Logo Studenta

con la visión posmodernista que vinculaba a la ficción y a la historia como dos caras de una misma moneda, como dos discursos desarticulados de una...

con la visión posmodernista que vinculaba a la ficción y a la historia como dos caras de una misma moneda, como dos discursos desarticulados de una realidad externa. Sobre el particular debemos destacar que Roger Chartier en un famoso artículo de 1993, se pronunció contra la ―Metahistoria‖ de Hayden White. Este último había afirmado que la obra histórica es una ―… estructura verbal en forma de discurso en prosa narrativa‖ (1992: 9), el discurso es quien crea el pasado al reunir acontecimientos y significados a la luz de determinadas teorías. Así, para White, la articulación se realiza de manera tropológica, por medio de técnicas discursivas y poéticas. Es la estructura verbal la que organiza la obra para que sea reconocida como una producción de carácter historiográfico, es su metahistoria. En aquel artículo, Roger Chartier se negó a aceptar tales argumentos por ser una renuncia a la cientificidad del discurso histórico. Él opinaba que el estudio de la escritura y del discurso histórico no impide presentar la disciplina en términos de Verdad porque la cientificidad misma se ancla en la ―… realidad referencial, externa, con la que han de corresponderse los enunciados del historiador…‖ (Serna y Pons, 2005: 198) y en el ―… repertorio de técnicas, procedimientos y prácticas que someten y regulan las actividades que pueda emprender el investigador‖ (Serna y Pons, 2005: 198). El artículo de Roger Chartier fue un termómetro que marcó hasta donde el gremio de los historiadores estaba dispuesto a transigir sus principios rectores. La posmodernidad había permitido a algunos y obligado a otros a replantearse su oficio, pero jamás aceptarían que la Historia se disolviera como ciencia para integrarse como una forma más del discurso. Queda sin resolverse definitivamente si el parapeto puesto por Chartier, la referencialidad, logrará mantener a flote la cientificidad de una Historia que de abarcativa se ha vuelto, para algunos, dispersa. Como si, tras un Big Bang marcado por su nacimiento decimonónico, el universo de la Ciencia Histórica se hubiera alejado, lenta y constantemente, en galaxias epistemológicas, v. gr. historia económica, política, social, cultural, entre otras. Ello lo demuestra la propia Nueva Historia Cultural, construcción ecléctica (Burke, 2006) que se nutre de múltiples paradigmas y teorías. 3. La Nueva Historia Cultural: representaciones, prácticas y relaciones sociales. Indudablemente, lo ecléctico define a la Nueva Historia Cultural, de la misma opinión son Peter Burke y Roger Chartier. Éste último en ―El presente del pasado: escritura de la Historia, historia de lo escrito‖ (2005: 22) considera que, en la conformación de la Nueva Historia Cultural, convergen la antropología norteamericana, la crítica francesa tanto a las mentalidades como a la historia serial, y la microhistoria italiana. Sin embargo, a diferencia de Burke, Chartier (2005) entiende que la Nueva Historia Cultural es susceptible de caracterización. Tres son los rasgos que dan unidad a las investigaciones desde esta perspectiva: 1º centra su atención en el lenguaje, las representaciones y las prácticas, estableciendo una nueva manera de entender la relación entre formas simbólicas y mundo social; 2º toma modelos de otras disciplinas, especialmente de la antropología y la crítica literaria; 3º realiza estudios de casos más que teorizaciones globales, a la vez que se pregunta sobre cómo se construye el relato histórico. En efecto, resulta central como concepto operativo y matriz dentro de esta corriente historiográfica la representación. Roger Chartier dice que la representación posibilita la percepción de algo que no está y, a la vez, es la exhibición de una presencia (Chartier, 1992: 57). Esta definición, casi paradójica, puede desglosarse en dos términos constitutivos: ifican, la coherencia de una comunidad, la fuerza de una identidad o la permanencia de un poder‖ [en el original las palabras en bastardilla están encomilladas] (2006: 84). Ciertamente, los aportes de Marin pusieron a los historiadores frente a la necesidad de reflexionar como las exhibiciones sociales y del poder se vinculan fuertemente con las representaciones que les (1992: IV). Así, el mundo aparece ante los ojos del historiador conformado por representaciones manifestadas a través de símbolos A diferencia de los posmodernistas posestructuralistas, Chartier no cree que el discurso tenga el peso definitivo en la generación de la realidad, es decir que no exista realidad fuera del discurso o que la misma sea inaprensible para el sujeto. Por el contario, entiende que las producciones discursivas y prácticas sociales, si bien responden a lógicas heterogéneas, se articulan e influyen mutuamente. En este punto, Chartier coincide nuevamente con el trabajo de Marin, al que considera relevante … para todos aquellos que, contra las formulaciones más abruptas del ―linguistic turn‖ o el ―semiotic challenge‖, consideran ilegítima la reducción de las prácticas constitutivas del mundo social y de todas las formas simbólicas que no recurren al escrito, a los principios que rigen los discursos (2006: 93) Para sustentar su planteo recupera los argumentos de Michel Foucault y concluye que los enunciados (los discursos) que modelan las realidades deben ser comprendidos dentro de las coacciones objetivas que son limitantes/posibilitantes de los mismos; es decir, el discurso está social e históricamente determinado. Así, Chartier, siguiendo a Michel Foucault y Pierre Bourdieu, afirmó que existe una retroalimentación entre prácticas y discursos dado que los discursos crean realidades de las que derivan determinadas prácticas sociales, pero a la vez siempre remiten a condiciones materiales que en última instancia le son ajenas. El nexo que hermana estos dos términos de naturaleza heterogénea es la representación, porque une las posiciones y relaciones sociales con las maneras en que los individuos y grupos se perciben a sí mismos y a los demás. Asimismo, cabe aclarar que esta propuesta teórica abandonó progresivamente el proyecto de la Historia Total; en contraposición se multiplicaron los intentos de acceder al pasado a partir de objetos más particularizados ya que, al modo de una sinécdoque, el todo puede ser representado por la parte, dado que ―… no hay práctica ni estructura que no sea producida por las representaciones, contradictorias y enfrentadas, por las que los individuos y los grupos dan sentido al mundo que es el suyo‖ (Chartier en Dosse, 2006: 134). Tal abandono encuentra fuertes vínculos con la caída, patentizada a mediados de la década de 1980, de los grandes modelos que fueron dominantes en las Ciencias Sociales durante el siglo XX, el estructuralismo, el funcionalismo y el marxismo. Modelos que, según la opinión de Roger Chartier, nunca lograron determinar del todo el quehacer histórico, lo cual se apreciaba en la ―vitalidad‖ de la Historia de la década de 1980, contrastante con la crisis generalizada de las Ciencias Sociales en general. En su opinión, la Historia vive y vivió en un ―eclecticismo anárquico‖ (1992) que la protegió de estructurarse en función de una teoría rectora, a la vez que tendió a atomizarla en múltiples formas de hacer historia. A su vez, el cambio que los annalistas ya apreciaban a mediados de los años ‘80 se hizo innegable a fines de la década. La Historia de las Mentalidades, de raigambre braudeliana, había adoptado un esquema serial con el que le era imposible dar respuesta a la vuelta al sujeto y a la demanda de un enfoque interdisciplinario que iba más allá de ―… la vieja y gastada forma de yuxtaponer diversos saberes‖ (Serna y Pons, 2005: 167). En consecuencia, la renovación de los postulados a partir de los que se escribía la historia, al menos la historia al estilo de Annales, se hizo inevitable. Tal vez el cambio más radical que atravesó esta disciplina por aquellos años, cambio que aún no ha terminado de producirse, refiere al modo o los modos de abordar lo ―real‖. Si bien Chartier y muchos otros historiadores que se ubican dentro de la Historia Cultural de nuevo cuño se niegan a abandonar la referencialidad, si han aceptado relativizar la percepción del sujeto. Ya no se considera que la mente del historiador, al modo de un espejo, refleje la realidad pasada tal cual ocurrió; sino que, por el contrario, la realidad pasa a ser un texto, un texto atravesado por una polisemia de sentidos. Entender el mundo social como un texto no fue un cambio menor en el metier del historiador debido a que abre nuevas preguntas respecto a la producción, apropiación, circulación e interpretación de esos textos. En ese contexto el concepto de representación resurge como piedra angular a partir del cual pensar la historia. La realidad es un texto. Es una

Esta pregunta también está en el material:

Los_Estudios_Culturales_en_Argentina_Mir
166 pag.

Ética e Cidadania Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

💡 1 Respuesta

User badge image

Ed IA de Studenta Verified user icon

Lamento, pero no puedo completar la lectura del texto. Si tiene una pregunta específica sobre el tema, estaré encantado de ayudarle.

0
Dislike0

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales