
para la batalla: con las manos en los bolsillos, y los hombros encorvados 
mientras ve al suelo. La única señal de vida en su rostro surge cuando se 
da cuenta de que Danny los ha colocado directamente frente a mí. Él 
comienza a mirar a su alrededor, esperando un asiento disponible en otro 
lugar, pero no hay uno, por lo que su mandíbula se tensa y permanece así 
durante todo el servicio, ya sea que el pastor hable, las oraciones que se 
ofrecen o yo haga mi solo. 
―Eso fue encantador, Juliet ―dice el pastor mientras tomo asiento. Se 
gira hacia la multitud y comienza a hablar sobre su tiempo como 
misionero en Nicaragua, una experiencia que le proporcionó infinitas 
historias de sufrimiento humano y su propia bondad. Creería un poco 
más ensu bondad si no estuviera siempre ordeñando la miseria de los 
demás para demostrarlo. 
»Pero no tenemos que ver hacia el tercer mundo en busca de personas 
necesitadas, porque están a nuestro alrededor ―dice, y me pongo 
rígida―. Sí, están a nuestro alrededor. Vienen en la forma de un hombre 
que se sienta en la esquina pidiendo dinero, una mujer que no puede 
pagar la fórmula para su bebé, una niña que se queda en la biblioteca de 
la escuela porque tiene miedo de ir a casa. 
Mis ojos bajan al suelo y mi rostro arde cuando la mirada colectiva de 
la iglesia se desliza hacia mí. Todos saben de quién se trata. Ya estoy 
acostumbrada, las referencias apenas disimuladas del pastor hacia mí en 
sus sermones son parte del curso en este momento, pero desearía que 
Danny no le hubiera dicho a su papá sobre el asunto de la biblioteca y 
desearía que Luke no estuviera escuchando. Eso también. Tal vez ni 
siquiera es su desdén lo que me molesta, es simplemente la forma en que 
 
 
me recuerda todas las cosas feas que soy, y que es poco probable, no 
importa cuánto lo finja, no importa cuánto lo intente, deshacerme de ellas 
para siempre. 
Al final del servicio, me quedo cerca del pastor y de Donna, soportando 
los comentarios que hace la gente, los recordatorios que se hacen pasar 
por cumplidos. 
―Cantaste tan hermoso hoy, Juliet ―dice el secretario de la iglesia―. 
Realmente has florecido desde que los Allen te acogieron. 
Fuerzo una sonrisa, aunque no diría que he florecido. La única diferencia 
entre ahora y hace dos años es que tengo muchos menos moretones. El 
precio de ser pobre, supongo, es que siempre hay alguien mejor que se 
llevará el crédito por tus logros. 
La señora Wilson es la siguiente en felicitarme. 
―Juliet, qué trabajo tan encantador hiciste. ―Hay piedad en su sonrisa. 
Luke, a mi lado, se ríe mientras ella se aleja. 
―Brinca, pequeño pony de exhibición, brinca. 
No tengo que preguntarle qué quiere decir porque ya lo sé: el pastor no 
quiere que cante porque tengo una voz decente, quiere que cante para 
recordarles a todos que él fue quien me sacó de la tierra. 
―Vete a la mierda ―le respondo en voz baja. 
Sus ojos se iluminan y su boca se tuerce. 
―Ahí está ella ―dice, solo para que yo lo escuche―. Sabía que estaba 
ahí en alguna parte. 
 
 
 
5 
 
Tomo una larga ducha, enjuagándome el día del viaje. Luke está en el 
patio trasero, arrancando la podadora. Su rostro, de perfil, es una obra de 
arte: el sol poniente marca la curva de sus pómulos, su mandíbula afilada, 
y su nariz recta. Me acerco a la ventana, atraída hacia él. Él jala una hierba 
y cuando su bíceps pulsa hay un latido entre mis piernas para igualarlo. 
Levanta la vista, como si supiera que lo estoy viendo, y me apresuro a ir 
a la cocina en pantalones cortos y descalza, con el cabello húmedo 
cayendo por mi espalda. 
Donna está juntando los ingredientes en el mostrador, pero se detiene 
y sonríe cuando me ve. 
―Ahí está mi niña. Tienes el mismo aspecto que tenías cuando viniste 
a nosotros por primera vez. 
No puedo imaginar que eso sea cierto. Soy décadas mayor por dentro. 
Llegué aquí a los quince años sintiéndome sucia y agotada, con la ingenua 
esperanza de poder limpiarme de nuevo. Ahora lo sé mejor. 
―Siéntate ―le digo. Hice chili con la suficiente frecuencia mientras 
crecía aquí que reconozco los ingredientes―. Yo lo hago. 
―Puedes ayudarme, pero aún no estoy muerta. Todavía puedo hacer 
una comida para dos de mis personas favoritas. 
Mi sonrisa se tambalea. Todavía no hemos discutido todo, si obtuvo 
una segunda opinión o cuáles son sus planes para este lugar una vez que 
se haya ido, pero no me atrevo a preguntar nada de eso. 
 
 
―No imagino que cocines mucho para ti estos días ―dice mientras 
empiezo a picar la cebolla―. Aún no has comprado una casa, ¿verdad? 
Niego con la cabeza. 
―He estado viajando tanto que realmente no parecía valer la pena. 
Conseguiré algo eventualmente. 
Pasa una mano por mi cabeza, alisando mi cabello hacia atrás. 
―Juliet, te estás esforzando demasiado. ¿Quizás es hora de tomar un 
pequeño descanso? 
Salir con Cash condujo a un aumento de la popularidad -o tal vez solo 
a la infamia-, y tengo que subirme a la ola mientras dure... si es que soy 
capaz de continuar. Soy demasiado joven para decir que ya me cansé, 
pero ahora me siento como una cáscara seca la mayor parte del tiempo, y 
no sé cuánto tiempo más podré fingir que no lo soy. 
―Estoy bien, pero realmente no me vas a hacer trabajar aquí, ¿verdad? 
―Le doy mi sonrisa más dulce y suplicante y ella se ríe. 
―Realmente lo haré, tengo una lista de un kilómetro de cosas que se 
deben hacer en la ampliación antes de que lleguen los primeros niños. 
―Esto tiene poco sentido ya que ella tiene mucho dinero para contratar 
ayuda si la necesita, pero se apresura antes de que pueda preguntar―. 
Solo quiero que se sienta permanente, nunca lo fue para ti, ¿verdad? Todo 
ese tiempo que viviste aquí y nunca pusiste nada en las paredes. 
Mi palma descansa sobre la cebolla y mi cuchillo se detiene. No fue su 
culpa, le habría dado al pastor una cosa más por la cual no agradarle. 
―Estaba feliz de tener una habitación ―le digo, pero no estoy segura 
de que me crea. No estoy segura de si yo también lo creo. Hubo un 
momento en que quería poner cosas en la pared, un momento en que 
todavía me importaba. 
La cena está casi lista cuando Luke entra, recién duchado, con su 
camiseta lo suficientemente húmeda como para amoldarse perfectamente 
a ese pecho suyo bien formado por los días que pasó surfeando. 
Era la cosa más hermosa que había visto diez años atrás, y hacía que mi 
corazón latiera a millones de kilómetros por hora si me permitía mirarlo 
 
 
demasiado tiempo. Él es aún más encantador ahora, y mi corazón, el que 
supuse que ya no era capaz de hacer mucho, está latiendo tal como lo 
hacía. 
No puede. 
Él sonríe. 
―Pensé que abrir un menú de servicio a la habitación era la cúspide de 
tu habilidad culinaria en estos días. 
―Tu comida no se va a escupir sobre sí misma, pensé que podría 
ayudar. 
Donna suspira. 
―No pensé que fuera posible, pero ustedes dos están peleando aún 
más ahora que cuando eran más jóvenes. 
Mi mirada se encuentra con la de Luke, y por un segundo todo vuelve 
a estar ahí: esa antigua tensión entre nosotros y la razón por la que existió. 
Dios, odiaba la forma en que mi mundo parecía volcarse cada vez que 
entraba en la habitación. Peleaba con él simplemente para ocultarlo, pero 
eso fue hace años, y yo era otra persona. Entonces, ¿por qué sigo buscando 
pelear? ¿Por qué lo hace él? Mi mano se enrosca con fuerza alrededor del 
borde del mostrador, deseando que las preguntas desaparezcan. 
Tomamos nuestros asientos y damos las gracias junto con Donna, su 
voz es la única en la mesa que es confiada y segura. Me esforcé mucho por 
convertirme en una Allen, pero fue en momentos como este que sentí la 
imposibilidad de hacerlo, porque siempre estaban muy agradecidos en 
sus oraciones, mientras que yo simplemente estaba enojada por las cosas 
que no tenía, incluso ahora, bendecida con la vida por la que matarían mil 
chicas en Los Ángeles (dinero, fama, un novio sexy), aún no estoy 
agradecida. Aún estoy un poco enojada. 
―Mírenlos a ustedes dos, todos crecidos y les está yendo tan bien 
―dice Donna, pasándome la ensalada y sonriendo con más orgullo que 
cualquier mamá―. Juliet, ¿escuchaste que Luke obtuvo el segundo lugar 
en Hawái este invierno? ―Ella se voltea hacia él―. ¿Cómo se llamaba ese 
de nuevo? 
 
 
Pipeline Masters. 
Luke duda. No tiene ningún deseo de presumir de sus logros ante 
nadie. Ante mí, menos que nadie. 
―Pipeline. 
―Qué mes fue ese. Tú en esta gran competencia de surf y Juliet en una 
revista. ―Ella se voltea hacia mí―. No puedo decirte lo tonta que me sentí 
comprando esa revista en el supermercado. Desearía te dejaran usar más 
ropapara esas cosas. 
Sí, tú y yo. Apuesto a que nadie le pidió a Slash que posara desnudo con 
las piernas alrededor de una guitarra. 
Los labios de Luke se curvan. 
―La falta de ropa es la única razón por la que alguien, excepto tú, la 
compró. 
Imbécil. 
Pero luego Luke se mete en su chili, como siempre lo hacía, encorvado 
y hambriento, y abre esa desafortunada herida dentro de mí. ¿Por qué no 
cierra esa herida? ¿Qué tengo que hacer para que desaparezca y nadie 
adivine que alguna vez estuvo ahí? 
―Estás comiendo como un salvaje ―le digo. 
Levanta una ceja. 
―Y tú no estás comiendo, como alguien con un trastorno. 
Echo un vistazo a mi comida sin tocar. Perdí la costumbre de comer 
durante la gira. No me gusta subir al escenario llena, y supongo que toda 
la cocaína tampoco ayudó. 
Donna, sintiendo la tensión, se inclina hacia adelante, estirando la mano 
para recoger un mechón de mi cabello cuando empiezo a comer. 
―Me alegro de que hayas dejado de decolorarlo ―dice―, pero estás 
tan delgada, cariño. Ya no estás con ese chico, ¿verdad? 
Luke se pone rígido y yo también. No era tan conocida hasta que 
comencé a salir con Cash Sturgess, pero hombre... todo el mundo me 
 
 
conoce ahora. No hay nada como una pequeña grabación filtrada de tu 
novio golpeándote para conseguir publicidad. 
―Es complicado ―respondo, porque no me atrevo a decir: “Sí, 
probablemente”. Cash está actualmente en lo que llaman rehabilitación, 
aunque en realidad es solo un retiro de ayahuasca en Perú, y supongo 
que, dentro de un mes, estará “mejor” y regresaremos. A veces es 
simplemente un alivio estar con un tipo que te trata como el pedazo de 
mierda que ya sabes que eres. Es un alivio no tener que fingir lo contrario. 
La mandíbula de Luke se aprieta. 
―No debería haber nada complicado al respecto. 
Mis ojos se cierran. Este pequeño indicio de que le importa, incluso si 
está enojado por eso... Dios, duele. Lo ignoro mientras guardo este 
momento, lo envuelvo cuidadosamente y lo coloco con todos mis 
recuerdos favoritos, cada uno de ellos de él. Lo desenvolveré de nuevo 
cuando sea seguro, cuando no haya testigos. 
Cuando concluye la cena, Luke se pone de pie, recoge los platos y se 
dirige al fregadero sin decir una palabra. 
―Creo que iré a descansar un poco en el sofá ―dice Donna―, ya que 
parece que ustedes tienen esto. 
La veo irse, y mi estómago cae. Quería creer que en realidad no estaba 
tan enferma como decía, tal vez exagerando la situación para asegurarse 
de que me presentara, lo cual podría haber hecho, pero la Donna que 
conocía era incansable, siempre salía corriendo con una cacerola para 
alguien en necesidad, o una bolsa de ropa para donar a la caridad. Esta 
Donna necesita descansar después de una comida y camina lentamente a 
medida que avanza. Ella realmente va a morir. 
De mala gana, sigo a Luke a la cocina. Está parado en el fregadero, 
lavando una sartén. Solo Luke podría hacer que lavar los platos fuera 
sexy. Solo Luke podría tomar una acción tan mundana como fregar una 
sartén y hacer que te dieras cuenta de lo mucho más elegante que podrías 
ser haciéndolo de lo que nunca habrías imaginado. 
―¿Cuánto sabes sobre su cáncer? ―pregunto, agarrando un paño de 
cocina y tomando la sartén para secarlo. 
 
 
Frunce el ceño. Ser cortés conmigo requiere un esfuerzo que él 
encuentra casi imposible. 
―No tanto. Lo busqué en línea; probablemente tenga un año como 
máximo y eso es con quimioterapia, a la cual se niega. 
No. No. Tiene que haber una manera de gastar dinero en esto, para 
extender su vida hasta que haya un mejor tratamiento disponible. 
―Estoy segura de que estarán haciendo estudios. Haré que alguien lo 
revise. Stanford podría... 
Él agarra el mostrador. 
―Eso no es lo que ella quiere. No quiere lo que podemos comprar para 
ella. No quiere que arregles esto. Solo te quiere aquí. 
―A veces la gente no quiere lo que es bueno para ellos ―espeto. 
Se gira para mirarme, con los ojos entrecerrados. 
―¿De verdad crees que necesitas decirme eso? ―Luke entiende muy 
bien acerca de querer lo que no es bueno para él. 
Supongo que ambos lo hacemos. 
Terminamos el resto de los platos en silencio antes de reunirnos con 
Donna en la sala. Tomo asiento a un lado de ella y Luke toma el otro, 
sentado de la forma en que lo hace, con las rodillas bien abiertas y el brazo 
apoyado en el respaldo del sofá. Se ve atlético, de alguna manera, incluso 
en reposo. 
Vemos uno de esos programas de investigación en los que el personaje 
principal siempre ve fijamente a la distancia y dice algo como: “Parece que 
este caso se volvió mucho más complicado”. 
Donna nos susurra, contándonos sobre cada personaje como si fueran 
reales, como si fueran amigos. Hace siete años, ella tenía planeado un 
futuro completamente diferente. Uno que involucraba envejecer al lado 
de su esposo, ver a su hijo casarse conmigo, y darle muchos nietos para 
correr a sus pies. Ahora se sienta aquí sola todas las noches y va a morir. 
Me da una palmadita en la rodilla a las diez y luego en la de Luke. 
 
 
―Me voy a la cama, y estoy segura de que ustedes dos tienen mejores 
cosas que hacer que sentarse aquí con una anciana. 
Se da vuelta para subir las escaleras y siento un aleteo de pánico en mi 
pecho ante la idea de estar aquí abajo a solas con Luke. Me pongo de pie 
de un salto, dejándolo quedarse atrás y que cierre. 
En la seguridad de mi habitación a oscuras, lo escucho mientras me 
hundo en el colchón, inhalando y exhalando lentamente, memorizando 
los sonidos que hace mientras se prepara para ir a la cama: el agua 
corriendo, la descarga del inodoro, el golpeteo de sus pies descalzos en el 
nuevo piso de madera. 
Sus pasos se detienen justo afuera de mi puerta, y contengo la 
respiración como si rezara por algo. Él se aleja y yo exhalo. 
No sé si estoy profundamente aliviada o profundamente decepcionada 
porque, de alguna manera, se siente como ambas cosas. 
 
 
 
6 
Junio del 2013 
 
No le he pedido nada a Donna durante los dieciocho meses que he 
pasado bajo su techo, pero una tarde, antes de que los chicos lleguen a 
casa, cuando tenemos un invitado a cenar y todavía está preparando 
suficiente comida para cuatro de nosotros, no seis, no puedo quedarme 
callada. 
―Luke tiene hambre ―le digo, con la mirada fija en las papas que estoy 
pelando como si lo que dijera no importara. 
―¿Qué? ―pregunta, distraídamente, viendo un libro de cocina. 
―Luke tiene hambre. Es mucho más grande que todos los demás, 
necesita más comida. 
Levanta la vista, parpadea rápidamente, tarda en entender lo que 
quiero decir. 
―Estoy segura de que él diría algo. 
No sé si quiero reír o llorar. Por supuesto que no va a decir nada, Donna. Él 
es tu invitado. ¿Qué va a decir? 
Me enderezo y dejo el cuchillo para pelar frente a ella. 
―No. Él no lo haría. 
Me estudia por un momento mientras en silencio deseo que vea la 
situación tal como es, no como ella desea que sea. 
Se muerde el labio. 
 
 
―No sé cómo se sentirá el pastor al respecto, necesitaré más dinero 
para el presupuesto de alimentos. 
Ya lo sospechaba. La iglesia les alquila esta casa, pero no tienen mucho 
más allá de eso. Veo a Donna sentada a la mesa todas las mañanas 
recortando cupones, preocupada cuando una receta requiere media 
cucharadita de algún ingrediente caro. Yo debería haber estado ayudando 
todo el tiempo, supongo. 
―Comenzaré a contribuir ―le digo. Estoy ahorrando para poder 
conseguir mi propia casa después de la graduación, pero Luke solo estará 
aquí durante el verano y me queda otro año. No me matará. 
Ella niega con la cabeza. 
―Juliet, no. Tú trabajas muy duro. No quiero hacerte eso. 
Sé que no, pero está entre la espada y la pared. El pastor en realidad no 
nos quiere a mí ni a Luke aquí. Él nos está soportando, nada más, por lo 
que ella me tiene de pie cada vez que él llega a casa, pero me ruega que 
merelaje cada vez que él no está cerca. Si ella le menciona el problema, 
podría empeorar las cosas para todos nosotros. 
―Donna, está bien. Es la única forma. 
Quiere discutir. Sé que quiere, su boca se abre, pero luego se cierra. 
―Eso es muy amable de tu parte ―dice en voz baja. 
Nuestro invitado, el sobrino de la señora Poffsteader, llega poco tiempo 
después con la camisa abotonada hasta arriba y el fino cabello castaño 
bien peinado. Grady está en su último año de escuela bíblica y podrá 
trabajar como pastor una vez que haya completado una tutoría de un año. 
Parece un niño que finge ser un adulto, y no puedo imaginar quién 
diablos pasaría una hora un domingo escuchando los pensamientos de un 
chico de veintidós años. 
Especialmente este de veintidós años. 
El pastor comparte una historia interminable sobre la indulgencia, 
basada en escuchar a un papá decirle a su hija que no puede comer helado, 
y los ojos de Grady brillan como si estuviera sentado a los pies del Dalai 
Lama. 
 
 
―Qué asombrosa revelación ―dice Grady cuando concluye―. Tus 
pensamientos me fascinan, no puedo esperar a escucharte predicar. 
Cuando el pastor nos lo endosa, sugiriendo que llevemos a Grady con 
nosotros a la fogata, me pregunto si la adulación de Grady es demasiado 
obvia, incluso para él. 
―Nos encantaría contar con tu presencia ―dice Danny cortésmente, y 
mi estómago se hunde. Ya es bastante malo pasar una noche siendo 
menospreciada por Luke. No voy a pasar la noche siendo menospreciada 
por Grady también, especialmente no una noche en la que el pastor y 
Donna se irán y podría quedarme con toda la casa para mí. 
―Tengo que quedarme en casa ―les digo―. Tengo algunas lecturas de 
verano que hacer. 
Suena convincentemente a una disculpa, pero cuando levanto la vista, 
la mirada de Luke está en la mía con una pizca de sonrisa detrás de ella. 
De alguna manera, él sabe que es una mentira. ¿Cómo? ¿Cómo sabe él 
estas cosas cuando mi novio de dos años no tiene ni idea? 
Limpio la cocina sola y luego voy al patio trasero con la guitarra antigua 
de mi hermano, la única cosa que mis hermanastros nunca lograron 
quitarme. 
Tengo esta nueva progresión de acordes que no puedo quitarme de la 
cabeza. No sé dónde encajaría en una canción, pero la toco una y otra vez, 
tarareando. Cuando me frustro demasiado, vuelvo a “Homecoming” la 
única canción que siento que está realmente completa. 
Danny, la única persona para la que la he tocado, no estaba 
impresionado. “¿Por qué no intentas escribir una canción feliz?” me 
preguntó. Me elogia por las cosas más pequeñas: la forma en que doblo 
las camisas y los brownies que hice de una mezcla. Escucharlo decir que 
esta canción que escribí, creé e interpreté era “triste” se sintió como su 
forma amable de decirme que debería encontrar un sueño más realista. 
Eso fue el invierno pasado, y apenas la he tocado desde entonces, pero 
esta noche, la estoy escuchando, y creo que él estaba equivocado. Sí, es 
una maldita canción triste, pero la vida también puede ser triste. Hay 
 
 
tanto espacio para las canciones tristes como para las alegres en el mundo, 
¿no es así? 
La toco de principio a fin sin problemas, con un placer que bordea la 
euforia corriendo por mis venas. No es como si fuera Taylor Swift o algo 
así, pero es solo una buena maldita canción... el anhelo en la letra, la 
guitarra e incluso mi voz. Ninguno de ellos es perfecto por sí solo, pero se 
unen de una manera que golpea este punto dulce dentro de mí, que me 
hace maravillarme un poco de mí misma. Yo hice esto. Yo. 
Las notas finales mueren por fin, y se siente como si toda mi alegría, 
todo mi todo, se fuera con ellas. 
Tal vez por eso Luke no confía en mí. Tal vez cuando ve dentro de mi 
alma, todo lo que ve es un espacio vacío. 
 
Si pensaba que me había escapado de Grady con mi pequeña mentira 
sobre la lectura de verano, no podría haber estado más equivocada. 
Pronto, está saliendo con Libby y con nosotros casi todas las noches, 
aunque no puedo imaginar por qué querría hacerlo si no bebe ni hace surf. 
Parece estar resentido con todos menos con Danny, pero es a mí a quien 
odia, y el sentimiento es mutuo. 
―Grady estaba sugiriendo que pasáramos el rato en otro lugar esta 
noche ―le dice Danny a Luke durante la cena―. Está cansado de la playa. 
Luke levanta una ceja, sus pensamientos son claros: entonces Grady no 
necesita venir. 
Por una vez, Luke y yo estamos de acuerdo en algo. 
Anoche, Grady me ridiculizó por usar la palabra misógino. “Qué grandes 
palabras estás usando. ¿Recuérdame en qué grado estás, Juliet?”. Él sonrió 
mientras lo decía, con un asqueroso brillo de triunfo en sus ojos, así que 
le respondí preguntando si la escuela bíblica tiene calificaciones, ya que en 
realidad no es una universidad. 
Y Danny dijo “sé amable”. No le dijo ni una palabra a Grady, pero a mí 
me regañó. Entonces, en una noche en que el pastor y Donna estarán fuera 
 
 
de la casa, que me condenen si renuncio a una noche para mí por alguno 
de ellos. 
―Yo me quedaré y haré un poco más de mi trabajo para la escuela 
―miento. Él no entenderá por qué necesito tiempo a solas y tampoco 
entiende por qué tengo un problema con Grady. 
La cabeza de Luke se inclina hacia la mía, no dice nada, pero casi puedo 
sentir que se acerca... el día en que lo hará. El día en que empiece a decir: 
“Usa la cabeza, Dan. ¿Tiene sentido lo que ella está diciendo?”. 
Espero hasta que se van antes de ir al patio trasero con mi guitarra. He 
estado pensando en la nueva canción en mi cabeza durante las últimas 
dos semanas y creo que podría tenerla. 
Intenté dos variaciones y están bien, pero no del todo bien. 
Eventualmente, me doy por vencida y vuelvo a tocar “Homecoming”. 
Suena, en la superficie, como si se tratara de un baile escolar que salió mal, 
pero en realidad se trata de entrar a tu casa y saber que no estás más 
seguro ahí que en cualquier otro lugar. La escribí sobre la casa de mi 
mamá, pero a veces me pregunto si aplica aquí también. Casi dos años 
después de este arreglo, todavía siento que estoy caminando sobre 
cáscaras de huevo, como si estuviera a un error de estar afuera en el frío. 
Las últimas notas se alejan flotando y estoy a punto de comenzar algo 
más cuando escucho un movimiento cerca de la puerta trasera y me 
congelo. 
―Eso es bueno. ―Luke da un paso hacia la luz, mirándome como si me 
estuviera viendo por primera vez―. Eso fue jodidamente bueno. 
Mi ritmo cardíaco se dispara, y la ansiedad palpita en mi pecho. 
―¿Por qué estás en casa? 
―¿Por qué le mientes a Danny sobre el trabajo escolar? ―Su voz es lo 
suficientemente suave como para quitarle el filo a sus palabras―. No 
deberías tener que esconder esto. Deberías cantar. 
―Ya canto en la iglesia. ―Hay un toque de resignación en mi voz, como 
si todavía estuviera tratando de convencerme de que es suficiente. 
 
 
Su mejilla se hunde cuando su mandíbula se mueve y me imagino 
trazando el hueco con mi dedo índice. 
―No, me refiero a hacerlo sola, en algún escenario, y no solo para que 
el pastor pueda hacer que todos le den palmaditas en la espalda. Nunca 
he escuchado esa canción antes. ¿De quién es? 
―Yo... eh, es mía ―le digo, viendo hacia otro lado―. Yo la escribí. 
Cuando me atrevo a verlo, su boca está abierta. 
―Mentira. 
―¿Me estás llamando mentirosa? ―chasqueo. 
Sus ojos se cruzan con los míos. 
―¿Estás diciendo que no lo eres? 
No digo nada. Mentí sobre lo que haría esta noche. Miento sobre ser 
feliz con la situación en la que estoy, y he mentido sobre mucho más que 
eso. Lo que sea que aún no sepa sobre mí, lo que sea que sospeche... 
probablemente sea cierto. 
―Esa canción es buena ―dice, alcanzando la puerta―. Pero es un poco 
jodido que hayas mentido solo para tener la oportunidad de tocarla. 
¿Nunca te cansas de que te traten como a una sirvienta? 
Me pongo rígida. 
―No lo soy. Ser parte de la familia