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/¡Venga tu Reino!
P. Antonio R. León Santacruz, L..C.
Resumen del libro: Teología Ascética y Mística – Adolphe Tanqueray
Traducción de la sexta edición francesa por: Daniel García Hughes
Sociedad San Juan Evangelista
Desclee y Cia
Paris - Tournai – Roma
1930
PRIMERA PARTE: Los Principios
CAPÍTULO I 	Origen de la vida sobrenatural
Fin: Conocer lo que hay de gratuito y excelente en la vida sobrenatural – Dotes y flaquezas del hombre.
Art. 1 Vida natural del hombre
Hombre, compuesto de cuerpo y alma – Materia y espíritu formando una naturaleza y una sola persona
	Vida vegetativa – vida animal – vida intelectual
Tres vidas no sobrepuestas sino coordinadas y compenetradas concurriendo a un mismo fin que es la perfección del ser.
	Facultades inferiores vegetativas y sensitivas quedan sometidas a la razón.
En el hombre se da una lucha para someter las facultades inferiores al pleno dominio de las facultades espirituales. Es posible, porque la voluntad, ayudada del entendimiento ejerce un cuádruple poder sobre las facultades inferiores:
poder de previsión
poder de inhibición
poder de moderación
poder de estímulo
poder de dirección
Hay una lucha entre alma y Criador. La obediencia cuesta al hombre por la sed de independencia y autonomía: la soberbia.
El estado natural tiene que luchar contra la triple concupiscencia.
- Pero al hombre se le dio no sólo el estadio natural, sino además la elevación sobrenatural por don gratuito de Dios.
	
Art. 2 Elevación del hombre al estado sobrenatural
- Lo sobrenatural por esencia es un don divino, otorgado a la criatura inteligente y que está por encima de toda naturaleza, en cuanto que ésta no puede poseerlo ni pedirlo, ni merecerlo. 
- Es un don finito y divino: la Encarnación y la gracia santificante. 
Encarnación: unidad de Dios, segunda persona de la Trinidad a la naturaleza humana de Jesús. Unión hipostática. 
La gracia santificante: Es un grado menor de ese mismo sobrenatural. Con ella, el hombre conserva su personalidad pero modificada a lo divino aunque accidentalmente en su naturaleza y potencia activas.
- Lo sobrenatural absoluto en cuanto al modo es en sí algo que de suyo no está por encima de la potencia activa ni de la exigencia de todas las criaturas, sino solamente de alguna naturaleza particular. 
- Dios otorgó a los primeros padres el don de la integridad y el don de la gracia misma. Así fue creado el hombre en estado de justicia original. 
El hombre, en este estado tenía la ciencia infusa, el dominio de las pasiones y la inmortalidad del cuerpo.
Ciencia infusa: Dios le concede al hombre el conocimiento infuso de cuantas verdades le convenía saber y cierta facilidad para adquirir la ciencia experimental.
Dominio de las pasiones: Dios dio al hombre un cierto dominio de las pasiones por el cual sin ser impecable tenía facilidad en practicar la virtud. 
Inmortalidad. El hombre estaba preservado de la enfermedad y de la muerte corporal.
Privilegios sobrenaturales: 
	
Dios por inmenso don hace al hombre parte de su familia. Le adopta como hijo y le concede un puesto en su reino. Le hizo partícipe de la vida divina, cualidad creada por la que el hombre puede participar de la fe y poseer a Dios por la visión beatífica en el cielo y un amor proporcionado a esta unión. Además le da las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo. Y una gracia actual que pone en movimiento el organismo sobrenatural.
Art. 3 Caída y castigo
Caída: 	Dios creó al hombre libre y fue sometido a prueba. La prueba consistió en el cumplimiento de las leyes divinas y el precepto positivo sobreañadido a la ley natural expresado en el Génesis con la prohibición de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. El hombre fue tentado por la serpiente. Tentación de soberbia y de rebelión ante Dios. El hombre desobedeció a Dios. Pecado de orgullo por no someterse a Dios. Así dejó el bien verdadero y se dejó arrastrar por el bien aparente. 
Castigo: 
Castigo en nuestros primeros padres:
privación de los privilegios especiales (integridad y gracia habitual)
debilitamiento de la voluntad.
Dios les dejó la fe y la esperanza. Sobre todo la esperanza en un libertador.
Con su gracia actual movió sus corazones a penitencia y les concedió el perdón del pecado.
Castigo en la descendencia:
Los hijos han nacido privados de la justicia original (gracia santificante e integridad)
Nacen con una mancha original que nos excluye del reino de los cielos. Faltando la integridad se revela la concupiscencia y hace falta una resistencia firme para evitar la caída y pecado actual. 
Las pasiones vuelven a cobrar fuerza, en algunos temperamentos más que en otros, y ciertas pasiones en unos temperamentos son más fuertes que en otros, pero todos deben luchar para no dejarse arrastrar por ellas.
El hombre pierde el justo equilibrio
en los sentidos externos
en los sentidos internos
en las facultades intelectuales.
entendimiento: dificultad para ver y vivir en la verdad
conocer todo con la clara jerarquía de su origen y fin último
en la voluntad , arrastra a la independencia. 
Art. 4 La Redención y sus efectos
“O felix culpa quae talem ac taliter meruit habere Redemptorem!”
Naturaleza: 	Dios desde la eternidad previó la caída del hombre y preparó un Redentor de los hombres en la persona de su Hijo; el cual, se hizo hombre para ser cabeza de la humanidad, pagar por el pecado y volvernos con la gracia el derecho que perdimos al cielo.
Exigía la divina justicia una reparación adecuada, igual a la ofensa y prestada por un representante legítimo de la humanidad.
La reparación de Cristo supera la ofensa con mucho. Tiene un valor moral infinito. “Ubi abundavit delictum, superabundavit gratia (Rom 5, 20)
Pecó Adán por desobediencia y soberbia
Paga Jesús con humildad y obediencia
En la caída intervino una mujer, Eva. En la Redención interviene una mujer: María la Virgen Madre Inmaculada, quien ocupará un lugar secundariamente a la obra reparadora. Así queda satisfecha la justicia, la bondad y misericordia., 
Efectos de la Redención:
Reparar con la satisfacción la ofensa hecha a Dios
Reconciliarnos con Dios
Nos devuelve los bienes sobrenaturales perdidos por el pecado:
La gracia habitual más las virtudes infusas y los Dones del Espíritu Santo.
Instituye los Sacramentos
Gracias actuales muy abundantes, incluso más que en el estado de inocencia.
El don de la integridad nos lo devolvió progresivamente. Nos da la fuerza para vencer la triple concupiscencia y las miserias de la vida. Nos hace más humildes. Nos ofrece oportunidades para obtener más méritos, aunque la victoria completa no la alcanzaremos sino hasta llegar al cielo. 
Auxilios externos. La Iglesia visible fundada por Cristo con su capacidad de regir, gobernar y santificar a los fieles.
La Redención es excelente en la vida sobrenatural porque:
Tiene su origen en el pensamiento amoroso de Dios.
Es una participación real aunque finita de la naturaleza y vida de Dios
Tanto la valora Dios que para otorgarla, sacrifica el Padre a su único Hijo y por su inmolación, el Espíritu Santo pone en nuestras almas su morada. 
Por ello, hemos de apoyarnos en nuestra Cabeza, en Él todo lo podemos. “Omnia possum in Eo qui me confortat”
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CAPÍTULO II	Naturaleza de la vida cristiana
La vida sobrenatural es participación de la vida de Dios en nosotros, o la vida de Jesús en nosotros. Es importante aclarar que no se trata de una identidad, lo cual se prestaría a caer en el panteísmo. Se trata más bien, de una semejanza de ella, de una participación finita aunque real de dicha vida.
Definición: 	Participación de la vida divina, conferida por el Espíritu Santo al habitar en nosotros, en virtud de los méritosde Jesucristo, la cual debemos fomentar y defender contra las inclinaciones contrarias a ella. 
En la vida Cristiana:
Dios tiene la parte principal.
Nosotros tenemos una parte secundaria.
Dios Trinitario nos da la vida sobrenatural., Sólo Él puede hacernos partícipes de ella. Nos la comunica en virtud de los méritos de Jesucristo, causa meritoria, ejemplar y vital de nuestra santificación.
Dios, por tanto, viene a nosotros. No hay identidad con la vida de Dios, sino mera semejanza a Dios, ya que en nosotros sigue morando la triple concupiscencia y tal unión con Dios nos requiere la lucha y la potenciación del organismo de la vida sobrenatural en nosotros.
Aunque la vida de acción de Dios y de acción del hombre se desarrollan paralelamente en la vida cristiana, hace falta para mejor entender, separar la obra de Dios y la obra del alma humana para comprender mejor la parte que a cada una corresponde. 	
Art. 1 De la parte de Dios en la vida cristiana
A/ La parte de la Santísima Trinidad.
1.-	La Santísima Trinidad es causa eficiente principal y causa ejemplar de la vida sobrenatural en nosotros.
2.-	Es obra de la Trinidad por ser obra “ad extra”. Sin embargo, se le atribuye al Espíritu Santo por ser obra del amor.
3.-	La Santísima Trinidad 
viene a morar en nosotros
Viene a producir un organismo sobrenatural que capacita al alma para hacer actos deiformes. 
1) Morada del Espíritu Santo en el alma: 
La vida cristiana es participación de Dios. Sólo Él la puede dar. Nos la comunica poniendo su morada en nosotros para adorarle, gozar de su presencia y dejarnos gobernar por Él. 
Dios está naturalmente en las criaturas de tres maneras:
a)	Por potencia:	Todas las criaturas están sujetas a su imperio.
b)	Por presencia:	Porque todo lo ve
c)	Por esencia:	Porque en todas partes está en acto y comunica a todas las cosas el ser mismo de manera constante.
Está presente en nosotros por la Gracia en un orden más excelso e íntimo. Se trata de la presencia de la Santísima Trinidad en nosotros. Viene el Padre, el Hijo y el Espíritu, morando y dándose al alma en gracia para que goce de Él. Viene el Padre, el Amigo, el Colaborador, el Santificador. Es causa eficiente y ejemplar de nuestra vida interior.
 
En el orden de la gracia, somos hijos adoptivos suyos. La gracia otorga la real filiación divina. Entramos a ser posesión divina, herederos con pleno derecho del Reino de los cielos y coherederos del que es nuestro Hermano mayor. Mora en nosotros como Padre amantísimo y abnegado.
Se nos da como Amigo, intimidad y reciprocidad que lleva en sí dulcísima comunicación. Ya no somos siervos, somos amigos. Familiaridad del que viene, toca, desea entrar para cenar con nosotros y estar junto con nosotros. Tal intimidad es real. Basta abrirle la puerta al dulce Huésped del alma. 
Se nos da como colaborador. Nos concede las gracias que necesitamos para vivir la vida sobrenatural. Ilumina el entendimiento, fortalece la voluntad, enciende el amor, y con Él todo lo podemos. 
Además es santificador. Nos transforma en templos santos y nos enriquece con toda clase de virtudes. Nos hace partícipes de su santidad. Esta elevación y dotación es obra del amor, pero es obra de la Trinidad entera por ser, como ya comentamos una obra hacia fuera. Por ello, con toda propiedad podemos decir que nuestra alma es Templo vivo del Espíritu Santo. Es causa ejemplar porque nos mueve a imitar al Padre.
Nuestros deberes para con la Santísima Trinidad viviente en nosotros:
Reflexionar con frecuencia el tesoro que llevamos en vaso muy frágil
La reflexión ha de empujarnos a la adoración. Glorificar a Dios en el santuario de nuestro cuerpo en donde Él mora. Actitud de alabanza, de acción de gracias, de reconocimiento. Nos ha de impulsar a una creciente rectitud de intención, amor, gratitud, reconocimiento sentido de deuda.
Vivir en constante dependencia humilde de Aquél que es nuestro primer principio y fin último.
Unirnos a la oración de Jesús ya que sólo Él puede darle cumplida gloria . Unir nuestra oración a la suya.
Admirarnos de su humildad. No exige nuestro amor. Se rebaja a mendigar las pobres migajas de nuestro amor, muchas veces, tibio y vacilante.
Reaccionar con un amor penitente, agradecido. Potenciar la relación de amistad con un amor personal, real, viril, generoso y apasionado, que llegue hasta el sacrificio del olvido de sí mismo.
Amor de imitación, amor de respeto a la morada del Espíritu que es nuestro cuerpo. (pureza, humildad, amor ardiente).
Unión íntima, cordial con las tres personas divinas. Diálogos de día y de noche con el dulce huésped del alma.
 
2) El Organismo de la vida cristiana
Las tres personas divinas habitan en el alma, la deifican. Distinguimos tres elementos:
1.-	El principio vital: 	Fuente de la vida
2.-	Las facultades:		Por las que producimos actos vitales
3.-	Los actos mismos:	Manifestación de la vida.
*	Dios comunica la gracia habitual - Principio vital sobrenatural que diviniza la sustancia misma de nuestra alma y la dispone, aunque de lejos para la visión beatífica.
* 	De esta gracia brotan las virtudes infusas y los Dones del Espíritu santo que perfeccionan nuestras facultades.
* 	Para poner en práctica esto, nos concede gracias actuales que iluminan el entendimiento y fortalecen la voluntad para obrar sobrenaturalmente.
* 	La vida de gracia, no está sobrepuesta, sino que penetra toda entera y transforma, divinizando la vida natural. La eleva, la dirige hacia el fin último que es la posesión de Dios por la visión beatífica y el amor.
3) La Gracia habitual
1.- 	Dios gratuitamente por su bondad infinita nos alza hasta Él, nos da un principio vital sobrenatural deiforme. Gracia creada.
	2.- 	La gracia increada, consiste en la morada del Espíritu Santo en nosotros.
Definición: 	La gracia Habitual es una cualidad sobrenatural inherente a nuestra alma que nos hace partícipes real, formal, pero accidentalmente de la naturaleza y de la vida divinas.
Se trata, por tanto, de una cualidad inherente a la sustancia de nuestra alma, a la cual transforma y eleva por encima de todos los seres naturales, aún los más perfectos. 
Cualidad, de suyo, permanente, a no ser que voluntariamente se arroje por el pecado mortal.
Cualidad que nos hace partícipes de la divina naturaleza. No nos hace iguales a Dios, pero sí semejantes a Dios. Nos comunica no la misma vida divina que es incomunicable, sino una vida semejante.
Ninguna criatura puede contemplar la esencia divina, que mora en una luz inaccesible. Dios como privilegio gratuito llama al hombre a contemplar en el cielo la divina esencia.
La gracia habitual es una preparación para la visión beatífica. Es el capullo que encierra en sí la flor, aunque ésta se abrirá más tarde. Se trata, sin embargo de una participación formal, y no meramente virtual.
Lo que es sustancialmente en Dios, se nos da accidentalmente y nos hace partícipes de su divina bondad.
La gracia pues, es una semejanza divina impresa por Dios en nuestra alma. Así hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.
Participamos , pues de la vida divina, aunque no la poseemos por entero.
Esta divina semejanza prepara y dispone al alma para la unión íntima con la Santísima Trinidad que en ella mora. 
Unión del alma con Dios:
Entre nosotros y el divino Huésped hay una unión moral muy íntima y santificante. Algunos Padres comentan que la unión de Dios con el es semejante a la del alma con el cuerpo.
Conservamos nuestra naturaleza (alma + cuerpo) y por ello, somos distintos de la Divinidad. Más así como el alma da al cuerpo la vida que ella posee, también Dios, sin ser por ello la forma del alma, le da la vida sobrenatural suya, vida no igual,sino verdadera y formalmente semejante a la suya.
Y esta vida constituye una unión muy real de nuestra alma con Dios.
El Espíritu Santo es la causa eficiente y ejemplar de nuestra santificación.
La unión de nuestra alma con Dios por la gracia no nos quita nuestra personalidad propia, esencialmente distinta a la personalidad divina. 
La unión hipostática hace un Hombre-Dios; la unión de la gracia, hace un hombre-divinizado.
Las operaciones de Cristo son divino-humanas o teándricas, las del justo son obras deiformes, obradas a una por Dios y por nosotros.
Se trata, por tanto, de una unión físico-moral. La naturaleza divina está verdaderamente y en su ser propio, unida con la sustancia del alma por lazos especiales. De manera que, el alma justa, posee la naturaleza divina en sí, como algo suyo, y, por consiguiente, posee un carácter divino, una perfección del orden divino, una belleza divina infinitamente superior a toda cuanta perfección natural pudiera haber en una cuantía cualquiera existente o posible.
En el cielo, los elegidos ven a Dios cara a cara, sin medio alguno interpuesto, porque la esencia divina por sí misma hace de especie impresa. Existe una unión entre ellos y Dios, verdadera, real que puede llamarse física, porque Dios no puede ser visto y poseído si no está presente al espíritu de ellos por su esencia y no puede ser amado si no está realmente unido a la voluntad como objeto de amor.
Dios pues, se halla real, física y sustancialmente presente al cristiano que está en gracia; y no es esta una simple presencia material, sino una verdadera posesión junto con el comienzo de un gozo.
4) De las virtudes y de los Dones o de las facultades del orden sobrenatural
La vida sobrenatural pide de suyo, para obrar y desarrollarse facultades de orden sobrenatural, las cuales Dios concede y son las virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.
Las facultades naturales de suyo, no pueden producir más que actos de su mismo orden. Por ello, necesitan ser perfeccionadas y divinizadas por hábitos infusos que las eleven a obrar sobrenaturalmente.
Las Virtudes infusas:
En el momento del Bautismo, recibimos las virtudes infusas de la Fe, la Esperanza y la Caridad. Y es doctrina común que las virtudes morales de la Prudencia, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza se nos comunican al mismo tiempo que aquellas.
* 	Virtudes Teologales: Son las que tienen a Dios por objeto material y uno de los atributos divinos por objeto formal.
La Fe: 	Nos une con Dios, suprema verdad y nos sirve para verlo todo y juzgar de todo con su divina luz.
La Esperanza:	Nos une con Él que es la fuente de donde mana toda nuestra felicidad y que dimana sus tesoros de bondad para nuestra transformación y nos da fuerzas para hacer actos de confianza como hijos. 
La Caridad: 	Nos levanta hasta Dios, infinitamente bueno en sí mismo, y movidos por ella, nos complacemos en las perfecciones de Dios, deseando que sean conocidas y alabadas. Hacemos con él un lazo de estrecha amistad y nos asemejamos más y más a Él. 
 
* 	Virtudes Morales: Tienen por objeto el bien honesto, distinto de Dios y por móvil la honestidad misma del objeto, fomentan y hacen perdurable la unión con Dios, arreglando tan perfectamente nuestras obras, que a pesar de todos los obstáculos de dentro y de fuerza, miran sin cesar hacia Dios. 	
La Prudencia: 	Nos sirve para escoger los medios más a propósito para nuestro fin sobrenatural.
La Justicia:	Moviéndonos a dar al prójimo lo que es suyo, santifica el trato con nuestros hermanos, de manera que nos asemejemos más a Dios.
La Fortaleza:	Presta energías a nuestra alma en la tribulación y en el combate espiritual. Nos hace sufrir con paciencia los trabajos y emprender con santa audacia las obras arduas, para la gloria de Dios. 
La Templanza:	Modera nuestra ansia de goces y placeres pecaminosos, sujetando al alma a la ley del deber.
Estas virtudes remueven el obstáculo y ofrecen los medios para alcanzar a Dios. 
 
Los Dones del Espíritu Santo:
Los dones no son más perfectos que las virtudes teologales ni mucho menos que la caridad. Perfeccionan el ejercicio de ellas.
Don de inteligencia: 	Nos hace calar más hondo en la verdadera fe
Don de Ciencia:		Consideramos las criaturas en su relación con Dios
Don de Temor:	Fortalece la esperanza, apartándonos de los falsos bienes de aquí abajo, que pudieran llevar al pecado y aumenta nuestro deseo de los bienes del cielo.
Don de Sabiduría:	Nos hace saborear las cosas divinas y aumente el amor a Dios.
Don de Piedad:	Perfecciona la virtud de Religión que se reduce a la justicia y nos hace considerar que tenemos en Dios a un Padre, al cual es gozo amoroso amar.
Don de Fortaleza:	Completa la virtud de fortaleza, moviéndonos a llevar a cabo, las obras más heroicas de paciencia o de acción.
De esta manera se desarrollan en nuestra alma las virtudes y los dones bajo el influjo de la gracia actual.
	c) La Gracia Actual
		No podemos poner en ejercicio nuestras facultades sin la ayuda de la gracia actual.
Noción: 	Es un auxilio sobrenatural y transitorio que Dios nos da para iluminar nuestro entendimiento y fortalecer nuestra voluntad en la producción de actos sobrenaturales. 
Obra sobre las facultades espirituales. Sin embargo hay también gracias actuales exteriores que obran directamente sobre los sentidos externos y facultades sensitivas y llegan por su medio a las facultades internas espirituales. (escuchar un sermón, un cántico religioso, etc.).
	Modo de actuar:
			Obra en nosotros moral y físicamente.
Moralmente: por medio de la persuasión y de la atracción
Físicamente: Comunicando fuerza nueva a nuestras facultades.
La gracia operante obra físicamente produciendo en nuestra alma movimientos indeliberados.
La gracia cooperante obra en nuestra alma con un grado mayor de apoyo por parte del individuo.
La gracia previene nuestro libre consentimiento o le acompaña en la realización del acto. Es un acto que Dios pone en mí (un pensamiento). Si lo acojo bien y hago el acto de amor a Dios, lo hago ayuda de la gracia adyuvante y concomitante.
Necesidad:
Es necesaria para todo acto sobrenatural porque ha de haber proporción entre el efecto y la causa.
En la conversión del pecado a la gracia, nos hace falta una gracia actual para llegar al arrepentimiento.
También es la gracia actual la que impulsa a perseverar en el bien durante la vida hasta la hora de nuestra muerte. No confiarse a las propias fuerzas. Por ello, nos es muy necesario vigilar y orar.
Constancia en el cumplimiento de nuestros deberes. Nos será posible hacerlo por impulso de la gracia actual. 
Hechas estas consideraciones, es fácil darnos cuenta de que se trata de un tesoro, que debemos defender por encima de cualquier valor. Esta dispuesto a sacrificarlo todo antes de perder tan admirable tesoro. Reconocer que hay que pedir perseverar en su conservación todos los días. Pedirlo con insistencia. 
Además, como un talento, hemos de hacer uso de él correctamente y hacerlo producir poniendo en ejercicio todo este organismo de la vida espiritual con una actitud de colaboración activa. 
B/ La parte de la Jesús en la vida cristiana.
	La vida divina que se nos confiere como obra de la Trinidad, se nos confiere en consideración de los méritos y obras satisfactorias de Jesucristo. Por ello Él tiene una parte esencial en la vida sobrenatural.
	- Con sus méritos nos rescató el derecho a la gracia y a la gloria. 
	- Con su ejemplo nos muestra cómo hemos de vivir para santificarnos y merecer el cielo.
- Es cabeza de este cuerpo místico, y por tanto es causa meritoria, ejemplar y vital de nuestra santificación.
Jesús causa meritoria de nuestra vida espiritual
Jesús abraza la satisfacción y mérito que nos alcanza la santidad. La satisfacciónprecede al mérito. Todos los actos de Nuestro Señor eran actos satisfactorios y meritorios. 
No hay pecado que no pueda perdonarse si contritos y humillados lo pedimos: (Penitencia, Eucaristía)
Todas nuestras obras cristianas unidas a los padecimientos de Cristo, tienen valor satisfactorio para nosotros y para las almas por quienes las ofrecemos.
Jesús ha merecido para nosotros todas las gracias que necesitamos para conseguir nuestro fin sobrenatural. (gracias de conversión, de perseverancia, de vencer las tentaciones, de consolación, regeneración espiritual, todo lo que pidamos al Padre en su nombre nos lo concederá)
Nos da poder de satisfacer y merecer, queriendo con esto asociarnos a sí como causas secundarias y convertirnos en operarios de nuestra santificación. Llevar junto con Él nuestra cruz. Seguir sus huellas. “Completar en nuestro cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo” (Col. 1, 24) 
Jesús causa ejemplar de nuestra vida
Además quiso ser modelo de nuestra vida sobrenatural Se trata de asemejarnos todo lo posible a Dios. El Hijo de Dios eterno, imagen viviente suya, se hizo hombre y con su ejemplo, nos trazó el camino para asemejarnos a Dios. “Qui videt me, videt et Patrem”
El Padre nos lo pone como modelo: “Hic est Filius meus in quo mihi bene compolacui” 
De manera que si Él se nos ha mostrado como ejemplo a seguir, nuestro deber es imitarle. 
Cualidades de este modelo:
Es un modelo perfecto. El tipo más acabado de virtud que se ha podido ver sobre la tierra. Practico las virtudes en grado heroico y con perfectas disposiciones interiores. 
1.- Amor a Dios
2.- Amor al prójimo
3.- Abnegación de sí mismo
4.- Horror del pecado y lo que al pecado lleva.
Es un modelo a quien todos pueden imitar. Se hizo uno con nuestras miserias y sufrió las mismas tentaciones que todos nosotros. Semejante a nosotros en todo excepto el pecado.
1.- 	Vida de humildad, de obediencia, de mansedumbre. Vida apostólica. Entrega, celo, dedicación, sufrimiento de la ingratitud e indiferencia de buenos y malos. 
2.- 	Padecimientos hasta el final, sin emitir una queja. Fiel a su Padre, bebiendo el Cáliz de su amarga pasión. Desamparo de sus amigos, traición de Judas, Negación de Pedro. 
Ha sido pues, modelo universal de virtudes. 
Muéstrase también lleno de atracción. Predijo claramente que cuando fuera exaltado de la tierra atraería a todos hacia sí. Y este atractivo ha ejercido un importante influjo en la vida de todos los santos, quienes se han atrevido a seguirle con todas las consecuencias.
Atracción tanto más fuerte cuanto que junto con ella va la eficacia de la gracia. Toda su vida nos arrastra a imitarle, no solo por la fuerza de su ejemplo, sino también por la eficacia de las gracias que nos concede en la práctica de las virtudes.
Unirnos de manera especial a los misterios de su vida: 
1.- Misterio de la Encarnación: nos merece la gracia del entero renunciamiento de nosotros mismos.
2.- Crucifixión: nos merece la gracia de crucificar nuestra carne con sus malas inclinaciones.
3.- Muerte: morir al pecado y sus causas.
Jesús, cabeza de un cuerpo místico, o fuente de vida.
“Ego sum vitis, vos palmites”
Recibimos de él la vida como los sarmientos reciben de la cepa.
Resalta la comunidad de vida que existe entre Nuestro Señor y nosotros. 
Jesús cabeza, transmite vida a los miembros de su Cuerpo Místico. 
Cabeza del Cuerpo:
	
Cumple en el cuerpo un triple oficio:
1.-	De preeminencia: porque es la parte principal del cuerpo. Es el primogénito de todas las criaturas, modelo acabado de todas las virtudes, causa meritoria de nuestra santificación. 
2.-	Centro de unidad: porque junta en uno y gobierna a todos los miembros. Hay variedad de órganos y unidad de todos ellos en un principio común. Establece la variedad de miembros en la Iglesia, manteniéndose como centro de unidad. 
3.- 	De influjo vital: porque de ella procede el movimiento y la vida. Anima y vivifica a todos los miembros. Es causa meritoria de todas las gracias que recibimos y que nos reparte el Espíritu Santo.
 
b)	El cuerpo ha menester de un alma. Es el Espíritu Santo el alma de este cuerpo del que Jesús es cabeza, ya que Él derrama en las almas la caridad y gracia que nos mereció Nuestro Señor. Por ello, es el Espíritu vivificador y es Él, el distribuidor de los carismas.
c) 	La acción de Cristo y del Espíritu se completan. Con su Pasión y muerte ha merecido que nos fuera comunicado el Espíritu Santo, para comunicarnos la vida y virtudes de Cristo y hacernos semejantes a él.
	Miembros del Cuerpo Místico:
¿Quiénes son?
Todos los bautizados. Por el bautismo somos incorporados a Cristo. Quedamos revestidos de Cristo. Por el bautismo nos hacemos miembros de Cristo y del cuerpo de la Iglesia. (Decreto de los Armenios).
Todos los bautizados pero en grado diverso: 
1.- Los justos: unidos a Él por la gracia habitual.
2.- Los pecadores por la fe y la esperanza
3.- Los bienaventurados, por la visión beatífica
Los infieles no son actualmente miembros del cuerpo, pero están llamados a serlo. Los condenados están excluidos para siempre. 
Consecuencias del Dogma:
En esta incorporación a Cristo se fundamenta la comunión de los Santos.
Por este motivo son hermanos todos los cristianos. Espíritu de caridad, solidaridad.
Los cristianos, por tanto son el complemento de Cristo. Dios le constituyó cabeza de un cuerpo en el que los cristianos encuentran su razón de ser y punto de unidad, y a su vez, completan al Cuerpo, ya que es a través de ellos como ejerce el Cuerpo todas sus funciones vitales.
Devoción al Verbo Encarnado: para fomentar la vida cristiana. 
1.- 	Por tanto, hay que fomentar la devoción al Verbo Encarnado. 
2.- 	Hay que permanecer en Él para poder dar mucho fruto. 
3.- 	En Él somos santificados, vivificados y bendecidos. 
4.- 	En Él, por Él y con Él, debemos dar gloria a Dios Padre. 
5.- 	Habiendo recibido todo de Dios por Cristo, por Cristo debemos glorificar a Dios. 
6.- 	Por él debemos suplicar nuevas gracias, a Él debemos infinita gratitud y reconocimiento. Con Él debemos hacer todas nuestras obras. 
7.- 	Por él podemos pedir nuevas gracias, Él es el Supremo sacerdote, mediador de las gracias que nos son necesarias.
8.- 	Realza el valor de nuestra oración y da valor a nuestras súplicas. 
9.- 	Comunica realmente el valor de sus méritos, a los miembros suyos, y Dios no niega nada a su Hijo. 
Preguntarnos: ¿Qué haría Jesús en mi lugar? 
Purificar nuestras intenciones: Hacerlo todo, en Él, con Él y por Él.
Hasta poder decir con San Pablo: “Vivo ego, iam non ego, vivit vero in me Christus” 
 
B/ La parte de la Santísima Virgen y los santos y de los Ángeles en la vida cristiana.
Quedando sentado que uno sólo es el mediador de la gracia. Cristo. Dios ha querido concedernos protectores e intercesores y modelos para nos ayuden a desarrollar y alcanzar el fin para el que hemos sido creados. 
Honrando a los santos, honramos a Dios mismo, que son reflejo de sus perfecciones. Imitando sus perfecciones, imitamos las perfecciones de Jesús. 
No destruye o merma el culto debido a Dios, sino que lo completa y confirma. 
De la parte de la Santísima Virgen en la vida cristiana
Fundamento de la intervención de María: 
La intervención de María, depende de su unión íntima con Jesús. Su maternidad divina es el fundamento de su acción, de donde se desprende su dignidad y su oficio de madre de todos los hombres. 
María es madre de Jesús, Madre del Redentor y Salvador. La obra redentora queda al pendiente de la respuesta generosa de la Virgen. Siendo Madre del Redentor, queda asociada a la obra redentora. 
Por ser madre de Jesús, tiene relación íntima con las tres Personas divinas: Es Hija amada del padre, es Madre del Hijo, es Templo y Santuario privilegiado del Espíritu Santo,y en sentido analógico, Esposa suya. 
María es Madre de los hombres. María engendra a los miembros de Jesús, a todos los que están incorporados a Él. Confirmado al pie de la Cruz. “He ahí a tu Madre. He ahí a tu hijo”.
Causa Meritoria de la gracia:
María ha quedado asociada a la obra de nuestra santificación. De manera secundaria “de congruo”, dependiendo de su Hijo, nos alcanza por su cooperación las gracias de la Redención que no son fruto de ella, pero que su Hijo ha querido que por su medio, también nos lleguen. 
Sus obras son meritorias por estar hechas con purísima intención, “Magnificat anima mea Dominum” , con intensísimo fervor y cumpliendo enteramente la voluntad de Dios: “Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum tuum” , y en unión estrecha con Jesús, fuente de todo mérito.
Causa ejemplar 
Después de Jesús, María es el modelo más acabado que podemos y debemos imitar. El Espíritu Santo hizo de ella un retrato vivo de las virtudes de su Hijo. Es modelo perfecto de todas las virtudes:
Su fe, por la que cree sin vacilar las cosas maravillosas que el ángel le comunica de parte de Dios. 
Su virginidad, que se manifiesta en la respuesta al ángel.
Su humildad, que brilla en la turbación en que la sumen las alabanzas del ángel. Se declara la humilde esclava del Señor. Su vida escondida y reservada.
Su recogimiento interior. 
Su amor a Dios y al prójimo.
Modelo, perfecto, atractivo. Nos invita a imitarla. Es fácil de imitar, porque ella se santificó en la vida ordinaria, en los humildes quehaceres de cada jornada, que eran la Voluntad de Dios para ella. 
Medianera universal de la gracia
“Sic est voluntas eius qui totum nos habere voluit per Mariam” San Bernardo.
María nos dio de manera mediata todas las gracias al darnos a Jesús, autor y causa meritoria de ellas.
Ninguna gracia se concede a los hombres, que no les venga inmediatamente por María, o sea, sin su intervención. 
Es por tanto, una mediación, inmediata, universal, subordinada a la de Jesús.
Todos los bienes sobrenaturales se conceden al mundo, con el concurso de tres voluntades, y, sin éste, no se conceda gracia alguna:
		1.- La voluntad de Dios, que es la que confiere todas las gracias.
2.- La voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, medianero que las merece y consigue con estricta justicia por sí mismo.
3.- La voluntad de María, medianera secundaria que las merece y alcanza convenientemente de Nuestro Señor. 
	Devoción a la Santísima Virgen
Por su lugar, hemos de tenerle gran devoción. Es decir, entrega voluntaria de nosotros mismos, y a través de ella a Dios. Entrega de nuestro entendimiento, entrega de nuestra voluntad, con confianza absoluta, entrega de nuestro corazón con amor tierno.
Veneración profunda: Por su dignidad de Madre de Dios. Cuidando de no caer en excesos, haciéndola igual a Dios, creyéndola fuente de las gracias. Verla como la más pura criatura, cuya santidad y grandeza le vienen de Dios y de lo que Dios obra en ella.
Se le debe un culto de hiperdulía. (Culto de latría sólo a Dios – Culto de dulía a los ángeles y santos)
Confianza absoluta. Que se funda en su poder y en su bondad. Poder de intercesión. Es omnipotentia suples. Que se funda en su amor por nosotros. Madre bondadosa. 
Confianza que ha de ser: 
Inquebrantable. A pesar de nuestras miserias y pecados. Conoce nuestra fragilidad. Nos acoge bondadosamente y nos lleva a Dios. Nos alcanza gracias actuales de arrepentimiento de nuestros pecados y de deseos de volver a Dios. Su Corazón Inmaculado, es no cabe duda, refugio de pecadores. 
Universal: Se extiende a una confianza que abarca todas las gracias de que hemos menester. Conversión, adelantamiento espiritual, perseverancia final, preservación de peligros. 
Amor filial. Es la más amable de todas las madres. Ha de ser la más amada de todas las madres. Donde quiera que Jesús es amado, debe ser amada Ella también.
Amor de complacencia. Se goza en sus grandezas. Amor que admira sus dones, sus gracias, Amor filial, lleno de candor y confianza. Amor de conformidad, que en todo procura conformar la propia voluntad con la de Dios. Nos lleva todo ello a la imitación de la Virgen.
Amor de imitación. Es el homenaje más claro y definitivo de nuestro amor a Ella. Ser como ella, imitarla en sus virtudes. 
Con estas disposiciones interiores hemos de rezar las oraciones de la Virgen. (Ave María, Ángelus, Sub tuum presidium, etc. 
Consagración a la Virgen.
Se trata de un acto de devoción propuesto por B. Grignon de Monfort. Consiste en hacer total entrega de sí mismo a Jesús por medio de María y encierra dos cosas: un acto de consagración que se renueva de tiempo en tiempo; y un estado habitual por el que obramos y vivimos bajo el dominio de María. 
Ofrecimiento a Jesús por medio de María de:
El cuerpo. Los sentidos. Hacer uso de ellos complaciendo del todo a la Virgen y a su Hijo
Los bienes de fortuna. Usando de ellos para la gloria de Dios por María.
El alma. Poner todas las facultades, consagrándolas al servicio de Dios y las almas, por medio de María. 
Todos sus bienes interiores y espirituales. Bienes y obras santas que ponemos en manos de la Virgen, para que Ella los aplique por los demás, los dejamos a libre disposición de la Virgen. Dejamos que Ella aplique el valor de satisfactorio de nuestras obras, y el valor impetratorio, le cedemos a Ella este valor. Hecha la consagración. todo lo tenemos que pedir a María. Viene resumido maravillosamente por el lema de Juan Pablo II. Totus tuus. 
Es un acto de abnegación que encierra excelentes virtudes: 
acto de religión para con Dios, Jesús y María
acto de humildad. Nos desprendemos de todo cuanto nos ha concedido la Bondad divina y se lo devolvemos por mano de María.
un acto de amor confiado, ya que el amor es el don de sí, y para darse, es menester gran confianza y una fe viva. 
- Frutos de esta devoción:
* 	Damos gloria a Dios y a María del modo más perfecto. Le damos cuanto somos y tenemos sin reserva ni vuelta.
* 	Aseguramos nuestra santificación propia. Al ofrecerle todo, ella tiene particular compromiso de procurar la santificación de aquellos que son, por así decirlo, propiedad suya.
* 	gana para la santificación del prójimo, especialmente de las almas que de nosotros dependen.
	b) 	De la parte de los Santos en la vida cristiana
- 	Los santos que ya poseen a Dios en el cielo, se cuidan de nuestra santificación y nos ayudan a adelantar en el ejercicio de la virtud con su intercesión poderosa y los buenos ejemplos que nos dejaron. Por ello, debemos venerarlos, invocarlos e imitarlos.
Venerarlos:
Veneramos por su medio a Dios y a Jesucristo en ellos. Su ser natural es reflejo de las perfecciones divinas
Honramos en los santos: 
A los santuarios de la Santísima Trinidad que se dignó habitar en ellos.
A los hijos adoptivos del Padre, amados singularmente por Él, que supieron corresponder a tantos cuidados asemejándose a Él en santidad y en perfección.
A los hermanos de Jesucristo, sus miembros fieles, que incorporados a su cuerpo místico, recibieron de él la vida espiritual y cuidaron de ella con amor y constancia.
A los templos del Espíritu Santo y dóciles agentes suyos que se dejaron gobernar por Él. 
Invocarlos:
Porque con su intercesión nos alcanzan más fácilmente las gracias de que hemos menester. Rogar con los santos, es unir nuestra plegaria a todo el cuerpo Místico, y asegurar la eficacia. 
Imitarlos:
Imitar sus virtudes. Ellos trataron de copiar en sí los rasgos del divino modelo. todos ellos pueden decirnos con San Pablo: “Sed imitadores míos como yo lo soy de Jesucristo” Cada uno nos ofrece su vida como modelo de alguna virtud en particular. Debemos, por tanto, aprovechar este testimonio, sea de pobreza, sea de humildad, de confianza, de fe, de prudencia, de sacrificio, etc.Poner especial énfasis en la devoción e imitación de nuestros santos patronos. Sus oraciones nos ayudarán a caminar, imitando sus huellas.
De la parte de los Ángeles en la vida cristiana
Representan la grandeza de los atributos de Dios. Cada uno de los grados de la escala hacia el ser infinito. En algunos admiramos el poder de Dios, en otros el amor, en otros la constancia. Cada uno es reproducción de la belleza de Dios. 
Al honrar a los ángeles, honramos a Dios. 
En cuanto a sus relaciones con Jesucristo, es cierto que en el cielo se unen a Jesús medianero de religión para alabar, glorificar la majestad divina.
Los ángeles son hermanos nuestros en el orden de la gracia, ya que unos y otros participamos de la vida divina, y ellos y nosotros, somos en Jesucristo, los religiosos de Dios.
Ofrecen a Dios nuestras oraciones. Las recomiendan y juntan con ellas sus ruegos. Es provechoso invocarlos en los momentos de especial peligro. A la hora de la muerte.
De los Ángeles de la guarda
De entre los ángeles, hay unos a quienes les fue encomendado el cuidar a las almas en particular. Son los ángeles custodios.
Somos hijos de Dios, miembros de Jesucristo y templos del Espíritu Santo. Por ello, Dios nos ofrece ángeles que nos cuiden, nos protejan, nos mantengamos por su medio, en constante relación con el cielo.
Les debemos:
Veneración: saludándolos como a quien de continuo está en presencia de Dios.
Manifestarles nuestra confianza, considerando su poder de protección
Manifestarles nuestro amor, considerando su amistad y sus buenos servicios.
 
SÍNTESIS:
	Dios tiene gran parte en la obra de nuestra santificación. Mora en nosotros para darse a nosotros y santificarnos. Para ello, nos dota de un organismo sobrenatural completo: la gracia habitual que penetrando la sustancia misma de nuestra alma, transfórmala y la hace deiforme; las virtudes y los dones que , perfeccionando nuestras facultades, les dan poder con la ayuda de la gracia actual que las pone en ejercicio, de hacer obras sobrenaturales meritorias de la vida eterna. 
	Nos envió además a su Hijo, el cual haciéndose hombre, es el modelo perfecto que nos sirve de guía en el ejercicio de las virtudes que nos llevan a la perfección y al cielo., Nos merece la gracia necesaria para caminar sobre sus huellas, a pesar de los obstáculos que hallaremos dentro y fuera de nosotros mismos y, para más arrastrarnos en su seguimiento, nos incorpora a sí, e influye en nosotros, por medio de su divino Espíritu, la vida, de la que posee la plenitud, y, con esta incorporación, comunica a nuestras más insignificantes obras, realmente unidas con las de Jesús, nuestra cabeza, participan del valor de las suyas; porque, en el cuerpo, todo es común entre la cabeza y los miembros. Con él y por él podemos dar gloria a Dios como se merece, alcanzar nuevas gracias y asemejarnos a nuestro Padre celestial, copiando en nosotros sus divinas perfecciones.
	María es la madre de Jesús, y su colaboradora, aunque secundaria, en la obra de la Redención, interviene también en la dispensa de las gracias que nos mereció Él; por ella vamos a Él; por medio de ella le pedimos la gracia; la veneramos, la amamos como madre, y procuramos copiar en nosotros sus virtudes.
	Pone Jesús en nuestro servicio, ángeles y santos para contar con el servicio de tan poderosos auxiliares, para que nos defiendan de las acometidas del demonio y de las flaquezas de nuestra naturaleza. Su ejemplo e intercesión nos valen mucho.
	
Art. 2 De la parte del hombre en la vida cristiana
Quedando claro todo lo que Dios ha hecho a favor de nuestra vida y transformación en Él, es deber nuestro corresponder a tamaños favores; recibir con agradecimiento la vida que nos da; cuidar de ella y disponernos a la eterna bienaventuranza.
Estamos obligados a ello por agradecimiento.
Lo exige así nuestro propio interés y bien espiritual.
Dios, quien nos creó libres, respeta nuestra libertad, y no nos hará santos a pesar nuestro; pero no cesa de exhortarnos a hacer buen uso de las gracias que con tanta liberalidad nos concede. 
Para corresponder a la gracia hemos de:
Practicar la devoción a la santísima Trinidad, al Padre, a Jesucristo, al Espíritu Santo, a la Virgen María, etc.
Hemos de poner en ejercicio todo el organismo espiritual del que hemos sido dotados y perfeccionarle, a pesar de los obstáculos de dentro y de fuera que se nos opongan.
Puesto que la triple concupiscencia sigue arraigada en nosotros y nos inclinan sin cesar al mal, avivada por el mundo y por el demonio, lo primero que tenemos que hacer es luchar contra la concupiscencia y contra sus auxiliares.
Debemos multiplicar nuestros méritos, a través de esos actos deiformes.
Acercarnos a recibir los Sacramentos , que producen en nosotros la gracia, según la medida de nuestra libre cooperación. 
Con ello conservaremos y creceremos en gracia. 
1.- 	De la lucha contra los enemigos espirituales
Los enemigos espirituales son: 
la concupiscencia
el mundo
el demonio
La lucha contra la concupiscencia
“Omne quod est in mundo concupiscentia carnis est et concupiscentia oculorum et supervía vitae. (1ª Juan, II, 16)
El mal
El placer no es malo de suyo. Dios lo permite ordenándolo a un fin superior que es el bien honesto. Gustar el placer con moderación y ordenándole a su fin propio, que es el bien moral y sobrenatural no es un mal sino un acto bueno, porque tiende a un fin bueno que es Dios mismo. 
Desear el placer independientemente del fin que le hace lícito, quererle como un fin en el cual descansa la voluntad, es un desorden, porque es ir contra el orden sapientísimo puesto por Dios.
Obrando por placer, nos lleva al peligro de amar el placer con exceso, y entonces no nos lleva al fin. 
De allí los actos desmedidos en el comer, el beber y los placeres voluptuosos de la carne. Tanto más peligroso este último, por cuanto está repartido por todo el cuerpo. 
Tocado por él esta el sentido de la vista: por los ojos entra la ponzoña del amor sensual.
Tocado de él está el oído; cuando con músicas o pláticas peligrosos se enciende la llama del amor impuro. 
Tanto más peligroso cuanto que todos los placeres de la carne excítanse unos a otros. 
Amor al cuerpo y apego, poniendo en olvido el alma. 
El Remedio
La mortificación del placer de los sentidos. Crucificar la propia carne con los vicios y pasiones. . Ahogar los deseos impuros que sentimos en nuestra carne. Mortificar los sentidos externos que nos ponen en relación con las cosas de fuera y excitan deseos peligrosos. La razón fundamental de esta mortificación son las promesas del bautismo. 
Por el bautismo quedamos obligados a mortificar el placer sensual. Estamos muertos ya al pecado por la misma inmersión bautismal que es muerte al pecado, para renacer en Cristo. Por tanto, tenemos la obligación de pelear para mortificar la concupiscencia que mora en nosotros. Crucificarnos junto con Cristo, con los clavos de la mortificación.
De esta mortificación depende en sumo grado nuestra salvación eterna. Para poder vivir, no según la carne, sino de acuerdo con el Espíritu.
Hace falta mortificar los placeres malos, pero también los placeres peligrosos que llevan al pecado y privarnos de los placeres lícitos, para fortalecer la propia voluntad contra los atractivos del placer prohibido.
La concupiscencia de los ojos (curiosidad y avaricia)
El mal:
La curiosidad, es el deseo inmoderado de ver, de oír, de saber lo que pasa en el mundo, no para sacar provecho espiritual, sino para gozar de tan frívolo conocimiento. Curiosidad de cosas pasadas para entretener la imaginación en objetos placenteros. (falsas ciencias adivinatorias) Conocimiento del futuro que sólo está en manos de Dios. 
Abarca también las ciencias útiles y verdaderas cuando nos damos a ellas con exceso o a destiempo, sacrificandootros deberes mayores. Se presta a pérdida de tiempo y a no pocos peligros.
El amor desordenado al dinero, ya le consideremos como instrumento para adquirir otros bienes, placeres u honra; ya nos aficionemos al dinero por él mismo, gozando en contemplarle, palparle y tenerle en posesión. Esta es la avaricia propiamente dicha. 
Remedio:
Para combatir la vana curiosidad. Tener presente que las cosas perecederas no merecen la atención. Poner el interés en las cosas espirituales y eternas.
 
Interesarnos de las cosas presentes o pasadas, en cuanto podemos sacar provecho de ellas para bien de nuestras almas.
 
Por lo que toca al amor desordenado a los bienes de la tierra, tener presente que no son las riquezas un fin, sino un medio que nos da la Providencia para remediar nuestras necesidades. Dios sigue siendo Dueño soberano de todas ellas, y nosotros no somos sino administradores. Hemos de rendir cuentas de ellas. 
Un remedio útil es dar limosna, buenas obras. Atesorando así, riquezas para el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre las destruyen, ni los ladrones socavan ni roban.
Ponerlo todo en común
Guardar la posesión y ceder el uso, no disponiendo de cosa alguna, si no fuere según el consejo de un prudente director.
Desapegar el corazón de las riquezas para que pueda volar hacia Dios.
De la soberbia de la vida
El mal:
La soberbia es una depravación más profunda. Por ella el hombre, a sus anchas: 
se considera como dios de sí mismo, llevado del exceso del amor propio.
Olvidando que Dios es su primer principio y su último fin, hace un excesivo aprecio de sí mismo, estima sus buenas cualidades, verdaderas o falsas, como si fueran suyas, sin referirlas a Dios. 
De aquí procede el espíritu de independencia, o de autonomía que le impulsa a sustraerse a la autoridad de Dios o de sus representantes; el egoísmo que le mueve a obrar para sí, como si fuera el último fin, la vana complacencia que se deleita en la propia excelencia, como si Dios no fuera el autor de todo bien. 
Que se complace en las buenas obras, como si éstas no fueran primera y principalmente efecto de la acción divina en nosotros; la tendencia a exagerar las dotes propias y a atribuirse lo que no se posee, a anteponerse a los demás, y aún a despreciarlos como hacía el Fariseo.
 
Efectos de la soberbia:
Roba a Dios la gloria y nos priva de muchas gracias y méritos, por no consentir Dios ser cómplice de nuestra soberbia.
Fuentes de innumerables pecados de presunción
Fuente de desaliento.
Fuente de simulación, porque nos cuesta aceptar y confesar nuestros desórdenes.
Fuentes de rebelión contra superiores
Fuente de odio y envidia contra el prójimo.
El Remedio:
Referirlo todo a Dios, confesándole autor de todo bien. Primer principio de todos nuestros actos, debe ser también el último fin de todos ellos. “Quid habes quod non accepisti? Si autem accepisti, quid gloriaris quasi non acceperis?” .
Actuar y hacerlo todo en nombre de Jesucristo, dando por medio de él gracias a Dios Padre.
Es necesario, para obrar en contra de la tendencia muy metida en nuestra naturaleza de buscarnos a nosotros mismos, acordarnos que no somos nada más que pecado. Hay dotes buenas en nosotros naturales y sobrenaturales, de las que es menester hacer aprecio y cuidar, pero tener claro que proceden de Dios.
De nosotros mismos no somos sino nada. De nosotros mismos somos pecado y estamos inclinados al pecado. Y si no los cometemos es gracias a la gracia y ayuda libérrima de Dios.
Atentos a no dejarse caer en concepciones luteranas de una naturaleza enteramente corrompida, ya que no es así. Con el concurso de Dios, puede hacer nuestra naturaleza, algunas obras buenas. Pero Dios es siempre la causa primera y principal y a él debemos dar gracias.
No presumir cosa alguna de nosotros mismos.
No buscar la gloria de los hombres. No alabarnos a nosotros mismos para no robarle a Dios su gloria.
Mantenerse en actitud de servicio
Aceptar los sabios consejos de los demás.
No enfadarse cuando nos reprendan, porque es el colmo de la soberbia ese rebelarse contra la verdad, cuando ésta nos avisa y dar golpes contra el aguijón.
La lucha contra el mundo
Se trata de la lucha contra quienes están en contra de Jesucristo y que son esclavos de la triple concupiscencia.
Los incrédulos: hostiles a la religión, porque condena la soberbia, la sensualidad y el uso desordenado de las riquezas.
Los indiferentes, que no cuidan de tener religión por las obligaciones que les acarrea el salir de su indolencia.
Los pecadores impenitentes, que aman el pecado y el placer, sin querer apartarse de él.
Los mundanos, que se dejan llevar por su amor al placer, lujo, bienestar, olvidando los preceptos morales y religiosos en su vida.
Peligros:
Nos seduce: 
Con sus máximas, en oposición a las leyes del Evangelio. Ensalza a los ricos, los violentos, los ambiciosos, los mentirosos, lujuriosos y ladrones, los que pretenden gozar de la vida.
 
Con la ostentación de sus vanidades y placeres. Curiosidad, voluptuosidad. Se esconde bajo la apariencia de “diversiones” (bailes, entretenimientos, cine, teatro, internet, etc.).
Los malos ejemplos hacen desgraciadamente que sea mayor el peligro. Se dejan arrastrar por el “todo el mundo lo hace”. Como si la estadística de pecadores, hiciera menos grave el mal moral por el que se despeñan. El mundo es indulgente con todas estas actitudes, e incluso de promueven, se presentan como modelos de vida, como ejemplos a seguir. (Cine, T.V., Prensa, etc.)
Nos atemoriza:
Por medio de la persecución contra los creyentes. Se excluye a quienes no comparten su manera de ser, actuar, pensar y proceder.
Aleja de la religión a los tímidos, mofándose de sus devociones. Los menosprecian y tachan de “mochos o mojigatos”.
Las Amenazas, al declarar la propia religión, le excluyen de puestos de trabajo, de posibilidades de acceder a una educación superior, etc. 
Remedio:
Ver hacia la eternidad y considerar el mundo a la luz de la fe.
El mundo es enemigo de Cristo. San Bernardo: “O Cristo se engaña o el mundo yerra, más es imposible que se engañe la sabiduría divina. “ No debemos dudar un punto la elección.
Quien cuida de agradar al mundo, desagrada a Jesucristo. . Santiago dice: “Quien quiere ser amigo del mundo, será enemigo de Dios.“
Leer el Evangelio y asimilar de corazón sus máximas. Para no dejarse engañar los las máximas del mundo.
Huir de las ocasiones peligrosas que acechan en el mundo. Guardarse del espíritu del mundo.
Quedar crucificados para el mundo y el mundo para nosotros. Evitar las relaciones puramente mundanas.
Llegarse al mundo para ejercer un apostolado en él, llevando tres máximas:
Tener presente que somos la luz del mundo. Juzgar todo a la luz del Evangelio. Como sacerdotes saber edificar con el propio ejemplo y trato. Incluso en el porte externo, en la forma de hablar, la sencillez, el buen fondo, la sana alegría, la caridad, y en resumen, la santidad de vida. Todo esto causa profunda impresión en cuantos nos ven y oyen. Todo esto, edifica.
Infundir en el ánimo de los cristianos tímidos el necesario valor para pelear contra la tiranía del respeto humano, de la moda, de la persecución legal. Unirse y fundar ligas y asociaciones, logrando así un auténtico influjo en el seno de la sociedad, (Universidades, Parlamento, etc.)
Lejos de nosotros cuanto fuere compromiso con el mundo, todo lo que se ceder a sus peticiones para congraciarnos con él. 
e) 	La lucha contra el demonio
	Existencia y razón de ser de la tentación diabólica.
Por envidia del demonio entró la muerte en el mundo.
El demonio sigue tendiendo lazos a los hijos de Adán.
Aunque tras la muerte y Resurrección de Jesús, su poderío ha quedado menguado, no deja de ser verdad que hemos de pelear, no solo contrala carne y la sangre, sino también contra el poder de las tinieblas, y contra los espíritus malos. Ya que, según dice San Pedro: “el demonio anda como león rugiente, buscando a quién devorar”. 
La divina Providencia permite estos ataques, en virtud del principio general de que Dios gobierna a lasa almas no sólo directamente, sino también por medio de causas segundas, dejando a las criaturas cierta libertad de acción.
Contamos con el auxilio y protección de su gracia, los méritos y ayudas de su Hijo, la intercesión de la Virgen, de nuestro ángel custodio. Nos previene y avisa para que estemos siempre alertas. 
Táctica del demonio:
No puede el demonio obrar directamente sobre nuestras facultades superiores: entendimiento y voluntad. Dios se las reservó como santuario suyo. Sólo Dios puede entrar hasta las profundidades de nuestra voluntad sin hacernos violencia. Sin embargo el demonio puede obrar directamente sobre el cuerpo, sobre los sentidos externos y sobre los internos, en especial, la memoria y la imaginación, así como sobre las pasiones que tienen su asiento en el apetito sensitivo. De esta manera obra indirectamente sobre nuestra voluntad, cuyo consentimiento solicita por medio de diversos movimientos de la sensualidad. Sin embargo, siempre queda la voluntad libre para consentir o rechazar los movimientos de la pasión.
Se trata de un poder siempre limitado por Dios, ya que el demonio jamás podrá tentarnos más allá de nuestras propias fuerzas (1ª Cor. 10, 13)
No todas las tentaciones son obra del demonio. Basta con nuestra concupiscencia excitada por hábitos pasados y por imprudencias presentes, para dar razón de muchas de ellas. El demonio sin embargo, sí puede influir de alguna manera en nosotros. Él tiene un grandísimo odio a los hombres y quiere hacerlos esclavos suyos.
Cuando la tentación es repentina, violenta y duradera, buena parte tiene en ella el demonio. Puede conjeturarse ser así, particularmente, si la tentación pone turbación profunda y duradera en el alma, y si pretende alejar al alma de su Director y la lleva a la desconfianza en sus superiores. 
Remedios contra la tentación diabólica:
La oración humilde y confiada. Si Dios con nosotros, ¿Quién contra nosotros?. Oración humilde porque la humildad aleja a Satanás, Ángel de la soberbia. Confiada. Confiar plenamente en el auxilio de Dios y la asistencia de la gracia. 
Acudir a San Miguel Arcángel, quien habiendo vencido ya al demonio, nos asistirá en al lucha.
Acudir a la Virgen María. la Virgen Inmaculada.
Acudir al ángel de la guarda.
Uso confiado de los sacramentos y sacramentales. la señal de la cruz, agua bendita, etc. 
Absoluto desprecio del demonio
Conclusión:
La vida cristiana es una lucha, que termina hasta la muerte. Lucha de capital importancia, porque en ella nos va la vida eterna. Lucha del hombre nuevo contra el hombre viejo y carnal en nosotros. Hemos de mantener siempre la lucha contra la triple concupiscencia, contra el mundo y el demonio.
Es un combate perpetuo. Porque por más que pongamos de nuestra parte,, jamás nos despojaremos por entero del hombre viejo. Hay que hacer menguar su fuerza e influjo en nosotros. Tener la certeza de que la victoria definitiva es posible, gracias al auxilio de Dios que no nos va a faltar. 
2.- Del crecimiento de la vida espiritual por el mérito.
- Adelantamos por medio de la lucha contra nuestros enemigos, pero mucho más con las obras meritorias que hacemos cada día. 
Cualquier obra buena, hecha por un alma en estado de gracia y con recta intención tiene tres valores, los cuales contribuyen a nuestro progreso espiritual.
Valor meritorio: Con el que acrecentamos nuestro caudal de gracia habitual y nuestro derecho a la gloria del cielo.
Valor satisfactorio, que comprende tres elementos:
La propiciación, que por medio de la contrición y humildad del corazón nos vuelve a Dios propicio, y le mueve a perdonarnos nuestros pecados.
La expiación, que por medio de la infusión de la gracia, borra el pecado.
La satisfacción, que por el carácter de pena con que van marcadas nuestras buenas obras, paga la pena debida por el pecado, del todo, o en parte.
* 	Este resultado lo producen las buenas obras y la aceptación de las tribulaciones y padecimientos de esta vida. Y purifican nuestras almas.
Valor impetratorio, encierran una petición de gracias dirigida a la infinita misericordia de Dios. Cuando lo pedimos explícitamente y cuando hacemos una elevación espontánea del corazón y le buscamos a Él. Impulso que ya es oración. 
Naturaleza del mérito
	1.- ¿Qué es el mérito?
		
Es el derecho al premio. Mérito sobrenatural, será el derecho a un premio sobrenatural, esto es, una participación de la vida de Dios, la gracia, la gloria. 
Definición:	El derecho a un premio sobrenatural que resulta de una obra sobrenaturalmente buena, hecha libremente por amor de Dios, y de una promesa divina que es la garantía del premio.
Clases de Mérito: 	
Mérito propiamente dicho (de condigno), al cual se debe el premio en justicia, porque hay cierta igualdad o proporción entre la obra y el premio.
 
Mérito de conveniencia (de congruo), que no se funda en la estricta justicia, porque la obra no es, sino muy ligeramente proporcionada al premio. 
Enseña El Concilio de Trento que las obras del hombre justificado, merecen en verdad aumento de gracia, la vida eterna y la consecución de la gloria.
Condiciones generales del mérito:
La obra para ser meritoria, ha de ser libre.
La obra ha de ser sobrenaturalmente buena, para estar en proporción con el premio.
Ha de ser hecha en estado de gracia, porque por la gracia mora y vive Cristo en nuestra alma. 
Durante nuestra vida mortal, porque es el tiempo de prueba en el que hay que practicar las obras de virtud es este. Una vez muertos ya no podremos practicar obras meritorias. 
2.- ¿Cómo aumentan la vida de gracia las obras meritorias?
Tómese en cuenta de que se trata de obras, hechas por dos, son el resultado de la cooperación de Dios y de la voluntad humana.
Dios es causa primera y principal de los méritos “Gratia Dei mecum”
Nuestra libre voluntad, correspondiendo a impulsos divinos y obrando bajo influjo de la gracia y las virtudes. Causa secundaria, pero real y eficiente, como cooperadores de Dios.
Dios da más de lo que merecen de suyo, nuestras obras. 
El mérito es personal, para nosotros y no para los demás, merecemos la gracia y la vida eterna, porque no se extiende más allá la promesa divina. 
Podemos merecer para los demás, con mérito de conveniencia, de esta manera trabajamos en nuestra santificación y cooperamos en la de otros. 
Condiciones que aumentan nuestro mérito:
Se deducen estas condiciones de las diversas causas que concurren en la producción de obras meritorias: Dios y el sujeto. Prestamos atención a las condiciones del sujeto.
Cuatro son las condiciones que contribuyen al aumento de nuestros méritos:
Nuestro grado de gracia santificante. Para merecer en sentido propio, es menester estar en estado de gracia. Cuanto más gracia habitual, tanto más podremos merecer en igualdad de circunstancias.
Nuestro grado de unión con Nuestro Señor. Cristo es la fuente de la gracia. Cuanto más cerca estemos de la fuente, tanto más beberemos de su plenitud. Ser sarmientos unidos a la vid. Hacer las cosas en Él, por Él y con Él. Obras llevadas a cabo bajo el influjo y acción vivificadora de Cristo, con su omnipotente colaboración, tienen un valor incomparablemente mayor que si las hubiésemos hecho nosotros solos. 
La pureza de intención. La perfección del motivo que nos impulsa a obrar. Basta que estén inspiradas por un motivo sobrenatural de temor, de esperanza, de amor. La caridad, siempre activa, dirige hacia Dios todas nuestras buenas obras y vivifica e informa todas nuestras virtudes.
Si queremos que sean meritorias, esmenester acompañarlas de una cada vez mayor pureza de intención: 
Por ser la caridad la reina y forma de todas las virtudes. Las obras inspiradas por el amor a Dios y al prójimo, serán mucho más meritorias que las inspiradas por el temor o la esperanza. 
El acto puesto con varias intenciones simultáneas será mucho más meritorio. Actos de obediencia hechos por amor a Dios, y por respeto a la autoridad, adquieren doble mérito. Por ello es provechoso proponerse varias intenciones sobrenaturales.
Es necesario formular explícitamente y actualizar con frecuencia nuestras intenciones sobrenaturales. De no hacerlo así, puede suceder que lo que iniciamos por Dios, lo continuáramos por curiosidad, sensualidad, etc. Y perdería su valor. Aunque las intenciones secundarias no destruyen el valor de la primera intención.
La intensidad o fervor con que se hacen las obras. Podemos hacer las cosas flojamente o con perfección Y esto dice mucho al mérito de las mismas.
Condiciones que se deducen del objeto o de la obra misma:
- Conviene tomar en cuenta que no sólo las disposiciones del sujeto hacen mayor el mérito. También hay que tomar en cuenta algunas circunstancias que hacen más o menos perfecta la obra.
La excelencia del objeto, o del acto que realizamos. En las virtudes hay jerarquía, y así las teologales son más perfectas que las morales, y por eso, los actos de fe, esperanza y caridad, son más meritorios que los de prudencia, justicia, etc. 
En algunas obras, también hay que tomar en cuenta la cantidad. Así en igualdad de circunstancias, una limosna de mayor cantidad, puede tener más mérito que una de poca cuantía.
Así mismo, tómese en cuenta la duración, ya que esto aumente el mérito de la obra. La mayor duración ha exigido mayor esfuerzo.
Tómese en cuenta la dificultad de la obra. No en sí mismas , sino en cuanto que requieren más amor de Dios, esfuerzo más enérgico y continuado. Vencer una tentación violenta es más meritorio que vencer una leve.
Atentos a no concluir que la facilidad adquirida por la repetición de muchos actos de virtud, disminuya necesariamente el mérito. El cristiano que sabe hacer uso más perfecto de los instrumentos de santificación, ahorra tiempo y muchos esfuerzos inútiles. , y con menos trabajo, gana más méritos. . La dificultad acrecienta el mérito porque suscita en nosotros más afán y más subido amor. 
-	Se deduce la conclusión de que necesitamos santificar todas y cada una de nuestras obras, aún las más ordinarias. Todas pueden ser meritorias si las hacemos con un fin sobrenatural.
-	No hay medio más eficaz y práctico ni más al alcance de todos para santificarse que el sobrenaturalizar todas nuestras obras. Cada una de las obras así hechas, son germen de gracia, porque la hace brotar y crecer en el alma, y un germen de gloria, porque al mismo tiempo nos da mayor derecho a la bienaventuranza celestial. 
Camino práctico a seguir:
Recogernos un momento antes de comenzar la obra
Renunciar positivamente a toda intención natural o depravada
Unirnos a Nuestro Señor
Ofrecer por medio suyo nuestra obra a Dios para gloria suya y salvación de las almas. 
3.- Del crecimiento de la vida cristiana por medio de los Sacramentos.
- En gracia y perfección puede crecerse por la recepción frecuente de los Sacramentos.
Definición: 	Signos sensibles, instituidos por Jesucristo, que significan y producen la gracia en el alma.
- Los Sacramentos contienen la gracia que significan
- La confieren a quienes no ponen obstáculo
- No únicamente en virtud de las disposiciones del sujeto, sino ex opere operato. 
- Dios es siempre la causa principal y Jesús la causa meritoria. 
- Cada Sacramento produce además una gracia propia, que es la gracia sacramental. Añade una energía especial cuyo fin es producir efectos en relación con el Sacramento.
	a)	De la gracia sacramental
	Bautismo:
Gracia de regeneración espiritual que limpia del pecado original, nos hace nacer a la vida de gracia y crea en nosotros el hombre nuevo.
Gracia especial de morir al pecado, de crucifixión espiritual por la que combatimos y matamos las malas inclinaciones del hombre viejo.
Gracia de regeneración que nos incorpora a Jesucristo. Nos da fuerzas para vivir de acuerdo con sus enseñanzas, de esta manera llegar a ser perfectos cristianos. 
Confirmación: 
Nos convierte en soldados de Cristo. Añade una gracia de especial fortaleza para confesar nuestra fe adulta ante todos los hombres. 
Nos confiere los dones del Espíritu santo, de manera especial para iluminar nuestra fe, hacerla más viva y penetrante. 
Eucaristía:
Sustenta nuestra alma ya que ha menester del alimento para estar fuerte y vivir. Para sustentar el alma hace falta el manjar divino. Es su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad lo que nos transforma en otros Cristos, comunicándonos su modo de ser, sus afectos y sus virtudes. 
Penitencia:
El Sacramento lavará nuestras culpas con la Sangre de Jesucristo, cuya virtud se nos aplica mediante la absolución, con tal de que estemos sinceramente contritos y resueltos a dejar el pecado.
Unción de enfermos:
Derrama junto con el óleo sagrado, la gracia de la consolación y el confortamiento espiritual que nos limpia de las reliquias del pecado y reaviva nuestra esperanza y nos da armas contra los postreros ataques del enemigo. 
Importa mucho pedir a tiempo este Sacramento, para que pueda producir todos sus efectos, y si Dios lo tiene por conveniente, nos devuelva la salud.
Orden Sagrado:
Confiere a los ministros de la Iglesia, el poder de consagrar la Eucaristía, administrar los Sacramentos, predicar la verdad Evangélica, perdonar los pecados, y ejercer santamente estos ministerios. Voluntad de santificarse y consagrarse por entero a tan nobles causas.
Matrimonio:
Para santificar la familia, célula primordial de la sociedad, el sacramento del Matrimonio da a los casados las gracias para sostener la fidelidad mutua, la santidad del lecho conyugal, la consagración a la educación cristiana de los hijos.
Disposiciones para recibir con provecho el Sacramento de la Penitencia.
Pecados graves:
Cuando el alma ha tenido la desgracia de cometer, en momentos de flaqueza, pecados mortales, ha de acusarse de ellos con toda sinceridad y claramente, sin meterlos como para disimular, entre la muchedumbre de pecados veniales. Manifestando con claridad y humildad:
El número
Y la especie
Señalando las causas de las caídas
Pidiendo con ansia los remedios necesarios.
Es menester la contrición profunda y el firme propósito de huir del pecado de las ocasiones de pecado.
Mantener el sentimiento vivo de penitencia y deseo de reparación el mal hecho, por medio de una vida austera y mortificada y un amor ferviente y generoso. 
Pecados veniales deliberados:
Las faltas veniales pueden ser de dos clases:
Las cometidas con propósito deliberado sabiendo que ofendemos a Dios, más prefiriendo por el momento nuestro placer egoísta a la voluntad divina.
Son grande obstáculo para la perfección sobre todo si son frecuentes, si hay apego a ellas.
Son ataduras que nos sujetan a la tierra y no dejan emprender el vuelo hacia el amor divino. 
Es importante corregirlas, cueste lo que cueste. Para ello, separarlas por especies y categorías, e intentar con orden la enmienda. Acusarnos de ellas y programar un trabajo serio de cambio, buscando las causas.
Las que se cometen por sorpresa, por ligereza, fragilidad, falta de vigilancia o de valor, de las que nos dolemos al punto de cometerlas con propósito firme de reparación. 
Pecados por fragilidad:
Tras eliminar las faltas deliberadas, busquemos la lucha contra las faltas de fragilidad, no para evitarlas totalmente (cosa que no es posible), sino para acortar su número, su frecuencia, su incidencia.
Proceder con un programa ordenado y una división del trabajo. Luchas, por ejemplocontra las distracciones en la oración, las faltas de caridad, de pureza de intención, etc. 
Actuar el propósito y el remedio. Se propone, terminar la confesión, indicando el propósito que se saca para la semana, y en la confesión siguiente dar cuenta de lo hecho o no hecho. 
De esta manera, se evita la rutina, y cada confesión es un paso adelante, porque la gracia de la absolución, confirma nuestra resolución tomada, aumenta la gracia habitual y multiplica nuestras energías para luchar y evitar en lo futuro los pecados veniales y ayudarnos a la práctica de las virtudes.
De la Contrición:
Quien se confiesa con frecuencia ha de insistir en la contrición y el propósito. Pedir esta gracia de la contrición y moverse a ella con motivos sobrenaturales:
Por parte de Dios: El pecado por leve que sea es ofensa hecha a Dios, es una resistencia a la voluntad divina, una ingratitud para con el Padre más amante. Una resistencia al amor de Jesucristo, haciendo más amargo el cáliz de su pasión.
Por parte del alma: el pecado venial, sin disminuir la amistad divina, la hace menos activa, la paraliza, llena de polvo el delicado mecanismo de la vida sobrenatural, reduce las energías para el bien, predispone al pecado mortal. Hay que sacar propósitos firmes y mantenerse vigilante y en oración.
Conviene acusarse para asegurar la contrición, de pecados graves de la vida pasada. 
Evitar dos peligros:
La rutina, que convierte la acusación en vana fórmula sin verdadero sentido.
La negligencia que nos lleva a no tener dolor de los pecados veniales que acusamos.
Disposiciones para recibir con provecho la Eucaristía:
La Eucaristía es Sacramento y Sacrificio íntimamente unidos. 
No es parte esencial del sacrificio la comunión sino integrante, pues por medio de ella participamos de la disposición de ánimo de la víctima y de los frutos del sacrificio.
El sacrificio se refiere a la gloria de Dios
El Sacramento tiene como fin directo la santificación del alma.
1.- Sacrificio de la Misa como medio de santificación:
	Efectos:
El sacrificio de la Misa da gloria a Dios de modo perfecto, porque en él ofrece de nuevo Jesús a su Padre, por medio del sacerdote, todos los actos de adoración, de agradecimiento, de amor que ofreció al inmolarse en el Calvario.
Se ofrece como víctima a Dios, en adoración, en acción de gracias.
El valor del sacrificio no depende esencialmente del que le ofrece el lugar secundario, sino del precio de la víctima ofrecida.
Acudiendo y celebrando la Santa Misa, damos a Dios, toda la honra que se le debe y del modo más perfecto posible, porque hacemos nuestra la que le da Jesús víctima.
Tiene un efecto propiciatorio por sí mismo (ex opere operato) Nos concede la gracia actual y el don de penitencia, y a perdonarnos los pecados, aún los más graves, cuando estamos contritos y sinceramente arrepentidos. Es satisfactorio, en cuanto que remite infaliblemente a los pecadores arrepentidos, una parte, por lo menos, de la pena temporal de sus culpas, en proporción a las disposiciones más o menos perfectas con las que asisten o celebran.
Borrar y eliminar el pecado es lo que nos une más a Dios. Por ello, participar con este sentido satisfactorio y propiciatorio en el Sacrificio Eucarístico nos va ayudando a conseguir esta anhelada meta de unidad y santidad.
La Misa es impetratoria de la misma manera que propiciatoria. Alcanza en virtud del mismo sacrificio, todas las gracias que hemos menester para nuestra santificación. Es una oración para pedir y arrancar gracias, unidos a la oración y súplica de Jesús. 
Disposiciones para oír con provecho la Santa Misa:
Unirnos con humildad y confianza a los afectos que expresa la víctima divina.
Comulgar en ella. Agnoscite quod agistis, imitamini quod tractatis
Sentimientos de penitencia, de contrición, de adoración, de gratitud. 
La ofrenda hecha por todo el pueblo cristiano. El Canon, en que se renueva la inmolación mística, unidos a los Ángeles y Santos, y al Verbo Encarnado para dar gracias a Dios. Adoración ante tan gran misterio.
El Pater noster nos prepara a la comunión. Comunión y adoración de acción de gracias por tan gran beneficio.
De la Comunión como medio de santificación:
Sus Efectos:
La Eucaristía, como Sacramento, produce directamente en nosotros, ex opere operato, un aumento de gracia habitual.
Sostiene, aumenta y repara nuestras fuerzas espirituales, causando en nosotros, un gozo, que si no siempre es sensible, es siempre real.
Nos transforma en sí, a través de esa unión que es al mismo tiempo física y moral, transformadora y permanente. 
Es una unión física. La Eucaristía es verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús. Cristo entero. Al comulgar le recibimos íntegramente a través de las especies Eucarísticas. Pero en el caso de la comunión, a diferencia de los alimentos, es Él quien nos transforma en sí, y no nosotros quien le asimilamos a Él. 
Sobre la unión física se teja una unión espiritual íntima y transformadora. Íntima y santificadora. Ya no son dos, sino una solo corazón y una sola alma. 
El entendimiento de Jesús, ilumina nuestro espíritu con la fe. Nos hace ver y juzgar todo a la luz de Dios.
Palpamos la vanidad de las cosas del mundo y el valor de las máximas Evangélicas.
Su voluntad, fuerte, constante y generosa, corrige nuestra flaqueza, nuestra inconstancia, nuestro egoísmo, al comunicarnos sus divinas energías, hasta decir: “Omnia possum in eo qui me confortat” 
Su corazón, abrasado de amor de Dios y de las almas, inflama el nuestro tan frío para con Dios y abocado a las criaturas. 
Unión espiritual que durará todo el tiempo que nosotros deseemos. Él desea morar en nosotros para siempre y en nuestras manos está, en que, con su gracia, el permanecer constantemente unidos a Él.
El Espíritu Santo que vive en el alma de Jesús, mora en nosotros. Gobierna nuestra alma y facultades,, nos habla al corazón, y fortalece nuestra voluntad Y sigue produciendo en nosotros los efectos de la comunión sacramental. 
La comunión nos une de manera especial a las tres divinas Personas de la Santísima Trinidad, en virtud de la circuminsesión (el morar de las divinas personas una en otra), no viene sólo el Verbo, sino que además viene el padre y el Espíritu Santo.
Disposiciones para sacar fruto de la recepción de la Comunión:
Preparación correcta:
Unirse por adelantado con el Señor
Procurar el perfecto cumplimiento de nuestros deberes de estado en unión con Jesús para complacerle.
Humildad sincera, fundada en parte en nuestra pobreza e indignidad y sobre todo, en su santidad integridad y grandeza. 
Ardiente deseo de unirnos a Él. Desearle, anhelarle.
Acción de gracias:
Adoración callada en unión con María, la más perfecta adoradora de Jesús. Anonadamiento de nosotros mismos. Restituir cuanto de bueno hay en nosotros a Él y su gloria.
Coloquios entre el alma y el Huésped divino. Hablar con Él respetuosa, sencilla, amistosamente.
Evitar la rutina, variando los temas de conversación con el Señor.
Dar gracias por las luces recibidas, los afectos concedidos, las tinieblas y sequedades permitidas, los divinos favores concedidos. 
Ofrecernos a hacer los sacrificios necesarios para reformar y mejorar nuestra vida. 
Rogar e interceder por diversas personas y necesidades. Por la Iglesia, por las intenciones del Papa, por los Obispos y sacerdotes. 
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CAPÍTULO III	Perfección de la vida cristiana
- La vida cristiana tiende a la perfección. Es esencialmente progresiva y llegara a su cumbre en el cielo. Hay que ver en qué consiste la perfección y los camino que a ella nos conducen. 
Art. 1 Nociones falsas acerca de la perfección
Hay tres géneros de personas que tienen falsos conceptos de la perfección:
Los incrédulos:
Algunos consideran que la perfección cristiana no es más que un