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El presente documento es una traducción realizada por Sweet Poison. Nuestro trabajo es totalmente sin fines de lucro y no recibimos remuneración económica de ningún tipo por hacerlo, por lo que te pedimos que no subas capturas de pantalla a las redes sociales del mismo. Te invitamos a apoyar al autor comprando su libro en cuanto esté disponible en tu localidad, si tienes la posibilidad. Recuerda que puedes ayudarnos difundiendo nuestro trabajo con discreción para que podamos seguir trayéndoles más libros. Él era y la pesadilla de mi existencia. Quería odiar a Lo odiaba. Ahora, una década más tarde, la tragedia nos ha devuelto al lugar donde todo ocurrió: Nuestras vidas han cambiado, pero esa atracción entre nosotros es tan fuerte como siempre. 1 No hace mucho tiempo, podía pasar por un aeropuerto sin ser reconocida. Extraño eso. Hoy mis lentes de sol permanecerán puestos. Es uno de esos odiosos movimientos de “¡Soy una celebridad!” que siempre he odiado, pero eso es mejor que un montón de comentarios sobre mi apariencia actual. Dormí la mayor parte del camino de Lisboa a San Francisco, gracias a mi práctica reserva de Ambien, pero aún estoy aturdida por la llamada que recibí justo antes de subirme al vuelo... y se nota. Donna siempre ha sido una bola de energía alegre e infatigable. No puedo imaginarla de otra manera. De todas las personas en el mundo, ¿por qué tiene que ser ella? ¿Por qué las personas que más merecen vivir parecen tener que irse demasiado pronto, y las que menos lo merecen, como yo, parecen prosperar? Me he estado prometiendo a mí misma que solo necesito aguantar un poco más, cuando la verdad es que tengo tres semanas seguidas por delante para aguantar sin un final a la vista, pero si no me detengo para mentirle a los demás, ciertamente no voy a objetar las mentiras que me digo a mí misma. Me meto en el baño para limpiarme antes de ir por mi equipaje. Mis ojos color avellana están amoratados por la fatiga, y mi piel está pálida. Las mechas bañadas por el sol que la colorista agregó a mi cabello castaño no engañarán a nadie para que piensen que he pasado tiempo bajo el sol últimamente, especialmente Donna. Cada vez que me ha visitado en Los Ángeles, ha dicho lo mismo: “Oh, cariño, te ves tan cansada. Me gustaría que volvieras a casa”, como si volver a Rhodes pudiera mejorar algo. Me alejo del espejo justo a tiempo para atrapar a una mujer tomándome una foto de lado. Ella se encoge de hombros, completamente desvergonzada. ―Lo siento, no eres de mi gusto ―dice―, pero le gustas a mi sobrina. Solía pensar que la fama lo resolvería todo, lo que no sabía es que sigues estando igual de triste. Tienes a todo el jodido mundo ahí para verte y recordarte que no tienes derecho a estarlo. Salgo antes de decir algo de lo que me arrepienta y bajo las escaleras mecánicas para recoger mi equipaje. No fue hasta que comencé a salir con Cash que entendí el tipo de caos que puede surgir cuando el público cree que te conoce, pero hoy no hay multitud, solo está Donna esperando cerca de la base de la escalera mecánica, un poco demasiado delgada, pero por lo demás completamente bien. Me toma entre sus brazos y el aroma de su perfume de rosas me recuerda a su hogar, un lugar donde ocurrieron algunos de mis mejores momentos, y algunos de mis peores. ―No era necesario que me recogieras. Iba a tomar un Uber. ―Eso costaría una fortuna ―dice, olvidando o sin importarle que ya no soy la niña arruinada que una vez se vio obligada a acoger―. Cuando mi niña vuelve a casa, soy yo quien la recoge, además... tenía compañía. Mi mirada sigue la suya, más allá de su hombro. No sé cómo no lo vi, cuando es un pie más alto y un pie más ancho que cualquier otra persona en la sala. Algunos tipos grandes se esfuerzan por parecer menos: se encorvan, sonríen, bromean. Luke nunca ha hecho ninguna de esas cosas. Él no tiene reparos con no sonreír, su tamaño o lo demás. Parece mayor, pero han pasado siete años, así que supongo que debería. Ahora es aún más grande, más duro y menos penetrable. Su cabello castaño desordenado aún brilla dorado por todas esas horas que pasa en el agua, pero hay una barba de una semana completa en un rostro que normalmente está bien afeitado. Ojalá yo hubiera estado preparada, al menos. Desearía que alguien me hubiera dicho: “Luke estará ahí, y todavía se sentirá como la marea, succionándote hacia el mar”. No nos abrazamos, eso sería demasiado, y no puedo imaginar que él estaría dispuesto a hacerlo de todos modos, dadas las circunstancias. Ni siquiera sonríe, sino que simplemente inclina la barbilla. ―Juliet. Ha crecido, incluso su voz ha crecido, es más baja, más confiada de lo que era, y siempre fue baja, siempre confiada. Siempre capaz de ponerme de rodillas. Se siente intencional el hecho de que apenas me estoy enterando de que él está aquí ahora. Donna sabe que nunca nos llevamos bien, pero ella se está muriendo, lo que significa que no puedo resentirme con ella por esta pequeña manipulación. ―Él se ofreció a conducir ―agrega Donna. Él levanta una ceja ante la palabra “ofreció”, con los brazos aún cruzados sobre su amplio pecho, dejando en claro que no fue exactamente así como sucedió. Es muy propio de Donna atribuirnos cualidades mucho más amables de las que realmente existen. ―¿Cuántas maletas tienes? ―Ya se está girando hacia el carrusel, preparándose para hacer lo correcto, sin importar cuánto me odie. Me muevo frente a él. ―Yo puedo hacerlo. Me molesta que camine hacia el carrusel de todos modos. Presiono un dedo en mi sien derecha, mi cabeza se está partiendo, finalmente está saliendo todo lo que tomé ayer, y simplemente no me siento con ganas de tener una conversación cortés, especialmente con él. Yo trago. ―No sabía que estarías aquí. ―Lamento decepcionarte. Veo venir mi maleta y avanzo. ―Eso no es lo que quise decir. ―Lo que realmente quise decir fue: “Esta es la peor situación posible, y no veo cómo voy a soportar tres semanas”. Pero supongo que eso no es mucho mejor. Miro por encima del hombro. ―¿Cómo está? Sus ojos se oscurecen. ―Acabo de llegar esta mañana, pero… ya la viste. Un fuerte viento podría derribarla. Y con eso realmente no hay nada más que decir. Nada fácil o cómodo, al menos. El silencio se extiende. Ambos alcanzamos mi maleta al mismo tiempo, con nuestras manos rozándose por un momento. Muevo hacia atrás mi mano, pero es demasiado tarde. Luke ya está en mi torrente sanguíneo, ya me está envenenando, haciéndome querer todas las cosas equivocadas, como siempre lo hizo. 2 Mayo del 2013 Es casi el final del año escolar, y la calle afuera del restaurante parece un desfile mal organizado: hay jeeps y camionetas llenas de chicos y tablas de surf, música a todo volumen que cobra vida y se desvanece con la misma rapidez. Esto marca el comienzo de la temporada alta y, durante los próximos tres meses, Rhodes estará inundada de surfistas y familias comprando helados y camisetas, hamburguesas y refrescos. Es cuando la mayoría de los negocios locales realmente obtienen ganancias, cuando la ciudad y sus residentes parecen despertar de un largo sueño. Yo, especialmente, aunque está haciendo más daño que bien en este momento. ―Si no estuviéramos tan ocupados, ya estarías despedida ―se queja Charlie, el cocinero de línea. Si fuera otra persona, le diría que mi novio por fin regresa a casa, pero Charlie no es ese tipo. Podría decirle que acababa de recibir un diagnóstico terminal, y él aún así no sería ese tipo. ―Lo sé, lo lamento. ―Me alejo el cabello del rostro y agarro dos platos de debajo de la lámpara de calor. ―No te disculpes ―responde, implacable como siempre, volteándose para rehacer el pedidoque anoté mal―. Solo deja de cagarla. Stacy toma los dos platos de mi agarre. ―Gente de la iglesia, sección dos. Son tuyos. Ella siempre me deja con las mujeres mayores que vienen aquí después del estudio de la Biblia porque dan malas propinas. Para mí, es su actitud lo que es más difícil de soportar: la manera engreída y satisfecha con la que me recuerdan lo afortunada que soy de tener este trabajo, y la suerte que tengo de que el pastor y su esposa, los papás de Danny, me acogieran. ―Me sorprende verte aquí ―dice la señora Poffsteader―. ¿No llega Danny a casa hoy? La pregunta: tan inocente. El tono: no tanto. Debería estar demasiado emocionada para trabajar hoy, piensa. Debería estar preparándome, y si no estuviera trabajando, probablemente insinuaría que soy una holgazana. No se gana con ellas. ―Esta noche ―respondo―. Tengo suficiente tiempo. ―La señora Donna dijo que traerá a un amigo a casa. Fuerzo una sonrisa. ―Sí, Luke. Creo que van a surfear. ―Luke Taylor, el compañero de equipo de Danny, parecía un tipo perfectamente agradable la única vez que hablamos, y sé que su beca no cubre el hospedaje durante el verano, pero realmente no quiero que mi verano con Danny sea secuestrado por un amigo de la universidad con diferentes prioridades Mi vida social el año pasado ha girado completamente en torno a la iglesia: cantar en el coro, ayudar a Donna con los eventos, así que no parece que sea pedir demasiado querer un poco del tiempo de Danny para mí. Realmente espero que Luke no planee quedarse. ―Pensé que ya se habría buscado una chica universitaria ―dice la señora Miles―. Pero supongo que es bueno para ti, aún está funcionando. Qué cosa tan amable hizo el pastor, acogiéndote de esa manera. No me importa que ella dé a entender que Danny podría conseguirse algo mejor que yo, es un sentimiento con el que estoy de acuerdo. Es el subtexto del que me canso: “Sé más agradecida, Juliet. No estarías en ninguna parte sin ellos, Juliet. Demuéstranos que eres digna del favor que te han hecho, Juliet”. ―Sí. ―Saco mi bloc de notas―. ¿Qué puedo traerles de beber? Se ven decepcionadas conmigo mientras piden su té helado. Sé lo que querían: alguna declaración de gratitud de mi parte. Querían que brotara, que me postrara, que admitiera que soy basura y que siempre seré basura que no merece nada de lo que he recibido. La gente solo quiere que la caridad vaya a aquellos que conocen su lugar. Y estoy agradecida: hace poco más de un año, no podía hacer un sándwich sin que me dislocaran el hombro. En primer lugar, no podía contar con tener ingredientes para un sándwich. Pero hay algo acerca de esta demanda constante de muestras de gratitud de parte de personas que nunca han movido un dedo en mi nombre que me vuelve mezquina. Le agradezco a Donna todas las noches. ¿A estas perras de la iglesia? Espero que no estén conteniendo la respiración. Les llevo sus bebidas y tomo sus órdenes. Se callan cada vez que me acerco a la mesa, lo cual no es ninguna sorpresa, incluso con sus biblias fuera, su tema favorito sigue siendo el mismo: cómo Danny podría haber conseguido a alguien mucho mejor que yo y cómo la situación no terminará en nada bueno. Es un alivio cuando finalmente se van. Limpio su mesa: dejan una propina de un dólar en una cuenta de veinticinco dólares, naturalmente. Estoy a punto de levantar mi bandeja cuando vuelve a sonar el timbre de la puerta y entra un chico soñadoramente guapo, rubio y de mandíbula cuadrada que me sonríe como si fuera su objeto favorito en el mundo. El blazer de la elegante escuela privada ha sido reemplazado por pantalones cortos y una camiseta de fútbol de la UCSD, pero sigue siendo tan perfecto como un Adolescente Disney cuando lo conocí durante mi segundo año. Aún se ve demasiado bueno para mí, aunque de alguna manera, él es mío. ―¡Danny! ―grito, dejo caer la bandeja con estrépito y corro por el restaurante para lanzar mis brazos alrededor de su cuello. Él me aprieta fuerte por solo un segundo antes de separarse suavemente. No se siente tan cómodo con las muestras de afecto, pero es difícil culparlo. Como hijo del pastor en un pueblo pequeño, cada uno de sus movimientos será discutido extensamente... lo más probable es que con sus papás. ―¿Cómo es que estás aquí tan temprano? ―pregunto sin aliento. ―Porque… ―Ve sobre su hombro con una sonrisa―. Yo no era el que conducía. Solo entonces veo más allá de él al tipo que ahora está entrando. Parpadeo. Una vez, dos veces. Tenía una imagen de quién sería Luke: lindo, totalmente estadounidense, el chico que llevas a casa con mamá, al igual que Danny. Pero Luke no es lindo. Él no es el chico que llevas a casa. Ni siquiera es un niño, mide un metro noventa y cinco de músculos magros, necesita un afeitado, se ve terso y bronceado y... peligroso, de alguna manera. Tan diferente de Danny como cualquiera que haya conocido. La sonrisa en mi rostro parpadea. Mi boca se seca y mi corazón late con fuerza en mis oídos. Él tampoco está sonriendo. No puedo decir si está incómodo o enojado, pero el buen chico que conocí por teléfono se ha desvanecido por completo, y al que está en su lugar ya parece que no le gusto mucho. ―Hola ―susurro, con voz irregular. Hay algo en su rostro que me hace sentir obligada a mirar: el extraño color de sus ojos, marrones con un toque de verde, los huecos debajo de sus mejillas, la boca inesperadamente suave. Danny lanza un brazo alrededor de mis hombros. ―Te dije que era la chica más bonita del mundo, ¿no? Luke me ve como si sopesara las palabras de Danny. ―Le dijiste a todos eso, sí. ―Es lo más cerca que podría llegar a discutir el punto sin hacerlo, sin embargo, aquí estoy, todavía mirándolo fijamente y tratando de ignorar este aleteo insistente que de repente floreció en mi interior. Trago saliva y vuelvo a mirar a Danny. ―No salgo hasta las cinco. Él deja un suave beso en mi frente. ―Tómate tu tiempo. Conduciremos hasta Kirkpatrick para mostrarle a Luke por qué debería quedarse durante el verano. Fuerzo una sonrisa para cubrir el malestar que ni siquiera puedo explicarme a mí misma, y basándome en el ceño fruncido de Luke, supongo que él también lo siente. El sol está empezando a ponerse cuando llego a la ordenada casa de los Allen, con su acogedor porche delantero y rosales bien cuidados en flor de color rosa pálido. El año pasado, todo lo que quería en el mundo era una linda casa como esta para volver, un lugar donde estaría a salvo. Llegué aquí justo después de que mi hermanastro me sacara el hombro de la articulación y pensé que sería feliz para siempre si pudiera llamarla mía. Es gracioso, la forma en que obtienes lo que quieres y empiezas a querer otra cosa. Esta noche, desearía poder plantarme boca abajo en la cama durante cinco minutos, o al menos enjuagar el hedor del restaurante de mi cabello. Sin embargo, cuando eres la invitada de alguien, no te cansas, no puedes tener un mal día. ―¿Juliet? ―Donna dice desde la cocina―. Ven a echarme una mano con las papas, ¿quieres? Donna no tiene malas intenciones: disfruta realmente cocinar y crear un hogar agradable, y siempre quiso una hija para que la ayudara en la cocina, para transmitirle estas cosas, pero estar aquí a menudo se siente como una extensión de mi jornada laboral, incluso en mis sueños estoy rellenando el café de alguien o corriendo a buscar ketchup. Luke y Danny están sentados a la mesa, resplandecientes después de una tarde bajo el sol, con el cabello todavía húmedo por la ducha. Luke está sentado al otro lado, en el asiento normal de Danny. Cuando entró en el restaurante, su altura lo hacía parecer casi larguirucho. Sin embargo, sentado, es demasiado grande para la mesa, para la habitación. Éramos cuatro personas de tamaño normal, perfectamente equilibradassin él. Ha hecho que perdamos nuestro equilibrio, y de alguna manera se siente peligroso. Danny pregunta cómo estuvo el trabajo mientras escurro las papas que Donna hirvió. Si pudiera hablar libremente, mencionaría a las señoras de la iglesia que se pasaron todo el almuerzo hablando mal de mí y diciendo que estaban sorprendidas de que Danny no hubiera encontrado a otra persona. Mencionaría que el señor Kennedy volvió a poner su mano en mi trasero, o que algunos adolescentes pegaron su propina a la mesa con ketchup. ―Estuvo bien ―respondo en su lugar, porque el pastor me consiguió el trabajo, y no quiero parecer desagradecida. Los Allen creen que soy callada, pero no estoy segura de que sea cierto. Hay tantas cosas que no puedo decir que es más fácil no hablar. Hago el puré de papas mientras la conversación vuelve rápidamente al tema del surf, el asunto que unió a Luke y Danny el año pasado. Hay mil formas de describir una ola: agitada, blanda, vidriosa o pesada, y parece que se usan todas. No sé qué significa nada de eso, pero cuando veo, me sorprende la forma en que Luke ha cobrado vida hablando de eso. Sus ojos brillan, su sonrisa es amplia y creo que nunca he visto a nadie tan magnético en toda mi vida. Ni siquiera me gusta y quiero mirar, quiero sonreír cuando él lo haga. El auto del pastor se detiene en el camino de entrada y nos movemos un poco más rápido porque a él le gusta que la cena se sirva de inmediato. Abraza a su hijo y estrecha la mano de Luke antes de ocupar su lugar en la cabecera de la mesa. Ayudo a Donna a llevar la comida y luego me deslizo en el banco junto a Danny, quien presiona sus labios en la parte superior de mi cabeza antes de que su nariz se arrugue. ―Hueles como una hamburguesa con queso ―dice con una sonrisa. Luke, frente a nosotros dos, me ve un momento demasiado largo, como si estuviera esperando que me explique. Quizá esté pensando lo mismo que la señora Poffsteader: que si me importara lo suficiente, me habría tomado el día libre. Que soy una chica depredadora que usa a su amigo para quedarse gratis. No lo soy. Sé que no lo soy, pero no tengo ni idea de a dónde iría si Danny y yo rompiéramos. Tengo muy poco ahorrado del restaurante, y me han dejado claro que ya no soy bienvenida en casa. No es que yo volvería ahí de todos modos. ―¿Hay algo de pimienta? ―pregunta el pastor. Los ojos de Donna se abren como platos por la sorpresa. No tengo idea de por qué está sorprendida: el pastor siempre decidirá que falta algo, sin importar cuánto lo intente ella. Me levanto sin que me lo pidan y Luke frunce el ceño. Sigue observándome mientras vuelvo con la pimienta, con algo duro en su mirada. ―¿Puedes tomar el té mientras estás levantada, Juliet? ―agrega el pastor antes de lanzarse a contar una larga historia sobre una mujer y su bebé que llegaron en busca de ayuda. A menudo hace esto en la cena: discute los eventos de su día, buscando algo en ellos que pueda usar durante el sermón del domingo. Tal vez el tema será Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos. Tal vez el tema será La caridad comienza en casa. Aún no lo ha resuelto. A pesar de todo, Luke permanece en silencio, pero aún aspira el aire de la habitación. La casa de Danny ha sido un refugio para mí durante el último año y medio, pero con Luke aquí... ya no lo es. Realmente espero que no decida quedarse. Donna y yo nos levantamos para limpiar la mesa, y Luke comienza a levantarse también, pero Donna le hace señas con una sonrisa cariñosa. ―Siéntate, siéntate ―le insta como si él fuera un dignatario de visita. Salgo rápido al garaje a buscar un tarro de helado del congelador mientras Donna prepara café. Saco la crema y el azúcar mientras ella corta el pastel. Estas son tareas que completo todas las noches, pero de repente me siento observada, como si estuviera haciendo una pantomima en un escenario, porque Luke está viendo, y su juicio es algo tangible, haciendo que cada acción que realizo se sienta forzada y falsa. Ellos comen su pastel mientras yo empiezo a fregar sartenes, y cuando mi mirada se encuentra con la suya por accidente, sus ojos van de mi rostro al paño de cocina con desdén, sus pensamientos son tan obvios que es como si los hubiera dicho en voz alta: “Veo a través de ti, Juliet, y tu no perteneces aquí”. He hecho todo lo posible este último año para ser amable, gentil y comprensiva como los Allen, pero no puedo ser esa persona con Luke. Simplemente no puedo. Estrecho mis ojos hacia él. Tal vez no pertenezco aquí, Luke Taylor, pero tú tampoco. Un brillo de satisfacción ilumina sus ojos como si fuera la reacción que siempre quiso de mí. Después de la cena, vamos a una fiesta en un barrio privado, organizada por uno de los chicos de Westside, la estirada escuela privada a la que Danny asistió con una beca. Danny hace todo lo posible para incluirme. ―Se acuerdan de mi novia, Juliet ―dice, y la mayoría de ellos lo hacen, pero actúan como si no me conocieran. Así es como son. Nos ofrecen cervezas, que Danny rechaza tanto en mi nombre como en el suyo, aunque eso está bien. Lo que quiero más que una experiencia regular en la preparatoria es ser como los Allen, hacerme de alguna manera digna de todo lo que me han dado, o mejor aún y más imposible todavía, convertirme en uno de ellos. Ser una pequeña Donna junior, sonriéndole a las ardillas que se persiguen en el patio, sin querer nada más de su día que hornear un pastel y sentarse a la mesa con sus seres queridos. Hay una paz en ella, un silencio satisfecho, y me gustaría un poco de ese silencio para mí. ―Tú eres esa chica que el pastor acogió, ¿verdad? ―pregunta un chico cuando nos presentan―. ¿No murió tu hermano o algo así? O algo así. Como si morir fuera tan similar a otros resultados que es difícil separarlos. Trago saliva. ―Sí. ―Murió o algo así. La incomodidad de Danny es peor que el recordatorio. No estoy segura si es porque siente lástima por mí, o si simplemente está avergonzado por la conexión. Cuando un adolescente de Haverford muere, generalmente es porque él mismo se lo buscó. Deambulamos afuera, donde Luke está sentado junto a la hoguera con una cerveza en una mano y una chica en su regazo, aunque hemos estado aquí diez minutos como máximo. A diferencia de mí, él ya ha sido bienvenido en el redil, porque jugar futbol universitario tiene un peso que no tiene ser la novia de alguien. ―¿Juliet? ―pregunta la chica a mi lado. Ella es adorable, pero no parece, de ninguna manera, encajar con esta multitud. Su cabello rubio está cortado en un pulcro bob. No tiene bronceado en spray, pestañas postizas ni maquillaje―. Soy Libby. Mi familia acaba de mudarse aquí, pero solo quería decirte que te escuché cantar en la iglesia la semana pasada y tienes una voz hermosa. Me siento más cerca de Dios solo escuchándote. Es el tipo de sentimiento que nunca he sentido ni una sola vez, tan extraño para mí que asumiría que ella está mintiendo si sus ojos no brillaran con sinceridad. Me dice que acaba de terminar su primer año de universidad. No puedo creer que sea dos años mayor que yo, pero supongo que es porque es inocente y bien intencionada, y yo no soy ninguna de esas cosas. ―Únete al coro ―la insto cuando menciona que le encanta cantar―. Necesito a alguien más allá arriba que no tenga mil años. Ella se ríe y luego se tapa la boca con una mano como si fuera culpable de haberlo hecho. Si fuera una mejor persona, dejaría ir a Danny. Dejaría que terminara conmigo para enamorarse de una chica dulce y pura que se siente culpable cuando se ríe de un comentario malicioso, que se siente cerca de Dios en cualquier momento, siempre, pero no soy una mejor persona, y no lo dejaré ir. ―¡Oye, Maggie! ―le grita un chico a la chica que sale de la casa de la piscina a oscuras, todavía abrochándoselos pantalones cortos―. Seguro que no estuviste ahí mucho tiempo. Llévame la próxima vez. Ella se ríe. ―Me gustan las comidas, no los bocadillos. Danny ha sido inflexible con su política de "manos fuera" ya que soy menor de edad y mis experiencias antes de él fueron en su mayoría sin consentimiento, sacando lo mejor de una mala situación, pero hay una satisfacción aturdida en el rostro de Maggie, del tipo que he visto antes en otras chicas. Quiero saber cómo es eso, y quiero saber cómo es no sentirse mal por eso después. Aparto la mirada y atrapo a Luke mirándome, como si pudiera ver a través de mí, como si supiera exactamente lo que quiero, y por un momento, hay una extraña energía entre nosotros, una pesadez en el aire. ―Esta no es realmente nuestra escena ―dice Danny en voz baja, viendo de Maggie al tipo que enciende un porro a su derecha―. ¿Quieres irte? Asiento con la cabeza, aunque la verdad es que todo sobre esto es mi escena. En un mundo sin los Allen, sería una chica completamente diferente. Luke le arroja a Danny las llaves del Jeep mientras nos levantamos. ―No me esperes despierto. La chica en su regazo ya está deslizando su mano en su cintura, y eso hace que algo me queme en el estómago. El resto del mundo, chicas como ella y Maggie, obtienen las cosas que quieren. Pueden beber, bailar y… experimentar. ¿Por qué yo no puedo? “La bondad es su propia recompensa“, dice a menudo el pastor Dan, pero en este momento, no se siente tan gratificante. Subimos al Jeep y Danny enciende el motor antes de salir con cuidado. Me pregunto qué hará Luke a continuación. ¿Besará a esa chica como si ella importara, o la besará como Justin me besó a mí, principalmente para mantenerla callada para que no pueda negarse? ―Estás callada ―dice Danny. Me giro hacia él. ―Él no parece alguien de quien serías amigo. Danny se encoge de hombros. ―Puede que no apruebe todo lo que hace, pero es un buen tipo y ha tenido una vida difícil. Como, inimaginablemente difícil. Ha estado sin hogar desde que tenía dieciséis años... supongo que su padrastro estaba golpeando a su mamá y lo echaron cuando trató de detenerlo. ¿Te imaginas... sin hogar a los dieciséis años? Me río en silencio. ―Bueno, sí. Salí de casa a los quince. ―Tú te fuiste por elección ―me corrige, y mis dientes rechinan. No diría que tuve muchas jodidas opciones, dado que me mudé después de que mi hermanastro me dislocara el hombro. Danny es casi obstinado, a veces, en su nueva visión de mi pasado. ― Parece que no le gusto mucho. Danny niega con la cabeza. ―Él es solo un tipo tranquilo. No se trata de ti. Quiero explicarle que hay algo duro en el rostro de Luke cuando me ve, algo que no está ahí cuando ve a los demás, pero sonaré como loca si sigo discutiendo esto. En lugar de eso, elijo esperar que decida marcharse cuando acabe el fin de semana. Cuando nos despertamos el sábado para ir a la playa, hay una fuerte brisa y lamento profundamente haberme tomado el día libre, lo cual hice solo porque pensé que seríamos nada más Danny y yo. A fines de mayo el clima en el norte de California es impredecible de todos modos. Puede ser cálido a la sombra, o tan ventoso que incluso la luz del sol no puede mantenerte caliente. Hoy será lo último, y con Luke actuando como si yo hubiera envenenado el pozo de la ciudad, el pequeño atractivo que tenía este viaje queda completamente anulado. Danny y Luke bajan las escaleras justo cuando terminamos de preparar el desayuno. Los ojos de Luke apenas están abiertos, pero todavía veo ese desdén siempre presente en ellos cuando miro en su dirección. ―¿Tienes tu traje puesto, cariño? ―Danny me pregunta―. Vamos a irnos en el momento en que terminemos de comer. No puedo. No puedo pasar todo el maldito día con un tipo que me odia por ser patética y necesitada y chupar a las personas que me han acogido. No puedo. ―Hace bastante frío afuera ―evado―. Y el viento va a levantar la arena por todas partes. ―Se calentará ―dice Danny―. Tienes que venir. No te he visto en meses. Así es como Danny se sale con la suya, siendo la única persona que me quiere cerca. Evito cuidadosamente la mirada de Luke mientras acepto. Ellos comen mientras yo lavo las sartenes, y me acabo de sentar cuando Danny le pregunta a su mamá si hay más jugo. ―Yo lo traeré ―digo, levantándome de nuevo y caminando hacia el refrigerador en el garaje. Cuando vuelvo, los ojos de Luke se encuentran con los míos y levanta una ceja. Como si dijera: “Sé exactamente lo que estás haciendo”. Levanto la mía de nuevo: “Vete a la mierda, Luke”. No hay nada de malo en el hecho de que hago todo lo posible para ser útil por aquí. De hacer mi parte. Tal vez lo hago para convencerlos de que no soy una mala persona, o tal vez lo hago para convencerme a mí misma de eso. De cualquier manera, no es de su incumbencia. Salgo al viejo y destartalado Jeep de Luke después del desayuno, temblando en mi sudadera, con un libro y una toalla presionados contra mi pecho. Luke me ve, sus ojos comienzan en mis tobillos y suben. ―¿Dónde está su tabla? ―pregunta. Danny se ríe y me rodea con un brazo. ―Juliet no surfea. ―Trató de enseñarme una vez, el verano pasado, y no salió bien―. Créeme, es más seguro para todos si se queda en la playa y se ve bonita. Un músculo parpadea en la mejilla de Luke, una objeción silenciosa ya sea por mi incapacidad para surfear o por el hecho de que Danny piensa que soy bonita. ―Tal vez deberías llevarla en la camioneta. Si ya tiene frío, se congelará una vez que estemos en el camino sin la capota puesta. ―Estarás bien, ¿verdad? ―Danny insta, apretando suavemente mi cadera―. Solo vamos diez minutos por carretera. Asiento con la cabeza. Si Danny conduce, sus papás tendrán que compartir un auto y todos los inconvenientes que sufran serán, básicamente, culpa mía. Trato de evitar tener la culpa tan a menudo como puedo. Me acomodo en un pequeño rincón del asiento trasero, donde las tablas golpean contra mi hombro y la brisa que entra por las ventanas abiertas hace que sea imposible seguir gran parte de la conversación. Mi teléfono suena con un mensaje de texto entrante. Cuando descubro que es de mi amiga Hailey, me deslizo un poco más abajo en mi asiento. Ya sé que cualquier cosa que ella me esté diciendo no será adecuada para otros ojos. Hailey: Entonces, ¿cómo estuvo? Ella estaba segura de que anoche sería la noche. Yo estaba bastante segura de que no lo sería, y tenía razón. Yo: Sin acontecimientos notables. Te dije que sería así. Solo está siendo cuidadoso, creo. Es un poco dulce. Hailey: Shane Harris también es dulce, pero te garantizo que eso no lo detendría si te cansas de la situación. ¿Habría dicho “Sí” a las repetidas ofertas de Shane si no hubiera estado con Danny? Tal vez, pero estoy con Danny y vivo con sus papás, así que no tiene sentido hacerme la pregunta. El Jeep se desvía hacia el arcén de la carretera cuando llegamos a Kirkpatrick. Estoy temblando mientras bajo desde atrás, y los ojos de Luke se ponen en blanco mientras me envuelvo con la toalla para calentarme. Los sigo a la playa y me siento, metiendo las rodillas dentro de mi sudadera mientras se quitan las camisetas y se ponen los trajes de neopreno. La brisa trae el aroma de protector solar, algas marinas y flores silvestres, y aunque todavía hace frío, cierro los ojos y respiro profundamente, levantando el rostro hacia el cielo. Hay momentos aquí, cuando el sol brilla y la brisa es suave, en los que casi creo que puedo recuperarme. Cuando abro los ojos, Danny ya está marchando hacia el agua como un soldado firme y capaz, pero Luke no. Está quieto, mirándome, pero se aleja cuando abro los ojos, siguiendo a Danny sin decir una palabra. Lleva la tabla debajo del brazo con facilidad, comosi no llevara nada en absoluto. Su altura lo hace parecer casi delgado cuando está vestido, pero tiene los hombros anchos de un nadador, y hay una gracia en él, una que no asociarías con el fútbol, pero que tampoco asociarías exactamente con el ballet. Es más como un tigre en forma humana, que posee una especie de elegante atletismo incluso cuando está haciendo algo tan simple como caminar hacia la orilla. Ellos reman y se ponen en fila mientras yo entierro los pies en la arena fresca para protegerlos del viento. Pronto se calentará, pero aún deseo no haber venido. Danny toma la primera ola que puede, el mismo tipo de ola que siempre toma: moderada y predecible. Intenta cortarla, pero desaparece. Espero a que Luke pase a la siguiente, pero no lo hace. Deja pasar ola tras ola. Danny dice que es realmente bueno, creció surfeando antes de que su familia se mudara en la preparatoria, pero me pregunto si se siente intimidado, ya que solo ha surfeado en San Diego. Es egoísta de mi parte, pero espero que esté intimidado. Espero que odie esto y nunca, nunca regrese. Sin embargo, justo cuando lo pienso, se sienta derecho, viendo a lo lejos con todos los músculos tensos. Una vez más, me recuerda a un tigre, pero esta vez es uno que acaba de detectar una presa. La ola en la distancia comienza a espesarse e hincharse. Luke se tumba boca abajo y rema con fuerza, sus anchos hombros están en continuo movimiento mientras se forma una pared de agua detrás de él. No es una ola para principiantes, es el tipo de ola que podría joderte si no supieras lo que estás haciendo, y aunque no me gusta y no lo quiero aquí, contengo la respiración, preparada para el desastre. Él está erguido de repente, como por arte de magia. Mientras que Danny es metódico cuando se levanta, plantando con cuidado un pie y luego el otro desde las rodillas, Luke de alguna manera ha impulsado su cuerpo largo en el aire en un movimiento continuo, aterrizando sin esfuerzo, con el equilibrio asegurado. Sucede tan rápido que apenas puedo procesarlo, tan rápido que me pregunto si me lo imaginé. Pensé que su altura lo perjudicaría, pero no es un factor en absoluto. La ola es un monstruo, agitada y feroz, pero él bien podría estar parado descalzo en el piso de la cocina, así de estable se ve. Se clava en la pared de agua, hace un movimiento aéreo sin esfuerzo y luego vuelve a tallar, dejando que su mano roce la ola, tratando de reducir su velocidad al entrar en el tubo para que dure el mayor tiempo posible. Parece uno de los profesionales: de los chicos que entrenan para surfear Mavericks1 cuando llega el oleaje invernal. E incluso desde la distancia, ahora entiendo por qué estaba dispuesto a conducir ocho horas hacia el norte y soportar alojarse en casa de un pastor para surfear mejor. Él se ve feliz. Lo he visto sonreír, lo he oído reír, pero hay algo diferente en él mientras se eleva sobre el agua, algo profundamente concentrado y completo. Luke finalmente atraviesa el extremo del tubo y su tabla vuela por los aires mientras se desliza hacia arriba sobre la cresta de la cola de la ola. Los chicos en la formación vitorean, chicos que normalmente muestran su aprobación con un movimiento de cabeza y un tranquilo “Bien”. Él es simplemente así de bueno. Salta hacia abajo y vuelve a estar boca abajo, remando, con su alegría reemplazada por otra cosa, algo mejor. Intensidad. Como si nada en el mundo importara más que hacerlo de nuevo. Danny no es así. Él no quiere más. Está feliz con exactamente lo que ya tiene. Desearía ser un poco más como Danny en ese sentido. Lo estoy intentando. Cuando finalmente regresan a la orilla, dos horas más tarde, están arenosos y salados, más que exhaustos, pero es un tipo de agotamiento diferente al que yo siento después de un turno en el restaurante. Es vertiginoso y exultante. A pesar de sus tamaños, me recuerdan a niños pequeños. ―Bebé, ¿viste eso? ―pregunta Danny, emocionado por finalmente sacar una pequeña aérea―. Creo que finalmente entendí lo que estaba haciendo mal antes. ―¿Surfear mal? ―bromea Luke―. ¿Es eso lo que estabas haciendo mal? ―Y luego se ríe, el sonido es bajo y ronco y tan incuestionablemente masculino que siento una chispa atravesarme, rompiéndose casi dolorosamente dentro de mi estómago. Danny le da una patada y se ríe, colapsando a mi lado en la arena. 1 Las olas Mavericks son unas de las olas gigantes (y peligrosas) más icónicas y famosas en el mundo del surf, ubicadas en Half Moon Bay al norte de California. Durante las grandes marejadas de los meses de invierno, las olas pueden alcanzar los 60 pies de altura. ―Idiota. Luke cierra los ojos y vuelve el rostro hacia el sol. ―No quiero volver a surfear en San Diego nunca más. ―Entonces, ¿supongo que eso significa que te convencí de que te quedes durante el verano? ―le pregunta Danny. Luke me ve antes de apartar la mirada. ―Sí, supongo que lo hiciste. Pero su felicidad ha disminuido un poco, y sospecho que lo que lo hace infeliz soy yo. 3 La mayoría de la gente habla con cariño de volver a casa, pero para mí, incluso los buenos recuerdos de mi hogar ahora están teñidos de dolor, con un recuerdo de lo que he perdido. Esa es una de las razones por las que he esperado siete años para volver, pero no la más importante. La autopista bordea Haverford, que se ve tan horrible como siempre. Cash se partiría de risa si estuviera aquí ahora. Él volvía a mencionar mis “raíces de basura blanca”, después de un par de tragos. Lo más probable es que nunca dejaría de mencionarlo. Donna me da palmaditas en el hombro mientras su mirada sigue la mía. ―Vengo a ver cómo está de vez en cuando ―dice de mi mamá―. No ha cambiado mucho. Lo que significa que mi mamá sigue siendo una mujer que se pone del lado de su marido en cualquier discusión. Una mujer que me odia, aunque no tiene problema en pedirme dinero, una y otra vez. Se lo doy simplemente para comprar su silencio. Continuamos hacia Rhodes, saliendo de la autopista a una carretera de dos carriles que se dirige hacia la costa, donde las casas son bonitas y uniformes con césped bien recortado y buzones a los que nadie ha golpeado con un bate, tan diferentes de donde yo crecí como podrían serlo. Cuando finalmente nos detenemos frente a la casa de tablas amarillas de Donna, se me revuelve el estómago. La nueva adición en la parte de atrás es tan grande que empequeñece la casa principal, lo que la hace lucir minúscula y pintoresca en contraste, pero todavía recuerdo cuán hermosa y brillantemente iluminada parecía la noche que vine aquí por primera vez, simbolizando todo lo que Danny tenía y yo no: papás que lo amaban y un lugar donde estaría a salvo. Él lo tenía todo, en aquel entonces. No deberían haberme dejado entrar por la puerta principal. ―Wow ―susurro mientras salgo del auto―. Es... como un lugar diferente. Los dedos de Donna se entrelazan con los míos y me aprieta la mano. ―Totalmente gracias a ustedes, niños. Todo lo que hicimos fue escribir cheques. El verdadero trabajo ocurrirá dentro de unas semanas cuando Danny's House se inaugure oficialmente. Muchos lugares, algunos buenos, otros terribles, ofrecen cuidado de crianza temporal de emergencia y de largo plazo, pero Danny's House tendrá un personal altamente capacitado con psicólogos, abogados y consultores educativos a sueldo. Cuando Donna sugirió la idea por primera vez, parecía demasiado ambiciosa para llegar a buen término. Es por eso que acepté que vendría para la apertura si alguna vez lo lograba, porque nunca pensé que realmente tendría que hacerlo. No sabía que ella había obtenido la misma promesa de Luke. Entrar en el vestíbulo es como viajar al pasado: medio espero que Danny salga de la cocina, con la piel resplandeciente por el día que pasó en el agua y elcabello aún húmedo, pero el resto de la casa ha cambiado. La sala familiar se amplió, el comedor ahora tiene capacidad para treinta y la cocina se ha duplicado en tamaño. Donna me muestra con orgullo la enorme y nueva despensa, ya provista de refrigerios. ―¿Tienes hambre? ―me pregunta. Niego con la cabeza. Luke resopla. ―Van a ser tres semanas interesantes para ti. Sin Patron, ni langosta. Los excesos de mi estilo de vida suenan ridículos en sus labios, especialmente teniendo en cuenta de dónde venimos él y yo, y ni siquiera son mis excesos. Yo no creé ese tour rider2, y no soy quien lo lanzó a la prensa, pero he estado pagando el precio desde entonces. ―Ese fue mi manager, no yo ―digo con cansancio―. ¿De verdad crees que voy a comer langosta antes de un concierto? Él me ve con una mirada mortal. ―¿Cómo podría tener idea de lo que haces antes de un concierto? Touché, Luke. Supongo que no lo harías. Donna nos ve, cubriendo rápidamente su preocupación con una sonrisa forzada. ―Voy a ponerte a ti y a Luke en la adición. Tenemos dos niños que llegan temprano, así que cuando lleguen aquí, pueden dormir en la casa principal y no tendrán que moverse. ¿Está bien? ―Por supuesto ―digo, mientras mis ojos parpadean hacia Luke y se alejan con la misma rapidez. Él no quiere estar cerca de mí, yo no quiero estar cerca de él. Esta visita es cada vez mejor y mejor. Donna nos dirige hacia la adición, abriendo una puerta a su izquierda. Hay una cama, una mesita de noche y nada más. Las paredes están desnudas, pero la ventana da al espacioso patio trasero. Tuvimos que demoler la casa detrás de la de Donna para hacerlo posible. Será un buen lugar para los niños. Un buen lugar para cualquiera que venga de una casa como la mía. Parpadeo para contener las lágrimas y trago saliva, obligándome a mantener la compostura. Puede que surja algo bueno de todo este maldito desastre, pero nunca dejaré de desear que no hubiera sucedido en primer lugar. ―No es mucho, lo sé ―dice ella. ―Sabes cómo me criaron ―le digo con una pequeña sonrisa―. Mientras tenga una cama, estoy bien. 2 es una lista que incluye un conjunto de reglas que un artista establece como criterio para una actuación. Esto incluye todas las solicitudes o demandas ya sea para la comodidad del artista o los detalles técnicos necesarios para realizar. Ella envuelve un brazo alrededor de mis hombros. ―He visto el tipo de lugares en los que te quedas ahora. Me imagino que te has acostumbrado a mucho más. Ella no se equivoca. Me he convertido en el tipo de persona que se queja cuando el servicio de limpieza no se ha completado cuando llego a mi habitación, que se molesta cuando no hay una suite disponible, pero al mismo tiempo, sigo esperando perderlo todo, y nunca hay una noche en la que me meta a la cama sin anticipar a medias que me sacarán de ella: la mano de mi padrastro envolviendo con fuerza mi tobillo, tirándome al piso para castigarme por alguna infracción, o Justin exigiendo que salga para que mi hermano no se despierte. Tal vez es por eso que no me opongo tanto cuando Cash es duro conmigo, porque he vivido cosas peores. O tal vez es solo que sé que lo merezco. ―Es perfecto ―le digo, y mi boca se desliza en una sonrisa―. Haré que mi asistente envíe unas sábanas de seiscientos hilos para la cama. Estaba bromeando, pero Luke pone los ojos en blanco mientras se dirige a su habitación, y el resentimiento estalla en mi pecho. Sé que me he ganado absolutamente su odio, todo, pero ¿realmente cree que me convertí en esa persona tan rápido? Seguro que sí. Asumió que yo era esa persona cuando me fui hace siete años. ―Te dejaré acomodarte mientras empiezo a trabajar en la cena. El baño está al final del pasillo si quieres ducharte. ―Donna lanza sus brazos alrededor de mí, y la familiaridad de la acción hace que me duela el pecho―. Es tan bueno tenerte en casa, Juliet. La abrazo con fuerza, luchando contra las ganas de llorar. Me gustaría decirle que también es bueno estar aquí, pero conmigo, Luke y todos estos recuerdos bajo un mismo techo... simplemente no hay forma de que parezca verdad. Los recuerdos. No sé cómo diablos hacer que dejen de avanzar, pero será mejor que lo averigüe. Necesito que todos ellos estén escondidos donde estén a salvo. Donde ella, y Luke, no puedan alcanzarlos. 4 Junio del 2013 Donna está en su elemento con los chicos aquí. Ella me recluta para ayudarla a cocinar y limpiar y adorarlos porque realmente no puede imaginar que yo quiera hacer otra cosa. En cierto modo, es como si hubiera llegado a ella como un montículo de arcilla sin formar, y ella eligió convertirme en lo que siempre quiso: una hija dulce que canta en un coro, una esposa considerada y cariñosa para su hijo. Realmente yo no tenía ningún plan para esta bola de arcilla, no sé por qué existe este impulso ocasional de rescatarme. Me escabullo en la casa después de un turno doble para encontrar que los chicos ya han regresado de surfear. Donna me sonríe cuando entro como si fuera la princesa más querida de un cuento de hadas, mientras que Luke simplemente me observa. Él ya se dio cuenta de que soy el lobo feroz. ―¿Puedes empezar el arroz por mí, cariño? ―ella pregunta. Asiento, yendo al lavabo para lavarme las manos, deseando poder sentarme un momento. Siempre me duele después de un turno doble, pero hoy una chica de la preparatoria de Danny me hizo tropezar, así que es peor de lo normal. Cada vez que trago, puedo sentir dónde mi barbilla golpeó la silla cuando caí y, como siempre, incluso cuando no estoy viendo en la dirección de Luke, sé que su mirada fulminante está sobre mí, diciendo: “A mí no me engañas, Juliet”. Aunque no puedo odiarlo, no completamente. Hay algo delgado y desnutrido en Luke a la hora de comer, a pesar de su tamaño, que hace que me duela el corazón. Él come rápido, como lo harías si te estuvieras muriendo de hambre, como lo harías si hubieras pasado mucho tiempo hambriento, y podría estarlo, Donna no está haciendo suficiente comida y él es mucho más grande que Danny y el pastor, también es mucho más activo. Danny tiene un trabajo de escritorio en la iglesia este verano, pero Luke está trabajando en la construcción, y además de surfear con Danny toda la tarde, también se levanta al amanecer para surfear antes del trabajo. Debe necesitar mucha más comida de la que está recibiendo, y cuando llego a la mesa después de todos los demás y descubro que ya ha limpiado su plato, hay un vuelco en mi corazón que no puedo ignorar. Él deja la mesa con hambre todas las noches. No estoy segura de cómo Donna no se ha dado cuenta. ―Oh, cariño ―dice, mirándome verter el arroz en un tazón para servir―, hiciste el doble de lo que necesitábamos. ―Lo siento ―respondo como si lo hubiera hecho por accidente. Soy la última en sentarme, y cuando lo hago, los ojos de Luke se oscurecen mientras estudia mi rostro. ―¿Qué le pasó a tu barbilla? Me sonrojo cuando todos se giran para mirarme. ―Me tropecé en el trabajo ―digo en voz baja. No estoy segura de por qué tuvo que llamar la atención o por qué sus fosas nasales se dilatan como si yo le acabara de mentir. Lo cual hice, pero ¿qué posible motivo malvado podría tener? ¿Cree que estoy trabajando como una dominatriz en algún lado? ¿Que estoy vendiendo metanfetamina de camino a casa? ¿Cuándo tendría siquiera el puto tiempo? Pero se está comiendo el arroz extra que hice como un campeón. Lo perdoné mucho antes de terminar de decirme a mí misma que estoy enojada. ―¿No hay té helado? ―pregunta el pastor Dan. ―¿Quieres cafeína tan tarde? ―Donna dice preocupada. Ella lo maneja a veces como si fuera su papá, no su esposo, especialmente desde su visita al cardiólogo el invierno pasado. ―Tengo que volver a la iglesia para una sesión de consejería ―lerecuerda―. Necesito animarme. Ella me ve con una sonrisa de disculpa. ―Juliet, cariño, ¿te importa traerlo? ―¿Puedes traer la salsa Tabasco mientras estás levantada también? ―pregunta Danny mientras balanceo mis piernas sobre el banco. No es gran cosa, pero las fosas nasales de Luke se dilatan una vez más. Los Allen siempre me han hecho sentir que todavía puedo convertirme en una mejor persona, pero el desdén silencioso y constante de Luke dice algo completamente diferente. “Juliet, maldita falsa. Esta no eres tú en absoluto”. Y sé que no lo soy, pero ¿está tan mal que quiera cambiar? ¿Que siga pensando que puedo llegar a ser mejor de lo que soy? ―Eres una santa ―me dice Donna cuando lo traigo. Me siento y la dura mirada de Luke se encuentra con la mía. ―Ups. ―Él sostiene la leche―. Parece que está vacío. Hay un desafío en sus ojos. “Adelante, Juliet. Sé una buena chica y salta de nuevo. Estamos todos a la mitad y tú no has probado bocado, pero veamos cómo juegas tu papel”. Se forma una grieta en mi caparazón cuando él está cerca, y ya puedo sentir la vieja y mala versión de mí deslizándose a través de ella. ―Tienes dos piernas ―respondo. Un destello parpadea en sus ojos. ―No es muy santo de tu parte, Juliet. ―Tampoco lo es la forma en que te fuiste con esa rubia anoche. ―Juliet ―regaña suavemente Donna. Luke ha ganado este round. Quería demostrar que soy una idiota y lo hizo. Para el final del verano, no me querrán cerca de ellos. Agarro la mesa, preparándome para levantarme por tercera vez, de repente al borde de las lágrimas. ―No ―gruñe Luke, poniéndose de pie―. Yo lo hago. El aire pende pesado entre Luke y yo durante el resto de la cena, pero los Allen ni siquiera parecen darse cuenta. Son peces bebés, rodeados por dos tiburones blancos. No sabrán lo que pasó hasta que Luke y yo los hayamos devorado a todos. Comenzamos a pasar el rato en la playa la mayoría de las noches con un grupo de surfistas (Caleb, Beck y Harrison), jóvenes universitarios ricos que simplemente quieren sentarse alrededor de una fogata con una cerveza en la mano y una chica a su lado mientras hablan sobre el surf. A veces viene Libby, ella también se unió al coro, pero, de lo contrario, sobresalgo como un pulgar adolorido. Tal vez es que no soy rica. Tal vez es que no estoy en la universidad, pero también es que no me visto como las otras chicas, y no actúo como ellas. No estoy sentada en el regazo de Danny. No estoy bromeando sobre mamadas ni bromeando con nadie sobre la larga y dura noche que se avecina. Estas chicas están aquí en poco más que bikinis mientras que yo estoy vestida como una Allen, nada ajustado, nada corto. Y estoy cansada de eso. Estoy cansada de estar tapada todo el tiempo, como si tuviera algo de qué avergonzarme, cansada de la forma en que las cosas con Danny nunca progresan. Me quito la sudadera. Llevo una camiseta sin mangas y pantalones cortos, que es más que la mayoría de las chicas aquí, pero me siento llamativa de todos modos. Danny está en una discusión acalorada con el chico a su lado sobre dónde están las olas más grandes y ni siquiera se da cuenta, pero los dientes de Luke rechinan mientras ve hacia otro lado. La chica en su regazo apenas tiene los pezones cubiertos, pero mi camiseta sin mangas y yo somos un problema. Si Danny se da cuenta de que me he quitado la sudadera, no muestra señales de eso. Sin embargo, durante la siguiente hora, la mandíbula de Luke rechina y ve a cualquier cosa menos a mí hasta que de repente se pone de pie, arrastrando a la chica en su regazo hacia la oscuridad. Cuando Danny y yo salimos a comprar un helado, me sugiere que me vuelva a poner la sudadera. ―Solo en caso de que veamos a alguien que conozcamos ―agrega. Así que se dio cuenta, y el único efecto es que aparentemente está... ¿avergonzado? Yo compro de menta con chispas, y él, apropiadamente, compra de vainilla. Una pareja nos adelanta cuando regresamos a la camioneta, empujando a un bebé dormido en un cochecito. ―No veo la hora de tener hijos ―dice Danny―. Este es un buen lugar para criarlos. Me encanta que piense en lo que haría felices a sus hijos. Me encanta que piense en el futuro. Por lo que he oído, mi papá no pensaba demasiado en el futuro, y seguro que no le importaba hacer felices a sus hijos. Se largó antes de que yo cumpliera mi primer año. Pero el futuro está muy lejos. Yo todavía estoy en la preparatoria, y apenas he vivido todavía. Quiero saber cómo es sentarse en el regazo de alguien con una cerveza en la mano. Quiero saber cómo es ser arrastrada a la oscuridad, voluntariamente. Quiero buenos recuerdos para reemplazar todos los malos que Justin dejó atrás. Cuando Danny se detiene en el camino de entrada y veo que todas las luces están apagadas adentro, me deslizo hacia él y me subo a su regazo. ―Bésame. Él parpadea, viendo culpablemente a su alrededor antes de inclinarse para darme un pequeño y suave beso. Puedo decir que está a punto de alejarse, así que lo beso más fuerte, con la boca abierta, y mi lengua buscando la suya. Ha sido cuidadoso conmigo durante tanto tiempo, pero no necesita serlo. Me inclino más cerca, presionándome contra él hasta que lo siento endurecerse. Eso me emociona, como si finalmente hubiéramos subido a bordo de un tren que he estado esperando durante mucho tiempo, pero tan rápido como empezó, me agarra de las caderas y me empuja. ―Vamos, cariño ―dice, amable y, sin embargo, frustrado. Yo suspiro. ―Danny, cumplo dieciocho este año. ―No importa la edad que tengas... no eres esa clase de chica. ―¿Qué clase de chica? ―Ya sabes, la clase de chica que hace eso, quien tiene sexo antes del matrimonio. ¿Quiere esperar hasta casarse? Parece el tipo de cosas que debería haberme dicho antes. Pero supongo que el hecho de que yo no esperé hasta el matrimonio es el tipo de cosa que debería haberle dicho antes también. E incluso si deseara que mi primera vez no hubiera sido como fue, quiero las cosas que la chica con Luke está teniendo en este momento. Quiero entrar a una habitación, en medio de una fiesta, con esa mirada reservada y satisfecha que tenía Maggie en su rostro. Ni siquiera sé lo que quiero, de hecho. Solo quiero más. Más de lo que tengo ahora, que está tan mal, cuando ya tengo tanto. Danny me acompaña a la puerta de mi habitación, dándome un beso de buenas noches de esa manera suya, haciéndome sentir como un objeto preciado, algo fino y frágil que debe manejarse con cuidado. Sí, de vez en cuando desearía que me besara como Ryan Gosling besa a Rachel McAdams en The Notebook: a tope, caliente, desesperado, pero también hay algo que decir sobre la forma de ser de Danny. Simplemente no puedo recordar qué era mientras veo la habitación vacía de Luke. Luke de alguna manera se escapó de ir a la iglesia en su primera semana aquí, pero se le acabó su buena racha al final de la segunda. Ya estoy sentada con el coro cuando él entra detrás de Danny, con los ojos nublados por las dos horas que durmió, luciendo como si se estuviera preparando para la batalla: con las manos en los bolsillos, y los hombros encorvados mientras ve al suelo. La única señal de vida en su rostro surge cuando se da cuenta de que Danny los ha colocado directamente frente a mí. Él comienza a mirar a su alrededor, esperando un asiento disponible en otro lugar, pero no hay uno, por lo que su mandíbula se tensa y permanece así durante todo el servicio, ya sea que el pastor hable, las oraciones que se ofrecen o yo haga mi solo. ―Eso fue encantador, Juliet ―dice el pastor mientras tomo asiento. Se gira hacia la multitud y comienza a hablar sobre su tiempo como misionero en Nicaragua, una experiencia que le proporcionó infinitas historias de sufrimiento humano y su propia bondad. Creería un poco más ensu bondad si no estuviera siempre ordeñando la miseria de los demás para demostrarlo. »Pero no tenemos que ver hacia el tercer mundo en busca de personas necesitadas, porque están a nuestro alrededor ―dice, y me pongo rígida―. Sí, están a nuestro alrededor. Vienen en la forma de un hombre que se sienta en la esquina pidiendo dinero, una mujer que no puede pagar la fórmula para su bebé, una niña que se queda en la biblioteca de la escuela porque tiene miedo de ir a casa. Mis ojos bajan al suelo y mi rostro arde cuando la mirada colectiva de la iglesia se desliza hacia mí. Todos saben de quién se trata. Ya estoy acostumbrada, las referencias apenas disimuladas del pastor hacia mí en sus sermones son parte del curso en este momento, pero desearía que Danny no le hubiera dicho a su papá sobre el asunto de la biblioteca y desearía que Luke no estuviera escuchando. Eso también. Tal vez ni siquiera es su desdén lo que me molesta, es simplemente la forma en que me recuerda todas las cosas feas que soy, y que es poco probable, no importa cuánto lo finja, no importa cuánto lo intente, deshacerme de ellas para siempre. Al final del servicio, me quedo cerca del pastor y de Donna, soportando los comentarios que hace la gente, los recordatorios que se hacen pasar por cumplidos. ―Cantaste tan hermoso hoy, Juliet ―dice el secretario de la iglesia―. Realmente has florecido desde que los Allen te acogieron. Fuerzo una sonrisa, aunque no diría que he florecido. La única diferencia entre ahora y hace dos años es que tengo muchos menos moretones. El precio de ser pobre, supongo, es que siempre hay alguien mejor que se llevará el crédito por tus logros. La señora Wilson es la siguiente en felicitarme. ―Juliet, qué trabajo tan encantador hiciste. ―Hay piedad en su sonrisa. Luke, a mi lado, se ríe mientras ella se aleja. ―Brinca, pequeño pony de exhibición, brinca. No tengo que preguntarle qué quiere decir porque ya lo sé: el pastor no quiere que cante porque tengo una voz decente, quiere que cante para recordarles a todos que él fue quien me sacó de la tierra. ―Vete a la mierda ―le respondo en voz baja. Sus ojos se iluminan y su boca se tuerce. ―Ahí está ella ―dice, solo para que yo lo escuche―. Sabía que estaba ahí en alguna parte. 5 Tomo una larga ducha, enjuagándome el día del viaje. Luke está en el patio trasero, arrancando la podadora. Su rostro, de perfil, es una obra de arte: el sol poniente marca la curva de sus pómulos, su mandíbula afilada, y su nariz recta. Me acerco a la ventana, atraída hacia él. Él jala una hierba y cuando su bíceps pulsa hay un latido entre mis piernas para igualarlo. Levanta la vista, como si supiera que lo estoy viendo, y me apresuro a ir a la cocina en pantalones cortos y descalza, con el cabello húmedo cayendo por mi espalda. Donna está juntando los ingredientes en el mostrador, pero se detiene y sonríe cuando me ve. ―Ahí está mi niña. Tienes el mismo aspecto que tenías cuando viniste a nosotros por primera vez. No puedo imaginar que eso sea cierto. Soy décadas mayor por dentro. Llegué aquí a los quince años sintiéndome sucia y agotada, con la ingenua esperanza de poder limpiarme de nuevo. Ahora lo sé mejor. ―Siéntate ―le digo. Hice chili con la suficiente frecuencia mientras crecía aquí que reconozco los ingredientes―. Yo lo hago. ―Puedes ayudarme, pero aún no estoy muerta. Todavía puedo hacer una comida para dos de mis personas favoritas. Mi sonrisa se tambalea. Todavía no hemos discutido todo, si obtuvo una segunda opinión o cuáles son sus planes para este lugar una vez que se haya ido, pero no me atrevo a preguntar nada de eso. ―No imagino que cocines mucho para ti estos días ―dice mientras empiezo a picar la cebolla―. Aún no has comprado una casa, ¿verdad? Niego con la cabeza. ―He estado viajando tanto que realmente no parecía valer la pena. Conseguiré algo eventualmente. Pasa una mano por mi cabeza, alisando mi cabello hacia atrás. ―Juliet, te estás esforzando demasiado. ¿Quizás es hora de tomar un pequeño descanso? Salir con Cash condujo a un aumento de la popularidad -o tal vez solo a la infamia-, y tengo que subirme a la ola mientras dure... si es que soy capaz de continuar. Soy demasiado joven para decir que ya me cansé, pero ahora me siento como una cáscara seca la mayor parte del tiempo, y no sé cuánto tiempo más podré fingir que no lo soy. ―Estoy bien, pero realmente no me vas a hacer trabajar aquí, ¿verdad? ―Le doy mi sonrisa más dulce y suplicante y ella se ríe. ―Realmente lo haré, tengo una lista de un kilómetro de cosas que se deben hacer en la ampliación antes de que lleguen los primeros niños. ―Esto tiene poco sentido ya que ella tiene mucho dinero para contratar ayuda si la necesita, pero se apresura antes de que pueda preguntar―. Solo quiero que se sienta permanente, nunca lo fue para ti, ¿verdad? Todo ese tiempo que viviste aquí y nunca pusiste nada en las paredes. Mi palma descansa sobre la cebolla y mi cuchillo se detiene. No fue su culpa, le habría dado al pastor una cosa más por la cual no agradarle. ―Estaba feliz de tener una habitación ―le digo, pero no estoy segura de que me crea. No estoy segura de si yo también lo creo. Hubo un momento en que quería poner cosas en la pared, un momento en que todavía me importaba. La cena está casi lista cuando Luke entra, recién duchado, con su camiseta lo suficientemente húmeda como para amoldarse perfectamente a ese pecho suyo bien formado por los días que pasó surfeando. Era la cosa más hermosa que había visto diez años atrás, y hacía que mi corazón latiera a millones de kilómetros por hora si me permitía mirarlo demasiado tiempo. Él es aún más encantador ahora, y mi corazón, el que supuse que ya no era capaz de hacer mucho, está latiendo tal como lo hacía. No puede. Él sonríe. ―Pensé que abrir un menú de servicio a la habitación era la cúspide de tu habilidad culinaria en estos días. ―Tu comida no se va a escupir sobre sí misma, pensé que podría ayudar. Donna suspira. ―No pensé que fuera posible, pero ustedes dos están peleando aún más ahora que cuando eran más jóvenes. Mi mirada se encuentra con la de Luke, y por un segundo todo vuelve a estar ahí: esa antigua tensión entre nosotros y la razón por la que existió. Dios, odiaba la forma en que mi mundo parecía volcarse cada vez que entraba en la habitación. Peleaba con él simplemente para ocultarlo, pero eso fue hace años, y yo era otra persona. Entonces, ¿por qué sigo buscando pelear? ¿Por qué lo hace él? Mi mano se enrosca con fuerza alrededor del borde del mostrador, deseando que las preguntas desaparezcan. Tomamos nuestros asientos y damos las gracias junto con Donna, su voz es la única en la mesa que es confiada y segura. Me esforcé mucho por convertirme en una Allen, pero fue en momentos como este que sentí la imposibilidad de hacerlo, porque siempre estaban muy agradecidos en sus oraciones, mientras que yo simplemente estaba enojada por las cosas que no tenía, incluso ahora, bendecida con la vida por la que matarían mil chicas en Los Ángeles (dinero, fama, un novio sexy), aún no estoy agradecida. Aún estoy un poco enojada. ―Mírenlos a ustedes dos, todos crecidos y les está yendo tan bien ―dice Donna, pasándome la ensalada y sonriendo con más orgullo que cualquier mamá―. Juliet, ¿escuchaste que Luke obtuvo el segundo lugar en Hawái este invierno? ―Ella se voltea hacia él―. ¿Cómo se llamaba ese de nuevo? Pipeline Masters. Luke duda. No tiene ningún deseo de presumir de sus logros ante nadie. Ante mí, menos que nadie. ―Pipeline. ―Qué mes fue ese. Tú en esta gran competencia de surf y Juliet en una revista. ―Ella se voltea hacia mí―. No puedo decirte lo tonta que me sentí comprando esa revista en el supermercado. Desearía te dejaran usar más ropapara esas cosas. Sí, tú y yo. Apuesto a que nadie le pidió a Slash que posara desnudo con las piernas alrededor de una guitarra. Los labios de Luke se curvan. ―La falta de ropa es la única razón por la que alguien, excepto tú, la compró. Imbécil. Pero luego Luke se mete en su chili, como siempre lo hacía, encorvado y hambriento, y abre esa desafortunada herida dentro de mí. ¿Por qué no cierra esa herida? ¿Qué tengo que hacer para que desaparezca y nadie adivine que alguna vez estuvo ahí? ―Estás comiendo como un salvaje ―le digo. Levanta una ceja. ―Y tú no estás comiendo, como alguien con un trastorno. Echo un vistazo a mi comida sin tocar. Perdí la costumbre de comer durante la gira. No me gusta subir al escenario llena, y supongo que toda la cocaína tampoco ayudó. Donna, sintiendo la tensión, se inclina hacia adelante, estirando la mano para recoger un mechón de mi cabello cuando empiezo a comer. ―Me alegro de que hayas dejado de decolorarlo ―dice―, pero estás tan delgada, cariño. Ya no estás con ese chico, ¿verdad? Luke se pone rígido y yo también. No era tan conocida hasta que comencé a salir con Cash Sturgess, pero hombre... todo el mundo me conoce ahora. No hay nada como una pequeña grabación filtrada de tu novio golpeándote para conseguir publicidad. ―Es complicado ―respondo, porque no me atrevo a decir: “Sí, probablemente”. Cash está actualmente en lo que llaman rehabilitación, aunque en realidad es solo un retiro de ayahuasca en Perú, y supongo que, dentro de un mes, estará “mejor” y regresaremos. A veces es simplemente un alivio estar con un tipo que te trata como el pedazo de mierda que ya sabes que eres. Es un alivio no tener que fingir lo contrario. La mandíbula de Luke se aprieta. ―No debería haber nada complicado al respecto. Mis ojos se cierran. Este pequeño indicio de que le importa, incluso si está enojado por eso... Dios, duele. Lo ignoro mientras guardo este momento, lo envuelvo cuidadosamente y lo coloco con todos mis recuerdos favoritos, cada uno de ellos de él. Lo desenvolveré de nuevo cuando sea seguro, cuando no haya testigos. Cuando concluye la cena, Luke se pone de pie, recoge los platos y se dirige al fregadero sin decir una palabra. ―Creo que iré a descansar un poco en el sofá ―dice Donna―, ya que parece que ustedes tienen esto. La veo irse, y mi estómago cae. Quería creer que en realidad no estaba tan enferma como decía, tal vez exagerando la situación para asegurarse de que me presentara, lo cual podría haber hecho, pero la Donna que conocía era incansable, siempre salía corriendo con una cacerola para alguien en necesidad, o una bolsa de ropa para donar a la caridad. Esta Donna necesita descansar después de una comida y camina lentamente a medida que avanza. Ella realmente va a morir. De mala gana, sigo a Luke a la cocina. Está parado en el fregadero, lavando una sartén. Solo Luke podría hacer que lavar los platos fuera sexy. Solo Luke podría tomar una acción tan mundana como fregar una sartén y hacer que te dieras cuenta de lo mucho más elegante que podrías ser haciéndolo de lo que nunca habrías imaginado. ―¿Cuánto sabes sobre su cáncer? ―pregunto, agarrando un paño de cocina y tomando la sartén para secarlo. Frunce el ceño. Ser cortés conmigo requiere un esfuerzo que él encuentra casi imposible. ―No tanto. Lo busqué en línea; probablemente tenga un año como máximo y eso es con quimioterapia, a la cual se niega. No. No. Tiene que haber una manera de gastar dinero en esto, para extender su vida hasta que haya un mejor tratamiento disponible. ―Estoy segura de que estarán haciendo estudios. Haré que alguien lo revise. Stanford podría... Él agarra el mostrador. ―Eso no es lo que ella quiere. No quiere lo que podemos comprar para ella. No quiere que arregles esto. Solo te quiere aquí. ―A veces la gente no quiere lo que es bueno para ellos ―espeto. Se gira para mirarme, con los ojos entrecerrados. ―¿De verdad crees que necesitas decirme eso? ―Luke entiende muy bien acerca de querer lo que no es bueno para él. Supongo que ambos lo hacemos. Terminamos el resto de los platos en silencio antes de reunirnos con Donna en la sala. Tomo asiento a un lado de ella y Luke toma el otro, sentado de la forma en que lo hace, con las rodillas bien abiertas y el brazo apoyado en el respaldo del sofá. Se ve atlético, de alguna manera, incluso en reposo. Vemos uno de esos programas de investigación en los que el personaje principal siempre ve fijamente a la distancia y dice algo como: “Parece que este caso se volvió mucho más complicado”. Donna nos susurra, contándonos sobre cada personaje como si fueran reales, como si fueran amigos. Hace siete años, ella tenía planeado un futuro completamente diferente. Uno que involucraba envejecer al lado de su esposo, ver a su hijo casarse conmigo, y darle muchos nietos para correr a sus pies. Ahora se sienta aquí sola todas las noches y va a morir. Me da una palmadita en la rodilla a las diez y luego en la de Luke. ―Me voy a la cama, y estoy segura de que ustedes dos tienen mejores cosas que hacer que sentarse aquí con una anciana. Se da vuelta para subir las escaleras y siento un aleteo de pánico en mi pecho ante la idea de estar aquí abajo a solas con Luke. Me pongo de pie de un salto, dejándolo quedarse atrás y que cierre. En la seguridad de mi habitación a oscuras, lo escucho mientras me hundo en el colchón, inhalando y exhalando lentamente, memorizando los sonidos que hace mientras se prepara para ir a la cama: el agua corriendo, la descarga del inodoro, el golpeteo de sus pies descalzos en el nuevo piso de madera. Sus pasos se detienen justo afuera de mi puerta, y contengo la respiración como si rezara por algo. Él se aleja y yo exhalo. No sé si estoy profundamente aliviada o profundamente decepcionada porque, de alguna manera, se siente como ambas cosas. 6 Junio del 2013 No le he pedido nada a Donna durante los dieciocho meses que he pasado bajo su techo, pero una tarde, antes de que los chicos lleguen a casa, cuando tenemos un invitado a cenar y todavía está preparando suficiente comida para cuatro de nosotros, no seis, no puedo quedarme callada. ―Luke tiene hambre ―le digo, con la mirada fija en las papas que estoy pelando como si lo que dijera no importara. ―¿Qué? ―pregunta, distraídamente, viendo un libro de cocina. ―Luke tiene hambre. Es mucho más grande que todos los demás, necesita más comida. Levanta la vista, parpadea rápidamente, tarda en entender lo que quiero decir. ―Estoy segura de que él diría algo. No sé si quiero reír o llorar. Por supuesto que no va a decir nada, Donna. Él es tu invitado. ¿Qué va a decir? Me enderezo y dejo el cuchillo para pelar frente a ella. ―No. Él no lo haría. Me estudia por un momento mientras en silencio deseo que vea la situación tal como es, no como ella desea que sea. Se muerde el labio. ―No sé cómo se sentirá el pastor al respecto, necesitaré más dinero para el presupuesto de alimentos. Ya lo sospechaba. La iglesia les alquila esta casa, pero no tienen mucho más allá de eso. Veo a Donna sentada a la mesa todas las mañanas recortando cupones, preocupada cuando una receta requiere media cucharadita de algún ingrediente caro. Yo debería haber estado ayudando todo el tiempo, supongo. ―Comenzaré a contribuir ―le digo. Estoy ahorrando para poder conseguir mi propia casa después de la graduación, pero Luke solo estará aquí durante el verano y me queda otro año. No me matará. Ella niega con la cabeza. ―Juliet, no. Tú trabajas muy duro. No quiero hacerte eso. Sé que no, pero está entre la espada y la pared. El pastor en realidad no nos quiere a mí ni a Luke aquí. Él nos está soportando, nada más, por lo que ella me tiene de pie cada vez que él llega a casa, pero me ruega que merelaje cada vez que él no está cerca. Si ella le menciona el problema, podría empeorar las cosas para todos nosotros. ―Donna, está bien. Es la única forma. Quiere discutir. Sé que quiere, su boca se abre, pero luego se cierra. ―Eso es muy amable de tu parte ―dice en voz baja. Nuestro invitado, el sobrino de la señora Poffsteader, llega poco tiempo después con la camisa abotonada hasta arriba y el fino cabello castaño bien peinado. Grady está en su último año de escuela bíblica y podrá trabajar como pastor una vez que haya completado una tutoría de un año. Parece un niño que finge ser un adulto, y no puedo imaginar quién diablos pasaría una hora un domingo escuchando los pensamientos de un chico de veintidós años. Especialmente este de veintidós años. El pastor comparte una historia interminable sobre la indulgencia, basada en escuchar a un papá decirle a su hija que no puede comer helado, y los ojos de Grady brillan como si estuviera sentado a los pies del Dalai Lama. ―Qué asombrosa revelación ―dice Grady cuando concluye―. Tus pensamientos me fascinan, no puedo esperar a escucharte predicar. Cuando el pastor nos lo endosa, sugiriendo que llevemos a Grady con nosotros a la fogata, me pregunto si la adulación de Grady es demasiado obvia, incluso para él. ―Nos encantaría contar con tu presencia ―dice Danny cortésmente, y mi estómago se hunde. Ya es bastante malo pasar una noche siendo menospreciada por Luke. No voy a pasar la noche siendo menospreciada por Grady también, especialmente no una noche en la que el pastor y Donna se irán y podría quedarme con toda la casa para mí. ―Tengo que quedarme en casa ―les digo―. Tengo algunas lecturas de verano que hacer. Suena convincentemente a una disculpa, pero cuando levanto la vista, la mirada de Luke está en la mía con una pizca de sonrisa detrás de ella. De alguna manera, él sabe que es una mentira. ¿Cómo? ¿Cómo sabe él estas cosas cuando mi novio de dos años no tiene ni idea? Limpio la cocina sola y luego voy al patio trasero con la guitarra antigua de mi hermano, la única cosa que mis hermanastros nunca lograron quitarme. Tengo esta nueva progresión de acordes que no puedo quitarme de la cabeza. No sé dónde encajaría en una canción, pero la toco una y otra vez, tarareando. Cuando me frustro demasiado, vuelvo a “Homecoming” la única canción que siento que está realmente completa. Danny, la única persona para la que la he tocado, no estaba impresionado. “¿Por qué no intentas escribir una canción feliz?” me preguntó. Me elogia por las cosas más pequeñas: la forma en que doblo las camisas y los brownies que hice de una mezcla. Escucharlo decir que esta canción que escribí, creé e interpreté era “triste” se sintió como su forma amable de decirme que debería encontrar un sueño más realista. Eso fue el invierno pasado, y apenas la he tocado desde entonces, pero esta noche, la estoy escuchando, y creo que él estaba equivocado. Sí, es una maldita canción triste, pero la vida también puede ser triste. Hay tanto espacio para las canciones tristes como para las alegres en el mundo, ¿no es así? La toco de principio a fin sin problemas, con un placer que bordea la euforia corriendo por mis venas. No es como si fuera Taylor Swift o algo así, pero es solo una buena maldita canción... el anhelo en la letra, la guitarra e incluso mi voz. Ninguno de ellos es perfecto por sí solo, pero se unen de una manera que golpea este punto dulce dentro de mí, que me hace maravillarme un poco de mí misma. Yo hice esto. Yo. Las notas finales mueren por fin, y se siente como si toda mi alegría, todo mi todo, se fuera con ellas. Tal vez por eso Luke no confía en mí. Tal vez cuando ve dentro de mi alma, todo lo que ve es un espacio vacío. Si pensaba que me había escapado de Grady con mi pequeña mentira sobre la lectura de verano, no podría haber estado más equivocada. Pronto, está saliendo con Libby y con nosotros casi todas las noches, aunque no puedo imaginar por qué querría hacerlo si no bebe ni hace surf. Parece estar resentido con todos menos con Danny, pero es a mí a quien odia, y el sentimiento es mutuo. ―Grady estaba sugiriendo que pasáramos el rato en otro lugar esta noche ―le dice Danny a Luke durante la cena―. Está cansado de la playa. Luke levanta una ceja, sus pensamientos son claros: entonces Grady no necesita venir. Por una vez, Luke y yo estamos de acuerdo en algo. Anoche, Grady me ridiculizó por usar la palabra misógino. “Qué grandes palabras estás usando. ¿Recuérdame en qué grado estás, Juliet?”. Él sonrió mientras lo decía, con un asqueroso brillo de triunfo en sus ojos, así que le respondí preguntando si la escuela bíblica tiene calificaciones, ya que en realidad no es una universidad. Y Danny dijo “sé amable”. No le dijo ni una palabra a Grady, pero a mí me regañó. Entonces, en una noche en que el pastor y Donna estarán fuera de la casa, que me condenen si renuncio a una noche para mí por alguno de ellos. ―Yo me quedaré y haré un poco más de mi trabajo para la escuela ―miento. Él no entenderá por qué necesito tiempo a solas y tampoco entiende por qué tengo un problema con Grady. La cabeza de Luke se inclina hacia la mía, no dice nada, pero casi puedo sentir que se acerca... el día en que lo hará. El día en que empiece a decir: “Usa la cabeza, Dan. ¿Tiene sentido lo que ella está diciendo?”. Espero hasta que se van antes de ir al patio trasero con mi guitarra. He estado pensando en la nueva canción en mi cabeza durante las últimas dos semanas y creo que podría tenerla. Intenté dos variaciones y están bien, pero no del todo bien. Eventualmente, me doy por vencida y vuelvo a tocar “Homecoming”. Suena, en la superficie, como si se tratara de un baile escolar que salió mal, pero en realidad se trata de entrar a tu casa y saber que no estás más seguro ahí que en cualquier otro lugar. La escribí sobre la casa de mi mamá, pero a veces me pregunto si aplica aquí también. Casi dos años después de este arreglo, todavía siento que estoy caminando sobre cáscaras de huevo, como si estuviera a un error de estar afuera en el frío. Las últimas notas se alejan flotando y estoy a punto de comenzar algo más cuando escucho un movimiento cerca de la puerta trasera y me congelo. ―Eso es bueno. ―Luke da un paso hacia la luz, mirándome como si me estuviera viendo por primera vez―. Eso fue jodidamente bueno. Mi ritmo cardíaco se dispara, y la ansiedad palpita en mi pecho. ―¿Por qué estás en casa? ―¿Por qué le mientes a Danny sobre el trabajo escolar? ―Su voz es lo suficientemente suave como para quitarle el filo a sus palabras―. No deberías tener que esconder esto. Deberías cantar. ―Ya canto en la iglesia. ―Hay un toque de resignación en mi voz, como si todavía estuviera tratando de convencerme de que es suficiente. Su mejilla se hunde cuando su mandíbula se mueve y me imagino trazando el hueco con mi dedo índice. ―No, me refiero a hacerlo sola, en algún escenario, y no solo para que el pastor pueda hacer que todos le den palmaditas en la espalda. Nunca he escuchado esa canción antes. ¿De quién es? ―Yo... eh, es mía ―le digo, viendo hacia otro lado―. Yo la escribí. Cuando me atrevo a verlo, su boca está abierta. ―Mentira. ―¿Me estás llamando mentirosa? ―chasqueo. Sus ojos se cruzan con los míos. ―¿Estás diciendo que no lo eres? No digo nada. Mentí sobre lo que haría esta noche. Miento sobre ser feliz con la situación en la que estoy, y he mentido sobre mucho más que eso. Lo que sea que aún no sepa sobre mí, lo que sea que sospeche... probablemente sea cierto. ―Esa canción es buena ―dice, alcanzando la puerta―. Pero es un poco jodido que hayas mentido solo para tener la oportunidad de tocarla. ¿Nunca te cansas de que te traten como a una sirvienta? Me pongo rígida. ―No lo soy. Ser parte de la familia