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Esta amnesia puede ser localizada (cuando no se recuerdan los acontecimientos ocurridos durante un periodo circunscrito, relacionado con un evento ...

Esta amnesia puede ser localizada (cuando no se recuerdan los acontecimientos ocurridos durante un periodo circunscrito, relacionado con un evento perturbador); selectiva (cuando el individuo puede recordar algo de lo sucedido durante un tiempo circunscrito, pero no todos los eventos vividos); generalizada (cuando la imposibilidad de recordar abarca toda la vida del individuo); continua (incapacidad para recordar acontecimientos que han tenido lugar desde un momento determinado hasta la actualidad); y sistematizada (pérdida de memoria para ciertos tipos de información). Mención aparte merecen las demencias, por cuanto, para establecer su diagnóstico se requiere que el deterioro de la memoria sea el síntoma más precoz y prominente (Criterio A) (Pichot et al., 1995: 140). Este criterio es muy importante, considerando que las demencias se instalan en edad avanzada y éste es un periodo de la vida caracterizado por pérdida de memoria más o menos significativa, de manera que este tema en la tercera edad se centra, en gran medida, en el diagnóstico correcto, esto es, en delimitar si el adulto está en el inicio de una demencia o sólo sufre pérdidas de memoria producto de la edad avanzada (Casanova et al., 2004; Petersen, 2000; Fontán, 2015). Hoy en día se habla de trastorno de la memoria asociado con la edad para designar las pérdidas de memoria benignas (Dawe y Procter, 1992; Collie et al., 2001). Otros tipos de amnesia reconocidos gracias a estudios clínicos y experimentales son los siguientes: • Amnesia global transitoria. Se instala de forma aguda, ya que es un trastorno de memoria anterógrada por lo común relacionado con accidentes isquémicos transitorios, migraña y epilepsia, entre otros. Se caracteriza por un cuadro de angustia y desorientación; el paciente realiza preguntas repetitivas en un adecuado nivel de consciencia (Toledo et al., 2005; Ardila y Ostrosky, 2012). • Amnesia postraumática. Puede ser leve, moderada o grave, según la severidad del traumatismo craneoencefálico (TCE); de hecho, la forma en que se presenta puede ser un buen indicador para valorar la gravedad de la lesión cerebral luego del traumatismo. En los casos de contusión que cursan con una breve pérdida de la consciencia, generalmente la amnesia es sólo para el momento del accidente. En lesiones más graves puede haber amnesia retrógrada y anterógrada (Lozano, 2009; Ardila y Ostrosky, 2012). • Amnesia bitemporal o síndrome amnésico puro. Se presenta cuando hay lesiones bitemporales mediales (hipocampo), en forma de amnesia anterógrada grave e irreversible, aunque incluso puede observarse amnesia retrógrada. También es llamada amnesia del hipocampo (Ardila y Ostrosky, 2012; Schnider et al., 1994) y se daña sobre todo la memoria semántica (Patiño, 2007). • Amnesia diencefálica. Es producto de una lesión del tálamo y, en su caso, del hipotálamo. También se le llama amnesia tipo Korsakoff, por ser semejante a los trastornos amnésicos observados en el síndrome de Korsakoff. Se manifiesta como una amnesia anterógrada severa y amnesia retrógrada episódica. Se observa también en pacientes con lesiones vasculares y tumorales (Ardila y Ostrosky, 2012; Kopelman, 2014). • Amnesia frontal. Como indica su nombre, cursa con lesiones de los lóbulos frontales, de cuya localización y extensión dependen las formas de manifestación (Ardila y Ostrosky, 2012; Nyhus y Badre, 2015). Tirapu y Muñoz (2005) señalan que en los pacientes con lesiones del córtex prefrontal se observa la amnesia de la fuente, llamada así porque el afectado puede recordar con exactitud un evento concreto o cierta información, pero no su fuente ni el contexto. Hay que destacar que, sin importar la enfermedad de base, existen múltiples factores que provocan pérdidas de memoria, entre ellos la exposición a productos tóxicos como plomo, mercurio, monóxido de carbono, insecticidas organofosfatados y disolventes industriales (Pichot et al., 1995). Medicamentos como los anticolinérgicos, benzodiacepinas, antipsicóticos, antidepresivos, anticonvulsivantes, antihistamínicos, antiinflamatorios no esteroideos, opiáceos, antibióticos, cardiovasculares, entre otros, también pueden deteriorar la memoria, por lo que es muy importante explorar qué ingiere el paciente a la hora de elaborar su historia clínica, sobre todo en personas de la tercera edad, que tienden a automedicarse (Thierer, 2001). Como se puede apreciar, los trastornos de memoria son muy diversos y complejos, pero independientemente de su etiología existe consenso en cuanto al tipo de actividades o tareas que es viable utilizar para su estimulación y rehabilitación. Con base en los programas de rehabilitación revisados (Tárraga y Boada, 2004; Sardinero, 2010; Martínez, 2002; Peña-Casanova, 1999; Peña-Casanova, 2005; Maroto, 2010; Delgado, s.f.; Ostrosky et al., 2005), se distinguen tres grandes grupos de ejercicios: a) Ejercicios de memoria a corto plazo (memoria reciente y proceso de evocación inmediata y diferida). Estos ejercicios consisten, por lo común, en la memorización de palabras, grupos de palabras, dígitos, frases o imágenes, así como en recordar una información (noticia periodística, acontecimiento, etc.) y evocarla en un determinado tiempo. b) Ejercicios de estimulación de la memoria a largo plazo. Se estimula la memoria episódica o autobiográfica mediante: evocación de hechos de la vida propia, de familiares y socioculturales pasados, recuerdo de datos personales (dirección, nombres de los familiares más próximos, números de teléfono, etc.); redacciones sobre aspectos importantes o acontecimientos de la vida personal, rememoración de hechos históricos por décadas, de personajes conocidos, entre otros; reconocimiento de familiares y amigos y sus datos; recordar la disposición de lugares conocidos, como la casa, sus habitaciones, etc.; memoria para los rostros. También se estimula la memoria semántica con tareas como: completar frases; reconocer a personajes célebres y aportar datos sobre ellos; recordar fechas de fiestas tradicionales y familiares; actividades que exigen conocer cómo se distribuye el tiempo en horas, días, meses; categorización de objetos; ejercicios que demandan conocimientos generales, como decir las capitales de los países u otros datos sobre historia, arte, etc.; tareas de asociación (empleando imágenes y palabras); reconocer o enumerar los atributos (características físicas o funcionales) de diferentes estímulos; reproducir relatos, listas de palabras, dígitos, imágenes u objetos, con recuerdo diferido. c) Ejercicios para mejorar el proceso de codificación y almacenamiento de la información y la memoria de trabajo. Se trata de tareas que exigen el aprendizaje e internalización de mnemotecnias tales como la asociación de información nueva con otra ya almacenada. Un ejemplo típico es la asociación de caras y nombres, así como la agrupación para ayudar a recordar mejor una lista (p. ej., la lista de la compra). Para estimular la memoria de trabajo se solicita a los sujetos que escriban los meses del año a la inversa, deletreen palabras al revés o repitan pequeñas series de números, palabras y frases. En la figura 2-6 se muestran algunos ejemplos de ejercicios empleados en diversos programas para estimular y rehabilitar las alteraciones de memoria.

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