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Blanca Laffon es profesora titular de Psicobiología de la Universidad de A Coruña y Académica Correspondiente de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia. Vanessa Valdiglesias es investigadora doctora de la Universidad de A Coruña y en la actualidad desarrolla su actividad investigadora en el laboratorio de Toxicología de esta universidad. Eduardo Pásaro es catedrático de Psicobiología de la Universidad de A Coruña y coordinador del grupo de investigación “Diagnóstico conductual y molecular aplicado a la salud”. ¿de qué sirve la ciencia si no hay entendimiento? Terapia génica Blanca Laffon, Vanessa Valdiglesias y Eduardo Pásaro ¿QUÉ SABEMOS DE? La terapia génica ha supuesto una revolución en la manera de abordar el tratamiento de las enfermedades humanas, puesto que ha abierto un nuevo horizonte que permite la curación de aquellas para las que hasta el momento solo existían tratamientos orien- tados a paliar sus síntomas. Los importantes descubrimien- tos acerca de cómo manipular el material genético en el laboratorio y cómo introducir este material directamente en las células suscitaron la idea de que fuera posible aplicar estas metodologías al tratamiento de las enfermedades con componente genético. Así nace la terapia génica, que consiste en introducir un gen en las células de un paciente para corregir un defecto genético o dotarlas de una nueva función. Este libro explica esta nueva rama de la medicina para que el lector conozca en qué consiste, sus aplicaciones más frecuentes y sus posibles ventajas e inconvenientes. ¿QUÉ SABEMOS DE? B la nc a La ff on , V an es sa V al di gl es ia s y E du ar do P ás ar o T E R A P IA G É N IC A 59 ISBN: 978-84-00-09905-3 Terapia génica ¿QUÉ SABEMOS DE? 1. El LHC y la frontera de la física. Alberto Casas 2. El Alzheimer. Ana Martínez 3. Las matemáticas del sistema solar. Manuel de León, Juan Carlos Marrero y David Martín de Diego 4. El jardín de las galaxias. Mariano Moles 5. Las plantas que comemos. Pere Puigdomènech 6. Cómo protegernos de los peligros de Internet. Gonzalo Álvarez Marañón 7. El calamar gigante. Ángel Guerra Sierra y Ángel F. González González 8. Las matemáticas y la física del caos. Manuel de León y Miguel Á. F. Sanjuán 9. Los neandertales. Antonio Rosas 10. Titán. Luisa M. Lara 11. La nanotecnología. Pedro A. Serena Domingo 12. Las migraciones de España a Iberoamérica desde la Independencia. Consuelo Naranjo Orovio 13. El lado oscuro del universo. Alberto Casas 14. Cómo se comunican las neuronas. Juan Lerma 15. Los números. Javier Cilleruelo y Antonio Córdoba 16. Agroecología y producción ecológica. Antonio Bello, Concepción Jordá y Julio César Tello 17. La presunta autoridad de los diccionarios. Javier López Facal 18. El dolor. Pilar Goya Laza y Mª Isabel Martín Fontelles 19. Los microbios que comemos. Alfonso V. Carrascosa 20. El vino. Mª Victoria Moreno-Arribas 21. Plasma: el cuarto estado de la materia. Teresa de los Arcos e Isabel Tanarro 22. Los hongos. M. Teresa Telleria 23. Los volcanes. Joan Martí Molist 24. El cáncer y los cromosomas. Karel H.M. van Wely 25. El síndrome de Down. Salvador Martínez Pérez 26. La química verde. José Manuel López Nieto 27. Princesas, abejas y matemáticas. David Martín de Diego 28. Los avances de la química. Bernardo Herradón García 29. Exoplanetas. Álvaro Giménez 30. La sordera. Isabel Varela Nieto y Luis Lassaletta Atienza 31. Cometas y asteroides. Pedro José Gutiérrez Buenestado 32. Incendios forestales. Juli G. Pausas 33. Paladear con el cerebro. Francisco Javier Cudeiro Mazaira 34. Meteoritos. Josep Maria Trigo Rodríguez 35. Parasitismo. Juan José Soler 36. El bosón de Higgs. Alberto Casas y Teresa Rodrigo 37. Exploración planetaria. Rafael Rodrigo 38. La geometría del universo. Manuel de León 39. La metamorfosis de los insectos. Xavier Bellés 40. La vida al límite. Carlos Pedrós-Alló 41. El significado de innovar. Elena Castro Martínez e Ignacio Fernández de Lucio 42. Los números trascendentes. Javier Fresán y Juanjo Rué 43. Extraterrestres. Javier Gómez-Elvira y Daniel Martín Mayorga 44. La vida en el universo. F. Javier Martín-Torres y Juan Francisco Buenestado 45. La cultura escrita. José Manuel Prieto 46. Biomateriales. María Vallet Regí 47. La caza como recurso renovable y la conservación de la naturaleza. Jorge Cassinello Roldán 48. Rompiendo códigos. Vida y legado de Turing. Manuel de León y Ágata Timón 49. Las moléculas: cuando la luz te ayuda a vibrar. José Vicente García Ramos 50. Las células madre. Karel H.M. van Wely 51. Los metales en la Antigüedad. Ignacio Montero 52. El caballito de mar. Miquel Planas Oliver 53. La locura. Rafael Huertas 54. Las proteínas de los alimentos. Rosina López Fandiño 55. Los neutrinos. Sergio Pastor Carpi 56. Cómo funcionan nuestras gafas. Sergio Barbero Briones 57. El grafeno. Rosa Menéndez y Clara Blanco 58. Los agujeros negros. José Luis Fernández Barbón 59_Terapiagénica.indd 159_Terapiagénica.indd 1 12/2/15 13:5112/2/15 13:51 Blanca Laffon, Vanessa Valdiglesias y Eduardo Pásaro Terapia génica Diseño gráfico de cubierta: Carlos Del Giudice Fotografía de cubierta: © iStock/Thinkstock © Blanca Laffon, Vanessa Valdiglesias y Eduardo Pásaro, 2015 © CSIC, 2015 © Los Libros de la Catarata, 2015 Fuencarral, 70 28004 Madrid Tel. 91 532 05 04 Fax. 91 532 43 34 www.catarata.org isbn (csic): 978-84-00-09905-3 eisbn (csic): 978-84-00-09906-0 isbn (catarata): 978-84-8319-990-9 nipo: 723-15-014-7 enipo: 723-15-015-2 depósito legal: M-5.239-2015 ibic: pdZ/MJZ este libro ha sido editado para ser distribuido. la intención de los editores es que sea utiliZado lo Más aMpliaMente posible, que sean adquiridos originales para perMitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría. coMitÉ editorial pilar tigeras sáncheZ, directora pía paraJa garcía, secretaria carlos duarte quesada beatriZ hernándeZ arcediano rafael MartíneZ cáceres alfonso navas sáncheZ JosÉ Manuel prieto bernabÉ Miguel ángel puig-saMper Mulero Javier senÉn garcía conseJo asesor Matilde barón ayala JosÉ borrell andrÉs elena castro MartíneZ Miguel delibes de castro JosÉ elguero bertolini bernardo herradón garcía pilar herrero fernándeZ Manuel de león rodrígueZ eulalia pÉreZ sedeño aMparo querol siMón catálogo general de publicaciones oficiales http://publicacionesoficiales.boe.es Colección ¿Qué sabemos de? Índice CAPÍTULO 1. El genoma y los genes: empecemos por el principio 7 CAPÍTULO 2. Repasemos brevemente la historia de la terapia génica 21 CAPÍTULO 3. Una introducción: fundamento y tipos 32 CAPÍTULO 4. Mecanismos para realizar la transferencia de genes 42 CAPÍTULO 5. Dónde y cómo se puede aplicar 63 CAPÍTULO 6. Distintas aplicaciones 76 CAPÍTULO 7. Las cuestiones éticas que plantea 98 EPÍLOGO 103 BIBLIOGRAFÍA 109 7 CAPÍTULO 1 El genoma y los genes: empecemos por el principio El conocimiento acerca de la naturaleza del material gené tico ha experimentado un tremendo avance en las últimas décadas. Ahora conocemos cómo se almacena, cómo se transmite de generación en generación y cómo los errores en este material pueden causar un gran número de enfer medades. Esta comprensión de los principios genéticos y médicos es, en gran medida, la que ha alentado a los cien tíficos a considerar el tratamiento de las enfermedades ge néticas interviniendo directamente en los genes. Pero vayamos paso a paso. El propósito de este ca pítulo es proporcionar informaciónsuficiente como para entender los principios básicos que guían el desarrollo de la terapia génica y para valorar los continuos avances que se están produciendo en este campo. No se trata de realizar una descripción en profundidad de los mecanismos gené ticos y biotecnológicos, sino de situar al lector en posición de entender los hechos presentes y las posibilidades futu ras de la terapia génica, que se explicarán en los capítulos siguientes. 8 Qué es la información genética Todos los seres vivos tenemos unas características propias y nuestro organismo realiza una serie de funciones nece sarias para la vida. El genoma, o material genético, es la estructura que contiene la información necesaria para que seamos como somos y podamos realizar esas funciones, es decir, datos que condicionan desde nuestras característi cas físicas hasta las reacciones químicas que tienen lugar en nuestro organismo y, en cierta medida, nuestra inteligencia (capacidades cognitivas) y personalidad. Esta información pasa de una generación a la siguiente, de modo que la nues tra la hemos heredado de nuestros progenitores, y estos de los suyos. La información genética, compuesta en los seres humanos por alrededor de 20.000 “mensajes” o unidades de información llamadas genes, está contenida en práctica mente todas las células de cada organismo (y ¡tenemos billo nes!), la misma información en cada una de ellas. El material genético está hecho de ADN (siglas de ácido desoxirribonucleico). El ADN forma cadenas muy largas que han de empaquetarse de forma muy compacta para caber dentro del centro de control de cada célula: el núcleo. Al empaquetarse conjuntamente con otras molé culas como las proteínas, el ADN forma unas estructuras llamadas cromosomas. En concreto, cada célula humana contiene 23 pares de cromosomas, 46 en total. De ellos, 22 pares reciben el nombre de autosomas y se numeran del 1 al 22 según su tamaño, de mayor a menor. El último par es el de los cromosomas sexuales: XX en el caso de las muje res y XY para los varones. Un miembro de cada par se he reda de la madre (a través del óvulo) y el otro del padre (a través del espermatozoide) en una combinación única, ya 9 que nuestro ADN resulta de la combinación del ADN de cada progenitor, que previamente se mezcla y reorganiza de forma similar a dos tacos de cartas que se barajan jun tos para producir una combinación nueva y única, y por tanto, un ser humano nuevo y único. La única excepción a esto la constituyen los gemelos idénticos, procedentes de un único zigoto. Los cromosomas, por tanto, están compuestos por lar gas cadenas de ADN que contienen muchos genes, unos a continuación de otros, y están enrolladas de forma similar a una madeja de hilo. Y como tenemos los cromosomas por pares, tendremos al menos dos copias de cada uno de los genes, situadas en la misma posición en cada cromosoma del par, excepto para los genes que están en los cromo somas sexuales. Este par de copias de los genes se deno minan alelos. Pero los genes constituyen solamente el 2% de nuestro genoma (ADN codificante); del resto hasta hace poco se pensaba que no contenía información (de hecho se le llamaba ADN basura), aunque recientemente se ha visto que sirve, en gran parte, para funciones de control. Para qué sirve esta información El ADN contiene la información genética utilizando un lenguaje químico llamado código genético, que es igual para todos los seres vivos, y es similar a un “libro de recetas” que usa el organismo para fabricar proteínas y controlar el funcionamiento de los genes. Este código usa únicamente cuatro “letras” (o bases nitrogenadas): A, T, G y C, corres pondientes al nombre de las unidades estructurales adeni na, timina, guanina y citosina. Esas letras se agrupan de tres 10 en tres para formar “palabras” (tripletes o codones). A su vez, cada “palabra” lleva la información (decimos que co- difica) para un aminoácido, que es la unidad básica (los “ladrillos”) de que se componen las proteínas. De esta for ma, la secuencia de “palabras” de cada gen permite a las células colocar los aminoácidos en el orden correcto para formar cada proteína. La información genética contiene también instrucciones para indicar dónde empieza una proteína y dónde acaba. La estructura más frecuente del ADN consiste en dos largas cadenas de las cuatro “letras” básicas, que se en cuentran enfrentadas (emparejadas) y enrolladas forman do una doble hélice, que se empaqueta de forma muy com pacta, dando lugar a los cromosomas (figura 1). Existen unas reglas muy estrictas que rigen el emparejamiento de esas “letras”, de forma que la A solo puede enfrentarse a la T, y la G solo a la C, y viceversa. En total tenemos unos 3.000 millones de pares de bases en el genoma humano, en un filamento que mide aproximadamente dos metros y se empaqueta en el núcleo de las células. De igual forma que el ADN, las proteínas son es tructuras lineales, formadas por cadenas de aminoácidos dispuestos uno detrás de otro. Las proteínas de los seres humanos están formadas por veinte aminoácidos dife rentes; cada uno de ellos se corresponde con una o varias “palabras” diferentes. Una vez que se ha producido, la es tructura lineal de las proteínas se pliega y adopta una for ma tridimensional específica que viene determinada por la secuencia de aminoácidos que contiene. La configuración tridimensional de una proteína es esencial para su correcto funcionamiento, de ahí que si se producen cambios en la secuencia de “letras” de un gen, que conlleven cambios 11 en la secuencia de aminoácidos de la proteína, se puedan derivar cambios en su estructura que afecten seriamente a su función. Figura 1 Estructura del ADN. Los pares de bases de cada cadena se emparejan entre sí para formar la doble hélice, que se enrosca sobre sí misma para empaquetarse de forma muy compacta en los cromosomas, localizados en el núcleo de las células. Fuente: tomada de http://pixabay.com/es/gen%c3%a9tica-cromosomas-arn-adn-156404/; licencia creative commons. Y son las proteínas las principales responsables de rea lizar las funciones que las células y los organismos precisan 12 para su crecimiento, desarrollo y el mantenimiento de la salud. Así, algunas tienen como función llevar a cabo reac ciones químicas (como la digestión de los alimentos), otras forman estructuras corporales (como el colágeno de la piel o la queratina del pelo) y otras participan en la comunica ción entre las células y sistemas del cuerpo (como algunas hormonas). Pero para que las células puedan fabricar las proteínas la información de los genes se ha de trasladar desde el nú cleo, donde está el ADN, hasta el citoplasma, donde se en cuentra la maquinaria celular de síntesis de proteínas. Para ello la información de cada gen se copia en una molécula similar al ADN denominada ARN (siglas de ácido ribonu cleico) mensajero, pero que se compone de una única ca dena. Este proceso de síntesis del ARN mensajero para co piar la información del gen se llama transcripción. Debido a que el ADN se encuentra altamente empaquetado en el núcleo, para que la información de los genes pueda ser copiada al ARN mensajero primero se debe descompactar, para permitir el acceso a toda la maquinaria celular que realiza la copia. Las zonas del material genético que contie nen genes que la célula necesita con frecuencia se encuen tran menos empaquetadas y se denominan eucromatina, a diferencia de las zonas más compactas, que se copian con menor frecuencia, denominadas heterocromatina. La trans cripción de cada gen se inicia y se regula en una región del gen llamada promotor, que contiene la información necesa ria para activar o desactivar el gen que regula. El ARN mensajero está tambiénformado por secuen cias de “letras” que se agrupan de tres en tres para formar “palabras”, siendo así una copia fiel del gen. De esta for ma, la función del ARN mensajero consiste en llevar una 13 copia del gen al citoplasma para que allí se pueda fabricar la proteína correspondiente, mediante un proceso que se denomina traducción: el gen es la información original, el ARN mensajero es la copia y la proteína es el producto final que realizará la función. Pero la información que codifica para una proteína no está colocada de forma continua en el gen, sino que se alternan en su secuencia segmentos que contienen infor mación (exones) con otros segmentos no codificantes (in- trones). Una vez que se ha sintetizado el ARN mensajero como copia fiel del gen, habrá de experimentar un proceso de maduración durante el cual se eliminarán los fragmen tos que no contienen información mediante un mecanismo de corte y empalme de su secuencia, con el que se consi gue que los exones queden colocados uno a continuación del otro, conteniendo la información completa y sin inte rrupciones para la síntesis de la proteína. En los últimos años se ha avanzado mucho en el co nocimiento de la localización de los genes concretos en los cromosomas y de la secuencia de “letras” que compone cada gen. Sin embargo, todavía nos queda mucho por co nocer acerca de la función de la información contenida en muchos de ellos, para qué sirve el ADN “basura” o cómo nuestro medio ambiente puede regular la expresión de esa información. Variaciones en la información genética Cada uno de nosotros tenemos pequeñas diferencias en la secuencia de “letras” de nuestra información genética y eso es lo que nos hace únicos. La mayoría de esas variaciones 14 no tienen efecto o bien producen modificaciones inocuas, como el color de ojos o el grupo sanguíneo. Pero a veces las variaciones hacen que la información contenida en un gen no sea correcta, por lo que no será válida para producir una proteína, o bien la proteína que se produce no funcionará adecuadamente. Como consecuen cia de ello, se puede generar un problema en el desarrollo y funcionamiento de algún sistema u órgano del cuerpo y resultar en una enfermedad genética, que puede tener muy distinta gravedad: desde padecimientos de importan cia menor, como el daltonismo (dificultad para distinguir los colores), hasta otros incompatibles con la vida, como ciertas inmunodeficiencias. Estas variaciones en la infor mación genética se denominan mutaciones. Las enfermedades genéticas se clasifican, en un sen tido amplio, en aquellas causadas por una mutación do minante y las causadas por una mutación recesiva. Veamos qué significa esto y qué consecuencias tiene. Cada persona tiene al menos dos copias de cada gen, dos alelos, proce dente cada uno de ellos de un progenitor (excepto, recorde mos, los genes situados en los cromosomas sexuales). Estos alelos pueden ser versiones iguales o diferentes del gen. Cuando las dos versiones son iguales decimos que el indi viduo es homocigoto para ese gen, y cuando son diferentes decimos que es heterocigoto. Si el organismo que tiene una de las copias de un gen mutada puede todavía funcionar únicamente con la copia no afectada por la mutación se trataría de una mutación recesiva (queda oculta). La mutación en cuestión no tendría consecuencias para la salud de la persona, y se le denomina portadora de la copia defectuosa. De hecho, aunque cada persona nace con varios de sus 20.000 genes afectados por 15 mutaciones recesivas (probablemente al menos diez), las copias correctas de esos genes nos protegen de los efectos adversos. Un ejemplo de ello es el caso de la anemia falcifor me, enfermedad grave producida por un defecto en la producción de la proteína betaglobina, que forma parte de la hemoglobina de los glóbulos rojos de la sangre y se encarga de transportar el oxígeno a todas las células del organismo. Ese defecto es consecuencia de una mutación en el gen de la betaglobina, que conlleva un cambio en el sexto aminoácido de la proteína y hace que no sea efectiva. El nombre de la patología se debe a la forma de hoz que adoptan los glóbulos rojos que portan betaglobina defec tuosa. En una persona heterocigota para este gen (que tie ne un gen normal y otro con la mutación) se fabricarán tanto la proteína normal como la defectuosa, de forma que hay disponible suficiente proteína normal como para que clí nicamente no se manifieste la anemia. Sin embargo, si una persona es homocigota, es decir, hereda ambas copias del gen mutadas, entonces se desarrollará anemia falciforme como consecuencia de la ausencia total de betaglobina normal. Por tanto, para que las mutaciones recesivas sean causantes de enfermedad es necesario heredar ambas co pias del gen mutado. Por el contrario, si el organismo requiere que las dos copias del gen sean correctas para realizar la función co rrespondiente, entonces hablamos de una mutación domi- nante. En este caso, la herencia de una única copia del gen mutado implica generalmente el desarrollo de la enferme dad. El clásico ejemplo de este tipo de herencia dominante es la corea de Huntington, más conocida tras el diagnóstico de esta enfermedad en Woody Guthrie, el famoso músico 16 de folk americano. La corea de Huntington es una enfer medad degenerativa del sistema nervioso, devastadora y fatal. Se produce como consecuencia de una mutación en el gen de la huntingtina, proteína cuya función no se conoce por completo todavía, aunque sí se sabe que la realiza en las terminaciones nerviosas. Esta dolencia habitualmente no se manifiesta hasta la tercera o cuarta década de la vida, lo que supone que, cuando se produce el diagnóstico, es posible que el paciente ya haya tenido descendencia y le haya traspasado la copia del gen mu tado. En el caso de genes que se sitúan en el cromosoma X, los efectos de las mutaciones son diferentes en muje res que en varones. Debido a que los varones tienen solo un cromosoma X, las mutaciones en la mayoría de los genes situados en este cromosoma no pueden ser com pensadas por la presencia de una copia normal del gen, como sucedería en las mujeres, ya que estas tienen dos copias. Por lo tanto, los varones sufren más enfermeda des genéticas causadas por genes del cromosoma X que las mujeres. En las mujeres el exceso de información genética del cromosoma X se compensa inactivando uno de los dos cromosomas presentes en las células del organismo, de forma que solo uno de ellos es funcional. Esta inactivación se realiza al azar, por lo que las probabilidades de ser inac tivado son las mismas para ambos cromosomas X. Así, en una mujer, un defecto o mutación en un gen situado en uno de los dos cromosomas X habitualmente no da lugar a una enfermedad, ya que este gen se compensa con el gen co rrecto del otro cromosoma, que estará activo al menos en algunas células de su organismo. 17 Por lo tanto, a la hora de entender una enfermedad genética debemos conocer el lugar cromosómico donde se encuentra el gen defectuoso, es decir, si está en uno de los 22 autosomas o en los cromosomas sexuales, si la muta ción se presenta en una única copia (la persona sería he terocigota) o en doble dosis (homocigota), la naturaleza bioquímica de la función realizada por el gen y si el defecto es dominante o recesivo. Las respuestas a estas pregun tas implican estudios genéticos, bioquímicos y clínicos, así como análisis de los antecedentes familiares. ¿Se utiliza toda la información genética? A pesar de que, como ya se ha comentado, todas las célu las poseen la misma información genética, no utilizan toda esa información de forma completa y simultánea. Por el contrario, cada célula utiliza solo la parte deinformación que necesita para realizar sus funciones en cada momen to, es decir, solo están “activos” en la célula unos genes determinados. Así, por ejemplo, las células del páncreas y las del cerebro usan una parte de información común para ambas, como la que codifica para utilizar la glucosa como fuente de energía, pero también otra parte específica para cada una de ellas que permite producir insulina a las cé lulas del páncreas y transmitir los impulsos nerviosos a las células cerebrales. Como ya hemos visto, el ADN total de una célula es un filamento de una longitud de unos dos metros. Teniendo en cuenta el tamaño microscópico del núcleo de las células, donde se tiene que almacenar este ADN, el grado de compactación del material genético en el 18 núcleo es enorme. Este empaquetamiento lo realizan con ayuda de unas proteínas denominadas histonas. Sin embargo, para que un gen pueda expresarse, es decir, para que se fabrique la proteína cuya información porta, el ADN debe descompactarse en la zona donde está el gen para permitir fabricar el ARN mensajero, la copia del gen que se trasladará al lugar de síntesis de proteí nas. Y posteriormente debe compactarse de nuevo. Así, el grado de empaquetamiento del ADN en el núcleo no es uniforme, sino que existen zonas más compactadas, mientras que otras, que suelen corresponder con las que tienen información que debe ser leída en una célula y momento determinados, se mantienen más abiertas. De hecho, hay estudios que muestran que buena parte de la regulación de la expresión de los genes, es decir, la decisión de qué genes deben expresarse en cada mo mento, se realiza modificando el grado de compactación del ADN y exponiendo u ocultando de esa manera la información genética a la maquinaria que debe leerla para generar el ARN mensajero. Por otra parte, el ADN no codificante que separa unos genes de otros desempe ña un papel muy importante en “activar” y “desactivar” a los genes de acuerdo con su papel en la célula y en el control de la cantidad de una determinada proteína que se produce. Fundamento de la terapia génica En la actualidad, sabemos que las enfermedades genéticas no se limitan a trastornos familiares raros o a enferme dades genéticas fácilmente reconocibles como la anemia 19 falciforme o la corea de Huntington. De hecho, se conocen cerca de 4.000 enfermedades de las que se sabe, o se tienen fundadas sospechas, que están causadas por o relaciona das con defectos genéticos, y el número va en aumento a medida que se avanza en las investigaciones. Entre ellas se encuentran algunos de los problemas de mayor importan cia para la salud pública, como las enfermedades cardio vasculares, muchas formas de artritis y otras enfermedades degenerativas, esquizofrenia y otras alteraciones mentales o varias formas de cáncer. Los importantes descubrimientos de las últimas dé cadas acerca de cómo fabricar genes o manipular las mo léculas de ADN en el laboratorio, así como los nuevos mé todos de secuenciación (lectura de la secuencia de “letras” de los genes), han generado muy rápidamente nuevos co nocimientos sobre defectos genéticos que intervienen en muchas otras enfermedades humanas. Y son todavía, si cabe, más prometedores los métodos desarrollados para introducir información genética directamente en las célu las. Estos nuevos descubrimientos trajeron consigo la idea de que existiera la posibilidad de corregir las enfermedades genéticas humanas actuando en el mismo origen del defec to, mediante la corrección del propio gen anómalo. Nace así el pensamiento de que, frente a los tratamientos habi tuales de las enfermedades genéticas, centrados en aliviar los síntomas de los pacientes pero que no consiguen atajar el fallo causal, se puede intentar realizar la corrección di recta del defecto mediante el reemplazamiento de los ge nes defectuosos por otros correctos, para conseguir una “curación” genética permanente (figura 2). 20 Figura 2 Fundamento de la terapia génica. La secuencia del gen terapéutico, disponible en el laboratorio, se introduce en un transportador (vector), que facilitará su transferencia al interior de la célula. Los procesos de transcripción y traducción del transgén en la célula darán lugar a la síntesis de la proteína que corregirá la enfermedad. Proteína ADN Gen terapéutico (transgen) Vector Transferencia Célula Núcleo celular Transcripción Traducción 21 CAPÍTULO 2 Repasemos brevemente la historia de la terapia génica Los inicios: cómo se concibe la idea Desde que se reconoció el ADN como el soporte de la información genética a principios de los años cincuenta, se empezó a considerar que, a través de su modificación, podía existir un nuevo modo de intervención frente a la enfermedad. Y esto comenzó a hacerse efectivo pocas dé cadas más tarde. En ese corto periodo de tiempo, las técni cas utilizadas en la terapia génica han progresado desde ser totalmente fantasiosas hasta el desarrollo de su aplicación clínica. La idea de que las enfermedades genéticas, e inclu so también algunas enfermedades degenerativas e infeccio sas, puedan tratarse a nivel genético ha superado hoy sus obstáculos conceptuales y técnicos, y ha sido ampliamente aceptada en la mayoría de círculos médicos, genéticos y de políticas públicas. Así, en la actualidad, la información ge nética de una célula que tiene un gen defectuoso puede ser modificada mediante la introducción de un gen normal: es lo que se denomina terapia génica. 22 El desarrollo de la terapia génica se ha comparado con el nacimiento y progreso de la aeronáutica. De la misma manera que las fantasías de la mitología griega sobre el vuelo desastroso de Ícaro (cuyo padre fabricó unas alas que pegó a su cuerpo con cera para huir del laberinto de Minos donde estaban encerrados, pero murió al precipi tarse al mar por volar demasiado alto, ya que el calor del sol derritió la cera) dieron lugar a los imaginativos dibujos de máquinas voladoras de Leonardo da Vinci, y más tarde al diseño de numerosos artilugios extraños y complicados, la historia inicial de la terapia génica ha estado también marcada por numerosos soñadores, profetas fracasados, detractores, tropiezos y fiascos. En ambos casos, muchos de los experimentos fueron realizados demasiado pronto, antes de que se hubiesen desarrollado las herramientas adecuadas para que las hazañas tuviesen éxito. Pero así como la invención por los hermanos Wright de las prime ras máquinas voladoras, toscas pero efectivas, llevaron rá pidamente al desarrollo de los aviones supersónicos y los vuelos espaciales, también el desarrollo de la tecnología para manejar el material genético (tecnología del ADN re- combinante) ha conducido, en un periodo de tiempo sor prendentemente corto, a poder curar enfermedades que hasta la fecha no tenían cura. Veamos entonces cómo fueron los inicios de este nue vo campo. Quizá el punto de partida se sitúe en el descu brimiento en 1944 por Oswald Avery, Colin MacLeod y Maclyn McCarty de que la molécula portadora de la infor mación genética es el ADN, cuando hasta ese momento se pensaba que eran las proteínas las responsables de llevar y transmitir dicha información. En la década de 1960 se des cubrieron unas proteínas (enzimas de restricción) capaces 23 de cortar y empalmar secuencias de ADN en el tubo de ensayo, lo que supuso un gran avance en el campo de la ingeniería genética y la base de la futura terapia génica. Además, algunos experimentos mostraron que la intro ducción de genes humanos en células les proporcionaba a estas las instrucciones necesarias para producir proteínas funcionales. En 1966, Edward Tatum publicó un artícu lo en el que sugería que los virus podrían serutilizados para introducir genes en células de interés, esto es, actua rían como transportadores de esos genes (vectores). Y en 1970 Stanfield Rogers propuso el uso de ADN “bueno” para reemplazar al ADN defectuoso como mecanismo de tratamiento de las enfermedades heredadas causadas por genes incorrectos. No obstante, para ello sería necesario despojar previamente a los virus de los genes responsables de su carácter patogénico (los que los hacen causantes de enfermedades) y sustituirlos por los genes que se utiliza rían para corregir el defecto genético (genes terapéuticos). Pero por aquel entonces todavía no se habían desarrollado las herramientas biotecnológicas necesarias para llevar a cabo esta idea. A medida que los conocimientos genéticos y de bioin geniería avanzaban durante los años ochenta, la terapia génica se iba afianzando en la mente de los científicos como un método prometedor para el tratamiento de enfer medades específicas. Una de las principales razones para ello fue la mejora en la capacidad para identificar errores genéticos concretos que eran causa de enfermedades he redadas. El interés fue creciendo a medida que estudios sobre el ADN y los cromosomas, donde residen los genes, mostraron que ciertas anomalías genéticas en uno o más genes ocurrían en generaciones sucesivas de determinadas 24 familias, cuyos miembros sufrían enfermedades tan distin tas como cáncer intestinal, trastorno bipolar, enfermedad de Alzheimer, enfermedades cardiovasculares, diabetes y muchas otras. Aunque los genes pueden no ser la única causa de enfermedad en todos los casos, sí pueden hacer que ciertas personas sean más susceptibles a desarrollarla por las influencias ambientales como el tabaco, la contami nación y el estrés. Y comienza a ser realidad En diciembre de 1988 se aprobó en Estados Unidos el primer protocolo clínico (que es un experimento médico controlado realizado en hospitales que sigue unas reglas y programa muy precisos), propuesto por el grupo de Steven Rosenberg, para insertar un gen extraño en humanos. Este protocolo no constituía propiamente una terapia génica, ya que se trataba de introducir en células del sistema inmu nitario de pacientes con melanoma (un tipo de cáncer de piel) un gen que permitiese rastrear el movimiento de estas células, pero las técnicas que utilizaba eran las mismas que las requeridas para la terapia génica propiamente dicha. Y con este protocolo se demostró además que los virus modi ficados podían ser utilizados de forma segura en humanos. Así, en 1990 se llevó a cabo el primer ensayo clínico de terapia génica, utilizando un gen terapéutico, por los grupos de Steven Rosenberg, French Anderson y Michael Blaese, también en Estados Unidos. Se realizó en dos ni ñas, de 4 y 9 años, que sufrían una enfermedad denomina da inmunodeficiencia combinada severa, que produce una disfunción del sistema inmunitario que pone en riesgo la 25 vida. Estos pacientes carecen de una proteína llamada ade nosina deaminasa (ADA), lo que les hace estar indefensos ante cualquier infección; se les llama “niños burbuja” por que deben mantenerse permanentemente en un ambiente libre de gérmenes. El ensayo consistió en introducir el gen ADA correcto mediante un virus en leucocitos extraídos de la sangre de estas niñas, para posteriormente volvérselos a implantar. Una de las pacientes respondió al tratamiento con éxito, aunque de forma temporal, y la respuesta de la otra fue bastante menor. Poco tiempo después, en febrero de 1991, se autorizó el mismo tipo de terapia génica en Italia, realizada por el grupo de Claudio Bordignon. Los resultados obtenidos por ambos grupos fueron publicados en 1995, demostrando la eficacia de la técnica utilizada para la terapia génica en “niños burbuja”. En junio de 1992 el grupo de James Wilson, de la Universidad de Míchigan, publicó el tratamiento de una paciente de 29 años que sufría una forma severa de hiper colesterolemia causada por la falta de funcionamiento de sus receptores LDL, como consecuencia de tener una mu tación dominante en este gen. Los receptores LDL son unas proteínas que se encuentran en la superficie de mu chas células, especialmente en las del hígado, y que se en cargan de transportar a su interior el colesterol. Si estos receptores no funcionan correctamente, el colesterol se acu mula en la sangre, formando depósitos en las paredes de los vasos sanguíneos que acaban produciendo infartos. Incluso con los tratamientos más modernos para la hipercolesterole mia estos pacientes suelen morir por fallo cardiaco en su juventud. En este caso, se extirpó el 10% del hígado de la paciente y las células hepáticas obtenidas se tra taron con un virus que portaba una copia normal del gen del receptor 26 de LDL. Posteriormente se insertaron de nuevo las células en el hígado de la paciente y se obtuvieron resultados satis factorios: el nivel de colesterol descendió en un 30% sin uti lizar ningún tratamiento farmacológico adicional. En 1993 se realizó el tratamiento con terapia génica de un recién nacido (Andrew Gobea) con la misma in munodeficiencia que los niños tratados anteriormente. El procedimiento se realizó en células madre extraídas de la placenta y cordón umbilical inmediatamente después de su nacimiento. Las células madre, una vez que se introdujo en ellas el gen ADA correcto mediante un virus, se le in yectaron a Andrew semanalmente. Durante los siguientes años, sus leucocitos, derivados de las células madre inyec tadas, produjeron la proteína ADA, aunque más tarde fue necesario instaurar tratamientos adicionales. Poco después comenzaron otros ensayos clínicos de terapia génica para el tratamiento de diferentes enferme dades, a un ritmo cada vez mayor. Solo en 1999 se aproba ron 84 nuevos ensayos clínicos, y a mediados del año 2000 casi 4.000 pacientes habían sido ya tratados con terapia génica en más de 500 ensayos. Sin embargo, estos prime ros estudios no proporcionaron los resultados esperados, ya que en la mayoría de los casos los pacientes aún reque rían de tratamientos de seguimiento. Primeros indicios de éxito y primeras lecciones aprendidas Con el cambio de milenio empezaron a aparecer los prime ros indicios de éxito en ensayos clínicos con terapia génica para el tratamiento de la hemofilia, inmunodeficiencias o 27 el cáncer. En algunos casos el progreso se debió a que se conocían mejor los vectores virales; en otros la diferencia fue consecuencia de nuestro entendimiento de los genes y de la biología de las células tratadas. En este campo se ha aprendido mucho de los errores cometidos, y el escepticis mo bien fundado ha forzado a una mayor rigurosidad y, por consiguiente, a una mayor probabilidad de éxito. No obstante, la terapia génica sufrió un duro golpe en 1999, cuando tuvo lugar la trágica muerte de Jesse Gel singer, de 18 años. Este paciente formaba parte de un ensayo clínico de terapia génica en la Universidad de Pen silvania. Padecía una enfermedad metabólica provocada por el déficit de una proteína del hígado (la ornitina trans carbamilasa), ya que su gen, situado en el cromosoma X y del que solo tenía una copia por ser varón, estaba mutado. Esta proteína es necesaria para eliminar el exceso de ni trógeno del organismo, perjudicial especialmente para el cerebro. El sistema inmunitario de Jesse respondió inme diatamente tras la administración de una dosis demasiado alta de virus (que transportaba el gen correcto) y murió cuatro días después como consecuencia de un fallo mul tiorgánico. Su muerte se relacionó directamente con el vector viral empleado para el tratamiento, a pesar de que ningún participante del mismo ensayo clínico murió o en fermó de gravedad, aunque sí se revelaron luego ciertas irregularidadesen el protocolo. Investigaciones posterio res no solo descubrieron varios ensayos clínicos cuyo di seño o estándares éticos no eran satisfactorios, sino que también sembraron dudas en la sociedad sobre la terapia génica en general. Como consecuencia se mejoró el con trol de estos ensayos, pero la preocupación tardaría tiempo en desaparecer. 28 Un nuevo revés para la terapia génica se produjo en 2003, cuando la Agencia de Alimentos y Medicamentos esta dounidense (FDA, Food and Drug Administration) es tableció un alto temporal en todos los ensayos clínicos de terapia génica que utilizaban vectores virales en células madre de la sangre. Esto se produjo tras conocerse que dos niños tratados con terapia génica en Francia por el grupo de Alain Fischer habían desarrollado una forma de cáncer de la sangre parecida a la leucemia. Estos niños, junto con otros, habían sido tratados con éxito de una inmunode ficiencia fatal y, a diferencia de los anteriores, se habían curado completamente sin precisar medicación adicional. Posteriormente, tras la revisión cuidadosa de los procedi mientos, la FDA autorizó que se reanudasen los proyectos en curso, ya que el tratamiento había beneficiado a un gran número de niños. Principales avances realizados hasta hoy en día Ese mismo año 2003 otro grupo investigador de Los Án geles, dirigido por William Pardridge, insertó genes en el cerebro de ratas utilizando como vehículo liposomas re cubiertos por un polímero llamado polietilenglicol. Esta transferencia de genes al cerebro supuso un logro muy im portante, ya que los vectores virales son demasiado gran des para atravesar la barrera hematoencefálica, que prote ge al sistema nervioso central. Se sugirió que este método podría ser utilizado en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson. China fue el primer país en aprobar, en el año 2003, un producto para uso clínico basado en terapia génica. 29 Consiste en un virus para el tratamiento del cáncer de ca beza y cuello (Gendicine®), aunque es de destacar que fue aprobado sin tener datos de la última fase de todo ensayo clínico estándar. A pesar de la discusión suscitada acer ca de la eficacia de este tratamiento, dos años después se aprobó en ese mismo país un nuevo producto de terapia génica (Oncorine®) para el tratamiento del cáncer nasofa ríngeo en combinación con quimioterapia. En 2006 se consiguió, mediante la aplicación de te rapia génica, dirigir a los linfocitos (células de defensa del sistema inmunitario) de pacientes con melanoma avanza do para que atacasen a las células cancerígenas. Esta fue la primera vez que la terapia génica se aplicó con éxito en el tratamiento de cáncer. El mismo año, se ensayó el tratamiento del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) con terapia génica; los pacientes respondieron mos trando una respuesta buena y estable. Un año más tarde se anunció el primer ensayo clíni co para probar una revolucionaria terapia génica para un tipo de enfermedad hereditaria de la retina, la amaurosis congénita de Leber, que produce un grave déficit visual y es causada por una mutación en el gen RPE65. El virus que contenía el gen correcto se administró en el ojo de los pacientes, que experimentaron mejoras modestas en la visión y, más importante si cabe, ningún efecto secundario aparente. En 2008 un vector viral diseñado para ser utilizado en el tratamiento de tumores malignos de cerebro (Cerepro®) fue el primer y hasta ahora único vector viral que com pletó todas las fases de los ensayos clínicos previas a la comercialización de productos terapéuticos. Se han obte nido además resultados prometedores en ensayos clínicos 30 recientes de terapia génica para el tratamiento de diversas inmunodeficiencias, talasemia, hemofilia, el síndrome de WiskottAldrich y la ya mencionada amaurosis congénita de Leber. En noviembre de 2009 se publicaba en la revista Science un artículo que describía el éxito en la detención de una enfermedad cerebral fatal, la adrenoleucodistrofia, uti lizando un vector derivado del virus de la inmunodeficien cia humana (VIH), causante del sida, para el transporte de la enzima correcta. Finalmente, terminando el año 2012 la Agencia Euro pea del Medicamento recomendó por primera vez un pro ducto de terapia génica (Glybera®) para su aprobación en la Unión Europea. Se trata de un vector viral modificado para que se pueda utilizar en el tratamiento de la deficien cia de lipoproteína lipasa, una proteína necesaria para des componer la grasa de los alimentos y evitar que las partí culas de grasa se acumulen en la sangre. Figura 3 Distribución de las enfermedades que se tratan en ensayos clínicos de terapia génica. Cáncer 65% Enfermedades monogénicas 8% Enfermedades cardiovasculares 8% Enfermedades infecciosas 8% Enfermedades neurológicas 2% Enfermedades oculares 1% Otras 8% Fuente: datos tomados de ginn et al. (2013). 31 Hasta la fecha, el cáncer es la enfermedad tratada con más frecuencia mediante terapia génica, seguida de lejos por las enfermedades monogénicas (aquellas causadas por defectos en un único gen), las cardiovasculares y las infec ciosas (figura 3). Dos décadas después del inicio de la te rapia génica, casi dos millares de ensayos clínicos han sido ya realizados o se encuentran en proceso en la actualidad en todo el mundo. En el capítulo 6 abordaremos una breve descripción de las aplicaciones actuales más importantes de este tipo de terapia. La terapia génica es un nuevo campo que combina las ventajas de la farmacología —es decir, la capacidad de tratar enfermedades con sustancias que se administran ex ternamente y tienen acciones específicas— y de la cirugía —es decir, la capacidad de alterar de forma permanente tejidos u órganos—. Así, la terapia génica va más allá de una simple extensión de las prácticas médicas tradicional mente establecidas; antes bien, constituye una rama de la medicina totalmente nueva que supone una revolución en la manera de abordar el tratamiento de las enfermedades humanas. Según French Anderson, uno de los ya mencio nados pioneros de la terapia génica, en la historia de la medicina moderna se pueden señalar varias etapas funda mentales, entre las cuales se contarían la introducción de los sistemas sanitarios de salud pública, el uso de la aneste sia en la cirugía y el desarrollo de las vacunas y los antibió ticos. La terapia génica, según dicho autor, posiblemente llegue a constituir otra etapa fundamental de la medicina del futuro. 32 CAPÍTULO 3 Una introducción: fundamento y tipos ¿Qué es y cuándo se puede aplicar? Imaginemos que accidentalmente rompemos el cristal de una ventana. Para solucionar este problema tenemos dos posibles opciones: tratar de reparar el cristal con cinta adhe siva, que no supone una buena solución a largo plazo, o bien colocar un vidrio nuevo, que solventará el problema de forma definitiva. Podemos pensar en una enfermedad como si fuese un “cristal roto”. Numerosas enfermedades se producen como consecuencia de defectos, o mutacio nes, en ciertos genes, que provocan que las proteínas cuya información portan no funcionen correctamente, lo que interfiere en el funcionamiento normal de las células. Así que, si un gen defectuoso causa nuestro “cristal roto”, ¿cuáles son nuestras opciones para repararlo? Podemos tratar la enfermedad con medicamentos u otros tipos de terapia (fisioterapia, psicoterapia, etc.), cuya eficacia a lar go plazo dependerá de la enfermedad de la que se trate, pero que en todo caso no suponen una solución definitiva 33 (curación); o podemos introducir en las células una copia correcta del gen que sustituya a la defectuosa, resolviendo el problema de forma concluyente. Como ya hemos visto,en la actualidad, la dotación genética de una célula puede ser modificada mediante la introducción en ella de un gen normal que sustituya a un gen defectuoso; es lo que se de nomina terapia génica. La terapia génica, por tanto, se pue de definir como el conjunto de técnicas que permiten in troducir fragmentos de ADN o de ARN en el interior de células de interés (células diana), con el objeto de modular la expresión de determinadas proteínas que se encuentran alteradas; con ello se consigue revertir el trastorno biológi co que las proteínas alteradas producen. La terapia génica se puede utilizar para curar enfer medades hereditarias o enfermedades adquiridas. Como hemos visto en el capítulo anterior, originalmente se con cibió como alternativa para el tratamiento de enfermeda des hereditarias, ya que trataba de corregir una deficiencia genética introduciendo en las células con genes defectuo sos otros genes normales que fuesen capaces de realizar la función que no pueden llevar a cabo los genes defectuosos. Sin embargo, a medida que las técnicas fueron avanzando, se desarrollaron posteriormente otras modalidades de te rapia génica para tratar enfermedades adquiridas. Algunas consisten en introducir en las células del paciente un gen especialmente diseñado para dotarlas de una nueva pro piedad. Este es, por ejemplo, el caso de la aplicación de la terapia génica para el tratamiento de pacientes infectados con el virus del sida: se trata de introducir en las células sanguíneas del paciente copias de un gen que obstaculiza la replicación del virus, frenando así el progreso de la enfer medad. En otras situaciones puede buscarse lo contrario, 34 es decir, impedir el funcionamiento de genes cuya inter vención contribuye al desarrollo de una enfermedad. Es el caso cáncer: en esta enfermedad hay una proliferación incontrolada de células tumorales que causan un daño en el organismo. La terapia génica tratará en esta ocasión de suprimir la actividad de los genes implicados en la prolife ración de las células tumorales. Aunque hoy en día las técnicas básicas para trasladar genes de una célula a otra se realizan fácilmente, para que la aplicación de un programa de terapia génica tenga éxito se deben cumplir una serie de condiciones y requerimien tos muy específicos, tanto metodológicos como clínicos, entre los cuales cabe mencionar los siguientes: • El gen que se desea transferir, denominado gen te- rapéutico, debe haber sido identificado y aislado, y debe encontrarse en una forma adecuada para la transferencia. • Debe disponerse de un medio efectivo para realizar la transferencia del gen al interior de las células que se desea tratar. • El tejido donde se encuentran las células diana ha de ser accesible para los mecanismos de transferen cia génica. • El gen que va a ser transferido debe ser colocado en células en las que tendrá un funcionamiento normal y efectivo. Como ya hemos visto, hay genes que solo se expresan —solo producen la proteína cuya infor mación portan— en determinados tipos de células, ya que es ahí en donde es necesario que esas proteí nas funcionen. Por tanto, no será necesario sustituir un gen defectuoso en todas las células, sino solo en 35 aquellas que vayan a utilizar su información. Así, al gunas enfermedades tales como la fibrosis quística, que afecta principalmente al sistema respiratorio, requieren que el gen se inserte en tejido pulmonar; para la hemofilia, causada por un defecto en la coa gulación de la sangre, el gen debe ser colocado en células que transporten proteínas del factor VIII o IX (proteínas que participan en el proceso de coa gulación) en el torrente sanguíneo. • Una vez que se ha transferido, el gen deberá fun cionar en la célula por un tiempo prolongado, idealmente de forma indefinida, ya que de lo con trario habría que realizar la transferencia periódi camente. En la práctica esto supone que o bien las células con el nuevo gen, llamadas células trans- fectadas, deben sobrevivir ellas mismas durante un lar go periodo de tiempo, o bien que cuando se di vidan para dar lugar a nuevas células hijas deben poder pasar el nuevo gen a las futuras generaciones de células. • Los genes que se han transferido, llamados transge- nes, deben tener una expresión apropiada, es decir, en la célula transfectada se debe producir suficiente proteína a partir del nuevo gen, de forma que esta sea capaz de realizar la función para la que está des tinada. • La transferencia de nuevos genes no debe afectar al ADN normal de la célula. Si el gen se introduce al azar en cualquier sitio del ADN celular, otros genes podrían resultar alterados (por ejemplo porque la inserción se produzca en el medio de su secuen cia, lo que se denomina mutagénesis por inserción) o 36 algunos que normalmente están en reposo podrían ser “activados”, pudiendo desencadenar un proce so de cáncer (como sucedió en el caso de los niños con inmunodeficiencia tratados con terapia génica que desarrollaron una forma de cáncer de la sangre parecida a la leucemia, explicado en el capítulo an terior) u otros cambios celulares aberrantes. El ob jetivo de la terapia génica es incorporar una nueva función a la célula sin alterar ninguna de las otras funciones celulares normales. Idealmente, el nue vo gen debería introducirse en el mismo lugar que ocupaba el gen defectuoso cuya función se trata de restaurar, pero este proceso es muy complejo y actualmente todavía no se dispone de la tecnología precisa que se requiere para poder llevarlo a cabo. • La transferencia del nuevo gen no debe desencade nar ninguna reacción del sistema inmune que limite o impida la efectividad del tratamiento con terapia génica, o de futuros tratamientos, o que produz ca serios efectos secundarios. Recordemos que la primera víctima mortal de la terapia génica (Jesse Gelsinger) falleció precisamente como consecuen cia de una reacción inmune fatal. • Desde un punto de vista clínico, la aplicación de un procedimiento de terapia génica debe suponer que no hay disponible ninguna otra forma de terapia igual mente efectiva que pueda ser aplicada al paciente. En resumen, en una situación ideal el resultado de la terapia génica debería ser la curación definitiva del pacien te, de por vida, mediante un solo tratamiento y sin que este produzca efectos colaterales o secundarios indeseables. Sin 37 embargo, dado que la experiencia real de este tipo de te rapias aún se encuentra alejada de ese resultado idílico, en los programas de terapia génica se barajan dos términos médicos clave: la seguridad y la eficacia. La seguridad se refiere a minimizar los daños al paciente y la eficacia se re fiere al grado de éxito obtenido en cuanto a la curación de la enfermedad que se trata. En términos prácticos, este éxito depende también de la disponibilidad de medios por parte del sistema sanitario y de la accesibilidad a estos tra tamientos por parte de la población: ¿resulta la terapia gé nica ventajosa en términos coste/beneficio?, ¿se encontra rá disponible para todos aquellos que la puedan necesitar? Tipos de terapia génica Existen dos tipos principales de terapia génica en función de la naturaleza de las células diana sobre las cuales se apli que: la terapia génica de células germinales y la de células somáticas. Las células germinales son las que intervienen en la reproducción (los gametos: óvulos en las mujeres y esperma tozoides en los varones). La terapia génica de células germi nales tiene como objetivo modificar la dotación genética de la descendencia. Ya que todas las células de un organismo proceden de la unión primitiva de un óvulo y un espermato zoide, cualquier modificación que se realice en los genes de alguno de losgametos, o bien directamente en el embrión, se transmitirá a todas las células del nuevo ser. La terapia génica de línea germinal se consiguió por primera vez en 1983 en ratones, al introducir con éxito el gen de la hormona de crecimiento humana en embriones 38 de ratón mediante microinyección (el gen se inserta di rectamente en el embrión utilizando una aguja muy fina). Entre la minoría de embriones en los que la integración del gen tenía éxito, los gametos producidos al llegar a adultos también resultaron modificados, y el gen de la hormona de crecimiento humana fue transmitido a las generaciones posteriores (los ratones eran anormalmente grandes). Este tipo de terapia génica sería la indicada para co rregir de forma definitiva las enfermedades hereditarias. Aunque en principio es posible realizarla en los seres hu manos, presenta importantes problemas. En primer lugar, los embriones inyectados suelen morir y algunos desarro llan tumores y malformaciones. En segundo lugar, en las enfermedades genéticas lo habitual es que al menos la mi tad de los embriones generados a partir de los mismos pro genitores sean normales. La solución más sencilla consis tiría en obtener embriones mediante fertilización in vitro y seleccionar para su implantación solo aquellos que estén libres de la enfermedad (lo que se denomina diagnóstico ge- nético preimplantacional), ya que el tratamiento de los em briones anormales es mucho más complejo y costoso. Por último, existen también consideraciones éticas; en especial se contempla el peligro de la modificación del patrimonio genético de la especie humana y el riesgo de prácticas de eugenesia (mejora de las características hereditarias huma nas) por selección artificial de genes que pudiesen confe rir caracteres ventajosos a los individuos. De ahí que no parezca razonable que la terapia génica germinal humana pueda llegar a ser útil o deseable. Por otra parte, la terapia génica somática es aquella dirigida a modificar la dotación genética de células no ger minales, es decir, de las células somáticas o constituyentes 39 del organismo. Como consecuencia de ello, la modifica ción genética introducida mediante la terapia génica no puede ser transmitida a la descendencia y sus efectos están restringidos a un individuo concreto. Por consenso general entre los investigadores y con la legislación actual, basa da en motivos éticos y de seguridad, solamente se llevan a cabo protocolos clínicos de este tipo de terapia génica. En principio, la terapia génica somática no ha sido motivo de reservas éticas, salvo las relacionadas con su posible aplica ción a la ingeniería genética de potenciación, es decir, toda manipulación genética cuyo objetivo sea potenciar algún carácter, como la altura, pero sin pretender tratar enferme dad alguna. Formas de introducir los nuevos genes Las diferentes técnicas que se emplean para realizar pro gramas de terapia génica pueden ser divididas en dos cla ses, según la forma de introducir el nuevo gen en las célu las: aquellas en las que la transferencia del gen ocurre fuera del cuerpo del paciente (transferencia ex vivo) y aquellas en las que la introducción del gen ocurre dentro del pa ciente (transferencia in vivo) (figura 4). Para llevar a cabo la terapia génica ex vivo las células que se van a tratar son extraídas del paciente y aisladas, se las hace crecer en cultivo en el laboratorio y se someten en tonces al proceso de transferencia in vitro. Posteriormente se seleccionan aquellas células en las que la transferencia ha sido exitosa, se hacen crecer en cultivo para aumentar su número y se introducen de nuevo en el paciente. Las célu las que pueden ser tratadas con este procedimiento deben 40 ser susceptibles de ser extraídas del organismo humano y reintroducidas en él con facilidad, y ser lo suficientemente fuertes como para resistir la manipulación. Las principales ventajas de este tipo de transferencia son que permite ele gir el tipo de célula a tratar, que se mantiene un estrecho control sobre todo el proceso y que la eficacia del proceso de transferencia es elevada. Los problemas más importan tes de esta modalidad están asociados con la mayor com plejidad y coste de los procedimientos experimentales, así como con la imposibilidad de utilizar células de aquellos tejidos que no se pueden hacer crecer en cultivo. Además, la manipulación de las células fuera del propio cuerpo lleva siempre consigo el riesgo de posibles contaminaciones con bacterias, hongos u otros microorganismos. Figura 4 Formas de introducir los nuevos genes en las células. El gen terapéutico (transgén) puede introducirse directamente en el paciente mediante un tratamiento in vivo, o bien puede ser introducido en células previamente extraídas del paciente y cultivadas en el laboratorio (ex vivo), para posteriormente ser reimplantadas en el paciente. Por su parte, la terapia génica in vivo agrupa todas las técnicas en las que el material genético se introduce Introducción del transgén en las células IN VIVO EX VIVO Introducción directa del transgén en el paciente Extracción de células del paciente Reimplantación de las células en el paciente 41 directamente en las células del organismo, sin que se pro duzca ninguna extracción de células ni su manipulación in vitro. El nuevo gen se transporta generalmente a través de la circulación sanguínea utilizando transportadores denomi nados vectores, que se explicarán en detalle en el capítulo siguiente. La gran ventaja de las técnicas in vivo sobre la terapia génica ex vivo es su mayor sencillez y que no tienen riesgo de contaminación. Sin embargo, presentan el inconveniente de que el grado de control sobre todo el proceso de transferencia es bastante menor y que también resulta difícil conseguir un alto grado de especificidad ti sular, es decir que el material genético transferido se in troduzca únicamente en el tipo de células que interesan. Asimismo, la eficiencia global es también menor puesto que, una vez que se ha realizado la transferencia, no se puede amplificar el número de células transfectadas. Una modalidad de la transferencia in vivo la constituye la tera pia génica in situ, que tiene lugar cuando la modificación genética de las células del paciente se realiza introducien do el gen terapéutico directamente en el propio órgano del individuo que manifiesta las consecuencias de la en fermedad que se desea corregir; por ejemplo, en el pul món en el caso de la fibrosis quística o en el músculo en el caso la distrofia muscular de Duchenne. Mientras que la terapia génica ex vivo se realiza en una base más individ ual, puesto que se requiere de las células del paciente para llevarla a cabo, las estrategias in vivo podrían ser realiza das como “producción en masa”. Generalmente, desde el punto de vista comercial, es más deseable desarrollar un producto o un proceso que no necesita ser individualiza do; por eso muchas compañías farmacéuticas prefieren los métodos in vivo. 42 CAPÍTULO 4 Mecanismos para realizar la transferencia de genes ¿Adónde van los genes introducidos en las células? Recordemos que, en una situación ideal, con la aplicación de una terapia génica la enfermedad debería ser curada de por vida mediante un solo tratamiento y sin que este produjera efectos colaterales. Además, la introducción del gen en el material genético de la célula debería llevarse a cabo con total precisión; es decir, el gen normal o terapéu tico debería reemplazar exactamente al gen defectuoso en el mismo lugar, proceso que se denomina recombinación homóloga. Sin embargo, hoy por hoy esto no es factible en la especie humana, aunque sí se ha realizado en otros ma míferos, principalmente en ratones.Por lo tanto, la apro ximación alternativa de la terapia génica consiste en que el producto sintetizado a partir del gen sano introducido en las células humanas servirá para corregir la carencia o de fecto del producto sintetizado a partir del gen defectuoso. Mediante esta aproximación se abordaría el trata miento de las enfermedades producidas por un único gen 43 con una mutación recesiva, que, como vimos en el primer capítulo, suponen que para que la enfermedad se mani fieste la persona debe portar ambas copias del gen mu tadas; como consecuencia, o bien no se produce proteína en absoluto, o bien la proteína que se produce a partir del gen mutado no funciona correctamente. Las enfermeda des producidas por un gen con una mutación dominante, en las cuales solo es necesario que el individuo tenga una de las dos copias del gen mutada, son más difíciles de tra tar porque la enfermedad no es debida a la ausencia de una cierta actividad, sino a que a partir del gen mutado se sintetiza un producto dañino para las células del paciente. Para estos casos se emplea una estrategia distinta: la terapia antisentido, que abordaremos en el capítulo 5. Quedan asi mismo inicialmente descartadas por su complejidad para ser abordadas mediante terapia génica las enfermedades causadas por anomalías cromosómicas, como el síndrome de Down, que se caracteriza por tener un cromosoma ex tra en el par 21. Así, la terapia génica requiere que se transfieran de forma eficiente los genes terapéuticos a las células enfer mas, de manera que los genes introducidos sean expre sados en cantidad adecuada. En principio, se dispone de muchos métodos diferentes tanto biológicos como físi coquímicos para realizar la transferencia de genes al inte rior de las células humanas. Pero el tamaño del fragmento de ADN que puede ser transferido es en ocasiones limita do, y el tamaño de los genes puede llegar a ser muy grande. En consecuencia, en estos casos el gen que se transfiere no es un gen convencional, copia exacta del gen normal, sino que se utiliza un gen artificial más pequeño, que conten ga la información mínima esencial para generar proteína 44 (generalmente se prescinde de los intrones: regiones del gen que no contienen información codificante) y que fun cione correctamente. Una vez que se ha producido la transferencia, los nue vos genes pueden llegar a integrarse en los cromosomas de la célula o permanecer independientes del material genético celular como elementos genéticos extracromo sómicos (fuera de los cromosomas, llamados episomas). La principal ventaja de que el gen se integre en el geno ma celular es que puede perpetuarse a la descendencia de las células. El primer proceso que tiene lugar cuando una célula se va a dividir para dar lugar a dos células hijas es la duplicación del material genético: el ADN hace una copia exacta de sí mismo para que cada una de las dos descendientes tenga la misma información. Por lo tanto, si el nuevo transgén está integrado en un cromosoma, será también copiado para ser transmitido fielmente a las células de la progenie. De esta forma se obtiene una ex presión estable del transgén a largo plazo. Así, en los te jidos formados por células en división activa, la clave del éxito de una terapia génica será dirigir la modificación a las células madre, que son una población minoritaria de células precursoras por cuya división se producen las células diferenciadas maduras del tejido. Además, las cé lulas madre no solo dan lugar a las células maduras del tejido, sino que al mismo tiempo ellas mismas se renue van. En consecuencia, se trata de una población inmortal de células a partir de la cual se genera todo el resto de células del tejido. La transferencia eficiente de genes a las células madre y la posterior expresión estable del nuevo gen ofrece, por lo tanto, la posibilidad de curar definiti vamente un trastorno genético. 45 No obstante, la integración cromosómica tiene tam bién sus inconvenientes, debido a que la inserción suele ocurrir casi al azar, es decir, en cualquier lugar del genoma, por lo que la localización de los genes insertados puede variar enormemente entre células. En algunos casos, los genes insertados pueden no expresarse y, por lo tanto, no dar lugar a la proteína deseada. Esto se produce porque la inserción tiene lugar en regiones muy condensadas del material genético (heterocromatina), de difícil acceso para la maquinaria celular que se encarga de producir el ARN mensajero, necesario para llevar la información del gen fue ra del núcleo para que se pueda sintetizar la proteína. En otras ocasiones, la integración puede provocar la muerte de la célula debido a que, por ejemplo, la inserción se pro duzca en el medio de la secuencia de un gen crucial para la vida de la célula. Esta inserción interrumpe la información de ese gen e impide con ello que se pueda expresar. Estas dos posibilidades tienen consecuencias únicamente para la célula en la que sucede la integración. Pero una preocupación aún mayor es el riesgo de de sarrollo de cáncer: la integración en un sitio inadecuado puede perturbar la expresión normal de los genes que controlan la división celular y llevar a una proliferación incontrolada de las células que acaben transformándose en malignas. La terapia génica ex vivo ofrece al menos la oportunidad de seleccionar aquellas células en las que la in tegración ha tenido éxito sin consecuencias negativas, gracias a que estas células se hacen crecer en cultivo en el laboratorio y se comprueba si producen la proteína de seada y si presentan alguna evidencia obvia de transforma ción cancerosa, como paso previo a su reintroducción en el paciente. 46 Por el contrario, algunos sistemas de transferencia gé nica están diseñados para insertar genes en células don de pueden quedar como elementos extracromosómicos y tener una expresión elevada, dando lugar a suficiente cantidad de proteína. Pero si las células están dividién dose de forma continua, el gen introducido solamente se transmitirá a parte de las células hijas, porque no se co pia antes de cada división, por lo que su expresión a largo plazo puede ser un problema. El resultado es que para curar de forma definitiva un trastorno genético pueden hacer falta tratamientos de terapia génica repe tidos cada cierto tiempo. Sin embargo, en algunos casos puede ser que no haga falta una expresión estable a lar go plazo del transgén. Por ejemplo, en las terapias géni cas contra el cáncer se suele buscar la transferencia a las células cancerosas de genes cuya expresión dé lugar a un producto tóxico o que conduzca de alguna manera a la muerte de la célula. Una vez que se hayan eliminado las células tumorales, ya no será necesaria nunca más la ex presión del gen insertado. Métodos para la transferencia de genes Para alcanzar, con una terapia génica, el efecto biológi co deseado es necesario introducir de manera eficaz el gen de interés en la célula diana. La implantación de un nuevo gen en un paciente es un proceso difícil; el ADN no se puede simplemente tragar como una píldora ni inyectarse directamente en la sangre. El ADN desnudo (sin ninguna cubierta protectora) en el organismo se de terioraría y además no podría reconocer efectivamente o 47 penetrar en las células diana a las cuales está destinado. Este ADN desnudo necesita un transportador, o vector, para protegerlo y dirigirlo hacia las células correctas del organismo. Una vez que se ha introducido el transgén en las células diana, hay que conseguir que se exprese, es de cir, que se sintetice la proteína cuya información codi fica. Esto supone que se debe disponer de promotores adecuados (recordemos que el promotor es la región del gen que controla su expresión)para conseguir la máxima expresión del gen que ha sido introducido en la célula. En general, un vector “ideal” para poder ser utili za do en terapia génica debería ser fácil de preparar, te ner gran capacidad para poder transportar genes terapéuticos de gran tamaño, funcionar tanto en células en división como en las que no lo están (llamadas células quiescentes), no pro ducir toxicidad en el paciente, ser “invisible” para el sis tema inmune, poder dirigirse a distintos tipos de cé lulas diana, ser persistente en las células en las que se ha in troducido durante largos periodos de tiempo y poseer ele mentos que puedan regular la expresión del gen terapéu tico según sea necesario. Hoy en día todavía no existe un único vector que reú na todas estas características que hemos descrito como ideales, aunque hay una amplia variedad de sistemas de transferencia, cada uno con ventajas e inconvenientes, cuya utilidad difiere según la aplicación a la que se des tine. Los principales sistemas de transferencia utilizados pueden agruparse en dos tipos principales: los méto dos de transferencia que utilizan virus y los métodos de transferencia físicoquímicos. 48 Métodos de transferencia virales Los virus son microorganismos infecciosos, constituidos por fragmentos de ADN o ARN contenidos en el interior de una cápsula proteica y, en algunos casos, rodeados de una envuelta lipoproteica. Los virus no tienen metabolismo propio, por lo que han de introducirse en el interior de las células y utilizar su maquinaria celular para reproducirse, generando, por una parte, copias de su material genético y, por otra, sintetizando las proteínas necesarias para formar la cápsula, codificadas en el genoma viral. Cuando se han producido estos componentes y las nuevas partículas vira les se han ensamblado, estas son liberadas de la célula hos pedadora, lo que generalmente produce la muerte de esta. El genoma de los virus está formado por varios genes. Este material genético puede ser modificado por ingenie ría genética para extraer aquellos genes que le confieren sus características dañinas e introducir el gen o los genes deseados para realizar la terapia génica. Posteriormente, los virus se cultivan y purifican en medios celulares espe ciales hasta que se verifica su inocuidad. En esencia, los vectores virales que se utilizan para terapia génica son vi rus modificados con los cuales, literalmente, se infecta al paciente. Estos virus depositarán su material genético en el núcleo de las células a las que infectan; la expresión de ese material genético dará lugar a la proteína deseada para la terapia. El tamaño del gen que puede ser transferido al emplear vectores virales depende del tamaño del propio virus y constituye un factor limitante a la hora de insertar genes de gran longitud. Actualmente, los virus son los vectores que más se utilizan en terapia génica. Como ya se ha comentado, los 49 vectores virales se obtienen por eliminación de uno o más genes indispensables para la replicación del virus y su susti tución por el gen terapéutico. De esta forma, el nuevo virus es defectivo, lo que significa que mantiene la capacidad de infectar las células pero es incapaz de multiplicarse en ellas. Es decir, un virus puede ser transformado estructuralmente mediante diversas técnicas, dando lugar a un vector relati vamente seguro, siempre y cuando se sustituyan los genes responsables de su replicación y virulencia por los genes te rapéuticos, manteniendo su capacidad infectiva intacta. Los vectores virales constituyen los sistemas más efi caces para transferir genes, ya que son capaces de infectar una elevada proporción de las células diana, es decir, po seen una elevada eficacia de transferencia, que en algunos casos llega a ser incluso del 100%. Existen, sin embargo, importantes limitaciones en el empleo de virus derivadas de la transferencia y la expresión de genes virales. En con secuencia, la seguridad en el empleo de los vectores vira les constituye una importante preocupación, bien porque puede producirse una transferencia involuntaria del virus patógeno nativo (que no ha sido modificado), bien por que la introducción del genoma del virus al azar en el de la célula hospedadora afecte a genes originales de esta (la ya definida mutagénesis por inserción) o produzca la ac tivación de genes implicados en el desarrollo de procesos cancerosos. Además, cuando se utilizan vectores virales existe una pequeña probabilidad de que estos vectores infecten las células reproductoras del paciente, introduciendo en ellas el ADN que portan. Si esto ocurre, los cambios produci dos pasarán a la posible descendencia que el paciente ten ga tras el tratamiento. 50 Otro punto clave que se debe considerar en la terapia génica in vivo al usar vectores virales es la reacción inmu nitaria que el organismo del paciente puede poner en mar cha. Como consecuencia, es posible que el sistema inmune elimine el material genético que se ha introducido y pro duzca la muerte de las células que han sido modificadas por la transferencia. Para contrarrestar esta reacción inmu ne se intenta eliminar el mayor número posible de genes virales del vector, con el fin de obtener una expresión más estable del gen terapéutico. También es preciso mencionar que la cantidad de material genético que los virus pueden transportar es limitada y que la producción de vectores vi rales en grandes cantidades es difícil y muy costosa. Los virus que más se utilizan para la realización de la transferencia génica son los retrovirus, los adenovirus, los virus adenoasociados y los herpes virus. Los retrovirus son virus ARN, es decir, contienen ARN como material genético, pero dentro de la célula se convierte en ADN por acción de una proteína (la transcriptasa inversa, codificada en su propio material genético) que además se integra en el genoma de la célula a la que infectan. Tienen capacidad para transportar genes terapéuticos relativamente grandes (de 9.000 a 12.000 bases, que, recordemos, son las “letras” del ADN), pero para ello se eliminan del genoma del virus los genes que portan información para la cápsula proteica y la maduración del virus dentro de la célula hospedadora. En consecuencia, para obtenerlos en el laboratorio se ne cesitan células empaquetadoras, que proporcionan al virus esas proteínas y permiten así su replicación y obtención en cantidad suficiente. El proceso consiste en realizar una transferencia inicial a las células empaquetadoras de ADN que contiene los genes eliminados del genoma del virus. 51 Posteriormente se realiza una segunda transferencia en la cual se introduce el genoma del virus modificado, que ya contiene el transgén. Una vez que los vectores retrovirales se han inyectado en la célula diana, integran su ADN en el genoma de esta, expresando así el transgén. Como las proteínas del virus no son expresadas, no se produce res puesta inmunitaria. Tienen una alta eficacia de transferen cia, y también de expresión del transgén, y constituyen un sistema bien estudiado. Sin embargo, estos virus no son ca paces de atravesar la membrana celular, solo pueden entrar en las células (infectarlas) cuando estas están en división, lo cual limita de forma importante su uso, ya que no son válidos para tratar células que no se dividen. Además, las cantidades de virus que se obtienen en el laboratorio hasta ahora son bajos y la integración en el genoma se produce al azar, con el consiguiente riesgo asociado a una inserción inadecuada. Los adenovirus son una familia de virus ADN que causan infecciones en el tracto respiratorio humano. El ta maño del ADN exógeno que se puede insertar en ellos está limitado a 4.0005.000 bases. En este caso no se necesita la
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