Logo Studenta

Filosofia da Biologia - Paulo C Abrantes-159

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

(MARTÍNEZ-CONTRERAS, 2007c) y amenudousado comomono organillero en Europa,
era considerado como un animal astuto, pero en nada más cercano a los humanos que
otras bestias (MARTÍNEZ-CONTRERAS, 2007d). Aunque el chimpancé volvió a ser
modelo de “humanidad” a partir de los trabajos de Jane Goodall a principios de los 1960,
no fue con estos animales sino con pequeñosMacaca que el primer modelo de cultura
en animales no humanos es propuesto. Los macacos tienen en efecto el privilegio de ser
en ellos en quienes se observó científicamente, por primera vez, un comportamiento
que los etólogos japoneses, sus descubridores, denominaron “protocultura”.
Cincuenta y cinco años después de estas observaciones seminales sobre macacos,
y 45 sobre chimpancés, ¿qué podemos saber de lo que significa el concepto de cultura
naturalizado en el caso de las dos especies ya citadas?
1 Naturalización y metafísica
En el caso de los humanos, la naturalización implica que en vez de buscar la huma-
nidad de otros animales, se estudie a la especie Homo sapiens como a otro animal más.
Por ejemplo, tomemos el caso del infanticidio. Este fenómeno, que tanto preocupa a las
sociedades que se autodenominan civilizadas y donde semejante acto ocurre de igual
manera que en las que juzgan como primitivas, tiene una estrecha correlación con la
maternidad y con la sexualidad de las especies que la manifiestan. En efecto, en el orden
Primates, al que pertenecen obviamente todas las especies de Homo que han existido, hay
una estrecha relación entre la sexualidad pos-parto y el infanticidio. Mientras más larga
sea la lactancia, menor es la posibilidad de que las hembras puedan tener hijos de un
macho que no sea el que se sienta “con derechos exclusivos” sobre una hembra lactante.
En efecto, el infanticidio es menor en especies donde la lactancia dura un menor tiempo.
La propuesta naturalizada es que en el caso del concepto de cultura encontraríamos
características comunes de dicho fenómeno entre especies no humanas y humanas, como
lo analizaremos más adelante.
Al discutir la cultura, los naturalistas — el conjunto de científicos que estudian a la
naturaleza —, actúan como filósofos adoptando compromisos metafísicos. En efecto,
una de las características de la filosofía, que en su origen es sinónimo de ciencia, es su
constante incursión argumentativa en problemas metafísicos. Definimos a éstos como
las aseveraciones argumentativas que no pueden ser contrastadas para su verificación
o falsación (Popper dixit), pero que son propuestas con el fin de que eventualmente lo
puedan ser (MARTÍNEZ-CONTRERAS, 2007a). En ello la metafísica se diferencia de
la religión, donde las afirmaciones no pueden ser criticadas y menos aún contrastadas,
pero también de la ciencia, donde los argumentos reenvían a análisis formales o a
duda el Papio hamadryas, admirado como manifestación divina por los egipcios) y al cercotipeco (mono
con cola larga), cuyo modelo fue probablemente un mono verde (Cercopithecus æthiops), provenientes
ambos de Punt (hoy: Puntland, Somalia).
304
demostraciones fenoménicas. Tomemos un ejemplo: la Revolución Francesa propone
una serie de garantías que aparecen hoy en día en casi todos los países democráticos
del mundo: libertad, igualdad fraternidad. Ahora bien, el concepto de igualdad puede
tener contrastaciones científicas. Es así como lo que fuera una propuesta metafísica de
Descartes, “todos los hombres comparten ‘le bon sens’” (sentido común) tiene bases
biológicas y etológicas científicas, a pesar de que dichas ciencias no existían como tales
en la época del francés. Lo mismo se puede afirmar del concepto de fraternidad, tan
relacionado con el estudio de los comportamientos altruistas de los humanos y de otras
especies. Sin embargo, el que es tal vez el más importante de los conceptos que nos legó
esa revolución, el de libertad, difícilmente puede tener un sustento experimental, como
lo han tratado de demostrar psicólogos y demás científicos sociales que consideran que
la situación de los humanos no obedece a una libre y nueva decisión en cada uno de sus
actos, como lo pudiera proponer por ejemplo un filósofo híper-racionalista como Sartre
(MARTÍNEZ-CONTRERAS, 2007b).
Por ese motivo consideramos que el concepto de cultura, tan importante en la discu-
sión de lo que significa “ser humano”, está comprometido con posiciones metafísicas en
el sentido de la palabra arriba señalada.
Una de las características más antiguas del concepto de cultura es aquella que hace
de este fenómeno algo exclusivo de las comunidades de humanos. Tal idea deriva de
planteamientos que inaugura, en la tradición occidental, Aristóteles, y que desarrollara
brillantemente, aunque equivocadamente en nuestra opinión, Descartes. El estagirita,
al hablar de los sonidos que emiten los diferentes animales y sus infantes, así como
al interesarse en especial por el tono de las emisiones de los vacunos, señala cómo
es asombroso que un becerro tenga una voz tan ronca, mientras que en los infantes
humanos es lo contrario, tienen voz muy aguda, igual que las mujeres, cosa que se nota
muy bien, añade, porque sólo los humanos estamos dotados de la palabra (De generationes
animalium: V, 7). Casi dos mil años después, Descartes (1637), nos enseña que se puede
distinguir al más sofisticado de los autómatas de un humano por el hecho de que
sólo éste está dotado de palabra. Tres siglos después del francés, Alan Turing trata
de probar empíricamente que el francés se equivoca en su método de distinción entre
humanos y autómatas, al suponer que la intencionalidad (el pensamiento en general) no
necesariamente necesita del lenguaje para manifestarse: con ese fin hace a los humanos
interactuar con computadoras, sin que aquéllos sepan de antemano si hay una persona o
sólo un brillante programa informático que dialoga (por escrito, no verbalmente) detrás
de la pantalla. Aunque los circuitos que utilizó Turing han sido considerablemente
perfeccionados, el problema que planteó el francés, y que era metafísico, no científico,
sigue intacto. Sartre, por ejemplo, en su pieza de teatro Las moscas (SARTRE, 1943;
MARTÍNEZ-CONTRERAS, 2006:), propone que incluso si existiera un dios que hubiera
creado a los humanos, al haberlos elaborado libres, éstos escaparían necesariamente
de su control, incluso en el caso de un ser condenado a un destino inexorable, como el
305
	Capítulos
	El modelo primatológico de cultura 
	Naturalización y metafísica

Más contenidos de este tema