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Chartier-y-Hebrard-Las-Revoluciones-de-La-Lectura

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Título dei original en francês:
Discours sur la lecture de Madame Chartier Anne-Marie 
World copyrigth © Librairie Arthème Fayard, 2000
Traducción: Margarita Mizraji 
Diseno de cubierta: Marc Valls
Primera edición: septiembre dei 2002, Barcelona
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano
© Editorial Gedisa, S.A.
Paseo Bonanova, 9 I o- Ia 
08022 Barcelona. Espana 
Tel. 93 253 09 04 
Fax 93 253 09 05
Correo electrónico: gedisa@gedisa.com 
http://www.gedisa.com
ISBN: 84—7432-956-6 ■
Depósito legal: B. 29753-2002
Impreso por: Limpergraf 
Mogoda 29-31, Barberà dei Vallés
Impreso en Espana :
Printed in Spain
Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier 
medio de impresión, en forma idêntica, extractada o modificada, 
en castellano o en cualauier otro idioma.
índice
La lectura de u'n siglo a otro ...................... : : .................. 9
La coyuntura de la I II República antes de 1914 ......... 9
Desde la Primera Guerra Mundial hasta las mutaciones
de la década de 1970 ..................... .................... .. 12
1980-2000: de los iletrados a los ín ternautas.............. 16
1. Lectores en extincion: íletrismo e iletrados ............... 21
De la incredulidad a la movilización general:
la proliferación de discursos .......................................... 21
Análisis militantes:
ATD-Quart Monde y el descubrimiento dei iletrismo . 26
El iletrismo en el discurso de los médios .................... 31
Discursos de autoridad: las políticas públicas
y el análisis de los expertos....................................... 35
Definir y euantificar.................... 37
Polêmicas mediãticas acerca de las representaciones.
dei iletrismo y de los iletrados ................................. 41
Prevenir y cu ra r .......... ............... 46
N o ta s ................................................................................ 49
2. Las prácticas de lectura corriente:
el fin de «la excepción cultural» ................ ................ . 57
La lectura letrada ya no es el paradigma
de la cu ltura...................................... 57
La êxplosión de las investigaciones sobre la lectura . . 61
La lectura entre recomendación escolar, innovación
pedagógica e investigación .................. 64
La psicologia cognitiva y el acto de leer, entre expertos
y aprendices.................... .. ....................................... 68
Definir y medir las «competências básicas» ................ 75
. Consumos culturales v usos de la lectura:
la lección de los núm eros........ . . . .............. .................. 82
Lectores populares y lectores cultos, entre particiones
y trayectorias de le c tu ra ........................................... 88
Lecturas por placer y lecturas dfe estúdio . ...........'. . . . 92
Leer y hacer leer 1a literatura, a pesar de todo ........... . 95
Lectura pública, derecho de préstamo y economia
dei libro ............ ........................................................ 100
. .N o tas.................... .................................... ............
3. La lectura-escritura, de los informáticos
a los internautas .................................................
De las tecnologias dei cálculo al procesamiento
de la in form ación.............................................
Pantallas y teclados, de las lecturas de uso
a las lecturas in teractivas...............................
La interactividad entre creación literaria y juego
de roles .............................................................
La interactividad en los softwares de lectura
de la AFL . ................... . . .................................... .. 139
Venturas, y desventuras de la informatizacíón
en la Biblioteca Nacional de F ra n c ia ....................... 148
«Internet, el éxtasis y ei espanto» ................................. 156
Leer la «hablaescritura» electrónica . . . . . . . . .......... 1 . 163
Texto e hipertexto: leer significa «crear vínculos» . . . . 169
N o ta s ............ ................................ , ................................ 179
C o n c l u s ió n . Las revoluciones de la le c tu ra ................ .. . 193
La invención dei libro moderno y de lá lectura visual . 193
La alfabetización masiva y «leer solamente» .............. 195
Modelos de lectura en competência............................... 197
Internet, revolución dei libro y de la lectura ............ .. 199
La lectura, la memória y el o lv id o ................................. 201
Escribir-leer <^ es una forma de caza furtiva? .............. 203
N o ta s ................................ ........................................... 204
121
121
124
4/10
Conclusión
Las revoluciones de la lectura
Ya se han producido revoluciones en la cultura escrita. A l situar 
en una misma página a Gutenberg, Erasmo y Lutero, los ma- 
nuales de historia les han ensenado a generaciones de escolares 
a «establecer el vínculo» entre la invención de la imprenta, el hu­
manismo dei Renacimiento y la Reforma protestante. En todas 
partes donde se han creado escuelas, la difusión de libros impre- 
sos ha permitido, el ingreso á la lectura de una población que has­
ta ese momento se había mantenido al margen de los textos es­
critos. Esta innovación que ha desplazaao las fronteras entre 
lectores y no lectores gha sido una revolución1 de la lectura? An­
tes v después de Gutenberg, leemos siempre en libros, y los ca­
racteres de imprenta en nada cambian las modalidades de la lec­
tura: abrir el libro, encontrar el nombre dei autor y el título, dar 
vuelta a las páginas y avanzar renglón por renglón, capítulo por 
capítulo, hasta la última página. Gutenberg ha revolucionado la 
técnica de reproducción de textos, pero no la de la recepción.2
L a invención dei libro moderno 
y de la lectura visual
Para encontrar una innovación relacionada con los soportes dei texto 
escrito y que modifique los gestos de lectura, es necesario remontarse 
hasta los primeros siglos de nuestra era, cuando el rollo que sostene-
193
mos desplegado con las dos manos, el volumen, es reemplazado por 
las hojas plegadas y cosidas en forma de cuadernilio: es el códice, sóli­
do, fácil de transportar y de enorme capacidad. A llí se puede escri- 
bir recto verso, aüadir folios a los folios y reunir en ese artefacto «por­
tátil» un anaquel de biblioteca cubierto de rollos. Para orientamos 
en medio de una masa de escritura tan compacta, poco a poco in­
ventamos técnicas: división dei códice en «libros» foliados, pagina- 
ción, remisiones, índice. Las Epístolas y los Evangelios llevan las 
marcas de esta revolución: san Ambrosio, san Agustín y san Jeróni- 
mo fácilmente pueden tener ante sus' ojos vários libros, «navegar» de 
uno al otro, de citas a referencias, y confeccionar cuadros sinópti- 
cos cuando van de los textos a su hipertexto, el Libro de los libros, 
Biblia, Sancti Libri, Sanctae Scripturae. Veíerum et Novum Testa­
mento,'. sin embargo, las palabras antiguas (biblos, el papiro, liber, la 
corteza, volumen, el rollo) persisten a través dei tiempo para desig­
nar nuevas realidades textuales; por ejemplo, hoy décimos «lei tu 
documento» y no tu «cátodo» para hablar de un texto en la pantalla.
Hay otra «revolución» que se produce entre este invento que 
hace posible una nueva lectura y la era Gutenberg. Los historia­
dores3 ya han identificado las modificaciones que aparecen en los 
textos entre los siglos viu y XI, mucho antes en Irlanda y en Ingla­
terra que en el resto de Europa continental, para ayudar a leer a 
los monjes que no hablaban fluidamente el latín. Los manuscritos 
de la Alta Edad Media aparecen con escritura continua, como en 
la Antigüedad, cuando un esclavo-lector daba voz a la escritura 
frente a su auditório. Para facilitar esta lectura en vozalta y tam- 
bién el acceso al sentido, se comienzan a separar ias palabras (por 
puntos y luego por espacios en blanco). A continuación se separan 
los grupos de palabras (a partir dei siglo IX, aparecen signos de 
puntuación como el punto y coma o el punto). Hoy no quedan du- 
das acerca dei efecto producido: se trata dei nacimiento de una lec­
tura visual, mediante el reconocímiento directo de las palabras es­
critas. Si bien es cierto que siempre ha sido posible efectuar una 
lectura «con voz contenida» (submissa voce o suppressa voce) con 
los manuscritos en scriptio continua, la gran novedad que aporta 
esta.lectura visual es que puede ser (según los expertos) más rápi­
da que la voz. Aumenta prodigiosamente lo que puede leer una
194
memória humana; permite leer más o menos rápido según el inte- 
rés que se suscite, retroceder, demorarse en una oración o párrafo, 
en función de las dificultades, la profundidad o la riqueza dei tex­
to. Frente a la página, el lector permanece aislado, en su silencio y 
sus pensamientos. De tal modo, la'forma material dei libro y una 
codiftcación diferente de la escritura hacen posibles -sólo posi- 
bles- nuevos procedimientos mentales para procesar los textos.
Nuestra modemidad lectora comienza en plena Edad Media, 
mueho antes de Gutenberg, cuando en el siglo XII se inventa la 
figura dei intelectual clérigo,4 lector-escritor, docente-investiga- 
dor. Su trabajo.se divide entonces en dos etapas: primero, trabajo 
solitário y silencioso dei que lee o escribe (la escritura autografa5 
se desarrolla de una sola vez o para corregir el texto dictado a 
un secretario, antes de que los copistas lo pasen en limpio); luego 
llega el momento de compartir y de ensenar y aqui la palabra 
viva retoma su lugar. La trilogia monástica (Jectio, rurrúnatio, con- 
templatio) desaparece frente a la trilogia escolástica: lectio (explica- 
ción y comentário), disputatio- (arte de la discusión y de Ia argu- 
mentación) y praedicatio (ensenanza espiritual y moral). Para 
guiar a los estudiantes en medio dei laberinto de los textos, mien- 
tras que los libros son excesivamente escasos en las bibliotecas, 
donde el silencio de las miradas ha reemplazado al murmullo de las 
voees, los profesores redactan muchos resúmenes y compilaciones, 
de tal modo que la lectura moderna muy pronto produce su antído­
to, un abundante cuerpo pedagógico controlado en forma ortodoxa.
Sin embargo, en este enfrentamiento con la página, ^ cómo impedir 
los pensamientos heterodoxos? tCómo suprimir en los novatos la sos- 
pecha de que en los manuales se filtran verdades peligrosas, reserva­
das a la casta de los clérigos? Así, la lectura silenciosa prepara intér­
pretes rebeldes, virtuosos de la disputatio, que encuentran en su lectura 
de la tradición algunos elementos para sostener pensamientos nuevos.
La alfabetización masiva y «leer solamente»
A partir dei Renacimiento, se entrecruzan los caminos de la lec­
tura silenciosa individual y la lectura colectiva en voz alta. Las
técnicas de escritura inventadas para leer el latín son difundidas 
por los impresores-tipógrafos que toman decisiones acerca de la 
ortografia de las lenguas nacionales6 con mucha mayor eficacia 
que los gramáticos. La lectura visual conquista a las elites ins- 
truidas, nobles y burgueses, pero leer en voz alta sigue siendo 
una práctica común en todas las capas sociales, de tal modo que 
el contacto con los textos escritos supera ampliamente el círculo 
de los lectores: lectores humanistas, lecturas comunitárias de 
novelas o de obras de teatro, lecturas religiosas en los cenáculos 
reformados o los grupos religiosos. Leer es siempre una cuestión 
de verdad en la que cada uno pone en juego su salvación eterna,
. pero con las guerras de rgligión también constituye un peligro, 
puesto que los libros (libelos, ediciones de la Biblia, devociona- 
rios) denuncian cuál es la iglesia que frecuenta el lector. Lo mis- 
mo ocurre con los simples catecismos que se apresuran a escribir 
los reformadores, Lutero y Calvino, pero también las ordenes de 
magistério surgidas de la Contrarreforma católica, como Pierre 
Canisius, Charles Borromée y más adelante Jean Baptiste de La 
Salle. En toda Europa mediante la catequización comienza la pri­
mera gran alfabetización masiva: leer en el texto las verdades de 
la fe para conocerlas literalmente.
La gran innovación de los tiempos modernos es haber diso- 
ciado la lectura de la escritura para permitir una educación cris- 
tiana —reformada o católica- apoyada en la memorización -de un 
pequeno conjunto de textos (Pater, Credo) que se leen y releen sin 
cesar. Entre los siglos xvn y xvui se instala una ensenanza «de 
tres velocidades», puesto que entre la gran masa de analfabetos 
y el pequeno conjunto de letrados existe una cantidad cada vez 
mayor de personas que saben «leer solamente».' En el caso de los 
alumnos de las escuelas humildes, puede pensarse que sólo Ue- 
garán a «leer, escribir y calcular» puesto que estos conocimientos 
están disociados y, en realidad, se suceden en el aprendizaje. Así, 
quien sabe leer podrá decir en voz alta textos que todo el mundo 
conoce ya, en los salterios, los libros de horas o los libritos de di- 
vulgación; aquellos, poco numerosos, que, más allá de la lectura 
han aprendido «la escritura», pueden copiar o escribir de acuerdo 
a modelos (contratos, teneduría de libros). Para un ex alumno de
196
losjesuítas o de los oradores sagrados, semejantedhisfcnícár.ece
de todo sentido. Asistimos al collège para recibir mm ed c. cíói
que nos permita, después de muchas versiones y temas (ejerei:-
cios de lectura-escriturajconocer las humanidades, eiaborarhiri ' ?
buen discurso, tener una biblioteca, escribir cartas con suficiente
fluidez.
A fines dei siglo xvill, junto ada lectura intensiva tradicional 
(religiosa, lenta, repetitiva, colectiva, seria), aparece una lectura 
extensiva (profana, rápida, ávida de novedades, individual, hedo­
nista), al punto de que los contemporâneos hablan de una «revo- 
lución de la lectura» que a algunos les preocupa más que la Re- 
volución francesa. «Entre otras muchás alteraciones dei espírítu, la 
lectura de novelas provoca.que la distracción se convierta en algo 
habitual», escribe Inmanuel Kant, quien denuncia los estragos 
de esta lectura droga, tan irresistible que los espíritus cautivados 
permanecen indiferentes ante las prohibiciones de las autorida­
des espirituales o acadêmicas. Esta lectura es tan temible porque 
incluso las mujeres y los ninos, las doncellas y los artesanos pue- 
den convertirse en lectores incontrolables, sin ser profesionales de 
los textos. La responsabilidad de los estados en matéria de educa- 
ción popular se convierte en un tema de urgência política. Guan­
do la Revolución industrial transforma las imprentas en rotati­
vas y ofrece periódicos escandalosos por treinta cêntimos,8 todo el 
mundo percibe que una alfabetización veraaderamente generali­
zada incluye tantos peiigros como promesas: «Leen demasiado, 
leen de cualquier manera, leen cualquier cosa»: comienza la era 
de los discursos sobre la lectura-
Modelos de lectura en competência .
Mientras la competência se produce entre diversosrsoperteSifSl 
libro o el diário, la novela o la revista ilustrada); quejimpfrgffh 
una jerarquía de valores (leer para edificación .odeeítjf 
traerse, para educarse o informarse) y diversasrlítádMlil 
lectura (leer lentamente o rápido, releer od 
en la edad de oro: en los discursos, cada, instdtSi
10
1
«sus» lecturas, manifiesía sus prioridades y aquello que rechaza, j
así como los esfuerzos que hay que desplegar para inculcárselos I
a las jóvenes generaeiones. Como vector obligado dei saber, de la 
información, de lo imaginário, la lectura es el paradigma de toda 
formación. Cuando, a mediados dei siglo XX, las informaciones y 
los pasatiemposse trasladan bacia el sonido y la imagen, los ad­
versários de ayer se reencuentran en una unión sagrada para re­
sistir al enemigo, la televisión, prototipo de la incultura y dei 
consumo pasivo. Puesto que sólo la lectura puede «formar», hay 
que hacer lo imposible por hacer leer: el verbo «leer» se convirtió 
en intransitivo. ^Cómo repensar las recomendaciones, las media- 
cxones, la seducción institucional que permita apartar a los ninos 
de la pantalla chicâ? ^Cómo ganar más adultos para la lectura, de 
modo que los jóvenes no tengan sólo la experiencia familiar de las 
reuniones sociales televisadas?
Se comienzan a estimular las lecturas que ayer se considera- 
ban indignas (revistas ilustradas, tebeos, folletines) con la espe- 
ranza de que esos pequenos peldanos llevarán sin mucho dolor 
hasta la cima desde la cual un día se hará posible «sumergirse en 
los grandes libros» con estremecimientos de placer. Se les explica 
a los padres, a, los ninos, a los docentes que la lectura es todopo- 
derosa en el mercado de los saberes rentables, los que permiten 
el êxito en la escuela y la obtención de títulos acadêmicos. Esta 
movilización para lograr que se lea todo, a cualquier precio y en 
el menor tiempo posible, se hace a costa de múltiples simplifica- 
ciones. Lo que permite el êxito escolar no es la lectura sino la leç- 
tura a través de la escritura. Pero no cualquier escritura: la de 
los ejercicíos. La escuela evalúa la precisión enunciativa, la exac- 
titud sintáctica, el dominio de la lengua formal. Es más, los «dies- 
tros en matemática» han reemplazado a los «diestros en tema».
En el liceo, el prestigio de los estúdios científicos ha aumentado 
sobre los estúdios literários y las palabras claves ya no son «co­
mente, desarrolle, admire», sino «analice, resuma, argumente».
Por lo tanto, todo está dispuesto para que llegue a su fin esta 
disyuneión entre lectura y escritura, surgida en el siglo xvi. Du­
rante la década de 1980, el sustantivo compuesto «lectura-escri- 
tura» pasa a ser de uso comente en los textos pedagógicos v en
198 71
los artículos que habian de los nuevos Letrados- 
la dificultad conceptual para designar ese terri tnri o mn 
que invade poco a poco la vida de las empresas, los.-.equipopypbapgg 
y las relaciones administrativas: la «cultura escrita > 
contemporânea, despiadada con aquellos que prefieren ;preg£mi 
tar para saber, hacer y discutir para comprender, los que preíieren 
capturar el tiempo, confiar en la palabra de alguien y no obedecer 
las ordenes escritas por máquinas. En un fenômeno se cristali- 
zan todas estas realidades dispersas, confusas, contradictorias, 
fenômeno que tiene un nombre y un rostro: Internet.
Internet, revolnción dei libro y de la lectura
La originalidad —y tal vez lo inquietante— de nuestro presente reside 
en que las diferentes revoluciones de la cultura escrita que, en el pa- 
sado, habian estado dispersas, se despliegan hoy en forma simultâ­
nea. En efecto, la revolución dei texto electrónico es al mismo tiempo 
una revolución de la técnica de producción y de reproducción de tex­
tos, una revolución dei soporte de lo escrito y una revolución de las 
prácticas de lectura.9
La revolución de las técnicas de producción y de reproducción de 
los textos consiste en que queda potencialmente abolida la sepa- 
ración entre el trabajo dei autor (concebir y escribir un texto);, dei 
editor (fijar el texto, corregirlo, diagramarlo) y el dei ímprespr 
(armar el prototipo y «sacar» gran cantidad de reprodueçiQBeshu 
Ahora cada autor puede autoeditarse, sabiendo que el-textonque 
el lector «descarga» en su máquina tal vez no respfeteímifelaítip.dr. 
grafia ni la paginación dei texto de partida: lafioim a se_hãne-sa- 
parable dei contenido. Los antiguos oficios relaciwn^d<pu^Oirq}’„^f ■ 
tarea han pagado los primeros costos y el prppir oflop^do 
descubridor, filtro, garante de un texto fiiadp;■coniu>sfíi l.q^çatal.oga: 
oficialmente, está en büsca de un nueyo,fiituçgíi .. t 
La revolución dei soporte consiste enf,I 
restringe el espacio y obliga a leer vcrtiealm 
fijo. Las investigaciones actuales que;
10
ai- libro sü movilidad y su ligereza (e-book, libros en soporte con 
tinta electrónica) toman nota de los limites de la pantalla-má- 
quina, cuya incomodidad11 se hace más evidente ahora que ya no 
sorprenden sus ventajas. A l pásar dei volumen al códice, el libro 
había aumentado al mismo tiempo su solidez y su capacidad: nos 
podíamos llevar de viaje toda una biblioteca antigua. La lectura 
con ordenador nos encierra de nuevo en el scriptorium. A l pasar 
dei libro en papel al libro electrónico, los técnicos intentan hacer 
ia misma apuesta: un solo libro, que podemos llevar con nosotros, 
que contendría una biblioteca moderna. Otro camino se abre en 
paralelo, con la edición de libros por unidad, por encargo, que se 
entregan a domicilio en un tiempo récord. El fabricante también 
utilizaria el software paso a paso, tratando de no recargarse de 
existências: venta on Une. sin duda, y muerte dei librero. Pero la 
muerte mil veces anunciada dei querido libro de papel, que nun­
ca se queda atrás, que se desliza en un bolsillo, se ojea y se lee en 
cualquier parte, sin otro instrumento que la luz (y tal vez gafas), 
sin duda no es algo inminente.
Con respecto a la revolución de los modos de leer: en este pun- 
to las proyecciones son las más inciertas, pues todas las práctícas 
coexisten en el espacio social y a veces en el mismo individuo. En 
efecto, los modos de leer varían primero en función de las finalida­
des de cada lectura: el que hace «zapping» en forma activa en las 
páginas de Le Monde no adopta la misma estratégia para leer 
cómo se arma un mueble, recibir su correo electrónico o leerle un 
álbum a su hijo. Sin embargo, existen efectos retrospectivos de 
una práctica dominante sobre todas las otras y en ese punto son 
más sensibles las fronteras entre generaciones. Por ejemplo, 1a. di- 
ficultad o la facílidad para leer un texto-imagen (como el tebeo) o 
escritos no lineales (esquemas, organigramas, planos) se corres­
ponde con conocimientos profesionales, o bien con hábitos cuitu- 
rales aprendidos antes de la edad adulta. Entre quienes leen hoy 
en la pantalla, se encuentran los que aprendieron a leer «antes» y 
continúan haciéndolo con sus antiguos reflejos, y los más jóvenes, 
que conocen mejor las imágenes y los esquemas que la literatura. 
En los médios, los primeros platican más que los segundos, toda­
via durante algún tiempo más.
200
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La lectura, la memória v el olvido
Dos .temas reeurrentes aparecen en los discursos: cantidad y veloci- 
dad. «jTodo y de inmediato!», solicitaba imperiosamente una lectora 
de la Biblioteca Nacional. La esperanza mítica, pero persistente, de 
poseer todos los textos dei mundo de pronto parece algo realizabie, 
puesto que las existências serían la producción mundial, el alma- 
cenamiento seria inmaterial y la consulta no tendría un lugar fijo.
Cuando se proclamo que la Biblioteca abarcaba todos los libros, 
la primera reacción fue de extravagante felícidad. Todos los hom- 
bres se sintieron senores de un tesoro intacto y secreto. No había 
problema personai o mundial cuya elocuente solución no existiera: 
en algún sitio. El universo estaba justificado, el universo brusca­
mente usurpo las dimensiones ilimitadas de la esperanza.12
En la biblioteca de Babel se incluyen ab aeterno todos los libros 
que podrían escribirse a partir de la combinatoria dei alfabeto. 
Por lo tanto, la casi totalídad de los textos es ilegible («Uno cons- 
taba de las letras MCV, perversamente repetidas desde el ren- 
glón primero hasta el último.» [«La biblioteca de Babel», p.77]. Es 
un tesoro inútil, porque ningún lector tiene la mínima posibili- 
dad de encontrar el libro que necesita dentro de la totalidad de lo 
legible.A l llevar hasta el absurdo la fantasia de la totalización, 
Borges describe el mito de Internet que alimenta discursos entu­
siastas. Como Internet, Babel-no tiene problemas de espacio, ni 
de limites en secciones: ambos son infinitos, por decreto literário 
o por potencialidad electrónica. El problema consiste en el tièm- 
po de consulta, también indefinido, de textos inútiles. Ahora 
bien, (jcómo saber que los recursos de un sitio o que un libro «no 
valen la pena» si no los abrimos personalmente? ^Es necesario 
seguir la lógica dei catálogo?, el boca a boca13 o el rumor, final­
mente más eficaces cuando la situación es de lleno hasta el tope? 
El internauta feliz es el que explora sin saber qué busca y espera 
a ver qué encuentra: caza furtiva y comercio de ocasión. - á-nulí?
Pero hay que actuar rápido, no perder las buenas oportunidades, 
pues nada garantiza que el sitio esté abierto la próxima;;séáaánÁ.
8/10
Por lo tanto, la totalidad que realiza Internet no es de ninguna 
manera aquella a la que aspira el curador de la Biblioteca Nacio­
nal de Francia. Más cercano al sueno de los pioneros de la Aso- 
ciación de Bibliotecários Franceses (ABF) es una combinación de 
grandes tiendas y de biblioteca pública de información que des- 
maleza. rotura o apisona los documentos «para los que ha pasa- 
do el tiempo»,14 como decía Ernest Coyecque a princípios de siglo. 
En Internet el tiempo «pasa» todos los dias. Gran cantidad de sítios 
ya no son accesibles, han cambiado de lugar o han desaparecido: 
«E rro r 404», responde el servidor. El hecho de que los critérios 
que rigen ese tipo de destruccíón por el momento no sean explíci­
tos no es algo que preocupa a los internautas, ávidos de verlo y 
saberlo todo (de lo que «ocurre») y menos todavia la voluntad de 
guardar en la memória lo que han descubierto. Lo importante es 
estar en la actualidad, «al corriente», rasgo que en Internet se 
pone de manifiesto al amplificarse pero que ha regido el ciber- 
mundo. Todo el mundo deplora la obsolescência rápida de los «pro- 
ductos» literários, el hecho de que un libro «arranque» o no dentro 
dei mes siguiente a su publieación. Para que a uno lo lean rápido, 
hay que escribir algo breve. Pero para encontrarse en disposición 
de recibir la siguiente novedad, ^no es necesario no sólo deshacer- 
se de los libros sino también olvidarlos?
Todo lo que esté publicado en otra lengua que no sea el inglês 
—forget it.
Todo lo que no sea un artículo de revista-/brgeí it.
Todo lo que no esté publicado en una de las prestigiosas revistas 
X,Y,Z-forget it.
Todo lo que fue publicado hace alrededor de cinco anos - forget it.
Al enunciar las cuatro regias de la «capacidad de olvido científi­
ca», Harald Weinrích13 senala las connivencias culturales que 
permiten vincular, por una parte, ciências, técnicas, información 
y 'actualidad con una economia dei presente y con lecturas de lo 
efímero y, por la otra, literaturas, ciências humanas, museos y... 
escuelas con una economia de la memória y relecturas comparti- 
das. A l igual que hace un siglo, los bibliotecários, distribuídos en-
202
tre curadores de patrimônio y mediadores de actuálidad,ipe5tg[- 
necen a los dos campos. • • v novLittt
Escribir-leer ges una forma de caza furtiva?
En 1980. Michel de Certeau establecía una oposición entre los es­
critores sedentários, «fundadores de un lugar propio, herederos 
de los labradores de antano pero en la tierra dei lenguaje, cáva- 
dores de pozos y constructores de casas» y los lectores-viajeros 
que «circulan en las tierras ajenas, nômadas que cazan furtiva­
mente a través de los campos que no han escrito ellos, arreba-- 
tándose los bienes de Egipto para disfrutarlos».16 Durante veinte 
anos, esta metáfora dei lector-cazador furtivo ha sido de mucha 
utilidad. Hoy en día, cuando Internet realiza el paradigma de un 
nomadismo y caza furtiva generalizados, tal vez valga la pena 
volver a tomaria. En primer lugar, porque lo que constituía el iti­
nerário singular dei lector, que no tenía que dar cuenta a nadie, 
se ha convertido en el discurso prescriptivo de los nuevos médios: 
«jNomadismo y caza furtiva!».
Esta exhortación se ha convertido en la nueva norma discur­
siva; orden paradójica emitida por los organizadores de cruceros 
por el ciberespacio, que proponen viajes organizados para turis­
tas apremiados o poco aventureros. Lo que es más extrano toda­
via es que la definición dei lector bien podría aplicarse también 
al «escriba», a quien ya no nos atrevemos a Uamar «escritor». 
Quienes labran todavia «la tierra dei lenguaje», «fundadores de 
un lugar propio», ya no son (en los discursos) los que se refieren 
a los propósitos y las funciones de la escritura. Las escrituras de 
los escribas contemporâneos se han vuelto a su vez efímeras, fur­
tivas, al mismo tiempo que proliferantes e mtemiinabies. Así se rea­
liza la predicción de Julio Cortázar en el «Fin dei mundo dei fin»:
Como la cantidad de escribas irá en aumento, los pocos lectores 
que quedan por el mundo cambiarán de oficio y se convertirán tam­
bién en escribas...».
203
•En. un inundo en el cual el hecho de leer-escribir corresponde a 
una urgente necesidad y una imperiosa obligación, en la que se 
redefine como se comparten los poderes y exclusiones vinculados 
al texto escrito, todavia no sabemos qué tipo de cultura (sin duda. 
plural) podrá venir. Después de todo, los monjes que eran maios 
latinistas fueron los que hicieron posible la lectura que practica- 
mos, y la novela, gênero denigrado entre todos los demás, se ha 
convertido en la base de las lecturas escolares de formación. Por 
lo tanto, no siempre lo peor es seguro. A partir de la incultura de 
una época puede surgir la cultura de otra.
Notas
1. Es el título de un libro ya clásíco de Elizabeth L. Eisenstein, The 
Printing Revolution in Early Modem Europe, Cambridge (U.K) y Nue- 
va York. Cambridge University Press, 1983, trad.fr.: La Révolution de 
Timprimé à Vaube de VEurope moderne, Paris, La Découverte, 1991.'
2. Histoire de la lecture dans le monde Occidental, compil. por Gu- 
glielmo Cavallo y Roger Chartier, Paris, Le Seuil, 1997. Los datos que 
se presentan a continuación se refieren a las diferentes contribuciones 
de esta síntesis.
3. Paul Saenger, Space between Words: the Origins of Silent Rea- 
ding, Stanford (Ca.), Stanford University Press, 1997.
4. Jacques Le Goff, Les Intellectuels au Moyen Age, Paris, Le Seuil, 
1985.
5. Marie Dominique Chenu, Saint Thomas d’Aquin et lathéologie, Pa­
ris, Le Seuil, col. «Maitres spirituels», 1977. En esta obra encontramos el 
facsímil de una página dictada por santo Tomás de Aquino y luego anota­
da por él.
■ 6. Susan Baddeley, UOrtographe française au ternps de la Reforme, 
Ginebra, Droz, 1993.
7. François Furet y Jacques Ozouf, Lire et écrire. Ualphabétisation 
des Français de Calvin à Jules Ferry, 2 vols., Paris. Editions de Minuit, 
1977. ■
■ 8. Frédéric Barbier y Catherine Bertho Lavenir, Histoire des mé­
dias, de Diderot à Internet, Paris, Armand Colin, 1996, p.145.
9. Roger Chartier, «Lá mort du lecteur?», en Oú va le livre? compil. 
por Jean Yves Mollier, Paris, La Dispute, 2000, p.252.
204 10 / ‘
10. En marzo de 2000 Stephen King publico en el sitio de su editor, 
Simon and Schuster, una novela que muy pronto fue pirateada. El 24 
de julio de 2000 publico en su propio sitio Web el comienzo de un libro 
inédito en forma de folletín, The Plant, que se recibía mediante el pago 
por correo. Su editor lamenta esta iniciativa porque perturba el proce- 
so habitual de edición.
11. Un estúdio efectuado en junio de 1998 (Beta Research Inc.) 
mostraba que la lectura en ia pantalla deteriora en un 40% el rendi- 
miento dei sujeto en reiación con la lectura en papel (un desarrollo ho­
rizontal, como seguir un libro página por página, parecería preferiblea 
un desarrollo vertical). Alain Jacquesson y Alexis. Rivier, Documents et 
biblíothèques numériques, op. cit., pp.275-276.
12. Jorge Luis Borges, «La biblioteca de Babel», Ficciones (1956), 
Buenos Aires, Emecé, 1956, p.80. Suscribiendo la tesis de la inventiva 
dei lector (si no la de su genio), nos hemos tomado la libertad de modi­
ficar en dos palabras el texto de Borges. Como además conservamos to­
davia un antiguo reflejo de fídelidad a la letra, confesamos esta licencia 
a los lectores de notas al pie de página. Evidentemente Borges no escri- 
bió: «en algún sitio», sino «en algún hexágono» (lo cual, en la economia 
de su relato, hipertexto de nuestra cita, equivale «casi» a Io mismo, por­
que muchos internautas creen también que los sitios son perpetuos, si 
no eternos).
13. Acerca dei «boca a boca» y su eficacia, véase el dossier de Le 
Monde de Véducation, noviembre de 1998, pp.65-72, en particular, «In­
ternet, elle surfe, elle surfe, la rumeur».
14. Cfr. Bull.ABF, 1921, p.50.
15. Harald Weinrich, Léthé. Art et critique de Voubli, Paris, Fayard, 
1999, p.294 (edic, alem., 1997).
16. Michel de Certeau, LTnvention dü quotidien. 1. Arts de faire, 
Paris, UGE, 10/18, 1980, p.292.
17. Julio Cortázar, «Fin dei mundo dei fin». Historias de cronopios 
y de famas (1962).
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