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la que ningún químico sueco que se respetara prescindió: su soplete. El ejemplar del museo tiene quizá veinte centímetros de longitud y parece esta...

la que ningún químico sueco que se respetara prescindió: su soplete. El ejemplar del museo tiene quizá veinte centímetros de longitud y parece estar hecho de hierro. Es, esencialmente, un tubo delgado y elegantemente ahusado, no muy distinto de una boquilla para cigarrillos. En un extremo está un poco abocinado para producir un buen encaje con la boca del usuario. En el otro, el paso de aire está doblado en noventa grados y ha de atravesar un pequeño agujero, mientras que un orificio de salida separado drena la saliva como en un instrumento musical de viento. Soplete de químico. (Fotografía del autor.) Este simplísimo equipo fue la clave para el análisis de minerales desconocidos. Tenía la gran ventaja de que podía utilizarse en el campo. Según una guía publicada por un distinguido mineralogista sueco, suponía nada menos que un «laboratorio de bolsillo». Incluso Goethe, un entusiasta científico aficionado, tuvo a Berzelius como instructor de su uso. Posteriormente, el soplete químico sería sustituido por el espectroscopio, pero siguió siendo una característica de la enseñanza de la química analítica hasta mediados del siglo XX; Anders Lundgren recuerda que en la facultad probó uno, y me describe cómo funciona. Aunque es relativamente sencillo, exige pulmones potentes y una habilidad diabólica si ha de producir buenos resultados. Su gran versatilidad reside en el hecho de que puede utilizarse para dirigir un chorro de aire a través de las diferentes regiones de una llama, con lo que produce una zona de elevada temperatura que es capaz ya sea de oxidar, ya de reducir (el proceso químico inverso), una muestra mineral situada en su recorrido. Si todos los sentidos están alerta, a este proceso aparentemente tosco le puede seguir una amplia gama de información diagnóstica. Si el usuario tiene el aliento para mantener el flujo de aire durante diez o quince minutos, para permitir que el material de la muestra alcance el calor rojo, el color de la llama puede cambiar repetidamente a medida que diferentes elementos metálicos se vaporizan de ella (que es la razón por la que el conducto de aire está doblado, con el fin de que el usuario obtenga una visión clara del punto en el que la llama incide sobre el mineral). El olor de los vapores puede confirmar la presencia de ingredientes no metálicos, como azufre, selenio y telurio. Incluso el sonido que el mineral hace puede ser significativo; un ruido crepitante, por ejemplo, es característico de que agua enlazada químicamente se libera de la muestra. Para mí, el soplete parece expresar la esencia de lo que Anders me describe característicamente como la «química buena y aburrida» de Suecia. Incluso los científicos pudieron aburrirse, en ocasiones, sudando y soplando frustrados a minerales ilegibles, disolviéndolos hasta producir una sucesión interminable de sales prácticamente indistinguibles. Se trata de un mundo que parece alejado del oro y el cobre milagrosos, del ámbar y las joyas, que titilan en toda la mitología de esta tierra. Me pregunto qué llamas coloreadas de esperanza debieron bailar en el fondo de la mente de esos hombres mientras realizaban sus experimentos inexorables. Ésta era ciencia del tipo habilidoso, que se basa en la destreza propia del artesano, en una paciencia inmensa y en una familiaridad íntima con sus materiales en bruto. Fueron estas cualidades, más que la brillantez ágil o el equipo extravagante, las que explican el descubrimiento de tantos elementos en este extremo nororiental del continente europeo. Estas cualidades y, desde luego, la pródiga abundancia del suelo. Unión europiana Las tierras raras no son raras, pero son olvidadas. Este grupo de elementos al que pertenecen tantos de los descubrimientos suecos puebla una fila de la tabla periódica que generalmente se muestra colgando debajo del resto de la tabla, como un cartel de «Hay apartamentos libres» que colgara debajo del rótulo de un motel. Sus miembros son: escandio, itrio, lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio. Y aunque no sean raros, al lector se le puede perdonar fácilmente por no haber oído hablar siquiera de uno de ellos. Tampoco son realmente «tierras» arenosas: todos son metales de peso medio. Se debe únicamente a que resistieron durante mucho tiempo la extracción de sus menas oxidadas el que se les haya concedido esta etiqueta general. La obstinación puede ser la principal característica unificadora de las tierras raras. En otros aspectos, sus propiedades se hallan primorosamente diferenciadas; de hecho, es un asunto de semántica química si algunos de ellos (el escandio y el itrio al principio de la secuencia, y el lutecio al final) pertenecen siquiera a esta lista. En casi todos los casos, el aislamiento de las tierras raras (desde el itrio en 1794 hasta el prometio en 1945) fue una tarea penosa. Sin embargo, estos descubrimientos poseen la distinción de que fueron hechos (dejando aparte el anómalo prometio, radiactivo) por químicos cabales. No dependían de alguna tecnología única más cercana a la física, como era el caso de algunos otros grupos de elementos: los metales alcalinos descubiertos electrolíticamente por Davy, los gases inertes de Ramsay que resplandecían en sus tubos de descarga, los elementos transuránicos juntados casualmente en el acelerador de partículas de Berkeley. La separación de las tierras raras fue química hasta el fin. El procedimiento típico era disolver un mineral en ácido para formar una solución que contuviera una mezcla de sales. Después, ésta se evaporaba lentamente de modo que la sal de cada elemento cristalizara por turnos, mientras que el líquido sobrenadante conservaba a las demás en solución. La repetición minuciosa de este proceso (a veces miles de veces) permitía finalmente a los químicos separar una de otra a estas sustancias muy similares, y a partir de ellas aislar los nuevos elementos que contenían. Era, como señala fríamente un historiador de la química, «una empresa enorme

Esta pregunta también está en el material:

La Tabla Periodica La curiosa historia de los elementos
722 pag.

Biologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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¡Vaya! Parece que has copiado un texto extenso sobre la historia de la química y los sopletes químicos. ¿En qué puedo ayudarte con esta información?

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